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CUBARTE.- La publicación de este libro es otro paso firme de avance en la bibliografía del Che. Esta obra constituye, también, un aporte muy importante a la biografía intelectual de Ernesto Che Guevara. María del Carmen Ariet nos ha explicado muy bien y muy cumplidamente el contenido de estos Apuntes. Hoy sentimos una gran alegría, porque, después de décadas de espera, el pensamiento del Che ha ido saliendo de la oscuridad, y sus fuentes se han ido poniendo a nuestro alcance.
Agradezco a Aleida March y María del Carmen –al Centro de Estudios Che Guevara– la oportunidad que me han dado de prologar este libro. En realidad, más que un prólogo le hice un breve estudio introductorio, en el cual trato de abordar cuestiones que considero fundamentales en varios planos: la posición general del pensamiento teórico del Che, lo que significaba para él mismo, los condicionamientos que tuvo y los desafíos formidables que debió enfrentar para producirlo, las funciones que tuvieron las ideas del Che y, sobre todo, las que pueden tener. Debo añadir que preferí no exponer nada sobre los procesos de producción de su pensamiento, algo que tiene una enorme importancia intelectual, pero hubiera alargado mucho mis palabras. No trataré de explicar o sintetizar aquí mi texto, confío en que ustedes lo tendrán también con el libro. Solo les ruego que no sigan la costumbre –que puede ser sana– de no leer los prólogos, porque su objetivo es ayudar a la lectura de la obra, sugerir o incitar, problematizar y ojalá que también contribuir a un debate que es tan necesario en Cuba
actual.
Apuntes filosóficos nos pone frente a un conjunto realmente grande y complejo de problemas. Apuntaré solamente unos breves comentarios, que acompañaré con algunos fragmentos del prólogo.
Primero, el de la cuestión de las distancias que pueden existir entre la obra y la vida de los filósofos, y la situación y los conflictos concretos de su tiempo. Es un error serio subestimar la importancia social que puede tener la obra de los filósofos que han guardado bastante distancia con sus circunstancias y no se han involucrado prácticamente; la historia nos ofrece un buen número de ejemplos en que esas obras pesaron sobre actitudes, motivaciones y acontecimientos. Pero es indudable que permanecer afuera o involucrarse acarrea consecuencias a los pensadores, que pueden llegar a ser muy grandes. El Che fue un paradigma de pensador militante, a tal grado que es imposible separar su pensamiento teórico de sus prácticas y de las situaciones en que vivió. No se trata solamente de una relación que se enuncia de modo simple con el par teoría – práctica. En su caso, la producción del pensamiento mismo guarda relaciones intelectuales con lo que llamamos práctica, y esa es una característica de su concepción teórica. A mi juicio, esto lo ayudó mucho en cuanto pensador, aunque le robara el tiempo necesario para serlo, y aunque finalmente su entrega sin límites a la causa revolucionaria lo llevara a dejar trunca su elaboración teórica.
Segundo, existen continuidades en filosofía que permiten identificarla en general como una perspectiva intelectual específica y como una disciplina, pero ella también contiene discontinuidades. Por ejemplo, la creencia en que “la filosofía es la madre de todas las ciencias” es propia de una época determinada en la historia de la filosofía y tiene funciones ideológicas en sociedades determinadas. Los usos atemporales no son válidos para el conocimiento, y más bien generan confusiones. El marxismo originario y su época están ligados a una transformación muy profunda de lo filosófico en Occidente, en íntima relación con el desarrollo pleno del capitalismo, el de las ciencias y su profesionalización, y otros ámbitos. Por otra parte, el marxismo no es siempre igual a sí mismo: tiene su historia. En su existencia en cada período advertible se interrelacionan el pensamiento reciente y en proceso con el complejo cultural acumulado que se reclama marxista.
La tragedia que abatió a la gran Revolución bolchevique hace ochenta años generó, entre otros males, un complejo teórico-ideológico que se estableció firmemente en todas las estructuras comunistas del mundo, y en sus áreas de influencia. Dentro de ese complejo, la filosofía fue parcializada, dogmatizada y empobrecida, al mismo tiempo que se le atribuyó un lugar central en el pensamiento marxista a una codificación que se hizo de ella. En las condiciones cubanas, las consecuencias de ese hecho subsisten hasta el día de hoy. El Che logró comprender ese mal, se enfrentó decididamente a él y produjo una concepción teórica específica dentro del marxismo.
Tercero, la revolución socialista de liberación nacional cubana fue la primera revolución antineocolonial, triunfó en el centro mismo del Occidente burgués, contra la burguesía de Cuba y contra la potencia imperialista mayor y más desarrollada, poseedora de la cultura más capaz de ejercer su dominación sobre los pueblos, y recién llegada al apogeo de su poder mundial. Al mismo tiempo, Cuba poseía una historia política y de las ideas extraordinariamente rica y compleja, mucho más desarrollada que su formación económica. La Revolución cubana confrontó desde el inicio desafíos inmensos, por la inadecuación entre los medios con que contaba y las tareas de vida o muerte que enfrentó, primero, y los cambios formidables y el proyecto de sociedad tan ambicioso que desplegó enseguida. Uno de aquellos desafíos fue el del marxismo, porque era necesario que fuera uno de los instrumentos principales del avance intelectual y moral, que concurriera al predominio del factor sujetivo imprescindible para el proceso cubano, que fuera una palanca socialista y comunista. Pero el marxismo que predominaba entonces era una ideología teorizada de obedecer, de clasificar y de legitimar.
Siempre junto a Fidel y en estrecha y absoluta comunidad ideológica y política con él, el Che enfrentó de manera descollante aquel desafío, porque supo apoderarse de sus elementos esenciales, sabía lo que se jugaba el proceso en cuanto a la ideología y el pensamiento social, y poseía cualidades intelectuales para emprender esa tarea.
Cuarto, ¿qué es y dónde encontrar la filosofía del Che? Como apunté antes, de Marx en adelante ha habido una historia del pensamiento filosófico de los marxistas –a través de corrientes diferentes que han coexistido y polemizado–, y una historia, también de más de un siglo y medio, de producción de otros pensamientos filosóficos, con los consecuentes conflictos de ideas, contrastaciones, relaciones e influencias. De esa totalidad se debe partir para inquirir sobre la necesidad de filosofía, y para hacer preguntas acerca de la filosofía. En vez de practicar ritos y clasificaciones, exorcizar lecturas y hacer distribuciones de premios y castigos, es necesario plantearse preguntas como ¿qué filosofía marxista?, y ¿qué es filosofía para un marxista?
Por ese camino anduvo Ernesto Che Guevara, uno de los pensadores realmente relevantes y trascendentes del siglo XX, al mismo tiempo que realizaba el formidable cúmulo de tareas por las cuales ha alcanzado justa fama. En realidad, estuvo produciendo teoría marxista a partir del triunfo revolucionario, desde puntos de partida muy naturales para un marxista: el análisis de la política, la economía, las ideologías y las teorías, sus contenidos, sus métodos e instrumentos, sus condicionamientos y los conflictos en que participan. Eso hace conveniente aclarar que buena parte de sus proposiciones y su posición teóricas se encuentran dentro de esos productos escritos y orales –hijos de la meditación y de las circunstancias–, y en ellos hay que buscarlos. Es un conjunto de exposiciones escritas estructuradas, de discursos, de discusiones grabadas, de comentarios a los textos de pensadores que estudiaba. Es este el conjunto de las fuentes en que podemos encontrar al Che pensador y al filósofo.
En estos Apuntes filosóficos podremos perseguir y encontrar una parte importante de los avatares y los productos filosóficos y teóricos del Che. En el prólogo apunto algunas precisiones sobre su posición, su filosofía marxista de la praxis, una concepción que se despliega tanto en exposiciones positivas como en debate con otras vertientes del pensamiento.
Quinto, el pensamiento del Che en la etapa que va de abril de 1965 a su caída en Bolivia, cuando ya es un pensador maduro, que ha elaborado aspectos fundamentales de sus tesis y su posición. En esos dos años y medio, el Che emprende tareas extraordinarias y muy ambiciosas en el terreno práctico y en el trabajo intelectual. Guevara posee una absoluta conciencia de lo que está haciendo, de la importancia crucial que tiene su gesto y lo que pueda lograr con su actividad para el desarrollo de la revolución en América Latina y el mundo, y de su papel como individuo y como personalidad histórica.
Che dedica todos sus esfuerzos a dos tareas principales: batirse con el arma en la mano para ampliar el campo de la revolución de liberación y socialista en el mundo; e impulsar el pensamiento revolucionario marxista mediante la crítica y el análisis, para que se vuelva capaz de cumplir sus tareas. Esas dos empresas no son ajenas entre sí: el pensamiento y la acción están obligados a ir juntos en toda revolución que pretenda ser realmente liberadora.
Hizo muy bien la compiladora al sustraerse al orden cronológico y situar al inicio la carta que el Che le escribe al compañero Armando Hart –solo trece días después de salir de la tremenda experiencia del Congo–, un documento personal muy importante en la historia de las ideas en Cuba contemporánea. Allí están, plenamente expresadas, la naturaleza y el alcance de su tarea intelectual revolucionaria.
Sexto, las enseñanzas que nos brindan Ernesto y el Che. Ante todo, nos invita a abominar ese error tan usual de pintar a los grandes como si lo hubieran sido desde que eran pequeños, error que los muestra huecos y los aleja de los jóvenes. Apuntes nos permite plantearnos bien la pregunta de por qué este joven argentino que quería ser revolucionario en los años cincuenta del siglo XX, este esforzado intelectual autodidacta, no se sumó a los repetidores del dogma ni se sujetó a la “línea” Opino que el libro nos asoma a varios de los factores que lo ayudaron. La multitud de obras que verán ustedes en las relaciones que aquí se publican, y la extrema diversidad de ellas, dejan clara la vastísima información que adquirió, y sus comentarios permiten constatar que tenía una posición activa de pensamiento y era capaz de hacerle preguntas a aquel torrente de ideas y de obras. Esa es una vacuna eficaz contra los dogmatismos, que alimentan su éxito con la ignorancia y las nociones simples.
Por otra parte, Ernesto asume un antimperialismo beligerante que nunca lo abandonará, y lo suelda acertadamente al anticapitalismo y a un anticolonialismo intransigente. Esta identificación plena de los enemigos de las personas humildes y de los pueblos del Tercer Mundo, carente todavía de experiencias prácticas, le permite formar una posición ajena al eurocentrismo en su variedad colonizadora “de izquierda”, y adelantar en su comprensión del socialismo, el nacionalismo, sus combinaciones y conflictos, y los hijos políticos e ideológicos de la época que está viviendo. Lo decisivo será, sin embargo, que Ernesto está buscando una causa revolucionaria a la cual entregar todo su ser, el cuerpo incluido y no solo el pensamiento, mientras que las formulaciones abstractas contra el capitalismo y el imperialismo que lee o escucha no se concretan en planes de movimientos políticos revolucionarios. La lección final de esta primera parte de su vida intelectual estará en el cambio del cuaderno por el fusil, en el Granma y la guerra revolucionaria cubana.
No había cualidad suya que el Che no quisiera compartir con los demás. Desde los días de aquella guerra les brinda a sus compañeros y compañeras lo que sabe –al tiempo que vive en un permanente aprendizaje–, y los incita y presiona para que no sacien nunca su sed de saber, de preguntar de pensar y opinar. Desde el triunfo de 1959 hasta su partida a Bolivia fue infatigable y metódico en su gigantesca campaña de divulgación de las ideas más revolucionarias entre el pueblo y en los colectivos más diversos, y de formación política, técnica y teórica de los que era necesario convertir en cuadros realmente revolucionarios. Sobre cuestiones teóricas brindó innumerables explicaciones a sus compañeros en las reuniones de trabajo, los intercambios o las actividades organizadas con ese fin, o les mostró las implicaciones positivas que podía tener la teoría en las prácticas que llenaban sus vidas. Recomendaba lecturas, exigía estudiar y estimulaba con su prestigio. En los días de Bolivia, el lector de Hegel era organizador y maestro de los distintos niveles de enseñanza que recibían los combatientes, de la formación cultural e ideológica, y hasta daba clases nocturnas de francés a voluntarios. Así fue hasta el final.
Termino con un llamado del Che a los cubanos de hoy. Este libro que contiene una amplia selección de pasajes de obras de Marx, Engels, Lenin y otros marxistas, realizada por él, y un conjunto sumamente valioso de comentarios suyos, puede ser un vehículo para una recuperación del marxismo que a mi juicio le es imprescindible a nuestro país en su crucial coyuntura actual. En 1965 el Che escribió que Cuba lo merecía, hoy lo necesitamos imperiosamente. Tenemos un enorme número de factores de inmenso valor para no perder la sociedad más justa y más libre que hemos creado con tantos esfuerzos, sacrificios y heroísmos, y para defenderla de la única manera eficaz, que es apelando a las extraordinarias capacidades y la conciencia socialista de los trabajadores y el pueblo. Esa es la riqueza mayor con la que Cuba cuenta. Entre esos valores que tenemos está Ernesto Che Guevara, que nos invita desde estas páginas a apoderarnos de su pensamiento, y a utilizarlo.
Nota:
[1] Palabras en la presentación de Ernesto Che Guevara: Apuntes filosóficos, compilado por María del Carmen Ariet García, Centro de Estudios Che Guevara / Ocean Sur, México, 2012. Centro Internacional de Prensa, La Habana, 14 de junio de 2012. Ese libro forma parte de una serie que los editores publican con el objetivo de dar a conocer el pensamiento y la obra del Che.
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