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Posición frente al encuentro convocado por el Foro de la Izquierda Proletaria
Buró Político del Partido Comunista de México
Compañeros,
Atendiendo a la invitación reiterada a presentarnos en este encuentro con un carácter exploratorio nuestro Partido considera de su interés expresar su posición.
Toda organización política que se planteé la construcción del socialismo se plantea la lucha por el poder, y tal lucha es inconcebible sin una política de alianzas. En su concepción programática el Partido Comunista de México plantea tal política de alianzas como un Frente antimonopolista, anticapitalista, antiimperialista, que se enrumbe al derrocamiento y al ejercicio del poder popular. Este frente es una política de alianzas estratégicas y no un nombre propuesto, una instancia o una organización ya constituida.
La experiencia histórica del movimiento político obrero y popular en general, y en particular de nuestro país, nos aconseja a llevar tal política de relaciones diferenciada. Con los movimientos y organizaciones obrera y populares de un modo, y con las organizaciones políticas de otro modo.
Nos referimos a la experiencia histórica que muestra como una constante la formación de frentes, a los que con rimbombancia se les ha augurado un papel histórico, y que no solo no han conquistado el poder, ni colocado a la clase obrera en una mejor situación en la correlación de fuerzas, sino que objetivamente hicieron retroceder la lucha de clases.
Evaluamos que esto se debe en primer lugar a que se trataba de frentes interclasistas donde el proletariado no sumaba y conquistaba fuerza sino que era subordinado a la llamada burguesía “nacional”, por ejemplo, con la integración orgánica de fuerzas socialistas a un partido burgués como el PRD, etc.
En segundo lugar tiene que ver con la deformación de suponer que es un frente cualquier suma aritmética de organizaciones en membretes que varían de denominación según la temporada y que manifiestan la tendencia de la débil consistencia ideológica y la tendencia del oportunismo (por ejemplo, La promotora de Unidad Nacional contra el Neoliberalismo, que se reconvirtió en Dialogo Nacional, luego en Movimiento de Liberación Nacional, luego en Organización Política de los Trabajadores, mañana esta política puede expresarse con cualquier otro nombre, a manera de ilustración pongámosle Frente contra la Imposición. Desde el punto de vista cuantitativo fue la suma simple, con algunas restas y algunas adquisiciones precarias en cada mutación, sin articular a la masa obrera y popular, generando, eso sí, confusiones, distracciones y sembrando ilusiones en la quebrantada institucionalidad burguesa, buscando imponer una conciencia tradeunionista al movimiento, cortoplacista. Se trata de una política que acumula no para la lucha, sino para ir a regatear en mejor posición algunas posiciones a la socialdemocracia o al nacional-desarollismo. No es un esfuerzo serio ni consistente.
Hemos diseñado nuestra política de alianzas precisamente en contraposición y en disputa a la anteriormente descrita. Pensamos que hay algunas características irrenunciables; como la centralidad de la clase obrera en la composición del frente, así como algunas precondiciones; como son el fortalecimiento de un movimiento sindical clasista con base en los centros de trabajo y un Partido Comunista fuerte. No vamos a abundar en esta ocasión en ello sino en la diferenciación que tal política nos orienta a tomar.
Consideramos que la unidad con organizaciones de masas obreras y populares se cimenta sobre una base programática. En cambio, para que no se sumen debilidades sino fuerzas, con las organizaciones políticas la unidad tiene una base ideológica. Deseamos expresar lo que consideramos unos primeros elementos irrenunciables para formar bases ideológicas comunes entre las organizaciones que luchan por el socialismo en México.
Un primer elemento es la defensa de la construcción socialista en el Siglo XX, especialmente la defensa de la URSS, así como la asimilación crítica de su experiencia. Sin una explicación científica de la contrarrevolución ningún movimiento que luche por el socialismo-comunismo podrá levantar cabeza ni en México ni en otro lugar, ni ahora ni nunca.
La contrarrevolución triunfante en los países socialistas y la derrota temporal del movimiento comunista no cambian el carácter de la época. La época está caracterizada por la fase final del capitalismo y la transición de la humanidad al comunismo, el siglo XXI será uno de nuevos levantamientos y revoluciones sociales. Las luchas por reivindicaciones y concesiones temporales, aunque es necesaria, no resuelven de manera realista las contradicciones enfrentadas por la sociedad, la única e inevitable salida sigue siendo la perspectiva de una revolución socialista.
Un segundo elemento es la centralidad de la clase obrera que las organizaciones socialistas y comunistas deben reconocer frente a otras posiciones que anteponen a la clase los llamados sujetos emergentes (estudiantes, pueblos indios, etc.).
En oposición a las teorías burguesas y oportunistas, la realidad es que la clase obrera no sólo no ha desaparecido sino que se está desarrollando y creciendo a nivel de cantidad y calidad, como la fuerza básica de producción independientemente de los cambios en su estructura y composición debido a los cambios en el proceso de producción causados por el progreso tecnológico.
En todos los países hay variaciones y diferenciaciones en cuanto a la concentración de la clase obrera, su distribución en los diversos sectores, existen diferentes ritmos de destrucción de las capas medias, de la pequeña producción agrícola, en las oscilaciones de los flujos de inmigrantes y en otros factores individuales que afectan los indicadores de cantidad y calidad de la clase obrera. Es necesario que los partidos comunistas y obreros estudien tales factores para reforzar su estrategia y táctica, para contribuir en el fortalecimiento de la unidad clasista de la clase obrera, en la alianza social con los sectores populares. Los cambios que se producen justifican, sin lugar a dudas, la conclusión que la clase obrera es la fuerza motriz del desarrollo social y que su misión histórica es la abolición de la propiedad privada sobre los medios de producción, de la explotación del hombre por el hombre, la eliminación total de las clases. No hay otra fuerza social que pueda desempeñar este papel.
Un tercer elemento es la cuestión del límite histórico del capitalismo, la teoría leninista del imperialismo como fase superior del capitalismo. La explicación científica, en ese contexto, de la crisis capitalista para que las fuerzas que luchan por el socialismo-comunismo puedan hacer frente a teorías que pretenden blanquear al sistema capitalista oscureciendo las causas que engendran la crisis. También es necesario que su accionar se guíe por una valoración científica de la posición y la dinámica del capital en México, antes de hablar de unidad de este accionar.
La crisis del capitalismo evidencia los límites históricos del sistema mientras la clase obrera, que no tiene a su disposición los medios de producción, es el “sepulturero” del modo de producción capitalista. Este papel histórico revolucionario de la clase obrera requiere su organización en clase para sí misma. La formación y el fortalecimiento del Partido revolucionario son necesarios para que la clase obrera tome conciencia de su misión, para que se establezca una estrategia revolucionaria que dirija la implacable lucha de clases contra el capital.
La clase obrera no puede tener éxito con la línea del “consenso social” y la paz social, según sostienen fuerzas reformistas y oportunistas. Los muchos años de experiencia negativa demuestran que esta línea llevó a la asimilación del movimiento sindical para lo cual la socialdemocracia y las fuerzas del oportunismo tienen la responsabilidad básica. Hoy en día es necesario para el capitalismo que desmantele hasta las conquistas más básicas logradas en las décadas anteriores como resultado de la lucha de clases a nivel nacional e internacional.
Ni tampoco la lucha obrera por impedir las medidas antipopulares, por reivindicaciones y conquistas económicas y sociales en condiciones de capitalismo puede separarse con murallas de la lucha por la sociedad socialista-comunista.
La lucha por reivindicaciones económicas, sociales y políticas en base a las necesidades contemporáneas del pueblo y de la clase obrera, tienen como objetivo agrupar, concentrar y preparar las fuerzas obreras para confrontaciones duras con el sistema de explotación. No se restringe en tener algunos logros inmediatos. Está vinculada con la meta de derrocar la barbarie capitalista. La clase obrera produce la riqueza y debe reclamarla en la lucha por su propio poder.
La necesidad del socialismo emerge de la agudización de las contradicciones del mundo capitalista contemporáneo, del sistema imperialista. Su necesidad emana del hecho de que en la actual etapa de desarrollo capitalista, el imperialismo, la dominación de los monopolios sienta bases materiales completamente maduras para la transición a un sistema socio-económico superior. El capitalismo ha socializado la producción a un nivel sin precedentes, mientras mantiene la propiedad privada sobre los productos del trabajo social, sobre los medios de producción. Esta contradicción es la fuente de todos los fenómenos de crisis de las sociedades capitalistas contemporáneas: Pobreza y desempleo, que alcanzan niveles explosivos durante las crisis económicas, la extensión de la jornada laboral pese al aumento de la productividad, el fracaso en satisfacer las necesidades educativas y profesionales modernas, el fracaso en implementar un sistema de salud científico basado en los últimos adelantos tecnológicos, el gravísimo daño al medio ambiente con sus consecuencias para la salud y seguridad de los trabajadores y de los pueblos, la destrucción de las guerras imperialistas, la proliferación de las drogas y la trata de órganos humanos, etc.
Estas contradicciones apuntan hacia su resolución: Ajustar las relaciones de producción al nivel de desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas. La abolición de la propiedad privada de los medios de producción, comenzando con los más concentrados, su socialización y uso para satisfacer las necesidades sociales. La planificación centralizada de la economía por el poder estatal revolucionario de la clase obrera, el control obrero. El objetivo socialista es realista porque se enraíza en el desarrollo mismo del capitalismo.
La victoria de la revolución socialista, inicialmente en un país o en una serie de países, surge de la operación de la ley del desarrollo desigual del capitalismo. Las condiciones para una revolución socialista no maduran a una escala mundial de manera simultánea. La cadena imperialista se romperá en su eslabón más débil. El deber de cada Partido Comunista es la realización de la revolución socialista y la construcción socialista en su país, como parte de un proceso mundial. Esto contribuirá a crear un “comunismo completamente desarrollado” en el marco de una “colaboración revolucionaria de los proletarios de todos los países”.
Hoy, la realidad de la crisis económica capitalista, que se ha manifestado de forma sincronizada en varios países capitalistas, demuestra una vez más que el capitalismo que está en la etapa superior de su desarrollo, la etapa imperialista, provoca sufrimiento a millones de trabajadores en todo el mundo, genera pobreza y paro, padece de contradicciones incurables que se manifiestan mediante crisis cíclicas y guerras para la expansión de la actividad empresarial de los monopolios, la división de los mercados, el control de las fuentes de riqueza.
Consecuentemente otro elemento que se deriva del anterior para formar la base ideológica del movimiento comunista es la necesidad de la ruptura con la legalidad jurídico-estatal. Reiteramos que no absolutizamos las formas de lucha como el mecanismo para diferenciar reforma de revolución, que no compartimos la disyuntiva de vía electoral o vía armada; que los comunistas estamos convencidos de que todas las formas de lucha, y que su combinación adecuada, acorde a circunstancias concretas, son validas para conquistar los objetivos de los trabajadores y el pueblo.
Independientemente de las formas que adopte la lucha durante la acumulación de fuerzas rumbo al derrocamiento del poder de los monopolios, si declaramos abiertamente que la vía de acceso al poder para la clase obrera será el ejercicio de la violencia revolucionaria, sin esta es impensable plantearse la cuestión del derrocamiento y la cuestión de la construcción socialista.
Otro elemento que es absolutamente irrenunciable e innegociable es abrir el frente ideológico contra el oportunismo. El movimiento comunista no podrá ganar momento ni triunfar en este país si no es con la bancarrota, la ruina, y el asalto contra todas las corrientes oportunistas.
La socialdemocracia, en primer lugar, debe ser el objetivo de un virulento ataque por parte de las fuerzas que luchan por el socialismo-comunismo. Para su desarme ideológico es necesario desterrar de nuestro discurso la insistencia de atacar solo al neoliberalismo, dejando abierta la puerta a otras formas de gestión del capitalismo, de atacar solo la ultraderecha, y de otras nociones que ha fomentado el oportunismo desde sus centros ideológicos. Su lugar debe ser ocupado por posiciones científicas, clasistas, marxistas-leninistas. Debe haber, eso sí, un esfuerzo por popularizar tales posiciones, sin vulgarizarlas o rebajarlas.
Pero el oportunismo no se agota con la social-democracia y su cohorte de defensores del neo-keynesianismo. Quien no abra el frente ideológico contra el trotskismo y otras corrientes oportunistas no desea seriamente el triunfo de las fuerzas clasistas.
Para nosotros es una prueba el que se fije posición con relación a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. En este continente dudamos que pueda caracterizarse a una fuerza como consecuentemente comunista si ésta se deslinda de sus hermanos de clase colombianos, que han luchado por décadas sosteniendo la roja bandera del socialismo-comunismo, que son un Partido Comunista en armas que se desenvuelve bajo la más dura y salvaje campaña de exterminio.
Es posible que el día de mañana, ahora sí, los oportunistas vengan con las negociaciones en curso. En la cuestión de la solidaridad mantendremos una postura mucho más amplia, más aquí se discute la cuestión de avanzar en la unidad ideológica del movimiento comunista en México, aquí se trata de otro nivel de compromiso.
Por último, adelantamos que consideramos que la preparación de una contraofensiva popular, las alianzas necesarias para hacerle frente a los designios bárbaros y agresivos de los monopolios con Peña Nieto, no pasa por una alianza con la socialdemocracia. Seremos una oposición feroz a Peña Nieto pero descartamos de una vez cualquier posibilidad de colaboración con el PRD y la socialdemocracia. No puede haber unidad entre las fuerzas que luchan por el socialismo-comunismo si estas fuerzas no mantienen el principio de independencia de clase.
Posición frente al encuentro convocado por el Foro de la Izquierda Proletaria
Buró Político del Partido Comunista de México
Compañeros,
Atendiendo a la invitación reiterada a presentarnos en este encuentro con un carácter exploratorio nuestro Partido considera de su interés expresar su posición.
Toda organización política que se planteé la construcción del socialismo se plantea la lucha por el poder, y tal lucha es inconcebible sin una política de alianzas. En su concepción programática el Partido Comunista de México plantea tal política de alianzas como un Frente antimonopolista, anticapitalista, antiimperialista, que se enrumbe al derrocamiento y al ejercicio del poder popular. Este frente es una política de alianzas estratégicas y no un nombre propuesto, una instancia o una organización ya constituida.
La experiencia histórica del movimiento político obrero y popular en general, y en particular de nuestro país, nos aconseja a llevar tal política de relaciones diferenciada. Con los movimientos y organizaciones obrera y populares de un modo, y con las organizaciones políticas de otro modo.
Nos referimos a la experiencia histórica que muestra como una constante la formación de frentes, a los que con rimbombancia se les ha augurado un papel histórico, y que no solo no han conquistado el poder, ni colocado a la clase obrera en una mejor situación en la correlación de fuerzas, sino que objetivamente hicieron retroceder la lucha de clases.
Evaluamos que esto se debe en primer lugar a que se trataba de frentes interclasistas donde el proletariado no sumaba y conquistaba fuerza sino que era subordinado a la llamada burguesía “nacional”, por ejemplo, con la integración orgánica de fuerzas socialistas a un partido burgués como el PRD, etc.
En segundo lugar tiene que ver con la deformación de suponer que es un frente cualquier suma aritmética de organizaciones en membretes que varían de denominación según la temporada y que manifiestan la tendencia de la débil consistencia ideológica y la tendencia del oportunismo (por ejemplo, La promotora de Unidad Nacional contra el Neoliberalismo, que se reconvirtió en Dialogo Nacional, luego en Movimiento de Liberación Nacional, luego en Organización Política de los Trabajadores, mañana esta política puede expresarse con cualquier otro nombre, a manera de ilustración pongámosle Frente contra la Imposición. Desde el punto de vista cuantitativo fue la suma simple, con algunas restas y algunas adquisiciones precarias en cada mutación, sin articular a la masa obrera y popular, generando, eso sí, confusiones, distracciones y sembrando ilusiones en la quebrantada institucionalidad burguesa, buscando imponer una conciencia tradeunionista al movimiento, cortoplacista. Se trata de una política que acumula no para la lucha, sino para ir a regatear en mejor posición algunas posiciones a la socialdemocracia o al nacional-desarollismo. No es un esfuerzo serio ni consistente.
Hemos diseñado nuestra política de alianzas precisamente en contraposición y en disputa a la anteriormente descrita. Pensamos que hay algunas características irrenunciables; como la centralidad de la clase obrera en la composición del frente, así como algunas precondiciones; como son el fortalecimiento de un movimiento sindical clasista con base en los centros de trabajo y un Partido Comunista fuerte. No vamos a abundar en esta ocasión en ello sino en la diferenciación que tal política nos orienta a tomar.
Consideramos que la unidad con organizaciones de masas obreras y populares se cimenta sobre una base programática. En cambio, para que no se sumen debilidades sino fuerzas, con las organizaciones políticas la unidad tiene una base ideológica. Deseamos expresar lo que consideramos unos primeros elementos irrenunciables para formar bases ideológicas comunes entre las organizaciones que luchan por el socialismo en México.
Un primer elemento es la defensa de la construcción socialista en el Siglo XX, especialmente la defensa de la URSS, así como la asimilación crítica de su experiencia. Sin una explicación científica de la contrarrevolución ningún movimiento que luche por el socialismo-comunismo podrá levantar cabeza ni en México ni en otro lugar, ni ahora ni nunca.
La contrarrevolución triunfante en los países socialistas y la derrota temporal del movimiento comunista no cambian el carácter de la época. La época está caracterizada por la fase final del capitalismo y la transición de la humanidad al comunismo, el siglo XXI será uno de nuevos levantamientos y revoluciones sociales. Las luchas por reivindicaciones y concesiones temporales, aunque es necesaria, no resuelven de manera realista las contradicciones enfrentadas por la sociedad, la única e inevitable salida sigue siendo la perspectiva de una revolución socialista.
Un segundo elemento es la centralidad de la clase obrera que las organizaciones socialistas y comunistas deben reconocer frente a otras posiciones que anteponen a la clase los llamados sujetos emergentes (estudiantes, pueblos indios, etc.).
En oposición a las teorías burguesas y oportunistas, la realidad es que la clase obrera no sólo no ha desaparecido sino que se está desarrollando y creciendo a nivel de cantidad y calidad, como la fuerza básica de producción independientemente de los cambios en su estructura y composición debido a los cambios en el proceso de producción causados por el progreso tecnológico.
En todos los países hay variaciones y diferenciaciones en cuanto a la concentración de la clase obrera, su distribución en los diversos sectores, existen diferentes ritmos de destrucción de las capas medias, de la pequeña producción agrícola, en las oscilaciones de los flujos de inmigrantes y en otros factores individuales que afectan los indicadores de cantidad y calidad de la clase obrera. Es necesario que los partidos comunistas y obreros estudien tales factores para reforzar su estrategia y táctica, para contribuir en el fortalecimiento de la unidad clasista de la clase obrera, en la alianza social con los sectores populares. Los cambios que se producen justifican, sin lugar a dudas, la conclusión que la clase obrera es la fuerza motriz del desarrollo social y que su misión histórica es la abolición de la propiedad privada sobre los medios de producción, de la explotación del hombre por el hombre, la eliminación total de las clases. No hay otra fuerza social que pueda desempeñar este papel.
Un tercer elemento es la cuestión del límite histórico del capitalismo, la teoría leninista del imperialismo como fase superior del capitalismo. La explicación científica, en ese contexto, de la crisis capitalista para que las fuerzas que luchan por el socialismo-comunismo puedan hacer frente a teorías que pretenden blanquear al sistema capitalista oscureciendo las causas que engendran la crisis. También es necesario que su accionar se guíe por una valoración científica de la posición y la dinámica del capital en México, antes de hablar de unidad de este accionar.
La crisis del capitalismo evidencia los límites históricos del sistema mientras la clase obrera, que no tiene a su disposición los medios de producción, es el “sepulturero” del modo de producción capitalista. Este papel histórico revolucionario de la clase obrera requiere su organización en clase para sí misma. La formación y el fortalecimiento del Partido revolucionario son necesarios para que la clase obrera tome conciencia de su misión, para que se establezca una estrategia revolucionaria que dirija la implacable lucha de clases contra el capital.
La clase obrera no puede tener éxito con la línea del “consenso social” y la paz social, según sostienen fuerzas reformistas y oportunistas. Los muchos años de experiencia negativa demuestran que esta línea llevó a la asimilación del movimiento sindical para lo cual la socialdemocracia y las fuerzas del oportunismo tienen la responsabilidad básica. Hoy en día es necesario para el capitalismo que desmantele hasta las conquistas más básicas logradas en las décadas anteriores como resultado de la lucha de clases a nivel nacional e internacional.
Ni tampoco la lucha obrera por impedir las medidas antipopulares, por reivindicaciones y conquistas económicas y sociales en condiciones de capitalismo puede separarse con murallas de la lucha por la sociedad socialista-comunista.
La lucha por reivindicaciones económicas, sociales y políticas en base a las necesidades contemporáneas del pueblo y de la clase obrera, tienen como objetivo agrupar, concentrar y preparar las fuerzas obreras para confrontaciones duras con el sistema de explotación. No se restringe en tener algunos logros inmediatos. Está vinculada con la meta de derrocar la barbarie capitalista. La clase obrera produce la riqueza y debe reclamarla en la lucha por su propio poder.
La necesidad del socialismo emerge de la agudización de las contradicciones del mundo capitalista contemporáneo, del sistema imperialista. Su necesidad emana del hecho de que en la actual etapa de desarrollo capitalista, el imperialismo, la dominación de los monopolios sienta bases materiales completamente maduras para la transición a un sistema socio-económico superior. El capitalismo ha socializado la producción a un nivel sin precedentes, mientras mantiene la propiedad privada sobre los productos del trabajo social, sobre los medios de producción. Esta contradicción es la fuente de todos los fenómenos de crisis de las sociedades capitalistas contemporáneas: Pobreza y desempleo, que alcanzan niveles explosivos durante las crisis económicas, la extensión de la jornada laboral pese al aumento de la productividad, el fracaso en satisfacer las necesidades educativas y profesionales modernas, el fracaso en implementar un sistema de salud científico basado en los últimos adelantos tecnológicos, el gravísimo daño al medio ambiente con sus consecuencias para la salud y seguridad de los trabajadores y de los pueblos, la destrucción de las guerras imperialistas, la proliferación de las drogas y la trata de órganos humanos, etc.
Estas contradicciones apuntan hacia su resolución: Ajustar las relaciones de producción al nivel de desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas. La abolición de la propiedad privada de los medios de producción, comenzando con los más concentrados, su socialización y uso para satisfacer las necesidades sociales. La planificación centralizada de la economía por el poder estatal revolucionario de la clase obrera, el control obrero. El objetivo socialista es realista porque se enraíza en el desarrollo mismo del capitalismo.
La victoria de la revolución socialista, inicialmente en un país o en una serie de países, surge de la operación de la ley del desarrollo desigual del capitalismo. Las condiciones para una revolución socialista no maduran a una escala mundial de manera simultánea. La cadena imperialista se romperá en su eslabón más débil. El deber de cada Partido Comunista es la realización de la revolución socialista y la construcción socialista en su país, como parte de un proceso mundial. Esto contribuirá a crear un “comunismo completamente desarrollado” en el marco de una “colaboración revolucionaria de los proletarios de todos los países”.
Hoy, la realidad de la crisis económica capitalista, que se ha manifestado de forma sincronizada en varios países capitalistas, demuestra una vez más que el capitalismo que está en la etapa superior de su desarrollo, la etapa imperialista, provoca sufrimiento a millones de trabajadores en todo el mundo, genera pobreza y paro, padece de contradicciones incurables que se manifiestan mediante crisis cíclicas y guerras para la expansión de la actividad empresarial de los monopolios, la división de los mercados, el control de las fuentes de riqueza.
Consecuentemente otro elemento que se deriva del anterior para formar la base ideológica del movimiento comunista es la necesidad de la ruptura con la legalidad jurídico-estatal. Reiteramos que no absolutizamos las formas de lucha como el mecanismo para diferenciar reforma de revolución, que no compartimos la disyuntiva de vía electoral o vía armada; que los comunistas estamos convencidos de que todas las formas de lucha, y que su combinación adecuada, acorde a circunstancias concretas, son validas para conquistar los objetivos de los trabajadores y el pueblo.
Independientemente de las formas que adopte la lucha durante la acumulación de fuerzas rumbo al derrocamiento del poder de los monopolios, si declaramos abiertamente que la vía de acceso al poder para la clase obrera será el ejercicio de la violencia revolucionaria, sin esta es impensable plantearse la cuestión del derrocamiento y la cuestión de la construcción socialista.
Otro elemento que es absolutamente irrenunciable e innegociable es abrir el frente ideológico contra el oportunismo. El movimiento comunista no podrá ganar momento ni triunfar en este país si no es con la bancarrota, la ruina, y el asalto contra todas las corrientes oportunistas.
La socialdemocracia, en primer lugar, debe ser el objetivo de un virulento ataque por parte de las fuerzas que luchan por el socialismo-comunismo. Para su desarme ideológico es necesario desterrar de nuestro discurso la insistencia de atacar solo al neoliberalismo, dejando abierta la puerta a otras formas de gestión del capitalismo, de atacar solo la ultraderecha, y de otras nociones que ha fomentado el oportunismo desde sus centros ideológicos. Su lugar debe ser ocupado por posiciones científicas, clasistas, marxistas-leninistas. Debe haber, eso sí, un esfuerzo por popularizar tales posiciones, sin vulgarizarlas o rebajarlas.
Pero el oportunismo no se agota con la social-democracia y su cohorte de defensores del neo-keynesianismo. Quien no abra el frente ideológico contra el trotskismo y otras corrientes oportunistas no desea seriamente el triunfo de las fuerzas clasistas.
Para nosotros es una prueba el que se fije posición con relación a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. En este continente dudamos que pueda caracterizarse a una fuerza como consecuentemente comunista si ésta se deslinda de sus hermanos de clase colombianos, que han luchado por décadas sosteniendo la roja bandera del socialismo-comunismo, que son un Partido Comunista en armas que se desenvuelve bajo la más dura y salvaje campaña de exterminio.
Es posible que el día de mañana, ahora sí, los oportunistas vengan con las negociaciones en curso. En la cuestión de la solidaridad mantendremos una postura mucho más amplia, más aquí se discute la cuestión de avanzar en la unidad ideológica del movimiento comunista en México, aquí se trata de otro nivel de compromiso.
Por último, adelantamos que consideramos que la preparación de una contraofensiva popular, las alianzas necesarias para hacerle frente a los designios bárbaros y agresivos de los monopolios con Peña Nieto, no pasa por una alianza con la socialdemocracia. Seremos una oposición feroz a Peña Nieto pero descartamos de una vez cualquier posibilidad de colaboración con el PRD y la socialdemocracia. No puede haber unidad entre las fuerzas que luchan por el socialismo-comunismo si estas fuerzas no mantienen el principio de independencia de clase.