Nicolás Rodríguez Bautista escribió:
Me he propuesto, contarles algunos detalles de cómo nació nuestra Organización -de ustedes y de nosotros, de todos-, pues es una necesidad urgente que ahondemos, estrechemos y ampliemos mecanismos de comunicación, por que si como pueblo no asumimos esta tarea, nadie lo hará por nosotros. Y menos la autollamada "gran prensa", cuyo propósito es alejar y dividir al pueblo respecto de sus Organizaciones Revolucionarias.
Fraternalmente,
Comandante Nicolás Rodríguez Bautista
Nicolás Rodríguez Bautista escribió:
CRÓNICA DEL 4 DE JULIO
Cuando regresé de llevarle el almuerzo a Don Cayetano Aguilar que estaba en ROMELANDIA, macaneando el potrero que da a la carretera, encontré a Pedro sentado en el corredor de la casa jugando con un llavero.
"Cuánto tiene pa' jugar esta noche...? "Me preguntó; no recuerdo la respuesta pero sentí que algo
más que su pregunta, era su intención de conversar conmigo.
Mano -me dijo después cuando quedamos a solas-, le voy a contar un secreto, pero júreme que no se lo cuenta a nadie: Carlos no es primo mío, lo que pasa es que nos vamos a ir pa'l monte, porque hay que luchar contra los ricos, el gobierno y todo lo que esté en contra de los pobres; de Santa Rosa se van varios, de La Granada otros, de Los Algibes está José Ayala, Carlos es el jefe y hay como 20 más, yo también me voy. Con todo esto, comprendí movimientos que se daban en la casa de la
familia Gordillo y até cabos sobre la gimnasia de Carlos con siete muchachos más, que días antes los asociaba como trabajadores amigos de José Ayala. En boca cerrada no entran moscas, me dijo mi papá cuando yo le dije que le había visto a Carlos una pistola.
Esa tarde Junio de 1964 no quería que Pedro Gordillo hablara de otras cosas diferentes a las del secreto que me había revelado, pero sentía temor de preguntarle más cosas porque pensaba que no le gustarían mis curiosidades. Por la noche me acosté a repasar situaciones vividas en los meses anteriores: Mi hermano mayor y Carlos me pusieron a estudiar en Bucaramanga y Carlos me regañó un domingo porque él me fue a visitar y yo estaba en misa: Eso, -me dijo- no te ayuda a comprender el mundo, te voy a regalar este libro que te enseña mucho más
Con todo esto, comprendí movimientos que se daban en la casa de la familia Gordillo y até cabos sobre la gimnasia de Carlos con siete muchachos más, que días antes los asociaba como trabajadores amigos de José Ayala.
En boca cerrada no entran moscas, me dijo mi papá cuando yo le dije que le había visto a Carlos
una pistola.
Esa tarde Junio de 1964 no quería que Pedro Gordillo hablara de otras cosas diferentes a las del secreto que me había revelado, pero sentía temor de preguntarle más cosas porque pensaba que no le gustarían mis curiosidades. Por la noche me acosté a repasar situaciones vividas en los meses anteriores: Mi hermano mayor y Carlos me pusieron a estudiar en Bucaramanga y Carlos me regañó un domingo porque él me fue a visitar y yo estaba en misa: Eso, -me dijo- no te ayuda a comprender el mundo, te voy a regalar este libro que te enseña mucho más que oír al cura decir lo que ni el mismo entiende (el libro que me regaló lo sacó de una chaqueta vieja que llevaba al hombro: JOSÉ ANTONIO GALÁN, se llamaba).
Seguía recordando cosas sin poder dormir; el domingo recién pasado uno de los muchachos que supuestamente era trabajador, tenía sus tragos en la cabeza y montando una yegua al galope se dejó caer y se lastimó la cara, los brazos y las rodillas, compungido le dijo a Carlos: sancióneme Compañero, pero yo voy a matar a ese hijueputa caballo, Carlos lo regaño y le dijo que se acostara a dormir y después hablaban.
Ahora sí comprendo, me dije esa noche, para qué son esas hamacas que cose mi mamá hasta tan tarde
de la noche y esos pedacitos de trapo rojo y negro con las letras ELN.
Sentía ganas inmensas de preguntarle a Pedro muchas otras cosas y cuando desperté así lo hice.
Hermano, yo me puedo ir también pa'l monte? Gran pingo, su papá no lo deja, usted es todavía un pelao y eso es pa' mayores, por eso no se va mi hermano Jesús ni José Miguel. . . Su respuesta me produjo desencanto.
Al día siguiente le dije a Carlos que si me prestaba la pistola para hacer un tiro; se sorprendió y me dijo: yo no cargo eso, quién le dijo que yo cargaba pistola? Yo se la vi el domingo -le contesté-, cuando se le levantó la camisa, tranquilo que yo no soy sapo. De esa manera logré que Carlos conversara conmigo. Le pregunté que si me llevaba para el monte que yo también era capaz de pelear contra los soldados. No te da mucho miedo? Me preguntó. Sí, le dije, pero soy capaz. Se puso a conversarme de cosas que yo entendía porque mi padre me las explicaba cuando yo leía la Vanguardia Liberal los domingos por la tarde: que los ricos robaban a los pobres, que la vida debía ser distinta, que los obreros y campesinos debíamos organizarnos, que Bolívar y Galán habían luchado contra los españoles y ahora nos tocaba luchar contra los gringos, etc.
Como a los ocho días mis viejos comprendieron que me alistaba para ingresar y me dijeron: Eso no es un juego, el que se va a la lucha es a vencer o morir; nosotros lo dejamos que usted decida, pero eso sí, para atrás ni un paso. Mi mamá me organizó dos mudas de ropa y con los ojos llorosos me abrazó y me dijo: Dios lo bendiga y lo guarde, hijo.
El 4 de Julio de 1964 a las ocho de la noche, reconocí por la voz a varios vecinos; este güevón qué hace aquí?! me dijo un muchacho del que no tenía ni la más mínima sospecha que estuviera allí, Ciro Silva, jornalero de la vereda Santa Rosa.
Por primera vez nos encontrábamos todos los 18 que iniciábamos la primera marcha guerrillera... En un rancho abandonado, a mil metros de la casa de Pedro Gordillo sucedía todo esto que quedaría como un hecho de trascendencia histórica, pero insospechado para casi todos sus protagonistas.
Entre humo de cigarrillos, olor a sudor y a mierda de vaca, una voz dijo lo siguiente: "Compañeros, marcharemos esta noche hasta el amanecer. Bizcocho-Tornillo es el santo y seña. Parmenio, José, Guillermo y Leonardo irán a la vanguardia. Policarpo, Pedro, David, Segundo y Rovira irán a la retaguardia, los demás iremos en el grueso, yo seré la cabeza del grueso. Nadie fuma sin autorización mía ni se encienden linternas a menos que lo haga la vanguardia; si nos atacan por la vanguardia aquí nos encontraremos. Ningún compañero deje nada de lo asignado y la retaguardia borre el piso que hay en el rancho para que mañana los campesinos no lo noten".
A las 9:30 p.m. en medio de una lluvia a la que nadie le paró bolas, salió la columna guerrillera. Yo no podía imaginarme para donde íbamos, pero no lo preguntaba porque Parmenio me había advertido; "Nadie debe saber más de lo que necesita para su trabajo". Luego de cuatro horas de una marcha muy lenta, pasamos por junto a donde yo ordeñaba tres vacas flacas todos los días, allí le dije a Carlos (Fabio Vásquez): Compañero, yo conozco mejor por aquí que los de adelante, si quiere echo adelante. Así vamos bien -me respondió-.
Habíamos partido del Progreso, de la finca de los padres de Parmenio, la marcha era hacia el
Noroccidente hasta llegar al Cerro de Los Andes, a tres días de camino a pié y con carga.
A las 3 de la mañana, cansados y con sueño nos tocó caminar la carretera que va del municipio de San Vicente al hoy municipio de El Carmen (en el 64 era corregimiento). A las 5 de la mañana pasamos junto a cinco campesinos que descuartizaban una vaca para venderla en la carnicería de Jorge Pinzón. En medio de risas de aquel grupo entusiasta que no tenía idea que en ese momento nosotros pasábamos por allí, se oía en un transistor una canción arrabalera:
"Aquellos ojitos verdes
con quien se andarán pasiando
ojalá que me recuerden
aunque sea de vez en cuando"
Con mucho sigilo seguimos caminando sin ser vistos por los "de la vaca". Rendidos, mojados de agua, sudor y barro, nos sentamos a descansar y esperar allí que volviera a oscurecer para seguir rumbo a Los Algibes, vereda por la que tendríamos que cruzar al amanecer siguiente.
A las 10 de la mañana un compañero al que no conocía me llamó y me entregó un pedazo de panela, un paquete de galletas de sal y dos salchichas. Mientras me comía con mucha avidez este desayuno comencé a observar Los rostros de todos mis compañeros, quienes seguramente hacían lo mismo que yo, mientras desayunaban.
De todo el grupo conocía a seis: Carlos (Fabio Vásquez), Parmenio (Pedro Gordillo), Miguel (Manuel Muñoz), Conrado (Ciro Silva) y a Rovira. A Parmenio le dije que me dejara coger su carabina, la única arma de guerra que iba en el grupo (una San Cristobal); la sentí tan pesada que me acordé de las recomendaciones que dos días antes me habían hecho mis padres.
Al observar que el armamento del grupo eran sólo escopetas viejas y revólveres, pensé que estábamos en gran desventaja frente al enemigo y se lo comenté a PEDRO DAVID (Hernán Moreno Sánchez) un compañero al que había visto 15 días antes de iniciar la marcha en la casa de Parmenio. No te preocupes me respondió; con 4 escopetas, el apoyo del campesinado y con unas pelotas bien puestas le quitamos el fusil a un soldado, así nos iremos armando; cuando la violencia así lo hicimos y cuando Pinilla ofreció la amnistía, la gente ya estaba armada; lástima que nos confiamos en las cabezas del liberalismo, que fueron los que nos traicionaron por eso ahora no podemos confiar sino en nosotros mismos.
Leonardo (Luis José Solano), nos interrumpió para decir que en esa vereda en donde estábamos se habrían librado combates con la CHULAVITA (policía contraguerrillera) en 1949 y que él era el estafeta de Rafael Rangel (Jefe liberal comandante de las guerrillas liberales en las áreas de Barranca y San Vicente); varios compañeros se fueron acercando ante la animada conversación pero Carlos la interrumpió para decir: compañeros acérquense que vamos a explicar algunas cosas: hoy vamos a permanecer aquí hasta anochecer, hay que hacer silencio para que nadie note nuestra presencia. Al oscurecer tomaremos el camino y antes de amanecer volveremos a parar, nadie vaya a perder utensilios que delaten nuestra presencia y, todo mundo atento a cualquier orientación que se imparta.
De todo lo que dijo Carlos lo más duro me parecía era caminar en lo oscuro, sólo habían tres linternas para 18 caminantes, yo pensaba que era mejor meter las botas al morral, pues yo calzaba 34, además ambas eran pie derecho y eso me enredaba más. Mamá sí me decía que está duro y yo no hice caso, me dijo Parmenio riéndose a la una de la madrugada, luego que se resbaló y cayó sentado en el pantano.
El cansancio de todos era grande, casi dos noches sin dormir, caminando en lo oscuro y un camino de mulas, con los inviernos de julio; el sonido monótono de botas entre el pantano me hizo recordar algún paraje del libro que 4 meses antes Carlos me había dado para que leyera y cuyo último párrafo decía: "Por orden del Rey de España el sujeto JOSÉ ANTONIO GALÁN junto a sus compinches morirán en la horca, sus cuerpos serán diseminados en los lugares donde cometieron sus fechorías y sus casas serán sembradas de sal a manera de escarmiento". El ruido del agua me sacó de estos pensamientos y nuevamente me concentré en la realidad.
2:30 marcaba el reloj Rolex de Carlos cuando llegamos a la orilla del Río Oponcito; lo cruzamos agarrándonos fuerte de la mano y en cadena, el agua me dio al pecho, mojé el revolver, las balas y el morral, pero cuando se lo comenté a Parmenio que iba adelante mío me dijo: a eso no se le para bolas, cuñao.
A las 4 y media de la mañana del 6 de julio llegamos a los potreros junto a la casa de Don Pedro Landínez, reconocí una puerta de golpe que un año atrás yo abrí para cruzar un ganado que mi padre le había ayudado a negociar a Don Eliseo Acevedo, el rico dueño de la Hacienda San Carlos. Llovía a cántaros y sentía que el agua me corría por todas partes; se ve más por el roto de una tela, me dijo Parmenio impaciente porque estábamos allí parados como estatuas. De pronto con un relámpago logramos ver que delante de Parmenio no había nadie, Uy: jueputa -exclamó él- se me fueron adelante estos güevones y yo no me di cuenta; estaba dormido? refunfuñó Delio detrás de mí. Delio era un compañero cuya presencia me inspiraba respeto y seguridad. Diez minutos después dos compañeros venían a buscarnos.
Sálganse del camino procurando no dejar rastro, dijo una voz que no identifiqué. Cuñao, me dijo Parmenio, levanté la pierna y de un paso largo para que no pise la yerba del lado; eso se hace para evitar el rastro. Yo pasé la misma voz hacia atrás y 200 metros al lado del camino me senté en un hojarascal mojado, desperté a las 7 de la mañana tal como me había sentado, sin safarme el morral de los hombros; a mi lado habían varios compañeros en similares circunstancias. Acérquense para acá que vamos a dar unas orientaciones dijo Carlos. Rovira, organice la posta de modo que vigile el camino y donde se vea la escuela; nadie se sienta para evitar quedarse dormido, pues a más de riesgoso es un error serio de quien lo haga. Los demás compañeros guinden las hamacas y a dormir, antes de oscurecer salimos de aquí.
Me fijé en Los que ya sabían amarrar la hamaca y también lo hice evitando preguntar. Me acosté en una hamaca de lona gruesa que pesaba bastante, sobretodo porque estaba muy mojada; me cambié de ropa pero también estaba mojada, no dije nada por que observé que así lo hacían Los demás.
A mediodía me desperté sudando; el sol me daba en la cara y un compañero que no conocía me dijo: vamos a almorzar que es sancocho de gallina, luego del almuerzo puede lavar la ropa en aquel pocito y por lo menos le saca el barro.
Todo el mundo se levantó y alrededor de Don Pedro Landínez nos sentamos todos a almorzar; de verdad era sancocho de gallina, en orden fuimos recibiendo y el viejo Pedro me miró y dijo: "este chino no perdió tiempo, yo en cambio ya no sirvo para un cieso, ya le duelen a uno las rodillas y la guerra apenas se va a empezar".
Como a las 3 de la tarde volvió el viejo Pedro con una olla llena de guarapo, "no se preocupe Don Carlos que yo sé como son las cosas porque cuando Gaitán también me tocó en la fila de Rangel". Siguió contando su historia que Carlos oía con atención y risas, pues el viejo hablaba de anécdotas chistosas. Eso pa' qué sirve? -le dijo el viejo a Carlos, mirando unos binoculares que tenía en el pecho-. Acercan la distancia Don Pedro o sea, que si usted a 500 metros ve a una persona como un muñeco, con ésto la ve como si estuviera a 30 metros; -contestó Carlos-. Así la cosa? -dijo Don Pedro-, entonces préstemelos para mirarle el.. a la maestra de la escuela cuando se vaya a bañar.
Don Pedro Landínez fue uno de los primeros campesinos que por encargo de José Ayala fue contactado para apoyar los primeros compañeros que iniciaron el histórico proyecto guerrillero del ELN; por eso el viejo conocía a Carlos Uribe Gaviria, José Manuel Martínez que desde Barranca y Bucaramanga iban a su finca en Los Algibes a conversar con Fabio, José Ayala y Pedro Gordillo, en el adelanto de lo que 6 meses después sería el primer grupo armado del ELN. En casa de Don Pedro trabajaban como uno más de sus trabajadores quienes realmente eran compañeros que conocían el terreno, hablaban con los de más confianza y organizaban redes de información logística y un trabajo básico de inteligencia.
Compañeros, pongan mucha atención -dijo Carlos- (eran las 4 de la tarde): hay las siguientes instrucciones, vamos a salir de aquí a las 5:30 de la tarde, tomaremos el camino real hasta aquella loma (y señaló a nuestro frente, a una distancia de doscientos metros); ahí en esa loma nos salimos por una trocha que se mete al rastrojo, allí la vanguardia dejará una rama y la pata de la rama señala por donde va la trocha que debemos seguir; hay que pasar a gatas, porque en esa escuelita que hay al frente está la maestra y no nos podemos dejar ver de ella. Rovira cronometra la salida de cada compañero, tenga el reloj.
La caravana partió veloz, cumpliendo las instrucciones de nuestro jefe; atrás iban quedando nuestros amigos, familiares y mucha expectativa por el futuro de esta minúscula fuerza, rica en esperanzas y decisión, pero en precarias condiciones económicas, de armamento y sin drogas.
Pasa la voz que Silverio se perdió -me dijo el viejo Delio (Domingo Leal Leal) que sudaba a chorros-; rápido pase la voz a Parmenio que iba adelante. Pronto se paró la marcha y dos compañeros fueron a buscar al perdido. A las 7 regresaron, permiso compañeros dijo uno de ellos a Carlos: sus huellas van por el camino que dejamos, dice la guardia que Silverio estaba de posta cuando dieron las instrucciones de la rama y pasó derecho. Bueno -dijo Carlos- no hay nada más que hacer; él tiene idea para donde vamos, continuemos la marcha. A la 1 de la mañana cruzamos el río Cascajales, sentí un miedo espantoso pues pensé que me ahogaría, el agua me dio al cuello y el morral me quedó como una sopa. Como a las 3 de la madrugada pasamos por junto a unas máquinas que habían roto la carretera de Don Luis Gaona.
Por primera vez en mi vida caminé dormido, varias veces me estrellé contra el barranco o me fui de bruces entre una cuneta; los demás compañeros estaban tan cansados como yo, pero no podíamos parar allí pues debíamos adentrarnos en el Cerro de Los Andes sin ser detectados por la población civil, pues la mayoría de ella no sabía que nuevamente se conformaba una guerrilla; ya no pelear bajo la influencia del Partido Liberal, sino por la causa justa del pueblo. Corramos para ganar la montaña antes que amanezca, ordenó Carlos, y todos lo hicimos sacando las últimas fuerzas que nos quedaban luego de tres noches sin dormir. A las 6 de la mañana nos salimos del camino y entramos a una montaña espesa, estábamos en el borde de una zona de colonización y más concretamente en la tierra del colono Luis Vera.
A nuestro suroccidente está Riosucio que va hacia el Norte; a nuestro sur está la vereda Filo de Oro y al oriente van quedando las veredas que nos vieron crecer y donde quedan nuestras familia pensando mil cosas de lo que será esta nueva epopeya que comienza con ideales bellos como el antiimperialismo, la libertad y la justicia.
El 7 de julio amaneció lloviendo a cántaros; la cocina le tocó a Policarpo, un moreno de ojos saltones y mirada agresiva, tenía colorados los ojos porque el humo de la fogata que trataba de encender le daba en la cara; usaba el sombrero como abanico y estaba tan disgustado que se orinó sobre Los tizones medio podridos y se fue a decirle a Carlos que él no hacía el desayuno.
No parece que fueras campesino, le dijo Carlos en tono jocoso, vamos a prenderlo y verá que sí hacemos de comer. Compañeros, busquemos leña seca que debemos desayunar y partir hoy mismo de aquí.
A las 10 de la mañana comenzamos a caminar por una trocha vieja, llegando a las 12 del día a Patio Cemento. Allí esperamos la noche para continuar por el camino real; nadie de los de allí presentes podía imaginar que 19 meses después, en el mismo lugar donde esperábamos el atardecer aquel 7 de julio, moriría el sacerdote y Comandante Guerrillero CAMILO TORRES RESTREPO junto a 5 compañeros más, uno de los cuales estaba allí sentado: DOMINGO LEAL LEAL.
A las 3 de la tarde el campesino Aureliano Plata Espinosa, llegó con el almuerzo que su mamá nos había preparado. Al lado de Camilo moriría también Aureliano 19 meses después tratando de retirar su cadáver. Todos habíamos echado a rodar nuestro futuro de jóvenes revolucionarios y, si bien pensábamos en que podíamos caer, nadie hablaba de esas cosas sino más bien de alcanzar la victoria en una guerra que sería encarnizada.
Mirando correr el agua del Riosucio y diciéndole a Avelino Bautista que yo le acabaría de enseñar a leer y escribir, me sorprendió el llamado de Carlos que anunciaba: Compañeros, si esta noche tenemos alguna emergencia nadie vaya a regresarse, todos seguiremos con dirección suroccidental, y como punto de reunión vamos a colocar la nariz del Cerro de Los Andes (es el pico más alto del cerro y varios de ustedes lo conocen).
A las 7 p.m. partió de nuevo la somnolienta caravana guerrillera. Media hora antes habíamos sabido que Silverio, el compañero que se perdió la tarde que salimos de donde el viejo Pedro Landínez, había pasado el día anterior por todo el camino real, de día y sin darle explicación a nadie de su presencia extraña con fusil, cartucheras, boina verde oliva y un costal con una hamaca, un plástico y dos mudas de ropa; en el OPON el inspector de policía le preguntó: "Para dónde va joven?" Silverio respondió agresivo "pa'lante, no me ve? el chisme estaba regado pero todo el mundo lo contaba en secreto.
Pasamos por "La Loma" a las 10 de la noche, a las 11 cruzamos el Riosucio y a las 3 de la mañana llegamos a nuestro primer campamento. Era un rancho viejo en medio de la selva, cuando entramos salieron volando un poco de murciélagos. A 50 metros en una pequeña troja o caleta de madera habían unas ollas viejas que Leonardo fue a recoger para hacer tinto mientras los demás guindábamos las hamacas.
A las 6 de la mañana del 8 de julio, después de lavarnos la boca, recorrimos los alrededores de nuestro campamento, se ubicaron las postas, se hizo el plan de emergencia, dando comienzo a la preparación política, ideológica y militar de 18 hombres que le encargaban al futuro su suerte y llevaban su corazón cargado de expectativas y esperanzas.
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