Este artículo es de Ri Kyong Ho y tiene el mismo fallo que el anterior: la traducción tiene algunos fallos. Se entiende perfectamente, pero utilizan expresiones algo raras en ocasiones (paraíso, maravilloso,...) que suenan exageradas en castellano. Bueno, a ver qué os parece.
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Hace poco en la estación Konguk del Metro de Pyongyang me detuve ante el mostrador de periódicos y leí un artículo titulado “Planeta con aguas en contaminación” que narraba con datos detallados sobre la grave crisis acuática que amenaza la existencia del ser humano. La lectura me hizo recordar las palabras del primer cosmonauta del mundo Yuri Gagarin.
En abril de 1961 el ruso vio por primera vez la Tierra desde el espacio y expresó: “La Tierra es azul. No deben destruir nunca nuestro planeta tan hermoso”.
Fue una descripción vívida sobre la tierra limpia de aquel tiempo y una fervorosa exhortación a su conservación.
Más de 70 por ciento de la superficie del globo terráqueo está cubierta de agua, pero de ella el agua salada ocupa 97,5 por ciento mientras el agua dulce aprovechable por el hombre es de solo 0,3 por ciento.
A principios del siglo en curso la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación publicó un documento según el cual los recursos acuáticos se contaminan y agotan gravemente por el incremento de la población, aumento de industrias contaminantes, tala indiscriminada de árboles y los fenómenos climáticos anormales generados por el calentamiento global por lo que a fines del siglo pasado la cantidad de agua dulce correspondiente a cada uno se aminoró en 24 por ciento a escala mundial.
Actualmente más de cien países sufren la carencia de agua y más de mil millones de personas beben aguas no limpias, y cada año 25 millones mueren por haber tomado aguas contaminadas.
Hace poco un programa de TV transmitió sobre el lago Chad de África en peligro de desaparecer por la sequía y la carestía de agua que sufren los países alrededores.
Recordé el artículo de una prensa extranjera que, preocupándose por la destrucción del medio ambiente natural de la Tierra, la calificó de “devastadora” e insistió en la revolución verde lo cual, en contraste con las palabras de Gagarin, me hirió el corazón.
El “envejecimiento” y la contaminación de la Tierra se deben en gran medida a los factores artificiales.
El 30 de marzo de 2005 la ONU publicó, por primera vez, el “informe de evaluación del mundo ecológico de milenio” elaborado por cerca de 1 300 científicos de 95 países durante unos 4 años. El documento señaló que la función del mundo ecológico que garantiza la vida en la Tierra se aminoró visiblemente por la influencia de desarrollo excesivo y advirtió que con tal ritmo son imposibles el desarrollo sostenido y el logro de objetos de la humanidad entre otros la eliminación de la miseria y el hambre.
A principios de la década de 1960 se dio a luz el libro titulado “Primavera de silencio” que se trata de la gravedad de la contaminación del medio ambiente. El libro produjo gran repercusión a escala mundial y estimuló mucho el “movimiento de protección del medio ambiente”.
No debemos estar con los brazos cruzados. No por casualidad la ONU definió el 22 de marzo como “Día Mundial de Agua”.
Pensando así me dirigí hacia el andén y vi en la pared un gran mural de mosaico que muestra el Palacio Cultural del Pueblo, Palacio de Deporte de Pyongyang, Complejo de Piscinas y Servicios de Cultura Física Changgwangwon y viviendas de la avenida Chollima levantados en la pintoresca ribera del río Pothong.
El fresco mostraba elocuentemente la realidad y la historia de la patria que ha venido tomando como un importante quehacer estatal la conservación del agua y la repoblación forestal prestando atención constante a la transformación de la naturaleza destinada a embellecer el territorio patrio.
El 21 de mayo de 1946, año siguiente de la liberación del país el Presidente Kim Il Sung dio la primera palada a la obra de regulación del curso del río Pothong. La obra no culminada aún en diez años por los japoneses se acabó en solo 55 días con la movilización de todos los ciudadanos. Como resultado se puso fin a desastre causado por el desbordamiento del río en la temporada de lluvia y, por consiguiente, las epidemias endémicas. Como muestra en la película “Historia de las riberas del Pothong”, que narra este hecho este río se convirtió en un río del paraíso.
Hoy también se toman medidas activas destinadas a prevenir la contaminación del río. Por ejemplo en el Complejo de locomotoras eléctricas Kim Jong Thae situado a su orilla hay un inspector cuya misión es inspeccionar y controlar la depuración de aguas residuales y tomar medidas técnicas adecuadas.
El país aprobó la ley de recursos acuáticos y realiza todas las labores ateniéndose estrictamente a ella.
Cierto año se presentó el problema de la construcción de una fábrica de gran dimensión en la cuenca superior del río Songchon que corre por la ciudad industrial de Hamhung.
Al informarse de esto el Dirigente Kim Jong Il no lo permitió diciendo que su construcción podría contaminar el agua potable de los ciudadanos de Hamhung.
Otro año una delegación del periódico chino “Renmin Ribao”, en el artículo sobre la visita a Corea titulado “Paisaje pintoresco, cultura magnífica”, escribió que no por gusto dicen que Corea es un país con paisajes hermosos y aguas cristalinas.
Me sentí orgulloso de vivir en un país libre de contaminación acuática y afiancé la decisión de esforzarme más por conservar y proteger el medio ambiente de la Tierra.
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Hace poco en la estación Konguk del Metro de Pyongyang me detuve ante el mostrador de periódicos y leí un artículo titulado “Planeta con aguas en contaminación” que narraba con datos detallados sobre la grave crisis acuática que amenaza la existencia del ser humano. La lectura me hizo recordar las palabras del primer cosmonauta del mundo Yuri Gagarin.
En abril de 1961 el ruso vio por primera vez la Tierra desde el espacio y expresó: “La Tierra es azul. No deben destruir nunca nuestro planeta tan hermoso”.
Fue una descripción vívida sobre la tierra limpia de aquel tiempo y una fervorosa exhortación a su conservación.
Más de 70 por ciento de la superficie del globo terráqueo está cubierta de agua, pero de ella el agua salada ocupa 97,5 por ciento mientras el agua dulce aprovechable por el hombre es de solo 0,3 por ciento.
A principios del siglo en curso la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación publicó un documento según el cual los recursos acuáticos se contaminan y agotan gravemente por el incremento de la población, aumento de industrias contaminantes, tala indiscriminada de árboles y los fenómenos climáticos anormales generados por el calentamiento global por lo que a fines del siglo pasado la cantidad de agua dulce correspondiente a cada uno se aminoró en 24 por ciento a escala mundial.
Actualmente más de cien países sufren la carencia de agua y más de mil millones de personas beben aguas no limpias, y cada año 25 millones mueren por haber tomado aguas contaminadas.
Hace poco un programa de TV transmitió sobre el lago Chad de África en peligro de desaparecer por la sequía y la carestía de agua que sufren los países alrededores.
Recordé el artículo de una prensa extranjera que, preocupándose por la destrucción del medio ambiente natural de la Tierra, la calificó de “devastadora” e insistió en la revolución verde lo cual, en contraste con las palabras de Gagarin, me hirió el corazón.
El “envejecimiento” y la contaminación de la Tierra se deben en gran medida a los factores artificiales.
El 30 de marzo de 2005 la ONU publicó, por primera vez, el “informe de evaluación del mundo ecológico de milenio” elaborado por cerca de 1 300 científicos de 95 países durante unos 4 años. El documento señaló que la función del mundo ecológico que garantiza la vida en la Tierra se aminoró visiblemente por la influencia de desarrollo excesivo y advirtió que con tal ritmo son imposibles el desarrollo sostenido y el logro de objetos de la humanidad entre otros la eliminación de la miseria y el hambre.
A principios de la década de 1960 se dio a luz el libro titulado “Primavera de silencio” que se trata de la gravedad de la contaminación del medio ambiente. El libro produjo gran repercusión a escala mundial y estimuló mucho el “movimiento de protección del medio ambiente”.
No debemos estar con los brazos cruzados. No por casualidad la ONU definió el 22 de marzo como “Día Mundial de Agua”.
Pensando así me dirigí hacia el andén y vi en la pared un gran mural de mosaico que muestra el Palacio Cultural del Pueblo, Palacio de Deporte de Pyongyang, Complejo de Piscinas y Servicios de Cultura Física Changgwangwon y viviendas de la avenida Chollima levantados en la pintoresca ribera del río Pothong.
El fresco mostraba elocuentemente la realidad y la historia de la patria que ha venido tomando como un importante quehacer estatal la conservación del agua y la repoblación forestal prestando atención constante a la transformación de la naturaleza destinada a embellecer el territorio patrio.
El 21 de mayo de 1946, año siguiente de la liberación del país el Presidente Kim Il Sung dio la primera palada a la obra de regulación del curso del río Pothong. La obra no culminada aún en diez años por los japoneses se acabó en solo 55 días con la movilización de todos los ciudadanos. Como resultado se puso fin a desastre causado por el desbordamiento del río en la temporada de lluvia y, por consiguiente, las epidemias endémicas. Como muestra en la película “Historia de las riberas del Pothong”, que narra este hecho este río se convirtió en un río del paraíso.
Hoy también se toman medidas activas destinadas a prevenir la contaminación del río. Por ejemplo en el Complejo de locomotoras eléctricas Kim Jong Thae situado a su orilla hay un inspector cuya misión es inspeccionar y controlar la depuración de aguas residuales y tomar medidas técnicas adecuadas.
El país aprobó la ley de recursos acuáticos y realiza todas las labores ateniéndose estrictamente a ella.
Cierto año se presentó el problema de la construcción de una fábrica de gran dimensión en la cuenca superior del río Songchon que corre por la ciudad industrial de Hamhung.
Al informarse de esto el Dirigente Kim Jong Il no lo permitió diciendo que su construcción podría contaminar el agua potable de los ciudadanos de Hamhung.
Otro año una delegación del periódico chino “Renmin Ribao”, en el artículo sobre la visita a Corea titulado “Paisaje pintoresco, cultura magnífica”, escribió que no por gusto dicen que Corea es un país con paisajes hermosos y aguas cristalinas.
Me sentí orgulloso de vivir en un país libre de contaminación acuática y afiancé la decisión de esforzarme más por conservar y proteger el medio ambiente de la Tierra.