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    "El Socialismo y la Riqueza" (extracto del capítulo final: Conclusiones) - del libro de E. Lazutkin - tomado de leninists.biz

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    pedrocasca
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    Mensaje por pedrocasca Lun Mar 19, 2012 8:18 pm

    "El Socialismo y la Riqueza" (extracto del capítulo final: Conclusiones)

    libro de E. Lazutkin - tomado de la web leninists.biz

    traducido del ruso por O. Razinkov

    Las épocas históricas del desarrollo del género humano se miden, como regla, por siglos y hasta milenios. Muchos milenios se habían necesitado para que la humanidad pasara del régimen de la comunidad primitiva al de la esclavitud, así como de este último al feudalismo. La historia del feudalismo duró doce siglos (del V al XVII). Pero, en fin de cuentas, éste fue vencido por el modo de producción capitalista, que ofreció posibilidades más amplias de desarrollo de la producción social, la elevación de la productividad del trabajo y el aumento de la riqueza nacional. Pero no tardó en revelarse el carácter históricamente pasajero del capitalismo. Este comenzó a formarse en el siglo XVI, y ya a comienzos del siglo XIX estallaron las crisis económicas de superproducción que pusieron al descubierto las profundas contradicciones entre el carácter social en desarrollo del proceso de producción y los estrechos marcos de las relaciones de propiedad privada. Es la contradicción fundamental del capitalismo que va agravándose en todo momento de su desarrollo y se resuelve sólo por la revolución socialista.

    La riqueza socialista se afianzó, al comienzo, en una sexta parte de la tierra mediante la expropiación de los explotadores, merced a la cual los trabajadores — creadores verdaderos de la riqueza— se convirtieron en sus propietarios. Esto ocurrió en el año 1917. La proporción que correspondía a la sazón al socialismo en la producción industrial mundial era menos de un 3%. En el año 1920, debido a la intervención extranjera y a la guerra civil, esta proporción se redujo al uno por ciento, pero merced a las ventajas del socialismo ascendió, ya en el año 1937, a un 10%. El socialismo iba manifestando de año en año sus grandes ventajas y fuerza. Los intentos de los imperialistas de acabar con el socialismo mediante la guerra desembocaron en la derrota completa de los destacamentos de choque del imperialismo: la Alemania fascista y el Japón imperialista. Y no podía ser de otra manera. El paso revolucionario del capitalismo al socialismo constituye el contenido fundamental de nuestra época. Es una necesidad candente del desarrollo ulterior de la vida material de la sociedad en el planeta.

    Después de la segunda guerra mundial se ha formado el sistema socialista mundial, que se hace cada año más poderoso en el sentido económico y militar. Se fortalecen constantemente sus bases políticas y aumenta su influencia en todos los procesos que se operan en el mundo.

    El socialismo garantiza a todos los miembros de la sociedad los derechos iguales de participar en la creación de la riqueza nacional según sus capacidades y disfrutar de los bienes materiales y espirituales creados, de acuerdo con el aporte laboral de cada uno. El fomento armónico, sin crisis, de la economía en bien de los trabajadores, la garantía de sus derechos sociales y políticos, el progreso de una verdadera democracia (que supone una amplia participación de las masas populares en la administración de los asuntos públicos), la igualdad efectiva de las naciones, la amistad entre los pueblos y las posibilidades cada vez mayores para el desarrollo multifacético del individuo: ésta es la enumeración muy incompleta de las ventajas del régimen socialista.

    El sistema socialista mundial existe nada más que un cuarto de siglo. Es un período brevísimo en la historia secular de la humanidad. Pero, ya en el presente, cada uno que quiere ver, se convence palmariamente de que el futuro le pertenece al socialismo.

    Antes de la segunda guerra mundial, a los países socialistas les correspondía el 17% del territorio y cerca del 9% de la población del mundo, mientras que en 1971, los países del sistema socialista mundial ocupaban alrededor de un 25,9% del territorio en que vivía cerca de un tercio de la humanidad.

    En el año 1970, la proporción de los países socialistas en la producción industrial mundial fue aproximadamente de 39%, frente al uno por ciento en el año 1920. La Unión Soviética proporcionó una quinta parte de la producción industrial del mundo.

    La Gran Revolución Socialista de Octubre anunció el comienzo del fin del modo de producción capitalista. Bajo la influencia benéfica de la revolución comenzaron a levantarse a la lucha los pueblos de las colonias y países dependientes. La victoria de la Unión Soviética en la Gran Guerra Patria ha facilitado la lucha de los pueblos de las colonias por su liberación. Después de la segunda guerra mundial se ha hecho realidad el desmoronamiento del sistema colonial del imperialismo. Las victorias de las revoluciones nacional-liberadoras se han convertido, a su vez, en un poderoso factor del hundimiento ulterior del sistema capitalista de producción.

    En el año 1970, a los países en desarrollo les correspondía un 7% de la producción industrial del mundo. En medio siglo, los países capitalistas desarrollados han tenido que estrecharse mucho. Fabrican sólo el 54% de la producción industrial mundial. Así pues, la producción industrial de los países socialistas ascendió en el año 1970, aproximadamente, al 70% de la producción industrial de los países capitalistas desarrollados económicamente.

    En el lustro de 1966 a 1970, los países socialistas consiguieron notables éxitos. En este período, la producción industrial de los países miembros del Consejo de Ayuda Mutua Económica creció un 49%. El ritmo anual medio de incremento de la producción industrial en estos países fue del 8,3%, mientras que en los países del Mercado Común, de 6,5%, y en los EE.UU., de 3,3%.

    En todos los países socialistas han crecido a ritmo acelerado los ingresos reales por habitante, mientras que en los países capitalistas arreció la ofensiva de los explotadores contra el nivel de vida de los trabajadores. Serán aún más considerables los éxitos de los países socialistas en el quinquenio en curso, que ha comenzado con el fortalecimiento de su comunidad sobre la base de la aplicación del Programa complejo de profundizarían y perfeccionamiento de la colaboración y de desarrollo de la integración económica socialista, aprobado en 1971 por la XXV sesión del Consejo de Ayuda Mutua Económica, el que será cumplido por etapas en un período de 15 a 20 años. Este programa, inusitado por su envergadura e importancia histórica, unifica el potencial económico y científico de todos los países del CAME. Los pueblos de los países socialistas vinculan con su cumplimiento la solución de los problemas básicos de la construcción del socialismo y del comunismo, el reforzamiento sucesivo de las posiciones de los países socialistas en el ámbito mundial y el aceleramiento de la victoria en la emulación económica con el capitalismo.

    Hace poco más de cien años, los grandes maestros de los trabajadores de todo el mundo Marx y Engels escribían: "Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo”. Actualmente, el comunismo es una obra viva de millones de trabajadores. Posee una fuerza atractiva invencible. Si con el capitalismo está ligada indisolublemente la palabra “guerra”’, el comunismo afianza en la tierra una paz eterna.

    En la bandera del comunismo, al lado de la palabra paz se lee: trabajo. El trabajo libre para sí y para la sociedad es el elemento determinante de la vida de los pueblos de los países socialistas. Se está haciendo realidad la previsión de los fundadores del marxismo de que en el comunismo las riquezas correrán como un poderoso torrente. Crece de año en año, para el bien de los trabajadores, el ritmo de aumento de la riqueza nacional de los países socialistas.

    El comunismo significa una completa igualdad social, ya que su principio fundamental es: "de cada cual, según sus capacidades; a cada cual, según sus necesidades".

    El comunismo es una verdadera libertad. Después del triunfo de la revolución y la supresión de la explotación del hombre por el hombre, la principal tendencia del desarrollo de la sociedad consiste en crear las premisas para que cada hombre pueda desarrollar y aplicar libremente sus capacidades creadoras. Con el desarrollo del socialismo se liquida la vieja división del trabajo, que dejaba clavado vitaliciamente al hombre a una sola profesión e incluso a una operación laboral parcial, como ocurre con frecuencia bajo el capitalismo. En el socialismo, el obrero no es sólo un trabajador, sino también un dueño. Se desarrolla la alternación de los tipos de actividad laboral y se amplía la capacidad física y moral de los hombres. El hombre del mañana comunista —desarrollado en todos los aspectos y poseedor de una riquieza espiritual, pureza moral y perfección física— se forma ya actualmente en los países socialistas.

    Los soviéticos comparten de buena gana sus adelantos con los trabajadores de otros países socialistas y con los pueblos de Asia, África y América Latina que emprenden el camino de desarrollo independiente. Dondequiera que trabajen los soviéticos —en Bhilái (India), Asuan (RAE), la construcción de carreteras en Afganistán, la exploración de minerales en Pakistán o curando a los enfermos en Etiopía— en todas partes son portadores del colectivismo y sirven a los nobles objetivos del progreso y la amistad de los pueblos.

    Los trabajadores del mundo entero vinculan sus mejores esperanzas y anhelos con el sistema socialista mundial y su bastión: la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. La celebración, en diciembre del año 1972, del cincuentenario del primer Estado socialista multinacional de la historia, ha sido una verdadera fiesta para todos los hombres progresistas del mundo. En aquellos días, han llegado a la URSS mensajeros de más de cien países para felicitar al pueblo soviético.

    El gran Lenin subrayaba que el socialismo "crea formas nuevas y superiores de convivencia humana" [229•1 .

    A raíz del desarrollo socialista, en la Unión Soviética se ha formado una nueva comunidad histórica de hombres: el pueblo soviético, integrado por clases y grupos sociales socialistas.

    Sus rasgos más característicos son el objetivo común —el comunismo—, la unidad de la concepción del mundo —el marxismo-leninismo— y un profundo internacionalismo que se ha convertido de ideal de un puñado de comunistas en norma de conducta de millones de soviéticos de distintas nacionalidades.

    Los soviéticos prueban su internacionalismo inquebrantable a diario, con los hechos prácticos, con su lucha por la felicidad de todos los trabajadores y con el apoyo abnegado a todos quienes bregan contra el imperialismo y la reacción.

    "La Unión Soviética —dijo Georges Marcháis, Secretario General del CC del Partido Comunista Francés, en el acto solemne dedicado al cincuentenario de la URSS— es, sin duda, la principal fuerza combativa en la lucha contra el imperialismo".

    Esta conclusión la confirma brillantemente la ayuda desinteresada que la URSS ha prestado al pueblo vietnamita en el curso de su guerra patriótica por la independencia y la libertad de su Patria, que duró casi treinta años, comprendida la guerra contra el imperialismo agresivo de los EE.UU. La victoria del pueblo vietnamita demostró a todo el mundo que es imposible vencer a un pueblo que lucha por una causa justa, gozando de la ayuda y apoyo de la Unión Soviética y otros países socialistas y de todos los partidarios de la paz. Al mismo tiempo, fue mostrada una vez más la fuerza vital del programa soviético de la paz.

    La Unión Soviética ha sido y sigue siendo la antorcha y la abanderada de la lucha de los pueblos por la paz, la democracia y el socialismo.

    Los ideales del socialismo, régimen en que la riqueza pertenece a los trabajadores y se utiliza en aras del desarrollo armónico y multifacético de todos los miembros de la sociedad, inspiran hoy día a todos los hombres honestos de la Tierra.

    Nota:

    [229•1] V. I. Lenin. La situación y las tareas de la Internacional Socialista. O.C., t. 26, pág. 40.

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