Los orígenes del sindicalismo
capítulo I del libro Historia del sindicalismo, 1666-1920, de Sidney Webb y Beatrice Webb - año 1894
Publicado en abril de 2016 por El Salariado
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Un sindicato es, a nuestro juicio, una asociación permanente de trabajadores por cuenta ajena con la finalidad de mantener o mejorar las condiciones de su vida de trabajo[1]. Esta forma de asociación existe en Inglaterra, como tendremos ocasión de ver, desde hace aproximadamente dos siglos, y no puede suponerse que surgiera de modo repentino en su forma plenamente desarrollada. Sin embargo, aunque nos ocuparemos brevemente de las instituciones que han sido consideradas con frecuencia como precursoras del sindicalismo, nuestro relato se iniciará a finales del siglo XVII, ya que, con anterioridad a esta época, nos ha sido imposible descubrir en las Islas Británicas nada que pueda encajar en el marco de nuestra definición. Además, aunque se ha señalado la posible existencia de asociaciones análogas durante la Edad Media en diversas partes del continente europeo, no tenemos razón alguna para suponer que tales instituciones hayan ejercido ningún tipo de influencia sobre la aparición y el desarrollo del movimiento sindical en este país. Nos sentimos autorizados, en consecuencia, a limitar nuestra historia a los sindicatos del Reino Unido, algo a lo que en rigor nos veíamos, además, obligados.
De acuerdo con nuestra definición, hemos excluido de nuestra historia cualquier relato de los innumerables ejemplos de los trabajadores manuales que han constituido asociaciones efímeras contra sus superiores sociales. Las huelgas son tan antiguas como la historia misma. Los ingeniosos buscadores de paralelismos históricos podrán, por ejemplo, encontrar en la revuelta (del año 1490 a. de C.) de los ladrilleros judíos de Egipto contra la orden que habían recibido de fabricar los ladrillos sin paja, un precedente curioso de la huelga de los tejedores de algodón de Stalybridge (1892 d. de C.) originada porque se les proporcionaban unos materiales defectuosos para su trabajo. Pero nos es imposible considerar seriamente, como algo que pueda tener alguna analogía con el movimiento sindical de nuestros días, las innumerables rebeliones de razas oprimidas, las insurrecciones de esclavos o las revueltas de campesinos en una situación de semiservidumbre, de que están llenos los anales de la historia. Todas estas formas de la «guerra del trabajo» caen fuera de nuestro tema, no sólo porque en ningún caso dieron lugar a la formación de asociaciones permanentes, sino también porque los «huelguistas» no trataban de mejorar las condiciones de un contrato de prestación de servicios libremente aceptado.
Sin embargo cuando pasamos de los anales de la esclavitud o de la servidumbre a los de los ciudadanos formalmente libres de los burgos medievales entramos en un terreno que es ya más controvertible. No albergamos la pretensión de conocer a fondo la vida urbana inglesa de la Edad Media. Pero está claro que, muchas veces, junto a los maestros artesanos independientes, existían un cierto número de oficiales y trabajadores asalariados que, en ocasiones, formaban coaliciones contra los dueños y las autoridades. Parece ser que algunas de estas asociaciones duraron meses, y hasta años. En 1383 el Ayuntamiento de la City de Londres prohibió ya todas «las congregaciones, pactos defensivos y conspiraciones de los trabajadores». En 1387 los obreros al servicio de los fabricantes de cordobán de Londres iniciaron una rebelión contra los «veedores del oficio»[2] y trataron de constituir una hermandad permanente. Nueve años después, los trabajadores guarnicioneros por cuenta ajena, «denominados yeomen», afirmaron que poseían una hermandad [fraternity] propia «desde tiempo inmemorial» que contaba con un consejo y unos regentes elegidos. Los maestros declararon, sin embargo, que la asociación sólo existía desde hacía trece años y que su objetivo no era otro que el de subir los salarios[3]. En 1417 se prohibió a los «trabajadores dependientes y oficiales» de la sastrería de Londres «que tuvieran sus moradas fuera de los maestros, ya que celebraban asambleas y habían formado un cierto tipo de asociación»[4]. Esas hermandades no se limitaban exclusivamente a Londres. En 1538 el Obispo de Ely comunicó a Cromwell que veintiún oficiales zapateros de Wisbech se habían reunido en una colina fuera de los límites de la ciudad, y habían enviado a tres de ellos para solicitar a todos los maestros zapateros que se reunieran con ellos a fin de procurar una elevación de los salarios, formulando esta amenaza: «nadie vendrá a la ciudad a trabajar por estos salarios durante doce meses y un día, y en caso contrario, les cortaremos un brazo o una pierna, a no ser que se avengan a prestar el mismo juramento que hemos realizado nosotros[5].»
Estos ejemplos están extraídos de una documentación sumamente fragmentaría procedente de los textos impresos hasta ese momento, y hace pensar que un examen más completo de los archivos no publicados podría dar a conocer una serie completa de hermandades de oficiales y permitirnos determinar la constitución precisa de esas asociaciones. No está, por ejemplo, nada claro si los casos citados constituían huelgas contra los maestros o revueltas contra las autoridades de la corporación gremial. Nuestra impresión es que en el caso de los zapateros de Wisbech, como probablemente en algunos otros, nos hallamos ante un fenómeno que representa la fase embrionaria de un sindicato. En consecuencia, si suponemos que nuevas investigaciones llegarán a probar que tales asociaciones efímeras de los oficiales contra sus patronos[6] dieron paso efectivamente a asociaciones duraderas de carácter similar, nos veríamos obligados a iniciar nuestra historia en los siglos XIV y XV. Pero, después de llevar a cabo un examen detallado de todos los ejemplos publicados de hermandades de oficiales en Inglaterra, tenemos la plena convicción de que no hay prueba alguna de la existencia de ningún tipo de asociación estable e independiente de trabajadores asalariados contra sus dueños durante la Edad Media.
Hay algunos otros casos de asociaciones durante los siglos XV y XVI, que en ocasiones se han considerado como integradas exclusivamente por oficiales[7], y que mantuvieron una existencia ininterrumpida. Pero en todos esos casos, al menos en la medida en que nos ha sido dado investigarlos, esas «Bachelors’ Companies»[8], que supuestamente constituían una hermandad de oficiales, no eran más que una agrupación subordinada dentro del gremio, regida por los jefes de este último. Y es obvio que unas asociaciones en que los patronos proporcionaban los fondos y nombraban a los jefes no pueden tener analogía alguna con los sindicatos modernos. Además, esas organizaciones de «yeomen» o «Bachelors’ Companies» no parecen haberse prolongado mucho más allá del siglo XVI.
La explicación de ese tardío desarrollo de asociaciones estables e independientes entre los oficiales asalariados se encuentra, a nuestro juicio, en las perspectivas de promoción económica que poseía todavía el artesano especializado. No queremos ni mucho menos sugerir la existencia de una Edad de Oro en la que cada trabajador especializado fuera su propio empresario y en la que se desconociera el sistema salarial. Los documentos más antiguos de la historia de las ciudades inglesas señalan la presencia de oficiales asalariados, que no siempre se mostraban satisfechos de sus remuneraciones. Pero en los oficios especializados, el oficial que había realizado su aprendizaje pertenecía, hasta tiempos relativamente recientes, al mismo nivel social que su patrón, y de hecho solía ser, en general, el hijo de un maestro del mismo gremio o de otros similares.
Durante la época en que casi toda la industria permaneció prácticamente en manos de pequeños maestros, cada uno de los cuales empleaba a uno o dos oficiales, el tiempo de prestación de servicios por cuenta ajena de cualquier artesano asalariado de carácter emprendedor no solía pasar de unos pocos años, y el aprendiz industrioso podía esperar, razonablemente, si no siempre, casarse con la hija del dueño o, en cualquier caso, establecerse por su cuenta. En esas condiciones, cualquier incipiente organización estable se habría visto condenada a perder a sus miembros más antiguos y capacitados y habría quedado confinada necesariamente, como el Gremio de los Oficiales de San Jorge en Coventry, a los «jóvenes»[9], o, como la efímera hermandad de los oficiales de sastrería, a «una existencia corta e inestable a la vez»[10], entre cuyos inexperimentados integrantes hubiera sido muy difícil reclutar un puñado de buenos jefes corporativos. En consecuencia, podemos comprender muy bien que, aunque la opresión industrial sea patrimonio de todas las épocas, sólo cuando los grandes cambios industriales redujeron a un porcentaje infinitesimal las perspectivas de un oficial de convertirse en patrón, empezó a advertirse la transformación de esas efímeras agrupaciones en sociedades obreras permanentes. Esta opinión queda corroborada por la observación de casos análogos en el Lancashire de hoy. Los anudadores[11], asistentes de las mule-jennies son empleados y pagados por los operarios del algodón para los que trabajan. El «anudador principal» es, con frecuencia, un trabajador adulto que está casi tan especializado como el propio hilador, del cual recibe, sin embargo, una remuneración que es muy inferior a la suya. Pero mientras que los obreros algodoneros han desarrollado una notable aptitud para el sindicalismo, los intentos para constituir una organización independiente entre los anudadores han fracasado invariablemente. El anudador diligente y capaz está siempre a la espera de convertirse en un hilador, y se muestra, pues, más interesado en la reducción que en la subida de los salarios de su propia actividad. Los dirigentes de cualquier movimiento incipiente entre los anudadores han terminado siempre por abandonar su tarea al convertirse en empresarios de la propia clase de trabajadores que les había promovido. Pero aunque los anudadores del Lancashire hayan fracasado siempre en su intento de formar un sindicato independiente, no carecen de asociaciones propias en cuya constitución se pueden encontrar elementos que recuerdan la relación entre el gremio de maestros artesanos y la «Bachelor’s Company» u otras asociaciones subordinadas, en las que posiblemente se agruparon los oficiales. Los hiladores, en electo, han organizado, en defensa de sus propios intereses, asociaciones de anudadores. Estas asociaciones, la pertenencia a las cuales suele ser obligatoria, forman una parte subordinada del sindicato de hiladores, y son los administradores de este último los que establecen y recaudan las cotizaciones, redactan los reglamentos, disponen de los fondos y se ocupan de todos los asuntos administrativos sin consultar para nada a los anudadores mismos. No es difícil comprender que los maestros artesanos que constituían el órgano de gobierno del gremio medieval encontraran conveniente, por razones similares a las que acabamos de ver, organizar a los oficiales y a otros miembros inferiores del oficio en una agrupación subordinada, en la que eran ellos los que establecían las cargas económicas trimestrales, nombraban a los «vigilantes» y a sus sustitutos, administraban los fondos y controlaban por completo sus asuntos, sin conceder a los oficiales la menor participación en las deliberaciones[12].
Si hacen falta más pruebas para demostrar que era la perspectiva de una promoción económica la que obstaculizaba la formación de asociaciones permanentes entre los oficiales asalariados en la Edad Media, podríamos aducir el hecho de que algunas categorías de obreros manuales especializados, que no tenían posibilidad alguna de llegar a convertirse en patronos, parecen haber tenido éxito en el establecimiento de coaliciones de larga duración, que posteriormente tuvieron que ser abolidas legalmente. Los mamposteros, por ejemplo, contaron durante mucho tiempo con sus «congregaciones y confederaciones anuales formadas en la asamblea de sus capítulos generales», que fueron expresamente prohibidas por una ley parlamentaria en 1425[13]. Por su parte, los soladores de Worcester recibieron en 1467 una orden del Ayuntamiento de «no celebrar parlamentos entre ellos»[14].
En realidad, parece probable que los mamposteros, que se desplazaban por todo el país de un puesto de trabajo a otro, estuvieran unificados, no en un gremio local, sino en una hermandad de ámbito nacional. Esta asociación puede presentar algunos puntos de contacto, como probablemente pondrán de relieve futuras investigaciones, con la actual Sociedad de Socorros Mutuos de los Obreros Mamposteros [Friendly Society of Operative Stonemasons], establecida en 1832. Pero a diferencia de los obreros de los modernos oficios de la construcción, los de la Edad Media estaban al servicio, no de un maestro entrepreneur, sino del propio cliente, que le proporcionaba los materiales, supervisaba los trabajos y contrataba a los menestrales especializados, junto a sus peones y aprendices, estableciendo las tarifas salariales diarias[15]. En contraste con los artesanos de las ciudades, los albañiles, soladores, etc., se mantenían desde la finalización de su aprendizaje hasta el final de su vida laboral en una posición económica prácticamente idéntica, una posición que parece haber ocupado un lugar intermedio entre la del maestro artesano y la del oficial de otras profesiones. Como los carpinteros de obra de las aldeas rurales de hoy, que cobran según el trabajo realizado, eran productores independientes que controlaban todos los procesos de su propio oficio y trataban directamente con el cliente. Pero a diferencia del maestro artesano típico de los oficios de la artesanía manual, no vendían otra cosa que trabajo, sólo su propio trabajo, según las tarifas reguladas por la costumbre, y no buscaban, pues, directamente la consecución de beneficios, ni por la venta de los materiales ni por los salarios pagados a los trabajadores subordinados[16]. La estabilidad de sus asociaciones no se encontraba, pues, dificultada por esas influencias, que, como hemos puesto de manifiesto, resultaron fatales en Inglaterra para los intentos similares de los oficiales artesanos que trabajaban de acuerdo con un régimen salarial.
Pero si el ejemplo de los oficios de la construcción en la Edad Media apoya nuestra hipótesis sobre la causa del tardío crecimiento de las asociaciones entre los oficiales en otros gremios, las «congregaciones y confederaciones anuales» de los albañiles pueden también solicitar nuestra atención como ejemplos de sindicalismo temprano. Sobre la constitución, funciones y desarrollo de estas asociaciones medievales en los oficios de la construcción no sabemos desgraciadamente casi nada[17]. Pero llama la atención el hecho de que, al menos según lo que ha llegado a nuestro conocimiento, no existen huellas de su existencia en Gran Bretaña con posterioridad al siglo XV. Durante el siglo XVIII no hay, como tendremos ocasión de ver, ningún vacío de información sobre las agrupaciones de trabajadores en casi ningún otro oficio especializado. Los empresarios parecen haber acudido incansablemente al Parlamento para lamentarse de las faltas de sus trabajadores. Pero de las asociaciones de obreros de la construcción apenas hemos encontrado más que algunas huellas, justo a finales de este siglo. Si en consecuencia, ateniéndonos estrictamente a la letra de nuestra definición, aceptáramos a la confederación de mamposteros como un sindicato, nos veríamos obligados a considerar los oficios de la construcción como el único caso de una industria que tuvo un período de sindicalismo en el siglo XV, que tuvo que mantenerse después, durante varios siglos, en una posición condicionada por la imposibilidad del sindicalismo, y que, por último, volvió a cambiar al surgir una nueva situación que había hecho posible el florecimiento del sindicalismo. Nuestra propia impresión es, sin embargo, que esas «congregaciones y confederaciones» de trabajadores de la construcción deben ser consideradas más como un gremio de maestros artesanos, en estado embrionario, que como un sindicato. Nos parece que hay una sutil distinción entre la posición económica de los trabajadores que prestan directamente sus servicios a un cliente individual, y aquellos otros que, como el sindicalista típico de nuestros días, están al servicio directo de un empresario que se interpone entre ellos y los clientes reales, y que arrienda sus servicios para obtener de él un beneficio que le permita obtener un interés por su capital y una «remuneración por su gestión». Suponemos que, con el creciente perfeccionamiento de la arquitectura doméstica, los artesanos de mayor categoría tendieron cada vez más a convertirse en empresarios, y que las organizaciones de esos artesanos se fueron desplazando insensiblemente hacia el modelo ordinario de un gremio de maestros[18]. Bajo un sistema industrial de este índole, los oficiales tenían unas perspectivas de promoción económica similares a las que obstaculizaban el crecimiento de asociaciones estables en la mayoría de los oficios de artesanía manual, y en este hecho reside la explicación de la llamativa ausencia de testimonios sobre cualquier forma de sindicalismo en los oficios de la construcción hasta muy entrado el siglo XVIII[19]. Sin embargo, cuando el constructor o el contratista capitalistas empezaron a desplazar a los maestros albañiles, los maestros yeseros, etc., y esta clase de pequeños entrepreneurs volvió una vez más a dejar paso a una jerarquía de trabajadores asalariados, los sindicatos, en el sentido moderno, empezaron, como veremos, a surgir. «De la misma forma que durante el siglo XVI asistimos a la lucha de los pequeños maestros para adaptar y actualizar las tradiciones de las corporaciones de oficios en decadencia, a finales del siglo XVII (en algunos oficios, y a finales del XVIII en otros) contemplamos el esfuerzo de los oficiales por conseguir un nuevo status sobre las ruinas de los pequeños maestros[20].»
Nos hemos detenido con cierta amplitud en estas efímeras asociaciones de asalariados y de hermandades de oficiales de la Edad Media, porque podría pretenderse, plausiblemente, que fueron en algún sentido las predecesoras del sindicato. Pero, por extraño que pueda parecer, casi nunca se ha buscado en esas instituciones el origen del sindicalismo. Los investigadores han rastreado los antecedentes del sindicato moderno, no en las asociaciones medievales de asalariados, sino en las de sus empresarios, es decir en los gremios artesanos[21]. La semejanza externa entre el sindicato y el gremio de artesanos ha concentrado durante mucho tiempo la atención, tanto de los amigos como de los enemigos del sindicalismo; pero fue la publicación en 1870 del brillante estudio del profesor Brentanno, «El origen de los sindicatos», lo que dio cuerpo a la idea popular[22]. Sin pretender que pueda establecerse ninguna conexión entre el gremio medieval y el sindicato moderno, el Dr. Brentanno consideraba, sin embargo, que el segundo era el sucesor del primero y que ambas instituciones habían surgido «entre las ruinas de un sistema antiguo y entre trabajadores que habían sufrido las consecuencias de esa desorganización, con el objeto de mantener la independencia y el orden»[23]. Y cuando George Howell encabezó su historia del sindicalismo con una amplia glosa del estudio del Dr. Brentanno sobre los gremios, empezó a aceptarse de manera general que el sindicato había tenido su origen, de una forma que no podía definirse con precisión, en el gremio de artesanos[24]. Nos vemos obligados, pues, a realizar una digresión para examinar las relaciones existentes entre el gremio medieval y el sindicato moderno. Si se pudiera demostrar que los sindicatos han sido, en alguna manera, los descendientes de los viejos gremios, nos veríamos obligados, en consecuencia, a describir los orígenes de estos últimos.
El presunto origen de los sindicatos de este país en los gremios medievales carece, al menos según lo que nos ha sido dado descubrir, de cualquier tipo de prueba. Las evidencias históricas abonan más bien la opinión contraria. En Londres, por ejemplo, hay más de un sindicato que ha mantenido una existencia ininterrumpida desde el siglo XVIII. Los gremios artesanos siguen existiendo en las cofradías de la City, y en ningún punto de su historia encontramos la menor evidencia de que se desgajaran de ellos asociaciones independientes de oficiales. En el siglo XVIII los oficiales de Londres habían perdido en casi todos los casos cualquier participación que hubieran podido poseer anteriormente en las cofradías, que a su vez habían dejado de tener en su mayoría cualquier conexión con los oficios de los que tomaron su denominación[25]. En ocasiones, se ha señalado que el desarrollo de las cofradías de Londres es un hecho excepcional, y que en las ciudades en que los gremios conocieron una historia más normal pueden haber sido el origen de las asociaciones obreras modernas. Por lo que se refiere a Gran Bretaña, nos hemos asegurado de que esta hipótesis no tiene mayor fundamento que la otra. Ni en Bristol ni en Preston, ni tampoco en Newcastle o Glasgow, nos ha sido dado encontrar la menor conexión entre unos gremios que se iban extinguiendo lentamente y los incipientes sindicatos, En Sheffield, J. M. Ludlow, basándose en un estudio de Frank Hill, declaró[26] expresamente que era posible probar la filiación directa entre ambas entidades. La laboriosa investigación sobre la naturaleza de la todavía floreciente Cofradía de Cuchilleros demuestra que esta asociación, integrada exclusivamente por maestros, no ha originado o engendrado ninguno de los numerosos sindicatos que se encuentran en esta ciudad. Queda el caso de Dublín, donde algunos de los sindicatos más antiguos se consideran los herederos de los gremios. Pero también en esta ocasión, la investigación ha revelado no sólo la ausencia de cualquier filiación o descendencia directa, sino también la imposibilidad de que exista una conexión orgánica entre los gremios, exclusivamente protestantes, que no fueron abolidos hasta 1842, y los sindicatos, predominantemente católicos, que alcanzaron el punto más alto de su influencia muchos años antes[27]. Podemos, pues, afirmar, con bastante confianza, que no hay ningún caso en que un sindicato del Reino Unido haya surgido, directa o indirectamente, de un gremio de artesanos.
En ocasiones se da por supuesto que el sindicato, cualesquiera que hayan podido ser sus orígenes, representa a los mismos elementos, y desempeña el mismo papel en el sistema industrial del siglo XIX, que el gremio artesanal en la Edad Media. Un breve análisis de nuestros conocimientos actuales sobre los gremios será suficiente para demostrar que esas organizaciones fueron, incluso en su momento de mayor pureza, algo esencialmente diferente, tanto en su estructura como en sus funciones, del sindicato moderno.
capítulo I del libro Historia del sindicalismo, 1666-1920, de Sidney Webb y Beatrice Webb - año 1894
Publicado en abril de 2016 por El Salariado
—10 mensajes—
Un sindicato es, a nuestro juicio, una asociación permanente de trabajadores por cuenta ajena con la finalidad de mantener o mejorar las condiciones de su vida de trabajo[1]. Esta forma de asociación existe en Inglaterra, como tendremos ocasión de ver, desde hace aproximadamente dos siglos, y no puede suponerse que surgiera de modo repentino en su forma plenamente desarrollada. Sin embargo, aunque nos ocuparemos brevemente de las instituciones que han sido consideradas con frecuencia como precursoras del sindicalismo, nuestro relato se iniciará a finales del siglo XVII, ya que, con anterioridad a esta época, nos ha sido imposible descubrir en las Islas Británicas nada que pueda encajar en el marco de nuestra definición. Además, aunque se ha señalado la posible existencia de asociaciones análogas durante la Edad Media en diversas partes del continente europeo, no tenemos razón alguna para suponer que tales instituciones hayan ejercido ningún tipo de influencia sobre la aparición y el desarrollo del movimiento sindical en este país. Nos sentimos autorizados, en consecuencia, a limitar nuestra historia a los sindicatos del Reino Unido, algo a lo que en rigor nos veíamos, además, obligados.
De acuerdo con nuestra definición, hemos excluido de nuestra historia cualquier relato de los innumerables ejemplos de los trabajadores manuales que han constituido asociaciones efímeras contra sus superiores sociales. Las huelgas son tan antiguas como la historia misma. Los ingeniosos buscadores de paralelismos históricos podrán, por ejemplo, encontrar en la revuelta (del año 1490 a. de C.) de los ladrilleros judíos de Egipto contra la orden que habían recibido de fabricar los ladrillos sin paja, un precedente curioso de la huelga de los tejedores de algodón de Stalybridge (1892 d. de C.) originada porque se les proporcionaban unos materiales defectuosos para su trabajo. Pero nos es imposible considerar seriamente, como algo que pueda tener alguna analogía con el movimiento sindical de nuestros días, las innumerables rebeliones de razas oprimidas, las insurrecciones de esclavos o las revueltas de campesinos en una situación de semiservidumbre, de que están llenos los anales de la historia. Todas estas formas de la «guerra del trabajo» caen fuera de nuestro tema, no sólo porque en ningún caso dieron lugar a la formación de asociaciones permanentes, sino también porque los «huelguistas» no trataban de mejorar las condiciones de un contrato de prestación de servicios libremente aceptado.
Sin embargo cuando pasamos de los anales de la esclavitud o de la servidumbre a los de los ciudadanos formalmente libres de los burgos medievales entramos en un terreno que es ya más controvertible. No albergamos la pretensión de conocer a fondo la vida urbana inglesa de la Edad Media. Pero está claro que, muchas veces, junto a los maestros artesanos independientes, existían un cierto número de oficiales y trabajadores asalariados que, en ocasiones, formaban coaliciones contra los dueños y las autoridades. Parece ser que algunas de estas asociaciones duraron meses, y hasta años. En 1383 el Ayuntamiento de la City de Londres prohibió ya todas «las congregaciones, pactos defensivos y conspiraciones de los trabajadores». En 1387 los obreros al servicio de los fabricantes de cordobán de Londres iniciaron una rebelión contra los «veedores del oficio»[2] y trataron de constituir una hermandad permanente. Nueve años después, los trabajadores guarnicioneros por cuenta ajena, «denominados yeomen», afirmaron que poseían una hermandad [fraternity] propia «desde tiempo inmemorial» que contaba con un consejo y unos regentes elegidos. Los maestros declararon, sin embargo, que la asociación sólo existía desde hacía trece años y que su objetivo no era otro que el de subir los salarios[3]. En 1417 se prohibió a los «trabajadores dependientes y oficiales» de la sastrería de Londres «que tuvieran sus moradas fuera de los maestros, ya que celebraban asambleas y habían formado un cierto tipo de asociación»[4]. Esas hermandades no se limitaban exclusivamente a Londres. En 1538 el Obispo de Ely comunicó a Cromwell que veintiún oficiales zapateros de Wisbech se habían reunido en una colina fuera de los límites de la ciudad, y habían enviado a tres de ellos para solicitar a todos los maestros zapateros que se reunieran con ellos a fin de procurar una elevación de los salarios, formulando esta amenaza: «nadie vendrá a la ciudad a trabajar por estos salarios durante doce meses y un día, y en caso contrario, les cortaremos un brazo o una pierna, a no ser que se avengan a prestar el mismo juramento que hemos realizado nosotros[5].»
Estos ejemplos están extraídos de una documentación sumamente fragmentaría procedente de los textos impresos hasta ese momento, y hace pensar que un examen más completo de los archivos no publicados podría dar a conocer una serie completa de hermandades de oficiales y permitirnos determinar la constitución precisa de esas asociaciones. No está, por ejemplo, nada claro si los casos citados constituían huelgas contra los maestros o revueltas contra las autoridades de la corporación gremial. Nuestra impresión es que en el caso de los zapateros de Wisbech, como probablemente en algunos otros, nos hallamos ante un fenómeno que representa la fase embrionaria de un sindicato. En consecuencia, si suponemos que nuevas investigaciones llegarán a probar que tales asociaciones efímeras de los oficiales contra sus patronos[6] dieron paso efectivamente a asociaciones duraderas de carácter similar, nos veríamos obligados a iniciar nuestra historia en los siglos XIV y XV. Pero, después de llevar a cabo un examen detallado de todos los ejemplos publicados de hermandades de oficiales en Inglaterra, tenemos la plena convicción de que no hay prueba alguna de la existencia de ningún tipo de asociación estable e independiente de trabajadores asalariados contra sus dueños durante la Edad Media.
Hay algunos otros casos de asociaciones durante los siglos XV y XVI, que en ocasiones se han considerado como integradas exclusivamente por oficiales[7], y que mantuvieron una existencia ininterrumpida. Pero en todos esos casos, al menos en la medida en que nos ha sido dado investigarlos, esas «Bachelors’ Companies»[8], que supuestamente constituían una hermandad de oficiales, no eran más que una agrupación subordinada dentro del gremio, regida por los jefes de este último. Y es obvio que unas asociaciones en que los patronos proporcionaban los fondos y nombraban a los jefes no pueden tener analogía alguna con los sindicatos modernos. Además, esas organizaciones de «yeomen» o «Bachelors’ Companies» no parecen haberse prolongado mucho más allá del siglo XVI.
La explicación de ese tardío desarrollo de asociaciones estables e independientes entre los oficiales asalariados se encuentra, a nuestro juicio, en las perspectivas de promoción económica que poseía todavía el artesano especializado. No queremos ni mucho menos sugerir la existencia de una Edad de Oro en la que cada trabajador especializado fuera su propio empresario y en la que se desconociera el sistema salarial. Los documentos más antiguos de la historia de las ciudades inglesas señalan la presencia de oficiales asalariados, que no siempre se mostraban satisfechos de sus remuneraciones. Pero en los oficios especializados, el oficial que había realizado su aprendizaje pertenecía, hasta tiempos relativamente recientes, al mismo nivel social que su patrón, y de hecho solía ser, en general, el hijo de un maestro del mismo gremio o de otros similares.
Durante la época en que casi toda la industria permaneció prácticamente en manos de pequeños maestros, cada uno de los cuales empleaba a uno o dos oficiales, el tiempo de prestación de servicios por cuenta ajena de cualquier artesano asalariado de carácter emprendedor no solía pasar de unos pocos años, y el aprendiz industrioso podía esperar, razonablemente, si no siempre, casarse con la hija del dueño o, en cualquier caso, establecerse por su cuenta. En esas condiciones, cualquier incipiente organización estable se habría visto condenada a perder a sus miembros más antiguos y capacitados y habría quedado confinada necesariamente, como el Gremio de los Oficiales de San Jorge en Coventry, a los «jóvenes»[9], o, como la efímera hermandad de los oficiales de sastrería, a «una existencia corta e inestable a la vez»[10], entre cuyos inexperimentados integrantes hubiera sido muy difícil reclutar un puñado de buenos jefes corporativos. En consecuencia, podemos comprender muy bien que, aunque la opresión industrial sea patrimonio de todas las épocas, sólo cuando los grandes cambios industriales redujeron a un porcentaje infinitesimal las perspectivas de un oficial de convertirse en patrón, empezó a advertirse la transformación de esas efímeras agrupaciones en sociedades obreras permanentes. Esta opinión queda corroborada por la observación de casos análogos en el Lancashire de hoy. Los anudadores[11], asistentes de las mule-jennies son empleados y pagados por los operarios del algodón para los que trabajan. El «anudador principal» es, con frecuencia, un trabajador adulto que está casi tan especializado como el propio hilador, del cual recibe, sin embargo, una remuneración que es muy inferior a la suya. Pero mientras que los obreros algodoneros han desarrollado una notable aptitud para el sindicalismo, los intentos para constituir una organización independiente entre los anudadores han fracasado invariablemente. El anudador diligente y capaz está siempre a la espera de convertirse en un hilador, y se muestra, pues, más interesado en la reducción que en la subida de los salarios de su propia actividad. Los dirigentes de cualquier movimiento incipiente entre los anudadores han terminado siempre por abandonar su tarea al convertirse en empresarios de la propia clase de trabajadores que les había promovido. Pero aunque los anudadores del Lancashire hayan fracasado siempre en su intento de formar un sindicato independiente, no carecen de asociaciones propias en cuya constitución se pueden encontrar elementos que recuerdan la relación entre el gremio de maestros artesanos y la «Bachelor’s Company» u otras asociaciones subordinadas, en las que posiblemente se agruparon los oficiales. Los hiladores, en electo, han organizado, en defensa de sus propios intereses, asociaciones de anudadores. Estas asociaciones, la pertenencia a las cuales suele ser obligatoria, forman una parte subordinada del sindicato de hiladores, y son los administradores de este último los que establecen y recaudan las cotizaciones, redactan los reglamentos, disponen de los fondos y se ocupan de todos los asuntos administrativos sin consultar para nada a los anudadores mismos. No es difícil comprender que los maestros artesanos que constituían el órgano de gobierno del gremio medieval encontraran conveniente, por razones similares a las que acabamos de ver, organizar a los oficiales y a otros miembros inferiores del oficio en una agrupación subordinada, en la que eran ellos los que establecían las cargas económicas trimestrales, nombraban a los «vigilantes» y a sus sustitutos, administraban los fondos y controlaban por completo sus asuntos, sin conceder a los oficiales la menor participación en las deliberaciones[12].
Si hacen falta más pruebas para demostrar que era la perspectiva de una promoción económica la que obstaculizaba la formación de asociaciones permanentes entre los oficiales asalariados en la Edad Media, podríamos aducir el hecho de que algunas categorías de obreros manuales especializados, que no tenían posibilidad alguna de llegar a convertirse en patronos, parecen haber tenido éxito en el establecimiento de coaliciones de larga duración, que posteriormente tuvieron que ser abolidas legalmente. Los mamposteros, por ejemplo, contaron durante mucho tiempo con sus «congregaciones y confederaciones anuales formadas en la asamblea de sus capítulos generales», que fueron expresamente prohibidas por una ley parlamentaria en 1425[13]. Por su parte, los soladores de Worcester recibieron en 1467 una orden del Ayuntamiento de «no celebrar parlamentos entre ellos»[14].
En realidad, parece probable que los mamposteros, que se desplazaban por todo el país de un puesto de trabajo a otro, estuvieran unificados, no en un gremio local, sino en una hermandad de ámbito nacional. Esta asociación puede presentar algunos puntos de contacto, como probablemente pondrán de relieve futuras investigaciones, con la actual Sociedad de Socorros Mutuos de los Obreros Mamposteros [Friendly Society of Operative Stonemasons], establecida en 1832. Pero a diferencia de los obreros de los modernos oficios de la construcción, los de la Edad Media estaban al servicio, no de un maestro entrepreneur, sino del propio cliente, que le proporcionaba los materiales, supervisaba los trabajos y contrataba a los menestrales especializados, junto a sus peones y aprendices, estableciendo las tarifas salariales diarias[15]. En contraste con los artesanos de las ciudades, los albañiles, soladores, etc., se mantenían desde la finalización de su aprendizaje hasta el final de su vida laboral en una posición económica prácticamente idéntica, una posición que parece haber ocupado un lugar intermedio entre la del maestro artesano y la del oficial de otras profesiones. Como los carpinteros de obra de las aldeas rurales de hoy, que cobran según el trabajo realizado, eran productores independientes que controlaban todos los procesos de su propio oficio y trataban directamente con el cliente. Pero a diferencia del maestro artesano típico de los oficios de la artesanía manual, no vendían otra cosa que trabajo, sólo su propio trabajo, según las tarifas reguladas por la costumbre, y no buscaban, pues, directamente la consecución de beneficios, ni por la venta de los materiales ni por los salarios pagados a los trabajadores subordinados[16]. La estabilidad de sus asociaciones no se encontraba, pues, dificultada por esas influencias, que, como hemos puesto de manifiesto, resultaron fatales en Inglaterra para los intentos similares de los oficiales artesanos que trabajaban de acuerdo con un régimen salarial.
Pero si el ejemplo de los oficios de la construcción en la Edad Media apoya nuestra hipótesis sobre la causa del tardío crecimiento de las asociaciones entre los oficiales en otros gremios, las «congregaciones y confederaciones anuales» de los albañiles pueden también solicitar nuestra atención como ejemplos de sindicalismo temprano. Sobre la constitución, funciones y desarrollo de estas asociaciones medievales en los oficios de la construcción no sabemos desgraciadamente casi nada[17]. Pero llama la atención el hecho de que, al menos según lo que ha llegado a nuestro conocimiento, no existen huellas de su existencia en Gran Bretaña con posterioridad al siglo XV. Durante el siglo XVIII no hay, como tendremos ocasión de ver, ningún vacío de información sobre las agrupaciones de trabajadores en casi ningún otro oficio especializado. Los empresarios parecen haber acudido incansablemente al Parlamento para lamentarse de las faltas de sus trabajadores. Pero de las asociaciones de obreros de la construcción apenas hemos encontrado más que algunas huellas, justo a finales de este siglo. Si en consecuencia, ateniéndonos estrictamente a la letra de nuestra definición, aceptáramos a la confederación de mamposteros como un sindicato, nos veríamos obligados a considerar los oficios de la construcción como el único caso de una industria que tuvo un período de sindicalismo en el siglo XV, que tuvo que mantenerse después, durante varios siglos, en una posición condicionada por la imposibilidad del sindicalismo, y que, por último, volvió a cambiar al surgir una nueva situación que había hecho posible el florecimiento del sindicalismo. Nuestra propia impresión es, sin embargo, que esas «congregaciones y confederaciones» de trabajadores de la construcción deben ser consideradas más como un gremio de maestros artesanos, en estado embrionario, que como un sindicato. Nos parece que hay una sutil distinción entre la posición económica de los trabajadores que prestan directamente sus servicios a un cliente individual, y aquellos otros que, como el sindicalista típico de nuestros días, están al servicio directo de un empresario que se interpone entre ellos y los clientes reales, y que arrienda sus servicios para obtener de él un beneficio que le permita obtener un interés por su capital y una «remuneración por su gestión». Suponemos que, con el creciente perfeccionamiento de la arquitectura doméstica, los artesanos de mayor categoría tendieron cada vez más a convertirse en empresarios, y que las organizaciones de esos artesanos se fueron desplazando insensiblemente hacia el modelo ordinario de un gremio de maestros[18]. Bajo un sistema industrial de este índole, los oficiales tenían unas perspectivas de promoción económica similares a las que obstaculizaban el crecimiento de asociaciones estables en la mayoría de los oficios de artesanía manual, y en este hecho reside la explicación de la llamativa ausencia de testimonios sobre cualquier forma de sindicalismo en los oficios de la construcción hasta muy entrado el siglo XVIII[19]. Sin embargo, cuando el constructor o el contratista capitalistas empezaron a desplazar a los maestros albañiles, los maestros yeseros, etc., y esta clase de pequeños entrepreneurs volvió una vez más a dejar paso a una jerarquía de trabajadores asalariados, los sindicatos, en el sentido moderno, empezaron, como veremos, a surgir. «De la misma forma que durante el siglo XVI asistimos a la lucha de los pequeños maestros para adaptar y actualizar las tradiciones de las corporaciones de oficios en decadencia, a finales del siglo XVII (en algunos oficios, y a finales del XVIII en otros) contemplamos el esfuerzo de los oficiales por conseguir un nuevo status sobre las ruinas de los pequeños maestros[20].»
Nos hemos detenido con cierta amplitud en estas efímeras asociaciones de asalariados y de hermandades de oficiales de la Edad Media, porque podría pretenderse, plausiblemente, que fueron en algún sentido las predecesoras del sindicato. Pero, por extraño que pueda parecer, casi nunca se ha buscado en esas instituciones el origen del sindicalismo. Los investigadores han rastreado los antecedentes del sindicato moderno, no en las asociaciones medievales de asalariados, sino en las de sus empresarios, es decir en los gremios artesanos[21]. La semejanza externa entre el sindicato y el gremio de artesanos ha concentrado durante mucho tiempo la atención, tanto de los amigos como de los enemigos del sindicalismo; pero fue la publicación en 1870 del brillante estudio del profesor Brentanno, «El origen de los sindicatos», lo que dio cuerpo a la idea popular[22]. Sin pretender que pueda establecerse ninguna conexión entre el gremio medieval y el sindicato moderno, el Dr. Brentanno consideraba, sin embargo, que el segundo era el sucesor del primero y que ambas instituciones habían surgido «entre las ruinas de un sistema antiguo y entre trabajadores que habían sufrido las consecuencias de esa desorganización, con el objeto de mantener la independencia y el orden»[23]. Y cuando George Howell encabezó su historia del sindicalismo con una amplia glosa del estudio del Dr. Brentanno sobre los gremios, empezó a aceptarse de manera general que el sindicato había tenido su origen, de una forma que no podía definirse con precisión, en el gremio de artesanos[24]. Nos vemos obligados, pues, a realizar una digresión para examinar las relaciones existentes entre el gremio medieval y el sindicato moderno. Si se pudiera demostrar que los sindicatos han sido, en alguna manera, los descendientes de los viejos gremios, nos veríamos obligados, en consecuencia, a describir los orígenes de estos últimos.
El presunto origen de los sindicatos de este país en los gremios medievales carece, al menos según lo que nos ha sido dado descubrir, de cualquier tipo de prueba. Las evidencias históricas abonan más bien la opinión contraria. En Londres, por ejemplo, hay más de un sindicato que ha mantenido una existencia ininterrumpida desde el siglo XVIII. Los gremios artesanos siguen existiendo en las cofradías de la City, y en ningún punto de su historia encontramos la menor evidencia de que se desgajaran de ellos asociaciones independientes de oficiales. En el siglo XVIII los oficiales de Londres habían perdido en casi todos los casos cualquier participación que hubieran podido poseer anteriormente en las cofradías, que a su vez habían dejado de tener en su mayoría cualquier conexión con los oficios de los que tomaron su denominación[25]. En ocasiones, se ha señalado que el desarrollo de las cofradías de Londres es un hecho excepcional, y que en las ciudades en que los gremios conocieron una historia más normal pueden haber sido el origen de las asociaciones obreras modernas. Por lo que se refiere a Gran Bretaña, nos hemos asegurado de que esta hipótesis no tiene mayor fundamento que la otra. Ni en Bristol ni en Preston, ni tampoco en Newcastle o Glasgow, nos ha sido dado encontrar la menor conexión entre unos gremios que se iban extinguiendo lentamente y los incipientes sindicatos, En Sheffield, J. M. Ludlow, basándose en un estudio de Frank Hill, declaró[26] expresamente que era posible probar la filiación directa entre ambas entidades. La laboriosa investigación sobre la naturaleza de la todavía floreciente Cofradía de Cuchilleros demuestra que esta asociación, integrada exclusivamente por maestros, no ha originado o engendrado ninguno de los numerosos sindicatos que se encuentran en esta ciudad. Queda el caso de Dublín, donde algunos de los sindicatos más antiguos se consideran los herederos de los gremios. Pero también en esta ocasión, la investigación ha revelado no sólo la ausencia de cualquier filiación o descendencia directa, sino también la imposibilidad de que exista una conexión orgánica entre los gremios, exclusivamente protestantes, que no fueron abolidos hasta 1842, y los sindicatos, predominantemente católicos, que alcanzaron el punto más alto de su influencia muchos años antes[27]. Podemos, pues, afirmar, con bastante confianza, que no hay ningún caso en que un sindicato del Reino Unido haya surgido, directa o indirectamente, de un gremio de artesanos.
En ocasiones se da por supuesto que el sindicato, cualesquiera que hayan podido ser sus orígenes, representa a los mismos elementos, y desempeña el mismo papel en el sistema industrial del siglo XIX, que el gremio artesanal en la Edad Media. Un breve análisis de nuestros conocimientos actuales sobre los gremios será suficiente para demostrar que esas organizaciones fueron, incluso en su momento de mayor pureza, algo esencialmente diferente, tanto en su estructura como en sus funciones, del sindicato moderno.
Última edición por lolagallego el Jue Dic 31, 2020 8:23 pm, editado 2 veces