De cómo el PTA se alejó de sus posiciones marxista-leninistaspublicado por el blog
Crítica Marxista-Leninista El proceso de degeneración del socialismo y restauración del capitalismo en Albania tuvo como elemento fundamental el proceso de degeneración del propio Partido del Trabajo. En el presente texto, un discurso de 1997 en Italia, Nexhmije Hoxha realiza una descripción de algunos momentos importantes de la crisis del PTA y de Albania. Había sido recién liberada de la prisión de cinco años, a la que fue arrojada por la reacción fascista, y se encontró con el pueblo albanés en insurrección. La autora reconoce que hasta entonces nadie, ni ella misma, ha realizado el análisis profundo de lo que ocurrió y seguía ocurriendo en Albania. Este texto sólo puede ser considerado como una descripción incompleta y breve de lo que aún queda por analizar. En el pie del presente artículo, se puede descargar también nuestra versión de la carta de Hysni Milloshi -secretario del Partido Comunista de Albania- dirigida a Ludo Martens, en 1997, en el que se destacan algunos ideas importantes en relación con la unidad del movimiento comunista internacional.
De cómo el Partido del Trabajo de Albania se alejó
de sus posiciones marxista-leninistas
Nexhmije Hoxha
Discurso pronunciado en la ciudad italiana de Teramo
(1997)
Se sabe que uno de los principios fundamentales del comunismo es el papel dirigente del Partido Comunista en la organización, dirección y realización exitosa de la revolución proletaria y de la construcción del socialismo.
La experiencia y la realidad de Albania atestiguan la consistencia de la tesis leninista, no sólo desde el punto de vista teórico sino también del práctico. Desde la fundación del Partido del Trabajo de Albania en 1941, el pueblo albanés luchó contra los ocupantes nazifascistas, bajo la dirección de ese partido y del camarada Enver Hoxha, desarrolló paso a paso la revolución popular, estableció el poder de democracia popular según los principios de la dictadura del proletariado, y construyó el socialismo.
No voy a detenerme aquí en el período de 45 años de la construcción del socialismo en Albania, ya que los resultados obtenidos bajo la dirección del Partido del Trabajo y del camarada Enver Hoxha son más o menos conocidos, y el tiempo del que dispongo no me lo permite. En realidad, tengo en mente exponer los aspectos negativos de la dolorosa experiencia de Albania, de lo que sucede cuando el partido de la clase obrera abandona la lucha por la defensa de los principios leninistas, se deja atraer por las consignas y las alternativas de los revisionistas modernos, renunciando así no sólo a su papel hegemónico sino llegando hasta el punto de negarse a sí mismo.
¿Cómo sucedió todo esto? ¿Por qué el Partido del Trabajo de Albania se alejó de las posiciones marxista-leninistas?
En 1985, el pueblo albanés y el Partido del Trabajo perdieron a su guía, Enver Hoxha. Fue precisamente en 1985 cuando en la Unión Soviética Mijaíl Gorbachov se puso al frente del Estado soviético y con sus ideas sobre la Perestroika y la Glasnost, fue, de hecho, más allá que el revisionista antileninista y antistalinista Nikita S. Jruschov.
Enver Hoxha no vivió para luchar contra Gorbachov, pero hasta sus últimos días luchó con la ejemplar determinación de un gran revolucionario marxista-leninista, denunciando abiertamente los peligros que el revisionismo moderno causaba al movimiento obrero, y en especial los peligros provenientes del revisionismo alimentado e inspirado por la dirección del primer primer país de la revolución proletaria, de la edificación socialista y comunista. Con respecto a su país, Enver Hoxha no se limitó únicamente a esta lucha en el plano ideológico, sino que siempre denunció el peligro que amenazaba la independencia de Albania socialista en los planos económico, político y militar, derivado de las intenciones de la nueva superpotencia imperialista soviética.
A la llegada de Gorbachov al frente de la Unión Soviética, con sus reformas tan aplaudidas como exageradas por los círculos imperialistas, por las cancillerías occidentales y por la prensa burguesa mundial, aparecieron las primeras grietas en el país creado por Lenin y Stalin, en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, en el país que había salvado al mundo de la Alemania nazi, que fue la esperanza de los pueblos del mundo y del movimiento obrero internacional, que siempre había apoyado sus luchas por la libertad, la independencia, por sus derechos nacionales y sociales. Gorbachov y sus colegas no sólo atacaron las bases del Estado creado por la Revolución de Octubre, sino que sirviéndose de sus teorías antileninistas, destruyeron los lazos fraternales y las situaciones internas en los países de democracia popular. Le dijeron al imperialismo norteamericano y al gran capital occidental: “hagan lo que quieran”.
Gorbachov afirmó su traición antileninista con el discurso que pronunció hace diez años, con motivo del 70º aniversario de la Revolución de Octubre. Para nosotros está claro todo lo que ocurrió y sigue ocurriendo en la antigua Unión Soviética después de esa estrepitosa caída y del apartamiento de la línea leninista, caída que el propio Gorbachov no pudo resistir, dando paso a los Yeltsin para que éstos consumen la traición hasta el fin, reduciendo a la Unión Soviética a un país sin el peso político y militar que tenía, abandonándola en un completo caos económico, moral y social.
Pero es el momento de hablar de mi país, donde ha ocurrido un desastre sin precedentes. Que yo sepa, nadie hasta la fecha ha realizado un análisis profundo y general de lo que ocurrió y sigue ocurriendo en Albania. No es fácil hacer este análisis debido a que los factores internos y externos son numerosos, y los vínculos entre ellos son obvios, pero también es indiscutible que hubo entre bastidores escenarios y planes imaginables pero que hasta el momento se desconocen.
Yo misma no me dediqué a ese trabajo, porque después de 1991 estuve presa durante más de cinco años, y cuando apenas había sido liberada ocurrieron los indeseables sucesos de 1997, período en el cual estuve prácticamente aislada, siendo imposible moverme y encontrar a quién yo quisiera. Pero de lo que pude entender y seguir de los acontecimientos en Albania, trataré de presentar de manera incompleta, sólo algunos momentos cruciales que influyeron en la crisis de Albania.
No voy a detenerme en la descripción de los antecedentes históricos y de las circunstancias que influyeron en la crisis de Albania, ni en la catastrófica situación resultante.
En sus análisis el camarada Enver Hoxha subrayó que el establecimiento de los revisionistas en el poder llevaría a la degeneración del socialismo y a la restauración del capitalismo, que esos partidos estaban en el fango de la socialdemocracia, que el revisionismo moderno se convertiría en un nido de gatos. El curso de los acontecimientos que estamos viviendo le da completamente la razón con respecto a estas predicciones.
Por desgracia, su Partido no se adhirió estrictamente a las enseñanzas leninistas sobre el indiscutible papel dirigente del Partido como vanguardia de la clase obrera. No valoró la importancia de sus advertencias sobre los peligros del revisionismo moderno resucitado que amenazaba al socialismo en los países donde se estaba construyendo y a todos los partidos comunistas y obreros del mundo.
La dirección de nuestro Partido se separó de nosotros en el momento en que las fuerzas políticas de la gran burguesía capitalista de los países industrializados estaban en el apogeo de su actividad para asestar un golpe demoledor a las fuerzas comunistas, sobre todo en los países en donde éstas estaban en el poder.
Es de esta manera que la presión euro-atlántica también se hizo sentir sobre nosotros. Funcionarios de alto rango llegaban a Albania e insistían en que “Albania cambie de vía”. La respuesta de nuestra dirección era: “Albania debe ser aceptada tal como es” (se trataba de la Comunidad Europea, del Convenio de Helsinki, OSCE, etc.). Sin embargo, “el cuartel general” anticomunista, bajo la dirección de los Estados Unidos, que organizaba la última batalla para derrocar el sistema “socialista-comunista” en la Unión Soviética y en los países de Europa del Este, no podía soportar la obstinación de los albaneses. Organizó, entonces, una quinta columna. Las amenazas políticas y económicas llegaban así, tanto del Este, de los “ex-amigos”, como del Oeste, y se sucedían una tras otra. Era la época en que caía el Muro de Berlín. En Rumania ocurrían los procesos y los fusilamientos espantosos. La Red Italiana de Televisión (RAI) continuaba engañando a los jóvenes albaneses con la publicidad de una vida paradisiaca.
Los comunistas honestos se esforzaron por mantener, durante el año 1990 y con toda la firmeza posible, las principales posiciones encarnadas en la Constitución de la República Popular de Albania del año 1976, que Enver Hoxha nos dejó como legado.
La verdad es que durante este período la situación económica del país no era satisfactoria debido a razones objetivas y subjetivas, que no voy a mencionar aquí. Los elementos que organizaron manifestaciones turbulentas en nombre de la democratización del país, atrajeron el descontento de muchos colectivos de la clase obrera, a los que ya no se aseguraba la materia prima para la producción, y de los jóvenes que no encontraban trabajo como antes.
Nos encontrábamos bajo una extraordinaria presión, tanto interna como externa. Se insistía especialmente en la revisión de la Constitución, se exigía la supresión del papel dirigente del Partido del Trabajo y la permisión del pluralismo político; la supresión de la ideología marxista-leninista como guía de nuestro Partido y de nuestro Estado; la introducción en el país de sociedades anónimas y créditos externos; el establecimiento de relaciones diplomáticas con los Estados Unidos; la apertura de las instituciones religiosas; y la liberación de los presos políticos.
Entre todas estas exigencias, había algunas que podíamos aceptar, pero eran de importancia secundaria. Se exigía que renunciáramos a la vía marxista-leninista, al socialismo, que retrocediésemos al pasado, que restaurásemos el capitalismo, con todos sus fundamentos y estructuras. En medio de esta encrucijada, la dirección del Partido se encontraba en discordia. La mayoría era fiel a la línea de Enver Hoxha. Lo mismo ocurrió en las organizaciones del Partido. Sin embargo, el Primer Secretario del Comité Central y otros dirigentes no compartían el mismo punto de vista. Él tomó dos decisiones fatídicas para el Partido: primero, en un discurso personal, sin pedir la aprobación del Buró Político, sin someterse a la votación del Pleno del Comité Central, dio la orientación de abrir las reuniones de las organizaciones del Partido a cualquier persona que quisiera participar, dándole el derecho a intervenir en los debates pero sin la obligación de los miembros del Partido. Por lo general, en las reuniones de las organizaciones de base de las empresas, escuelas, cooperativas, etc., e incluso en las sesiones plenarias del Comité Central, en que se discutían importantes problemas económicos y científicos, siempre se invitaba a expertos de reconocido prestigio que no eran miembros del Partido, pero nunca a cualquiera que lo quisiera, como si las organizaciones del Partido fuesen clubes con entrada libre. Los comunistas reaccionaron mal frente a esta decisión. De hecho, la vida del Partido fue destruida y, durante los acontecimientos posteriores, éste llegó a ser liquidado para ser sustituido por un nuevo partido, que en el X Congreso de junio de 1991 tomó el nombre de Partido Socialista. La mayor parte de los comunistas, así como la mayoría de los delegados, creyó que este partido sería el continuador del Partido del Trabajo e incluso propusieron diferentes nombres, como Partido Renovado, etc. En ese mismo Congreso se dio el segundo golpe demoledor al Partido del Trabajo. Me refiero a cómo se preparó el Congreso, cómo se desarrolló, a sus entre bastidores, y sobre todo a la elección del nuevo Comité Central y a los poderes que se le dio.
El Congreso y su informe no fueron preparados por el Comité Central, que era considerado conservador, sino por una comisión especial, en el que participaron los miembros liberales –llamémoslos así– del Comité Central y otras personas nombradas por el Primer Secretario. No habiendo sido aprobada por el Comité Central, sobre todo por sus críticas a Enver Hoxha, la comisión exigió la disolución del Comité Central a sólo cuatro días del inicio del Congreso. No estuvimos de acuerdo porque esto estaba en conflicto con el Estatuto del Partido. La comisión organizó el trabajo de tal manera que en el Congreso se desacreditara a los miembros más antiguos del Buró Político, así como a los comunistas más firmes, haciendo uso de acusaciones bajas sin carácter político y que sirvieron de base a las acusaciones que Sali Berisha les imputó más tarde cuando su gobierno los encarceló. El partido que fue creado en ese Congreso celebró otro congreso en el que fundó un Partido Socialista de tipo occidental, que envió su primer documento a Betino Craxi, de la Internacional Socialista Europea. Es comprensible que, en esas condiciones, el electorado que aún continuaba votando por el Partido del Trabajo quedase desorientado y una buena parte de él diese su voto –en las elecciones del 22 de marzo 1992– al Partido Democrático, diciendo: “veamos lo que este partido va a hacer”. Y el pueblo vio lo que hizo este partido y pagó, al precio de vidas humanas y angustias interminables, la decisión que tomó en esa elección. Durante todos esos años también conoció al Partido Socialista, que, estando en posiciones socialdemócratas, hizo una transición hacia el centro-derecha, como él mismo reconoce, en coalición con otros partidos en el gobierno.
La mayoría del pueblo, tomando conciencia de su responsabilidad, se levantó en revueltas para recuperar los derechos perdidos.
¿Qué le dio Sali Berisha a Albania
en los cinco años que estuvo en el poder?
En diciembre de 1990, un grupo de estudiantes universitarios reconocidos por su liberalismo, se lanzó a la empresa de organizar protestas y manifestaciones. Al principio, bajo el pretexto de reivindicaciones económicas. Más tarde, presentaron demandas políticas relacionadas con la democratización del país, la libertad de opinión y de organización. Con los estudiantes se encontraba –enviado por Ramiz Alia, según oímos decir– un cardiólogo y profesor, comunista con una antigüedad de 25 años, secretario del partido en la Facultad de Medicina, Sali Berisha, con el pretexto de tranquilizar la situación. Sali Berisha, originario de las aldeas más remotas del norte de Albania, había ido a Tirana a seguir sus estudios universitarios, financiado por el Estado. Estudió con celo y fue enviado en varias ocasiones a Francia para especializarse. Era un buen médico, pero también ambicioso, autoritario, duro con los amigos. Se decía que se mostraba como un militante muy entregado y valiente porque quería ser elegido miembro del Comité Central del PTA, una meta que nunca pudo lograr, tal vez porque se había casado con una albanesa cuya madre era de Montenegro, vinculada a la OZNA (servicio secreto yugoslavo). Esta fue también la razón por la que jamás fue llamado a consulta médica por Enver Hoxha como frecuentemente se dijo. Siempre ambicioso, arribista, olfateando los vientos que soplaban en los antiguos países socialistas de Europa del Este, en la primera ocasión que se le presentó en Albania, se pasó al lado de los estudiantes en revuelta. Dando codazos a los estudiantes y a otros iniciadores del Partido Democrático, se puso al frente de ese partido.
Sali Berisha no se avergonzaba por haber dado un giro de 180 grados para convertirse de comunista en rabioso anticomunista. Su crueldad aumentó con el tiempo, convirtiéndolo en el primer perseguidor implacable, paranoico, de comunistas.
Bajo acusaciones absurdas mandó a arrestar, uno tras otro, a los miembros del Buró Político, así como a altos funcionarios del Partido y del Estado, incluyéndome a mí, compañera de Enver Hoxha. Miles de simpatizantes, funcionarios y trabajadores honestos perdieron sus puestos de trabajo, fueron removidos de sus oficinas, de las instituciones, de las escuelas, las reuniones militares.
Se puso al frente de la oposición, pero no de una oposición política democrática. Las personas serias que comprendieron sus propósitos y sus acciones se alejaron de él. El movimiento de diciembre (1990), que mucha gente llama la Revolución Democrática, bajo la dirección de Sali Berisha, se convirtió en un movimiento fascista antirrevolucionario, en el que él mismo se puso a la cabeza de escuadrones típicamente mussolinianos y hitleristas. Su lema fue: “muerte al comunismo”, la destrucción “a nivel de cero” de todo lo que fue construido por el régimen comunista, porque Estados Unidos había dado el “cheque en blanco” para reconstruir edificios más bellos y más modernos.
El Partido Democrático se convirtió en un conglomerado de reaccionarios, de colaboracionistas, de ex presos políticos, de propietarios y de ricos desposeídos, de gente ambiciosa, de intelectuales mediocres y serviles, y de otros aún deseosos de hacer una carrera, entre los que se encontraban también comunistas.
Fue con la ayuda de este contingente, rebosante de odio reprimido –durante 50 años– de los vencidos y los expropiados, de los políticos sospechosos y corruptos, que Sali Berisha emprendió una feroz campaña de represalias, hasta el punto del vandalismo y de acciones macabras.
Él comenzó con la demolición de los monumentos y bustos de Stalin y Lenin para más adelante derribar los de Enver Hoxha, lo que provocó la ira del pueblo que se levantó en manifestaciones masivas de protesta en todo el sur de Albania y en algunas ciudades del norte. Grupos de vándalos, de ex-presos comunes, incitados y pagados, derribaron todos los símbolos de la Lucha Antifascista de Liberación Nacional, destruyeron los museos, violaron los cementerios de los guerrilleros. Llegaron al extremo de cometer el acto macabro, en el silencio de la noche, sin avisar a las familias, de desenterrar los restos de los comandantes más importantes que habían liberado al país, entre ellos el comandante general Enver Hoxha, sacándolos del lugar respetado, designado para los mártires de la nación, donde descansaban junto a sus compañeros de guerrilla. Berisha revocó todos los honores concedidos por los órganos legítimos del Estado, mientras que al mismo tiempo condecoraba a los colaboracionistas y criminales que habían luchado por la destitución del Poder popular y que habían asesinado a maestros, pioneros, mujeres jóvenes que lucharon por la apertura de las escuelas y por la emancipación de las mujeres de las aldeas más remotas de las regiones montañosas, donde todavía habían costumbres atrasadas y serias. Sali Berisha abolió mediante decreto los feriados nacionales, el 29 de noviembre, la fiesta de la liberación del país que fue conquistada con el precio de sangre y sacrificios, y el 11 de enero, día de la proclamación de la República.
Los hechos antes mencionados no son ni la centésima parte de todos los males que Berisha trajo a nuestro pueblo y a nuestro país. La industria volvió al punto de partida, la agricultura retrocedió al nivel del período del rey Zog, todos los fenómenos negativos del pasado resucitaron: las querellas por un pedazo de tierra o por un arroyo, las antiguas venganzas, las enfermedades endémicas que habían desaparecido por completo, resurgieron los pantanos, aparecieron los nuevos fenómenos de la sociedad capitalista totalmente olvidados, como la emigración, o completamente desconocidos en Albania, como las drogas, el SIDA, y absolutamente inaceptables, como la prostitución y el crimen organizado.
Durante los cinco años de poder de Sali Berisha no se construyó siquiera una sola fábrica, a no ser de la Coca-Cola, pomposamente inaugurada, que Berisha llamó “la golondrina” de la nueva industria. Sólo se construyó 5 km de carretera, mientras que todas las carreteras de Albania eran destruidas, más que en los tiempos de guerra. Lanzaron el lema: “Nosotros gobernamos, el mundo nos ayuda”.
¿Cuál es la responsabilidad de las potencias occidentales
por la situación creada en Albania?
Tras el derrocamiento del sistema socialista, todas las ventanas y puertas de Albania se abrieron a los extranjeros. Los que desembarcaban no eran simples turistas, sino políticos, economistas y empresarios. ¿Estos hombres no veían el estado al que se estaba reduciendo a Albania y que los valores materiales y culturales del pueblo albanés, conquistados y mantenidos a lo largo de los siglos a costa de sangre y sacrificios, estaban desapareciendo?
En Albania, circula el rumor, y no carece de fundamento, de que todo lo que sucede en nuestro país es parte de los escenarios ya preparados en ambos lados del Atlántico.
En la época que Sali Berisha visitaba todas las capitales de Europa y Estados Unidos y hacía propaganda de los resultados obtenidos por Albania, diciendo que los ingresos de los albaneses eran mayores que los de todos los ex-países comunistas de Europa del Este, ¿es posible que todos estos países, así como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Europeo, no supieran que en Albania no existía la producción, que el desempleo era casi total, que los jóvenes asaltaban las costas de Italia y las barreras fronterizas griegas, y que, finalmente, la población sobrevivía gracias al establecimiento de las “pirámides” rentistas?
¡No! Estados Unidos y Europa conocían bien la situación en Albania y sabían que ella se precipitaba hacia la catástrofe. Pero las potencias occidentales pensaron que Sali Berisha era el hombre que necesitaban, lo apoyaron, alimentaron su ego, e hicieron de todo para que éste ganara. En sus mítines electorales siempre era acompañado personalmente por el embajador de EE.UU., acto ilegítimo y sin precedentes. Contó con el apoyo explícito del presidente del Consejo de Europa, Madame Eleni Fischer. Alemania y Gran Bretaña enviaron expertos para dar instrucciones para la organización de una campaña electoral. Con la ayuda de todos tipo de investigaciones manipuladas y de métodos sofisticados, trataron de convencer a la opinión pública de que la victoria en las elecciones del 26 de mayo (1997) sería del Partido Democrático, porque detrás de bastidores, aprovechando las regulaciones y las leyes impuesta por la mayoría del PD en el Parlamento, se tomaron todas las medidas para lograr ese “triunfo”. Pero los impostores no se contentaron con un porcentaje razonable y aceptable. Excesivamente celosos y usando la violencia en las elecciones, los “democráticos” robaron los votos del pueblo y declararon que habían obtenido del 80% al 90% de los votos. Esta victoria embriagó a Sali Berisha, y cuando, el 28 de mayo, la oposición, los socialistas y sus aliados socialdemócratas y liberales, se lanzaron a la plaza Skanderbeg, los líderes y los votantes de ese partido fueron despiadadamente golpeados y ensangrentados. En ese momento, Sali Berisha pensó que en adelante nadie podría sacarlo del trono de presidente. Sin tener en cuenta los informes de los observadores de la OSCE, él fijó las próximas elecciones para el año 2000 y la mayoría de su partido en el Parlamento le dio su segundo mandato como Presidente de la República, hasta que en el país se declaró el estado de guerra. Sólo los que habíamos vivido los años de la guerra durante la ocupación nazifascista sabíamos lo que significaba el estado de sitio, al cual habíamos sido sometidos dos veces en 24 horas, cuando se inspeccionaron los hogares, mientras que el “alto el fuego” se observaba por la noche y sólo en Tirana. La juventud y las generaciones que vivieron durante los 50 años de Poder popular no sabían lo que quería decir alto el fuego ni estado de sitio.
La estrategia de Enver Hoxha
en cuanto al desarrollo del país y de la unidad nacional
Desde el punto de vista histórico y geográfico, Albania se divide en dos partes, el norte, llamado Guéguéri, y el sur, llamado Toskeri. En el pasado remoto hubo diferencias claras en el campo de la cultura (los dialectos, costumbres y modo de vida), así como en los campos religioso y socio-económico. Los enemigos del país quisieron usar esta división en beneficio de sus intereses expansionistas y chovinistas. Serbia tenía la vista puesta en el norte y Grecia en el sur. Pero el pueblo albanés nunca aceptó la idea de una lucha entre albaneses, de una guerra civil fratricida, en el que el norte combatiese al sur y viceversa. Los principales representantes del Renacimiento albanés hicieron un gran trabajo en cuanto a la defensa de la integridad territorial y a la unidad nacional en Albania.
La religión no era un factor determinante en la división de la población y del país. Los católicos constituyen del 10% al 11% de la población y se concentran en su mayor pate en el norte, cuya ciudad principal es Shkodra. Los ortodoxos representan alrededor del 20% de la población y se concentran más en Korça, Berat, Tirana, etc. La otra parte de la población es musulmana y se encuentra esparcida por todo el país, pero su presencia es más evidente en el centro y el noreste de Albania.
En el norte, los católicos siempre estuvieron de acuerdo con los musulmanes para enfrentar, lado a lado, las amenazas y las agresiones de los ortodoxos serbios y montenegrinos. En el sur, los musulmanes rendían honor a los mártires ortodoxos que fueron cruelmente torturados, envenenados y masacrados por el Patriarcado Ortodoxo de Constantinopla, porque lucharon por salvaguardar la lengua albanesa bajo la consigna: “Albania es la religión de los albaneses”, y otras consignas como “Albania es un único país de sur a norte”.
Excepto Shkodra, donde los católicos y el clero en general estaban vinculados al Vaticano y se distinguían por su cultura, la otra parte de los católicos vivía en los pueblos montañosos donde sus viviendas se encontraban apartadas unas de otras a causa de la venganza y las disputas por razones económicas, sociales y morales, y debido a los eventuales enemigos y agresores extranjeros. Estas regiones eran muy pobres y atrasadas. Los ocupantes nazifascistas aprovechaban de esa situación y reclutaban mercenarios, que enviaban a hacer la guerra contra el pueblo que luchaba en las ciudades y en las montañas por conquistar la libertad perdida y, sobre todo, los enviaban al sur pregonando que los combatientes en esa región eran comunistas eslavos y griegos.
Uno de los puntos más importante de la estrategia de Enver Hoxha después de la liberación del país fue consolidar la unidad entre los pueblos del norte –los guégues– y del sur –los tosks. Se elaboró y puso en práctica un programa integral con el objetivo de reducir las diferencias económicas, culturales y sociales entre estas regiones. Se trabajó para que la población de esas regiones no estuviera aislada y que esas regiones estratégicas y muy codiciadas por los serbios y montenegrinos no desertificasen.
Con ese objetivo se exploró el subsuelo de esas regiones, muy rico en minerales raros y preciosos, se exploró los bosques, pastizales y se desarrolló la ganadería. En cada familia había alguien que trabajaba en las minas o en las serrerías, y los salarios correspondientes a esos puestos de trabajo eran más altos que los pagados a los trabajadores de otras profesiones. Para completar la educación de la población de esas regiones, se dio prioridad al ingreso de sus jóvenes en las escuelas de formación profesional y en la universidad. Sali Berisha es un ejemplo de un beneficiario de esta política.
Sali Berisha hizo exactamente todo lo contrario. Destruyó y puso fuera de servicio todas las empresas de producción y estimuló la migración interna en nombre de los derechos democráticos y la libertad de tránsito. El mundo y los extranjeros no saben que esta migración de la población dentro del país fue más dolorosa que la de los refugiados que invadieron Italia y Grecia. Esos migrantes internos no son menos numerosos que los que se fueron al extranjero, son cerca de medio millón y siguen siendo los más miserables, porque, habitando los suburbios de Tirana y Durrës, carecen de vivienda y de trabajo, y es en ese medio en que las bandas de delincuentes de Berisha encuentran refugio. Al llevar a Tirana a estos montañeses pobres y enviar a muchos de ellos al sur, a los centros más bonitos y más productivos, el espíritu maligno de Berisha tenía como objetivo conseguir votos y pretendía, si se presentaba la ocasión, armarlos, como efectivamente lo hizo, para aplastar el levantamiento popular de Vlora y de otros centros del sur, que él consideraba como comunistas y enemigos personales.
Criminal y traidor de su propio país, Berisha hizo todo lo posible para poner en práctica los planes históricamente conocidos de provocar una guerra civil entre el norte y el sur, para dividir Albania y entregar el norte a los serbios y el sur a los griegos. Pero Italia no podía permanecer como espectadora, ella siempre quiso su parte. Ya no estábamos en la época de la Segunda Guerra Mundial, ya no estábamos en 1920 ni en 1939, ya no era más la época de la explosión de los conflictos. A pesar de eso, se enviaron a Albania tanques de asalto y buques de guerra, soldados bien alimentados, bien equipados y bien armados, para detener el ímpetu de los “rebeldes” albaneses, para enfriarles la cabeza. En nombre de la paz y la ayuda humanitaria, las fuerzas multinacionales frenaron la revolución popular. Los patriotas albaneses, los antifascistas, los comunistas y todos nosotros saludamos la decisión del Partido de la Refundación Comunista de votar contra el envío de tropas a Albania, y por eso les reconocemos y les agradecemos de corazón, así como a todos los amigos que nos apoyaron en esos días difíciles.
Para nosotros fue un gran alivio saber que, aunque el pueblo estuviese armado y Berisha y sus colegas organizasen bandas criminales para sembrar el caos y aterrorizar a la gente, no hubo ningún incidente con las fuerzas multinacionales. Fue una gran satisfacción constatar que el pueblo, en esa situación explosiva, demostró su sabiduría, participó en masa en las elecciones y dio su voto a los socialistas, permitiendo que éstos y sus aliados obtuviesen dos tercios de los escaños en el parlamento. En la capital, que era considerada el bastión del Partido Democrático, los votantes no dieron ningún voto a los representantes del Partido Democrático.
Estos resultados demostraron hasta qué punto el pueblo detestaba a Sali Berisha que destruía y cubría de vergüenza a Albania, que causó la muerte de muchos jóvenes, que nos privó del Estado, del ejército y de todo. Berisha fue la maldición de Albania, fue el Nerón de Albania. Pero las preocupaciones del pueblo todavía no han terminado. Dio su voto a los socialistas y tiene un gobierno de coalición, pero está perdiendo la paciencia y no entiende por qué se deja libre, y por cuánto tiempo, a Berisha, que cometió tantos crímenes. Éste hace de todo para impedir el trabajo normal del gobierno, organiza huelgas de hambre, protestas y manifestaciones todos los días, aparece en la televisión en conferencias de prensa, etc. La gente se pregunta: ¿Quién está detrás de este hombre? Además de sus más cercanos colaboradores, comprometidos en actos criminales y corruptos hasta la médula, ¿quién –al otro lado de la frontera– quiere prolongar la vida política de Sali Berisha? Esta es la razón por la cual en los últimos tiempos aumentaron las demandas de distintos grupos sociales para la legalización del Partido Comunista de Albania, que a pesar de que es ilegal tiene un gran apoyo del electorado. Todo esto hace que la situación en Albania aún no sea tranquila ni segura. Después de haber llevado a Albania al borde del precipicio y a los albaneses a la extrema pobreza, las potencias occidentales, los Estados Unidos, el Consejo de Europa, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, pueden dictar lo que Albania debe hacer. Perdimos la independencia política y económica, pero el pueblo albanés siempre luchó a lo largo de la historia, para sobrevivir, por la independencia, por la libertad. El levantamiento popular de Vlora y de todos los centros del sur, así como la solidaridad manifestada por el norte, demuestran una vez más el espíritu de lucha del pueblo, lo que nos da coraje y nos permite esperar por mejores días para Albania y los albaneses. Fuente: Revista “Princípios” nº 50, Agosto/Setembro/Outubro de 1998, páginas 26-36, Sao Paulo, Brasil. Traducido para “Crítica Marxista-Leninista” por Facundo Borges.