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    Las formas de dominación del Estado burgués (I) - J. M. Olarieta

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    Mensaje por Manifiesto Lun Oct 29, 2012 8:52 pm

    Las formas de dominación del Estado burgués (I)

    Juan Manuel Olarieta


    I. Un problema de banquete


    Poco después de 1848 Marx escribió que toda revolución recurre a un pretexto, como esas familias que para reunirse necesitan celebrar algo, cualquier cosa; entonces convocan un banquete y se aturden a sí mismas imaginando que han quedado para comer: "Toda revolución necesita un problema de banquete. El sufragio universal es el problema de banquete de la nueva revolución". La confusión entre una revolución y su correspondiente pretexto, decía Marx, es propia de "semirrevolucionarios", los cuales se engañan "a sí mismos acerca del carácter concreto de la futura revolución" (1).

    Cuando invites a un semirrevolucionario a un banquete ten cuidado porque puede creer que tratas de exhibir tus habilidades culinarias. Como cualquier espíritu puro, ellos no necesitan pretextos para la reunión, para la manifestación, ni para la revolución. Lo suyo es la lucha por la lucha, como lo de otros es el arte por el arte, o la guerra por la guerra. Cada día el capitalismo les está suministrando pretextos para la revolución, que ellos rechazan con elegancia porque no los necesitan; no necesitan de nada que no sea la revolución misma.

    Mao utilizó un proverbio chino para concluir que "una sola chispa puede incendiar la pradera". Un incendio también necesita un pretexto, la chispa, y tampoco es sorprendente que si en 1848 Marx hablaba del sufragio universal como pretexto, un siglo después Mao siguiera exigiendo un "poder democrático obrero-campesino" (2). En contextos históricos, económicos, culturales, políticos y sociales tan diferentes como Francia en 1848 y China un siglo después, los comunistas han estado unidos por ese hilo conductor: han puesto a la democracia en el orden del día.

    Parecería, pues, que el asunto del banquete debería estar algo más claro, pero no es así porque las discusiones en torno a la "revolución democrático burguesa" y asuntos conexos ("revolución permanente") son los más confusos y peor entendidos del materialismo histórico, dando lugar a corrientes aberrantes del movimiento obrero, como el trotskismo. Hoy los comunistas se siguen debatiendo en medio de frases tales como "todo Estado es la dictadura de una clase" y, por consiguiente, "en todo Estado existe democracia para una clase pero no para su contraria". No es que esas frases sean erróneas sino que son redundantes, tautologías que parecen decirlo todo pero no dicen nada porque olvidan, como decía Marx, "el carácter concreto de la futura revolución", es decir, olvidan la historia y sin ella, sin pasado, tampoco puede haber futuro. Sin historia ni siquiera puede haber materialismo histórico. Un programa revolucionario debe ser concreto, no una colección de frases válidas para cualquier país en cualquier tiempo porque las masas lo tienen que asumir como si fuera propio: "La teoría se convierte en poder material tan pronto como se apodera de las masas", decía Marx en uno de sus primeros escritos (3).

    Las formas de dominación del Estado burgués están lejos de haber sido esclarecidas, a pesar de que conciernen a varios aspectos claves de la estrategia revolucionaria del proletariado. Por un lado, se trata del empleo de conceptos tales como "democracia burguesa" y "fascismo" y, por el otro, de los propios programas de las organizaciones comunistas. No es casualidad que este debate se reproduzca continuamente en España; algún significado tendrá. Tampoco es casualidad que eso se centre en un momento histórico, como la "transición", que según el discurso dominante, que es el discurso de la clase dominante, debería estar resuelto porque reafirma una y otra vez la existencia de un cambio de régimen político durante la década de los setenta del siglo pasado que condujo del fascismo a la democracia burguesa. Si eso está claro, no habría que darle tantas vueltas, y a la inversa: si se le da tantas vueltas es porque no está tan claro como parece.

    No es sólo un debate teórico. Es un hecho que, a diferencia de otros países próximos, en España el movimiento antifascista nunca ha desaparecido, por más que la claudicación de los reformistas (incluidos algunos comunistas) durante la transición haya tratado de aislarlo. Las movilizaciones periódicas del 20-N son una prueba de ello; la recuperación de la memoria histórica es otro. Entonces una pregunta surge espontáneamente: si no hay fascismo, ¿por qué hay antifascistas? ¿Se trata de nostálgicos a quienes sólo les gusta recordar el pasado? ¿La república de 1931? ¿Acaso su lucha no tiene nada que ver con la actualidad?

    La consideración de España como un Estado democrático burgués o fascista no es más que una manera de abordar la época de la transición política. La reacción sostiene que la memoria histórica se agota en 1975, momento en el que, sin necesidad de ningún tipo de revolución, se produce un punto de inflexión cualitativo: una clase en el poder "desde arriba" modifica la naturaleza del Estado y el fascismo se transforma en democracia burguesa. Por sí mismo eso ya sería bastante sorprendente, toda una novedad histórica sin duda, y mucho más si tenemos en cuenta de qué clase social estamos hablando cuando nos referimos a la España de 1975: banqueros, terratenientes, especuladores, militares, obispos y burócratas salidos de las cloacas más negras del franquismo como Arias Navarro, Suárez, Rodríguez Mellado, Martín Villa y otros parecidos.

    En las condiciones concretas de 1975 la insólita transición del fascismo a la democracia exige una nueva evaluación de los conceptos fundamentales del materialismo histórico. Si algo de eso existió es muy posible que Marx, Engels, Lenin o Dimitrov estuvieran equivocados.

    Notas:

    (1) Marx, Las luchas de clases en Francia, Obras Escogidas, tomo I, pg.230.
    (2) Mao, Una sola chispa puede incendiar la pradera, Obras Escogidas, tomo I, pgs.125 y stes.
    (3) Marx, Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel, Los Anales Franco-Alemanes, Barcelona, 1970, pg.109.
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    Mensaje por Mario.M-L Lun Oct 29, 2012 9:55 pm

    Este es el primer articulo de una serie mayor, que se irán publicando en los venideros días y semanas. Yo la verdad ya tengo ganas de que llegue el próximo. Este es un tema que promete y mas escribiéndolo alguien del calibre de JM Olarieta.

    PD: Creo que debería ir en tribuna de debate.
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    Mensaje por Manifiesto Lun Oct 29, 2012 10:02 pm

    Lo he sacado de aquí: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

    La verdad es que es un artículo corto, menos mal que tiene muchas partes, por que esta se me hizo a poco!
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    Mensaje por Manifiesto Jue Nov 01, 2012 12:47 pm

    Las formas de dominación del Estado burgués (II)

    Juan Manuel Olarieta

    2.300 años de pensamiento político arrojados a la basura


    El recordatorio de los conceptos fundamentales del materialismo histórico es también imprescindible porque a partir de 1945 y durante la guerra fría el imperialismo estadounidense lleva a cabo un nuevo replanteamiento ideológico, y para impulsarlo pone en marcha un dispositivo académico que, finalmente, ha logrado su propósito sobre dos ejes fundamentales que desde entonces forman parte de la ideología dominante: la contraposición de los conceptos de "democracia" y "dictadura" y la creación de tres tipos de regímenes políticos (totalitario, autoritario y democrático). Esta verborrea ideológica no tiene nada que ver con el materialismo histórico y por eso se pueden leer artículos, como "Sobre la dictadura democrática popular" de Mao (4), que a la burguesía actual y a sus universitarios le deben resultar incomprensibles. ¿Cómo es posible que un régimen político sea una dictadura y una democracia simultáneamente?

    La nueva teoría política del imperialismo estadounidense contradice la historia milenaria del pensamiento político occidental, que es el que tuvieron en cuenta Marx, Engels y Lenin en el momento de elaborar los conceptos fundamentales del materialismo histórico. Por lo tanto, se opone al materialismo histórico mismo. Desde los tiempos de Plotino, es decir, desde la Grecia clásica, hace la friolera de unos 2.300 años, en la tradición de la ciencia política que llega hasta 1945 se diferenciaban tres tipos de regímenes políticos: la monarquía (gobierno de uno), la oligarquía (gobierno de una élite) y democracia (gobierno de la mayoría). Se trata de definiciones políticas cuantitativas (minoría, mayoría) de trascendental importancia en obras de Marx y Engels como el "Manifiesto comunista", en donde destacaron que hasta la fecha, es decir, hasta mediados del siglo XIX, todos los movimientos habían sido "realizados por minorías o en provecho de minorías", mientras que el movimiento obrero lo era de la "inmensa mayoría" y "en provecho" de ella (5).

    Hasta la revolución burguesa, es decir, hasta 1800 aproximadamente, en esa clasificación tripartita había otro elemento común de acuerdo en el pensamiento político occidental: que la democracia era una forma de gobierno repudiable, por lo que sólo las otras dos eran realmente válidas. Aquel rechazo hacia la democracia demostraba la naturaleza de clase del Estado porque, como escribió Marx, la democracia pone los primeros cimientos de la disolución del Estado, de cualquier tipo de Estado (6), lo mismo que el proletariado está en la raíz de la disolución de las clases sociales (7).

    En ese escenario ideológico está ausente el otro concepto político básico, el de dictadura, que elabora posteriormente el derecho público romano. Dicha ausencia se debe a que la dictadura nunca se concibió como una forma de gobierno como las otras sino con un carácter transitorio. Como consecuencia de una perturbación del funcionamiento habitual del sistema político, se otorgaban poderes excepcionales a un mando, normalmente militar, para restablecer la situación al estado normal anterior. Una dictadura no cambiaba la naturaleza política del Estado, sino todo lo contrario: se decretaba para restablecer una situación previa que se había visto alterada.

    Durante la revolución burguesa en Inglaterra la dictadura se reconvierte en "ley marcial" que en otros países adopta la forma de "estado de sitio" o "estado de excepción" durante los cuales los mandos militares asumen poderes extraordinarios para adoptar cuantas medidas estimen necesarias para "restablecer el orden", pudiendo violar la ley, matar y confiscar sin estar sometidos a ningún tipo de responsabilidad por ello. En España el ejemplo más característicos fueron dos leyes de 1821 que jamás fueron derogadas, por las cuales los gobernadores militares asumían la dirección de las instituciones civiles del Estado en su región, lo cual anunciaban mediante los llamados "bandos militares", es decir, por propia decisión.

    Notas:

    (4) Mao, Sobre la dictadura democrático popular, Obras Escogidas, tomo IV, pg.425 y stes.
    (5) Marx y Engels, Manifiesto Comunista, Obras Escogidas, tomo I, pg.33.
    (6) Marx, Las luchas de clases en Francia, Obras Escogidas, tomo I, pg.229.
    (7) Marx, Contibución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel, cit., pg.115.

    Fuente: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
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    Mensaje por Manifiesto Lun Nov 12, 2012 3:17 pm

    3 entregas más:

    Las formas de dominación del Estado burgués (III)

    Juan Manuel Olarieta

    La democracia en el pensamiento político burgués

    Dejando ahora aparte el concepto de dictadura, la teoría de las tres formas de gobierno experimenta un giro con la revolución burguesa y, en particular, con el desarrollo del pensamiento político de sus representantes más avanzados: Rousseau y Payne. Es cierto, no obstante, que hay otras versiones del pensamiento burgués, como Montesquieu, que no se pueden equiparar a las anteriores ya que, en cierta medida, continúan las tradiciones anteriores, pero como aquí lo que pretendemos es esclarecer las posiciones del marxismo-leninismo al respecto, podemos prescindir de ellas, si bien no es posible descuidar que, frente a las posiciones más avanzadas, las otras están más arraigadas en la ideología burguesa y, por consiguiente, también en la sociedad actual. Ahora bien, Marx y Engels nunca se posicionan en esta línea para iniciar su propia teoría política, sino precisamente en la de los pensadores más avanzados.

    El componente político fundamental de los pensadores burgueses más avanzados de 1800 es la introducción de la democracia como forma de gobierno, es decir, la democracia como consigna y como programa político de vanguardia cuyo prototipo más conocido es la Revolución Francesa, aunque se pueden poner otros ejemplos tan buenos o mejores, como la americana, que además son anteriores. No obstante, la Revolución Francesa, como tantos otros procesos revolucionarios, no se inicia en 1789 de una manera ejemplar, es decir, democrática sino que avanza empujada por las propias fuerzas que se oponían a ella hasta alcanzar la República muy pocos años después. Lo que la burguesía empezó de una forma conciliadora, salvando a la monarquía, acabó con la cabeza del rey en la guillotina. La democracia empieza con la República. Para decirlo más claramente: la democracia empieza con el terror, con Robespierre, Saint-Just y los demás, un proceso que culmina Napoleón, quien "practicó el terrorismo, reemplazando la revolución permanente por la guerra permanente" (8).

    El terrorismo burgués es la cuna de los derechos humanos; la dictadura burguesa alumbra la democracia burguesa. Luego la burguesía se avergonzó de sí misma, renegó de sus fundamentos como si ella, y no la aristocracia, hubiera sido la responsable del terror; como ha hecho en otras ocasiones, se puso a lamer sus heridas tratando de reescribir la historia y maquillar los acontecimientos para ocultar lo obvio, a saber, que cualquier progreso histórico llega en medio de un baño de sangre. La burguesía intentó una transición pacífica que sus enemigos de clase trataron de impedir por los medios más brutales que tuvieron a su alcance.

    Para luchar contra la reacción y alcanzar "sus propios fines políticos", la burguesía tuvo que poner en movimiento al proletariado, abriendo una etapa en la cual el proletariado no combate "contra sus propios enemigos, sino contra los enemigos de sus enemigos" (9). Hasta 1848 la burguesía llevó de la mano al proletariado y todas las formas políticas de expresión de éste son burguesas. El proletariado no era entonces una fuerza política independiente sino que prestaba o sumaba su fuerza a la de los elementos más avanzados de la burguesía, que son los republicanos, cuya consigna más importante es el sufragio universal, el símbolo mismo de la democracia, que representa el derecho de todos a votar y, por lo tanto, a decidir y a participar en las decisiones políticas.

    En aquella época el voto era censitario, es decir, sólo tenían derecho a votar quienes pagaban impuestos, o sea, la burguesía. La conquista del derecho de voto por el proletariado, el sufragio universal, era un elemento fundamental para el desarrollo de su conciencia de clase, es decir, para la conversión del proletariado en una fuerza política independiente de la burguesía y la creación de partidos de clase. La burguesía crea, "a pesar de ella", las condiciones "más favorables para la unión de la clase obrera; y la unión de los obreros es la primera condición de la victoria de éstos. Los obreros saben que no se puede llegar a suprimir los modos burgueses de la propiedad manteniendo los modos feudales. Saben que el movimiento revolucionario de la burguesía contra las castas feudales y la monarquía absoluta no puede sino acelerar su propio movimiento revolucionario. Saben que su propia lucha contra la burguesía no podrá estallar más que el día en que la burguesía haya logrado triunfar" (10).

    Marx y Engels lo explicaron con los conceptos de "clase en sí" y "clase para sí" (11). Como dice el "Manifiesto comunista", toda lucha de clases es una lucha política y en ella el proletariado se organiza como tal clase en un partido de vanguardia, lo que en el terreno jurídico formal se expresa en el derecho de asociación política. El vínculo entre los aspectos sindicales ("clase en sí") y políticos ("clase para sí") de la lucha obrera quedó sellado cuando los primeros partidos estrictamente proletarios adoptaron el nombre de "socialdemócratas".

    Notas:

    (8) Marx y Engels, La Sagrada familia, Madrid, 1981, pg.141.
    (9) Marx y Engels, Manifiesto comunista, cit., pg.30.
    (10) Marx y Engels, La sagrada familia, cit., pg.247.
    (11) Marx, Miseria de la filosofía, Madrid, 1974, pg.257.

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    Las formas de dominación del Estado burgués (IV)

    Juan Manuel Olarieta

    Todo por la patria

    El mérito histórico, realmente milenario, de la burguesía consistió en poner en primer plano a la democracia como régimen político y la revolución de 1848 representó el triunfo definitivo de la democracia como forma de gobierno en Europa central, sirviendo de ejemplo para el mundo entero.

    No obstante, al llevar su programa a la práctica, la burguesía demostró que no era ella la clase capaz de conquistarla. La lucha de la burguesía por la democracia es, pues, la historia de una frustración; la teoría no tuvo su continuación en la práctica política. No es posible minimizar la importancia de este fracaso porque para la burguesía la democracia era una meta, un punto de llegada que nunca alcanzaría. Esta contradicción entre la teoría y la práctica condujo a la noción de "democracia burguesa" como la cota máxima a la que en cada país era capaz de llegar la burguesía en su lucha retórica en favor de la democracia. La "democracia burguesa" es, pues, una categoría histórica.

    La burguesía no pudo cumplir cabalmente el programa político que ella mismo se había trazado, ni siquiera en los países más adelantados, por múltiples y diferentes motivos que Marx y Engels explicaron, en primer lugar, por su condición social minoritaria dentro de la sociedad capitalista: eso le impedía erigirse en representante de dicha sociedad. En 1895 en uno de sus últimos y más geniales escritos, Engels lo resumió de la siguiente manera:

    "Hasta aquella fecha [1848] todas las revoluciones se habían reducido al derrocamiento y sustitución de una determinada dominación de clase por otra; pero todas las clases dominantes anteriores sólo eran pequeñas minorías, comparadas con la masa del pueblo dominada. Una minoría dominante era derribada, y otra minoría empuñaba en su lugar el timón del Estado y amoldaba a sus intereses las instituciones estatales. Este papel correspondía siempre al grupo minoritario capacitado para la dominación y llamado a ella por el estado del desarrollo económico y, precisamente por esto y sólo por esto, la mayoría dominada, o bien intervenía a favor de aquella en la revolución o aceptaba la revolución tranquilamente. Pero, prescindiendo del contenido concreto de cada caso, la forma común a todas estas revoluciones era la de ser revoluciones minoritarias. Aun cuado la mayoría cooperase a ellas, lo hacía -consciente o inconscientemente- al servicio de una minoría; pero esto, o simplemente la actitud pasiva, la no resistencia por parte de la mayoría, daba al grupo minoritario la apariencia de ser el representante de todo el pueblo" (12).

    No es el burgués sino el proletario quien puede representar a la sociedad bajo el capitalismo. Por eso cuando reivindica el derecho de voto lo que exige es el sufragio "universal". Las libertades que quiere para sí las quiere también para todos aquellos privados de ellas: "Ya el 'Manifiesto Comunista' había proclamado la lucha por el sufragio universal, por la democracia, como una de las primeras y más importantes tareas del proletariado militante" (13).

    Ahora bien, ese es un obstáculo puramente formal que atiende al derecho de representación exclusivamente, al derecho de elegir y ser elegido. Hay, además, un aspecto material: la burguesía habla en nombre de la nación ("todo por la patria") pero, al mismo tiempo, desdobla lo público de lo privado (14) para poner al Estado a su servicio. Por ello, en el "Manifiesto comunista" Marx y Engels incorporan a su concepción de la democracia una noción olvidada que procede de Rousseau: no basta actuar en nombre de la mayoría sino que es necesario hacerlo "en provecho" de ella, teniendo en cuenta sus necesidades, o lo que es lo mismo: el socialismo.

    No obstante, la burguesía obtuvo un diagnóstico distinto que encubría la frustración envolviéndola en el papel de celofán de sus rebuscadas elaboraciones jurídico-formales, es decir, en una abstracción nebulosa. No es que ella no pudiera sino que ninguna otra clase podría porque era un objetivo que no dependía de las clases sociales en liza. La democracia era un sueño o una aspiración irrealizable que, además, comprometía la situación de la burguesía en numerosos países en los que su correlación de fuerzas era débil frente a la aristocracia. La actuación independiente de la clase obrera en la revolución de 1848 le puso en el punto de mira de la burguesía; para ésta el proletariado pasó de aliado a enemigo, es decir, que la burguesía empezó a pensar en la lucha contra el proletariado buscando compromisos con la vieja aristocracia. En lugar de acercarse al proletariado era preferible arrojar la toalla, buscar compromisos y soluciones intermedias con los "enemigos de los enemigos".

    A partir de entonces el formalismo jurídico condujo a otras ficciones: al desdoblar lo público de lo privado el Estado burgués aparece como neutral; el gobierno cambia pero el Estado sigue siendo el mismo. Es la errónea teoría del Estado como "aparato" o maquinaria. Bajo el mismo Estado (burgués) son posibles todas las formas de gobierno, todos los partidos, todos los programas, todas las creencias, etc. Por lo mismo, la burguesía cree haber edificado un Estado por encima de las clases sociales. El reformismo asume esa misma concepción para pregonar la posibilidad de "utilizar" el Estado burgués para llevar a cabo una política en provecho de la mayoría, lo cual simplifica las tareas del proletariado: si no es necesario construir un nuevo Estado, tampoco es necesario destruir el ya existente. Cuando Engels explicó el interés que tenía el proletariado en conquistar la democracia dijo todo lo contrario: "Las instituciones estatales en las que se organiza la dominación de la burguesía ofrecen nuevas posibilidades a la clase obrera para luchar contra estas mismas instituciones", lo que dio lugar a que la burguesía temiese "mucho más la actuación legal que la actuación ilegal del partido obrero" (15).

    Notas:

    (12) Engels, Introducción a "Las luchas de clases en Francia", Obras Escogidas, tomo I, pgs.117-118.
    (13) Engels, Introducción, cit., tomo I, pg.124.
    (14) Marx y Engels, La ideología alemana, Montevideo, 1959, pg.35.
    (15) Engels, Introducción, cit., tomo I, pg.125.

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    Las formas de dominación del Estado burgués (V)

    Juan Manuel Olarieta

    ¿En qué sentido es burguesa la democracia?

    La tarea de los comunistas empieza justamente en el punto en el que la burguesía arroja la toalla, el punto más elevado, cuando empieza a renegar de sí misma, de sus fundamentos políticos. Cuando el proletariado reivindicó la democracia burguesa como tarea propia destacó la ineptitud política de la burguesía para remover los obstáculos que se oponían a ella. Por lo tanto, los comunistas siempre han estado interesados en la democracia, e incluso en la democracia burguesa. Con más razón aún cuando es la propia burguesía la que reniega de ella.

    Ahora bien, en la lucha por la democracia no hay diferencias sustanciales entre los objetivos de la burguesía y el proletariado; no hay libertades y derechos "proletarios". El derecho de voto y el derecho de asociación política no cambian su naturaleza por que los reivindique para sí la clase obrera. Las organizaciones de clase asumieron como algo propio lo que procedía de la burguesía.

    Las libertades y los derechos no son formalizaciones jurídicas sino una parte integrante de la lucha de clases. Al proletariado la burguesía no le regaló nada sino que tuvo que conquistar tanto el derecho al voto como el derecho de asociación sindical y política. No es tan difícil de entender: como escribieron Marx y Engels, quienes reivindican son quienes no tienen (16). El movimiento obrero reivindicó la democracia allá donde ésta nunca llegó, o tardó en implantarse, o lo hizo de manera limitada; el movimiento obrero disfrutó de aquellos derechos que fue capaz de defender en cada momento y en cada país. Los ganó si luchó por ellos y los perdió cuando dejó de hacerlo. Un dirigente del proletariado parisino como Blanqui, pasó la mayor parte de su vida en la cárcel; en 1847 la Liga de los Comunistas se tuvo que reunir en Londres porque estaba prohibida en Alemania; la I Internacional fue prohibida en España en 1871; poco después se dictaron las leyes contra los socialistas en Alemania; Marx, Engels y Lenin pasaron en el exilio la mayor parte de sus vidas... En fin, la historia de las revoluciones y de los revolucionarios son episodios repletos de clandestinidad, ilegalidad, fusilamientos, cárceles, torturas y persecución. En esas condiciones, ¿cómo es posible sostener que los revolucionarios no están interesados por la libertad? ¿No será más acertado decir que quien no está interesada por la libertad es la burguesía? Y si la burguesía no está interesada por la libertad, ¿no deberá interesarle al proletariado? Finalmente, ¿cómo es posible calificar de "burgués" a algo que no le interesa a la burguesía?

    Es necesario volver a insistir: el proletariado lucha por la democracia y la libertad para sí mismo, para su clase, naturalmente, pero también para todos aquellos que carecen de ellas, para los sectores explotados, oprimidos, humillados y marginados por la sociedad capitalista. En la medida en que dicha sociedad está regida por una minoría en provecho de ella misma, genera esas lacras sociales, culturales y políticas. En ese contexto el programa democrático del proletariado se convierte en uno de los más poderosos instrumentos de acumulación de fuerzas, la palanca misma de la revolución. Dicho programa ha atraído atrae y seguirá atrayendo siempre, con una fuerza creciente, incluso a numerosos sectores de la propia burguesía. Este proceso constituye una ley de la historia porque "cada nueva clase instaura su dominación siempre sobre una base más extensa que la dominante con anterioridad a ella" (17). No existe otra consigna con mayor capacidad de legitimación política que la democracia. Por sí misma, justifica la revolución proletaria.

    Como programa revolucionario la democracia trasciende, pues, al momento histórico en el que lo impulsó la burguesía. Cuando el proletariado instaure su dominación "sobre una base más extensa" que la burguesía, su régimen político no será nada distinto a la democracia sino su realización más plena. El "Manifiesto comunista" lo resume al proponer como "primer paso" de la revolución proletaria "la elevación del proletariado a clase dominante, la conquista de la democracia" (18). ¿Qué es, pues, la democracia? "La elevación del proletariado a clase dominante", responden Marx y Engels. ¿Y qué es la elevación del proletariado a clase dominante? La realización de la democracia.

    Notas:

    (16) Marx y Engels, Crítica del Programa de Gotha, Obras Escogidas, tomo II, pg.26.
    (17) Marx y Engels, La ideología alemana, cit., pg.53.
    (18) Marx y Engels, Manifiesto comunista, cit., tomo I, pg.42.

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    Mensaje por pedrocasca Jue Nov 29, 2012 10:38 pm

    Las once partes que conforman este artículo se han publicado ya en el blog Movimiento de resistencia popular:

    [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

    En el blog El camino de hierro se puede leer el artículo de Juan Manuel Olarieta Alberdi completo en forma de un único fichero o documento:

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    Mensaje por ndk Vie Nov 30, 2012 12:40 pm

    Dejo el artículo completo para descargar en pdf y en buena calidad: Las formas de dominación del estado burgués - J.M.Olarieta

    Además, también dejo aquí más cosas de Olarieta:

    - Charla sobre el revisionismo: parte 1 parte 2 parte 3 parte 4

    - Recopilación de textos de Olarieta: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
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    Mensaje por pedrocasca Dom Dic 02, 2012 10:05 pm

    Tomado del blog Movimiento de Resistencia Popular en noviembre de 2012:

    Las formas de dominación del Estado burgués es un artículo escrito por Juan Manuel Olarieta Alberdi en el que habla de un tema que tanta confusión ha generado en el movimiento comunista del Estado español: la distinción entre la democracia (burguesa) y el fascismo. El artículo pretende contribuir a aclarar dicha confusión ocasionada por la filtración de la ideología burguesa en el seno del movimiento obrero.

    El texto escrito por el abogado consta de 11 partes que hemos publicado en el blog y que quedan recogidas en esta entrada. También lo compartimos en formato pdf y docx.

    Artículo completo:

    - PDF: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

    - DOCX: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

    Por entregas, publicadas en el blog:

    Primera parte
    [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

    Segunda parte
    [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

    Tercera parte
    [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

    Cuarta parte
    [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

    Quinta parte
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    Sexta parte
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    Séptima parte
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    Octava parte
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    Novena parte
    [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

    Décima parte
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    Undécima parte (y última)
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