Bien propio de Feinmann que tiene esa visión negativa del comunismo, siendo que en otras ocasiones rescata a Marx, pero en función de su planteamiento de defensa del modelo nac & pop (el de Perón, porque el Kirchnerismo pasa por otro lado).
"El problema que tiene Lenin, que es el tuvo Mariano Moreno (???), es que Lenin no tiene proletariado industrial."
Mariano Moreno representaba la vanguardia revolucionaria jacobina en el Río de la Plata, Feinmann se encarga de atacarlo en otras oportunidades, y lo compara con Lenin en esas mismas. El papel de la vanguardia revolucionaria, o de los radicalismos maximalistas le molestan según lo que deja entrever.
Domingo, 18 de abril de 2010
Cómo se conquistó el pacto neocolonial
Por José Pablo Feinmann
Alguien tan inteligente como el marxista peruano José Carlos Mariátegui –un marxista como no hemos tenido ni uno aquí salvo Milcíades Peña, pero mucho después– jamás consideró que humillaba a su patria (Perú) ni a la entera América latina por considerar que: “Enfocada sobre el plano de la historia mundial, la independencia sudamericana se presenta decidida por las necesidades del desarrollo de la civilización occidental o, mejor dicho, capitalista” (José Carlos Mariátegui, Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, Ediciones El Andariego, Buenos Aires, 2005, p. 16). Y añade: “Mr. Canning, traductor y ejecutor fiel del interés de Inglaterra, consagraba (...) el derecho de estos pueblos a separarse de España y, anexamente, a organizarse republicana y democráticamente. A Mr. Canning, de otro lado, se habían adelantado prácticamente los banqueros de Londres que, con sus préstamos –no por usurarios menos oportunos y eficaces–, habían financiado la fundación de las nuevas repúblicas” (Ibid., p. 17). Pero hay quienes afirman que la Revolución de Mayo (a diferencia de las otras de América) tomó el espíritu de las Juntas populares españoles que luchaban contra la España absolutista, hasta 1810. Luego los ejércitos de Bonaparte las borraron del mapa. Pero la Junta de Buenos Aires sería hija de ese espíritu que encarnaron las Juntas Populares. Incluso se llega a afirmar que Cornelio Saavedra (que es el villano de nuestra revolución) no se proponía, como Moreno y sus compañeros: que eran básicamente dos, Castelli y Belgrano, cambiar el orden social establecido, sino cambiar simplemente de virrey. Corrijamos esto: no se puede comparar a las Juntas Populares de la España rebelde, popular y antibonapartista con la mera, individual, Junta de Mayo, que proponía un Ejecutivo mínimo y quedó descalabrada no bien ese Ejecutivo se amplió. Por otra parte, la Junta de Mayo nunca fue popular ni tenía cómo serlo. Moreno, que deseaba ser Robespierre, carecía de una burguesía revolucionaria. Tenía a unos tenderos, a unos mercaderes del puerto que deseaban importar mercancías del exterior e introducirlas en el país. Y a unos terratenientes que buscaban mercados externos donde vender su trigo y sus vacas. De aquí que estuvieran en contra de España. Sólo porque no querían esclavizarse a un mercado único, sino vender a otros. Sobre todo al resto de Europa, que era, para ellos, la verdadera Europa. San Martín llega al país en una nave que lleva por nombre George Canning. Los brillantes intelectuales de la generación del ’37 proponen cambiar el español por el francés. Sarmiento en Recuerdos de provincia, escribe que 500 años de dominio “terrífico” de la Inquisición se teme que hayan achicado el cerebro español. En sus Viajes: “He estado en Europa y España”. Todo está claro: las revoluciones de América del Sur tuvieron como objeto salir del dominio español (algo que lograron con batallas tan heroicas como las de Maipú y Ayacucho) y tener la libertad de formar parte del desarrollo del occidente capitalista. Cito (para que no se enojen sólo conmigo los que imaginan a un Moreno y a un Castelli prefigurando a un Ernesto Guevara) a Milcíades Peña: “La llamada ‘revolución’ tuvo un carácter esencialmente político. Lo que Mariátegui observó en Perú vale para toda América latina: La revolución no representó el advenimiento de una nueva clase dirigente, no correspondió a una transformación de la estructura económica y social” (Milcíades Peña, Antes de Mayo, Ediciones Fichas, 1970, p. 76). Alberdi, José Luis Busaniche, el entrañable y riguroso Salvador Ferla, el biógrafo de Moreno Boleslao Lewin y muchos otros.
Pero deseo agregar un par de elementos fundamentales. Dejo de lado los pasajes del Plan de Operaciones en que Moreno sugiere entregar la isla de Martín García a Inglaterra para que nos proteja o sus exultaciones sanguinarias (típicamente jacobinas) o sus elogios a la delación. Vamos a otra cosa. Moreno no tenía lo que tuvo Robespierre: una burguesía revolucionaria. Por consiguiente, todas sus brillantes ideas revolucionarias (la expropiación de las grandes fortunas, por citar una) giraban en el vacío. Tampoco era heredero de las Juntas españolas porque su Junta era una y no tenía arraigo popular. Esta figura que dibuja Moreno (la del ideólogo revolucionario sin clase social que en que apoyarse) será también la de Lenin: el revolucionario socialista sin proletariado urbano. Lenin tenía un problema muy simple: si quería hacer la revolución siguiendo las indicaciones de El Capital tenía que esperar 50 años. Que la burguesía se desarrollara y diera origen al proletariado revolucionario. Jamás. Ideó la teoría de la vanguardia. Una élite de intelectuales (que conocían las leyes del desarrollo histórico) formarían un partido de vanguardia y entregarían al proletariado la “ideología revolucionaria” evitando así el pasaje por la etapa capitalista. Esa sería la “dictadura del proletariado”, pero dirigida por una vanguardia que ejercería una tutela ideológica sobre ese proletariado modelando su conciencia revolucionaria y ahorrándole el pasaje por el infierno de la etapa capitalista. Todo esto tenía que terminar mal. El Partido de Vanguardia se convierte en Partido de la Burocracia. La teoría revolucionaria en dogma. El Partido elige a un líder. El líder se transforma en dictador y da inicio a la etapa del culto a la personalidad. Lenin no vio esto porque se había muerto, pero el diagrama le pertenece. Moreno razonaba de un modo similar. No tenemos una clase social que nos apoye. No importa: la vanguardia hará la revolución. Escribe en el Plan de Operaciones: “Los pueblos nunca saben, ni ven, sino lo que se les enseña y muestra, ni oyen más que lo que se les dice” (La cita está en Filosofía y Nación, difícil de conseguir en estos momentos pero en breve saldrá una edición nueva). Esta frase la ha dicho el numen, la deidad inaugural del periodismo argentino. Hoy, más que nunca, nuestro periodismo cree en ella y trata de ejercerla. (Cada vez, creo, con menos eficacia: las reiteraciones terminan por volverse cruelmente en contra de los reiteradores ante el aburrimiento de los que las reciben pasivamente hasta que advierten que si “mil repeticiones hacen una verdad”, como decía Goebbels, dos mil despiertan la sospecha del engaño.) Pero la ausencia de masas en su proyecto, la ausencia de una clase social poderosa que lo apoye determina su derrota. Cuando escribí el capítulo sobre La Razón Iluminista y la Revolución de Mayo en Filosofía y Nación corría el año 1975. Día a día, en medio de un reflujo de masas más que evidente, la Orga de los Montoneros se había trenzado en una lucha a muerte con las bandas de la Triple A. Fue escrito contra la práctica vanguardista y fierrera de los montos. Ese fue el disparador. Me apoyé centralmente en Ferla, pero esperaba –si en algún momento retornaba la posibilidad de discutir estos temas– exhibirle al vanguardismo montonero sus similitudes con la soberbia morenista. Me dediqué entonces a garabatear algunas consignas morenistas inspiradas en las de la Orga de Firmenich y los suyos. Algunas –además de divertidas– son seriamente conceptuales: Que se sepa/ Que se sepa/ Castelli se curó/ pa’ decirle a los gorilas/ la puta que los parió. O también: ¡Guillotina! ¡Guillotina!/ Para los hijos de puta/ que vendieron la Argentina. O si no: Con Moreno en el alma/ Castelli en el corazón/ Haremos de l’Argentina/ La gran patria jacobina. O por qué no: Si Moreno viviera/ Sería conducción/ Sería lucha armada/ Para la liberación. Aunque: ¿le cedería Firmenich la conducción a Moreno? Una más: Mayo argentino/ Mayo morenero/ Mayo argentino/ Mayo montonero. Otra: Liniers, Liniers/ Gallego y franchute/ Te quisiste rebelar/ Moreno y Castelli/ Te hicieron recagar. Y la última: Si Evita viviera/ sería morenera.
En suma, las “revoluciones” de América latina lo fueron –por completo– respecto de España. Había que expulsar a los godos de un continente que deseaba entrar en la modernidad capitalista. Desde esta perspectiva, la lucha fue a muerte y fue triunfal: el poder español se retiró. Fue derrotado –por el glorioso general Sucre en 1824 en la batalla de Ayacucho– el poder colonial al que estábamos sometidos. Se inicia, a partir de ahí, el pacto neocolonial. América latina se transforma en un continente de monocultivo para cubrir a bajos precios las necesidades de las industrias británicas. Inglaterra, taller del mundo, nos dará todas las mercancías que necesitemos. Pero esa es otra historia. Y no disminuye la grandeza de San Martín, que acaso vino al Plata en la corbeta George Canning para llevar a cabo esa y sólo esa tarea: echar a los godos, derrotar el atraso, abrir las puertas de la modernidad occidental. Acaso en Guayaquil –si Bolívar le confío sus sueños sobre la gran nación bolivariana– le dijo no, lo que yo vine a hacer a este continente ya está hecho. Y se fue. El resto es otra historia. La de la Revolución de Mayo es la que acabamos de narrar.
© 2000-2012 www.pagina12.com.ar|República Argentina
Bueno, el texto tiene mucho que rebatir, de hecho me acordaba del mismo por el impacto que me generó cuando lo leí, impacto en el que por poco no le mando una carta a Página12. Voy a centrarme en la cuestión de Moreno, dado que es mucho menos estudiada que lo que menciona de Lenin (mucho más fácil de rebatir, no por la crítica, sino por la liviandad con que lo trata, la cual deja muchos flancos para la contraargumentación).
Su menosprecio a Moreno como revolucionario, se entiende por su carácter radical (más radical de lo que la época permitía, se supone). Sin embargo, si leemos obras como La Contra o Hacendados en Armas (las cuales cité varias veces), queda demostrado de sobremanera, que existía una burguesía con características revolucionarias. Claro, esta no tendría ni las características, ni la similitud, ni la forma de la burguesía revolucionaria francesa o de la yanqui, dado el relativamente reciente y pequeño desarrollo del Río de la Plata. Ahora, no se puede desconocer en Moreno y su Plan de Operaciones, el verdadero programa revolucionario que intentaba desarrollar junto a Castelli y otros en el Río de la Plata. Tampoco se puede desconocer que la Guerra de la Independencia no solo fue un hito emancipador sino que poseía características de Guerra Revolucionaria. Esto nos lleva a un punto final, en el que los que se imponen son finalmente los sectores más conservadores de la burguesía, dada que la misma, por sus características (reaccionaria luego de su triunfo revolucionario) siempre se decanta por el "programa mínimo", por así decirlo. Solo en el caso del Paraguay encontramos a alguien que implementa un programa radical, que es el Doctor Francia (gracias al cual el Paraguay alcanza un desarrollo industrial diferencial al de la Argentina), pero que termina sepultado por fuerza del imperialismo británico, y sus ejércitos mercenarios y genocidas Argentinos-Brasileros.
Hay que hacer una salvedad y donde se podría entrar en debate, es si efectivamente la revolución de Mayo fue o no una revolución completa, pero no poner en el paredón a los sectores revolucionarios por "no entender la situación y ser demasiado radicales".
Cabe destacar que muchos sectores Nac&Pop, detestan a Moreno dado que apoyan a Liniers, por ser el "caudillo" popular, y Moreno el intelectual antipopular dueño de la verdad absoluta (si se quiere un paralelismo a groso modo entre Perón y el PC), al que califican de agente probritánico (ignorando que fue envenenado por los británicos). Otros por el contrario (dentro de la línea nac & pop), con una formación más de izquierda, como Norberto Galasso, rescatan la figura de Moreno, y el Plan Revolucionario de Operaciones, por su carácter radical y determinante para con la clase desplazada, y que de aplicarse hubiera significado un desarrollo "moderno" de Argentina (industrial, etc). Desde las organizaciones de izquierda en general se rescata la figura de Moreno, no por que sea un Che Guevara, como ridiculiza Feinmann, sino por su carácter revolucionario para la época que se analiza.
Pero por sobre todo, lo que Feinmann ataca, que comparten todos a quienes se encarga de criticar (como algo fundamental), es el papel de la violencia revolucionaria. El Plan de Operaciones, no es otra cosa que la aplicación de la violencia revolucionaria con todas las letras.