DISCURSO DE ERNESTO CHE GUEVARA EN UN ACTO DE HOMENAJE AL GENERAL ENRIQUE LÍSTER
2 DE JUNIO DE 1961
Queridos compañeros:
Tengo hoy el honor, en nombre del pueblo de Cuba, de saludar una vez más, durante su estancia entre nosotros, al general Líster. (Aplausos.) Y tengo la fácil misión de presentarlo ante ustedes, pues todos lo conocen desde hace muchos años, y el mundo entero conoció su nombre cuando España escribió una de sus páginas más heroicas y desgraciadas, durante los tres largos años de la guerra civil contra los poderes fascistas.
Al llegar aquí, en este momento, el general Líster, no deja de crearse un paralelo simbólico, pues Cuba hoy, como España en aquellos nefastos días, es la avanzada del mundo progresista luchando contra la ofensiva de la bestia imperialista. Aquella batalla se perdió. A pesar del heroísmo del pueblo español, a pesar de la ayuda que pudieran darle los otros pueblos del mundo, y la única potencia socialista que existía en aquella época, la causa del pueblo, sin una vigorosa conducción unificada, carcomida incluso, a veces, por disensiones internas, fue minándose, con la ayuda también de las potencias occidentales, que la cercaron, para caer derrotada definitivamente, y pasarse a la guerra mundial.
Se sabía lo que era España en aquel momento: fue un reducto y fue un campo de prueba, donde se empezaron a probar las armas de la potencia más fuerte de aquella época, que era la Alemania nazi. Allí probaron sus bombarderos en picada; allí probaron sus nuevos tipos de tanques; allí probaron y empezaron a trabajar sobre su famosa «Blitzkrieg»; y, allí también probaron los bombardeos en masa, de los cuales Guernica es un crudo ejemplo.
Era otra época de la historia del mundo, que ha caminado muy rápido estos últimos años. Había un solo país socialista, y había que eliminarlo.
Las potencias imperialistas eran varias y fuertes, y se aprestaban a luchar entre sí por el botín del mundo entero, pero todas coincidían en que había que derrotar a la Unión Soviética. La batalla de España fue el preludio de las gigantescas batallas que librarían dos años después de terminada la guerra española. Hitler y Mussolini, de un lado, pero también los aliados occidentales, del otro, estaban preparándose a su manera, para festejar la caída del único poder popular.
España era una avanzada que iba por el camino del poder popular. Allí, efectivamente, el pueblo había ganado el poder en elecciones libres, y se aprestaba a realizar las reformas necesarias para conquistar la felicidad. Pero se habían olvidado del ejército, se habían olvidado que había un ejército, representante de una clase vencida en unas elecciones, pero no aniquilada, y que estaba expectante. Ese ejército se alzó en el año 1936, y a pesar de toda la heroicidad del pueblo, de esa heroicidad que nos llenó, incluso, de un orgullo subconsciente de pertenecer a la misma raza, y ser descendientes, más o menos, directos, de aquellos españoles, a pesar de esa lucha, el poder del pueblo sucumbió.
Hoy está aquí Cuba, mucho más cerca del poderío principal del imperialismo, y también ha surgido con la voluntad imperiosa de su pueblo. Por eso, Cuba es hoy uno de los puntales y una de las vanguardias de la lucha antimperialista; y por eso, el cerco imperialista, y la lucha imperialista, se ceban constantemente sobre la Isla; por eso, nos atacan todos los días. Es peligroso para ellos que, en el centro de su traspatio imperial puedan ver los países hermanos de América lo que puede hacer un pueblo cuando llega al Poder. Por eso tratan de eliminarnos una y otra vez.
Pero la historia ha avanzado, y la experiencia recogida por los pueblos en su dura lucha, sirve de algo. España allá, Guatemala aquí en América, nos enseñaron la verdad fundamental de que ningún poder del pueblo puede estar asentado sino sobre la base de un propio ejército popular, que defiende hasta la muerte sus conquistas, y no un ejército profesional de casta y de clase, que se convierta en la «quinta columna» necesaria para destruir ese poder popular.
Nosotros derrotamos al ejército en las primeras luchas, llegamos al poder en lucha frontal con él, y lo eliminamos totalmente como cuerpo, lo reemplazamos absolutamente, y proclamamos ante el mundo, como una de las conquistas de la Revolución cubana... (aplausos), la demostración palpable de que un pueblo se puede alzar contra un ejército, aun cuando no tenga armas; ir derrotándolo en batallas sucesivas; arrancarle las armas; convertirse en más fuerte que ese ejército opresor; derrotarlo; tomar el Poder; y después, liquidarlo totalmente. Sin esa liquidación, no está completa la toma del Poder.
Así hemos llegado a este año 1961, donde no estamos ni remotamente solos. También, como en la época de España, también como en la época de Líster, el nombre de Cuba recorre el mundo entero, y la solidaridad de los pueblos del mundo se acerca a esta pequeña isla antillana. También, como en aquella época, sirve este nombre de hoy para unir a todas las fuerzas amantes del progreso, y oponerse a todas las fuerzas que luchan por el oscurantismo.
Pero la solidaridad de hoy, no es la indefensa solidaridad que los pueblos del mundo dieron a la España republicana, no es solamente la de los millares y millares de hombres que fueron a buscar un fusil y a poner su pecho, desde todas partes del mundo, para morir junto a los españoles defendiendo una causa mundial. Hoy tenemos algo más efectivo, porque el mundo ha caminado. Hoy nosotros, campeones de la paz, a quienes el Gobierno de la Unión Soviética ha entregado, a su Primer Ministro, o un grupo de hombres de ciencias y de artistas de la Unión Soviética, mejor dicho, han entregado, a su Primer Ministro, el «Premio Lenin de la Paz» (aplausos), como expresión de la verdadera lucha por la paz, de lo que realmente es la paz.
La paz de los hombres, que la desean con toda su fuerza, que están dispuestos a aprovecharla al máximo para la felicidad de su pueblo, pero que saben que no se pueden poner de rodillas para conquistarla; que saben que la paz se conquista con golpes de audacia, de valor, de tesón inquebrantable, y que así se defiende, y que la paz no es una condición estática, sino que es algo dinámico en el mundo, y que cuanto más fuerte, unido y beligerante, sea un pueblo, más fácilmente puede mantener la paz anhelada.
Y a este pueblo amante de la paz, constantemente sometido a los ataques del imperialismo, ya sea por mercenarios, por bombardeos, por bloqueos de todo tipo, en esta época, en el año 1961, en su puesto de vanguardia en la lucha antimperialista, no lo apoya solamente la solidaridad de los indefensos del mundo, y no lo apoya solamente la inmensa mayoría de los hombres de buena voluntad.
La solidaridad de hoy es una solidaridad atómica, es una solidaridad beligerante, donde se ha advertido claramente que Cuba tiene su derecho a vivir en el mundo en paz con todos, como su pueblo ordene a su Gobierno que sea esa vida, y que hay gobiernos del mundo dispuestos a usar toda su fuerza, todos sus medios de destrucción, para ayudar a Cuba a que cumpla con ese deber y ese derecho de los pueblos a vivir en paz y de construir su felicidad futura en paz. (Aplausos.)
España pedía la paz en aquella época para iniciar la verdadera reconstrucción, para salir de un feudalismo que la hizo caer, desde ser la primera potencia europea y la primera potencia del mundo, a un país de segundo orden.
Luchaban los patriotas españoles entonces por cambiar la faz del país, por hacerlo en paz, por derrotar a todas las fuerzas del mal, las mismas fuerzas que existieron aquí, y convertir a España en el paraíso terrenal en que todos soñamos que se va a convertir nuestro país. Pero no pudo ser.
En aquella época, las fuerzas imperialistas eran demasiado fuertes. De nada valió que hubiera no un Líster, sino miles y miles de millones de Líster, y que hubiera dos millones de muertos para salvar el derecho al bienestar y a la felicidad.
Aquella vez los tanques, los aviones y los soldados armados, fueron más fuertes que el pueblo indefenso.
Cada vez que nosotros tenemos un momento de debilidad, cada vez que tenemos un momento de duda, volvemos nuestros ojos al pasado y recogemos esos dos grandes ejemplos de nuestra vida moderna, que nos sirven para corregir errores y para fortalecer nuestro espíritu. Nos acordamos de la España Republicana allá, y nos acordamos de Guatemala aquí; corregimos errores y aprendemos a luchar contra el imperio, y avanzamos así, tan rápidamente como ustedes saben, hasta poder proclamar, al Primero de Mayo, a esta Revolución, como la primera Revolución socialista de América. (Grandes aplausos.)
Ha sido un largo camino, en términos de historia, recorrido en un corto lapso, en menos de dos años y medio.
Pero hemos podido recorrer ese camino tan rápidamente, y hemos podido mostrar hoy la certeza de nuestra victoria final, nuestra fuerza invulnerable, nuestra capacidad de resistencia y de construir un futuro mucho mejor, a un ritmo muy acelerado, porque existieron quienes murieron durante muchos años en todo el mundo para que la verdad de hoy, de Cuba, fuera posible. Porque hace, no años, sino siglos, el hombre viene luchando por la idea sagrada de eliminar la explotación del hombre por el hombre.
Y cuando solamente existía la Unión Soviética, cuando estaba cercada por la reunión de todas las fuerzas imperialistas del mundo, y atacada por todas sus fronteras, fue la solidaridad de los obreros del mundo entero la que contribuyó a salvarla del ataque, junto con la fuerza que allá había adquirido el nuevo Estado del pueblo.
Y así, la historia del sacrificio de los obreros y campesinos es inmensa, y no la podrían narrar tomos y tomos de historia. Pero gracias a toda aquella lucha, gracias al sacrificio del pueblo español, gracias a que allí se ganó un tiempo precioso, podemos afirmar que hoy estamos aquí mostrando ante el mundo nuestra Revolución.
La batalla de España fue sí una guerra, una guerra civil, una guerra muy dura, pero fue también una batalla. Parte de la guerra enorme que el imperialismo llevaba contra las fuerzas progresistas, y aunque esa batalla se perdiera en ese momento allí, sirvió para ganar tiempo, que era algo precioso en aquel momento.
La historia dirá cuánto valió exactamente ese tiempo, cuánto le debe el mundo al sacrificio de los españoles que lucharon, casi sin armas, contra la barbarie fascista. Pero aun sin poder valorarla exactamente, todos sabemos que el valor de ese sacrificio fue enorme, y, ciertamente, que parte de los bellos resultados de hoy se deben a aquella lucha heroica de tres años.
Por eso nosotros podemos recibir a Líster como algo nuestro. (Aplausos.) No solamente porque es español, y ya ser español es ser algo nuestro, sino también porque luchó, y luchó en la forma en que lo hizo, en aquella guerra que también es nuestra; aquella guerra que se une directamente con la gesta de nuestros mambises y con los treinta años de nuestra lucha por la emancipación de Cuba, dentro de una gran cadena, que es la cadena de las luchas populares contra los poderes imperialistas.
Uno de nuestros antecesores es el pueblo español luchando durante tres años, como lo es Sandino en América, como lo fue Guatemala. No importa que su ejemplo no sea el ejemplo brillante del triunfo, pero siempre fue el ejemplo heroico del sacrificio, y siempre nos mostraron, aún en la derrota, el ejemplo necesario para corregir errores y para ir avanzando.
Hoy los pueblos del mundo que ya han visto llegar su libertad, son muchos, y cada día nuevos pueblos se unen a la lista. Pero entre todos esos pueblos, desgraciadamente, no está España. El pueblo de España todavía está sin recobrarse de aquella lucha feroz de hace más de veinte años.
Nosotros hemos escuchado aquí al compañero Líster, cuando hablaba de las nuevas condiciones de España, cuando refería las luchas pacíficas del pueblo español y cómo, poco a poco, se está ganando una recia batalla en los momentos actuales, y cómo hay esperanzas de recuperar para el mundo ese pedazo de Europa que hoy está dominado por el feudalismo y por el oscurantismo.
Todos nuestros deseos, los míos propios, los del pueblo entero de Cuba, son que sea así. Que sea una rápida realidad y que pueda el pueblo español, pacíficamente, mediante las demostraciones de fuerza de sus grandes masas de obreros y de campesinos, darse el gobierno que crean mejor.
Pero si no fuera así, si los poderes reaccionarios no vieran el camino inexorable de la historia, y no fueran capaces de comprender que aquella hora de la historia del mundo en que el hombre era el lobo del hombre está próxima a desaparecer, si no comprendieron eso, si el pueblo tuviera que volver a llenarse de dolor, de humillación hasta los dientes, empuñar de nuevo las armas y recuperar lo que es suyo en la forma que mejor la pareciera, podíamos decirle al compañero Líster, al gran luchador de aquella época, parafraseando los versos de Antonio Machado:
«¡Si mi pistola valiera algo,
en tu columna contento lucharía!»
2 DE JUNIO DE 1961
Queridos compañeros:
Tengo hoy el honor, en nombre del pueblo de Cuba, de saludar una vez más, durante su estancia entre nosotros, al general Líster. (Aplausos.) Y tengo la fácil misión de presentarlo ante ustedes, pues todos lo conocen desde hace muchos años, y el mundo entero conoció su nombre cuando España escribió una de sus páginas más heroicas y desgraciadas, durante los tres largos años de la guerra civil contra los poderes fascistas.
Al llegar aquí, en este momento, el general Líster, no deja de crearse un paralelo simbólico, pues Cuba hoy, como España en aquellos nefastos días, es la avanzada del mundo progresista luchando contra la ofensiva de la bestia imperialista. Aquella batalla se perdió. A pesar del heroísmo del pueblo español, a pesar de la ayuda que pudieran darle los otros pueblos del mundo, y la única potencia socialista que existía en aquella época, la causa del pueblo, sin una vigorosa conducción unificada, carcomida incluso, a veces, por disensiones internas, fue minándose, con la ayuda también de las potencias occidentales, que la cercaron, para caer derrotada definitivamente, y pasarse a la guerra mundial.
Se sabía lo que era España en aquel momento: fue un reducto y fue un campo de prueba, donde se empezaron a probar las armas de la potencia más fuerte de aquella época, que era la Alemania nazi. Allí probaron sus bombarderos en picada; allí probaron sus nuevos tipos de tanques; allí probaron y empezaron a trabajar sobre su famosa «Blitzkrieg»; y, allí también probaron los bombardeos en masa, de los cuales Guernica es un crudo ejemplo.
Era otra época de la historia del mundo, que ha caminado muy rápido estos últimos años. Había un solo país socialista, y había que eliminarlo.
Las potencias imperialistas eran varias y fuertes, y se aprestaban a luchar entre sí por el botín del mundo entero, pero todas coincidían en que había que derrotar a la Unión Soviética. La batalla de España fue el preludio de las gigantescas batallas que librarían dos años después de terminada la guerra española. Hitler y Mussolini, de un lado, pero también los aliados occidentales, del otro, estaban preparándose a su manera, para festejar la caída del único poder popular.
España era una avanzada que iba por el camino del poder popular. Allí, efectivamente, el pueblo había ganado el poder en elecciones libres, y se aprestaba a realizar las reformas necesarias para conquistar la felicidad. Pero se habían olvidado del ejército, se habían olvidado que había un ejército, representante de una clase vencida en unas elecciones, pero no aniquilada, y que estaba expectante. Ese ejército se alzó en el año 1936, y a pesar de toda la heroicidad del pueblo, de esa heroicidad que nos llenó, incluso, de un orgullo subconsciente de pertenecer a la misma raza, y ser descendientes, más o menos, directos, de aquellos españoles, a pesar de esa lucha, el poder del pueblo sucumbió.
Hoy está aquí Cuba, mucho más cerca del poderío principal del imperialismo, y también ha surgido con la voluntad imperiosa de su pueblo. Por eso, Cuba es hoy uno de los puntales y una de las vanguardias de la lucha antimperialista; y por eso, el cerco imperialista, y la lucha imperialista, se ceban constantemente sobre la Isla; por eso, nos atacan todos los días. Es peligroso para ellos que, en el centro de su traspatio imperial puedan ver los países hermanos de América lo que puede hacer un pueblo cuando llega al Poder. Por eso tratan de eliminarnos una y otra vez.
Pero la historia ha avanzado, y la experiencia recogida por los pueblos en su dura lucha, sirve de algo. España allá, Guatemala aquí en América, nos enseñaron la verdad fundamental de que ningún poder del pueblo puede estar asentado sino sobre la base de un propio ejército popular, que defiende hasta la muerte sus conquistas, y no un ejército profesional de casta y de clase, que se convierta en la «quinta columna» necesaria para destruir ese poder popular.
Nosotros derrotamos al ejército en las primeras luchas, llegamos al poder en lucha frontal con él, y lo eliminamos totalmente como cuerpo, lo reemplazamos absolutamente, y proclamamos ante el mundo, como una de las conquistas de la Revolución cubana... (aplausos), la demostración palpable de que un pueblo se puede alzar contra un ejército, aun cuando no tenga armas; ir derrotándolo en batallas sucesivas; arrancarle las armas; convertirse en más fuerte que ese ejército opresor; derrotarlo; tomar el Poder; y después, liquidarlo totalmente. Sin esa liquidación, no está completa la toma del Poder.
Así hemos llegado a este año 1961, donde no estamos ni remotamente solos. También, como en la época de España, también como en la época de Líster, el nombre de Cuba recorre el mundo entero, y la solidaridad de los pueblos del mundo se acerca a esta pequeña isla antillana. También, como en aquella época, sirve este nombre de hoy para unir a todas las fuerzas amantes del progreso, y oponerse a todas las fuerzas que luchan por el oscurantismo.
Pero la solidaridad de hoy, no es la indefensa solidaridad que los pueblos del mundo dieron a la España republicana, no es solamente la de los millares y millares de hombres que fueron a buscar un fusil y a poner su pecho, desde todas partes del mundo, para morir junto a los españoles defendiendo una causa mundial. Hoy tenemos algo más efectivo, porque el mundo ha caminado. Hoy nosotros, campeones de la paz, a quienes el Gobierno de la Unión Soviética ha entregado, a su Primer Ministro, o un grupo de hombres de ciencias y de artistas de la Unión Soviética, mejor dicho, han entregado, a su Primer Ministro, el «Premio Lenin de la Paz» (aplausos), como expresión de la verdadera lucha por la paz, de lo que realmente es la paz.
La paz de los hombres, que la desean con toda su fuerza, que están dispuestos a aprovecharla al máximo para la felicidad de su pueblo, pero que saben que no se pueden poner de rodillas para conquistarla; que saben que la paz se conquista con golpes de audacia, de valor, de tesón inquebrantable, y que así se defiende, y que la paz no es una condición estática, sino que es algo dinámico en el mundo, y que cuanto más fuerte, unido y beligerante, sea un pueblo, más fácilmente puede mantener la paz anhelada.
Y a este pueblo amante de la paz, constantemente sometido a los ataques del imperialismo, ya sea por mercenarios, por bombardeos, por bloqueos de todo tipo, en esta época, en el año 1961, en su puesto de vanguardia en la lucha antimperialista, no lo apoya solamente la solidaridad de los indefensos del mundo, y no lo apoya solamente la inmensa mayoría de los hombres de buena voluntad.
La solidaridad de hoy es una solidaridad atómica, es una solidaridad beligerante, donde se ha advertido claramente que Cuba tiene su derecho a vivir en el mundo en paz con todos, como su pueblo ordene a su Gobierno que sea esa vida, y que hay gobiernos del mundo dispuestos a usar toda su fuerza, todos sus medios de destrucción, para ayudar a Cuba a que cumpla con ese deber y ese derecho de los pueblos a vivir en paz y de construir su felicidad futura en paz. (Aplausos.)
España pedía la paz en aquella época para iniciar la verdadera reconstrucción, para salir de un feudalismo que la hizo caer, desde ser la primera potencia europea y la primera potencia del mundo, a un país de segundo orden.
Luchaban los patriotas españoles entonces por cambiar la faz del país, por hacerlo en paz, por derrotar a todas las fuerzas del mal, las mismas fuerzas que existieron aquí, y convertir a España en el paraíso terrenal en que todos soñamos que se va a convertir nuestro país. Pero no pudo ser.
En aquella época, las fuerzas imperialistas eran demasiado fuertes. De nada valió que hubiera no un Líster, sino miles y miles de millones de Líster, y que hubiera dos millones de muertos para salvar el derecho al bienestar y a la felicidad.
Aquella vez los tanques, los aviones y los soldados armados, fueron más fuertes que el pueblo indefenso.
Cada vez que nosotros tenemos un momento de debilidad, cada vez que tenemos un momento de duda, volvemos nuestros ojos al pasado y recogemos esos dos grandes ejemplos de nuestra vida moderna, que nos sirven para corregir errores y para fortalecer nuestro espíritu. Nos acordamos de la España Republicana allá, y nos acordamos de Guatemala aquí; corregimos errores y aprendemos a luchar contra el imperio, y avanzamos así, tan rápidamente como ustedes saben, hasta poder proclamar, al Primero de Mayo, a esta Revolución, como la primera Revolución socialista de América. (Grandes aplausos.)
Ha sido un largo camino, en términos de historia, recorrido en un corto lapso, en menos de dos años y medio.
Pero hemos podido recorrer ese camino tan rápidamente, y hemos podido mostrar hoy la certeza de nuestra victoria final, nuestra fuerza invulnerable, nuestra capacidad de resistencia y de construir un futuro mucho mejor, a un ritmo muy acelerado, porque existieron quienes murieron durante muchos años en todo el mundo para que la verdad de hoy, de Cuba, fuera posible. Porque hace, no años, sino siglos, el hombre viene luchando por la idea sagrada de eliminar la explotación del hombre por el hombre.
Y cuando solamente existía la Unión Soviética, cuando estaba cercada por la reunión de todas las fuerzas imperialistas del mundo, y atacada por todas sus fronteras, fue la solidaridad de los obreros del mundo entero la que contribuyó a salvarla del ataque, junto con la fuerza que allá había adquirido el nuevo Estado del pueblo.
Y así, la historia del sacrificio de los obreros y campesinos es inmensa, y no la podrían narrar tomos y tomos de historia. Pero gracias a toda aquella lucha, gracias al sacrificio del pueblo español, gracias a que allí se ganó un tiempo precioso, podemos afirmar que hoy estamos aquí mostrando ante el mundo nuestra Revolución.
La batalla de España fue sí una guerra, una guerra civil, una guerra muy dura, pero fue también una batalla. Parte de la guerra enorme que el imperialismo llevaba contra las fuerzas progresistas, y aunque esa batalla se perdiera en ese momento allí, sirvió para ganar tiempo, que era algo precioso en aquel momento.
La historia dirá cuánto valió exactamente ese tiempo, cuánto le debe el mundo al sacrificio de los españoles que lucharon, casi sin armas, contra la barbarie fascista. Pero aun sin poder valorarla exactamente, todos sabemos que el valor de ese sacrificio fue enorme, y, ciertamente, que parte de los bellos resultados de hoy se deben a aquella lucha heroica de tres años.
Por eso nosotros podemos recibir a Líster como algo nuestro. (Aplausos.) No solamente porque es español, y ya ser español es ser algo nuestro, sino también porque luchó, y luchó en la forma en que lo hizo, en aquella guerra que también es nuestra; aquella guerra que se une directamente con la gesta de nuestros mambises y con los treinta años de nuestra lucha por la emancipación de Cuba, dentro de una gran cadena, que es la cadena de las luchas populares contra los poderes imperialistas.
Uno de nuestros antecesores es el pueblo español luchando durante tres años, como lo es Sandino en América, como lo fue Guatemala. No importa que su ejemplo no sea el ejemplo brillante del triunfo, pero siempre fue el ejemplo heroico del sacrificio, y siempre nos mostraron, aún en la derrota, el ejemplo necesario para corregir errores y para ir avanzando.
Hoy los pueblos del mundo que ya han visto llegar su libertad, son muchos, y cada día nuevos pueblos se unen a la lista. Pero entre todos esos pueblos, desgraciadamente, no está España. El pueblo de España todavía está sin recobrarse de aquella lucha feroz de hace más de veinte años.
Nosotros hemos escuchado aquí al compañero Líster, cuando hablaba de las nuevas condiciones de España, cuando refería las luchas pacíficas del pueblo español y cómo, poco a poco, se está ganando una recia batalla en los momentos actuales, y cómo hay esperanzas de recuperar para el mundo ese pedazo de Europa que hoy está dominado por el feudalismo y por el oscurantismo.
Todos nuestros deseos, los míos propios, los del pueblo entero de Cuba, son que sea así. Que sea una rápida realidad y que pueda el pueblo español, pacíficamente, mediante las demostraciones de fuerza de sus grandes masas de obreros y de campesinos, darse el gobierno que crean mejor.
Pero si no fuera así, si los poderes reaccionarios no vieran el camino inexorable de la historia, y no fueran capaces de comprender que aquella hora de la historia del mundo en que el hombre era el lobo del hombre está próxima a desaparecer, si no comprendieron eso, si el pueblo tuviera que volver a llenarse de dolor, de humillación hasta los dientes, empuñar de nuevo las armas y recuperar lo que es suyo en la forma que mejor la pareciera, podíamos decirle al compañero Líster, al gran luchador de aquella época, parafraseando los versos de Antonio Machado:
«¡Si mi pistola valiera algo,
en tu columna contento lucharía!»