La nueva clase media
texto de Anton Pannekoek
Revista Socialista Internacional, Octubre de 1909 - Traducido del inglés por Roi Ferreiro para el CICA
publicado en el Foro en 2 mensajes
La clase media es la que está entre los estratos más altos y los más bajos de la sociedad. Arriba está la clase de los grandes capitalistas; bajo ella el proletariado, la clase de los obreros asalariados. Ella constituye el grupo social de ingresos intermedios. De acuerdo con esto, no está separada con igual agudeza de las otras dos clases. Del gran capitalista, el pequeño burgués sólo se distingue por una diferencia de grado; él tiene una cantidad menor de capital, un negocio más modesto. Por consiguiente, la cuestión de a quién pertenece esta clase de pequeños burgueses es difícil de contestar. Cada capitalista que sufre la competición de capitalistas todavía más grandes denuncia a los que están por encima de él y grita por ayuda en nombre de la clase media.
Del proletariado, al contrario, el pequeño burgués está separado por una diferencia de clase, en la función económica. Aunque su negocio y su ingreso sean siempre tan pequeños, es independiente. Vive en virtud de su propiedad sobre los medios de producción, como cualquier otro capitalista, y no de la venta de su fuerza de trabajo, como un proletario. Pertenece a la clase que emprende empresas, que debe poseer algún capital para continuarlas; a menudo él mismo emplea a obreros. Por consiguiente, está agudamente diferenciada de la clase obrera asalariada.
En épocas anteriores, esta clase de pequeños capitalistas constituía el grueso de la población industrial. El desarrollo social, sin embargo, ha provocado gradualmente su destrucción. La fuerza motriz de este desarrollo fue la competición. En la lucha por la existencia, los capitalistas más grandes, los más aptos financiera y técnicamente para sobrevivir, dejaron fuera a los más pobres y atrasados. Este proceso ha continuado en tal magnitud que, en la actualidad, la producción industrial se lleva adelante casi exclusivamente a gran escala; en la industria la pequeña producción sobrevive sólo en la forma de trabajo de reparación o actividades artísticas especiales. De los miembros de la clase media más temprana, un pequeño número se ha elevado al rango de grandes capitalistas; la gran mayoría ha perdido su independencia y se ha hundido en el proletariado. Para la generación actual, la clase media industrial tiene sólo una existencia histórica.
La clase a la que me refería en mi primer párrafo es la clase media comercial. Este estrato social, como hemos visto, y todavía vemos, decayendo ante nuestros ojos, está compuesto por pequeños comerciantes, tenderos, etc.. Sólo durante las últimas décadas han entrado los grandes capitalistas en el negocio al por menor; sólo recientemente han empezado a establecer empresas filiales y casas de venta por correo, expulsando así a las empresas pequeñas o forzándolas a un trust. Si, durante los tiempos recientes, ha habido un gran lamento acerca de la desaparición de la clase media, debemos tener presente que es sólo la clase media comercial la que está en cuestión. La clase media industrial se vino abajo hace tiempo y la clase media agraria devino subordinada al capitalismo sin perder las formas de independencia.
Al considerar el declive de la clase media, tenemos la teoría del socialismo en una cáscara de nuez. El desarrollo social que resultaba de este fenómeno hizo del socialismo una posibilidad y una necesidad. Mientras la gran masa del pueblo fuesen productores independientes, el socialismo solamente podía existir como la utopía de teóricos individuales o pequeños grupos de entusiastas; no podía ser el programa práctico de una gran clase. Los productores independientes no necesitan el socialismo; no quieren ni siquiera hablar de él. Ellos poseen sus medios de producción y éstos son para ellos la garantía de un sustento. Incluso la triste posición a la que están obligados por la competición con los grandes capitalistas puede difícilmente volverlos favorables al socialismo. Les hace únicamente los más ávidos en convertirse en grandes capitalistas. Pueden desear, ocasionalmente, limitar la libertad de competición –quizás, bajo el nombre de socialismo–; pero no quieren abandonar su propia independencia o libertad de competencia. Por consiguiente, mientras existe una clase media fuerte, ésta actúa como un muro de protección para los capitalistas contra los ataques de los obreros. Si los obreros demandan la socialización de los medios de producción, encuentran en esta clase media solamente un oponente tan agrio como en los mismos capitalistas.
El decaimiento de la clase media significa la concentración de capital y el crecimiento del proletariado. El capital encara, por consiguiente, a un ejército siempre creciente de oponentes y es apoyado por un número constantemente decreciente de defensores. Para el proletariado, el socialismo es una necesidad; constituye el único medio de proteger el trabajo contra el robo por una horda de parásitos inútiles, el único baluarte contra la necesidad y la pobreza. Como la gran masa de la población viene a consistir cada vez más en proletarios, el socialismo, además de ser una necesidad, viene a ser cada vez más una posibilidad; pues la guardia personal de la propiedad privada se hace constantemente más débil y se vuelve impotente contra las fuerzas constantemente ascendentes del proletariado.
No hace falta decir, por lo tanto, que la burguesía ve con alarma la desaparición de la clase media. El nuevo desarrollo, que inspira al proletariado la esperanza y la confianza, llena a la clase dominante de miedo por su futuro. Cuanto más rápido el proletariado, su enemigo, incrementa su número, más rápido la clase propietaria decrece, más ciertamente ve la burguesia que se aproxima su condena. ¿Qué hacer?
Una clase dominante no puede renunciar voluntariamente a su propio predominio; pues este predominio aparece ante ella como el único fundamento del orden del mundo. Debe defender este predominio; y esto sólo puede hacerlo mientras tenga esperanza y confianza en sí misma. Pero las condiciones efectivas no pueden dar confianza en sí misma a la clase capitalista; por consiguiente, crea para sí misma una esperanza que no tiene apoyo en la realidad. Si esta clase fuese alguna vez a ver los principios de la ciencia social, perdería toda fe en sus propias posibilidades; se vería como un déspota envejecido con millones de víctimas perseguidas marchando sobre él desde todas las direcciones y gritándole sus crímenes en sus oídos. Temerosamente se encierra, cierra sus ojos a la realidad y ordena a sus mercenarios inventar fábulas para disipar la horrible verdad. Y éste es exactamente el camino de la burguesía. Para no ver la verdad, ha designado profesores para aliviar su turbado espíritu con fábulas. Son bonitas fábulas que glorifican su dominio, que deslumbran sus ojos con visiones de una vida eterna y dispersan sus dudas y sueños del mismo modo que muchas pesadillas. ¿Concentración de capital? El capital está todo el tiempo siendo democratizado a través de la creciente distribución de acciones y bonos. ¿Crecimiento del proletariado? El proletariado está al mismo tiempo haciéndose más disciplinado, más dócil. ¿Decaimiento de la clase media? Un sin sentido; una nueva clase media está ascendiendo para tomar el lugar de la vieja.
Es esta doctrina de la nueva clase media la que deseo discutir en cierto detalle en el presente escrito. A esta nueva clase pertenecen, en primer lugar, los profesores. Su función es confortar a la burguesía con teorías acerca del futuro de la sociedad, y es entre ellos que esta fábula de la nueva clase media encontró su origen. En Alemania estaban Schmoller, Wagner, Masargh y una hueste de otros, que se dedicaron a la labor de elaborarla. Explicaron que la doctrina socialista acerca de la desaparición de la clase media era de escasa importancia. Cada tabla de estadísticas mostraba que los ingresos intermedios seguían siendo casi exactamente tan numerosos como en tiempos anteriores. En los puestos de los productores independientes en desaparición estaban apareciendo otros grupos de población. La industria a gran escala demandaba un inmenso ejército de funcionarios intermedios: inspectores, especialistas, ingenieros, gerentes de departamento, jefes, etc. Ellos formaban una completa jerarquía de oficiales; ellos eran los funcionarios y subalternos del ejército de la industria, un ejército en que los grandes capitalistas son los generales y los obreros los soldados comunes. Los miembros de las llamadas vocaciones “libres”, médicos, abogados, autores, etc., también pertenecían a esta clase. Una nueva clase, entonces, que, constantemente creciente en número, se decía que estaba tomando el lugar ocupado anteriormente por la vieja clase media.
Esta observación en sí misma es correcta, aunque en absoluto nueva. Todo lo que hay de nuevo sobre ello es su exposición con miras a la refutación de las teorias socialistas de las clases. Fue expresada claramente, por ejemplo, por Schmoller a un Congreso Social Evangélico celebrado en Leipsic tanto tiempo atrás como en 1897. La audiencia estalló de jubiloso entusiasmo ante las buenas noticias, y declaró en una resolución: “El congreso anota con placer la tranquilizadora y científicamente fundada convicción del orador de que el desarrollo económico de los tiempos modernos no conduce necesariamente a la destrucción de una clase tan útil para el bienestar de la sociedad como la clase media.” Y otro profesor declaraba: “Él nos ha llenado del optimismo por el futuro. Si no es verdad que la clase media y la pequeña burguesía están desapareciendo, no se nos obligará a alterar los principios fundamentales de la sociedad capitalista.”
El hecho de que la ciencia es meramente la sirviente del capitalismo no podría expresarse más claramente que en tales declaraciones. ¿Por qué esta declaración de que la clase media no está decayendo es aclamada como tranquilizadora? ¿Por qué crea contentamiento y optimismo? ¿Es porque a través de ella los obreros lograrán mejores condiciones, estarán menos explotados? No, justo lo contrario. Si esta declaración es verdad, el obrero será mantenido para siempre en la esclavitud por un ejército permanente de enemigos; lo que parece impedir su liberación es proclamado como tranquilizante y optimista. El objeto de esta ciencia no es el descubrimiento de la verdad, sino la certeza de una clase de parásitos crecientemente superflua. No sorprenda que entre en conflicto con la verdad. Fracasa no sólo en su denegación de la enseñanza socialista, sino en su tranquilización de la clase capitalista. El consuelo que aporta no es nada más que un autoengaño.
La doctrina socialista acerca de la concentración del capital no implica la desaparición de los ingresos medios. No tiene nada que ver con los ingresos relativos; trata, por el contrario, de las clases sociales y sus funciones económicas. Para nuestra teoría, la sociedad no consiste en pobres, gente de buen hacer y ricos, no consiste en aquéllos que no poseen nada, poco o mucho; en su lugar, consiste en clases, cada una de las cuales juega un papel separado en la producción. Una clasificación meramente externa, superficial, de acuerdo con los ingresos, siempre ha sido un medio con el que los escritores burgueses han confundido las condiciones sociales efectivas y producido oscuridad en lugar de claridad. La teoría socialista restaura la claridad y la exactitud científica, concentrando la atención sobre las divisiones naturales de la sociedad. Este método ha hecho posible formular la ley del desarrollo social; la producción a gran escala reemplaza constantemente a la producción a pequeña escala. Los socialistas mantienen que tienden a desaparecer más y más no los ingresos medios, sino los pequeños productores independientes. Esta generalización no la atacan los profesores; todo el que se familiariza con las condiciones sociales, cualquier periodista, cualquier funcionario de gobierno, cualquier pequeño burgués, cualquier capitalista sabe que es correcto. Con la misma declaración de que la clase media está siendo rescatada por una nueva clase creciente, se reconoce específicamente que la anterior está desapareciendo.
Pero esta nueva clase media tiene un carácter completamente diferente del de la vieja. Que esté entre los capitalistas y los obreros y subsista por un ingreso medio constituye su único parecido a la pequeña burguesía de tiempos anteriores. Mas ésta era la característica menos esencial de la clase pequeñoburguesa. En su carácter esencial, en su función económica, la nueva clase media difiere absolutamente de la vieja. Los miembros de la nueva clase media no son unidades industriales autosuficientes o independientes; están al servicio de otros, de aquéllos que poseen el capital necesario para hacerse cargo de empresas. Económicamente considerada, la vieja clase media consistía en capitalistas, aun cuando fuesen pequeños capitalistas; la nueva consiste en proletarios, aún cuando sean proletarios altamente remunerados. La vieja clase media vivía por virtud de su posesión de los medios de producción; la nueva crea su sustento a través de la venta de su fuerza de trabajo. El carácter económico de la última clase no se modifica en nada por el hecho de que esta fuerza de trabajo sea de una cualidad altamente desarrollada; que, por lo tanto, reciba comparativamente salarios altos; no cambia nada más por el hecho de que esta fuerza de trabajo sea principalmente de un tipo intelectual, que dependa más del cerebro que de los músculos. En la industria moderna el químico y el ingeniero son tratados como meros trabajadores asalariados; sus fuerzas intelectuales son explotadas al límite del agotamiento justamente como las fuerzas físicas del trabajador común.
Con la declaración de este hecho la charla profesoral sobre la nueva clase media es revelada en toda su estupidez; es una fábula, una pieza de autoengaño. Como una protección contra el deseo del proletariado de la expropiación, la nueva clase media no puede nunca tomar el lugar de la vieja. Los pequeños capitalistas independientes de tiempos anteriores se sentían interesados en el mantenimiento de la propiedad privada de los medios de producción porque eran ellos mismos propietarios de medios de producción. La nueva clase media no tiene el más ligero interés en mantener para otros el privilegio del que ellos mismos no participan. Para ellos es lo mismo si están al servicio de un fabricante individual, una compañía anónima o una organización pública, como la comunidad o el Estado. Ya no sueñan con administrar alguna vez un negocio independiente; saben que tienen que seguir toda su vida en la posición de subordinados. La socialización de los medios de producción no cambiará su posición con excepción de que la mejorará, liberándoles del capricho del capitalista individual.
texto de Anton Pannekoek
Revista Socialista Internacional, Octubre de 1909 - Traducido del inglés por Roi Ferreiro para el CICA
publicado en el Foro en 2 mensajes
La clase media es la que está entre los estratos más altos y los más bajos de la sociedad. Arriba está la clase de los grandes capitalistas; bajo ella el proletariado, la clase de los obreros asalariados. Ella constituye el grupo social de ingresos intermedios. De acuerdo con esto, no está separada con igual agudeza de las otras dos clases. Del gran capitalista, el pequeño burgués sólo se distingue por una diferencia de grado; él tiene una cantidad menor de capital, un negocio más modesto. Por consiguiente, la cuestión de a quién pertenece esta clase de pequeños burgueses es difícil de contestar. Cada capitalista que sufre la competición de capitalistas todavía más grandes denuncia a los que están por encima de él y grita por ayuda en nombre de la clase media.
Del proletariado, al contrario, el pequeño burgués está separado por una diferencia de clase, en la función económica. Aunque su negocio y su ingreso sean siempre tan pequeños, es independiente. Vive en virtud de su propiedad sobre los medios de producción, como cualquier otro capitalista, y no de la venta de su fuerza de trabajo, como un proletario. Pertenece a la clase que emprende empresas, que debe poseer algún capital para continuarlas; a menudo él mismo emplea a obreros. Por consiguiente, está agudamente diferenciada de la clase obrera asalariada.
En épocas anteriores, esta clase de pequeños capitalistas constituía el grueso de la población industrial. El desarrollo social, sin embargo, ha provocado gradualmente su destrucción. La fuerza motriz de este desarrollo fue la competición. En la lucha por la existencia, los capitalistas más grandes, los más aptos financiera y técnicamente para sobrevivir, dejaron fuera a los más pobres y atrasados. Este proceso ha continuado en tal magnitud que, en la actualidad, la producción industrial se lleva adelante casi exclusivamente a gran escala; en la industria la pequeña producción sobrevive sólo en la forma de trabajo de reparación o actividades artísticas especiales. De los miembros de la clase media más temprana, un pequeño número se ha elevado al rango de grandes capitalistas; la gran mayoría ha perdido su independencia y se ha hundido en el proletariado. Para la generación actual, la clase media industrial tiene sólo una existencia histórica.
La clase a la que me refería en mi primer párrafo es la clase media comercial. Este estrato social, como hemos visto, y todavía vemos, decayendo ante nuestros ojos, está compuesto por pequeños comerciantes, tenderos, etc.. Sólo durante las últimas décadas han entrado los grandes capitalistas en el negocio al por menor; sólo recientemente han empezado a establecer empresas filiales y casas de venta por correo, expulsando así a las empresas pequeñas o forzándolas a un trust. Si, durante los tiempos recientes, ha habido un gran lamento acerca de la desaparición de la clase media, debemos tener presente que es sólo la clase media comercial la que está en cuestión. La clase media industrial se vino abajo hace tiempo y la clase media agraria devino subordinada al capitalismo sin perder las formas de independencia.
Al considerar el declive de la clase media, tenemos la teoría del socialismo en una cáscara de nuez. El desarrollo social que resultaba de este fenómeno hizo del socialismo una posibilidad y una necesidad. Mientras la gran masa del pueblo fuesen productores independientes, el socialismo solamente podía existir como la utopía de teóricos individuales o pequeños grupos de entusiastas; no podía ser el programa práctico de una gran clase. Los productores independientes no necesitan el socialismo; no quieren ni siquiera hablar de él. Ellos poseen sus medios de producción y éstos son para ellos la garantía de un sustento. Incluso la triste posición a la que están obligados por la competición con los grandes capitalistas puede difícilmente volverlos favorables al socialismo. Les hace únicamente los más ávidos en convertirse en grandes capitalistas. Pueden desear, ocasionalmente, limitar la libertad de competición –quizás, bajo el nombre de socialismo–; pero no quieren abandonar su propia independencia o libertad de competencia. Por consiguiente, mientras existe una clase media fuerte, ésta actúa como un muro de protección para los capitalistas contra los ataques de los obreros. Si los obreros demandan la socialización de los medios de producción, encuentran en esta clase media solamente un oponente tan agrio como en los mismos capitalistas.
El decaimiento de la clase media significa la concentración de capital y el crecimiento del proletariado. El capital encara, por consiguiente, a un ejército siempre creciente de oponentes y es apoyado por un número constantemente decreciente de defensores. Para el proletariado, el socialismo es una necesidad; constituye el único medio de proteger el trabajo contra el robo por una horda de parásitos inútiles, el único baluarte contra la necesidad y la pobreza. Como la gran masa de la población viene a consistir cada vez más en proletarios, el socialismo, además de ser una necesidad, viene a ser cada vez más una posibilidad; pues la guardia personal de la propiedad privada se hace constantemente más débil y se vuelve impotente contra las fuerzas constantemente ascendentes del proletariado.
No hace falta decir, por lo tanto, que la burguesía ve con alarma la desaparición de la clase media. El nuevo desarrollo, que inspira al proletariado la esperanza y la confianza, llena a la clase dominante de miedo por su futuro. Cuanto más rápido el proletariado, su enemigo, incrementa su número, más rápido la clase propietaria decrece, más ciertamente ve la burguesia que se aproxima su condena. ¿Qué hacer?
Una clase dominante no puede renunciar voluntariamente a su propio predominio; pues este predominio aparece ante ella como el único fundamento del orden del mundo. Debe defender este predominio; y esto sólo puede hacerlo mientras tenga esperanza y confianza en sí misma. Pero las condiciones efectivas no pueden dar confianza en sí misma a la clase capitalista; por consiguiente, crea para sí misma una esperanza que no tiene apoyo en la realidad. Si esta clase fuese alguna vez a ver los principios de la ciencia social, perdería toda fe en sus propias posibilidades; se vería como un déspota envejecido con millones de víctimas perseguidas marchando sobre él desde todas las direcciones y gritándole sus crímenes en sus oídos. Temerosamente se encierra, cierra sus ojos a la realidad y ordena a sus mercenarios inventar fábulas para disipar la horrible verdad. Y éste es exactamente el camino de la burguesía. Para no ver la verdad, ha designado profesores para aliviar su turbado espíritu con fábulas. Son bonitas fábulas que glorifican su dominio, que deslumbran sus ojos con visiones de una vida eterna y dispersan sus dudas y sueños del mismo modo que muchas pesadillas. ¿Concentración de capital? El capital está todo el tiempo siendo democratizado a través de la creciente distribución de acciones y bonos. ¿Crecimiento del proletariado? El proletariado está al mismo tiempo haciéndose más disciplinado, más dócil. ¿Decaimiento de la clase media? Un sin sentido; una nueva clase media está ascendiendo para tomar el lugar de la vieja.
Es esta doctrina de la nueva clase media la que deseo discutir en cierto detalle en el presente escrito. A esta nueva clase pertenecen, en primer lugar, los profesores. Su función es confortar a la burguesía con teorías acerca del futuro de la sociedad, y es entre ellos que esta fábula de la nueva clase media encontró su origen. En Alemania estaban Schmoller, Wagner, Masargh y una hueste de otros, que se dedicaron a la labor de elaborarla. Explicaron que la doctrina socialista acerca de la desaparición de la clase media era de escasa importancia. Cada tabla de estadísticas mostraba que los ingresos intermedios seguían siendo casi exactamente tan numerosos como en tiempos anteriores. En los puestos de los productores independientes en desaparición estaban apareciendo otros grupos de población. La industria a gran escala demandaba un inmenso ejército de funcionarios intermedios: inspectores, especialistas, ingenieros, gerentes de departamento, jefes, etc. Ellos formaban una completa jerarquía de oficiales; ellos eran los funcionarios y subalternos del ejército de la industria, un ejército en que los grandes capitalistas son los generales y los obreros los soldados comunes. Los miembros de las llamadas vocaciones “libres”, médicos, abogados, autores, etc., también pertenecían a esta clase. Una nueva clase, entonces, que, constantemente creciente en número, se decía que estaba tomando el lugar ocupado anteriormente por la vieja clase media.
Esta observación en sí misma es correcta, aunque en absoluto nueva. Todo lo que hay de nuevo sobre ello es su exposición con miras a la refutación de las teorias socialistas de las clases. Fue expresada claramente, por ejemplo, por Schmoller a un Congreso Social Evangélico celebrado en Leipsic tanto tiempo atrás como en 1897. La audiencia estalló de jubiloso entusiasmo ante las buenas noticias, y declaró en una resolución: “El congreso anota con placer la tranquilizadora y científicamente fundada convicción del orador de que el desarrollo económico de los tiempos modernos no conduce necesariamente a la destrucción de una clase tan útil para el bienestar de la sociedad como la clase media.” Y otro profesor declaraba: “Él nos ha llenado del optimismo por el futuro. Si no es verdad que la clase media y la pequeña burguesía están desapareciendo, no se nos obligará a alterar los principios fundamentales de la sociedad capitalista.”
El hecho de que la ciencia es meramente la sirviente del capitalismo no podría expresarse más claramente que en tales declaraciones. ¿Por qué esta declaración de que la clase media no está decayendo es aclamada como tranquilizadora? ¿Por qué crea contentamiento y optimismo? ¿Es porque a través de ella los obreros lograrán mejores condiciones, estarán menos explotados? No, justo lo contrario. Si esta declaración es verdad, el obrero será mantenido para siempre en la esclavitud por un ejército permanente de enemigos; lo que parece impedir su liberación es proclamado como tranquilizante y optimista. El objeto de esta ciencia no es el descubrimiento de la verdad, sino la certeza de una clase de parásitos crecientemente superflua. No sorprenda que entre en conflicto con la verdad. Fracasa no sólo en su denegación de la enseñanza socialista, sino en su tranquilización de la clase capitalista. El consuelo que aporta no es nada más que un autoengaño.
La doctrina socialista acerca de la concentración del capital no implica la desaparición de los ingresos medios. No tiene nada que ver con los ingresos relativos; trata, por el contrario, de las clases sociales y sus funciones económicas. Para nuestra teoría, la sociedad no consiste en pobres, gente de buen hacer y ricos, no consiste en aquéllos que no poseen nada, poco o mucho; en su lugar, consiste en clases, cada una de las cuales juega un papel separado en la producción. Una clasificación meramente externa, superficial, de acuerdo con los ingresos, siempre ha sido un medio con el que los escritores burgueses han confundido las condiciones sociales efectivas y producido oscuridad en lugar de claridad. La teoría socialista restaura la claridad y la exactitud científica, concentrando la atención sobre las divisiones naturales de la sociedad. Este método ha hecho posible formular la ley del desarrollo social; la producción a gran escala reemplaza constantemente a la producción a pequeña escala. Los socialistas mantienen que tienden a desaparecer más y más no los ingresos medios, sino los pequeños productores independientes. Esta generalización no la atacan los profesores; todo el que se familiariza con las condiciones sociales, cualquier periodista, cualquier funcionario de gobierno, cualquier pequeño burgués, cualquier capitalista sabe que es correcto. Con la misma declaración de que la clase media está siendo rescatada por una nueva clase creciente, se reconoce específicamente que la anterior está desapareciendo.
Pero esta nueva clase media tiene un carácter completamente diferente del de la vieja. Que esté entre los capitalistas y los obreros y subsista por un ingreso medio constituye su único parecido a la pequeña burguesía de tiempos anteriores. Mas ésta era la característica menos esencial de la clase pequeñoburguesa. En su carácter esencial, en su función económica, la nueva clase media difiere absolutamente de la vieja. Los miembros de la nueva clase media no son unidades industriales autosuficientes o independientes; están al servicio de otros, de aquéllos que poseen el capital necesario para hacerse cargo de empresas. Económicamente considerada, la vieja clase media consistía en capitalistas, aun cuando fuesen pequeños capitalistas; la nueva consiste en proletarios, aún cuando sean proletarios altamente remunerados. La vieja clase media vivía por virtud de su posesión de los medios de producción; la nueva crea su sustento a través de la venta de su fuerza de trabajo. El carácter económico de la última clase no se modifica en nada por el hecho de que esta fuerza de trabajo sea de una cualidad altamente desarrollada; que, por lo tanto, reciba comparativamente salarios altos; no cambia nada más por el hecho de que esta fuerza de trabajo sea principalmente de un tipo intelectual, que dependa más del cerebro que de los músculos. En la industria moderna el químico y el ingeniero son tratados como meros trabajadores asalariados; sus fuerzas intelectuales son explotadas al límite del agotamiento justamente como las fuerzas físicas del trabajador común.
Con la declaración de este hecho la charla profesoral sobre la nueva clase media es revelada en toda su estupidez; es una fábula, una pieza de autoengaño. Como una protección contra el deseo del proletariado de la expropiación, la nueva clase media no puede nunca tomar el lugar de la vieja. Los pequeños capitalistas independientes de tiempos anteriores se sentían interesados en el mantenimiento de la propiedad privada de los medios de producción porque eran ellos mismos propietarios de medios de producción. La nueva clase media no tiene el más ligero interés en mantener para otros el privilegio del que ellos mismos no participan. Para ellos es lo mismo si están al servicio de un fabricante individual, una compañía anónima o una organización pública, como la comunidad o el Estado. Ya no sueñan con administrar alguna vez un negocio independiente; saben que tienen que seguir toda su vida en la posición de subordinados. La socialización de los medios de producción no cambiará su posición con excepción de que la mejorará, liberándoles del capricho del capitalista individual.