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    "Los especialistas militares (extracto del capítulo III del libro de S. Fediukin: "La Gran Revolución de Octubre y Los Intelectuales" - incorporación de los intelectuales de la época zarista a la construcción del socialismo)" - tomado de leninist.biz

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    pedrocasca
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    Mensaje por pedrocasca Lun Mar 19, 2012 7:37 pm

    La Gran Revolución de Octubre y Los Intelectuales - Páginas de la historia de la incorporación de los intelectuales de la época zarista a la construcción del socialismo - libro de S. Fediukin

    tomado de la antigua web leninist.biz

    Capítulo III INCORPORACIÓN DE LOS INTELECTUALES BURGUESES A LA DEFENSA DEL PAÍS Y A LA CONSTRUCCIÓN ECONÓMICA Y CULTURAL DURANTE LA GUERRA CIVIL

    LOS ESPECIALISTAS MILITARES

    Se publica en el Foro en dos mensajes

    ---mensaje nº 1---

    La guerra civil impidió a los obreros y campesinos de la Rusia Soviética desplegar con la mayor amplitud la construcción de las bases del socialismo. La tregua de paz había concluido y el Gobierno soviético hubo de poner en tensión todas las fuerzas para rechazar a los numerosos enemigos.

    Al intensificarse la guerra civil y la intervención militar, la tarea de defender el país, organizar el Ejército Rojo y dirigir las operaciones bélicas adquirió primordial importancia. El destino del primer Estado socialista del mundo dependía del acierto con que el Partido Comunista cumpliera esta tarea. Poner en pie de guerra a las empresas industriales, movilizar a las fuerzas científicas para la defensa y asegurar mandos al ejército requerían la existencia de especialistas cualificados, con experiencia, conocimientos e iniciativa.

    En enero de 1918, un decreto del Gobierno soviético firmado por V. I. Lenin puso comienzo a la formación del Ejército Rojo. Obreros y campesinos se alistaban voluntariamente en él. Posteriormente, el reclutamiento para el Ejército Rojo se haría a base de llamamientos a filas y de movilizaciones. Sin embargo, contaba con muy pocos mandos expertos.

    A los cargos de jefes y oficiales eran promovidos millares de soldados y marineros fieles a la revolución, así como suboficiales del Ejército y la Marina de Guerra zaristas que se habían curtido en la rigurosa prueba de la guerra mundial. Organizáronse escuelas y cursos de preparación de mandos. Muchos jefes y oficiales se forjaron en el fragor de la guerra civil, que fue una buena escuela de experiencia militar. Estos mandos del Ejército Rojo jugaron un papel de primer orden en la consecución de la 70 victoria del Estado soviético sobre los numerosos enemigos de la revolución.

    El Partido Comunista incorporó ampliamente a la organización de las fuerzas armadas soviéticas a los especialistas militares del Ejército y la Marina de Guerra antiguos, no obstante las serias dificultades que esto suscitaba, sobre todo de carácter político.

    En la Rusia anterior a la revolución el cuerpo de oficiales había sido uno de los principales puntales de la autocracia. El zarismo propagó intensamente entre la oficialidad el espíritu de casta, educándola en la fidelidad al trono y el odio a las masas trabajadoras. Sin embargo, el ascenso del movimiento revolucionario en el país obligó a parte de los oficiales a revisar sus convicciones políticas.

    La guerra mundial influyó considerablemente en la radicalización del cuerpo de oficiales. Que el pueblo no necesitaba la guerra lo comprendieron no sólo los obreros y campesinos que se habían puesto el capote de soldado. A la misma conclusión llegó la mejor parte de la oficialidad. Por añadidura, debe tenerse en cuenta que en el transcurso de la guerra los militares de carrera, que eran los más reaccionarios entre la oficialidad, quedaron diluidos en gran parte entre los reservistas incorporados, a quienes eran ajenas las tradiciones y las ideas de los militares zaristas. A los contingentes de oficiales tuvieron acceso relativamente amplio hombres de la pequeña burguesía e incluso obreros. La Revolución de Febrero también coadyuvó en buen grado a la democratización del cuerpo de oficiales.

    La Revolución de Octubre escindió el cuerpo de oficiales en varios grupos. Uno de ellos, pequeño hasta cierto punto, se solidarizó en seguida con los obreros y campesinos. Diéronse casos de oficiales, a veces de elevada graduación, que se presentaron ante los órganos del Poder soviético y ofrecieron sus servicios al pueblo revolucionario. No destituido todavía el Gobierno Provisional, el general N. Potápov, segundo jefe del Estado Mayor General y jefe del Servicio Logístico del Ejército, se puso a disposición de los bolcheviques. Esta decisión del conocido general contribuyó mucho a que gran número de altos oficiales del antiguo ejército definieran su actitud política.

    Muchos mandos del ejército zarista, aunque no se pusieron voluntariamente al servicio del nuevo poder, desde los primeros días cumplieron incondicionalmente sus órdenes. Su adhesión a los Soviets se realizó exteriormente sin obstáculos, sin las atormentadoras dudas y vacilaciones propias de tales casos.

    Parte considerable de los oficiales no reconoció el Poder soviético, pero tampoco emprendió la lucha manifiesta contra él; quedó a la expectativa. Estos oficiales procedían, principalmente, de las capas pequeñoburguesas. No querían combatir contra el pueblo, y por ello no se opusieron a los bolcheviques, que, como podían ver, gozaban del apoyo de las grandes masas trabajadoras.

    Por último, un grupo de oficiales tan numeroso como el anterior, estrechamente vinculado a las clases explotadoras, se pasó sin tapujos al campo de la contrarrevolución, convirtiéndose en su fuerza de choque. En su inmensa mayoría, eran representantes de la vieja Rusia, enemigos ideológicos inconciliables del Estado obrero y campesino. La lucha contra ellos causó muchas pérdidas humanas.

    Teniendo en cuenta la gran insuficiencia de mandos expertos para el Ejército Rojo, V. I. Lenin planteó la tarea, audaz, pero fundada en el análisis concreto de la situación, de incorporar a los especialistas militares burgueses a la organización del Ejército Rojo y a la defensa de la joven República de los Soviets frente a los ataques de sus numerosos enemigos. Se trataba no sólo de vencer las dudas de los “neutrales”, sino también de atraer hacia el pueblo revolucionario a los elementos vacilantes del campo de la contrarrevolución.

    Lenin fue el primer marxista en el mundo que postuló la incorporación de los especialistas militares burgueses a la organización de un ejército de nuevo tipo.

    En una situación sumamente compleja, V. I. Lenin supo ver que si no se utilizaban los conocimientos y la experiencia de los especialistas militares de la época zarista no se podría organizar el ejército obrero y campesino, en el plazo más breve, y sin él sería imposible salvaguardar las conquistas de la revolución socialista.

    En este enfoque del problema, Lenin encontró el apoyo de la mayoría del Comité Central del Partido Bolchevique y de sus organizaciones locales; con él coincidieron destacados dirigentes del partido y del Estado. Sin embargo, en aquel tiempo no había completa unidad en el partido acerca de esta cuestión. A la línea leninista se opusieron significados funcionarios del partido y una parte de los comunistas de la base. Por ejemplo, G. Zinóviev, V. Volodarski y M. Lashévich, miembros del Comité Central, escribieron en Petrográdskaya pravda, en abril de 1918, que a los especialistas militares burgueses se les debía utilizar "en calidad de ordenanzas nuestros" y que cuando desapareciera la necesidad de los antiguos especialistas, se les tiraría como "un limón exprimido que ya no hace falta”. Huelga decir que todo esto no contribuía a lograr el entendimiento entre el Poder soviético y la intelectualidad.

    Otra parte de los miembros del partido temían que. al admitir en el Ejército Rojo a los antiguos oficiales y generales, el partido debilitaría sus posiciones entre las masas y que se crearían objetivamente condiciones favorables para la restauración del poder de la burguesía. Especulando con estos estados de ánimo, los "comunistas de izquierda" declararon demagógicamente que V. I. Lenin aplicaba la política de restablecimiento del antiguo cuerpo de oficiales y del poder militar de los generales zaristas. Otro serio obstáculo era que parte considerable de los comunistas no comprendía que a los antiguos oficiales y generales del ejército zarista se les pudiera poner al servicio de la revolución y no creía que fueran capaces de actuar contra su clase. No fue casual que V. I. Lenin dedicase mucha atención a explicar a los equivocados y a los recelosos que era absolutamente necesario incorporar a los especialistas militares al Ejército Rojo y. por último, a desarrollar una tesonera lucha contra los enemigos convencidos de esta única línea correcta y a vencer su resistencia.

    En la segunda mitad de marzo de 1918 se celebró una conferencia a la que asistieron representantes del Comisariado del Pueblo de Asuntos Militares y un grupo de antiguos generales zaristas que habían reconocido el Poder soviético. En esta conferencia una parte considerable de comunistas se pronunciaron contra la incorporación de los oficiales de carrera al Ejército Rojo.

    Lenin rechazó resueltamente tales opiniones, señalando que era preciso adquirir conocimientos militares y aprender los métodos de dirección militar, y para ello había que instruirse con los especialistas militares.

    Las discrepancias en el partido a este propósito resurgieron a finales de 1918, cuando en Pravda aparecieron unos artículos de los "comunistas de izquierda" V. Sorin y A. Kamenski. El primero de ellos, en el artículo titulado Los mandos y los comisarlos en el ejército de operaciones, criticaba duramente el proyecto de reglamento sobre las relaciones entre los Consejos Militares Revolucionarios y los mandos de los ejércitos y de los frentes, que establecía el mando único del jefe militar en los asuntos militares. La línea del partido orientada a utilizar a los especialistas militares en la defensa de la república era interpretada por V. Sorin como una entrega premeditada del poder en el ejército a los generales zaristas, como una línea tendente a debilitar la vigilancia revolucionaria de los militares comunistas, e instigaba a "combatir enérgicamente... las tentativas de cercenar la dictadura del Partido Comunista en el ejército" [73•1 .

    En el artículo Hace mucho que se debe cambiar, A. Kamenski se solidarizó con el autor del otro artículo: "El camarada Sorin pregunta: "¿Cómo se atreven los mandos militares de Nicolás II a tener su propio poder en el país donde está en el poder la clase obrera?" Contestaré al camarada Sorin. Este poder se atreven a tenerlo en base a los artículos del proyecto citados por usted, y por eso hay que plantear otra cuestión diferente: ¿Cómo se atreven quienes confeccionan los proyectos a atribuir tales derechos a los contrarrevolucionarios nicolasianos?" [73•2 . Esto fue una calumnia contra la política del partido, que en modo alguno concedió a los antiguos generales un poder incompartido en el ejército, sino que, por el contrario, los puso bajo control.

    La tentativa en plena guerra civil de desacreditar a través de la prensa central las bases de la política militar del partido estaba preñada de graves consecuencias, y por ello el Comité Central del partido reaccionó inmediatamente. El CC del PC (b) de Rusia, en su resolución especial "Acerca de la política del Departamento militar”, condenó con rigor los ataques calumniosos de A. Kamenski contra la política militar del partido. En la resolución se hacía hincapié en que la política del Departamento militar no era producto de las opiniones propias de algunas personas o grupos, que se aplicaba en conformidad con las directrices generales dadas por el partido, personificado en su Comité Central, y bajo su control directo. El Comité Central del partido subrayaba que la "responsabilidad por la política del Departamento Militar en conjunto recae sobre el partido" [73•3 . Los que se oponían a la utilización de los especialistas militares burgueses actuaron también en algunas organizaciones locales del partido. Mas debe señalarse que la mayoría de las organizaciones locales del partido y de los Soviets, así como las organizaciones del partido de las grandes unidades militares, se guiaban justamente por la situación real y apoyaban la línea leninista encaminada a incorporar a los especialistas militares a la organización del Ejército Rojo.

    Un serio peligro para el País de los Soviets supuso la actitud de Trotski y sus adeptos, que confiaban ciegamente en los especialistas burgueses y se inclinaban ante su autoridad. En octubre de 1918. Trotski pidió que fuesen puestos en libertad todos los oficiales encarcelados como rehenes. El Pleno del CC del partido celebrado el 25 del mismo mes rechazó la propuesta de Trotski, indicando que "sólo procede poner en libertad a los oficiales respecto a los cuales no se haya comprobado que pertenecen al movimiento contrarrevolucionario"... Con la complicidad de Trotski se desmoronaron, y en febrero de 1919 fueron disueltas completamente, las comisiones de idoneidad, a las que se había confiado comprobar y seleccionar minuciosamente a los mandos antiguos antes de incorporarlos al Ejército Rojo.

    Especulando con los sentimientos clasistas de algunos comunistas honrados, los “izquierdistas” lograron atraérselos y formar una oposición a V. I. Lenin y al Comité Central en el VIII Congreso del partido. La oposición aducía una serie de casos de traición de altos especialistas militares, se oponía a que se les utilizase en el ejército como mandos militares en general y exigía que se concediese a los miembros de los Consejos Militares Revolucionarios y a los comisarios el derecho a participar en la decisión de las operaciones y que a los antiguos especialistas sólo se les empleara como consejeros o jefes militares sin derechos de mando.

    En el congreso, V. I. Lenin criticó acerbamente a los funcionarios del partido y militares que se oponían a la utilización correcta y razonable de los antiguos especialistas y pretendían volver a la dirección colectiva y a los métodos de guerrilla. El VIII Congreso del partido apoyó a Lenin. Señaló que incluso si el Ejército Rojo obtenía la posibilidad, en el curso de algunos años, de formarse metódicamente y preparar para sí, a la vez, nuevo personal de mando, tampoco había ningún motivo fundamental para renunciar a la incorporación de los especialistas militares que "o bien en su fuero interno se han puesto de piarte del Poder soviético, o bien por la fuerza de las circunstancias se ven obligados a servirle de buena fe" [74•4 .

    Las resoluciones del congreso coadyuvaron a robustecer la capacidad combativa del Ejército Rojo y al establecimiento de relaciones normales entre la masa de soldados rojos y los especialistas militares. "Los especialistas militares —recordaba el Mariscal de la Unión Soviética G. Zhúkov—, que habían estado atentos a las deliberaciones del VIII Congreso del partido, comprendieron que el partido tenía confianza en ellos, les apreciaba y les atendía. Acercáronse bastante más a la masa de soldados rojos y a las organizaciones del partido. Los mandos 75 que habían sido oficiales del antiguo ejército zarista desplegaron más actividad y fueron más exigentes en orden a la disciplina y el servicio de las tropas. Todo esto repercutió favorablemente en su estado de preparación militar general y capacidad combativa. Los intentos de quebrantar la confianza en los antiguos oficiales fueron atajados enérgicamente por los comisarios, los instructores políticos y del partido e incluso los propios soldados rojos" [75•5 .

    La política de utilización de los especialistas militares la empezó a aplicar el partido inmediatamente después de la victoria de la Revolución de Octubre. Por una disposición especial del Departamento militar soviético de diciembre de 1917 se fijaron las normas de licénciamiento de los oficiales y funcionarios militares del antiguo ejército. Fue prohibido a los especialistas militares retirarse sin autorización del ejército. A los que abandonaban las unidades sin permiso para ello se les obligaba a volver al lugar donde prestaban su servicio.

    A los especialistas militares se les incorporó a las operaciones bélicas contra los enemigos de la República Soviética. Ya en el rechazo de la ofensiva de las tropas del general Krasnov sobre el Petrogrado revolucionario (28–31 de octubre de 1917) participaron especialistas del antiguo ejército. A fines de octubre de 1917 se formó en Moguiliov, por orden de V. I. Lenin, el Estado Mayor Revolucionario de Campaña para hacer frente a la contrarrevolución, presidido por el alférez, de la Guardia M. Ter-Arutiuniants, que era bolchevique. Dirigía la sección de operaciones el coronel I. Vatsetis, quien en unión de su regimiento de fusileros letones se pasó al Poder soviético. Durante enero y febrero de 1918 combatieron en el Don contra el general Kaledin destacamentos mandados por los antiguos oficiales zaristas R. Sivers e Y. Sablin. En los Urales el alférez de navio S. Pávlov, bolchevique, mandó el Destacamento operativo del Norte.

    Fueron más los antiguos oficiales y generales que participaron en los combates contra las tropas de la Alemania imperial, viendo en ello un deber patriótico. A iniciativa de V. I. Lenin, un grupo de especialistas militares se ocupó en febrero de 1918 de la organización de la defensa de Petrogrado cuando surgió la amenaza de que fuese invadido por las tropas alemanas. El plan de la defensa de Petrogrado que elaboró dicho grupo de especialistas fue discutido el 22 de febrero en sesión ampliada del Presidium del Comité Ejecutivo Central de toda Rusia e 76 inmediatamente después se inició la puesta en práctica del mismo. Gracias en parte considerable a los especialistas militares se pudieron formar sólidas líneas de contención en las cercanías de Retrogrado.

    En febrero de 1918 existía el peligro real de que los alemanes se apoderasen de los buques de la Flota del Báltico. El Gobierno soviético ordenó que la flota cambiara su base de Helsingfors por la de Kronstadt. A la dirección de esta operación fueron agregados destacados especialistas: los almirantes A. Zelenói y A. Rúzhek, el capitán de navio M. Petrov, el capitán de fragata L. Antónov y otros. Bajo el mando del almirante A. Zelenói se realizó felizmente el heroico paso a Kronstadt de la flota del Báltico, integrada por 211 buques.

    El 19 de marzo de 1918, el Gobierno soviético, después de haber discutido el problema en el Consejo Militar Superior, acordó incorporar ampliamente a los antiguos especialistas militares al Ejército Rojo. El 21 de marzo, el Consejo Militar Superior, a requerimiento de V. I. Lenin, dictó una orden que abolía el principio electivo en el ejército. De este modo se facilitó el amplio acceso de los antiguos oficiales y generales a las filas del Ejército Rojo. El 27 de marzo, el Comisariado del Pueblo de Asuntos Militares y el Consejo Militar Superior anunciaron oficialmente la incorporación de los especialistas militares al Ejército Rojo y "la institución de los comisarios militares como guardianes de los intereses supremos de la revolución y el socialismo".

    El llamamiento a filas de los especialistas militares se efectuó primeramente en base al principio de la voluntariedad y a condición de una gran publicidad. Sin embargo, el aumento de los efectivos del Ejército Rojo, debido a la agudización de la guerra civil y a la ampliación de la intervención, hizo crecer la necesidad de especialistas militares. El Gobierno se vio obligado a recurrir a la movilización de los antiguos oficiales, a cuyo fin el V Congreso de los Soviets de toda Rusia adoptó el 10 de julio de 1918 la correspondiente disposición. Fundándose en ella, por decreto del 29 de julio de 1918, el Consejo de Comisarios del Pueblo de la Federación Rusa anunció la primera incorporación (parcial) de los antiguos oficiales al Ejército Rojo.

    Durante 1918 y 1919 el Consejo de Comisarios del Pueblo y el Consejo de Defensa examinaron reiteradamente las cuestiones relacionadas con el registro y la utilización de las diferentes categorías de especialistas militares. Dado que se carecía casi por completo del registro de las personas sujetas al servicio militar, muchos oficiales podían eludir (como lo hicieron) su presentación a los centros de reclutamiento. No obstante, el 15 77 de agosto de 1920, según datos incompletos, ya se habían incorporado al Ejército Rojo 48.409 antiguos oficiales y generales en activo (sin contar los suboficiales y los asimilados a ellos). Además, en el Ejército Rojo servían 10.300 funcionarios militares, unos 14.000 médicos y 26.800 trabajadores sanitarios inferiores [77•6 .

    Los antiguos especialistas militares constituían una parte muy considerable de los mandos del Ejército Rojo. Mijaíl Frunze, que en 1918 desempeñó cargos de alta responsabilidad en el Ejército Rojo, testimonia que en "los primeros años de existencia del Ejército Rojo la parte principal de los mandos estaba integrada por los restos del cuerpo de oficiales del antiguo ejército zarista, incorporados por nosotros a la obra de la organización militar. Esta fue una etapa completamente necesaria en el proceso de formación de la fuerza armada de nuestro Estado obrero y campesino" [77•7 . Según datos del historiador soviético Y. Petrov, el peso relativo de todos los antiguos especialistas militares en el personal de mando del Ejército Rojo en 1918 pasaba del 75%; en 1919 equivalía al 53%, y en 1920 al 42% [77•8 . Debe señalarse que esta proporción se redujo no porque los especialistas militares fuesen incorporados en menor número al Ejército Rojo o se les licenciara de él, sino en virtud de que aumentaron los mandos de procedencia obrera y campesina preparados en centros docentes militares y cursos o que se calificaron como tales en el frente. Como refiere V. Antónov-Ovséenko, que conocía bien la situación en los frentes, al finalizar la guerra civil, había entre el personal de mando un 6% de antiguos oficiales de carrera y un 28% de antiguos oficiales del período de la guerra [77•9 , o sea, en total, el 34%. Estos datos coinciden con los de otras fuentes autorizadas. Por ejemplo, según los documentos preparados para el IX Congreso de los Soviets (diciembre de 1921), el personal de mando del Ejército Rojo se componía en un 33,7% de oficiales y funcionarios militares del antiguo ejército" [77•10 . Estas mismas cifras las adujo Grigori (Sergó) Ordzhonikidze, uno de los más destacados dirigentes políticos del Ejército Rojo, en un informe presentado en 1922. Señalaba que "los oficiales del período de la guerra constituyen en el Ejército Rojo el 22,3%; los antiguos 78 funcionarios militares, el 6,1%, y los antiguos oficiales de carrera, el 5,6%. En total, el 34%, es decir, un tercio” [78•11 .

    Teniendo en cuenta que en 1921 había en el Ejército Rojo 217.000 mandos de todos los grados y que la proporción de especialistas militares entre el personal de mando ascendía al 34%, puede deducirse que en las tropas soviéticas servían 70–75.000 antiguos oficiales y generales. Y si se toma en consideración que el 25 de octubre de 1917 el ejército ruso (el ejército de operaciones, las unidades de retaguardia y las organizaciones sociales, sin contar las tropas de repuesto y de reserva) contaba con 157.884 oficiales, debe reconocerse que casi la mitad del personal de mando del antiguo ejército servía en el Ejército Rojo.

    ---fin del mensaje nº 1---


    Última edición por pedrocasca el Miér Mar 21, 2012 8:36 pm, editado 4 veces
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    "Los especialistas militares (extracto del capítulo III del libro de S. Fediukin: "La Gran Revolución de Octubre y Los Intelectuales" - incorporación de los intelectuales de la época zarista a la construcción del socialismo)" - tomado de leninist.biz  Empty Re: "Los especialistas militares (extracto del capítulo III del libro de S. Fediukin: "La Gran Revolución de Octubre y Los Intelectuales" - incorporación de los intelectuales de la época zarista a la construcción del socialismo)" - tomado de leninist.biz

    Mensaje por pedrocasca Lun Mar 19, 2012 7:51 pm

    La Gran Revolución de Octubre y Los Intelectuales - Páginas de la historia de la incorporación de los intelectuales de la época zarista a la construcción del socialismo - libro de S. Fediukin

    tomado de la antigua web leninistas.org

    Capítulo III INCORPORACIÓN DE LOS INTELECTUALES BURGUESES A LA DEFENSA DEL PAÍS Y A LA CONSTRUCCIÓN ECONÓMICA Y CULTURAL DURANTE LA GUERRA CIVIL

    LOS ESPECIALISTAS MILITARES

    Se publica en el Foro en dos mensajes

    ---mensaje nº 2 y último---

    Los motivos que llevaron a este crecido número de intelectuales militares a las filas del Ejército Rojo fueron distintos. Cabe afirmar con seguridad que la mayoría de ellos no se guiaron por convicciones socialistas. En esta actitud lo predominante no fueron tampoco las razones de índole personal: el afán de obtener altos cargos del nuevo poder, de hacer carrera, etc. Sería ingenuo asimismo alegar que decenas de millares de oficiales se vieron obligados a servir en el Ejército Rojo bajo el imperativo de las amenazas y de la fuerza.

    A los motivos del viraje de la intelectualidad militar hacia la colaboración voluntaria con el Poder soviético hay que buscarles otra explicación.

    En las convicciones políticas de los antiguos oficiales y generales influyeron inmensamente la guerra civil y la intervención militar extranjera. Toda persona honrada comprendía que los imperialistas, en maridaje con los “gobiernos” de guardias blancos, podían aplastar la independencia y la libertad de Rusia, que dejaría de existir como Estado.

    El sentimiento patriótico y la aspiración de salvaguardar a Rusia como gran potencia movieron a muchos antiguos generales y oficiales a entrar al servicio del Poder soviético. Explicando las razones que indujeron a los especialistas militares a ponerse al servicio del nuevo poder, N. Podvoiski, que había trabajado mucho en la formación de las unidades del Ejército Rojo, escribió: "... todos los mejores funcionarios militares del Estado Mayor General no saboteaban y procuraban por todos los medios ofrecernos su concurso en la organización del ejército, no por simpatía política ni por ninguna clase de miras personales, sino porque muchos de ellos eran auténticos funcionarios del Estado y daban a nuestro nuevo régimen lo que consideraban necesario darle ... Habíanse convencido de que, al tomar el poder en nuestras manos, no abandonamos la guerra ni entregamos a Rusia a Alemania para que la despedazara, sino que continuaríamos la guerra hasta que se concertase la paz y que habíamos emprendido la conclusión de la paz y exigíamos que se hiciera en base a condiciones democráticas, es decir, las más honrosas y favorables para Rusia”. Más adelante, N. Podvoiski sacaba la conclusión de que todo esto permitió "formar junto a nosotros un grupo compacto, concienzudo y capacitado de miembros del Estado Mayor General que ayudó con la mayor eficiencia en el primer tiempo a organizar el Ejército Rojo" [79•12 .

    El rechazo de la ofensiva de la Alemania imperial a comienzos de 1918 o de la Polonia terrateniente-burguesa en 1920 significó para los especialistas militares una tarea sumamente patriótica. Por ejemplo, el teniente coronel N. Krapivianski encabezó en 1918 el movimiento guerrillero contra las tropas alemanas en la región de Chernígov. Para luchar contra los guerrilleros mandados por él los ocupantes destinaron todo un cuerpo de ejército. El mando alemán ofreció una recompensa de 50.000 rublos oro por la cabeza del valeroso jefe de guerrilleros.

    En la primavera de 1920, cuando la Polonia terratenienteburguesa atacó a la Rusia Soviética, V. I. Lenin dijo que "incluso ex generales zaristas consideran injustas las pretensiones de Polonia y nos ayudan" [79•13 .

    Sin compartir las ideas bolcheviques, muchos antiguos oficiales y generales hubieron de reconocer que la Revolución de Octubre había sido un fenómeno lógico y natural y que era absurdo luchar contra ella. He aquí cómo escribió sobre esto A. Brusílov, general zarista que abrazó la causa del Poder soviético: "... Ya antes había dicho firmemente que, ocurriese lo que ocurriera, no me separaría del pueblo ruso y quedaría con él. Así me he comportado desde el comienzo de la revolución hasta ahora. Comprendí que si la revolución había empezado en un Estado tan extenso y complejo como el antiguo Imperio ruso, no podía terminar por arte de birlibirloque, y que en nuestro país debería llegar infaliblemente hasta el bolchevismo...

    Es evidente que al comienzo de la revolución se producen excesos y desórdenes. Habría sido innatural esperar que no los hubiera en nuestro país. ¿Quién, cuándo y cómo enseñó a este pueblo y se preocupó seriamente de él? De viejo es conocido que las revoluciones no comienzan ni terminan por encargo. Aquí hay un desarrollo histórico natural de los acontecimientos que no pueden cambiar ni Denikin ni Kornílov.

    Perteneciendo a mi pueblo, he considerado completamente justo compartir su suerte..." [80•14 .

    En 1920, al ser atacada la Rusia Soviética por los guardias blancos polacos, A. Brusílov, en unión de los conocidos generales del antiguo ejército A. Zaionchkovski, V. Klembovski, A. Gutor y otros, hizo un llamamiento a todos los antiguos oficiales, que se publicó en Prarda, instándoles a "incorporarse voluntariamente al Ejército Rojo, con plena abnegación y agrado, en el frente o en la retaguardia, adonde el Gobierno de la Rusia Soviética Obrera y Campesina les destine, y servir allí en cuerpo y alma, para que con su honrado servicio, sin escatimar la vida, defiendan a todo trance nuestra querida Rusia y no permitan que sea saqueada..."

    Sin embargo, el argumento más convincente para los especialistas militares fue la política del Partido Comunista y del Gobierno soviético, orientada a transformar la atrasada Rusia en una poderosa potencia y defensora de los intereses de las más amplias masas populares; fue también la confianza y el respeto que mostraron el partido y el Poder soviético hacia los hombres que se pasaban del campo contrario y servían honradamente a los obreros y campesinos.

    El Partido Comunista y el Poder soviético aprovecharon ampliamente los conocimientos de los especialistas militares. La incorporación de los antiguos oficiales y generales a la organización del Ejército Rojo permitió acelerar el encuadramiento de los comisariados militares locales, concertar su actividad, elaborar un sistema de registro de las personas sujetas al servicio militar, organizar la instrucción militar de los obreros y campesinos, adelantar la formación de los destacamentos dispersos de guardias rojos en unidades y grandes unidades regulares con capacidad combativa y poner en orden el suministro de armas, municiones y víveres al ejército.

    Inapreciable ayuda prestaron los especialistas militares a la organización de los centros docentes del Ejército Rojo y a la preparación de los mandos rojos. En octubre de 1918 ya había organizados 39 cursos y escuelas del personal de mando. En enero de 1919 su número había llegado a 63, y en 1921 ya eran 153. Funcionaban asimismo algunas academias, entre ellas la Academia del Estado Mayor General, que preparaba personal de mando de cualificación superior. El profesorado de los centros docentes militares soviéticos fue integrado casi completamente con antiguos oficiales y generales. Por ejemplo, de los 378 mandos y profesores de los cursos en el Frente Occidental en 1920, había 349 antiguos oficiales y sólo 29 mandos rojos. Del total, 31 eran obreros; 94, campesinos; 236, intelectuales, y 17, de diversa índole [81•15 ”.

    Parte considerable de los antiguos especialistas militares trabajaba en numerosas instituciones centrales y locales. Así, en la Dirección Principal de Artillería del Ejército Rojo sirvieron 184 especialistas militares, entre ellos 29 generales, 66 coroneles y tenientes coroneles, 35 capitanes y 54 tenientes, subtenientes y alféreces [81•16 . En el Consejo Militar Superior, 10 generales, 26 coroneles y tenientes coroneles, 22 capitanes y 30 tenientes, subtenientes y alféreces[81•17 .

    Mas la parte fundamental de los antiguos especialistas militares fue utilizada en el servicio activo en las unidades, así como en los grandes Estados Mayores y en las direcciones de ias tropas. No había ningún regimiento ni ninguna división donde los antiguos especialistas militares no tuvieran cargos de mando o no participasen en los Estados Mayores. En las unidades formadas durante el verano de 1918 en las regiones militares de Moscú, Petrogrado, Yaroslavl y otras, casi todo el personal de mando, desde los jefes de sección hasta los jefes de división, lo integraban antiguos especialistas militares.

    Eran muchos sobre todo los antiguos oficiales en las fuerzas acorazadas, la Marina de Guerra y la aviación, es decir, en las armas donde se requería poseer sólidos conocimientos técnicos. Por ejemplo, en las unidades de frente de las fuerzas aéreas la proporción de los oficiales del ejército zarista a comienzos de 1919 era la siguiente: el 80% entre los pilotos, el 60% entre los jefes de destacamentos y el 62% entre los jefes de aviación de los frentes y de los ejércitos [81•18 .

    Decenas de millares de especialistas militares sirvieron lealmente al poder popular desde los primeros días de su incorporación a las filas del Ejército Rojo. Rntre ellos, los antiguos coroneles del ejército zarista, que desempeñaron el cargo de comandante en jefe de las fuerzas armadas de la república. I. Vatsetis (desde mediados de 1918 hasta mediados de 1919) y S. Kámenev (desde mediados de 1919 hasta el final de la guerra civil). El coronel B. Sháposhnikov, que en los años de la guerra civil estuvo al frente de la dirección de operaciones del Estado Mayor de Campaña; el coronel A. Egórov. que fue jefe de frentes: el teniente M. Tujachevski. que también tuvo el mando de varios frentes; los tenientes Y. Bagramián y E. Tolbujin, y el teniente coronel A. Vasilievski serían posteriormente Mariscales de la Unión Soviética. El contralmirante V. Altfáter y, más tarde, el capitán de navio E. Berens mandaron las fuerzas navales de la república. El general-mayor A. Samoilo dirigió acertadamente las operaciones militares en el Frente Norte.

    El Mariscal de la Unión Soviética Zhúkov testimonia: "Recordando el trabajo conjunto con los oficiales del antiguo ejército debo decir que en su mayoría eran hijos de nuestro pueblo, honrados, concienzudos y fieles a la patria. Cuando fue necesario entregar la vida en los combates contra los enemigos, cayeron, sin temblar, con dignidad y valor en la lucha" [82•19 .

    Muchos especialistas militares ofrendaron su vida por ei Poder soviético y se convirtieron en héroes de la guerra civil. El general del ejército zarista A. Stankévich, que, encontrándose herido, cayó prisionero, rechazó con indignación todas las promesas de los hombres de Denikin y fue ahorcado. Sus cenizas fueron colocadas en la muralla del Kremlin, en la Plaza Roja. Al antiguo general A. Nikoláev. por negarse a servir a los guardias blancos, se le ejecutó en la ciudad de Yámburg. El coronel del ejército zarista G. Petrov fue fusilado el 26 de septiembre de 1918 entre los 26 comisarios de Bakú por los ocupantes ingleses y los eseristas.

    Podrían citarse innumerables ejemplos análogos. Sin embargo, no todos los antiguos especialistas militares sirvieron honrada y escrupulosamente al Poder soviético. Fueron bastantes los que se incorporaron al Ejército Rojo con el propósito de quebrantar su poder combativo y de traicionarlo en provecho de la contrarrevolución. Muchas vidas costaron las felonías de especialistas militares que desempeñaban puestos responsables en el Ejército Rojo y traicionaron al Poder de los Soviets, tales como Muraviov, Nosóvich, Kovalevski y otros. Los casos de traición de antiguos oficiales y generales fueron muchos sobre todo en 1918. Pero después, conforme iba robusteciéndose el Poder soviético, su número descendió bruscamente.

    En la organización del Ejército Rojo en general y en la provechosa utilización de los especialistas en particular jugaron un inmenso papel los comisarios militares. Los casos de deslealtad y traición habrían sido considerablemente más numerosos y sus consecuencias más graves si el Partido Comunista no hubiese implantado un firme y vigilante control sobre la actividad de los especialistas militares por medio de la institución del cuerpo de comisarios militares en abril de 1919. A finales de 1919, el número de comisarios militares en el ejército se cifraba en 5.200.

    El control sobre la actuación de los especialistas militares constituía una de las principales obligaciones de los comisarios. La necesidad de instituir el cuerpo de comisarios militares surgió con motivo de la incorporación de los oficiales del ejército zarista a puestos de mando en el Ejército Rojo. Además, el control de los comisarios militares sobre la conducta de los antiguos especialistas debería disipar la natural desconfianza de la masa de soldados rojos hacia los oficiales del ejército zarista. La firma del comisario en cada orden era la garantía de que en ella no se encerraba ninguna traición.

    Sería erróneo suponer que la obligación del comisario respecto al control de los especialistas militares consistía en obligarles a hacer por la fuerza lo que exigía la situación bélica. Era imposible obligar a un oficial experto en lides bélicas a elaborar, sin quererlo él mismo, acertados planes de operaciones y a dirigir los combates únicamente bajo la amenaza de las armas. Por añadidura, en el Ejército Rojo servían decenas de millares de especialistas militares, en tanto que el número de comisarios, por ejemplo, a finales de 1919, subía a poco más de cinco mil.

    La obligación de los comisarios militares estribaba, sin perjuicio de que se mostraran vigilantes, en no caer en una desconfianza enfermiza, en reducar a los antiguos oficiales zaristas y ayudarles a comprender la esencia y el sentido de lo que sucedía en el país y a adoptar la única actitud correcta que requería la lucha contra los intervencionistas y los guardias blancos. Merced a la cotidiana y minuciosa labor educativa de los comisarios militares, basada en la confianza y un gran sentido de responsabilidad, millares de antiguos oficiales dedicaron su experiencia y sus conocimientos a la causa de la clase obrera y de los trabajadores campesinos.

    Las relaciones entre los comisarios militares y el personal de mando fueron reglamentadas por instrucciones y ordenanzas especiales. En ellas se exigía de los comisarios que crearan un clima de colaboración práctica, entendimiento mutuo y camaradería.

    A los comisarios militares se les atribuyeron derechos exactamente determinados con relación a los mandos que procedían del ejército zarista. Tenían atribuciones para separar provisionalmente del mando a un jefe militar cuando existían fundadas razones para ello, e incluso podían arrestarlo, dando cuenta inmediatamente a los órganos superiores. Sin embargo, en las cuestiones operativas decidía la opinión del jefe militar. El comisario debía firmar la orden del jefe, aun cuando discrepara de ella. En este caso podía elevar una queja contra la actuación del jefe a la instancia superior inmediata. Por supuesto, en la práctica de la dirección de las operaciones militares se produjeron situaciones en que fue necesario apartarse de estas reglas.

    Un deber esencial de los comisarios era explicar a los soldados rojos la política militar del Partido Comunista, la necesidad de utilizar a los antiguos especialistas militares y de poner fin a toda insubordinación y desconfianza manifiesta respecto a aquellos especialistas que servían honradamente al pueblo revolucionario. En el trabajo conjunto con los oficiales y generales del ejército zarista los comisarios militares aprendieron mucho de ellos y hasta llegaron a hacerse excelentes mandos.

    Por otra parte, los comisarios y los mandos comunistas ayudaron a los especialistas militares a romper definitivamente con su pasado y emprender el camino del servicio leal a la república socialista. Los antiguos oficiales y generales se convencieron de que los comisarios eran auténticos patriotas, que combatían abnegadamente por la libertad y la independencia de la patria. Esto causó un profundo impacto en sus concepciones ideológicas. Por ejemplo, N. Potápov, citado más arriba, manifestó que "el suave paso dado por el Ministerio de la Guerra zarista hacia el trabajo con los bolcheviques se debió en gran parte al tacto que mostró entonces N. Podvoiski, a la sazón presidente del Comité Militar Revolucionario de Petrogrado y, más tarde, Comisario del Pueblo de Asuntos Militares" [84•20 .

    A la exitosa reducación de los mandos del antiguo ejército contribuyeron también, además del aporte de los comisarios militares, todo el trabajo político y de partido realizado en el ejército y la atención y estima de que se vieron rodeados los especialistas militares que colaboraban honradamente con el Poder soviético. Todo esto les ayudó a convertirse en sinceros partidarios de los obreros y campesinos.

    Refiriéndose al proceso de reducación de los especialistas militares, V. I. Lenin escribió: "Cientos y miles de estos especialistas nos han traicionado, y decenas de miles han llegado a servirnos con una lealtad cada vez mayor porque en el curso de la misma lucha se sintieron atraídos hacia nosotros, porque el entusiasmo revolucionario que hizo maravillas en el Ejército Rojo provenía de que nosotros estábamos al servicio de los intereses de los obreros y campesinos y los satisfacíamos. Esta situación en la que masas de obreros y campesinos actúan en armonía y saben por qué están luchando ha causado efecto, y un número cada vez mayor de hombres que han llegado hasta nosotros desde el otro campo, algunos sin saberlo, se han convertido y se están convirtiendo en partidarios conscientes de nuestra causa" [85•21 .

    Los generales de guardias blancos trataron de denigrar ante el Poder soviético a los especialistas militares que servían lealmente en el Ejército Rojo e intimidarles con la amenaza de una cruel represión. Y si un antiguo oficial-mando rojo caía prisionero de los blancos, con él no se tenía ninguna compasión. Para los oficiales de guardias blancos era más "traidor a la patria" que los propios comunistas convencidos. En uno de sus periódicos, los guardias blancos dijeron: "...Si a un bolchevique de filas todavía se le pueden perdonar sus pecados contra la patria, para un general, y más aún como Samoilo, no puede haber clemencia. ¡Hay que ahorcarle, por traidor!"

    En la obra de atracción de los antiguos oficiales y generales al servicio en el Ejército Rojo jugó un papel extraordinario V. I. Lenin. A la par que sostuvo una porfiada lucha contra los que se oponían a utilizar a los oficiales del ejército zarista, hizo mucho para reforzar el Ejército Rojo con mandos expertos, siguió de cerca la labor de los antiguos especialistas militares, les ayudó, conoció personalmente a muchos de ellos, les dio consejos y se aconsejó de ellos y participó directamente en la selección y promoción de los antiguos oficiales y generales para puestos de mando responsables.

    Como ya se ha dicho, el personal de mando del Ejército Rojo se componía en considerable proporción de antiguos oficiales y generales, que, además, ocupaban, por lo regular, altos puestos en los Estados Mayores y en las unidades y grandes unidades. Los especialistas militares contribuyeron a asegurar las operaciones bélicas del Ejército Rojo. Sin embargo, no se puede formar juicio de su labor únicamente desde el punto de vista de su peso relativo en el personal de mando de las fuerzas armadas soviéticas.

    Los antiguos especialistas militares pudieron facilitar ayuda cualificada a los obreros y campesinos en la lucha contra los guardias blancos y los intervencionistas gracias tan sólo a la acertada política leninista de utilización de los mandos del antiguo ejército para la defensa del joven Estado soviético.

    El Partido Comunista y el Gobierno soviético también confiaron a los antiguos oficiales y generales altos cargos de mando en el Ejército Rojo después de terminada la guerra civil. Por ejemplo, en febrero de 1923 la proporción de antiguos oficiales era la siguiente: entre los mandos de los regimientos de infantería, el 82%; entre los mandos de cuerpos de ejército y divisiones, el 83%, y entre los mandos de tropas, el 54%. Constituían la minoría (el 41%) sólo entre los mandos de los regimientos de caballería [86•22 . En cuanto a la Marina de Guerra, el alto mando en el Báltico, por ejemplo, incluso a comienzos de 1927 se componía de antiguos nobles en el 71%, y entre los mandos de los buques, el 90% procedía de la nobleza [86•23 .

    Con el concurso de los antiguos especialistas militares se formó entre los obreros y campesinos a decenas de millares de mandos del Ejército Rojo que jugaron un papel de primer orden en la guerra civil, en el robustecimiento sucesivo del Ejército Rojo y en la dirección de las operaciones militares en la Gran Guerra Partria.

    Para la mayoría de los intelectuales militares, del mismo modo que para la intelectualidad de Rusia en conjunto, el proceso de regeneración interna y de ruptura radical con sus anteriores concepciones ideológicas, fue complejo y doloroso. A muchos les intimidaba simplemente la singularidad del cambio en su destino y la vaguedad y complejidad de la situación. Así y todo, los intelectuales militares fueron los primeros en romper sus vínculos con el pasado y tomar una decisión definitiva en corto plazo. La intensa participación en las operaciones bélicas frente a la contrarrevolución interior y exterior, el heroísmo de los soldados rojos, el trabajo político de las organizaciones del partido y de los comisarios militares y la aspiración de los bolcheviques a hacer de Rusia un país poderoso e independiente coadyuvaron a que decenas de millares de antiguos oficiales y generales se fundieran casi completamente con el resto del personal de mando del Ejército Rojo. En el combate, donde se revela el auténtico valor de los lemas políticos y de las cualidades humanas, al hombre honrado le era más fácil comprender de qué lado estaba la verdad. Mientras que en las condiciones “corrientes” al intelectual le hicieron falta años para aprender el gran significado de los acontecimientos acaecidos, en los encarnizados combates de la guerra civil al intelectual militar le bastaban a veces unos meses para llegar a captar su sentido. Aquí la disyuntiva era una sola: o servir lealmente al Poder soviético o traicionarle, poniéndose de parte del enemigo. Decenas de millares tomaron el camino de la dedicación al pueblo.

    Notas:

    [73•1] Pravda. 29 de noviembre de 1918.

    [73•2] Ibídem, 25 de diciembre de 1918.

    [73•3] Pravda. 26 de diciembre de 1918.

    [74•4] El PCUS en las resoluciones y acuerdos de los Congresos v Conferencias v de los Plenos del CC, 1. 2, Moscú,’ 1970, págs. 66–67.

    [75•5] G. Zhúkov. Recuerdos y reflexiones. Moscú, 1969, pág. 58.

    [77•6] La guerra civil de 191X-1921. Moscú, 1928. t. 2, pág. 95.

    [77•7] M. Frunze. Obras Escogidas. Moscú, 1965, págs. 215–216.

    [77•8] Y. Petrov. EL PCUS. dirigente y educador del Ejército Rojo (1918–1920). Moscú, 1961, pág. 273.

    [77•9] V. Antónov-Ovséenko. La organización del Ejército Rojo en la revolución. Moscú. 1923, pág. 31.

    [77•10] Cinco años del poder de los Soviets. Moscú. 1922. pág. 157.

    [78•11] G. Ordzhonikidze. Artículos y discursos escogidos. 1918–1937. Moscú, 1945, pág. 79.

    [79•12] N. Podvoiski. La or¡>aniiación del Ejército Rojo. Voenno-istorícheski zhurnal, 1968, No 12, pág. 70.

    [79•13] V. I. Lenin. Discurso en una Conferencia ampliada de obreros y miembros del Ejército Rojo, en el distrito de Rogozhski-Símonovski de Moscú. O. C, t. 41, pág. 121.

    [80•14] Rossía. 1924. No 3 (12). págs. 148–149.

    [81•15] Datos del Archivo Central del Ejército Soviético.

    [81•16] Ibídem.

    [81•17] Ibídem.

    [81•18] Ibídem.

    [82•19] G. Zhúkov. obra cit.. pág. 57.

    [84•20] N. Potápov. Notas aceren de los primeros pasos de la organización militar soviética. Voenno-istorícheski -hurnal. 1968, No I. pág. 62.

    [85•21] V. I. Lenin. El VII Congreso de los Soviets de toda Rusia. O. C., t. 39, pág. 406.

    [86•22] Noticias del CEC de toda Rusia. 23 de febrero de 1923.

    [86•23] A. Iovlev. Contribución a ln historia de la Incluí del partido par la implantación del inundo único en el h’iército Rojo (1924–1931). Voprosy istórii KPSS. 1964. No 12, pág. 29.

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