La venta del país al imperio Brasileño
Por Carlos Petroni
La política es economía concentrada. Cualquiera con deseos de desafiar esa definición de Marx podría echarle un nuevo vistazo a los acontecimientos de diciembre del 2001. El colapso financiero y la crisis económica se devoraron varios presidentes en una semana y pusieron en jaque durante meses a la transición Duhaldista y los comienzos del primer mandato Kirchnerista.
La economía argentina ha logrado una aparente y relativa mejoría, pero los partidos políticos todavía yacen inermes en el campo de batalla de la crisis revolucionaria del 2001 y la reciente caída de las bolsas a nivel mundial, con graves repercusiones en nuestro país, debe servirnos para relativizar aun mas el optimismo de los que insisten en una “mejoría” permanente de un enfermo estructural.
A la candidata presidencial del Kirchnerismo, Cristina Fernández de Kirchner, le gusta repetir hace años que este, el que practica el gobierno de su marido del cual es parte, es “un modelo de acumulación capitalista”. Últimamente le ha agregado, para su propia campaña presidencial, “un modelo de acumulación con inclusión social”.
Esto parecería ser una continuación de la famosa frase del ex Presidente Duhalde que anuncio que el modelo del Menemismo estaba “agotado” y se embarco en definiciones, que no pasaron de allí, del tipo desarrollista. La realidad, sin embargo, es que el tal modelo de Cristina no existe. Como no existió el de Duhalde o el del actual presidente. O podríamos decir con mayor precisión, que en todo caso es un modelo parasitario de otros modelos existentes.
La economía argentina y sus avatares puede solo ser explicada a nivel internacional y, más precisamente, Latinoamericano. El “modelo” Kirchnerista puede desentrañarse solo observando la relación que mantiene con los modelos reales existentes en el continente, no por las frases hechas de quienes lo presentan en sociedad como un fenómeno “nacional”. Existen cuatro de esos modelos y es necesario ubicar la relación de nuestro país con ellos para explicar el carácter parasitario y de extrema fragilidad y dependencia de nuestra economía. En este articulo nos centraremos en la relacion entre la economia Argentina y el imperialismo Brasilero.
El modelo imperialista e inter imperialista del Brasil
Brasil esta hace décadas embarcado en una expansión imperialista. Basado en un desarrollo industrial combinando inversiones, propias y la de otros países imperialistas que lo han privilegiado, ha logrado el mas alto desarrollo en ese campo del continente. Las industrias automotrices, metalúrgicas, de armas y tecnología militar, hidrocarburos y energía, agropecuarias y manufactureras, textiles y alimenticias, construcción, naviera y aeronáutica, biocombustibles y otras ramas han posicionado al Brasil no solo como el mayor productor industrial del continente sino en un exportador de bienes con valor agregado con el que solo compiten las otras potencias emergentes: China, de mucho mayor volumen, India y la cuenca del Pacifico.
A su vez Brasil ha superado ampliamente a China en la internacionalización de industrias como los hidrocarburos y en la exportación de capital financiero, aunque en términos generales su economía no haya aun logrado la globalización de los productos chinos.
Brasil es ya un elefante que esta apoderándose de grandes porciones de los mercados e infraestructura productiva de países como Argentina, Paraguay, Venezuela, Uruguay, Bolivia, Perú y una docena más de países en tres continentes. En su desarrollo ha sido apuntalado por inversiones norteamericanas, sobretodo en décadas anteriores, y ahora en forma creciente por las europeas. Al mismo tiempo, su capacidad adquisitiva le ha permitido a capitales brasileños adquirir compañías de primer orden en Estados Unidos y Europa.
De acuerdo a un informe del boletín del SECOM (producido por la Embajada de Brasil en la Argentina),[1] “Brasil es el cuarto entre los países en desarrollo que más invierten en el mundo, superado solamente por China, Singapur y Taiwán. De acuerdo con el Banco Central de Brasil, el stock de Inversión Directa en el Exterior (IDE) del País alcanzaba, en setiembre de 2005, la cifra de US$ 71,5 mil millones. Por IDE se entiende como el dinero aplicado por las empresas brasileñas en otros países en operaciones productivas - fábricas, centros de logística y de distribución, franquicias, agencias bancarias, plantaciones, canteros de obras e ingeniería, entre otras actividades. Se estima que ese valor aumente hasta US$ 80 mil millones aproximadamente, para el próximo informe del Banco Central sobre el tema, agendado para las próximas semanas.”
De esas inversiones, el MERCOSUR, y particularmente la Argentina, son un aspecto fundamental.
El proyecto brasileño de biocombustibles que ya reclama para si la posibilidad de convertir al mayor país del continente en una Arabia Saudita del etanol, cuenta con que el posee varias generaciones tecnológicas de ventaja sobre el resto de sus competidores. Sumado a esto, ni Estados Unidos ni Europa pueden competir con la extensión territorial del Brasil para convertirse en el granero del nuevo combustible ni sus legislaciones les permitirían asolar sus graneros con prospectos industriales impunemente como sucede en Brasil.
A ello se suma la consolidación de su banca de desarrollo que figura entre una de la primeras del globo y que le adjudican un papel de primera línea en el futuro inmediato del capital financiero exportable.
Nadie duda que Brasil, de la mano de Lula, intente dirigir sin mediaciones el MERCOSUR como uno de sus resortes y que su posición a la vez imperialista y de socio fuerte de los imperialismos norteamericano y europeo en el área le va otorgando la hegemonía regional.
Lula, la burguesía brasileña y sus Fuerzas Armadas, las mas poderosas y mejor armadas del continente y con un grado de coherencia, injerencia industrial y cuadros que la coloca entre las primeras del mundo (y las mencionamos tanto como baluarte de la alta burguesía brasileña como también el arbitro de la política nacional) no han vacilado en utilizar esta nueva posición.
Dirigen la ocupación militar de Haití, envían tropas a otros países de acuerdo a las necesidades del imperialismo global, ejercen presión sobre los regimenes mas populistas como el de Chávez o el de Morales, exigen a los demás en la región actuar como bloque pero tiene iniciativas bilaterales con decenas de países fuera del MERCOSUR y son el único país de Latinoamérica con el que los norteamericanos y europeos se sientan a negociar todo, desde los acuerdos económicos hasta la geopolítica del mundo, considerándolo ya como un socio del club exclusivo de los poderosos de la tierra.
Solo falta que Brasil obtenga puestos permanentes en el Consejo de Seguridad de la ONU y en las reuniones del G8, ambos en trámites diplomáticos y al alcance de la mano en el futuro inmediato.
¿Cómo se relaciona la economía argentina con este fenómeno brasilero?
La respuesta es simple. Financieramente esta supeditada a su vecino, políticamente toca de segundo violín en el MERCOSUR y económicamente es cada vez más dependiente de ella. Más y más, la economía industrial argentina, y aun la producción de su agro, son complementarias y dependientes de la brasileña.
Si Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz, Rodolfo Puiggros, Rodolfo Ortega Pena, Milciades Pena o Nahuel Moreno escribieran hoy día, y a pesar de sus diferencias ideológicas, pondrían el grito en el cielo en sus escritos sobre el ascendiente imperialista de Brasil sobre nuestro país y las tres cadenas echadas al cuello de nuestro dependiente país: las de Brasil, EEUU y Europa. Nuestro papel como semicolonia se la disputan los tres, pero de la izquierda y el nacionalismo solo escuchamos un poco sobre EEUU, algo de Europa y nada del Brasil.
Desde la izquierda marxista, o del nacionalismo argentino, ni siquiera lo han advertido al de Brasil imperialista como un fenómeno nuevo. Junto a la izquierda brasilera consideran la cuestión como una ridiculez o una perdida de tiempo o como inexistente. Claro esta, el nacionalismo brasilero, que nunca estuvo totalmente desligado de las pretensiones imperiales, se desarrolla, convirtiéndose en el nacionalismo de una nación opresora, es decir, reaccionario.
La mayoría de la izquierda en Brasil y Argentina siguen considerando a nuestros poderosos vecinos como una semicolonia, es decir en un pie de igualdad con la Argentina, Paraguay, Uruguay o Bolivia. En algunos casos obvios, como en el de la invasión de Haití por fuerzas del imperialismo comandadas por ele Estado Mayor brasileño, la mayoría de la izquierda de ese país se limita a criticar, sin una dosis de ingenuidad, el carácter de “agente” del imperialismo norteamericano de las tropas brasileñas.
La compra por parte de capitales brasileros de empresas insignias argentinas como Alpargatas, Fortabat (Loma Negra) o la Cervecería Quilmes no son sino un detalle simbólico de la poderosa penetración imperial del Brasil en nuestro país por esfuerzo propio o como parte de negociaciones inter-imperialistas con capitales norteamericanos y europeos, aliados del Brasil.
Encabezadas por Petrobrás, los poderosos Grupo Gerdau (que domina el acero en rollos en Brasil entre otras cosas) y el Grupo Votorantim, el mayor conglomerado diversificado industrial del país vecino y que adquirió cementeras en EEUU y deglutió a la poderosa cementera mexicana Cemex, así como el titán cervecero AmBev, la Companhia Siderurgica Nacional, el poderoso grupo de ingeniería Odebrecht (que posee operaciones en 18 países)[2], mas de cincuenta grupos económicos y grandes empresas de Brasil adquirieron otras grandes empresas argentinas para comenzar un dominio de ramas de la producción a través de esas compras de lideres en sus áreas como Pecom, Loma Negra, y Swift y solo en la rama metalúrgica con la compra sucesiva de Acindar, Sipsa, Sipar, Siderar…
Petrobrás controla ya el 15% del mercado de combustible para automóviles de Argentina y el 8% de los aceites y espera duplicarlo en la próxima década. Además, el gigante brasilero controla ya la mayoría de las acciones de las transportadoras de energía eléctrica Transener, Transba, Distrilec, Citelec, Enecor y de la distribuidora Edesur. El grupo Carmargo Correa controla el mercado del cemento en el país y Praxair el de oxigeno medicinal. Automóviles, carrocerías para transporte de pasajeros y cargas, vagones para ferrocarriles, la industria del acero, textiles, calzado, construcciones aéreas y marítimas, explotación del turismo, hotelera, pesca, fabricas de envases, repuestos automotores, mensajerias y correos, producción de energía, prácticamente no hay área económica de importancia en la Argentina donde los capitales brasileros no estén interviniendo en forma agresiva, en algunos casos dominándolas.
La “colaboración” imperialista brasileña a la economía Argentina quedo ampliamente demostrada en la reciente crisis energética que sacudió a nuestro país, cuando Brasil acepto revertir el transporte de hidrocarburos que se exportaban a través de sus ramales de distribución hacia el exterior del país, acudiendo con reservas de los mismos en apoyo a la creciente demanda de energía en la Argentina debido a la ola de frío polar que afecto al país.
Solo que lo hizo triplicando el costo de la energía que suministraba a nuestro país. Sabemos ahora que podemos esperar en futuras contingencias. El gobierno de Lula es el más firme defensor de los intereses de su capitalismo y el imperialismo brasileño será implacable ante las necesidades de los países del Cono Sur.
Según Página 12 [3] “La empresas América latina Logística controla los ramales de carga San Martín (Cuyo) y Urquiza (Mesopotamia). Por otra parte, la llegada de Vale Do Rio Doce, con su filial local DoceNave, ya acapara el 22 por ciento del comercio marítimo que hay entre ambos países. Además, el grupo Odebrecht, especializado en construcción e ingeniería, posee la licitación de los peajes de Autopistas del Oeste y piensa continuar en la Argentina compitiendo para construir obra pública.”
“El caso más reciente de concentración en un rubro es el de Quilmes, donde ahora el grupo AmBev maneja el 80 por ciento del mercado local de cervezas. También en el sector alimentos, con la compra de Swift por 200 millones de dólares, el grupo Friboi se quedó con el principal exportador de carne de la Argentina, responsable del 68 por ciento de las carnes enlatadas y el 56 por ciento de las carnes cocidas que van al exterior”.
“En el área textil, aunque arribaron tres empresas importantes (Textil Santista, Coteminas y Paquetá) el desembarco de esos capitales se explica en establecer pequeñas plantas para producir aquí lo que no se puede importar por las trabas presentadas por la Argentina en el MERCOSUR. Sin embargo, lentamente los empresarios nacionales del sector están comenzando a sospechar de la estrategia de sus pares brasileños. Las últimas semanas, volvió el rumor de que la empresa tradicional Alpargatas sería vendida a Carmargo Correa.”
El rumor que se indica en la última frase del artículo se cumplió. Alpargatas es hoy brasileña. Embraco no solo controla el 25% del mercado mundial de compresores para la industria frigorífica sino que ha conquistado el 70% del consumo de esos productos en la Argentina. Y podríamos seguir citando ejemplos en una larguisima lista.
Baste decir que las empresas brasileñas habían invertido en la Argentina mas de 8.000 millones de dólares hasta el 2002, han sobrepasado los 15.000 millones en 2006 (De Vido calcula 21.000 millones en el ultimo ano) y se estima que esas inversiones llegaran a los 40.000 millones para el 2010. En 1994, unas 200 empresas de origen brasileño o con gran porcentaje de capital de ese país o de capitales mixtos brasileños-EEUU o brasileños-europeos formaron en la Argentina el Grupo Brasil, para hacer de lobistas e interlocutores oficiosos ante los sucesivos gobiernos.
Dentro de las empresas que forman parte del Grupo Brasil se encuentran Banco Bradesco, Banco do Brasil, Banco Itaú, Banco Velox, Brahma, Cilbras, CABI, Cotia Trading, Deloitte & Touche, DHL, Editorial Perfil, Embratel, General Motors, Grafa, Ipiranga, KPMG, MarcoPolo Corporacao, Natura, Petrobras, Pluma, Rasa, Rhodia, Sadia, Spettus, TAM, Varig y Volvo.[4]
Los objetivos primordiales de la entidad son apoyar el desembarco de las empresas brasileñas en la Argentina, actuar de interlocutor y agente de esas empresas ante las autoridades, entidades y compañías argentinas que, se aseguran, dicen, simplemente levantando el teléfono. La Embajada de Brasil en Buenos Aires les sirve de oficinas oficiosas y el Palácio Itamaraty de agente de relaciones publicas.
Detrás de los poderosos, vienen los extraordinariamente fuertes. En la lista de interesados en invadir el mercado Argentino ya figuran desde cadenas de comida china, como China In Box, hasta panaderías (Casa do Pao de Queijo) y perfumerías (Agua de Cheiro).[5] Las grandes corporaciones de calzados y textiles ya han desembarcado y controlan una parte importante del mercado de nuestro país.
La relación del “modelo” Kirchnerista con la penetración imperialista brasileña
Desde octubre del ano pasado se habla de que el Ministro De Vido esta estableciendo acuerdos para inversiones de más de $2.500 millones de dólares del poderoso Banco Nacional de Desarrollo del Brasil (BNDES) para AySA (Aguas y Saneamiento) y la prolongación de líneas de subterráneo. Esto y las inversiones ya en marcha de los brasileros en gasoductos y en el rubro energía los dispone ya como uno de los principales, sino el más importante, inversor en obras publicas de la Argentina.
Esto pone en peligro de que caigan en manos extranjeras nuevamente, la recientemente renacionalizada AySA, la mayor distribuidora de aguas de la Pcia. de Buenos Aires y le abre el portal al capital brasileño para tener opción privilegiada en una nueva ola de privatizaciones que una crisis económica nacional desataría. Al escribir este artículo se estaban conociendo los anuncios oficiales de estas inversiones.
La política de Kirchner es incentivar esta desnacionalización de empresas nacionales a cambio de inversiones y de entregar los activos de obras publicas a los capitales brasileños para promover un “desarrollismo” esencialmente semicolonial a la sombra del cual aspiran, los cerebros del Presidente, crear empresas pequeñas, PYMES, que de la impresión de un resurgimiento del capitalismo nacional, cuando en realidad serian simples anexos de la inversión extranjera, en este caso brasileña, que se sumarian a las que ya existen a la sombra de los intereses de EEUU y Europa y, en menor grado, a los de China.
Otra compensación, aspiran los economistas Kirchneristas, es que esta penetración del capital brasileño produzca, aunque sea temporariamente, nuevos empleos aunque lo serian por debajo de los niveles salariales brasileros para justificar las inversiones de aquel país en el nuestro.
De eso se trata, precisamente, el “nuevo pacto social” al que se refiere la Senadora Kirchner, hoy candidata presidencial oficial. Un acuerdo entre sindicalistas y la patronal mayormente extranjera y particularmente brasileña, para mantener los salarios encorsetados en un nivel que permitan la optimización de la tasa de ganancias de las multinacionales para asegurar el “desarrollo” semicolonial.
El mantenimiento del dólar alto y la depreciación del peso van en el mismo sentido y ha sido una de las campañas de presión del Grupo Brasil.
Por otro lado, el gobierno del Brasil y el BNDES (que aunque de capital mixto, privado y extranjero y estatal se halla controlado políticamente y accionariamente por el gobierno) ha impuesto una serie de condiciones a las empresas de su país que se radican en la Argentina y a las imperialistas norteamericanas y europeas que les siguen, abriendo sucursales de sus empresas radicadas en Brasil en la Argentina.
A cambio de operar en el mercado de los prestamos y las garantías para prestamos en Europa en el caso de las firmas brasileñas y de mantener los ritmos de producción y de aseguramiento del mercado interno brasileño y las exportaciones a otros mercados a las empresas imperialistas radicadas en su territorio, el gobierno de Lula ha acordado que todas esas expansiones en Argentina (pero también en Paraguay y Uruguay) tienen un carácter de “suplementarias” a la producción brasileña, como extensión de la misma.
Es decir, existen convenios entre las grandes fabricas de automotores norteamericanas y europeas y el gobierno del Brasil, por ejemplo, que, si una retracción cíclica del mercado brasileño y mundial obliga a la reducción de la producción de esta rama, las primeras fabricas a cerrar serian las de Argentina, esas que Kirchner acaba de anunciar como nuevas inversiones en el país. Este tipo de convenios proteccionistas existen también con casi todas las empresas de origen brasileño con inversiones en nuestro país en muchas de las ramas de inversión.
Un resfrío en la economía brasileña se transformaría entonces en una pulmonía para la Argentina. Una muestra de ello durante la crisis rectificadora de los mercados bursátiles por las quiebras inmobiliarias y el default de los créditos de alto riesgo en EEUU. La bolsa de Argentina fue una de las más afectadas como consecuencia que, además del cimbronazo que repercutió internacionalmente, tuvo que hacerse cargo de una parte de la devaluación de las empresas brasileñas y norteamericanas que ocurrieron como consecuencia de este ajuste.
La fragilidad económica y política de Argentina no amedrenta a los inversores brasileños. Tanto el Banco do Brasil como el BNDES alegan que los contratos de las compañías de su país y de las filiales de compañías imperialistas con residencia en Brasil que invierten en la Argentina son seguros y garantidos por el Banco Central de la Republica Argentina (BCRA). Son los llamados CCRs (Convenios de Crédito Recíproco), una especie de fondo de compensación que proporciona la garantía de los contratos.
Si alguien se preguntaba en que se utilizarían las reservas que tan meticulosamente ha ido construyendo Kirchner y acumuladas en el Banco Central, y que actualmente ascienden a 40.000 millones de dólares,[6] de acuerdo a uno de sus últimos informes, allí esta la respuesta: no es para blindar la economía nacional, sino las inversiones imperialistas, entre ellas fundamentalmente la brasileña, contra la próxima crisis cíclica del capitalismo... brasileño e internacional. Una retracción del mercado interno y de exportaciones de Brasil traería como consecuencia el cierre o suspensión de producción de plantas en nuestro país, y el subsiguiente desempleo, y también el vaciamiento de las reservas fiscales nacionales para suplir en parte las perdidas de capitales extranjeros.
Los acreedores son distintos y hablan diferentes idiomas, pero la esencia de los tratados del tipo Roca-Runciman están tan vigentes hoy día como lo estuvieron cuando éramos una semicolonia inglesa. Pero hoy no hay prácticamente voces que se levanten contra ellos.
Sin inmutarse por estos tropiezos, el canciller Argentino Jorge Taiana destacó que "la llegada de capitales brasileños a la Argentina alcanzó 20 por ciento de la inversión externa radicada en el país”.
El embajador brasileño MauroVieira afirmó que el comercio bilateral entre ambos países "será este año de 21.000 millones de dólares" de manera tal que "marcará por tercer año consecutivo un récord" de integración.[7]
Desde la devaluación, la balanza comercial ha favorecido año tras año a Brasil, pero en 2006, merced una serie de acuerdos entre los gobiernos de ambos países y el mayor crecimiento de la principal economía del MERCOSUR, la tendencia comenzó a revertirse, aunque permanece altamente favorable a Brasil y con un agravado: las exportaciones argentinas tienen poco valor agregado mientras las brasileñas son de alto valor agregado.
Taiana destacó que "en el último lustro el intercambio creció 170 por ciento" al pasar de 7400 millones de dólares a fines de 2002 a 20.000 millones de dólares en 2006.
En estos últimos días el gobierno de Kirchner anuncio también “un fuerte paquete de medidas para restringir la importación de bienes de consumo y de otros productos que se fabrican en el país y utilizan mano de obra intensiva”.
“Las limitaciones que se van a instrumentar apuntan a minimizar la competencia desleal (productos fabricados bajo subsidios, o vendidos a valores por debajo de los costos, por ejemplo) del exterior y a favorecer el desarrollo de la industria local.”
“Se trata de un conjunto de medidas aduaneras que el presidente Néstor Kirchner quiere aplicar para ratificar su alianza política con el sector fabril.”
“Las restricciones abarcan una amplia gama de bienes como textiles, calzados y juguetes. Y también intentan frenar la "invasión" de productos que ingresan al país provenientes de China. Entre otros, figuran marroquinería, neumáticos, bicicletas, informática y capelladas para calzado. ” El Gobierno anunciaría hoy un fuerte paquete de medidas para restringir la importación de bienes de consumo y de otros productos que se fabrican en el país y utilizan mano de obra intensiva.” [8]
Lo que en teoría serian medidas proteccionistas para defender al capitalismo nacional, son en realidad medidas que beneficiarían fundamentalmente las inversiones brasileñas en la Argentina de las que China es su principal competidor, particularmente en bienes manufacturados. La triquinuela consiste en las empresas brasileñas en radicar filiales en la Argentina. A los créditos baratos y las garantías de inversión dadas por el BCRA, ahora se agregan medidas proteccionistas del propio gobierno de Kirchner en el marco de los acuerdos del MERCOSUR.
Claro esta que algunas Pymes y empresarios nacionales también se beneficiarían, pero el grueso de la protección es a las empresas de nuestro poderoso vecino o a las que este ha puesto sus ojos para comprar en el futuro inmediato y a las ya existentes en nuestro país propiedad de capitales norteamericanos o europeos.
El sometimiento político del Kirchnerismo a la dominación imperial brasileña, su debilidad ante el bloque de MERCOSUR
Como se vera, las concesiones al imperialismo brasileño en el campo económico son inmensas y se asimilan en su márgenes de ganancias y garantías a las viejas formas de la penetración imperial del Siglo XIX y principios del Siglo XX. La sumisión política no es más que la consecuencia lógica de la sumisión económica. Lejos han quedado para el peronista Kirchner las consignas de soberanía e independencia nacional.
No es que quiera y no es que no busque la forma de resistirlo. En toda negociación e intercambio comercial entre dos partes, el tironeo, es decir el regateo en este caso, existe de forma natural. Solo hay que ver quien tiene la carta bajo la manga y quien blufea. Lo que marca la dinámica de la relación económica son las relaciones de fuerza. La genuflexión política es la continuación lógica de la entrega económica, aunque se finja que se hace a disgusto.
Kirchner es la bisagra de Lula y la burguesía brasileña para encarrilar a los mas díscolos del MERCOSUR como Chávez o mediar con Evo Morales, a veces permitiéndoles, como en el acto contra Bush de Ferro o en la Cumbre de Mar del Plata, algunos desafueros o exigiéndole mesura como en la relación de Chávez con Brasil o corrección de excentricidades como en el caso del maletín de los $800.000 dólares del misterioso Wilson en Ezeiza.
Esta descontado que el Kirchnerismo especula también en utilizar a Evo, el comandante venezolano y aun a México como contrapeso en sus negociaciones con Brasil.
¿Cuál es el problema de esta “estrategia”? Que no es tal y ni siquiera tiene un optimizador práctico. La Argentina tiene poco que ofrecerles a México, Venezuela o Bolivia. En el caso de Venezuela y Bolivia, Kirchner ha tratado de impulsar el plan del Gasoducto del Sur con el boicot de Brasil. Brasil ha bloqueado por el momento el ingreso de Venezuela al MERCOSUR - y ha echado un balde agua fria sobre el mentado gasoducto -- y el de Bolivia esta en veremos, así que la Argentina, en términos de votos esta en minoría frente a Brasil que dirige la política de Paraguay y Uruguay, esta ultima a la vez enfrentada a la Argentina por las pasteras sobre el Rio Uruguay.
Venezuela esta inmersa en una estrategia de crear una burguesía nacional a la sombra de la explotación de sus grandes reservas de petróleo y gas. Contrariamente a lo dicho la mayor parte del tiempo públicamente, el actual conflicto entre Brasil y Venezuela no esta dado por las opiniones del Senado del primero sobre la cancelación de la licencia a la televisora RCTV de la última.
“Defenderé a los empresarios venezolanos” ha dicho Chávez refiriéndose a los intentos de Brasil por demoler las barreras aduaneras y el proteccionismo venezolanos como condición previa a su admisión como miembro pleno al MERCOSUR. Brasil quiere evitar a toda costa el fortalecimiento de una burguesía industrial y manufacturera en la tierra de Bolívar que pueda eventualmente competir con las suyas no solo en el mercado venezolano sino en el regional.
En esta tarea de debilitar la creación de una burguesía venezolana nueva y con petrodólares, Brasil cuenta con la colaboración política de EEUU (que se cuida muy bien sin embargo de proteger el 15% de sus insumos petroleros que provienen del país de Chávez) y la propia oligarquía llanera que se opone tanto a la rotura de la dependencia imperial como al desarrollo industrial de la ciudad y el campo en Venezuela.
Kirchner ha tratado de sacar partido de este enfrentamiento, por un lado apoyando el proyecto del gasoducto chavista, obteniendo del gobierno del comandante prestamos para suplantar los que pago al FMI y aplicando planes de salvamento como los $100 millones de dólares de Chávez para salvar a Sancor y pidiendo tibiamente que el parlamento brasileño vote finalmente la aceptación de Venezuela como socio del MERCOSUR. Al mismo tiempo, Argentina tiene un capital residual en tecnología que viene de su pasado y el “know how” sobre explotación agraria que le esta transfiriendo a Venezuela. Dicho sea de paso, con la entusiasta colaboración de los reyes de la soja y algunos duenos de importantes establecimientos ganaderos.
Es decir, en su debilidad, Argentina no solo paga intereses del mercado financiero internacional por los préstamos de Venezuela sino que también ha aceptado la transferencia de tecnología que le es importante a Venezuela. Entre esta ultima figuran trabajos técnicos sobre ganadería y soja realizados por el INTA (incluyendo la introducción de especimenes de ganado desde Argentina) y recursos industriales del INTI, además de algún proyecto de turbinas nucleares para el Orinoco para salvaguardar, como lo hace Irán, las reservas de hidrocarburos para la exportación.
Esta puja entre Venezuela y Brasil no puede sino resolverse a favor de este último si se la limita al plano económico-industrial-financiero. Por eso Venezuela, el gobierno de Chávez para ser mas preciso, se ha embarcado en una estrategia armamentista. Es poco creíble el argumento del gobierno Chavista que esto se hace para “protegerse de eventuales ataques del imperialismo norteamericano”. Simplemente esa amenaza no esta en el juego geopolítico de Washington en esta etapa.
La utilización de reservas petroleras para armar hasta los dientes a las Fuerzas Armadas venezolanas responde más a la necesidad de Chávez de sobornar a la oficialidad de su país para evitar un nuevo golpe de estado como en el 2002. Aumentos de salarios, compra de equipo naval y aeronáutico de Europa, Rusia, y si, brasileño, responde a esta estrategia. El gobierno de Chávez intenta así restarle poder de fuego a la oposición de derecha en su país - y base de apoyo tanto del imperialismo norteamericano como brasileño - sacando del medio a las FFAA, como intenta deshacerse de su izquierda que presiona por una vía independiente y pro obrera del proceso bolivariano a través de la estrategia del “partido único”, el maniatamiento de la UNT y demás centrales sindicales y la política de re-elección permanente.
No es una estrategia ni nueva ni original. Digamos que es la versión petrolera del Peronismo del primer mandato o del Cardenismo mexicano de los 30 - una nacionalismo burgués también basado en los hidrocarburos. Chávez sabe que fortaleciéndose políticamente es la única forma de resistir las presiones económicas de Brasil.
Subyace también otro enfrentamiento brutal entre Venezuela y Brasil, y eventualmente EEUU y Europa: los biocombustibles de los que Brasil es la vanguardia a nivel mundial.
Venezuela, junto a Cuba, ha encabezado la oposición a ellos. Esencialmente porque el desarrollo masivo de los biocombustibles erosionaría la base material del desarrollismo venezolano y las perspectivas de un desarrollismo a la cubana proveniente del descubrimiento de importantísimas reservas de crudo y gas en la plataforma marina cubana que le proporcionaría un respiro económico a la isla que hoy el turismo, su única locomotora, no puede garantizarle.
Por supuesto Chávez y Fidel, que han establecido una alianza casi estratégica, hablan de problemas de extinción de alimentos y la degradación de tierras cultivables para alimentar un monstruoso aparato de creación de biocombustibles.
Levantan el peligro real de que los granos, el azúcar y otras materias primas del biocombustible subirían de precios aceleradamente y dejarían de estar al alcance de una población mundial cada día más hambrienta. Bajo el dominio del capitalismo, y en este caso del imperialismo incluido el Brasil, los biocombustibles podrían originar hambrunas y la degradación de tierras fértiles hasta convertirlas en paramos estériles.
Baste recordar como una de las zonas mas fértiles de Brasil en el Noreste fue destruida por la súper explotación de la cana de azúcar en la región en los Siglos XIX y XX. Ese no fue sino un pálido adelanto de lo que una producción agraria no sustentable en grados extremos de explotación puede acarrear para una región.
Esta, sin embargo, aunque sea el razonamiento popular, no es la causa central de la preocupación venezolana y la cubana, sino el desequilibrio en el precio del barril de crudo que podría provocar una infusión de biocombustibles masiva en la economía mundial.
Se puede objetar, y lo hacemos, la estrategia del chavismo sobre una base histórica: la época del surgimiento de nuevas burguesías nacionales “progresistas” se acabaron con el inicio del comienzo de la agonía mortal del capitalismo a escala global, sobre todo si se basa en la burocracia estatal y las FFAA y la regimentación política del movimiento obrero como lo intenta el chavismo. Pero no se puede negar que es un modelo con una base material y un objetivo, utópico, pero concreto.
¿A que le juega el Kirchnerismo en todo esto? La política exterior no es más que la extensión de la política interna, suele afirmarse. En este caso no puede ser más acertado. La extensión de la política interna al plano internacional llama por la conciliación entre los modelos de Brasil y Venezuela y la complacencia de los otros patrones nacionales, EEUU y Europa. No hace falta mucha atención para constatarla.
Mientras con Chávez y Venezuela intenta un juego de “toma y daca”, finanzas y energía a cambio de tecnología agraria, industrial y nuclear, Brasil le impone a la Argentina el intercambio con enormes ventajas a su favor.
Donde PDVSA y el gobierno de Chávez se llevan los intereses, el gobierno de Kirchner y la Argentina reciben financiación a precio de plaza. La transferencia de tecnología argentina es de corto aliento, los negocios de Venezuela con Argentina son a largo plazo. Pero en el intercambio con Brasil, Argentina entrega materias primas, productos semi elaborados e importa, con multimillonario de su balanza de pagos, manufacturas, productos industriales, automóviles, energía y una diversidad enorme mas de productos.
Kirchner aprueba las tropas a Haití bajo el comando de Brasil, acepta las cláusulas leoninas en su relación con el gobierno de Lula, modifica la legislación nacional para beneficiar empresas de aquel país y apoya sin demasiado embagues la política exterior de Brasil en la ONU y en la OEA. Y le sirve a Brasil como segundo violín en su apriete a Venezuela y Bolivia, sirviendo como intermediario sin poder.
Estando hipotecadas desde los 90 todas las reservas de hidrocarburos del país, realizadas por la privatización de YPF por Menem con el apoyo del entonces gobernador Kirchner, la Argentina ni siquiera tiene elementos para la negociación con uno de los países más pobres del continente, Bolivia.
El gobierno de Evo Morales se ha propuesto incrementar la participación del estado boliviano en la explotación de sus importantes reservas de gas en forma gradual y el desarrollo de lo que llama “un capitalismo andino” basado en micro emprendimientos y una limitada reforma agraria. Como parte de ese proyecto decidió incrementar los precios “solidarios” que Brasil cobraba por sus exportaciones de gas, entre otros, a Brasil y la Argentina. Un reclamo, este ultimo, de toda justicia. Brasil y la Argentina habían logrado con los gobiernos anteriores de Bolivia precios irrisorios y muy por debajo de los precios internacionales. Tan bajos que la Argentina recibía gas de Bolivia y procedía a exportar parte de el con una ganancia sustancial a Chile.
Brasil se opuso firmemente y obligo a la Argentina a secundarlo en sus negociaciones con Bolivia. Chávez también fue traído a la mesa de negociaciones como intermediario y el resultado fue que Bolivia pudo aumentar su precio, pero no al nivel que lo requieren los mercados internacionales y su propio desarrollo económico futuro. Brasil incluso obligo a Bolivia a darle un precio que, tomado en cuenta el transporte del estos hidrocarburos es menor al precio que acordó la Argentina.
Brasil, en esa instancia, logro alinear a nuestro país tras sus intereses e incluso a Venezuela contra la paupérrima Bolivia. ¿Qué nombre lleva semejante política de Lula y su gobierno y cual la de gobiernos que, como el de Kirchner, colaboran con ella?
Fuente: http://www.izquierda.info/modules.php?name=News&file=article&sid=4273
Por Carlos Petroni
La política es economía concentrada. Cualquiera con deseos de desafiar esa definición de Marx podría echarle un nuevo vistazo a los acontecimientos de diciembre del 2001. El colapso financiero y la crisis económica se devoraron varios presidentes en una semana y pusieron en jaque durante meses a la transición Duhaldista y los comienzos del primer mandato Kirchnerista.
La economía argentina ha logrado una aparente y relativa mejoría, pero los partidos políticos todavía yacen inermes en el campo de batalla de la crisis revolucionaria del 2001 y la reciente caída de las bolsas a nivel mundial, con graves repercusiones en nuestro país, debe servirnos para relativizar aun mas el optimismo de los que insisten en una “mejoría” permanente de un enfermo estructural.
A la candidata presidencial del Kirchnerismo, Cristina Fernández de Kirchner, le gusta repetir hace años que este, el que practica el gobierno de su marido del cual es parte, es “un modelo de acumulación capitalista”. Últimamente le ha agregado, para su propia campaña presidencial, “un modelo de acumulación con inclusión social”.
Esto parecería ser una continuación de la famosa frase del ex Presidente Duhalde que anuncio que el modelo del Menemismo estaba “agotado” y se embarco en definiciones, que no pasaron de allí, del tipo desarrollista. La realidad, sin embargo, es que el tal modelo de Cristina no existe. Como no existió el de Duhalde o el del actual presidente. O podríamos decir con mayor precisión, que en todo caso es un modelo parasitario de otros modelos existentes.
La economía argentina y sus avatares puede solo ser explicada a nivel internacional y, más precisamente, Latinoamericano. El “modelo” Kirchnerista puede desentrañarse solo observando la relación que mantiene con los modelos reales existentes en el continente, no por las frases hechas de quienes lo presentan en sociedad como un fenómeno “nacional”. Existen cuatro de esos modelos y es necesario ubicar la relación de nuestro país con ellos para explicar el carácter parasitario y de extrema fragilidad y dependencia de nuestra economía. En este articulo nos centraremos en la relacion entre la economia Argentina y el imperialismo Brasilero.
El modelo imperialista e inter imperialista del Brasil
Brasil esta hace décadas embarcado en una expansión imperialista. Basado en un desarrollo industrial combinando inversiones, propias y la de otros países imperialistas que lo han privilegiado, ha logrado el mas alto desarrollo en ese campo del continente. Las industrias automotrices, metalúrgicas, de armas y tecnología militar, hidrocarburos y energía, agropecuarias y manufactureras, textiles y alimenticias, construcción, naviera y aeronáutica, biocombustibles y otras ramas han posicionado al Brasil no solo como el mayor productor industrial del continente sino en un exportador de bienes con valor agregado con el que solo compiten las otras potencias emergentes: China, de mucho mayor volumen, India y la cuenca del Pacifico.
A su vez Brasil ha superado ampliamente a China en la internacionalización de industrias como los hidrocarburos y en la exportación de capital financiero, aunque en términos generales su economía no haya aun logrado la globalización de los productos chinos.
Brasil es ya un elefante que esta apoderándose de grandes porciones de los mercados e infraestructura productiva de países como Argentina, Paraguay, Venezuela, Uruguay, Bolivia, Perú y una docena más de países en tres continentes. En su desarrollo ha sido apuntalado por inversiones norteamericanas, sobretodo en décadas anteriores, y ahora en forma creciente por las europeas. Al mismo tiempo, su capacidad adquisitiva le ha permitido a capitales brasileños adquirir compañías de primer orden en Estados Unidos y Europa.
De acuerdo a un informe del boletín del SECOM (producido por la Embajada de Brasil en la Argentina),[1] “Brasil es el cuarto entre los países en desarrollo que más invierten en el mundo, superado solamente por China, Singapur y Taiwán. De acuerdo con el Banco Central de Brasil, el stock de Inversión Directa en el Exterior (IDE) del País alcanzaba, en setiembre de 2005, la cifra de US$ 71,5 mil millones. Por IDE se entiende como el dinero aplicado por las empresas brasileñas en otros países en operaciones productivas - fábricas, centros de logística y de distribución, franquicias, agencias bancarias, plantaciones, canteros de obras e ingeniería, entre otras actividades. Se estima que ese valor aumente hasta US$ 80 mil millones aproximadamente, para el próximo informe del Banco Central sobre el tema, agendado para las próximas semanas.”
De esas inversiones, el MERCOSUR, y particularmente la Argentina, son un aspecto fundamental.
El proyecto brasileño de biocombustibles que ya reclama para si la posibilidad de convertir al mayor país del continente en una Arabia Saudita del etanol, cuenta con que el posee varias generaciones tecnológicas de ventaja sobre el resto de sus competidores. Sumado a esto, ni Estados Unidos ni Europa pueden competir con la extensión territorial del Brasil para convertirse en el granero del nuevo combustible ni sus legislaciones les permitirían asolar sus graneros con prospectos industriales impunemente como sucede en Brasil.
A ello se suma la consolidación de su banca de desarrollo que figura entre una de la primeras del globo y que le adjudican un papel de primera línea en el futuro inmediato del capital financiero exportable.
Nadie duda que Brasil, de la mano de Lula, intente dirigir sin mediaciones el MERCOSUR como uno de sus resortes y que su posición a la vez imperialista y de socio fuerte de los imperialismos norteamericano y europeo en el área le va otorgando la hegemonía regional.
Lula, la burguesía brasileña y sus Fuerzas Armadas, las mas poderosas y mejor armadas del continente y con un grado de coherencia, injerencia industrial y cuadros que la coloca entre las primeras del mundo (y las mencionamos tanto como baluarte de la alta burguesía brasileña como también el arbitro de la política nacional) no han vacilado en utilizar esta nueva posición.
Dirigen la ocupación militar de Haití, envían tropas a otros países de acuerdo a las necesidades del imperialismo global, ejercen presión sobre los regimenes mas populistas como el de Chávez o el de Morales, exigen a los demás en la región actuar como bloque pero tiene iniciativas bilaterales con decenas de países fuera del MERCOSUR y son el único país de Latinoamérica con el que los norteamericanos y europeos se sientan a negociar todo, desde los acuerdos económicos hasta la geopolítica del mundo, considerándolo ya como un socio del club exclusivo de los poderosos de la tierra.
Solo falta que Brasil obtenga puestos permanentes en el Consejo de Seguridad de la ONU y en las reuniones del G8, ambos en trámites diplomáticos y al alcance de la mano en el futuro inmediato.
¿Cómo se relaciona la economía argentina con este fenómeno brasilero?
La respuesta es simple. Financieramente esta supeditada a su vecino, políticamente toca de segundo violín en el MERCOSUR y económicamente es cada vez más dependiente de ella. Más y más, la economía industrial argentina, y aun la producción de su agro, son complementarias y dependientes de la brasileña.
Si Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz, Rodolfo Puiggros, Rodolfo Ortega Pena, Milciades Pena o Nahuel Moreno escribieran hoy día, y a pesar de sus diferencias ideológicas, pondrían el grito en el cielo en sus escritos sobre el ascendiente imperialista de Brasil sobre nuestro país y las tres cadenas echadas al cuello de nuestro dependiente país: las de Brasil, EEUU y Europa. Nuestro papel como semicolonia se la disputan los tres, pero de la izquierda y el nacionalismo solo escuchamos un poco sobre EEUU, algo de Europa y nada del Brasil.
Desde la izquierda marxista, o del nacionalismo argentino, ni siquiera lo han advertido al de Brasil imperialista como un fenómeno nuevo. Junto a la izquierda brasilera consideran la cuestión como una ridiculez o una perdida de tiempo o como inexistente. Claro esta, el nacionalismo brasilero, que nunca estuvo totalmente desligado de las pretensiones imperiales, se desarrolla, convirtiéndose en el nacionalismo de una nación opresora, es decir, reaccionario.
La mayoría de la izquierda en Brasil y Argentina siguen considerando a nuestros poderosos vecinos como una semicolonia, es decir en un pie de igualdad con la Argentina, Paraguay, Uruguay o Bolivia. En algunos casos obvios, como en el de la invasión de Haití por fuerzas del imperialismo comandadas por ele Estado Mayor brasileño, la mayoría de la izquierda de ese país se limita a criticar, sin una dosis de ingenuidad, el carácter de “agente” del imperialismo norteamericano de las tropas brasileñas.
La compra por parte de capitales brasileros de empresas insignias argentinas como Alpargatas, Fortabat (Loma Negra) o la Cervecería Quilmes no son sino un detalle simbólico de la poderosa penetración imperial del Brasil en nuestro país por esfuerzo propio o como parte de negociaciones inter-imperialistas con capitales norteamericanos y europeos, aliados del Brasil.
Encabezadas por Petrobrás, los poderosos Grupo Gerdau (que domina el acero en rollos en Brasil entre otras cosas) y el Grupo Votorantim, el mayor conglomerado diversificado industrial del país vecino y que adquirió cementeras en EEUU y deglutió a la poderosa cementera mexicana Cemex, así como el titán cervecero AmBev, la Companhia Siderurgica Nacional, el poderoso grupo de ingeniería Odebrecht (que posee operaciones en 18 países)[2], mas de cincuenta grupos económicos y grandes empresas de Brasil adquirieron otras grandes empresas argentinas para comenzar un dominio de ramas de la producción a través de esas compras de lideres en sus áreas como Pecom, Loma Negra, y Swift y solo en la rama metalúrgica con la compra sucesiva de Acindar, Sipsa, Sipar, Siderar…
Petrobrás controla ya el 15% del mercado de combustible para automóviles de Argentina y el 8% de los aceites y espera duplicarlo en la próxima década. Además, el gigante brasilero controla ya la mayoría de las acciones de las transportadoras de energía eléctrica Transener, Transba, Distrilec, Citelec, Enecor y de la distribuidora Edesur. El grupo Carmargo Correa controla el mercado del cemento en el país y Praxair el de oxigeno medicinal. Automóviles, carrocerías para transporte de pasajeros y cargas, vagones para ferrocarriles, la industria del acero, textiles, calzado, construcciones aéreas y marítimas, explotación del turismo, hotelera, pesca, fabricas de envases, repuestos automotores, mensajerias y correos, producción de energía, prácticamente no hay área económica de importancia en la Argentina donde los capitales brasileros no estén interviniendo en forma agresiva, en algunos casos dominándolas.
La “colaboración” imperialista brasileña a la economía Argentina quedo ampliamente demostrada en la reciente crisis energética que sacudió a nuestro país, cuando Brasil acepto revertir el transporte de hidrocarburos que se exportaban a través de sus ramales de distribución hacia el exterior del país, acudiendo con reservas de los mismos en apoyo a la creciente demanda de energía en la Argentina debido a la ola de frío polar que afecto al país.
Solo que lo hizo triplicando el costo de la energía que suministraba a nuestro país. Sabemos ahora que podemos esperar en futuras contingencias. El gobierno de Lula es el más firme defensor de los intereses de su capitalismo y el imperialismo brasileño será implacable ante las necesidades de los países del Cono Sur.
Según Página 12 [3] “La empresas América latina Logística controla los ramales de carga San Martín (Cuyo) y Urquiza (Mesopotamia). Por otra parte, la llegada de Vale Do Rio Doce, con su filial local DoceNave, ya acapara el 22 por ciento del comercio marítimo que hay entre ambos países. Además, el grupo Odebrecht, especializado en construcción e ingeniería, posee la licitación de los peajes de Autopistas del Oeste y piensa continuar en la Argentina compitiendo para construir obra pública.”
“El caso más reciente de concentración en un rubro es el de Quilmes, donde ahora el grupo AmBev maneja el 80 por ciento del mercado local de cervezas. También en el sector alimentos, con la compra de Swift por 200 millones de dólares, el grupo Friboi se quedó con el principal exportador de carne de la Argentina, responsable del 68 por ciento de las carnes enlatadas y el 56 por ciento de las carnes cocidas que van al exterior”.
“En el área textil, aunque arribaron tres empresas importantes (Textil Santista, Coteminas y Paquetá) el desembarco de esos capitales se explica en establecer pequeñas plantas para producir aquí lo que no se puede importar por las trabas presentadas por la Argentina en el MERCOSUR. Sin embargo, lentamente los empresarios nacionales del sector están comenzando a sospechar de la estrategia de sus pares brasileños. Las últimas semanas, volvió el rumor de que la empresa tradicional Alpargatas sería vendida a Carmargo Correa.”
El rumor que se indica en la última frase del artículo se cumplió. Alpargatas es hoy brasileña. Embraco no solo controla el 25% del mercado mundial de compresores para la industria frigorífica sino que ha conquistado el 70% del consumo de esos productos en la Argentina. Y podríamos seguir citando ejemplos en una larguisima lista.
Baste decir que las empresas brasileñas habían invertido en la Argentina mas de 8.000 millones de dólares hasta el 2002, han sobrepasado los 15.000 millones en 2006 (De Vido calcula 21.000 millones en el ultimo ano) y se estima que esas inversiones llegaran a los 40.000 millones para el 2010. En 1994, unas 200 empresas de origen brasileño o con gran porcentaje de capital de ese país o de capitales mixtos brasileños-EEUU o brasileños-europeos formaron en la Argentina el Grupo Brasil, para hacer de lobistas e interlocutores oficiosos ante los sucesivos gobiernos.
Dentro de las empresas que forman parte del Grupo Brasil se encuentran Banco Bradesco, Banco do Brasil, Banco Itaú, Banco Velox, Brahma, Cilbras, CABI, Cotia Trading, Deloitte & Touche, DHL, Editorial Perfil, Embratel, General Motors, Grafa, Ipiranga, KPMG, MarcoPolo Corporacao, Natura, Petrobras, Pluma, Rasa, Rhodia, Sadia, Spettus, TAM, Varig y Volvo.[4]
Los objetivos primordiales de la entidad son apoyar el desembarco de las empresas brasileñas en la Argentina, actuar de interlocutor y agente de esas empresas ante las autoridades, entidades y compañías argentinas que, se aseguran, dicen, simplemente levantando el teléfono. La Embajada de Brasil en Buenos Aires les sirve de oficinas oficiosas y el Palácio Itamaraty de agente de relaciones publicas.
Detrás de los poderosos, vienen los extraordinariamente fuertes. En la lista de interesados en invadir el mercado Argentino ya figuran desde cadenas de comida china, como China In Box, hasta panaderías (Casa do Pao de Queijo) y perfumerías (Agua de Cheiro).[5] Las grandes corporaciones de calzados y textiles ya han desembarcado y controlan una parte importante del mercado de nuestro país.
La relación del “modelo” Kirchnerista con la penetración imperialista brasileña
Desde octubre del ano pasado se habla de que el Ministro De Vido esta estableciendo acuerdos para inversiones de más de $2.500 millones de dólares del poderoso Banco Nacional de Desarrollo del Brasil (BNDES) para AySA (Aguas y Saneamiento) y la prolongación de líneas de subterráneo. Esto y las inversiones ya en marcha de los brasileros en gasoductos y en el rubro energía los dispone ya como uno de los principales, sino el más importante, inversor en obras publicas de la Argentina.
Esto pone en peligro de que caigan en manos extranjeras nuevamente, la recientemente renacionalizada AySA, la mayor distribuidora de aguas de la Pcia. de Buenos Aires y le abre el portal al capital brasileño para tener opción privilegiada en una nueva ola de privatizaciones que una crisis económica nacional desataría. Al escribir este artículo se estaban conociendo los anuncios oficiales de estas inversiones.
La política de Kirchner es incentivar esta desnacionalización de empresas nacionales a cambio de inversiones y de entregar los activos de obras publicas a los capitales brasileños para promover un “desarrollismo” esencialmente semicolonial a la sombra del cual aspiran, los cerebros del Presidente, crear empresas pequeñas, PYMES, que de la impresión de un resurgimiento del capitalismo nacional, cuando en realidad serian simples anexos de la inversión extranjera, en este caso brasileña, que se sumarian a las que ya existen a la sombra de los intereses de EEUU y Europa y, en menor grado, a los de China.
Otra compensación, aspiran los economistas Kirchneristas, es que esta penetración del capital brasileño produzca, aunque sea temporariamente, nuevos empleos aunque lo serian por debajo de los niveles salariales brasileros para justificar las inversiones de aquel país en el nuestro.
De eso se trata, precisamente, el “nuevo pacto social” al que se refiere la Senadora Kirchner, hoy candidata presidencial oficial. Un acuerdo entre sindicalistas y la patronal mayormente extranjera y particularmente brasileña, para mantener los salarios encorsetados en un nivel que permitan la optimización de la tasa de ganancias de las multinacionales para asegurar el “desarrollo” semicolonial.
El mantenimiento del dólar alto y la depreciación del peso van en el mismo sentido y ha sido una de las campañas de presión del Grupo Brasil.
Por otro lado, el gobierno del Brasil y el BNDES (que aunque de capital mixto, privado y extranjero y estatal se halla controlado políticamente y accionariamente por el gobierno) ha impuesto una serie de condiciones a las empresas de su país que se radican en la Argentina y a las imperialistas norteamericanas y europeas que les siguen, abriendo sucursales de sus empresas radicadas en Brasil en la Argentina.
A cambio de operar en el mercado de los prestamos y las garantías para prestamos en Europa en el caso de las firmas brasileñas y de mantener los ritmos de producción y de aseguramiento del mercado interno brasileño y las exportaciones a otros mercados a las empresas imperialistas radicadas en su territorio, el gobierno de Lula ha acordado que todas esas expansiones en Argentina (pero también en Paraguay y Uruguay) tienen un carácter de “suplementarias” a la producción brasileña, como extensión de la misma.
Es decir, existen convenios entre las grandes fabricas de automotores norteamericanas y europeas y el gobierno del Brasil, por ejemplo, que, si una retracción cíclica del mercado brasileño y mundial obliga a la reducción de la producción de esta rama, las primeras fabricas a cerrar serian las de Argentina, esas que Kirchner acaba de anunciar como nuevas inversiones en el país. Este tipo de convenios proteccionistas existen también con casi todas las empresas de origen brasileño con inversiones en nuestro país en muchas de las ramas de inversión.
Un resfrío en la economía brasileña se transformaría entonces en una pulmonía para la Argentina. Una muestra de ello durante la crisis rectificadora de los mercados bursátiles por las quiebras inmobiliarias y el default de los créditos de alto riesgo en EEUU. La bolsa de Argentina fue una de las más afectadas como consecuencia que, además del cimbronazo que repercutió internacionalmente, tuvo que hacerse cargo de una parte de la devaluación de las empresas brasileñas y norteamericanas que ocurrieron como consecuencia de este ajuste.
La fragilidad económica y política de Argentina no amedrenta a los inversores brasileños. Tanto el Banco do Brasil como el BNDES alegan que los contratos de las compañías de su país y de las filiales de compañías imperialistas con residencia en Brasil que invierten en la Argentina son seguros y garantidos por el Banco Central de la Republica Argentina (BCRA). Son los llamados CCRs (Convenios de Crédito Recíproco), una especie de fondo de compensación que proporciona la garantía de los contratos.
Si alguien se preguntaba en que se utilizarían las reservas que tan meticulosamente ha ido construyendo Kirchner y acumuladas en el Banco Central, y que actualmente ascienden a 40.000 millones de dólares,[6] de acuerdo a uno de sus últimos informes, allí esta la respuesta: no es para blindar la economía nacional, sino las inversiones imperialistas, entre ellas fundamentalmente la brasileña, contra la próxima crisis cíclica del capitalismo... brasileño e internacional. Una retracción del mercado interno y de exportaciones de Brasil traería como consecuencia el cierre o suspensión de producción de plantas en nuestro país, y el subsiguiente desempleo, y también el vaciamiento de las reservas fiscales nacionales para suplir en parte las perdidas de capitales extranjeros.
Los acreedores son distintos y hablan diferentes idiomas, pero la esencia de los tratados del tipo Roca-Runciman están tan vigentes hoy día como lo estuvieron cuando éramos una semicolonia inglesa. Pero hoy no hay prácticamente voces que se levanten contra ellos.
Sin inmutarse por estos tropiezos, el canciller Argentino Jorge Taiana destacó que "la llegada de capitales brasileños a la Argentina alcanzó 20 por ciento de la inversión externa radicada en el país”.
El embajador brasileño MauroVieira afirmó que el comercio bilateral entre ambos países "será este año de 21.000 millones de dólares" de manera tal que "marcará por tercer año consecutivo un récord" de integración.[7]
Desde la devaluación, la balanza comercial ha favorecido año tras año a Brasil, pero en 2006, merced una serie de acuerdos entre los gobiernos de ambos países y el mayor crecimiento de la principal economía del MERCOSUR, la tendencia comenzó a revertirse, aunque permanece altamente favorable a Brasil y con un agravado: las exportaciones argentinas tienen poco valor agregado mientras las brasileñas son de alto valor agregado.
Taiana destacó que "en el último lustro el intercambio creció 170 por ciento" al pasar de 7400 millones de dólares a fines de 2002 a 20.000 millones de dólares en 2006.
En estos últimos días el gobierno de Kirchner anuncio también “un fuerte paquete de medidas para restringir la importación de bienes de consumo y de otros productos que se fabrican en el país y utilizan mano de obra intensiva”.
“Las limitaciones que se van a instrumentar apuntan a minimizar la competencia desleal (productos fabricados bajo subsidios, o vendidos a valores por debajo de los costos, por ejemplo) del exterior y a favorecer el desarrollo de la industria local.”
“Se trata de un conjunto de medidas aduaneras que el presidente Néstor Kirchner quiere aplicar para ratificar su alianza política con el sector fabril.”
“Las restricciones abarcan una amplia gama de bienes como textiles, calzados y juguetes. Y también intentan frenar la "invasión" de productos que ingresan al país provenientes de China. Entre otros, figuran marroquinería, neumáticos, bicicletas, informática y capelladas para calzado. ” El Gobierno anunciaría hoy un fuerte paquete de medidas para restringir la importación de bienes de consumo y de otros productos que se fabrican en el país y utilizan mano de obra intensiva.” [8]
Lo que en teoría serian medidas proteccionistas para defender al capitalismo nacional, son en realidad medidas que beneficiarían fundamentalmente las inversiones brasileñas en la Argentina de las que China es su principal competidor, particularmente en bienes manufacturados. La triquinuela consiste en las empresas brasileñas en radicar filiales en la Argentina. A los créditos baratos y las garantías de inversión dadas por el BCRA, ahora se agregan medidas proteccionistas del propio gobierno de Kirchner en el marco de los acuerdos del MERCOSUR.
Claro esta que algunas Pymes y empresarios nacionales también se beneficiarían, pero el grueso de la protección es a las empresas de nuestro poderoso vecino o a las que este ha puesto sus ojos para comprar en el futuro inmediato y a las ya existentes en nuestro país propiedad de capitales norteamericanos o europeos.
El sometimiento político del Kirchnerismo a la dominación imperial brasileña, su debilidad ante el bloque de MERCOSUR
Como se vera, las concesiones al imperialismo brasileño en el campo económico son inmensas y se asimilan en su márgenes de ganancias y garantías a las viejas formas de la penetración imperial del Siglo XIX y principios del Siglo XX. La sumisión política no es más que la consecuencia lógica de la sumisión económica. Lejos han quedado para el peronista Kirchner las consignas de soberanía e independencia nacional.
No es que quiera y no es que no busque la forma de resistirlo. En toda negociación e intercambio comercial entre dos partes, el tironeo, es decir el regateo en este caso, existe de forma natural. Solo hay que ver quien tiene la carta bajo la manga y quien blufea. Lo que marca la dinámica de la relación económica son las relaciones de fuerza. La genuflexión política es la continuación lógica de la entrega económica, aunque se finja que se hace a disgusto.
Kirchner es la bisagra de Lula y la burguesía brasileña para encarrilar a los mas díscolos del MERCOSUR como Chávez o mediar con Evo Morales, a veces permitiéndoles, como en el acto contra Bush de Ferro o en la Cumbre de Mar del Plata, algunos desafueros o exigiéndole mesura como en la relación de Chávez con Brasil o corrección de excentricidades como en el caso del maletín de los $800.000 dólares del misterioso Wilson en Ezeiza.
Esta descontado que el Kirchnerismo especula también en utilizar a Evo, el comandante venezolano y aun a México como contrapeso en sus negociaciones con Brasil.
¿Cuál es el problema de esta “estrategia”? Que no es tal y ni siquiera tiene un optimizador práctico. La Argentina tiene poco que ofrecerles a México, Venezuela o Bolivia. En el caso de Venezuela y Bolivia, Kirchner ha tratado de impulsar el plan del Gasoducto del Sur con el boicot de Brasil. Brasil ha bloqueado por el momento el ingreso de Venezuela al MERCOSUR - y ha echado un balde agua fria sobre el mentado gasoducto -- y el de Bolivia esta en veremos, así que la Argentina, en términos de votos esta en minoría frente a Brasil que dirige la política de Paraguay y Uruguay, esta ultima a la vez enfrentada a la Argentina por las pasteras sobre el Rio Uruguay.
Venezuela esta inmersa en una estrategia de crear una burguesía nacional a la sombra de la explotación de sus grandes reservas de petróleo y gas. Contrariamente a lo dicho la mayor parte del tiempo públicamente, el actual conflicto entre Brasil y Venezuela no esta dado por las opiniones del Senado del primero sobre la cancelación de la licencia a la televisora RCTV de la última.
“Defenderé a los empresarios venezolanos” ha dicho Chávez refiriéndose a los intentos de Brasil por demoler las barreras aduaneras y el proteccionismo venezolanos como condición previa a su admisión como miembro pleno al MERCOSUR. Brasil quiere evitar a toda costa el fortalecimiento de una burguesía industrial y manufacturera en la tierra de Bolívar que pueda eventualmente competir con las suyas no solo en el mercado venezolano sino en el regional.
En esta tarea de debilitar la creación de una burguesía venezolana nueva y con petrodólares, Brasil cuenta con la colaboración política de EEUU (que se cuida muy bien sin embargo de proteger el 15% de sus insumos petroleros que provienen del país de Chávez) y la propia oligarquía llanera que se opone tanto a la rotura de la dependencia imperial como al desarrollo industrial de la ciudad y el campo en Venezuela.
Kirchner ha tratado de sacar partido de este enfrentamiento, por un lado apoyando el proyecto del gasoducto chavista, obteniendo del gobierno del comandante prestamos para suplantar los que pago al FMI y aplicando planes de salvamento como los $100 millones de dólares de Chávez para salvar a Sancor y pidiendo tibiamente que el parlamento brasileño vote finalmente la aceptación de Venezuela como socio del MERCOSUR. Al mismo tiempo, Argentina tiene un capital residual en tecnología que viene de su pasado y el “know how” sobre explotación agraria que le esta transfiriendo a Venezuela. Dicho sea de paso, con la entusiasta colaboración de los reyes de la soja y algunos duenos de importantes establecimientos ganaderos.
Es decir, en su debilidad, Argentina no solo paga intereses del mercado financiero internacional por los préstamos de Venezuela sino que también ha aceptado la transferencia de tecnología que le es importante a Venezuela. Entre esta ultima figuran trabajos técnicos sobre ganadería y soja realizados por el INTA (incluyendo la introducción de especimenes de ganado desde Argentina) y recursos industriales del INTI, además de algún proyecto de turbinas nucleares para el Orinoco para salvaguardar, como lo hace Irán, las reservas de hidrocarburos para la exportación.
Esta puja entre Venezuela y Brasil no puede sino resolverse a favor de este último si se la limita al plano económico-industrial-financiero. Por eso Venezuela, el gobierno de Chávez para ser mas preciso, se ha embarcado en una estrategia armamentista. Es poco creíble el argumento del gobierno Chavista que esto se hace para “protegerse de eventuales ataques del imperialismo norteamericano”. Simplemente esa amenaza no esta en el juego geopolítico de Washington en esta etapa.
La utilización de reservas petroleras para armar hasta los dientes a las Fuerzas Armadas venezolanas responde más a la necesidad de Chávez de sobornar a la oficialidad de su país para evitar un nuevo golpe de estado como en el 2002. Aumentos de salarios, compra de equipo naval y aeronáutico de Europa, Rusia, y si, brasileño, responde a esta estrategia. El gobierno de Chávez intenta así restarle poder de fuego a la oposición de derecha en su país - y base de apoyo tanto del imperialismo norteamericano como brasileño - sacando del medio a las FFAA, como intenta deshacerse de su izquierda que presiona por una vía independiente y pro obrera del proceso bolivariano a través de la estrategia del “partido único”, el maniatamiento de la UNT y demás centrales sindicales y la política de re-elección permanente.
No es una estrategia ni nueva ni original. Digamos que es la versión petrolera del Peronismo del primer mandato o del Cardenismo mexicano de los 30 - una nacionalismo burgués también basado en los hidrocarburos. Chávez sabe que fortaleciéndose políticamente es la única forma de resistir las presiones económicas de Brasil.
Subyace también otro enfrentamiento brutal entre Venezuela y Brasil, y eventualmente EEUU y Europa: los biocombustibles de los que Brasil es la vanguardia a nivel mundial.
Venezuela, junto a Cuba, ha encabezado la oposición a ellos. Esencialmente porque el desarrollo masivo de los biocombustibles erosionaría la base material del desarrollismo venezolano y las perspectivas de un desarrollismo a la cubana proveniente del descubrimiento de importantísimas reservas de crudo y gas en la plataforma marina cubana que le proporcionaría un respiro económico a la isla que hoy el turismo, su única locomotora, no puede garantizarle.
Por supuesto Chávez y Fidel, que han establecido una alianza casi estratégica, hablan de problemas de extinción de alimentos y la degradación de tierras cultivables para alimentar un monstruoso aparato de creación de biocombustibles.
Levantan el peligro real de que los granos, el azúcar y otras materias primas del biocombustible subirían de precios aceleradamente y dejarían de estar al alcance de una población mundial cada día más hambrienta. Bajo el dominio del capitalismo, y en este caso del imperialismo incluido el Brasil, los biocombustibles podrían originar hambrunas y la degradación de tierras fértiles hasta convertirlas en paramos estériles.
Baste recordar como una de las zonas mas fértiles de Brasil en el Noreste fue destruida por la súper explotación de la cana de azúcar en la región en los Siglos XIX y XX. Ese no fue sino un pálido adelanto de lo que una producción agraria no sustentable en grados extremos de explotación puede acarrear para una región.
Esta, sin embargo, aunque sea el razonamiento popular, no es la causa central de la preocupación venezolana y la cubana, sino el desequilibrio en el precio del barril de crudo que podría provocar una infusión de biocombustibles masiva en la economía mundial.
Se puede objetar, y lo hacemos, la estrategia del chavismo sobre una base histórica: la época del surgimiento de nuevas burguesías nacionales “progresistas” se acabaron con el inicio del comienzo de la agonía mortal del capitalismo a escala global, sobre todo si se basa en la burocracia estatal y las FFAA y la regimentación política del movimiento obrero como lo intenta el chavismo. Pero no se puede negar que es un modelo con una base material y un objetivo, utópico, pero concreto.
¿A que le juega el Kirchnerismo en todo esto? La política exterior no es más que la extensión de la política interna, suele afirmarse. En este caso no puede ser más acertado. La extensión de la política interna al plano internacional llama por la conciliación entre los modelos de Brasil y Venezuela y la complacencia de los otros patrones nacionales, EEUU y Europa. No hace falta mucha atención para constatarla.
Mientras con Chávez y Venezuela intenta un juego de “toma y daca”, finanzas y energía a cambio de tecnología agraria, industrial y nuclear, Brasil le impone a la Argentina el intercambio con enormes ventajas a su favor.
Donde PDVSA y el gobierno de Chávez se llevan los intereses, el gobierno de Kirchner y la Argentina reciben financiación a precio de plaza. La transferencia de tecnología argentina es de corto aliento, los negocios de Venezuela con Argentina son a largo plazo. Pero en el intercambio con Brasil, Argentina entrega materias primas, productos semi elaborados e importa, con multimillonario de su balanza de pagos, manufacturas, productos industriales, automóviles, energía y una diversidad enorme mas de productos.
Kirchner aprueba las tropas a Haití bajo el comando de Brasil, acepta las cláusulas leoninas en su relación con el gobierno de Lula, modifica la legislación nacional para beneficiar empresas de aquel país y apoya sin demasiado embagues la política exterior de Brasil en la ONU y en la OEA. Y le sirve a Brasil como segundo violín en su apriete a Venezuela y Bolivia, sirviendo como intermediario sin poder.
Estando hipotecadas desde los 90 todas las reservas de hidrocarburos del país, realizadas por la privatización de YPF por Menem con el apoyo del entonces gobernador Kirchner, la Argentina ni siquiera tiene elementos para la negociación con uno de los países más pobres del continente, Bolivia.
El gobierno de Evo Morales se ha propuesto incrementar la participación del estado boliviano en la explotación de sus importantes reservas de gas en forma gradual y el desarrollo de lo que llama “un capitalismo andino” basado en micro emprendimientos y una limitada reforma agraria. Como parte de ese proyecto decidió incrementar los precios “solidarios” que Brasil cobraba por sus exportaciones de gas, entre otros, a Brasil y la Argentina. Un reclamo, este ultimo, de toda justicia. Brasil y la Argentina habían logrado con los gobiernos anteriores de Bolivia precios irrisorios y muy por debajo de los precios internacionales. Tan bajos que la Argentina recibía gas de Bolivia y procedía a exportar parte de el con una ganancia sustancial a Chile.
Brasil se opuso firmemente y obligo a la Argentina a secundarlo en sus negociaciones con Bolivia. Chávez también fue traído a la mesa de negociaciones como intermediario y el resultado fue que Bolivia pudo aumentar su precio, pero no al nivel que lo requieren los mercados internacionales y su propio desarrollo económico futuro. Brasil incluso obligo a Bolivia a darle un precio que, tomado en cuenta el transporte del estos hidrocarburos es menor al precio que acordó la Argentina.
Brasil, en esa instancia, logro alinear a nuestro país tras sus intereses e incluso a Venezuela contra la paupérrima Bolivia. ¿Qué nombre lleva semejante política de Lula y su gobierno y cual la de gobiernos que, como el de Kirchner, colaboran con ella?
Fuente: http://www.izquierda.info/modules.php?name=News&file=article&sid=4273