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    “Pero son otros hombres los que hacen eso…” Una forma hipócrita de silenciar debates de género

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    Mensaje por nunca Jue Feb 11, 2016 2:22 pm


    “Pero son otros hombres los que hacen eso…” Una forma hipócrita de silenciar debates de género

    Publicado el septiembre 13, 2015 por Carlos Rodríguez

    Cuando hablo de discriminación y violencia contra los hombres en ciertas áreas como el servicio militar obligatorio o el homicidio, una de las respuestas que suele repetirse es: “son cosas que los hombres se hacen a sí mismos, y por tanto no constituyen problemas de género”.

    Este tipo de afirmaciones me resultan interesantes cuando comprobamos por ejemplo que el corte genital femenino es una costumbre practicada y perpetuada principalmente por mujeres. Ello no impide sin embargo que sea considerado un problema de género, e incluso que en España el Partido Socialista haya lanzado una propuesta para incluirlo como delito “de género” en su Ley Integral.

    Otro supuesto que sería incluido en esta propuesta como violencia de género es la trata de personas. Éste también me resulta interesante pues según la Organización Internacional del Trabajo, el 45% de las víctimas de este crimen serían varones, y alrededor del 50% de los detenidos por trata a nivel global son mujeres (p. 59). Uno de los informes de Naciones Unidas afirmó que en aquellos países donde se revela el sexo de los tratantes, las mujeres eran mayoría en un 30%, y que en algunos países la norma es “mujeres tratando a mujeres” (para un buen repaso sobre el tema de la trata pueden consultar este artículo). Nada de esto, sin embargo, impide que la trata se considere “violencia de género”, término sólo aplicable a la mujer según la definición de la propia ley.

    Finalmente tendríamos el infanticidio y aborticidio de niñas, que también es perpetrado mayoritariamente por mujeres en países como China e India. Un problema que se considera de género pese a que el sexo de la víctima y la victimaria sea el mismo.


    Llegados a este punto alguien me dirá que no podemos limitarnos sólo al sexo de ambas y que existen factores estructurales que propician una violencia que de otra forma no se daría. Un ejercicio de comprensión que no se realiza en el caso de los varones bajo la falsa creencia de que como una minoría de los miembros de su sexo se encuentra en posiciones de poder, de alguna forma el sexo masculino es responsable de su suerte, ya que esta minoría velaría por ellos. De alguna manera, se cree que la minoría de hombres en el poder otorga prioridad a los intereses de su sexo por delante de los de hombres y mujeres de su propia clase social (la Revolución Francesa y otras han demostrado lo contrario). Una fantasía similar a creer que porque en Estados Unidos haya un presidente negro, la comunidad afroamericana ostenta más poder del que tenía anteriormente.

    Cabe también recordar que tanto en la guerra como en los homicidios intramasculinos, las mujeres han estado históricamente involucradas, instigando a los hombres a combatir. Sigan los enlaces anteriores si les quedara alguna duda.

    Podemos decir claramente, por tanto, que si el criterio para calificar un problema como “de género” requiriera de víctimas y victimarios de distinto sexo, deberían eliminarse de esta categoría el corte genital femenino, el infanticidio femenino y buena parte de la trata de mujeres para reetiquetarlos como de “problemas de derechos humanos” u otros nombres más neutrales.

    Como hemos visto en la propuesta del Partido Socialista y por supuesto en la práctica, esto no se cumple. Debemos preguntarnos por tanto, ¿quién pone las reglas y por qué existe un doble estándar a la hora de aplicarlas? La crítica “eso son cosas que los hombres se hacen a sí mismos” parece no ser sino una manera de silenciar el hecho de que los hombres también experimentan problemas por razón de sexo cuya gravedad es similar a los de las mujeres.

    Problemas intermitentes

    Existen dos formas de catalogar un problema de género:

    Cuando un sexo lo experimenta mayoritariamente o por razón de sexo
    Cuando un sexo hace daño al otro
    Como han adivinado yo me decanto por la primera, pues la segunda ya hemos visto que se aplica de forma selectiva para excluir a los hombres. Sin embargo, esta segunda versión también sería problemática por crear lo que yo llamo problemas de género “intermitentes”. ¿A qué me refiero con esto? Veamos un ejemplo.

    La segunda definición esgrime que para definir un problema como “de género” es necesario que víctimas y victimarios sean de distinto sexo. Pues bien, en Lituania el servicio militar obligatorio fue restablecido por la presidenta conservadora Dalia Grybauskaitė. ¿Hemos de pensar que esto fue un problema de género por ser una mujer quien lo impuso? Y sin embargo, si hubiera sido un presidente varón, ¿entonces no?

    Recordemos también lo que ocurrió con la Guerra de Afganistán, donde la retórica feminista fue utilizada para justificar la invasión del país a fin de liberar a las mujeres afganas.

    Marit Nybakk, quien presidía el Comité de Defensa Noruego, declaró en 2002 al diario nacional Dagbladet:

    Ésta es una guerra de liberación y también una guerra para liberar a las mujeres de Afganistán. Por tanto el aspecto de los derechos de las mujeres es crucial para mí. Durante muchos años he estado gravemente preocupada por la extrema opresión de las mujeres bajo el gobierno talibán. Aquí en Occidente cerramos nuestros ojos al grotesco tratamiento al que las mujeres son sometidas porque no nos afecta.

    Debemos destacar que en aquel entonces Noruega tenía implantado el servicio militar obligatorio sólo para hombres.

    Marit Nybakk no estaba sola. Organizaciones de peso como la estadounidense Feminist Majority Foundation también ofrecieron su apoyo a la guerra de Afganistán. La feminista Hillary Clinton, apoyó igualmente una guerra de liberación femenina que costaría la sangre de miles de hombres. ¿Habría sido menos problema de género para los hombres si Nybakk hubiera sido uno de los suyos?

    Pensemos también por ejemplo en el derecho a la integridad genital masculina (la circuncisión es legal en casi todos los países). Si una madre es la que decide el procedimiento para su hijo sin necesidad médica, ¿es más problema de género que si lo hace el padre?, ¿y si es una doctora quien realiza el procedimiento en lugar de un doctor?

    No olvidemos la licencia marital, ley aprobada por Isabel de Castilla y promulgada por su hija Juana. ¿Fue menos asunto de género porque ellas estuvieran involucradas, o quizá fue más?

    Y por supuesto podemos hablar de la trata. Un ejemplo de esta “intermitencia” lo tendríamos en el arresto de Lin Yu Shin, dueña de la compañía Gian Ocean International Fishery, por traficar hombres para trabajar como pescadores esclavos en África. El problema de los pescadores esclavos sería de género en este caso, pero no si la presidenta hubiera sido hombre, pese a que el fenómeno afecta exclusivamente a los varones. Igual ocurriría con la prostitución forzada o el trabajo forzado de mujeres. Sólo sería un problema de género en caso de que los tratantes fueran hombres, y por tanto “intermitente”.

    ¿Tiene esto sentido alguno? Sólo si nos aferramos a la idea para evitar a toda costa admitir que los hombres también tienen problemas de género (pueden encontrar un buen listado en el artículo “la discriminación masculina en 31 memes”).

    Yo por mi parte voy a seguir utilizando la primera definición para referirme a ellos, y espero que quien esté en desacuerdo conmigo sea coherente e igualmente excluya el infanticidio femenino, la mutilación genital, la trata de personas y admita un cierto grado de “intermitencia” en otros. De lo contrario, lo consideraré un argumento hipócrita cuya finalidad es silenciar una conversación que considera inconveniente por socavar sus pilares ideológicos.

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    Mensaje por nunca Jue Feb 11, 2016 2:23 pm

    ¿Cuándo un problema es de género? Lecciones de la circuncisión femenina

    Publicado el octubre 25, 2014 por Carlos Rodríguez

    Muchas veces cuando menciono problemas como los reclutamientos forzados para la guerra, los homicidios, el trabajo forzado o las deudas de sangre, se me ha dicho que éstos no eran problemas de género al nivel de los que padecen las mujeres. No porque la cantidad de sufrimiento sea inferior (de hecho es al contrario), sino porque se trata de cosas que “los hombres se hacen a sí mismos”.

    En esta entrada vamos a tratar un problema que nadie dudaría en calificar “de género” donde las mujeres son sus principales ejecutoras así como sus víctimas: la circuncisión femenina, también conocida como mutilación genital femenina o corte genital femenino.

    La supresión de la sexualidad femenina es generalmente atribuida a los varones. Su interés radicaría en preservar la fidelidad de sus compañeras para asegurar que su esfuerzo se ha dirigido efectivamente a criar a quienes son sus hijos, que en muchas culturas heredarán también sus apellidos, títulos y/o patrimonio. Esto explica (aunque no necesariamente justifica) que promovieran medidas destinadas a reducir la promiscuidad femenina.

    En cambio, la razón por la que las mujeres apoyan este tipo de medidas (a veces de forma más entusiasta que los propios hombres), o crean las suyas propias, suele atribuirse de forma simplista a que viven en una cultura patriarcal y no pueden ver más allá. Sin embargo, algunos investigadores apuntan en otra dirección: la economía sexual.

    En sociedades donde la fuerza de trabajo humana es el factor productivo determinante (como fueron la inmensa mayoría en el pasado), los hombres cuentan con ventaja debido a su constitución. Las mujeres, en dichas sociedades, utilizaban el sexo como una herramienta de negociación con los hombres. Cuanto menor fuera la oferta, mayor era el valor del producto. Por tanto, estribaba en el interés de muchas mujeres reprimir su propia sexualidad y promover medidas restrictivas para el resto.

    El mayor ejemplo de esta tesis puede encontrarse en el trabajo de Roy F. Baumeister y Jean M. Twenge. “Cultural Supression of Female Sexuality” [supresión cultural de la sexualidad femenina]. Review of General Psychology, 2002. Vol 6. No. 2, 166-203.

    Los investigadores muestran que se trata de una fuente de represión incluso más importante que la promovida por el varón. Aunque acertadamente notan lo siguiente (p. 166):

    No queremos insinuar que se trata de conspiraciones conscientes, deliberadas o explícitas. En realidad las personas pueden haber llegado a participar en estos procesos sin plena consciencia de lo que estaban haciendo, simplemente porque las fuerzas situacionales y el propio interés los empujaron a actuar de forma que contribuían a traer la sexualidad femenina bajo un restrictivo control.

    A continuación voy a traducir un fragmento que trata la circuncisión femenina, considerado quizá el caso más extremo de supresión sexual de la mujer. Los estudios citados pueden encontrarse en la fuente original.


    Subincisión e infibulación (p. 182-84).

    Roy F. Baumeister y Jean M. Twenge

    Hasta ahora hemos examinado la aprobación social y otros métodos para reprimir la sexualidad femenina, pero en algunas culturas se emplean medidas más drásticas. Sin duda las más severas son aquellas que buscan reducir la sexualidad femenina mediante intervenciones quirúrgicas, como cortar el clítoris (subincisión) o cerrar la vagina cosiéndola (infibulación). Dichos procedimientos reducen directamente la capacidad de la mujer de disfrutar del coito. Estas prácticas están ilegalizadas en la mayor parte de los países occidentales y se practican sobre todo en las naciones islámicas de África y Oriente Medio.

    ¿Quién apoya y perpetúa estas prácticas de cirugía genital femenina? La evidencia disponible apunta fuerte y consistentemente hacia las mujeres. La decisión sobre si una chica en particular recibirá la operación y en que momento es tomada por su madre o abuela (Hicks, 1996; Lightfoot-Klein, 1989). La comunidad femenina compuesta por sus iguales considera la operación como una marca positiva de estatus, y las chicas que todavía no la tienen son a veces burladas, molestadas y derogadas por sus pares femeninos (Lightfoot-Klein, 1989). La propia operación casi siempre es llevada a cabo por una mujer como la partera. “Los hombres están completamente excluidos”, según uno de los trabajos sobre el tema (Boddy, 1989, p. 84).

    Estas prácticas quirúrgicas son explicadas por las mujeres con varias justificaciones que bajo examen parecen dudosas cuando no completamente equivocadas. Algunas mujeres afirman que la cirugía mejora la salud, cuando en realidad produce riesgos significativos para la misma. Afirman que es requerida por el Corán, pero los expertos en la escritura dicen que no. Las mujeres dicen que nadie se casará con una chica que no haya tenido la operación (por ejemplo, creen que “pocos hombres se casarían con una chica que no ha sido cortada e infibulada”; Forni, 1980, p. 26). En realidad, sin embargo, los hombres se casan con mujeres que no la han tenido. Shandall (1967, 1979) publicó resultados de una muestra de 300 maridos sudaneses, todos ellos con una esposa intacta o que tenían una versión limitada de la operación. En efecto Lightfoot- Klein (1989) observó que las mujeres europeas eran muy deseadas como esposas en estas naciones islámicas porque los hombres descubrieron que las mujeres europeas (que no habían tenido cirugía genital) disfrutaban más del sexo. Estos hallazgos son directamente contrarios a la teoría de que los hombres africanos prefieren mujeres cuya sexualidad ha sido suprimida por métodos quirúrgicos.

    La muestra de Shandall (1967, 1979) consistía realmente de 300 hombres con múltiples esposas, incluyendo una que había tenido la operación completa así como otra que no la había tenido. Esto capacitó a Shandall para evaluar las preferencias de los hombres. Prácticamente todos los hombres afirmaron que preferían a la esposa que no había tenido la cirugía genital. En aquellos casos donde las esposas diferían en el grado o severidad de la operación, los hombres preferían a la mujer con la operación más limitada. Estos hallazgos coinciden con la observación de Lightfoot-Klein’s (1989) de que los hombres prefieren a las esposas que disfrutan del sexo. Shandall (1967) concluyó que “algo al margen de la satisfacción sexual de los hombres debe estar en juego para continuar la práctica” (p. 93).

    Por lo tanto, subincisión e infibulación no parece que produzcan un mayor placer sexual en los hombres. Pueden quizá ayudar a la fidelidad de la esposa al afectar la capacidad de la mujer de disfrutar del sexo extramarital. Sin embargo, la preferencia de los hombres por las mujeres sexualmente intactas contradice la teoría de control masculino.

    En años recientes ha emergido una protesta organizada contra estas prácticas quirúrgicas. Las protestas han sido apoyadas por mujeres con formación occidental, incluyendo algunas voces feministas internacionales. Sin embargo, otras feministas cuestionan la protesta. Germaine Greer, una feminista que no comparte la visión de que la sexualidad femenina haya sido suprimida por la influencia masculina, ha tachado las protestas occidentales de etnocéntricas. Greer (1999) rechazó explícitamente la idea de que la infibulación y subincisión estuvieran dirigidas por los varones: “es sin duda una curiosa explicación sobre algo que las mujeres se hacen unas a otras” (p. 103). Sus propios viajes y aparente investigación informal en países como Etiopía arrojaron conclusiones similares a las que Shandall (1967) encontró en Sudán: concretamente que los hombres no prefieren mujeres que han tenido la cirugía genital. Según pudo determinar Greer, la mayoría de los hombres ni siquiera sabía si las mujeres de sus familias habían tenido la cirugía o no. Greer defendió que las feministas occidentales deberían reconocer estas prácticas quirúrgicas como algo arraigado en la cultura femenina y los grupos sociales femeninos, y que por tanto debería o bien tolerarse como tal o articular sus objeciones como debates entre mujeres sobre lo que es mejor para ellas.

    Previsiblemente, la mayoría de los observadores concluyen que las prácticas son defendidas con más fervor entre las mujeres (por ejemplo Boddy, 1989, 1998). Los hombres generalmente se muestran indiferentes (consistente con la impresión de Greer de que los hombres a menudo ni saben). Algunos padres [varones] han objetado a que sus hijas sean cortadas o infibuladas, pero las objeciones de los hombres son rechazadas por las mujeres de la familia, que insisten en que se realicen las operaciones (Lightfoot-Klein, 1989). Hicks (1996) también publicó varios hallazgos indicando que los hombres defendían prácticas quirúrgicas menos severas pero que eran frustradas por el firme apoyo de las mujeres a estas prácticas.

    Las actitudes de los padres fueron evaluadas en un estudio de Williams y Sobieszczyk (1997). Claro está, no puede asumirse que las actitudes de maridos y mujeres sean fenómenos independientes. Aun así, el peso de la evidencia indicaba que los procedimientos quirúrgicos eran principalmente apoyados por mujeres. En casos donde el padre apoyaba la cirugía, el 100% de las madres dijo que su hija la tendría. En casos donde el padre se oponía, el 41% de las madres dijo que se asegurarían de que su hija fuera operada de todos modos. En casos donde el padre era indiferente, el 97% de las madres planeaba que su hija fuera operada. En algunos casos, las madres dijeron que el padre no se había pronunciado. Éstas también estaban fuertemente inclinadas a que su hija fuera infibulada (79%).

    Estos hallazgos sugieren que los padres tienen alguna influencia (aunque los datos están correlacionados y podrían reflejar meramente similitud de opinión entre los esposos), pero la influencia decisiva parecen ser las madres. La decisión parece estar en manos de la madre, y muchas madres parecen dispuestas a insistir en la operación pese a las objeciones del padre. Sin embargo ninguna madre está dispuesta a rechazar la operación cuando el padre la apoya. Por tanto, una vez más, la cirugía genital parece estar arraigada en la cultura femenina y controlada por ésta.

    Por tanto, la evidencia con respecto a la subincisión e infibulación indica que las mujeres controlan y mantienen la práctica. Esto también apoya la teoría del control femenino y contradice la del control masculino.

    Aquí termina la traducción.

    La circuncisión femenina no es la única práctica donde las mujeres son tanto víctimas como ejecutoras. Otro ejemplo es el infanticidio femenino, denunciado especialmente en India y China. En éstos y otros países, tradicionalmente, al casarse la mujer abandona a su familia para unirse a la del marido. Su madre, por tanto, depende de los hijos varones para mantenerse en su vejez, especialmente tras la muerte de su marido. De ahí que muchas madres, sobre todo las más pobres, decidan matar a sus hijas. Una variante es el feticidio femenino: abortar a los bebés cuando se detecta que son niñas.

    Y ahora pregunto: ¿son estos casos menos graves por el mero hecho de que víctima y ejecutora comparten el mismo sexo? ¿Dejan por ello de ser problemas de género?

    Alguien podría objetar que todavía no es igual, que las mujeres quizá sean víctimas y ejecutoras en ambos casos debido a las estructuras sociales, políticas, económicas y culturales que las empujan a estos extremos. Pero aquí me pregunto, ¿no ocurre igual con los varones?

    Hablemos del crimen, por ejemplo el relacionado con el narcotráfico y que ha sacudido especialmente a México, donde tanto los ejecutores como sus víctimas son en su mayoría varones. ¿Tendrá esta guerra contra las drogas algo que ver con las políticas de los gobiernos (incluyendo los vecinos), la situación económica del país, la demanda existente en Estados Unidos, y un largo etcétera? En los reclutamientos forzados para la guerra o el trabajo es incluso más evidente. Y sobre las deudas de sangre, también explicamos que hunden sus raíces en problemas económicos, no puramente “de honor”.

    Concluyendo, si cuando las mujeres son víctimas y ejecutoras se califica un problema como “de género”, ¿por qué no se admite en la misma categoría a fenómenos donde hombres son víctimas y ejecutores? Invito a quienes mantienen este doble estándar a publicar sus objeciones, pues si existe alguna razón legítima, a mí al menos no se me ocurre.

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    Mensaje por nunca Jue Feb 11, 2016 2:33 pm

    Que perlitas tiene Lorente.

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    Los hombres nunca han sido discriminados como hombres. Ha habido y hay muchos hombres oprimidos y sometidos, pero lo son por otros hombres que abusan de un poder y una superioridad construidos originariamente sobre la desigualdad de las mujeres.


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