Así es Corea del Norte en diez puntos
Acabo de salir de un viaje de 11 días por Corea del Norte. He estado varias noches en la capital, Pyongyang, y he visto otras cinco ciudades: Kaesong, Wonsan, Nampo, Haeju y Sariwon. Lo que he visto es limitado y confuso, por eso no haré de momento un ebook sobre el país, como ya hice con Irán. Debería especular demasiado. Corea del Norte es un agujero negro.
Sí que vi sin embargo suficientes cosas sorprendentes para unos cuantos posts. En los próximos días haré al menos otros tres más específicos con fotos y vídeos. Estas diez cosas son la introducción; las divido en dos posts para que no sean tan largos. Aquí van las cinco primeras.
1. Es una reserva natural política. Corea del Norte renunció al comunismo hace décadas a cambio de una filosofía propia, el Juche. Su tesis principal es la autosuficiencia. Pero la sociedad se parece aún mucho a lo que podría ser hoy una rígida sociedad comunista. Las granjas son colectivas, la comida y otros productos básicos están racionados, no hay paro y poca propiedad privada, las imágenes de los líderes están por todas partes.
Hay incluso detalles menores que calcan de los comunistas: los trabajadores de oficinas ayudan a los campesinos dos semanas durante la cosecha, los viernes tienen un día de trabajo social (en la foto docenas de amas de casa cuidan un parterre en Pyongyang), los sábados deben estudiar y los domingos descansan.
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En una charla con un diplomático ruso que llevaba casi tres años en Corea, me preguntó qué había ido a hacer allí: “Ver un país distinto”, le dije. “Es una reserva natural política”, me contestó. Es el último país de su especie. Los otros países que se declaran comunistas -China, Cuba, Vietnam y Laos- se han abierto en distintas medidas. Corea del Norte, no.
2. Los coreanos están aislados. El cierre al exterior de Corea del Norte tiene como objetivo preservar el régimen. La influencia de extranjeros y sus costumbres puede ser mala. Es probable que los norcoreanos sean las personas que sepan menos del resto del mundo.
En una charla con una universitaria de veintipocos años, le pregunté por Google, Facebook y Youtube. No sabía qué era ninguna de las tres. En Corea del Norte hay solo intranet, no internet. La red es nacional y pocos tienen acceso a ordenadores con conexión. No sé bien qué información puede encontrarse en esa red especial. En todo caso, es limitada.
Con el cine ocurre algo parecido. En otra conversación, dos personas no supieron quiénes eran Brad Pitt, Harrison Ford y Clint Eastwood. Es probable que hayan podido ver alguna de sus películas y no retengan el nombre. El régimen permite algunas películas históricas extranjeras. Intenta que no se vea el éxito o la potencia de ciudades modernas en países rivales. Algún extranjero dice que circulan de mano en mano deuvedés que llegan de Corea del Sur. No he podido comprobarlo. Otro grupo de universitarios había visto El Rey León y vi en dos locales públicos teles con La Bella y la Bestia y una película de Jackie Chang.
Un joven de un grupo de cuatro universitarios me habló de sus gustos musicales: “Me gusta el rock, pero no el jazz”, dijo. Parecía que sabía distinguirlos. Cuando le pregunté por algún nombre, me dijo: “Ninguno en especial”, con cierto rubor (es difícil decir si sienten algo de vergüenza por no saber obviedades o ni siquiera intuyen que no las saben). Probé con algunos nombres: “¿Beatles, Rolling Stones, Queen, Madonna?” Mientras entre varios intentaban dar con un nombre de un músico extranjero, uno saltó: “¡Beethoven!” No salió ninguno más.
Pero sí aparecieron más nombres de cultura general: “¡Ricardo Corazón de León!”, dijo otro. Resultaba que lo conocían porque fue contemporáneo de Robin Hood, que sí sabían quién era. Salieron también Cervantes y Shakespeare -”¡Romeo y Julieta!”, gritó uno satisfecho.
Poco antes de ese concurso colectivo de nombres internacionales, un chico me había dicho los nombres de media docena de titulares del Barça. Ese mismo joven supo decir cinco presidentes del mundo: Zapatero (iba con un poco de retraso), Obama, Raúl Castro, Putin y Hu Jintao. Sabían también quién era Osama bin Laden.
Además de algo de fútbol y política, también llegan marcas de moda sueltas que logran identificar: Gucci, Chanel, Adidas, Nike. En Corea del Norte hay solo tres canales de tele: dos nacionales y uno para Pyongyang, que tienen bastantes ventajas. Las noticias nacionales suelen ser como las de este periódico: “El líder ha ido aquí o allí”.
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El dobladillo del papel está hecho especialmente para evitar dañar la imagen del líder actual, Kim Jong un. Hablé con un norcoreano de la nueva esposa del líder actual, que fue presentada en público poco antes de mi viaje. No sabía su edad, su oficio -es cantante- ni de dónde salía: “Cuéntame tú -me dijo-, en el extranjero los medios dicen más cosas”.
3. La propaganda es arrolladora. Desde su fundación, Corea del Norte ha tenido tres presidentes de la misma familia: Kim Il-sung, Kim Jong-il y Kim Jong-un. El primer Kim es una figura parecida a la de Mao Zedong: un presunto héroe en la lucha contra el opresor extranjero y el fundador de la patria con ayuda soviética.
Kim gobernó desde 1948 -cuando los soviéticos salieron del país y se fundó la República Democrática Popular de Corea- hasta su muerte en 1994. Su hijo ha mandado desde entonces hasta que murió en diciembre de 2011. En estos ocho meses, en muchos de las grandes esculturas y pinturas de homenaje, el hijo ya acompaña al padre. Estas son las dos grandes estatuas de Pyongyang.
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Aquí vienen las parejas cuando se casan o cuando hay algo que celebrar. Los extranjeros que vamos al país pasamos primero de todo por aquí para hacer una reverencia ante los líderes. En otros carteles, el primer Kim sigue solo:
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Otros están en obras:
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Todos los coreanos deben llevar un pin con sus efigies. Hay varios modelos. En todas las casas y lugares públicos también deben colgar los retratos de los dos líderes. El marco no es normal, sino como se ve en la foto. Así parece que siempre miren hacia abajo.
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Muchas de las historias que cuentan en Corea de sus líderes rozan el terreno religioso. El primer Kim sigue siendo “el presidente eterno”. En todos los lugares oficiales por los que pasan -hospitales, obras de ingeniería, museos de costura-, dan “instrucciones”, que se siguen a rajatabla. En muchas de las fotos de los dos líderes hay alguien en la comitiva que toma notas. Se les presenta como los salvadores de la patria: sin ellos, los coreanos no sabrían avanzar. Este es Kim Il-sung rodeado de apuntadores:
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Este es su hijo, Kim Jong-il:
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Un día bromeé con una norcoreana. Había cruzado a pie un riachuelo y le dije: “Jesús tambien anduvo por encima de las aguas. ¿Kim Il-sung no ha hecho algo parecido?” La señora no rió, me miró un poco descolocada y me dijo con respeto: “Las acciones de Jesús son leyendas”. Kim en cambio era real. En otro post hablaré algo más de la religión.
4. Los extranjeros están limitados. El problema para los extranjeros en Corea del Norte es doble: primero, el régimen no quiere que se relacionen con locales y les cuenten cómo es la vida fuera, y segundo, el gobierno pretende dar la imagen de un país eficaz y sólido, así que los extranjeros no deben ver lugares destartalados, sucios o que no funcionen. Esto implica que no puedan salir del hotel ni pasear solos, hablar con locales, hacer fotografías delatoras. El control es casi siempre extraordinario, pero a veces se puede lograr algo con disimulo.
Tampoco puede llevarse móvil; en la frontera los sellan con poca sofisticación, como se ve en la foto. Sí que se puede entrar con ordenador o iPad. No son muy sagaces al identificar novedades. Un extranjero entró sin querer con un aparato que sirve para emitir wifi desde todo el mundo -un MyFi. En la frontera se lo encontraron y le preguntaron qué era. Él respondió: “Una batería”. Y entró.
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Obtener el visado es sencillo: solo hay que pedirlo a través de una agencia que tenga relaciones con el país. (Yo tuve que dificultades porque los periodistas no pueden entrar; me ayudó no trabajar en un gran medio.) Se puede ir en grupo o como viajero independiente, pero siempre hay asignados dos guías y un chófer con un itinerario cerrado.
El interés de los coreanos para que el extranjero vea un país perfecto hace levantar sospechas: nadie sabe al final qué es cierto y qué no. Algunos turistas creen que algunas de las visitas están preparadas incluso con actores para dar una mejor imagen. Yo solo tuve esa impresión en un par de presuntos templos budistas.
Los castigos para los coreanos por saltarse alguna de estas normas son aleatorios y en parte muchos se saben sobre todo por gente que ha logrado huir. Sus historias son aterradoras. Solo una persona me citó “dos días de reeducación” medio en broma para referirse a qué pasaría si hacía algo mal. Es un asunto tabú, pero la reeducación parece que va mucho más allá.
5. Hay muchos coreanos que son militares. El país donde yo había visto más militares por la calle era Israel. Corea del Norte le supera de largo. La mayoría de veces he visto soldados sin armas y de paseo o permiso, aunque también van en formación, como se ve en esta foto.
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Incluso en los parques de atracciones -una de las grandes diversiones- iban en formación a pasar un buen rato.
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En el próximo post, los segundos cinco puntos sobre Corea del Norte
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