Sobre todo me gustaría conocer la opinión de NSV Liit acerca del tema, ya que, según he podido ver por sus comentarios, es natural de Hungría o vive allí.
Hungría 1956, ¿revolución o contrarrevolución?, análisis e información
Shenin- Miembro del Soviet
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Saludos. Abro este tema para debatir acerca de la insurrección de 1956 contra el gobierno de la República Popular de Hungría y que terminó con la entrada de las tropas soviéticas en el país y el restablecimiento de la República Popular bajo el liderazgo de Janos Kadar. Según lo que he leído en el libro del Camarada Ludo Martens La URSS y la Contrarrevolución de Terciopelo, se trataba de una insurrección organizada por los antiguos fascistas húngaros, colaboradores del Regente Miklos Horthy, y que contaba con la cobertura de Estados Unidos.
Sobre todo me gustaría conocer la opinión de NSV Liit acerca del tema, ya que, según he podido ver por sus comentarios, es natural de Hungría o vive allí.
Sobre todo me gustaría conocer la opinión de NSV Liit acerca del tema, ya que, según he podido ver por sus comentarios, es natural de Hungría o vive allí.
Camarada Edhaar- Novato/a rojo/a
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Exacto camarada,yo tambien tengo las mismas fuentes que tu,y el camarada Ludo Martens es conocido por su seriedad y gran conocimiento de los estados socialistas europeos.
Yo apoyo que el pacto de varsovia entrara en Hungria,fue una contrarevolucion orquestrada como no desde la reaccion y con colaboracion extranjera. Lo que no dice el captalismo,son cosas como que muchos dirigentes del partido comunista estuvieron ahorcados en farolas salvajemente,en un claro ejemplo de democracia made in USA en lo que insisto,fue una contrarevolucion en todos sus efectos.
Para sumarse a la critica de la intervencion del pacto de varsovia estan y estuvieron como no,los trotskistas,los social-traidores y los revisionistas que en algunos PC europeos ya asomaban la cabeza envalentonados por el Kruschovismo.
salud!
Yo apoyo que el pacto de varsovia entrara en Hungria,fue una contrarevolucion orquestrada como no desde la reaccion y con colaboracion extranjera. Lo que no dice el captalismo,son cosas como que muchos dirigentes del partido comunista estuvieron ahorcados en farolas salvajemente,en un claro ejemplo de democracia made in USA en lo que insisto,fue una contrarevolucion en todos sus efectos.
Para sumarse a la critica de la intervencion del pacto de varsovia estan y estuvieron como no,los trotskistas,los social-traidores y los revisionistas que en algunos PC europeos ya asomaban la cabeza envalentonados por el Kruschovismo.
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italiano43- Comunista
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Camarada Edhaar escribió:Exacto camarada,yo tambien tengo las mismas fuentes que tu,y el camarada Ludo Martens es conocido por su seriedad y gran conocimiento de los estados socialistas europeos.
Yo apoyo que el pacto de varsovia entrara en Hungria,fue una contrarevolucion orquestrada como no desde la reaccion y con colaboracion extranjera. Lo que no dice el captalismo,son cosas como que muchos dirigentes del partido comunista estuvieron ahorcados en farolas salvajemente,en un claro ejemplo de democracia made in USA en lo que insisto,fue una contrarevolucion en todos sus efectos.
Para sumarse a la critica de la intervencion del pacto de varsovia estan y estuvieron como no,los trotskistas,los social-traidores y los revisionistas que en algunos PC europeos ya asomaban la cabeza envalentonados por el Kruschovismo.
salud!
no existe mejor respuesta que esa!
NSV Liit- Colaborador estrella
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Shenin escribió:Saludos. Abro este tema para debatir acerca de la insurrección de 1956 contra el gobierno de la República Popular de Hungría y que terminó con la entrada de las tropas soviéticas en el país y el restablecimiento de la República Popular bajo el liderazgo de Janos Kadar. Según lo que he leído en el libro del Camarada Ludo Martens La URSS y la Contrarrevolución de Terciopelo, se trataba de una insurrección organizada por los antiguos fascistas húngaros, colaboradores del Regente Miklos Horthy, y que contaba con la cobertura de Estados Unidos.
Sobre todo me gustaría conocer la opinión de NSV Liit acerca del tema, ya que, según he podido ver por sus comentarios, es natural de Hungría o vive allí.
Saludos, camarada Shenin:
En realidad soy español, pero vivo en Hungría desde hace tiempo y espero que durante mucho más, aunque la cosa está poniéndose un poco complicada....
Respecto a 1956 debo reconocer que estoy bastante confundido. Me explico, yo era de los que tenía una buena opinión de lo sucedido, lo veía simplemente como un intento de democratizar el régimen y evitar algunos de los males y defectos que tenía... eso claro, mientras estuve en casa y leí la información accesible en castellano por aquel entonces (no toda claro, pero al menos la más fácil de conseguir, como a Ferenc Fejtő, o algún material anarquista que conseguí en Tirso de Molina).
Luego vine a Hungría y me encontré con dos cosas. Primero, el bochornoso espectáculo que tiene lugar cada año para conmemorar lo sucedido, una especie de "orgía" anticomunista para lavar el cerebro a base de bien, decenas de películas sobre el tema, a cual más penosa (una de las últimas, por ejemplo "Los chicos de la gloria"- creo que se llama en español, Szabadság, szerelem, tenía unos tintes xenófobos contra los rusos que tiraba de espaldas, y por supuesto le encantó a uno de los Bush, no recuerdo a cual, pero con eso lo digo todo). Segundo, que cuando uno empieza a hablar con la gente... vaya, resulta que la gente normal, trabajadora, que lo vivió, resulta que no tiene esa imagen tan idílica y heróica y más bien ofrecen una versión como la que describe el Camarada Edhaar, recuerdan más bien el miedo, la brutalidad de los "inmaculados" y "heróicos" "revolucionarios", su sadismo, etc.
De hecho es conocida la matanza de la Plaza de la República - el 30 de octubre de 1956- (en la wikipedia húngara lo llaman "Batalla") en la que una multitud atacó la sede del Partido Comunista y cuando los que estaban en el interior se rindieron y salieron a negociar su rendición desarmados, fueron asesinados con crueldad y sadismo y sus cuerpos colgados de un árbol. Imre Nagy, ni siquiera se dignó a responder al teléfono a Imre Mező, el encargado de la defensa de la sede del partido, y uno de los que posteriormente salió a negociar y fue brutalmente asesinado por los valientes "revolucionarios". Luego estuvieron buscando durante días celdas subterráneas en la plaza, porque la prensa afirmó que había cientos de dentenidos y torturados por los comunistas, por supuesto no se encontró nada porque era todo mentira.
Que los EEUU jugaron su papel en los acontecimientos de 1956 es seguro (lo reconocen hasta los anticomunistas), también lo hizo Radio Libertad, financiada por los yankis y dirigida por muchos exiliados húngaros vinculados al movimiento fascista durante la guerra mundial pero que huyeron al llegar los soviéticos (y los norteamericanos no se los entregaron a las autoridades húngaras a pesar de que muchos estaban acusados de asesinato de civiles). Y también es cierto que, al menos en un momento determinado (en los primeros momentos), los grupos fascistas se hacen con el poder del movimiento (con el poder real), aunque Imre Nagy y otros sean los políticos cabezas visibles y entonces tiene lugar una carnicería salvaje contra los comunistas o simpatizantes. Hace poco hubo una polémica bastante fuerte en Hungría porque Gyula Horn, socialista, y primer ministro tras las segundas elecciones postcomunistas (1994-98), dijo que no podía considerar héroes a los participantes en 1956 porque habían asesinado a su padre.
Ahora, lo que pasa es que creo que también hubo una política bastante equivocada del partido hasta entonces (bajo Rákosi y Gerő), y se ganaron a pulso el odio de la población, lo que dejó el campo abonado para la extensión de ideas de extrema derecha. En algunas cosas tengo bastantes dudas, pero en definitiva lo calificaría de contrarrevolución. Aunque no tengo claro que empezara como tal y creo que sí que había un movimiento dentro de ella que intentaba mejorar el socialismo, estas insurrecciones son heterogéneas, hay en su interior una fuerte lucha de ideas y tendencias, y en este caso, la reacción dominó la situación desde muy pronto. Quedó un grupo dirigente político moderado, en el que incluso había políticos comunistas (aunque fueran reformistas), incapaces y totalmente alejados de la calle, que habían ocupado los fascistas y la reacción. De hecho es curioso, hoy en Hungría ni siquiera los partidos comunistas recuerdan a Rákosi y los suyos con orgullo, sino todo lo contrario.
Otra cosa a parte es el asunto de los consejos obreros, que comenzaron a actuar después de que los soviéticos controlaran la situación. Este asunto lo conozco mucho menos y tengo bastantes dudas. Pero estoy inclinado a pensar que sí era un movimiento importante de izquierdas y no estaba influído por los movimientos fascistas sino más bien por experiencias soviéticas de comienzos de siglo en la URSS y Hungría y por la propia educación comunista húngara. Pero conozco muy poco del asunto (estoy leyendo algunos documentos sobre el tema, pero necesito aun tiempo).
Un saludo, camarada
NSV Liit- Colaborador estrella
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Localización : República Socialista Soviética Húngara
Fotos de la masacre de la Plaza de la República, algunas fotos son un poco fuertes (las de comunistas masacrados por los fascistas).
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aquí se pueden ver las fotos del linchamiento de Péter Tóth, miembro del AVH (órgano de seguridad del estado) e importante político comunista.
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(son las fotos 8944, 8945, 8946)
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(esta la hizo el fotógrafo italiano Mario De Biasi, que viajó entonces a Hungría como corresponsal, en el periódico le hacen una entrevista y cuanta cosas bastante fuertes).
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(otra foto de miembros del Avó asesinados en la Plaza de la República)
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(foto del miembro del AVH, László Elek, linchado en la Plaza de la República, la foto está por la mitad del texto, justo antes del capítulo 4).
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(esta la hizo el fotógrafo italiano Mario De Biasi, que viajó entonces a Hungría como corresponsal, en el periódico le hacen una entrevista y cuanta cosas bastante fuertes).
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(foto del miembro del AVH, László Elek, linchado en la Plaza de la República, la foto está por la mitad del texto, justo antes del capítulo 4).
Shenin- Miembro del Soviet
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La verdad es que son bastante interesantes todos esos datos concretos que ha aportado NSV Liit. Sobre todo las fotos, que son muy parecidas, por cierto, a las que tanto exhiben los anticomunistas y los fascistas sobre los supuestos genocidios comunistas en Europa Oriental.
Yo, personalmente, también creo que la diercción de Rakosi (a pesar de que le considero un comunista consecuente) cometió errores izquierdistas en su gestión del país durante los 10 años precedentes. Según tengo entendido, salvo Alemania Oriental y Checoslovaquia, los países de Europa del Este eran países económicamente atrasados. Las políticas que siguieron los comunistas en Polonia y en Hungría se basaron en calcar el modelo de desarrollo socialista soviético de colectivización e industrialización aceleradas. Dado el atraso económico de estos países, la aplicación de esta estrategia de desarrollo provocó diversos traumas, como la escasez de bienes de consumo, ya que las bases materiales para el socialismo aun no estaban del todo establecidas.
También hay que tener en cuenta que los comunistas en 1945, tanto en Polonia como en Hungría, eran una clara minoría. En este contexto, aplicar las políticas de colectivización e industrialización aceleradas se hacía aun más difícil. En La URSS de los años 30, pese a que la colectivización tuvo sus aspectos negativos por la falta de preparación de los campesinos, el PCUS era indiscutiblemente la fuerza política hegemónica del país. A pesar de los errores y de las dificultades, con el apoyo masivo al Partido, se pudieron llevar a cabo con éxito la colectivización y la industrialización. Tampoco pienso que, al ser minoría los comunistas en Polonia y Hungría, hubiera que dejar estos países en manos de las burguesías locales. Estos países hacían frontera con la URSS y podían convertirse en centros de provocación antisoviética. Además, las potencias aliadas no estaban dispuestas aceptar la toma del poder por parte de los comunistas en aquellos lugares donde estos eran mayoría, como en Francia o Italia.
En mi opinión, en vez de calcar el modelo soviético, se debería haber implantado regímenes pro-soviéticos, pero con un sistema más parecido al de la Nueva Democracia de Mao, a fin de desarrollar las fuerzas productivas, pero bajo control de los Partidos Comunistas. Así se aseguraría el establecimiento de las bases materiales para el socialismo, pero con las fuerzas comunistas y proletarias en el poder. De hecho, según tengo entendido, un sistema similar fue aplicado por Janos Kadar, una vez aplacada la insurrección por las tropas soviéticas. Ludo Martens pone a Kadar como un revisionista jruschoviano de cabo a rabo. Teniendo en cuenta que Kadar apoyó activamente la restauración del capitalismo en 1989, es muy probable que así fuera. Pero los revisionistas no llegan al poder solo con engaños, sino también con medias verdades y aprovechándose de los errores de los leninistas. Kadar tenía razón en el sentido de dar algunos pasos hacia atrás en la construcción económica del socialismo, pero aprovechó esta necesidad inmediata de la Revolución Húngara para desmontar progresivamente la Dictadura del Proletariado, lo que a largo plazo supuso la restauración del capitalismo y del poder burgués.
Yo, personalmente, también creo que la diercción de Rakosi (a pesar de que le considero un comunista consecuente) cometió errores izquierdistas en su gestión del país durante los 10 años precedentes. Según tengo entendido, salvo Alemania Oriental y Checoslovaquia, los países de Europa del Este eran países económicamente atrasados. Las políticas que siguieron los comunistas en Polonia y en Hungría se basaron en calcar el modelo de desarrollo socialista soviético de colectivización e industrialización aceleradas. Dado el atraso económico de estos países, la aplicación de esta estrategia de desarrollo provocó diversos traumas, como la escasez de bienes de consumo, ya que las bases materiales para el socialismo aun no estaban del todo establecidas.
También hay que tener en cuenta que los comunistas en 1945, tanto en Polonia como en Hungría, eran una clara minoría. En este contexto, aplicar las políticas de colectivización e industrialización aceleradas se hacía aun más difícil. En La URSS de los años 30, pese a que la colectivización tuvo sus aspectos negativos por la falta de preparación de los campesinos, el PCUS era indiscutiblemente la fuerza política hegemónica del país. A pesar de los errores y de las dificultades, con el apoyo masivo al Partido, se pudieron llevar a cabo con éxito la colectivización y la industrialización. Tampoco pienso que, al ser minoría los comunistas en Polonia y Hungría, hubiera que dejar estos países en manos de las burguesías locales. Estos países hacían frontera con la URSS y podían convertirse en centros de provocación antisoviética. Además, las potencias aliadas no estaban dispuestas aceptar la toma del poder por parte de los comunistas en aquellos lugares donde estos eran mayoría, como en Francia o Italia.
En mi opinión, en vez de calcar el modelo soviético, se debería haber implantado regímenes pro-soviéticos, pero con un sistema más parecido al de la Nueva Democracia de Mao, a fin de desarrollar las fuerzas productivas, pero bajo control de los Partidos Comunistas. Así se aseguraría el establecimiento de las bases materiales para el socialismo, pero con las fuerzas comunistas y proletarias en el poder. De hecho, según tengo entendido, un sistema similar fue aplicado por Janos Kadar, una vez aplacada la insurrección por las tropas soviéticas. Ludo Martens pone a Kadar como un revisionista jruschoviano de cabo a rabo. Teniendo en cuenta que Kadar apoyó activamente la restauración del capitalismo en 1989, es muy probable que así fuera. Pero los revisionistas no llegan al poder solo con engaños, sino también con medias verdades y aprovechándose de los errores de los leninistas. Kadar tenía razón en el sentido de dar algunos pasos hacia atrás en la construcción económica del socialismo, pero aprovechó esta necesidad inmediata de la Revolución Húngara para desmontar progresivamente la Dictadura del Proletariado, lo que a largo plazo supuso la restauración del capitalismo y del poder burgués.
Shenin- Miembro del Soviet
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Cuelgo este artículo de un ruso que encontré hace tiempo. En él se habla del oportunismo de Nagy, quien fuera en su día colaborador del NKVD, así como de los errores de la dirección de Rakosi. El artículo hay que leerlo con un poco de cuidado, ya que el autor se deja llevar un poco por el chovinismo ruso, sobre todo al hablar del papel de las tropas soviéticas en Hungría. Pero, por lo general, aporta datos interesantes.
Hungría: El dorado y sangriento otoño del 56
Alexandr Bobrov, escritor y publicista
Artículo publicado originalmente en Sovietskaya Rossia
Traducido del ruso por Josafat S. Comín para Kaos en la Red
De los sucesos húngaros y los dobles raseros
El otoño dorado de Budapest es una época especial, no solo en lo turístico, también en lo político: Una gran cantidad de monumentos con la fatídica fecha de 1956 están engalanados con banderas tricolores, cintas de duelo, coronas de flores y velas encendidas. Es ahora la principal y más sagrada fiesta de la independencia, son días de vacaciones y celebraciones.
Mientras que nosotros seguimos sin aclararnos con eso del Día de la Independencia de Rusia: se les ocurrió la increíble fecha del 12 de junio- día del reconocimiento oficial de la desmembración del país, en Hungría y otros países del antiguo campo socialista todo es infinitamente más sencillo: todos los enemigos sempiternos, los invasores extranjeros que los han sojuzgado y los acontecimientos sangrientos se dejan a un lado, y en primer plano se coloca “la liberación del principal enemigo”: la Rusia soviética.
Y por si no fuese suficiente va nuestro Consejo de la Federación (cámara alta del parlamento. N de la T.), en otoño del 2006 al que no se le ocurre nada mejor que hacer una declaración estúpida, carente de toda credibilidad histórica, con motivo de los sucesos en la Hungría del 56, donde mostraban su pesar por el hecho de que las ansias de libertad del pueblo húngaro, trajese consigo grandes pérdidas humanas, y ofrecían sus disculpas por los sucesos de hace medio siglo. Para volverse locos. ¿A qué fin?
En primer lugar, si Rusia históricamente no está relacionada en modo alguno con la Unión Soviética-como no se cansan de repetir muchos medios de comunicación y sus ideólogos- entonces los sucesos de aquel entonces no guardan ninguna relación con la Rusia actual, y disculparse por ellos, se puede hacer sobre la misma base que si nos arrepintiéramos de aplastar la revolución húngara de 1848. Por lo visto, llegaremos a verlo, pero aquí en Rusia, no en Alemania ni Austria. En segundo lugar, si somos herederos de la Unión Soviética, no es de recibo menospreciar las trágicas y gloriosas páginas de nuestra historia, los condicionantes geopolíticos y las obligaciones estatales.
No sé si se acordarán en el Consejo de la Federación, que hubo una Segunda Guerra Mundial, que Hungría luchó del lado fascista, con la formación de tres divisiones de las SS, y que existían los acuerdos de Yalta y una organización política como el Pacto de Varsovia.
Supongamos por ejemplo, que uno de los países miembros de la OTAN declare mañana: abandonamos la OTAN, se creen “milicias populares” y comiencen a atacar las bases militares, de misiles y a matar soldados de la Alianza. ¿Qué ocurriría? Se puede esperar cualquier cosa. Ya sabemos por el ejemplo yugoslavo, que en el centro de Europa, en pleno siglo XXI, en una batalla cruenta se pueden llegar a utilizar armas prohibidas. Entonces no habían pasado más que once años desde el fin de la guerra. Todavía andaban sueltos fascistas supervivientes y seguidores de Horthy, aunque ya se habían definido claramente los bandos de la “guerra fría”, los partidarios y detractores del socialismo. Ahora nos lo quieren simplificar hasta la ridiculez: había una aspiración de libertad y democracia occidental que la Unión Soviética aplastó brutalmente en aquel dorado otoño del 56.
Un hecho curioso: recientemente en Hungría después de 40 años parado, pusieron en marcha un tanque soviético T-34 de los tiempos de la Gran Guerra Patria. Los especialistas del Museo de Historia, consiguieron arrancar esta legendaria máquina casi sin esfuerzo. El tanque pese a estar oxidado y sin mantenimiento, mantuvo la capacidad de conducción, y estoy seguro que también la de disparar si hubiesen probado a cargarlo con munición. Imagino que lo harían para recordar la amenaza que supone el armamento soviético, cuya participación en los sucesos del 56, ha sido enormemente exagerada. Hace unos días compré en la fortaleza de Buda una guía de viaje. Allí cuentan que en la realmente hermosa ciudad de Budapest, en 1896, en la celebración de los mil años de la fundación de la patria húngara y en señal de reconocimiento del gran crecimiento que experimentaba el país, tuvo lugar la Exposición Universal.
Luego dicen: “Este increíble crecimiento de Budapest se verá frenado por la Primera Guerra Mundial, y más tarde durante el segundo “incendio” mundial, la ciudad vuelve a quedar convertida en ruinas. Las tropas alemanas en su retirada, vuelan los puentes sobre el Danubio, en los combates quedan dañados los principales edificios. En 1945 los habitantes de Budapest reconstruyen la ciudad, y se vieron obligados a volver a hacerlo, cuando en 1956 los tanques soviéticos volvieran a destruirla”. O sea, que la destruimos, apuntábamos directamente al centro, e hicimos volar, como los alemanes, todos los puentes y los principales edificios de Budapest. Da vergüenza leer esto. Yo viví en la isla Margit, al lado del famoso puente diseñado por Eiffel. El maravilloso puente fue volado sin compasión por los alemanes el 4 de noviembre de 1944, hace 65 años, cuando nuestras tropas se acercaban a Budapest. Los alemanes tenían tanta prisa, que el tramo principal del puente se desplomó sobre el Danubio con viandantes y cuarenta zapadores alemanes.
En los años 44-45 las tropas húngaras fueron derrotadas y el territorio fue ocupado por las tropas soviéticas. Tras el final de la guerra, se celebraron elecciones libres, de acuerdo con los acuerdos de Yalta, donde obtuvo mayoría el Partido de los Pequeños Propietarios: Sin embargo el gobierno de coalición impuesto por la comisión de control de los aliados, que estaba encabezada por el veterano mariscal soviético Voroshilov, dio a los vencedores la mitad de los puestos del gabinete, mientras que los puestos clave se dejaron en manos del Partido Comunista Húngaro. Los comunistas, contando con el apoyo de las tropas soviéticas apostaron por la vía no democrática y en 1947 convocaron nuevas elecciones. Una práctica habitual, en Afganistán bajo las bayonetas usamericanas acabamos de presenciar una farsa electoral.
En Hungría se instauró el régimen de Matyas Rakosi. Se llevó a cabo una colectivización forzosa, la AVH (seguridad del estado) reprimió a la oposición, a la iglesia, a los oficiales y políticos del viejo régimen, y demás enemigos del nuevo gobierno.
Hungría, como aliada de la Alemania nazi, estaba obligada a pagar una significativa contribución a la URSS, Checoslovaquia y Yugoslavia, que suponía una cuarta parte de su PIB. El país atravesaba un momento difícil, y los comunistas cometieron muchos errores. La muerte de Stalin y especialmente la poco perspicaz intervención de Jruschov en el XX Congreso del PCUS, propiciaron intentos de liberarse de los gobiernos populares en todos los países de la Europa del Este. ¿Pero quién entrega el poder voluntariamente? Díganme un ejemplo de la historia moderna. Incluso el traidor Gorbachov no terminó de creer que Yeltsin, el destructor, lo fuese a echar del Kremlin de un modo tan humillante.
Las luchas internas en el Partido del Trabajo Húngaro entre conservadores y partidarios de las reformas comenzaron desde principios de 1956 y el 18 de julio de 1956 condujeron a la dimisión de Sec. Gral. del PTH Rakosi, quien fue sustituido por el ministro de la Seguridad del Estado, Erno Gero.
Un enorme papel jugó la actividad subversiva de los servicios secretos occidentales, especialmente del británico MI-6, encargado de preparar a numerosos cuadros de los “rebeldes populares” en sus bases secretas de Austria a los que luego introducían en Hungría.
La destitución de Rakosi, y la influencia del levantamiento de Poznan en Polonia en el 56, provocó un aumento de los sentimientos críticos en el seno estudiantil e intelectual. Desde mediados de año había comenzado a funcionar en la Unión de escritores el “Círculo de Petofi” en el que se debatían los temas más candentes, que el país tenía ante sí.
Finalmente, el 23 de octubre comenzó una manifestación, en la que participaron decenas de miles de personas, estudiantes y destacados intelectuales. Los manifestantes portaban banderas rojas, pancartas con lemas sobre la amistad soviético-húngara, peticiones de incluir en el gobierno a Imre Nagy, etc. En las plazas del Quince de marzo y Mari, y las calles de Kossuth y Rakosci, se les unieron manifestantes radicales, que gritaban consignas totalmente distintas. Exigían la restauración del antiguo escudo nacional, la recuperación de la antigua fiesta nacional, en lugar de la celebración de la liberación del fascismo, y la supresión de las clases de ruso. También exigían la celebración de elecciones libres, la creación de un gobierno encabezado por Nagy y la salida de las tropas soviéticas de Hungría.
El ovillo de los sangrientos sucesos comenzaba a desenredarse. Un nutrido grupo de manifestantes intentó entrar en los estudios de la Casa de la radio, con la exigencia de poder sacar al aire sus reivindicaciones. Este intento condujo al enfrentamiento con las tropas del AVH encargadas de defender la emisora, que pasadas las 21 horas, provocó los primeros heridos y muertos.
Las rebeldes se hicieron con armas arrebatadas a las tropas de refuerzo que enviaron a defender la radio, así como con otras sacadas de los armeros de Defensa Civil y comisarías de policía. El encarnizado combate en la Casa de la radio y alrededores continuó durante toda la noche. A las 23h, en virtud de la decisión de Presídium del CC del PCUS, el jefe del Estado Mayor de las FFAA de la URSS, general Sokolovsky dio la orden al Comandante del Cuerpo Especial de comenzar el avance en dirección a Budapest para prestar ayuda a las tropas húngaras “en el restablecimiento del orden y la creación de condiciones para el trabajo pacífico”.
Las unidades del Cuerpo Especial llegaron a Budapest sobre las 6 de la mañana y entablaron combate con los rebeldes. La noche del 23 de octubre del 56, la dirección del Partido Comunista Húngaro tomó la decisión de nombrar primer ministro a Imre Nagy, que ya había ocupado este cargo en 1953, destacando por sus ideas reformistas, por las que fue represaliado, y posteriormente rehabilitado poco antes del levantamiento. A Nagy a menudo le acusan de que la petición formal a las tropas soviéticas para que ayudasen a sofocar el levantamiento también fue respaldada por él.
Fue precisamente ese día, 23 de octubre, el que convirtieron en Día de la Independencia nacional de Hungría. Pero ¿quién es este luchador contra el comunismo y reformista Imre Nagy, para tener un monumento cerca del majestuoso edificio del parlamento en Budapest? Nació en 1896, luchó en las filas del ejército austro-húngaro. En 1916 fue hecho prisionero. En 1917 ingresa en el Partido Comunista Ruso (de los bolcheviques), y durante la guerra civil combate con el Ejército Rojo. En 1921 regresa a Hungría, pero en 1927 se ve obligado a refugiarse en Viena, huyendo del régimen de Horthy. Desde 1930 vive en la URSS, trabaja en el Komintern y en el Instituto de Economía de la Academia de Ciencias de la URSS, junto a Bujarin. Fue arrestado, pero puesto en libertad al poco tiempo. Pero no solo puesto en libertad…sino aceptado al servicio de la Dirección Política Estatal Unificada adjunta al Consejo de comisarios Populares de la URSS, (OGPU por sus siglas en ruso).
Como se supo más tarde ya en 1933 había sido reclutado para informar a los órganos de seguridad sobre la actividad de sus compatriotas húngaros, que habían encontrado refugio en la URSS. Esto posiblemente salvó entonces al propio Nagy. En el verano de 1989, hace 20 años, el presidente del KGB Vladimir Kriuchkov, entregó a Gorbachov una carpeta de documentos de los archivos del KGB, de los que se desprendía que Imre Nagy en los años anteriores a la guerra había sido informante del NKVD.
Estos documentos Gorbachov los entregó a la parte húngara, que los puso a buen recaudo, sin que hasta la fecha hayan sido hechos públicos. Entre 1941 y noviembre de 1944 Nagy trabajó cómodamente en la emisora de radio “Kossuth-radio” que emitía en húngaro desde Moscú para los habitantes de Hungría, antigua aliada de Alemania en la guerra. Vale la pena que volvamos a recordar que Hungría fue uno de los más impacientes y principales aliados de los nazis en la lucha contra la URSS.
En el telegrama con fecha 22 de junio de 1941, enviado a Berlín, se informaba que el gobernante húngaro Horthy, al leer la carta de Hitler, exclamó entusiasmado: “Llevo 22 años esperando este día. Estoy feliz”. A los horthystas les consumía el ansia del lucro, la conquista de nuevos territorios: En el frente soviético combatieron casi millón y medio de húngaros (1 de cada 7 húngaros), de los que 404 700 murieron y 500 000 fueron hechos prisioneros.
Las tropas húngaras cometieron infinidad de crímenes en territorio soviético (especialmente crueles en el territorio de los Cárpatos anteriormente anexionado por Hungría), sin que se le pidieran nunca responsabilidades, abandonando a su aliado en el momento justo y saliendo de la guerra en 1944. Mucho callamos entonces, -todo fuese por la solidaridad socialista- perjudicándonos a nosotros mismos, dando pie a especulaciones y mentiras.
El 4 de noviembre de 1944, el día que volaron el puente Margit y comenzó activación del frente antifascista húngaro, Nagy regresó a su país. Pero se vio muy decepcionado, al no poder convertirse en la primera figura de Hungría. Hubo de conformarse con diferentes puestos ministeriales, en los distintos gobiernos de coalición. Su modesta carrera hasta tal punto lo desmoralizó y enfureció, que atacó abiertamente a la dirección del partido, acusando al entonces secretario general Rakosi, de “desviarse de la línea de Lenin y Stalin”, y de ser incapaz de trabajar con los cuadros.
Eso le llevó, en 1949, a ser expulsado del CC y apartado de todos los cargos. Después de ser apartado, Nagy, hasta tal punto se asustó, que en 1951 respaldó la idea de duplicar las estimaciones iniciales del plan quinquenal, siendo de nuevo admitido en el Politburó. Aunque por lo visto, aquí mucho tuvo que ver la intercesión de sus supervisores soviéticos, que defendieron a su valioso agente e insistieron en que pudiese volver a la gran política. A juzgar por las revelaciones de gente próxima a los archivos del KGB, Nagy nunca rompió lazos con los servicios secretos.
En 1951-52 el suministro obligatorio previsto, recayó como un pesado fardo sobre los hombros de los campesinos, y Nagy –antes enemigo de la colectivización- escribía un artículo tras otro, insistiendo en la obligatoriedad de cumplir los planes. Todas las desviaciones en el desarrollo de la economía y las torpezas en la colectivización, con el concurso de Nagy, condujeron a Hungría a la crisis del 56. Los que hoy ensalzan su figura, dicen que él “luchaba por la unidad de Hungría”, que pronunció el famoso llamamiento:”Nueve millones y medio de corazones húngaros, que laten como un solo corazón, nueve millones y medio de almas húngaras que se inspiran como una sola alma…” Pero repetimos, que en Hungría si algo no había, era unidad.
El país estaba dividido. Había un grupo importante de “auténticos húngaros”, representantes de las capas burguesas y de un aparte de la intelectualidad, que defendían su visión, como se diría ahora desde “posiciones imperiales”, había una gran parte de comunistas pro-soviéticos, y había por último un grupo bastante numeroso de horthystas- nazis de cuño húngaro, ocultos a la espera de su momento. ¡Y ese momento llegó! Aunque formalmente Nagy abogaba por sofocar el levantamiento, hasta el último momento estuvo saboteando el decreto del estado de emergencia, llegando el día 25 a abolir el toque de queda y ordenando el regreso de las tropas a los cuarteles, dando a los golpistas la posibilidad de reagruparse y recuperarse tras los primeros enfrentamientos infructuosos.
Esta decisión les permitió recuperar fuerzas y lanzar desde el 29 de octubre una nueva ofensiva del alzamiento armado. La dirigencia soviética, que había evitado hasta el último momento inmiscuirse en los acontecimientos, aceptó las exigencias de Nagy, y el 28 de octubre las tropas soviéticas abandonaron Budapest, lo que solo sirvió para aumentar la escalada de la guerra civil. Cualquier investigador imparcial tiene hoy claro, que el aventurismo político de este antiguo soplón, condujo a que se desencadenase en la práctica una guerra civil, cuyas consecuencias, de no haber mediado la intervención soviética, hubieran sido impredecibles.
Las tropas fueron extremadamente moderadas. En unas condiciones de zozobra e indecisión de los dirigentes de la URSS, por orden del 30 de octubre, los soldados soviéticos, tenían prohibido repeler los disparos, “caer en provocaciones” y salir de su ubicación. Todas las tropas fueron conducidas a sus emplazamientos. Las calles quedaron sin gobierno. Comenzó el derramamiento de sangre. Los guardias de Béla Király y Dudás ejecutaban a comunistas, miembros del AVH, y militares húngaros que se negaban a subordinarse.
En eso primeros momentos los rebeldes animados por el éxito, se radicalizaron rápidamente, abriendo fuego contra las tropas soviéticas. Fueron numerosos los casos en que asesinaron a soldados soviéticos de permiso, o que estaban de guardia, en numerosas ciudades húngaras. Que probasen hoy en cualquier país a matar tan impunemente a un soldado usamericano y escuchar un tan condescendiente “no abrir fuego, no responder”. Imposible imaginar, pero entonces a nuestros muchachos, los dejaron expuestos.
Los insurrectos tomaron al asalto la sede local del Partido del Trabajo, y más de 20 comunistas fueron ahorcados por la multitud. Las fotos de los comunistas ahorcados con signos de tortura, con los rostros desfigurados por el ácido, dieron la vuelta al mundo. Los rebeldes correteaban por las calles a la caza de miembros de la seguridad de estado. Los reconocían por sus famosas botas amarillas, los descuartizaban o los colgaban por los pies; a veces los castraban.
A los dirigentes del partido que capturaron les clavaban al suelo con enormes clavos mientras les hacían sujetar los retratos de Lenin en las manos. Hay fotos terribles, bien conocidas: el cadáver desfigurado de un miembro de la seguridad del estado, colgado cabeza abajo, el asesinato de un comunista con un disparo a quemarropa, un tanque soviético destruido.
Pensemos, que 4 días antes, el 29 de octubre de 1956, Israel y después los miembros de la OTAN, Francia y Reino Unido, habían atacado a Egipto -al que respaldaba la URSS-, para hacerse con el control del Canal de Suez, donde habían desembarcado las tropas, mientras el 31 de octubre en la reunión del Presídium del CC del PCUS Jruschov había declarado:”si salimos de Hungría esto alentará a los americanos, ingleses y franceses imperialistas. Lo tomarán como una debilidad y atacarán”.
Se tomó la decisión de crear un ”gobierno revolucionario de obreros y campesinos“ encabezado por János Kádár y ejecutar una operación militar con el objetivo de derrocar al gobierno de Imre Nagy. El operativo, bautizado como “Remolino” fue encomendado al ministro de defensa de la URSS, Gueorgui Zhukov.
El 1 de noviembre, cuando las tropas soviéticas recibieron la orden de no abandonar sus emplazamientos, el gobierno húngaro tomó la decisión de retirar a Hungría del Pacto de Varsovia, con la consiguiente notificación a la embajada de la URSS. Al mismo tiempo, Hungría dirigió a la onU una solicitud de ayuda para defender su neutralidad. La madrugada del 4 de noviembre comenzaron a entrar nuevas tropas soviéticas bajo el mando del Mariscal Zhukov.
Ese mismo día 4 tomaron el control de los puntos clave de Budapest, los miembros del gobierno de Imre Nagy se refugiaron en le embajada yugoslava. Sin embargo, unidades de la guardia húngara nacional y divisiones aisladas continuaron oponiendo resistencia a las tropas soviéticas, las cuales abrieron fuego de artillería sobre los focos de resistencia, para que la infantería pudiese llevar a cabo las operaciones de limpieza bajo la protección de los tanques. Los principales centros de resistencia se concentraron en los arrabales obreros de Budapest, donde los consejos locales y los oficiales horthystas, supieron contraponer una resistencia más o menos organizada. Contra esas zonas se siguió utilizando el fuego de artillería, pero en ningún modo contra el centro de la ciudad ni los puentes sobre el Danubio.
El 10 de noviembre los Consejos obreros y estudiantiles propusieron a la comandancia soviética el cese del fuego. Era el cese de la resistencia armada. El Mariscal Zhukov sería condecorado por la “neutralización del levantamiento fascista húngaro”, siendo merecidamente reconocido con la cuarta estrella de Héroe de la Unión Soviética. El oro y la sangre del otoño…El 22 de noviembre del 56, el Primer Ministro Imre Nagy y los miembros de su gobierno, fueron sacados de la embajada yugoslava, donde se escondían, y encarcelados en territorio rumano. Luego serían llevados de regreso a Hungría para ser juzgados. Imre Nagy y el ministro de defensa Pál Maléter serían condenados a pena de muerte, acusados de traición a la patria. Nagy fue ejecutado en la horca el 16 de junio del 58.
Tras la caída del régimen socialista, los restos de Nagy y Maléter fueron enterrados con todos los honores en julio de 1989. Y desde hace 20 años este soplón y contradictorio político arribista, Imre Nagy, es considerado como héroe nacional de Hungría. Ellos verán. ¿Pero por qué a nuestros soldados, que cumplían con su deber y obligación, se les llama verdugos sanguinarios? Está perfectamente constatado que como resultado de los sucesos de 1956 en Hungría murieron 2470 personas, hubo 25 000 represaliados y 200 000 huyeron del país. Por costumbre se considera que a todos ellos, a esos 2740, los aniquilaron los “ocupantes soviéticos”. Algo que poco tiene que ver con la realidad. No se quienes son los que aparecen en las fotografías que ponen junto a los monumentos del 56, ¿son víctimas de los dos bandos? ¿Cómo explican a su hijos quienes eran esa víctimas inocentes caídas a manos “de su propia gente”, los hijos y nietos de los que fueron asesinados y torturados por los rebeldes?
Como atestiguan los documentos, tan solo en los primeros días del “alzamiento” murieron más de 300 “comunistas y cómplices”, a manos de los “alzados”, como por ejemplo, los soldados fusilados junto al Ministerio del Interior, que tuvieron la desgracia de encontrarse en el lugar y momento equivocado. ¿Y los milicianos obreros? Hay que decir, en honor a la verdad, que desde luego no todos en Hungría perdieron la cabeza y se lanzaron a combatir. Por ejemplo, en todo el ejército húngaro, apenas hubo un puñado de oficiales que se pasaron al bando de los golpistas. Ni un solo general participó en esta carnicería.
El principal “héroe” terminó siendo el ya mencionado Maléter, coronel de la unidad de constructores del ejército, quien, por ridículo que parezca, no era en realidad más que otro agente soviético, antiguo oficial del ejército de Horthy, que había caído como prisionero en el 44, donde se le dio preparación en la escuela de contrainteligencia para ser introducido en Hungría, con la tarea de organizar unidades de partisanos. Fue él, el que se convirtió en líder militar de los golpistas, no sin antes, dar la orden a los tanques de disparar sobre los “insurgentes”, y fusilar en persona a dos estudiantes capturados. Pero cuando la muchedumbre no le dejó otra salida, dio la orden a los soldados de tomar partido por el pueblo y jurar el mismo fidelidad a Nagy. Junto a él, recibió su merecido castigo.
Hablemos ahora de la correlación de fuerzas y de las pérdidas. En aquel entonces la guarnición de Budapest contaba con 30 000 soldados; se sabe que alrededor de 12 mil se pasaron al lado rebelde, pero ni mucho menos todos ellos tomaron parte en los combates. Con Maléter arrestado, la mayoría se fue a sus casas. En los distintos destacamentos armados combatieron en total unas 35 mil personas, de las que más de la mitad eran antiguos soldados y oficiales horthystas, que formaban la columna vertebral de los golpistas.
Pocos son hoy los que se aventuran a cargar las tintas sobre el tema de la composición social de los “sediciosos”. Lo habitual es que pongan de relieve que se trataba de “estudiantes y obreros”, pero a juzgar por las listas, tampoco es que hubiese muchos estudiantes entre ellos. Incluso los historiados húngaros se ven obligados a reconocer, a regañadientes, que la mayoría eran horthystas.
Los golpistas contaban con 50 mil fusiles, hasta 100 tanques, y cerca de 200 piezas de artillería y morteros. Una fuerza considerable.
Las tropas soviéticas en apenas cuatro días pudieron derrotar y dispersar a un ejército de 15 000 insurgentes, y tomar bajo control los puntos estratégicos de la ciudad. Según los datos con los que contamos, entre el 23 de octubre y el 31 de diciembre d 1956, a raíz del levantamiento y los enfrentamientos que le sucedieron, cayeron de ambos bandos 2652 ciudadanos húngaros y 19226 resultaron heridos. Las pérdidas del lado soviético ascendieron a 720 soldados muertos, 1540 heridos, y 51 desaparecidos.
En el transcurso de la posterior investigación de los hechos fueron abiertas 22 mil causas judiciales. Hubo 400 condenas a muerte, aunque se cumplieron 300. 200 000 huyeron a Occidente, de los cuales no todos eran enemigos del régimen comunista, ¿pero cómo dejar escapar la oportunidad de buscarse la vida en Occidente con la categoría de “víctima”?
Se podría decir, que teniendo en cuenta la época de la que hablamos, la operación fue bastante humanitaria.
Valga como comparación: dos años antes de los sucesos de Hungría, el ejército francés comenzó una operación de castigo en Argelia, durante la que morirían -hasta 1962- un millón de argelinos: A nadie le vino a la cabeza entonces acusar de criminales a los franceses. Tuvieron que pasar más de 40 años para que se desatase el escándalo: a medida que el ejército francés iba sufriendo derrotas, y perdiendo la esperanza de dominar al pueblo alzado, aplicaron la tortura como método habitual contra la población local.
La lógica del gobierno colonial era la siguiente: por cuanto la organización patriótica del Frente de liberación nacional era respaldada por todo el pueblo, cualquier argelino era visto a ojos de los franceses como miembro del Frente, y por consiguiente como enemigo. Los interrogatorios para sacar información a los insurgentes se hacían con una increíble saña y crueldad. Además no solo contra la población local, también contra los franceses residentes que se oponían a la guerra. Las acusaciones y las denuncias no cesan en Francia, hasta el día de hoy.
Mientras que con los sucesos de Hungría todo es mucho más sencillo: Agrandan la tragedia con el paso de los años, la acomodan a los moldes liberales occidentales y se inculca machaconamente de un modo sesgado y primitivo a las nuevas generaciones. ¿Qué es lo que recuerdan y conocen? Junto a los monumentos con velas no están los participantes, víctimas ni culpables de los sucesos, sino sus enfurruñados hijos y nietos, los mismos a los que podemos ver junto a los templos, convertidos en mezquitas por los turcos, frente a los monumentos en honor de Petofi caído en la lucha por la libertad ante el imperio de los Habsburgo. Lo fácil es echarle la culpa al reciente “pasado maldito”. Pero Rusia, como país vencedor, no debería aceptar esa culpa ni someterse a esos descarados dobles raseros.
Por cierto que la mayoría de los húngaros sensatos e instruidos, comprenden perfectamente la correlación de fuerzas entonces existente, el papel de la Unión Soviética en la reconstrucción y floreciente desarrollo de la Hungría socialista. Mucho de aquello sigue funcionando, descollando y produciendo desde aquel bendito tiempo. Así que no tenemos nada por lo que justificarnos o halagar a Occidente.
El Budapest otoñal, aún con sus mendigos en el centro, sus borrachos en los soportales y sus velas conmemorativas, es esplendoroso.En el puente reconstruido de Margit, en el monte Gellert con el memorial espectacular en honor a la liberación de los fascistas de la Madre-Patria, en el monumento a los soldados soviéticos junto al parlamento (que no tiene ni una flor fresca), me puse de nuevo a pensar en el precio por salvar y reconstruir una de las más hermosas ciudades de Europa. Pero de eso, mejor en otro artículo, en invierno, quizá. Puede que para el 65 aniversario de la liberación de Budapest se anime alguno de nuestros lectores veteranos, que salvaron a la dorada capital húngara de la “peste parda”…
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He encontrado este video por la red:
Rodimtsev- Revolucionario/a
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Creo recordar que el mismo Yuri Andropov (entonces embajador de la U.R.S.S.) fué testigo directo de la masacre: pidió, de manera inmediata, el envío de carros de combate a Budapest contra la "orgía nazi". Según tengo entendido quedó tan conmocionado por el horror de los sucesos que lo recordaría toda su vida. De hecho sus informes convencieron a la sabandija de Jruchov.
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Gracias por el texto de Bobrov, camarada Shenin, muy interesante, además no lo conocía.
Estoy de acuerdo con lo que dices en tu comentario, excepto en una cosa.
Kádár era revisionista, cierto, aunque yo más bien lo veo como un realpolitik, si se me permite la expresión (es decir aplicó lo que le pareció más adecuado para mantener buenas relaciones con la URSS y a la vez mantener contenta a la población). Es interesante ver qué habría pasado con los consejos obreros si se hubieran desarrollado más, pero eso ya no lo sabremos. En cualquier caso, con lo que no estoy de acuerdo es que apoyara la restauración del capitalismo. Kádár no apoyó la restauranción del capitalismo en 1989, todo lo contrario, intentó evitarla de todas las maneras. Para entonces ya era un anciano débil y enfermo y sus intentos fueron más bien patéticos, pero había sido apartado en el 1988 por los revisionistas que lo veían como su principal enemigo. Todavía en 1989 Kádár se escapa (literalmente) de sus médicos y se dirige al Comité Central del Partido para denunciar al revisionismo y lo que está sucediendo en el país, consigue llegar y pronunciar su discurso, que es apenas comprensible (casi no podía ni hablar por la enfermedad ni hilar sus pensamientos). Su discurso está publicado, yo tengo una versión en CD, fue su último discurso y no tuvo ninguna influencia. Pero fue más de lo que hicieron el resto de los comunistas, que asistieron pasivamente a la toma de poder dentro del partido por los revisionistas.
Kádár tuvo errores en su política (también aciertos), y podemos estar o no de acuerdo con el régimen que se asocia a su nombre, pero no apoyó para nada la restauración del capitalismo, que de hecho fue una reacción contra Kádár y su política (otra cosa es que inconscientemente la política de Kádár favoreciera que el partido se llenara de no comunistas, pero es algo que afectó a todo el bloque soviético).
Pero por lo demás sí estoy de acuerdo con lo que escribes.
Salud, camarada.
PD: por cierto, el actual líder del Partido Comunista Obrero Húngaro, Gyula Thürmer, tiene un libro muy interesante sobre los entresijos de la política húngara y soviética de los años 80-90, el cambio de régimen etc, centrándose en las personalidades políticas y sus relaciones. A ver si tengo tiempo y traduzco alguna parte, por que es muy interesante cómo describe los intentos desesperados de Kádár por evitar lo que viene, como la actitud revisionista va rápidamente dominando el partido y los "conservadores" se dividen en dos grupos, uno pasivo que no busca el conflicto y otro minoritario, que intenta actuar, y que es el germen del PCOH (vale, es cierto que Thürmer participó en los acontecimientos, así que quizás no sea subjetivo en su valoración). Por lo demás, en la Hungría actual, es curioso que ningún partido de izquierdas o comunista reivindica a Rákosi, en cambio todos son kadaristas en mayor o menor medida.
Estoy de acuerdo con lo que dices en tu comentario, excepto en una cosa.
De hecho, según tengo entendido, un sistema similar fue aplicado por Janos Kadar, una vez aplacada la insurrección por las tropas soviéticas. Ludo Martens pone a Kadar como un revisionista jruschoviano de cabo a rabo. Teniendo en cuenta que Kadar apoyó activamente la restauración del capitalismo en 1989, es muy probable que así fuera.
Kádár era revisionista, cierto, aunque yo más bien lo veo como un realpolitik, si se me permite la expresión (es decir aplicó lo que le pareció más adecuado para mantener buenas relaciones con la URSS y a la vez mantener contenta a la población). Es interesante ver qué habría pasado con los consejos obreros si se hubieran desarrollado más, pero eso ya no lo sabremos. En cualquier caso, con lo que no estoy de acuerdo es que apoyara la restauración del capitalismo. Kádár no apoyó la restauranción del capitalismo en 1989, todo lo contrario, intentó evitarla de todas las maneras. Para entonces ya era un anciano débil y enfermo y sus intentos fueron más bien patéticos, pero había sido apartado en el 1988 por los revisionistas que lo veían como su principal enemigo. Todavía en 1989 Kádár se escapa (literalmente) de sus médicos y se dirige al Comité Central del Partido para denunciar al revisionismo y lo que está sucediendo en el país, consigue llegar y pronunciar su discurso, que es apenas comprensible (casi no podía ni hablar por la enfermedad ni hilar sus pensamientos). Su discurso está publicado, yo tengo una versión en CD, fue su último discurso y no tuvo ninguna influencia. Pero fue más de lo que hicieron el resto de los comunistas, que asistieron pasivamente a la toma de poder dentro del partido por los revisionistas.
Kádár tuvo errores en su política (también aciertos), y podemos estar o no de acuerdo con el régimen que se asocia a su nombre, pero no apoyó para nada la restauración del capitalismo, que de hecho fue una reacción contra Kádár y su política (otra cosa es que inconscientemente la política de Kádár favoreciera que el partido se llenara de no comunistas, pero es algo que afectó a todo el bloque soviético).
Pero por lo demás sí estoy de acuerdo con lo que escribes.
Salud, camarada.
PD: por cierto, el actual líder del Partido Comunista Obrero Húngaro, Gyula Thürmer, tiene un libro muy interesante sobre los entresijos de la política húngara y soviética de los años 80-90, el cambio de régimen etc, centrándose en las personalidades políticas y sus relaciones. A ver si tengo tiempo y traduzco alguna parte, por que es muy interesante cómo describe los intentos desesperados de Kádár por evitar lo que viene, como la actitud revisionista va rápidamente dominando el partido y los "conservadores" se dividen en dos grupos, uno pasivo que no busca el conflicto y otro minoritario, que intenta actuar, y que es el germen del PCOH (vale, es cierto que Thürmer participó en los acontecimientos, así que quizás no sea subjetivo en su valoración). Por lo demás, en la Hungría actual, es curioso que ningún partido de izquierdas o comunista reivindica a Rákosi, en cambio todos son kadaristas en mayor o menor medida.
Última edición por NSV Liit el Sáb Abr 17, 2010 2:06 am, editado 1 vez
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Rodimtsev escribió:Creo recordar que el mismo Yuri Andropov (entonces embajador de la U.R.S.S.) fué testigo directo de la masacre: pidió, de manera inmediata, el envío de carros de combate a Budapest contra la "orgía nazi". Según tengo entendido quedó tan conmocionado por el horror de los sucesos que lo recordaría toda su vida. De hecho sus informes convencieron a la sabandija de Jruchov.
Justamente, además Andrópov hablaba bien húngaro y estaba muy bien enterado de todo lo que pasaba en el país (y siguió estándolo incluso cuando ya no estaba en Hungría). Por cierto era amigo íntimo de Kádár. Parece ser que cuando llegó al poder en la URSS, una de sus ideas era usar la experiencia húngara como modelo para sus reformas.
Salud
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Chapayev escribió:He encontrado este video por la red:
Muy bueno el video... aunque a mí me deprime ver cómo nos han tomado el pelo y nos lo siguen tomando... (cuando no asesinando como se ve en algunas de las imágenes).
Salud
Shenin- Miembro del Soviet
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NSV Liit escribió:Gracias por el texto de Bobrov, camarada Shenin, muy interesante, además no lo conocía.
Estoy de acuerdo con lo que dices en tu comentario, excepto en una cosa.
De hecho, según tengo entendido, un sistema similar fue aplicado por Janos Kadar, una vez aplacada la insurrección por las tropas soviéticas. Ludo Martens pone a Kadar como un revisionista jruschoviano de cabo a rabo. Teniendo en cuenta que Kadar apoyó activamente la restauración del capitalismo en 1989, es muy probable que así fuera.
Kádár era revisionista, cierto, aunque yo más bien lo veo como un realpolitik, si se me permite la expresión (es decir aplicó lo que le pareció más adecuado para mantener buenas relaciones con la URSS y a la vez mantener contenta a la población). Es interesante ver qué habría pasado con los consejos obreros si se hubieran desarrollado más, pero eso ya no lo sabremos. En cualquier caso, con lo que no estoy de acuerdo es que apoyara la restauración del capitalismo. Kádár no apoyó la restauranción del capitalismo en 1989, todo lo contrario, intentó evitarla de todas las maneras. Para entonces ya era un anciano débil y enfermo y sus intentos fueron más bien patéticos, pero había sido apartado en el 1988 por los revisionistas que lo veían como su principal enemigo. Todavía en 1989 Kádár se escapa (literalmente) de sus médicos y se dirige al Comité Central del Partido para denunciar al revisionismo y lo que está sucediendo en el país, consigue llegar y pronunciar su discurso, que es apenas comprensible (casi no podía ni hablar por la enfermedad ni hilar sus pensamientos). Su discurso está publicado, yo tengo una versión en CD, fue su último discurso y no tuvo ninguna influencia. Pero fue más de lo que hicieron el resto de los comunistas, que asistieron pasivamente a la toma de poder dentro del partido por los revisionistas.
Kádár tuvo errores en su política (también aciertos), y podemos estar o no de acuerdo con el régimen que se asocia a su nombre, pero no apoyó para nada la restauración del capitalismo, que de hecho fue una reacción contra Kádár y su política (otra cosa es que inconscientemente la política de Kádár favoreciera que el partido se llenara de no comunistas, pero es algo que afectó a todo el bloque soviético).
Pero por lo demás sí estoy de acuerdo con lo que escribes.
Salud, camarada.
PD: por cierto, el actual líder del Partido Comunista Obrero Húngaro, Gyula Thürmer, tiene un libro muy interesante sobre los entresijos de la política húngara y soviética de los años 80-90, el cambio de régimen etc, centrándose en las personalidades políticas y sus relaciones. A ver si tengo tiempo y traduzco alguna parte, por que es muy interesante cómo describe los intentos desesperados de Kádár por evitar lo que viene, como la actitud revisionista va rápidamente dominando el partido y los "conservadores" se dividen en dos grupos, uno pasivo que no busca el conflicto y otro minoritario, que intenta actuar, y que es el germen del PCOH (vale, es cierto que Thürmer participó en los acontecimientos, así que quizás no sea subjetivo en su valoración). Por lo demás, en la Hungría actual, es curioso que ningún partido de izquierdas o comunista reivindica a Rákosi, en cambio todos son kadaristas en mayor o menor medida.
De acuerdo. No sabía que Kadar se había opuesto a la "Perestroika" húngara. Tenía entendido lo contrario. No recuerdo dónde lo leí. Pero con lo que comentas es evidente que la fuente sería errónea. Sobre el "kadarismo" del PCOH ya había visto algo en alguno de sus comunicados. Creo que fue concretamente en el que anunciaban su salida del Partido de la Izquierda Europea. Me alegra saber, pues, que Kadar, a pesar de ser un revisionista, no fue un traidor liquidador al estilo de Gorbachov. El análisis que hace NSV Liit es bastante dialéctico: si bien Kadar combatió la restauración del capitalismo, en los años precedentes con su revisionismo facilitó en los hechos el acceso de capitalistas al poder. No sería tampoco algo extraño a otros Partidos Comunistas de Europa Oriental, como el SED alemán, o el PCR rumano. Honecker también se opuso a la anexión de la RDA socialista a la RFA capitalista, pero en los 70 contribuyó a desplazar e la dirección a marxista-leninistas consecuentes como Walter Ulbritch. La verdad es que con los datos que aporta NSV Liit veo las cosas cada vez más claras: el carácter reaccionario de la insurrección, los errores de Rakosi, el papel de Kadar, etc...
Prometeo- Camarada
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- Mensaje n°14
Revolución Húngara
"En la noche del 23 al 24 de octubre de 1956, los obreros de Budapest, seguidos inmediatamente por los de Hungría entera, exasperados por las condiciones de explotación infernales y el terror impuesto por el régimen estalinista instaurado desde 1948, se rebelaron en una insurrección armada que se propagó por todo el país. En 24 horas, la huelga llegó a las principales ciudades industriales y la clase obrera, organizada en consejos, fue tomando el control del levantamiento. Aquella revuelta, auténtica, del proletariado húngaro contra el orden capitalista al modo estaliniano (pesada losa sobre los obreros de los países del Este de Europa) fue una realidad que la burguesía, desde hace ahora 50 años, no ha cesado de ocultar o, más a menudo, de adulterarla. La versión expurgada y falsificada minimiza el lugar y las acciones del proletariado al máximo posible. Y cuando se trata de hablar del papel central de los consejos obreros, ni que decir tiene que se les menciona por lo bajo y con boca pequeña, como algo anecdótico o perdidos en un montón de comités, consejos nacionales o municipales a cada cual más nacionalista, y eso cuando no acaban siendo sencillamente dejados en el olvido.
Ya en 1956, las mentiras más rastreras circulaban tanto al Este como en el Oeste. Según el Kremlin, y sus voceros occidentales, los PC de Europa, los acontecimientos de Hungría no eran sino una “insurrección fascista” manipulada por los “imperialistas de occidente”. Para los estalinistas de entonces, además de la necesidad de encontrar un pretexto para aplastar al proletariado húngaro con los tanques rusos, había que mantener ante los obreros del Oeste, la ilusión sobre el carácter “socialista” del bloque soviético y evitar a toda costa que reconocieran en el levantamiento de sus hermanos húngaros la expresión de una lucha proletaria.
La insurrección húngara unos la disfrazaron de “obra de bandas fascistas a sueldo de Estados Unidos” mientras que para los otros, la burguesía del bloque occidental, era una lucha por “el triunfo de la democracia”, “de la libertad” y de la “independencia nacional”. Esas dos mentiras se completan para ocultar a la clase obrera su propia historia, pero será la versión del combate patriótico en el que se mezclan todas las clases en el “ardor popular” por la “victoria de la democracia” la que acabará siendo el eje único de la propaganda burguesa, apoyada después en la exposición de los crímenes del estalinismo sobre todo después del desmoronamiento del bloque del Este.
Y es así como, al conmemorar cada diez años el aplastamiento de aquella lucha, la burguesía prosigue su maniobra montada ya durante los acontecimientos mismos, con la única finalidad de que la clase obrera no comprenda que la insurrección húngara fue una expresión de su naturaleza revolucionaria, de su capacidad para enfrentarse al Estado, organizándose para ello en consejos obreros. Este carácter revolucionario es tanto más manifiesto porque se expresa en 1956, en el peor de los momentos imaginables, el de la contrarrevolución, cuando a escala mundial el proletariado está con las fuerzas más bajas, hecho trizas por la Segunda Guerra mundial, amordazado por los sindicatos y sus compinches de la policía política. Y esa es la razón por la cual, en aquel contexto tan difícil, la revuelta de 1956 no podía de ninguna manera transformarse en tentativa consciente por parte del proletariado para apoderarse del poder político y construir una nueva sociedad.
La explotación despiadada del estalinismo
Como suele ocurrir, la realidad es muy diferente de lo que presenta la burguesía. La insurrección húngara es, ante todo, una respuesta proletaria a la feroz sobreexplotación que se había impuesto en los países caídos bajo la dominación imperialista de la URSS tras la Segunda Guerra mundial.
Los tormentos de la guerra y los mazazos del régimen fascista del almirante Horthy [1] primero, los del gobierno de transición después (1944-1948). De remate, los obreros húngaros conocerán bajo las botas estalinistas una nueva forma de bajada a los infiernos.
Al final de la guerra, en los territorios llamados “liberados” de la ocupación nazi en Europa del Este, el “liberador” soviético tiene la intención de arraigarse y prolongar su imperio hasta las puertas de Austria. El ejército rojo (y siguiéndole los pasos la policía política rusa, el NKVD) domina entonces un espacio que se extiende desde el Báltico a los Balcanes. En toda la región, los saqueos, las violaciones y las deportaciones de masas hacia campos de trabajos forzados forman parte del menú sanguinolento de la ocupación soviética, primicias de lo que pronto será la instalación definitiva de los regímenes estalinistas. En Hungría, a partir de 1948, la hegemonía del llamado Partido “comunista” sobre el aparato político es total, la estalinización del país aparece como un hecho patente. Matyas Rakosi [2], del que se dice que era el mejor alumno de Stalin, rodeado de una pandilla de asesinos y torturadores (el siniestro Gerö [3], por ejemplo), es la personificación misma de todo el edificio estalinista en Hungría cuyos pilares principales son (según la receta bien sabida): terror político y explotación sin límites de la clase obrera.
La Unión Soviética, vencedora y ocupante del Este de Europa, exige de los países vencidos y ocupados, en especial de los que habían colaborado con las potencias del Eje, como así había sido con Hungría, el pago de abrumadoras reparaciones. De hecho, no es más que un pretexto para acaparar los sistemas de producción de los países recién satelizados y hacerlos funcionar a pleno régimen en beneficio de los intereses económicos e imperialistas de la URSS. Se instala un auténtico sistema de vampirización en 1945-1946: se desmontan, por ejemplo, algunas fábricas y se transfieren, con los obreros incluidos, a tierras rusas.
Del mismo estilo es la instauración del COMECON, el mercado de “intercambio privilegiado” de 1949 en donde lo “privilegiado” va en sentido único. El Estado ruso puede dar salida a su producción vendiendo a precios más elevados que los del mercado mundial, y, en cambio, recaba productos en los satélites a precio de saldo.
Es pues toda la economía húngara la que se doblega ante la voluntad y los planes productivos de la dirección central rusa, lo que queda perfectamente ilustrado en el año 1953 con el estallido de la guerra de Corea, viéndose Hungría obligada por la URSS a transformar la gran mayoría de sus factorías en fábricas de armas. Hungría se convertirá, además, a partir de entonces en el abastecedor principal de armas de la Unión Soviética.
Para satisfacer las apetencias económicas y los imperativos militares rusos, la política de industrialización húngara va a realizarse a marchas forzadas. Los planes quinquenales, especialmente el de 1950, aseguran un salto de la producción y de la productividad sin precedentes. Pero como los milagros no caen del cielo, detrás de los engranajes de esa industrialización galopante lo que hay, y no es una novedad, es la explotación despiadada de la clase obrera. La menor partícula de su energía será aspirada para realizar el plan de 1950-1954 cuya prioridad es la industria pesada vinculada a la producción de armamento. Ésta se multiplicará por 5 al término del plan.
Todo sirve para sacar lo máximo al proletariado húngaro. Para ello se instaura y se sistematiza el salario a destajo, acompañado de cuotas productivas periódicamente revisadas al alza. El PC rumano decía al respecto, con todo el cinismo de que es capaz el estalinismo, que “el trabajo a destajo es un sistema revolucionario que elimina la inercia… todo el mundo tiene la capacidad de trabajar más duramente…”, en realidad el sistema “elimina” sobre todo a quienes niegan la “capacidad” de morir en el tajo por un salario de miseria.
Un poco igual que Sísifo condenado en los infiernos a empujar y empujar un peñasco monte arriba, los sísifos húngaros estaban condenados a unos ritmos de trabajo infernales e ininterrumpidos.
En la mayoría de las fábricas, a finales de cada mes, la dirección comprobaba que, fatalmente, había peligrosos retrasos respecto a las previsiones inhumanas del plan. Se hacían sonar entonces las alarmas para el “gran zafarrancho”, una explosión de los ritmos semejante a la “sturmovchina” [4] que debían soportar regularmente los obreros rusos. Y ya no solo había “sturmovchina” a finales de cada mes, sino cada vez más, al final de la semana. En el momento del “gran zafarrancho”, las horas extras caían como chaparrones, igual, claro está, que los accidentes laborales. Se llevaba a hombre y a máquina hasta los límites extremos.
Para colmo, solía ocurrir que los obreros tuvieran la grata sorpresa, al llegar a la fábrica, de enterarse de su propia “carta de compromiso” firmada y enviada en su nombre por… el sindicato. Agotados ya al máximo, se encontraban con “el compromiso solemne” de aumentar la producción una vez más, en honor de tal o cual aniversario o festejo. En realidad, todo servía para lanzar ese tipo de jornadas de trabajo “voluntario”… y, ni que decir tiene, gratuito. Entre marzo de 1950 a febrero de 1951, hubo hasta 11 jornadas de ese tipo: día de la “liberación”, Primero de mayo, semana de Corea, cumpleaños de Rakosi y demás pretextos propicios al alborozo y… las horas extras no pagadas.
Durante el Primer plan quinquenal, aún cuando la producción se había duplicado y la productividad se había incrementado 63 %, el nivel de vida de los obreros se hundía inexorablemente. En 5 años, de 1949 a 1954, el salario neto se redujo un 20 % y durante el año 1956, solo 15 % de las familias vivían por encima del mínimo vital ¡definido por los propios especialistas del régimen!
La era del stajanovismo no llegó a Hungría gracias al voluntariado o el amor a la “patria socialista”. Es evidente que la clase dominante la impuso con toda la persuasión del terror, las amenazas de represalias violentas y las fuertes multas en caso de no cumplir unas normas de producción que no cesaban de aumentar.
El terror estalinista tendrá su pleno sentido en el seno de las fábricas. El 9 de enero de 1950, por ejemplo, el gobierno adopta un decreto por el que se prohíbe a los obreros dejar su lugar de trabajo sin permiso. La disciplina era estricta y las “infracciones” castigadas con fuertes multas.
Ese terror cotidiano implicaba necesariamente una infraestructura policíaca omnipresente. Policía y sindicatos tenían que estar por todas partes hasta el punto de que en algunos sitios la situación acababa en lo burlesco. La factoría MOFEM de Magyarovar cuyos efectivos habían triplicado entre 1950 y 1956, tuvo que contratar, para mantener el control represivo de sus obreros, no ya tres veces sino diez veces más personal de vigilancia: permanentes del sindicato, del partido y de la policía interior de la fábrica.
Los estatutos dados a los sindicatos por el régimen en 1950 no son, en eso, nada equívocos:
“…organizar y difundir la emulación socialista de los trabajadores, combatir por una mejor organización del trabajo, por el reforzamiento de la disciplina… y el incremento de la productividad”.
Las multas y las vejaciones no eran, por desgracia, las únicas sanciones contra los “recalcitrantes”.
El 6 de diciembre de 1948, el ministro de industria, Istvan Kossa, de visita en la ciudad de Debrecen se puso a despotricar contra
“… los trabajadores [que] han adoptado una actitud terrorista hacia los directores de las industrias nacionalizadas …”
o sea, aquellos que no se doblegaban “de buena gana” a las normas stajanovistas o sencillamente no lograban alcanzar las inverosímiles cuotas de producción exigidas. Y así, los obreros que parecían poco “enamorados” de su trabajo eran regularmente denunciados como “agentes del capitalismo occidental”, “fascistas” o “estafadores”.
Kossa añadió en aquel discurso que si no cambiaban de “actitud”, un período de trabajos forzados podría ayudarles. Y eso no eran amenazas verbales: un ejemplo entre otros muchos fue el de un obrero de la factoría de vagones de Györ acusado de “estafa al salario” y condenado por ello a una pena de cárcel en un campo de presos. El testimonio de Sandor Kopacsi, director de prisiones en 1949 y jefe de la policía de Budapest en 1956, es también muy aleccionador:
“Según los datos, pude comprobar que los campos estaban llenos de obreros, de labriegos más bien pobres; algunas personas pertenecían a clases hostiles al régimen. La tarea [del director] era sencilla: había que prolongar, generalmente 6 meses, el tiempo de reclusión de los detenidos. […] Seis meses de reclusión o seis de prórroga que se practicaban en las estepas de Siberia… Lo cual no quita que una reclusión era una reclusión y con el sistema de prolongaciones de “seis meses en seis meses”, los condenados no volvían a la vida civil no mucho antes que quienes “saboreaban” entre quince y veinticinco años en el extremo norte siberiano.”
En 1955, la cantidad de detenidos se dispara y, curiosamente, ocurre que la mayoría de ellos son obreros tipo “recalcitrante”.
Bajo el régimen de Rakosi desaparecerán miles de personas sin dejar rastro… estaban en realidad detenidas y encarceladas. Se decía entonces que un mal profundo golpeaba a Hungría: “la enfermedad del timbre”. Esa metáfora quería decir que cuando alguien llamaba al timbre por la mañana en una casa, no se podía saber nunca si era el cartero o un agente de la policía política (Állam védelmi Hatóság, AVH).
La insurrección auténticamente proletaria de octubre de 1956
A pesar del terror, de la presencia del Ejército rojo y las torturas de la AVH, la rabia en el proletariado era cada día más palpable y eso ya desde 1948. El resentimiento de los obreros no estaba lejos de estallar en la calle. Sentían cómo se iba albergando en ellos la necesidad irrenunciable de quitarse de encima a todo el aparato jerarquizado de la burocracia soviética, desde quienes estaban en la cima y tomaban las decisiones clave sobre el nivel y las normas de producción hasta los contramaestres y demás sicarios que con el cronómetro en la mano les presionaban para que transformaran los planes en productos acabados.
Los obreros, exasperados, estaban destrozados. Las condiciones de explotación habían superado lo intolerable, la insurrección estaba incubándose.
Lo que había instaurado la URSS en Hungría era, claro está, lo mismo que lo que en los demás países estalinizados del bloque del Este. Por eso también el descontento de los obreros era en ellos algo tan patente como en Hungría. Ya a principios del mes de junio del año 1953, los obreros checoslovacos, en Pilsen, se habían enfrentado al aparato de Estado estalinista pues se negaban a seguir siendo pagados según el ya demasiado conocido salario a destajo. Quince días más tarde, el 17 de junio de 1953, fue en Berlín Este donde una huelga general, organizada por los obreros de la construcción, estalla tras el alza generalizada de las normas productivas, 10 %, y una pérdida de salario de un 30 %. Los obreros desfilaron por la Stalin Allee al grito de “Abajo la tiranía de las normas”, “somos trabajadores, no esclavos”. Surgieron espontáneamente comités de huelga para animar a la extensión de la lucha y caminaron hacia el sector occidental de la ciudad para llamar a los obreros de Berlín Oeste a unirse a ellos. El famoso muro no había sido construido todavía, de modo que los aliados occidentales decidieron cerrar a toda prisa el sector occidental. Fueron los tanques rusos estacionados en la RDA (Alemania del Este) los que acabaron con la huelga. Ahí se vio bien cómo, al Este y al Oeste, la burguesía conjugaba sus fuerzas, en un entendimiento sin fisuras, para encarar la acción proletaria. Al mismo tiempo hubo otras manifestaciones y levantamientos obreros en 7 ciudades polacas. Se instauró la ley marcial en Varsovia, Cracovia, en Silesia y también aquí tuvieron que intervenir los tanques rusos para aplastar la agitación obrera. La clase obrera de Hungría no se quedó atrás. Estallaron huelgas, primero en el gran barrio obrero, el centro de producción siderúrgico de Csepel en Budapest, para después irse extendiendo hacia otras ciudades industriales como Ozd y Diösgyör.
Soplaban vientos de revuelta contra el estalinismo por tierras del Este. Y acabó siendo vendaval y punto álgido con la insurrección húngara de octubre 1956.
Ni que decir tiene que el clima de agitación que atraviesa Hungría inquieta sobremanera al Kremlin. Para intentar aflojar la presión de esa caldera en ebullición, Moscú había decidido separar temporalmente del poder a quien personificaba el terror del régimen, Matyas Rakosi, dimitiéndolo en junio de 1953 de su puesto de Primer ministro. Vuelve al poder en 1955, y lo vuelven a dimitir en julio de 1956. Pero eso no sirve de nada, pues la tensión acumulada es demasiado importante y las condiciones de vida siguen igual; la caldera está para explotar.
En un ambiente insurreccional, propicio al derrocamiento del régimen dominante, las fracciones nacionalistas de la burguesía húngara comprenden rápidamente que tienen una baza que jugar para librarse del vasallaje a Moscú, o, al menos, soltar un poco el collar y alargar la correa. La sovietización a marchas forzadas del Estado húngaro, la toma del poder total por parte de los hombres del Kremlin apoyados por los tanques del ejército rojo, una industria íntegramente puesta al servicio de los intereses económicos e imperialistas de la URSS… era demasiado para una gran parte de la burguesía nacional que esperaba su hora para expulsar al ocupante. Las aspiraciones de independencia nacional están presentes, incluso en algunos estalinistas húngaros, los llamados “comunistas nacionales”, que hacen votos por una “vía húngara al socialismo” al igual que muchos intelectuales. Harán de Imre Nagy [5] su adalid, “héroe” de la insurrección de octubre. Tampoco pudo llevarse a cabo la sovietización de los ejércitos sin las concesiones al nacionalismo por parte de los antiguos oficiales. La alianza con la URSS, no correspondía para ellos con las exigencias del interés nacional, orientado tradicionalmente hacia el Oeste. Con el levantamiento de octubre, el ejército ve también la posibilidad de librarse de las ataduras estalinistas. De ahí que participara en parte en los combates callejeros. Ese arrebato de resistencia patriótica se encarnará en el general Pal Maleter y las tropas del cuartel Kilian de Budapest. Esas fracciones de la burguesía y de la pequeña burguesía emponzoñan la atmósfera de la revuelta obrera con su propaganda nacionalista. No es pues de extrañar que hasta hoy la clase dominante procure hacer de Nagy y Maleter los personajes míticos de los acontecimientos de 1956. Rememorando únicamente esos “íconos” burgueses, da crédito a la mentira de una “revolución de liberación democrática y nacional”.
Y es así cómo, desde la destitución de Rakosi en julio, la presión de elementos pequeño burgueses, de intelectuales nacionalistas de la Unión de escritores y los estudiantes del Círculo Petofi mantienen un clima de agitación. Éstos últimos organizarán el 23 de octubre una manifestación pacífica en Budapest a la que acuden muchos obreros. Una vez llegados a la estatua del general Bem, se lee una resolución de la Unión de Escritores, en la que se expresan las pretendidas aspiraciones independentistas del “pueblo húngaro”.
Eso es para la burguesía la quintaesencia de la insurrección húngara… una concentración de estudiantes e intelectuales que luchan por la liberación de la nación del yugo moscovita. De ese modo, desde hace 50 años, la clase dominante echa un tupido velo sobre el actor principal del levantamiento, la clase obrera y su motivación, que, muy lejos de la resistencia nacional y el amor por la patria, intentaba ante todo resistir a las terribles condiciones de vida que le imponían.
Los obreros de Budapest, al salir de las fábricas, se unen masivamente a la manifestación. Aún cuando la manifestación se ha terminado oficialmente, los obreros no se dispersan, sino al contrario. Antes que quedarse con las ganas, convergen todos hacia la plaza del Parlamento y la estatua de Stalin que empiezan a destruir a mazazos y con soplete. Después la marea humana se dirige hacia la Casa de la Radio para protestar contra la alocución del Primer ministro Gerö que acusaba a los manifestantes de no ser otra cosa sino “una cuadrilla de aventureros nacionalistas cuyas intenciones son quebrar el poder de la clase obrera”. Fue entonces cuando la policía política (AVH) dispara contra la muchedumbre y la protesta se torna en insurrección armada. Los intelectuales nacionalistas, iniciadores de la manifestación, se vieron hasta tal punto superados por el cariz de los acontecimientos que, según reconoció el propio secretario del Círculo Petofi, Balazs Nagy, ellos “más que impulsar el movimiento lo frenaban”.
En 24 horas, la huelga general, con la fuerza de 4 millones de obreros, se extiende por toda Hungría. En los grandes centros industriales surgen consejos obreros espontáneamente; y así es como la clase obrera se organiza y se apodera del control de la insurrección.
Los proletarios son, sin la menor duda, la espina dorsal del movimiento. Eso se demuestra por una combatividad y una determinación a toda prueba. Se arman, levantan barricadas por todas partes, luchan por todas la esquinas de la capital, con gran desventaja, contra la AVH y los tanques rusos. Sin embargo, la AVH es rápidamente desbordada por los acontecimientos y el gobierno recién instalado, constituido en la urgencia y dirigido por un “progresista”, Imre Nagy, pide, sin la menor vacilación, la intervención de los tanques soviéticos para proteger el régimen de la cólera obrera. Ese dirigente no cesará desde entonces de llamar a que se restaure el orden y “los insurgentes se sometan”. Más tarde, ese campeón de la democracia afirmará que la intervención de las fuerzas soviéticas “ha sido necesaria en interés de la disciplina socialista”.
Lo tanques entran en Budapest el 24 de octubre hacia las 2 de la madrugada. Es en las barriadas obreras del extrarradio donde se enfrentan con las primeras barricadas. La factoría de Csepel con sus miles de metalúrgicos va a realizar una de las resistencias más empecinadas: fusiles viejos y cócteles Molotov contra divisiones blindadas rusas.
Nagy, el candidato legítimo de todas las aspiraciones nacionalistas, es incapaz de restablecer la calma. Nunca obtendrá la confianza y el desarme de los obreros, porque, contrariamente a los intelectuales y a una parte del ejército húngaro, los trabajadores, aunque hubieran podido estar contaminados por la propaganda y los cantos patrióticos del entorno, no luchaban por “la liberación nacional”, sino, y sobre todo, se rebelaron contra el terror y la explotación.
El 4 de noviembre, en el mismo momento en que Moscú sustituye a Nagy por Janos Kadar, 6000 tanques soviéticos se lanzan sobre la capital en una segunda carga para acabar de una vez con el levantamiento. Y todo el peso de ese asalto se hizo sobre las barriadas obreras: Csepel la roja, Ujpest, Kobanya, Dunapentele. A pesar de un enemigo 100 veces superior en hombres y material bélico, los obreros siguen luchando y resistiendo como indómitos leones.
“En Csepel, los obreros se han decidido a luchar. El 7 de noviembre hay una salva de artillería apoyada por un bombardeo aéreo. Al día siguiente, un emisario soviético va a pedir a los obreros que se rindan. Se niegan a ello y sigue el combate. Al día siguiente, otro oficial lanza un último aviso: o entregan las armas o será una lucha sin cuartel. Una vez más, los insurgentes se niegan a someterse. Las salvas de artillería son más y más intensas. Las fuerzas soviéticas emplean morteros lanzacohetes que causan enormes destrozos en fábricas e inmuebles vecinos. Gastadas las municiones, los obreros cesan el combate” (Budapest, la insurrección, François Fejtö).
Solo el hambre y la falta de munición parecen poder acabar con los combates y la resistencia obrera.
Los barrios obreros acabaron totalmente arrasados y se estima que hubo varias decenas de miles de muertos. Y sin embargo, a pesar de las matanzas, la huelga se prolongó durante algunas semanas. Incluso una vez terminada ésta, siguió habiendo actos de resistencia esporádica hasta enero de 1957.
El modo de organización en consejos obreros vuelve a surgir
La valentía, la revuelta contra la miseria, el hastío por las condiciones de explotación y el terror estalinista son factores de primer orden para explicar la resistencia tenaz de los obreros húngaros. Pero hay que añadir otro factor importantísimo: el que aquella revuelta se organizara mediante consejos obreros.
En Budapest, como en las regiones, la insurrección se plasmó de inmediato en la constitución de consejos. Por primera vez desde hacía casi 40 años, los obreros de Hungría en su lucha contra la burocracia estalinista encontraron espontáneamente las formas de la organización y el poder proletarios, que sus antecesores habían hecho surgir por primera vez en Rusia durante la Revolución de 1905 y durante la oleada revolucionaria iniciada en Petrogrado en 1917 y que llegó hasta Budapest en 1919 con su breve República de los consejos. Desde el 25 de octubre de 1956, las ciudades de Dunapentele, Szolnok (gran nudo ferroviario del país), Pécs (en las minas del Sureste), Debrecen, Szeged, Miscolk, Györ, son dirigidas por consejos obreros que organizan el armamento de los insurgentes, el abastecimiento y plantean reivindicaciones económicas y políticas.
Fue con ese medio con el que se condujo la huelga con dominio y maestría en los principales centros industriales de Hungría. Sectores tan básicos para la movilidad de los proletarios como los transportes, tan vitales como los hospitales y la energía eléctrica siguieron funcionando en muchos casos por orden de los consejos. Y lo mismo ocurrió con la insurrección: los consejos formaban y controlaban las milicias obreras, repartían las armas (bajo control de los obreros de los arsenales), y exigían la disolución de algunos organismos del régimen.
Muy pronto, el 25 de octubre, el consejo de Miscolk lanza un llamamiento a los consejos obreros de todas las ciudades para “coordinar sus esfuerzos y crear un solo y único movimiento”; pero su concreción será mucho más lenta y caótica. Después del 4 noviembre, se esboza un intento para coordinar en el distrito la actividad de los consejos de Csepel. En los distritos XIII y XIV se constituye un primer consejo obrero de distrito. Más tarde, el 3 de noviembre, el consejo de Ujpest impulsa la creación de un gran consejo para toda la capital y así nace el Consejo central del Gran Budapest. Primer paso, tardío, hacia una autoridad unificada de la clase obrera.
Pero para los obreros húngaros, el papel político de los consejos, a pesar de ser algo central en esos órganos destinados a la toma del poder, sólo era como una especie de remedio momentáneo, una función que la situación imponía en espera de algo “mejor”, en espera de que los “especialistas”, los “peritos en la cosa política” se recobraran y agarraran las riendas del poder:
“Nadie sugiere que los consejos obreros mismos podrían ser la representación política de los obreros. Sí, sin duda, el consejo obrero debería realizar ciertas funciones políticas, pues se oponía a un régimen y los obreros no poseían ninguna otra representación, pero en la mente de los trabajadores era algo visto como provisional” (Testimonio de Ferenc Töke, vicepresidente del Consejo central del Gran Budapest).
Los límites del movimiento y de los consejos
Nos topamos aquí con uno de los límites más importantes del levantamiento: el débil nivel de conciencia del proletariado húngaro, el cual, sin perspectiva revolucionaria y el apoyo de los obreros de los demás países, no podía hacer milagros. Los acontecimientos de Hungría se desarrollaban, en efecto, a contracorriente, en un periodo siniestro, el de la contrarrevolución que tanto pesaba en los ánimos de la clase obrera tanto del Este como del Oeste.
Cierto es que los obreros fueron el motor de la insurrección contra el gobierno apoyado por los tanques rusos. Pero, aunque aquel movimiento tuvo su sentido proletario en la resistencia tenaz y rebelde a la explotación, sería erróneo identificar la gran combatividad de los obreros húngaros como una manifestación patente de conciencia revolucionaria. La insurrección obrera 1956 marca inevitablemente un retroceso del nivel de conciencia de los proletarios en comparación con el alcanzado durante la oleada revolucionaria de 1917-1923. Mientras que los consejos obreros al final de la Primera guerra mundial, aparecen como los órganos políticos de la clase obrera, expresión de su dictadura de clase, los consejos de 1956 no ponen en ningún momento en entredicho al Estado. Aunque el consejo obrero de Miscolk proclama el 29 de octubre “la supresión de la AVH” (identificada más fácilmente con el terror del régimen), añade inmediatamente que “el gobierno solo deberá apoyarse en dos fuerzas armadas: el ejército nacional y la policía ordinaria.” El Estado capitalista no solo no es amenazado en su existencia, sino que incluso sus dos líneas de defensa armada son preservadas.
Los consejos de 1919, en el sentido opuesto, que comprendían claramente cuál era el objetivo histórico de su lucha, plantearon de entrada la necesidad de disolver el ejército. En aquel entonces, las factorías de Csepel, a la vez que creaban sus consejos, se daban la consigna de:
“– echar abajo a la burguesía y sus instituciones;
– viva la dictadura del proletariado;
– movilización por la defensa de las adquisiciones revolucionarias me diante el armamento del pueblo”.
En 1956, los consejos llegarán incluso a enterrarse a sí mismos definiéndose como simples órganos de gestión económica de las fábricas:
“Nuestra intención no era pretender tener un papel político. En general, nos parecía que del mismo modo que se necesitan especialistas para dirigir la economía, también la dirección política debe ser asumida por expertos” (Ferenc Töke).
A veces, incluso, se identifican con una especie de comité de empresa:
“La fábrica pertenece a los obreros, éstos pagan al Estado el impuesto calculado en función de unos dividendos establecidos según los beneficios …el consejo obrero zanja en caso de conflicto, de los contratos y de despidos” (resolución del consejo del Gran Budapest).
En aquel período sombrío de los años 1950, el proletariado internacional está exangüe. Los llamamientos de los consejos de Budapest a los “trabajadores del resto del mundo” a “huelgas de solidaridad” quedan en papel mojado. Y, al igual que sus hermanos de clase de otros países, los obreros húngaros, a pesar de su bravura, poseen una conciencia de clase muy debilitada. Les consejos surgen, en ese contexto, de una manera instintiva, pero su vocación, que es la toma del poder, está inevitablemente ausente. “Forma sin contenido”, los consejos de 1956 solo pueden entenderse como consejos “inacabados” o, en el mejor de los casos, como esbozos de consejos.
A partir de ahí, les es mucho más fácil a los servidores del Estado y a los intelectuales encerrar a los obreros en la prisión de las ideas nacionalistas y a los tanques rusos aplastarlos.
Quizás, para muchos obreros, los consejos no eran órganos políticos. En cambio para Kadar, para el alto mando ruso y las grandes democracias occidentales, sí que eran, siguiendo su experiencia, órganos plenamente políticos. En efecto, a pesar de todas las debilidades de la clase obrera debidas al período, el aplastamiento del proletariado húngaro estuvo a la altura del pánico que a la burguesía inspira cualquier expresión de la lucha proletaria.
Desde el principio, cuando Nagy habla de desarmar a la clase obrera, piensa, claro está, en las carabinas, pero, sobre todo, en los consejos. Y cuando Janos Kadar vuelve al poder en noviembre, expresa exactamente la misma preocupación: los consejos deben “ser puestos bajo control y habrá que purgarlos de los demagogos que nada tienen que hacer en ellos”.
De modo que en cuanto aparecen los consejos, los sindicatos a sueldo del régimen van a dedicarse a la labor que tan bien conocen: el sabotaje. Cuando el Consejo nacional de sindicatos (CNS) “propone a los obreros y empleados que empiecen… a elegir consejos obreros en los talleres, las fábricas, las minas y en todos los lugares de trabajo…” es solo para acapararlos, reforzar su tendencia a limitarse a tareas económicas, impedir que se planteen la cuestión de la toma del poder e integrarlos en el aparato de Estado:
“El consejo de obreros será responsable de su gestión ante todos los trabajadores, y ante el Estado… [los consejos] tienen, en lo inmediato, la tarea esencial de asegurar la reanudación del trabajo, restablecer y garantizar el orden y la disciplina” (Declaración del presídium del CNS, le 27 octubre).
Por suerte, los sindicatos, con sus jefes nombrados bajo el reinado de Rakosi, poco crédito tienen ante los obreros, como lo prueba esta rectificación hecha por el consejo del Gran Budapest el 27 de noviembre:
“Los sindicatos intentan actualmente presentar a los consejos obreros como si éstos se hubieran formado gracias a la lucha de los sindicatos. Ni que decir tiene que eso es una afirmación sin el menor fundamento. Solo los obreros han luchado por la creación de los consejos obreros y la lucha de los consejos ha sido incluso en muchos casos entorpecida por los sindicatos que han evitado, sobre todo, ayudarles”.
La burguesía estalinista da rienda suelta a la represión
con la complicidad de la burguesía democrática
El 6 de diciembre, empiezan las detenciones de miembros de los consejos: es el preludio de otras más masivas y brutales. Varias fábricas son rodeadas por las tropas rusas y de la AVH. En la isla de Csepel cientos de obreros reúnen las pocas fuerzas que les quedan, librando una última batalla para impedir que la policía entre en las fábricas y proceda a detenciones. El 15 de diciembre se aplica la pena de muerte por huelga por tribunales de excepción autorizados a ejecutar in situ a los obreros considerados “culpables”. Guirnaldas de ahorcados decoran los puentes del Danubio.
El 26 de diciembre, Gyorgy Marosan, socialdemócrata y ministro de Kadar, declara que, si fuera necesario, el gobierno liquidaría a 10 000 personas para así demostrar que es él quien gobierna y no los consejos.
Detrás de la represión kadarista, lo que aparece claramente es la ferocidad del Kremlin en su voluntad de aplastar a la clase obrera. Para Moscú se trata evidentemente de poner firmes a sus satélites y que olviden sus veleidades independentistas pero se trata ante todo de cortar de raíz todo árbol que recuerde la amenaza proletaria y su símbolo, el consejo de obreros. Fue por eso por lo que los Tito, Mao y toda la caterva de estalinistas de todo pelaje del mundo aportaron un apoyo incondicional a la línea del Kremlin.
El bloque de las grandes democracias, por su parte, dará su consentimiento a la represión. El embajador de Estados Unidos en Moscú, Charles Bohlen, cuenta en sus memorias que el 29 de octubre de 1956, el secretario de Estado John Foster Dulles le encargó que transmitiera un mensaje urgente a los dirigentes soviéticos Jruschev, Bulganin y demás de que EEUU no consideraba a Hungría o a cualquier otro satélite como aliado militar posible. Era una manera clara de decir: “Señores, son ustedes dueños en su casa, les incumbe limpiarla”.
Contrariamente a todas las mentiras que la burguesía no ha cesado de verter sobre la insurrección de 1956 en Hungría, hubo, sin lugar a dudas, un combate obrero contra la explotación capitalista. El período no era el idóneo para los combates de clase. La clase obrera no vivía en una perspectiva de oleada revolucionaria internacional como la de 1917-1923 que había hecho florecer la efímera República húngara de Consejos en marzo de 1919. Por eso era imposible que los obreros húngaros plantearan claramente la necesidad de destruir el capitalismo y tomar el poder, lo cual explica su incomprensión sobre la naturaleza política y subversiva de los consejos que ellos mismos hicieron surgir durante la lucha. Y sin embargo, lo que se estaba reafirmando clara y valerosamente en la revuelta de los obreros húngaros y su organización en consejos era la naturaleza revolucionaria del proletariado; la reafirmación del papel histórico del proletariado tal como lo formuló Tibor Szamuelly [6] en 1919: “Nuestro objetivo y nuestra tarea es el aniquilamiento del capitalismo”.
Jude, 28 de julio
Mis disculpas por la longitud; ¿qué os parece?
Ya en 1956, las mentiras más rastreras circulaban tanto al Este como en el Oeste. Según el Kremlin, y sus voceros occidentales, los PC de Europa, los acontecimientos de Hungría no eran sino una “insurrección fascista” manipulada por los “imperialistas de occidente”. Para los estalinistas de entonces, además de la necesidad de encontrar un pretexto para aplastar al proletariado húngaro con los tanques rusos, había que mantener ante los obreros del Oeste, la ilusión sobre el carácter “socialista” del bloque soviético y evitar a toda costa que reconocieran en el levantamiento de sus hermanos húngaros la expresión de una lucha proletaria.
La insurrección húngara unos la disfrazaron de “obra de bandas fascistas a sueldo de Estados Unidos” mientras que para los otros, la burguesía del bloque occidental, era una lucha por “el triunfo de la democracia”, “de la libertad” y de la “independencia nacional”. Esas dos mentiras se completan para ocultar a la clase obrera su propia historia, pero será la versión del combate patriótico en el que se mezclan todas las clases en el “ardor popular” por la “victoria de la democracia” la que acabará siendo el eje único de la propaganda burguesa, apoyada después en la exposición de los crímenes del estalinismo sobre todo después del desmoronamiento del bloque del Este.
Y es así como, al conmemorar cada diez años el aplastamiento de aquella lucha, la burguesía prosigue su maniobra montada ya durante los acontecimientos mismos, con la única finalidad de que la clase obrera no comprenda que la insurrección húngara fue una expresión de su naturaleza revolucionaria, de su capacidad para enfrentarse al Estado, organizándose para ello en consejos obreros. Este carácter revolucionario es tanto más manifiesto porque se expresa en 1956, en el peor de los momentos imaginables, el de la contrarrevolución, cuando a escala mundial el proletariado está con las fuerzas más bajas, hecho trizas por la Segunda Guerra mundial, amordazado por los sindicatos y sus compinches de la policía política. Y esa es la razón por la cual, en aquel contexto tan difícil, la revuelta de 1956 no podía de ninguna manera transformarse en tentativa consciente por parte del proletariado para apoderarse del poder político y construir una nueva sociedad.
La explotación despiadada del estalinismo
Como suele ocurrir, la realidad es muy diferente de lo que presenta la burguesía. La insurrección húngara es, ante todo, una respuesta proletaria a la feroz sobreexplotación que se había impuesto en los países caídos bajo la dominación imperialista de la URSS tras la Segunda Guerra mundial.
Los tormentos de la guerra y los mazazos del régimen fascista del almirante Horthy [1] primero, los del gobierno de transición después (1944-1948). De remate, los obreros húngaros conocerán bajo las botas estalinistas una nueva forma de bajada a los infiernos.
Al final de la guerra, en los territorios llamados “liberados” de la ocupación nazi en Europa del Este, el “liberador” soviético tiene la intención de arraigarse y prolongar su imperio hasta las puertas de Austria. El ejército rojo (y siguiéndole los pasos la policía política rusa, el NKVD) domina entonces un espacio que se extiende desde el Báltico a los Balcanes. En toda la región, los saqueos, las violaciones y las deportaciones de masas hacia campos de trabajos forzados forman parte del menú sanguinolento de la ocupación soviética, primicias de lo que pronto será la instalación definitiva de los regímenes estalinistas. En Hungría, a partir de 1948, la hegemonía del llamado Partido “comunista” sobre el aparato político es total, la estalinización del país aparece como un hecho patente. Matyas Rakosi [2], del que se dice que era el mejor alumno de Stalin, rodeado de una pandilla de asesinos y torturadores (el siniestro Gerö [3], por ejemplo), es la personificación misma de todo el edificio estalinista en Hungría cuyos pilares principales son (según la receta bien sabida): terror político y explotación sin límites de la clase obrera.
La Unión Soviética, vencedora y ocupante del Este de Europa, exige de los países vencidos y ocupados, en especial de los que habían colaborado con las potencias del Eje, como así había sido con Hungría, el pago de abrumadoras reparaciones. De hecho, no es más que un pretexto para acaparar los sistemas de producción de los países recién satelizados y hacerlos funcionar a pleno régimen en beneficio de los intereses económicos e imperialistas de la URSS. Se instala un auténtico sistema de vampirización en 1945-1946: se desmontan, por ejemplo, algunas fábricas y se transfieren, con los obreros incluidos, a tierras rusas.
Del mismo estilo es la instauración del COMECON, el mercado de “intercambio privilegiado” de 1949 en donde lo “privilegiado” va en sentido único. El Estado ruso puede dar salida a su producción vendiendo a precios más elevados que los del mercado mundial, y, en cambio, recaba productos en los satélites a precio de saldo.
Es pues toda la economía húngara la que se doblega ante la voluntad y los planes productivos de la dirección central rusa, lo que queda perfectamente ilustrado en el año 1953 con el estallido de la guerra de Corea, viéndose Hungría obligada por la URSS a transformar la gran mayoría de sus factorías en fábricas de armas. Hungría se convertirá, además, a partir de entonces en el abastecedor principal de armas de la Unión Soviética.
Para satisfacer las apetencias económicas y los imperativos militares rusos, la política de industrialización húngara va a realizarse a marchas forzadas. Los planes quinquenales, especialmente el de 1950, aseguran un salto de la producción y de la productividad sin precedentes. Pero como los milagros no caen del cielo, detrás de los engranajes de esa industrialización galopante lo que hay, y no es una novedad, es la explotación despiadada de la clase obrera. La menor partícula de su energía será aspirada para realizar el plan de 1950-1954 cuya prioridad es la industria pesada vinculada a la producción de armamento. Ésta se multiplicará por 5 al término del plan.
Todo sirve para sacar lo máximo al proletariado húngaro. Para ello se instaura y se sistematiza el salario a destajo, acompañado de cuotas productivas periódicamente revisadas al alza. El PC rumano decía al respecto, con todo el cinismo de que es capaz el estalinismo, que “el trabajo a destajo es un sistema revolucionario que elimina la inercia… todo el mundo tiene la capacidad de trabajar más duramente…”, en realidad el sistema “elimina” sobre todo a quienes niegan la “capacidad” de morir en el tajo por un salario de miseria.
Un poco igual que Sísifo condenado en los infiernos a empujar y empujar un peñasco monte arriba, los sísifos húngaros estaban condenados a unos ritmos de trabajo infernales e ininterrumpidos.
En la mayoría de las fábricas, a finales de cada mes, la dirección comprobaba que, fatalmente, había peligrosos retrasos respecto a las previsiones inhumanas del plan. Se hacían sonar entonces las alarmas para el “gran zafarrancho”, una explosión de los ritmos semejante a la “sturmovchina” [4] que debían soportar regularmente los obreros rusos. Y ya no solo había “sturmovchina” a finales de cada mes, sino cada vez más, al final de la semana. En el momento del “gran zafarrancho”, las horas extras caían como chaparrones, igual, claro está, que los accidentes laborales. Se llevaba a hombre y a máquina hasta los límites extremos.
Para colmo, solía ocurrir que los obreros tuvieran la grata sorpresa, al llegar a la fábrica, de enterarse de su propia “carta de compromiso” firmada y enviada en su nombre por… el sindicato. Agotados ya al máximo, se encontraban con “el compromiso solemne” de aumentar la producción una vez más, en honor de tal o cual aniversario o festejo. En realidad, todo servía para lanzar ese tipo de jornadas de trabajo “voluntario”… y, ni que decir tiene, gratuito. Entre marzo de 1950 a febrero de 1951, hubo hasta 11 jornadas de ese tipo: día de la “liberación”, Primero de mayo, semana de Corea, cumpleaños de Rakosi y demás pretextos propicios al alborozo y… las horas extras no pagadas.
Durante el Primer plan quinquenal, aún cuando la producción se había duplicado y la productividad se había incrementado 63 %, el nivel de vida de los obreros se hundía inexorablemente. En 5 años, de 1949 a 1954, el salario neto se redujo un 20 % y durante el año 1956, solo 15 % de las familias vivían por encima del mínimo vital ¡definido por los propios especialistas del régimen!
La era del stajanovismo no llegó a Hungría gracias al voluntariado o el amor a la “patria socialista”. Es evidente que la clase dominante la impuso con toda la persuasión del terror, las amenazas de represalias violentas y las fuertes multas en caso de no cumplir unas normas de producción que no cesaban de aumentar.
El terror estalinista tendrá su pleno sentido en el seno de las fábricas. El 9 de enero de 1950, por ejemplo, el gobierno adopta un decreto por el que se prohíbe a los obreros dejar su lugar de trabajo sin permiso. La disciplina era estricta y las “infracciones” castigadas con fuertes multas.
Ese terror cotidiano implicaba necesariamente una infraestructura policíaca omnipresente. Policía y sindicatos tenían que estar por todas partes hasta el punto de que en algunos sitios la situación acababa en lo burlesco. La factoría MOFEM de Magyarovar cuyos efectivos habían triplicado entre 1950 y 1956, tuvo que contratar, para mantener el control represivo de sus obreros, no ya tres veces sino diez veces más personal de vigilancia: permanentes del sindicato, del partido y de la policía interior de la fábrica.
Los estatutos dados a los sindicatos por el régimen en 1950 no son, en eso, nada equívocos:
“…organizar y difundir la emulación socialista de los trabajadores, combatir por una mejor organización del trabajo, por el reforzamiento de la disciplina… y el incremento de la productividad”.
Las multas y las vejaciones no eran, por desgracia, las únicas sanciones contra los “recalcitrantes”.
El 6 de diciembre de 1948, el ministro de industria, Istvan Kossa, de visita en la ciudad de Debrecen se puso a despotricar contra
“… los trabajadores [que] han adoptado una actitud terrorista hacia los directores de las industrias nacionalizadas …”
o sea, aquellos que no se doblegaban “de buena gana” a las normas stajanovistas o sencillamente no lograban alcanzar las inverosímiles cuotas de producción exigidas. Y así, los obreros que parecían poco “enamorados” de su trabajo eran regularmente denunciados como “agentes del capitalismo occidental”, “fascistas” o “estafadores”.
Kossa añadió en aquel discurso que si no cambiaban de “actitud”, un período de trabajos forzados podría ayudarles. Y eso no eran amenazas verbales: un ejemplo entre otros muchos fue el de un obrero de la factoría de vagones de Györ acusado de “estafa al salario” y condenado por ello a una pena de cárcel en un campo de presos. El testimonio de Sandor Kopacsi, director de prisiones en 1949 y jefe de la policía de Budapest en 1956, es también muy aleccionador:
“Según los datos, pude comprobar que los campos estaban llenos de obreros, de labriegos más bien pobres; algunas personas pertenecían a clases hostiles al régimen. La tarea [del director] era sencilla: había que prolongar, generalmente 6 meses, el tiempo de reclusión de los detenidos. […] Seis meses de reclusión o seis de prórroga que se practicaban en las estepas de Siberia… Lo cual no quita que una reclusión era una reclusión y con el sistema de prolongaciones de “seis meses en seis meses”, los condenados no volvían a la vida civil no mucho antes que quienes “saboreaban” entre quince y veinticinco años en el extremo norte siberiano.”
En 1955, la cantidad de detenidos se dispara y, curiosamente, ocurre que la mayoría de ellos son obreros tipo “recalcitrante”.
Bajo el régimen de Rakosi desaparecerán miles de personas sin dejar rastro… estaban en realidad detenidas y encarceladas. Se decía entonces que un mal profundo golpeaba a Hungría: “la enfermedad del timbre”. Esa metáfora quería decir que cuando alguien llamaba al timbre por la mañana en una casa, no se podía saber nunca si era el cartero o un agente de la policía política (Állam védelmi Hatóság, AVH).
La insurrección auténticamente proletaria de octubre de 1956
A pesar del terror, de la presencia del Ejército rojo y las torturas de la AVH, la rabia en el proletariado era cada día más palpable y eso ya desde 1948. El resentimiento de los obreros no estaba lejos de estallar en la calle. Sentían cómo se iba albergando en ellos la necesidad irrenunciable de quitarse de encima a todo el aparato jerarquizado de la burocracia soviética, desde quienes estaban en la cima y tomaban las decisiones clave sobre el nivel y las normas de producción hasta los contramaestres y demás sicarios que con el cronómetro en la mano les presionaban para que transformaran los planes en productos acabados.
Los obreros, exasperados, estaban destrozados. Las condiciones de explotación habían superado lo intolerable, la insurrección estaba incubándose.
Lo que había instaurado la URSS en Hungría era, claro está, lo mismo que lo que en los demás países estalinizados del bloque del Este. Por eso también el descontento de los obreros era en ellos algo tan patente como en Hungría. Ya a principios del mes de junio del año 1953, los obreros checoslovacos, en Pilsen, se habían enfrentado al aparato de Estado estalinista pues se negaban a seguir siendo pagados según el ya demasiado conocido salario a destajo. Quince días más tarde, el 17 de junio de 1953, fue en Berlín Este donde una huelga general, organizada por los obreros de la construcción, estalla tras el alza generalizada de las normas productivas, 10 %, y una pérdida de salario de un 30 %. Los obreros desfilaron por la Stalin Allee al grito de “Abajo la tiranía de las normas”, “somos trabajadores, no esclavos”. Surgieron espontáneamente comités de huelga para animar a la extensión de la lucha y caminaron hacia el sector occidental de la ciudad para llamar a los obreros de Berlín Oeste a unirse a ellos. El famoso muro no había sido construido todavía, de modo que los aliados occidentales decidieron cerrar a toda prisa el sector occidental. Fueron los tanques rusos estacionados en la RDA (Alemania del Este) los que acabaron con la huelga. Ahí se vio bien cómo, al Este y al Oeste, la burguesía conjugaba sus fuerzas, en un entendimiento sin fisuras, para encarar la acción proletaria. Al mismo tiempo hubo otras manifestaciones y levantamientos obreros en 7 ciudades polacas. Se instauró la ley marcial en Varsovia, Cracovia, en Silesia y también aquí tuvieron que intervenir los tanques rusos para aplastar la agitación obrera. La clase obrera de Hungría no se quedó atrás. Estallaron huelgas, primero en el gran barrio obrero, el centro de producción siderúrgico de Csepel en Budapest, para después irse extendiendo hacia otras ciudades industriales como Ozd y Diösgyör.
Soplaban vientos de revuelta contra el estalinismo por tierras del Este. Y acabó siendo vendaval y punto álgido con la insurrección húngara de octubre 1956.
Ni que decir tiene que el clima de agitación que atraviesa Hungría inquieta sobremanera al Kremlin. Para intentar aflojar la presión de esa caldera en ebullición, Moscú había decidido separar temporalmente del poder a quien personificaba el terror del régimen, Matyas Rakosi, dimitiéndolo en junio de 1953 de su puesto de Primer ministro. Vuelve al poder en 1955, y lo vuelven a dimitir en julio de 1956. Pero eso no sirve de nada, pues la tensión acumulada es demasiado importante y las condiciones de vida siguen igual; la caldera está para explotar.
En un ambiente insurreccional, propicio al derrocamiento del régimen dominante, las fracciones nacionalistas de la burguesía húngara comprenden rápidamente que tienen una baza que jugar para librarse del vasallaje a Moscú, o, al menos, soltar un poco el collar y alargar la correa. La sovietización a marchas forzadas del Estado húngaro, la toma del poder total por parte de los hombres del Kremlin apoyados por los tanques del ejército rojo, una industria íntegramente puesta al servicio de los intereses económicos e imperialistas de la URSS… era demasiado para una gran parte de la burguesía nacional que esperaba su hora para expulsar al ocupante. Las aspiraciones de independencia nacional están presentes, incluso en algunos estalinistas húngaros, los llamados “comunistas nacionales”, que hacen votos por una “vía húngara al socialismo” al igual que muchos intelectuales. Harán de Imre Nagy [5] su adalid, “héroe” de la insurrección de octubre. Tampoco pudo llevarse a cabo la sovietización de los ejércitos sin las concesiones al nacionalismo por parte de los antiguos oficiales. La alianza con la URSS, no correspondía para ellos con las exigencias del interés nacional, orientado tradicionalmente hacia el Oeste. Con el levantamiento de octubre, el ejército ve también la posibilidad de librarse de las ataduras estalinistas. De ahí que participara en parte en los combates callejeros. Ese arrebato de resistencia patriótica se encarnará en el general Pal Maleter y las tropas del cuartel Kilian de Budapest. Esas fracciones de la burguesía y de la pequeña burguesía emponzoñan la atmósfera de la revuelta obrera con su propaganda nacionalista. No es pues de extrañar que hasta hoy la clase dominante procure hacer de Nagy y Maleter los personajes míticos de los acontecimientos de 1956. Rememorando únicamente esos “íconos” burgueses, da crédito a la mentira de una “revolución de liberación democrática y nacional”.
Y es así cómo, desde la destitución de Rakosi en julio, la presión de elementos pequeño burgueses, de intelectuales nacionalistas de la Unión de escritores y los estudiantes del Círculo Petofi mantienen un clima de agitación. Éstos últimos organizarán el 23 de octubre una manifestación pacífica en Budapest a la que acuden muchos obreros. Una vez llegados a la estatua del general Bem, se lee una resolución de la Unión de Escritores, en la que se expresan las pretendidas aspiraciones independentistas del “pueblo húngaro”.
Eso es para la burguesía la quintaesencia de la insurrección húngara… una concentración de estudiantes e intelectuales que luchan por la liberación de la nación del yugo moscovita. De ese modo, desde hace 50 años, la clase dominante echa un tupido velo sobre el actor principal del levantamiento, la clase obrera y su motivación, que, muy lejos de la resistencia nacional y el amor por la patria, intentaba ante todo resistir a las terribles condiciones de vida que le imponían.
Los obreros de Budapest, al salir de las fábricas, se unen masivamente a la manifestación. Aún cuando la manifestación se ha terminado oficialmente, los obreros no se dispersan, sino al contrario. Antes que quedarse con las ganas, convergen todos hacia la plaza del Parlamento y la estatua de Stalin que empiezan a destruir a mazazos y con soplete. Después la marea humana se dirige hacia la Casa de la Radio para protestar contra la alocución del Primer ministro Gerö que acusaba a los manifestantes de no ser otra cosa sino “una cuadrilla de aventureros nacionalistas cuyas intenciones son quebrar el poder de la clase obrera”. Fue entonces cuando la policía política (AVH) dispara contra la muchedumbre y la protesta se torna en insurrección armada. Los intelectuales nacionalistas, iniciadores de la manifestación, se vieron hasta tal punto superados por el cariz de los acontecimientos que, según reconoció el propio secretario del Círculo Petofi, Balazs Nagy, ellos “más que impulsar el movimiento lo frenaban”.
En 24 horas, la huelga general, con la fuerza de 4 millones de obreros, se extiende por toda Hungría. En los grandes centros industriales surgen consejos obreros espontáneamente; y así es como la clase obrera se organiza y se apodera del control de la insurrección.
Los proletarios son, sin la menor duda, la espina dorsal del movimiento. Eso se demuestra por una combatividad y una determinación a toda prueba. Se arman, levantan barricadas por todas partes, luchan por todas la esquinas de la capital, con gran desventaja, contra la AVH y los tanques rusos. Sin embargo, la AVH es rápidamente desbordada por los acontecimientos y el gobierno recién instalado, constituido en la urgencia y dirigido por un “progresista”, Imre Nagy, pide, sin la menor vacilación, la intervención de los tanques soviéticos para proteger el régimen de la cólera obrera. Ese dirigente no cesará desde entonces de llamar a que se restaure el orden y “los insurgentes se sometan”. Más tarde, ese campeón de la democracia afirmará que la intervención de las fuerzas soviéticas “ha sido necesaria en interés de la disciplina socialista”.
Lo tanques entran en Budapest el 24 de octubre hacia las 2 de la madrugada. Es en las barriadas obreras del extrarradio donde se enfrentan con las primeras barricadas. La factoría de Csepel con sus miles de metalúrgicos va a realizar una de las resistencias más empecinadas: fusiles viejos y cócteles Molotov contra divisiones blindadas rusas.
Nagy, el candidato legítimo de todas las aspiraciones nacionalistas, es incapaz de restablecer la calma. Nunca obtendrá la confianza y el desarme de los obreros, porque, contrariamente a los intelectuales y a una parte del ejército húngaro, los trabajadores, aunque hubieran podido estar contaminados por la propaganda y los cantos patrióticos del entorno, no luchaban por “la liberación nacional”, sino, y sobre todo, se rebelaron contra el terror y la explotación.
El 4 de noviembre, en el mismo momento en que Moscú sustituye a Nagy por Janos Kadar, 6000 tanques soviéticos se lanzan sobre la capital en una segunda carga para acabar de una vez con el levantamiento. Y todo el peso de ese asalto se hizo sobre las barriadas obreras: Csepel la roja, Ujpest, Kobanya, Dunapentele. A pesar de un enemigo 100 veces superior en hombres y material bélico, los obreros siguen luchando y resistiendo como indómitos leones.
“En Csepel, los obreros se han decidido a luchar. El 7 de noviembre hay una salva de artillería apoyada por un bombardeo aéreo. Al día siguiente, un emisario soviético va a pedir a los obreros que se rindan. Se niegan a ello y sigue el combate. Al día siguiente, otro oficial lanza un último aviso: o entregan las armas o será una lucha sin cuartel. Una vez más, los insurgentes se niegan a someterse. Las salvas de artillería son más y más intensas. Las fuerzas soviéticas emplean morteros lanzacohetes que causan enormes destrozos en fábricas e inmuebles vecinos. Gastadas las municiones, los obreros cesan el combate” (Budapest, la insurrección, François Fejtö).
Solo el hambre y la falta de munición parecen poder acabar con los combates y la resistencia obrera.
Los barrios obreros acabaron totalmente arrasados y se estima que hubo varias decenas de miles de muertos. Y sin embargo, a pesar de las matanzas, la huelga se prolongó durante algunas semanas. Incluso una vez terminada ésta, siguió habiendo actos de resistencia esporádica hasta enero de 1957.
El modo de organización en consejos obreros vuelve a surgir
La valentía, la revuelta contra la miseria, el hastío por las condiciones de explotación y el terror estalinista son factores de primer orden para explicar la resistencia tenaz de los obreros húngaros. Pero hay que añadir otro factor importantísimo: el que aquella revuelta se organizara mediante consejos obreros.
En Budapest, como en las regiones, la insurrección se plasmó de inmediato en la constitución de consejos. Por primera vez desde hacía casi 40 años, los obreros de Hungría en su lucha contra la burocracia estalinista encontraron espontáneamente las formas de la organización y el poder proletarios, que sus antecesores habían hecho surgir por primera vez en Rusia durante la Revolución de 1905 y durante la oleada revolucionaria iniciada en Petrogrado en 1917 y que llegó hasta Budapest en 1919 con su breve República de los consejos. Desde el 25 de octubre de 1956, las ciudades de Dunapentele, Szolnok (gran nudo ferroviario del país), Pécs (en las minas del Sureste), Debrecen, Szeged, Miscolk, Györ, son dirigidas por consejos obreros que organizan el armamento de los insurgentes, el abastecimiento y plantean reivindicaciones económicas y políticas.
Fue con ese medio con el que se condujo la huelga con dominio y maestría en los principales centros industriales de Hungría. Sectores tan básicos para la movilidad de los proletarios como los transportes, tan vitales como los hospitales y la energía eléctrica siguieron funcionando en muchos casos por orden de los consejos. Y lo mismo ocurrió con la insurrección: los consejos formaban y controlaban las milicias obreras, repartían las armas (bajo control de los obreros de los arsenales), y exigían la disolución de algunos organismos del régimen.
Muy pronto, el 25 de octubre, el consejo de Miscolk lanza un llamamiento a los consejos obreros de todas las ciudades para “coordinar sus esfuerzos y crear un solo y único movimiento”; pero su concreción será mucho más lenta y caótica. Después del 4 noviembre, se esboza un intento para coordinar en el distrito la actividad de los consejos de Csepel. En los distritos XIII y XIV se constituye un primer consejo obrero de distrito. Más tarde, el 3 de noviembre, el consejo de Ujpest impulsa la creación de un gran consejo para toda la capital y así nace el Consejo central del Gran Budapest. Primer paso, tardío, hacia una autoridad unificada de la clase obrera.
Pero para los obreros húngaros, el papel político de los consejos, a pesar de ser algo central en esos órganos destinados a la toma del poder, sólo era como una especie de remedio momentáneo, una función que la situación imponía en espera de algo “mejor”, en espera de que los “especialistas”, los “peritos en la cosa política” se recobraran y agarraran las riendas del poder:
“Nadie sugiere que los consejos obreros mismos podrían ser la representación política de los obreros. Sí, sin duda, el consejo obrero debería realizar ciertas funciones políticas, pues se oponía a un régimen y los obreros no poseían ninguna otra representación, pero en la mente de los trabajadores era algo visto como provisional” (Testimonio de Ferenc Töke, vicepresidente del Consejo central del Gran Budapest).
Los límites del movimiento y de los consejos
Nos topamos aquí con uno de los límites más importantes del levantamiento: el débil nivel de conciencia del proletariado húngaro, el cual, sin perspectiva revolucionaria y el apoyo de los obreros de los demás países, no podía hacer milagros. Los acontecimientos de Hungría se desarrollaban, en efecto, a contracorriente, en un periodo siniestro, el de la contrarrevolución que tanto pesaba en los ánimos de la clase obrera tanto del Este como del Oeste.
Cierto es que los obreros fueron el motor de la insurrección contra el gobierno apoyado por los tanques rusos. Pero, aunque aquel movimiento tuvo su sentido proletario en la resistencia tenaz y rebelde a la explotación, sería erróneo identificar la gran combatividad de los obreros húngaros como una manifestación patente de conciencia revolucionaria. La insurrección obrera 1956 marca inevitablemente un retroceso del nivel de conciencia de los proletarios en comparación con el alcanzado durante la oleada revolucionaria de 1917-1923. Mientras que los consejos obreros al final de la Primera guerra mundial, aparecen como los órganos políticos de la clase obrera, expresión de su dictadura de clase, los consejos de 1956 no ponen en ningún momento en entredicho al Estado. Aunque el consejo obrero de Miscolk proclama el 29 de octubre “la supresión de la AVH” (identificada más fácilmente con el terror del régimen), añade inmediatamente que “el gobierno solo deberá apoyarse en dos fuerzas armadas: el ejército nacional y la policía ordinaria.” El Estado capitalista no solo no es amenazado en su existencia, sino que incluso sus dos líneas de defensa armada son preservadas.
Los consejos de 1919, en el sentido opuesto, que comprendían claramente cuál era el objetivo histórico de su lucha, plantearon de entrada la necesidad de disolver el ejército. En aquel entonces, las factorías de Csepel, a la vez que creaban sus consejos, se daban la consigna de:
“– echar abajo a la burguesía y sus instituciones;
– viva la dictadura del proletariado;
– movilización por la defensa de las adquisiciones revolucionarias me diante el armamento del pueblo”.
En 1956, los consejos llegarán incluso a enterrarse a sí mismos definiéndose como simples órganos de gestión económica de las fábricas:
“Nuestra intención no era pretender tener un papel político. En general, nos parecía que del mismo modo que se necesitan especialistas para dirigir la economía, también la dirección política debe ser asumida por expertos” (Ferenc Töke).
A veces, incluso, se identifican con una especie de comité de empresa:
“La fábrica pertenece a los obreros, éstos pagan al Estado el impuesto calculado en función de unos dividendos establecidos según los beneficios …el consejo obrero zanja en caso de conflicto, de los contratos y de despidos” (resolución del consejo del Gran Budapest).
En aquel período sombrío de los años 1950, el proletariado internacional está exangüe. Los llamamientos de los consejos de Budapest a los “trabajadores del resto del mundo” a “huelgas de solidaridad” quedan en papel mojado. Y, al igual que sus hermanos de clase de otros países, los obreros húngaros, a pesar de su bravura, poseen una conciencia de clase muy debilitada. Les consejos surgen, en ese contexto, de una manera instintiva, pero su vocación, que es la toma del poder, está inevitablemente ausente. “Forma sin contenido”, los consejos de 1956 solo pueden entenderse como consejos “inacabados” o, en el mejor de los casos, como esbozos de consejos.
A partir de ahí, les es mucho más fácil a los servidores del Estado y a los intelectuales encerrar a los obreros en la prisión de las ideas nacionalistas y a los tanques rusos aplastarlos.
Quizás, para muchos obreros, los consejos no eran órganos políticos. En cambio para Kadar, para el alto mando ruso y las grandes democracias occidentales, sí que eran, siguiendo su experiencia, órganos plenamente políticos. En efecto, a pesar de todas las debilidades de la clase obrera debidas al período, el aplastamiento del proletariado húngaro estuvo a la altura del pánico que a la burguesía inspira cualquier expresión de la lucha proletaria.
Desde el principio, cuando Nagy habla de desarmar a la clase obrera, piensa, claro está, en las carabinas, pero, sobre todo, en los consejos. Y cuando Janos Kadar vuelve al poder en noviembre, expresa exactamente la misma preocupación: los consejos deben “ser puestos bajo control y habrá que purgarlos de los demagogos que nada tienen que hacer en ellos”.
De modo que en cuanto aparecen los consejos, los sindicatos a sueldo del régimen van a dedicarse a la labor que tan bien conocen: el sabotaje. Cuando el Consejo nacional de sindicatos (CNS) “propone a los obreros y empleados que empiecen… a elegir consejos obreros en los talleres, las fábricas, las minas y en todos los lugares de trabajo…” es solo para acapararlos, reforzar su tendencia a limitarse a tareas económicas, impedir que se planteen la cuestión de la toma del poder e integrarlos en el aparato de Estado:
“El consejo de obreros será responsable de su gestión ante todos los trabajadores, y ante el Estado… [los consejos] tienen, en lo inmediato, la tarea esencial de asegurar la reanudación del trabajo, restablecer y garantizar el orden y la disciplina” (Declaración del presídium del CNS, le 27 octubre).
Por suerte, los sindicatos, con sus jefes nombrados bajo el reinado de Rakosi, poco crédito tienen ante los obreros, como lo prueba esta rectificación hecha por el consejo del Gran Budapest el 27 de noviembre:
“Los sindicatos intentan actualmente presentar a los consejos obreros como si éstos se hubieran formado gracias a la lucha de los sindicatos. Ni que decir tiene que eso es una afirmación sin el menor fundamento. Solo los obreros han luchado por la creación de los consejos obreros y la lucha de los consejos ha sido incluso en muchos casos entorpecida por los sindicatos que han evitado, sobre todo, ayudarles”.
La burguesía estalinista da rienda suelta a la represión
con la complicidad de la burguesía democrática
El 6 de diciembre, empiezan las detenciones de miembros de los consejos: es el preludio de otras más masivas y brutales. Varias fábricas son rodeadas por las tropas rusas y de la AVH. En la isla de Csepel cientos de obreros reúnen las pocas fuerzas que les quedan, librando una última batalla para impedir que la policía entre en las fábricas y proceda a detenciones. El 15 de diciembre se aplica la pena de muerte por huelga por tribunales de excepción autorizados a ejecutar in situ a los obreros considerados “culpables”. Guirnaldas de ahorcados decoran los puentes del Danubio.
El 26 de diciembre, Gyorgy Marosan, socialdemócrata y ministro de Kadar, declara que, si fuera necesario, el gobierno liquidaría a 10 000 personas para así demostrar que es él quien gobierna y no los consejos.
Detrás de la represión kadarista, lo que aparece claramente es la ferocidad del Kremlin en su voluntad de aplastar a la clase obrera. Para Moscú se trata evidentemente de poner firmes a sus satélites y que olviden sus veleidades independentistas pero se trata ante todo de cortar de raíz todo árbol que recuerde la amenaza proletaria y su símbolo, el consejo de obreros. Fue por eso por lo que los Tito, Mao y toda la caterva de estalinistas de todo pelaje del mundo aportaron un apoyo incondicional a la línea del Kremlin.
El bloque de las grandes democracias, por su parte, dará su consentimiento a la represión. El embajador de Estados Unidos en Moscú, Charles Bohlen, cuenta en sus memorias que el 29 de octubre de 1956, el secretario de Estado John Foster Dulles le encargó que transmitiera un mensaje urgente a los dirigentes soviéticos Jruschev, Bulganin y demás de que EEUU no consideraba a Hungría o a cualquier otro satélite como aliado militar posible. Era una manera clara de decir: “Señores, son ustedes dueños en su casa, les incumbe limpiarla”.
Contrariamente a todas las mentiras que la burguesía no ha cesado de verter sobre la insurrección de 1956 en Hungría, hubo, sin lugar a dudas, un combate obrero contra la explotación capitalista. El período no era el idóneo para los combates de clase. La clase obrera no vivía en una perspectiva de oleada revolucionaria internacional como la de 1917-1923 que había hecho florecer la efímera República húngara de Consejos en marzo de 1919. Por eso era imposible que los obreros húngaros plantearan claramente la necesidad de destruir el capitalismo y tomar el poder, lo cual explica su incomprensión sobre la naturaleza política y subversiva de los consejos que ellos mismos hicieron surgir durante la lucha. Y sin embargo, lo que se estaba reafirmando clara y valerosamente en la revuelta de los obreros húngaros y su organización en consejos era la naturaleza revolucionaria del proletariado; la reafirmación del papel histórico del proletariado tal como lo formuló Tibor Szamuelly [6] en 1919: “Nuestro objetivo y nuestra tarea es el aniquilamiento del capitalismo”.
Jude, 28 de julio
Mis disculpas por la longitud; ¿qué os parece?
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Hola Prometeo!
No puede comentarte ahora todo, es tarde y mañana tengo bastante trabajo, aunque cuando pueda prometo mirarlo todo detenidamente.
Pero hay algunas cosas que me llaman la atención, así a primera vista, y esas si las voy a comentar así un poco por encima:
Es que esto no es mentira. Los acontecimientos en Hungría eran una insurrección fascista manipulada por los imperialistas de occidente. Por supuesto las cosas son más complicadas que eso. Había muchos movimientos y numerosos grupos, también de izquierda, no vinculados al estalinismo, que participan en los acontecimientos. Pero la influencia de Occidente es innegable. Y por ejemplo hoy en Hungría no la niega nadie (ni los comunistas, ni los anticomunistas), al igual que lo es la influencia fascista. Tampoco digo que comenzara como un movimiento fascista, por supuesto que no, pero se transformó en eso.
El que ha escrito el artículo no tiene la menor idea de lo que pasa (y pasó en Hungría), ha hecho un análisis maniqueo, para apoyar su punto de vista político-social, sin tener ni idea de lo que pasó entonces.
Por cierto, los consejos obreros cobran importancia solamente cuando la "revolución de 1956" es derrotada, no antes (digamos más exactamente, justo cuando la revolución está siendo derrotada).
No se trata de mentiras, como mucho de simplificar demasiado la realidad. Pero los grupos fascistas existían y los grupos que luchaban por un sistema democrático al estilo occidental también.
el autor es un payaso que se hace eco de lo que dicen los fascistas. Por supuesto que hubo saqueos, deportaciones y violaciones. Pero eso del "menú sanguinoliento" sobraba. En primer lugar por que la mayoría de las deportaciones fueron de militares, que acabaron en la URSS para reconstruir los mismos pueblos que ellos mismos habían destruído un poco antes (Hungría atacó a la URSS al mismo tiempo que los nazis). Violaciones y saqueos los hubo porque es imposible en unas circunstancias como las que había controlar la situación, pero el gobierno soviético no las fomentó, más bien lo contrario.
sí, claro, ¿y? ¿qué tenían que haber hecho los soviéticos? ¿dar un abrazo a los húngaros y volverse por donde habían venido? Hungría había atacado la URSS (más de 1 millón de soldados húngaros participaron en la invasión nazi). La URSS estaba destrozada, los soviéticos estaban pasando hambre y penalidades, y los húngaros tenían mucha culpa de eso.
Además fueron medidas temporales y al poco fueron anuladas. Los deportados volvieron a sus casas.
Esto simplemente es mentira. La URSS vendía petróleo y gas, por ejemplo, a precios muy bajos, muy por debajo del precio mundial. Por cierto, la agricultura húngara no levanta cabeza desde la caída del comunismo porque ha perdido el mercado soviético (pensaban que lo sustituiría el mercado capitalista con precios más altos, pero no ha sido así). Es una de las razones de que la aldea húngara lleve vegetando más de 20 años.
pues yo nunca he oído algo parecido, y eso que vivo en Hungría y he leído bastantes libros de historia de Hungría y sobre la época comunista. Por lo demás, aunque fuera cierto (que lo dudo), eso de "verse obligada" es una valoración. ¿Es que los dirigentes húngaros no querían hacerlo? pero si en esa época estaba a punto de empezar la tercera guerra mundial...
Por cierto, cuando yo hablo con húngaros y me cuentan de los años 50, suelen hablar muy mal... pero reconcen también muchas cosas positivas (por ejemplo la educación para las clases obreras en un país donde la habían tenido antes vedada, por ejemplo). En este artículo no hay ni una sola palabra positiva para el comunismo húngaro de 1950.
difícilmente, teniendo en cuenta que no había 4 millones de obreros en Hungría entonces.
Mentira. Se estima que hubo 3-4 mil muertos, incluyendo comunistas que lucharon contra los "revolucionarios" y 700 soldados soviéticos.
¿Qué? ¿pero qué se ha fumado el que ha escrito esto? Nagy nunca pidió la intervención de tanques soviéticos. Pidió su retirada. Tampoco dijo lo siguiente de la disciplina socialista.
Ja, hay algunos que escriben de historia manipulando y amoldando los datos a su visión de las cosas. Este es un ejemplo típico. Nagy es incapaz de restablecer la calma por culpa sobre todo los más extremistas (fascistas). Los consejos obreros, órganos independientes del poder obrero, cobran importancia después de noviembre del 56, no en octubre (que es donde estamos ahora), hasta entonces (noviembre), los obreros no van por su cuenta, y por supuesto no se oponen a Imre Nagy, al que muchos ven como el gobernador legítimo.
Moscú no sustituye a Nagy por Kádár. Simplemente Moscú elige a Kádár para reconstruir el régimen soviético en Hungría. La palabra "sustituir" implica que Nagy fuera también marioneta de los soviéticos, pero eso no es cierto, no lo era.
curioso que no se mencione otro típico barrio obrero de Budapest, Angyalföld, que además es el más céntrico de la ciudad (las otras son afueras). Ahhh... es que en Angyalföld la "revolución" anticomunista no se aceptó con mucho entusiasmo...
En cambio se menciona Dunapentele... pero Dunapentele no está en la capital, es una ciudad bastante lejos de allí...(y por cierto entonces se llamaba Sztálinváros).
Fejtő es un intelectual a quien respeto profundamente, pero citarlo para hablar de 1956 no es muy lógico porque no sabía mucho del asunto (llevaba muchos años emigrado en Francia, no estaba muy centrado en lo que pasaba en Hungría). Además es bastante subjetivo cuando habla del asunto (era socialdemócrata y muy anticomunista).
Yo soy partidario de los consejos obreros, pero me niego a falsificar la historia para glorificar su papel. La revuelta no fue organizada mediante consejos obreros. Ni siquiera los partidarios de los consejos obreros en Hungría dicen tal cosa.
Vaya, no decía unas cuantas líneas más arriba que los consejos obreros habían organizado la revuelta, y ahora me sale que crearon por fin el primer consejo obrero de distrito... ya estamos en noviembre... justo en el periodo final de la revuelta de 1956 (cierto que en el periodo inicial de la actividad de los consejos obreros).
blablablablabla... narices... los historiadores húngaros no se ponen de acuerdo en si la represión posterior al 56 (que no fue muy brutal, todo hay que decirlo), es culpa de Kádár o de los soviéticos. Pero el autor del artículo ya lo sabe y mucho mejor que ellos.
pues no, el tipo no tiene ni idea de lo que pasó después... precisamente Hungría tuvo un grade de independencia en su política económica muy grande, hasta el punto de que pudo realizar una política de reformas que por ejemplo no le gustaban un pelo a Brezhnev.
Claro, pero hasta entones habían alentado la revolución contra los soviéticos de cualquier manera. El problema es que ahora tenían que lavarse las manos porque si la URSS consideraba una injerencia en sus asuntos lo sucedido en Hungría, los EEUU podían tener problemas. Por cierto, fue entonces cuando Inglaterra y Francia bombardearon Egipto por el asunto de Canal de Suez, así que no tenían ninguna autoridad moral para plantear nada a la URSS.
Conclusión: en mi opinión, Prometeo, un artículo es muy flojo y tiene una visión muy maniquea de las cosas. He leído artículos mucho mejores sobre la actividad de los consejos obreros en Budapest. Este le pega bien a un facha. Por cierto, ¿de dónde lo has sacado?
Además al autor se le olvidan cosas muy importantes. Una de ellas, es la matanza de la Plaza de la República (ya hemos hablado de ella aquí), en la que una turba fascista asesinó a varios dirigentes comunistas de manera brutal (30 de octubre). Pero claro, es que si habla de esto, entonces ya no podría plantear la imagen de obreros haciendo una revolución, a lo mejor cuadraría más en la de fascistas sedientos de sangre. Así que mejor se la calla.
De este tema ya estamos hablando aquí:
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dejé algunas fotos sobre la matanza de la que he hablado, el que escribió el artículo debería echar un vistazo...
Saludos comunistas.
No puede comentarte ahora todo, es tarde y mañana tengo bastante trabajo, aunque cuando pueda prometo mirarlo todo detenidamente.
Pero hay algunas cosas que me llaman la atención, así a primera vista, y esas si las voy a comentar así un poco por encima:
Ya en 1956, las mentiras más rastreras circulaban tanto al Este como en el Oeste. Según el Kremlin, y sus voceros occidentales, los PC de Europa, los acontecimientos de Hungría no eran sino una “insurrección fascista” manipulada por los “imperialistas de occidente”.
Es que esto no es mentira. Los acontecimientos en Hungría eran una insurrección fascista manipulada por los imperialistas de occidente. Por supuesto las cosas son más complicadas que eso. Había muchos movimientos y numerosos grupos, también de izquierda, no vinculados al estalinismo, que participan en los acontecimientos. Pero la influencia de Occidente es innegable. Y por ejemplo hoy en Hungría no la niega nadie (ni los comunistas, ni los anticomunistas), al igual que lo es la influencia fascista. Tampoco digo que comenzara como un movimiento fascista, por supuesto que no, pero se transformó en eso.
El que ha escrito el artículo no tiene la menor idea de lo que pasa (y pasó en Hungría), ha hecho un análisis maniqueo, para apoyar su punto de vista político-social, sin tener ni idea de lo que pasó entonces.
Por cierto, los consejos obreros cobran importancia solamente cuando la "revolución de 1956" es derrotada, no antes (digamos más exactamente, justo cuando la revolución está siendo derrotada).
La insurrección húngara unos la disfrazaron de “obra de bandas fascistas a sueldo de Estados Unidos” mientras que para los otros, la burguesía del bloque occidental, era una lucha por “el triunfo de la democracia”, “de la libertad” y de la “independencia nacional”. Esas dos mentiras se completan para ocultar a la clase obrera su propia historia,
No se trata de mentiras, como mucho de simplificar demasiado la realidad. Pero los grupos fascistas existían y los grupos que luchaban por un sistema democrático al estilo occidental también.
En toda la región, los saqueos, las violaciones y las deportaciones de masas hacia campos de trabajos forzados forman parte del menú sanguinolento de la ocupación soviética
el autor es un payaso que se hace eco de lo que dicen los fascistas. Por supuesto que hubo saqueos, deportaciones y violaciones. Pero eso del "menú sanguinoliento" sobraba. En primer lugar por que la mayoría de las deportaciones fueron de militares, que acabaron en la URSS para reconstruir los mismos pueblos que ellos mismos habían destruído un poco antes (Hungría atacó a la URSS al mismo tiempo que los nazis). Violaciones y saqueos los hubo porque es imposible en unas circunstancias como las que había controlar la situación, pero el gobierno soviético no las fomentó, más bien lo contrario.
en especial de los que habían colaborado con las potencias del Eje, como así había sido con Hungría, el pago de abrumadoras reparaciones
sí, claro, ¿y? ¿qué tenían que haber hecho los soviéticos? ¿dar un abrazo a los húngaros y volverse por donde habían venido? Hungría había atacado la URSS (más de 1 millón de soldados húngaros participaron en la invasión nazi). La URSS estaba destrozada, los soviéticos estaban pasando hambre y penalidades, y los húngaros tenían mucha culpa de eso.
Además fueron medidas temporales y al poco fueron anuladas. Los deportados volvieron a sus casas.
El Estado ruso puede dar salida a su producción vendiendo a precios más elevados que los del mercado mundial, y, en cambio, recaba productos en los satélites a precio de saldo
Esto simplemente es mentira. La URSS vendía petróleo y gas, por ejemplo, a precios muy bajos, muy por debajo del precio mundial. Por cierto, la agricultura húngara no levanta cabeza desde la caída del comunismo porque ha perdido el mercado soviético (pensaban que lo sustituiría el mercado capitalista con precios más altos, pero no ha sido así). Es una de las razones de que la aldea húngara lleve vegetando más de 20 años.
viéndose Hungría obligada por la URSS a transformar la gran mayoría de sus factorías en fábricas de armas
pues yo nunca he oído algo parecido, y eso que vivo en Hungría y he leído bastantes libros de historia de Hungría y sobre la época comunista. Por lo demás, aunque fuera cierto (que lo dudo), eso de "verse obligada" es una valoración. ¿Es que los dirigentes húngaros no querían hacerlo? pero si en esa época estaba a punto de empezar la tercera guerra mundial...
Por cierto, cuando yo hablo con húngaros y me cuentan de los años 50, suelen hablar muy mal... pero reconcen también muchas cosas positivas (por ejemplo la educación para las clases obreras en un país donde la habían tenido antes vedada, por ejemplo). En este artículo no hay ni una sola palabra positiva para el comunismo húngaro de 1950.
En 24 horas, la huelga general, con la fuerza de 4 millones de obreros
difícilmente, teniendo en cuenta que no había 4 millones de obreros en Hungría entonces.
Los barrios obreros acabaron totalmente arrasados y se estima que hubo varias decenas de miles de muertos.
Mentira. Se estima que hubo 3-4 mil muertos, incluyendo comunistas que lucharon contra los "revolucionarios" y 700 soldados soviéticos.
Imre Nagy, pide, sin la menor vacilación, la intervención de los tanques soviéticos para proteger el régimen de la cólera obrera
¿Qué? ¿pero qué se ha fumado el que ha escrito esto? Nagy nunca pidió la intervención de tanques soviéticos. Pidió su retirada. Tampoco dijo lo siguiente de la disciplina socialista.
Nagy, el candidato legítimo de todas las aspiraciones nacionalistas, es incapaz de restablecer la calma. Nunca obtendrá la confianza y el desarme de los obreros, porque, contrariamente a los intelectuales y a una parte del ejército húngaro, los trabajadores, aunque hubieran podido estar contaminados por la propaganda y los cantos patrióticos del entorno, no luchaban por “la liberación nacional”, sino, y sobre todo, se rebelaron contra el terror y la explotación.
Ja, hay algunos que escriben de historia manipulando y amoldando los datos a su visión de las cosas. Este es un ejemplo típico. Nagy es incapaz de restablecer la calma por culpa sobre todo los más extremistas (fascistas). Los consejos obreros, órganos independientes del poder obrero, cobran importancia después de noviembre del 56, no en octubre (que es donde estamos ahora), hasta entonces (noviembre), los obreros no van por su cuenta, y por supuesto no se oponen a Imre Nagy, al que muchos ven como el gobernador legítimo.
El 4 de noviembre, en el mismo momento en que Moscú sustituye a Nagy por Janos Kadar
Moscú no sustituye a Nagy por Kádár. Simplemente Moscú elige a Kádár para reconstruir el régimen soviético en Hungría. La palabra "sustituir" implica que Nagy fuera también marioneta de los soviéticos, pero eso no es cierto, no lo era.
Y todo el peso de ese asalto se hizo sobre las barriadas obreras: Csepel la roja, Ujpest, Kobanya, Dunapentele.
curioso que no se mencione otro típico barrio obrero de Budapest, Angyalföld, que además es el más céntrico de la ciudad (las otras son afueras). Ahhh... es que en Angyalföld la "revolución" anticomunista no se aceptó con mucho entusiasmo...
En cambio se menciona Dunapentele... pero Dunapentele no está en la capital, es una ciudad bastante lejos de allí...(y por cierto entonces se llamaba Sztálinváros).
(Budapest, la insurrección, François Fejtö).
Fejtő es un intelectual a quien respeto profundamente, pero citarlo para hablar de 1956 no es muy lógico porque no sabía mucho del asunto (llevaba muchos años emigrado en Francia, no estaba muy centrado en lo que pasaba en Hungría). Además es bastante subjetivo cuando habla del asunto (era socialdemócrata y muy anticomunista).
Pero hay que añadir otro factor importantísimo: el que aquella revuelta se organizara mediante consejos obreros.
Yo soy partidario de los consejos obreros, pero me niego a falsificar la historia para glorificar su papel. La revuelta no fue organizada mediante consejos obreros. Ni siquiera los partidarios de los consejos obreros en Hungría dicen tal cosa.
En los distritos XIII y XIV se constituye un primer consejo obrero de distrito.
Vaya, no decía unas cuantas líneas más arriba que los consejos obreros habían organizado la revuelta, y ahora me sale que crearon por fin el primer consejo obrero de distrito... ya estamos en noviembre... justo en el periodo final de la revuelta de 1956 (cierto que en el periodo inicial de la actividad de los consejos obreros).
Detrás de la represión kadarista, lo que aparece claramente es la ferocidad del Kremlin en su voluntad de aplastar a la clase obrera.
blablablablabla... narices... los historiadores húngaros no se ponen de acuerdo en si la represión posterior al 56 (que no fue muy brutal, todo hay que decirlo), es culpa de Kádár o de los soviéticos. Pero el autor del artículo ya lo sabe y mucho mejor que ellos.
Para Moscú se trata evidentemente de poner firmes a sus satélites y que olviden sus veleidades independentistas
pues no, el tipo no tiene ni idea de lo que pasó después... precisamente Hungría tuvo un grade de independencia en su política económica muy grande, hasta el punto de que pudo realizar una política de reformas que por ejemplo no le gustaban un pelo a Brezhnev.
El bloque de las grandes democracias, por su parte, dará su consentimiento a la represión. El embajador de Estados Unidos en Moscú, Charles Bohlen, cuenta en sus memorias que el 29 de octubre de 1956, el secretario de Estado John Foster Dulles le encargó que transmitiera un mensaje urgente a los dirigentes soviéticos Jruschev, Bulganin y demás de que EEUU no consideraba a Hungría o a cualquier otro satélite como aliado militar posible. Era una manera clara de decir: “Señores, son ustedes dueños en su casa, les incumbe limpiarla”.
Claro, pero hasta entones habían alentado la revolución contra los soviéticos de cualquier manera. El problema es que ahora tenían que lavarse las manos porque si la URSS consideraba una injerencia en sus asuntos lo sucedido en Hungría, los EEUU podían tener problemas. Por cierto, fue entonces cuando Inglaterra y Francia bombardearon Egipto por el asunto de Canal de Suez, así que no tenían ninguna autoridad moral para plantear nada a la URSS.
Conclusión: en mi opinión, Prometeo, un artículo es muy flojo y tiene una visión muy maniquea de las cosas. He leído artículos mucho mejores sobre la actividad de los consejos obreros en Budapest. Este le pega bien a un facha. Por cierto, ¿de dónde lo has sacado?
Además al autor se le olvidan cosas muy importantes. Una de ellas, es la matanza de la Plaza de la República (ya hemos hablado de ella aquí), en la que una turba fascista asesinó a varios dirigentes comunistas de manera brutal (30 de octubre). Pero claro, es que si habla de esto, entonces ya no podría plantear la imagen de obreros haciendo una revolución, a lo mejor cuadraría más en la de fascistas sedientos de sangre. Así que mejor se la calla.
De este tema ya estamos hablando aquí:
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dejé algunas fotos sobre la matanza de la que he hablado, el que escribió el artículo debería echar un vistazo...
Saludos comunistas.
Prometeo- Camarada
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Gracias por la respuesta NVS Liit, lo cierto es que lo saqué de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] , página que no me cae muy bien, pecan de un antiestalinismo radical, tachando a Cuba de estalinista...etc, lo cual me parece vergonzoso. Sin embargo estuve mirándolo ya que para mi asignatura de Historia en la universidad me han, directamente, obligado a leer un libro sobre esta insurrección escrito por el profesor, y el libro en cuestión supura una cantidad de propaganda anticomunista que me da asco leerlo. Quería conocer los distintos puntos de vista y por eso lo posteé, gracias por la respuesta de nuevo. Por cierto, si no es mucho pedir (y como veo que controlas del tema), qué me puedes decir de Imre Nagy más allá de lo que ya he oído (es decir, revisionista, traidor...)? Gracias!
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No hay de qué, la verdad es que es un tema que me interesa bastante, primero porque cuando era joven la revolución húngara tenía una aureola romántica comunista que la hacía muy atractiva para mí (cuando aún me creía todas las tonterías que cuentan sobre Stalin y sobre la URSS), luego, desde que vivo en Hungría, por ver como se han manipulado las cosas para presentarla con esa aureola de romanticismo que en realidad no tuvo (bueno, claro para, los anticomunistas sí).
Por cierto, ¿quién es tu profesor? ¿cómo se llama el libro?
En cuanto a la revolución en general, como le expliqué a Shenin en el otro tema abierto sobre la revolución húngara, no tengo muy claro todavía qué pensar sobre muchas cosas. Aunque desde luego no acepto esa idea de lucha romántica contra el estalinismo, la influencia fascista y anticomunista es innegable, por mucho que el papel de los consejos obreros sea algo muy a destacar (pero es que su papel comienza cuando la revolución fracasa y los soviéticos y Kádár controlan la situación).
Por lo que respecta a Imre Nagy, su figura para mí ha seguido más o menos el mismo camino que la imagen de la revolución del 56, solo que un paso más adelante (es decir, tengo bastante más claro qué representa su figura). Hubo un tiempo en el que admiré su figura y ví en el una especie de adaliz del "comunismo democrático", hoy tengo mucho más claro que era un arribista.
Un par de cosas sobre Nagy: en realidad pertenecía al nucleo duro de los comunistas húngaros... al grupo de Moscú (igual que Rakosi, pero no Kádár, que se pasó toda la guerra mundial y el fascismo húngaro de cárcel en cárcel). Imre Nagy vivió en la URSS e incluso tenía nacionalidad soviética. Según los archivos soviéticos incluso llegó a denunciar a compañeros ante las autoridades. Después de la guerra en cambio representa al sector más moderado del partido. No te cuento su vida porque seguro que en ese libro que comentas habrá bastante información. Solo una cosa. Durante la matanza de la plaza de la República que mencioné en mi comentario anterior, los defensores de la sede del partido intentaron ponerse en contacto con él, le llamaron por teléfono para pedirle que actuara (él era el primer ministro oficial por aquel entonces), y él pasó olímpicamente de ellos, no envió la menor ayuda, e incluso consideró el asunto como una provocación de los sectores más radicales del partido comunista. Cuando se desatan las persecuciones sangrientas de comunistas es evidente que la revolución húngara está cayendo en la influencia del fascismo; cuando se libera a los presos de las cárceles se hace sin distinción del crimen que hayan cometido, como si todos los presos fueran víctimas de la represión estalinista... pero es que muchos presos eran fascistas que estaban en la cárcel por crímenes de sangre, por crímenes reales, no por la "represión estalinista", además había también delincuentes comunes... son esta gente la que se adueña de las calles. Imre Nagy no hace nada por evitarlo, actúa como cabeza de un gobierno revolucionario, pero va detrás de los acontecimientos sin atreverse a dar pasos atrás o a enfrentarse a su propio movimiento. No es él quien controla la situación (qué diferencia con Lenin en 1917), sino que es la situación la que le controla totalmente a él. No está a la altura de las circunstancias. Quizás por eso es un héroe en la Hungría de hoy. Yo he hablado con gente que vivió la época (o con amigos cuyos padres la vivieron) y cuentan barbaridades que hacían los revolucionarios, muchos me han reconocido que tenían miedo de los salvajes anticomunistas que estaban en las calles (y esto me lo ha dicho incluso gente que estaba a favor de la revolución y de los que no se puede decir que tengan la menor relación con el régimen comunista). En cambio Kádár por ejemplo, que también se contaba como reformista (moderado), y pertenecía al círculo de Nagy, deja de serlo poco a poco cuando ve qué es lo que sucede en el país. Por ejemplo la matanza de la Plaza de la República le afectó mucho (entre otras cosas porque uno de sus amigos íntimos en el partido fue linchado salvajemente por los "revolucionarios", cuando salía desarmado a parlamentar con ellos).
Por cierto, en el texto se menciona un texto de Sándor Kopácsy. No sé si lo dijo o no. Pero este señor, que después de la revolución, era considerado un disidente, después de la caída del régimen comunista ha publicado numerosos libros defendiendo el régimen comunista (el de János Kádár), y se cuenta como uno de los pocos intelectuales húngaros defensores del régimen anterior a 1989 (bueno, ya ha fallecido, así que mejor "se contaba"). Participó en la revolución del 56, fue uno de los principales opositores a Kádár, pero años más tarde (después de la caída del comunismo), consideraría un gran error los sucedido en 1956 y empezaría a ver positivamente la figura de János Kádár.
Un saludo comunista, Prometeo.
Por cierto, ¿quién es tu profesor? ¿cómo se llama el libro?
En cuanto a la revolución en general, como le expliqué a Shenin en el otro tema abierto sobre la revolución húngara, no tengo muy claro todavía qué pensar sobre muchas cosas. Aunque desde luego no acepto esa idea de lucha romántica contra el estalinismo, la influencia fascista y anticomunista es innegable, por mucho que el papel de los consejos obreros sea algo muy a destacar (pero es que su papel comienza cuando la revolución fracasa y los soviéticos y Kádár controlan la situación).
Por lo que respecta a Imre Nagy, su figura para mí ha seguido más o menos el mismo camino que la imagen de la revolución del 56, solo que un paso más adelante (es decir, tengo bastante más claro qué representa su figura). Hubo un tiempo en el que admiré su figura y ví en el una especie de adaliz del "comunismo democrático", hoy tengo mucho más claro que era un arribista.
Un par de cosas sobre Nagy: en realidad pertenecía al nucleo duro de los comunistas húngaros... al grupo de Moscú (igual que Rakosi, pero no Kádár, que se pasó toda la guerra mundial y el fascismo húngaro de cárcel en cárcel). Imre Nagy vivió en la URSS e incluso tenía nacionalidad soviética. Según los archivos soviéticos incluso llegó a denunciar a compañeros ante las autoridades. Después de la guerra en cambio representa al sector más moderado del partido. No te cuento su vida porque seguro que en ese libro que comentas habrá bastante información. Solo una cosa. Durante la matanza de la plaza de la República que mencioné en mi comentario anterior, los defensores de la sede del partido intentaron ponerse en contacto con él, le llamaron por teléfono para pedirle que actuara (él era el primer ministro oficial por aquel entonces), y él pasó olímpicamente de ellos, no envió la menor ayuda, e incluso consideró el asunto como una provocación de los sectores más radicales del partido comunista. Cuando se desatan las persecuciones sangrientas de comunistas es evidente que la revolución húngara está cayendo en la influencia del fascismo; cuando se libera a los presos de las cárceles se hace sin distinción del crimen que hayan cometido, como si todos los presos fueran víctimas de la represión estalinista... pero es que muchos presos eran fascistas que estaban en la cárcel por crímenes de sangre, por crímenes reales, no por la "represión estalinista", además había también delincuentes comunes... son esta gente la que se adueña de las calles. Imre Nagy no hace nada por evitarlo, actúa como cabeza de un gobierno revolucionario, pero va detrás de los acontecimientos sin atreverse a dar pasos atrás o a enfrentarse a su propio movimiento. No es él quien controla la situación (qué diferencia con Lenin en 1917), sino que es la situación la que le controla totalmente a él. No está a la altura de las circunstancias. Quizás por eso es un héroe en la Hungría de hoy. Yo he hablado con gente que vivió la época (o con amigos cuyos padres la vivieron) y cuentan barbaridades que hacían los revolucionarios, muchos me han reconocido que tenían miedo de los salvajes anticomunistas que estaban en las calles (y esto me lo ha dicho incluso gente que estaba a favor de la revolución y de los que no se puede decir que tengan la menor relación con el régimen comunista). En cambio Kádár por ejemplo, que también se contaba como reformista (moderado), y pertenecía al círculo de Nagy, deja de serlo poco a poco cuando ve qué es lo que sucede en el país. Por ejemplo la matanza de la Plaza de la República le afectó mucho (entre otras cosas porque uno de sus amigos íntimos en el partido fue linchado salvajemente por los "revolucionarios", cuando salía desarmado a parlamentar con ellos).
Por cierto, en el texto se menciona un texto de Sándor Kopácsy. No sé si lo dijo o no. Pero este señor, que después de la revolución, era considerado un disidente, después de la caída del régimen comunista ha publicado numerosos libros defendiendo el régimen comunista (el de János Kádár), y se cuenta como uno de los pocos intelectuales húngaros defensores del régimen anterior a 1989 (bueno, ya ha fallecido, así que mejor "se contaba"). Participó en la revolución del 56, fue uno de los principales opositores a Kádár, pero años más tarde (después de la caída del comunismo), consideraría un gran error los sucedido en 1956 y empezaría a ver positivamente la figura de János Kádár.
Un saludo comunista, Prometeo.
Prometeo- Camarada
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Muy interesante lo que comentas. Esta información que aportas me servirá para rebatir a mi profesor sobre este tema. El libro en cuestión es: "La Batalla de Budapest. Historia de la insurrección húngara de 1956" Y los autores son 3: Ricardo Martín de la Guardia, Guillermo Á. Pérez Sánchez (mi profesor) e István Szilágyi. Sinceramente es un libro apestoso.
Y es muy triste lo que ocurre en la universidad. Se supone que estamos dando la llamada "Guerra Fría", pues bien, solo damos un "bando" que te puedes imaginar cuál es. Y no solo eso, si no que del otro, del mundo socialista, lo único que nos aporta son unas fotocopias que ya puedes imaginar de qué palo van, te pongo un ejemplo de lo que pone:
"Los soviéticos a partir de 1948 considerarán el sistema de la URSS asentado en la Europa del Este. El sistema soviético es considerado un sistema de Partido único en el que el partido es el estado y viceversa. Es un sistema totalitario. Los politólogos consideran que las normas constitucionales son mera formalidad y lo que importa es la actuación del partido [...] El partido se visualiza de manera tripartita; en 1er lugar porque el partido usufructa todo el poder. En 2º lugar, como usufructa todo el poder, el partido ejerce el monopolio de la actuación política. En 3er lugar, como ejerce este monopolio, mediatiza el estado y la sociedad."
Esto es lo que nos debemos aprender y vomitar en el examen. Y el mayor problema es que nadie se plantea el criterio histórico ni de los apuntes ni del profesor, lo cual me recuerda a eso que se decía en tiempos franquistas, que la universidad está para aprender, no para pensar....
Y es muy triste lo que ocurre en la universidad. Se supone que estamos dando la llamada "Guerra Fría", pues bien, solo damos un "bando" que te puedes imaginar cuál es. Y no solo eso, si no que del otro, del mundo socialista, lo único que nos aporta son unas fotocopias que ya puedes imaginar de qué palo van, te pongo un ejemplo de lo que pone:
"Los soviéticos a partir de 1948 considerarán el sistema de la URSS asentado en la Europa del Este. El sistema soviético es considerado un sistema de Partido único en el que el partido es el estado y viceversa. Es un sistema totalitario. Los politólogos consideran que las normas constitucionales son mera formalidad y lo que importa es la actuación del partido [...] El partido se visualiza de manera tripartita; en 1er lugar porque el partido usufructa todo el poder. En 2º lugar, como usufructa todo el poder, el partido ejerce el monopolio de la actuación política. En 3er lugar, como ejerce este monopolio, mediatiza el estado y la sociedad."
Esto es lo que nos debemos aprender y vomitar en el examen. Y el mayor problema es que nadie se plantea el criterio histórico ni de los apuntes ni del profesor, lo cual me recuerda a eso que se decía en tiempos franquistas, que la universidad está para aprender, no para pensar....
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Prometeo escribió: El libro en cuestión es: "La Batalla de Budapest. Historia de la insurrección húngara de 1956" Y los autores son 3: Ricardo Martín de la Guardia, Guillermo Á. Pérez Sánchez (mi profesor) e István Szilágyi. Sinceramente es un libro apestoso.
Aquí en Hungría, es todavía peor, y eso que los marxistas son más bien nucleos de intelectuales "refugiados" en la universidad (por ejemplo en la sección de rusística, políticas o económicas). En concreto, el discurso sobre 1956 en Hungría es de vergüenza, no hay más que estudios, películas, conferencias, etc, que muestran lo que le interesa a las clases dirigentes. Es brutal el contraste cuando ve toda las actividades y celebraciones en las que se trata de, poco menos, que héroes mitológicos a los revolucionarios, empezando por Imre Nagy, mientras que luego, al hablar con la gente común, que te cuenta solo sus recuerdos, el punto de vista que ofrecen es totalmente diferente (el miedo a los linchamientos, el terror fascista, etc)- por supuesto no todos lo hacen así, y entre los jóvenes educados después de 1989 predomina esa imagen heróica (producto de un lavado de cerebro impresionante). Así pasa que el nivel de la universidad ha caído en picado, quieren educar borregos que no piensan, y ahí los resultados (en Hungría lo tenemos ya aquí: los jóvenes fascistas de Jobbik como tercera fuerza política en el parlamento).
Yo el otro día estuve escuchando la emisora de radio universitaria, en el que se retransmiten clases de universidad y la clase de historia fue vergonzosa, tuve que apagar la radio por la cantidad de payasadas que decían (empezando, por ejemplo, por acusar de la muerte de comunistas en la Plaza de la República a los propios comunistas).
Gracias por la información sobre el libro. No lo he leído, pero he buscado algo del autor húngaro, y resulta que la única publicación que tiene al respecto es ese libro, al menos según su propio CV (tiene muchas publicaciones sobre la situación en América Latina o en España y Portugal, que parece ser su principal campo de actividad). Ese no es su tema de especialización, lo cual no quiere decir que el libro sea malo, claro está (no lo he leído, no pudo opinar) ... solo remarco que no es experto en la revolución de 1956.
"Los soviéticos a partir de 1948 considerarán el sistema de la URSS asentado en la Europa del Este. El sistema soviético es considerado un sistema de Partido único en el que el partido es el estado y viceversa.
Esto no es del todo cierto, para empezar en 1948 es el año es el que los comunistas toman el poder en muchos países (por ejempo Checoslovaquia o Hungría), antes tenían su influencia, y esta era muy destacable, pero no tenían el poder, así que el sistema no podía estar asentado en 1948.
Por ejemplo Ignác Romsics, el historiador más prestigioso en la actualidad en Hungría (y por supuesto nada comunista), dice en su libro Historia de Hungría en el siglo XX (Magyarország története a XX században. Editorial Osiris, Budapest, 2003. Pag 273): El primer periodo duró desde 1944 hasta 1949. Inmediatamente después de la guerra funcionaba en el país una economía basada en los mecanismos de la propiedad privada y el mercado y en la vida política y cultural se desarrollaba un pluralismo apenas limitado. (...) Este proceso (se refiere al a sovietización del país), (...) acabó en 1949 con la aceptación de la nueva constitución. Lo cual tampoco quiere decir que en 1949 el sistema estuviera asentado.
Por otro lado en casi todos los países comunistas existían varios partidos y organizaciones no comunistas y que se podían presentar a las elecciones.
En mi opinión, tampoco te metas en líos en la universidad, apréndete lo que te digan, suéltales la charla que quieran oir, pero por dentro no te dejes engañar y sé crítico (claro, depende de los profesores que tengas, si te permiten discutir y criticar, genial, pero si no, no te arriesgues a que te suspendan, ya tendrás tiempo después).
Saludos comunistas
NSV Liit- Colaborador estrella
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Testimonio de un comunista húngaro
Sacado de un foro comunista húngaro: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
El usuario Tovaris cuenta:
A mi padre lo habrían fusilado el 4 de noviembre de 1956 (los "revolucionarios"), lo sabemos porque encontraron su nombre en una lista que descubrieron al registrar la casa de un "revolucionario". Por suerte mi padre recibió un soplo antes de eso, así que el 2 de noviembre se marchó a buscar a los soldados soviéticos. Justo a tiempo, porque ese mismo día por la noche llegaron a nuestra casa los "luchadores por la libertad", buscando a mi padre. Registraron toda la casa y pusieron un vigilante. Yo tenía 6 años entonces, no entendía nada de lo que pasaba. Solo después, por el relato de mi padre, supe de verdad lo que pasó. Después de marcharse de casa dio con una unidad de reconocimiento soviética y le llevaron ante un comandante ruso. Le dijeron al comandante que habían encontrado a un húngaro que hablaba perfectamente el ruso, que era ingeniero jefe de la estación de maquinaria de la ciudad cercana y que tenía el carnet del Partido de los Trabajadores Húngaros (comunista), y que afirmaba que era oficial del Ejército Rojo con el grado de capitán. El comandante ruso, llamado Jaritónov, le interrogó detenidamente y luego pidieron información por radio. La comandancia general confirmó los datos de mi padre y ordenó que lo ayudaran, le dieran de comer y ropa de abrigo (como había salido huyendo a toda rapidez no había tenido tiempo de prepararse). Mi padre informó a los soviéticos de los lugares donde se encontraban los "revolucionarios". El 3 de noviembre regresó a nuestra casa, pero vino con los soldados soviéticos. Para entonces el vigilante ya había huido. Instalaron en la casa una estación de radio y desde allí dirigieron el avance de varias unidades soviéticas que venían desde occidente y que a la mañana siguiente ocuparon la ciudad (no dice de qué ciudad se trata, pero no es Budapest, seguro). Los "revolucionarios" desaparecieron sin disparar un solo tiro, se escondieron en los alrededores, pero poco a poco los fueron encontrando. Así pues, el 4 de noviembre no hubo ninguna ejecución.
Desde aquello quedó clara para mí mi filiación política. Desde entonces creo en el comunismo con toda mi fe.
El usuario Tovaris cuenta:
A mi padre lo habrían fusilado el 4 de noviembre de 1956 (los "revolucionarios"), lo sabemos porque encontraron su nombre en una lista que descubrieron al registrar la casa de un "revolucionario". Por suerte mi padre recibió un soplo antes de eso, así que el 2 de noviembre se marchó a buscar a los soldados soviéticos. Justo a tiempo, porque ese mismo día por la noche llegaron a nuestra casa los "luchadores por la libertad", buscando a mi padre. Registraron toda la casa y pusieron un vigilante. Yo tenía 6 años entonces, no entendía nada de lo que pasaba. Solo después, por el relato de mi padre, supe de verdad lo que pasó. Después de marcharse de casa dio con una unidad de reconocimiento soviética y le llevaron ante un comandante ruso. Le dijeron al comandante que habían encontrado a un húngaro que hablaba perfectamente el ruso, que era ingeniero jefe de la estación de maquinaria de la ciudad cercana y que tenía el carnet del Partido de los Trabajadores Húngaros (comunista), y que afirmaba que era oficial del Ejército Rojo con el grado de capitán. El comandante ruso, llamado Jaritónov, le interrogó detenidamente y luego pidieron información por radio. La comandancia general confirmó los datos de mi padre y ordenó que lo ayudaran, le dieran de comer y ropa de abrigo (como había salido huyendo a toda rapidez no había tenido tiempo de prepararse). Mi padre informó a los soviéticos de los lugares donde se encontraban los "revolucionarios". El 3 de noviembre regresó a nuestra casa, pero vino con los soldados soviéticos. Para entonces el vigilante ya había huido. Instalaron en la casa una estación de radio y desde allí dirigieron el avance de varias unidades soviéticas que venían desde occidente y que a la mañana siguiente ocuparon la ciudad (no dice de qué ciudad se trata, pero no es Budapest, seguro). Los "revolucionarios" desaparecieron sin disparar un solo tiro, se escondieron en los alrededores, pero poco a poco los fueron encontrando. Así pues, el 4 de noviembre no hubo ninguna ejecución.
Desde aquello quedó clara para mí mi filiación política. Desde entonces creo en el comunismo con toda mi fe.
Gagarín- Revolucionario/a
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Impresionante el testimonio nos trae NSV Liit.Había por ahí un artículo muy bueno con fotos de los "pacíficos revolucionarios".
Imperialismo soviético y tal...
Imperialismo soviético y tal...
NSV Liit- Colaborador estrella
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He encontrado un interesante texto escrito por un comunista húngaro, hago un resumen porque dice cosas muy interesantes sobre la revolución de 1956.
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Autor del texto original: Mihály János.
(...)
Centrémonos en los acontecimientos concretos. Es seguro que los estudiantes fueron los que comenzaron todo, con una manifestación, primero prohibida, luego permitida. Numerosos documentos demuestran que el objetivo de la manifestación no era acabar con el régimen socialista, sino corregir los errores que se habían producido durante la construcción del socialismo. Lo demuestra también el artículo principal del periodo Debreceni Néplap, del 23 de octubre de 1956, en el que los jovenes universitarios y de secundaria exigen: (20 puntos, pero la frase final resume sus exigencias clara y evidentemente) "Estamos convencidos de que con esta declaración y nuestras exigencias, respetamos los principios básicos del marxismo y con su publicación servimos al desarrollo democrático de la política socialista". Está todo bien claro. No se habla de ningún "cambio de régimen" o de la caída del socialismo. El odio por el socialismo, el marxismo, los comunsitas, el ÁVH (el equivalente al KGB) y los rusos, solo se vuelve normal cuando los delincuentes comunes ocupan las calles, cuando liberan a Mindszenty y este pronuncia su discurso en la radio y cuando la propaganda occidental - unida a la reacción clerical - llega a las masas ingenuas y de buena fe. Ni los estudiantes que se manifestaban pacíficamente ni los obreros concienciados iban por ahí linchando en la calle. (...)
Mientras los estudiantes se manifiestan pacíficamente en la capital y en provincias, a sus espaldas, las fuerzas contrarrevolucionarias inician un ataque armado contra el aeropuerto de Budapest, las estaciones de tren, de radio, los centros de teléfono y los arsenales militares. Por la noche grupos armados y bien organizados asedian el edificio de la radio. Los estudiantes no tienen todavía idea de lo que está pasando.
(...)
Durante el transcurso de los acontecimientos, la composición de las masas que están en la calle se transforma radicalmente. Se abrieron las puertas de las cárceles y fascistas, criminales de guerra, delincuentes comunes, quedan liberados y esperando una definitiva libertad, se unen a los enfrentamientos sangrientos. Pero además consiguen atraer con su demagogia social y nacionalista, a centenares de jóvenes ansiosos de romanticismo y de aventuras (...).
El 30 de octubre asedian la sede del partido en Budapest. Para aumentar el odio y la determinación de las masas extienden rumores de que hay presos en los sótanos de la sede. Después de varias horas de asedio los contrarrevolucionarios irrumpen en el edificio y se comporta de manera vándala con los que están dentro, incluyendo las mujeres. Éva Kállai no quiere caer en manos de los contrarrevolucionarios así que se tira por la ventana, morirá por las heridas al caer. Tenía 40 años y dejó huérfanos 3 niños. Imre Mező, János Asztalos y József Papp fueron asesinados por la multitud, a pesar de ir con una bandera blanca en la mano; habían salido para parlamentar y evitar más derramamiento de sangre. János Asztalos dejó cuatro huérfanos. Durante la defensa del edificio murieron también Péter Lakatos, de treinta y dos años y Lajos Szabó.
(...)
La defensa de la Radio Húngara merece una especial atención. En tiempos de paz el control del edificio se realizaba sin ningún tipo de guardia armada. Tras los trágicos acontecimientos se reforzó la defensa, pero no se les entregó armas. László Kovács, comandante, se presentó voluntario para la defensa. Tampoco disponía de armas. (...) Irrumpieron en el edificio y respondieron a los intentos pacíficos de negociar del comandante, con una ráfaga de disparos. Tenía treinta años. Murió desarmado, víctima de los asesinos. (...)
Lo mismo sucedió con László Magyar, que también salió desarmado del edificio para convencer a las masas. La única respuesta a sus palabras fue un tiro. Tenía treinta y un años. Estos episodios que se sucedieron en numerosas ocasiones durante el 23 de octubre, dejan bien claro de qué lado estaban los asesinos y de cual las víctimas.
(...)
Kálmán Turner participó en la defensa armada de la sede del partido en Pesterzsébet. A finales de octubre junto con algunos camaradas comenzó la reorganización del partido. Un grupo armado irrumpió en su casa y lo asesinaron brutalmente ante la mirada de su esposa y sus hijos.
(...)
Sándor Szalai comandante del Instituto de Historia Militar, luchó también contra los contrarrevolucionarios. Fue asesinado brutalmente junto con su suegro. József Kalmár era presidente del consejo de Csepel. Contra él organizaron una auténtica cacería. Finalmente dieron con él en Királyerdő. Allí acabaron con su vida. Károly Jakab había sido encargado de vigilar el almacen de alimentación de la avenida Gorki, para que no lo robaran los delincuentes. El 29 de octubre, nada más salir de su casa recibió un disparo en el corazón. Tenía 32 años. El 12 de enero de 1957 Imre Bojti pidió en la calle la documentación a un sospechoso, que sacó una pistola y lo disparó a quemarropa. Su esposa sufrió tanto por su muerte que falleció ella también al poco tiempo, dejando tres niños huérfanos.
Están falsificando la historia en relacción a 1956, y no solo lo hace la derecha, también la izquierda-liberal. Por eso debemos sacar los materiales de los archivos para demostrar nuestro punto de vista, y quitar a los grandes "revolucionarios" su careta de héroes. Dejemos claro qué matanza tuvo lugar en el pasaje Korvin o en la plaza del Heno. (...) Mostremos las fotos de los archivos donde es bien visible cómo cuelgan a los comunistas, a los miembros del ÁVH, a cualquiera que fuera sospechoso para esos criminales, o a cualquiera al que llamaran comunista. Pero mostremos también esas fotos en las que se ven sus cuerpos atados a los coches y cómo los arrastran por las calles los verdurgos sadistas, que tras los acontecimientos fueron juzgados con toda justicia, pero que la caída del comunismo ha convertido en héroes. (...)
Quincenal- Novato/a rojo/a
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- Mensaje n°23
El Quincenal de Hungria
Prometeo:
Te escribo desde El Quincenal de Hungria y nos gustaria publicar tu articulo sobre la Revolucion Hungara en nuestro proximo numero. Hacemos una revista en espanol sobre asuntos hungaros desde Budapest, gratis. Te agradeceriamos si nos autorizases a publicarte.
Por anticipado muchas gracias,
Sebastian Santos
Editor
Te escribo desde El Quincenal de Hungria y nos gustaria publicar tu articulo sobre la Revolucion Hungara en nuestro proximo numero. Hacemos una revista en espanol sobre asuntos hungaros desde Budapest, gratis. Te agradeceriamos si nos autorizases a publicarte.
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Sebastian Santos
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Localización : República Socialista Soviética Húngara
Quincenal escribió:Prometeo:
Te escribo desde El Quincenal de Hungria y nos gustaria publicar tu articulo sobre la Revolucion Hungara en nuestro proximo numero. Hacemos una revista en espanol sobre asuntos hungaros desde Budapest, gratis. Te agradeceriamos si nos autorizases a publicarte.
Por anticipado muchas gracias,
Sebastian Santos
Editor
Bueno, contesto yo,
el compañero Prometeo no es el autor del texto, lo sacó de esta página:
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Así que es mejor que preguntes allí, aunque me imagino que no te pondrán ningún problema.
Un saludo.
Gonzales24- Novato/a rojo/a
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- Mensaje n°25
¿Que opinan de la revolución húngara de 1956?
Hola camaradas, está es la primera vez que creo un tema en su foro, y es para hacerles la sencilla pregunta de que opinan de la revolución húngara.
Para el que no lo sepa, esta revolución se llevó acabo durante el gobierno comunista de Hungría, donde (hasta donde yo tengo entendido) el pueblo se reveló en contra del régimen comunista y estalinista, hasta que la URSS llegó y aplastó dicha revolución.
Saludos!
Para el que no lo sepa, esta revolución se llevó acabo durante el gobierno comunista de Hungría, donde (hasta donde yo tengo entendido) el pueblo se reveló en contra del régimen comunista y estalinista, hasta que la URSS llegó y aplastó dicha revolución.
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