La Gran Revolución de Octubre y Los Intelectuales - Páginas de la historia de la incorporación de los intelectuales de la época zarista a la construcción del socialismo - libro de S. Fediukin
tomado de la antigua web leninist.biz
Capítulo III INCORPORACIÓN DE LOS INTELECTUALES BURGUESES A LA DEFENSA DEL PAÍS Y A LA CONSTRUCCIÓN ECONÓMICA Y CULTURAL DURANTE LA GUERRA CIVIL
LOS ESPECIALISTAS MILITARES
Se publica en el Foro en dos mensajes
---mensaje nº 1---
La guerra civil impidió a los obreros y campesinos de la Rusia Soviética desplegar con la mayor amplitud la construcción de las bases del socialismo. La tregua de paz había concluido y el Gobierno soviético hubo de poner en tensión todas las fuerzas para rechazar a los numerosos enemigos.
Al intensificarse la guerra civil y la intervención militar, la tarea de defender el país, organizar el Ejército Rojo y dirigir las operaciones bélicas adquirió primordial importancia. El destino del primer Estado socialista del mundo dependía del acierto con que el Partido Comunista cumpliera esta tarea. Poner en pie de guerra a las empresas industriales, movilizar a las fuerzas científicas para la defensa y asegurar mandos al ejército requerían la existencia de especialistas cualificados, con experiencia, conocimientos e iniciativa.
En enero de 1918, un decreto del Gobierno soviético firmado por V. I. Lenin puso comienzo a la formación del Ejército Rojo. Obreros y campesinos se alistaban voluntariamente en él. Posteriormente, el reclutamiento para el Ejército Rojo se haría a base de llamamientos a filas y de movilizaciones. Sin embargo, contaba con muy pocos mandos expertos.
A los cargos de jefes y oficiales eran promovidos millares de soldados y marineros fieles a la revolución, así como suboficiales del Ejército y la Marina de Guerra zaristas que se habían curtido en la rigurosa prueba de la guerra mundial. Organizáronse escuelas y cursos de preparación de mandos. Muchos jefes y oficiales se forjaron en el fragor de la guerra civil, que fue una buena escuela de experiencia militar. Estos mandos del Ejército Rojo jugaron un papel de primer orden en la consecución de la 70 victoria del Estado soviético sobre los numerosos enemigos de la revolución.
El Partido Comunista incorporó ampliamente a la organización de las fuerzas armadas soviéticas a los especialistas militares del Ejército y la Marina de Guerra antiguos, no obstante las serias dificultades que esto suscitaba, sobre todo de carácter político.
En la Rusia anterior a la revolución el cuerpo de oficiales había sido uno de los principales puntales de la autocracia. El zarismo propagó intensamente entre la oficialidad el espíritu de casta, educándola en la fidelidad al trono y el odio a las masas trabajadoras. Sin embargo, el ascenso del movimiento revolucionario en el país obligó a parte de los oficiales a revisar sus convicciones políticas.
La guerra mundial influyó considerablemente en la radicalización del cuerpo de oficiales. Que el pueblo no necesitaba la guerra lo comprendieron no sólo los obreros y campesinos que se habían puesto el capote de soldado. A la misma conclusión llegó la mejor parte de la oficialidad. Por añadidura, debe tenerse en cuenta que en el transcurso de la guerra los militares de carrera, que eran los más reaccionarios entre la oficialidad, quedaron diluidos en gran parte entre los reservistas incorporados, a quienes eran ajenas las tradiciones y las ideas de los militares zaristas. A los contingentes de oficiales tuvieron acceso relativamente amplio hombres de la pequeña burguesía e incluso obreros. La Revolución de Febrero también coadyuvó en buen grado a la democratización del cuerpo de oficiales.
La Revolución de Octubre escindió el cuerpo de oficiales en varios grupos. Uno de ellos, pequeño hasta cierto punto, se solidarizó en seguida con los obreros y campesinos. Diéronse casos de oficiales, a veces de elevada graduación, que se presentaron ante los órganos del Poder soviético y ofrecieron sus servicios al pueblo revolucionario. No destituido todavía el Gobierno Provisional, el general N. Potápov, segundo jefe del Estado Mayor General y jefe del Servicio Logístico del Ejército, se puso a disposición de los bolcheviques. Esta decisión del conocido general contribuyó mucho a que gran número de altos oficiales del antiguo ejército definieran su actitud política.
Muchos mandos del ejército zarista, aunque no se pusieron voluntariamente al servicio del nuevo poder, desde los primeros días cumplieron incondicionalmente sus órdenes. Su adhesión a los Soviets se realizó exteriormente sin obstáculos, sin las atormentadoras dudas y vacilaciones propias de tales casos.
Parte considerable de los oficiales no reconoció el Poder soviético, pero tampoco emprendió la lucha manifiesta contra él; quedó a la expectativa. Estos oficiales procedían, principalmente, de las capas pequeñoburguesas. No querían combatir contra el pueblo, y por ello no se opusieron a los bolcheviques, que, como podían ver, gozaban del apoyo de las grandes masas trabajadoras.
Por último, un grupo de oficiales tan numeroso como el anterior, estrechamente vinculado a las clases explotadoras, se pasó sin tapujos al campo de la contrarrevolución, convirtiéndose en su fuerza de choque. En su inmensa mayoría, eran representantes de la vieja Rusia, enemigos ideológicos inconciliables del Estado obrero y campesino. La lucha contra ellos causó muchas pérdidas humanas.
Teniendo en cuenta la gran insuficiencia de mandos expertos para el Ejército Rojo, V. I. Lenin planteó la tarea, audaz, pero fundada en el análisis concreto de la situación, de incorporar a los especialistas militares burgueses a la organización del Ejército Rojo y a la defensa de la joven República de los Soviets frente a los ataques de sus numerosos enemigos. Se trataba no sólo de vencer las dudas de los “neutrales”, sino también de atraer hacia el pueblo revolucionario a los elementos vacilantes del campo de la contrarrevolución.
Lenin fue el primer marxista en el mundo que postuló la incorporación de los especialistas militares burgueses a la organización de un ejército de nuevo tipo.
En una situación sumamente compleja, V. I. Lenin supo ver que si no se utilizaban los conocimientos y la experiencia de los especialistas militares de la época zarista no se podría organizar el ejército obrero y campesino, en el plazo más breve, y sin él sería imposible salvaguardar las conquistas de la revolución socialista.
En este enfoque del problema, Lenin encontró el apoyo de la mayoría del Comité Central del Partido Bolchevique y de sus organizaciones locales; con él coincidieron destacados dirigentes del partido y del Estado. Sin embargo, en aquel tiempo no había completa unidad en el partido acerca de esta cuestión. A la línea leninista se opusieron significados funcionarios del partido y una parte de los comunistas de la base. Por ejemplo, G. Zinóviev, V. Volodarski y M. Lashévich, miembros del Comité Central, escribieron en Petrográdskaya pravda, en abril de 1918, que a los especialistas militares burgueses se les debía utilizar "en calidad de ordenanzas nuestros" y que cuando desapareciera la necesidad de los antiguos especialistas, se les tiraría como "un limón exprimido que ya no hace falta”. Huelga decir que todo esto no contribuía a lograr el entendimiento entre el Poder soviético y la intelectualidad.
Otra parte de los miembros del partido temían que. al admitir en el Ejército Rojo a los antiguos oficiales y generales, el partido debilitaría sus posiciones entre las masas y que se crearían objetivamente condiciones favorables para la restauración del poder de la burguesía. Especulando con estos estados de ánimo, los "comunistas de izquierda" declararon demagógicamente que V. I. Lenin aplicaba la política de restablecimiento del antiguo cuerpo de oficiales y del poder militar de los generales zaristas. Otro serio obstáculo era que parte considerable de los comunistas no comprendía que a los antiguos oficiales y generales del ejército zarista se les pudiera poner al servicio de la revolución y no creía que fueran capaces de actuar contra su clase. No fue casual que V. I. Lenin dedicase mucha atención a explicar a los equivocados y a los recelosos que era absolutamente necesario incorporar a los especialistas militares al Ejército Rojo y. por último, a desarrollar una tesonera lucha contra los enemigos convencidos de esta única línea correcta y a vencer su resistencia.
En la segunda mitad de marzo de 1918 se celebró una conferencia a la que asistieron representantes del Comisariado del Pueblo de Asuntos Militares y un grupo de antiguos generales zaristas que habían reconocido el Poder soviético. En esta conferencia una parte considerable de comunistas se pronunciaron contra la incorporación de los oficiales de carrera al Ejército Rojo.
Lenin rechazó resueltamente tales opiniones, señalando que era preciso adquirir conocimientos militares y aprender los métodos de dirección militar, y para ello había que instruirse con los especialistas militares.
Las discrepancias en el partido a este propósito resurgieron a finales de 1918, cuando en Pravda aparecieron unos artículos de los "comunistas de izquierda" V. Sorin y A. Kamenski. El primero de ellos, en el artículo titulado Los mandos y los comisarlos en el ejército de operaciones, criticaba duramente el proyecto de reglamento sobre las relaciones entre los Consejos Militares Revolucionarios y los mandos de los ejércitos y de los frentes, que establecía el mando único del jefe militar en los asuntos militares. La línea del partido orientada a utilizar a los especialistas militares en la defensa de la república era interpretada por V. Sorin como una entrega premeditada del poder en el ejército a los generales zaristas, como una línea tendente a debilitar la vigilancia revolucionaria de los militares comunistas, e instigaba a "combatir enérgicamente... las tentativas de cercenar la dictadura del Partido Comunista en el ejército" [73•1 .
En el artículo Hace mucho que se debe cambiar, A. Kamenski se solidarizó con el autor del otro artículo: "El camarada Sorin pregunta: "¿Cómo se atreven los mandos militares de Nicolás II a tener su propio poder en el país donde está en el poder la clase obrera?" Contestaré al camarada Sorin. Este poder se atreven a tenerlo en base a los artículos del proyecto citados por usted, y por eso hay que plantear otra cuestión diferente: ¿Cómo se atreven quienes confeccionan los proyectos a atribuir tales derechos a los contrarrevolucionarios nicolasianos?" [73•2 . Esto fue una calumnia contra la política del partido, que en modo alguno concedió a los antiguos generales un poder incompartido en el ejército, sino que, por el contrario, los puso bajo control.
La tentativa en plena guerra civil de desacreditar a través de la prensa central las bases de la política militar del partido estaba preñada de graves consecuencias, y por ello el Comité Central del partido reaccionó inmediatamente. El CC del PC (b) de Rusia, en su resolución especial "Acerca de la política del Departamento militar”, condenó con rigor los ataques calumniosos de A. Kamenski contra la política militar del partido. En la resolución se hacía hincapié en que la política del Departamento militar no era producto de las opiniones propias de algunas personas o grupos, que se aplicaba en conformidad con las directrices generales dadas por el partido, personificado en su Comité Central, y bajo su control directo. El Comité Central del partido subrayaba que la "responsabilidad por la política del Departamento Militar en conjunto recae sobre el partido" [73•3 . Los que se oponían a la utilización de los especialistas militares burgueses actuaron también en algunas organizaciones locales del partido. Mas debe señalarse que la mayoría de las organizaciones locales del partido y de los Soviets, así como las organizaciones del partido de las grandes unidades militares, se guiaban justamente por la situación real y apoyaban la línea leninista encaminada a incorporar a los especialistas militares a la organización del Ejército Rojo.
Un serio peligro para el País de los Soviets supuso la actitud de Trotski y sus adeptos, que confiaban ciegamente en los especialistas burgueses y se inclinaban ante su autoridad. En octubre de 1918. Trotski pidió que fuesen puestos en libertad todos los oficiales encarcelados como rehenes. El Pleno del CC del partido celebrado el 25 del mismo mes rechazó la propuesta de Trotski, indicando que "sólo procede poner en libertad a los oficiales respecto a los cuales no se haya comprobado que pertenecen al movimiento contrarrevolucionario"... Con la complicidad de Trotski se desmoronaron, y en febrero de 1919 fueron disueltas completamente, las comisiones de idoneidad, a las que se había confiado comprobar y seleccionar minuciosamente a los mandos antiguos antes de incorporarlos al Ejército Rojo.
Especulando con los sentimientos clasistas de algunos comunistas honrados, los “izquierdistas” lograron atraérselos y formar una oposición a V. I. Lenin y al Comité Central en el VIII Congreso del partido. La oposición aducía una serie de casos de traición de altos especialistas militares, se oponía a que se les utilizase en el ejército como mandos militares en general y exigía que se concediese a los miembros de los Consejos Militares Revolucionarios y a los comisarios el derecho a participar en la decisión de las operaciones y que a los antiguos especialistas sólo se les empleara como consejeros o jefes militares sin derechos de mando.
En el congreso, V. I. Lenin criticó acerbamente a los funcionarios del partido y militares que se oponían a la utilización correcta y razonable de los antiguos especialistas y pretendían volver a la dirección colectiva y a los métodos de guerrilla. El VIII Congreso del partido apoyó a Lenin. Señaló que incluso si el Ejército Rojo obtenía la posibilidad, en el curso de algunos años, de formarse metódicamente y preparar para sí, a la vez, nuevo personal de mando, tampoco había ningún motivo fundamental para renunciar a la incorporación de los especialistas militares que "o bien en su fuero interno se han puesto de piarte del Poder soviético, o bien por la fuerza de las circunstancias se ven obligados a servirle de buena fe" [74•4 .
Las resoluciones del congreso coadyuvaron a robustecer la capacidad combativa del Ejército Rojo y al establecimiento de relaciones normales entre la masa de soldados rojos y los especialistas militares. "Los especialistas militares —recordaba el Mariscal de la Unión Soviética G. Zhúkov—, que habían estado atentos a las deliberaciones del VIII Congreso del partido, comprendieron que el partido tenía confianza en ellos, les apreciaba y les atendía. Acercáronse bastante más a la masa de soldados rojos y a las organizaciones del partido. Los mandos 75 que habían sido oficiales del antiguo ejército zarista desplegaron más actividad y fueron más exigentes en orden a la disciplina y el servicio de las tropas. Todo esto repercutió favorablemente en su estado de preparación militar general y capacidad combativa. Los intentos de quebrantar la confianza en los antiguos oficiales fueron atajados enérgicamente por los comisarios, los instructores políticos y del partido e incluso los propios soldados rojos" [75•5 .
La política de utilización de los especialistas militares la empezó a aplicar el partido inmediatamente después de la victoria de la Revolución de Octubre. Por una disposición especial del Departamento militar soviético de diciembre de 1917 se fijaron las normas de licénciamiento de los oficiales y funcionarios militares del antiguo ejército. Fue prohibido a los especialistas militares retirarse sin autorización del ejército. A los que abandonaban las unidades sin permiso para ello se les obligaba a volver al lugar donde prestaban su servicio.
A los especialistas militares se les incorporó a las operaciones bélicas contra los enemigos de la República Soviética. Ya en el rechazo de la ofensiva de las tropas del general Krasnov sobre el Petrogrado revolucionario (28–31 de octubre de 1917) participaron especialistas del antiguo ejército. A fines de octubre de 1917 se formó en Moguiliov, por orden de V. I. Lenin, el Estado Mayor Revolucionario de Campaña para hacer frente a la contrarrevolución, presidido por el alférez, de la Guardia M. Ter-Arutiuniants, que era bolchevique. Dirigía la sección de operaciones el coronel I. Vatsetis, quien en unión de su regimiento de fusileros letones se pasó al Poder soviético. Durante enero y febrero de 1918 combatieron en el Don contra el general Kaledin destacamentos mandados por los antiguos oficiales zaristas R. Sivers e Y. Sablin. En los Urales el alférez de navio S. Pávlov, bolchevique, mandó el Destacamento operativo del Norte.
Fueron más los antiguos oficiales y generales que participaron en los combates contra las tropas de la Alemania imperial, viendo en ello un deber patriótico. A iniciativa de V. I. Lenin, un grupo de especialistas militares se ocupó en febrero de 1918 de la organización de la defensa de Petrogrado cuando surgió la amenaza de que fuese invadido por las tropas alemanas. El plan de la defensa de Petrogrado que elaboró dicho grupo de especialistas fue discutido el 22 de febrero en sesión ampliada del Presidium del Comité Ejecutivo Central de toda Rusia e 76 inmediatamente después se inició la puesta en práctica del mismo. Gracias en parte considerable a los especialistas militares se pudieron formar sólidas líneas de contención en las cercanías de Retrogrado.
En febrero de 1918 existía el peligro real de que los alemanes se apoderasen de los buques de la Flota del Báltico. El Gobierno soviético ordenó que la flota cambiara su base de Helsingfors por la de Kronstadt. A la dirección de esta operación fueron agregados destacados especialistas: los almirantes A. Zelenói y A. Rúzhek, el capitán de navio M. Petrov, el capitán de fragata L. Antónov y otros. Bajo el mando del almirante A. Zelenói se realizó felizmente el heroico paso a Kronstadt de la flota del Báltico, integrada por 211 buques.
El 19 de marzo de 1918, el Gobierno soviético, después de haber discutido el problema en el Consejo Militar Superior, acordó incorporar ampliamente a los antiguos especialistas militares al Ejército Rojo. El 21 de marzo, el Consejo Militar Superior, a requerimiento de V. I. Lenin, dictó una orden que abolía el principio electivo en el ejército. De este modo se facilitó el amplio acceso de los antiguos oficiales y generales a las filas del Ejército Rojo. El 27 de marzo, el Comisariado del Pueblo de Asuntos Militares y el Consejo Militar Superior anunciaron oficialmente la incorporación de los especialistas militares al Ejército Rojo y "la institución de los comisarios militares como guardianes de los intereses supremos de la revolución y el socialismo".
El llamamiento a filas de los especialistas militares se efectuó primeramente en base al principio de la voluntariedad y a condición de una gran publicidad. Sin embargo, el aumento de los efectivos del Ejército Rojo, debido a la agudización de la guerra civil y a la ampliación de la intervención, hizo crecer la necesidad de especialistas militares. El Gobierno se vio obligado a recurrir a la movilización de los antiguos oficiales, a cuyo fin el V Congreso de los Soviets de toda Rusia adoptó el 10 de julio de 1918 la correspondiente disposición. Fundándose en ella, por decreto del 29 de julio de 1918, el Consejo de Comisarios del Pueblo de la Federación Rusa anunció la primera incorporación (parcial) de los antiguos oficiales al Ejército Rojo.
Durante 1918 y 1919 el Consejo de Comisarios del Pueblo y el Consejo de Defensa examinaron reiteradamente las cuestiones relacionadas con el registro y la utilización de las diferentes categorías de especialistas militares. Dado que se carecía casi por completo del registro de las personas sujetas al servicio militar, muchos oficiales podían eludir (como lo hicieron) su presentación a los centros de reclutamiento. No obstante, el 15 77 de agosto de 1920, según datos incompletos, ya se habían incorporado al Ejército Rojo 48.409 antiguos oficiales y generales en activo (sin contar los suboficiales y los asimilados a ellos). Además, en el Ejército Rojo servían 10.300 funcionarios militares, unos 14.000 médicos y 26.800 trabajadores sanitarios inferiores [77•6 .
Los antiguos especialistas militares constituían una parte muy considerable de los mandos del Ejército Rojo. Mijaíl Frunze, que en 1918 desempeñó cargos de alta responsabilidad en el Ejército Rojo, testimonia que en "los primeros años de existencia del Ejército Rojo la parte principal de los mandos estaba integrada por los restos del cuerpo de oficiales del antiguo ejército zarista, incorporados por nosotros a la obra de la organización militar. Esta fue una etapa completamente necesaria en el proceso de formación de la fuerza armada de nuestro Estado obrero y campesino" [77•7 . Según datos del historiador soviético Y. Petrov, el peso relativo de todos los antiguos especialistas militares en el personal de mando del Ejército Rojo en 1918 pasaba del 75%; en 1919 equivalía al 53%, y en 1920 al 42% [77•8 . Debe señalarse que esta proporción se redujo no porque los especialistas militares fuesen incorporados en menor número al Ejército Rojo o se les licenciara de él, sino en virtud de que aumentaron los mandos de procedencia obrera y campesina preparados en centros docentes militares y cursos o que se calificaron como tales en el frente. Como refiere V. Antónov-Ovséenko, que conocía bien la situación en los frentes, al finalizar la guerra civil, había entre el personal de mando un 6% de antiguos oficiales de carrera y un 28% de antiguos oficiales del período de la guerra [77•9 , o sea, en total, el 34%. Estos datos coinciden con los de otras fuentes autorizadas. Por ejemplo, según los documentos preparados para el IX Congreso de los Soviets (diciembre de 1921), el personal de mando del Ejército Rojo se componía en un 33,7% de oficiales y funcionarios militares del antiguo ejército" [77•10 . Estas mismas cifras las adujo Grigori (Sergó) Ordzhonikidze, uno de los más destacados dirigentes políticos del Ejército Rojo, en un informe presentado en 1922. Señalaba que "los oficiales del período de la guerra constituyen en el Ejército Rojo el 22,3%; los antiguos 78 funcionarios militares, el 6,1%, y los antiguos oficiales de carrera, el 5,6%. En total, el 34%, es decir, un tercio” [78•11 .
Teniendo en cuenta que en 1921 había en el Ejército Rojo 217.000 mandos de todos los grados y que la proporción de especialistas militares entre el personal de mando ascendía al 34%, puede deducirse que en las tropas soviéticas servían 70–75.000 antiguos oficiales y generales. Y si se toma en consideración que el 25 de octubre de 1917 el ejército ruso (el ejército de operaciones, las unidades de retaguardia y las organizaciones sociales, sin contar las tropas de repuesto y de reserva) contaba con 157.884 oficiales, debe reconocerse que casi la mitad del personal de mando del antiguo ejército servía en el Ejército Rojo.
tomado de la antigua web leninist.biz
Capítulo III INCORPORACIÓN DE LOS INTELECTUALES BURGUESES A LA DEFENSA DEL PAÍS Y A LA CONSTRUCCIÓN ECONÓMICA Y CULTURAL DURANTE LA GUERRA CIVIL
LOS ESPECIALISTAS MILITARES
Se publica en el Foro en dos mensajes
---mensaje nº 1---
La guerra civil impidió a los obreros y campesinos de la Rusia Soviética desplegar con la mayor amplitud la construcción de las bases del socialismo. La tregua de paz había concluido y el Gobierno soviético hubo de poner en tensión todas las fuerzas para rechazar a los numerosos enemigos.
Al intensificarse la guerra civil y la intervención militar, la tarea de defender el país, organizar el Ejército Rojo y dirigir las operaciones bélicas adquirió primordial importancia. El destino del primer Estado socialista del mundo dependía del acierto con que el Partido Comunista cumpliera esta tarea. Poner en pie de guerra a las empresas industriales, movilizar a las fuerzas científicas para la defensa y asegurar mandos al ejército requerían la existencia de especialistas cualificados, con experiencia, conocimientos e iniciativa.
En enero de 1918, un decreto del Gobierno soviético firmado por V. I. Lenin puso comienzo a la formación del Ejército Rojo. Obreros y campesinos se alistaban voluntariamente en él. Posteriormente, el reclutamiento para el Ejército Rojo se haría a base de llamamientos a filas y de movilizaciones. Sin embargo, contaba con muy pocos mandos expertos.
A los cargos de jefes y oficiales eran promovidos millares de soldados y marineros fieles a la revolución, así como suboficiales del Ejército y la Marina de Guerra zaristas que se habían curtido en la rigurosa prueba de la guerra mundial. Organizáronse escuelas y cursos de preparación de mandos. Muchos jefes y oficiales se forjaron en el fragor de la guerra civil, que fue una buena escuela de experiencia militar. Estos mandos del Ejército Rojo jugaron un papel de primer orden en la consecución de la 70 victoria del Estado soviético sobre los numerosos enemigos de la revolución.
El Partido Comunista incorporó ampliamente a la organización de las fuerzas armadas soviéticas a los especialistas militares del Ejército y la Marina de Guerra antiguos, no obstante las serias dificultades que esto suscitaba, sobre todo de carácter político.
En la Rusia anterior a la revolución el cuerpo de oficiales había sido uno de los principales puntales de la autocracia. El zarismo propagó intensamente entre la oficialidad el espíritu de casta, educándola en la fidelidad al trono y el odio a las masas trabajadoras. Sin embargo, el ascenso del movimiento revolucionario en el país obligó a parte de los oficiales a revisar sus convicciones políticas.
La guerra mundial influyó considerablemente en la radicalización del cuerpo de oficiales. Que el pueblo no necesitaba la guerra lo comprendieron no sólo los obreros y campesinos que se habían puesto el capote de soldado. A la misma conclusión llegó la mejor parte de la oficialidad. Por añadidura, debe tenerse en cuenta que en el transcurso de la guerra los militares de carrera, que eran los más reaccionarios entre la oficialidad, quedaron diluidos en gran parte entre los reservistas incorporados, a quienes eran ajenas las tradiciones y las ideas de los militares zaristas. A los contingentes de oficiales tuvieron acceso relativamente amplio hombres de la pequeña burguesía e incluso obreros. La Revolución de Febrero también coadyuvó en buen grado a la democratización del cuerpo de oficiales.
La Revolución de Octubre escindió el cuerpo de oficiales en varios grupos. Uno de ellos, pequeño hasta cierto punto, se solidarizó en seguida con los obreros y campesinos. Diéronse casos de oficiales, a veces de elevada graduación, que se presentaron ante los órganos del Poder soviético y ofrecieron sus servicios al pueblo revolucionario. No destituido todavía el Gobierno Provisional, el general N. Potápov, segundo jefe del Estado Mayor General y jefe del Servicio Logístico del Ejército, se puso a disposición de los bolcheviques. Esta decisión del conocido general contribuyó mucho a que gran número de altos oficiales del antiguo ejército definieran su actitud política.
Muchos mandos del ejército zarista, aunque no se pusieron voluntariamente al servicio del nuevo poder, desde los primeros días cumplieron incondicionalmente sus órdenes. Su adhesión a los Soviets se realizó exteriormente sin obstáculos, sin las atormentadoras dudas y vacilaciones propias de tales casos.
Parte considerable de los oficiales no reconoció el Poder soviético, pero tampoco emprendió la lucha manifiesta contra él; quedó a la expectativa. Estos oficiales procedían, principalmente, de las capas pequeñoburguesas. No querían combatir contra el pueblo, y por ello no se opusieron a los bolcheviques, que, como podían ver, gozaban del apoyo de las grandes masas trabajadoras.
Por último, un grupo de oficiales tan numeroso como el anterior, estrechamente vinculado a las clases explotadoras, se pasó sin tapujos al campo de la contrarrevolución, convirtiéndose en su fuerza de choque. En su inmensa mayoría, eran representantes de la vieja Rusia, enemigos ideológicos inconciliables del Estado obrero y campesino. La lucha contra ellos causó muchas pérdidas humanas.
Teniendo en cuenta la gran insuficiencia de mandos expertos para el Ejército Rojo, V. I. Lenin planteó la tarea, audaz, pero fundada en el análisis concreto de la situación, de incorporar a los especialistas militares burgueses a la organización del Ejército Rojo y a la defensa de la joven República de los Soviets frente a los ataques de sus numerosos enemigos. Se trataba no sólo de vencer las dudas de los “neutrales”, sino también de atraer hacia el pueblo revolucionario a los elementos vacilantes del campo de la contrarrevolución.
Lenin fue el primer marxista en el mundo que postuló la incorporación de los especialistas militares burgueses a la organización de un ejército de nuevo tipo.
En una situación sumamente compleja, V. I. Lenin supo ver que si no se utilizaban los conocimientos y la experiencia de los especialistas militares de la época zarista no se podría organizar el ejército obrero y campesino, en el plazo más breve, y sin él sería imposible salvaguardar las conquistas de la revolución socialista.
En este enfoque del problema, Lenin encontró el apoyo de la mayoría del Comité Central del Partido Bolchevique y de sus organizaciones locales; con él coincidieron destacados dirigentes del partido y del Estado. Sin embargo, en aquel tiempo no había completa unidad en el partido acerca de esta cuestión. A la línea leninista se opusieron significados funcionarios del partido y una parte de los comunistas de la base. Por ejemplo, G. Zinóviev, V. Volodarski y M. Lashévich, miembros del Comité Central, escribieron en Petrográdskaya pravda, en abril de 1918, que a los especialistas militares burgueses se les debía utilizar "en calidad de ordenanzas nuestros" y que cuando desapareciera la necesidad de los antiguos especialistas, se les tiraría como "un limón exprimido que ya no hace falta”. Huelga decir que todo esto no contribuía a lograr el entendimiento entre el Poder soviético y la intelectualidad.
Otra parte de los miembros del partido temían que. al admitir en el Ejército Rojo a los antiguos oficiales y generales, el partido debilitaría sus posiciones entre las masas y que se crearían objetivamente condiciones favorables para la restauración del poder de la burguesía. Especulando con estos estados de ánimo, los "comunistas de izquierda" declararon demagógicamente que V. I. Lenin aplicaba la política de restablecimiento del antiguo cuerpo de oficiales y del poder militar de los generales zaristas. Otro serio obstáculo era que parte considerable de los comunistas no comprendía que a los antiguos oficiales y generales del ejército zarista se les pudiera poner al servicio de la revolución y no creía que fueran capaces de actuar contra su clase. No fue casual que V. I. Lenin dedicase mucha atención a explicar a los equivocados y a los recelosos que era absolutamente necesario incorporar a los especialistas militares al Ejército Rojo y. por último, a desarrollar una tesonera lucha contra los enemigos convencidos de esta única línea correcta y a vencer su resistencia.
En la segunda mitad de marzo de 1918 se celebró una conferencia a la que asistieron representantes del Comisariado del Pueblo de Asuntos Militares y un grupo de antiguos generales zaristas que habían reconocido el Poder soviético. En esta conferencia una parte considerable de comunistas se pronunciaron contra la incorporación de los oficiales de carrera al Ejército Rojo.
Lenin rechazó resueltamente tales opiniones, señalando que era preciso adquirir conocimientos militares y aprender los métodos de dirección militar, y para ello había que instruirse con los especialistas militares.
Las discrepancias en el partido a este propósito resurgieron a finales de 1918, cuando en Pravda aparecieron unos artículos de los "comunistas de izquierda" V. Sorin y A. Kamenski. El primero de ellos, en el artículo titulado Los mandos y los comisarlos en el ejército de operaciones, criticaba duramente el proyecto de reglamento sobre las relaciones entre los Consejos Militares Revolucionarios y los mandos de los ejércitos y de los frentes, que establecía el mando único del jefe militar en los asuntos militares. La línea del partido orientada a utilizar a los especialistas militares en la defensa de la república era interpretada por V. Sorin como una entrega premeditada del poder en el ejército a los generales zaristas, como una línea tendente a debilitar la vigilancia revolucionaria de los militares comunistas, e instigaba a "combatir enérgicamente... las tentativas de cercenar la dictadura del Partido Comunista en el ejército" [73•1 .
En el artículo Hace mucho que se debe cambiar, A. Kamenski se solidarizó con el autor del otro artículo: "El camarada Sorin pregunta: "¿Cómo se atreven los mandos militares de Nicolás II a tener su propio poder en el país donde está en el poder la clase obrera?" Contestaré al camarada Sorin. Este poder se atreven a tenerlo en base a los artículos del proyecto citados por usted, y por eso hay que plantear otra cuestión diferente: ¿Cómo se atreven quienes confeccionan los proyectos a atribuir tales derechos a los contrarrevolucionarios nicolasianos?" [73•2 . Esto fue una calumnia contra la política del partido, que en modo alguno concedió a los antiguos generales un poder incompartido en el ejército, sino que, por el contrario, los puso bajo control.
La tentativa en plena guerra civil de desacreditar a través de la prensa central las bases de la política militar del partido estaba preñada de graves consecuencias, y por ello el Comité Central del partido reaccionó inmediatamente. El CC del PC (b) de Rusia, en su resolución especial "Acerca de la política del Departamento militar”, condenó con rigor los ataques calumniosos de A. Kamenski contra la política militar del partido. En la resolución se hacía hincapié en que la política del Departamento militar no era producto de las opiniones propias de algunas personas o grupos, que se aplicaba en conformidad con las directrices generales dadas por el partido, personificado en su Comité Central, y bajo su control directo. El Comité Central del partido subrayaba que la "responsabilidad por la política del Departamento Militar en conjunto recae sobre el partido" [73•3 . Los que se oponían a la utilización de los especialistas militares burgueses actuaron también en algunas organizaciones locales del partido. Mas debe señalarse que la mayoría de las organizaciones locales del partido y de los Soviets, así como las organizaciones del partido de las grandes unidades militares, se guiaban justamente por la situación real y apoyaban la línea leninista encaminada a incorporar a los especialistas militares a la organización del Ejército Rojo.
Un serio peligro para el País de los Soviets supuso la actitud de Trotski y sus adeptos, que confiaban ciegamente en los especialistas burgueses y se inclinaban ante su autoridad. En octubre de 1918. Trotski pidió que fuesen puestos en libertad todos los oficiales encarcelados como rehenes. El Pleno del CC del partido celebrado el 25 del mismo mes rechazó la propuesta de Trotski, indicando que "sólo procede poner en libertad a los oficiales respecto a los cuales no se haya comprobado que pertenecen al movimiento contrarrevolucionario"... Con la complicidad de Trotski se desmoronaron, y en febrero de 1919 fueron disueltas completamente, las comisiones de idoneidad, a las que se había confiado comprobar y seleccionar minuciosamente a los mandos antiguos antes de incorporarlos al Ejército Rojo.
Especulando con los sentimientos clasistas de algunos comunistas honrados, los “izquierdistas” lograron atraérselos y formar una oposición a V. I. Lenin y al Comité Central en el VIII Congreso del partido. La oposición aducía una serie de casos de traición de altos especialistas militares, se oponía a que se les utilizase en el ejército como mandos militares en general y exigía que se concediese a los miembros de los Consejos Militares Revolucionarios y a los comisarios el derecho a participar en la decisión de las operaciones y que a los antiguos especialistas sólo se les empleara como consejeros o jefes militares sin derechos de mando.
En el congreso, V. I. Lenin criticó acerbamente a los funcionarios del partido y militares que se oponían a la utilización correcta y razonable de los antiguos especialistas y pretendían volver a la dirección colectiva y a los métodos de guerrilla. El VIII Congreso del partido apoyó a Lenin. Señaló que incluso si el Ejército Rojo obtenía la posibilidad, en el curso de algunos años, de formarse metódicamente y preparar para sí, a la vez, nuevo personal de mando, tampoco había ningún motivo fundamental para renunciar a la incorporación de los especialistas militares que "o bien en su fuero interno se han puesto de piarte del Poder soviético, o bien por la fuerza de las circunstancias se ven obligados a servirle de buena fe" [74•4 .
Las resoluciones del congreso coadyuvaron a robustecer la capacidad combativa del Ejército Rojo y al establecimiento de relaciones normales entre la masa de soldados rojos y los especialistas militares. "Los especialistas militares —recordaba el Mariscal de la Unión Soviética G. Zhúkov—, que habían estado atentos a las deliberaciones del VIII Congreso del partido, comprendieron que el partido tenía confianza en ellos, les apreciaba y les atendía. Acercáronse bastante más a la masa de soldados rojos y a las organizaciones del partido. Los mandos 75 que habían sido oficiales del antiguo ejército zarista desplegaron más actividad y fueron más exigentes en orden a la disciplina y el servicio de las tropas. Todo esto repercutió favorablemente en su estado de preparación militar general y capacidad combativa. Los intentos de quebrantar la confianza en los antiguos oficiales fueron atajados enérgicamente por los comisarios, los instructores políticos y del partido e incluso los propios soldados rojos" [75•5 .
La política de utilización de los especialistas militares la empezó a aplicar el partido inmediatamente después de la victoria de la Revolución de Octubre. Por una disposición especial del Departamento militar soviético de diciembre de 1917 se fijaron las normas de licénciamiento de los oficiales y funcionarios militares del antiguo ejército. Fue prohibido a los especialistas militares retirarse sin autorización del ejército. A los que abandonaban las unidades sin permiso para ello se les obligaba a volver al lugar donde prestaban su servicio.
A los especialistas militares se les incorporó a las operaciones bélicas contra los enemigos de la República Soviética. Ya en el rechazo de la ofensiva de las tropas del general Krasnov sobre el Petrogrado revolucionario (28–31 de octubre de 1917) participaron especialistas del antiguo ejército. A fines de octubre de 1917 se formó en Moguiliov, por orden de V. I. Lenin, el Estado Mayor Revolucionario de Campaña para hacer frente a la contrarrevolución, presidido por el alférez, de la Guardia M. Ter-Arutiuniants, que era bolchevique. Dirigía la sección de operaciones el coronel I. Vatsetis, quien en unión de su regimiento de fusileros letones se pasó al Poder soviético. Durante enero y febrero de 1918 combatieron en el Don contra el general Kaledin destacamentos mandados por los antiguos oficiales zaristas R. Sivers e Y. Sablin. En los Urales el alférez de navio S. Pávlov, bolchevique, mandó el Destacamento operativo del Norte.
Fueron más los antiguos oficiales y generales que participaron en los combates contra las tropas de la Alemania imperial, viendo en ello un deber patriótico. A iniciativa de V. I. Lenin, un grupo de especialistas militares se ocupó en febrero de 1918 de la organización de la defensa de Petrogrado cuando surgió la amenaza de que fuese invadido por las tropas alemanas. El plan de la defensa de Petrogrado que elaboró dicho grupo de especialistas fue discutido el 22 de febrero en sesión ampliada del Presidium del Comité Ejecutivo Central de toda Rusia e 76 inmediatamente después se inició la puesta en práctica del mismo. Gracias en parte considerable a los especialistas militares se pudieron formar sólidas líneas de contención en las cercanías de Retrogrado.
En febrero de 1918 existía el peligro real de que los alemanes se apoderasen de los buques de la Flota del Báltico. El Gobierno soviético ordenó que la flota cambiara su base de Helsingfors por la de Kronstadt. A la dirección de esta operación fueron agregados destacados especialistas: los almirantes A. Zelenói y A. Rúzhek, el capitán de navio M. Petrov, el capitán de fragata L. Antónov y otros. Bajo el mando del almirante A. Zelenói se realizó felizmente el heroico paso a Kronstadt de la flota del Báltico, integrada por 211 buques.
El 19 de marzo de 1918, el Gobierno soviético, después de haber discutido el problema en el Consejo Militar Superior, acordó incorporar ampliamente a los antiguos especialistas militares al Ejército Rojo. El 21 de marzo, el Consejo Militar Superior, a requerimiento de V. I. Lenin, dictó una orden que abolía el principio electivo en el ejército. De este modo se facilitó el amplio acceso de los antiguos oficiales y generales a las filas del Ejército Rojo. El 27 de marzo, el Comisariado del Pueblo de Asuntos Militares y el Consejo Militar Superior anunciaron oficialmente la incorporación de los especialistas militares al Ejército Rojo y "la institución de los comisarios militares como guardianes de los intereses supremos de la revolución y el socialismo".
El llamamiento a filas de los especialistas militares se efectuó primeramente en base al principio de la voluntariedad y a condición de una gran publicidad. Sin embargo, el aumento de los efectivos del Ejército Rojo, debido a la agudización de la guerra civil y a la ampliación de la intervención, hizo crecer la necesidad de especialistas militares. El Gobierno se vio obligado a recurrir a la movilización de los antiguos oficiales, a cuyo fin el V Congreso de los Soviets de toda Rusia adoptó el 10 de julio de 1918 la correspondiente disposición. Fundándose en ella, por decreto del 29 de julio de 1918, el Consejo de Comisarios del Pueblo de la Federación Rusa anunció la primera incorporación (parcial) de los antiguos oficiales al Ejército Rojo.
Durante 1918 y 1919 el Consejo de Comisarios del Pueblo y el Consejo de Defensa examinaron reiteradamente las cuestiones relacionadas con el registro y la utilización de las diferentes categorías de especialistas militares. Dado que se carecía casi por completo del registro de las personas sujetas al servicio militar, muchos oficiales podían eludir (como lo hicieron) su presentación a los centros de reclutamiento. No obstante, el 15 77 de agosto de 1920, según datos incompletos, ya se habían incorporado al Ejército Rojo 48.409 antiguos oficiales y generales en activo (sin contar los suboficiales y los asimilados a ellos). Además, en el Ejército Rojo servían 10.300 funcionarios militares, unos 14.000 médicos y 26.800 trabajadores sanitarios inferiores [77•6 .
Los antiguos especialistas militares constituían una parte muy considerable de los mandos del Ejército Rojo. Mijaíl Frunze, que en 1918 desempeñó cargos de alta responsabilidad en el Ejército Rojo, testimonia que en "los primeros años de existencia del Ejército Rojo la parte principal de los mandos estaba integrada por los restos del cuerpo de oficiales del antiguo ejército zarista, incorporados por nosotros a la obra de la organización militar. Esta fue una etapa completamente necesaria en el proceso de formación de la fuerza armada de nuestro Estado obrero y campesino" [77•7 . Según datos del historiador soviético Y. Petrov, el peso relativo de todos los antiguos especialistas militares en el personal de mando del Ejército Rojo en 1918 pasaba del 75%; en 1919 equivalía al 53%, y en 1920 al 42% [77•8 . Debe señalarse que esta proporción se redujo no porque los especialistas militares fuesen incorporados en menor número al Ejército Rojo o se les licenciara de él, sino en virtud de que aumentaron los mandos de procedencia obrera y campesina preparados en centros docentes militares y cursos o que se calificaron como tales en el frente. Como refiere V. Antónov-Ovséenko, que conocía bien la situación en los frentes, al finalizar la guerra civil, había entre el personal de mando un 6% de antiguos oficiales de carrera y un 28% de antiguos oficiales del período de la guerra [77•9 , o sea, en total, el 34%. Estos datos coinciden con los de otras fuentes autorizadas. Por ejemplo, según los documentos preparados para el IX Congreso de los Soviets (diciembre de 1921), el personal de mando del Ejército Rojo se componía en un 33,7% de oficiales y funcionarios militares del antiguo ejército" [77•10 . Estas mismas cifras las adujo Grigori (Sergó) Ordzhonikidze, uno de los más destacados dirigentes políticos del Ejército Rojo, en un informe presentado en 1922. Señalaba que "los oficiales del período de la guerra constituyen en el Ejército Rojo el 22,3%; los antiguos 78 funcionarios militares, el 6,1%, y los antiguos oficiales de carrera, el 5,6%. En total, el 34%, es decir, un tercio” [78•11 .
Teniendo en cuenta que en 1921 había en el Ejército Rojo 217.000 mandos de todos los grados y que la proporción de especialistas militares entre el personal de mando ascendía al 34%, puede deducirse que en las tropas soviéticas servían 70–75.000 antiguos oficiales y generales. Y si se toma en consideración que el 25 de octubre de 1917 el ejército ruso (el ejército de operaciones, las unidades de retaguardia y las organizaciones sociales, sin contar las tropas de repuesto y de reserva) contaba con 157.884 oficiales, debe reconocerse que casi la mitad del personal de mando del antiguo ejército servía en el Ejército Rojo.
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Última edición por pedrocasca el Miér Mar 21, 2012 8:36 pm, editado 4 veces