El mal trance de nacer en el Estado español
Fuente y original en catalán
Ser obrero en el Estado español, con un paro del 25%, y con unas condiciones laborales cada vez más cercanas, si es que no son ya idénticas, a las que sufrió el proletariado en el siglo XIX en la "civilizada Europa", o a las que sufre el proletariado africano, por ejemplo, es, ya de por sí, un mal trance, un infierno del que muchos quieren salir.
'Hambre o esclavitud asalariada', esta es la encrucijada en que la oligarquía financiera (los Botín, Joan Rosell, los Amancio Ortega, pero también los Felipe González y José María Aznar, etcétera), ha colocado al proletariado, tanto del Estado español como de todas partes.
Pero el capitalismo, que hoy se encuentra en su última fase, la de los monopolios, el imperialismo, no sólo condena a la miseria al proletariado de hoy, sino también al de mañana. Tanto es así que desde el 2007, año en que empezó a estallar el sistema por todas partes, hasta el 2010 la pobreza crónica entre los niños ha crecido un 53%, es decir, que la cantidad de niños que han sido lanzados al barro de la pobreza crónica que genera este sistema ha aumentado en más de la mitad.
Teniendo en cuenta que las cifras sólo tienen en consideración el periodo 2007-2010 es previsible que este porcentaje haya aumentado, abocando cada vez más niños al pozo de la miseria del capitalismo. Esto nos permite afirmarlo el hecho de que, hoy en día, en el Estado español más de 2.200.000 niños viven por debajo del umbral de la pobreza.
Ahora bien, esta pobreza no sale de la nada, tiene unas causas: hay unos culpables, con nombres y apellidos, detrás el sufrimiento de millones de niños en el Estado español.
¿Cuál es la causa principal de esta pobreza, de esta desigualdad social? ¿Puede ser que, como dicen los apologetas del sistema, se deba a que no hay riqueza, a que la economía del Estado español no genera beneficios y, por lo tanto, se tienen que arrancar de raíz toda una serie de gastos, sanidad y enseñanza, principalmente?
Podría ser en la cabeza e imaginación del 10% de oligarcas que controlan el 70% de la riqueza del Estado español. Pero la realidad es terca: sólo el empresario Amancio Ortega, quinta persona más rica del mundo, tiene un patrimonio de 37.000 millones de dólares. Es evidente, pues, que hay riqueza. Lo que pasa es que esta está repartida de manera desigual.
¿Por qué esta desigualdad? Porque existe la propiedad privada sobre los medios de producción; es decir, que las empresas, los bancos, la tierra, las fábricas, etcétera, son de propiedad privada. ¿Qué genera esto? Que cada vez se socialice más la producción, esto es que cada vez más obreros participemos de la producción.
Cómo hemos dicho, estas empresas, bancos, tierras y fábricas son de propiedad privada, lo que quiere decir que sólo los propietarios de estos medios de producción se beneficiarán del fruto de una producción cada vez más socializada.
En definitiva, esta es una de las contradicciones inherentes al capitalismo: cuanto más obreros participamos de la producción, menos propietarios se benefician. En resumen: producción social vs. apropiación privada.
Esta contradicción que, cómo hemos dicho, es propia del capitalismo, implica, en primer lugar, que a los trabajadores se nos roba parte de nuestro trabajo: recibimos la parte indispensable para sobrevivir, dependiendo del trabajo quizás algo más, mientras que lo que producimos tiene un valor mucho más elevado.
Por ejemplo, un ingeniero que cobra cerca de unos mil euros al mes puede llegar a diseñar proyectos que estén valorados en decenas de miles de euros, dinero que sólo verán el empresario y los accionistas. Dinero que ha generado el ingeniero, pero que, en cambio, sirve para beneficiar a un grupo de sátrapas que lo único que hace es vivir del trabajo ajeno.
Además, como la apropiación es privada, es decir, es para los accionistas, estos intentarán obtener siempre el máximo de beneficios: bien sea despidiendo obreros, puesto que para ellos sólo somos brazos que hacemos mover los engranajes, bien sea trasladando la planta de producción a otro país donde las condiciones de explotación permitan obtener unos beneficios más elevados.
Pero al mismo tiempo, esta contradicción propia del capitalismo desarrolla y fortalece el proletariado, hace crecer en todo el mundo el sepulturero del capitalismo.
Si todos nosotros, obreros e hijos de obreros, participamos de la producción, hacemos que esta se mueva con nuestro sudor y nuestro esfuerzo, ¿no es lógico pensar pues que nos tendríamos que beneficiar todos nosotros, quienes producimos?
No sólo es lógico, sino que es de justicia; pero esto sólo será posible una vez las empresas, la tierra, las fábricas, los bancos, es decir, los medios de producción en general, sean de propiedad social, cuando tanto la apropiación como la producción tengan un carácter social.
Así pues, el único camino que tenemos los proletarios para conseguir un futuro mejor no sólo para nosotros, sino para las generaciones que vendrán, es la propiedad colectiva de los medios de producción, es la economía planificada, es la expropiación de los empresarios, de los banqueros, de los terratenientes, de los capitalistas en general, es la construcción de una sociedad superior a la capitalista: la sociedad socialista.
Nuestro futuro y el de las próximas generaciones está en nuestras manos. Es hora de luchar, no sólo por las migajas del pan de hoy, ¡sino por el pan de mañana!
'Hambre o esclavitud asalariada', esta es la encrucijada en que la oligarquía financiera (los Botín, Joan Rosell, los Amancio Ortega, pero también los Felipe González y José María Aznar, etcétera), ha colocado al proletariado, tanto del Estado español como de todas partes.
Pero el capitalismo, que hoy se encuentra en su última fase, la de los monopolios, el imperialismo, no sólo condena a la miseria al proletariado de hoy, sino también al de mañana. Tanto es así que desde el 2007, año en que empezó a estallar el sistema por todas partes, hasta el 2010 la pobreza crónica entre los niños ha crecido un 53%, es decir, que la cantidad de niños que han sido lanzados al barro de la pobreza crónica que genera este sistema ha aumentado en más de la mitad.
Teniendo en cuenta que las cifras sólo tienen en consideración el periodo 2007-2010 es previsible que este porcentaje haya aumentado, abocando cada vez más niños al pozo de la miseria del capitalismo. Esto nos permite afirmarlo el hecho de que, hoy en día, en el Estado español más de 2.200.000 niños viven por debajo del umbral de la pobreza.
Ahora bien, esta pobreza no sale de la nada, tiene unas causas: hay unos culpables, con nombres y apellidos, detrás el sufrimiento de millones de niños en el Estado español.
¿Cuál es la causa principal de esta pobreza, de esta desigualdad social? ¿Puede ser que, como dicen los apologetas del sistema, se deba a que no hay riqueza, a que la economía del Estado español no genera beneficios y, por lo tanto, se tienen que arrancar de raíz toda una serie de gastos, sanidad y enseñanza, principalmente?
Podría ser en la cabeza e imaginación del 10% de oligarcas que controlan el 70% de la riqueza del Estado español. Pero la realidad es terca: sólo el empresario Amancio Ortega, quinta persona más rica del mundo, tiene un patrimonio de 37.000 millones de dólares. Es evidente, pues, que hay riqueza. Lo que pasa es que esta está repartida de manera desigual.
¿Por qué esta desigualdad? Porque existe la propiedad privada sobre los medios de producción; es decir, que las empresas, los bancos, la tierra, las fábricas, etcétera, son de propiedad privada. ¿Qué genera esto? Que cada vez se socialice más la producción, esto es que cada vez más obreros participemos de la producción.
Cómo hemos dicho, estas empresas, bancos, tierras y fábricas son de propiedad privada, lo que quiere decir que sólo los propietarios de estos medios de producción se beneficiarán del fruto de una producción cada vez más socializada.
En definitiva, esta es una de las contradicciones inherentes al capitalismo: cuanto más obreros participamos de la producción, menos propietarios se benefician. En resumen: producción social vs. apropiación privada.
Esta contradicción que, cómo hemos dicho, es propia del capitalismo, implica, en primer lugar, que a los trabajadores se nos roba parte de nuestro trabajo: recibimos la parte indispensable para sobrevivir, dependiendo del trabajo quizás algo más, mientras que lo que producimos tiene un valor mucho más elevado.
Por ejemplo, un ingeniero que cobra cerca de unos mil euros al mes puede llegar a diseñar proyectos que estén valorados en decenas de miles de euros, dinero que sólo verán el empresario y los accionistas. Dinero que ha generado el ingeniero, pero que, en cambio, sirve para beneficiar a un grupo de sátrapas que lo único que hace es vivir del trabajo ajeno.
Además, como la apropiación es privada, es decir, es para los accionistas, estos intentarán obtener siempre el máximo de beneficios: bien sea despidiendo obreros, puesto que para ellos sólo somos brazos que hacemos mover los engranajes, bien sea trasladando la planta de producción a otro país donde las condiciones de explotación permitan obtener unos beneficios más elevados.
Pero al mismo tiempo, esta contradicción propia del capitalismo desarrolla y fortalece el proletariado, hace crecer en todo el mundo el sepulturero del capitalismo.
Si todos nosotros, obreros e hijos de obreros, participamos de la producción, hacemos que esta se mueva con nuestro sudor y nuestro esfuerzo, ¿no es lógico pensar pues que nos tendríamos que beneficiar todos nosotros, quienes producimos?
No sólo es lógico, sino que es de justicia; pero esto sólo será posible una vez las empresas, la tierra, las fábricas, los bancos, es decir, los medios de producción en general, sean de propiedad social, cuando tanto la apropiación como la producción tengan un carácter social.
Así pues, el único camino que tenemos los proletarios para conseguir un futuro mejor no sólo para nosotros, sino para las generaciones que vendrán, es la propiedad colectiva de los medios de producción, es la economía planificada, es la expropiación de los empresarios, de los banqueros, de los terratenientes, de los capitalistas en general, es la construcción de una sociedad superior a la capitalista: la sociedad socialista.
Nuestro futuro y el de las próximas generaciones está en nuestras manos. Es hora de luchar, no sólo por las migajas del pan de hoy, ¡sino por el pan de mañana!
¡El capitalismo nos explota, el socialismo nos libera!
Federación de Jóvenes Comunistas de Catalunya
Federación de Jóvenes Comunistas de Catalunya
Fuente y original en catalán