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    Karl Marx - Suicidio y cuestión femenina bajo el capital.

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    Karl Marx - Suicidio y cuestión femenina bajo el capital. Empty Karl Marx - Suicidio y cuestión femenina bajo el capital.

    Mensaje por ArmaTuMente Miér Jul 25, 2012 9:17 pm

    No estoy seguro de que sea de Marx, pero la editorial El Viejo Topo acaba de sacar un texto de él sobre el suicidio, al parecer es un fragmento.

    El suicidio según Karl Marx*


    07/07/12 - 08:20

    Antes que nada, es un absurdo el pretender calificar a un acto que se consuma tan frecuentemente de antinatural; el suicidio no es, de modo alguno, antinatural, pues diariamente somos testigos de él. Lo que es contra la naturaleza no sucede. Por el contrario, está en la naturaleza de nuestra sociedad generar muchos suicidios; tanto que los tártaros jamás se suicidan. Las sociedades no tienen todas los mismos productos; y eso es lo que necesitamos tener en mente para trabajar en pos de la reforma de nuestra sociedad, para hacerla elevar en un escalón superior del género humano. En cuanto al tema del coraje, si se considera que éste existe en aquel que desafía a la muerte a pleno día en un campo de batalla, estando bajo el imperio de todas las excitaciones reunidas, nada prueba que el coraje falte cuando uno se entrega a la muerte misma en medio de las tinieblas. No es con el insulto a los muertos con lo que se enfrenta a una cuestión controversial. Cuando se observa la forma tan liviana con la que las instituciones, bajo cuyo dominio vive Europa, disponen de la sangre y vida de los pueblos, y, así como la forma en que la justicia civilizada se distribuye con un rico material de prisiones, de castigos y de instrumentos de suplicio para la sanción de sus designios inciertos; cuando se ve la cantidad increíble de clases abandonadas por todos lados en la miseria; y los parias sociales que son golpeados con un desprecio brutal y preventivo, tal vez para dispensarnos del esfuerzo de arrancarlos de su fango; cuando observamos todo esto, entonces comprendemos con qué derecho se podría exigir al individuo que preserve en sí mismo una existencia que nuestros hábitos, nuestros prejuicios, nuestras leyes y nuestras costumbres en general, pisotean. Se ha creído que podríamos ser capaces de detener los suicidios por medio de castigos abusivos y por una especie de infamia estigmatizada sobre la memoria del culpable. (...) ¿Qué significa, en efecto, una sociedad en la que se encuentra la más profunda soledad en el seno de millones de almas; en la cual puede ser poseído por el deseo indomable de matarse a sí mismo, sin que nadie pueda preverlo? Esta sociedad no es en realidad una sociedad; ella es, como dice Rousseau, un desierto poblado de animales salvajes.

    *“Peuchte. Von Selbsmord”, en Karl Marx: Sobre el suicidio (El Viejo Topo, Barcelona, 2012. Estudio preliminar, traducción y notas de Nicolás González Varela).

    Y creo que encontré el texto completo en Scribd
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    EDITO: SI es de Marx, Nicolas Gonzalez fue el traductor.
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    pedrocasca
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    Karl Marx - Suicidio y cuestión femenina bajo el capital. Empty Re: Karl Marx - Suicidio y cuestión femenina bajo el capital.

    Mensaje por pedrocasca Jue Jul 26, 2012 8:09 pm

    Gracias tovarich ArmaTuMente por el texto. Si alguien tiene problemas con scribd.com, también se puede descargar en formato pdf desde el enlace:

    Karl Marx en Bruselas suicidio y cuestion femenina en el capitalismo

    texto de Nicolás González Varela

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    Karl Marx - Suicidio y cuestión femenina bajo el capital. Empty Re: Karl Marx - Suicidio y cuestión femenina bajo el capital.

    Mensaje por pedrocasca Jue Nov 08, 2012 8:44 pm

    Sobre el suicidio - Karl Marx

    Estudio preliminar y notas de Nicolás González Varela

    tomado de Marxismo crítico en noviembre de 2012

    Según un sociólogo de la cultura de la categoría de Michael Löwy, estamos ante una pièce unique en la bibliografía del joven Marx. Este corto y olvidado texto reescrito en su exilio en Bruselas, al mismo tiempo traducción y adaptación, publicado en alemán en una revista revolucionaria en 1846, es uno de los más poderosos argumentos contra la opresión de las mujeres jamás publicado. A partir de los datos detallados de un gran estadístico francés, Jacques Peuchet, Marx ilustra los aspectos anómalos, desnaturalizados y contradictorios de la vida moderna, de la existencia bajo el Capital, de la alienación que nos lleva al suicidio, y que afecta no sólo a las clases desposeídas, sino a todas las esferas y manifestaciones de las relaciones humanas. Incluso hoy en día estas historias se nos presentan con una descarnada actualidad. Marx y Peuchet nos hablan del Patriarcado, de la tiranía familiar, de la violencia de género, pulsiones que sobreviven a la Revolución francesa, que empujan a los más débiles y a los más dignos a cometer el suicidio como salida desesperada. Es una de las pocas veces que Marx tratará el tema de la opresión femenina públicamente. El artículo es una crítica a la vida cotidiana burguesa, una poderosa descripción de la alienación, el extrañamiento entre las personas y un alegato sobre el amplio y universal objetivo emancipador del auténtico Comunismo. Se trata de la primera traducción al español. Nicolás González Varela es ensayista, editor, traductor y periodista cultural. Ha estudiado Filosofía y Psicología y enseñado Ciencias Políticas en la Universidad de Buenos Aires, así como traducido a Heidegger, Graves, Marx y Pessoa, entre otros. Autor de diversos artículos y estudios sobre Arendt, Blanchot, Céline, Heidegger, Engels, Graves, Marx, Pound, Spinoza, colabora en distintos medios gráficos y digitales de actualidad y cultura. Sus últimas obras publicadas son: Nietzsche contra la Democracia (Montesinos, Barcelona, 2010), Los Archivos de Nación Apache (Libros del Sur, Buenos Aires, 2011) y ha sido traductor y cuidador de la edición del Cuaderno Spinoza, de Karl Marx (Montesinos, Barcelona, 2012). Tiene en preparación una edición crítico-histórica de La ideología alemana.

    Suicidio y cuestión femenina: un Marx inusual

    El griego clásico consideraba que si se sufre de algo, es necesario que exista un objeto para que ese sufrimiento exista. El sujeto de las sociedades posmodernas simplemente sufre, quizá porque él mismo ha internalizado que es el objeto verídico de su sufrimiento. Sufrimiento perpetuo y sin objeto, acompañado de depresión: una via regia al suicidio. Fue el abate Desfontaines en el siglo XVIII el primero que empleó el término suicidie (sui- sí mismo y cidius- matar). Séneca elogiaba el suicido heroico como glorioso y memorable (el gran modelo era Catón en su clásico memento mori) y en su bella prosa llamaba al suicida “el vengador de sí mismo”. La muerte, entiéndase la muerte voluntaria o aceptada en pleno conocimiento de causa, era para Hegel la manifestación de la suprema libertad, por lo menos de la libertad “abstracta” del individuo irremediablemente aislado. Si el hombre no pudiera matarse sin “necesidad” no sería hombre. Ser hombre es poder y saber morir. El hombre es un ser suicida, o por lo menos capaz de suicidarse, poseedor de la “Fähigkeit des Todes”. La propia dialéctica del Amo y el Esclavo, donde hay muerte y lucha por el reconocimiento, abre la posibilidad de angustia y suicidio: riesgo voluntario de y sobre la propia vida.

    La depresión resiste en nuestros días a las diferentes facetas del malestar íntimo. La depresión es una zona mórbida, reveladora de las mutaciones de la individualidad en la sociedad del posfordismo, privilegiada para comprender el sujeto o su crisis. La depresión es la tragedia de la insuficiencia, es la sombra familiar del hombre o la mujer sin guía, fatigado de emprender su marcha al futuro apoyado solamente en su egoísmo y tentado de sostenerse (si puede lograrlo) hasta la compulsión por los productos, la costumbre o los comportamientos. La figura del anti-sujeto tiene hoy dos caras en la cultura posmoderna de la intimidad: el drogadicto y el fracasado. La depresión, que ha absorbido a la angustia, es una enfermedad auténtica; su gravedad puede medirse no sólo por su costo social, sino también por la consecuencia lógica: el suicidio. “No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar que la vida vale o no la pena de ser vivida es responder a la pregunta fundamental de la filosofía. Las demás, si el mundo tiene tres dimensiones, si el espíritu tiene nueve o doce categorías, vienen a continuación” sentenciaba el argelino Albert Camus en su ensayo “Le mythe de Sisyphe”. Sísifo personificaba la vida vacía, sórdida, el largo delirio del trabajo esclavizado que se vivía como una vida miserable y sinsentido. Como síntoma social tiene sus lagunas, algunas ligadas al tabú ancestral sobre decidir la muerte de la propia vida. En muchos países es la primera causa de mortalidad prematura entre los jóvenes de 25 a 34 años, más grave que los accidentes de tráfico o los muertos indirectos por el consumo de drogas. En España la tasa de suicidios ha crecido un 70% en los últimos quince años. Detrás de cada suicida efectivo, explican los especialistas, se deben contabilizar diez potenciales. Y la cuestión más alarmante es que detrás del teatro suicida se esconde el fantasma de la depresión. En la época moderna su explicación tuvo poca suerte: el primero en abordarla científicamente fue el sociólogo Émile Durkheim, inspirado por Flaubert, en su monografía “Suicide”, quién dedujo que el suicidio era un problema eminentemente sociológico, y como buen académico nos entregó una clasificación prolija. Habría suicidios altruistas, egoístas, anómicos y fatalistas. Durkheim no estaba interesado en el tema en sí, salvo como ilustración sociológica de la anomia de la sociedad (el subtítulo de su trabajo era Étude de sociologie) y el grado de integration del individuo. Su fetiche era la neurastenia, el concepto decimonónico bajo el que se pretendía explicar la depresión. Durkheim utilizaba al suicidio para su propia guerra intelectual académica contra Gabriel Tarde, la escuela opositora. Tarde, que también propuso una psicología de las masas inspirada en Le Bon, ya había tocado el tema del suicidio como manifestación de la decadencia de la religión o el alcoholismo, pero lo relacionaba con la imitation y el efecto contagio. Su idea, contra la de anomia, era que el suicidio generalmente expresaba una “surexcitation des désirs et des espérances”. Sobreexcitación de deseos y esperanzas… Freud no le prestó mucha atención: apenas cinco menciones sobre el suicidio en su vasta opera omnia. Estaba atraído por el problema de la angustia en el hombre culpable, y el suicidio era un caso de fenómeno sociológico eminentemente psicológico (invirtiendo la perspectiva durkheimiana). La angustia estaría ligada íntimamente a un sentimiento de culpabilidad, que sería “el problema capital del desarrollo de la civilización”. El suicidio sería el precio de mantener tenso el resorte del progreso humano. Inhumano, pero es falla y condición de la sociedad. León Binswanger encontró ya en 1896 un estrecho vínculo entre el suicidio y la vida moderna “la caza desenfrenada de dinero y de las posesiones materiales…”, las exigencias del combate para la vida y para el lujo. El trastorno funcional permitía, tímidamente, abrir la vía a la idea de que la vida social burguesa puede enfermarnos y asesinarnos.

    En 1846, dos años antes del “Manifiesto Comunista” y veintiún años antes de la aparición del primer tomo de “Das Kapital”, un joven emigrée político de veintisiete años, casado, con una hija, publica en un revista socialista minoritaria, “Gesellschaftsspiegel” (Espejo de la Sociedad) un ensayo sobre el suicidio en las sociedades modernas titulado: “Peuchet: vom Selbstmord” (Zweiter Band, Heft VII, Elberfeld, Januar 1846). El motto de la revista era todo un programa político: “Órgano de las clases del Pueblo desposeídas y de esclarecimiento de la situación social del presente”. El artículo está basado en las memorias de un tal Jacques Peuchet (1758-1830), un personaje político de segunda línea, que fue sucesivamente artista, economista, estadístico y archivero de la Policía ¡durante la Restauración! Participó de la Revolución Francesa, para luego ser parte del partido realista, luego simpatizante de Napoleón. Una vida à la Chateaubriand. “Mémoires des archives de police de Paris pour servir à l’histoire de la morale et de la police depuis Louis XIV jusqu’à nos tours”, fue publicado en 1838 por Alphonse Levavasseur, el editor de Balzac, en cuatro voluminosos tomos. No era nuevo el llevar estadísticas confiables y completas. Francia comenzó a recolectar información numérica sobre el suicidio tan temprano como en 1817; se perfeccionaron durante la Restauration cuando se constituyó un Compte général de l’administration de la justice criminelle (1827) y los Annales d’hygiène publique et de médecine légale (1829). En 1840 se creará un Bureau de Statistique Générale. Pero ya antes de Peuchet muchos statisticiens razonarán en términos de correlaciones sociológicas. Así en 1835 el belga Adolph Quételet, padre de la estadística moderna, en su libro Essai de physique social trata al suicidio como un faitsocial y llama la atención sobre una horrorosa concordancia entre la regularidad del suicidio y un acto que parece sensiblemente vinculado a la voluntad del hombre: “debemos perder de vista al hombre tomado aisladamente, individualmente, y no considerarlo más que como una fracción de la especie”.

    Marx comienza su para-ensayo con una breve presentación, una sucinta Bio de Peuchet, para luego extractar y traducir al público de lengua alemana los resultados sociales del capitalismo triunfante en París. Básicamente ha tomado un capítulo de las memorias, el LVIII “Du suicide et de ses causes” (t. IV, pp. 116-82). Por supuesto, no es una traducción literal, sino una transliteración editada, donde se suprimen partes, se agregan pensamientos propios y se deducen conclusiones a las que Peuchet no llega o que están entre líneas. La elección no deja de sorprendernos: no es ni un historiador, ni un economista, ni un político, sino el jefe del archivo de policía. El texto son pequeñas historias, anécdotas con comentarios morales y un poco de piedad cristiana. El nudo del texto son sucesos trágicos de la vida privada. Como nos cuenta Benjamín en su texto sobre Baudelaire, el suicidio como passion particulière de la vie moderne estaba al orden del día entre las clases trabajadoras del París del Segundo Imperio: “Las resistencias que lo moderno opone al natural impulso productivo del hombre están en una mala relación para con sus fuerzas… Lo moderno tiene que estar en el signo del suicidio, sello de una voluntad heroica que no concede nada a la actitud que le es hostil. Ese suicidio no es renuncia, sino pasión heroica… Por ese tiempo se hizo habitual en las masas proletarias la representación del suicidio… Incluso un obrero llega a entrar en la casa de Eugène Sue y se ahorca en ella… El suicidio pudo muy bien aparecer a los ojos de Baudelaire como la única acción heroica que le quedaba en los tiempos de la reacción a las multitudes maladivesde las ciudades”.

    El texto de Marx sobre el suicidio es curioso por muchas razones. Es la primera y última vez que tratará el tema de la opresión de género y la tiranía del pater y mater en la familia burguesa. Quizá una temática tangencial sea el artículo de 1858 “Die Einkerkerung der Lady Bulwer-Lytton” (publicado en el “New York Tribune” del 4 de agosto como: “Imprisonment of Lady Bulwer-Lytton”, el caso de un conservador tory que interna a su mujer en un manicomio), pero no encontraremos algo parecido en toda su obra.Segundo, se observan importantes iluminaciones sobre el problema de género y la crítica a la alienación en el entonces “joven-joven” Marx. El texto se concentra sobre la opresión doble (económica y familiar) de la mujer en la Francia burguesa (de los cuatro casos de suicidio que considera, tres son protagonizados por mujeres). Tercero, es una prueba concreta del influjo en la propia evolución de Marx de los “jóvenes hegelianos”, en especial del primer socialista alemán de la época, Moritz (Moses) Hess (el editor, junto con Engels, de la “Gesellschaftsspiele”). Cuarto, podemos ver finalmente la metamorfosis de Marx en el ambiente obrero y socialista de París en la década de 1840, es decir, nuevamente el papel de la emigración en la mutación radical de su pensamiento. Cinco y último, el texto en sí mismo es muy curioso, ya que se trata casi de un Memoranda, un montaje, en el cual Marx traduce y comenta a Peuchet. No puede hablarse de un artículo de Marx, sino de una presentación y traducción selectiva. Tiene la manufactura del trabajo sobre Spinoza de 1841, de las notas sobre el texto de Bakunin sobre Anarquía y Estado, Staatlichkeit und Anarchie (1874-75) o de los extractos y comentarios sobre Morgan en los “Cuadernos Etnológicos”, Ethnologischen Exzerpthefte (1880-82). La diferencia es que el texto sobre el suicidio fue escrito y planificado para ser publicado. Y para ser leído por público obrero de la región natal de Engels, el Wuppertal (Renania). También es una prueba del “uso” de Marx de documentación anodina, de segunda categoría, materiales estadísticos del estado, de un Marx archivista, que utilizará en su madurez esta práctica con los informes fabriles, los “Blue Book” y Reports, para denunciar la condición social de las fábricas. Como la mayoría de los escritos de Marx, permaneció en el olvido hasta que el sabio y malogrado editor David Riazanov, lo publicó completo y con notas en la primera edición crítica de Marx y Engels, la Marx-Engels Gesammtasugabe (MEGA) en 1932. Actualmente no existe edición en español, apareciendo un extracto en la obra de Marx editada por Maximilien Rubelen Gallimard en 1982; una nueva edición en francés muy completa bilingüe de 1992; una edición en inglés trilingüe (inglés, francés, alemán) del año 1999 y una meritoria edición en portugués (brasileña) del 2006.

    La obra de Jacques Peuchet tiene una anécdota exquisita: “Le Comte de Monte-Cristo” fue inspirado a Alexandre Dumas por el mismísimo Peuchet, factótum del escritor, que encontró en los archivos un suceso similar al de la trama de la novela, informó el actual jefe de los archivos de la prefectura, Claude Charlot, que realizó una investigación. Esta investigación fue publicada en el número de diciembre de 1998 de “Liaisons”, boletín interno de la prefectura de policía de París. Charlot cuenta que Dumas recurría a “asistentes” (eufemismo de Nègre, como August Maquet, quien realizaba una primera copia con datos y conocimientos históricos-sociales la cual re-editaba Dumas) para reunir la masa de un primer original. No nos extrañe que a Dumas se lo llamase Fabrique de romans. Maison Alexandre Dumas et Cie. Peuchet escribió sus memorias a partir de esos archivos, que contienen la historia de la policía francesa desde Luis XIV hasta principios del siglo XIX. Escribió asimismo cuentos, uno de los cuales, según el actual archivista, cuenta la auténtica historia de un zapatero que fue condenado injustamente a trabajos forzados durante siete años, y que volvió del presidio enriquecido porque un sacerdote italiano, vecino de celda, le legó su fortuna. El zapatero pasó el resto de su vida vengándose. Peuchet también perteneció a los economistas franceses neosmithianos y creía en la economía política como savoir administratif. Es probable que Marx le conociera indirectamente por sus estudios sobre economía política que empezó en París. También Marx estaba preparando una historia de la Convención revolucionaria y conocía a la perfección los personajes de segunda y tercera línea. Lo cierto es que Peuchet, como Balzac o Hugo, le permitían, como lo señala en su introducción, radiografiar la pulsión más íntima de la vida bajo el capital. Marx lo señala en su breve intro: el valor intrinseco de la crítica social francesa (“Die französische Kritik der Gessellschaft”) a las condiciones sociales de la vida moderna, en especial a las relaciones de despotismo familiar y egoísmo propietario. Lo privado es político. Pero la inspiración no es meramente intelectual: debemos explicar cómo la propia vida modifica los puntos de vista de un “joven hegeliano”. Cómo el Scenariomaterial (el ambiente comunista de los artesanos alemanes, París como capital revolucionaria) modifica y cambia para siempre la biografía de un liberal renano.

    París en 1844 era la tierra prometida para todo revolucionario, desde el liberalismo hacia la izquierda. La capital francesa no era tan sólo el dominio del patético Luis Felipe y Guizot, sino también de Georg Sand y Musset, de Heine y Bakunin. Es una ciudad bohemia, suntuosa. Se construye por todas partes (como hoy en España). La burguesía, próspera y triunfadora, se pasea en llamativos carruajes. Victor Hugo rechaza la reforma de la ortografía aconsejada por al Academia Francesa y publica “Echec des Burgraves”; Balzac (amado por Marx) publica “Honorine et la Muse du département”; acaba de morir Stendhal. El futuro mediocre Charles Louis–Napoleón Bonaparte también edita su propio libro: “L’Extinction du paupérisme”. Ledru-Rollin (campeón del sufragio universal) funda el periódico “La Réforme”, tribuna desde la cual disparará sus invectivas el madrileño Louis Jean Joseph Charles Blanc. Frederic Chopin toca el piano en casa de la Condesa d’Agoult (quien tiene de amante a Liszt) para acariciar los oídos de Saint-Beuve e Ingres. Lujo y vanguardia son sinónimos parisinos; la miseria absoluta y el pauperismo también. París como climax de la libertad política; la marmita siempre en ebullición de las teorías más avanzadas; el laboratorio de las prácticas políticas de vanguardia. Aunque habían pasado muchas décadas desde que Francia fuera considerada la sede espiritual de la revolución, en los años cuarenta del siglo XIX la Europa continental era la democracia más real y avanzada. Era como Moscú en los años ’20 y ’30: un espantajo para los conservadores y monárquicos, una Mecca de los extremistas. Herzen, el escritor populista ruso, cuenta en sus memorias cómo conectaban sus contemporáneos “la palabra París con los grandes acontecimientos, las grandes masas, los grandes hombres de 1789 y 1793, recuerdos de una colosal lucha por una idea, por los derechos, por la dignidad humana… El nombre de París iba estrechamente unido a los más nobles entusiasmos de la humanidad contemporánea. Entré en París con reverencia, como se entra en Jerusalén y en Roma”. Hacia 1845 vivían como inmigrantes en la capital unos 80.000 alemanes, que se dividían en dos grandes grupos socioeconómicos: de un lado escritores y artistas, del otro los artesanos y trabajadores profesionales. Algunos oficios eran típicamente alemanes, como el de zapatero: “allemand” en la jerga parisina llegó a ser sinónimo de cordonnier. Los alemanes, como todos los emigrantes pobres actuales y pasados, hacían bajar en su desesperación los salarios medios de los franceses, por lo que eran muy comunes conflictos y campañas xenófobas. La puntillosa policía parisina registra que las primeras asociaciones secretas socialistas y comunistas alemanas datan de 1835. Marx llega expulsado de Alemania a mediados de octubre de 1843, se instala y comienza a trabajar en la edición del primer número de los Deutsch-französische Jährbucher, “Anales Franco-Alemanes”. Estas primeras asociaciones se componían de intelectuales y obreros autodidactas, como la luego famosa “Liga de los Justos” fundada por un médico (y compañero luego de Marx) August Hermann Ewerbeck (traductor al francés de Feuerbach). Fue él quién introdujo a Marx en las asociaciones revolucionarias alemanas y francesas de París. Según sus propias palabras “en las asociaciones de artesanos comunistas la fraternité no es una vana palabra, sino una realidad, y toda la nobleza de la humanidad resplandece en estos hombres endurecidos por el trabajo”. Marx se encuentra con Bakunin, ese antiguo y gigantesco oficial de la guardia imperial discutiendo y blandiendo siempre un cigarrillo. Visita los salones de los ricos rusos de tendencia liberal, como Annenkov y Tolstoi. Conoce a Proudhon. Agentes secretos prusianos ya andaban tras la pista de sus pasos: “En París comienza a surgir una nueva clase de escritores, artistas y obreros alemanes, la cual está decidida a provocar el derrocamiento por el camino de las reformas sociales. Al frente de dicho partido se encuentran los representantes de la doctrina hegeliana: Ruge, Marx… Resulta verdaderamente lamentable ver de qué forma algunos intrigantes engañan a los pobres obreros alemanes. Pero no sólo intentan arrastrar al comunismo a los obreros, sino también a jóvenes comerciantes, dependientes… Los comunistas alemanes se reúnen cada domingo ante la Barriere du Trône, en la sala de un tabernero en la carretera…Se reúnen normalmente 30, muchas veces 100 0 200 comunistas. Tienen alquilada la sala. Allí pronuncian discursos en los cuales se predica abiertamente la muerte del rey, la abolición de todos los bienes, la eliminación de los ricos, etc. En resumen: la más horrenda e inaudita locura. Le escribo a toda prisa, con el fin de que esos Marx, Hess… no continúen arrojando a la gente joven a la desgracia”. El espía prusiano no estaba alejado de la mutación que se estaba produciendo: el surgimiento de un nuevo tipo de escritor. Y es que el exilio político acarrea un doble corte: de un lado re-establece una libertad y una posibilidad de expresión imposible en Alemania; del otro una muerte simbólica de todo el pasado in toto. París es la fase de ruptura, de renovación práctica de la teoría, donde la exterioridad del exilio se transforma en objetivación de la filosofía bajo la Kritik al idealismo, preámbulo de la Kritik a la ideología. A fines de agosto de 1844 se produce un encuentro histórico: Engels pasaba por París desde Manchester de vuelta a Barmen y toma unas cervezas con Marx en el monumental “Café de la Régence”, uno de los más famosos cafés de París (muchos dicen que allí se inició la Revolución Francesa, entre sus clientes se contaron Voltaire, Diderot, Rousseau, Grimm, Musset). Allí, según palabras del propio Engels: “nuestro completo acuerdo en todos los campos teóricos se hizo claro y nuestro trabajo conjunto data de aquellos días”. En una mesa del café, Marx se comprometió a colaborar en una revista socialista que Engels editaba junto con el “rabino rojo”, o sea: Moritz Hess. Hess, primer socialista alemán, quién convirtió al owenista Engels al comunismo; creador del Sionismo y siempre cercano a Marx.

    Marx escribe el texto sobre el suicidio en la segunda mitad de 1845. Ha sido expulsado de París en enero de 1845, junto con varios redactores del diario “Vörwarts!”, Bakunin y ¡un agente doble prusiano por equivocación!; parece que el rey exclamó: “¡Hay que purgar París de filósofos alemanes!”. Le dan veinticuatro horas para abandonar Francia. Vive en Bruselas, aunque no le gusta. Ciudad provinciana, capital de un pequeño país independizado hacía poco tiempo, con un gobierno católico-conservador, un fondeadero de emigrantes políticos de paso y con una gran libertad de expresión, la única satisfacción. Se le prohíbe escribir sobre política. Dirá de su paso por Bélgica: “le paradis et la chasse gardée des propriétaires fonciers, des capitalistes et des curés”. Freddy Thielemans, actual bourgmestre de Bruselas ha inaugurado una placa conmemorando los tres años de vida de Marx. Acompañado por un amigo había llegado, vía Lieja, el 9º de febrero de 1845 y se alojó en una taberna en la rue du Bois-Sauvage, cerca de la majestuosa St. Michael. Llevaba una nota de instrucciones que le había dado su mujer, Jenny: conseguir alquilar una vivienda de cuatro habitaciones, que tuviera calefacción, el cuarto de estudio y el de los niños debía estar amueblado muy sencillamente, la cocina no importaba, ni si los dormitorios tenían colchones y sábanas, y concluía: “mi único deseo es que prestes atención a los armarios; juegan un papel muy importante en la vida de un ama de casa y son objetos realmente valiosos, que no hay que dejar a un lado. ¿Cómo disponer mejor de los libros?”. Alquilará una casa barata en los suburbios del este de la ciudad donde se habla flamenco, en St. Louvain.

    Residirá tres años, vivirá hasta que estallen las revoluciones de 1848. Allí nacerá su segunda hija, Laura. Subsiste con donaciones y préstamos. Vive al borde de la mendicidad. Le ataca el asma. En el interregno de su situación precaria intenta conseguir una visa para los Estados Unidos. Aunque vive en la pobre Bélgica, lo que vuelca en el ensayo es un emergente de su trabajo público publicista y privado en la temporada parisina. En especial se condensan las conclusiones teóricas de los manuscritos de 1844, los Ökonomisch-philosophischen Manuskripte von 1844 y Die Heilige Familie, “La Sagrada Familia”, primer trabajo conjunto del tandem Engels&Marx escrito a fines de 1844 y recién editada en 1845 (sin mucho éxito de lectores). En los Manuskripte, Marx ya había definido cómo “la propiedad privada se desprende, pues, mediante el análisis del concepto del trabajo alienado, es decir, del hombre alienado, del trabajo enajenado, de la vida enajenada, del hombre enajenado”. Y el concepto del trabajo alienado (de la vida alienada) “lo hemos obtenido en la economía política como resultado del movimiento de la propiedad privada”. Por primera vez conceptualiza la Entmfredung de los trabajadores bajo el capital. El trabajo bajo las relaciones sociales modernas “produce maravillas para los ricos, pero produce miseria y desamparo para el trabajador. Produce palacios, pero también tugurios para los que trabajan. Produce belleza, pero también invalidez y deformación para el trabajador. Sustituye el trabajo por máquinas, pero obliga a una parte de los obreros a retornar a los trabajos de la barbarie y convierte a otros en máquinas. Produce espíritu, pero produce también estupidez y cretinidad para el trabajador”. El trabajador vive esta objetivación (la realización de un trabajo por un salario) como una desrealización: “la objetivación se manifiesta como pérdida y servidumbre del objeto, la apropiación como enajenación, como alienación”. El obrero no es más hombre, sino una marchandise más, pero una mercancía “de las más desdichadas cualidades”. En el tercer manuscrito parisino, el capítulo “Privateigentum und Kommunismus”, Marx introduce en el antagonismo fundamental otros heredados y subsumidos, en especial la opresión de género, la dominación entre sexos (un pasaje subrayado por Simone de Beauvior y Raya Dunayevskaya): “En el comportamiento hacia la mujer, botín y esclava de la voluptuosidad común, se manifiesta la infinita degradación en que el hombre existe para sí mismo… Del carácter de esta relación se desprende en qué medida el hombre ha llegado a ser y se concibe como ser genérico, como ser humano: la relación entre hombre y mujer es la más natural de las relaciones entre uno y otro ser humano”. La opresión de la mujer, su estado y situación social, es una ratioinfalible, tanto como las divisiones en clases, para medir el desarrollo humano de una sociedad.

    Es en este novísimo framework que critica la alienada objetivación burguesa en el cual Marx rescatará las memorias de Peuchet. En “La Sagrada Familia”, el texto inmediatamente anterior al del suicidio, en el capítulo IV (escrito por Engels), “Die kritische Kritik” als die Ruhe des Erkennens oder die “kritische Kritik” als Herr Edgar”. Allí se realiza una defensa a toda la línea de la feminista comunista Flore Celestine Therèse Henriette Tristán Moscoso Laisney (¡otra emigrée!) y su libro “Union Ouvrière” (1843), impreso en la misma imprenta donde Marx y sus compañeros editaban sus periódicos. Flora era criticada por los jóvenes hegelianos, antiguos aliados, como una “dogmática femenil”. Allí, la autora, sentenciaba que el mejoramiento de la situación de miseria e ignorancia de los trabajadores es fundamental, porque “todas las desgracias del mundo provienen del olvido y el desprecio que hasta hoy se ha hecho de los derechos naturales e imprescriptibles del ser mujer”. Ella rehusaba mantener la emancipación de los trabajadores separada de las de las mujeres: “el hombre más oprimido puede oprimir a otro ser, que es su mujer. La mujer es la proletaria del mismo proletario”. Tristán había muerto a los 41 años, víctima de tifus, y antes de que Marx (o Engels) pudieran conocerla. Mártir de la opresión de género, maltrato marital y violencia doméstica (su esposo intentó asesinarla a tiros: tuvo una bala sin extraer en su pecho hasta su muerte). Otra reivindicación novedosa, y que cruza análisis de género con crítica de clase, es a las prostitutas. En el capítulo VIII, capítulo II, “Enthüllung des Geheimnisses der kritischen Religion oder Fleur de Marie”, se defiende la cosmovisión de un personaje del novelista republicano de izquierda Eugène Sue, la puta Fleur de Marie en el roman-feuilleton “Les Mystères de Paris” (1843). La novela se incluía dentro de un género de crítica social-literaria, llamada mystères urbains, incluso historias de misterios de fábricas. Se describían aventuras y desgracias en los arrabales de las grandes ciudades, y en especial el modus vivendi de los obreros y desclasados. El capítulo lo escribe Marx : « Encontramos a Marie, como mujer de la vida, en medio de delincuentes, como sierva de la patrona en la taberna que frecuentan los maleantes. Pero, aunque sumida en ese envilecimiento, conserva una humana nobleza de alma, una naturalidad humana y una belleza humana que se imponen al ambiente que la rodea… sus cualidades sólo se pueden explicar por el despliegue de su condición humana en medio de la situación deshumanizada en que se halla… Fleur no considera la situación en que se encuentra como una creación libre, como una expresión de sí misma, sino como un destino que ella no se ha merecido… Mide sus situación vital con arreglo a su propia individualidad, a su esencia natural, y no al ideal del bien ». Y al final a Fleur de Marie, como pecadora arrepentida, sólo le queda el camino de la muerte. Recordemos que Tristán también había escrito y criticado la situación de la prostitución.

    Marx comienza su artículo sobre el suicidio con unas palabras de Peuchet en las cuales el suicidio debe ser considerado el symptôme de un vicio constitutivo de la sociedad moderna. Se subraya que la más grande proporción de los suicidios se deben principalmente a la misère, aunque es un fenómeno multiclasista. Los defectos son constitutivos a la forma en que se organiza la sociedad. Marx no sólo traduce, sino que lo hace muy libremente. Destaca en itálicas que el suicidio, como cualquier otra manifestación social, difiere mucho de una sociedad a otra: « Toutes les societés n’ont donc pas les mêmes produits ». Cada sociedad produce sus propios monstruos. Nuestra sociedad, dice Peuchet citando a Rousseau, es un desierto poblado de bestias feroces. ¿De dónde puede surgir este deseo de vengarse de sí mismo? Marx-Peuchet nos lo aclaran: “La revolución [francesa] no ha derribado todas las tiranías; los poderes arbitrarios siguen subsistiendo en las familias; ellos causan crisis análogas a aquellas que provocan las revoluciones”. El suicido como tragedia de la vida íntima no es más que la medida y el síntoma de una lucha social, siempre flagrante, donde muchos combatientes se retiran cansados porque se saben siempre víctimas y porque se rebelan contra el sólo pensamiento de “prendre un grade au milieu des borreaux”. Marx toma cuatro casos detallados de los relatados por Peuchet. Tres son jóvenes mujeres; el otro un hombre ex-guardia real. Primer caso: es suscitado por la presión familiar, tanto materna como paterna, por perder la virginidad. Ella se suicida ahogándose en el Sena. El segundo caso implica abuso conyugal, tiranía marital y etnicidad, una joven originaria de La Martinica que sufre los celos sin límites que la llevan a arrojarse al Sena. Marx compara el maltrato de su marido comparándolo con la esclavitud, protegida por el Code civil y los derechos de propiedad. El tercer caso trata de los derechos de aborto: una joven de dieciocho años queda preñada del tío de su marido y se presenta a un médico para que le quite el embarazo bajo el juramento que se matará. También se ahoga en el Sena. El caso masculino es un hombre de edad mediana, ex-soldado, que ha perdido su trabajo, no consigue ninguno y su familia entra en la habitual espiral de pobreza, exclusión y marginalidad. No soporta la carga moral. Se ahorca. Peuchet cierra su relato diciendo que la clasificación de las diversas causas de suicidio podría ser la clasificación misma de los vicios de una sociedad. Al final del artículo Marx reproduce unas tablas estadísticas que analizan los suicidios en el año 1824 en París y la Banlieue. Los números fríos dejan ver cómo los suicidios femeninos son los más comunes. En el futuro Marx volverá sobre el tema del género y la crítica radical a la familia burguesa, en la “Deutsche Ideologie”, hablando de la división del trabajo entre sexos como la forma más original y primitiva y, por supuesto, en el “Manifiesto Comunista”, donde llama, no sin razón, a la superación-abolición, la Aufhebung, de la familia bourgeois, agregando : “La familia burguesa existe sólo plenamente para la burguesía y encuentra su obligado complemento en la carencia forzosa de familia de parte de los proletarios y en la prostitución pública… las declamaciones burguesas sobre la familia y la educación, sobre la intimidad de las relaciones entre padres e hijos, resultan tanto más repugnantes cuanto más la gran industria desgarra todos los lazos familiares para los proletarios y convierte a los hijos en simple objetos del comercio e instrumentos de trabajo… El burgués ve en su esposa simplemente un instrumento de producción. Y al oír que los instrumentos de producción deben ser explotados en común, no pueden por menos de pensar, naturalmente, que también a las mujeres les tocará la misma suerte. No entienden que de lo que precisamente se trata es de acabar con la posición de la mujer como simple instrumento de producción”.


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    Última edición por pedrocasca el Vie Feb 08, 2013 9:25 pm, editado 2 veces
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    Karl Marx - Suicidio y cuestión femenina bajo el capital. Empty Re: Karl Marx - Suicidio y cuestión femenina bajo el capital.

    Mensaje por pedrocasca Dom Nov 25, 2012 4:30 pm

    Karl Marx: Acerca del suicidio

    texto de Pablo Augusto Bonavena

    publicado en Revista del Programa de Investigaciones sobre Conflicto Social - Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires

    Acaba de aparecer en la Argentina por primera vez en español tres escritos breves de Marx: “Acerca del Suicidio”; “El encarcelamiento de Lady Bulwer-Lytton” y “El aumento de la demencia en Inglaterra” (1). La traducción fue realizada por Ricardo Abduca y está acompañada con una interesante introducción de su autoría, planteada como una “hipótesis de lectura” de los escritos que presenta, brindando muchos elementos para una mejor comprensión de su contenido. Luego de este prefacio, además, el traductor nos ofrece dos extractos de los Manuscritos de 1844 que también preparan el terreno para el lector.

    El escrito más relevante de los tres que nos brinda Abduca es el primero, donde Marx por única vez traduce, edita, corrige y reformula extractos de un trabajo hecho por un funcionario de la restauración, el archivista policial Jacques Peuchet, al punto de convertirse probablemente en una suerte de “coautor” (2). El artículo refiere al suicidio a partir de la presentación de algunos casos, tema que durante dos siglos ocupó el centro de un intenso debate. En efecto, la interrupción voluntaria de la vida en siglo XVIII fue abordada como un problema moral, para ser considerada en el siglo XIX como un problema social que por su envergadura debía ser explicado por las nuevas ciencias (3).

    El suicidio fue asumido por muchos pensadores relevantes con diferente énfasis, entre los que se destaca Durkheim por asignarle un estatus sociológico cuando lo analiza como un hecho social. Marx también se interesó por el asunto, pero en este escrito que fue calificado, en general, como una “curiosidad” dentro de su obra (4). Su contenido es una “reformulación” del texto, como califica Abduca la elaboración del Marx, publicada en un periódico socialista renano en 1846.

    Allí nos muestra una porción del ámbito de las relaciones personales y el mundo privado, poniendo en evidencia la opresión de la mujer en la sociedad burguesa a través de una organización familiar asfixiante; que promueve situaciones conmovedoras como lo refleja el relato de la mujer que se tiró al río para quitarse la vida, no sin antes anudar su falda a los tobillos, mostrando el peso del control social a través del pudor que no pierde capacidad represiva, ni siquiera en un momento de máxima desesperación. Pero también destaca el drama de los individuos y las angustias de la vida privada en este tipo de sociedad más allá de su clase social y del género. Por eso, en la construcción de Marx sobre el texto de Peuchet, la crítica al patriarcado y al sexismo se combina con una interpelación sobre el contenido de la organización social toda: “¿Qué clase de sociedad es ésta, en la que se encuentra en el seno de millones de almas, la más profunda soledad; en la que uno puede tener el deseo inexorable de matarse, sin que nadie pueda presentirlo? Esta sociedad no es una sociedad; como dice Rousseau, es un desierto, poblado por fieras salvajes” (5).

    En el mundo burgués persisten un hombre y una mujer sujetos a los sucesos trágicos de la cotidianeidad impiadosa, que parecería ofrecer un único camino para superarla: “...a falta de algo mejor, el suicidio es el recurso más extremo contra los males de la vida privada” (6). Peuchet resalta con agudeza que aún luego de la Revolución Francesa subsisten poderes arbitrarios localizados en la familia, en el abuso conyugal, en la carencia de derechos para administrar individualmente el aborto, cuyo peso sobre las personas es tan letal como la pérdida del empleo, circunstancias todas que hacen explicable que alguien se quite la vida de manera voluntaria. Sobre el trasfondo de crítica a la realidad de su tiempo que esgrime Peuchet, que invita a pensar en remedios para combatir los síntomas de la injusticia, Marx insiste con una idea central de su pensamiento: “...fuera de una reforma total del orden social actual, todos los intentos de cambio serán inútiles” (7).

    En los otros escritos que completan el libro, aparecidos en 1858, como bien señala Abduca, Marx aborda temas “caros a Foucault”. Allí eslabona a la indigencia y la demencia con el encierro disciplinario, la pobreza con la workhouse, localizando sorprendentemente como unidad de análisis la consideración de “casos” [8]. que prolongan el registro analítico del primer artículo sobre el suicidio.

    En definitiva este libro nos ofrece un breve pero apasionante recorrido por temas poco usuales en la obra de Marx, base para un “marxismo de la vida cotidiana” (9), que pueden ser combinados con la lectura de los prefacios de Ricardo Abduca, de Michael Löwy en la traducción al portugués aparecida en Brasil y la de Nicolás González Varela, más el citado artículo de Marta M. Assumpcao Rodriguez,10 todo disponible en internet, conformándose así un breve pero apasionante periplo de lectura que seguramente reforzará una certeza: Marx nunca deja de sorprendernos.

    Notas:

    (1) En paralelo a esta edición, acaba de ser publicada otra traducción al español del artículo de Marx “Peuchet: sobre el suicidio”, realizada por el filósofo argentino Nicolás González Varela, que también presenta un interesante estudio preliminar que demuestra sus profundos conocimientos acerca del “joven Marx”. Sobre el suicidio de Karl Marx. Estudio Preliminar de Nicolás González Varela: “Karl Marx en Bruselas: Suicidio y cuestión femenina bajo el capital”; El Viejo Topo. Barcelona, 2012.

    (2) Esta opinión corresponde a Rodriguez, Marta M. Assumpcao; “Suicidio y sociedad: un estudio comparativo de Durkheim y Marx”; en Revista Latinoamericana de Psicopatología Fundacional; San Pablo, Brasil. Volumen 12. Nro. 4 de diciembre de 2009; página 705. González Varela, con más prudencia, nos advierte en su introito que Marx no efectúa “una traducción literal, sino una transliteración editada, donde se suprimen partes, se agregan pensamientos propios y se deducen conclusiones a las que Peuchet no llega o que están entre líneas”.

    (3) Lukes, Steven; Emile Durkheim. Su vida y su obra; Centro de Investigaciones Sociológicas y Siglo XXI Editores; Madrid, 1984; páginas 190 y 191.

    (4) Michael Löwy en el prefacio a la traducción al portugués de este artículo habla de una “Marx insólito”; en Sobre o suicidio; Editorial Bointempo; San Pablo, 2006.

    (5) Traducción de Ricardo Abduca; página 71. Este párrafo según la traducción de González Varela dice: “¿Qué significa, en efecto, una sociedad en la que se encuentra la más profunda soledad en el seno de millones de almas; en la cual puede ser poseído por el deseo indomable de matarse a sí mismo, sin que nadie pueda preverlo? Esta sociedad no es en realidad una sociedad; ella es, como dice Rousseau, un desierto poblado de animales salvajes”.

    (6) Traducción de Ricardo Abduca; página 98.

    (7) Traducción de Ricardo Abduca; página 71.

    [8] Traducción de Ricardo Abduca; página 41.

    (9) Entrevista de Salvador López Arnal a Nicolás González Varela sobre la publicación de su estudio preliminar en relación al Cuaderno Spinoza de Karl Marx (Editorial Montesinos, Barcelona, 2010); junio de 2012; en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

    (10) Uno de los aspectos más interesantes de este artículo es la hipótesis de la autora que asigna, en lugar de una contraposición, cierta complementariedad entre el trabajo de Marx y el posterior de Durkheim acerca del suicidio, sosteniendo asimismo, que ambas obras “constituyen un marco importante de delimitación de la sociología como disciplina rigurosamente científica”. Op cit; página 698.
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    Karl Marx - Suicidio y cuestión femenina bajo el capital. Empty Re: Karl Marx - Suicidio y cuestión femenina bajo el capital.

    Mensaje por pedrocasca Vie Feb 08, 2013 9:21 pm

    Relacionado con el texto de este tema está:

    Entrevista a Nicolás González Varela en torno a la publicación de Sobre el suicidio de Karl Marx”, por Salvador López Arnal

    se puede leer completa la entrevista en:

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    Karl Marx - Suicidio y cuestión femenina bajo el capital. Empty Re: Karl Marx - Suicidio y cuestión femenina bajo el capital.

    Mensaje por pedrocasca Vie Abr 05, 2013 9:15 pm

    También se puede descargar, por cortesía del blog Socialismo actual:

    «Acerca del suicidio», de Karl Marx

    Este libro está compuesto de tres artículos de Karl Marx: (120 páginas escaneadas de buen formato pdf)

    •«Acerca del suicidio» (título original: Peuchet: vom Selbstmord), 1846

    •«El encarcelamiento de Lady Bulwer-Lytton» (título original: The Imprisonment of Lady Bulwer Lytton), 1858

    •«El aumento de la demencia en Gran Bretaña» (título original: The Increase of Lunacy in Great Britain), 1858

    Traducción, edición y estudio introductorio de Ricardo Abduca. Publicado en 2012 por Las Cuarenta, Buenos Aires, Argentina.

    [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

    El primer artículo también fue publicado en España con el título Sobre el suicidio, por El Viejo Topo, con estudio preliminar y notas de Nicolás González Varela.

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    Última edición por pedrocasca el Dom Abr 07, 2013 1:04 pm, editado 1 vez
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    Karl Marx - Suicidio y cuestión femenina bajo el capital. Empty Re: Karl Marx - Suicidio y cuestión femenina bajo el capital.

    Mensaje por ArmaTuMente Dom Abr 07, 2013 12:15 am

    Pedro, eres el mejor Very Happy
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    Karl Marx - Suicidio y cuestión femenina bajo el capital. Empty Re: Karl Marx - Suicidio y cuestión femenina bajo el capital.

    Mensaje por pedrocasca Dom Jul 14, 2013 3:43 pm

    Se puede descargar completo el libro titulado Cuaderno Spinoza, de Karl Heinrich Marx (Editorial Montesinos - Traducción, estudio preliminar y notas de Nicolás González Varela - 266 páginas de muy buen formato pdf), desde el link:

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    Se presenta el libro: En la primavera de 1841, un estudiante hegeliano de veintitrés años residente en Berlín, llamado Karl Marx, transcribe en varios cuadernos ciento setenta pasajes del Tractatus theologico-politicus, la obra más política del filósofo holandés Spinoza. Estos manuscritos permanecieron inéditos hasta 1976, incluyéndose entonces en la nueva edición alemana de las obras completas de Engels y Marx, la famosa MEGA. El texto es de suma importancia, tanto por el método de trabajo que después será habitual en el filósofo alemán, como por la exposición de la filosofía política spinoziana, la cual es reordenada radicalmente y subvertida respecto al original. Es en realidad un texto de Marx, pero escrito con el estilo de Spinoza. Se trata de una operación intelectual y de intervención política de enorme interés que puede entenderse tanto como un gesto de apropiación espiritual como la construcción de un antídoto eficaz contra las propias premisas liberales del pensamiento de Hegel. Es un nuevo texto de Marx, inédito en lengua española, escrito y pensado con las palabras de otro filósofo subversivo, Baruch de Spinoza, y que demuestra su presencia decisiva en el itinerario del pensamiento político marxiano. Una presencia que anuncia la génesis de la crítica de la alienación política y del Estado del Marx maduro, además de permitirle ampliar la definición moderna de la auténtica democracia como concepto que permite resolver el enigma de la comunidad humana.

    El link de descarga es cortesía de tovarich camaradaallende (actual Sholojov en el otro Foro).
     
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    Karl Marx - Suicidio y cuestión femenina bajo el capital. Empty Re: Karl Marx - Suicidio y cuestión femenina bajo el capital.

    Mensaje por RioLena Sáb Ene 28, 2017 11:07 pm

    •“Cuaderno Spinoza”, de Karl Heinrich Marx

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    escaneado en formato[b] pdf
    de buena calidad

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    Karl Marx - Suicidio y cuestión femenina bajo el capital. Empty Re: Karl Marx - Suicidio y cuestión femenina bajo el capital.

    Mensaje por RioLena Mar Mar 31, 2020 7:03 pm

    Primera edición castellana de tres textos de Marx: “Acerca del suicidio”, “El encarcelamiento de Lady Bulwer-Lytton” y “El aumento de la demencia en Gran Bretaña”.

    120 páginas en formato pdf válido para lectura

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