LA AGONIA DEL CAPITALISMO
escrito por Juan Hellín
publicado en 2010 en el blog de Célula comunista de Villaverde
Es evidente que el sistema capitalista está agotado. Nos estamos acercando al colapso del sistema, al hundimiento de la economía. Es inevitable; no hay cantidad de dinero que pueda tapar el enorme agujero que hemos ido construyendo a base de especulación, crédito y consumo desmedidos. La autogestión conjugada con la democracia directa el apoyo mutuo y la solidaridad, presenta una alternativa total radical y valiente, al modelo piramidal, jerárquico, autoritario y explotador de la sociedad capitalista encarnado en el pensamiento neoliberal actual. La sociedad del futuro será post-materialista o no será.
Hace décadas, se predijo confiadamente que los adelantos de la ciencia y la tecnología resolverían los problemas de la humanidad. En el futuro, hombres y mujeres ya no tendrían que preocuparse de la lucha de clases, sino del problema de qué hacer con su tiempo de ocio.
Estas predicciones no eran del todo descabelladas. Desde un punto de vista estrictamente científico, no existe ninguna razón por la que no deberíamos estar en posición de llevar a delante una reducción general de las horas de trabajo, incrementando a la vez los niveles de vida y la producción, sobre la base de la mejora de la productividad mediante la aplicación de la nueva tecnología.
Pero la situación actual es muy diferente. Cuanto más avanzada es la tecnología, menos empleos hay. Las empresas, en su búsqueda del lucro excesivo, menosprecian la mano de obra y tratan de encontrar por todo el mundo quién pueda trabajar más y ganar menos. El capitalismo en su versión más actualizada, el neoliberalismo, ha puesto en pié un discurso ideológico para justificar su proyecto global, un modelo de desarrollo ilimitado e irracional como objetivo y destino universal para toda la humanidad. La globalización de la economía como camino para extender este modelo a todo el mundo. La competitividad en el mercado libre mundial como su instrumento.
La búsqueda de beneficios a toda costa, la elevación de la codicia a la categoría de principio absoluto, está en el centro de la cultura del orden existente. Coge tanto como puedas, como quiera que puedas y que cada uno se las arregle como pueda. Esta es su auténtica religión. En el pasado se cuidaban de ocultarlo de la vista pública tanto como podían, escondiéndose detrás de una pantalla de moralismos hipócritas sobre el deber, el patriotismo, el trabajo honesto y todo lo demás. Ahora lo plantean abiertamente. ¿Y por qué no? ¿No es nuestro deber hacernos ricos? Esta es la esencia destilada del capitalismo.
Sin embargo, este discurso no aguanta la evolución de la realidad, no se sostiene ante la constatación de los límites ecológicos del propio Planeta, hace aguas ante las graves contradicciones que genera el desorden económico neoliberal. En todos los estratos podemos observar una epidemia sin precedentes de corrupción, mentiras, estafas, timos, no los pequeños robos de los delincuentes normales, sino el saqueo a gran escala, perpetrado por ejecutivos, políticos, policía, jueces.....Los sistemas como el capitalismo, el comunismo, el colonialismo, las dictaduras militares y la influencia de los líderes filosóficos o supuestos religiosos, sólo dependen de quién consiguió y aprovechó el poder; a veces por golpes de estado, y a veces con elecciones prometiendo a la gente su honestidad; pero año tras año, década tras década, vemos que el sufrimiento de la gente aumenta. Los partidos políticos burocratizados e institucionalizados han quedado anquilosados, no tienen mecanismos de respuesta debido a la red de intereses que los apoyan, anteponen intereses a valores.
La aplicación de las recetas neoliberales, las medidas de ajuste estructural que imponen el FMI y el Banco Mundial, no sólo impiden el desarrollo de la mayoría de países sino que lo condenan a la pobreza permanente, y a una regresión sobre sus anteriores e ínfimas condiciones en materia de atención sanitaria, escolarización, nutrición, etc. En las últimas cuatro décadas la renta per cápita de los países más ricos casi se triplicó. Entre los más pobres sólo creció un 25.94%. De 73 países con estadísticas confiables, entre 1950 y 1990 creció la desigualdad en 46 países, en 16 se mantuvo estable, y sólo se redujo en 9. En América Latina la pobreza quedó congelada en las últimas dos décadas del siglo 20, pero aumentó la desigualdad. A comienzos de los años 90, el 10% de los más ricos del continente detentaba hasta el 45% de la renta nacional.
Impacto sobre “El Tercer Mundo”
La mundialización de la economía aumenta el expolio sobre el Tercer Mundo y sus secuelas de deterioro y guerras internas; una de sus consecuencias es que crecientes sectores de la humanidad son condenados a la barbarie y a la miseria, y por ello, obligadas a escapar atravesando las fronteras a otros países simplemente para sobrevivir. El permanente ajuste estructural, a través del mercado por los organismos internacionales tiene los efectos de un genocidio económico, comparable en su impacto social a otras épocas de la historia colonial basadas en el trabajo forzado y el esclavismo.
La ONU divulgó un retrato estremecedor del mundo en que vivimos: el documento “The inequality predicament” (La encrucijada de la desigualdad). Somos seis mil trescientos millones de habitantes en esta nave espacial llamada planeta Tierra. Apenas mil millones de ellos, ciudadanos de los países desarrollados, acaparan el 80% de la riqueza mundial. La gente que consume y no genera lo tiene francamente mal. Como siempre los países más pobres serán los más perjudicados. La situación en África y América Latina puede ser desastrosa. No basta con combatir la pobreza, sino que es preciso atacar también las causas de la desigualdad. En otras palabras, sin distribución de la renta no hay modo de promover la inclusión social. Y la diferencia de clases no sucede sólo entre países ricos y pobres. Dentro de los ricos también hay graves diferencias sociales. La parcela del 1% de los más ricos de los Estados Unidos tiene en sus manos el 17% de la renta nacional. En todo el mundo, la mitad de las personas que trabajan -cerca de 1,390 millones- vive con menos de 1 US$ al día; y la cuarta parte recibe, como máximo, US$ 1 al día. Ese panorama tenebroso no puede ser revertido sino con mayor escolaridad y una política de renta mínima. Si queremos una globalización menos asimétrica, en cuanto se refiere al trabajo, deberíamos tener un marco internacional de empleo. Sin cambiar el actual modelo económico, centrado en la concentración de la renta, no hay esperanza de que mejoren estos índices.
“La experiencia nos muestra que la sobreabundancia de bienes, si no va acompañada de una expresa renuncia a competir por ellos o apropiarse de ellos, no conduce sino a que los bienes se acumulen en manos de unos pocos. Esa ha sido la opción de un modelo agotante y ya agotado que ha desembocado en la crisis actual. La tentación de la producción desaforada no ha resuelto, sino agravado, los desequilibrios y la desigualdad.”
Crisis Global
Ahora, por primera vez en la historia van mal todos los sectores de todos los países a la vez y el sistema financiero no puede solucionarlo y revertir la economía para volver a la senda del crecimiento porque no tiene suficientes recursos. El crecimiento de los años anteriores a la crisis, era ficticio; el crecimiento real no se puede recuperar porque la escasez de materias primas lo impide. El nivel de deuda es brutal. En todos los estados los ingresos se reducen, aumentan los gastos por las prestaciones de desempleo, la lucha contra la delincuencia, etc. y el déficit público se dispara. La lluvia de millones vertida sobre los mercados de los países ricos no ha conseguido frenar la bajada. El sobreendeudamiento no se ha arreglado inyectando nuevo dinero prestado al mercado, pues con estas intervenciones sólo se consigue un respiro pasajero y se retrasa un poco el colapso sin poderlo impedir. Y, por otro lado, a través de las ayudas públicas “anticrisis”, las deudas cambian de manos privadas a públicas, a expensas de poner en riesgo la solvencia de los propios estados. Las entidades financieras tienen unos agujeros tremendos aunque no se quiera admitir, los recursos van a la baja y la capacidad de absorción de nuevos televisores, electrodomésticos, etcétera, se ha agotado. Los propios éxitos del capitalismo se están convirtiendo en su contrario.
Este 2009 nos ha llegado como el año de todos los peligros. La tormenta es muy fuerte, el combustible se acaba y el barco navega a la deriva. ¿Se hundirá el barco? ¿Cuándo? Es muy difícil pronosticar el ritmo de la crisis en curso, sobre todo porque no tiene precedentes en la historia del capitalismo. La crisis cíclica se ha unido a la de un sistema basado en el crecimiento, el cual ya no se puede mantener. La crisis tiene un carácter plural (económica, energética, ambiental, ideológica...) y las interrelaciones entre sus distintos componentes le dan un comportamiento errático y poco previsible. De todas maneras, un conjunto de indicadores nos están señalando que la recesión global desarrollada durante el 2008 se está convirtiendo en una depresión global para el 2010. Esta nueva etapa se está caracterizando por las grandes caídas productivas y el aumento de la desocupación en los países centrales y en la mayor parte de la periferia.
Soluciones escandalosas y falsas
Desde que se produjo el colapso financiero a mediados de septiembre de 2008, los gobiernos de todas partes del mundo han intentado suavizar la caída a través de ayudas millonarias a la banca, después a las industrias clave, como la del automóvil, y en menor v medida a los consumidores. Nos han escandalizado con ayudas a los mismos responsables, mientras millones de personas perdían el trabajo o eran embargadas por sus deudas. Pero ni así están consiguiendo controlar el timón. Estas inyecciones de fondos están aumentando peligrosamente el endeudamiento público sin conseguir el objetivo buscado. Esto sucede porque detrás de la crisis de liquidez recae el sobreendeudamiento público y sobre todo privado, que ha colocado a numerosas empresas y una enorme tasa de consumidores en la morosidad y, cada vez más, en la insolvencia.
Además del sobreendeudamiento, la reducción del poder adquisitivo de las clases populares es el mayor responsable de la caída de la demanda. Lo único que aumenta es el ahorro personal, de quien puede hacerlo, ante el miedo que la situación empeore, y esto hace crecer el círculo vicioso recesivo de consumo, producción e inversión. Se ha producido un rápido empobrecimiento del grueso de la población, combinando la pérdida de riquezas ilusorias en dinero virtual con pérdidas reales de trabajo, sueldos y viviendas. Los más ricos iban haciendo mucho y mucho dinero y, como no los podían gastar, los ahorraban y los invertían en la especulación financiera e inmobiliaria, haciendo aumentar así el precio de las viviendas y causando el propio endeudamiento. Ahora, el complejo bancario, inmobiliario y constructor, tiene 1,6 millones de viviendas sólo en el Estado español, cuando la demanda es de 220.000 y el valor de estos activos continúa reduciéndose a la vez que aumenta la morosidad. Lo que también es importante entender es que la insolvencia y el sobreendeudamiento no son sólo consecuencia del abuso financiero sobre las empresas y las personas, sino que son el resultado de un prolongado estancamiento productivo. Y la causa principal de esta crisis de crecimiento de la economía productiva es el encarecimiento y la escasez de las materias primas y los recursos naturales que el capitalismo ha ido expoliando, y en muchos casos despilfarrando, cada vez más en las últimas décadas.
La crisis es sistémica y no tiene solución dentro del actual modelo. Paradójicamente, lo que no han conseguido los mandatarios con buenas palabras y promesas, lo ha conseguido la crisis en cuestión de unos meses. La quema de combustibles fósiles se ha reducido y esto nos beneficia contra del cambio climático. En cambio, si la economía se rehace, puede hacer colapsar el planeta, y es que no se puede crecer siempre en un planeta con recursos finitos. Ahora, a principios del siglo XXI, ya estamos llegando al límite de algunos de estos recursos. Cuando vuelva a haber suficiente liquidez financiera para reactivar la economía, lo que faltará será líquido para alimentarla. El cenit del petróleo esta aquí. El oro negro nos dio el primer aviso, y otros combustibles fósiles, minerales para la industria, fertilizantes para la agricultura, tierras cultivables y un largo etcétera de recursos limitados, atravesarán problemas muy pronto si la economía capitalista se rehace.
El aumento de las desigualdades como factor añadido
En todos los países, la sociedad está impregnada de un profundo sentimiento de malestar. El sentimiento de inseguridad alimentado por el paro masivo, está provocando problemas médicos; presión implacable sobre el sistema nervioso, estrés, depresiones, ruptura de matrimonios, etc. El constante jactarse de las supuestas maravillas de "la economía de libre mercado", suena cada vez más vacío, según la gente empieza a darse cuenta de la situación real, millones de parados, ataques a los niveles de vida, acumulación de enormes fortunas a través de la especulación, y la corrupción. El sentimiento de que la sociedad ha llegado a un impasse no se limita a las "capas bajas". En todas partes las conquistas del pasado están siendo atacadas. En occidente, los niveles de vida, para la mayoría de la gente, están siendo exprimidos. El estado del bienestar está siendo minado y el pleno empleo es una cosa del pasado. De hecho, la presión sobre los trabajadores ha aumentado constantemente en los últimos años. Las pequeñas cosas que hacen la vida más agradable están siendo brutalmente suprimidas.
Lo peor está por llegar
Según estudios de ciertos analistas, a mediados del 2010 es cuando verdaderamente empezará la crisis, cuando veamos que las medidas que se están tomando no funcionan. Hemos llegado a una situación en que ese modo de funcionamiento se ha agotado, ya no podemos ir a más. Nadie va a vencer esta crisis, sino que ella nos va a metamorfosear a nosotros. La verdadera crisis no ha empezado todavía, estallará con toda su crudeza a mediados de 2010 y será larga y muy dura, sobre todo en algunos países como España, un país muy dependiente por la estructura del PIB basado en el ladrillo, el turismo, el automóvil y en infraestructuras baratas ya insostenibles. En España, en noviembre 2009, los demandantes de empleo oficiales ascendieron a 5.233.000 millones de personas (23%) del que el 41,7% corresponde a los jóvenes españoles. Una cifra pavorosa por su dimensión, pero más aún por la velocidad de su crecimiento. Además, este no es el paro cíclico temporal del pasado. Es una úlcera crónica que corroe las entrañas de la sociedad. Como una terrible epidemia, ataca a sectores de la sociedad que se creían a salvo en el pasado. El viejo sentido de seguridad se ha desvanecido. Ha desaparecido la idea de que la historia representa una marcha interrumpida hacia algo mejor que el presente.
Con el 2010 vamos a continuar con el parón de la actividad económica española, lo que significa que sobra y sobrará mano de obra, elevando la tasa REAL de paro al 25% de la población; casi 6 millones de españoles no tendrá trabajo y una gran mayoría de universitarios no tendrán futuro. Sin una cantidad impresionante de capital y un cambio de mentalidad brutal - que no se consigue ni en dos generaciones - no será posible un cambio de modelo productivo capaz de absorber a toda esa población. Sólo quienes sean los mejores en su campo de especialización y aporten verdadero valor añadido a sus organizaciones tendrán garantizado un empleo a tiempo completo. Con este nivel desempleo ni la inversión ni el consumo remontarán, un consumo afectado además por el desplome de las expectativas de renta permanente, su condicionante principal, por lo que resulta ridículo el debatir sobre si empezaremos a salir de la crisis dentro de dos trimestres, un año o el día del Juicio, lo relevante es cuánto tiempo podrán mantenerse los déficits y los endeudamientos desbocados de las AAPP (Administraciones Públicas) una vez que el BCE cierre el grifo, sin que España entre en suspensión de pagos o sea intervenida por el FMI y la Comisión.
Muchos se preguntarán hasta cuándo puede subir el paro sin que se produzca una revuelta social, la respuesta es que indefinidamente. En esta España de sindicalistas traidores, de desidia física y moral, y huérfana de valores, no se mueve ni el tato. Si los jóvenes no salen a la calle con un 41,7% de paro, y en Andalucía o Extremadura con más de un tercio de paro Zapatero sigue arrasando, pierdan Uds. toda esperanza, nos hemos convertido en un país de lacayos. Por cierto, lo grandes beneficiarios del paro son UGT y CCOO, reciben cientos de millones para “formación” y más de 500 euros por cada afectado por un ERE, ¿por qué iban a manifestarse contra tan increíble chollo?, y a los parados, promesas vanas, demagogia al por mayor y van que arden.
Resulta evidente que el capitalismo está agonizando. Nos estamos acercando al colapso del sistema, al hundimiento de la economía. Es inevitable; no hay cantidad de dinero que pueda tapar el enorme agujero que hemos ido construyendo a base de especulación, crédito y consumo desmedidos. Está claro que esto tenía que pasar. Es el conjunto del sistema el que ha entrado en crisis. No es justo ni sostenible que el 20% de la población mundial tenga más del 85% de la riqueza. Son los pilares del capitalismo, el modelo de crecimiento, sus sistemas productivos y el modelo consumista, los que están navegando a la deriva. Un sistema globalizado del que ningún país puede escapar porque está articulado a nivel comercial, productivo y financiero. Si la tendencia acelerada de caída económica no se puede frenar, como muchos factores parecen indicar, el próximo 2010 entraremos en una gran depresión con más repercusiones que la de los años 30, puesto que buena parte de los recursos de la tierra ya han sido expoliados. ¡Tenemos que abandonar el barco antes de que se hunda!
Otra visión del mundo es posible y necesaria
La cultura del todo es posible a base de crédito se acabó, y eso tendrá un impacto en el modo de vida. El 90% de los españoles afirma tener dificultades para obtener una hipoteca, y el 78% aprecia obstáculos para acceder a un crédito. La crisis de 2010 va a obligarnos a vivir de acuerdo con nuestras necesidades y no nuestros deseos. Dado que vamos a dejar de ir a más para empezar a ir a menos, lo necesario va a volver a ser lo único importante. No vivir endeudado, y antes de comprar cualquier cosa, preguntarse si verdaderamente lo necesita, es un gran cambio.
Lo que ha entrado en crisis no es solo el neoliberalismo, ni siquiera el capitalismo. Podríamos decir que ha entrado en crisis el economicismo, la visión del mundo que considera la economía como el elemento clave de la sociedad y el bienestar material como clave de la autorrealización humana. En el fondo, sin embargo, no sólo ha entrado en crisis el economicismo, porque la crisis actual es sistémica y no sólo económica. Tiene una clara dimensión ecológica (pérdida de biodiversidad, destrucción de ecosistemas, caos climático), pero también hay crisis desde hace tiempo en la vida cultural, social y personal; no nos ha importado la insostenibilidad de nuestra civilización, la injusticia con los países del Sur, el despilfarro obsceno y la pérdida de valores básicos.
Con esta crisis llega también el momento de proponernos un cambio de modelo en el ámbito personal y colectivo. Si posponemos el enfrentamiento a la situación con correcciones de maquillaje, pero no de fondo, la caída será más fuerte y más inapelable. Hace falta que nos cuestionemos de arriba abajo el modelo económico capitalista y desarrollista. Nos tenemos que cuestionar que salgan tantos coches a rodar, esta civilización, esta industria y sus cadenas que fabrican automóviles de más, e incontables montañas de objetos inservibles. No tienen futuro. El puesto de trabajo en la gran fábrica de turno no es un valor absoluto. Hace falta que pongamos en entredicho el círculo vicioso de fomentar el consumo, para que aumente la producción para sostener el “nivel de vida”. Si aseguramos las necesidades básicas, nuestro nivel de vida corresponderá a lo que somos, a como nos sentimos y a como nos relacionamos, y no a las posesiones materiales.
La crisis tiene muchas lecturas y tenemos que evitar la más derrotista. Hay un sistema económico y depredador que colapsa. La inercia nos hace pensar en reformarlo, la creatividad nos ha de llevar a hacer nacer uno nuevo. El viejo mundo ya no da más de sí y la crisis nos da la oportunidad de explorar otro, pero esta vez atendiendo por fin a los valores de solidaridad universal y prevalencia del bien común. Este sistema económico hace aguas por doquier y deberíamos dejar de pretender reflotarlo. Puede seguir algunos kilómetros más a la deriva, pero tarde o temprano se hundirá. El progreso individual a costa del colectivo no tiene futuro, la propia vida y las leyes de la naturaleza nos lo demuestran. Lo que no es sostenible naufraga y las claves de esta sostenibilidad son la preservación de la naturaleza y la primacía del beneficio colectivo.
La “crisis” como punto de partida hacia un mundo post-materialista, con sociedades más justas, sostenibles y plenamente humanas
Todo sistema social se imagina que es la última palabra en el desarrollo histórico. Se supone que toda la historia anterior era sólo una preparación para ese particular modo de producción, y todas las formas legales de propiedad, códigos morales, religión y filosofía que lo acompañan. Sin embargo todo sistema de sociedad sólo existe en la medida en que se demuestra que es capaz de satisfacer las necesidades de la población, y dar a la gente una esperanza de futuro. En el momento en que ya no es capaz de hacerlo entra en un proceso de declive irreversible, no sólo económicamente sino también moral, cultural y en todos los sentidos. Una sociedad de este tipo está muerta, aunque sus defensores nunca lo admitirán.
Sin embargo el hecho de que una forma de sociedad haya llegado a su fin no significa que el desarrollo de la humanidad también. La civilización humana, que parece ser muy vieja, de hecho es muy joven. La auténtica civilización, en el sentido de una sociedad en la que los seres humanos controlen conscientemente sus vidas, y sean capaces de vivir una existencia verdaderamente humana, en oposición a lucha animal por la supervivencia, todavía no ha empezado. Lo que está claro es que una forma concreta de sociedad ha envejecido y llegado a su límite, pero se agarra a la vida, aunque ya no tiene nada que ofrecer. El pesimismo respecto al futuro, mezclado con la superstición y esperanzas infundadas de salvación, son totalmente característicos de un período de este tipo. En la actualidad no se puede hablar de los problemas económicos, sociales y ambientales sin considerar los conflictos y afectaciones que han provocado los modelos de desarrollo seguidos hasta el presente.
El poder está realmente en todos nosotros. El castillo de naipes se desmorona cuando la base deja de apoyar la estructura establecida por la cúspide del mismo. Esta crisis global es una oportunidad de sanar un sistema obsoleto, cuyas patologías hasta ahora habían quedado enmascaradas por la bonanza económica y los espejismos del consumo. Éste es un sistema que se empieza a hundir; tenemos claro el derecho a pedirle que nos dé comida y techo, que nos permita mantener el nivel de vida consumista, pero no podemos esperar que lo haga por mucho tiempo, porque se acabará hundiendo y nosotros con él. Es el momento de poner a trabajar nuestra imaginación para visualizar otras actividades productivas, otra ciudad, otro campo, y empezar a construirlo! Todos los adelantos de la ciencia y la técnica, todo lo que los humanos han aprendido sobre la naturaleza y sobre ellos mismos, representa el potencial que existe actualmente para adueñarse de las condiciones en las que viven.
A partir de esta crisis, tenemos la oportunidad de construir una sociedad más justa e igualitaria, de avanzar hacia economías sostenibles y plenamente humanas. En definitiva, de tomar el control sobre nuestras vidas. Si hay un hilo conductor a través de toda la historia humana, es el de la lucha de hombres y mujeres para tomar el control sobre sus vidas, de construir una sociedad más justa e igualitaria, desde la lógica del reparto y la solidaridad, con valores de felicidad en las pequeñas cosas, menos consumista y menos contaminante. Acabar con el sistema corrupto que genera un despilfarro continuo y que afecta a la sociedad resulta prioritario. El desperdicio habitual en los países ricos es del 85%. Hace años una investigación realizada por el Ministerio de Agricultura americano calculó que de 161 mil millones de kilos de productos alimentarios, 43 mil millones, es decir, cerca de la cuarta parte, acaban en la basura. Resulta necesario construir una alternativa social sólida con un proyecto implantado globalmente que no se limite a defender únicamente los intereses económicos, sino que presente un modelo alternativo integral a la sociedad que derive en la plena capacidad de autogestión. La autogestión conjugada con la democracia directa el apoyo mutuo y la solidaridad, presenta una alternativa total radical y valiente, al modelo piramidal, jerárquico, autoritario y explotador de la sociedad capitalista encarnado en el pensamiento neoliberal actual. Tiene como fin la emancipación de los trabajadores y solo podrá derivarse del esfuerzo personal y colectivo ejercido por los mismos en todas las facetas de su vida. La autogestión implica la participación igualitaria de cada ciudadano en cuanto a lo que le concierne. Una gestión directa en cualquier campo tanto en lo económico como en lo político transformándose en una llamada a la autorregulación y al autodesarrollo del ser humano y sus agrupaciones organizadas eliminando el poder, la jerarquía y la autoridad como relación interhumana.
Primero de todo, discernamos qué está en crisis y qué no Está en crisis la especulación de la vivienda. No lo está la necesidad de techo y de refugio. Hay una falta de puestos de trabajo asalariado, pero sobran tareas importantes por hacer. Mientras una gran cantidad de gente lucha para poder pagar su hipoteca, miles de viviendas se echan a perder porque sus propietarios, ni las utilizan ni las quieren vender. Está en crisis el trabajo asalariado. No lo está la necesidad de alimentarnos. Mientras miles de personas se quedan en casa esperando que alguien les vuelva a dar trabajo, en las afueras de muchos pueblos y ciudades gran cantidad de tierras permanecen abandonadas, cuando para cultivarlas sólo haría falta el tiempo que ahora a mucha gente le sobra. Está en crisis la producción industrial. No lo está la necesidad de usar los productos. Mientras un nombre inimaginable de objetos dejan de ser utilizados en cuanto se estropean o en cuanto aburren a su comprador, miles de operarios no los arreglan porque nadie se lo paga. ¿Quién trabaja gratis para alguien que después no lo compartirá? Pisos vacíos, tierras abandonadas, objetos en desuso. ¿Qué tienen en común? Que su propietario priva el uso a terceros, sin hacer uso propio. Y es que la crisis más grande es la de la propiedad privada como pilar central de las relaciones económicas y las relaciones sociales.
Un nuevo paradigma
Las crisis interrelacionadas del mundo de hoy nos sitúan, a escala planetaria y a escala personal, ante un rito de paso sin precedentes. Nuestra sociedad tiene mucho de rebelión e hiperactividad adolescentes: rebelión contra la biosfera que nos sustenta y contra un cosmos en el que nos sentimos como extraños, hiperactividad en el consumismo y en la aceleración que nos lleva a posponer la plenitud a un futuro que nunca llega. La crisis como rito de paso nos desafía a alcanzar una madurez sostenible y serena que redescubra el regalo de la existencia en el aquí y ahora.
Los años venideros están llamados a ser un rito de paso para la humanidad y la Tierra. En este rito de paso del final de la modernidad nos conducirá a una cultura transmoderna, en la que una economía reintegrada en los ciclos naturales esté al servicio de las personas y de la sociedad, en la que la existencia gire en torno al crear y celebrar en vez del competir y consumir, y en la que la conciencia humana no se vea como un epifenómeno de un mundo inerte, sino como un atributo esencial de una realidad viva e inteligente en la que participamos a fondo.
Se trata de un cambio de paradigma en el que debemos tomar conciencia que el consumo desbocado es insostenible e injusto en un mundo finito; un cambio de sistema y de mentalidad que implica cooperación frente a competencia y el predominio de los conceptos “colectivo”, “coordinación” y “colaboración”.
Este es el mundo que viene y que nos toca construir. La sociedad del futuro será post-materialista o no será.
escrito por Juan Hellín
publicado en 2010 en el blog de Célula comunista de Villaverde
Es evidente que el sistema capitalista está agotado. Nos estamos acercando al colapso del sistema, al hundimiento de la economía. Es inevitable; no hay cantidad de dinero que pueda tapar el enorme agujero que hemos ido construyendo a base de especulación, crédito y consumo desmedidos. La autogestión conjugada con la democracia directa el apoyo mutuo y la solidaridad, presenta una alternativa total radical y valiente, al modelo piramidal, jerárquico, autoritario y explotador de la sociedad capitalista encarnado en el pensamiento neoliberal actual. La sociedad del futuro será post-materialista o no será.
Hace décadas, se predijo confiadamente que los adelantos de la ciencia y la tecnología resolverían los problemas de la humanidad. En el futuro, hombres y mujeres ya no tendrían que preocuparse de la lucha de clases, sino del problema de qué hacer con su tiempo de ocio.
Estas predicciones no eran del todo descabelladas. Desde un punto de vista estrictamente científico, no existe ninguna razón por la que no deberíamos estar en posición de llevar a delante una reducción general de las horas de trabajo, incrementando a la vez los niveles de vida y la producción, sobre la base de la mejora de la productividad mediante la aplicación de la nueva tecnología.
Pero la situación actual es muy diferente. Cuanto más avanzada es la tecnología, menos empleos hay. Las empresas, en su búsqueda del lucro excesivo, menosprecian la mano de obra y tratan de encontrar por todo el mundo quién pueda trabajar más y ganar menos. El capitalismo en su versión más actualizada, el neoliberalismo, ha puesto en pié un discurso ideológico para justificar su proyecto global, un modelo de desarrollo ilimitado e irracional como objetivo y destino universal para toda la humanidad. La globalización de la economía como camino para extender este modelo a todo el mundo. La competitividad en el mercado libre mundial como su instrumento.
La búsqueda de beneficios a toda costa, la elevación de la codicia a la categoría de principio absoluto, está en el centro de la cultura del orden existente. Coge tanto como puedas, como quiera que puedas y que cada uno se las arregle como pueda. Esta es su auténtica religión. En el pasado se cuidaban de ocultarlo de la vista pública tanto como podían, escondiéndose detrás de una pantalla de moralismos hipócritas sobre el deber, el patriotismo, el trabajo honesto y todo lo demás. Ahora lo plantean abiertamente. ¿Y por qué no? ¿No es nuestro deber hacernos ricos? Esta es la esencia destilada del capitalismo.
Sin embargo, este discurso no aguanta la evolución de la realidad, no se sostiene ante la constatación de los límites ecológicos del propio Planeta, hace aguas ante las graves contradicciones que genera el desorden económico neoliberal. En todos los estratos podemos observar una epidemia sin precedentes de corrupción, mentiras, estafas, timos, no los pequeños robos de los delincuentes normales, sino el saqueo a gran escala, perpetrado por ejecutivos, políticos, policía, jueces.....Los sistemas como el capitalismo, el comunismo, el colonialismo, las dictaduras militares y la influencia de los líderes filosóficos o supuestos religiosos, sólo dependen de quién consiguió y aprovechó el poder; a veces por golpes de estado, y a veces con elecciones prometiendo a la gente su honestidad; pero año tras año, década tras década, vemos que el sufrimiento de la gente aumenta. Los partidos políticos burocratizados e institucionalizados han quedado anquilosados, no tienen mecanismos de respuesta debido a la red de intereses que los apoyan, anteponen intereses a valores.
La aplicación de las recetas neoliberales, las medidas de ajuste estructural que imponen el FMI y el Banco Mundial, no sólo impiden el desarrollo de la mayoría de países sino que lo condenan a la pobreza permanente, y a una regresión sobre sus anteriores e ínfimas condiciones en materia de atención sanitaria, escolarización, nutrición, etc. En las últimas cuatro décadas la renta per cápita de los países más ricos casi se triplicó. Entre los más pobres sólo creció un 25.94%. De 73 países con estadísticas confiables, entre 1950 y 1990 creció la desigualdad en 46 países, en 16 se mantuvo estable, y sólo se redujo en 9. En América Latina la pobreza quedó congelada en las últimas dos décadas del siglo 20, pero aumentó la desigualdad. A comienzos de los años 90, el 10% de los más ricos del continente detentaba hasta el 45% de la renta nacional.
Impacto sobre “El Tercer Mundo”
La mundialización de la economía aumenta el expolio sobre el Tercer Mundo y sus secuelas de deterioro y guerras internas; una de sus consecuencias es que crecientes sectores de la humanidad son condenados a la barbarie y a la miseria, y por ello, obligadas a escapar atravesando las fronteras a otros países simplemente para sobrevivir. El permanente ajuste estructural, a través del mercado por los organismos internacionales tiene los efectos de un genocidio económico, comparable en su impacto social a otras épocas de la historia colonial basadas en el trabajo forzado y el esclavismo.
La ONU divulgó un retrato estremecedor del mundo en que vivimos: el documento “The inequality predicament” (La encrucijada de la desigualdad). Somos seis mil trescientos millones de habitantes en esta nave espacial llamada planeta Tierra. Apenas mil millones de ellos, ciudadanos de los países desarrollados, acaparan el 80% de la riqueza mundial. La gente que consume y no genera lo tiene francamente mal. Como siempre los países más pobres serán los más perjudicados. La situación en África y América Latina puede ser desastrosa. No basta con combatir la pobreza, sino que es preciso atacar también las causas de la desigualdad. En otras palabras, sin distribución de la renta no hay modo de promover la inclusión social. Y la diferencia de clases no sucede sólo entre países ricos y pobres. Dentro de los ricos también hay graves diferencias sociales. La parcela del 1% de los más ricos de los Estados Unidos tiene en sus manos el 17% de la renta nacional. En todo el mundo, la mitad de las personas que trabajan -cerca de 1,390 millones- vive con menos de 1 US$ al día; y la cuarta parte recibe, como máximo, US$ 1 al día. Ese panorama tenebroso no puede ser revertido sino con mayor escolaridad y una política de renta mínima. Si queremos una globalización menos asimétrica, en cuanto se refiere al trabajo, deberíamos tener un marco internacional de empleo. Sin cambiar el actual modelo económico, centrado en la concentración de la renta, no hay esperanza de que mejoren estos índices.
“La experiencia nos muestra que la sobreabundancia de bienes, si no va acompañada de una expresa renuncia a competir por ellos o apropiarse de ellos, no conduce sino a que los bienes se acumulen en manos de unos pocos. Esa ha sido la opción de un modelo agotante y ya agotado que ha desembocado en la crisis actual. La tentación de la producción desaforada no ha resuelto, sino agravado, los desequilibrios y la desigualdad.”
Crisis Global
Ahora, por primera vez en la historia van mal todos los sectores de todos los países a la vez y el sistema financiero no puede solucionarlo y revertir la economía para volver a la senda del crecimiento porque no tiene suficientes recursos. El crecimiento de los años anteriores a la crisis, era ficticio; el crecimiento real no se puede recuperar porque la escasez de materias primas lo impide. El nivel de deuda es brutal. En todos los estados los ingresos se reducen, aumentan los gastos por las prestaciones de desempleo, la lucha contra la delincuencia, etc. y el déficit público se dispara. La lluvia de millones vertida sobre los mercados de los países ricos no ha conseguido frenar la bajada. El sobreendeudamiento no se ha arreglado inyectando nuevo dinero prestado al mercado, pues con estas intervenciones sólo se consigue un respiro pasajero y se retrasa un poco el colapso sin poderlo impedir. Y, por otro lado, a través de las ayudas públicas “anticrisis”, las deudas cambian de manos privadas a públicas, a expensas de poner en riesgo la solvencia de los propios estados. Las entidades financieras tienen unos agujeros tremendos aunque no se quiera admitir, los recursos van a la baja y la capacidad de absorción de nuevos televisores, electrodomésticos, etcétera, se ha agotado. Los propios éxitos del capitalismo se están convirtiendo en su contrario.
Este 2009 nos ha llegado como el año de todos los peligros. La tormenta es muy fuerte, el combustible se acaba y el barco navega a la deriva. ¿Se hundirá el barco? ¿Cuándo? Es muy difícil pronosticar el ritmo de la crisis en curso, sobre todo porque no tiene precedentes en la historia del capitalismo. La crisis cíclica se ha unido a la de un sistema basado en el crecimiento, el cual ya no se puede mantener. La crisis tiene un carácter plural (económica, energética, ambiental, ideológica...) y las interrelaciones entre sus distintos componentes le dan un comportamiento errático y poco previsible. De todas maneras, un conjunto de indicadores nos están señalando que la recesión global desarrollada durante el 2008 se está convirtiendo en una depresión global para el 2010. Esta nueva etapa se está caracterizando por las grandes caídas productivas y el aumento de la desocupación en los países centrales y en la mayor parte de la periferia.
Soluciones escandalosas y falsas
Desde que se produjo el colapso financiero a mediados de septiembre de 2008, los gobiernos de todas partes del mundo han intentado suavizar la caída a través de ayudas millonarias a la banca, después a las industrias clave, como la del automóvil, y en menor v medida a los consumidores. Nos han escandalizado con ayudas a los mismos responsables, mientras millones de personas perdían el trabajo o eran embargadas por sus deudas. Pero ni así están consiguiendo controlar el timón. Estas inyecciones de fondos están aumentando peligrosamente el endeudamiento público sin conseguir el objetivo buscado. Esto sucede porque detrás de la crisis de liquidez recae el sobreendeudamiento público y sobre todo privado, que ha colocado a numerosas empresas y una enorme tasa de consumidores en la morosidad y, cada vez más, en la insolvencia.
Además del sobreendeudamiento, la reducción del poder adquisitivo de las clases populares es el mayor responsable de la caída de la demanda. Lo único que aumenta es el ahorro personal, de quien puede hacerlo, ante el miedo que la situación empeore, y esto hace crecer el círculo vicioso recesivo de consumo, producción e inversión. Se ha producido un rápido empobrecimiento del grueso de la población, combinando la pérdida de riquezas ilusorias en dinero virtual con pérdidas reales de trabajo, sueldos y viviendas. Los más ricos iban haciendo mucho y mucho dinero y, como no los podían gastar, los ahorraban y los invertían en la especulación financiera e inmobiliaria, haciendo aumentar así el precio de las viviendas y causando el propio endeudamiento. Ahora, el complejo bancario, inmobiliario y constructor, tiene 1,6 millones de viviendas sólo en el Estado español, cuando la demanda es de 220.000 y el valor de estos activos continúa reduciéndose a la vez que aumenta la morosidad. Lo que también es importante entender es que la insolvencia y el sobreendeudamiento no son sólo consecuencia del abuso financiero sobre las empresas y las personas, sino que son el resultado de un prolongado estancamiento productivo. Y la causa principal de esta crisis de crecimiento de la economía productiva es el encarecimiento y la escasez de las materias primas y los recursos naturales que el capitalismo ha ido expoliando, y en muchos casos despilfarrando, cada vez más en las últimas décadas.
La crisis es sistémica y no tiene solución dentro del actual modelo. Paradójicamente, lo que no han conseguido los mandatarios con buenas palabras y promesas, lo ha conseguido la crisis en cuestión de unos meses. La quema de combustibles fósiles se ha reducido y esto nos beneficia contra del cambio climático. En cambio, si la economía se rehace, puede hacer colapsar el planeta, y es que no se puede crecer siempre en un planeta con recursos finitos. Ahora, a principios del siglo XXI, ya estamos llegando al límite de algunos de estos recursos. Cuando vuelva a haber suficiente liquidez financiera para reactivar la economía, lo que faltará será líquido para alimentarla. El cenit del petróleo esta aquí. El oro negro nos dio el primer aviso, y otros combustibles fósiles, minerales para la industria, fertilizantes para la agricultura, tierras cultivables y un largo etcétera de recursos limitados, atravesarán problemas muy pronto si la economía capitalista se rehace.
El aumento de las desigualdades como factor añadido
En todos los países, la sociedad está impregnada de un profundo sentimiento de malestar. El sentimiento de inseguridad alimentado por el paro masivo, está provocando problemas médicos; presión implacable sobre el sistema nervioso, estrés, depresiones, ruptura de matrimonios, etc. El constante jactarse de las supuestas maravillas de "la economía de libre mercado", suena cada vez más vacío, según la gente empieza a darse cuenta de la situación real, millones de parados, ataques a los niveles de vida, acumulación de enormes fortunas a través de la especulación, y la corrupción. El sentimiento de que la sociedad ha llegado a un impasse no se limita a las "capas bajas". En todas partes las conquistas del pasado están siendo atacadas. En occidente, los niveles de vida, para la mayoría de la gente, están siendo exprimidos. El estado del bienestar está siendo minado y el pleno empleo es una cosa del pasado. De hecho, la presión sobre los trabajadores ha aumentado constantemente en los últimos años. Las pequeñas cosas que hacen la vida más agradable están siendo brutalmente suprimidas.
Lo peor está por llegar
Según estudios de ciertos analistas, a mediados del 2010 es cuando verdaderamente empezará la crisis, cuando veamos que las medidas que se están tomando no funcionan. Hemos llegado a una situación en que ese modo de funcionamiento se ha agotado, ya no podemos ir a más. Nadie va a vencer esta crisis, sino que ella nos va a metamorfosear a nosotros. La verdadera crisis no ha empezado todavía, estallará con toda su crudeza a mediados de 2010 y será larga y muy dura, sobre todo en algunos países como España, un país muy dependiente por la estructura del PIB basado en el ladrillo, el turismo, el automóvil y en infraestructuras baratas ya insostenibles. En España, en noviembre 2009, los demandantes de empleo oficiales ascendieron a 5.233.000 millones de personas (23%) del que el 41,7% corresponde a los jóvenes españoles. Una cifra pavorosa por su dimensión, pero más aún por la velocidad de su crecimiento. Además, este no es el paro cíclico temporal del pasado. Es una úlcera crónica que corroe las entrañas de la sociedad. Como una terrible epidemia, ataca a sectores de la sociedad que se creían a salvo en el pasado. El viejo sentido de seguridad se ha desvanecido. Ha desaparecido la idea de que la historia representa una marcha interrumpida hacia algo mejor que el presente.
Con el 2010 vamos a continuar con el parón de la actividad económica española, lo que significa que sobra y sobrará mano de obra, elevando la tasa REAL de paro al 25% de la población; casi 6 millones de españoles no tendrá trabajo y una gran mayoría de universitarios no tendrán futuro. Sin una cantidad impresionante de capital y un cambio de mentalidad brutal - que no se consigue ni en dos generaciones - no será posible un cambio de modelo productivo capaz de absorber a toda esa población. Sólo quienes sean los mejores en su campo de especialización y aporten verdadero valor añadido a sus organizaciones tendrán garantizado un empleo a tiempo completo. Con este nivel desempleo ni la inversión ni el consumo remontarán, un consumo afectado además por el desplome de las expectativas de renta permanente, su condicionante principal, por lo que resulta ridículo el debatir sobre si empezaremos a salir de la crisis dentro de dos trimestres, un año o el día del Juicio, lo relevante es cuánto tiempo podrán mantenerse los déficits y los endeudamientos desbocados de las AAPP (Administraciones Públicas) una vez que el BCE cierre el grifo, sin que España entre en suspensión de pagos o sea intervenida por el FMI y la Comisión.
Muchos se preguntarán hasta cuándo puede subir el paro sin que se produzca una revuelta social, la respuesta es que indefinidamente. En esta España de sindicalistas traidores, de desidia física y moral, y huérfana de valores, no se mueve ni el tato. Si los jóvenes no salen a la calle con un 41,7% de paro, y en Andalucía o Extremadura con más de un tercio de paro Zapatero sigue arrasando, pierdan Uds. toda esperanza, nos hemos convertido en un país de lacayos. Por cierto, lo grandes beneficiarios del paro son UGT y CCOO, reciben cientos de millones para “formación” y más de 500 euros por cada afectado por un ERE, ¿por qué iban a manifestarse contra tan increíble chollo?, y a los parados, promesas vanas, demagogia al por mayor y van que arden.
Resulta evidente que el capitalismo está agonizando. Nos estamos acercando al colapso del sistema, al hundimiento de la economía. Es inevitable; no hay cantidad de dinero que pueda tapar el enorme agujero que hemos ido construyendo a base de especulación, crédito y consumo desmedidos. Está claro que esto tenía que pasar. Es el conjunto del sistema el que ha entrado en crisis. No es justo ni sostenible que el 20% de la población mundial tenga más del 85% de la riqueza. Son los pilares del capitalismo, el modelo de crecimiento, sus sistemas productivos y el modelo consumista, los que están navegando a la deriva. Un sistema globalizado del que ningún país puede escapar porque está articulado a nivel comercial, productivo y financiero. Si la tendencia acelerada de caída económica no se puede frenar, como muchos factores parecen indicar, el próximo 2010 entraremos en una gran depresión con más repercusiones que la de los años 30, puesto que buena parte de los recursos de la tierra ya han sido expoliados. ¡Tenemos que abandonar el barco antes de que se hunda!
Otra visión del mundo es posible y necesaria
La cultura del todo es posible a base de crédito se acabó, y eso tendrá un impacto en el modo de vida. El 90% de los españoles afirma tener dificultades para obtener una hipoteca, y el 78% aprecia obstáculos para acceder a un crédito. La crisis de 2010 va a obligarnos a vivir de acuerdo con nuestras necesidades y no nuestros deseos. Dado que vamos a dejar de ir a más para empezar a ir a menos, lo necesario va a volver a ser lo único importante. No vivir endeudado, y antes de comprar cualquier cosa, preguntarse si verdaderamente lo necesita, es un gran cambio.
Lo que ha entrado en crisis no es solo el neoliberalismo, ni siquiera el capitalismo. Podríamos decir que ha entrado en crisis el economicismo, la visión del mundo que considera la economía como el elemento clave de la sociedad y el bienestar material como clave de la autorrealización humana. En el fondo, sin embargo, no sólo ha entrado en crisis el economicismo, porque la crisis actual es sistémica y no sólo económica. Tiene una clara dimensión ecológica (pérdida de biodiversidad, destrucción de ecosistemas, caos climático), pero también hay crisis desde hace tiempo en la vida cultural, social y personal; no nos ha importado la insostenibilidad de nuestra civilización, la injusticia con los países del Sur, el despilfarro obsceno y la pérdida de valores básicos.
Con esta crisis llega también el momento de proponernos un cambio de modelo en el ámbito personal y colectivo. Si posponemos el enfrentamiento a la situación con correcciones de maquillaje, pero no de fondo, la caída será más fuerte y más inapelable. Hace falta que nos cuestionemos de arriba abajo el modelo económico capitalista y desarrollista. Nos tenemos que cuestionar que salgan tantos coches a rodar, esta civilización, esta industria y sus cadenas que fabrican automóviles de más, e incontables montañas de objetos inservibles. No tienen futuro. El puesto de trabajo en la gran fábrica de turno no es un valor absoluto. Hace falta que pongamos en entredicho el círculo vicioso de fomentar el consumo, para que aumente la producción para sostener el “nivel de vida”. Si aseguramos las necesidades básicas, nuestro nivel de vida corresponderá a lo que somos, a como nos sentimos y a como nos relacionamos, y no a las posesiones materiales.
La crisis tiene muchas lecturas y tenemos que evitar la más derrotista. Hay un sistema económico y depredador que colapsa. La inercia nos hace pensar en reformarlo, la creatividad nos ha de llevar a hacer nacer uno nuevo. El viejo mundo ya no da más de sí y la crisis nos da la oportunidad de explorar otro, pero esta vez atendiendo por fin a los valores de solidaridad universal y prevalencia del bien común. Este sistema económico hace aguas por doquier y deberíamos dejar de pretender reflotarlo. Puede seguir algunos kilómetros más a la deriva, pero tarde o temprano se hundirá. El progreso individual a costa del colectivo no tiene futuro, la propia vida y las leyes de la naturaleza nos lo demuestran. Lo que no es sostenible naufraga y las claves de esta sostenibilidad son la preservación de la naturaleza y la primacía del beneficio colectivo.
La “crisis” como punto de partida hacia un mundo post-materialista, con sociedades más justas, sostenibles y plenamente humanas
Todo sistema social se imagina que es la última palabra en el desarrollo histórico. Se supone que toda la historia anterior era sólo una preparación para ese particular modo de producción, y todas las formas legales de propiedad, códigos morales, religión y filosofía que lo acompañan. Sin embargo todo sistema de sociedad sólo existe en la medida en que se demuestra que es capaz de satisfacer las necesidades de la población, y dar a la gente una esperanza de futuro. En el momento en que ya no es capaz de hacerlo entra en un proceso de declive irreversible, no sólo económicamente sino también moral, cultural y en todos los sentidos. Una sociedad de este tipo está muerta, aunque sus defensores nunca lo admitirán.
Sin embargo el hecho de que una forma de sociedad haya llegado a su fin no significa que el desarrollo de la humanidad también. La civilización humana, que parece ser muy vieja, de hecho es muy joven. La auténtica civilización, en el sentido de una sociedad en la que los seres humanos controlen conscientemente sus vidas, y sean capaces de vivir una existencia verdaderamente humana, en oposición a lucha animal por la supervivencia, todavía no ha empezado. Lo que está claro es que una forma concreta de sociedad ha envejecido y llegado a su límite, pero se agarra a la vida, aunque ya no tiene nada que ofrecer. El pesimismo respecto al futuro, mezclado con la superstición y esperanzas infundadas de salvación, son totalmente característicos de un período de este tipo. En la actualidad no se puede hablar de los problemas económicos, sociales y ambientales sin considerar los conflictos y afectaciones que han provocado los modelos de desarrollo seguidos hasta el presente.
El poder está realmente en todos nosotros. El castillo de naipes se desmorona cuando la base deja de apoyar la estructura establecida por la cúspide del mismo. Esta crisis global es una oportunidad de sanar un sistema obsoleto, cuyas patologías hasta ahora habían quedado enmascaradas por la bonanza económica y los espejismos del consumo. Éste es un sistema que se empieza a hundir; tenemos claro el derecho a pedirle que nos dé comida y techo, que nos permita mantener el nivel de vida consumista, pero no podemos esperar que lo haga por mucho tiempo, porque se acabará hundiendo y nosotros con él. Es el momento de poner a trabajar nuestra imaginación para visualizar otras actividades productivas, otra ciudad, otro campo, y empezar a construirlo! Todos los adelantos de la ciencia y la técnica, todo lo que los humanos han aprendido sobre la naturaleza y sobre ellos mismos, representa el potencial que existe actualmente para adueñarse de las condiciones en las que viven.
A partir de esta crisis, tenemos la oportunidad de construir una sociedad más justa e igualitaria, de avanzar hacia economías sostenibles y plenamente humanas. En definitiva, de tomar el control sobre nuestras vidas. Si hay un hilo conductor a través de toda la historia humana, es el de la lucha de hombres y mujeres para tomar el control sobre sus vidas, de construir una sociedad más justa e igualitaria, desde la lógica del reparto y la solidaridad, con valores de felicidad en las pequeñas cosas, menos consumista y menos contaminante. Acabar con el sistema corrupto que genera un despilfarro continuo y que afecta a la sociedad resulta prioritario. El desperdicio habitual en los países ricos es del 85%. Hace años una investigación realizada por el Ministerio de Agricultura americano calculó que de 161 mil millones de kilos de productos alimentarios, 43 mil millones, es decir, cerca de la cuarta parte, acaban en la basura. Resulta necesario construir una alternativa social sólida con un proyecto implantado globalmente que no se limite a defender únicamente los intereses económicos, sino que presente un modelo alternativo integral a la sociedad que derive en la plena capacidad de autogestión. La autogestión conjugada con la democracia directa el apoyo mutuo y la solidaridad, presenta una alternativa total radical y valiente, al modelo piramidal, jerárquico, autoritario y explotador de la sociedad capitalista encarnado en el pensamiento neoliberal actual. Tiene como fin la emancipación de los trabajadores y solo podrá derivarse del esfuerzo personal y colectivo ejercido por los mismos en todas las facetas de su vida. La autogestión implica la participación igualitaria de cada ciudadano en cuanto a lo que le concierne. Una gestión directa en cualquier campo tanto en lo económico como en lo político transformándose en una llamada a la autorregulación y al autodesarrollo del ser humano y sus agrupaciones organizadas eliminando el poder, la jerarquía y la autoridad como relación interhumana.
Primero de todo, discernamos qué está en crisis y qué no Está en crisis la especulación de la vivienda. No lo está la necesidad de techo y de refugio. Hay una falta de puestos de trabajo asalariado, pero sobran tareas importantes por hacer. Mientras una gran cantidad de gente lucha para poder pagar su hipoteca, miles de viviendas se echan a perder porque sus propietarios, ni las utilizan ni las quieren vender. Está en crisis el trabajo asalariado. No lo está la necesidad de alimentarnos. Mientras miles de personas se quedan en casa esperando que alguien les vuelva a dar trabajo, en las afueras de muchos pueblos y ciudades gran cantidad de tierras permanecen abandonadas, cuando para cultivarlas sólo haría falta el tiempo que ahora a mucha gente le sobra. Está en crisis la producción industrial. No lo está la necesidad de usar los productos. Mientras un nombre inimaginable de objetos dejan de ser utilizados en cuanto se estropean o en cuanto aburren a su comprador, miles de operarios no los arreglan porque nadie se lo paga. ¿Quién trabaja gratis para alguien que después no lo compartirá? Pisos vacíos, tierras abandonadas, objetos en desuso. ¿Qué tienen en común? Que su propietario priva el uso a terceros, sin hacer uso propio. Y es que la crisis más grande es la de la propiedad privada como pilar central de las relaciones económicas y las relaciones sociales.
Un nuevo paradigma
Las crisis interrelacionadas del mundo de hoy nos sitúan, a escala planetaria y a escala personal, ante un rito de paso sin precedentes. Nuestra sociedad tiene mucho de rebelión e hiperactividad adolescentes: rebelión contra la biosfera que nos sustenta y contra un cosmos en el que nos sentimos como extraños, hiperactividad en el consumismo y en la aceleración que nos lleva a posponer la plenitud a un futuro que nunca llega. La crisis como rito de paso nos desafía a alcanzar una madurez sostenible y serena que redescubra el regalo de la existencia en el aquí y ahora.
Los años venideros están llamados a ser un rito de paso para la humanidad y la Tierra. En este rito de paso del final de la modernidad nos conducirá a una cultura transmoderna, en la que una economía reintegrada en los ciclos naturales esté al servicio de las personas y de la sociedad, en la que la existencia gire en torno al crear y celebrar en vez del competir y consumir, y en la que la conciencia humana no se vea como un epifenómeno de un mundo inerte, sino como un atributo esencial de una realidad viva e inteligente en la que participamos a fondo.
Se trata de un cambio de paradigma en el que debemos tomar conciencia que el consumo desbocado es insostenible e injusto en un mundo finito; un cambio de sistema y de mentalidad que implica cooperación frente a competencia y el predominio de los conceptos “colectivo”, “coordinación” y “colaboración”.
Este es el mundo que viene y que nos toca construir. La sociedad del futuro será post-materialista o no será.