Foro Comunista

¿Quieres reaccionar a este mensaje? Regístrate en el foro con unos pocos clics o inicia sesión para continuar.

    Enver Hoxha - La lucha contra el revisionismo, y el movimiento revolucionario y de liberación en la etapa actual (1981)

    Dzerjinskii
    Dzerjinskii
    Miembro del Soviet
    Miembro del Soviet

    Cantidad de envíos : 1801
    Reputación : 2245
    Fecha de inscripción : 29/04/2010

    Enver Hoxha - La lucha contra el revisionismo, y el movimiento revolucionario y de liberación en la etapa actual (1981) Empty Enver Hoxha - La lucha contra el revisionismo, y el movimiento revolucionario y de liberación en la etapa actual (1981)

    Mensaje por Dzerjinskii Vie Jun 04, 2010 8:25 am

    Discurso final de Enver Hoxha ante el VIII Congreso del Partido del Trabajo de Albania del 1ro. de noviembre de 1981.

    Digitalice solo el discurso final donde resume brevemente las características del revisionismo de post guerra.

    Saludos.
    Enver Hoxha

    LA LUCHA CONTRA EL REVISIONISMO, Y EL MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO Y DE LIBERACIÓN EN LA ETAPA ACTUAL


    Informe ante el VIII Congreso del Partido del Trabajo de Albania
    1ro. de noviembre de 1981
    Casa editora «8 Nëntori»
    Tirana 1981
    Capitulo V
    Páginas: 234 - 287


    En el período que nos separa del VII Congreso, nuestro Partido, manteniéndose como siempre fiel al marxismo-leninismo y al internacionalismo proletario, ha continuado sin interrupción la lucha contra el revisionismo moderno. Se ha profundizado la crítica ideológica y política contra el revisionismo jruschovista, chino, yugoslavo y europeooccidental, se han evidenciado de manera más acabada las condiciones históricas y socio-económicas del nacimiento y proliferación de estas corrientes, se ha analizado más ampliamente el proceso de degeneración de los partidos comunistas que se introdujeron en la vía del revisionismo, sus errores y sus concesiones estratégicas y tácticas. A la luz de los hechos, del pasado y del presente, se ha argumentado la relación del revisionismo moderno con la estrategia adoptada por el imperialismo después de la Segunda Guerra Mundial para destruir el socialismo y para aplastar la revolución y el movimiento de liberación de los pueblos.

    Estos análisis y conclusiones le han servido al Partido para conocer mejor los peligros que amenazan al socialismo y a la dictadura del proletariado en nuestro país, procedentes del revisionismo, y para tomar las medidas más eficaces y adecuadas para evitarlos. Han servido asimismo a la educación de los comunistas y las masas, a la elevación de su nivel teórico y al temple de su conciencia revolucionaria. El conocimiento más profundo de la estrategia y las tácticas del imperialismo y del revisionismo ha contribuido a aumentar la efectividad de nuestra lucha en defensa de la causa del proletariado y de los pueblos.

    La justeza de la vía que nuestro Partido escogió desde el comienzo para enfrentarse al revisionismo y combatirlo hasta el fin, ha sido y es corroborada cada vez más por la degeneración política y la profunda crisis ideológica del revisionismo moderno, por la grave situación económica que atraviesan y el callejón sin salida en que se han metido los partidos revisionistas y los países donde éstos detentan el Poder.

    Cuando nuestro 'Partido emprendió la lucha contra el revisionismo jruschovista, los partidos comunistas que se unieron a Jruschov, se presentaban poco más o menos como un bloque, con una línea única, la del XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética. Pero hoy, al cabo de 20 años, se encuentran escindidos y divididos en un sinfín de corrientes y fracciones, pugnan y riñen los unos con los otros, los ha inundado el nacionalismo burgués y el oportunismo socialdemócrata. Estos partidos ex comunistas se han convertido en auténticos partidos de la nueva burguesía dominante en los países donde los revisionistas se encuentran en el Poder o en parte integrante de las estructuras del Estado burgués, como ha ocurrido en los viejos países capitalistas. La crisis del revisionismo moderno es la expresión directa de la crisis del capitalismo y de la ideología burguesa en general.

    La traición revisionista, la restauración del capitalismo en una serie de países antaño socialistas han suscitado una gran confusión en torno al problema del socialismo, que se encuentra en el centro de la lucha ideológica que actualmente se desarrolla en el mundo. La cuestión es que la sociedad capitalista restaurada en sus países, es presentada por los revisionistas como una sociedad socialista pura, como un «socialismo real», «desarrollado» e incluso «muy desarrollado». Esta confusión se ve acrecentada por el hecho de que numerosos partidos y diferentes fuerzas políticas, que están lejos del socialismo científico, hablan también acerca de él, así como por los esfuerzos que despliega la burguesía y su propaganda para deformar 108 verdaderos ideales socialistas, para desviar a las masas de la lucha por el triunfo de esos ideales.

    La claridad en esta cuestión y el establecimiento de una neta línea de demarcación entre el socialismo auténtico y el seudo socialismo, revisten una importancia capital para el desarrollo con éxito de la lucha de la clase obrera y de las masas trabajadoras. Sin tener una clara imagen de la sociedad socialista y sin atenerse a sus principios y leyes generales, la revolución se queda a mitad de camino. Es posible llevar a cabo la revolución, pero cuando falta la verdadera perspectiva socialista, puede desviarse y resultar inútiles la lucha y los sacrificios realizados por su triunfo.

    EL REVISIONISMO YUGOSLAVO

    La primera corriente del revisionismo en el Poder que se propuso minar el socialismo, fue el revisionismo yugoslavo, que nació en un momento clave de la lucha entre el socialismo y el imperialismo.

    El revisionismo yugoslavo tiene profundas raíces. No surgió en 1948 y no apareció como reacción al «stalinismo» ni como consecuencia de la actuación del Kominform. Es el resultado de las concepciones burguesas que existían también anteriormente en el Partido Comunista de Yugoslavia y que no desaparecieron durante la lucha de liberación nacional.

    La nueva Yugoslavia no podía ser construida sin una orientación clara y sin una madurez política basadas en la teoría científica del socialismo. Esta gran obra únicamente podía llevarla a cabo un partido comunista fuerte y con sólidos principios marxista-leninistas. Es verdad que existía un partido comunista en Yugoslavia, pero no tenía plenamente estos rasgos, ni los adquirió durante el período de la guerra. Por el contrario, incluso los que tenía los perdió después de ella, cuando estaba llamado por las circunstancias a construir una Yugoslavia nueva en el camino socialista.

    Si se da fe a las auto alabanzas de los titistas y de la burguesía yugoslava podría creerse que ha existido y existe un partido así. Al igual que los demás, los comunistas albaneses caímos en este juicio eufórico, particularmente durante la guerra y en los primeros años tras la Liberación. Este juicio tenía su lógica, estaba relacionado con la heroica lucha de los pueblos de Yugoslavia, dirigida por el Partido Comunista.

    Después de la liberación de Yugoslavia, tanto en la teoría como en las posiciones políticas, como en la edificación del socialismo se observaron graves desviaciones de los principios básicos del marxismo leninismo. También en sus relaciones con los países socialistas, particularmente con Albania, se registraron por parte del Partido Comunista de Yugoslavia graves desviaciones y una arrogancia y altanería ajenas a un partido comunista.

    Era claro que este camino conduciría a la ruptura, como de hecho ocurrió no por culpa del Kominform, ni de Stalin, ni del «stalinismo», según quieren denominar al marxismo-leninismo los revisionistas yugoslavos y sus amigos. El conflicto con el Kominform fue resultado de las contradicciones entre los puntos de vista liberal-oportunistas de la dirección yugoslava y los puntos de vista marxista leninistas sobre la construcción del Estado y de la sociedad socialista. Tito y compañía le dieron a su oposición a la teoría marxista-leninista, el tinte de oposición a Stalin en un comienzo y al sistema socialista soviético posteriormente.

    El viraje de los titistas debía producirse y se produjo. Emprendieron el camino hacia el capitalismo adoptando y emprendiendo una «nueva» edificación económico-social y una nueva forma de gobierno estatal, adecuadas al curso antisocialista, tal como era el sistema de la «autogestión obrera». De hecho no era un sistema nuevo. No era ni socialista ni creación yugoslava. Tenía su origen en el proudhonismo, en el anarquismo de Bakunin y de Kropotkin, que fueron tan desenmascarados en su tiempo por Marx, más tarde por Lenin y posteriormente también por Stalin.

    El viraje yugoslavo hacia el capitalismo fue objeto de una desenfrenada propaganda, se le cantaron hosannas indescriptibles y se glorificó al «Barrabás». La desviación yugoslava fue anunciada como un «período nuevo», un «nuevo surco», abierto por Tito para la construcción de un «socialismo específico», «humano». Este viraje fue sostenido y financiado por el imperialismo y el capitalismo mundial. Fue inflada la megalomanía panyugoslava y Yugoslavia presentada como «campeona y ejemplo para los pueblos del mundo en su lucha libertadora».

    Todo el «sistema autogestionario», tanto en la forma como en las denominaciones de la estructura y superestructura, debía ser presentado como «marxista». Pero en la realidad estaba en completa oposición a Marx y a la teoría y la práctica del leninismo.

    El primer golpe se dirigió contra el poder de democracia popular, que era una forma de dictadura del proletariado y que en Yugoslavia jamás fue calificado como tal. Esto fue justificado por los revisionistas yugoslavos pretendiendo que el poder de los consejos populares, que fue establecido durante la guerra y sobrevivió hasta el año 1948, ya no podía ser mantenido como tal con todas sus prerrogativas. Este poder debía ser reemplazado por los «consejos obreros», ya que, según ellos, el primero era estatista-burocrático, que engendra a la «burocracia y a la capa de la nueva burguesía», mientras que los «consejos obreros» constituían un poder más próximo a la teoría de Marx. A través de ellos son pretendidamente «los mismos obreros quienes dirigen y gobiernan directamente» sin la mediación del Estado que, según la lógica de la dirección yugoslava, debe resultar que no es algo suyo. Por tanto, el Estado yugoslavo actual no es más que un «garante» para que este «sistema nuevo» no sea dañado, no se disgregue, para lo que la Federación tiene en sus manos el ejército, la UDB, la política exterior y nada más.

    Por consiguiente, el «sistema de autogestión» descentralizó, liberalizó y minó el poder de dictadura del proletariado. El Estado era de los «proletarios» y pasó a ser de los «obreros», había «surgido de la lucha, de la base», mientras que el «nuevo sistema», que supuestamente era exigido por el desarrollo «dialéctico», fue establecido desde arriba por Tito y Kardelj.

    El papel dirigente del partido en este sistema debía ser liquidado y en efecto se desvaneció. Al partido se le dejó sólo un cierto papel educativo desleído, sin ninguna autoridad. En apariencia el partido no desapareció, pero en realidad se volatilizó. Lo llamaron «Liga de los Comunistas», de forma que con su nombre se aproximara lo más posible al apelativo de Marx, para apartarlo de hecho lo más posible del papel que Marx y Lenin determinan al partido comunista.

    Los titistas presentan la cuestión como si, con la «autogestión», Yugoslavia hubiera ingresado en una nueva etapa de desarrollo que la aproxima a la sociedad comunista. Partiendo de ello, pretenden que el Estado marcha hacia su extinción y el partido ya no puede ejercer el papel y las funciones que tenía en el período de transición del capitalismo al socialismo.

    Y esto no es todo, ya que según ellos la «autogestión» ha suprimido también la lucha de clases en el interior del partido, en Yugoslavia y fuera de ella. En realidad, Tito, Kardelj y los que les seguían los pasos cambiaron la dirección de la lucha de clases. La desarrollaron y la desarrollan para defender su sistema «autogestionario» contra los «kominformistas», los «stalinístas», los «dogmáticos», etc. Aquí, realmente, se trata de la lucha de los elementos capitalistas contra los revolucionarios, del sistema capitalista contra el sistema socialista, de la ideología burguesa contra el marxismo leninismo.

    Los teóricos yugoslavos hacen grandes especulaciones acerca de la propiedad sobre los medios de producción. Según ellos, la propiedad socializada sobre los medios de producción existente en el sistema «autogestionario», constituye la forma más elevada de propiedad socialista, mientras que la estatal su forma más baja. Esta última, pretenden ellos, puede ser definida como una especie de capitalismo estatal del cual nace una nueva casta burocrática, que en realidad dispone colectivamente del derecho a la propiedad. Por consiguiente, concluyen, la propiedad estatal tampoco en el socialismo suprime la enajenación del obrero producida por el capital. La relación capitalista beneficio-salario del obrero es substituida por la relación acumulación estatal-salario del obrero. En otras palabras, según ellos, en los dos sistemas sociales el obrero continúa siendo siempre un asalariado.

    Se trata de una conocida tesis trotskista, desenmascarada y refutada hace tiempo. En la auténtica sociedad socialista, en la que la propiedad común es administrada por el Estado de dictadura del proletariado con la amplia participación organizada y efectiva de la clase obrera y del resto de las masas trabajadoras, según el principio del centralismo democrático, y en la que no se permiten grandes diferencias en la distribución del producto social que conduzcan a la creación de capas privilegiadas, el obrero no es un asalariado, no está explotado. Prueba de ello es la realidad de Albania socialista, donde la clase obrera es una clase en el Poder, que, bajo la dirección de su Partido marxista leninista, dirige la economía y toda la vida del país en su propio interés y en el de todo el pueblo.

    La «autogestión» yugoslava, que supuestamente coloca al obrero en el centro, tiene de obrera sólo el nombre, en la práctica es antiobrera, antisocialista. Este sistema, independientemente del alboroto que hacen los titistas, no le permite a la clase obrera dirigir ni administrar.

    En Yugoslavia cualquier empresa «autogestionaría» es una organización encerrada en su propia actividad económica, mientras que la política de administración se encuentra en manos de su grupo dirigente que, igual que en cualquier otro país capitalista, manipula los fondos de acumulación, decide respecto a las inversiones, los salarios, los precios y la distribución de la producción. Se pretende que toda esta actividad económico-política es aprobada por los obreros a través de sus delegados. Pero esto no pasa de ser un fraude y un gran bluff. Estos supuestos delegados de los obreros hacen causa común con la casta de burócratas y tecnócratas en el Poder en detrimento de la clase obrera y del resto de las masas trabajadoras. Son los administradores profesionales los que hacen la ley y definen la política en la organización «autogestionaria» desde la base hasta la cúspide de la república. El papel dirigente, gestor, económico-social y político de los obreros, de su clase, se ha reducido al mínimo, por no decir que ha desaparecido por completo.

    Estimulando el particularismo y el localismo, desde el republicano al regional y hasta el nivel de la comuna, el sistema autogestionario ha liquidado la unidad de la clase obrera, ha colocado a los obreros en lucha los unos contra los otros, alimentando, como individuos, el egoísmo y estimulando, como colectivo, la competencia entre las empresas. Sobre esta base ha sido minada la alianza de la clase obrera con el campesinado, quien asimismo está disgregado en pequeñas haciendas privadas y es explotado por la nueva burguesía en el Poder. Todo esto ha dado lugar a la autarquía en la economía, la anarquía en la producción, en la distribución de los beneficios y de las inversiones, en el mercado y en los precios, y ha conducido a la inflación y a un gran desempleo.

    El que la clase obrera se encuentra en la dirección del sistema «autogestionario obrero» en Yugoslavia, no es más que una falsa ilusión, una utopía. En dicho sistema la clase obrera no está en la dirección, no es hegemónica. La dictadura del proletariado ha sido liquidada, el dirigente de la clase obrera, el partido comunista o, como se le llama en este país, la Liga de los Comunistas, no dirige ni el Poder, ni la economía, ni la cultura, ni la vida social.

    En este sistema de confusión general, es otro quien detenta las posiciones políticas dominantes y dirigentes. Ese otro es la nueva casta de burócratas políticos y de tecnócratas, surgida de la capa de intelectuales aburguesados y de la aristocracia obrera. Esta casta está lejos de toda moral proletaria y no se ejerce sobre ella ningún control político.

    Esta nueva capa burocrática se autoproclama enemiga de la burocracia estatista, cuando es una burocracia aún más peligrosa, que florece y se refuerza en un sistema económico descentralizado, el cual mantiene y desarrolla la propiedad privada.

    La «autogestión obrera», cuyos fundamentos están en la ideología anarcosindicalista, ha engendrado el nacionalismo republicano, que ha elaborado hasta leyes y reglamentos concretos para defender sus mezquinos intereses. El monopolio económico de las repúblicas, constituido sobre la base del monopolio de sus empresas y de sus trusts, se ha transformado de hecho en una potencia política y en un nacionalismo republicano, que se manifiesta no sólo en cada república, sino también en cada región, en cada comuna y en cada empresa. Cada uno como individuo, como grupo o como república, se esfuerza por enriquecerse más y más rápidamente a costa de los demás.

    El nacionalismo burgués está instalado a sus anchas en Yugoslavia y el lema «unidad y fraternidad», que era justo durante la lucha de liberación nacional cuando se combatía contra los ocupantes y la reacción interna por una sociedad nueva basada en el marxismo leninismo, ha pasado a ser en el actuad sistema yugoslavo, que lo escinde y lo disuelve todo, un lema huero y sin ningún efecto. La «unidad y fraternidad» de los pueblos, de las naciones y las nacionalidades, de las repúblicas y las regiones, sólo puede realizarse en un verdadero sistema socialista guiado por la ideología marxista leninista.

    La unión federativa yugoslava no fue creada sobre bases marxista leninistas, por ello, inevitablemente, debían surgir, como de hecho surgieron, los antagonismos nacionales. El propio sistema lleva consigo estas contradicciones, alimenta el separatismo de las naciones y las nacionalidades, de las repúblicas y las regiones.

    Los numerosos créditos concedidos por el capitalismo mundial actuaron también en este sentido. Su empleo para la satisfacción de los gustos y los caprichos burgueses y megalómanos de la casta en el Poder, su distribución desigual y sin sanos criterios entre las diversas repúblicas, creó desniveles económicos y sociales en las repúblicas y regiones, lo que profundiza aún más los antagonismos nacionales.

    El sistema de «autogestión» no habría podido sobrevivir por mucho tiempo si no le hubiesen ayudado dos factores: el antisovietismo de la dirección yugoslava, que no era otra cosa sino su antimarxismo y su antileninismo, con el que se granjeó el respaldo político de toda la reacción mundial, y el apoyo económico prestado por los países capitalistas a través de grandes y múltiples créditos. No obstante, estos dos factores no lograron salvar este sistema antisocialista. Por el contrario, lo debilitaron en mayor grado y lo empujaron hacia la bancarrota económica y política.

    Kardelj y Tito le echaron la culpa del fracaso del sistema y de todos los males que se derivaron de él, al insuficiente «perfeccionamiento» del propio sistema, a la conciencia de los trabajadores «que no había alcanzado todavía el nivel necesario», a la existencia de la burocracia, etc. Vieron la bancarrota de su sistema antisocialista, más no podían volverse atrás. Por eso las medidas adoptadas por Tito, cuando aún estaba en vida, relativas a la dirección de la Federación y de las repúblicas después de su muerte, no pasan de ser paliativos. Junto con Tito y Kardelj desapareció la euforia en torno al sistema «autogestionario», Los sucesores de Tito se encuentran en una gran confusión y desorientación y no saben a qué aferrarse para dar salida a las difíciles situaciones en que se encuentra el país. Ahora la Yugoslavia titista ha entrado en una crisis profunda y general de sus estructuras y superestructuras, en una crisis económica y político-moral.

    EL REVISIONISMO SOVIÉTICO

    El revisionismo soviético ha sido y continúa siendo la corriente más peligrosa del revisionismo moderno. Conserva más que ninguna otra variante revisionista las máscaras socialistas y la fraseología leninista a fin de encubrir la actual realidad capitalista en la Unión Soviética y su política exterior imperialista y agresiva. Es un revisionismo que ha usurpado el Poder en un Estado que representa una gran potencia y que cuenta con grandes medios y posibilidades de ejercer su influencia en el mundo, de actuar en numerosas direcciones y en grandes proporciones.

    Al igual que las demás corrientes revisionistas, el revisionismo jruschovista tiene su propio proceso de nacimiento y desarrollo, hasta llegar a la forma actual de un completo revisionismo, que deforma todas las cuestiones de la teoría marxista y de la práctica socialista. En tanto que fenómeno social, el revisionismo jruschovista tiene también sus raíces y causas ideológicas, sociales e históricas.

    El Partido del Trabajo de Albania ha hecho un profundo análisis marxista de estas causas. Sobre la base de este análisis ha extraído conclusiones y ha adoptado una serie de medidas para cerrar el paso al surgimiento de tal fenómeno regresivo en nuestro país. Pero debemos profundizar continuamente en este problema a fin de que el revisionismo no pase jamás en Albania.

    Desde el comienzo el grupo de Jruschov se planteó como objetivo principal liquidar la dictadura del proletariado, minar las bases de la sociedad socialista, introducir a la Unión Soviética en el camino capitalista y transformarla en una superpotencia imperialista. Ahora todos somos testigos de esta profunda transformación contrarrevolucionaria que se ha producido en la Unión Soviética. Sólo la burguesía y el imperialismo la presentan como un país comunista. Al presentar a la Unión Soviética capitalista de hoy como un país socialista, pretenden desacreditar al marxismo leninismo y al verdadero socialismo.

    El revisionismo jruschovista es la ideología y la política del capitalismo de Estado que domina toda la vida del país. El retroceso de la Unión Soviética al capitalismo no podía sino tener sus propias peculiaridades y el régimen capitalista no podía sino asumir allí formas específicas. Estas peculiaridades y formas son determinadas por el hecho de que el capitalismo fue restaurado allí como consecuencia del derrocamiento del socialismo, como un proceso regresivo, diferente al del capitalismo de tipo clásico que llega tras el derrocamiento del régimen feudal, como un proceso progresivo.

    La peculiaridad fundamental de esta clase de capitalismo es que se mantienen en él numerosas formas socialistas de propiedad, de organización y dirección, pero su contenido ha cambiado radicalmente. Los medios de producción en la Unión Soviética son hoy en realidad propiedad capitalista estatal o colectiva, porque son utilizados en interés de la nueva clase burguesa que detenta el Poder, por ser precisamente esta clase la que se apropia del trabajo de los obreros y los campesinos.

    Las antiguas leyes, tradiciones y prácticas fueron sustituidas por otras nuevas, que dejan las manos libres a la burocracia del Estado y del partido para expresar e imponer sin trabas su propia voluntad. Las nuevas competencias que ella adquirió sobre la base de las reformas económicas, fueron aprovechadas para garantizar y ampliar los ingresos y los privilegios de las diversas castas dirigentes, para conservar el Poder y defenderse del descontento y las revueltas de da clase obrera y del resto de las masas trabajadoras.

    Es cierto que se mantuvo la propiedad estatal y las fábricas no fueron distribuidas a propietarios privados; los koljoses continuaron siendo explotaciones colectivas comunes y los bancos no fueron entregados a los accionistas, pero lo que cambió fue la distribución del producto social, su destinación.

    A pesar de que se dice que se aplica el principio de la remuneración según el trabajo, los diferentes grupos de la nueva burguesía se apoderan en realidad de la plusvalía creada por los obreros y los campesinos. Toda esta rapiña es presentada como una especie de estímulo material para alentar la actividad productiva, el trabajo científico y la creatividad artística, etc. En realidad es una explotación típicamente capitalista.

    Para abrir el camino a la restauración del capitalismo, los revisionistas jruschovistas golpearon las tesis fundamentales de la teoría marxista leninista sobre la producción de mercancías y la acción de la ley del valor en el socialismo. Identificaron en la teoría y en la práctica la producción socialista de mercancías con la producción capitalista. Sobre esta base reformaron todo el mecanismo económico. Gradualmente las empresas económicas y también un considerable número de instituciones alcanzaron una mayor independencia respecto a los planes del Estado. A los dirigentes de las empresas y de las diversas instituciones se les concedieron grandes derechos y poder para dirigir y manipular la producción y la distribución, para contratar y despedir obreros, repartir los beneficios, etc. Se limitó la financiación estatal centralizada a las empresas existentes y se fue ampliando gradualmente la práctica de la autofinanciación y la utilización de créditos.

    Los revisionistas soviéticos pretenden que su economía está dirigida y se desarrolla sobre la base de planes elaborados según el principio del centralismo democrático. Pero, el plan del Estado, como lo conciben en teoría y lo aplican en la práctica, no es ni puede ser de ningún modo el plan de una economía verdaderamente socialista. En la Unión Soviética conviven el centralismo burocrático de tipo monopolista y el amplio liberalismo económico en la base. Se ofrece la imagen de una dirección planificada de la economía, mientras en la práctica tienen campo libre de acción las leyes y las categorías económicas del modo capitalista de producción.

    El consumo parasitario ha adquirido proporciones sin precedentes. La proporción entre la remuneración de los obreros y los administradores burócratas y tecnócratas de la producción, sobre la base del sueldo nominal, es de 1 a 10, pero con los ingresos a título de distribución de los beneficios, las múltiples recompensas, los innumerables privilegios, etc., esta proporción se agranda mucho más. Resulta difícil distinguir estas diferencias salariales y del modo de vida de las que existen entre los administradores burgueses y los obreros de los países de Occidente.

    En unas condiciones en las que el salario por el valor de la fuerza de trabajo está formado en un 35-40 por ciento por la distribución de los beneficios y de manera descentralizada, en que las normas de trabajo no son únicas y se aplican igualmente de manera descentralizada, en que el estímulo material en beneficio de la nueva burguesía tiene prioridad absoluta y en que la inflación, particularmente como resultado de la militarización de la economía, que absorbe 1/3 de los ingresos nacionales, crece constantemente, la sociedad en esencia ha perdido el verdadero control sobre la medida del trabajo y del consumo, que constituyen dos llaves fundamentales para una economía socialista.

    Todo esto y una serie de medidas de carácter capitalista, que fueron pregonadas como desarrollo creador de la teoría y la práctica económica marxista leninista, tenían por objetivo desmantelar las bases de la economía socialista y lo consiguieron.

    Las consecuencias de esta línea se observan en la vida diaria del pueblo soviético. En el mercado existe carencia de artículos de primera necesidad, han aumentado la inflación, el desempleo, la fluctuación de la fuerza de trabajo, se registran alzas declaradas y no declaradas de los precios de los diversos productos. Se ha ampliado el sector privado de la economía, se ha abierto las puertas al capital monopolista extranjero, florecen el mercado negro, la especulación, los abusos, el soborno y los fraudes.

    La realidad soviética de hoy confirma que el progreso no avanza hacia la «desaparición de las diferencias de clase» ni hacia la «creación de una nueva unidad social», como propagan los revisionistas jruschovista-brezhnevistas, sino hacia una profunda diferenciación social entre la nueva clase burguesa, integrada por la capa de burócratas y tecnócratas, y las amplias masas trabajadoras, que están en la situación de una fuerza simplemente productiva. El foso que los separa se profundiza continuamente a medida que aumenta el grado de explotación de los trabajadores y crecen los beneficios de la burguesía. Esta situación ha creado toda una ideología y una política que justifican y defienden este nuevo sistema de explotación capitalista.

    El Poder de los soviets ha dejado de ser de los soviets, de los obreros y los campesinos. Se ha desprendido de ellos y ha llegado a ser como una fuerza independiente y extraña a ellos. Incluso desde el punto de vista formal los revisionistas jruschovístas han proclamado la liquidación de la dictadura del proletariado, Le han puesto al Estado el nombre de todo el pueblo para ocultar el hecho de que ya no es del pueblo, sino una dictadura de la nueva burguesía soviética. Su carácter capitalista se percibe claramente en toda la política interior y exterior que practica, al servicio de los intereses de la clase burguesa en el Poder. El Estado soviético, que tiene en sus manos los principales medios de producción y dirige toda la economía, se ha transformado en representante y defensor de los intereses de la clase dominante.

    Los revisionistas soviéticos, a fin de conservar su máscara socialista y «demostrar» que la Unión Soviética es un país socialista, dicen que allí existe un solo partido, que es un partido comunista y que su función dirigente ha sido sancionada en la Constitución. El hecho de que exista un único partido dirigente y de que sea reconocido por la ley su poder exclusivo, no le hace comunista. Son muchos los países burgueses en los que existe un solo partido dominante. El carácter de un partido político no lo determina su posición en el Estado. El carácter de un partido lo determina ante todo la clase a que pertenece y a quien sirve, la ideología por la que se orienta y la política que practica.

    El Partido Comunista de la Unión Soviética es actualmente el representante directo de la clase burguesa en el Poder, ejerce el poder en su nombre, sirve al desarrollo y fortalecimiento del régimen capitalista restaurado. No tiene de comunista más que el nombre. El que mantenga el nombre de comunista y utilice unas cuantas frases marxistas y consignas socialistas es algo hipócrita y puramente demagógico. Esto forma parte de esa propaganda fraudulenta que pretende mantener a las masas en la oscuridad y hacerles creer que viven en el socialismo y no en una sociedad capitalista, opresora y explotadora. Por tradición, para enmascararse o simplemente por inercia, a muchos partidos les ha quedado el apelativo de «demócrata», «popular», «socialista», etc., mientras que de hecho son típicamente burgueses y reaccionarios.

    La política revisionista y capitalista que se aplica en la Unión Soviética ha resucitado los viejos demonios del imperio zarista, como la opresión nacional, el antisemitismo, el racismo eslavo, el misticismo religioso ortodoxo, el culto a las castas militares, el aristocratismo de la intelectualidad, el chinovnismo (Del ruso chinovnik – funcionario) burocrático, etc. Las teorías de los revisionistas soviéticos sobre la supuesta creación de una «nueva comunidad histórica», del «pueblo soviético único», han sido inventadas precisamente para ocultar esta realidad llena de profundas contradicciones sociales, nacionales y de clase.

    Quien domina hoy en la Unión Soviética es la fuerza del ejército soviético. La militarización forzada de la vida del país, el agobiante peso de los gastos militares, que han alcanzado cifras astronómicas y estremecen cada vez más la economía soviética, deforman su desarrollo y empobrecen al pueblo.

    La restauración del capitalismo en el interior del país no podía sino conducir también a un cambio radical en la esfera de las relaciones internacionales y en la política exterior del partido comunista y del Estado soviéticos. El revisionismo jruschovista se fue transformando gradualmente en la ideología y la política de una nueva superpotencia imperialista que justifica y defiende el expansionismo, la agresión y las guerras para establecer la dominación mundial. Son engendro de esta ideología y esta política las nefastas teorías de la «soberanía limitada», la «división internacional del trabajo», la «integración económica, política y militar» de los países de la llamada comunidad socialista, a los que han atado de pies y manos y transformado en países vasallos. En el XXVI Congreso del PCUS, Brezhnev calificó estas relaciones de «relaciones entre los pueblos», para borrar así toda identidad nacional y estatal,

    Con el fin de alcanzar sus objetivos expansionistas y neocolonialistas, el social imperialismo soviético ha inventado una teoría, según la cual ningún país puede liberarse y defenderse del imperialismo ni desarrollarse de manera independiente sin la ayuda y la tutela soviética. Especula con la consigna de la «ayuda internacionalista» para desatar agresiones y saquear las riquezas de los demás países.

    Toda la política exterior expansionista, hegemonista y agresiva de la Unión Soviética social imperialista constituye otra prueba, otro testimonio de que el régimen soviético es un régimen capitalista, porque sólo un régimen así puede practicar tal política en la arena internacional. Como afirmaba Lenin, la política exterior es la prolongación de la política interior y las dos juntas la expresión concentrada de las relaciones económicas existentes en un país. Las máscaras socialistas y comunistas que aún pretenden conservar los revisionistas soviéticos, se van cayendo ante su realidad capitalista y ante la política social imperialista que aplican.

    Cuánto tiempo continuará haciendo efecto el gran engaño del pueblo soviético que cree vivir en el socialismo, hasta cuándo la clase obrera soviética continuará viviendo de ilusiones, eso depende de muchos factores, internos y externos. Los acontecimientos de Polonia son significativos respecto a las situaciones que esperan a los países dominados por el revisionismo jruschovista. El hecho es que en ese país ha estallado el conflicto de clase entre los trabajadores y la clase burguesa en el Poder, representada por el partido revisionista. Independientemente de cómo fue manipulada por las fuerzas de derecha, la revuelta de la clase obrera polaca pone de manifiesto en esencia que ésta tomó conciencia de su situación como clase oprimida y explotada, que el Poder existente en Polonia está en manos de una clase antagónica respecto a ella, que el socialismo ha sido traicionado. ¿A quién le llegará el turno después de Polonia? Los procesos de diferenciación de clase hierven en todos los países revisionistas. Los conflictos de clase aumentan con rapidez. Ni siquiera la Unión Soviética es aquí una excepción, a pesar de que en la imagen externa parezca el más estable de ellos. Las llagas que ha abierto la restauración del capitalismo, sólo podrán curarse con el derrocamiento del revisionismo y la restauración del socialismo.



    rojo95
    rojo95
    Novato/a rojo/a
    Novato/a rojo/a

    Cantidad de envíos : 30
    Reputación : 55
    Fecha de inscripción : 10/12/2010

    Enver Hoxha - La lucha contra el revisionismo, y el movimiento revolucionario y de liberación en la etapa actual (1981) Empty Re: Enver Hoxha - La lucha contra el revisionismo, y el movimiento revolucionario y de liberación en la etapa actual (1981)

    Mensaje por rojo95 Sáb Ago 27, 2011 3:06 pm

    Muchisimas gracias camarada, que buen aporte
    avatar
    pedrocasca
    Colaborador estrella
    Colaborador estrella

    Cantidad de envíos : 9582
    Reputación : 18558
    Fecha de inscripción : 31/05/2010

    Enver Hoxha - La lucha contra el revisionismo, y el movimiento revolucionario y de liberación en la etapa actual (1981) Empty Enver Hoxha - La lucha contra el revisionismo, y el movimiento revolucionario y de liberación en la etapa actual (1981) II

    Mensaje por pedrocasca Jue Feb 07, 2013 12:32 pm

    También se puede descargar el discurso de Enver Hoxha de 1981 sobre La lucha contra el revisionismo y el movimiento revolucionario y de liberación en la etapa actual, desde el link:

    https://www.box.com/s/5vjepz0rrbcyomshwawk

    formato pdf de buena calidad - 18 páginas


    Enver Hoxha - La lucha contra el revisionismo, y el movimiento revolucionario y de liberación en la etapa actual (1981) Images?q=tbn:ANd9GcS28D9Cle9k7bOEih7FrO0RsPU1-OV6Rp2d7_ZDzJtT94QJ0FiFJA
    Enver Hoxha
    avatar
    NG
    Miembro del Soviet
    Miembro del Soviet

    Cantidad de envíos : 2037
    Reputación : 2269
    Fecha de inscripción : 25/02/2011

    Enver Hoxha - La lucha contra el revisionismo, y el movimiento revolucionario y de liberación en la etapa actual (1981) Empty Re: Enver Hoxha - La lucha contra el revisionismo, y el movimiento revolucionario y de liberación en la etapa actual (1981)

    Mensaje por NG Jue Feb 07, 2013 6:49 pm

    EL REVISIONISMO CHINO

    Nuestro Partido ha desarrollado una grande y abierta lucha de principios contra el revisionismo chino, contra la ideología, la política, las posiciones y la actuación del Partido Comunista de China.

    El revisionismo chino es una corriente oportunista en el movimiento comunista mundial y su base, el pensamiento Mao Tse-tung, una ideología de características arcaicas, una amalgama de las antiguas teorías chinas de Confucio y Mencio y de nuevas teorías perifraseadas, sin ninguna vinculación orgánica y estructural, barnizadas con una fraseología marxista. El pensamiento Mao Tse-tung representa una ideología hegemonista de dominación mundial, basada en un cúmulo de teoremas e ideas heterogéneas, contradictorias y pragmáticas. Por las aguas de esta ideología navegaba el barco chino tanto a la derecha como a la izquierda, con el rumbo trastornado, cuando se inició la construcción del nuevo Estado chino surgido de la lucha de liberación. De aquí procedían las vacilaciones de China y el carácter impreciso de su sistema político y económico.

    La teoría que guiaba a la nueva China no era el marxismo leninismo. Los brochazos marxistas de la fachada, producían la falsa impresión de que existían algunos rasgos del socialismo científico, y obstaculizaban que aparecieran con claridad las continuas desviaciones.

    Cuando en China se subrayaba el papel de la dictadura del proletariado, bajo ello se ocultaba y se desarrollaba la dictadura de los grupos rivales y de las personalidades. Cuando se subrayaba la función dirigente del partido, bajo ello se ocultaba una organización caótica y una dirección inexistente por su parte. Cuando se hablaba sobre la hegemonía de la clase obrera, se cedía de hecho el papel dirigente al campesinado, ya que era su ideología pequeñoburguesa la que dominaba en China. Cuando se hablaba de la modificación de las estructuras de clase, en esencia nada se movía de su sitio.

    La economía china cojeaba gravemente sin orientaciones ni perspectivas claras, independientemente de la existencia de un cierto plan, que ni de lejos tenía características científicas y menos aún estaba fundado en un sistema centralizado. Incluso ni siquiera tenía los rasgos de un plan descentralizado. La economía china caminaba por inercia.

    En toda esa organización y esa ideología carentes de columna vertebral dominaba la idea del hegernonismo chino de gran Estado, que «estaba llamado por la historia» a representar el nuevo modelo de sociedad socialista, a representar al «marxismo leninismo de nuestros días», que era el pensamiento Mao Tse-tung.

    Debíamos advertir en este desarrollo de China que bajo el ropaje de la «revolución» se escondía la contrarrevolución, que bajo el ropaje del pensamiento Mao Tse-tung se ocultaba el antimarxismo, se ocultaba una corriente del revisionismo moderno a la búsqueda de formas y estructuras políticas, ideológicas, organizativas y estatales adecuadas al «continente chino» y a sus aspiraciones capitalistas e imperialistas.

    El «antiimperialismo», el «antisovietismo», el «antinorteamericanismo» de la China de Mao Tse-tung, que se alternaban entre sí, eran coyunturales. No eran convicciones ideológicas, no eran posiciones de principios, sino maniobras para equilibrar a los poderosos del mundo, un juego con las potencias político-militares imperialistas para reforzar a China en el tablero mundial.

    Con esa concepción del mundo, con esas actitudes eclécticas y oportunistas, tanto en el plano interior como en el exterior, se desarrolló la «Revolución Cultural Proletaria» de los «guardias rojos» y se desarrolla actualmente la «revolución» revanchista de los viejos reaccionarios y de todos los desechos de la vieja China. Sobre estas bases se construyó la desafortunada teoría de los «tres mundos» y de las «alianzas de estos tres mundos», se produjeron los fuertes virajes chinos en la política internacional con muy peligrosas consecuencias para la paz mundial.

    Nuestro Partido necesitó un tiempo más o menos largo para advertir este camino antimarxista del Partido Comunista de China y del Estado chino, con los que teníamos buenas relaciones de amistad. Para nuestro Partido tenía gran importancia la esencia teórico-política de esta amistad, tenía importancia la cuestión de la lucha por mantener la pureza del marxismo leninismo, la causa del socialismo y de la revolución.

    Al comienzo llevamos a cabo una lucha de principios por medio de debates, como entre camaradas, pero gradualmente esta lucha se agudizó a causa de las actitudes antimarxistas de China. Era una lucha sin concesiones por parte del Partido del Trabajo de Albania, pero al mismo tiempo una lucha desigual y difícil. Si no se libraba esa lucha, se ponía en peligro la construcción del socialismo en Albania.

    La importancia de la lucha del Partido del Trabajo de Albania radica en que derribó los dos mitos: el de China, como país en el que se construía el socialismo y el del pensamiento Mao Tse-tung, como el marxismo leninismo de nuestra época. Nuestro Partido tuvo en cuenta en esa lucha, para defender los principios, todas las dificultades económicas que se le podían crear al país.

    El pensamiento Mao Tse-tung propagado como «desarrollo científico del marxismo leninismo, podía influir, como de hecho lo hizo, en el movimiento comunista internacional y particularmente en algunos partidos marxista leninistas. Esos partidos, por múltiples circunstancias, al no serles posible hacer un profundo análisis de esta corriente ideológica revisionista, pensaban que en la gran China y en Mao Tse-tung tenían a los dirigentes de la revolución proletaria, a sus resueltos sostenedores en la lucha contra el imperialismo norteamericano y el social imperialismo soviético, a los defensores naturales de las justas luchas de liberación nacional de los pueblos.

    Debía llevarse a cabo, pues, una decidida lucha de principios para desengañar a los engañados. Esta lucha la emprendió el Partido del Trabaje de Albania. Este es un hecho vivido y confirmado tanto en la vida del propio Mao Tse-tung, como después de su muerte. Esta lucha no aisló a Albania socialista en el mundo, como pretenden los revisionistas yugoslavos. Sucedió todo lo contrario, el Partido del Trabajo de Albania y la República Popular Socialista de Albania fortalecieron aún más sus posiciones internas e internacionales.

    También otros partidos hermanos marxista leninistas lucharon con sabiduría, con resolución revolucionaria y aportaron una valiosa contribución en esta lucha por la defensa del marxismo leninismo y de la revolución, y en oposición a la ideología seudomarxista del pensamiento Mao Tse-tung.

    El desenmascaramiento de China en tanto que país no socialista y del pensamiento Mao Tse-tung en tanto que teoría antimarxista liquidó una peligrosa ilusión en el movimiento marxista leninista internacional, de la misma forma que sucedió con el revisionismo soviético, yugoslavo y las demás corrientes reaccionarias revisionistas.

    Cualquier enmascaramiento, falsificación o desviación de la teoría científica del marxismo leninismo no puede tener larga vida. Tarde o temprano se desenmascara porque está en oposición con los ideales de la clase obrera, de los pueblos que luchan por la liberación, por la verdadera democracia, por el socialismo, por una sociedad sin explotadores ni explotados.

    Los actuales giros de los acontecimientos en China, toda la política interna y externa de la dirección china, demuestran que los análisis y las conclusiones del Partido del Trabajo de Albania eran totalmente exactos y correcto. La dirección china dejó el campo libre al desarrollo de la economía capitalista, abrió las puertas a la afluencia de los capitales extranjeros esclavizadores, se unió en una estrecha alianza con el imperialismo norteamericano y con la más negra reacción internacional. China surgió abiertamente como una potencia imperialista agresiva y con pretensiones hegemónicas en el mundo. Se ha convertido en uno de los principales centros de la contrarrevolución mundial, que lucha por todos los medios para impedir la liberación de los pueblos, para sofocar la revolución. El revisionismo chino aparece hoy como una corriente abiertamente reaccionada, ha roto todos los lazos no sólo con los movimientos revolucionarios y de liberación, sino también con cualquier movimiento democrático y progresista. En cada ocasión se une con las fuerzas más negras, más oscurantistas y fascistas del mundo.

    El desorden, las perturbaciones, la confusión y los enfrentamientos que se han producido y se producen en China, son consecuencia directa del pensamiento Mao Tse-tung. La crítica que, los dirigentes chinos le hacen hoy a Mao Tse-tung no tiene ningún parecido con la crítica marxista que le hacemos nosotros. No está relacionada con el contenido de sus ideas, que los actuales dirigentes chinos mantienen y aplican. Su crítica es manifestación de la pugna por el Poder entre los diversos grupos maoístas rivales. Esos grupos no pueden echar abajo a Mao Tse-tung, porque todos encuentran en sus ideas apoyo y justificación para sus actos. Sin liberarse del pensamiento Mao Tse-tung, el proletariado y el pueblo chinos no podrán encontrar el camino correcto que conduce al socialismo.

    En el futuro el Partido del Trabajo de Albania continuará de forma consecuente la lucha de principios para desenmascarar por completo al revisionismo chino, para establecer una, frontera clara y tajante entre, el marxismo-leninismo y las ideas antimarxistas de Mao Tse-tung. Sin denunciar y refutar el pensamiento Mao Tse-tung, sin combatir y erradicar toda influencia suya en el movimiento revolucionario, no se puede hablar seriamente de lucha contra el revisionismo chino ni contra el revisionismo moderno en general, no puede consolidarse y desarrollarse debidamente el movimiento marxista leninista ni puede hacerse avanzar con éxito la causa de la revolución.

    EL EUROCOMUNISMO

    Cuanto más se profundizan las contradicciones del capitalismo y del imperialismo y se aproxima la ola de la revolución, tanto más se descubre la catadura antimarxista y contrarrevolucionaria de la otra corriente revisionista: el eurocomunismo.

    El eurocomunismo es producto de la degeneración de los partidos comunistas que emprendieron el camino del revisionismo, de la división producida en el campo revisionista, como resultado del predominio que adquirió en su seno el nacionalismo burgués.

    Es la ideología de la aristocracia obrera alimentada con migajas de las ganancias de la burguesía. El eurocomunismo, la más pura ideología del reformismo burgués, juega el papel de «quinta columna» en el seno del movimiento obrero.

    Los eurocomunistas, que figuraron entre los más ardientes adeptos de la campaña contra Stalin, para volver supuestamente al Lenin, se han unido ahora abiertamente con todo el coro de la burguesía y los socialdemócratas, para atacar a Lenin y al leninismo. El mismo término «eurocomunismo» es expresión del alejamiento del marxismo leninismo, de la negación de las leyes generales de la revolución y de la construcción de la sociedad socialista. Los eurocomunistas han desenterrado y vuelto a poner en circulación las viejas teorías oportunistas de Lassalle, Bernstein, Kautsky y de la II Internacional, proclamando que son la última palabra del desarrollo creador del marxismo en nuestros días. El ataque frontal y abierto desde posiciones anticomunistas contra las enseñanzas fundamentales del marxismo leninismo es la conclusión lógica de todo el revisionismo moderno, de todas sus corrientes.

    Las prédicas de los eurocomunistas sobre el Estado capitalista supra-clasista, sobre la democracia para todos, sobre el camino pacífico, parlamentario, democrático hacia el socialismo, sobre las reformas estructurales en el marco de la Constitución burguesa, etc., tienen un solo objetivo: sabotear la revolución, defender y perpetuar el orden capitalista. Cuando los revisionistas italianos, franceses y españoles hablan de «compromiso histórico», de «bloque histórico de la izquierda», etc., o cuando luchan por formar parte de los gobiernos burgueses, lo hacen no para arrebatar el Poder a la burguesía, no para liquidar el orden capitalista, sino para defenderlo de la revolución y para asumir ellos mismos la administración de los asuntos de la burguesía. Pretenden sustituir en ese papel a la socialdemocracia, comprometida y desacreditada ya ante las masas como servidora descarada de la burguesía.

    A la vez que embellecen al capitalismo, los eurocomunistas manifiestan una abierta hostilidad hacia el socialismo. Según ellos, ni ha existido ni existe hasta hoy ningún socialismo verdadero. Para ellos, el «verdadero socialismo» es el que han inventado ellos mismos, el llamado «socialismo democrático», «socialismo pluralista» o «tercera vía».

    El «socialismo» imaginado por los eurocomunistas es un socialismo sin dictadura del proletariado, sin dirección exclusiva del partido comunista, sin teoría marxista leninista. En ese socialismo el Poder será de todas las clases, accederán a la dirección diversos partidos según los votos que obtengan en las elecciones, la ideología marxista convivirá con todas las demás ideologías burguesas, pequeño burguesas y religiosas. En el socialismo de los eurocomunistas existirán diversas formas de la economía, la propiedad socializada y la iniciativa privada, los capitales imperialistas y las multinacionales.

    Así pues, en esa sociedad calificada de pluralista se entrelazarán y convivirán en paz y plena armonía las clases sociales, los partidos, las ideologías y distintos tipos de propiedad, elementos socialistas y capitalistas en la economía y en la política, en la base y en la superestructura, en toda la vida de la sociedad. Pero una sociedad así, una mezcla capitalista-socialista ni ha existido ni puede existir jamás. Únicamente puede existir en la imaginación de los eurocomunistas. El socialismo y el capitalismo son dos órdenes sociales que se excluyen mutuamente. La nueva sociedad predicada por los eurocomunistas no es más que la actual sociedad capitalista barnizada, con un baño socialista.

    El surgimiento del eurocomunismo fue anunciado con gran ruido por la burguesía, que se forjó ilusiones de que su ideología reformista eclipsaría la ideología revolucionaria del marxismo leninismo. Esperaba que el eurocomunismo alcanzara una gran difusión y se convertiría en una bandera, que uniría a todos los revisionistas, del Oeste y del Este. Pero el fracaso fue rotundo. En los propios partidos eurocomunistas proliferaron las fracciones y divisiones; entre los diversos partidos eurocomunistas comenzó la lucha por el liderazgo. Las disputas y las divergencias con el resto de los partidos revisionistas pasaron a ser aún mayores. El partido de Marchais abandonó el campo eurocomunista y se aproxima cada vez más a los revisionistas soviéticos. El Partido Comunista de España se ha dividido en diversas fracciones, en eurocomunistas ortodoxos y heréticos, en pro soviéticos y antisoviéticos. Por su parte el partido de Berilinguer está atravesando una grave crisis ideológica y política. Y lo que es más importante, los partidos eurocomunistas han perdido gran parte de la influencia que tenían entre las masas, cosa que puede verse en sus sucesivas derrotas en las elecciones, a las que consideran su caballo de batalla.

    LAS IDEAS DEL VERDADERO SOCIALISMO

    Las ideas del verdadero socialismo han sido y continúan siendo una gran fuerza de inspiración, movilización y organización de la lucha revolucionaria de las masas.

    Hoy no hay necesidad de que se inventen nuevos «socialismos», ni de que se copien los llamados socialismos de los revisionistas modernos, como el soviético, yugoslavo, chino y otros, que de socialismo sólo tienen el nombre.

    Qué es el socialismo, qué representa y realiza, cómo se logra y se construye la sociedad socialista, no son cosas desconocidas. Existe una teoría y una práctica del socialismo científico. Esa teoría nos la enseñan Marx, Engels, Lenin y Stalin. Su práctica la encontramos en la rica experiencia de la construcción del socialismo en la Unión Soviética del tiempo de Lenin y Stalin, la encontramos hoy también en Albania, donde la nueva sociedad se edifica según las enseñanzas del marxismo leninismo.

    Claro está que el socialismo, como ha dicho Lenin, tendrá diferentes fisonomías y sus propias peculiaridades en diferentes países, lo que se deriva de las condiciones socio-económicas, del camino a través del que se desarrolla la revolución, de las tradiciones, de las circunstancias internacionales, etc., pero los principios básicos y las leyes generales del socialismo permanecen inalterables y son indispensables para todos los países.

    Los marxistas leninistas estudian cuidadosamente los procesos revolucionarios en sus respectivos países, así como las condiciones nacionales e internacionales en las que esos procesos se desarrollan. No son dogmáticos ni en la teoría ni en la práctica. Para ellos el marxismo leninismo, como una concepción del mundo materialista dialéctica, es una doctrina viva, creadora y en constante desarrollo.

    Los marxistas leninistas no son conservadores y fanáticos, como son acusados por los revisionistas y los burgueses. Por el contrario, son las personas más progresistas, combatientes decididos contra todo lo caduco y retrógrado. Se mantienen firmemente en las posiciones de lo nuevo y luchan con todas sus fuerzas por su victoria.. Son conservadores y reaccionarios los revisionistas y todos los demás oportunistas, que, como servidores de la burguesía, defienden una causa perdida, defienden un orden viejo, opresor y explotador. Es precisamente esa posición reaccionaria la que ha sumido al revisionismo moderno en una profunda crisis.

    La liberación de la candencia del proletariado y de los pueblos de las influencias paralizantes del revisionismo, la difusión del marxismo leninismo, que señala el único camino correcto para la lucha y la victoria, es hoy una tarea primordial para impulsar el proceso revolucionario en cada país y a escala mundial.

    Esa tarea, se hace más actual por el crecimiento de la rebeldía y de los movimientos de las masas, por el despertar de la conciencia dé clase y nacional de los pueblos, por el hecho de que el mundo se encuentra ante grandes convulsiones económico-sociales.

    Los esfuerzos de todos los enemigos se concentran en alejar a las masas de la revolución. La burguesía, la socialdemocracia, los revisionistas modernos y los oportunistas de todo tipo hacen todo lo posible para engañar a la clase obrera y a las masas, para sembrar la confusión ideológica y la división, para difundir el pesimismo y el fatalismo, para infundir entre el pueblo la desconfianza en la revolución y en el socialismo, para crear la psicosis de que es imposible que el capitalismo y el imperialismo sean derrotados y vencidos. El único problema para esos enemigos es darle al capitalismo un «rostro más humano», lo que quiere decir que los grandes capitalistas continúen dominando, pero arrojen algunas migajas al pueblo sumido en la pobreza. A este coro se unen los ideólogos burgueses, los apologistas del imperialismo soviético, los predicadores de la teoría de los «tres mundos», del «no alineamiento» y del diálogo Norte-Sur, el papa de Roma y los bonzos de los sindicatos.

    Sobre la clase obrera europea se ejerce una gran presión. Como consecuencia del dominio del reformismo, el movimiento obrero en Europa no ha llegado a ser todavía un verdadero movimiento revolucionario. No ha adquirido plena conciencia de que para cambiar su situación hay que derrocar el sistema capitalista, hay que instaurar la sociedad socialista.

    Pero el proletariado europeo no puede continuar obedeciendo eternamente a los cabecillas sindicalistas y a los partidos socialdemócratas y revisionistas, quienes cacarean que mediante el desarrollo de las estructuras burguesas existentes, el camino parlamentario, las reformas, o a través de la «Europa Unida», se asegurará un futuro mejor para las masas trabajadoras. La opresión, la violencia, la brutal explotación, la desocupación, las drogas, la degeneración, la inflación, que pesan sobre los países de Europa, no podrán más que forzar las revueltas de las sanas fuerzas de los pueblos europeos contra la dominación del capital. La «Europa Unida» no es sino una solución efímera, una política reaccionaria capitalista que, tarde o temprano, se encontrará ante dificultades innumerables y de diversa naturaleza. Por eso, llegará un momento en que la indignación de la clase obrera de Europa llegará al punto en que exigirá sin falta una solución revolucionaria.

    En estas condiciones es de primera importancia que los comunistas y no comunistas, la gente progresista y todas las masas del pueblo comprendan bien que su verdadero enemigo es el capitalismo, que éste debe y puede ser derrocado por la lucha revolucionaria. De esta forma desaparecerá el pesimismo, aumentará el coraje y la confianza en la victoria. Es la ciencia de Marx y Lenin la que eleva y hace invencible esa confianza entre el proletariado y las masas.

    El partido y el proletariado que se preparan para la revolución y para la toma del Poder, se esfuerzan por analizar y dominar las situaciones, por determinar científicamente el carácter y las etapas de la revolución en cada caso concreto y, sobre esta base, elaborar la estrategia y las tácticas adecuadas. Estudian con el mayor cuidado las diversas corrientes revolucionarias populares que se enfrentan con el capitalismo y sus partidos, valoran su orientación, la correlación de fuerzas en la situación concreta y, sobre esta base, determinan y aplican todas aquellas hábiles tácticas que deben ser utilizadas para conducir por un camino correcto y victorioso a las masas populares, para canalizar miles de torrentes en el gran río de la revolución, donde se ahogará la burguesía capitalista.

    El partido y el proletariado no van solos a la revolución. En la sociedad burguesa existen también otras capas oprimidas que odian el orden capitalista, existen fuerzas progresistas entre el campesinado, entre la juventud, existen, además, personas demócratas y amantes de la libertad que no soportan la explotación. Los comunistas acercan a todas esas fuerzas y elementos, establecen con ellos alianzas sobre diversas cuestiones y por objetivos determinados. Los marxistas leninistas no son ni sectarios ni amplios, son revolucionarios firmes en los principios, pero flexibles en la táctica. Los frentes que construyen los partidos marxista leninistas junto a las demás fuerzas progresistas en los países capitalistas contra la burguesía, contra el fascismo y el imperialismo, forman parte de la estrategia de la revolución. En toda alianza o frente el partido conserva su propia personalidad incluso cuando, por razones objetivas, no la dirige él mismo.

    El problema clave en los países capitalistas ha sido y sigue siendo la unidad del proletariado. La burguesía pretende aprisionar al proletariado en unas tenazas de hierra, no permitirle avanzar par el camino que le ha señalado la historia para derrocar a los explotadores, para derribar el Poder del capital. Una de esas tenazas son los sindicatos, que, en la mayoría de los casos, están sometidos a la burguesía. Los comunistas no sólo trabajan para penetrar y echar firmes raíces en la clase obrera, sino que luchan también para lograr su unidad. Actualmente, cuando la crisis ha arrojado a la calle a decenas de millones de obreros y otros millones se levantan en huelgas y manifestaciones por reivindicaciones económicas y políticas, es más fácil organizar y unir a los obreros en la lucha contra el capital.

    La unidad de la clase obrera se logra en la lucha y en las acciones revolucionarias concretas por la satisfacción de las exigencias económicas y políticas del proletariado. Con este fin los marxistas leninistas trabajan para que los sindicatos existentes se libren de la dominación de los agentes de la burguesía, de los revisionistas y socialdemócratas y se transformen en instrumentos de lucha contra el orden explotador. Paralelamente, según las condiciones y necesidades, crean nuevos sindicatos revo1ucionarios.

    La juventud es también una gran fuerza que anhela la transformación de la sociedad capitalista y lucha por ello, que quiere lo nuevo y lo progresista. Únicamente el marxismo leninismo y la revolución le abren ese camino, sólo ellos liberan a las masas juveniles de la degeneración política y social a que las arrastra la burguesía, les abren la perspectiva de una vida nueva, limpia y feliz, donde puedan desbordarse y desarrollarse plenamente sus inagotables energías al servicio de la sociedad y del progreso. El movimiento de la juventud cobra fuerza y puede alcanzar sus objetivos cuando se funde en el movimiento revolucionario de la clase obrera.

    El proceso revolucionario actual ha planteado de forma más aguda el problema de la actitud frente al ejército burgués, no para considerarlo como la fuerza que hará la revolución, sino para descomponerlo y desintegrarlo, para que no esté en condiciones de enfrentarse a la revolución. Los comunistas trabajan para que las masas de soldados, que son hijos del pueblo, no obedezcan a la casta de los oficiales cuando estalle la revolución, sino que vuelvan las armas contra las fuerzas reaccionarias en el Poder y se unan a los insurrectos, como sucedió en Irán.

    La revolución es la tarea principal de la clase obrera. Pero se prepara en la lucha por resolver los problemas políticos, económicos, sociales, culturales que inquietan cada día a las masas trabajadoras. Son esas acciones, esas batallas diarias las que elevan la conciencia de la clase, las que fortalecen su organización y unión, las que la preparan y la conducen a la revolución. A través de esas batallas el partido se vincula con las masas y se pone a su frente. Los verdaderos partidos de la clase obrera son partidos de acción revolucionaria.

    Para atemorizar a las masas y preparar la implantación del fascismo, el gran capital está incitando el terrorismo, que en numerosos países ha tomado amplias proporciones. Con el terrorismo la burguesía pretende, asimismo, denigrar al verdadero movimiento revolucionario, desviar hacia un camino erróneo a diversos elementos que se rebelan contra su opresión. De forma intencionada identifica la lucha revolucionaria con el terrorismo, con el fin de crear entre las masas la idea de que los comunistas, los patriotas y los revolucionarios que luchan contra la opresión nacional y social, son terroristas y anarquistas que asesinan y saquean. Los verdaderos revolucionarios están contra el terrorismo y el anarquismo, en la teoría y en la práctica.

    La clase obrera y las masas trabajadoras de los países capitalistas tienen también ante sí el problema nacional, que ha adquirido en la actualidad gran agudeza. La socialdemocracia y los revisionistas niegan la existencia de ese problema en los países capitalistas desarrollados, como los de Europa Occidental, Japón, Canadá, etc. Se niegan a ver el hecho de que, como resultado de la ofensiva de las multinacionales, la ampliación de las competencias de organismos supranacionales, de los bloques militares y las organizaciones económicas internacionales, y la instalación de bases militares en sus territorios limitan aún más la soberanía nacional y la actuación política independiente de sus países, y los convierten gradualmente en Estados vasallos.

    La clase obrera debe tomar en sus manos la defensa de la soberanía y la independencia nacionales, que ha sido abandonada por la burguesía y el ala socialdemócrata y revisionista. El proletariado europeo y de los demás países no debe dejarse engañar por la propaganda de los Estados Unidos, de la Unión Soviética o de China, que, cada uno por sus propios intereses, agitan el fantasma del peligro que representa la superpotencia rival para la libertad y la independencia nacionales. Con esta propaganda cada una por su parte tiene como objetivo arrebatar esa libertad e independencia y establecer su dominación imperialista.

    La cuestión nacional y de clase representa también un gran problema en los países dominados por los revisionistas. De manera especial en esos países no es posible alcanzar la liberación social sin oponerse y sacudirse el yugo del social imperialismo soviético, que ha establecido en ellos su completa dominación económica, política y militar. El imperialismo norteamericano y las demás potencias capitalistas occidentales simulan respaldar el movimiento obrero y nacional en estos países, apoyar las aspiraciones de libertad de sus pueblos. Esto es pura demagogia y un peligroso juego dirigido a engañar a los proletarios y a las masas trabajadoras. La burguesía imperialista pretende únicamente separar a esos países de la zona dé influencia del social imperialismo soviético e incluirlos en su esfera de dominación.

    La causa de la revolución proletaria es inseparable del desarrollo del movimiento de liberación de los pueblos. Un importante rasgo de las actuales luchas de liberación nacional es que el despertar político para la conquista y la defensa de la plena libertad e independencia nacionales está siendo acompañado de un despertar social. Los actuales movimientos de los pueblos oprimidos se dirigen cada vez en mayor medida no sólo contra el imperialismo extranjero, sino también contra sus agentes en el interior del país. El hecho es que los pueblos de los países oprimidos, pese al atraso económico-social, están mostrando una gran vitalidad y aportando una importante contribución a la revolución democrática antiimperialista, que abre el camino a la revolución proletaria.

    Merecen particular atención las insurrecciones populares de «inspiración islámica», como les gusta definir esos movimientos a la burguesía y los revisionistas con el fin de negar su carácter antiimperialista y revolucionario. Es un hecho que en los países musulmanes existe un movimiento insurreccional, pero la interpretación que hacen de ello la burguesía y los revisionistas es maliciosa y denigrante. Encubre propósitos de esclavización de los pueblos.

    Nosotros, los marxistas leninistas, hemos afirmado y afirmamos que la religión es opio para los pueblos. En ningún caso cambiamos nuestro punto de vista acerca de esta cuestión. Tampoco la religión musulmana se diferencia en su contenido de las demás.

    Las amplias masas de los pueblos musulmanes se han levantado y se levantan en diversos países en lucha no por la causa de la fe religiosa, sino por la liberación nacional y social. La creencia en la religión es relativa y no predomina sobre la política. Las gentes de estos países creen en el islám y lo respetan, pero cuando resultan afectados los intereses vitales del pueblo, la libertad y la independencia del país, se levantan en lucha contra el agresor, incluso siendo éste de la misma religión. No es la inspiración religiosa la que produce la rebelión y el despertar revolucionario de los pueblos, sino las condiciones político-sociales, la opresión y el saqueo imperialista, la pobreza y los sufrimientos que pesan sobre ellos.

    Los árabes y los demás pueblos musulmanes son combatientes valerosos y con una cultura antigua. Sus insurrecciones y sus luchas antiimperialistas, anticolonialistas y antifeudales demuestran que esos pueblos son progresistas y amantes de la libertad. Si no fuesen así, no podrían, levantarse en la lucha por la libertad y la independencia nacional, contra la doble opresión, interna y externa,

    En las regiones habitadas por los pueblos musulmanes los imperialistas y los social imperialistas se encuentran en situaciones difíciles. Igualmente difíciles son las posiciones de sus títeres. Los acontecimientos en esas regiones hablan de una situación revolucionaria, de un gran movimiento social de esos pueblos, independientemente de que a primera vista tenga un carácter religioso, y sea seguido por gente creyente o no creyente.

    Actualmente en bastantes países existen o se crean situaciones revolucionarías, pero no en todos ellos se plantea como tarea inmediata la revolución socialista. En el mundo se desarrollan, además, movimientos de carácter democrático, antiimperialista, de liberación. Todos ellos forman parte del proceso revolucionario mundial, son luchas justas, que debilitan al frente imperialista y contribuyen a acelerar los procesos revolucionarios, golpean y descomponen todavía más al sistema capitalista. Por eso, como nos enseña Lenin, la clase obrera, como la clase más progresiva, y su partido comunista deben apoyar, respaldar activamente esas luchas y colocarse en su dirección. Incluso en el caso de que al comienzo no hayan afirmado sus posiciones dirigentes, deben mantenerse al frente de la lucha y de los sacrificios, porque sólo así pueden colocarse a la cabeza del movimiento y garantizar sus objetivos, sólo así se puede abrir el camino a la transformación de la revolución democrática, popular, antiimperialista en revolución socialista.

    En su lucha por la liberación nacional y social la clase obrera y las masas trabajadoras chocan cada día con la barbarie del imperialismo, de la burguesía y de las fuerzas de la reacción. En esas condiciones están obligadas a responder a la violencia reaccionaria con la violencia revolucionaria, cuyas formas son y no pueden sino ser distintas, según las condiciones de cada país y el desarrollo de la situación. En algunos países esta violencia ha adquirido y puede adquirir la forma de insurrección armada. Frente a esta cuestión los marxistas leninistas mantienen una actitud extremadamente seria. Combaten tanto las actitudes nihilistas, como el aventurerismo pequeñoburgués, desenmascaran y rechazan tanto las prédicas maoístas de «el cerco desde campo a la ciudad», etc., como las teorías seudo marxistas que niegan el papel decisivo de las masas populares en la lucha y la dirección de los partidos marxista leninistas.
    Para nuestros partidos marxistas leninistas los tiempos son revolucionarlos. Los nuevos partidos marxista leninistas crecen y se templan en todo el mundo, crecen su papel y su actividad, sus vínculos con la clase obrera y las masas y su influencia entre ellas. Se han creado nuevos partidos en bastantes países y zonas. Existen todas las condiciones para que se creen también allí donde no hay verdaderos partidos revolucionarios de la clase obrera. Esta es una tarea de combate imperativa de los elementos revolucionarios y más conscientes del proletariado.

    La favorable situación objetiva no oculta en lo más mínimo los agudos problemas y las grandes tareas que se plantean ante los marxistas leninistas. Es verdad que nuestras fuerzas están en crecimiento constante y las situaciones se desarrollan a favor de la revolución, pero también la reacción actúa. La burguesía, la socialdemocracia y los diversos revisionistas, independientemente de sus profundas e irreconciliables contradicciones, en una cosa se unen y actúan conjuntamente, en la lucha contra el marxismo leninismo y la revolución. Pretenden sembrar desconfianza y temor entre las masas del pueblo para alejarlas de la revolución y del socialismo, golpear y dañar a los partidos marxistas leninistas en países determinados y al movimiento comunista revolucionario en su conjunto.

    Antes, cuando el pensamiento Mao Tse-tung ejercía su influencia sobre bastantes partidos, los imperialistas y los social imperialistas estaban más tranquilos, porque sabían que esta corriente revisionista hacía su trabajo de zapa en el movimiento marxista leninista. Ahora que esta corriente se desenmascaró, los enemigos intentan sembrar confusión difundiendo todo tipo de teorías seudo marxistas, dividir y debilitar a los partidos por medio de la lucha fraccional, manipular en diversas formas y hacer caer en posiciones revisionistas a elementos débiles y no formados.

    Pero los partidos marxistas leninistas tienen ya una gran experiencia de lucha contra las diversas corrientes antimarxistas y están mejor armados contra las tácticas utilizadas por la burguesía y los revisionistas. Esta experiencia les ayuda a desarrollar con éxito la lucha contra los enemigos, a aumentar la vigilancia, a elevar continuamente el nivel ideológico y político de los militantes del partido y a armarlos con la teoría marxista leninista. La lucha revolucionaria ha enseñado a los partidos marxistas leninistas a fortalecer sus vínculos con las masas, a penetrar en las diversas capas sociales y organizarlas, a utilizar y combinar correctamente el trabajo ilegal y el legal en lucha contra las manifestaciones de legalismo y de liberalismo burgués, así como contra las de sectarismo estrecho y de trabajo cerrado.

    Frente a la actividad coordinada de los imperialistas y los revisionistas contra el marxismo leninismo y la lucha revolucionaria del proletariado y de los pueblos, el fortalecimiento de la unidad del movimiento marxista leninista es una necesidad indispensable.

    La fuerza del movimiento comunista internacional marxista leninista radica en la justeza de las ideas por las que lucha y en su unidad. Los partidos marxista leninistas se rigen en su lucha por las enseñanzas de nuestros grandes clásicos, aprovechan la rica y multilateral herencia del Komintern, se apoyan en la experiencia de su propia lucha contra la traición revisionista, tienen en cuenta la experiencia negativa de los partidos que degeneraron en el revisionismo. Todas esas enseñanzas y esa experiencia constituyen un gran patrimonio ideológico, político, organizativo, teórico y práctico, para templar y fortalecer a los partidos y al movimiento marxista leninista en todos los sentidos.

    Los encuentros y las conversaciones entre los partidos hermanos aportan una valiosa contribución al fortalecimiento de la unidad del movimiento marxista leninista. De esta forma se aprovecha la experiencia mutua, se llega a juicios comunes de las situaciones y a la unidad de pensamiento y acción. La experiencia de un partido no puede sustituir a la de muchos partidos, por el contrario, son las experiencias de todos los partidos marxistas leninistas las que hacen invencible al movimiento.

    El Partido del Trabajo de Albania, ateniéndose con fidelidad a los principios del internacionalismo proletario, se ha esforzado y se esforzará siempre por dar su contribución al fortalecimiento de la unidad del movimiento marxista leninista y de la colaboración entre los partidos hermanos.

    Nuestro Partido del Trabajo considera un honor estar, en la gran e histórica lucha por la causa del marxismo leninismo, de la revolución y del socialismo, hombro con hombro con los demás partidos marxistas leninistas, que son destacamentos iguales del movimiento revolucionario de la clase obrera. Los comunistas albaneses y todo nuestro pueblo valoran inmensamente la solidaridad, el cariño y la confianza que muestran hacia el Partido del Trabajo y hacia Albania socialista los partidos hermanos marxistas leninistas, el proletariado y los pueblos revolucionarios y amantes de la libertad. Ello representa un poderoso respaldo y aliento para nosotros. Nuestro Partido y nuestro pueblo lucharán en cualquier circunstancia y en cualquier situación para cumplir con honor sus tareas nacionales e internacionales, para construir con éxito el socialismo en Albania y para defender con ardor la causa revolucionaria de los proletarios y de los pueblos.

    Queridos camaradas:

    Los éxitos que ha alcanzado nuestro pueblo bajo la dirección de nuestro Partido son grandes, las batallas ganadas son majestuosas. Prueban que nuestro pueblo tiene fuerzas inagotables, que es optimista y está decidido a emprender nuevas batallas para hacer su vida, más feliz, para enaltecer aún más el nombre de su Patria socialista, para fortalecer la libertad, la independencia, el Poder popular nacido entre las llamas de la revolución.

    Es esta maravillosa realidad, es la inquebrantable unidad del pueblo en torno al Partido, es la madurez, la audacia y la resolución de los comunistas las que aseguran y garantizan al pueblo y al Partido que los objetivos que determinará este Congreso serán alcanzados y sobrepasados.

    El entusiasmo, que ha despertado el proyecto, de directrices del séptimo plan quinquenal, la movilización de las masas trabajadoras para la realización de las tareas de este año, los alentadores resultados que se están logrando, y por encima de todo, el respaldo unánime, decidido y ardiente que nuestra gente concede a la política interna y exterior del Partido, demuestran que todo el país está dispuesto y movilizado para marchar con confianza y decisión por el camino por el que nos dirige el Partido, para lograr nuevas victorias.

    Ese ímpetu revolucionario, ese ilimitado cariño por nuestro glorioso Partido, esa inconmovible fe en el futuro, transformémoslos, queridos y queridas camaradas, en una gran fuerza motriz para realizar las tareas en todos los terrenos, para superar todas las dificultades que se plantean ante nosotros, para reforzar y consolidar aún más nuestras victorias, las inquebrantables bases del socialismo en Albania.

    Ver online:
    http://ciml.250x.com/archive/hoxha/spanish/spanish_enver_hoxha_8_congreso_pta_1981.html
    Descargar ( incluye: informe completo del VIII Congreso del PTA):
    http://fastfileshare.com.ar/index.php?p=download&hash=2QXfQYKIPkVF

    Como veís, he continuado y completado el texto de E. Hoxha yo mismo, ya que no podía poner el texto entero en el mensaje del camarada Dzerjinskii

    Contenido patrocinado

    Enver Hoxha - La lucha contra el revisionismo, y el movimiento revolucionario y de liberación en la etapa actual (1981) Empty Re: Enver Hoxha - La lucha contra el revisionismo, y el movimiento revolucionario y de liberación en la etapa actual (1981)

    Mensaje por Contenido patrocinado


      Fecha y hora actual: Lun Nov 18, 2024 1:25 am