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    Islas Malvinas Argentinas, información y debate

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    Mensaje por relojandante Miér Abr 18, 2012 8:43 am

    UyL escribió:¿Me preguntás a mi?


    A quien quiera responder
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    Mensaje por Aelito Miér Abr 18, 2012 10:42 am

    relojandante escribió:
    UyL escribió:Hay de todo por acá.

    Los ingleses tienen un peso muy grande en petróleo y gas (BP y Shell), el HSBC es uno de los grupos financieros más importantes, también están Unilever y Nobleza Piccardo, participan de varias de las explotaciones mineras más grandes...

    Osea está bien que nacionalicen IPF, pero ¿lo suyo no sería hacerlo con los compañías de RU? No lo entiendo

    Dentro de la Barrick Gold debe haber capitales ingleses ya que la empresa está muy ligada tanto a la banca como a la bolsa londinense.

    Es parte del doble discurso de nuestro actual gobierno, mucho bla bla sobre Malvinas pero los intereses reales británicos en la parte continental del país no son para nada tocados. Muchas veces se vende como política "nacionalista" lo que no es más que un conflicto de intereses coyuntural entre imperios, del cual nuestra burguesía "nacional" saca su propia tajada y lo más trágico es cuando parte de la clase obrera sigue o defiende ese engaño porque cree en la mentira que nos venden como una política "antiimperialista". Saludos.
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    Mensaje por bandadaroja Jue Abr 19, 2012 12:15 am

    relojandante

    Buena pregunta.
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    Mensaje por Razion Jue Abr 19, 2012 12:44 am

    Coloco otro artículo en respuesta al de Razón y revolución, publicado páginas atrás
    Es de la izquierda nacional, con la cual no comparto posiciones, y que parece reivindicar el accionar de Galtieri. Lo único en lo que coincido es en que el análisis de la cuestión nacional es necesario y que el imperialismo si existe (lo que pareciera ser negado por R&R).

    ULTRAIZQUIERDISTAS - ULTRACIPAYOS
    “Razón y Revolución” junto a los kelpers y contra Argentina

    GUSTAVO CANGIANO Socialismo Latinoamericano


    “Razón y Revolución” (RyR) es el nombre de un grupo de estudiantes y docentes de la UBA para quienes el gran problema que tiene el Partido Obrero (en cuya órbita giran) no es el exceso de cipayismo (es decir, incomprensión de la cuestión nacional argentina y latinoamericana) sino un déficit de izquierdismo.

    En consecuencia, lo que RyR reprocha al PO no es, por ejemplo, que haya condenado la recuperación de las Malvinas cuando ésta se produjo, en abril de 1982, sino que la haya apoyado en forma oportunista un poco más tarde, al advertir que las grandes mayorías populares la apoyaban. Y la crítica de RyR al PO se extiende a todas las organizaciones de la izquierda argentina que hace 30 años llamaron a enfrentar al imperialismo británico: según RyR hubiera correspondido condenar la “invasión” argentina y trabajar en favor de la victoria de las fuerzas británicas.

    Esta postura ultraizquierdista y ultradesmalvinizadora de RyR está expuesta con toda claridad en un libro que acaban de editar: La izquierda y la Guerra de Malvinas. Reúne textos de Adolfo Gilly, Alan Woods y Alberto Bonnet, añadiéndoles una introducción de Fabián Harari. El libro pone de manifiesto que la ofensiva desmalvinizadora desatada por el imperialismo admite socios muy “marxistas” y hasta muy “trotskistas”, como los autores del libro.

    El método antimarxista de la ultraizquierda desmalvinizadora
    Marx expresaba metafóricamente que el método correcto para abordar los fenómenos sociales debía consistir en “ir de la tierra al cielo, y no del cielo a la tierra”. Es decir: hay que dar primacía a la realidad objetiva (la materialidad de la tierra) por sobre las ideas o los discursos con los que los individuos revisten esa realidad (el cielo de las ideologías). Pues bien, como veremos a continuación, los “marxistas” de RyR hacen exactamente lo contrario.

    Alberto Bonnet escribe: “La Guerra de las Malvinas fue una aventura profundamente reaccionaria (porque) los objetivos de dicha aventura fueron (…) restaurar las condiciones de dominación interna del propio régimen (…). Y el carácter reaccionario de estos objetivos define de manera concluyente la naturaleza de la aventura militar emprendida por la dictadura”. Es decir, según Bonnet, los objetivos perseguidos por Galtieri y cía son los que confieren un determinado carácter (reaccionario en este caso) a la acción político-militar emprendida por ellos.

    ¡La panzada que Marx y Engels se hubieran hecho con esta parrafada! Supongamos que mañana se descubriera un diario íntimo de Galtieri en el que confesara que su objetivo al “invadir” Malvinas fue desenmascarar ante la opinión pública mundial el carácter rapaz del imperialismo anglo-sajón. ¿Diría entonces Bonnet que el carácter antiimperialista de estos objetivos “define de manera concluyente la naturaleza de la aventura militar emprendida por la dictadura”? Si fuera consecuente con su método, debería decirlo. Porque Bonnet cree que la naturaleza de una medida política deriva de la intencionalidad de quien la ejecuta, y no de su significación objetiva, en tanto vehiculizadora de intereses sociales o generadora de consecuencias precisas.

    Pero, además, Bonnet parece creer que Galiteri y sus amigos eran realmente imbéciles. Hasta un niño de pecho advertiría que si la dictadura deseaba fortalecerse congraciándose con el imperialismo, lo último que debía hacer era declararle una guerra a Gran Bretaña. Lo más extraño es que Bonnet parece saberlo, aunque evidentemente se trata de un saber no consciente de sí mismo. Dice Bonnet que el objetivo de la dictadura era asociarse con EEUU en el control del Atlántico Sur, pero “la conformación inmediata de esa alianza, incluyendo como socio principal a una dictadura latinoamericana en crisis y excluyendo violentamente al principal socio norteamericano en Europa era, naturalmente, un proyecto de las fuerzas armadas argentinas que resultaba inviable para Estados Unidos”. Pero esto no es todo. Además de oponerse objetivamente a los intereses de EE.UU., la “invasión” de Malvinas —agrega Bonnet— “fue una aventura impulsada por la propia dictadura a espaldas de los partidos burgueses y, en gran medida, de la propia burguesía”, lo cual habría precipitado el final del “sustento burgués de la dictadura”.

    La conclusión es clara: la recuperación de Malvinas decidida por la dictadura, independientemente de cualesquiera hayan sido las intenciones de Galtieri y otros individuos, chocaba objetivamente contra los intereses imperialistas y apuntaba contra los intereses de la burguesía argentina que hasta entonces “había dado sustento a la dictadura”. Increíblemente Bonnet y sus editores de RyR confieren menos importancia a esta contradicción objetiva entre el imperialismo y la burguesía argentina por un lado, y la dictadura por el otro, que a las supuestas intenciones subjetivas de Galtieri y congéneres.

    ¡Extraño método de análisis el de individuos que presumen de “marxistas”!

    Para RyR Argentina no es un país semicolonial y el imperialismo anglo-yanqui no existe
    Veamos ahora cuánto más escandalosos que el método de análisis son los planteos teóricos efectuados por RyR y los autores que difunde.

    Según Harari, el error de las organizaciones de izquierda que apoyaron la guerra por Malvinas librada contra Gran Bretaña partió de lo siguiente: “Argentina ha completado sus tareas nacionales y no tiene ninguna cuestión democrático burguesa por resolver. Entonces, la Argentina no es un país colonial o semicolonial (si existiese algo así). Hasta que la izquierda no modifique este punto de su programa, va a seguir enlazada, de una forma u otra, a la ideología burguesa”. Para que no haya dudas acerca de su planteo, el autor agrega: se trata de “la necesidad de una revisión profunda del programa trotskista en el cual predomina la hipótesis de que la Argentina es un país ‘semicolonial’, en donde la opresión nacional cumple un papel importante”.

    Acá se advierte claramente la naturaleza de las críticas que RyR formula a organizaciones como el PO, PTS, etc. No les critica una inadecuada comprensión de la cuestión nacional, sino que les critica que crean en la existencia de una cuestión nacional sin resolver. Ciertamente, RyR reconoce que el grado de desarrollo capitalista alcanzado por EE.UU. o Gran Bretaña es superior al alcanzado por Argentina, pero se trataría simplemente de un problema de carácter meramente “cuantitativo”, y no de características cualitativamente diferentes y diferenciables en el marco de una estructura capitalista mundializada asimétrica en la que existen lugares “centrales” y lugares “periféricos”, es decir, países imperialistas y países semicoloniales. Para decirlo con las palabras de Bonnet: Argentina sufriría sólo “un atraso relativo respecto de estas potencias”. Es exactamente lo mismo que sostienen desde hace décadas los apologistas liberales del imperialismo. Y es exactamente lo contrario de lo que enseñaron Lenin y Trotsky.

    Tras negar la condición semicolonoial de Argentina, RyR y sus autores preferidos nos invitan, consecuentemente, a negar también la existencia del imperialismo: “no puede hablarse de ningún ‘imperialismo anglo-yanqui actuando en el conflicto de Malvinas”, escribe contra toda evidencia Bonnet. Explica el absurdo del siguiente modo: “algunas vertientes de la izquierda argentina identificaron como enemigo al imperialismo anglo-yanqui, y esto merece ser analizado más detenidamente. Ante todo, es necesario advertir el carácter ambiguo de esta categoría, que sugiere una concepción conspirativa en la que grandes potencias imperialistas actúan mancomunadamente en la opresión de países dependientes (…). Yendo a la guerra de Malvinas, específicamente, no operó en el conflicto ningún actor que podamos identificar como ‘imperialismo anglo-yanqui’”.

    Parece un chiste, ¿verdad? Uno esperaría leer esta clase de cosas en los artículos de Mariano Grondona en La Nación, por ejemplo, o en las declaraciones de intelectuales como Luis Alberto Romero, Beatriz Sarlo y Santiago Kovadloff. ¡Pero leer estas cosas en un libro editado por universitarios que se autoproclaman marxistas es realmente escandaloso!

    Tenemos, entonces, que para RyR Argentina no es un país semicolonial y no existe ningún imperialismo anglo-yanqui. Semejantes creencias serían producto de “teorías conspirativas”. Veamos ahora las consecuencias concretas que esto supone en lo que respecta al a Guerra de Malvinas.

    RyR: con Inglaterra y los kelpers y contra Argentina
    Dice Bonnet que desatada la contienda bélica, “no había nada que ganar para los trabajadores de nuestro país y del resto del mundo. Había en cambio mucho por perder”. Porque si Argentina ganaba la guerra, entonces sobrevendría “una recomposición de las condiciones internas de dominación de la dictadura argentina, una de las más reaccionarias y criminales del continente”, lo cual implicaba “un grave retroceso para las luchas democráticas que estaban desarrollando los trabajadores y el conjunto de los explotados y oprimidos del país”.

    A esta altura no corresponde exigirle a Bonnet que aplique algo de dialéctica marxista a sus juicios, puesto que luego de enterarnos de su negación del carácter semicolonial de la Argentina, así como de su negación respecto de la existencia del imperialismo anglo-yanqui, es evidente que el marxismo es algo totalmente ajeno a su conformación mental. Pero uno podría exigirle al menos cierta coherencia consigo mismo. ¿No nos había dicho que la dictadura “perdía sustento burgués” al “invadir” Malvinas? ¿No nos había dicho que EEUU no podía admitir que Argentina recuperara las Islas? ¿Entonces? ¿Cómo puede afirmar tan sueltamente que una victoria militar argentina hubiera “recompuesto las condiciones internas de dominación del a dictadura”. ¡Es evidente que habrían sido “condiciones de dominación muy diferentes” a las que existían cuando la dictadura tenía anudados sus lazos con los norteamericanos y con la burguesía argentina! Pero Bonnet ni siquiera advierte la contradicción en la que incurre. Está cegado por la propaganda desmalvinizadora que intentó y todavía intenta hacer creer a los argentinos que la derrota militar nos resultó favorable.

    Y que Bonnet repite como loro el discursillo desmalvinizador no es una conclusión forzada. Escribe: “La invasión fue una agresión argentina y no un acto de legítima defensa ante una supuesta agresión británica”. O sea: las Malvinas son… ¡inglesas!, dice RyR. El inglés Alan Woods, otro de los escribas recopilados por estos infatuados cipayos de la UBA, dice más o menos lo mismo pero con un poco más de cuidado: “para nosotros es indiferente a quien de las dos partes pertenecen estas islas (…) nosotros planteamos la cuestión de los derechos de los isleños como uno de los elementos de la ecuación”.

    Si las Malvinas son inglesas, como creen RyR y sus secuaces, entonces es natural concluir, como hace Bonnet, que lo que correspondía era “exigir el retiro incondicional de las fuerzas armadas argentinas de las islas, cuando ya habían sido invadidas (porque) el mejor desenlace posible de la aventura militar desde los objetivos clasistas e internacionalistas de la clase trabajadora era la retirada más vergonzosa posible de los militares argentinos de las islas, para profundizar la crisis del régimen y acelerar la caída de la dictadura en Argentina”.

    ¡Verdaderamente maravilloso! Toda una lección para las nuevas generaciones de militantes políticos acerca de lo que es la izquierda cipaya. Los objetivos “clasistas e internacionalistas” de RyR son exactamente los mismos que los objetivos no menos clasistas e internacionalistas de las burguesías británica y norteamericana. El corolario de todo este disparate ultraizquierdista es el siguiente: ahora “hay que exigir el juicio y castigo a los mandos militares responsables de la aventura, considerando a los soldados conscriptos muertos y mutilados física o psicológicamente en las islas en pie de igualdad con las víctimas de la represión interna, y pugnar por la resolución pacífica del diferendo por la soberanía que resulte acorde con los intereses de los argentinos y de los isleños”. Es el moño que faltaba a todo este asqueroso paquete desmalvinizador: castigar a quienes osaron “invadir” un territorio ajeno, como lo pidieron Rattenbach y hasta la misma Thatcher; y homologar a los soldados combatientes con las víctimas de la represión procesista, como proponen charlatanes como Edgardo Esteban y otros mercaderes “derechohumanistas” de la desmalvinización.
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    Mensaje por LiberArce92 Jue Abr 19, 2012 2:47 am

    Los dos son bastante reaccionarios, a decir verdad. La posición de la IN es algo más válida, pero por bastante poco.
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    Mensaje por UyL Jue Abr 19, 2012 4:15 am

    LiberArce92 escribió:Los dos son bastante reaccionarios, a decir verdad. La posición de la IN es algo más válida, pero por bastante poco.
    Con qué no estás de acuerdo?
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    Mensaje por ArgentoRojo Jue Abr 19, 2012 4:55 am

    mmm--- bien pero lo último? Me sonó un poquito derechoso.
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    Mensaje por ArgentoRojo Jue Abr 19, 2012 4:59 am

    Igual no quita que Harari parece un agente de la CIA...
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    Mensaje por Razion Jue Abr 19, 2012 5:10 am

    ArgentoRojo escribió:mmm--- bien pero lo último? Me sonó un poquito derechoso.

    Si, a mi también, veía puntos de coincidencia con el análisis, pero lo de no tratar a los conscriptos como víctimas de la dictadura (sin dejar de tratarlos como héroes), cuando por lo que he escuchado son las propias organizaciones de ex combatientes las que quieren que las organizaciones de DDHH les abran las puertas, me parece erróneo.
    No niego que haya existido una desmalvinización (de hecho Malvinas para mí es un tema fundamental) que fue iniciada por los mismos milicos y profundizada con el menemismo y su intento transero, pero los jerarcas militares merecen el paredón, no por "invadir" nuestro territorio (como trata de hacerlo ver IN), sino por los crímenes contra los conscriptos, por la cobardía mostrada, por no saber manejar una guerra (relaciones y coordinación entre armas, ocupar posiciones estratégicas, etc) y por rendirse con más del 70% de las fuerzas operativas. Acaso hay que defender ahora a tipos como Astiz o Menendez.
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    Mensaje por Aelito Jue Abr 19, 2012 5:32 pm

    Estos de R&R son los discípulos locales de Negri-Hardt, Deleuze, Holloway y todos esos "marxistas" autónomos, liberales, posmos, y todos los calificativos que les dan. Son en cierto sentido como los NiNi otánicos europeos y a todos esos a los que el compañero PequeñoBurgués se la pasa criticando y con el cual cual coincido completamente. Saludos.
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    Mensaje por Razion Jue Abr 19, 2012 11:47 pm

    Compañeros dejo un artículo interesante que encontré (leí algunos pasajes).


    Las notas y los mapas se pueden visualizar en la página http://vamosacambiarelmundo.org/2012/04/geopolitica-geoeconomia-y-prospectiva-en-torno-al-conflicto-de-las-islas-malvinas/

    Geopolítica, geoeconomía y prospectiva en torno al conflicto de las Islas Malvinas
    18/04/2012


    Decio Machado

    Antecedentes históricos

    El Imperio británico[1] se extendió por dominios, colonias, protectorados y otros territorios gobernados o administrados por el Reino Unido entre los siglos XVI y XX.

    Durante las primeras décadas del siglo XX, los británicos llegaron a tener bajo su control una población cercana a 458 millones de personas y unos 31.700.000 km2, lo que significaba aproximadamente una cuarta parte de la población mundial de entonces, así como una quinta parte del territorio terrestre del planeta[2].

    En el Cono Sur[3] los antecedentes de intentos de dominación por parte del Imperio británico datan de principios del siglo XIX, cuantos los ingleses pretendieron dominar la zona del Río de la Plata (Buenos Aires y Montevideo), a través de dos malogradas invasiones: la primera, se realizó en el año 1806 con la ocupación de Buenos Aires, siendo los británicos expulsados posteriormente con tropas llegadas desde Montevideo, lo que le valió a esta última ciudad el recibir el título de “Muy fiel y Reconquistadora” por parte de la corona española; la segunda, se inició en la Banda Oriental (actual territorio de la República Oriental del Uruguay) al ocupar los británicos Maldonado y luego Montevideo en enero de 1807, siendo finalmente rechazados a mediados del mismo año en Buenos Aires, lo que propició la retirada inglesa del Río de la Plata.

    En el caso de las Islas Malvinas, la primera presencia británica esta fechada en 1765, cuando una expedición inglesa izó su bandera tomando posesión de este territorio en nombre del Rey de Inglaterra.

    En 1825, nueve años después de su independencia[4] [5], el Reino Unido reconocía el estatus soberano de Argentina, firmando un tratado de amistad, navegación y comercio. Sin embargo, el 2 de enero de 1833 una fragata inglesa llegaba al Puerto Soledad, izando, un día después, la bandera británica en desmedro de la argentina, y extendiendo su dominio sobre las islas Georgias del Sur, Sándwich del Sur y Aurora (ubicadas al sudeste de las Malvinas). Hasta entonces las islas habían sido administradas por una autoridad de Inglaterra y otra de Argentina.

    A partir de entonces comenzaron las reclamaciones argentinas, las cuales obtuvieron como respuesta británica que estos nunca habían renunciado a su soberanía sobre las Islas Malvinas. Todos los gobiernos argentinos, independientemente de sus tendencias políticas, han reclamado desde aquel momento su soberanía sobre Malvinas.

    Malvinas y su interés geopolítico y geoeconómico

    En la actualidad, las Islas Malvinas tienen una población estimada de apenas tres mil habitantes, estando situadas en el océano Atlántico, a 550 km de la entrada del estrecho de Magallanes.

    Dentro del Archipiélago, se distinguen dos grandes Islas: la de la Soledad, o Malvinas Oriental; y la Gran Malvinas, o Malvinas Occidental, separadas por el estrecho de San Carlos (ver mapa 1).

    Los principales recursos económicos del archipiélago han provenido históricamente de la exportación de lana[6] y de aceite de ballena. Sin embargo, en 1993, estudios de prospección sugieren que las islas son ricas en petróleo. La economía actual se basa principalmente en el ganado ovino, el cual abunda, aunque también existe el bovino y el equino. La tierra resulta apta para la producción en pequeña escala de legumbres y existe abundante turba[7] que ha sido utilizada durante años como combustible principal.

    Mapa 1


    Fuente: http://www.cescem.org.ar
    También destacan en su aspecto económico la caza de focas y ballenas, pero su punto más importante ha pasado a ser la presencia de cuencas sedimentarias aptas para la obtención de hidrocarburos en los entornos de las Islas.

    En este sentido, desde finales del mes de marzo de 2010 y pese a los reclamos argentinos, la empresa Desire Petroleum realiza tareas de prospección de crudo en la plataforma Ocean Guardian, que fue trasladada a la zona con este fin. Esta petrolera fue la primera en comenzar con este tipo de trabajos en la cuenca norte de las Malvinas.

    La empresa pretende fijar ocho pozos, situados a unos 150 kilómetros al norte de las costas malvinenses. A ella se sumaron otras cuatro empresas, todas ellas también de capital británico y de una u otra forma involucradas fuertemente en la economía argentina. Estas son: Argos, Falkland Oil & Gas Limited (FOGL)[8], Rockhopper Exploration[9], y Borders & Southern Petroleum (ver mapa 2).

    Desire Petroleum y Borders & Southern Petroleum tienen como accionista a la financiera británica Barclays Bank, que a su vez forma parte de una de las principales empresas que operan en Argentina: Minera Alumbrera, cuyo principal yacimiento se encuentra en la provincia de Catamarca.

    La Falkland Oil & Gas Limited está controlada por la mayor minera del mundo, la australiana BHP Billiton, que desde 2008 busca cobre y oro en 40 mil hectáreas ubicadas en la provincia de Salta. Por su parte, Rockhopper Exploration, de capital alemán, es asesorada por el banco HSBC[10].

    Para muchos analistas petroleros, la Desire Petroleum no es más que una pantalla de Shell[11], y de hecho su fundación en 1996 estuvo capitaneada por un ex geólogo de la Royal Dutch Shell. Su principal accionista es el banco inglés Barclays Bank PLC, el cual tiene un porcentaje de BlackRock, el segundo capital de Xstrata (extractiva que explota Minera Alumbrera en Catamarca) y una de las compañías que controla la Borders & Southerns Petroleum.

    Las compañías llegaron a las islas con la intención de descubrir si en su lecho submarino se albergan unos 60.000 millones de barriles de petróleo[12], tal como lo promocionan las autoridades isleñas. De ser así, el nivel de recursos existentes en las Malvinas superaría con creces las reservas estimadas en Argentina y Gran Bretaña[13].

    La empresa Minera Alumbrera es considerada por las comunidades víctimas de su explotación como responsable de graves daños ambientales en Catamarca y está acusada judicialmente por envenenar con metales pesados las aguas de la cuenca Salí-Dulce (zona compartida entre las provincias de Tucumán y Santiago del Estero). Dicha minera está gerenciada por Xstrata PlC (controlada por el Barclays Bank a través de la propiedad del 50% de su accionario)[14].

    Por otro lado, uno de los fondos de inversión más importantes del mundo, el Blackrock Group (propiedad del Bank of América[15]), además de ser accionista de la Barrick Gold – megayacimientos Veladero y Pascua Lama-, tiene participación en las petroleras Rockhopper, Desire Petroleum y en Falkland Oil and Gas Limited, siendo propietaria del 49% del capital accionarial de esta última. De igual manera, TD Asset Management, fondo de inversión americano accionista de la Barrick Gold y de Goldcorp (concesionaria minera del Cerro Negro, en Santa Cruz) tiene el 7,4% de las acciones de Rockhopper y el 7.5 % de Desire Petroleum.

    Mapa 2


    Fuente: ttp://diariopregon.blogspot.com
    Las expectativas de estas transnacionales petroleras son reales, el petróleo existe en el subsuelo marítimo de las Malvinas. En esta tercera ronda de exploración petrolera sobre el Atlántico Sur -que se inició en 1997-, las cinco compañías petroleras adquirieron sus licencias al ridículo costo de 30 mil dólares anuales. Hasta ahora, sólo una de ellas, Rockhopper[16], ha descubierto reservas de crudo a 300 metros de profundidad, aunque para el resto de estas transnacionales el rendimiento de sus inversiones es apenas una cuestión de tiempo[17].

    Dado que las Islas Malvinas no cuentan con refinerías, el crudo será exportado directamente sin utilizar la infraestructura del continente. La exploración se realiza en un radio de 250 millas sobre el mar, extensión que definió el Reino Unido, de manera unilateral, en 1986.

    En marzo del presente año, Argentina amenazó con llevar a tribunales internacionales a las empresas que prestaran, directa o indirectamente, algún tipo de colaboración con las petroleras[18], a fin de obligar a Londres a iniciar el diálogo que ordenó la Naciones Unidas.

    La distancia entre Londres y las Islas Malvinas es de aproximadamente 12.700 kilómetros (ver mapa 3). La explotación de crudo en las Malvinas generará posiblemente una nueva ruta marítima petróleo con sus consiguientes riesgos. Se estima que entre el 0,1 y 0,2% de la producción mundial de petróleo acaba vertido al mar. Aunque el porcentaje puede parecer bajo, su cuantificación es de casi 3 millones de toneladas anuales, las cuales además de contaminar las aguas provocan graves daños en el ecosistema marino.

    Mapa 3


    Fuente: http://www.cescem.org.ar
    Con referencia a los campos científicos y técnicos, las Islas Malvinas poseen una magnifica ubicación para el rastreo de satélites, o establecimiento de estaciones de investigación espaciales, ionosféricas, meteorológicas, y oceanográficas. Su desarrollo económico vía explotación de crudo reforzará este territorio como plataforma de investigación británica en estos campos.

    En lo que respecta al factor político, las Malvinas posibilitan la injerencia de Gran Bretaña en el Atlántico Sur, la cual se materializa a través de su presencia en las Islas Georgias del Sur, Sándwich del Sur, Aurora, Santa Elena o Tristan da Cunha. En consecuencia las Malvinas constituyen un punto de recalada obligado de las expediciones antárticas británicas[19], que tienen a su vez un punto de apoyo en Grytviken en las Georgias del Sur.

    En el ámbito militar, las islas cuentan con más de una decena de polígonos de tiro, una pista de aterrizaje para aviones de guerra y dieciocho estaciones repetidoras de señal de radio. Esta situación la convierte en una plataforma de operaciones de la OTAN en el caso improbable pero no por ello descartable de conflicto militar.

    El apoyo político a la reivindicación argentina

    El conjunto de factores referenciados con anterioridad hace que se reproduzca un foco de inestabilidad en la zona, dado que el reclamo de soberanía argentino hacia la administración británica de las islas ahora se multiplica.

    Por un lado, la disputa por la soberanía de las Malvinas, tuvo su desenlace fatal el 2 de abril de 1982, día del desembarco militar argentino en las islas, desarrollándose una guerra que culminó el 14 de junio del mismo año, y que conllevó la derrota militar de Argentina y la consiguiente reconquista de los tres archipiélagos (Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur) por parte del Reino Unido[20], generando un trauma no superado en el subconciente colectivo argentino. Por otro, el interés en el área petrolera que rodea las islas despierta con nuevos ánimos el reclamo de soberanía por parte del gobierno kirchnerista.

    Sin embargo, y más allá de las retóricas altisonantes, el nacionalismo territorial y una simplista pero efectiva estrategia que busca la seducción de la ciudadanía bajo criterios políticos de corte patriótico-republicano, queda por ver cual es el posicionamiento real en lo político de los diferentes países latinoamericanos al respecto.

    El realismo de los negocios, la realpolitik[21] y la llamada diplomacia petrolera hace que no esté tan claro cual es la posición de determinados países del continente hacia las soflamas argentinas respecto a las Malvinas.

    El caso de Brasil

    Según los correos electrónicos de StratFor[22], revelados por la agencia Wikileaks[23] (más de 10.000 emails referidos a Argentina), se refleja que el pulso político argentino con Reino Unido por Malvinas, goza de cierto grado de apoyo brasileño. Según estos email, Brasil habría mencionado varias veces que el Atlántico Sur es el “Amazonas azul” y que ningún país del norte debería estar ocupando dicho territorio marítimo.

    Desde que el ex presidente Lula da Silva llegó al poder, Brasil ha dado señales de apoyo a Argentina en el tema de las Malvinas, referenciándose en dichos emails que los brasileños no quieren a Gran Bretaña cerca de sus reservas de crudo (ver mapa 4).

    Mapa 4


    Fuente: Info Energía (http://estudiosdelaener.blogspot.com)
    Para Brasil, Argentina dejó de ser una amenaza hace años, temiéndole más a que el Reino Unido esté de una u otra forma implicado en la zona, dada su asociación con la OTAN y su cercanía en política internacional con los EEUU. De hecho, el último Plan Nacional de Defensa de Brasil dice que el Atlántico Sur debería ser una de las prioridades brasileñas en el área de seguridad.

    Es constatable que el apoyo de Brasil a Argentina tras la Guerra de las Malvinas (1982) no solo trajo dividendos gracias al intercambio comercial[24], sino que además transformó una rivalidad histórica en una sólida alianza que permitió reconducir significativamente sus gastos en defensa. Cuando los brasileros dejaron de temer una “invasión argentina”, tuvieron la posibilidad de redireccionar esos recursos hacia la región amazónica y otras áreas de interés nacional.

    Una vez conformado el Mercosur, esta unión argentino-brasileña también incluyó la venta de equipos militares por parte de Brasil, en especial de aviones producidos por la firma Embraer[25] (que comenzó recientemente a incluir partes elaboradas en la Argentina)[26].

    La alianza entre Brasil y Argentina ha complicado la estrategia del gobierno de David Cameron a la hora de incrementar su presencia en territorio brasileño, aunque según los británicos, “Brasil tendría que realizar sus propios análisis de costo-beneficio en torno a la Argentina, al Mercosur y al Reino Unido. Pero, aun existiendo una política coordinada, dudo que resulte exitosa y, además, tanto a nivel comercial como económico, todos saldrían perdiendo. Lo que el Mercosur ha logrado hasta ahora es la parte más sencilla, porque en realidad, el acuerdo que impide el paso de navíos con bandera de las Falklands[27] solo afecta a un número reducido de embarcaciones, que también están habilitadas para navegar con bandera inglesa, de modo que esa decisión fue más simbólica que significativa”[28].

    Desde la visión de Brasil, su apoyo a la causa argentina se visualiza a priori como ventajoso, aunque no está exento de riesgos. El gobierno brasileño, por un lado, desea alejar a sus competidores británicos de la exploración petrolera en las costas sudamericanas; pero por otro lado, es consciente de que puede perder una posición privilegiada entre los inversores del Reino Unido[29].

    También es de destacar que Brasil anunció en 2009 sus planes para construir una flota de cinco submarinos nucleares[30], situación que en 2016 (fecha en la que entrarán en servicio) reducirá de forma notable el desequilibrio actual de poder militar en el Atlántico Sur.

    En este contexto, los estrategas militares británicos declaran estar preocupados por la aptitud brasileña, referenciando entre veladamente que Brasil pretende imponer en un futuro próximo su propia versión de la Doctrina Monroe[31] sobre las aguas de la región –exigiendo que las potencias extranjeras se alejen de su “patio trasero”[32] tal y como lo hizo EEUU en los siglos XIX y XX-.

    Sin embargo y a pesar de todo lo anterior, no podemos olvidar que el mayor reclamo brasileño en política internacional es obtener un lugar permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas[33]. Gran Bretaña apoya ese reclamo, Argentina no. Ante esta situación, y consciente de las tácticas de negociación brasileñas, Argentina se verá en la obligación de cambiar de posición, asumiendo su subalternidad permanente frente a Brasil, a cambio de su apoyo irrestricto a la causa de las Malvinas. En caso contrario, cabría esperar que el acompañamiento brasileño quede como una posición meramente diplomática o de utilización táctica coyuntural.

    El caso de MERCOSUR

    La cumbre de presidentes de Mercado Común del Sur celebrada en diciembre del 2011 en Montevideo, permitió llegar al acuerdo de que a los barcos con bandera de las Malvinas les sean bloqueados el acceso a los puertos de MERCOSUR (ver mapa 5).

    La declaración firmada por los países del MERCOSUR establece que éstos adoptarán “todas las medidas susceptibles de ser reglamentadas para impedir el ingreso a sus puertos de los buques que enarbolen la bandera ilegal de las islas Malvinas“. Además, aquellas embarcaciones que hayan sido rechazadas por ese motivo en algún puerto de la región “evitarán solicitar el ingreso a otros puertos de los demás Estados parte del MERCOSUR y Estados asociados mientras sean portadoras de dicha bandera“.

    Mapa 5


    Fuente: American Diplomacy (Foreign Service Despatches and Periodic Reports on U.S. Foreign Policy)
    Además de Argentina, Brasil y Uruguay, el MERCOSUR incluye a Paraguay (país interior), mientras que sus asociados con costas son Ecuador, Perú, Colombia y Chile, en tanto Venezuela, también costero, está en proceso de adhesión.

    La presidenta argentina, durante ese evento indicó: “Quiero agradecerles a todos su inmensa solidaridad con Malvinas, pero sepan que cuando están firmando algo sobre Malvinas a favor de la Argentina lo están haciendo también en defensa propia (…). Malvinas no es una causa argentina, es una causa global, porque en Malvinas se nos están llevando recursos petroleros y pesqueros.”[34]

    El propio secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), el chileno José Miguel Insulza, afirmaba días después que no entendía la posición británica de enviar barcos con bandera de las Islas Malvinas: “Nunca entendí la porfía de Reino Unido de mandar barcos que perfectamente puede mandar con bandera británica“.[35]

    En efecto, como indica Insulza, el bloqueo de MERCOSUR no pasa de ser una posición meramente simbólica, que tiene su importancia diplomática, pero que afecta muy levemente a los intereses británicos, teniendo su mayor impacto en el ámbito de la arrogancia y el ego anglosajón.

    Durante su visita a Brasil, en la segunda quincena del pasado mes de enero, el canciller británico William Hague, aseguraba que los barcos de las Islas Malvinas pueden cambiar su bandera por la británica para evitar la restricción. “No hay ninguna barrera legal para que los buques registrados en Stanley, Islas Malvinas, naveguen con la bandera británica en lugar de la bandera de las Islas Malvinas”, indicaba Hague, ofreciendo una sencilla solución al problema, “está claro que los buques que enarbolen la bandera británica deben tener acceso a los puertos de América del Sur como sucede en cualquier otra parte del mundo.”[36]

    Más allá de lo coyuntural, algunos elementos más deben ser analizados en la relación Reino Unido y por extensión Unión Europea, con Argentina y por extensión MERCOSUR.

    La Unión Europea está planteando al MERCOSUR, desde el cuarto trimestre el año pasado, que quiere cerrar en diciembre de 2012 los 13 años de negociaciones[37] para el acuerdo de libre comercio, definido eufemísticamente como Acuerdo de Asociación con la UE.

    En noviembre de 2011, la UE en una reunión de negociadores técnicos de ambos bloques en Montevideo, proponía que en junio próximo, tras las elecciones presidenciales en Francia[38], las partes presenten sus ofertas de apertura comercial y que seis meses después se cierre la discusión. Los representantes de los cuatro países de Mercosur enfriaron el entusiasmo de la Comisión Europea y les respondieron que tendrían que esperar a la próxima reunión birregional para aceptar o no ese calendario. Desde entonces hasta aquí los resultados han sido magros.

    En la octava ronda de negociaciones que se dio en el pasado mes de marzo en Bruselas, no hubo grandes avances, aduciendo los europeos que Argentina se ha convertido en una “traba” y encomendándose ha mejor suerte para la próxima ronda de negociaciones que tendrá lugar en Brasilia el próximo mes de julio.

    De hecho Argentina anunció que comenzará a exigir, desde el presente mes de abril, una declaración jurada a las empresas que importen servicios por montos superiores a 100.000 dólares anuales o realicen pagos mensuales de 10.000 dólares.

    La medida se suma a otras de control a las importaciones adoptadas en los últimos meses por el gobierno de Cristina Fernández Kirchner y cuestionadas por sus socios del bloque sudamericano. La intención del gobierno argentino es acumular divisas, en un marco de crisis financiera internacional.

    A esto hay que sumar la reciente nacionalización de la petrolera YPF, lo cual ha conllevado reacciones de carácter chovinista por parte del Estado español, quien a través de su secretario de Estado para la UE, Iñigo Méndez de Vigo, consideró que Argentina se podría convertir “en un apestado internacional” por romper “las reglas de juego”; llegando incluso a amenazar con que “no habrá avances” en las negociaciones para la firma de un acuerdo de asociación entre la UE y el MERCOSUR.

    Algunas reflexiones al respecto:

    La creación del MERCOSUR[39] permitió expandir fuertemente los intercambios entre los países miembros al punto de que, desde el ámbito comercial, ha de ser considerado como un gran éxito. La existencia del MERCOSUR ha incrementado los flujos comerciales de forma notable, los cuales pasaron de US$4.5 mil millones en 1991 a US$45 mil millones en 2010. También se ha avanzado en el establecimiento de un Fondo de Convergencia Estructural (FOCEM) para enfrentar las asimetrías con Uruguay y Paraguay. Se ha conseguido una tarifa externa, un código de aduanas y disciplinas comerciales comunes.

    Desde la perspectiva brasileña, se triplicó las ganancias en las exportaciones a Argentina, y modificó desde el 2003, la balanza comercial hacia un saldo notablemente superavitario. En el caso de Paraguay y Uruguay, aunque la balanza comercial también es favorable, el enfoque brasileño es diferente, dado que las inversiones de sus empresas son consideradas desde una perspectiva estratégica en ambos países.

    Para los brasileños, su mayor preocupación se basa en la competencia con los exportadores chinos, pues el mayor grado de competitividad para los brasileños esta dado por la reducción de tarifas para entrar al mercado argentino. En febrero de 2011, el gobierno argentino elevó el número de productos con licencias no-automáticas lo que según estimaciones brasileñas ha tenido una afectación de más del 20% en sus exportaciones hacia el país vecino, sobre todo en materia de textiles y productos industriales. A esto se sumó la reciente restricción a la importación de alimentos, por atrasos en la emisión de certificados sanitarios y la preocupación por las posiciones Argentinas en el ámbito europeo: el caso YPF y que no se comentan errores de medición en la estrategia desarrollada por la Kirchner en la cuestión de las Malvinas.

    Desde Itamaraty, bajo el prisma de una visión panorámica de América del Sur con horizonte en el 2022, se reitera la importancia de situar a Brasil y su política exterior en la Región, comparando la situación sudamericana con la experiencia europea post Segunda Guerra Mundial: poblaciones excluidas y grandes asimetrías. Sin embargo Argentina ha dejado de ser considerado como un socio fundamental, ocupando su lugar las destacadas relaciones con China. Samuel Pinheiro Guimarães[40] escribiría en 2010: “Para muchos países de América del Sur, la China se convirtió en el primero o segundo socio comercial (…). La presencia de las grandes empresas chinas como inversoras se expande rápidamente…”[41]

    Efectivamente, los socios del MERCOSUR comienzan a perder la paciencia y muestran su malestar con las medidas proteccionistas de Argentina[42] (ver gráfico 1). Los empresarios de los países respectivos presionan a sus gobiernos para que protesten a la presidenta Cristina Fernández Kirchner.

    Gráfico 1


    Fuente: Global Trade Alert (GTA)
    El conjunto de estas condiciones fuerza la situación al interior de MERCOSUR, posicionando a Argentina como el principal generador de conflictos en el ámbito del Mercado Común del Sur. Este hecho complejiza la adopción de medidas que impacten realmente a Gran Bretaña en el contexto del litigio por las Malvinas.

    Desde otra perspectiva, es difícil esperar que organizaciones internacionales tan dispares ideológicamente y con interés tan diversos entre sus miembros asociados como UNASUR, OEA o el Grupo de Río, puedan llegar a algo más que el respaldo diplomático a la iniciativa argentina y la correspondiente adopción de medidas simbólicas como la expresada por MERCOSUR a través del bloqueo de sus puertos.

    El caso de Chile

    En los años posteriores a la Guerra de las Malvinas, la versión de que Chile había colaborado con los británicos siempre estuvo presente, hasta que se convirtió en historia oficial en 1999.

    En dicho año, el ex Comandante de la Fuerza Aérea de Chile, Fernando Matthei reconoció haber ayudado[43] a Gran Bretaña y contó detalles de las operaciones, luego de que Margaret Tatcher agradeciera públicamente la ayuda chilena, develando un secreto a voces.

    El gobierno chileno de entonces, justificó su actuación bajo criterios defensivos, dado que en el caso de que Argentina hubiera vencido a los británicos, el próximo objetivo militar habría sido un Chile indefenso militarmente y con quien se mantenían problemas limítrofes que estuvieron a punto de convertirse en conflicto armado en 1978[44].

    Además, Chile ha sido históricamente un país tradicionalmente cercano a Gran Bretaña.

    La influencia británica sobre la Armada chilena se remonta a 1818, cuando Manuel Blanco Encalada era Comandante General de la Armada y la mayoría de sus principales oficiales eran ingleses. Ese mismo año llegó a Valparaíso Lord Cochrane, proveniente de una estirpe de ilustres marinos ingleses. Un año después ya al mando de la Escuadra Chilena, todos los comandantes de buques chilenos eran ingleses, con excepción de un norteamericano. Esta condición explica los apellidos de todo un linaje de hombres de mar en la Armada chilena.

    Por su parte, la inmigración británica en Chile se remonta también al siglo XIX, cuando población de origen británico se asentaba en territorio chileno entre los años 1840 y 1914. En la actualidad el número de chilenos con esta ascendencia es cercano a los 700.000, siendo el país latinoamericano con mayor número de descendientes británicos.

    A pesar de esa cercanía histórica a los británicos y su participación en el conflicto de 1982, los chilenos han ido alterando su posición respecto al litigio isleño en base fundamentalmente a una clave geopolítica: un triunfo definitivo de Londres podría abrir flancos para en la política exterior de Chile, dado el reclamó del Reino Unido sobre el territorio antártico[45], tema hasta ahora congelado por tratados internacionales.

    Por otro lado, la tradición política chilena ha hecho que el país haya buscado históricamente más su acercamiento a los países del norte que su convivencia e integración regional con los países de la región. Chile es el país de los TLCs y de otros tipos de acuerdos comerciales, habiendo firmado 23 de estos entre 1993 y 2009, estrategia que continúa teniendo los ojos puestos en las grandes potencias económicas mundiales. De igual manera, los chilenos se convirtieron en enero de 2010 en el primer país sudamericano miembro de la OCDE, pretendiendo junto con México desmarcarse de la realidad latinoamericana a la que pertenecen. Sin embargo, la realidad es terca y Chile sigue siendo el país de la OCDE con mayor desigualdad social[46] a pesar del impacto de la crisis mundial en los países del norte.

    El posicionamiento geopolítico de Chile lo convierte en un pieza clave en el conflicto de las Malvinas. El archipiélago no puede ser aislado por Argentina si no es a través de la República de Chile. De igual manera, para el Reino Unido, Chile es un país vital para el aprovisionamiento de la isla, dado que esta se suministra a través de la zona austral chilena (ver mapa 6).

    Mapa 6


    Fuente: Mapa USGS
    Desde una posición táctica, los chilenos consideran adecuado apoyar las pretensiones argentinas, reforzando la conciliación vecinal en marcha y solidificando los “nuevos” vínculos entre ejércitos, dándole así un importante empuje a la coordinación en materia de seguridad y defensa.

    Sin embargo, estas “nuevas” relaciones de conciliación chileno-argentinas tienen debilidades notables, entre las que destaca una enorme distancia en el marco de las relaciones políticas a nivel de gobiernos, explicables en parte por las abismales diferencias ideológicas entre ambos. Esta situación implica en la práctica, que esta alianza regional es un acto meramente “instrumental” –por lo tanto débil- tanto para argentinos como para los chilenos.

    Por otro lado, desde una visión “estratégica”, los intereses chilenos consideran indispensable el mantenimiento de estrechas relaciones Gran Bretaña, situación que les refuerza internacionalmente dada su debilidad militar, económica y política con respecto a su vecino -el segundo país más grande a América Latina y octavo del mundo-.

    Para el gobierno chileno, el “factor antártico”, referenciado con anterioridad, asume un rol preponderante en la situación actual y es un factor determinante respecto al alcance final de este nuevo marco de conciliación entre los dos gobiernos. Es en ese sentido, que los chilenos ya reclaman al Estado argentino, una política que no ponga en cuestión los intereses de Chile en el extremo austral, facilitando así su proyección hegemónica en la Antártida. Si Argentina compite con Chile en tal cuestión, es fácil prever el deterioro de las relaciones entre ambos países, lo que tendrá implicaciones en la posición chilena respecto a las Malvinas.

    Es entonces en ese juego, donde el gobierno de Chile habla de la pretensión argentina de soberanía sobre las Islas Malvinas, no utilizando el término “derechos de soberanía”, desarrollando las “artes del funambulista” respecto a los equilibrios y desequilibrios del poder, así como a la filosofía de las concesiones mutuas.

    En resumen, la lógica chilena podría describirse a grandes rasgos con un pensamiento pragmático: “Chile y Argentina para los dos, pero no necesariamente contra los otros.”[47] Lo que en definitiva vendría a significar que a pesar del apoyo actual, Chile no está disponible para “cruzadas” contrarias a su interés nacional y que en esta vida, todo tiene un precio..

    Algunas conclusiones finales

    La política argentina está “malvinizada” desde los años 80, y de hecho se considera que esta causa es la que más une a los argentinos en torno a una tesis común. Esta realidad se ha visto agudizada intencionadamente por diferentes de sus mandatarios en los últimos decenios.

    De igual manera, el altamente cuestionado gobierno conservador de David Cameron, ha intentado hacer -aunque con poco éxito-, de la administración sobre las Malvinas una estrategia de distracción de los problemas internos en Reino Unido y una plataforma nacional sobre la cual aglutinar apoyos políticos hacia su gestión.

    Consciente de la legitimidad del reclamo argentino y sin olvidar las bacanales propagandísticas instrumentadas a nivel internacional por el imperialismo, las cuales “combinan la impudicia, el engaño y la especulación de la ignorancia con la certeza de su propia impunidad”[48]; conviene reconvertir esta cuestión, transformada en seña de identidad, en lo que realmente es: un conflicto jurídico político entre dos países, articulado sobre intereses geopolíticos y geoeconómicos de gran envergadura bajo lógicas comunes, fruto de una acción de conquista realizada hace casi doscientos años.

    Estas lógicas comunes son: estrategia para aglutinar o solidificar apoyos políticos al interior de los respectivos países, intereses económicos respecto a la extracción de recursos naturales y posicionamientos estratégicos ante el futuro reparto de la Antártida.

    Ante esto, un antecedente que también hemos de tener claro: la guerra de 1982 fue un crimen cometido tanto por el ejército británico –con un poderío militar notablemente superior al de su adversario- como por la Junta Militar argentina, la cual según el desclasificado “Informe Rattenbach”[49], ejecutó una pésima planificación estratégica y por un infame interés político, hizo creer a sus ciudadanos que Naciones Unidas condenarían al gobierno de Margaret Thatcher, que Ronald Reagan apoyaría a Argentina y que la Junta Militar chilena asumiría el rol de mero observador en el conflicto militar.

    Otro elemento a tener en cuenta es que las Islas Malvinas no son un territorio sin pueblo, lo que hace necesario tener en cuenta que los isleños también tienen opinión y sus propias formas de vida, y que ante esta situación sus deseos deben ser considerados en una solución global del conflicto. Esta cuestión no debe ser desconsiderada, dado que todavía pita en nuestros oídos la frase de Rafael Bielsa, quien fuera ministro de Relaciones Exteriores durante el primer gobierno de Néstor Kirchner, cuando indicaba: “Las tres mil personas que viven en Malvinas son súbditos británicos desde el 83. De modo tal que su opinión me importa tanto como la de los tres mil británicos que viven en Eaton”.

    De igual manera opinan determinados intelectuales defensores del “nuevo populismo”, quienes consideran que la inexistencia de una étnia propia anula este factor en la temática isleña; o los que consideran que la población existente en la isla, descendiente de la ubicada por los británicos hace casi dos siglos, no es merecedora de voz y voto consecuencia del acto de piratería realizado por el gobierno ocupante hace 179 años (argumento al que se le podrían encontrar algunas similitudes con el utilizado por el sionismo para justificar la ocupación de Palestina).

    Sin embargo, el concepto filosófico de la autodeterminación se deriva de la necesidad humana de hacer realidad sus aspiraciones y de la afirmación de la igualdad intrínseca de todo ser humano con independencia de su condición étnica y factores históricos como el referido con anterioridad. En caso contrario, deberíamos localizar a los tataranietos de la población que fue expulsada de las Islas Malvinas en 1833, para que sean estos los que decidan cuales deben ser las formas de gobierno apropiadas para las islas; cual su desarrollo económico, social y cultural; así como para que tomen las decisiones oportunas que les permitan estructurarse libremente, sin injerencias externas y de acuerdo con el principio de igualdad.

    La libre determinación ha sido una reivindicación histórica de la izquierda desde la época de las colonias[50] hasta nuestros días y este factor no debe ser olvidado. Ahí están con sus diferentes connotaciones históricas, reclamos actuales como los de Palestina, Armenia, Kurdistán o Euskal Herría, entre otros. Estos reclamos son los mismos que no atendió el Reino Unido respecto a Irlanda del Norte, por poner tan solo un ejemplo.

    Más allá de todo esto y dejando de lado los interés económicos del caso, es evidente que la razón ampara la posición argentina y que las Islas Malvinas, así como el resto de archipiélagos demandados en la actualidad por el gobierno de Cristina Fernández Kirchner, son territorios que deben pertenecer a la soberanía argentina bajo un criterio de integración nacional.

    En este sentido, la reformulación estratégica articulada desde el gobierno argentino, se muestra coherente y prudente, a pesar de las problemáticas anteriormente descritas y sobre las que se deberá interactuar inteligentemente desde una visión de Estado tanto por parte de la administración Kirchner como de las administraciones que la sucedan.

    La cuestión Malvinas es un cuestión que abarca de forma amplia al conjunto de la política de integración regional, afecta al sistema de defensa sudamericano, y los intereses propios existentes en los diferentes países de la Región deben ser abordados sin desmedro de la integración nacional argentina.

    Con respecto a los habitantes de las islas, la República de Argentina esta obligada moral y éticamente a plantar lógicas de respeto político con determinados sistemas administrativos y su autonomía respecto al gobierno central, así como con su cultura, idioma y formas de vida tradicionales.

    Todos los indicadores vienen a determinar que el desenlace de este conflicto no se dará a corto plazo, aunque si entendemos la política como el “arte de lo posible”[51], Deng Xiaoping demostró que es “posible” crear fórmulas originales –incluso con los británicos- que hagan posibles la descolonización de pequeños territorios como fue el caso de Hong Kong y Macao a través de la fórmula “un país, dos sistemas”[52].
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    Mensaje por quinick Vie Abr 20, 2012 7:12 pm

    Con respecto a la situación chileno-antártico:

    Es una falacia pensar que con Gran Bretaña metida en el Cono Sur con soberanía se facilitan los planes de "Hegemonía" chilena. En fácil es mejopr repartir una torta entre dos que entre tres, y sí "expulsamos" a los ingleses de las Malvinas se debilita su reclamación sobre el continente blanco.
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    Mensaje por RyR-CEICS Miér Mayo 09, 2012 4:18 am

    Les dejo unos análisis/debates publicados en nuestro periódico El Aromo, en torno al debate que suscitó la "cuestión Malvinas" y los puntos más profundos que se esconden detrás de esa cuestión(pueden leer el periódico completo y comentarlo en la página web de Razón y Revolución).
    Saludos,


    Socialismo o liberación nacional
    Una respuesta al PTS sobre el caso Malvinas

    Fabián Harari
    Laboratorio de Análisis Político

    ¿Leyó nuestra posición sobre Malvinas? Pues bien, a partir de lo que hemos escrito, se ha desatado toda una serie de polémicas. Aquí, le respondemos a los compañeros del PTS. El nacionalismo, el imperialismo y la Revolución de Mayo son los problemas a debatir.

    Nuestra posición sobre la cuestión Malvinas, explicada en varios lugares, ha desatado una serie de críticas que van desde el kirchnerismo al PTS. Todas, sin embargo, tienen una matriz común: la defensa del nacionalismo. Vamos a privilegiar la respuesta al PTS, porque expresa en forma más transparente los vínculos entre el llamado “antiimperialismo” y el programa burgués [1]. Por razones de espacio, nos concentraremos en el núcleo duro de la posición de los compañeros: la opresión imperialista.

    Volver a 1810...

    Gran parte de las ideas que sustentan el programa del PTS, y del trotskismo en general, se basan en una determinada evaluación de la revolución burguesa en el país. Según esta corriente, aquella no se habría completado y, por lo tanto, quedan sus tareas aún pendientes. Ante todo, es necesario ponerse de acuerdo a qué nos referimos con “tareas burguesas”. Los compañeros deciden realizar una distinción entre autodeterminación nacional y revolución burguesa. Para eso citan a Lenin. Pues bien, en ningún momento nosotros reducimos la revolución burguesa a la secesión política. Como ya explicamos más de una vez (y los compañeros harían bien en leer nuestros libros) la revolución es un proceso que no culmina con la independencia, sino que se extiende en el siglo XIX y se cierra hacia 1880, ya que abarca las tareas de unificación nacional, unificación económica, extensión del capital y eliminación de relaciones precapitalistas.
    La burguesía, para consolidar su dominio requiere, tal como explicamos, “la constitución de un Estado nacional, la hegemonía burguesa y la unificación económica y mercantil en una economía plenamente capitalista” [2]. Es decir, el dominio político sobre el resto de las clases y la instauración plena del sistema social que esa clase porta. Para los compañeros, en cambio, la revolución implica “mucho más”. Sin embargo, cuando enumeran los objetivos, reiteran, salvo por un elemento, la misma idea:

    “el pleno desarrollo del capitalismo en el campo, la eliminación de los resabios pre-capitalistas, los privilegios, el desarrollo industrial, la plena independencia no sólo formal (como un estado sólo formalmente independiente, como las ex-colonias latinoamericanas) sino real de todos los lazos económicos y políticos que ponían trabas al desarrollo económico independiente de la nación”

    En ese último elemento podemos ver la causa de la confusión: los “lazos económicos y políticos” que trabarían el desarrollo capitalista. El PTS cree que antes que el socialismo, la tarea del momento es liberar a la Argentina de las trabas que impiden la acumulación de capital nacional. Es decir, hay que darle un impulso a los patrones argentinos, aunque ellos sean lo suficientemente cobardes para dar el primer paso.
    Si se detuvieran a estudiar la historia argentina, antes que recitar el Programa de Transición, podrían apreciar que la Revolución de Mayo barrió al Estado feudal que garantizaba la dominación colonial y la transferencia de valor por la vía extraeconómica. En todo caso, todavía estamos esperando que nos demuestren ese “lazo” en términos empíricos. Dicho en forma prosaica: deben mostrar alguna prueba tangible.
    El reclamo de “independencia económica” es una consigna histórica del peronismo. Es la estrategia de los capitales más chicos y expresa una utopía burguesa liberal. ¿Qué significa, en concreto, esa reivindicación? Ningún desarrollo es independiente, por la sencilla razón de que, bajo el capitalismo, las relaciones sociales se desenvuelven dentro de un mercado mundial, donde rige la competencia. En ese contexto, los capitales más chicos (como los argentinos) tienen más dificultades para reproducirse y tienden a ceder plusvalía. Pero también, ese mercado mundial permite a la burguesía argentina hacerse con una masa de renta agraria, que pagan los países centrales (quienes, según el PTS, perderían “independencia”). En realidad, lo que se oculta detrás de esta idea es lisa y llanamente el proteccionismo para la industria nacional, la única forma de que burgueses menos competitivos puedan atenuar, o incluso suspender por un tiempo, los efectos de la competencia. Claro que eso no es gratuito: lo tiene que soportar la clase obrera, ya sea pagando más caros los artículos nacionales, cediendo sus impuestos para subsidios o viendo cómo se usa la renta y/o la plusvalía generada por ella para subvencionar a sus patrones. El programa de “independencia económica” es el que ha sostenido históricamente la Unión Industrial Argentina y, con más vehemencia actualmente, la CGE y la CGRA.
    Decimos que es una utopía liberal, porque supone individuos atomizados que se relacionan sólo comercialmente en el marco de la llamada “competencia perfecta”. En esa trama, cada agente económico puede desarrollarse independientemente del otro y sólo parece depender de sí mismo, salvo que alguien interfiera. Ese “alguien” puede ser el Estado (para la derecha) o el “imperialismo” (para el nacionalismo).
    Lo que se oculta, detrás de esto, es la hipótesis de que sólo puede señalarse a una revolución burguesa triunfante allí donde el proceso dio lugar a la formación de una gran potencia. Si esto fuese realmente así, la única burguesía realmente revolucionaria habría sido la inglesa y, luego, la yanqui. Incluso, la alemana (tan denostada por Marx) se habría comportado más valientemente que la francesa, visto el tamaño y la incidencia de una y otra economía. Esto es porque confunden la tarea revolucionaria de instaurar un nuevo sistema con el tamaño que tiene una determinada economía. Le atribuyen a la política la capacidad para revertir cualquier determinación material. No dejamos de ser potencia porque Saavedra fue menos arrojado o menos burgués que Washington, sino porque los puntos de partida eran diferentes. Por ejemplo (y ya lo explicamos varias veces), para 1776, en las 13 colonias vivían 3 millones de habitantes comunicados por la vía marítima, mientras, en todo el Virreinato (incluyendo el Alto Perú, Paraguay y la Banda Oriental), en 1778, vivían 220.000 personas desperdigadas en un territorio con pocas vías de comunicación. Lo mismo vale para hoy día: la revolución socialista no va a transformar a la Argentina en ninguna gran potencia. El verdadero salto requiere de la revolución mundial.

    El enemigo principal

    El PTS ha confesado su programa: “El principal obstáculo a la revolución socialista en Argentina es el imperialismo en general”. En cambio, la burguesía nacional es una clase “semi-oprimida”. Más allá de que no se comprende qué significa “semi” (si hay opresión, más allá del grado, es una clase oprimida), la conclusión es clara: el enfrentamiento central no debe ser con la burguesía nacional, ni siquiera con la burguesía de Brasil o Chile, sino con los capitales de los países centrales. Si el enemigo no es la burguesía en general, sino el “imperialismo” en particular, el PTS debiera abstenerse de apoyar las huelgas a empresarios nacionales, ya que esas acciones los debilitan frente a la competencia “imperialista” y, por lo tanto, desarrolla contradicciones secundarias (de clase) en detrimento de las principales (nacionales). Con ese criterio, tampoco tendría que apoyar acciones sindicales contra empresas brasileñas o chilenas.
    ¿Cómo describe la “opresión imperialista” el PTS? Mediante tres mecanismos: la remisión de ganancias al exterior de las empresas extranjeras, la deuda externa y las reglas comerciales. Sobre el primero, no hay mucho para decir: se trata de un mecanismo por el cual los capitales fluyen hacia destinos más rentables. Pero esa “fuga” no es un comportamiento exclusivo del capital “imperialista”, sino de cualquier capital local, incluso la pequeño burguesía suele utilizar el mecanismo de colocar sus ahorros en bancos extranjeros. No hay opresión, son las leyes del capital.
    Con respecto a la deuda externa, ya lo explicamos: se trata de un mecanismo de compensación ante la menor productividad con la que se opera en la Argentina. Es decir, lejos de ser un mecanismo de opresión, es una forma por la cual la burguesía nacional logra sobrevivir (a costa de la clase obrera argentina y extranjera). Con respecto a las reglas comerciales, cada Estado tiene el peso mundial que su economía le permite y no al revés. No hay ninguna regla comercial que pueda explicar el poco desarrollo del capital nacional en la mayoría de las ramas, así como la preponderancia argentina en el agro o en tubos sin costura no se explica por la voluntad política.
    El punto máximo de concesiones al programa burgués aparece en su defensa del parlamentarismo. El PTS nos pregunta: “¿Para RyR es ‘normal’ que, desde un punto de vista puramente burgués, el presupuesto argentino se discuta verdaderamente no en el Congreso, sino en el FMI o el Club de París?”. Sí, es normal que en un Estado burgués, los problemas fundamentales se discutan en los organismos de la burguesía. Lo contrario es creer que el Congreso representa a “todos los argentinos” y, por lo tanto, debieran escuchar a todas las clases por igual.
    Ahora bien, si con ello el PTS se refiere a que el Congreso es un simple despacho del “imperialismo” en el cual la burguesía nacional nada tiene para decir, también se equivocan. En primer lugar, las decisiones del Congreso se dan en el marco de una serie de disputas entre las diferentes capas y fracciones de la burguesía. Estas divisiones son más importantes, a la hora de negociar beneficios, que la nacionalidad. La burguesía agraria (nacional y extranjera) pide la baja de las retenciones. La burguesía industrial (nacional y extranjera) pide subsidios. A su vez, las empresas más grandes enfrentan a las chicas.
    Cuando una burguesía se encuentra debilitada y necesita créditos, es lógico que el FMI comience su intromisión. Con ese criterio, Italia y España serían países semicoloniales, porque su política está dictada por el Banco Central Europeo. Sólo EE.UU. y Alemania escaparían de esta caracterización. Inversamente, desde el 2002 hasta el 2005, la Argentina se encontraba en default y, por lo tanto, el FMI no auditó las cuentas. Hasta 2010, el FMI no pudo enviar funcionarios a evaluar el curso de la economía local. Ese año, se permitió que una delegación ingresara para fiscalizar los índices de precios. Como sabemos, la adulteración de estos datos permite al país pagar menos deuda. A pesar de las críticas, hasta ahora nada cambió. Por lo tanto, puede decirse que el kirchnerismo cumplió con los anhelos nacionales de los compañeros.
    En definitiva, el PTS reproduce, en forma más cruda (y por ello más sincera), los problemas del trotskismo argentino para delimitarse del programa de liberación nacional, levantado por FORJA, Montoneros y, en la actualidad, por Pino Solanas o Patria Libre. Se trata, en última instancia, de la defensa de capitales más ineficientes, que pugnan (ellos sí) por privilegios políticos que tenemos que pagar todos. Y es tan o más preocupante que todo esto se sostenga sin ninguna evidencia que lo respalde.


    Notas:
    [1] Las críticas del PTS pueden consultarse en [página del IPS, no me deja poner aun el hipervínculo].
    [2] En nuestro prólogo a La izquierda y Malvinas, Ediciones ryr, Buenos Aires, 2012, p. 18.


    De la exégesis a la ciencia
    Respuesta a la crítica del Nuevo MAS

    Santiago Rossi Delaney
    GIRM-CEICS

    Hemos recibido nuevas críticas a nuestra producción sobre la Revolución de Mayo. Esta vez, del Nuevo MAS, que nos acusa de no coincidir con Milcíades Peña. A continuación, explicamos por qué repetir religiosamente opiniones ajenas no ayuda a la comprensión de nuestra historia.

    El Nuevo MAS (NMAS) publicó en su revista Socialismo o Barbarie un artículo de Martiniano Rodríguez, criticando nuestra concepción de la Revolución de Mayo [1]. Su principal acusación es la misma que utilizó el PTS en su momento: que nuestras hipótesis no son las de Milcíades Peña. Sus argumentos, por lo tanto, son citas a uno de los ensayos de este autor, escrito hace ya 50 años.

    Antes de responder, corresponde un breve señalamiento: los compañeros dicen que todos nuestros libros han sido editados con motivo del Bicentenario. Si se hubieran fijado en las fechas de edición, se habrían ahorrado una frase absurda: nuestro primer artículo apareció en febrero de 2002 [2]; nuestro primer libro, La Contra, se editó en 2006; Hacendados en Armas, en 2009 y sólo Dios, Rey y Monopolio apareció en 2010.

    Peña, el Verbo hecho Historia...

    Las críticas del NMAS se pueden resumir en una serie de puntos. En primer lugar, entienden que el tiempo que transcurre entre 1810 y la consolidación de las relaciones sociales capitalistas, con la correspondiente estructura estatal (1880), sería demasiado largo, razón por la cual la Argentina capitalista no sería fruto de la Revolución.
    En segundo término, se pone en duda el predominio del modo de producción feudal en América, con el argumento de que al no existir en el Río de la Plata la contradicción principal entre nobleza y siervos no podríamos hablar de feudalismo. De allí se desprende el problema respecto al carácter de clase de los comerciantes monopolistas, quienes no serían una clase capitalista “productiva” (sic), al igual que los hacendados, debido a la ligazón que tenían con el mercado internacional. La revolución no habría implicado la toma del poder por parte de la burguesía, ya que no hubo cambio en la clase dominante, tan sólo se produjo un desplazamiento del personal político (la burocracia virreinal).
    En tercer lugar, entienden que las clases explotadas no formaron parte de la revolución, porque no tenían ningún interés en participar. Por último, la estructura económica no habría cambiado en lo más mínimo, ya que el “latifundio”, antes y después, habría sido la principal forma de explotación dominante.

    Los duros hechos

    Como primer cuestión, debe abordarse el problema de cómo debe ser comprendida una revolución burguesa. Para el NMAS, un fenómeno de esta magnitud debería transformar las bases de la estructura social (las relaciones sociales de producción) en cuestión de pocos años. No obstante, una revolución debe medirse por su ciclo, desde la maduración de las contradicciones hasta la plena hegemonía del capitalismo. Habiendo hecho su revolución en 1776, EE.UU. sólo se consolidó como Estado nacional en el período 1865-1877 [3]. Para 1880, en el Río de la Plata, la burguesía crea el mercado nacional, eliminando las barreras aduaneras. Visto así, la revolución criolla se desarrolló mucho más rápido de lo que parece, habilitando un exponencial desarrollo de las fuerzas productivas: crecimiento poblacional, aumento productivo, extensión de la frontera, etc. Que existieran relaciones asalariadas antes de la revolución, no significa que la burguesía sea la clase dominante ni que el capitalismo sea el modo de producción dominante. Si la burguesía y el capitalismo no existiesen antes de la revolución burguesa, ésta no sería posible. Sin burguesía no hay sujeto. Sin capitalismo, no hay trabas a su desarrollo.
    El NMAS hace un análisis circulacionista de las clases sociales. Su definición de capitalista obedece al mayor o menor contacto con el marcado mundial. El fundamento del poder de los comerciantes monopolistas, burócratas y eclesiásticos provenía de la capacidad de la corona española, la cual imponía condiciones a sus colonias, posibilitando la enajenación del excedente en la circulación. En este sentido, no eran “productivos”, ya que obtenían ganancias de comprar barato y vender caro. Esas condiciones eran resultado de una fuerza basada en la renta feudal (de la explotación en España de la nobleza sobre los siervos). Que exista un mar entre España y América no debe impedir ver el sistema como una totalidad: la formación económico social americana ostentaba el dominio del modo de producción feudal, el cual impregnaba el resto de las relaciones de explotación y las subordinaba a su propia lógica de acumulación. Por lo tanto, no puede decirse que antes y después de la Revolución los que dominaban sean los mismos, ya que los hacendados no ocupaban los principales cargos de poder.
    Para intentar fundamentar la nula participación de las masas, nuestros críticos citan a Gervasio Posadas quien explica que él, aparentemente, no se habría enterado de los acontecimientos de la Semana de Mayo. Por lo que se habría tratado de una conspiración hecha por unos pocos. El problema es que se lee sólo unos extractos y se la trabaja sin los recaudos necesarios. Por ejemplo, hay que realizar una simple distinción entre una crónica (contemporánea a los hechos) y una memoria (una mirada retrospectiva). La Autobiografía de Posadas es una memoria escrita en junio de 1829, casi 20 años después de la revolución. Por lo tanto, no puede tomarse como si fuera una crónica. El autor es hostil a la revolución y a sus consecuencias. Como él mismo señala: “Yo fui rodeado de los honores de la proscripción de un arresto con prisiones y hasta del secuestro de mis bienes [...] He tenido que vender y deshacerme de todas mis propiedades para pagar mi empeño” [4]. Por último, escribe en un momento en que las autoridades piden “orden”. Por lo tanto, hay que tomar en cuenta que va a tratar de despegarse de todo lo que remita a revolución. Decir que no se enteró, es una forma de hacerlo.
    No obstante, tampoco es sincero cuando afirma que nada sabía, ya que una vez adentrado en la coyuntura, reconoce que el 22 de mayo tuvo una “acalorada” discusión con un capitán de milicias, en casa de un amigo. Allí, Posadas le espetó: “que nada me gustaba [las novedades], que habiéndose depuesto dos virreyes, desobedecido otro por la ciudad de Montevideo y su gobernador Elío, se habían de seguir deponiendo y desobedeciendo otros muchos gobiernos” [5]. Es decir, lejos de un escenario tranquilo, el autor reconoce un clima de crisis política general. Incluso, se refiere expresamente a la participación de las masas cuando señala que el 25 de mayo se produjo por la “conmoción y gritería en el cuartel de Patricios” [6]. Ya en 1811, habla de “la pueblada o primera montonera del 5 y 6 de abril” [7].
    Estas reflexiones obedecen a un escenario en el que se desarrolla un proceso revolucionario. En Buenos Aires, las masas estaban armadas y encuadradas en milicias, donde elegían a sus oficiales en asambleas. Existían cuerpos milicianos integrados por negros, pardos y mulatos libres. Más de 8.000 personas se encontraban armadas. Para el 25 de mayo, los milicianos estaban acuartelados y esperaban la orden de los comandantes para entrar en acción. Así lo hicieron saber estos, quienes advirtieron que “el pueblo y las tropas estaban en terrible fermentación” [8].
    Por último, los compañeros entienden que en aquella época el “latifundio” era contraproducente para el desarrollo, porque activaba la especulación e impedía la inversión. La evidencia muestra que fueron las grandes unidades productivas las que permitieron un crecimiento de la producción y posicionaron a la región en el mercado mundial. Además, habilitaron la creación del saladero, establecimientos de elaboración de la carne que ocupaban peones constantemente, lo que da muestras del desarrollo de las fuerzas productivas en la región. El error de los compañeros consiste en creer en el mito del desarrollo “farmer”, que es eso: un mito. En EE.UU. el desarrollo del capitalismo requirió, al revés de lo que se cree, la expropiación de los pequeños productores [9].
    Para fundamentar su hipótesis de la “dependencia”, apelan al comercio como un determinante estructural. El hecho de que el comercio haya sido en mayor medida con Inglaterra, no habla de una dependencia que ubica a la argentina como “semi-colonia”. De hecho, es falso que solo se haya comerciado con Inglaterra, las cifras muestran que en 1824 Inglaterra compraba el 60% de las exportaciones pecuarias. Cifra alta, pero no se corresponde con un monopolio.

    El método de Marx

    La discusión permite examinar un problema común al trotskismo argentino: la apelación a la cita de autoridad como elemento para resolver un debate, un método propio de la teología. Se ha abandonado el socialismo científico en favor del “copiar-pegar”. No se produce conocimiento genuino, ya que nadie se toma el trabajo de investigar la realidad argentina. No es que no puedan o no tengan capacidades. Simplemente, no creen que sea necesario. Esto los lleva a reducir el marxismo al acto de repetir sagradas escrituras. En vez de hacer honor a toda una rica tradición de intelectuales revolucionarios, que dedicaron su vida a comprender el mundo en que vivían, se niega esta herencia, eligiendo el camino de la religión.

    Notas:
    [1] Rodriguez, Martiniano: “Un discusión bicentenaria”, Socialismo o Barbarie, 4/2/2012.
    [2] Harari, Fabián: “De un Argentinazo a otro. El estudio de la Revolución de Mayo”, en Razón y Revolución, nº 9, 1er semestre de 2002, Buenos Aires.
    [3] Véase la entrevista al historiador Charles Post en esta misma edición.
    [4] Posadas, Gervasio: Autobiografía, en Biblioteca de Mayo, Senado de la Nación, Buenos Aires, 1961, t. II, p. 1469.
    [5] Ibídem, p. 1410.
    [6] Ídem.
    [7] Ídem.
    [8] Acuerdo del Cabildo del 25 de Mayo, en 25 de Mayo. Testimonios-Juicios-Documentos, Eudeba, Buenos Aires, 1968p. 272.
    [9] Véase Kullikoff, Allan: “Transition to Capitalism in Rural America”, en The William and Mary Quarterly, Tercera serie, Vol. 46, nº 1, enero, 1989.


    ¿El conocimiento es reaccionario?
    Las Malvinas en la historia argentina, según el Partido Obrero

    Mariano Schlez
    GIRM-CEICS

    El Partido Obrero publicó una historia de las Malvinas en sucesivas entregas. Fiel a su tradición, la dirección del partido se dedica a escribir sobre lo que no sabe y no quiere saber. En este primer artículo, le mostramos el resultado de la improvisación. Preste atención, no va a querer perderse esta sucesión de bloopers...

    Luego de que marcáramos los gruesos errores en que incurrió un Cristian Rath devenido en historiador, el Partido Obrero decidió cambiar de aficionado y encargó al periodista Alejandro Guerrero una historia de las Malvinas, que apareció en entregas de Prensa Obrera. En este caso, se busca justificar una posición nacionalista. Otra vez, tenemos que llamar la atención no sólo acerca de su mirada burguesa del asunto, sino sobre el poco cuidado y la preocupante ignorancia a la hora de abordar el problema.

    El “descubrimiento” y la “colonización”

    A diferencia de lo ocurrido con el continente americano, las Islas Malvinas estaban completamente deshabitadas. Lo que resulta llamativo en Guerrero es que sostiene que las islas fueron descubiertas en 1540, por los españoles. Pues bien, parece que ha resuelto una cuestión que nadie había logrado dilucidar. Es una verdadera pena que el breve artículo de la Prensa Obrera no justifique por qué ya no debemos debatir si el hecho fue autoría de españoles (Américo Vespucio en 1501, Magallanes en 1520, Alonso de Camargo en 1540), ingleses (John Davis en 1592, Richard Hawkins en 1594) u holandeses (Sebald de Weert en 1600). Sobre todo, sería interesante saber por qué Guerrero cree que la hipótesis española es más sustentable que la holandesa, dado que sólo Sebald de Weert dejó pruebas que comprueban que avistó las Malvinas (de allí su primer nombre, las “Sebaldes”). Uno sospecha, en realidad, que el periodista no se detuvo en estos debates y que copió lo primero que encontró.
    A lo largo del siglo XVII, marinos holandeses, ingleses y franceses dejaron rastros de avistaje y desembarco en las islas. De ellos, provienen los dos nombres que actualmente se encuentran en disputa. Aunque Guerrero omita este pequeño dato (¿para no contradecir su alma españolista?), al “Sebaldes” holandés, le siguió un nombre antipático para nuestro periodista: a principios de 1690, el inglés John Strong llamó al estrecho que separa a las islas “Falkland Sound”. Pero la cosa no iba a terminar ahí. A diferencia de lo que el sentido común pudiese señalar, el nombre que hoy reivindica el Estado argentino no proviene de su tradición, sino que es la castellanización del utilizado los primeros colonizadores: los marinos franceses del puerto de Saint-Maló bautizaron a las islas “Malouinas”. En este sentido, no hay controversia histórica: los primeros en colonizar el territorio no fueron ni argentinos (que en esa época no existían), ni españoles, ni ingleses, sino franceses. Antoine Louis de Bougainville fundó Puerto Luis el 17 de marzo de 1764, tomando posesión en nombre del rey Luis XV.
    Pero los galos no estuvieron solos por mucho tiempo. En enero de 1765, el comodoro inglés John Byron tomó posesión, en nombre de otro Rey, Jorge III de Gran Bretaña, de las islas “Falkland”. Lo curioso es que, establecidos en otro sector de su territorio (Puerto Egmont), ambas colonias desconocieron la existencia de sus vecinos hasta 1766.
    Recién entonces, cuando otras potencias ocuparon un territorio deshabitado, y a pesar de no haber mostrado el mínimo interés de colonización, fue cuando los españoles pusieron el grito en el cielo (o en Francia, mejor dicho). El reclamo fue un trámite sencillo (España y Francia eran aliadas en aquel entonces) y todo se resolvió en términos amigables. En abril de 1766, Bougainville aceptó el pago de una indemnización y, el 1 de abril de 1767, España se hizo cargo de Puerto Luis, al que rebautizó como Puerto de Nuestra Señora de la Soledad. Otro Rey (el tercero en la lista), asumía la soberanía de las islas.
    Los españoles lograron la posesión total de las islas en 1770, cuando atacaron Puerto Egmont y, en una fácil victoria, expulsaron a los ingleses. Semejante hecho no podía ser obviado por nuestro compañero Guerrero, ansioso de hazañas “antiimperialistas”. Pero lo que no dice (tal vez porque le quita brillo a nuestra Madre Patria) es que, un año después, Carlos III devolvió a los ingleses su base. El 22 de enero de 1771, el Rey Sol se comprometía “a dar órdenes inmediatas, a fin de que las cosas sean restablecidas en la Gran Malvina en el Puerto denominado Egmont exactamente al mismo estado en que se encontraban antes del 10 de junio de 1770”, aclarando que esto no ponía en cuestión la soberanía española en las islas. Por su parte, el rey inglés aceptaba la Declaración “como una satisfacción por la injuria hecha a la Corona de Gran Bretaña”. Aunque es muy probable que en el acuerdo haya existido una cláusula secreta que garantizaba que los ingleses abandonarían las islas, Gran Bretaña utilizó este pacto como argumento de su reclamo soberano durante mucho tiempo.
    Lo cierto es que los ingleses se retiraron en mayo de 1774, concluyendo que se trataba de “una isla postergada para uso humano, tormentosa en invierno, y árida en verano; una isla que por no habitarla ni los salvajes del sur han dignificado...”, no sin antes dejar una placa que rezaba que las islas pertenecían a “Jorge III, Rey de Gran Bretaña”. Por lo que vemos, no hay razones para suponer que las Malvinas correspondían “originariamente” a España.

    El proceso revolucionario rioplatense (1806-1810)

    Los ingleses, como todos sabemos, intentaron convertir al Río de la Plata en colonia británica en dos oportunidades, 1806 y 1807. Pese a que el marxismo ya dio unos cuantos pasos en el análisis del tema, Guerrero prefiere convertir a la Prensa Obrera en una sección de La Nación o Página/12, retomando el análisis de liberales y kirchneristas.
    Empecemos por lo más básico, pero no menos grosero: la caracterización de la economía. Es preocupante que un partido que necesita conocer la naturaleza del sistema capitalista que dice querer eliminar, se permita una afirmación del estilo “En 1806, cuando William Carr Beresford ocupó Buenos Aires, acá no se producía nada”.[1] En esto el PO ha sido realmente original: no existe corriente historiográfica medianamente seria que afirme semejante barbaridad. Los debates sobre ganadería y agricultura, sobre los diezmos, sobre el carácter de la mano de obra y sobre la producción urbana quedan abolidos de un plumazo. Recomendamos a Guerrero consultar algunas lecturas. Modestamente, podría leer nuestros trabajos.
    Cuando el periodista intenta explicar la “aristocracia criolla”, se envalentona y sentencia que Santiago de Liniers se casó con “la hija de Miguel de Sarratea, un comerciante porteño próspero; es decir, negrero y contrabandista, que eso eran los comerciantes locales”. El primer detalle a tener en cuenta es que Miguel de Sarratea no existe. Si Guerrero se hubiera informado, sabría que el suegro de Liniers fue Martín de Sarratea, uno de los apoderados del comercio porteño [2]. Pero el problema no es un nombre mal copiado, sino la concepción que defiende, según la cual todos los comerciantes son iguales (contrabandistas y negreros). Pero hagamos un poco de historia real: Martín de Sarratea no fue ningún “negrero contrabandista”. Por el contrario, dedicó todos sus esfuerzos a defender el monopolio gaditano y a combatir, en alianza con otros notables monopolistas, el contrabando (que acicateaba su hegemonía social). Tampoco se especializó en el tráfico de esclavos, más bien lo combatió, dado que era el preferido de sus enemigos, los comerciantes de cuero [3]. En cambio su hijo, Manuel (que tampoco es Miguel), a diferencia de su padre, sí se preocupó por sortear el monopolio gaditano para exportar cueros y unir los Estados Unidos con Buenos Aires, convirtiéndose en uno de los principales dirigentes revolucionarios de 1810 [4].
    En vez de investigar un poco, Guerrero le creyó al primer libro que cayó en sus manos. Así, repite que el proceso de Mayo fue impulsado por “la aristocracia porteña”, es decir, por un “bloque integrado por negreros, contrabandistas, hacendados, modernistas y curas”. Si esto es así, parece que todos están del lado de la revolución. Algún compañero militante podría preguntarse quiénes se oponen y dónde están las clases y fuerzas sociales en pugna. Nada sabemos, dado que comerciantes, terratenientes, hacendados y hasta burócratas y curas pueden ser esclavistas, feudales o capitalistas. Su utilización indiscriminada sólo sirve a la defensa de una hipótesis descabellada: el triunfo sobre las Invasiones Inglesas (que unió a todos en un frente) constituyó una revolución. Se confunde así el inicio de un proceso con su desenlace [5]. En su interpretación, furiosos contrarrevolucionarios (como Álzaga y Fernández de Agüero), por el solo hecho de combatir a los ingleses habrían sido, en realidad, revolucionarios.

    El desprecio a la ciencia

    Las sentencias de Guerrero son las de Alejandro Horowicz. Quien escribe en Prensa Obrera se deja llevar de las narices por un kirchnerista que también tiene el método de “cortar y pegar”. No sólo Guerrero lo cita textualmente, sino que hace suyas las hipótesis y categorías de este discípulo de Jorge Abelardo Ramos (el historiador preferido de Cristina). La pregunta es, entonces, por qué un aficionado que no puede delimitarse del oficialismo es el responsable de explicar la historia argentina.
    Una dirección debe estar por delante de sus militantes. En este caso, los artículos de Guerrero no resisten el análisis de cualquier estudiante de la carrera de Historia o de un docente de escuela media. Por una razón muy sencilla: no puede reconstruir el proceso en sus datos más simples. Pero eso no es lo peor: más grave es que muchos compañeros en diferentes frentes no tienen los recursos para recomponer estos errores. A ellos se les da, concientemente, una herramienta de mala calidad. Es decir: se los desprecia. Una dirección que no sólo es incapaz de explicar ciertos problemas elementales, sino que incluso se jacta de hacerlo improvisada y desinteresadamente, está confesando su propio agotamiento.

    Notas:
    [1] Prensa Obrera, n° 1213.
    [2] La biografía que realizó Paul Groussac sobre Liniers en 1897 es, aún hoy, de lectura recomendada.
    [3] Véase Schlez, Mariano: Dios, rey y monopolio, Ediciones ryr, Buenos Aires, 2010.
    [4] Heredia, Edmundo: Cuándo Sarratea se hizo revolucionario, Plus Ultra, Buenos Aires, 1986.
    [5] Véase, en esta misma edición, el artículo de Juan Flores sobre el tema.
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    argentina - Islas Malvinas Argentinas, información y debate - Página 8 Empty El imperialismo, la cuestión nacional y Malvinas. Tres respuestas críticas de RyR.

    Mensaje por RyR-CEICS Miér Mayo 09, 2012 4:22 am

    Les dejo unos análisis/debates publicados en nuestro periódico El Aromo, en torno al debate que suscitó la "cuestión Malvinas" y los puntos más profundos que se esconden detrás de esa cuestión(pueden leer el periódico completo y comentarlo en la página web de Razón y Revolución). Continúa con estos artículos el debate iniciado previamente.
    Saludos,


    Socialismo o liberación nacional
    Una respuesta al PTS sobre el caso Malvinas

    Fabián Harari
    Laboratorio de Análisis Político

    ¿Leyó nuestra posición sobre Malvinas? Pues bien, a partir de lo que hemos escrito, se ha desatado toda una serie de polémicas. Aquí, le respondemos a los compañeros del PTS. El nacionalismo, el imperialismo y la Revolución de Mayo son los problemas a debatir.

    Nuestra posición sobre la cuestión Malvinas, explicada en varios lugares, ha desatado una serie de críticas que van desde el kirchnerismo al PTS. Todas, sin embargo, tienen una matriz común: la defensa del nacionalismo. Vamos a privilegiar la respuesta al PTS, porque expresa en forma más transparente los vínculos entre el llamado “antiimperialismo” y el programa burgués [1]. Por razones de espacio, nos concentraremos en el núcleo duro de la posición de los compañeros: la opresión imperialista.


    Volver a 1810...

    Gran parte de las ideas que sustentan el programa del PTS, y del trotskismo en general, se basan en una determinada evaluación de la revolución burguesa en el país. Según esta corriente, aquella no se habría completado y, por lo tanto, quedan sus tareas aún pendientes. Ante todo, es necesario ponerse de acuerdo a qué nos referimos con “tareas burguesas”. Los compañeros deciden realizar una distinción entre autodeterminación nacional y revolución burguesa. Para eso citan a Lenin. Pues bien, en ningún momento nosotros reducimos la revolución burguesa a la secesión política. Como ya explicamos más de una vez (y los compañeros harían bien en leer nuestros libros) la revolución es un proceso que no culmina con la independencia, sino que se extiende en el siglo XIX y se cierra hacia 1880, ya que abarca las tareas de unificación nacional, unificación económica, extensión del capital y eliminación de relaciones precapitalistas.
    La burguesía, para consolidar su dominio requiere, tal como explicamos, “la constitución de un Estado nacional, la hegemonía burguesa y la unificación económica y mercantil en una economía plenamente capitalista” [2]. Es decir, el dominio político sobre el resto de las clases y la instauración plena del sistema social que esa clase porta. Para los compañeros, en cambio, la revolución implica “mucho más”. Sin embargo, cuando enumeran los objetivos, reiteran, salvo por un elemento, la misma idea:

    “el pleno desarrollo del capitalismo en el campo, la eliminación de los resabios pre-capitalistas, los privilegios, el desarrollo industrial, la plena independencia no sólo formal (como un estado sólo formalmente independiente, como las ex-colonias latinoamericanas) sino real de todos los lazos económicos y políticos que ponían trabas al desarrollo económico independiente de la nación”

    En ese último elemento podemos ver la causa de la confusión: los “lazos económicos y políticos” que trabarían el desarrollo capitalista. El PTS cree que antes que el socialismo, la tarea del momento es liberar a la Argentina de las trabas que impiden la acumulación de capital nacional. Es decir, hay que darle un impulso a los patrones argentinos, aunque ellos sean lo suficientemente cobardes para dar el primer paso.
    Si se detuvieran a estudiar la historia argentina, antes que recitar el Programa de Transición, podrían apreciar que la Revolución de Mayo barrió al Estado feudal que garantizaba la dominación colonial y la transferencia de valor por la vía extraeconómica. En todo caso, todavía estamos esperando que nos demuestren ese “lazo” en términos empíricos. Dicho en forma prosaica: deben mostrar alguna prueba tangible.
    El reclamo de “independencia económica” es una consigna histórica del peronismo. Es la estrategia de los capitales más chicos y expresa una utopía burguesa liberal. ¿Qué significa, en concreto, esa reivindicación? Ningún desarrollo es independiente, por la sencilla razón de que, bajo el capitalismo, las relaciones sociales se desenvuelven dentro de un mercado mundial, donde rige la competencia. En ese contexto, los capitales más chicos (como los argentinos) tienen más dificultades para reproducirse y tienden a ceder plusvalía. Pero también, ese mercado mundial permite a la burguesía argentina hacerse con una masa de renta agraria, que pagan los países centrales (quienes, según el PTS, perderían “independencia”). En realidad, lo que se oculta detrás de esta idea es lisa y llanamente el proteccionismo para la industria nacional, la única forma de que burgueses menos competitivos puedan atenuar, o incluso suspender por un tiempo, los efectos de la competencia. Claro que eso no es gratuito: lo tiene que soportar la clase obrera, ya sea pagando más caros los artículos nacionales, cediendo sus impuestos para subsidios o viendo cómo se usa la renta y/o la plusvalía generada por ella para subvencionar a sus patrones. El programa de “independencia económica” es el que ha sostenido históricamente la Unión Industrial Argentina y, con más vehemencia actualmente, la CGE y la CGRA.
    Decimos que es una utopía liberal, porque supone individuos atomizados que se relacionan sólo comercialmente en el marco de la llamada “competencia perfecta”. En esa trama, cada agente económico puede desarrollarse independientemente del otro y sólo parece depender de sí mismo, salvo que alguien interfiera. Ese “alguien” puede ser el Estado (para la derecha) o el “imperialismo” (para el nacionalismo).
    Lo que se oculta, detrás de esto, es la hipótesis de que sólo puede señalarse a una revolución burguesa triunfante allí donde el proceso dio lugar a la formación de una gran potencia. Si esto fuese realmente así, la única burguesía realmente revolucionaria habría sido la inglesa y, luego, la yanqui. Incluso, la alemana (tan denostada por Marx) se habría comportado más valientemente que la francesa, visto el tamaño y la incidencia de una y otra economía. Esto es porque confunden la tarea revolucionaria de instaurar un nuevo sistema con el tamaño que tiene una determinada economía. Le atribuyen a la política la capacidad para revertir cualquier determinación material. No dejamos de ser potencia porque Saavedra fue menos arrojado o menos burgués que Washington, sino porque los puntos de partida eran diferentes. Por ejemplo (y ya lo explicamos varias veces), para 1776, en las 13 colonias vivían 3 millones de habitantes comunicados por la vía marítima, mientras, en todo el Virreinato (incluyendo el Alto Perú, Paraguay y la Banda Oriental), en 1778, vivían 220.000 personas desperdigadas en un territorio con pocas vías de comunicación. Lo mismo vale para hoy día: la revolución socialista no va a transformar a la Argentina en ninguna gran potencia. El verdadero salto requiere de la revolución mundial.

    El enemigo principal

    El PTS ha confesado su programa: “El principal obstáculo a la revolución socialista en Argentina es el imperialismo en general”. En cambio, la burguesía nacional es una clase “semi-oprimida”. Más allá de que no se comprende qué significa “semi” (si hay opresión, más allá del grado, es una clase oprimida), la conclusión es clara: el enfrentamiento central no debe ser con la burguesía nacional, ni siquiera con la burguesía de Brasil o Chile, sino con los capitales de los países centrales. Si el enemigo no es la burguesía en general, sino el “imperialismo” en particular, el PTS debiera abstenerse de apoyar las huelgas a empresarios nacionales, ya que esas acciones los debilitan frente a la competencia “imperialista” y, por lo tanto, desarrolla contradicciones secundarias (de clase) en detrimento de las principales (nacionales). Con ese criterio, tampoco tendría que apoyar acciones sindicales contra empresas brasileñas o chilenas.
    ¿Cómo describe la “opresión imperialista” el PTS? Mediante tres mecanismos: la remisión de ganancias al exterior de las empresas extranjeras, la deuda externa y las reglas comerciales. Sobre el primero, no hay mucho para decir: se trata de un mecanismo por el cual los capitales fluyen hacia destinos más rentables. Pero esa “fuga” no es un comportamiento exclusivo del capital “imperialista”, sino de cualquier capital local, incluso la pequeño burguesía suele utilizar el mecanismo de colocar sus ahorros en bancos extranjeros. No hay opresión, son las leyes del capital.
    Con respecto a la deuda externa, ya lo explicamos: se trata de un mecanismo de compensación ante la menor productividad con la que se opera en la Argentina. Es decir, lejos de ser un mecanismo de opresión, es una forma por la cual la burguesía nacional logra sobrevivir (a costa de la clase obrera argentina y extranjera). Con respecto a las reglas comerciales, cada Estado tiene el peso mundial que su economía le permite y no al revés. No hay ninguna regla comercial que pueda explicar el poco desarrollo del capital nacional en la mayoría de las ramas, así como la preponderancia argentina en el agro o en tubos sin costura no se explica por la voluntad política.
    El punto máximo de concesiones al programa burgués aparece en su defensa del parlamentarismo. El PTS nos pregunta: “¿Para RyR es ‘normal’ que, desde un punto de vista puramente burgués, el presupuesto argentino se discuta verdaderamente no en el Congreso, sino en el FMI o el Club de París?”. Sí, es normal que en un Estado burgués, los problemas fundamentales se discutan en los organismos de la burguesía. Lo contrario es creer que el Congreso representa a “todos los argentinos” y, por lo tanto, debieran escuchar a todas las clases por igual.
    Ahora bien, si con ello el PTS se refiere a que el Congreso es un simple despacho del “imperialismo” en el cual la burguesía nacional nada tiene para decir, también se equivocan. En primer lugar, las decisiones del Congreso se dan en el marco de una serie de disputas entre las diferentes capas y fracciones de la burguesía. Estas divisiones son más importantes, a la hora de negociar beneficios, que la nacionalidad. La burguesía agraria (nacional y extranjera) pide la baja de las retenciones. La burguesía industrial (nacional y extranjera) pide subsidios. A su vez, las empresas más grandes enfrentan a las chicas.
    Cuando una burguesía se encuentra debilitada y necesita créditos, es lógico que el FMI comience su intromisión. Con ese criterio, Italia y España serían países semicoloniales, porque su política está dictada por el Banco Central Europeo. Sólo EE.UU. y Alemania escaparían de esta caracterización. Inversamente, desde el 2002 hasta el 2005, la Argentina se encontraba en default y, por lo tanto, el FMI no auditó las cuentas. Hasta 2010, el FMI no pudo enviar funcionarios a evaluar el curso de la economía local. Ese año, se permitió que una delegación ingresara para fiscalizar los índices de precios. Como sabemos, la adulteración de estos datos permite al país pagar menos deuda. A pesar de las críticas, hasta ahora nada cambió. Por lo tanto, puede decirse que el kirchnerismo cumplió con los anhelos nacionales de los compañeros.
    En definitiva, el PTS reproduce, en forma más cruda (y por ello más sincera), los problemas del trotskismo argentino para delimitarse del programa de liberación nacional, levantado por FORJA, Montoneros y, en la actualidad, por Pino Solanas o Patria Libre. Se trata, en última instancia, de la defensa de capitales más ineficientes, que pugnan (ellos sí) por privilegios políticos que tenemos que pagar todos. Y es tan o más preocupante que todo esto se sostenga sin ninguna evidencia que lo respalde.


    Notas:
    [1] Las críticas del PTS pueden consultarse en [página del IPS, no me deja poner aun el hipervínculo].
    [2] En nuestro prólogo a La izquierda y Malvinas, Ediciones ryr, Buenos Aires, 2012, p. 18.


    De la exégesis a la ciencia
    Respuesta a la crítica del Nuevo MAS

    Santiago Rossi Delaney
    GIRM-CEICS

    Hemos recibido nuevas críticas a nuestra producción sobre la Revolución de Mayo. Esta vez, del Nuevo MAS, que nos acusa de no coincidir con Milcíades Peña. A continuación, explicamos por qué repetir religiosamente opiniones ajenas no ayuda a la comprensión de nuestra historia.

    El Nuevo MAS (NMAS) publicó en su revista Socialismo o Barbarie un artículo de Martiniano Rodríguez, criticando nuestra concepción de la Revolución de Mayo [1]. Su principal acusación es la misma que utilizó el PTS en su momento: que nuestras hipótesis no son las de Milcíades Peña. Sus argumentos, por lo tanto, son citas a uno de los ensayos de este autor, escrito hace ya 50 años.

    Antes de responder, corresponde un breve señalamiento: los compañeros dicen que todos nuestros libros han sido editados con motivo del Bicentenario. Si se hubieran fijado en las fechas de edición, se habrían ahorrado una frase absurda: nuestro primer artículo apareció en febrero de 2002 [2]; nuestro primer libro, La Contra, se editó en 2006; Hacendados en Armas, en 2009 y sólo Dios, Rey y Monopolio apareció en 2010.

    Peña, el Verbo hecho Historia...

    Las críticas del NMAS se pueden resumir en una serie de puntos. En primer lugar, entienden que el tiempo que transcurre entre 1810 y la consolidación de las relaciones sociales capitalistas, con la correspondiente estructura estatal (1880), sería demasiado largo, razón por la cual la Argentina capitalista no sería fruto de la Revolución.
    En segundo término, se pone en duda el predominio del modo de producción feudal en América, con el argumento de que al no existir en el Río de la Plata la contradicción principal entre nobleza y siervos no podríamos hablar de feudalismo. De allí se desprende el problema respecto al carácter de clase de los comerciantes monopolistas, quienes no serían una clase capitalista “productiva” (sic), al igual que los hacendados, debido a la ligazón que tenían con el mercado internacional. La revolución no habría implicado la toma del poder por parte de la burguesía, ya que no hubo cambio en la clase dominante, tan sólo se produjo un desplazamiento del personal político (la burocracia virreinal).
    En tercer lugar, entienden que las clases explotadas no formaron parte de la revolución, porque no tenían ningún interés en participar. Por último, la estructura económica no habría cambiado en lo más mínimo, ya que el “latifundio”, antes y después, habría sido la principal forma de explotación dominante.

    Los duros hechos

    Como primer cuestión, debe abordarse el problema de cómo debe ser comprendida una revolución burguesa. Para el NMAS, un fenómeno de esta magnitud debería transformar las bases de la estructura social (las relaciones sociales de producción) en cuestión de pocos años. No obstante, una revolución debe medirse por su ciclo, desde la maduración de las contradicciones hasta la plena hegemonía del capitalismo. Habiendo hecho su revolución en 1776, EE.UU. sólo se consolidó como Estado nacional en el período 1865-1877 [3]. Para 1880, en el Río de la Plata, la burguesía crea el mercado nacional, eliminando las barreras aduaneras. Visto así, la revolución criolla se desarrolló mucho más rápido de lo que parece, habilitando un exponencial desarrollo de las fuerzas productivas: crecimiento poblacional, aumento productivo, extensión de la frontera, etc. Que existieran relaciones asalariadas antes de la revolución, no significa que la burguesía sea la clase dominante ni que el capitalismo sea el modo de producción dominante. Si la burguesía y el capitalismo no existiesen antes de la revolución burguesa, ésta no sería posible. Sin burguesía no hay sujeto. Sin capitalismo, no hay trabas a su desarrollo.
    El NMAS hace un análisis circulacionista de las clases sociales. Su definición de capitalista obedece al mayor o menor contacto con el marcado mundial. El fundamento del poder de los comerciantes monopolistas, burócratas y eclesiásticos provenía de la capacidad de la corona española, la cual imponía condiciones a sus colonias, posibilitando la enajenación del excedente en la circulación. En este sentido, no eran “productivos”, ya que obtenían ganancias de comprar barato y vender caro. Esas condiciones eran resultado de una fuerza basada en la renta feudal (de la explotación en España de la nobleza sobre los siervos). Que exista un mar entre España y América no debe impedir ver el sistema como una totalidad: la formación económico social americana ostentaba el dominio del modo de producción feudal, el cual impregnaba el resto de las relaciones de explotación y las subordinaba a su propia lógica de acumulación. Por lo tanto, no puede decirse que antes y después de la Revolución los que dominaban sean los mismos, ya que los hacendados no ocupaban los principales cargos de poder.
    Para intentar fundamentar la nula participación de las masas, nuestros críticos citan a Gervasio Posadas quien explica que él, aparentemente, no se habría enterado de los acontecimientos de la Semana de Mayo. Por lo que se habría tratado de una conspiración hecha por unos pocos. El problema es que se lee sólo unos extractos y se la trabaja sin los recaudos necesarios. Por ejemplo, hay que realizar una simple distinción entre una crónica (contemporánea a los hechos) y una memoria (una mirada retrospectiva). La Autobiografía de Posadas es una memoria escrita en junio de 1829, casi 20 años después de la revolución. Por lo tanto, no puede tomarse como si fuera una crónica. El autor es hostil a la revolución y a sus consecuencias. Como él mismo señala: “Yo fui rodeado de los honores de la proscripción de un arresto con prisiones y hasta del secuestro de mis bienes [...] He tenido que vender y deshacerme de todas mis propiedades para pagar mi empeño” [4]. Por último, escribe en un momento en que las autoridades piden “orden”. Por lo tanto, hay que tomar en cuenta que va a tratar de despegarse de todo lo que remita a revolución. Decir que no se enteró, es una forma de hacerlo.
    No obstante, tampoco es sincero cuando afirma que nada sabía, ya que una vez adentrado en la coyuntura, reconoce que el 22 de mayo tuvo una “acalorada” discusión con un capitán de milicias, en casa de un amigo. Allí, Posadas le espetó: “que nada me gustaba [las novedades], que habiéndose depuesto dos virreyes, desobedecido otro por la ciudad de Montevideo y su gobernador Elío, se habían de seguir deponiendo y desobedeciendo otros muchos gobiernos” [5]. Es decir, lejos de un escenario tranquilo, el autor reconoce un clima de crisis política general. Incluso, se refiere expresamente a la participación de las masas cuando señala que el 25 de mayo se produjo por la “conmoción y gritería en el cuartel de Patricios” [6]. Ya en 1811, habla de “la pueblada o primera montonera del 5 y 6 de abril” [7].
    Estas reflexiones obedecen a un escenario en el que se desarrolla un proceso revolucionario. En Buenos Aires, las masas estaban armadas y encuadradas en milicias, donde elegían a sus oficiales en asambleas. Existían cuerpos milicianos integrados por negros, pardos y mulatos libres. Más de 8.000 personas se encontraban armadas. Para el 25 de mayo, los milicianos estaban acuartelados y esperaban la orden de los comandantes para entrar en acción. Así lo hicieron saber estos, quienes advirtieron que “el pueblo y las tropas estaban en terrible fermentación” [8].
    Por último, los compañeros entienden que en aquella época el “latifundio” era contraproducente para el desarrollo, porque activaba la especulación e impedía la inversión. La evidencia muestra que fueron las grandes unidades productivas las que permitieron un crecimiento de la producción y posicionaron a la región en el mercado mundial. Además, habilitaron la creación del saladero, establecimientos de elaboración de la carne que ocupaban peones constantemente, lo que da muestras del desarrollo de las fuerzas productivas en la región. El error de los compañeros consiste en creer en el mito del desarrollo “farmer”, que es eso: un mito. En EE.UU. el desarrollo del capitalismo requirió, al revés de lo que se cree, la expropiación de los pequeños productores [9].
    Para fundamentar su hipótesis de la “dependencia”, apelan al comercio como un determinante estructural. El hecho de que el comercio haya sido en mayor medida con Inglaterra, no habla de una dependencia que ubica a la argentina como “semi-colonia”. De hecho, es falso que solo se haya comerciado con Inglaterra, las cifras muestran que en 1824 Inglaterra compraba el 60% de las exportaciones pecuarias. Cifra alta, pero no se corresponde con un monopolio.

    El método de Marx

    La discusión permite examinar un problema común al trotskismo argentino: la apelación a la cita de autoridad como elemento para resolver un debate, un método propio de la teología. Se ha abandonado el socialismo científico en favor del “copiar-pegar”. No se produce conocimiento genuino, ya que nadie se toma el trabajo de investigar la realidad argentina. No es que no puedan o no tengan capacidades. Simplemente, no creen que sea necesario. Esto los lleva a reducir el marxismo al acto de repetir sagradas escrituras. En vez de hacer honor a toda una rica tradición de intelectuales revolucionarios, que dedicaron su vida a comprender el mundo en que vivían, se niega esta herencia, eligiendo el camino de la religión.


    Notas:
    [1] Rodriguez, Martiniano: “Un discusión bicentenaria”, Socialismo o Barbarie, 4/2/2012.
    [2] Harari, Fabián: “De un Argentinazo a otro. El estudio de la Revolución de Mayo”, en Razón y Revolución, nº 9, 1er semestre de 2002, Buenos Aires.
    [3] Véase la entrevista al historiador Charles Post en esta misma edición.
    [4] Posadas, Gervasio: Autobiografía, en Biblioteca de Mayo, Senado de la Nación, Buenos Aires, 1961, t. II, p. 1469.
    [5] Ibídem, p. 1410.
    [6] Ídem.
    [7] Ídem.
    [8] Acuerdo del Cabildo del 25 de Mayo, en 25 de Mayo. Testimonios-Juicios-Documentos, Eudeba, Buenos Aires, 1968p. 272.
    [9] Véase Kullikoff, Allan: “Transition to Capitalism in Rural America”, en The William and Mary Quarterly, Tercera serie, Vol. 46, nº 1, enero, 1989.


    ¿El conocimiento es reaccionario?
    Las Malvinas en la historia argentina, según el Partido Obrero

    Mariano Schlez
    GIRM-CEICS

    El Partido Obrero publicó una historia de las Malvinas en sucesivas entregas. Fiel a su tradición, la dirección del partido se dedica a escribir sobre lo que no sabe y no quiere saber. En este primer artículo, le mostramos el resultado de la improvisación. Preste atención, no va a querer perderse esta sucesión de bloopers...

    Luego de que marcáramos los gruesos errores en que incurrió un Cristian Rath devenido en historiador, el Partido Obrero decidió cambiar de aficionado y encargó al periodista Alejandro Guerrero una historia de las Malvinas, que apareció en entregas de Prensa Obrera. En este caso, se busca justificar una posición nacionalista. Otra vez, tenemos que llamar la atención no sólo acerca de su mirada burguesa del asunto, sino sobre el poco cuidado y la preocupante ignorancia a la hora de abordar el problema.

    El “descubrimiento” y la “colonización”

    A diferencia de lo ocurrido con el continente americano, las Islas Malvinas estaban completamente deshabitadas. Lo que resulta llamativo en Guerrero es que sostiene que las islas fueron descubiertas en 1540, por los españoles. Pues bien, parece que ha resuelto una cuestión que nadie había logrado dilucidar. Es una verdadera pena que el breve artículo de la Prensa Obrera no justifique por qué ya no debemos debatir si el hecho fue autoría de españoles (Américo Vespucio en 1501, Magallanes en 1520, Alonso de Camargo en 1540), ingleses (John Davis en 1592, Richard Hawkins en 1594) u holandeses (Sebald de Weert en 1600). Sobre todo, sería interesante saber por qué Guerrero cree que la hipótesis española es más sustentable que la holandesa, dado que sólo Sebald de Weert dejó pruebas que comprueban que avistó las Malvinas (de allí su primer nombre, las “Sebaldes”). Uno sospecha, en realidad, que el periodista no se detuvo en estos debates y que copió lo primero que encontró.
    A lo largo del siglo XVII, marinos holandeses, ingleses y franceses dejaron rastros de avistaje y desembarco en las islas. De ellos, provienen los dos nombres que actualmente se encuentran en disputa. Aunque Guerrero omita este pequeño dato (¿para no contradecir su alma españolista?), al “Sebaldes” holandés, le siguió un nombre antipático para nuestro periodista: a principios de 1690, el inglés John Strong llamó al estrecho que separa a las islas “Falkland Sound”. Pero la cosa no iba a terminar ahí. A diferencia de lo que el sentido común pudiese señalar, el nombre que hoy reivindica el Estado argentino no proviene de su tradición, sino que es la castellanización del utilizado los primeros colonizadores: los marinos franceses del puerto de Saint-Maló bautizaron a las islas “Malouinas”. En este sentido, no hay controversia histórica: los primeros en colonizar el territorio no fueron ni argentinos (que en esa época no existían), ni españoles, ni ingleses, sino franceses. Antoine Louis de Bougainville fundó Puerto Luis el 17 de marzo de 1764, tomando posesión en nombre del rey Luis XV.
    Pero los galos no estuvieron solos por mucho tiempo. En enero de 1765, el comodoro inglés John Byron tomó posesión, en nombre de otro Rey, Jorge III de Gran Bretaña, de las islas “Falkland”. Lo curioso es que, establecidos en otro sector de su territorio (Puerto Egmont), ambas colonias desconocieron la existencia de sus vecinos hasta 1766.
    Recién entonces, cuando otras potencias ocuparon un territorio deshabitado, y a pesar de no haber mostrado el mínimo interés de colonización, fue cuando los españoles pusieron el grito en el cielo (o en Francia, mejor dicho). El reclamo fue un trámite sencillo (España y Francia eran aliadas en aquel entonces) y todo se resolvió en términos amigables. En abril de 1766, Bougainville aceptó el pago de una indemnización y, el 1 de abril de 1767, España se hizo cargo de Puerto Luis, al que rebautizó como Puerto de Nuestra Señora de la Soledad. Otro Rey (el tercero en la lista), asumía la soberanía de las islas.
    Los españoles lograron la posesión total de las islas en 1770, cuando atacaron Puerto Egmont y, en una fácil victoria, expulsaron a los ingleses. Semejante hecho no podía ser obviado por nuestro compañero Guerrero, ansioso de hazañas “antiimperialistas”. Pero lo que no dice (tal vez porque le quita brillo a nuestra Madre Patria) es que, un año después, Carlos III devolvió a los ingleses su base. El 22 de enero de 1771, el Rey Sol se comprometía “a dar órdenes inmediatas, a fin de que las cosas sean restablecidas en la Gran Malvina en el Puerto denominado Egmont exactamente al mismo estado en que se encontraban antes del 10 de junio de 1770”, aclarando que esto no ponía en cuestión la soberanía española en las islas. Por su parte, el rey inglés aceptaba la Declaración “como una satisfacción por la injuria hecha a la Corona de Gran Bretaña”. Aunque es muy probable que en el acuerdo haya existido una cláusula secreta que garantizaba que los ingleses abandonarían las islas, Gran Bretaña utilizó este pacto como argumento de su reclamo soberano durante mucho tiempo.
    Lo cierto es que los ingleses se retiraron en mayo de 1774, concluyendo que se trataba de “una isla postergada para uso humano, tormentosa en invierno, y árida en verano; una isla que por no habitarla ni los salvajes del sur han dignificado...”, no sin antes dejar una placa que rezaba que las islas pertenecían a “Jorge III, Rey de Gran Bretaña”. Por lo que vemos, no hay razones para suponer que las Malvinas correspondían “originariamente” a España.

    El proceso revolucionario rioplatense (1806-1810)

    Los ingleses, como todos sabemos, intentaron convertir al Río de la Plata en colonia británica en dos oportunidades, 1806 y 1807. Pese a que el marxismo ya dio unos cuantos pasos en el análisis del tema, Guerrero prefiere convertir a la Prensa Obrera en una sección de La Nación o Página/12, retomando el análisis de liberales y kirchneristas.
    Empecemos por lo más básico, pero no menos grosero: la caracterización de la economía. Es preocupante que un partido que necesita conocer la naturaleza del sistema capitalista que dice querer eliminar, se permita una afirmación del estilo “En 1806, cuando William Carr Beresford ocupó Buenos Aires, acá no se producía nada”.[1] En esto el PO ha sido realmente original: no existe corriente historiográfica medianamente seria que afirme semejante barbaridad. Los debates sobre ganadería y agricultura, sobre los diezmos, sobre el carácter de la mano de obra y sobre la producción urbana quedan abolidos de un plumazo. Recomendamos a Guerrero consultar algunas lecturas. Modestamente, podría leer nuestros trabajos.
    Cuando el periodista intenta explicar la “aristocracia criolla”, se envalentona y sentencia que Santiago de Liniers se casó con “la hija de Miguel de Sarratea, un comerciante porteño próspero; es decir, negrero y contrabandista, que eso eran los comerciantes locales”. El primer detalle a tener en cuenta es que Miguel de Sarratea no existe. Si Guerrero se hubiera informado, sabría que el suegro de Liniers fue Martín de Sarratea, uno de los apoderados del comercio porteño [2]. Pero el problema no es un nombre mal copiado, sino la concepción que defiende, según la cual todos los comerciantes son iguales (contrabandistas y negreros). Pero hagamos un poco de historia real: Martín de Sarratea no fue ningún “negrero contrabandista”. Por el contrario, dedicó todos sus esfuerzos a defender el monopolio gaditano y a combatir, en alianza con otros notables monopolistas, el contrabando (que acicateaba su hegemonía social). Tampoco se especializó en el tráfico de esclavos, más bien lo combatió, dado que era el preferido de sus enemigos, los comerciantes de cuero [3]. En cambio su hijo, Manuel (que tampoco es Miguel), a diferencia de su padre, sí se preocupó por sortear el monopolio gaditano para exportar cueros y unir los Estados Unidos con Buenos Aires, convirtiéndose en uno de los principales dirigentes revolucionarios de 1810 [4].
    En vez de investigar un poco, Guerrero le creyó al primer libro que cayó en sus manos. Así, repite que el proceso de Mayo fue impulsado por “la aristocracia porteña”, es decir, por un “bloque integrado por negreros, contrabandistas, hacendados, modernistas y curas”. Si esto es así, parece que todos están del lado de la revolución. Algún compañero militante podría preguntarse quiénes se oponen y dónde están las clases y fuerzas sociales en pugna. Nada sabemos, dado que comerciantes, terratenientes, hacendados y hasta burócratas y curas pueden ser esclavistas, feudales o capitalistas. Su utilización indiscriminada sólo sirve a la defensa de una hipótesis descabellada: el triunfo sobre las Invasiones Inglesas (que unió a todos en un frente) constituyó una revolución. Se confunde así el inicio de un proceso con su desenlace [5]. En su interpretación, furiosos contrarrevolucionarios (como Álzaga y Fernández de Agüero), por el solo hecho de combatir a los ingleses habrían sido, en realidad, revolucionarios.

    El desprecio a la ciencia

    Las sentencias de Guerrero son las de Alejandro Horowicz. Quien escribe en Prensa Obrera se deja llevar de las narices por un kirchnerista que también tiene el método de “cortar y pegar”. No sólo Guerrero lo cita textualmente, sino que hace suyas las hipótesis y categorías de este discípulo de Jorge Abelardo Ramos (el historiador preferido de Cristina). La pregunta es, entonces, por qué un aficionado que no puede delimitarse del oficialismo es el responsable de explicar la historia argentina.
    Una dirección debe estar por delante de sus militantes. En este caso, los artículos de Guerrero no resisten el análisis de cualquier estudiante de la carrera de Historia o de un docente de escuela media. Por una razón muy sencilla: no puede reconstruir el proceso en sus datos más simples. Pero eso no es lo peor: más grave es que muchos compañeros en diferentes frentes no tienen los recursos para recomponer estos errores. A ellos se les da, concientemente, una herramienta de mala calidad. Es decir: se los desprecia. Una dirección que no sólo es incapaz de explicar ciertos problemas elementales, sino que incluso se jacta de hacerlo improvisada y desinteresadamente, está confesando su propio agotamiento.

    Notas:
    [1] Prensa Obrera, n° 1213.
    [2] La biografía que realizó Paul Groussac sobre Liniers en 1897 es, aún hoy, de lectura recomendada.
    [3] Véase Schlez, Mariano: Dios, rey y monopolio, Ediciones ryr, Buenos Aires, 2010.
    [4] Heredia, Edmundo: Cuándo Sarratea se hizo revolucionario, Plus Ultra, Buenos Aires, 1986.
    [5] Véase, en esta misma edición, el artículo de Juan Flores sobre el tema.
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    Mensaje por surfas Miér Mayo 09, 2012 6:45 am

    Fa che, como estamos con el spam Exclamation
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    Mensaje por surfas Miér Mayo 09, 2012 3:15 pm

    najseba escribió:Ninguna característica geográfica es vinculante para que sea de un pueblo o de otro. Es sólo el trabajo, mantenimiento y la explotación real del territorio por la comunidad de que se trate, el origen de la legitimidad. La distancia no es criterio de nada. Berlín Occidental estaba territorialmente dentro de la RDA, sin embargo pertenecía a la RFA, aun cuando no había continuidad territorial o física. Así que el criterio de la plataforma submarina es falso.

    Que es esto hombre. En lo que se parece las Malvinas y Berlin occidental es en el que en ambos, está o estuvo segun el caso, el imperialismo metido de narices y con las dos patas.

    El criterio de la plataforma submarina es verdadero, aunque no sea el unico ni el mas fuerte en favor de Argentina.
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    Mensaje por LiberArce92 Jue Ago 02, 2012 4:23 pm

    Che, ¿alguien vio la bandera de los juegos olímpicos de las independientes Malvinas?
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    Mensaje por Razion Jue Ago 02, 2012 4:38 pm

    LiberArce92 escribió:Che, ¿alguien vio la bandera de los juegos olímpicos de las independientes Malvinas?
    ¿La del carnerito? Es decir ¿la de siempre? No me jodas que estos hijos de puta la pusieron para chicanear. Falta que presenten atletas (se quedan sin gente en las islas).
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    Mensaje por LiberArce92 Jue Ago 02, 2012 4:40 pm

    Razion escribió:
    LiberArce92 escribió:Che, ¿alguien vio la bandera de los juegos olímpicos de las independientes Malvinas?
    ¿La del carnerito? Es decir ¿la de siempre? No me jodas que estos hijos de puta la pusieron para chicanear. Falta que presenten atletas (se quedan sin gente en las islas).

    Ah, entonces las lacras estas la mostraron. Podrían mandar alguno de los milicos que tienen ahí como atletas. Esos sí sobran en la isla.
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    Mensaje por Razion Jue Ago 02, 2012 4:42 pm

    LiberArce92 escribió:
    Razion escribió:
    LiberArce92 escribió:Che, ¿alguien vio la bandera de los juegos olímpicos de las independientes Malvinas?
    ¿La del carnerito? Es decir ¿la de siempre? No me jodas que estos hijos de puta la pusieron para chicanear. Falta que presenten atletas (se quedan sin gente en las islas).

    Ah, entonces las lacras estas la mostraron. Podrían mandar alguno de los milicos que tienen ahí como atletas. Esos sí sobran en la isla.

    Pará, me quedó la duda, ¿al final pusieron a la bandera en la apertura de las olimpiadas o algo por el estilo?
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    argentina - Islas Malvinas Argentinas, información y debate - Página 8 Empty Re: Islas Malvinas Argentinas, información y debate

    Mensaje por LiberArce92 Jue Ago 02, 2012 4:48 pm

    Razion escribió:
    LiberArce92 escribió:
    Razion escribió:
    LiberArce92 escribió:Che, ¿alguien vio la bandera de los juegos olímpicos de las independientes Malvinas?
    ¿La del carnerito? Es decir ¿la de siempre? No me jodas que estos hijos de puta la pusieron para chicanear. Falta que presenten atletas (se quedan sin gente en las islas).

    Ah, entonces las lacras estas la mostraron. Podrían mandar alguno de los milicos que tienen ahí como atletas. Esos sí sobran en la isla.

    Pará, me quedó la duda, ¿al final pusieron a la bandera en la apertura de las olimpiadas o algo por el estilo?

    Por eso, ¿apareció la bandera de las independientes Malvinas en la apertura? Yo no la vi, por lo tanto...
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    Mensaje por Razion Jue Ago 02, 2012 4:58 pm

    Ah, yo pensé que la habías visto, y por eso preguntabas si alguien se había percatado de ello...
    No, no la ví, creo que hubiera sido bochorno para estos tipos si ponían banderas no reconocidas internacionalmente. Aunque la prepotencia imperial todo lo puede.
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    Mensaje por nunca Jue Ago 02, 2012 5:00 pm

    Ah, pero, ¿Malvinas no iba con Reino Unido?
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    Mensaje por LiberArce92 Jue Ago 02, 2012 5:16 pm

    nunca escribió:Ah, pero, ¿Malvinas no iba con Reino Unido?

    En todo el rato que vi, no fue. No apareció. No nada. Pero bueno, tampoco es un estado independiente, es una colonia.
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    argentina - Islas Malvinas Argentinas, información y debate - Página 8 Empty ¿Una causa nacional? Las Malvinas, desde 1810 hasta el siglo XX

    Mensaje por RyR-CEICS Vie Ago 03, 2012 4:10 am

    ¿Una causa nacional?
    Las Malvinas, desde 1810 hasta el siglo XX

    Mariano Schlez
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    En el número anterior de El Aromo planteamos una crítica a la metodología del PO para conocer la Historia Argentina. El PO ha decidido no responder. No importa, el problema sigue siendo grave. Aquí, explicamos por qué las Malvinas nunca constituyeron una cuestión de peso para la Argentina.

    El PO, como el conjunto del trotskismo argentino, considera que nuestro país es una “semi-colonia” (yanqui, inglesa o China, no viene al caso). En ese esquema, la posesión británica de las Islas Malvinas es analizada como una de las tareas pendientes que posee la burguesía argentina para librarse del “yugo imperialista”. En su afán por esconder todo lo que vaya en contra de la “legítima” soberanía sobre las Malvinas, quien redacta la posición histórica del PO, Alejandro Guerrero, olvida (o desconoce) uno de los datos fundamentales de toda la cuestión: luego de la Revolución de Mayo, las islas fueron abandonadas por más de una década.
    Ya hemos visto que no implicaban una prioridad para los españoles. Estaban habitadas por una pequeña dotación que debía soportar las penurias de vivir en un paraje hostil [1]. Tan es así que su máxima autoridad solicitó abandonar las Malvinas “para evitar que la gente que allí se hallaba muriese de hambre” [2]. Teniendo en cuenta la necesidad de reagrupar fuerzas, para enfrentar a la Revolución porteña, el gobernador Vigodet ordenó el desalojo de las islas en 1811. Fue así como regresaron a Montevideo los 46 hombres que componían la dotación, junto con el armamento y la documentación. Antes de partir dejaron una placa, similar a la plantada por los ingleses 26 años antes, que sentenciaba que las islas pertenecían a la “soberanía del Sr. Don Fernando VII, Rey de España y sus Indias”.

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