Oliver Law,el comandante afroamericano de la Brigada Lincoln
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Oliver Law (1899 -9 de julio, 1937) fue un afroamericano comunista, sindicalista, y activista social, que luchó con el Batallón Lincoln, en la Guerra Civil Española.
Nacido en Texas, sirvió en el ejército durante la Primera Guerra Mundial, luego se trasladó a Chicago, donde desempeñó varios trabajos. Se unió al Partido comunista de los Estados Unidos en 1929, durante la Grán Depresión, en la que se quedó en paro, convirtiéndose en un importante activista.
Fuertemente opuesto al fascismo , lideró manifestaciones contra la ocupación italiana de Etiopía, en 1936 zarpó a España, desde Nueva York, para unirse a las fuerzas que lucharon contra los nacionales, a pesar de la prohibición del gobierno norteamericano. Era un destacado soldado con una considerable experiencia militar, sirvió en una compañía de ametralladoras y pronto se convirtió en comandante del batallón. Fue el primer afroamericano que comandó a tropas de estadounidenses blancos en la historia.
En 1936 Law se unió al Batallón Lincoln, una unidad de voluntarios estadounidenses que luchó en favor del gobierno del Frente Popular.
Después del fracaso de la toma de Madrid mediante batalla frontal, Franco ordenó cortar la carretera que unía Madrid con el resto del territorio Republicano. 40.000 hombres del bando Nacionalista, cruzaron el rio Jarama el 11 de febrero de 1937. El general José Miaja envió tres Brigadas Internacionales al valle del Jarama para bloquear el avance. La buena actuación de Law en la batalla le permitió promocionar a comandante de la compañía de ametralladoras. Unas semanas más tarde fue nombrado comandante del batallón.
El 6 de julio, el gobierno republicano lanzó una gran ofensiva en un intento de mitigar la ofensiva sobre Madrid. El general Vicente Rojo envió al Ejército Republicano a Brunete, desafiando el control Nacionalista del oeste de la capital. Luchando durante el cálido verano, las Brigadas Internacionales sufrieron muchas bajas. Law merecería aquellos galones, dirigía a sus hombres encabezando los ataques, murió en combate el 9 de julio durante un ataque en el Cerro del Mosquito, siendo alcanzado por un mortero en la batalla de Brunete.
Estos hombres hicieron cuanto estuvo en su mano, pero en su mayoría no eran militares profesionales. Ahora bien, la experiencia y el entrenamiento que les faltaba lo compensaban con su fe, su pasión y su ánimo. No estaban luchando por ellos mismos, ni tampoco por dinero. Estaban luchando por hondas convicciones. Y por eso es por lo que estaban dispuestos a morir.
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Héroes de la República - La Brigada Lincoln: los héroes ocultos de América
Echospace- Miembro del Soviet
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cobet- Revolucionario/a
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lo curioso es que de este hombre ni siquiera spike lee le ha dedicado una pelicula o un homenaje mientras que a gente mucho menos importante en america los ensalzan a heroes y a los verdaderos heroes los mandan al ostracismo
Echospace- Miembro del Soviet
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- Mensaje n°3
¿Un comunista negro?
cobet escribió:lo curioso es que de este hombre ni siquiera spike lee le ha dedicado una pelicula o un homenaje mientras que a gente mucho menos importante en america los ensalzan a heroes y a los verdaderos heroes los mandan al ostracismo
Uf, ¿Un comunista negro?
Mejor no sacarlo que se lo comen los lobos, si es que tienen una mínima noción de aquel momento histórico.
No volvería a hacer un filme en su vida.
quinick- Revolucionario/a
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Según la Wikipedia (gran fuente, no?) a Oliver lo mataron sus mismos hombres que no aceptaron obedecer ordenes de un negro. Si tienen otras fuentes por favor?
Granma- Miembro del Soviet
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Tema repetido camarada Echospace.
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Saludos.
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Saludos.
Echospace- Miembro del Soviet
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- Mensaje n°6
Lo siento
Granma escribió:Tema repetido camarada Echospace.
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Saludos.
Ups, lo siento.
Solicitaré fusión o retirada.
Echospace- Miembro del Soviet
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- Mensaje n°7
Eso es falso
quinick escribió:Según la Wikipedia (gran fuente, no?) a Oliver lo mataron sus mismos hombres que no aceptaron obedecer ordenes de un negro. Si tienen otras fuentes por favor?
Eso es falso,
Murió porque le mató un obús en la Batalla de Brunete.
Saludos.
Danko- Miembro del Soviet
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Decenas de historias personales duermen en los archivos de la Brigada Lincoln que se guardan en la Biblioteca Tamiment de la Universidad de Nueva York. Pero es un triángulo de las Bermudas de la desmemoria. Para muchos estadounidenses de la calle los “lincolns” no existen. O solo existen como súcubos de un inframundo comunista irreal, contra los que quizás se cometió algún atropello histórico, pero a saber qué habrían hecho si les hubieran dejado. En su día el FBI les etiquetó de “antifascistas prematuros”, chocante baldón que con muy contadas excepciones inhabilitaba para obtener ningún puesto militar de rango en la Segunda Guerra Mundial, o ni siquiera para servir en ella. No se entiende la tenaz resistencia que, vistos desde fuera y sin prejuicios, encarnan la quintaesencia más mítica de lo americano. La vocación de salvar el mundo
Bill Bailey tenía 24 años el día de verano de 1935 en que subió a bordo del Bremen, un barco alemán anclado en el puerto de Nueva York. Con su larga y apuesta humanidad disfrazada de esmoquin parecía de buena familia de Manhattan o por lo menos el rey del mundo, en lugar del hijo de sufridísimos inmigrantes irlandeses, marino mercante y comunista heterodoxo que era. Había estado a punto de darse de baja del partido porque él nunca aguantó el ordeno y mando de nadie, pero un viaje como marino a la Italia de Mussolini le hizo desistir en el último minuto de romper el carnet. Entre una cosa y otra Bill Bailey estaba absolutamente decidido a cumplir una misión, y esta misión era arrancar la bandera con la esvástica que ondeaba en lo alto del mástil del Bremen. Así lo hizo. La insignia nazi se fue gloriosamente de cabeza al río Hudson. Aunque luego, volver a bajar del mástil, no fuera lo que se dice un camino de rosas. Hubo que pelear primero con la tripulación alemana y luego con la policía americana y pasar cierto tiempo en el calabozo.
Dos años después Bill Bailey se encontraba en España. Se había alistado en las Brigadas Internacionales junto con otros 2.799 voluntarios norteamericanos que combatieron contra Franco y en defensa de la República. Él luchó durante dieciocho meses en el cada vez más diezmado batallón que por una lógica más propagandística que militar acabaría llamándose la Brigada Abraham Lincoln. En Belchite, Bailey logró arrebatar una bandera franquista al enemigo. Orgulloso la firmó y la mandó de recuerdo al sindicato de los marinos en San Francisco.
Al volver de España, Bill Bailey retomó sus actividades sindicales. Llegó a ser una leyenda viva para la marinería norteamericana por acciones tales como enfrentarse a las autoridades que, en plena Segunda Guerra Mundial, querían denegarle el permiso para volver a embarcar —es decir, que condenaban a morirse de hambre— a un marino japonés-americano, nacido en Hawaii (como Obama), porque tenía “antecedentes criminales”. Tales antecedentes consistían en haber robado de niño la bicicleta de un vecino (sus padres eran demasiado pobres para comprarle una), bicicleta que devolvió tras darse una ansiada vuelta en ella.
Bailey embistió como un toro al tribunal: les desafió a fusilar sin más dilación al marino hawaiano-nipón si de verdad tenían pruebas de que era un agente antiamericano al servicio de Tokio. Pero, de no tener esas pruebas, les conminó ferozmente a restituirle intactos todos sus derechos. Él, Bailey, se hacía personalmente responsable de sus acciones. En esta ocasión los inquisidores se amedrentaron y retrocedieron.
En 1988, Bill Bailey regresó a España a cumplir un encargo delicado: llevar a Belchite las cenizas de otro Lincoln, su gran amigo y compañero de trinchera Bill McCarthy. Curioso apellido, es cierto, para alguien que en el fondo de su corazón nunca tuvo muy claro si quería ser comunista o cura. Mientras se lo pensaba, McCarthy se encontró haciendo la guerra y comprobando hasta qué punto la realidad desafía al idealismo: “Llegué a España lleno de verdadero fervor revolucionario. Iba a parar el fascismo. Pero en nada estaba agarrando a mi mejor amigo, quien tenía una bala en el estómago. Traté de rezar un avemaría pero no logré acordarme. Simplemente estaba allí, tratando de mantener las tripas de mi amigo dentro de su cuerpo”.
“Tantos muchachos extraordinarios murieron allí. Me habría gustado ser uno de ellos”, le susurró con una pena indecible Bill McCarthy a Bill Bailey en el hospital de California donde se moría. Y Bill Bailey le contestó a Bill McCarthy: “Conseguimos marcar la diferencia, amigo. Acuérdate de España”. Tanto se acordaba McCarthy que le pidió a su amigo que, una vez muerto, le llevara de vuelta allí. Que le devolviera a la tierra que hace inmortales a los que pelearon por ella, según escribiría Ernest Hemingway en el segundo aniversario de la batalla del Jarama: “Porque nuestros muertos forman ahora parte de la tierra de España y la tierra de España no puede morir nunca. Cada invierno parece que muere pero cada primavera renace. Y con ella nuestros muertos vivirán para siempre”.
Llovía y hacía frío el 25 de abril de 1988, un día poco propicio para pasear por el Belchite fantasma que la guerra dejó tras de sí. A Bill Bailey se le ocurrió que podía haber esparcido las cenizas de su amigo al aire, dejar “que fueran la lluvia y el viento las que las mezclaran con la tierra de España”; pero en seguida rechazó la idea. Decidió que Bill McCarthy se merecía una morada de descanso permanente más elaborada. Entonces se puso a escarbar con sus grandes manos de marino la postrera trinchera para el camarada caído. Con dos palos recogidos en el suelo armó una pequeña cruz. De ella colgó una etiqueta plastificada con el nombre de McCarthy y su identificación como voluntario de la Brigada Lincoln. Y musitó: “No más promesas, Bill; no más promesas”.
Bill Bailey murió en 1995 también en California, donde pasó sus últimos años viviendo solo en un cobertizo de los que las autoridades habían construido para las víctimas de los terremotos. Nunca salió de pobre. Ni olvidó el hambre que llegó a pasar en plena caza de brujas en Estados Unidos, cuando muchos que como él habían combatido en España se vieron abocados al paro forzoso —ya se ocupaba el FBI de que nadie les quisiera dar trabajo—, cuando no a la persecución política directa.
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Bill Bailey tenía 24 años el día de verano de 1935 en que subió a bordo del Bremen, un barco alemán anclado en el puerto de Nueva York. Con su larga y apuesta humanidad disfrazada de esmoquin parecía de buena familia de Manhattan o por lo menos el rey del mundo, en lugar del hijo de sufridísimos inmigrantes irlandeses, marino mercante y comunista heterodoxo que era. Había estado a punto de darse de baja del partido porque él nunca aguantó el ordeno y mando de nadie, pero un viaje como marino a la Italia de Mussolini le hizo desistir en el último minuto de romper el carnet. Entre una cosa y otra Bill Bailey estaba absolutamente decidido a cumplir una misión, y esta misión era arrancar la bandera con la esvástica que ondeaba en lo alto del mástil del Bremen. Así lo hizo. La insignia nazi se fue gloriosamente de cabeza al río Hudson. Aunque luego, volver a bajar del mástil, no fuera lo que se dice un camino de rosas. Hubo que pelear primero con la tripulación alemana y luego con la policía americana y pasar cierto tiempo en el calabozo.
Dos años después Bill Bailey se encontraba en España. Se había alistado en las Brigadas Internacionales junto con otros 2.799 voluntarios norteamericanos que combatieron contra Franco y en defensa de la República. Él luchó durante dieciocho meses en el cada vez más diezmado batallón que por una lógica más propagandística que militar acabaría llamándose la Brigada Abraham Lincoln. En Belchite, Bailey logró arrebatar una bandera franquista al enemigo. Orgulloso la firmó y la mandó de recuerdo al sindicato de los marinos en San Francisco.
Al volver de España, Bill Bailey retomó sus actividades sindicales. Llegó a ser una leyenda viva para la marinería norteamericana por acciones tales como enfrentarse a las autoridades que, en plena Segunda Guerra Mundial, querían denegarle el permiso para volver a embarcar —es decir, que condenaban a morirse de hambre— a un marino japonés-americano, nacido en Hawaii (como Obama), porque tenía “antecedentes criminales”. Tales antecedentes consistían en haber robado de niño la bicicleta de un vecino (sus padres eran demasiado pobres para comprarle una), bicicleta que devolvió tras darse una ansiada vuelta en ella.
Bailey embistió como un toro al tribunal: les desafió a fusilar sin más dilación al marino hawaiano-nipón si de verdad tenían pruebas de que era un agente antiamericano al servicio de Tokio. Pero, de no tener esas pruebas, les conminó ferozmente a restituirle intactos todos sus derechos. Él, Bailey, se hacía personalmente responsable de sus acciones. En esta ocasión los inquisidores se amedrentaron y retrocedieron.
En 1988, Bill Bailey regresó a España a cumplir un encargo delicado: llevar a Belchite las cenizas de otro Lincoln, su gran amigo y compañero de trinchera Bill McCarthy. Curioso apellido, es cierto, para alguien que en el fondo de su corazón nunca tuvo muy claro si quería ser comunista o cura. Mientras se lo pensaba, McCarthy se encontró haciendo la guerra y comprobando hasta qué punto la realidad desafía al idealismo: “Llegué a España lleno de verdadero fervor revolucionario. Iba a parar el fascismo. Pero en nada estaba agarrando a mi mejor amigo, quien tenía una bala en el estómago. Traté de rezar un avemaría pero no logré acordarme. Simplemente estaba allí, tratando de mantener las tripas de mi amigo dentro de su cuerpo”.
“Tantos muchachos extraordinarios murieron allí. Me habría gustado ser uno de ellos”, le susurró con una pena indecible Bill McCarthy a Bill Bailey en el hospital de California donde se moría. Y Bill Bailey le contestó a Bill McCarthy: “Conseguimos marcar la diferencia, amigo. Acuérdate de España”. Tanto se acordaba McCarthy que le pidió a su amigo que, una vez muerto, le llevara de vuelta allí. Que le devolviera a la tierra que hace inmortales a los que pelearon por ella, según escribiría Ernest Hemingway en el segundo aniversario de la batalla del Jarama: “Porque nuestros muertos forman ahora parte de la tierra de España y la tierra de España no puede morir nunca. Cada invierno parece que muere pero cada primavera renace. Y con ella nuestros muertos vivirán para siempre”.
Llovía y hacía frío el 25 de abril de 1988, un día poco propicio para pasear por el Belchite fantasma que la guerra dejó tras de sí. A Bill Bailey se le ocurrió que podía haber esparcido las cenizas de su amigo al aire, dejar “que fueran la lluvia y el viento las que las mezclaran con la tierra de España”; pero en seguida rechazó la idea. Decidió que Bill McCarthy se merecía una morada de descanso permanente más elaborada. Entonces se puso a escarbar con sus grandes manos de marino la postrera trinchera para el camarada caído. Con dos palos recogidos en el suelo armó una pequeña cruz. De ella colgó una etiqueta plastificada con el nombre de McCarthy y su identificación como voluntario de la Brigada Lincoln. Y musitó: “No más promesas, Bill; no más promesas”.
Bill Bailey murió en 1995 también en California, donde pasó sus últimos años viviendo solo en un cobertizo de los que las autoridades habían construido para las víctimas de los terremotos. Nunca salió de pobre. Ni olvidó el hambre que llegó a pasar en plena caza de brujas en Estados Unidos, cuando muchos que como él habían combatido en España se vieron abocados al paro forzoso —ya se ocupaba el FBI de que nadie les quisiera dar trabajo—, cuando no a la persecución política directa.
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DeGaulle- Revolucionario/a
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Hermosa historia, continuémos con muchas parecidas!!
Granma- Miembro del Soviet
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Oliver Law
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Les llamaban los “Lincolns”, por el batallón “Abraham Lincoln”, los Washingtons, por “George Washington”. Eran los norteamericanos que formaban parte de los Voluntarios Internacionais de la Libertad reclutados por todo el mundo para luchar en la defensa de la República: polacos, checos, alemanes, italianos, ingleses, franceses,... y que intervinieron al lado del ejército de la República en las batallas de Jarama, Brunete, Teruel y en la derrota final del Ebro.
De ellos decía Herbert Matthews, el periodista del New York Times que cubrió la guerra de España, que aprendieron a luchar antes que a desfilar. Su último desfile fue en el otoño de 1938, en las calles de Barcelona, después de que el presidente de gobierno, Juan Negrín, ordenase su retirada.
En Madrid era habitual encontrar a muchos de los norteamericanos de las Brigadas Internacionais en el Hotel Florida, bebiendo y confraternizando con Ernest Hemmingway o con John Dos Passos, que por entonces se dedicaba a escribir en la prensa sobre la guerra de España.
Uno de aquellos voluntarios era Oliver Law.
“Brunete, verano de 1937: en plena batalla, un balazo parte el pecho de Oliver Law.
Oliver era negro y rojo y obrero. Desde Chicago, se había venido a pelear por la república española, en las filas de la Brigada Lincoln.
En la brigada, los negros no integran un regimiento aparte. Por vez primera en la historia de los Estados Unidos, blancos y negros están mezclados. Y por primera vez en la historia de los Estados Unidos, soldados blancos han obedecido las órdenes de un comandante negro.
Un comandante raro: Cuando Oliver Law daba orden de ataque, no contemplaba a sus hombres con prismáticos, sino que se lanzaba a la pelea antes que ellos.
Pero raros son, al fin y al cabo, todos estos voluntarios de las brigadas internacionales, que no combaten por ganar batallas, ni por conquistar territorios, ni por capturar pozos de petróleo.
A veces, Oliver se preguntaba:
-Si esta es una guerra entre blancos, y los blancos nos han esclavizado durante siglos, ¿qué hago yo aquí? ¿Qué hago yo, un negro, aquí?
Y se contestaba:
-Hay que barrer a los fascistas.
Y riendo agregaba, como si fuera un chiste:
-Algunos de nosotros tendrán que morir haciendo este trabajo”.
Eduardo Galeano, Espejos
Algunos de sus compatriotas supervivintes, que también pasaron por los campos de batalla en la Segunda Guerra Mundial, fueron perseguidos a mediados de los años cincuenta durante la "caza de brujas" patrocinada por el senador McCarthy.
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PD: (el texto original está en gallego,lo he traducido para que lo puedan entender mejor la mayoría de camaradas).
eurocomunista_republicano- Novato/a rojo/a
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El gran escritor Hernest Hemiwey siempr apoyo las Brigadas Lincoln.
Que curioso que casi todos los grandes intelectuales fueran socilaistas no?jajaja
Que curioso que casi todos los grandes intelectuales fueran socilaistas no?jajaja
HRcTokarev- Gran camarada
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stalingrado en la memoria- Miembro del Soviet
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Lo echo por el Batallón Internacional Abraham Lincoln fué una gran muestra de solidaridad y compromiso por de los voluntarios norteamericanos a la hora de ayudar a la segunda república española del ataque fascista franquista defendiendo al socialismo-comunismo con el apoyo de la Unión Soviética..
Luego de haber concedido tal sacrificio por la libertad y la igualdad fueron acusados de "simpatizantes de la Unión Soviética" y, durante la Caza de Brujas tras la Segunda Guerra Mundial en la que se persiguió a cualquier sospechoso de ser simpatizante del marxismo, fueron considerados un "peligro" para la seguridad nacional por parte del gobierno estadounidense.
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Luego de haber concedido tal sacrificio por la libertad y la igualdad fueron acusados de "simpatizantes de la Unión Soviética" y, durante la Caza de Brujas tras la Segunda Guerra Mundial en la que se persiguió a cualquier sospechoso de ser simpatizante del marxismo, fueron considerados un "peligro" para la seguridad nacional por parte del gobierno estadounidense.
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Lenny Leonard- Camarada
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Se puede encontrar bastante información por internet buscando en google simplemente.
Me quedo con esta:
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Y con esto:
Sí, hay hombres que contienen un alma sin fronteras. - Miguel Hernández
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camaradavorodin- Revolucionario/a
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No era soldado, era médico, no era norteamericano, era canadiense, pero no podemos olvidar al doctor Norman Bethune, un heroe en China y una leyenda médica en Canada, donde se siguen estudiando sus manuales y se emplean todavía instrumentos médicos diseñados por él. En España, desgraciadamente, es un gran desconocido. Un heroe, un antifascista, un comunista:
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DeGaulle- Revolucionario/a
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camaradavorodin escribió:No era soldado, era médico, no era norteamericano, era canadiense, pero no podemos olvidar al doctor Norman Bethune, un heroe en China y una leyenda médica en Canada, donde se siguen estudiando sus manuales y se emplean todavía instrumentos médicos diseñados por él. En España, desgraciadamente, es un gran desconocido. Un heroe, un antifascista, un comunista:
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En Málaga no es desconocido. Salvó la vida de miles de personas en la masacre de la carretera a Almería.
nàtx- Novato/a rojo/a
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Está muy bien lo de estos hombres, que lucharon por la libertad sin pedir nada a cambio. Bravo por estos camaradas, pero no solo estos si no, todos los que dieron la vida por defender lo suyo y de todos ¡Gracias!
camaradavorodin- Revolucionario/a
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DeGaulle escribió:camaradavorodin escribió:No era soldado, era médico, no era norteamericano, era canadiense, pero no podemos olvidar al doctor Norman Bethune, un heroe en China y una leyenda médica en Canada, donde se siguen estudiando sus manuales y se emplean todavía instrumentos médicos diseñados por él. En España, desgraciadamente, es un gran desconocido. Un heroe, un antifascista, un comunista:
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En Málaga no es desconocido. Salvó la vida de miles de personas en la masacre de la carretera a Almería.
Yo vivo en Málaga desde hace muchos años y, desgraciadamente, entre la mayoría de la población el doctor Norman Bethune es hoy un completo desconocido.
DeGaulle- Revolucionario/a
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camaradavorodin escribió:DeGaulle escribió:camaradavorodin escribió:No era soldado, era médico, no era norteamericano, era canadiense, pero no podemos olvidar al doctor Norman Bethune, un heroe en China y una leyenda médica en Canada, donde se siguen estudiando sus manuales y se emplean todavía instrumentos médicos diseñados por él. En España, desgraciadamente, es un gran desconocido. Un heroe, un antifascista, un comunista:
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En Málaga no es desconocido. Salvó la vida de miles de personas en la masacre de la carretera a Almería.
Yo vivo en Málaga desde hace muchos años y, desgraciadamente, entre la mayoría de la población el doctor Norman Bethune es hoy un completo desconocido.
Te doy la razón, solo es conocido para los que nos informamos sobre nuestros abuelos y nuestra historia. Yo también soy de Málaga.
Razion- Moderador/a
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Fusiono, cambio el título a Héroes de la República - La Brigada Lincoln: los héroes ocultos de América.
Saludos
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