Documento para el debate.
Tomado del Blog del PCMLV
El 23 de octubre de 1956, en Hungría estallaron unos sucesos que jamás han sido estudiados desde la óptica Marxista Leninista
Autor: Pedro Meléndez
El compromiso del PCMLV con la historia, nos implica esclarecer los acontecimientos que han sido de gran importancia para la clase obrera mundial. Muchos sucesos que se dieron en el siglo pasado, durante las experiencias socialistas en Europa del este, en la mayoría de los casos, han sido distorsionados por la burguesía y el imperialismo, con sus frenéticas huestes de periodistas y propagandistas al servicio de los intereses del modo de producción capitalista. Otro tanto, ha sido la distorsión de los revisionistas soviéticos y de sus satélites.
Con el golpe revisionista en la URSS por parte de la camarilla encabezada por Nikita Kruschev, comenzó la decadencia del campo socialista. Los Partidos Comunistas de todos los países, empapados por los vicios burgueses y el revisionismo, recibieron con los brazos abiertos a los nuevos “líderes” de la Unión Soviética y se unieron al coro que condenaba los “errores de Stalin”. La llamada “desestalinización” (entiéndase divorcio del Marxismo Leninismo) produjo grandes convulsiones y purgas en los diferentes partidos comunistas, los cuales pasaron a convertirse en revisionistas y kruschevistas.
En la República Popular de Hungría, la situación no fue distinta. La historia de ese pueblo, fue de lucha y sacrificio por conquistar el socialismo. Es importante recordar que en 1919, se instauró mediante la lucha revolucionaria de la clase obrera, la República Soviética de Hungría, encabezada por Béla Kun, que fue invadida por mercenarios blancos de Rumania y otros países hostiles, fue ahogada en sangre, miles de obreros fueron ejecutados, ahorcados y torturados en las plazas públicas. El primero de marzo de 1920, toma el poder el fascismo liderado por Miklós Horthy y se abre una larga época de terror capitalista en ese país con una violenta dictadura de la cual se desconoce el saldo de desaparecidos y asesinados, se conocen datos oficiales que 70.000 personas fueron recluidas en campos de concentración.
El Estado fascista de Horthy, se adhiere a la causa de Adolfo Hitler y los ejércitos húngaros participan en la II Guerra Mundial al lado de los Nazis en la campaña de invasión de Yugoslavia, en la ocupación de Bielorrusia y Ucrania y, en junio de 1941, declaran la guerra a la URSS. No fue sino hasta 1944, cuando la inminente derrota del Reich alemán por parte del ejército soviético y la caída del fascismo italiano por la acción de los guerrilleros comunistas (patigiani), dejó sin apoyo económico y militar al gobierno fascista. Las 59 divisiones del ejército nazi alemán y sus 4 brigadas más el ejército húngaro, fueron barridos por el ejército rojo en despiadados combates que se alargaron desde octubre de 1943 hasta abril de 1944.
Los destacamentos guerrilleros húngaros del Partido Comunista, agrupados en el “Frente Nacional de Independencia” encabezados por los grandes camaradas Matías Rákosy y Erne Geroe que venían desde hacia muchos años luchando en la clandestinidad, aprovecharon esta situación para dar golpes demoledores al Estado fascista. Los más de 300 centros de resistencia y puntos de apoyos creados por los fascistas sólo en la ciudad de Budapest, fueron desmantelados, el 4 de abril de 1944 caía el fascismo en Hungría.
Se formó el gobierno popular, en las elecciones realizadas, el Partido Comunista, fiel defensor del pueblo en las buenas y en las malas fue recompensado y aprobado como el guía de la nación. En un breve plazo de 4 a 5 años, el país fue reconstruido totalmente de los daños de la guerra, en 10 años, la producción industrial superó 3 veces los niveles de anteguerra, se construyeron cerca de 100 nuevas empresas de industria pesada, centenares de fábricas, decenas de nuevas ciudades industriales modernas. En el campo social, la educación y la medicina se convirtieron en gratuitas, la jornada laboral disminuyó, la construcción de viviendas se cuadriplicó, en fin, con la desaparición de la propiedad privada, toda la riqueza nacional ya se canalizó en inversión social, he allí la clave para que un pobre y pequeño país se convirtiera en una potencia en todos los aspectos.
El pueblo Húngaro, bajo el liderazgo marxista leninista de Matías Rákosy, profundamente amigo de Stalin y la Unión Soviética se abría paso en la construcción del socialismo.
Cómo se llegó a los sucesos de 1956.
En la sociedad húngara, aun existían rémoras de las antiguas clases explotadoras, kulaks y burgueses expropiados que todavía gozaban de gran influencia a pesar de no tener derechos civiles y estar sometidos a penas por los tribunales populares. Aparte de eso, también había elementos peligrosos dentro del Partido, en una de las últimas purgas, fueron desenmascarados los criminales anti-partido, encabezados por Lázló Rajk, que fueron llevados a juicio y condenados de manera justa.
En la URSS, por su parte, habían pasado tres años desde la muerte del Gran José Stalin y el PCUS había sido secuestrado por los revisionistas a quienes no les agradaba las posiciones decididamente marxista leninistas de Matías Rákosy. Poco después de la sentencia de Rajk, Matías Rákosy fue sustituido del cargo de Primer Ministro de Hungría por Imre Nagy un conocido reformista que odiaba a Stalin y era uno de los principales aduladores de Kruschev. Sin embargo, Rákosy seguía como líder del Partido y logró frenar todas las reformas capitalistas de Nagy hasta febrero de 1956, cuando Nikita Kruschev da a conocer el “Informe secreto” durante el XX congreso del PCUS.
Matías Rákosy es considerado un “Stalinista” y expulsado del partido, su lugar fue ocupado por otros kruschevista Ernö Gerö, el golpe estaba consumado, la República Popular de Hungría y el Partido del Trabajo fueron secuestrados por el revisionismo. Esta situación fue denunciada enérgicamente por Enver Hoxha (única voz de rechazo al revisionismo soviético), el resto de los partidos llamados comunistas de todo el mundo, incluidos los de América Latina apoyaron la línea de Kruschev sin una sola queja, más bien, por el contrario, dando su firma al XX Congreso del PCUS, pasando por alto las posteriores acciones de los revisionistas soviéticos como en Bulgaria, donde fue destituido el marxista leninista Yugov camarada de lucha de Dimitrov y su puesto lo ocupó el Kruschevista Todor Yivkov y muchos otros casos, donde los partidos comunistas del mundo, pasaron a convertirse en cómplices del colapso del socialismo y del modelo marxista leninista.
A partir de febrero de 1956, con los revisionistas al mando, todos los anticomunistas, trotskistas, enemigos del pueblo y fascistas encarcelados, fueron liberados y reivindicados como “perseguidos políticos”, “víctimas del terror stalinista” y puestos en cargos de dirección del Estado, fueron devueltas las libertades civiles de los antiguos explotadores.
En menos de 8 meses, estos elementos potencialmente anticomunistas, lograron organizar una revuelta de corte fascista que costó la vida a miles de trabajadores, mujeres, ancianos y niños que se manifestaban a favor del modelo socialista. Una marcha estudiantil pacífica, fue aprovechada por los fascistas para colocar camiones con armas, fusiles y granadas, para de esta forma crear focos de violencia que estallaron en un campo de batalla.
El gobierno reformista, que intentaba por medio de la marcha pacífica, aprovechar para hacer cambios sustanciales a favor del capitalismo, no esperaba que las fuerzas clandestinas del fascismo tuvieran tanta fuerza, la jugada salió mal y la situación se le salió de las manos al gobierno kruschevista, quien alarmado hizo el llamado a la URSS para que interviniera militarmente.
Las tropas soviéticas intervinieron, y antes del la primera mitad de noviembre, la contrarrevolución había sido sofocada, los fascistas fusilados y encarcelados, pero los revisionistas se fortalecieron y el camino hacia el colapso de la República Popular de Hungría ya estaba asegurado por parte de la camarilla en el poder.
Carácter de la revuelta fascista
El carácter de los “rebeldes” de 1956 en Hungría fue realmente violento, las hordas fascistas no eran distintas a las huestes de mercenarios que derrocaron al gobierno de Gadafi en Libia ni a las tropas de asalto (SA) nazis de Adolfo Hitler. A las pocas horas de haber comenzado las protestas pacíficas, comenzaron a oírse las detonaciones de granadas y las ametralladoras, los mercenarios se colocaban en techos y desde ventanas de edificios abrían fuego a la multitud para luego, acusar al gobierno. De igual manera, se apoderaron de barrios y fábricas desde donde aumentó la violencia.
La manera de actuar de los contrarrevolucionarios, dejaba claro que no eran parte de las manifestaciones espontáneas, sino que eran direccionadas por manos expertas. De esa forma, fue como varios destacamentos se apoderaban de los principales medios de comunicación para dar reportes distorsionados de los acontecimientos. Decían que el gobierno y los cuerpos de seguridad disparaban a los manifestantes, cuando en realidad eran ellos mismos que asesinaban a grandes grupos de personas inocentes.
Luego del 23 y 24 de octubre, los manifestantes mismos esperaban que las cosas volvieran nuevamente a la normalidad y todos los que habían participado en las protestas volvieron a sus casas, pero las hordas reaccionarias del fascismo ya estaban sueltas, desde allí en adelante, los “rebeldes” no eran elementos descontentos, sino bandas de asesinos y paramilitares sedientos de sangre, que sembraron el terror durante largos días en Hungría.
La contrarrevolución fue cuidadosamente preparada desde las potencias capitalistas, especialmente desde Alemania Federal, donde se preparaban las milicias de Horthystas y toda clase de reaccionarios que iban desde emigrados anticomunistas hasta células de la iglesia católica. Los mercenarios que se contaban en miles, recibían dinero, armas, cámaras fotográficas y eran trasladados desde Austria hasta Hungría con el claro objetivo de tomar el poder.
Otro dato importante, fueron los numerosos vehículos oficiales de la Cruz Roja Internacional provenientes de Austria que llegaban cargados de armas y que fueron desde ese momento asaltados por las tropas soviéticas, lo que causó un escándalo en la prensa internacional que denunciaba al ejército rojo de no respetar a la Cruz Roja, pero ocultaban las imágenes de las requisas de las armas que transportaban los vehículos.
Con el pasar de los días, los fascistas actuaban con mayor descaro y crueldad, la magnitud y el sadismo de sus crímenes era ocultado por los medios de comunicación de occidente y cuando las matanzas de civiles eran demasiado escandalosas, culpaban al gobierno de Hungría. No es de extrañar la crueldad de los contrarrevolucionarios, pues muchos de los participantes, eran ex miembros de las SS y las SA nazis durante la II Guerra Mundial.
El modo de proceder de los “rebeldes” era similar al que hoy día, usan los imperialistas en el Medio Oriente, se creó un “gobierno de transición” que funcionaba en el edificio del periódico “Szabad Nep” y allí se encontraba el Estado mayor de Josef Dudas, un probado fascista y uno de los cabecillas de la contrarrevolución quien exigía ser llamado “Primer Ministro”. En ese mismo edificio, se presentaron periodistas de conocidos medios como The New York Times y otros medios británicos y franceses quienes promocionaban hasta la saciedad al pretendiente a Fuhrer fascista de Hungría.
La llamada “revolución húngara” del 23 de octubre, hoy conmemorada como fiesta nacional en ese país, tiene aún muchas cosas por contar. Una de las primeras acciones de los “luchadores por la libertad”, fue abrir de par en par las cárceles y armar a los delincuentes más peligrosos. Nos preguntamos, ¿Por qué si ese movimiento era una revolución, no se le entregaron las armas a la población más consiente? ¿Por qué no se le dieron armas a la clase obrera y a los campesinos? ¿Por qué fueron los comunistas quienes se dirigieron a las fábricas y armaba a obreros para la defensa de la patria?
Las demandas de los “luchadores por la libertad”, de los “revolucionarios” se hacían más reaccionarias con el pasar de los días: renuncia del gobierno, disolución del partido de los trabajadores de Hungría, ejecución de los líderes del mismo, ruptura inmediata de relaciones con la URSS, aplicación de políticas occidentales, devolución de tierras a los kulaks, anexión de Transilvania y otras regiones de países vecinos, entre otras.
Toda la mentira vomitada por los medios de comunicación internacionales contra el gobierno y el pueblo húngaro y a favor de los mercenarios, es realmente espeluznante, pero revisemos algunos testimonios: Jacosz Silaidy, fascista capturado, comentaba riéndose: “Caí en un destacamento de un capitán vestido de civil. Íbamos a las direcciones que nos daban a ajustar cuentas con los trabajadores de la seguridad del Estado y con los comunistas. Una vez, en el barrio del hotel “Royal” , fuimos a una dirección del tercer piso de una casa. Encontramos al dueño de casa en compañía de su esposa y una muchacha de dieciséis años. El capitán primero apaleó al dueño, luego le arrancó las orejas y con unas tijeras le cortó la nariz. Luego le descargó su automática Mientras, la mujer quiso huir pero uno de los miembros del grupo la volteó de una descarga. Después pensamos qué hacer con la muchacha, y la fusilamos a ella también...”
Los fascistas se dirigieron a un conocido edificio, donde torturaron y asesinaron sin piedad a todos los que allí se encontraban. A quienes llevaban uniforme de policía, a los soldados rasos que prestaban servicio en las tropas de seguridad del Estado (casi todos adolescentes hijos de obreros y campesinos) se les colgaba en los árboles de la plaza de la República en Budapest, a algunos les cortaban la cabeza y a otros les sacaban el corazón.
En Budapest, en el 19° distrito, mataron a Kalman Turner, viejo fundidor de la fábrica cardadora y textil “Hazan”, por haber tomado parte en la defensa del edificio del comité del partido. En este mismo distrito, sacaron de su alojamiento hasta los portones de la casa, al diputado del soviet, Josef Labady y allí lo mataron de un tiro en el vientre.
Los diarios bajo control de los “rebeldes” publicaban todos los días artículos de los jóvenes fascistas, donde describían jubilosos con detalle sus crímenes. En el diario “Magyar Fiuggetlenszeg” un joven describía como habían colgado a un funcionario comunista: “Salió corriendo del sótano de una casa en llamas, llevaba en las manos a un hijito rubio, de cuatro años… No logró salvarse… su cadáver fue colgado de las piernas en un árbol y allí pendió, cubierto de sangre… pálido por los terrores vividos, el niño perdió el conocimiento”.
Los bandidos colgaron 30 hombres en la calle Rakoczy, roseados de combustible y quemados. Luego se determinó que pertenecían a un grupo de poesía que exaltaba la lucha de los comunistas en la II Guerra Mundial, ese era su delito.
Los fascistas abrían fuego contra las mujeres que se encontraban en las filas comprando pan. De igual forma, se describe por los habitantes de Budapest que en una de las calles, los criminales arrojaron a un sótano a un comunista junto con su esposa y los hijos, y después inundaron el sótano de agua. En la plaza situada ante el teatro Erkel los bandidos metieron a la gente en el subsuelo e hicieron saltar todos los pasillos e inundaron el sótano. Los sepultados en vida perecieron de una muerte horrenda. Sacaban los ojos a la gente, quebraban los dedos en sus coyunturas, apaleaban con varillas de hierro y solo por haber simpatizado con las autoridades del pueblo.
A petición del gobierno de Hungría, el ejército soviético interviene a principios de noviembre y logra a costa de muchas bajas tomar el control de la situación. Los culpables, los asesinos y responsables fueron capturados por el ejército rojo, y castigados merecidamente.
Los meses subsiguientes, fueron de persecución a los asesinos y el pueblo húngaro colaboró en la captura de decenas y decenas de criminales. Los imperialistas con su maquinaria propagandística claro está, hacen ver que las únicas jornadas de violencia fueron estas, donde el pueblo tomaba justicia junto al ejército rojo.
La violencia capitalista se vivió principalmente en Budapest, puesto que fue allí donde los imperialistas mejor planificaron las acciones y su objetivo era bastante claro, ocupar la capital, tomar el poder e instaurar un gobierno burgués y servil a los intereses del imperialismo norteamericano y europeo. Sin embargo, en algunas provincias se vieron focos de violencia y asesinatos terribles, pero el pueblo logró detener a los delincuentes y ajusticiarlos sin necesidad de la intervención del ejército soviético.
En Diere, arribó un antiguo gobernante de la época del fascismo horthysta y desde la radio hizo un llamado para formar un contragobierno e “informar a la “Europa Libre” que establecieran relaciones con el nuevo gobierno democrático de transición”. Sus palabras no tuvieron eco en la población, sus panfletos eran quemados por los habitantes de la provincia. Las hordas procedieron entonces, en vista de su impopularidad a implantarse mediante el terror y la sangre.
En Seksarda, otra provincia importante de Hungría, los fascistas tomaron el control del comité nacional y asesinaron degollados a los dirigentes concejales y en su lugar colocaron a ex jefes de la policía horthysta, liberados hacía unos meses como “víctimas del terror stalinista de Matías Rákosy”. Estos criminales inmediatamente comenzaron la matanza y la persecución, asesinando a decenas de personas inscritas en los registros del partido.
El terror se extendió así en todo el país, pero de manera más intermitente, esta fiesta macabra de sangre y muerte, que es conocida por los burgueses como “Democracia” asoló a Hungría, de no ser por la Unión Soviética y su ejército rojo, la “democrática revolución de 1956” hubiera arrasado a este país.
Conclusión
Todo esto es una pequeña muestra de una gran cantidad de barbaridades y violaciones a los derechos humanos por parte de los luchadores por la libertad de Hungría. Las autoridades Kruschevistas tuvieron gran responsabilidad en el desenlace de los acontecimientos, puesto que ellos crearon las condiciones para las protestas del 23 de octubre de 1956, hecho que fue aprovechado por los fascistas y los mercenarios del imperialismo para activar su plan.
Miles de vidas fueron arrebatadas a uno de los pueblos más luchadores del mundo como Hungría, lo curioso del caso es que hoy se ve como asesinos a los soldados soviéticos que sofocaron, exterminaron y ejecutaron a todos los culpables. Los atacados y tachados de criminales por la prensa y por la historiografía oficial, son aquellos que de manera valiente detuvieron esta masacre que estaba sufriendo el pueblo húngaro.
Luego de sofocada la despiadada y sanguinaria contrarrevolución, se comenzaron a medir las pérdidas. El Partido de los Trabajadores de Hungría (Comunista) fue prácticamente exterminado, queda el recuerdo de los funcionarios del Poder Soviético colgados en las plazas junto a sus familiares, las secciones de la juventud comunista fueron arrasadas, los órganos de mujeres y pioneritos comunistas fueron sometidos a las mas inhumanas torturas. Los granjeros y obreros acreditados con carnets comunistas fueron brutalmente asesinados, los trabajadores de librerías comunistas, socialistas y progresistas eran empalados y las librerías quemadas al más puro estilo de los nazis.
Todos aquellos que no pertenecían a organizaciones comunistas, pero que de una manera u otra laboraban por el desarrollo de la patria corrían la misma suerte.
Vemos que el nivel de violencia y de odio que tienen los capitalistas contra los obreros y campesinos avanzados es de una magnitud incalculable. El terror aplicado por los demócratas contra el pueblo de Hungría en 1956, se compara, sin caer en exageraciones, con las devastaciones de Atila (el azote de Dios) contra decenas de pueblos antiguos donde su lema era “donde pasan las hordas de Atila no vuelve a crecer la hierba”; o con las devastaciones aplicadas por las doce tribus o primeros asentamientos de Israel (inspirados y ordenados por Yavé) contra pueblos como Canaán, Jericó, Astod o Ekron, donde cuenta la mitología cristiana de la biblia, que solamente contra los moabitas se asesinaron a 10.000 personas y de lo que el misericordioso Dios ordenó “Ahora pues, deben saber que el señor su Dios es el que marcha al frente de ustedes, y que es como un fuego devorador que ante ustedes destruirá y humillará a esas naciones. Ustedes los destruirán en un abrir y cerrar de ojos…” (Deut. 9,3).
No cabe dudas pues, que cuando los obreros y los campesinos luchan por hacer valer sus derechos, son castigados de manera brutal por los explotadores, lo mismo pasa cuando los explotados toman el poder y cambian los destinos de la sociedad, la burguesía y los reaccionarios permanecen a las sombras, esperando el momento oportuno para bañar en sangre países enteros, los mismo ocurrió en 1948 en Francia, luego en la Comuna de París en 1871, en Alemania en la década de 1920 (República Soviética de Baviera), en Chile 1973 y seguirá ocurriendo mientras los revolucionarios no destruyamos definitivamente el estado de la burguesía.
La lucha de clases es irreconciliable, es a muerte y la burguesía nunca ha perdido la oportunidad de demostrarlo. Por eso, la revolución, si no quiere correr la misma suerte, deberá destruir sin piedad al enemigo, perdonarlos es firmar la sentencia propia de muerte.
En nuestros días, los obreros recuerdan en Hungría esta fecha como una de las más catastróficas y rinden tributo a los heroicos soldados soviéticos que pusieron freno a la carnicería fascista. Sin embargo, el gobierno actual de ese país y las clases dominantes difunden todo lo contrario, se dice reiteradas veces que los malos son los comunistas.
La tragedia del pueblo húngaro es difícil de narrar, ahora la explotación capitalista y la crisis, el desempleo, la pauperización, el hambre y la miseria azotan al pueblo, pero la historia no está escrita, llegará el día en que nuevamente la hoz y el martillo devuelva la grandeza a un país que ha luchado y que ha dado la vida de sus mejores hombres y mujeres por la causa más justa de todas, la nueva sociedad.
Tomado del Blog del PCMLV
El 23 de octubre de 1956, en Hungría estallaron unos sucesos que jamás han sido estudiados desde la óptica Marxista Leninista
Autor: Pedro Meléndez
El compromiso del PCMLV con la historia, nos implica esclarecer los acontecimientos que han sido de gran importancia para la clase obrera mundial. Muchos sucesos que se dieron en el siglo pasado, durante las experiencias socialistas en Europa del este, en la mayoría de los casos, han sido distorsionados por la burguesía y el imperialismo, con sus frenéticas huestes de periodistas y propagandistas al servicio de los intereses del modo de producción capitalista. Otro tanto, ha sido la distorsión de los revisionistas soviéticos y de sus satélites.
Con el golpe revisionista en la URSS por parte de la camarilla encabezada por Nikita Kruschev, comenzó la decadencia del campo socialista. Los Partidos Comunistas de todos los países, empapados por los vicios burgueses y el revisionismo, recibieron con los brazos abiertos a los nuevos “líderes” de la Unión Soviética y se unieron al coro que condenaba los “errores de Stalin”. La llamada “desestalinización” (entiéndase divorcio del Marxismo Leninismo) produjo grandes convulsiones y purgas en los diferentes partidos comunistas, los cuales pasaron a convertirse en revisionistas y kruschevistas.
En la República Popular de Hungría, la situación no fue distinta. La historia de ese pueblo, fue de lucha y sacrificio por conquistar el socialismo. Es importante recordar que en 1919, se instauró mediante la lucha revolucionaria de la clase obrera, la República Soviética de Hungría, encabezada por Béla Kun, que fue invadida por mercenarios blancos de Rumania y otros países hostiles, fue ahogada en sangre, miles de obreros fueron ejecutados, ahorcados y torturados en las plazas públicas. El primero de marzo de 1920, toma el poder el fascismo liderado por Miklós Horthy y se abre una larga época de terror capitalista en ese país con una violenta dictadura de la cual se desconoce el saldo de desaparecidos y asesinados, se conocen datos oficiales que 70.000 personas fueron recluidas en campos de concentración.
El Estado fascista de Horthy, se adhiere a la causa de Adolfo Hitler y los ejércitos húngaros participan en la II Guerra Mundial al lado de los Nazis en la campaña de invasión de Yugoslavia, en la ocupación de Bielorrusia y Ucrania y, en junio de 1941, declaran la guerra a la URSS. No fue sino hasta 1944, cuando la inminente derrota del Reich alemán por parte del ejército soviético y la caída del fascismo italiano por la acción de los guerrilleros comunistas (patigiani), dejó sin apoyo económico y militar al gobierno fascista. Las 59 divisiones del ejército nazi alemán y sus 4 brigadas más el ejército húngaro, fueron barridos por el ejército rojo en despiadados combates que se alargaron desde octubre de 1943 hasta abril de 1944.
Los destacamentos guerrilleros húngaros del Partido Comunista, agrupados en el “Frente Nacional de Independencia” encabezados por los grandes camaradas Matías Rákosy y Erne Geroe que venían desde hacia muchos años luchando en la clandestinidad, aprovecharon esta situación para dar golpes demoledores al Estado fascista. Los más de 300 centros de resistencia y puntos de apoyos creados por los fascistas sólo en la ciudad de Budapest, fueron desmantelados, el 4 de abril de 1944 caía el fascismo en Hungría.
Se formó el gobierno popular, en las elecciones realizadas, el Partido Comunista, fiel defensor del pueblo en las buenas y en las malas fue recompensado y aprobado como el guía de la nación. En un breve plazo de 4 a 5 años, el país fue reconstruido totalmente de los daños de la guerra, en 10 años, la producción industrial superó 3 veces los niveles de anteguerra, se construyeron cerca de 100 nuevas empresas de industria pesada, centenares de fábricas, decenas de nuevas ciudades industriales modernas. En el campo social, la educación y la medicina se convirtieron en gratuitas, la jornada laboral disminuyó, la construcción de viviendas se cuadriplicó, en fin, con la desaparición de la propiedad privada, toda la riqueza nacional ya se canalizó en inversión social, he allí la clave para que un pobre y pequeño país se convirtiera en una potencia en todos los aspectos.
El pueblo Húngaro, bajo el liderazgo marxista leninista de Matías Rákosy, profundamente amigo de Stalin y la Unión Soviética se abría paso en la construcción del socialismo.
Cómo se llegó a los sucesos de 1956.
En la sociedad húngara, aun existían rémoras de las antiguas clases explotadoras, kulaks y burgueses expropiados que todavía gozaban de gran influencia a pesar de no tener derechos civiles y estar sometidos a penas por los tribunales populares. Aparte de eso, también había elementos peligrosos dentro del Partido, en una de las últimas purgas, fueron desenmascarados los criminales anti-partido, encabezados por Lázló Rajk, que fueron llevados a juicio y condenados de manera justa.
En la URSS, por su parte, habían pasado tres años desde la muerte del Gran José Stalin y el PCUS había sido secuestrado por los revisionistas a quienes no les agradaba las posiciones decididamente marxista leninistas de Matías Rákosy. Poco después de la sentencia de Rajk, Matías Rákosy fue sustituido del cargo de Primer Ministro de Hungría por Imre Nagy un conocido reformista que odiaba a Stalin y era uno de los principales aduladores de Kruschev. Sin embargo, Rákosy seguía como líder del Partido y logró frenar todas las reformas capitalistas de Nagy hasta febrero de 1956, cuando Nikita Kruschev da a conocer el “Informe secreto” durante el XX congreso del PCUS.
Matías Rákosy es considerado un “Stalinista” y expulsado del partido, su lugar fue ocupado por otros kruschevista Ernö Gerö, el golpe estaba consumado, la República Popular de Hungría y el Partido del Trabajo fueron secuestrados por el revisionismo. Esta situación fue denunciada enérgicamente por Enver Hoxha (única voz de rechazo al revisionismo soviético), el resto de los partidos llamados comunistas de todo el mundo, incluidos los de América Latina apoyaron la línea de Kruschev sin una sola queja, más bien, por el contrario, dando su firma al XX Congreso del PCUS, pasando por alto las posteriores acciones de los revisionistas soviéticos como en Bulgaria, donde fue destituido el marxista leninista Yugov camarada de lucha de Dimitrov y su puesto lo ocupó el Kruschevista Todor Yivkov y muchos otros casos, donde los partidos comunistas del mundo, pasaron a convertirse en cómplices del colapso del socialismo y del modelo marxista leninista.
A partir de febrero de 1956, con los revisionistas al mando, todos los anticomunistas, trotskistas, enemigos del pueblo y fascistas encarcelados, fueron liberados y reivindicados como “perseguidos políticos”, “víctimas del terror stalinista” y puestos en cargos de dirección del Estado, fueron devueltas las libertades civiles de los antiguos explotadores.
En menos de 8 meses, estos elementos potencialmente anticomunistas, lograron organizar una revuelta de corte fascista que costó la vida a miles de trabajadores, mujeres, ancianos y niños que se manifestaban a favor del modelo socialista. Una marcha estudiantil pacífica, fue aprovechada por los fascistas para colocar camiones con armas, fusiles y granadas, para de esta forma crear focos de violencia que estallaron en un campo de batalla.
El gobierno reformista, que intentaba por medio de la marcha pacífica, aprovechar para hacer cambios sustanciales a favor del capitalismo, no esperaba que las fuerzas clandestinas del fascismo tuvieran tanta fuerza, la jugada salió mal y la situación se le salió de las manos al gobierno kruschevista, quien alarmado hizo el llamado a la URSS para que interviniera militarmente.
Las tropas soviéticas intervinieron, y antes del la primera mitad de noviembre, la contrarrevolución había sido sofocada, los fascistas fusilados y encarcelados, pero los revisionistas se fortalecieron y el camino hacia el colapso de la República Popular de Hungría ya estaba asegurado por parte de la camarilla en el poder.
Carácter de la revuelta fascista
El carácter de los “rebeldes” de 1956 en Hungría fue realmente violento, las hordas fascistas no eran distintas a las huestes de mercenarios que derrocaron al gobierno de Gadafi en Libia ni a las tropas de asalto (SA) nazis de Adolfo Hitler. A las pocas horas de haber comenzado las protestas pacíficas, comenzaron a oírse las detonaciones de granadas y las ametralladoras, los mercenarios se colocaban en techos y desde ventanas de edificios abrían fuego a la multitud para luego, acusar al gobierno. De igual manera, se apoderaron de barrios y fábricas desde donde aumentó la violencia.
La manera de actuar de los contrarrevolucionarios, dejaba claro que no eran parte de las manifestaciones espontáneas, sino que eran direccionadas por manos expertas. De esa forma, fue como varios destacamentos se apoderaban de los principales medios de comunicación para dar reportes distorsionados de los acontecimientos. Decían que el gobierno y los cuerpos de seguridad disparaban a los manifestantes, cuando en realidad eran ellos mismos que asesinaban a grandes grupos de personas inocentes.
Luego del 23 y 24 de octubre, los manifestantes mismos esperaban que las cosas volvieran nuevamente a la normalidad y todos los que habían participado en las protestas volvieron a sus casas, pero las hordas reaccionarias del fascismo ya estaban sueltas, desde allí en adelante, los “rebeldes” no eran elementos descontentos, sino bandas de asesinos y paramilitares sedientos de sangre, que sembraron el terror durante largos días en Hungría.
La contrarrevolución fue cuidadosamente preparada desde las potencias capitalistas, especialmente desde Alemania Federal, donde se preparaban las milicias de Horthystas y toda clase de reaccionarios que iban desde emigrados anticomunistas hasta células de la iglesia católica. Los mercenarios que se contaban en miles, recibían dinero, armas, cámaras fotográficas y eran trasladados desde Austria hasta Hungría con el claro objetivo de tomar el poder.
Otro dato importante, fueron los numerosos vehículos oficiales de la Cruz Roja Internacional provenientes de Austria que llegaban cargados de armas y que fueron desde ese momento asaltados por las tropas soviéticas, lo que causó un escándalo en la prensa internacional que denunciaba al ejército rojo de no respetar a la Cruz Roja, pero ocultaban las imágenes de las requisas de las armas que transportaban los vehículos.
Con el pasar de los días, los fascistas actuaban con mayor descaro y crueldad, la magnitud y el sadismo de sus crímenes era ocultado por los medios de comunicación de occidente y cuando las matanzas de civiles eran demasiado escandalosas, culpaban al gobierno de Hungría. No es de extrañar la crueldad de los contrarrevolucionarios, pues muchos de los participantes, eran ex miembros de las SS y las SA nazis durante la II Guerra Mundial.
El modo de proceder de los “rebeldes” era similar al que hoy día, usan los imperialistas en el Medio Oriente, se creó un “gobierno de transición” que funcionaba en el edificio del periódico “Szabad Nep” y allí se encontraba el Estado mayor de Josef Dudas, un probado fascista y uno de los cabecillas de la contrarrevolución quien exigía ser llamado “Primer Ministro”. En ese mismo edificio, se presentaron periodistas de conocidos medios como The New York Times y otros medios británicos y franceses quienes promocionaban hasta la saciedad al pretendiente a Fuhrer fascista de Hungría.
La llamada “revolución húngara” del 23 de octubre, hoy conmemorada como fiesta nacional en ese país, tiene aún muchas cosas por contar. Una de las primeras acciones de los “luchadores por la libertad”, fue abrir de par en par las cárceles y armar a los delincuentes más peligrosos. Nos preguntamos, ¿Por qué si ese movimiento era una revolución, no se le entregaron las armas a la población más consiente? ¿Por qué no se le dieron armas a la clase obrera y a los campesinos? ¿Por qué fueron los comunistas quienes se dirigieron a las fábricas y armaba a obreros para la defensa de la patria?
Las demandas de los “luchadores por la libertad”, de los “revolucionarios” se hacían más reaccionarias con el pasar de los días: renuncia del gobierno, disolución del partido de los trabajadores de Hungría, ejecución de los líderes del mismo, ruptura inmediata de relaciones con la URSS, aplicación de políticas occidentales, devolución de tierras a los kulaks, anexión de Transilvania y otras regiones de países vecinos, entre otras.
Toda la mentira vomitada por los medios de comunicación internacionales contra el gobierno y el pueblo húngaro y a favor de los mercenarios, es realmente espeluznante, pero revisemos algunos testimonios: Jacosz Silaidy, fascista capturado, comentaba riéndose: “Caí en un destacamento de un capitán vestido de civil. Íbamos a las direcciones que nos daban a ajustar cuentas con los trabajadores de la seguridad del Estado y con los comunistas. Una vez, en el barrio del hotel “Royal” , fuimos a una dirección del tercer piso de una casa. Encontramos al dueño de casa en compañía de su esposa y una muchacha de dieciséis años. El capitán primero apaleó al dueño, luego le arrancó las orejas y con unas tijeras le cortó la nariz. Luego le descargó su automática Mientras, la mujer quiso huir pero uno de los miembros del grupo la volteó de una descarga. Después pensamos qué hacer con la muchacha, y la fusilamos a ella también...”
Los fascistas se dirigieron a un conocido edificio, donde torturaron y asesinaron sin piedad a todos los que allí se encontraban. A quienes llevaban uniforme de policía, a los soldados rasos que prestaban servicio en las tropas de seguridad del Estado (casi todos adolescentes hijos de obreros y campesinos) se les colgaba en los árboles de la plaza de la República en Budapest, a algunos les cortaban la cabeza y a otros les sacaban el corazón.
En Budapest, en el 19° distrito, mataron a Kalman Turner, viejo fundidor de la fábrica cardadora y textil “Hazan”, por haber tomado parte en la defensa del edificio del comité del partido. En este mismo distrito, sacaron de su alojamiento hasta los portones de la casa, al diputado del soviet, Josef Labady y allí lo mataron de un tiro en el vientre.
Los diarios bajo control de los “rebeldes” publicaban todos los días artículos de los jóvenes fascistas, donde describían jubilosos con detalle sus crímenes. En el diario “Magyar Fiuggetlenszeg” un joven describía como habían colgado a un funcionario comunista: “Salió corriendo del sótano de una casa en llamas, llevaba en las manos a un hijito rubio, de cuatro años… No logró salvarse… su cadáver fue colgado de las piernas en un árbol y allí pendió, cubierto de sangre… pálido por los terrores vividos, el niño perdió el conocimiento”.
Los bandidos colgaron 30 hombres en la calle Rakoczy, roseados de combustible y quemados. Luego se determinó que pertenecían a un grupo de poesía que exaltaba la lucha de los comunistas en la II Guerra Mundial, ese era su delito.
Los fascistas abrían fuego contra las mujeres que se encontraban en las filas comprando pan. De igual forma, se describe por los habitantes de Budapest que en una de las calles, los criminales arrojaron a un sótano a un comunista junto con su esposa y los hijos, y después inundaron el sótano de agua. En la plaza situada ante el teatro Erkel los bandidos metieron a la gente en el subsuelo e hicieron saltar todos los pasillos e inundaron el sótano. Los sepultados en vida perecieron de una muerte horrenda. Sacaban los ojos a la gente, quebraban los dedos en sus coyunturas, apaleaban con varillas de hierro y solo por haber simpatizado con las autoridades del pueblo.
A petición del gobierno de Hungría, el ejército soviético interviene a principios de noviembre y logra a costa de muchas bajas tomar el control de la situación. Los culpables, los asesinos y responsables fueron capturados por el ejército rojo, y castigados merecidamente.
Los meses subsiguientes, fueron de persecución a los asesinos y el pueblo húngaro colaboró en la captura de decenas y decenas de criminales. Los imperialistas con su maquinaria propagandística claro está, hacen ver que las únicas jornadas de violencia fueron estas, donde el pueblo tomaba justicia junto al ejército rojo.
La violencia capitalista se vivió principalmente en Budapest, puesto que fue allí donde los imperialistas mejor planificaron las acciones y su objetivo era bastante claro, ocupar la capital, tomar el poder e instaurar un gobierno burgués y servil a los intereses del imperialismo norteamericano y europeo. Sin embargo, en algunas provincias se vieron focos de violencia y asesinatos terribles, pero el pueblo logró detener a los delincuentes y ajusticiarlos sin necesidad de la intervención del ejército soviético.
En Diere, arribó un antiguo gobernante de la época del fascismo horthysta y desde la radio hizo un llamado para formar un contragobierno e “informar a la “Europa Libre” que establecieran relaciones con el nuevo gobierno democrático de transición”. Sus palabras no tuvieron eco en la población, sus panfletos eran quemados por los habitantes de la provincia. Las hordas procedieron entonces, en vista de su impopularidad a implantarse mediante el terror y la sangre.
En Seksarda, otra provincia importante de Hungría, los fascistas tomaron el control del comité nacional y asesinaron degollados a los dirigentes concejales y en su lugar colocaron a ex jefes de la policía horthysta, liberados hacía unos meses como “víctimas del terror stalinista de Matías Rákosy”. Estos criminales inmediatamente comenzaron la matanza y la persecución, asesinando a decenas de personas inscritas en los registros del partido.
El terror se extendió así en todo el país, pero de manera más intermitente, esta fiesta macabra de sangre y muerte, que es conocida por los burgueses como “Democracia” asoló a Hungría, de no ser por la Unión Soviética y su ejército rojo, la “democrática revolución de 1956” hubiera arrasado a este país.
Conclusión
Todo esto es una pequeña muestra de una gran cantidad de barbaridades y violaciones a los derechos humanos por parte de los luchadores por la libertad de Hungría. Las autoridades Kruschevistas tuvieron gran responsabilidad en el desenlace de los acontecimientos, puesto que ellos crearon las condiciones para las protestas del 23 de octubre de 1956, hecho que fue aprovechado por los fascistas y los mercenarios del imperialismo para activar su plan.
Miles de vidas fueron arrebatadas a uno de los pueblos más luchadores del mundo como Hungría, lo curioso del caso es que hoy se ve como asesinos a los soldados soviéticos que sofocaron, exterminaron y ejecutaron a todos los culpables. Los atacados y tachados de criminales por la prensa y por la historiografía oficial, son aquellos que de manera valiente detuvieron esta masacre que estaba sufriendo el pueblo húngaro.
Luego de sofocada la despiadada y sanguinaria contrarrevolución, se comenzaron a medir las pérdidas. El Partido de los Trabajadores de Hungría (Comunista) fue prácticamente exterminado, queda el recuerdo de los funcionarios del Poder Soviético colgados en las plazas junto a sus familiares, las secciones de la juventud comunista fueron arrasadas, los órganos de mujeres y pioneritos comunistas fueron sometidos a las mas inhumanas torturas. Los granjeros y obreros acreditados con carnets comunistas fueron brutalmente asesinados, los trabajadores de librerías comunistas, socialistas y progresistas eran empalados y las librerías quemadas al más puro estilo de los nazis.
Todos aquellos que no pertenecían a organizaciones comunistas, pero que de una manera u otra laboraban por el desarrollo de la patria corrían la misma suerte.
Vemos que el nivel de violencia y de odio que tienen los capitalistas contra los obreros y campesinos avanzados es de una magnitud incalculable. El terror aplicado por los demócratas contra el pueblo de Hungría en 1956, se compara, sin caer en exageraciones, con las devastaciones de Atila (el azote de Dios) contra decenas de pueblos antiguos donde su lema era “donde pasan las hordas de Atila no vuelve a crecer la hierba”; o con las devastaciones aplicadas por las doce tribus o primeros asentamientos de Israel (inspirados y ordenados por Yavé) contra pueblos como Canaán, Jericó, Astod o Ekron, donde cuenta la mitología cristiana de la biblia, que solamente contra los moabitas se asesinaron a 10.000 personas y de lo que el misericordioso Dios ordenó “Ahora pues, deben saber que el señor su Dios es el que marcha al frente de ustedes, y que es como un fuego devorador que ante ustedes destruirá y humillará a esas naciones. Ustedes los destruirán en un abrir y cerrar de ojos…” (Deut. 9,3).
No cabe dudas pues, que cuando los obreros y los campesinos luchan por hacer valer sus derechos, son castigados de manera brutal por los explotadores, lo mismo pasa cuando los explotados toman el poder y cambian los destinos de la sociedad, la burguesía y los reaccionarios permanecen a las sombras, esperando el momento oportuno para bañar en sangre países enteros, los mismo ocurrió en 1948 en Francia, luego en la Comuna de París en 1871, en Alemania en la década de 1920 (República Soviética de Baviera), en Chile 1973 y seguirá ocurriendo mientras los revolucionarios no destruyamos definitivamente el estado de la burguesía.
La lucha de clases es irreconciliable, es a muerte y la burguesía nunca ha perdido la oportunidad de demostrarlo. Por eso, la revolución, si no quiere correr la misma suerte, deberá destruir sin piedad al enemigo, perdonarlos es firmar la sentencia propia de muerte.
En nuestros días, los obreros recuerdan en Hungría esta fecha como una de las más catastróficas y rinden tributo a los heroicos soldados soviéticos que pusieron freno a la carnicería fascista. Sin embargo, el gobierno actual de ese país y las clases dominantes difunden todo lo contrario, se dice reiteradas veces que los malos son los comunistas.
La tragedia del pueblo húngaro es difícil de narrar, ahora la explotación capitalista y la crisis, el desempleo, la pauperización, el hambre y la miseria azotan al pueblo, pero la historia no está escrita, llegará el día en que nuevamente la hoz y el martillo devuelva la grandeza a un país que ha luchado y que ha dado la vida de sus mejores hombres y mujeres por la causa más justa de todas, la nueva sociedad.