Y el Papa se fue al cielo
Por: Marcos Winocur
Murió el Papa Juan Pablo II y las puertas del Cielo se abrieron para que compareciera ante Dios.
-¿Qué has hecho de bueno en la Tierra, hijo mío?
-Acabé con el comunismo... -comenzó a enumerar el Papa.
-Ya te jodiste -interrumpió Dios.
El aludido lo miró con estupor.
-Sí -dijo Dios-, Yo soy comunista.
-No lo sabía... -alcanzó a murmurar el Papa.
-No hay bronca -reflexionó Dios-, de todos modos el socialismo real valía madres.
El Papa dejó sus maletas en manos de un querubín y no pudo contenerse:
-Mi Señor Dios, discúlpame, el mal de Parkinson me ha afectado los oídos... ¿escuché bien? ¿Dijiste “Yo soy comunista”?
-Claro, mi rey. No es cierto que los profetas estén limitados al Antiguo Testamento. Los ha habido en tiempos recientes, por ejemplo, Marx. Claro, los comunistas se dicen ateos, no creen en mí, y por eso les salieron tan mal las cosas... la soberbia, chamaco, la soberbia los perdió. No querían admitir a nadie superior, muy bien, arréglenselas solos, y así les fue. Sus ideas estaban buenas, Yo se las inspiré a Marx.
-Pero Marx era judío.
-¿Y qué te crees que eran Cristo, los apóstoles, Juan Bautista y los demás profetas? No lo habías pensado ¿eh? No eres el primer Papa que la riega. Te explico. Por más opuestos que parezcan Cristianismo y Comunismo, luchan por un ideal donde todos son iguales: el Paraíso. Uno lo ubica en el Cielo, acá, donde me ves, el otro lo quiere en la Tierra. ¡Santo Dios! Pero mira que son una mula bien hecha, estos comunistas. ¿Para qué hacer un segundo Paraíso, si el mío funciona de pelos? Ni a Marx logré hacérselo entender. Y son iguales, mi Paraíso y el de ellos. En ambos reina el mortal aburrimiento. O mejor dicho, el inmortal aburrimiento.
-¿A poco...? -dejó escapar el Papa, que iba de sorpresa en sorpresa.
-Claro. ¿Qué hacen mis almas salvadas o los hombres nuevos de la era comunista? Nada, absolutamente nada, son jubilados de tiempo completo. Lloran por un conflicto, pero eso les está prohibido y, sin motivos para obrar, deambulan de aquí para allá... ni el más desobligado príncipe sufrió un “spleen” mayor. ¿Ya agarraste la onda, güey?
El Papa hizo que sí con la cabeza, mientras se lamentaba:
-Adiós mi beatificación...
Fuente: Revista El Búho
¿Qué opinión les merece esta historia?
Por: Marcos Winocur
Murió el Papa Juan Pablo II y las puertas del Cielo se abrieron para que compareciera ante Dios.
-¿Qué has hecho de bueno en la Tierra, hijo mío?
-Acabé con el comunismo... -comenzó a enumerar el Papa.
-Ya te jodiste -interrumpió Dios.
El aludido lo miró con estupor.
-Sí -dijo Dios-, Yo soy comunista.
-No lo sabía... -alcanzó a murmurar el Papa.
-No hay bronca -reflexionó Dios-, de todos modos el socialismo real valía madres.
El Papa dejó sus maletas en manos de un querubín y no pudo contenerse:
-Mi Señor Dios, discúlpame, el mal de Parkinson me ha afectado los oídos... ¿escuché bien? ¿Dijiste “Yo soy comunista”?
-Claro, mi rey. No es cierto que los profetas estén limitados al Antiguo Testamento. Los ha habido en tiempos recientes, por ejemplo, Marx. Claro, los comunistas se dicen ateos, no creen en mí, y por eso les salieron tan mal las cosas... la soberbia, chamaco, la soberbia los perdió. No querían admitir a nadie superior, muy bien, arréglenselas solos, y así les fue. Sus ideas estaban buenas, Yo se las inspiré a Marx.
-Pero Marx era judío.
-¿Y qué te crees que eran Cristo, los apóstoles, Juan Bautista y los demás profetas? No lo habías pensado ¿eh? No eres el primer Papa que la riega. Te explico. Por más opuestos que parezcan Cristianismo y Comunismo, luchan por un ideal donde todos son iguales: el Paraíso. Uno lo ubica en el Cielo, acá, donde me ves, el otro lo quiere en la Tierra. ¡Santo Dios! Pero mira que son una mula bien hecha, estos comunistas. ¿Para qué hacer un segundo Paraíso, si el mío funciona de pelos? Ni a Marx logré hacérselo entender. Y son iguales, mi Paraíso y el de ellos. En ambos reina el mortal aburrimiento. O mejor dicho, el inmortal aburrimiento.
-¿A poco...? -dejó escapar el Papa, que iba de sorpresa en sorpresa.
-Claro. ¿Qué hacen mis almas salvadas o los hombres nuevos de la era comunista? Nada, absolutamente nada, son jubilados de tiempo completo. Lloran por un conflicto, pero eso les está prohibido y, sin motivos para obrar, deambulan de aquí para allá... ni el más desobligado príncipe sufrió un “spleen” mayor. ¿Ya agarraste la onda, güey?
El Papa hizo que sí con la cabeza, mientras se lamentaba:
-Adiós mi beatificación...
Fuente: Revista El Búho
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