La Gran Revolución de Octubre y Los Intelectuales - Páginas de la historia de la incorporación de los intelectuales de la época zarista a la construcción del socialismo - libro de S. Fediukin
tomado de la antigua web leninists.biz - Se publica en dos mensajes en el Foro
Capítulo II LA POLÍTICA DEL PARTIDO COMUNISTA CON LOS INTELECTUALES DE LA RUSIA ZARISTA
---mensaje nº 1---
V. I. LENIN ACERCA DE LA UTILIZACIÓN DE LOS ESPECIALISTAS BURGUESES COMO UNA FORMA DE LA LUCHA DE CLASES
La clase obrera de Rusia empezó a construir el socialismo en una situación extraordinariamente complicada y difícil. La guerra mundial había dejado extenuada la ya de por sí débil economía del país. La industria sufría una aguda insuficiencia de mano de obra, materias primas y equipo. Las fuerzas productivas de la agricultura también habían sido quebrantadas. La población del inmenso país pasaba hambre. El poder de los obreros y campesinos debía hacer frente a la encarnizada resistencia de la contrarrevolución interior, apoyada por los imperialistas extranjeros.
La falta casi absoluta de personal cualificado para dirigir el Estado, la economía y el ejército planteaba arduas tareas a la clase obrera y al Gobierno revolucionario. Es natural, pues, que en el período inicial de la existencia del Estado soviético fuera importantísimo incorporar a los intelectuales de la Rusia zarista a la construcción del socialismo, a la defensa del país y a la preparación de nuevos especialistas entre los obreros y campesinos. "La cuestión de los especialistas burgueses está planteada en el ejército, en la industria, en las cooperativas, en todas partes. Es una cuestión muy importante en el período de transición del capitalismo al comunismo" [42•1 , dijo V. I. Lenin en el VIII Congreso del partido.
La historia de la lucha revolucionaria no conocía la experiencia de utilización a gran escala por los obreros y los campesinos, de especialistas ajenos a su causa y, en muchos casos, hostiles a ella. Esta cuestión tampoco había sido elaborada teóricamente. Lenin señaló: "Cuando incluimos en el programa revolucionario de nuestro partido el problema de los especialistas, resumíamos la experiencia práctica de nuestro partido sobre uno de los problemas más importantes. No recuerdo que los precedentes maestros del socialismo, que previeron mucho de la futura revolución socialista y señalaron muchos de sus rasgos, no recuerdo, digo, que se manifestaran sobre este problema" [43•2 .
En la solución del problema de la incorporación de los intelectuales que la vieja sociedad había dejado al Estado proletario, el Partido Comunista se rigió por los planteamientos básicos formulados por V. I. Lenin y por sus indicaciones prácticas.
En muchas de sus obras que tratan del período prerrevolucionario, Lenin puso al descubierto la naturaleza de clase de los intelectuales como capa social intermedia que vacila entre las clases fundamentales de la sociedad y trazó las vías y formas de utilización de los especialistas burgueses. En su obra ¿Se mantendrán los bolcheviques en el podef. (septiembre de 1917), escribió que el proletariado, después de tomar el poder, pone a su servicio a los economistas, ingenieros, agrónomos y otros especialistas, pero implanta obligatoriamente sobre ellos el control de las organizaciones obreras.
Lenin dispensó especial importancia a este problema después de la conquista del poder político por el proletariado, cuando la naciente República Soviética perseguía el objetivo de aprovechar para la transformación socialista de Rusia todas las realizaciones de la ciencia, la técnica y la cultura del capitalismo. Lenin consideraba que el socialismo hay que empezar a construirlo sobre la base tecnoeconómica que ha quedado de la vieja sociedad, utilizando por todos los medios a la intelectualidad burguesa, en cuyos conocimientos, habilidad y experiencia está personificado el aspecto “espiritual” de la producción capitalista. "... Del capitalismo aplastado no se puede vivir —señalaba—. Hay que tomar toda la cultura que dejó el capitalismo y construir el socialismo a base de ella. Hay que tomar toda la ciencia, la técnica, todos los conocimientos, el arte. Sin eso no podemos edificar la vida de la sociedad comunista. Y esa ciencia, esa técnica y ese arte los poseen los especialistas, están en sus cabezas" [43•3 .
Lenin advertía que la tarea de atraer a los especialistas de la vieja sociedad a la construcción del socialismo, con abstracción 44 de sus ideas políticas, es compleja y difícil, pero, a la vez, no hay más remedio que cumplirla, porque tiene inmenso alcance para el proletariado. No es casual, pues, que V. I. Lenin caracterizase la utilización de los intelectuales burgueses como una forma de la lucha de clases. [44•4 Ahora bien, es una forma especial de la lucha de clases, que se distingue sustancialmente de formas como el aplastamiento de la resistencia de las clases explotadoras, la guerra civil y otras.
No era una forma de lucha de clase contra la intelectualidad como tal, sino una lucha por ella.
En tanto que respecto a las antiguas clases explotadoras el proletariado seguía la política de aplastamiento de su resistencia, en orden a la intelectualidad de la época zarista el Partido Comunista se orientaba a ejercer una "sistemát(ica) influencia rectora (también = lucha, pero de género especial, superación, verdad es, de cierta resistencia, pero completamente distinta...)" [44•5 . AI mismo tiempo, esta forma de la lucha de clases presuponía que el sujeto paciente de la influencia no era sólo la intelectualidad. El Partido Comunista debería llevar a cabo una tesonera y sistemática labor a fin de hacer cambiar la actitud de la clase obrera y todas las masas trabajadoras hacia los intelectuales. Es más, se necesitaba lograr la unidad de criterio y de acción en el propio seno del partido, venciendo los estados de ánimo sectarios de izquierda y nihilistas entre una parte de los comunistas. Por lo tanto, esta forma de la lucha de clases era multifacética y complicada, no estando exenta de contradicciones dialécticas.
A juicio de V. I. Lenin, una condición imprescindible de la incorporación de los intelectuales de la Rusia zarista a la construcción del socialismo era la implantación del control sobre su actividad por parte de la clase obrera y de su partido. El Partido Comunista y la clase obrera invitaban a los intelectuales a colaborar activamente. Para asumir la dirección política de la sociedad, la clase obrera había sido preparada por toda la experiencia anterior de la lucha de clases y no estaba dispuesta a ceder a nadie su "mando supremo”. Mas en lo que se refería al ejercicio práctico de su dictadura, a la "técnica de la gobernación”, a la aptitud, apoyada en fundamentos científicos, para organizar la vida económica y cultural del país, la experiencia del proletariado victorioso era escasa y debería adquirirla. Por ello, V. I. Lenin consideraba necesario que los obreros y campesinos aprendieran de modo sistemático y perseverante las enseñanzas de estos intelectuales, de los especialistas en el ámbito de la ciencia, la técnica, la cultura y el arte militar. Podríamos aducir numerosos ejemplos demostrativos de cómo Lenin criticaba acerbamente la presunción burocrática y la propia idea de que la clase obrera no tenía que aprender nada de la burguesía vencida. "Nuestra tarea —dijo— es atraer, a modo de ensayo, gran cantidad de especialistas, remplazados luego mediante el adiestramiento de nuevo personal de mando, de un nuevo conjunto de especialistas que habrán de aprender el dificilísimo, nuevo y comlejo oficio de administrar" [45•6 .
Para Lenin, el problema de la participación de los especialistas del viejo régimen en la construcción soviética estaba ligado indisolublemente con la cuestión general de la actitud hacia la herencia cultural del pasado. Señaló una y otra vez que eran los trabajadores, con todo derecho, los herederos de la "suma de conocimientos humanos" y que sin llegar a poseer esta herencia, sin conocer todas las realizaciones de la cultura universal no podrían poner manos a la construcción de la cultura del futuro, la cultura socialista, y, por consiguiente, serían incapaces de edificar el socialismo. Lenin entendía que el conocimiento y la transformación con sentido creador de la cultura creada a lo largo del desarrollo de la sociedad humana constituían una condición obligatoria e indispensable.
Definir claramente la posición del Partido Comunista en orden a la herencia cultural del pasado era importante también para atraerse moralmente a las fuerzas culturales de la nación, pues los intelectuales burgueses cambiarían su actitud hacia el proletariado, serían vencidos moralmente y empezarían a ponerse de su parte nada más que cuando viesen en la realidad que las capas avanzadas de la clase obrera no sólo tenían en alta estima la cultura, sino que ayudaban a llevarla a las masas.
En aquellos tiempos estaban extendidas entre círculos bastante amplios de la intelectualidad de la Rusia zarista las tendenciosas ideas de que la revolución provoca el derrumbamiento general de la cultura y la muerte de la civilización. Los intelectuales burgueses, perplejos, desesperados, gemebundos, repitiendo los viejos prejuicios, intimidados y asustándose a sí mismos, lloraban la cultura “pereciente”. Atribuían a todos los trabajadores el anarquismo de las capas pequeñoburguesas, que les atemorizaba y repelía. El académico S. Oldenburg, refiriéndose a sus inquietudes en aquellos complicados días, las describía con estas palabras: "Sobre todo era grande el peligro para la cultura, cuyas profundas raíces arrancaban de la vieja vida anterior y, por eso, parecía a menudo completamente inaceptable o poco adecuada para el nuevo régimen. De ahí que fuera excepcionalmente difícil encontrar en este aspecto el verdadero camino. Hubo momentos en que parecía llegar el fin de la cultura, y de la ciencia, ligada a ella, en que parecía que nadie las necesitaba en aquella gran revolución realizada con tanta rapidez".
Los literatos mencheviques y eseristas instigaban los juicios pesimistas sobre los procesos históricos y espirituales suscitados por la Revolución de Octubre. Y debe decirse que muchos intelectuales de la época zarista picaron en el anzuelo de las falaces afirmaciones que culpaban a los bolcheviques de la destrucción de la civilización, no vieron más que el derrumbamiento de lo viejo y declararon abiertamente que no trabajarían bajo la dirección del Poder soviético.
Complicó la situación el que V. I. Lenin y el Partido Comunista hubieron de luchar contra la actitud nihilista mantenida por Proletkult. Aprovechándose del inmenso afán de conocimientos y de cultura que mostraba el pueblo, Proletkult extendió por todo el país una red de clubes obreros, círculos literarios, estudios de artes plásticas y grupos teatrales. Todo esto era muy necesario y útil. Sin embargo, los dirigentes de Proletkult divergían radicalmente en sus planteamientos de la política del Partido Comunista. Declaraban que la tarea primordial de la clase obrera consistía en crear una "cultura proletaria específica”, que repudiara por entero la herencia de las generaciones anteriores. Los dirigentes de Proletkult rechazaban las mejores obras del genio humano fundándose en que habían sido creadas en las condiciones de la sociedad explotadora. Estos “revolucionarios” incitaban a destruir los museos, a "quemar a Rafael”, a "pisotear las flores del arte”. Proponían suprimir en las escuelas la enseñanza de la historia y de la literatura clásica, reducir los cursos de ciencias naturales, etcétera.
Los ideólogos de Proletkult menospreciaban a la intelectualidad artística de la época zarista, pues consideraban que la tarea de la construcción de la cultura proletaria sólo podía ser cumplida por las fuerzas del propio proletariado, esto es, por los científicos, pintores, artistas, ingenieros, etcétera, salidos de su seno. Incluso la idea misma del carácter del arte proletario se reducía en ellos a negar el contenido ideofigurativo del arte y su significación estética.
Lenin fustigó despiadadamente a los ideólogos de Proletkult, tildándoles de fantaseadores aislados de la vida, que podían inferir considerable daño al Estado y al pueblo. En su discurso en el III Congreso del Komsomol, celebrado en octubre de 1920, dijo: "La cultura proletaria no surge de fuente desconocida, no es una invención de los que se llaman especialistas en cultura proletaria. Eso es pura necedad. La cultura proletaria tiene que ser el desarrollo lógico del acervo de conocimientos conquistados por la humanidad bajo el yugo de la sociedad capitalista, de la sociedad terrateniente, de la sociedad burocrática" [47•7 .
A la vez, V. I. Lenin y el Partido Comunista subrayaban que heredar la cultura del pasado y penetrarse de ella no significaba ser poco escrupulosos en la selección del acervo cultural. Combatieron porfiadamente los intentos de enfocar con criterio simplista y global la herencia cultural y se opusieron a quienes afirmaban que era posible aprovechar incondicionalmente y sin crítica alguna todos los elementos de la vieja cultura. Heredar la cultura de la sociedad precedente significaba que se debía separar de ella todo lo rutinario, reaccionario y antipopular y poner al servicio de la nueva sociedad todos los elementos valiosos, saludables y democráticos contenidos en ella.
Como ya se ha dicho, parte considerable de la intelectualidad burguesa reaccionó hostilmente ante la Revolución de Octubre o se declaró neutral respecto al poder proletario. ¿Cuál fue la actitud del Poder soviético hacia los diferentes grupos de la intelectualidad?
En cuanto a los intelectuales que se habían alistado en el campo de la contrarrevolución y los intervencionistas, contra ellos se sostuvo una lucha sin cuartel, que llegaba hasta el terror. Pero en cuanto estos intelectuales empezaron a vacilar y desde las posiciones enemigas fueron pasando a las de neutralidad y de colaboración con el Poder soviético, con ellos se establecieron relaciones de entendimiento y de buena vecindad.
No tuvo nada de extraño ni fue inesperado que cierta parte de los intelectuales burgueses se proclamara neutral ante el poder de los obreros y campesinos y declarase que se mantenía "al margen de la política”, pues no hay revoluciones que puedan triunfar y convencer de pronto, logrando que al momento se ponga la fe en ellas. Hubiera sido ingenuo esperar que inmediatamente después de la toma del poder por el proletariado todas las clases y capas de la sociedad harían suya la ideología socialista. La tarea no estribaba en que al día siguiente 48 de la revolución se hicieran partidarios de ella los que sustentaban otras ideas. El objetivo del partido consistía en atraer a la obra del robustecimiento de la nueva sociedad y conquistar moralmente a los intelectuales que se decían neutrales. Más aún, V. I. Lenin consideraba la neutralidad como un peldaño en la vía de la intelectualidad hacia el reconocimiento de las ideas socialistas: "... de la hostilidad al bolchevismo pasar a la neutralidad, y luego a apoyarlo..." [48•8 .
Huelga decir que en una situación de encarnizada lucha de clases la neutralidad de la pequeña burguesía y de los intelectuales no es más que una ficción, un prejuicio político. El intelectual que se definiese como neutral entraría a servir a los enemigos del Poder soviético apenas la contrarrevolución alcanzara cualquier éxito, por pequeño que fuera. Así y todo, esta neutralidad inconsistente, vacilante e indefinida fue reconocida y ayudó al robustecimiento del Poder soviético. Si el Partido Comunista hubiese visto en la neutralidad de los intelectuales un mal absoluto y hubiera conducido la lucha contra él partiendo de que el neutral es un enemigo, en realidad o en potencia, entonces, como dijera Lenin, nos habríamos desbaratado a sí mismos. Desarrollando esta idea, Lenin añadió: "Y cuando dicen que quieren ser neutrales y vivir en términos de buena vecindad con nosotros, respondemos: eso es, precisamente, lo que deseamos" [48•9 .
Además, los comunistas razonaban como hombres prácticos: en unas condiciones de agudísima falta de especialistas cualificados, era necesario utilizar a la intelectualidad neutral, apolítica, y sacar de esa actitud suya el mayor provecho posible. Había que llegar a un acuerdo con ella, establecer un compromiso. Es más, habría sido un error temer el espíritu reaccionario de tales o cuales elementos, inevitable en el primer período de la existencia del Poder soviético. Por el contrario, era preciso atraerlos ampliamente a la obra de la construcción y de la defensa del Estado socialista.
La neutralidad de los intelectuales fue, hasta cierto momento, ventajosa para el Poder soviético. Por sus concepciones ideológicas, la intelectualidad, sobre todo sus altas esferas, estaba más cerca de la burguesía que de la clase obrera, y si, esgrimiendo un “apoliticismo” y una “neutralidad” espectrales no se había decidido a levantar la espada por la contrarrevolución, sino que tomó el camino de la colaboración con el Poder soviético, esto debía ser apreciado como un fenómeno positivo. De otro modo, habrían ganado los enemigos de la revolución y el Poder soviético se hubiera visto privado de un número considerable de especialistas altamente cualificados. En aquel tiempo para el Estado soviético fue preferible que cierta parte de los intelectuales se mantuviera ajena a los partidos, apolítica y neutral a que tomara parte en la lucha activa contra la dictadura del proletariado.
A la par que veía en la neutralidad de los intelectuales un fenómeno objetivamente útil para el Poder soviético, el Partido Comunista les explicaba que debían abandonar su neutralismo y que no era posible que viviesen en la sociedad soviética y permanecieran extraños a sus intereses y aspiraciones.
La política leninista de incorporación de los intelectuales burgueses a la dirección de la economía y del ejército y al desarrollo de la cultura fue objeto de virulentos ataques de los grupos oportunistas, sobre todo el de los "comunistas de izquierda" [49•10 . Por ejemplo, a comienzos de 1918, en sus Tesis sobre el momento actual, los “izquierdistas”, en vez de analizar sensatamente la situación y tomar en consideración el estado real de las fuerzas, levantaron un alboroto demagógico, acusando a V. I. Lenin de que aplicaba una política de "restablecimiento de la dirección de los capitalistas”, de "centralización burocrática de la República Soviética y trapichees de gabinete con negociantes burgueses y pequeñoburgueses”. En los momentos en que la clase obrera estaba dedicada a cumplir complejas tareas de organización, los “izquierdistas” seguían enseñando los dientes a las medidas prácticas del partido para organizar la economía, sobre todo en lo que se refería a la utilización de los especialistas burgueses. La opinión de los "comunistas de izquierda" de que los especialistas burgueses eran un elemento puramente parasitario, del que, en realidad, se podía prescindir en la producción, sólo hacía el juego a los enemigos del Poder soviético.
tomado de la antigua web leninists.biz - Se publica en dos mensajes en el Foro
Capítulo II LA POLÍTICA DEL PARTIDO COMUNISTA CON LOS INTELECTUALES DE LA RUSIA ZARISTA
---mensaje nº 1---
V. I. LENIN ACERCA DE LA UTILIZACIÓN DE LOS ESPECIALISTAS BURGUESES COMO UNA FORMA DE LA LUCHA DE CLASES
La clase obrera de Rusia empezó a construir el socialismo en una situación extraordinariamente complicada y difícil. La guerra mundial había dejado extenuada la ya de por sí débil economía del país. La industria sufría una aguda insuficiencia de mano de obra, materias primas y equipo. Las fuerzas productivas de la agricultura también habían sido quebrantadas. La población del inmenso país pasaba hambre. El poder de los obreros y campesinos debía hacer frente a la encarnizada resistencia de la contrarrevolución interior, apoyada por los imperialistas extranjeros.
La falta casi absoluta de personal cualificado para dirigir el Estado, la economía y el ejército planteaba arduas tareas a la clase obrera y al Gobierno revolucionario. Es natural, pues, que en el período inicial de la existencia del Estado soviético fuera importantísimo incorporar a los intelectuales de la Rusia zarista a la construcción del socialismo, a la defensa del país y a la preparación de nuevos especialistas entre los obreros y campesinos. "La cuestión de los especialistas burgueses está planteada en el ejército, en la industria, en las cooperativas, en todas partes. Es una cuestión muy importante en el período de transición del capitalismo al comunismo" [42•1 , dijo V. I. Lenin en el VIII Congreso del partido.
La historia de la lucha revolucionaria no conocía la experiencia de utilización a gran escala por los obreros y los campesinos, de especialistas ajenos a su causa y, en muchos casos, hostiles a ella. Esta cuestión tampoco había sido elaborada teóricamente. Lenin señaló: "Cuando incluimos en el programa revolucionario de nuestro partido el problema de los especialistas, resumíamos la experiencia práctica de nuestro partido sobre uno de los problemas más importantes. No recuerdo que los precedentes maestros del socialismo, que previeron mucho de la futura revolución socialista y señalaron muchos de sus rasgos, no recuerdo, digo, que se manifestaran sobre este problema" [43•2 .
En la solución del problema de la incorporación de los intelectuales que la vieja sociedad había dejado al Estado proletario, el Partido Comunista se rigió por los planteamientos básicos formulados por V. I. Lenin y por sus indicaciones prácticas.
En muchas de sus obras que tratan del período prerrevolucionario, Lenin puso al descubierto la naturaleza de clase de los intelectuales como capa social intermedia que vacila entre las clases fundamentales de la sociedad y trazó las vías y formas de utilización de los especialistas burgueses. En su obra ¿Se mantendrán los bolcheviques en el podef. (septiembre de 1917), escribió que el proletariado, después de tomar el poder, pone a su servicio a los economistas, ingenieros, agrónomos y otros especialistas, pero implanta obligatoriamente sobre ellos el control de las organizaciones obreras.
Lenin dispensó especial importancia a este problema después de la conquista del poder político por el proletariado, cuando la naciente República Soviética perseguía el objetivo de aprovechar para la transformación socialista de Rusia todas las realizaciones de la ciencia, la técnica y la cultura del capitalismo. Lenin consideraba que el socialismo hay que empezar a construirlo sobre la base tecnoeconómica que ha quedado de la vieja sociedad, utilizando por todos los medios a la intelectualidad burguesa, en cuyos conocimientos, habilidad y experiencia está personificado el aspecto “espiritual” de la producción capitalista. "... Del capitalismo aplastado no se puede vivir —señalaba—. Hay que tomar toda la cultura que dejó el capitalismo y construir el socialismo a base de ella. Hay que tomar toda la ciencia, la técnica, todos los conocimientos, el arte. Sin eso no podemos edificar la vida de la sociedad comunista. Y esa ciencia, esa técnica y ese arte los poseen los especialistas, están en sus cabezas" [43•3 .
Lenin advertía que la tarea de atraer a los especialistas de la vieja sociedad a la construcción del socialismo, con abstracción 44 de sus ideas políticas, es compleja y difícil, pero, a la vez, no hay más remedio que cumplirla, porque tiene inmenso alcance para el proletariado. No es casual, pues, que V. I. Lenin caracterizase la utilización de los intelectuales burgueses como una forma de la lucha de clases. [44•4 Ahora bien, es una forma especial de la lucha de clases, que se distingue sustancialmente de formas como el aplastamiento de la resistencia de las clases explotadoras, la guerra civil y otras.
No era una forma de lucha de clase contra la intelectualidad como tal, sino una lucha por ella.
En tanto que respecto a las antiguas clases explotadoras el proletariado seguía la política de aplastamiento de su resistencia, en orden a la intelectualidad de la época zarista el Partido Comunista se orientaba a ejercer una "sistemát(ica) influencia rectora (también = lucha, pero de género especial, superación, verdad es, de cierta resistencia, pero completamente distinta...)" [44•5 . AI mismo tiempo, esta forma de la lucha de clases presuponía que el sujeto paciente de la influencia no era sólo la intelectualidad. El Partido Comunista debería llevar a cabo una tesonera y sistemática labor a fin de hacer cambiar la actitud de la clase obrera y todas las masas trabajadoras hacia los intelectuales. Es más, se necesitaba lograr la unidad de criterio y de acción en el propio seno del partido, venciendo los estados de ánimo sectarios de izquierda y nihilistas entre una parte de los comunistas. Por lo tanto, esta forma de la lucha de clases era multifacética y complicada, no estando exenta de contradicciones dialécticas.
A juicio de V. I. Lenin, una condición imprescindible de la incorporación de los intelectuales de la Rusia zarista a la construcción del socialismo era la implantación del control sobre su actividad por parte de la clase obrera y de su partido. El Partido Comunista y la clase obrera invitaban a los intelectuales a colaborar activamente. Para asumir la dirección política de la sociedad, la clase obrera había sido preparada por toda la experiencia anterior de la lucha de clases y no estaba dispuesta a ceder a nadie su "mando supremo”. Mas en lo que se refería al ejercicio práctico de su dictadura, a la "técnica de la gobernación”, a la aptitud, apoyada en fundamentos científicos, para organizar la vida económica y cultural del país, la experiencia del proletariado victorioso era escasa y debería adquirirla. Por ello, V. I. Lenin consideraba necesario que los obreros y campesinos aprendieran de modo sistemático y perseverante las enseñanzas de estos intelectuales, de los especialistas en el ámbito de la ciencia, la técnica, la cultura y el arte militar. Podríamos aducir numerosos ejemplos demostrativos de cómo Lenin criticaba acerbamente la presunción burocrática y la propia idea de que la clase obrera no tenía que aprender nada de la burguesía vencida. "Nuestra tarea —dijo— es atraer, a modo de ensayo, gran cantidad de especialistas, remplazados luego mediante el adiestramiento de nuevo personal de mando, de un nuevo conjunto de especialistas que habrán de aprender el dificilísimo, nuevo y comlejo oficio de administrar" [45•6 .
Para Lenin, el problema de la participación de los especialistas del viejo régimen en la construcción soviética estaba ligado indisolublemente con la cuestión general de la actitud hacia la herencia cultural del pasado. Señaló una y otra vez que eran los trabajadores, con todo derecho, los herederos de la "suma de conocimientos humanos" y que sin llegar a poseer esta herencia, sin conocer todas las realizaciones de la cultura universal no podrían poner manos a la construcción de la cultura del futuro, la cultura socialista, y, por consiguiente, serían incapaces de edificar el socialismo. Lenin entendía que el conocimiento y la transformación con sentido creador de la cultura creada a lo largo del desarrollo de la sociedad humana constituían una condición obligatoria e indispensable.
Definir claramente la posición del Partido Comunista en orden a la herencia cultural del pasado era importante también para atraerse moralmente a las fuerzas culturales de la nación, pues los intelectuales burgueses cambiarían su actitud hacia el proletariado, serían vencidos moralmente y empezarían a ponerse de su parte nada más que cuando viesen en la realidad que las capas avanzadas de la clase obrera no sólo tenían en alta estima la cultura, sino que ayudaban a llevarla a las masas.
En aquellos tiempos estaban extendidas entre círculos bastante amplios de la intelectualidad de la Rusia zarista las tendenciosas ideas de que la revolución provoca el derrumbamiento general de la cultura y la muerte de la civilización. Los intelectuales burgueses, perplejos, desesperados, gemebundos, repitiendo los viejos prejuicios, intimidados y asustándose a sí mismos, lloraban la cultura “pereciente”. Atribuían a todos los trabajadores el anarquismo de las capas pequeñoburguesas, que les atemorizaba y repelía. El académico S. Oldenburg, refiriéndose a sus inquietudes en aquellos complicados días, las describía con estas palabras: "Sobre todo era grande el peligro para la cultura, cuyas profundas raíces arrancaban de la vieja vida anterior y, por eso, parecía a menudo completamente inaceptable o poco adecuada para el nuevo régimen. De ahí que fuera excepcionalmente difícil encontrar en este aspecto el verdadero camino. Hubo momentos en que parecía llegar el fin de la cultura, y de la ciencia, ligada a ella, en que parecía que nadie las necesitaba en aquella gran revolución realizada con tanta rapidez".
Los literatos mencheviques y eseristas instigaban los juicios pesimistas sobre los procesos históricos y espirituales suscitados por la Revolución de Octubre. Y debe decirse que muchos intelectuales de la época zarista picaron en el anzuelo de las falaces afirmaciones que culpaban a los bolcheviques de la destrucción de la civilización, no vieron más que el derrumbamiento de lo viejo y declararon abiertamente que no trabajarían bajo la dirección del Poder soviético.
Complicó la situación el que V. I. Lenin y el Partido Comunista hubieron de luchar contra la actitud nihilista mantenida por Proletkult. Aprovechándose del inmenso afán de conocimientos y de cultura que mostraba el pueblo, Proletkult extendió por todo el país una red de clubes obreros, círculos literarios, estudios de artes plásticas y grupos teatrales. Todo esto era muy necesario y útil. Sin embargo, los dirigentes de Proletkult divergían radicalmente en sus planteamientos de la política del Partido Comunista. Declaraban que la tarea primordial de la clase obrera consistía en crear una "cultura proletaria específica”, que repudiara por entero la herencia de las generaciones anteriores. Los dirigentes de Proletkult rechazaban las mejores obras del genio humano fundándose en que habían sido creadas en las condiciones de la sociedad explotadora. Estos “revolucionarios” incitaban a destruir los museos, a "quemar a Rafael”, a "pisotear las flores del arte”. Proponían suprimir en las escuelas la enseñanza de la historia y de la literatura clásica, reducir los cursos de ciencias naturales, etcétera.
Los ideólogos de Proletkult menospreciaban a la intelectualidad artística de la época zarista, pues consideraban que la tarea de la construcción de la cultura proletaria sólo podía ser cumplida por las fuerzas del propio proletariado, esto es, por los científicos, pintores, artistas, ingenieros, etcétera, salidos de su seno. Incluso la idea misma del carácter del arte proletario se reducía en ellos a negar el contenido ideofigurativo del arte y su significación estética.
Lenin fustigó despiadadamente a los ideólogos de Proletkult, tildándoles de fantaseadores aislados de la vida, que podían inferir considerable daño al Estado y al pueblo. En su discurso en el III Congreso del Komsomol, celebrado en octubre de 1920, dijo: "La cultura proletaria no surge de fuente desconocida, no es una invención de los que se llaman especialistas en cultura proletaria. Eso es pura necedad. La cultura proletaria tiene que ser el desarrollo lógico del acervo de conocimientos conquistados por la humanidad bajo el yugo de la sociedad capitalista, de la sociedad terrateniente, de la sociedad burocrática" [47•7 .
A la vez, V. I. Lenin y el Partido Comunista subrayaban que heredar la cultura del pasado y penetrarse de ella no significaba ser poco escrupulosos en la selección del acervo cultural. Combatieron porfiadamente los intentos de enfocar con criterio simplista y global la herencia cultural y se opusieron a quienes afirmaban que era posible aprovechar incondicionalmente y sin crítica alguna todos los elementos de la vieja cultura. Heredar la cultura de la sociedad precedente significaba que se debía separar de ella todo lo rutinario, reaccionario y antipopular y poner al servicio de la nueva sociedad todos los elementos valiosos, saludables y democráticos contenidos en ella.
Como ya se ha dicho, parte considerable de la intelectualidad burguesa reaccionó hostilmente ante la Revolución de Octubre o se declaró neutral respecto al poder proletario. ¿Cuál fue la actitud del Poder soviético hacia los diferentes grupos de la intelectualidad?
En cuanto a los intelectuales que se habían alistado en el campo de la contrarrevolución y los intervencionistas, contra ellos se sostuvo una lucha sin cuartel, que llegaba hasta el terror. Pero en cuanto estos intelectuales empezaron a vacilar y desde las posiciones enemigas fueron pasando a las de neutralidad y de colaboración con el Poder soviético, con ellos se establecieron relaciones de entendimiento y de buena vecindad.
No tuvo nada de extraño ni fue inesperado que cierta parte de los intelectuales burgueses se proclamara neutral ante el poder de los obreros y campesinos y declarase que se mantenía "al margen de la política”, pues no hay revoluciones que puedan triunfar y convencer de pronto, logrando que al momento se ponga la fe en ellas. Hubiera sido ingenuo esperar que inmediatamente después de la toma del poder por el proletariado todas las clases y capas de la sociedad harían suya la ideología socialista. La tarea no estribaba en que al día siguiente 48 de la revolución se hicieran partidarios de ella los que sustentaban otras ideas. El objetivo del partido consistía en atraer a la obra del robustecimiento de la nueva sociedad y conquistar moralmente a los intelectuales que se decían neutrales. Más aún, V. I. Lenin consideraba la neutralidad como un peldaño en la vía de la intelectualidad hacia el reconocimiento de las ideas socialistas: "... de la hostilidad al bolchevismo pasar a la neutralidad, y luego a apoyarlo..." [48•8 .
Huelga decir que en una situación de encarnizada lucha de clases la neutralidad de la pequeña burguesía y de los intelectuales no es más que una ficción, un prejuicio político. El intelectual que se definiese como neutral entraría a servir a los enemigos del Poder soviético apenas la contrarrevolución alcanzara cualquier éxito, por pequeño que fuera. Así y todo, esta neutralidad inconsistente, vacilante e indefinida fue reconocida y ayudó al robustecimiento del Poder soviético. Si el Partido Comunista hubiese visto en la neutralidad de los intelectuales un mal absoluto y hubiera conducido la lucha contra él partiendo de que el neutral es un enemigo, en realidad o en potencia, entonces, como dijera Lenin, nos habríamos desbaratado a sí mismos. Desarrollando esta idea, Lenin añadió: "Y cuando dicen que quieren ser neutrales y vivir en términos de buena vecindad con nosotros, respondemos: eso es, precisamente, lo que deseamos" [48•9 .
Además, los comunistas razonaban como hombres prácticos: en unas condiciones de agudísima falta de especialistas cualificados, era necesario utilizar a la intelectualidad neutral, apolítica, y sacar de esa actitud suya el mayor provecho posible. Había que llegar a un acuerdo con ella, establecer un compromiso. Es más, habría sido un error temer el espíritu reaccionario de tales o cuales elementos, inevitable en el primer período de la existencia del Poder soviético. Por el contrario, era preciso atraerlos ampliamente a la obra de la construcción y de la defensa del Estado socialista.
La neutralidad de los intelectuales fue, hasta cierto momento, ventajosa para el Poder soviético. Por sus concepciones ideológicas, la intelectualidad, sobre todo sus altas esferas, estaba más cerca de la burguesía que de la clase obrera, y si, esgrimiendo un “apoliticismo” y una “neutralidad” espectrales no se había decidido a levantar la espada por la contrarrevolución, sino que tomó el camino de la colaboración con el Poder soviético, esto debía ser apreciado como un fenómeno positivo. De otro modo, habrían ganado los enemigos de la revolución y el Poder soviético se hubiera visto privado de un número considerable de especialistas altamente cualificados. En aquel tiempo para el Estado soviético fue preferible que cierta parte de los intelectuales se mantuviera ajena a los partidos, apolítica y neutral a que tomara parte en la lucha activa contra la dictadura del proletariado.
A la par que veía en la neutralidad de los intelectuales un fenómeno objetivamente útil para el Poder soviético, el Partido Comunista les explicaba que debían abandonar su neutralismo y que no era posible que viviesen en la sociedad soviética y permanecieran extraños a sus intereses y aspiraciones.
La política leninista de incorporación de los intelectuales burgueses a la dirección de la economía y del ejército y al desarrollo de la cultura fue objeto de virulentos ataques de los grupos oportunistas, sobre todo el de los "comunistas de izquierda" [49•10 . Por ejemplo, a comienzos de 1918, en sus Tesis sobre el momento actual, los “izquierdistas”, en vez de analizar sensatamente la situación y tomar en consideración el estado real de las fuerzas, levantaron un alboroto demagógico, acusando a V. I. Lenin de que aplicaba una política de "restablecimiento de la dirección de los capitalistas”, de "centralización burocrática de la República Soviética y trapichees de gabinete con negociantes burgueses y pequeñoburgueses”. En los momentos en que la clase obrera estaba dedicada a cumplir complejas tareas de organización, los “izquierdistas” seguían enseñando los dientes a las medidas prácticas del partido para organizar la economía, sobre todo en lo que se refería a la utilización de los especialistas burgueses. La opinión de los "comunistas de izquierda" de que los especialistas burgueses eran un elemento puramente parasitario, del que, en realidad, se podía prescindir en la producción, sólo hacía el juego a los enemigos del Poder soviético.
---fin del mensaje nº 1---
Última edición por pedrocasca el Miér Mar 21, 2012 9:00 pm, editado 1 vez