Con L’Oreal el fascismo se maquilla mejor
Champú, desodorante, gel, laca, jabón, pintalabios, perfume, gomina, bronceador, mascarilla, after shafe, depilación, colonia,... nadie se presenta en la calle de la misma forma que en la intimidad de su casa. En la política burguesa, esa que tanto aburre y aborrece, sucede otro tanto; nada es lo que parece; las cosas no son como las presentan ante las cámaras y los micrófonos. Antes hay que pasar por la peluquería, que en la política burguesa son los gabinetes de imagen, porque una imagen vale más que mil palabras, sobre todo si la imagen no tiene nada que ver con el original.
El fascismo se maquilla porque resulta antiestético hasta para la misma burguesía monopolista: El fascismo es compatible con una burda falsificación del parlamentarismo, dijo Dimitrov en 1937. Por eso a veces aparece con la imagen de la democracia burguesa, y a veces incluso con la imagen del socialismo. No es nada fácil observar al fascismo desnudo en su intimidad, sin maquillar.
No se puede entender lo que es el fascismo si no se entiende lo que fue la bancarrota del imperialismo y la agudización de la lucha de clases en los años treinta del pasado siglo, y la manera en que todo ello influyó en la construcción del socialismo en la URSS. La expansión europea del fascismo no se llevó a cabo por la vía militar, al estilo de una invasión desde el exterior, sino que previamente a ella en cada país existían poderosos grupos fascistas internos, estrechamente vinculados al Eje Berlín-Roma. Degrelle en Bélgica, Quisling en Noruega, Seyss-Inquart en Austria y otros parecidos son la quinta columna que, en Francia, con la victoria del Frente Popular, desata una ola de agresiones y atentados dirigidos desde Roma por los fascistas italianos.
El Comité Secreto de Acción Revolucionaria
En enero de 1935 Eugene Deloncle (1890-1944), procedente de las juventudes de Acción Francesa, los Camelots del Rey, funda el Comité Secreto de Acción Revolucionaria, una organización armada clandestina con todo un ceremonial esotérico al estilo del Ku Klux Klan en Estados Unidos. Esos ritos iniciáticos y sectarios son los que le valdrán a su Comité el sobrenombre de La Cagoule (capucha o pasamontañas en francés) con el que ha pasado a la historia. Más tarde, en la época de Vichy, Deloncle fundó y dirigió un partido legal: el Movimiento Social Revolucionario.
Para cometer sus crímenes La Cagoule tuvo, además de Roma, el apoyo financiero de algunos monopolistas franceses, como Louis Renault (el de los coches) y Eugene Schueller (1881-1957), fundador de L’Oreal, la multinacional de los afeites y enjuagues. Schueller era amigo íntimo de Deloncle y durante el gobierno de Petain fue con él uno de los dirigentes del Movimiento Social Revolucionario. Las reuniones secretas de La Cagoule se celebraban en su despacho personal en la misma sede de L’Oreal. Otra de la sedes de La Cagoule era el internado de los maristas en el número 104 de la calle Vaugirard en París. Entre otros pistoleros fascistas, estudiaban allí François Mitterrand y André Bettencourt.
Uno de los encargos de Mussolini que se discutían en las reuniones de La Cagoule era la liquidación física de los comunistas y antifascistas franceses, así como de los refugiados políticos de otros países. Los contactos de los pistoleros cagoulards con los servicios secretos de Mussolini también tenían su glamour: se hacían en la costa azul, en sitios como Niza o Mónaco. Allí el emisario del Duce era el capitán Navale, jefe del contraespionaje italiano en Turín. La Cagoule estaba representada por Joseph Darnand, un antiguo oficial del ejército francés.
En la costa azul Darnand preparaba con el espionaje italiano el transporte de armas a Franco durante nuestra guerra civil y el sabotaje de las que tenían como destino a la República. Una de las primeras visitas que hicieron Deloncle y su adjunto, el general de aviación Duseigneur, fue al cuartel general de Franco durante nuestra guerra civil. Pero Deloncle no sólo estuvo en Salamanca; también visitó en Madrid a la quinta columna, entre ellos al embajador de Chile, que le falsificó un pasaporte diplomático a nombre de Héctor Dávila Soles el 20 de abril de 1937 para que pudiera cometer sus crímenes con plena impunidad.
También Mussolini les recibió en persona. Era un canje: Franco y Mussolini ayudaban a los pistoleros franceses y éstos ayudaban a aquellos. La Cagoule disponía de tres emisoras de radio en Mónaco, Bélgica y en la España franquista.
La participación de los hitlerianos fue menor, pero el embajador del Reich en París, Otto Abetz, y el jefe de la Gestapo, Reinhardt Heydrich, estaban al corriente de todos los movimientos. Deloncle también estuvo en contacto durante la ocupación con el almirante Canaris, el jefe del Abwehr, el contraespionaje alemán. Su relación era tan estrecha que cuando Canaris fue ejecutado por los propios nazis por intentar de sacudirse al fracasado Hitler al final de la guerra mundial, Deloncle fue ejecutado al mismo tiempo en París por la Gestapo: se presentaron en su casa y le acribillaron delante de toda su familia; también murió su hijo. Era ya un 17 de enero de 1944.
El reguero de sangre
El asesinato el 9 junio de 1937 de los hermanos Carlo y Nello Roselli, antifascistas italianos refugiados en Francia, fue uno de aquellos encargos de Mussolini a Pariani (subsecretario de guerra), de éste a Navale y de éste a Darnand. Ésa era la cadena de mando pero el autor material fue Jean Filliol, que lo ejecutó de una manera realmente salvaje, apuñalándoles con una bayoneta. Carlo Rosselli había sido profesor de economía en Génova; se fugó de la cárcel refugiándose en Francia, donde prosiguió su lucha editando la revista Justicia y Libertad.
Otro encargo para los cagoulards fue el sabotaje en agosto de los aviones preparados en el hangar del aeródromo de Toussus-le-Noble, para reforzar los arsenales de nuestra República. Vestido de oficial de aviación, Filliol ejecutó un auténtico trabajo de profesionales: era la primera vez que se empleó un explosivo plástico. No faltó la guinda intoxicadora a este trabajo perfecto: la prensa burguesa clama contra un atentado que imputa a los comunistas. La legalidad remataba el trabajo de la ilegalidad; la democracia se complementaba con el fascismo.
13 de febrero de 1936: intento de asesinato de León Blum; 23 de enero de 1937: Filliol apuñala en París al economista soviético Dimitri Navachin y a su perro con la bayoneta; 8 febrero: asesinato de Maurice Juif; 16 de setiembre: explosiones en dos sedes de la patronal en las que mueren dos policías para que la prensa pueda seguir acusando a la CGT y a los comunistas; 5 de julio de 1941: asesinato de Marx Dormoy. En Niza las empresas que envían suministros a nuestra República vuelan por los aires. Una bomba destruye el almacén de frutas Arbonna; otra, la sociedad de transportes Pestalacci; otra más, el buque republicano Turia, fondeado en el puerto por orden del gobierno francés... los fascistas tardan en darse cuenta de que, en realidad, el barco es propiedad suya y entonces Franco protesta oficialmente.
A petición de los servicios secretos franquistas, La Cagoule infiltra entre las Brigadas Internacionales a un tal Jean-Baptiste Leon, que coincide en la misma unidad que Ramón Mercader, el que en 1940 ejecutaría a Trotski en México. En plena guerra civil, la Gaceta de Salamanca publicó el 19 de enero de 1937 en primera página la foto del tal Jean-Baptiste Leon, calificándole de voluntario francés muerto en la lucha contra el comunismo. Se trataba de una impresión falsificada; la edición original del periódico no mencionaba nada de eso. El galoso Francisco Paesa hizo lo mismo muchas décadas después. Se trataba de borrar las pistas que conducían hasta él.
Los servicios de inteligencia de las Brigadas Internacionales supieron inmediatamente del intento de infiltración de los cagoulards, la mayor parte de los cuales eran originarios de Niza. Casi todos fueron identificados al cruzar la frontera en Irún. Se trataba de viejos renegados del comunismo que habían seguido a Jacques Doriot al Partido Popular francés.
Para depurar a los infiltrados, André Marty, comisario político de las Brigadas Internacionales, creó un tribunal militar en Albacete. Por eso los fascistas le han llamado siempre, y le siguen llamando, el carnicero de Albacete. Las cosas vueltas del revés.
Con ayuda del SS Theo Dannecker, representante de Adolf Eichmann, se crea una organización dentro de la organización, la Comunidad Francesa, cuyo objetivo es liberar a Francia de judíos y franc-masones. Ésta es la que organiza el expolio de los judíos en Francia, para provecho de sus propios miembros, entre ellos Jacques Correze y Jean Filliol.
Los pistoleros en el gobierno de Vichy
A veces una biografía es la metáfora de todo un país, o al menos de una clase social. La de Mitterrand expresa los avatares de los monopolistas y reaccionarios franceses en la encrucijada del pasado siglo. No sabían en qué cesta poner sus huevos, un síntoma de la debilidad y la decadencia irreversible del imperialismo francés. Después de 1940 la burguesía francesa, lo mismo que Francia, tenía el corazón partido. Petain en Vichy, De Gaulle en Londres y Hitler en París. Entonces Mitterrand era un joven fascista comprometido a fondo con la reacción. No cabe duda de que el socialista empezó como fascista, sumándose a la revolución nacional de Petain. Fue funcionario del comisariado general de prisioneros de guerra. En marzo-abril de 1943 fue condecorado con la cruz gálica por los servicios prestados.
Tras el armisticio de junio de 1940, los criminales de La Cagoule se incorporan al gobierno de Petain. Deloncle fusiona su Movimiento Social Revolucionario con la Agrupación Nacional Popular de Marcel Deat, un tránsfuga de la socialdemocracia al fascismo, el camino inverso de Mitterrand. En aquel partido se juntaron aventureros muy variopintos, entre ellos los dirigentes trotskistas Henri Molinier y Lambert; el primero de ellos toma la palabra en uno de los congresos de los vichystas; el otro no era aún tan conocido como lo fue después como jefe de la OCI, una de las sectas de la IV Internacional.
Miterrand siempre fue un íntimo amigo de René Bousquet (1909-1993), primero prefecto y luego secretario general de la policía vichysta, nombrado por Laval el 18 de abril de 1942. Lo fue hasta que fue relevado por Darnand el 31 de diciembre del año siguiente. Todavía fueron buenos momentos aquellos para los vichystas; aquellos en los que la policía torturó y asesinó a nuestro camarada Conrado Miret Musté y en los que torturaron al destacamento de Manouchian. Bousquet se veía con Heydrich cuando éste viajaba a París y negociaba con el general Oberg de las Waffen SS. Tras la guerra fue nombrado director del Banco de Indochina y recibió la Legión de Honor. Por tanto, también fue condecorado, pero a diferencia de su amigo Mitterrand, lo fue por la democracia (burguesa). En realidad, tanto en España como en Francia, no hay torturador ni asesino en serie que no haya sido condecorado con todos los honores que merecía por los servicios prestados (a la burguesía y a su Estado de Desecho).
A Bousquet le sucedió en el cargo Darnand (1897-1945) que, como ya hemos dicho, había abandonado el ejército en 1921 para crear una empresa de transportes en Niza. Fue una pieza clave de los cagoulards; desde el sur de Francia dirigía la Legión Francesa de Combatientes; después, en 1942, creó en Túnez la Falange Africana, luego creó el SOL, transformado más tarde en la Milicia francesa; en agosto del siguiente año alcanzó el grado de Obersturmführer de la Waffen SS y, finalmente, Laval le nombró director general de la policía del gobierno de Vichy (enero de 1944). Apenas tuvo tiempo de sentarse en su cargo. Huyó a Alemania, luego a Italia, donde combatió a la guerrilla comunista hasta que le detuvieron, le enviaron a Francia, le juzgaron y le ejecutaron el 10 de octubre de 1945.
Por su parte, otro cagoulard, Jean-Marie Bouvyer, cómplice del asesinato de los hermanos Roselli, fue nombrado el 19 de abril 1944 jefe del servicio de investigación del Comisariado de cuestiones judías en el gobierno de Petain. El culebrón y el relato rosa están unidos al glamour. Antes y después de la ocupación de Francia, de 1942 a 1947, la amante de Bouvyer era Marie-Josèphe, marquesa de Corlieu, hermana de Mitterrand.
Al principio todo iba viento en popa, todo era fascismo puro y duro, pero la apuesta de Vichy era muy fuerte para los monopolistas franceses y hacían falta recambios (por si acaso). Quizá todo se viniera abajo, quizá se habían equivocado en sus alianzas. Las victorias disipan las dudas, pero las derrotas las acrecientan y en el siglo XX hay un antes y un después de Stalingrado. Con Hitler lejos de Moscú todos los planes se venían abajo.
Con la medalla en el pecho, como muchos otros fascistas, Mitterrand quiso jugar un doble juego. Por eso sus biógrafos oficiales dicen que en 1942, en plena orgía vichysta, se pasó a la resistencia. Quizá cambió de bando del mismo modo que Rudolf Hess se pasó a los británicos tres años antes. El caso es que los libros de historia dicen lo siguiente: Mitterrand no enviaba a los antifascistas a los campos de concentración sino que los libraba de ese destino fatal.
El álbum de familia de los fascistas franceses
Miterrand estaba en medio de la mierda más pestilente. Todos los hilos de La Cagoule pasaban por él. En 1939 la nieta de Deloncle, Edith Cahier, se casó con Robert Mitterrand, uno de los hermanos del futuro Presidente de la República, que se puso a trabajar tras la guerra de inmediato para que no fusilaran a sus camaradas. Mitterrand fue a la cárcel a visitar al colaboracionista y asesino Bouvyer y luego testificó en el juicio a su favor. Eso era posible porque, a su vez, Miterrand nunca fue considerado como el criminal de guerra que había sido. Desde luego no era el testimonio desinteresado que cabe esperar en un juicio. Aunque los boletines oficiales dicen que Bouvyer había sido el comisario de cuestiones judías de Vichy, su juicio cambió las cosas con el estupendo maquillaje de L’Oreal: en realidad Bouvyer, lo mismo que Mitterrand, había sido un resistente que escondía en su casa los instrumentos necesarios para elaborar documentación falsa para el Movimiento de prisioneros de guerra que dirigía Mitterrand. Tampoco tuvo nada que ver con el asesinato de los hermanos Rosselli. Así quedó la verdad oficial. Las cosas no eran lo que siempre habían parecido, sino justo al revés.
En 1945 los fascistas tenían que sobrevivir porque más allá de los Pirineos sí hubo una pequeña transición: los fascistas fueron juzgados, enviados a la cárcel y a veces fusilados. Por eso los cagoulards no tuvieron empacho en hacerse pasar como resistentes. El maquillaje ayuda. El viejo cagoulard Bouvyer renegó de sus ideas juveniles, dijo estar dispuesto a denunciar a sus camaradas de antaño y trabó amistad íntima con Miterrand. En 1946 la madre de Bouvyer, Antoinette, fue la madrina de Jean-Christophe, el hijo de Mitterrand.
Aquel maldito año de la transición francesa, Schueller y Bettencourt, los de cosméticos L’Oreal, también lo pasaron mal, pero también contaron con el testimonio favorable de Mitterrand en sus juicios respectivos. Por eso a finales de 1945 le devolvieron el favor nombrándole director de Ediciones Rond-Point que publicaba la revista Nueva Belleza. Al año siguiente le financiaron su campaña electoral en Nièvre.
L’Oreal en España
Jacques Correze era el hijo adoptivo de Deloncle. Cuando la Gestapo acribilló a Deloncle en París, él se casó con su viuda. Estuvo combatiendo al bolchevismo en la guerra mundial en las filas de la Legión Francesa, es decir, integrado en la Waffen SS. Salió de la cárcel en 1949 y Schueller le dio trabajo en L’Oreal como director de la multinacional para España y América Latina. Luego siguió su carrera comercial como delegado para Estados Unidos.
Pero el destino capitalista es inescrutable y L’Oreal, que había sostenido el holocausto en Francia, fue comprada en 1988 por la sociedad americana de cosméticos Helena Rubinstein, de innegable raigambre judía. Entonces la Liga Árabe le aplicó las normas de bloqueo internacional contra Israel. Obsequiso hacia los nuevos dueños, Correze fue el encargado de negociar el levantamiento del boicot. Nos lo imaginamos en una jaima diciéndoles cosas como ésta: Yo he enviado más judíos al matadero en Francia que vosotros en Palestina. Son argumentos comerciales convincentes.
Mitterrand no fue el único alumno marista cuya carrera fue lanzada por L’Oreal: está el caso de François Dalle. En 1990 el judío Jean Frydman se querelló en los juzgados contra Dalle por haberle despedido de una filial de L’Oreal por motivos racistas, a causa de las presiones de la Liga Árabe. Pero todo el enojoso asunto (político) se tapó con un acuerdo (comercial) entre ambas partes. No hay nada como el maquillaje para que los pequeños defectillos pasen desapercibidos.
Schueller, Bettencourt y L’Oreal, lo mismo que Mitterrand, podían jugar a todas las barajas: de pistoleros fascistas pasaron a ser considerados resistentes y de matar judíos también podían pasar a formar parte de una de las sucursales del capital judío internacional.
Tras la guerra, Schueller dejó L’Oreal en las manos del marista Bettencourt, que en 1950 se casó con Liliane, su única hija. Hoy Lilianne Bettencourt es la mujer más rica de Francia.
Otro que acabó sus días en España fue el pistolero Filliol, que huyó tras la derrota de los vichystas y logró pasar desapercibido aquí, a pesar de haber sido condenado en rebeldía tres veces a la pena capital. La España de Franco se convertía en el santuario del terrorismo internacional: además de Filliol aquí se refugiaron nazis de la talla de Leon Degrelle y el SS Otto Skorzeny. Filliol acabó plácidamente sus días trabajando para L’Oreal en Madrid, rodeado de falangistas, tomando vermú en el bar de Chicote en la Gran Vía.
En España L’Oreal se impulsa de la mano del Opus Dei, siendo su capataz Henri Deloncle, el hermano del cagoulard. Los fascistas se siguen maquillando; de la Cagoule al Opus Dei, otro signo de los nuevos tiempos. En París, en la calle Saint-Dominique, la oficina de Bettencourt cuando éste dirigía la PropagandaStaffel, se convierte en la sede central del Opus Dei para Francia. El hermano de Mitterrand, Robert, se instala en calle Dufrenoy, en una casa que, dirigida par Jean Ousset, también será sede del Opus Dei.
De asesino a ministro de Justicia
Los tiempos cambiaban pero el capitalismo seguía necesitando su tributo de sangre; además, ya no necesitaban la capucha porque todo era legal, hasta el punto de que en 1956 Mitterrand es el ministro de Justicia del gobierno socialfascista de Guy Mollet. Ya no necesita matar; le basta con firmar las órdenes de ejecución de penas capitales impuestas por los tribunales militares. Firmó más de 30 de esas órdenes entre 1955 y 1956 contra militantes del FLN argelino. Según una investigación de Le Point, de los 45 expedientes que pasaron por las manos de Miterrand cuando era ministro de Justicia, sólo en siete de ellos pidió la conmutación de la pena capital. De 1956 a 1962 los imperialistas franceses fusilaron a 222 militantes argelinos. Naturalmente porque eran terroristas. Nos explicaremos mejor: eran terroristas en Francia y héroes en Argelia (cuando ésta logró su derecho a la independencia).
Ahora bien, Mitterrand ha pasado a la historia (burguesa) por ser ese buen socialista que en 1981, desde la Presidencia de la República, abolió la pena de muerte. ¿Acaso ya no quedaba nadie a quién matar? Sí había, pero tuvo que volver otra vez La Cagoule. Al fin y al cabo, los 30 asesinatos de los GAL entre 1983 y 1987 se cometieron en Francia bajo el visto bueno de Mitterrand y de las policías española y francesa, que siempre aparecieron entremezcladas con mafiosos y gangsters. A los refugiados vascos, Mitterrand les cambió su derecho de asilo por un certificado de defunción, todo ello de conformidad con Felipe González y los cagoulards hispánicos. Así es la dialécica de la historia: de la ilegalidad a la legalidad para acabar de nuevo en la ilegalidad. El caso es matar. En 1999 en París se creó una asociación de víctimas del terrorismo... de Estado, entre las cuales reivindica las de nuestros camaradas Eizaguirre y Fernández Cario. La lista de asesinatos es espeluznante; supera el centenar: el comunista egipcio Henri Curiel, Ben Barka, refugiados palestinos, resistentes sudafricanos... Los que quieran un listado pueden leer L'Humanité de 1 noviembre de 1999.
Mitterrand dijo una vez que la República no debía ninguna excusa a las víctimas del régimen de Vichy. El Estado de Desecho hace (deshace) siempre lo que tiene que hacer (deshacer) para que la explotación siga su curso. Lo mismo que Mitterand han dicho siempre en España hombres de paja como Eligio Hernández y Rodríguez Ibarra, apologistas de los GAL y el terrorismo de Estado desde sus cargos oficiales. No pasa nada. Aunque tarden o se mueran con las botas puestas, los políticos como Mitterrand, Hernández o Ibarra van y vienen. Pero siempre hay algo que no cambia nunca; más que infraestructura, como la llamaba Marx, habría que llamarla subterránea. Lo otro es el chocolate del loro, ese alpiste electoral que nos despista.
La asociación de víctimas del terrorismo de Estado creada en París se llama Memoria, verdad, justicia. En los años cincuenta Mitterrand y otros como él podían hablar de la guerra de Argelia para justificar sus fusilamientos, pero a partir de los sesenta no cabía excusa para seguir matando. No tenemos que aclarar que jamás hubo ni investigaciones, ni condenas, ni juicios. El Estado de Desecho no puede perder el tiempo en investigarse a sí mismo. Sólo nos queda la historia y Memoria, verdad, justicia ha logrado que se abran los archivos para saber a ciencia cierta lo que sospechamos.
Los fontaneros también necesitan maquillaje
Hubert Vedrine no es un político conocido en España, pero en Francia formó parte durante varios años de los fontaneros del Estado, que es como se denomina a todos aquellos que están fuera de los focos y los micrófonos, haciendo el trabajo sucio de los monopolistas, las tareas ilegales y desagradables que todo Estado de Derecho tiene que llevar a cabo para sostener el régimen burgués de explotación a trancas y barrancas.
Desde que asesinaron a Luxemburgo y Liebknecht, la socialdemocracia es especialista en ese tipo de tareas, como los GAL demostraron en España. Vedrine forma parte de esta socialdemocracia europea que hiede por todos sus costados. Su padre, Jean, fue un dirigente cagoulard condecorado por el gobierno de Petain.
Había sido concejal en su pueblo y militó en Intercambios y proyectos, una asociación presidida por Jacques Delors, también socialdemocrata y durante años presidente de la Comisión Europea. Cuando en 1981 Mitterrand llegó al Elíseo, Vedrine fue su hombre invisible: le nombró secretario general de la Presidencia de la República. Uña y carne. También fue su hombre más visible, su portavoz casi personal. Ocupó el Ministerio de Cultura durante una etapa, pero su verdadera especialidad es la política exterior, es decir, el imperialismo francés. A partir de 1994, a medida que se agravaba la enfermedad del Presidente, Vedrine desempeñó un papel más relevante, por no decir que él era realmente el Presidente.
En 1990 convivía en su misma casa el reverendo padre Nicolas Glencross, un viejo amigo de la familia que atesoraba, allí mismo, el estudio de pornografía infantil más importante jamás descubierto por la policía en Europa. Las fotografías del padre Nicolas Glencross se difundían por medio del también reverendo Joseph Doucé a un editor nazi, Michel Caugnet, que las comercializaba. El nazi Michel Caignet también difundía las fotos de Bernard Alapetite, un viejo mlitante del Frente Nacional próximo al abogado Gabriel Jeantet.
A pesar de la gravedad del crimen, el padre Glencross consiguió su libertad provisional, pero falleció poco tiempo después; el padre Doucé fue asesinado y Vedrine jamás fue interrogado acerca del estudio de pornografía infantil que había en su casa; ni siquiera como testigo. Nada. Son los privilegios del poder.
Había muchos asuntillos de ese tipo, por ejemplo, una venta de terrenos militares poco clara en Var. Pero todo eso son minucias. Como Mitterrand y como todos los imperialistas degenerados, Vedrine es un personaje corrupto hasta la médula, hasta el mismo tuétano de sus huesos, pero eso no le ha impedido nunca levantar la cabeza y hablar con el mayor descaro. Es un columnista habitual de Le Point, es decir, es de esos que crean opinión en Francia. No hace mucho publicaba un libro titulado Los mundos de François Mitterrand en el que justificaba la política imperialista francesa en África, incluido el genocidio en Ruanda.
No podía ser de otra forma porque Vedrine es uno de los responsables directos de ese genocidio. Las asociaciones ruandesas de derechos humanos han exigido su comparecencia ante el tribunal internacional, siempre sin éxito. Vedrine es intocable y cuando el crimen no tiene castigo lo que tiene es recompensa. En 1995 Vedrine fue nombrado miembro del Consejo de Estado, que en Francia no es un florero, como en España. De ahí pasa a lo privado, a la Comisión Trilateral, aunque no de una manera pacífica porque incluso en Francia aún hay quien tiene una pizca de dignidad o le gusta guardar las formas y no mezclarse con indeseables: el embajador Gilles Martinet dimitió de la Trilateral.
Esto merece una explicación breve: Gilles Martinet también es militante de la socialdemocracia y fue uno de los pocos que se opuso a que Mitterrand se apoderara del partido socialista francés (entonces con las siglas SFIO), aduciendo inútilmente el origen vichysta del futuro Presidente de la República. Una cosa es ser un socialfascista y otra es que se note demasiado. Pero no son sólo los socialfascistas. Chirac, un derechista, nombró a Vedrine, un izquierdista, para el cargo de Ministro de Asuntos Exteriores.
Si lo tuviéramos confirmado deberíamos añadir aquí que Vedrine tiene negocios comunes con la familia real de Marruecos, pero lo dejamos simplemente apuntado. El caso es que pasa temporadas con el rey de Marruecos, que es un puntal del imperialismo francés en el norte de África, y en la etapa del Aznar en La Moncloa, también un foco de problemas por el alineamiento español con Estados Unidos. Recordemos el asunto de la isla de Perejil.
Al tiempo que Vedrine entraba en la Trilateral, entraba también en el despacho de abogados Jeantet y Asociados. Ya hemos dicho que el abogado Gabriel Jeantet es un hombre muy cercano al fascista y pederasta Alapetite, a su vez en relación con el nazi Michel Caignet. Para dejarnos de eufemismos diremos que el abogado Jeantet es un vichysta. Fue uno de los dirigentes de La Cagoule y también padrino en la fulgurante y camaleónica carrera política de Mitterrand. Jeantet aupó a Mitterrand en la orden clerical vichysta a la que éste pertenecía en tiempos de Petain: la Francisca. Bajo el vichysmo, Jeantet dirigió la revista de La Cagoule, llamada Nuevo Estado en la que Mitterrand publicó en noviembre de 1942 un artículo titulado Peregrinaje a Turingia.
Y así volvemos siempre al principio de todo...
Extraído de la censurada web Antorcha.
Champú, desodorante, gel, laca, jabón, pintalabios, perfume, gomina, bronceador, mascarilla, after shafe, depilación, colonia,... nadie se presenta en la calle de la misma forma que en la intimidad de su casa. En la política burguesa, esa que tanto aburre y aborrece, sucede otro tanto; nada es lo que parece; las cosas no son como las presentan ante las cámaras y los micrófonos. Antes hay que pasar por la peluquería, que en la política burguesa son los gabinetes de imagen, porque una imagen vale más que mil palabras, sobre todo si la imagen no tiene nada que ver con el original.
El fascismo se maquilla porque resulta antiestético hasta para la misma burguesía monopolista: El fascismo es compatible con una burda falsificación del parlamentarismo, dijo Dimitrov en 1937. Por eso a veces aparece con la imagen de la democracia burguesa, y a veces incluso con la imagen del socialismo. No es nada fácil observar al fascismo desnudo en su intimidad, sin maquillar.
No se puede entender lo que es el fascismo si no se entiende lo que fue la bancarrota del imperialismo y la agudización de la lucha de clases en los años treinta del pasado siglo, y la manera en que todo ello influyó en la construcción del socialismo en la URSS. La expansión europea del fascismo no se llevó a cabo por la vía militar, al estilo de una invasión desde el exterior, sino que previamente a ella en cada país existían poderosos grupos fascistas internos, estrechamente vinculados al Eje Berlín-Roma. Degrelle en Bélgica, Quisling en Noruega, Seyss-Inquart en Austria y otros parecidos son la quinta columna que, en Francia, con la victoria del Frente Popular, desata una ola de agresiones y atentados dirigidos desde Roma por los fascistas italianos.
El Comité Secreto de Acción Revolucionaria
En enero de 1935 Eugene Deloncle (1890-1944), procedente de las juventudes de Acción Francesa, los Camelots del Rey, funda el Comité Secreto de Acción Revolucionaria, una organización armada clandestina con todo un ceremonial esotérico al estilo del Ku Klux Klan en Estados Unidos. Esos ritos iniciáticos y sectarios son los que le valdrán a su Comité el sobrenombre de La Cagoule (capucha o pasamontañas en francés) con el que ha pasado a la historia. Más tarde, en la época de Vichy, Deloncle fundó y dirigió un partido legal: el Movimiento Social Revolucionario.
Para cometer sus crímenes La Cagoule tuvo, además de Roma, el apoyo financiero de algunos monopolistas franceses, como Louis Renault (el de los coches) y Eugene Schueller (1881-1957), fundador de L’Oreal, la multinacional de los afeites y enjuagues. Schueller era amigo íntimo de Deloncle y durante el gobierno de Petain fue con él uno de los dirigentes del Movimiento Social Revolucionario. Las reuniones secretas de La Cagoule se celebraban en su despacho personal en la misma sede de L’Oreal. Otra de la sedes de La Cagoule era el internado de los maristas en el número 104 de la calle Vaugirard en París. Entre otros pistoleros fascistas, estudiaban allí François Mitterrand y André Bettencourt.
Uno de los encargos de Mussolini que se discutían en las reuniones de La Cagoule era la liquidación física de los comunistas y antifascistas franceses, así como de los refugiados políticos de otros países. Los contactos de los pistoleros cagoulards con los servicios secretos de Mussolini también tenían su glamour: se hacían en la costa azul, en sitios como Niza o Mónaco. Allí el emisario del Duce era el capitán Navale, jefe del contraespionaje italiano en Turín. La Cagoule estaba representada por Joseph Darnand, un antiguo oficial del ejército francés.
En la costa azul Darnand preparaba con el espionaje italiano el transporte de armas a Franco durante nuestra guerra civil y el sabotaje de las que tenían como destino a la República. Una de las primeras visitas que hicieron Deloncle y su adjunto, el general de aviación Duseigneur, fue al cuartel general de Franco durante nuestra guerra civil. Pero Deloncle no sólo estuvo en Salamanca; también visitó en Madrid a la quinta columna, entre ellos al embajador de Chile, que le falsificó un pasaporte diplomático a nombre de Héctor Dávila Soles el 20 de abril de 1937 para que pudiera cometer sus crímenes con plena impunidad.
También Mussolini les recibió en persona. Era un canje: Franco y Mussolini ayudaban a los pistoleros franceses y éstos ayudaban a aquellos. La Cagoule disponía de tres emisoras de radio en Mónaco, Bélgica y en la España franquista.
La participación de los hitlerianos fue menor, pero el embajador del Reich en París, Otto Abetz, y el jefe de la Gestapo, Reinhardt Heydrich, estaban al corriente de todos los movimientos. Deloncle también estuvo en contacto durante la ocupación con el almirante Canaris, el jefe del Abwehr, el contraespionaje alemán. Su relación era tan estrecha que cuando Canaris fue ejecutado por los propios nazis por intentar de sacudirse al fracasado Hitler al final de la guerra mundial, Deloncle fue ejecutado al mismo tiempo en París por la Gestapo: se presentaron en su casa y le acribillaron delante de toda su familia; también murió su hijo. Era ya un 17 de enero de 1944.
El reguero de sangre
El asesinato el 9 junio de 1937 de los hermanos Carlo y Nello Roselli, antifascistas italianos refugiados en Francia, fue uno de aquellos encargos de Mussolini a Pariani (subsecretario de guerra), de éste a Navale y de éste a Darnand. Ésa era la cadena de mando pero el autor material fue Jean Filliol, que lo ejecutó de una manera realmente salvaje, apuñalándoles con una bayoneta. Carlo Rosselli había sido profesor de economía en Génova; se fugó de la cárcel refugiándose en Francia, donde prosiguió su lucha editando la revista Justicia y Libertad.
Otro encargo para los cagoulards fue el sabotaje en agosto de los aviones preparados en el hangar del aeródromo de Toussus-le-Noble, para reforzar los arsenales de nuestra República. Vestido de oficial de aviación, Filliol ejecutó un auténtico trabajo de profesionales: era la primera vez que se empleó un explosivo plástico. No faltó la guinda intoxicadora a este trabajo perfecto: la prensa burguesa clama contra un atentado que imputa a los comunistas. La legalidad remataba el trabajo de la ilegalidad; la democracia se complementaba con el fascismo.
13 de febrero de 1936: intento de asesinato de León Blum; 23 de enero de 1937: Filliol apuñala en París al economista soviético Dimitri Navachin y a su perro con la bayoneta; 8 febrero: asesinato de Maurice Juif; 16 de setiembre: explosiones en dos sedes de la patronal en las que mueren dos policías para que la prensa pueda seguir acusando a la CGT y a los comunistas; 5 de julio de 1941: asesinato de Marx Dormoy. En Niza las empresas que envían suministros a nuestra República vuelan por los aires. Una bomba destruye el almacén de frutas Arbonna; otra, la sociedad de transportes Pestalacci; otra más, el buque republicano Turia, fondeado en el puerto por orden del gobierno francés... los fascistas tardan en darse cuenta de que, en realidad, el barco es propiedad suya y entonces Franco protesta oficialmente.
A petición de los servicios secretos franquistas, La Cagoule infiltra entre las Brigadas Internacionales a un tal Jean-Baptiste Leon, que coincide en la misma unidad que Ramón Mercader, el que en 1940 ejecutaría a Trotski en México. En plena guerra civil, la Gaceta de Salamanca publicó el 19 de enero de 1937 en primera página la foto del tal Jean-Baptiste Leon, calificándole de voluntario francés muerto en la lucha contra el comunismo. Se trataba de una impresión falsificada; la edición original del periódico no mencionaba nada de eso. El galoso Francisco Paesa hizo lo mismo muchas décadas después. Se trataba de borrar las pistas que conducían hasta él.
Los servicios de inteligencia de las Brigadas Internacionales supieron inmediatamente del intento de infiltración de los cagoulards, la mayor parte de los cuales eran originarios de Niza. Casi todos fueron identificados al cruzar la frontera en Irún. Se trataba de viejos renegados del comunismo que habían seguido a Jacques Doriot al Partido Popular francés.
Para depurar a los infiltrados, André Marty, comisario político de las Brigadas Internacionales, creó un tribunal militar en Albacete. Por eso los fascistas le han llamado siempre, y le siguen llamando, el carnicero de Albacete. Las cosas vueltas del revés.
Con ayuda del SS Theo Dannecker, representante de Adolf Eichmann, se crea una organización dentro de la organización, la Comunidad Francesa, cuyo objetivo es liberar a Francia de judíos y franc-masones. Ésta es la que organiza el expolio de los judíos en Francia, para provecho de sus propios miembros, entre ellos Jacques Correze y Jean Filliol.
Los pistoleros en el gobierno de Vichy
A veces una biografía es la metáfora de todo un país, o al menos de una clase social. La de Mitterrand expresa los avatares de los monopolistas y reaccionarios franceses en la encrucijada del pasado siglo. No sabían en qué cesta poner sus huevos, un síntoma de la debilidad y la decadencia irreversible del imperialismo francés. Después de 1940 la burguesía francesa, lo mismo que Francia, tenía el corazón partido. Petain en Vichy, De Gaulle en Londres y Hitler en París. Entonces Mitterrand era un joven fascista comprometido a fondo con la reacción. No cabe duda de que el socialista empezó como fascista, sumándose a la revolución nacional de Petain. Fue funcionario del comisariado general de prisioneros de guerra. En marzo-abril de 1943 fue condecorado con la cruz gálica por los servicios prestados.
Tras el armisticio de junio de 1940, los criminales de La Cagoule se incorporan al gobierno de Petain. Deloncle fusiona su Movimiento Social Revolucionario con la Agrupación Nacional Popular de Marcel Deat, un tránsfuga de la socialdemocracia al fascismo, el camino inverso de Mitterrand. En aquel partido se juntaron aventureros muy variopintos, entre ellos los dirigentes trotskistas Henri Molinier y Lambert; el primero de ellos toma la palabra en uno de los congresos de los vichystas; el otro no era aún tan conocido como lo fue después como jefe de la OCI, una de las sectas de la IV Internacional.
Miterrand siempre fue un íntimo amigo de René Bousquet (1909-1993), primero prefecto y luego secretario general de la policía vichysta, nombrado por Laval el 18 de abril de 1942. Lo fue hasta que fue relevado por Darnand el 31 de diciembre del año siguiente. Todavía fueron buenos momentos aquellos para los vichystas; aquellos en los que la policía torturó y asesinó a nuestro camarada Conrado Miret Musté y en los que torturaron al destacamento de Manouchian. Bousquet se veía con Heydrich cuando éste viajaba a París y negociaba con el general Oberg de las Waffen SS. Tras la guerra fue nombrado director del Banco de Indochina y recibió la Legión de Honor. Por tanto, también fue condecorado, pero a diferencia de su amigo Mitterrand, lo fue por la democracia (burguesa). En realidad, tanto en España como en Francia, no hay torturador ni asesino en serie que no haya sido condecorado con todos los honores que merecía por los servicios prestados (a la burguesía y a su Estado de Desecho).
A Bousquet le sucedió en el cargo Darnand (1897-1945) que, como ya hemos dicho, había abandonado el ejército en 1921 para crear una empresa de transportes en Niza. Fue una pieza clave de los cagoulards; desde el sur de Francia dirigía la Legión Francesa de Combatientes; después, en 1942, creó en Túnez la Falange Africana, luego creó el SOL, transformado más tarde en la Milicia francesa; en agosto del siguiente año alcanzó el grado de Obersturmführer de la Waffen SS y, finalmente, Laval le nombró director general de la policía del gobierno de Vichy (enero de 1944). Apenas tuvo tiempo de sentarse en su cargo. Huyó a Alemania, luego a Italia, donde combatió a la guerrilla comunista hasta que le detuvieron, le enviaron a Francia, le juzgaron y le ejecutaron el 10 de octubre de 1945.
Por su parte, otro cagoulard, Jean-Marie Bouvyer, cómplice del asesinato de los hermanos Roselli, fue nombrado el 19 de abril 1944 jefe del servicio de investigación del Comisariado de cuestiones judías en el gobierno de Petain. El culebrón y el relato rosa están unidos al glamour. Antes y después de la ocupación de Francia, de 1942 a 1947, la amante de Bouvyer era Marie-Josèphe, marquesa de Corlieu, hermana de Mitterrand.
Al principio todo iba viento en popa, todo era fascismo puro y duro, pero la apuesta de Vichy era muy fuerte para los monopolistas franceses y hacían falta recambios (por si acaso). Quizá todo se viniera abajo, quizá se habían equivocado en sus alianzas. Las victorias disipan las dudas, pero las derrotas las acrecientan y en el siglo XX hay un antes y un después de Stalingrado. Con Hitler lejos de Moscú todos los planes se venían abajo.
Con la medalla en el pecho, como muchos otros fascistas, Mitterrand quiso jugar un doble juego. Por eso sus biógrafos oficiales dicen que en 1942, en plena orgía vichysta, se pasó a la resistencia. Quizá cambió de bando del mismo modo que Rudolf Hess se pasó a los británicos tres años antes. El caso es que los libros de historia dicen lo siguiente: Mitterrand no enviaba a los antifascistas a los campos de concentración sino que los libraba de ese destino fatal.
El álbum de familia de los fascistas franceses
Miterrand estaba en medio de la mierda más pestilente. Todos los hilos de La Cagoule pasaban por él. En 1939 la nieta de Deloncle, Edith Cahier, se casó con Robert Mitterrand, uno de los hermanos del futuro Presidente de la República, que se puso a trabajar tras la guerra de inmediato para que no fusilaran a sus camaradas. Mitterrand fue a la cárcel a visitar al colaboracionista y asesino Bouvyer y luego testificó en el juicio a su favor. Eso era posible porque, a su vez, Miterrand nunca fue considerado como el criminal de guerra que había sido. Desde luego no era el testimonio desinteresado que cabe esperar en un juicio. Aunque los boletines oficiales dicen que Bouvyer había sido el comisario de cuestiones judías de Vichy, su juicio cambió las cosas con el estupendo maquillaje de L’Oreal: en realidad Bouvyer, lo mismo que Mitterrand, había sido un resistente que escondía en su casa los instrumentos necesarios para elaborar documentación falsa para el Movimiento de prisioneros de guerra que dirigía Mitterrand. Tampoco tuvo nada que ver con el asesinato de los hermanos Rosselli. Así quedó la verdad oficial. Las cosas no eran lo que siempre habían parecido, sino justo al revés.
En 1945 los fascistas tenían que sobrevivir porque más allá de los Pirineos sí hubo una pequeña transición: los fascistas fueron juzgados, enviados a la cárcel y a veces fusilados. Por eso los cagoulards no tuvieron empacho en hacerse pasar como resistentes. El maquillaje ayuda. El viejo cagoulard Bouvyer renegó de sus ideas juveniles, dijo estar dispuesto a denunciar a sus camaradas de antaño y trabó amistad íntima con Miterrand. En 1946 la madre de Bouvyer, Antoinette, fue la madrina de Jean-Christophe, el hijo de Mitterrand.
Aquel maldito año de la transición francesa, Schueller y Bettencourt, los de cosméticos L’Oreal, también lo pasaron mal, pero también contaron con el testimonio favorable de Mitterrand en sus juicios respectivos. Por eso a finales de 1945 le devolvieron el favor nombrándole director de Ediciones Rond-Point que publicaba la revista Nueva Belleza. Al año siguiente le financiaron su campaña electoral en Nièvre.
L’Oreal en España
Jacques Correze era el hijo adoptivo de Deloncle. Cuando la Gestapo acribilló a Deloncle en París, él se casó con su viuda. Estuvo combatiendo al bolchevismo en la guerra mundial en las filas de la Legión Francesa, es decir, integrado en la Waffen SS. Salió de la cárcel en 1949 y Schueller le dio trabajo en L’Oreal como director de la multinacional para España y América Latina. Luego siguió su carrera comercial como delegado para Estados Unidos.
Pero el destino capitalista es inescrutable y L’Oreal, que había sostenido el holocausto en Francia, fue comprada en 1988 por la sociedad americana de cosméticos Helena Rubinstein, de innegable raigambre judía. Entonces la Liga Árabe le aplicó las normas de bloqueo internacional contra Israel. Obsequiso hacia los nuevos dueños, Correze fue el encargado de negociar el levantamiento del boicot. Nos lo imaginamos en una jaima diciéndoles cosas como ésta: Yo he enviado más judíos al matadero en Francia que vosotros en Palestina. Son argumentos comerciales convincentes.
Mitterrand no fue el único alumno marista cuya carrera fue lanzada por L’Oreal: está el caso de François Dalle. En 1990 el judío Jean Frydman se querelló en los juzgados contra Dalle por haberle despedido de una filial de L’Oreal por motivos racistas, a causa de las presiones de la Liga Árabe. Pero todo el enojoso asunto (político) se tapó con un acuerdo (comercial) entre ambas partes. No hay nada como el maquillaje para que los pequeños defectillos pasen desapercibidos.
Schueller, Bettencourt y L’Oreal, lo mismo que Mitterrand, podían jugar a todas las barajas: de pistoleros fascistas pasaron a ser considerados resistentes y de matar judíos también podían pasar a formar parte de una de las sucursales del capital judío internacional.
Tras la guerra, Schueller dejó L’Oreal en las manos del marista Bettencourt, que en 1950 se casó con Liliane, su única hija. Hoy Lilianne Bettencourt es la mujer más rica de Francia.
Otro que acabó sus días en España fue el pistolero Filliol, que huyó tras la derrota de los vichystas y logró pasar desapercibido aquí, a pesar de haber sido condenado en rebeldía tres veces a la pena capital. La España de Franco se convertía en el santuario del terrorismo internacional: además de Filliol aquí se refugiaron nazis de la talla de Leon Degrelle y el SS Otto Skorzeny. Filliol acabó plácidamente sus días trabajando para L’Oreal en Madrid, rodeado de falangistas, tomando vermú en el bar de Chicote en la Gran Vía.
En España L’Oreal se impulsa de la mano del Opus Dei, siendo su capataz Henri Deloncle, el hermano del cagoulard. Los fascistas se siguen maquillando; de la Cagoule al Opus Dei, otro signo de los nuevos tiempos. En París, en la calle Saint-Dominique, la oficina de Bettencourt cuando éste dirigía la PropagandaStaffel, se convierte en la sede central del Opus Dei para Francia. El hermano de Mitterrand, Robert, se instala en calle Dufrenoy, en una casa que, dirigida par Jean Ousset, también será sede del Opus Dei.
De asesino a ministro de Justicia
Los tiempos cambiaban pero el capitalismo seguía necesitando su tributo de sangre; además, ya no necesitaban la capucha porque todo era legal, hasta el punto de que en 1956 Mitterrand es el ministro de Justicia del gobierno socialfascista de Guy Mollet. Ya no necesita matar; le basta con firmar las órdenes de ejecución de penas capitales impuestas por los tribunales militares. Firmó más de 30 de esas órdenes entre 1955 y 1956 contra militantes del FLN argelino. Según una investigación de Le Point, de los 45 expedientes que pasaron por las manos de Miterrand cuando era ministro de Justicia, sólo en siete de ellos pidió la conmutación de la pena capital. De 1956 a 1962 los imperialistas franceses fusilaron a 222 militantes argelinos. Naturalmente porque eran terroristas. Nos explicaremos mejor: eran terroristas en Francia y héroes en Argelia (cuando ésta logró su derecho a la independencia).
Ahora bien, Mitterrand ha pasado a la historia (burguesa) por ser ese buen socialista que en 1981, desde la Presidencia de la República, abolió la pena de muerte. ¿Acaso ya no quedaba nadie a quién matar? Sí había, pero tuvo que volver otra vez La Cagoule. Al fin y al cabo, los 30 asesinatos de los GAL entre 1983 y 1987 se cometieron en Francia bajo el visto bueno de Mitterrand y de las policías española y francesa, que siempre aparecieron entremezcladas con mafiosos y gangsters. A los refugiados vascos, Mitterrand les cambió su derecho de asilo por un certificado de defunción, todo ello de conformidad con Felipe González y los cagoulards hispánicos. Así es la dialécica de la historia: de la ilegalidad a la legalidad para acabar de nuevo en la ilegalidad. El caso es matar. En 1999 en París se creó una asociación de víctimas del terrorismo... de Estado, entre las cuales reivindica las de nuestros camaradas Eizaguirre y Fernández Cario. La lista de asesinatos es espeluznante; supera el centenar: el comunista egipcio Henri Curiel, Ben Barka, refugiados palestinos, resistentes sudafricanos... Los que quieran un listado pueden leer L'Humanité de 1 noviembre de 1999.
Mitterrand dijo una vez que la República no debía ninguna excusa a las víctimas del régimen de Vichy. El Estado de Desecho hace (deshace) siempre lo que tiene que hacer (deshacer) para que la explotación siga su curso. Lo mismo que Mitterand han dicho siempre en España hombres de paja como Eligio Hernández y Rodríguez Ibarra, apologistas de los GAL y el terrorismo de Estado desde sus cargos oficiales. No pasa nada. Aunque tarden o se mueran con las botas puestas, los políticos como Mitterrand, Hernández o Ibarra van y vienen. Pero siempre hay algo que no cambia nunca; más que infraestructura, como la llamaba Marx, habría que llamarla subterránea. Lo otro es el chocolate del loro, ese alpiste electoral que nos despista.
La asociación de víctimas del terrorismo de Estado creada en París se llama Memoria, verdad, justicia. En los años cincuenta Mitterrand y otros como él podían hablar de la guerra de Argelia para justificar sus fusilamientos, pero a partir de los sesenta no cabía excusa para seguir matando. No tenemos que aclarar que jamás hubo ni investigaciones, ni condenas, ni juicios. El Estado de Desecho no puede perder el tiempo en investigarse a sí mismo. Sólo nos queda la historia y Memoria, verdad, justicia ha logrado que se abran los archivos para saber a ciencia cierta lo que sospechamos.
Los fontaneros también necesitan maquillaje
Hubert Vedrine no es un político conocido en España, pero en Francia formó parte durante varios años de los fontaneros del Estado, que es como se denomina a todos aquellos que están fuera de los focos y los micrófonos, haciendo el trabajo sucio de los monopolistas, las tareas ilegales y desagradables que todo Estado de Derecho tiene que llevar a cabo para sostener el régimen burgués de explotación a trancas y barrancas.
Desde que asesinaron a Luxemburgo y Liebknecht, la socialdemocracia es especialista en ese tipo de tareas, como los GAL demostraron en España. Vedrine forma parte de esta socialdemocracia europea que hiede por todos sus costados. Su padre, Jean, fue un dirigente cagoulard condecorado por el gobierno de Petain.
Había sido concejal en su pueblo y militó en Intercambios y proyectos, una asociación presidida por Jacques Delors, también socialdemocrata y durante años presidente de la Comisión Europea. Cuando en 1981 Mitterrand llegó al Elíseo, Vedrine fue su hombre invisible: le nombró secretario general de la Presidencia de la República. Uña y carne. También fue su hombre más visible, su portavoz casi personal. Ocupó el Ministerio de Cultura durante una etapa, pero su verdadera especialidad es la política exterior, es decir, el imperialismo francés. A partir de 1994, a medida que se agravaba la enfermedad del Presidente, Vedrine desempeñó un papel más relevante, por no decir que él era realmente el Presidente.
En 1990 convivía en su misma casa el reverendo padre Nicolas Glencross, un viejo amigo de la familia que atesoraba, allí mismo, el estudio de pornografía infantil más importante jamás descubierto por la policía en Europa. Las fotografías del padre Nicolas Glencross se difundían por medio del también reverendo Joseph Doucé a un editor nazi, Michel Caugnet, que las comercializaba. El nazi Michel Caignet también difundía las fotos de Bernard Alapetite, un viejo mlitante del Frente Nacional próximo al abogado Gabriel Jeantet.
A pesar de la gravedad del crimen, el padre Glencross consiguió su libertad provisional, pero falleció poco tiempo después; el padre Doucé fue asesinado y Vedrine jamás fue interrogado acerca del estudio de pornografía infantil que había en su casa; ni siquiera como testigo. Nada. Son los privilegios del poder.
Había muchos asuntillos de ese tipo, por ejemplo, una venta de terrenos militares poco clara en Var. Pero todo eso son minucias. Como Mitterrand y como todos los imperialistas degenerados, Vedrine es un personaje corrupto hasta la médula, hasta el mismo tuétano de sus huesos, pero eso no le ha impedido nunca levantar la cabeza y hablar con el mayor descaro. Es un columnista habitual de Le Point, es decir, es de esos que crean opinión en Francia. No hace mucho publicaba un libro titulado Los mundos de François Mitterrand en el que justificaba la política imperialista francesa en África, incluido el genocidio en Ruanda.
No podía ser de otra forma porque Vedrine es uno de los responsables directos de ese genocidio. Las asociaciones ruandesas de derechos humanos han exigido su comparecencia ante el tribunal internacional, siempre sin éxito. Vedrine es intocable y cuando el crimen no tiene castigo lo que tiene es recompensa. En 1995 Vedrine fue nombrado miembro del Consejo de Estado, que en Francia no es un florero, como en España. De ahí pasa a lo privado, a la Comisión Trilateral, aunque no de una manera pacífica porque incluso en Francia aún hay quien tiene una pizca de dignidad o le gusta guardar las formas y no mezclarse con indeseables: el embajador Gilles Martinet dimitió de la Trilateral.
Esto merece una explicación breve: Gilles Martinet también es militante de la socialdemocracia y fue uno de los pocos que se opuso a que Mitterrand se apoderara del partido socialista francés (entonces con las siglas SFIO), aduciendo inútilmente el origen vichysta del futuro Presidente de la República. Una cosa es ser un socialfascista y otra es que se note demasiado. Pero no son sólo los socialfascistas. Chirac, un derechista, nombró a Vedrine, un izquierdista, para el cargo de Ministro de Asuntos Exteriores.
Si lo tuviéramos confirmado deberíamos añadir aquí que Vedrine tiene negocios comunes con la familia real de Marruecos, pero lo dejamos simplemente apuntado. El caso es que pasa temporadas con el rey de Marruecos, que es un puntal del imperialismo francés en el norte de África, y en la etapa del Aznar en La Moncloa, también un foco de problemas por el alineamiento español con Estados Unidos. Recordemos el asunto de la isla de Perejil.
Al tiempo que Vedrine entraba en la Trilateral, entraba también en el despacho de abogados Jeantet y Asociados. Ya hemos dicho que el abogado Gabriel Jeantet es un hombre muy cercano al fascista y pederasta Alapetite, a su vez en relación con el nazi Michel Caignet. Para dejarnos de eufemismos diremos que el abogado Jeantet es un vichysta. Fue uno de los dirigentes de La Cagoule y también padrino en la fulgurante y camaleónica carrera política de Mitterrand. Jeantet aupó a Mitterrand en la orden clerical vichysta a la que éste pertenecía en tiempos de Petain: la Francisca. Bajo el vichysmo, Jeantet dirigió la revista de La Cagoule, llamada Nuevo Estado en la que Mitterrand publicó en noviembre de 1942 un artículo titulado Peregrinaje a Turingia.
Y así volvemos siempre al principio de todo...
Extraído de la censurada web Antorcha.