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    Bakunin y Marx

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    Mensaje por pelox11 Dom Feb 05, 2012 11:24 pm

    Buenas,

    Cual era la diferencia entre Bakunin y Marx. ¿Qué el primero no pensaba que sería necesario la dictadura del proletariado y el segundo sí? ¿Qué otras diferencias hay?

    Gracias.
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    Mensaje por DeGaulle Miér Feb 22, 2012 1:18 pm

    No soy muy entendido en este tema como otros foreros. Pero MARX abogaba por un Estado grande y poderoso. (tiene más miga, lo sé).

    Mientras, BAKUNIN, la eliminación total del Estado.
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    Mensaje por Christoph Eduard Miér Feb 22, 2012 2:16 pm

    Yo tengo entendido que la gran diferencia es que Marx hablaba de la necesidad de un estado de transición entre capitalismo y comunismo, el estado Socialista (que camine poco a poco hacia su extinción) . Bakunin no lo veia necesario.
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    Mensaje por DeGaulle Miér Feb 22, 2012 2:24 pm

    Marx era judío, y Bakunin ateo. :Ateo:

    ¿Tendrá ésto algo que ver? study Suspect
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    Mensaje por Christoph Eduard Miér Feb 22, 2012 2:30 pm

    DeGaulle escribió:Marx era judío, y Bakunin ateo. :Ateo:

    ¿Tendrá ésto algo que ver? study Suspect


    jajaja lo dudo mucho. Muchos judios han sido y son comunistas.
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    Mensaje por Smooth Jazz Miér Feb 22, 2012 3:44 pm

    Sin acritud, pero no tenéis ni idea Razz

    A ver, Marx fue judío en cuanto a orígenes familiares, protestante por necesidad, y a la par viviendo, en su infancia, en una región católica. Pero ya en su adolescencia Marx fue un incansable crítico de la Religión junto con otros estudiantes. Y no sólo de la religión católica, sino del idealismo en si, de la corriente que antepone el espíritu a la naturaleza, y por tanto, que presupone una creación del universo.

    Es más representativo decir que Marx fue ateo, que no que fue judío.

    La diferencia fundamental entre el Marxismo y el Bakuninismo, no es que Bakunin quiera destrur el Estado y Marx no, Marx también pretende destruir el Estado, esta herramienta de dominación de clase a la que en el marxismo se la denomina como Dictadura. En este sentido por ejemplo, la Dictadura del Proletariado significa Estado del Proletariado. Y Marx descubre que para destruir el sistema capitalista, este Estado del Proletariado se debe crear para suprimir el Estado de la Burguesía, y ésto tiene que perdurar hasta alcanzar la fase superior del modo de producción socialista: el Comunismo. Una vez se alcanza el Comunismo, el Estado del Proletariado deja de ser necesario.

    Ésta es la gran diferencia entre Marx y Bakunin, el primero entiende la necesidad de establecer un Estado intermedio en la supresión total del Estado, y el segundo lo quiere hacer a saco, sin organización ni planificación. El Bakuninismo es un atraso respecto al Marxismo, intelectualmente los anarquistas no entienden nada de economía, salvo ideales utópicos de que la anarquía productiva sin Estado conllevará al bienestar y a la felicidad de la humanidad si todos somos responsables y tolerantes. Es decir, una completa basura sin pies ni cabeza.

    El problema entre el bakuninismo y el marxismo es que los primeros no entienden lo compleja que es la sociedad humana, y pretenden construir un mundo sencillo y cómodo, pensado básicamente desde una perspectiva de clase muy particular dentro del capitalismo: la pequeña burguesía del campo. No quieren organización, no quieren supeditar el trabajo al bien común, quieren su parcelita propia de tierra, montarse su empresita y vender libremente sus productos. Quieren ir totalmente por libre. Muy al contrario que el Marxismo, que desde la perpectiva de clase del proletariado, pretende destruir todo el sistema de explotación que el hombre ha creado. Además de desarrollar y gestionar los recursos para el bien común, aceptando la complicadísma red que teje la sociedad del hombre. Básicamente se trata de garantizar las necesidades básicas del hombre, que no es nada trivial, y para eso se necesita un poder centralizado, gestionado públicamente, etc.

    Probablemente me deje algunos matices y ejemplos históricos para hacer constatar la inutilidad del movimiento bakuninsta. En todo caso, hay un ensayo de Engels que recomiendo leer sobre este tema: Los Bakuninistas en acción, sobre la insurrección cantonalista de 1873. Aunque también es de interés, otro documento titulado: Las aventuras anarquistas durante la Guerra Civil española. Joyas que constatan el carácter contrarrevolucionario del movimiento anarquista, y también las alianzas históricas entre anarquistas y trotskystas.

    Saludos.
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    Mensaje por Manifiesto Miér Feb 22, 2012 4:15 pm

    Además de la cuestión de la dictadura del proletariado, que Bakunin y demás anarquistas rechazan, a diferencia de Marx, que es uno de sus impulsores, existe otra diferencia que a mi forma de ver es crucial, con respecto a la economía.

    La economía socialista se entiende como el control obrero sobre los medios de producción, en esto Bakunin concuerda y los anarquistas en general también, la diferencia substancial es que para Bakunin y los colectivistas (generalmente de la corriente de Bakunin) defienden que cada persona no debe recibir más que el fruto íntegro de su trabajo, a diferencia de Marx y los anarquistas-comunistas como Kropotkin o Malatesta, que comparten la famosa frase de Marx: "A cada uno según sus necesidades y de cada uno según sus capacidades".

    Marx también defendía la organización partidista, o al menos, participaba en ella, Bakunin se oponía a esto. Otro tema importante es el tema de la autoridad y los individuos, y no entrando ya en Bakunin sino en el anarquismo general, para los anarquistas lo importante es el individuo y la no-autoridad, entendiendo que la autoridad es lo que oprime al individuo (como es cierto), sin embargo, muchos no aprecian que el individuo "neutro" no existe, existe el individuo proletario, burgués o maestro del gremio, y tampoco tienen en cuenta en general que la autoridad no responde a las voluntades de las personas solamente, existen leyes objetivas en la sociedad que determinan cuando se da la autoridad, como se da y quien la sufre, y suelen echarle la culpa al Estado (también en términos neutros) y no a la clase social que lo substenta, como si el Estado existiese por si sólo y no fuese una relación humana más.

    También he de decir que hablar de anarquismo es un tanto comprometido en estos tiempos, existen infinidad de corrientes y me parece imposible hablar en nombre de todas, sólo comparten, o deberían compartir, el tema de la no-autoridad. En lo que también suelen coincidir es en el tema del deontologismo, pues para ellos las acciones tienen restricciones de temporales, es decir, hacer A es autoritario, tu estás obligado a no hacer A, aunque haciendo A luego pasen B, C y D que son cosas anti-autoritarias y como resultado de no hacer A aparezca E, F y G que si son autoritarias. En términos de ética normativa estaríamos enfrentados, los anarquistas por deontologistas y los marxistas por consecuencialistas, aunque luego haya de todo, claro.
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    Mensaje por NSV Liit Mar Feb 28, 2012 1:04 pm

    Por cierto, si decimos que Marx es judío, entonces hay que decir que Bakunin es cristiano ortodoxo (porque de nacimiento, me supongo que lo era)... y además de familia noble... Smile

    Así que mejor decir que eran ateos los dos (porque lo eran en realidad).

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    Mensaje por julss Mar Feb 28, 2012 5:43 pm

    NSV Liit escribió:Por cierto, si decimos que Marx es judío, entonces hay que decir que Bakunin es cristiano ortodoxo (porque de nacimiento, me supongo que lo era)... y además de familia noble... Smile

    Así que mejor decir que eran ateos los dos (porque lo eran en realidad).

    el camarada confundió judío como "raza" con judio como religión
    de hecho marx era evangelista de nacimiento
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    Mensaje por Aelito Miér Mar 07, 2012 7:01 am

    En esta página hay una muy buena explicación de sus diferancias, aunque el texto va más allá de eso, sirve también para aclarar ciertas críticas que también se hacen al marxismo-leninismo desde otras corrientes del marxismo revisionista, incluso el posmoderno. Saludos.

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    Mensaje por Autonomo. Miér Mar 07, 2012 9:23 pm

    Bakunin está relacionado con el anarquismo, fue uno de los principales ideologos del anarquismo. Mientras que Marx es el principal ideologo del comunismo moderno. Para ver sus diferencias, tendremos que fijarnos en las diferencias entre el comunismo y el anarquismo.
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    Mensaje por Platon Lun Oct 22, 2012 9:31 pm

    En el último párrafo y en la Nota se pueden identificar a grandes rasgos las diferencias entre ambos:

    Acotaciones al libro de Bakunin El Estado y la Anarquía[1]


    «Por ejemplo, la vulgar masa campesina, la plebe campesina (das gemeine Bauernvolk, der Bauernpöbel), que, como es sabido, no goza de las simpatías de los marxistas y que se halla en el más bajo nivel de cultura, será gobernada probablemente por el proletariado urbano y fabril».

    Esto significa que allí donde el campesino existe todavía en masa como propietario privado, donde incluso forma una mayoría más o menos considerable, como en todos los Estados occidentales del continente europeo, donde este campesino no ha desaparecido, reemplazado por jornaleros agrícolas, como en Inglaterra, ocurrirá lo siguiente: o se dedica a obstaculizar toda revolución obrera hasta hacerla fracasar, como ha ocurrido hasta ahora en Francia, o el proletariado (pues el campesino propietario de su tierra no pertenece al proletariado, y, si por su situación pertenece, no cree formar parte de él) tiene que adoptar como gobierno medidas encaminadas a mejorar inmediatamente la situación del campesino y que, por tanto, le ganen para la revolución; medidas que lleven ya en germen el tránsito de la propiedad privada sobre el suelo a la propiedad colectiva y que suavicen este tránsito, de modo que el campesino vaya a él impulsado por móviles económicos; pero no debe acorralar al campesino, proclamando, por ejemplo, la abolición del derecho de herencia o la anulación de su propiedad:


    pág. 435


    esto último sólo es posible allí donde el arrendatario capitalista ha desplazado al campesino y el verdadero labrador es tan proletario, tan obrero asalariado como el obrero de la ciudad y donde, por tanto, tiene directamente, no indirectamente, los mismos intereses que éste; aún menos se debe fortalecer el régimen de propiedad parcelaria, agrandando las parcelas por la simple anexión de las grandes fincas a las tierras de los campesinos, como en la campaña revolucionaria de Bakunin.

    «O, si enfocamos el problema desde el punto de vista nacional, nos imaginamos, por la misma razón, que para los alemanes, los eslavos seguirán hallándose, respecto a un proletariado alemán triunfante, en la misma sumisión servil en que éste se halla hoy respecto a su burguesía» (pág. 278).

    ¡Qué estupidez de escolar! Una revolución social radical se halla sujeta a determinadas condiciones históricas de desarrollo económico; éstas son su premisa. Por tanto, sólo puede darse allí donde, con la producción capitalista, el proletariado industrial ocupe, por lo menos, una posición importante dentro de la masa del pueblo, y, para tener alguna probabilidad de triunfar, tiene que ser, por lo menos, capaz de hacer inmediatamente por los campesinos, mutatis mutandis, tanto como la burguesía francesa, en su revolución, hizo por los campesinos franceses de aquel entonces. ¡Hermosa idea la de que la dominación de los obreros lleva consigo la esclavización del trabajo agrícola! Pero aquí es donde se revela el pensamiento íntimo del señor Bakunin. Decididamente, él no comprende nada de la revolución social; sólo conoce su fraseología política; para él, no existen las condiciones económicas de esta revolución. Como hasta aquí todas las formas económicas —desarrolladas o no— implicaban la esclavización del trabajador (sea obrero, campesino, etc.), cree que en todas ellas es igualmente posible la revolución radical. Más aún: pretende que la revolución social europea, basada en los fundamentos económicos de la producción capitalista, se lleve a efecto sobre el nivel de los pueblos rusos o eslavos dedicados a la agricultura y al pastoreo y no rebase este nivel, aunque comprende que la navegación marítima establece una diferencia entre hermanos, pero sólo la navegación marítima, por ser ésta una diferencia que todos los políticos conocen. La base de su revolución social es la voluntad y no las condiciones económicas.


    NOTAS

    [1] El guión de Marx del libro de Bakunin El Estado y la anarquía publicado en 1873 es una original obra crítica y polémica, en la que se conjuga la profunda crítica de las doctrinas anarquistas con el desarrollo, en oposición a ellas de importantes tesis del marxismo sobre el Estado, la inevitabilidad histórica de la dictadura del proletariado y la alianza de la clase obrera con el campesinado como condición indispensable para la victoria de la revolución socialista. Estas tesis vienen formuladas por Marx en varias adiciones del autor al manuscrito del guión. Una de ellas se inserta en el presente tomo.- 434
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    Mensaje por PatriaAndaluza Mar Oct 23, 2012 1:11 am

    Sin duda sobre este tema hay mas ignorancia de la que pensaba...Vamos a ver, en el anarquismo no existiría ningún tipo de divisa ni la propiedad privada (que hay que distinguirla de la posesión). También creo que hay una gran confusión sobre las ramificaciones del anarquismo. El anarquismo aboga por el socialismo tanto como el marxismo, de hecho el comunismo libertario (una rama del anarquismo) es bastante cercano en según que puntos al marxismo y hay que diferenciarlo con el anarquismo individualista que en mi opinión es una basura (claro está, que el anarquismo en general antepone el individuo en sí a todo, sin embargo, las vertientes sociales del anarquismo que en mi opinión son las únicas racionales dicen que el ser humano por naturaleza es un ser social y que este por tanto debe socializarse y colaborar entre sí, basándose en dos puntos esenciales: el apoyo mutuo y la solidaridad.)
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    Mensaje por AnarcComunis Miér Oct 24, 2012 3:29 am

    Smooth Jazz escribió:

    Ésta es la gran diferencia entre Marx y Bakunin, el primero entiende la necesidad de establecer un Estado intermedio en la supresión total del Estado, y el segundo lo quiere hacer a saco, sin organización ni planificación. El Bakuninismo es un atraso respecto al Marxismo, intelectualmente los anarquistas no entienden nada de economía, salvo ideales utópicos de que la anarquía productiva sin Estado conllevará al bienestar y a la felicidad de la humanidad si todos somos responsables y tolerantes. Es decir, una completa basura sin pies ni cabeza.

    El problema entre el bakuninismo y el marxismo es que los primeros no entienden lo compleja que es la sociedad humana, y pretenden construir un mundo sencillo y cómodo, pensado básicamente desde una perspectiva de clase muy particular dentro del capitalismo: la pequeña burguesía del campo. No quieren organización, no quieren supeditar el trabajo al bien común, quieren su parcelita propia de tierra, montarse su empresita y vender libremente sus productos.

    Saludos.

    A vos te tengo entre ceja y ceja. Ya nos dimos batalla en otros hilos ahora nos volvemos a encontrar bandido Smile.

    ¿Leíste los libros recomendados que te recete en el subforo de anarquismo?

    Veo que no, bueno, si la montaña no se mueve... a ella iremos.

    Extraido de "Anarquismo y Organización" por Rudolf Rocker:

    " (...) Aunque en sus consideraciones sobre las diversas formaciones sociales y corrientes ideológicas el anarquismo parte del individuo, es no obstante, una teoría social que se ha desarrollado autonomicamente en el seno del pueblo, pues el hombre es ante todo una creación social en la cual la especie entera trabaja, pausadamente, pero sin interrupción, y sde la que siempre va tomando nuevas energías, celebrando a cada segundo su resurrección. El hombre no es el descubridor de la convivencia social sino su heredero. Recibió el instinto social de sus antepasados animales al traspasar el umbral de la humanidad. Sin sociedad el hombre es inconcebible. Siempre vivió y luchó dentro de la sociedad. La convivencia social es la precondición y la parte más esencial de su existencia individual, pero también es la preforma de toda organización (...)"

    En ese sentido entendía Proudhom la idea de la organización social de la humanidad, la que expresa en su gran obra Idée Générale de la Révolution du XIX siecle, en las siguientes palabras:

    " Colocamos acuerdos en lugar de leyes. Nada de leyes ya sean votados por mayorías cosentidas. Cada ciudadano, cada comunidad, cada corporación se hace su propia ley. En vez de la violencia política colocamos las fuerzas económicas. En vez de las antiguas clases de ciudadanos, nobles, burguesía y proletariado colocamos la categoría y especializaciones en las funciones: agricultura, industria, intercambio etc. En vez de la violencia pública colocamos la violencia colectiva. En vez de los ejércitos permanentes colocamos las secciones industriales. En vez de la policia colocamos la igualdad de intereses. En vez de la centralización política colocamos la centralización de la economía. ¿concebis ese orden sin funcionarios, esa profunda unión intelectual?. Nunca supisteis qué es la unión, vosotros que sólo sabéis concebir con una parada de legisladores, polizontes y procuradores. Lo que llamáis unión y centralización es nada más que un eterno caos, que sirbe de pedestal para una situación real sin otro propósito que la anarquía (naturalmente, Proudhom emplea aquí la palabra anarquía en su popular y falsa interpretación como desorden) de las fuerzas sociales, que hicisteis base de un despotismo que no podría existir sin esa anarquía (...) "

    Kropotkin escribía sobre el estudió del individuo en la sociedad en su libro "El Apoyo Mutuo" en el que estudia la historia de las formas de organización humana hasta en sus tiempos más remotos, proclamando la solidaridad, el resultado más maravilloso de la convivencia social, el factor más grande y poderoso de la historia de la evolución de la vida social.

    Sobre esa estupidez que decís de Bakunin te recuerdo que hasta su último aliento fue Bakunin un ferviente defensor de la organización, y estaba tan compenetrado de su necesidad, que no olvidó de recordarlo una vez más en su sensible carta de despedida a sus hermanos de la Federación de Jura, poco después del Congreso de Ginebra en 1873, una carta que puede considerarse como testamento a sus amigos y colaboradores:

    "El tiempo ya no pertenece a las ideas sino a las acciones y ejecuciones. Hoy, lo esencial es la organización de las fuerzas proletarias. Pero esa organización debe ser obra de los mismos proletarios. Si yo aún fuera joven me instalaría en un barrio obrero, donde, participando en la vida laboriosa de mis hermanos, los obreros, hubiera al mismo tiempo participado con ellos en la gran obra de la organización."

    Al final de esa carta-despedida vuelve a resumir otra vez esas dos conclusiones que, según su opinión, están en condiciones de garantir por sí solas el triunfo del trabajo, en las siguientes palabras:

    1) Aferraos al principio de la grandiosa y extensa libertad del pueblo en la que igualdad y solidaridad no son mentiras.
    2) Organizad lo mejor posible la Internacional y la solidaridad práctica de los trabajadores de todas las profesiones y de todos los países.
    Recordad siempre que aunque sois débiles cada uno por sí, o como simples organizaciones locales y nacionales, encontrareis una fuerza colosal y un poder irresistible en la comunidad universal.


    Si quieres te transcribo toda una página donde se explica como es la organización dentro de la sociedad anarquista, pero no te esforzarias en leerlo. Como tampoco te esforzaste en leer Intercambio y Consumo dentro del Anarco-Comunismo:

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    Mensaje por Manifiesto Miér Oct 24, 2012 3:47 pm

    PatriaAndaluza escribió:Sin duda sobre este tema hay mas ignorancia de la que pensaba...Vamos a ver, en el anarquismo no existiría ningún tipo de divisa ni la propiedad privada (que hay que distinguirla de la posesión). También creo que hay una gran confusión sobre las ramificaciones del anarquismo. El anarquismo aboga por el socialismo tanto como el marxismo, de hecho el comunismo libertario (una rama del anarquismo) es bastante cercano en según que puntos al marxismo y hay que diferenciarlo con el anarquismo individualista que en mi opinión es una basura (claro está, que el anarquismo en general antepone el individuo en sí a todo, sin embargo, las vertientes sociales del anarquismo que en mi opinión son las únicas racionales dicen que el ser humano por naturaleza es un ser social y que este por tanto debe socializarse y colaborar entre sí, basándose en dos puntos esenciales: el apoyo mutuo y la solidaridad.)
    Ningún tipo de anarquismo es cercano al marxismo por que están totalmente separados por una de las tesis centrales y fundamentales del marxismo: La dictadura del proletariado. Antes de la Comuna de París y más tajantemente, de la Unión Soviética, tenía cierto sentido cuestionar la tesis de la dictadura del proletariado, y tenía cierto sentido ser anarquista, a día de hoy está claro quién tenía razón: Marx y Engels.

    Una aclaración: El marxismo también antepone individuos, pero no en un sentido idealista como lo hace el anarquismo, para los materialistas no existen los individuos, existen los indivudos proletarios, los individuos campesinos, los individuos burgueses... Que tan sólo tienen sentidos si los estudiamos como clase social y no como individuos, lo que cae de cajón es que en el socialismo la mayoría social, es decir, el proletariado, será la más beneficiada de todas, y por lo tanto, una gran cantidad de individuos que conforman la clase, pero ojo, que no se acaba ahí la cosa, la dictadura del proletariado es sólo un paso hacia el comunismo, donde no habrá exclusión social, ni pobreza, ni miseria, ni explotación... No se antepone en ningún momento el interés colectivo al individual, eso es ideología burguesa de la más rancia, sólo sirve para justificar la explotación de cientos de miles para que se beneficien unas docenas.
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    Mensaje por PatriaAndaluza Miér Oct 24, 2012 7:42 pm

    Manifiesto escribió:
    PatriaAndaluza escribió:Sin duda sobre este tema hay mas ignorancia de la que pensaba...Vamos a ver, en el anarquismo no existiría ningún tipo de divisa ni la propiedad privada (que hay que distinguirla de la posesión). También creo que hay una gran confusión sobre las ramificaciones del anarquismo. El anarquismo aboga por el socialismo tanto como el marxismo, de hecho el comunismo libertario (una rama del anarquismo) es bastante cercano en según que puntos al marxismo y hay que diferenciarlo con el anarquismo individualista que en mi opinión es una basura (claro está, que el anarquismo en general antepone el individuo en sí a todo, sin embargo, las vertientes sociales del anarquismo que en mi opinión son las únicas racionales dicen que el ser humano por naturaleza es un ser social y que este por tanto debe socializarse y colaborar entre sí, basándose en dos puntos esenciales: el apoyo mutuo y la solidaridad.)
    Ningún tipo de anarquismo es cercano al marxismo por que están totalmente separados por una de las tesis centrales y fundamentales del marxismo: La dictadura del proletariado. Antes de la Comuna de París y más tajantemente, de la Unión Soviética, tenía cierto sentido cuestionar la tesis de la dictadura del proletariado, y tenía cierto sentido ser anarquista, a día de hoy está claro quién tenía razón: Marx y Engels.

    Una aclaración: El marxismo también antepone individuos, pero no en un sentido idealista como lo hace el anarquismo, para los materialistas no existen los individuos, existen los indivudos proletarios, los individuos campesinos, los individuos burgueses... Que tan sólo tienen sentidos si los estudiamos como clase social y no como individuos, lo que cae de cajón es que en el socialismo la mayoría social, es decir, el proletariado, será la más beneficiada de todas, y por lo tanto, una gran cantidad de individuos que conforman la clase, pero ojo, que no se acaba ahí la cosa, la dictadura del proletariado es sólo un paso hacia el comunismo, donde no habrá exclusión social, ni pobreza, ni miseria, ni explotación... No se antepone en ningún momento el interés colectivo al individual, eso es ideología burguesa de la más rancia, sólo sirve para justificar la explotación de cientos de miles para que se beneficien unas docenas.

    ¿A Bakunin que previó la burocratizacion del PC tal como ha ocurrido en la mayoría de países socialistas que se han dado le vas a quitar la razón para dársela a Marx.?.

    Aunque se diga que el anarquismo se basa en el individuo en sentido idealista, las bases del anarquismo son totalmente materialistas y así lo afirmó Bakunin en su obra "Dios y el Estado" donde realiza una profunda crítica al idealismo.

    PD: Te lo dice un anarquista de corazón.
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    Mensaje por AnarcComunis Miér Oct 24, 2012 8:11 pm

    Manifiesto escribió:
    Antes de la Comuna de París y más tajantemente, de la Unión Soviética, tenía cierto sentido cuestionar la tesis de la dictadura del proletariado, y tenía cierto sentido ser anarquista, a día de hoy está claro quién tenía razón: Marx y Engels.

    La Comuna de París le dio la razón al anarquismo creo yo. Bakunin esbozo muchos libros sobre ello y sobre la interpretación socialista de los hechos en Paris.

    Cuando los ejércitos de Bismarck marcharon sobre Paris, victoriosos por la derrota del payaso de Bonaparte III, encontraron una respuesta mucho mas abrumadora que los cañones sino la resistencia de los trabajadores organizados, las amas de casa, los pequeños almaceneros, los ciudadanos normales.

    Los trabajadores no formaron un gobierno, un Estado Burocrático y pesado sino una Comuna que es lo que Bakunin siempre llamo a construir: una Federación de asambleas.
    No se detuvieron en formar nuevos parlamentos de los cuales se forjarían las nuevas cadenas para la obra creado y productora de la clase trabajadora.

    Además era un gasto de energía, hombres y tiempo innecesario. No dejaron la tarea en unos cuantos cuellos blancos con palabras sofisticadas que cuando subirían al poder le diesen al pueblo unas cuantas pesetas con el discurso de "pueblo laborioso ya hicisteis la revolución, ahora nos toca a nosotros continuarla" como había escrito Kropotkin en "La Conquista del Pan".

    En los meses que duro no hubo necesidad de policías ni de destacamentos armados para garantizar la seguridad interna. Por el contrario, la ciencia y el arte pertenecieron al pueblo e hicieron grandes avances sociales puestos al servicio del desarrollo libre del individuo y la colectividad.

    Ese es un vivo ejemplo anarquista, ese es el sentido de la revolución. Hacia eso caminamos. ¿Qué vienen con "tenia sentido en su época"? ¡el anarquismo siempre tiene sentido, porque la libertad tiene sentido!

    Saludos.
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    Mensaje por PatriaAndaluza Miér Oct 24, 2012 8:15 pm

    AnarcComunis escribió:
    Manifiesto escribió:
    Antes de la Comuna de París y más tajantemente, de la Unión Soviética, tenía cierto sentido cuestionar la tesis de la dictadura del proletariado, y tenía cierto sentido ser anarquista, a día de hoy está claro quién tenía razón: Marx y Engels.

    La Comuna de París le dio la razón al anarquismo creo yo. Bakunin esbozo muchos libros sobre ello y sobre la interpretación socialista de los hechos en Paris.

    Cuando los ejércitos de Bismarck marcharon sobre Paris, victoriosos por la derrota del payaso de Bonaparte III, encontraron una respuesta mucho mas abrumadora que los cañones sino la resistencia de los trabajadores organizados, las amas de casa, los pequeños almaceneros, los ciudadanos normales.

    Los trabajadores no formaron un gobierno, un Estado Burocrático y pesado sino una Comuna que es lo que Bakunin siempre llamo a construir: una Federación de asambleas.
    No se detuvieron en formar nuevos parlamentos de los cuales se forjarían las nuevas cadenas para la obra creado y productora de la clase trabajadora.

    Además era un gasto de energía, hombres y tiempo innecesario. No dejaron la tarea en unos cuantos cuellos blancos con palabras sofisticadas que cuando subirían al poder le diesen al pueblo unas cuantas pesetas con el discurso de "pueblo laborioso ya hicisteis la revolución, ahora nos toca a nosotros continuarla" como había escrito Kropotkin en "La Conquista del Pan".

    En los meses que duro no hubo necesidad de policías ni de destacamentos armados para garantizar la seguridad interna. Por el contrario, la ciencia y el arte pertenecieron al pueblo e hicieron grandes avances sociales puestos al servicio del desarrollo libre del individuo y la colectividad.

    Ese es un vivo ejemplo anarquista, ese es el sentido de la revolución. Hacia eso caminamos. ¿Qué vienen con "tenia sentido en su época"? ¡el anarquismo siempre tiene sentido, porque la libertad tiene sentido!

    Saludos.

    +1 compañero.
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    Mensaje por Platon Miér Oct 24, 2012 8:20 pm

    AnarcComunis escribió:
    Manifiesto escribió:
    Antes de la Comuna de París y más tajantemente, de la Unión Soviética, tenía cierto sentido cuestionar la tesis de la dictadura del proletariado, y tenía cierto sentido ser anarquista, a día de hoy está claro quién tenía razón: Marx y Engels.

    La Comuna de París le dio la razón al anarquismo creo yo. Bakunin esbozo muchos libros sobre ello y sobre la interpretación socialista de los hechos en Paris.

    Cuando los ejércitos de Bismarck marcharon sobre Paris, victoriosos por la derrota del payaso de Bonaparte III, encontraron una respuesta mucho mas abrumadora que los cañones sino la resistencia de los trabajadores organizados, las amas de casa, los pequeños almaceneros, los ciudadanos normales.

    Los trabajadores no formaron un gobierno, un Estado Burocrático y pesado sino una Comuna que es lo que Bakunin siempre llamo a construir: una Federación de asambleas.
    No se detuvieron en formar nuevos parlamentos de los cuales se forjarían las nuevas cadenas para la obra creado y productora de la clase trabajadora.

    Además era un gasto de energía, hombres y tiempo innecesario. No dejaron la tarea en unos cuantos cuellos blancos con palabras sofisticadas que cuando subirían al poder le diesen al pueblo unas cuantas pesetas con el discurso de "pueblo laborioso ya hicisteis la revolución, ahora nos toca a nosotros continuarla" como había escrito Kropotkin en "La Conquista del Pan".

    En los meses que duro no hubo necesidad de policías ni de destacamentos armados para garantizar la seguridad interna. Por el contrario, la ciencia y el arte pertenecieron al pueblo e hicieron grandes avances sociales puestos al servicio del desarrollo libre del individuo y la colectividad.

    Ese es un vivo ejemplo anarquista, ese es el sentido de la revolución. Hacia eso caminamos. ¿Qué vienen con "tenia sentido en su época"? ¡el anarquismo siempre tiene sentido, porque la libertad tiene sentido!

    Saludos.
    Hace mas de 140 años ya Engels respondió a los anarquistas en sus intentos por identificar a la Comuna con su ideología:

    Durante la Comuna...Aunque los proudhonianos estaban poderosamente representados en ella, no se hizo ni el menor intento de liquidar a la vieja sociedad o de organizar las fuerzas económicas según los proyectos de Proudhon. Muy al contrario, es el mayor honor para la Comuna, que el «alma viva» de todas sus medidas económicas no hayan sido algunos principios cualesquiera, sino... la simple necesidad práctica. Y ésta fue la razón de que dichas medidas —supresión del trabajo nocturno de los panaderos, prohibición de las multas en las fábricas, confiscación de las fábricas y talleres cerrados y su entrega a las asociaciones obreras— no tuviesen nada que ver con el espíritu proudhoniano, sino con el del socialismo científico alemán. La única medida social que los proudhonianos hicieron aceptar fue la de no confiscar el Banco de Francia, y ésta fue, en parte, larazón por la cual cayó la Comuna.

    Contribución al Problema de la Vivienda. Tercera Parte.
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    Mensaje por AnarcComunis Miér Oct 24, 2012 9:02 pm

    Platon escribió:
    Hace mas de 140 años ya Engels respondió a los anarquistas en sus intentos por identificar a la Comuna con su ideología:

    Durante la Comuna...Aunque los proudhonianos estaban poderosamente representados en ella, no se hizo ni el menor intento de liquidar a la vieja sociedad o de organizar las fuerzas económicas según los proyectos de Proudhon. Muy al contrario, es el mayor honor para la Comuna, que el «alma viva» de todas sus medidas económicas no hayan sido algunos principios cualesquiera, sino... la simple necesidad práctica. Y ésta fue la razón de que dichas medidas —supresión del trabajo nocturno de los panaderos, prohibición de las multas en las fábricas, confiscación de las fábricas y talleres cerrados y su entrega a las asociaciones obreras— no tuviesen nada que ver con el espíritu proudhoniano, sino con el del socialismo científico alemán. La única medida social que los proudhonianos hicieron aceptar fue la de no confiscar el Banco de Francia, y ésta fue, en parte, larazón por la cual cayó la Comuna.

    Contribución al Problema de la Vivienda. Tercera Parte.

    En realidad no, no con el socialismo científico marxista ciertamente. No se intento hacer un Estado obrero por parte de las masas, más si de algunos simpatizantes de las ideas Socialistas de Estado. Pero no hubo una proliferación de tales ideas.

    Hay un libro que se explica muy bien en tal situación: "Marxismo y Anarquismo en la Revolución Rusa", hay varios capítulos dedicados a tal discusión entre marxistas y anarquistas en la Comuna de Paris.

    Kropotkin y Bakunin también agregaron varios párrafos a dichos sucesos.
    Dejan al desnudo la contradicción del marxismo en la Comuna de Paris y las ideas Federales del anarquismo.

    Saludos, si encuentro el libro coloco las paginas.
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    Mensaje por Platon Miér Oct 24, 2012 9:14 pm

    Dejo pasar la chicana anarquista de "un Estado obrero por parte de las masas" porque no viene al caso.

    Conozco a grandes rasgos la opinión anarquista de la Comuna (aunque voy a tratar de leer el libro) y considero que lo que decía Marx en "La Guerra Civil en Francia" lo resume:

    La variedad de interpretaciones a que ha sido sometida la Comuna y la variedad de intereses que la han interpretado a su favor, demuestran que era una forma política perfectamente flexible ... He aquí su verdadero secreto: la Comuna era, esencialmente, un gobierno de la clase obrera, fruto de la lucha de la clase productora contra la clase apropiadora, la forma política al fin descubierta para llevar a cabo dentro de ella la emancipación económica del trabajo.
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    Mensaje por Dzerjinskii Miér Oct 24, 2012 11:24 pm

    NSV Liit escribió:

    Así que mejor decir que eran ateos los dos (porque lo eran en realidad).


    si, pero uno era un ateo materialista y el otro un ateo idealista... je je
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    Mensaje por Platon Vie Oct 26, 2012 8:16 pm

    Otro documento interesante:

    Engels: Carta a Theodor Cuno (24 de enero de 1872)

    Londres, 24 de enero de 1872

    ...Bakunin, que hasta 1868 había intrigado contra la Internacional, ingresó en ella después del fracaso sufrido en Berna, en Congreso de la Paz, inmediatamente se puso a conspirar desde dentro contra el Consejo General. Bakunin tiene una teoría original, que es una mezcolanza de proudhonismo y comunismo. Por cierto, el punto básico de su proudhonismo es la idea de que el mal más grave, con el que hay que acabar, no es el capital, no es, por tanto, el antagonismo de clase que el desarrollo social crea entre los capitalistas y los obreros asalariados, sino el Estado. Mientras la gran masa de obreros socialdemócratas comparte nuestro punto de vista de que el poder del Estado no es más que una organización adoptada por las clases dominantes --los terratenientes y los capitalistas-- para proteger sus privilegios sociales, Bakunin afirma que el Estado es el creador del capital, que el capitalista posee su capital únicamente por obra y gracia del Estado. Y puesto que el Estado es, por tanto, el mal principal, hay que acabar ante todo con él, y entonces el capital hincará el pico por sí solo. Nosotros, en cambio, sostenemos lo contrario: acabar con el capital, que es la concentración de todos los medios de producción en manos de unos pocos, y el Estado se derrumbará por sí solo. La diferencia entre los dos puntos de vista es fundamental: la abolición del Estado sin una revolución social previa es un absurdo; la abolición del capital es precisamente la revolución social e implica un cambio en todo el modo de producción. Pero como para Bakunin el Esado representa el mal principal, no se debe hacer nada que pueda mantener la existencia del Estado, tanto si es una república, como una monarquía o cualquier otra forma de Estado. De aquí, la necesidad de abstenerse por completo de toda política. Cualquier acto político, sobre todo la participación en las elecciones, es una traición a los principios. Hay que hacer propaganda, desacreditar al Estado, organizarse; y cuando se haya conquistado a todos los obreros, es decir, a la mayoría, se liquidan los organismos estatales, se suprime el Estado y se le sustituye por la organización de la Internacional. Este gran acto, que marca el comienzo del reino milenario, se llama liquidación social.

    Todo suena a algo muy radical, y es tan sencillo que puede ser aprendido de memoria en cinco minutos. He aquí la razón de que la teoría bakuninista haya encontrado tan pronto una acogida favorable en Italia y en España entre los jóvenes abogados, doctores y otros doctrinarios. Pero las masas obreras jamás aceptarán la idea de que los asuntos públicos de sus respectivos países no son a la vez sus propios asuntos; los obreros son políticos activos por naturaleza, y quien les proponga abandonar la política se verá, tarde o temprano, abandonado por ellos. Predicar a los obreros la abstención política en todas las circunstancias equivale a ponerlos en manos de los curas o de los republicanos burgueses.

    La Internacional, según Bakunin, no ha sido creada para la lucha política, sino para ocupar el lugar de la vieja organización del Estado tan pronto como se lleve a cabo la liquidación social, y por eso debe parecerse lo más posible a la sociedad futura, tal como la concibe el ideal bakuninista. En esta sociedad no habrá, ante todo, autoridad alguna, pues la autoridad, que equivale al Estado, es el mal absoluto. (No se nos dice nada, naturalmente, acerca de cómo se las van a arreglar estos señores para hacer funcionar las fábricas y los ferrocarriles y gobernar los barcos, sin una voluntad que decida en última instancia y sin una dirección única.) Cesa también la autoridad de la mayoría sobre la minoría. Cada individuo y cada comunidad son autónomos, pero Bakunin vuelve a guardar silencio acerca de cómo puede existir una sociedad, integrada aunque sólo sea por dos individuos, sin que cada uno de ellos no renuncie a parte de su autonomía.

    Pues bien; también la Internacional debe ser estructurada según este modelo. Cada sección es autónoma y también cada individuo dentro de la sección. ¡Al diablo las resoluciones de Basilea [1], que confieren al Consejo General una autoridad perniciosa y para él mismo desmoralizadora! Aun en el caso de que esa autoridad se confiera voluntariamente, debe ser abolida ¡precisamente porque es autoridad!

    Aquí tiene usted en pocas palabras los puntos principales de esta superchería. Pero, ¿quiénes son los autores de las resoluciones de Basilea? ¡El propio señor Bakunin y consortes!

    Cuando estos caballeros vieron en el Congreso de Basilea que no lograrían su propósito de trasladar el Consejo General a Ginebra, es decir, apoderarse de él, cambiaron de táctica. Fundaron la Alliance de la Démocratie Socialiste --una asociación internacional dentro de la gran Internacional--, con el pretexto, que volverá a encontrar usted ahora en la prensa bakuninista italiana ("Proletario", "Gazzettino Rosa" [2]), de que para los pueblos fogosos de raza latina se requiere un programa más llamativo que para los pueblos nórdicos, fríos y lentos. Este plan de medio pelo fracasó por la oposición del Consejo General, que no podía, naturalmente, tolerar la existencia de una organización internacional aparte dentro de la Internacional. Desde entonces este plan ha vuelto a ser presentado bajo las formas más diversas, pues Bakunin y sus secuaces no cejan en sus intentos de suplantar el programa de la Internacional por el programa de Bakunin. Por otra parte, la reacción, desde Julio Favre y Bismarck hasta Mazzini, siempre que ha querido atacar a la Internacional ha escogido como blanco las frases vacuas y jactanciosas de los bakuninistas. De aquí la necesidad de mi declaración contra Mazzini y Bakunin, hecha pública el 5 de diciembre e insertada también en el "Gazzettino Rosa".

    El núcleo de los bakuninistas lo forman unas docenas de jurasianos que apenas arrastran en total a unos 200 obreros; la vanguardia está constituida por abogados, doctores y periodistas jóvenes de Italia, que ahora se presentan en todas partes como portavoces de los obreros italianos. En Barcelona y en Madrid puede hallarse gente, muy poca, de la misma calaña, y algunos individuos aislados --entre los que apenas figuran obreros-- en Lyon y en Bruselas. El único ejemplar que tenemos por aquí [*] es Robin.

    La Conferencia convocada ante la imposibilidad de reunir el Congreso, fue el pretexto; y al contar con la mayoría de los franceses emigrados en Suiza, que se pasaron a su lado (pues, además de los motivos personales, tenían, como proudhonistas, muchos puntos de contacto), los bakuninistas iniciaron la campaña. Claro está que en todas partes pueden encontrarse dentro de la Internacional minorías descontentas y genios no reconocidos. Con ellos contaban, y no sin razón.

    Sus fuerzas de combate están integradas actualmente por:

    1.- Bakunin en persona, el Napoleón de esta campaña.

    2.- Los 200 jurasianos y unos 40 ó 50 miembros de las secciones francesas (emigrados en Ginebra).

    3.- En Bruselas, Hins, director de "Liberté"[3], quien, sin embargo, no se manifiesta abiertamente en favor de ellos.

    4.- Aquí (en Londres), los restos de la Sección francesa de 1871[4], jamás reconocida por nosotros, y que ya se ha escindido en tres grupos que se atacan unos a otros; además, unos 20 lassalleanos del tipo de Herr von Schweitzer, expulsados de la sección alemana (por su proposición de abandonar en masa las filas de la Internacional), y que como partidarios de una centralización extrema y de una organización rígida vienen al pelo para una alianza con los anarquistas y los autonomistas.

    5.- En España, unos cuantos amigos personales y secuaces de Bakunin, que, al menos, desde el punto de vista teórico, han ejercido una gran influencia entre los obreros, particularmente en Barcelona. Pero como, por otra parte, los españoles son muy celosos de la organización, pronto advierten en lo demás los efectos de su falta. Sólo el Congreso que habrán de celebrar los españoles en abril permitirá ver si Bakunin puede contar aquí con probabilidades de éxito. Sin embargo, no tengo motivos para estar intranquilo, pues en el Congreso predominarán los obreros.

    6.- Por último, en Italia, las secciones de Turín, Bolonia y Girgenti se pronunciaron, según tengo entendido, en favor de que se anticipase la convocatoria del Congreso. La prensa bakuninista afirma que 20 secciones italianas se han adherido a ellos. No conozco tales secciones. En todo caso, los puestos de dirección se hallan en casi todas partes en manos de amigos y partidarios de Bakunin, que arman un gran alboroto. Pero si se examina más de cerca la cuestión, se verá tal vez que la gente que les sigue no es tan numerosa, ya que, en fin de cuentas, la gran masa de los obreros italianos está integrada por mazzinistas, que lo seguirán siendo mientras ahí sigan identificando a la Internacional con la abstención política.

    Sea lo que fuere, en Italia los amos de la situación en la Internacional son, por ahora, los bakuninistas. El Consejo General no tiene siquiera la intención de quejarse de ello. Los italianos son muy dueños de hacer todas las tonterías que les parezca, y el Consejo General sólo se opondrá a ellos mediante una controversia pacífica. También pueden manifestarse en pro de la convocatoria del Congreso, a tono con los jurasianos, aunque, ciertamente, resulta muy extraño que unas secciones que acaban de ingresar en la Internacional y no han tenido tiempo de enterarse de las cosas, de buenas a primeras tomen partido en una cuestión como ésta, ¡sobre todo sin haber escuchado antes a las dos partes! Ya he expuesto francamente mi opinión sobre el particular a la sección de Turín, y también se la expondré a todas las que han hecho análogas declaraciones. Pues cada una de estas manifestaciones de adhesión a las exigencias de la circular [5] es una aprobación indirecta de las falsas acusaciones y de las calumnias lanzadas por la circular contra el Consejo General. Por cierto que éste se dispone a girar en breve una circular relativa a esta cuestión[**]. Si puede usted impedir, antes de la aparición de la circular, que los milaneses hagan una declaración semejante, habrá satisfecho usted nuestros deseos.

    Lo más cómico de todo ello es que esa misma gente de Turín, que se ha pronunciado a favor de los jurasianos y que, por consiguiente, nos tacha a los de aquí de autoritarios, exija de pronto que el Consejo General intervenga autoritariamente contra sus rivales, la "Federación Operaia"[***] de Turín, en una forma como nunca hasta ahora lo ha hecho: excomulgando a Beghelli, del "Ficcanaso" [6], que ni siquiera pertenece a la Internacional, etc. Y todo esto antes incluso de haber escuchado la opinión que sobre el particular pueda tener la "Federazione Operaia".

    Este lunes [*] le he enviado la "Révolution Sociale"[7] con la circular de los jurasianos, un ejemplar de la "Égalité"[8] de Ginebra (por desgracia no me quedan ejemplares del número con la respuesta del Comité Federal de Ginebra[9], que representa a veinte veces más obreros que los jurasianos) y un ejemplar del "Volksstaat"[10], por el que verá usted lo que piensan de todo esto en Alemania. La Asamblea regional de Sajonia --120 delegados de 60 localidades-- se ha pronunciado unánimemente a favor del Consejo General[11]. El Congreso celebrado por los belgas el 25 y 26 de diciembre ha exigido la revisión de los Estatutos, pero en el Congreso ordinario que habrá de celebrarse en septiembre[12]. De Francia recibimos a diario manifestaciones aprobatorias. Aquí, en Inglaterra, todas esas intrigas no encuentran, como es lógico, terreno favorable. El Consejo General no piensa, naturalmente, convocar un Congreso extraordinario con el único fin de dar gusto a un puñado de intrigantes y engreídos. Mientras estos señores no se salgan del terreno legal, el Consejo les dejará actuar. Esta coalición de elementos tan heterogéneos no tardará en descomponerse por sí sola. Pero en cuanto hagan algo que contradiga a los Estatutos o a las decisiones de los congresos, el Consejo General cumplirá con su deber.

    Si pensamos en que estos individuos han organizado su conspiración en el preciso momento en que la Internacional es objeto en todas partes de las más feroces persecuciones, no podremos renunciar a la idea de que en todo este asunto andan mezclados los señores de la policía internacional. Y así es, en efecto. Los bakuninistas ginebrinos tienen de corrresponsal en Béziers al comisario de policía[****]. Dos prominentes bakuninistas que han estado aquí, Albert Richard, de Lyon, y Leblanc se han dirigido a un obrero de Lyon llamado Scholl y le han dicho que la restauración de Bonaparte en el trono es la única forma de derribar a Thiers, y que por eso ellos andan viajando por cuenta de Bonaparte, para hacer propaganda entre los emigrados ¡en pro de una restauración bonapartista! ¡He aquí lo que estos caballeros llaman abstención política! El "Neuer Social-Demokrat"[13] de Berlín, subsidiado por Bismarck, entona la misma canción. Por el momento dejo abierta la cuestión de saber hasta qué punto se halla mezclada en todo esto la policía rusa, pero Bakunin ha estado metido hasta el cuello en el asunto de Necháev (él, claro está, lo niega, pero aquí tenemos los originales en ruso de los informes, y como Marx y yo entendemos el ruso, Bakunin no podrá hacernos comulgar con ruedas de molino)[14]. Si Nechaév no era un agente provocador ruso, actuaba por lo menos como tal. Además, entre los amigos rusos de Bakunin figuran tipos sospechosos de toda clase.

    Lamento mucho que haya perdido usted su puesto. En mis cartas ya le había indicado expresamente que evitase usted todo lo que pudiera implicar tales consecuencias, y que su presencia en Milán tenía mucha más importancia para la Internacional que el pequeño efecto que se logra con intervenciones públicas; que también se pueden hacer muchas cosas obrando calladamente, etc. Si puedo ayudarle proporcionándole traducciones, lo haré con sumo gusto. Dígame únicamente de qué idiomas y a qué idiomas puede traducir usted y en qué puedo serle útil.

    Por lo visto, esos perros sarnosos de la policía han interceptado también mi fotografía. Le envío otra y le ruego que me mande dos suyas; una de ellas me ha de servir para convencer a miss Marx de que me entregue para usted una de su padre (ella es la única que aún tiene buenas fotografías de él).

    Le ruego una vez más que tenga cuidado con todas las personas relacionadas con Bakunin. La solidaridad interna y la intriga son rasgos característicos de todas las sectas. Puede estar usted seguro de que cualquier información que usted les proporcione será transmitida inmediatamente a Bakunin. Uno de sus principios fundamentales afirma que la fidelidad a la palabra dada y otras cosas por el estilo no son más que prejuicios burgueses, y que todo revolucionario auténtico debe despreciarlos en interés de la causa. En Rusia lo predica abiertamente; en la Europa Occidental es una doctrina que sólo comunica a los iniciados.

    Contésteme cuanto antes. Sería una gran cosa si pudiéramos conseguir que la sección de Milán no participase en el coro general de las demás secciones italianas....

    NOTAS

    [*] En Londres. (N. de la Edit.)

    [**] Véase el presente tomo, págs. 262-302. (N. de la Edit.)

    [***] Federación Obrera. (N. de la Edit.)

    [****] El 22 de enero. (N. de la Edit.)

    [*****] Bousquet. (N. de la Edit.)


    [1] 296. Trátase de las resoluciones del Congreso de Basilea (véase la nota 105) sobre problemas de organización, que ampliaban las atribuciones del Consejo General.- 450.

    [2] 297. "Il Proletario", véase la nota 236.

    "Gazzettino Rosa" («El Periódico Rojo»), diario italiano, órgano del ala izquierda de los partidarios de Mazzini, se publicó en Milán de 1867 a 1873; en 1871 defendió la Comuna de París y publicó materiales de la Internacional; a partir de 1872 se hallaba bajo la influencia de los bakuninistas.- 450.

    [3] 298. "La Liberté" («La Libertad»), periódico demócrata belga, se publicó en Bruselas de 1865 a 1873; a partir de 1867, órgano de la Internacional en Bélgica.- 451.

    [4] 299. La Sección francesa de 1871 se formó en Londres en septiembre de 1871 integrada por una parte de los emigrados franceses. La dirección de la sección estableció estrecho contacto con los bakuninistas en Suiza y se adhirió a los ataques de estos últimos contra los principios de organización de la Internacional. La sección no fue admitida en la Internacional, ya que ciertos puntos de sus Estatutos contradecían los Estatutos Generales. En lo sucesivo, la sección se dividió en varios grupos.- 451.

    [5] 300. Trátase de la "Circular a todas las federaciones de la Asociación Internacional de los Trabajadores" adoptada en el Congreso de la Federación del Jura, de los bakuninistas, celebrado el 12 de noviembre de 1871, en Sonvillier. Rechazando los acuerdos de la Conferencia de Londres y negando los derechos del Consejo General, la circular proponía a todas las federaciones que exigieran la convocatoria inmediata del Congreso para revisar los Estatutos Generales de la Internacional y condenar el Consejo General.- 452.

    [6] 301. "Ficcanaso" («El Perillán»), diario satírico republicano italiano, órgano de los mazzinistas de izquierda; se publicó en Turín de 1868 a 1872.- 453.

    [7] 227. La "Révolution Sociale" («La Revolución Social»), hebdomadario, se publicó en Ginebra en francés de octubre de 1871 a enero de 1872. Desde noviembre de 1871 fue órgano oficial de la Federación anarquista del Jura.- 275, 453

    [8] 114. "L'Égalité" («La Igualdad»), hebdomadario suizo, órgano de la Federación de la Internacional de la Suiza francesa, se publicó en francés en Ginebra de diciembre de 1868 a diciembre de 1872. Estuvo cierto tiempo bajo la influencia de Bakunin. En enero de 1870, el Consejo de la Federación de la Suiza francesa logró que se apartase a los bakuninistas de la redacción, después de lo cual, el periódico pasó a apoyar la orientación del Consejo General.- 184, 270, 453

    [9] 302. Engels se refiere a la "Respuesta del Comité de la Federación de la Suiza Francesa a la circular de los 16 participantes del Congreso de Sonvillier".- 453.

    [10] 54. "Der Volksstaat" («El Estado del pueblo»), órgano central del Partido Socialdemócrata Obrero de Alemania (los eisenachianos), se publicó en Leipzig del 2 de octubre de 1869 al 29 de setiembre de 1876. La dirección general corría a cargo de G. Liebknecht, y el director de la editorial era A. Bebel. Marx y Engels colaboraban en el periódico, prestándole constante ayuda en la redacción del mismo. Hasta 1869, el periódico salía bajo el título "Demokratisches Wochenblatt" (véase la nota 94).

    Trátase del artículo de J. Dietzgen "Carlos Marx. «El Capital. Crítica de la Economía política»", Hamburgo, 1867, publicado en "Demokratisches Wochenblatt", núms. 31, 34, 35 y 36 del año 1868.- 96, 178, 314, 324, 452, 455

    [11] 303. El Congreso de Sajonia de los socialdemócratas se celebró en Chemnitz, el 6 y el 7 de enero de 1872. Entro otros problemas (derecho electoral, sindicatos), el Congreso exeminó el de la actitud hacia la circular de Sonvillier (véase la nota 300) y la lucha contra los anarquistas que se libraba dentro de la Internacional. El Congreso apoyó unánimemente al Consejo General y aprobó las resoluciones de la Conferencia de Londres de 1871.- 453.

    [12] 304. El Congreso de la Federación Belga de la Internacional, celebrado el 24 y el 25 de diciembre de 1871 en Bruselas, al discutitr la circular de Sonvillier, no apoyó las exigencias de los anarquistas suizos acerca de la convocatoria inmediata de un congreso general, pero, al propio tiempo, encargó al Consejo Federal belga que redactase un proyecto de nuevos Estatutos de la Internacional para discutirlo en el Congreso de La Haya (véase la nota 242).- 453.

    [13] 238. "Neuer Social-Demokrat" («El Nuevo Socialdemócrata»), periódico alemán, se publicó en Berlín de 1871 a 1876. Organo de la Asociación General de Obreros Alemanes fundada por Lassalle. Sostenía una lucha contra la dirección marxista de la Internacional y el Partido Obrero Socialdemócrata Alemán. Apoyaba a los bakuninistas y los representantes de otros partidos antiproletarios.- 299, 453, 455.

    [14] 216. El proceso Necháev, tramado contra jóvenes estudiantes acusados de actividad revolucionaria secreta, tuvo lugar en Petersborgo en julio-agosto de 1871. Ya en 1869, Necháev entró en contacto con Bakunin, desplegó la actividad para crear en varias ciudades de Rusia la organización conspirativa «Venganza del pueblo», en la que se preconizaban ideas anárquicas de «destrucción absoluta». Jóvenes estudiantes de orientación revolucionaria y elementos de la población de procedencia plebeya entraban en la organización de Necháev atraídos por la acerba crítica que se hacía del régimen zarista y los llamamientos a la lucha enérgica contra este último. Valiéndose de la credencial de representante de la «Unión Revolucionaria Europea» que le había dado Bakunin, Necháev intentó hacerse pasar por representante de la Internacional, engañando de este modo a los miembros de la organización creada por él. En 1871, la organización fue destruida, y en el proceso judicial se hicieron públicos los métodos aventureros empleados por Necháev para lograr sus objetivos.

    La Conferencia de Londres encargó a Utin que redactase un breve informe sobre el proceso Necháev. En lugar del informe, Utin mandó a Marx, a fines de agosto de 1872, para el Congreso de La Haya, un extenso informe confidencial sobre la actitud de Bakunin y Necháev, hostil a la Asociación.- 270, 454.
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    Bakunin y Marx Empty Re: Bakunin y Marx

    Mensaje por AnarcComunis Sáb Oct 27, 2012 2:52 am

    La Comuna de París y la noción de Estado por M. Bakunin

    Esta obra, como todos los escritos que hasta la fecha he publicado, nació de los acontecimientos. Es la continuación natural de las Cartas a un francés, publicadas en septiembre de 1870, y en las cuales tuve el fácil y triste honor de prever y predecir las horribles desgracias que hieren hoy a Francia, y con ella, a todo el mundo civilizado; desgracias contra las que no había ni queda ahora más que un remedio: la revolución social.

    Probar esta verdad, de aquí en adelante incontestable, por el desenvolvimiento histórico de la sociedad, y por los hechos mismos que se desarrollan bajo nuestros ojos en Europa, de modo que sea aceptada por todos los hombres de buena fe, por todos los investigadores sinceros de la verdad, y luego exponer francamente, sin reticencia, sin equívocos, los principios filosóficos tanto como los fines prácticos que constituyen, por decirlo así, el alma activa, la base y el fin de lo que llamamos la revolución social, es el objeto del presente trabajo.

    La tarea que me impuse no es fácil, lo sé, y se me podría acusar de presunción si aportase a este trabajo una pretensión personal. Pero no hay tal cosa, puedo asegurarlo al lector. No soy ni un sabio ni un filósofo, ni siquiera un escritor de oficio. Escribí muy poco en mi vida y no lo hice nunca sino en caso de necesidad, y solamente cuando una convicción apasionada me forzaba a vencer mi repugnancia instintiva a manifestarme mediante mis escritos.

    ¿Qué soy yo, y qué me impulsa ahora a publicar este trabajo? Soy un buscador apasionado de la verdad y un enemigo no menos encarnizado de las ficciones perjudiciales de que el partido del orden, ese representante oficial, privilegiado e interesado de todas las ignominias religiosas, metafísicas, políticas, jurídicas, económicas y sociales, presentes y pasadas, pretende servirse hoy todavía para embrutecer y esclavizar al mundo. Soy un amante fanático de la libertad, considerándola como el único medio en el seno de la cual pueden desarrollarse y crecer la inteligencia, la dignidad y la dicha de los hombres; no de esa libertad formal, otorgada, medida y reglamentada por el Estado, mentira eterna y que en realidad no representa nunca nada más que el privilegio de unos pocos fundado sobre la esclavitud de todo el mundo; no de esa libertad individualista, egoísta, mezquina y ficticia, pregonada por la escuela de J. J. Rousseau, así como todas las demás escuelas del liberalismo burgués, que consideran el llamado derecho de todos, representado por el Estado, como el límite del derecho de cada uno, lo cual lleva necesariamente y siempre a la reducción del derecho de cada uno a cero. No, yo entiendo que la única libertad verdaderamente digna de este nombre, es la que consiste en el pleno desenvolvimiento de todas las facultades materiales, intelectuales y morales de cada individuo. Y es que la libertad, la auténtica, no reconoce otras restricciones que las propias de las leyes de nuestra propia naturaleza. Por lo que, hablando propiamente, la libertad no tiene restricciones, puesto que esas leyes no nos son impuestas por un legislador, sino que nos son inmanentes, inherentes, y constituyen la base misma de todo nuestro ser, y no pueden ser vistas como una limitante, sino más bien debemos considerarlas como las condiciones reales y la razón efectiva de nuestra libertad.

    Yo me refiero a la libertad de cada uno que, lejos de agotarse frente a la libertad del otro, encuentra en ella su confirmación y su extensión hasta el infinito; la libertad ilimitada de cada uno por la libertad de todos, la libertad en la solidaridad, la libertad en la igualdad; la libertad triunfante sobre el principio de la fuerza bruta y del principio de autoridad que nunca ha sido otra cosa que la expresión ideal de esa fuerza; la libertad que, después de haber derribado todos los ídolos celestes y terrestres, fundará y organizará un mundo nuevo: el de la humanidad solidaria, sobre la ruina de todas la Iglesias y de todos los Estados.

    Soy un partidario convencido de la igualdad económica y social, porque sé que fuera de esa igualdad, la libertad, la justicia, la dignidad humana, la moralidad y el bienestar de los individuos, lo mismo que la prosperidad de las naciones, no serán más que otras tantas mentiras. Pero, partidario incondicional de la libertad, esa condición primordial de la humanidad, pienso que la igualdad debe establecerse en el mundo por la organización espontánea del trabajo y de la propiedad colectiva de las asociaciones productoras libremente organizadas y federadas en las comunas, mas no por la acción suprema y tutelar del Estado.

    Este es el punto que nos divide a los socialistas revolucionarios, de los comunistas autoritarios que defienden la iniciativa absoluta del Estado. El fin es el mismo, ya que ambos deseamos por igual la creación de un orden social nuevo, fundado únicamente sobre la organización del trabajo colectivo en condiciones económicas de irrestricta igualdad para todos, teniendo como base la posesión colectiva de los instrumentos de trabajo.

    Ahora bien, los comunistas se imaginan que podrían llegar a eso por el desenvolvimiento y por la organización de la potencia política de las clases obreras, y principalmente del proletariado de las ciudades, con ayuda del radicalismo burgués, mientras que los socialistas revolucionarios, enemigos de toda ligazón y de toda alianza equívoca, pensamos que no se puede llegar a ese fin más que por el desenvolvimiento y la organización de la potencia no política sino social de las masas obreras, tanto de las ciudades como de los campos, comprendidos en ellas los hombres de buena voluntad de las clases superiores que, rompiendo con todo su pasado, quieran unirse francamente a ellas y acepten íntegramente su programa.

    He ahí dos métodos diferentes. Los comunistas creen deber el organizar a las fuerzas obreras para posesionarse de la potencia política de los Estados. Los socialistas revolucionarios nos organizamos teniendo en cuenta su inevitable destrucción, o, si se quiere una palabra más cortés, teniendo en cuenta la liquidación de los Estados. Los comunistas son partidarios del principio y de la práctica de la autoridad, los socialistas revolucionarios no tenemos confianza más que en la libertad. Partidarios unos y otros de la ciencia que debe liquidar a la fe, los primeros quisieran imponerla y nosotros nos esforzamos en propagarla, a fin de que los grupos humanos, por ellos mismos se convenzan, se organicen y se federen de manera espontánea, libre; de abajo hacia arriba conforme a sus intereses reales, pero nunca siguiendo un plan trazado de antemano e impuesto a las masas ignorantes por algunas inteligencias superiores.

    Los socialistas revolucionarios pensamos que hay mucha más razón práctica y espíritu en las aspiraciones instintivas y en las necesidades reales de las masas populares, que en la inteligencia profunda de todos esos doctores y tutores de la humanidad que, a tantas tentativas frustradas para hacerla feliz, pretenden añadir otro fracaso más. Los socialistas revolucionarios pensamos, al contrario, que la humanidad ya se ha dejado gobernar bastante tiempo, demasiado tiempo, y se ha convencido que la fuente de sus desgracias no reside en tal o cual forma de gobierno, sino en el principio y en el hecho mismo del gobierno, cualquiera que este sea.

    Esta es, en fin, la contradicción que existe entre el comunismo científicamente desarrollado por la escuela alemana y aceptado en parte por los socialistas americanos e ingleses, y el socialismo revolucionario ampliamente desenvuelto y llevado hasta sus últimas consecuencias, por el proletariado de los países latinos.

    El socialismo revolucionario llevó a cabo un intento práctico en la Comuna de París.

    Soy un partidario de la Comuna de París, la que no obstante haber sido masacrada y sofocada en sangre por los verdugos de la reacción monárquica y clerical, no por eso ha dejado de hacerse más vivaz, más poderosa en la imaginación y en el corazón del proletariado de Europa; soy partidario de ella sobre todo porque ha sido una audaz negativa del Estado.

    Es un hecho histórico el que esa negación del Estado se haya manifestado precisamente en Francia, que ha sido hasta ahora el país mas proclive a la centralización política; y que haya sido precisamente París, la cabeza y el creador histórico de esa gran civilización francesa, el que haya tomado la iniciativa. París, abdicando de su corona y proclamando con entusiasmo su propia decadencia para dar la libertad y la vida a Francia, a Europa, al mundo entero; París, afirmando nuevamente su potencia histórica de iniciativa al mostrar a todos los pueblos esclavos el único camino de emancipación y de salvación; París, que da un golpe mortal a las tradiciones políticas del radicalismo burgués y una base real al socialismo revolucionario; París, que merece de nuevo las maldiciones de todas las gentes reaccionarias de Francia y de Europa; París, que se envuelve en sus ruinas para dar un solemne desmentido a la reacción triunfante; que salva, con su desastre, el honor y el porvenir de Francia y demuestra a la humanidad que si bien la vida, la inteligencia y la fuerza moral se han retirado de las clases superiores, se conservaron enérgicas y llenas de porvenir en el proletariado; París, que inaugura la era nueva, la de la emancipación definitiva y completa de las masas populares y de su real solidaridad a través y a pesar de las fronteras de los Estados; París, que mata la propiedad y funda sobre sus ruinas la religión de la humanidad; París, que se proclama humanitario y ateo y reemplaza las funciones divinas por las grandes realidades de la vida social y la fe por la ciencia; las mentiras y las iniquidades de la moral religiosa, política y jurídica por los principios de la libertad, de la justicia, de la igualdad y de la fraternidad, fundamentos eternos de toda moral humana; París heroico y racional confirmando con su caída el inevitable destino de la humanidad transmitiéndolo mucho más enérgico y viviente a las generaciones venideras; París, inundado en la sangre de sus hijos más generosos. París, representación de la humanidad crucificada por la reacción internacional bajo la inspiración inmediata de todas las iglesias cristianas y del gran sacerdote de la iniquidad, el Papa. Pero la próxima revolución internacional y solidaria de los pueblos será la resurrección de París.

    Tal es el verdadero sentido y tales las consecuencias bienhechoras e inmensas de los dos meses memorables de la existencia y de la caída imperecedera de la Comuna de París.

    La Comuna de París ha durado demasiado poco tiempo y ha sido demasiado obstaculizada en su desenvolvimiento interior por la lucha mortal que debió sostener contra la reacción de Versalles, para que haya podido, no digo aplicar, sino elaborar teóricamente su programa socialista. Por lo demás, es preciso reconocerlo, la mayoría de los miembros de la Comuna no eran socialistas propiamente y, si se mostraron tales, es que fueron arrastrados invisiblemente por la fuerza irresistible de las cosas, por la naturaleza de su ambiente, por las necesidades de su posición y no por su convicción íntima. Los socialistas, a la cabeza de los cuales se coloca naturalmente nuestro amigo Varlin, no formaban en la Comuna mas que una minoría ínfima; a lo sumo no eran más que unos catorce o quince miembros. El resto estaba compuesto por jacobinos. Pero entendámonos, hay de jacobinos a jacobinos. Existen los jacobinos abogados y doctrinarios, como el señor Gambetta, cuyo republicanismo positivista, presuntuoso, despótico y formalista, habiendo repudiado la antigua fe revolucionaria y no habiendo conservado del jacobinismo mas que el culto de la unidad y de la autoridad, entregó la Francia popular a los prusianos y más tarde a la reacción interior; y existen los jacobinos francamente revolucionarios, los héroes, los últimos representantes sinceros de la fe democrática de 1793, capaces de sacrificar su unidad y su autoridad bien amadas, a las necesidades de la revolución, ante todo; y como no hay revolución sin masas populares, y como esas masas tienen eminentemente hoy el instinto socialista y no pueden ya hacer otra revolución que una revolución económica y social, los jacobinos de buena fe, dejándose arrastrar más y más por la lógica del movimiento revolucionario, acabaron convirtiéndose en socialistas a su pesar.

    Tal fue precisamente la situación de los jacobinos que formaron parte de la Comuna de París. Delescluze y muchos otros, firmaron proclamas y programas cuyo espíritu general y cuyas promesas eran positivamente socialistas. Pero como a pesar de toda su buena fe y de toda su buena voluntad no eran más que individuos arrastrados al campo socialista por la fuerza de las circunstancias, como no tuvieron tiempo ni capacidad para vencer y suprimir en ellos el cúmulo de prejuicios burgueses que estaban en contradicción con el socialismo, hubieron de paralizarse y no pudieron salir de las generalidades, ni tomar medidas decisivas que hubiesen roto para siempre todas sus relaciones con el mundo burgués.

    Fue una gran desgracia para la Comuna y para ellos; fueron paralizados y paralizaron la Comuna; pero no se les puede reprochar como una falta. Los hombres no se transforman de un día a otro y no cambian de naturaleza ni de hábitos a voluntad. Han probado su sinceridad haciéndose matar por la Comuna. ¿Quién se atreverá a pedirles más?

    Son tanto más excusables cuanto que el pueblo de París mismo, bajo la influencia del cual han pensado y obrado, era mucho más socialista por instinto que por idea o convicción reflexiva. Todas sus aspiraciones son en el más alto grado y exclusivamente socialistas; pero sus ideas o más bien sus representaciones tradicionales están todavía bien lejos de haber llegado a esta altura. Hay todavía muchos prejuicios jacobinos, muchas imaginaciones dictatoriales y gubernamentales en el proletariado de las grandes ciudades de Francia y aún en el de París. El culto a la autoridad religiosa, esa fuente histórica de todas las desgracias, de todas las depravaciones y de todas las servidumbres populares no ha sido desarraigado aún completamente de su seno. Esto es tan cierto que hasta los hijos más inteligentes del pueblo, los socialistas más convencidos, no llegaron aún a libertarse de una manera completa de ella. Mirad su conciencia y encontraréis al jacobino, al gubernamentalista, rechazado hacia algún rincón muy oscuro y vuelto muy modesto, es verdad, pero no enteramente muerto.

    Por otra parte, la situación del pequeño número de los socialistas convencidos que han constituido parte de la Comuna era excesivamente difícil. No sintiéndose suficientemente sostenidos por la gran masa de la población parisiense, influenciando apenas sobre unos millares de individuos, la organización de la Asociación Internacional, por lo demás muy imperfecta, han debido sostener una lucha diaria contra la mayoría jacobina. ¡Y en medio de qué circunstancias! Les ha sido necesario dar trabajo y pan a algunos centenares de millares de obreros, organizarlos y armarlos combatiendo al mismo tiempo las maquinaciones reaccionarias en una ciudad inmensa como París, asediada, amenazada por el hambre, y entregada a todas las sucias empresas de la reacción que había podido establecerse y que se mantenía en Versalles, con el permiso y por la gracia de los prusianos. Les ha sido necesario oponer un gobierno y un ejército revolucionarios al gobierno y al ejército de Versalles, es decir, que para combatir la reacción monárquica y clerical, han debido, olvidando y sacrificando ellos mismos las primeras condiciones del socialismo revolucionario, organizarse en reacción jacobina.

    ¿No es natural que en medio de circunstancias semejantes, los jacobinos, que eran los más fuertes, puesto que constituían la mayoría en la Comuna y que además poseían en un grado infinitamente superior el instinto político, la tradición y la práctica de la organización gubernamental, hayan tenido inmensas ventajas sobre los socialistas? De lo que hay que asombrarse es de que no se hayan aprovechado mucho más de lo que lo hicieron, de que no hayan dado a la sublevación de París un carácter exclusivamente jacobino y de que se hayan dejado arrastrar, al contrario, a una revolución social.

    Sé que muchos socialistas, muy consecuentes en su teoría, reprochan a nuestros amigos de París el no haberse mostrado suficientemente socialistas en su práctica revolucionaria, mientras que todos los ladrones de la prensa burguesa los acusan, al contrario, de no haber seguido más que demasiado fielmente el programa del socialismo. Dejemos por el momento a un lado a los innobles denunciadores de esa prensa, y observemos que los severos teóricos de la emancipación del proletariado son injustos hacia nuestros hermanos de París porque, entre las teorías más justas y su práctica, hay una distancia inmensa que no se franquea en algunos días. El que ha tenido la dicha de conocer a Varlin, por ejemplo, para no nombrar sino a aquel cuya muerte es cierta, sabe cómo han sido apasionadas, reflexivas y profundas en él y en sus amigos las convicciones socialistas. Eran hombres cuyo celo ardiente, cuya abnegación y buena fe no han podido ser nunca puestas en duda por nadie de los que se les hayan acercado. Pero precisamente porque eran hombres de buena fe, estaban llenos de desconfianza en sí mismos al tener que poner en práctica la obra inmensa a que habían dedicado su pensamiento y su vida. Tenían por lo demás la convicción de que en la revolución social, diametralmente opuesta a la revolución política, la acción de los individuos es casi nula y, por el contrario, la acción espontánea de las masas lo es todo. Todo lo que los individuos pueden hacer es elaborar, aclarar y propagar las ideas que corresponden al instinto popular y además contribuir con sus esfuerzos incesantes a la organización revolucionaria del potencial natural de las masas, pero nada más, siendo al pueblo trabajador al que corresponde hacerlo todo. Ya que actuando de otro modo se llegaría a la dictadura política, es decir, a la reconstitución del Estado, de los privilegios, de las desigualdades, llegándose al restablecimiento de la esclavitud política, social, económica de las masas populares.

    Varlin y sus amigos, como todos los socialistas sinceros, y en general como todos los trabajadores nacidos y educados en el pueblo, compartían en el más alto grado esa prevención perfectamente legítima contra la iniciativa continua de los mismos individuos, contra la dominación ejercida por las individualidades superiores; y como ante todo eran justos, dirigían también esa prevención, esa desconfianza, contra sí mismos más que contra todas las otras personas. Contrariamente a ese pensamiento de los comunistas autoritarios, según mi opinión, completamente erróneo, de que una revolución social puede ser decretada y organizada sea por una dictadura, sea por una asamblea constituyente salida de una revolución política, nuestros amigos, los socialistas de París, han pensado que no podía ser hecha y llevada a su pleno desenvolvimiento más que por la acción espontánea y continua de las masas, de los grupos y de las asociaciones populares.

    Nuestros amigos de París han tenido mil veces razón. Porque, en efecto, por general que sea, ¿cuál es la cabeza, o si se quiere hablar de una dictadura colectiva, aunque estuviese formada por varios centenares de individuos dotados de facultades superiores, cuáles son los cerebros capaces de abarcar la infinita multiplicidad y diversidad de los intereses reales, de las aspiraciones, de las voluntades, de las necesidades cuya suma constituye la voluntad colectiva de un pueblo, y capaces de inventar una organización social susceptible de satisfacer a todo el mundo? Esa organización no será nunca más que un lecho de Procusto sobre el cual, la violencia más o menos marcada del Estado forzará a la desgraciada sociedad a extenderse. Esto es lo que sucedió siempre hasta ahora, y es precisamente a este sistema antiguo de la organización por la fuerza a lo que la revolución social debe poner un término, dando a las masas su plena libertad, a los grupos, a las comunas, a las asociaciones, a los individuos mismos, y destruyendo de una vez por todas la causa histórica de todas las violencias, el poder y la existencia misma del Estado, que debe arrastrar en su caída todas las iniquidades del derecho jurídico con todas las mentiras de los cultos diversos, pues ese derecho y esos cultos no han sido nunca nada más que la consagración obligada, tanto ideal como real, de todas las violencias representadas, garantizadas y privilegiadas por el Estado.

    Es evidente que la libertad no será dada al género humano, y que los intereses reales de la sociedad, de todos los grupos, de todas las organizaciones locales así como de todos los individuos que la forman, no podrán encontrar satisfacción real más que cuando no haya Estados. Es evidente que todos los intereses llamados generales de la sociedad, que el Estado pretende representar y que en realidad no son otra cosa que la negación general y consciente de los intereses positivos de las regiones, de las comunas, de las asociaciones y del mayor número de individuos a él sometidos, constituyen una ficción, una obstrucción, una mentira, y que el Estado es como una carnicería y como un inmenso cementerio donde, a su sombra, acuden generosa y beatamente, a dejarse inmolar y enterrar, todas las aspiraciones reales, todas las fuerzas vivas de un país; y como ninguna abstracción existe por sí misma, ya que no tiene ni piernas para caminar, ni brazos para crear, ni estómago para digerir esa masa de víctimas que se le da para devorar, es claro que también la abstracción religiosa o celeste de Dios, representa en realidad los intereses positivos, reales, de una casta privilegiada: el clero, y su complemento terrestre, la abstracción política, el Estado, representa los intereses no menos positivos y reales de la clase explotadora que tiende a englobar todas las demás: la burguesía. Y como el clero está siempre dividido y hoy tiende a dividirse todavía más en una minoría muy poderosa y muy rica, y una mayoría muy subordinada y hasta cierto punto miserable. Por su parte, la burguesía y sus diversas organizaciones políticas y sociales, en la industria, en la agricultura, en la banca y en el comercio, al igual que en todos los órganos administrativos, financieros, judiciales, universitarios, policiales y militares del Estado, tiende a escindirse cada día más en una oligarquía realmente dominadora y en una masa innumerable de seres más o menos vanidosos y más o menos decaídos que viven en una perpetua ilusión, rechazados inevitablemente y empujados, cada vez más hacia el proletariado por una fuerza irresistible: la del desenvolvimiento económico actual, quedando reducidos a servir de instrumentos ciegos de esa oligarquía omnipotente.

    La abolición de la Iglesia y del Estado debe ser la condición primaria e indispensable de la liberación real de la sociedad; después de eso, ella sola puede y debe organizarse de otro modo, pero no de arriba a abajo y según un plan ideal, soñado por algunos sabios, o bien a golpes de decretos lanzados por alguna fuerza dictatorial o hasta por una asamblea nacional elegida por el sufragio universal. Tal sistema, como lo he dicho ya, llevaría inevitablemente a la creación de un nuevo Estado, y, por consiguiente, a la formación de una aristocracia gubernamental, es decir, de una clase entera de gentes que no tienen nada en común con la masa del pueblo y, ciertamente, esa clase volvería a explotar y a someter bajo el pretexto de la felicidad común, o para salvar al Estado.

    La futura organización social debe ser estructurada solamente de abajo a arriba, por la libre asociación y federación de los trabajadores, en las asociaciones primero, después en las comunas, en las regiones, en las naciones y finalmente en una gran federación internacional y universal. Es únicamente entonces cuando se realizará el orden verdadero y vivificador de la libertad y de la dicha general, ese orden que, lejos de renegar, afirma y pone de acuerdo los intereses de los trabajadores y los de la sociedad.

    Se dice que el acuerdo y la solidaridad universal de los individuos y de la sociedad no podrá realizarse nunca porque esos intereses, siendo contradictorios, no están en condición de contrapesarse ellos mismos o bien de llegar a un acuerdo cualquiera. A una objeción semejante responderé que si hasta el presente los intereses no han estado nunca ni en ninguna parte en acuerdo mutuo, ello tuvo su causa en el Estado, que sacrificó los intereses de la mayoría en beneficio de una minoría privilegiada. He ahí por qué esa famosa incompatibilidad y esa lucha de intereses personales con los de la sociedad, no es más que otro engaño y una mentira política, nacida de la mentira teológica que imaginó la doctrina del pecado original para deshonrar al hombre y destruir en él la conciencia de su propio valor. Esa misma idea falsa del antagonismo de los intereses fue creada también por los sueños de la metafísica que, como se sabe, es próxima pariente de la teología. Desconociendo la sociabilidad de la naturaleza humana, la metafísica consideraba la sociedad como un agregado mecánico y puramente artificial de individuos asociados repentinamente en nombre de un tratado cualquiera, formal o secreto, concluido libremente, o bien bajo la influencia de una fuerza superior. Antes de unirse en sociedad, esos individuos, dotados de una especie de alma inmortal, gozaban de una absoluta libertad.

    Pero si los metafísicos, sobre todo los que creen en la inmortalidad del alma, afirman que los hombres fuera de la sociedad son seres libres, nosotros llegamos entonces inevitablemente a una conclusión: que los hombres no pueden unirse en sociedad más que a condición de renegar de su libertad, de su independencia natural y de sacrificar sus intereses, personales primero y grupales después. Tal renunciamiento y tal sacrificio de sí mismos debe ser por eso tanto más imperioso cuanto que la sociedad es más numerosa y su organización más compleja. En tal caso, el Estado es la expresión de todos los sacrificios individuales. Existiendo bajo una semejante forma abstracta, y al mismo tiempo violenta, continúa perjudicando más y más la libertad individual en nombre de esa mentira que se llama felicidad pública, aunque es evidente que la misma no representa más que los intereses de la clase dominante. El Estado, de ese modo, se nos aparece como una negación inevitable y como una aniquilación de toda libertad, de todo interés individual y general.

    Se ve aquí que en los sistemas metafísicos y teológicos, todo se asocia y se explica por sí mismo. He ahí por qué los defensores lógicos de esos sistemas pueden y deben, con la conciencia tranquila, continuar explotando las masas populares por medio de la Iglesia y del Estado. Llenandose los bolsillos y sacando todos sus sucios deseos, pueden al mismo tiempo consolarse con el pensamiento de que penan por la gloria de Dios, por la victoria de la civilización y por la felicidad eterna del proletariado.

    Pero nosotros, que no creemos ni en Dios ni en la inmortalidad del alma, ni en la propia libertad de la voluntad, afirmamos que la libertad debe ser comprendida, en su acepción más completa y más amplia, como fin del progreso histórico de la humanidad. Por un extraño aunque lógico contraste, nuestros adversarios idealistas, de la teología y de la metafísica, toman el principio de la libertad como fundamento y base de sus teorías, para concluir buenamente en la indispensabilidad de la esclavitud de los hombres. Nosotros, materialistas en teoría, tendemos en la práctica a crear y hacer duradero un idealismo racional y noble. Nuestros enemigos, idealistas divinos y trascendentes, caen hasta el materialismo práctico, sanguinario y vil, en nombre de la misma lógica, según la cual todo desenvolvimiento es la negación del principio fundamental. Estamos convencidos de que toda la riqueza del desenvolvimiento intelectual, moral y material del hombre, lo mismo que su aparente independencia, son el producto de la vida en sociedad. Fuera de la sociedad, el hombre no solamente no será libre, sino que no será hombre verdadero, es decir, un ser que tiene conciencia de sí mismo, que siente, piensa y habla. El concurso de la inteligencia y del trabajo colectivo ha podido forzar al hombre a salir del estado de salvaje y de bruto que constituía su naturaleza primaria. Estamos profundamente convencidos de la siguiente verdad: que toda la vida de los hombres, es decir, sus intereses, tendencias, necesidades, ilusiones, e incluso sus tonterías, tanto como las violencias, y las injusticias que en carne propia sufren, no representa más que la consecuencia de las fuerzas fatales de la vida en sociedad. Las gentes no pueden admitir la idea de independencia mutua, sin renegar de la influencia recíproca de la correlación de las manifestaciones de la naturaleza exterior.

    En la naturaleza misma, esa maravillosa correlación y filiación de los fenómenos no se ha conseguido sin lucha. Al contrario, la armonía de las fuerzas de la naturaleza no aparece más que como resultado verdadero de esa lucha constante que es la condición misma de la vida y el movimiento. En la naturaleza y en la sociedad el orden sin lucha es la muerte.

    Si en el universo el orden natural es posible, es únicamente porque ese universo no es gobernado según algún sistema imaginado de antemano e impuesto por una voluntad suprema. La hipótesis teológica de una legislación divina conduce a un absurdo evidente y a la negación, no sólo de todo orden, sino de la naturaleza misma. Las leyes naturales no son reales más que en tanto son inherentes a la naturaleza, es decir, en tanto que no son fijadas por ninguna autoridad. Estas leyes no son más que simples manifestaciones, o bien continuas modalidades de hechos muy variados, pasajeros, pero reales. El conjunto constituye lo que llamamos naturaleza. La inteligencia humana y la ciencia observaron estos hechos, los controlaron experimentalmente, después los reunieron en un sistema y los llamaron leyes. Pero la naturaleza misma no conoce leyes; obra inconscientemente, representando por sí misma la variedad infinita de los fenómenos que aparecen y se repiten de una manera fatal. He ahí por qué, gracias a esa inevitabilidad de la acción, el orden universal puede existir y existe de hecho.

    Un orden semejante aparece también en la sociedad humana que evoluciona en apariencia de un modo llamado antinatural, pero en realidad se somete a la marcha natural e inevitable de las cosas. Sólo que la superioridad del hombre sobre los otros animales y la facultad de pensar unieron a su desenvolvimiento un elemento particular que, como todo lo que existe, representa el producto material de la unión y de la acción de las fuerzas naturales. Este elemento particular es el razonamiento, o bien esa facultad de generalización y de abstracción gracias a la cual el hombre puede proyectarse por el pensamiento, examinándose y observándose como un objeto exterior extraño. Elevándose, por las ideas, por sobre sí mismo, así como por sobre el mundo circundante, logra arrivar a la representación de la abstracción perfecta: a la nada absoluta. Este límite último de la más alta abstracción del pensamiento, esa nada absoluta, es Dios.

    He ahí el sentido y el fundamento histórico de toda doctrina teológica. No comprendiendo la naturaleza y las causas materiales de sus propios pensamientos, no dándose cuenta tampoco de las condiciones o leyes naturales que le son especiales, los hombres de la Iglesia y del Estado no pueden imaginar a los primeros hombres en sociedad, puesto que sus nociones absolutas no son más que el resultado de la facultad de concebir ideas abstractas. He ahí porque consideraron esas ideas, sacadas de la naturaleza, como objetos reales ante los cuales la naturaleza misma cesaba de ser algo. Luego se dedicaron a adorar a sus ficciones, sus imposibles nociones de absoluto, y a prodigarles todos los honores. Pero era preciso, de una manera cualquiera, figurar y hacer sensible la idea abstracta de la nada o de Dios. Con este fin inflaron la concepción de la divinidad y la dotaron, de todas las cualidades, buenas y malas, que encontraban sólo en la naturaleza y en la sociedad.

    Tal fue el origen y el desenvolvimiento histórico de todas las religiones, comenzando por el fetichismo y acabando por el cristianismo.

    No tenemos la intención de lanzarnos en la historia de los absurdos religiosos, teológicos y metafísicos, y menos aún de hablar del desplegamiento sucesivo de todas las encarnaciones y visiones divinas creadas por siglos de barbarie. Todo el mundo sabe que la superstición dio siempre origen a espantosas desgracias y obligó a derramar ríos de sangre y lágrimas. Diremos sólo que todos esos repulsivos extravíos de la pobre humanidad fueron hechos históricos inevitables en su desarrollo y en la evolución de los organismos sociales. Tales extravíos engendraron en la sociedad esta idea fatal que domina la imaginación de los hombres: la idea de que el universo es gobernado por una fuerza y por una voluntad sobrenaturales. Los siglos sucedieron a los siglos, y las sociedades se habituaron hasta tal punto a esta idea que finalmente mataron en ellas toda tendencia hacia un progreso más lejano y toda capacidad para llegar a él.

    La ambición de algunos individuos y de algunas clases sociales, erigieron en principio la esclavitud y la conquista, y enraizaron la terrible idea de la divinidad. Desde entonces, toda sociedad fue imposible sin tener como base éstas dos instituciones: la Iglesia y el Estado. Estas dos plagas sociales son defendidas por todos los doctrinarios.

    Apenas aparecieron estas dos instituciones en el mundo, se organizaron repentinamente dos castas sociales: la de los sacerdotes y la de los aristócratas, que sin perder tiempo se preocuparon en inculcar profundamente al pueblo subyugado la indispensabilidad, la utilidad y la santidad de la Iglesia y del Estado.

    Todo eso tenía por fin transformar la esclavitud brutal en una esclavitud legal, prevista, consagrada por la voluntad del Ser Supremo.

    Pero ¿creían sinceramente, los sacerdotes y los aristócratas, en esas instituciones que sostenían con todas sus fuerzas en su interés particular? o acaso ¿no eran más que mistificadores y embusteros? No, respondo, creo que al mismo tiempo eran creyentes e impostores.

    Ellos creían, también, porque compartían natural e inevitablemente los extravíos de la masa y es sólo después, en la época de la decadencia del mundo antiguo, cuando se hicieron escépticos y embusteros. Existe otra razón que permite considerar a los fundadores de los Estados como gentes sinceras: el hombre cree fácilmente en lo que desea y en lo que no contradice a sus intereses; no importa que sea inteligente e instruido, ya que por su amor propio y por su deseo de convivir con sus semejantes y de aprovecharse de su respeto creerá siempre en lo que le es agradable y útil. Estoy convencido de que, por ejemplo, Thiers y el gobierno versallés se esforzaron a toda costa por convencerse de que matando en París a algunos millares de hombres, de mujeres y de niños, salvaban a Francia.

    Pero si los sacerdotes, los augures, los aristócratas y los burgueses, de los viejos y de los nuevos tiempos, pudieron creer sinceramente, no por eso dejaron de ser siempre mistificadores. No se puede, en efecto, admitir que hayan creído en cada una de las ideas absurdas que constituyen la fe y la política. No hablo siquiera de la época en que, según Cicerón, los augures no podían mirarse sin reír. Aun en los tiempos de la ignorancia y de la superstición general es difícil suponer que los inventores de milagros cotidianos hayan sido convencidos de la realidad de esos milagros. Igual se puede decir de la política, según la cual es preciso subyugar y explotar al pueblo de tal modo, que no se queje demasiado de su destino, que no se olvide someterse y no tenga el tiempo para pensar en la resistencia y en la rebelión.

    ¿Cómo, pues, imaginar después de eso que las gentes que han transformado la política en un oficio y conocen su objeto – es decir, la injusticia, la violencia, la mentira, la traición, el asesinato en masa y aislado -, puedan creer sinceramente en el arte político y en la sabiduría de un Estado generador de la felicidad social? No pueden haber llegado a ese grado de estupidez, a pesar de toda su crueldad. La Iglesia y el Estado han sido en todos los tiempos grandes escuelas de vicios. La historia está ahí para atestiguar sus crímenes; en todas partes y siempre el sacerdote y el estadista han sido los enemigos y los verdugos conscientes, sistemáticos, implacables y sanguinarios de los pueblos.

    Pero, ¿cómo conciliar dos cosas en apariencia tan incompatibles: los embusteros y los engañados, los mentirosos y los creyentes? Lógicamente eso parece difícil; sin embargo, en la realidad, es decir, en la vida práctica, esas cualidades se asocian muy a menudo.

    Son mayoría las gentes que viven en contradicción consigo mismas. No lo advierten hasta que algún acontecimiento extraordinario las saca de la somnolencia habitual y las obliga a echar un vistazo sobre ellos y sobre su derredor.

    En política como en religión, los hombres no son más que máquinas en manos de los explotadores. Pero tanto los ladrones como sus víctimas, los opresores como los oprimidos, viven unos al lado de otros, gobernados por un puñado de individuos a los que conviene considerar como verdaderos explotadores. Así, son esas gentes que ejercen las funciones de gobierno, las que maltratan y oprimen. Desde los siglos XVII y XVIII, hasta la explosión de la Gran Revolución, al igual que en nuestros días, mandan en Europa y obran casi a su capricho. Y ya es necesario pensar que su dominación no se prolongará largo tiempo.

    En tanto que los jefes principales engañan y pierden a los pueblos, sus servidores, o las hechuras de la Iglesia y del Estado, se aplican con celo a sostener la santidad y la integridad de esas odiosas instituciones. Si la Iglesia, según dicen los sacerdotes y la mayor parte de los estadistas, es necesaria a la salvación del alma, el Estado, a su vez, es también necesario para la conservación de la paz, del orden y de la justicia; y los doctrinarios de todas las escuelas gritan: ¡sin iglesia y sin gobierno no hay civilización ni progreso!

    No tenemos que discutir el problema de la salvación eterna, porque no creemos en la inmortalidad del alma. Estamos convencidos de que la más perjudicial de las cosas, tanto para la humanidad, para la libertad y para el progreso, lo es la Iglesia. ¿No es acaso a la iglesia a quien incumbe la tarea de pervertir las jóvenes generaciones, comenzando por las mujeres? ¿No es ella la que por sus dogmas, sus mentiras, su estupidez y su ignominia tiende a matar el razonamiento lógico y la ciencia? ¿Acaso no afecta a la dignidad del hombre al pervertir en él la noción de sus derechos y de la justicia que le asiste? ¿No transforma en cadáver lo que es vivo, no pierde la libertad, no es ella la que predica la esclavitud eterna de las masas en beneficio de los tiranos y de los explotadores? ¿No es ella, esa Iglesia implacable, la que tiende a perpetuar el reinado de las tinieblas, de la ignorancia, de la miseria y del crimen?

    Si el progreso de nuestro siglo no es un sueño engañoso, debe conducir a la finiquitación de la Iglesia.

    (Aquí se interrumpe el manuscrito.)
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    Mensaje por AnarcComunis Sáb Oct 27, 2012 7:02 pm

    Dejo un Libro muy interesante de Kropotkin:

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    Saludos.

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