Las últimas mujeres condenadas a muerte por la dictadura franquista
texto de Tomás Pellicer
publicado el 7 de marzo de 2010 en Kaosenlared
(traducido del catalán)
Mª Jesús Dasca Penelas era natural de Almenara, un municipio de la provincia de Castellón a orillas del Mediterráneo y próximo al Puerto de Sagunto, donde se situaban los Altos Hornos, gran centro fabril de tradiciones de lucha obrera. Ella era militante de la Unión Popular del Campo (UPC), organización de jornaleros y jornaleras que formaban parte del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP). En octubre del año 1972, la organización antifascista y republicana de Les Valls -en la comarca de Camp de Morvedre, del entorno saguntino- incendió un almacén propiedad de un cacique falangista. Fueron detenidos y procesados por el tribunal de Orden Público (TOP) nueve jóvenes jornaleros. Xussa, así la llamaban sus amigos, escapó a la caída y huyó a Madrid. Tenía 17 años.
En Madrid, Xussa continuó militando en las organizaciones del FRAP de forma clandestina, ocultando su nombre y escapó nuevamente a las masivas detenciones que como represalia a la manifestación del 1 de Mayo de 1973 desencadenaron las fuerzas represivas contra el FRAP. Detenida a primeros de septiembre de 1975, Xussa fue incluida en la causa 1/75 y juzgada en consejo de guerra sumarísimo. En el despropósito de acusaciones, conspiraciones y tramas absurdas que tejió el fiscal militar -ver el ABC del 19/09/1975, página 2 - a ella la acusaron de ser responsable "del Partido Comunista de España" y de haber mantenido una entrevista con Concha Tristán, para ver quién daba la "orden" de atentar contra un teniente de la guardia civil. No tuvo otra acusación, ni siquiera la de dar esa "orden". Fue condenada a muerte. Tenía 20 años.
Concepción Tristán López era gaditana, enfermera de profesión. Había formado parte del grupo sanitario que atendió a los manifestantes heridos en los enfrentamientos del 1 de Mayo del 73. No fue detenida en las caídas de ese mes y continuó su militancia hasta su detención en septiembre de 1975. Era entonces responsable de agitación y propaganda de la zona norte de Madrid. El tribunal militar la acusó de haber mantenido "reuniones" con Sánchez-Bravo -fusilado el 27- para tratar el atentado a un teniente de la guardia civil -ver el ABC del 19/09/1975, páginas 21 y 22. No tuvo otra acusación. Fue condenada a muerte. Tenía 21 años.
No fueron fusiladas, aunque continuaron como reas de muerte hasta que el Consejo de Ministros del dictador consideró que estaban embarazadas y conmutó la pena de muerte por la de cadena perpetua. Fueron amnistiadas en 1977.
Y siguieron con sus vidas. Xussa fue periodista y Concha continuó siendo enfermera. Nuestras compañeras han muerto ya, anónimamente, sin ruidos, sin reconocimientos. Nos dejaron sus años revolucionarios. El valor con el que se enfrentaron a la Bestia, ellas, jóvenes luchadoras antifascistas.
La revisión de sus arbitrarios juicios y condenas, la reposición de su dignidad militante, no puede significar otra cosa que la revisión del proceso continuista. La revisión de un régimen político que continúa enalteciendo a los verdugos y humillando a sus víctimas. La revisión del Estado impuesto en vida por el dictador.
texto de Tomás Pellicer
publicado el 7 de marzo de 2010 en Kaosenlared
(traducido del catalán)
Mª Jesús Dasca Penelas era natural de Almenara, un municipio de la provincia de Castellón a orillas del Mediterráneo y próximo al Puerto de Sagunto, donde se situaban los Altos Hornos, gran centro fabril de tradiciones de lucha obrera. Ella era militante de la Unión Popular del Campo (UPC), organización de jornaleros y jornaleras que formaban parte del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP). En octubre del año 1972, la organización antifascista y republicana de Les Valls -en la comarca de Camp de Morvedre, del entorno saguntino- incendió un almacén propiedad de un cacique falangista. Fueron detenidos y procesados por el tribunal de Orden Público (TOP) nueve jóvenes jornaleros. Xussa, así la llamaban sus amigos, escapó a la caída y huyó a Madrid. Tenía 17 años.
En Madrid, Xussa continuó militando en las organizaciones del FRAP de forma clandestina, ocultando su nombre y escapó nuevamente a las masivas detenciones que como represalia a la manifestación del 1 de Mayo de 1973 desencadenaron las fuerzas represivas contra el FRAP. Detenida a primeros de septiembre de 1975, Xussa fue incluida en la causa 1/75 y juzgada en consejo de guerra sumarísimo. En el despropósito de acusaciones, conspiraciones y tramas absurdas que tejió el fiscal militar -ver el ABC del 19/09/1975, página 2 - a ella la acusaron de ser responsable "del Partido Comunista de España" y de haber mantenido una entrevista con Concha Tristán, para ver quién daba la "orden" de atentar contra un teniente de la guardia civil. No tuvo otra acusación, ni siquiera la de dar esa "orden". Fue condenada a muerte. Tenía 20 años.
Concepción Tristán López era gaditana, enfermera de profesión. Había formado parte del grupo sanitario que atendió a los manifestantes heridos en los enfrentamientos del 1 de Mayo del 73. No fue detenida en las caídas de ese mes y continuó su militancia hasta su detención en septiembre de 1975. Era entonces responsable de agitación y propaganda de la zona norte de Madrid. El tribunal militar la acusó de haber mantenido "reuniones" con Sánchez-Bravo -fusilado el 27- para tratar el atentado a un teniente de la guardia civil -ver el ABC del 19/09/1975, páginas 21 y 22. No tuvo otra acusación. Fue condenada a muerte. Tenía 21 años.
No fueron fusiladas, aunque continuaron como reas de muerte hasta que el Consejo de Ministros del dictador consideró que estaban embarazadas y conmutó la pena de muerte por la de cadena perpetua. Fueron amnistiadas en 1977.
Y siguieron con sus vidas. Xussa fue periodista y Concha continuó siendo enfermera. Nuestras compañeras han muerto ya, anónimamente, sin ruidos, sin reconocimientos. Nos dejaron sus años revolucionarios. El valor con el que se enfrentaron a la Bestia, ellas, jóvenes luchadoras antifascistas.
La revisión de sus arbitrarios juicios y condenas, la reposición de su dignidad militante, no puede significar otra cosa que la revisión del proceso continuista. La revisión de un régimen político que continúa enalteciendo a los verdugos y humillando a sus víctimas. La revisión del Estado impuesto en vida por el dictador.