Me ha resultado cuando menos curioso un artículo publicado en octubre de 2012 en el blog de Euskal Herria Sozialista que aquí pongo por si a alguien interesa. Parece ser que es de febrero de 2006 y el texto completo apareció en la desaparecida web osoa.net:
LOS VASCOS FUIMOS LOS PRIMEROS EN HABLAR EN CASTELLANO
"(...) Si uero, quod Deus non patiatur [non quieti] et mala opera exercimus [nos sificieremus]et plus pro carnis luxuria quam pro salute anime laboramus, timeo ne quando boni christianicum angelis acceperint uitam eternam nos, quod absit, precipitemur [guec ajutuezdugu]* [nos non kaigamus] jngeenna (...)"
Las primera palabras en castellano se consideran las halladas en las glosas emilianenses allá por el siglo XI. En las mismas glosas, a sus márgenes y a modo de aclaración, el mismo fraile habría escrito las primeras frases en euskara: "güec ajutu ez dugu" y "izioqui dugu"(“nosotros no hemos ayudado” y “hemos merecido” o quizás “hemos encendido”, no está claro), X siglos después de las primeras palabras escritas en euskara de las estelas de época romana.
Estas glosas fueron escritas en San Millán de la Cogolla sobre el año 942 en La Rioja, monasterio fundado por el rey navarro Sancho I Garcés, 905-925 (“Donemiliaga Kukulakoa” en euskara), reincorporada al territorio navarro por esos años (sobre el 931) reinando doña Toda (la enviudada mujer de Sancho I), cuando en esas tierras se conservaba también el euskara y pertenecía a la corona de Navarra, no al condado leonés de Castilla, recuperadas las mismas al reino astur-leonés que las ocupó con Alfonso I en el siglo VIII, tiempo insuficiente para hacer desaparecer el euskara.
Emiliano de Berceo vivió 101 años (473-574). A los 20 años fue en busca de sabiduría a los riscos de Bilibio a aprender del anacoreta famoso en la zona llamado Felices. Emiliano siguió el ejemplo del ermitaño y vivió durante muchos años aislado de la gente, atribuyéndosele efectividad milagrera en su lucha contra los infieles (se le pinta junto a Santiago matando moros con espada en mano en la batalla de Simancas), se edifica en su honor el monasterio de Suso o “el de arriba” entre los siglos VI al XI (donde están enterradas tres reinas navarras y el infante de Lara), pasando a ser incluso patrono de Navarra; después se construye un poco más a bajo el actual monasterio de Yuso por orden de Sancho III el Mayor, que introduce la norma benedictina en el monasterio; monasterio de cuya primera edificación sobre el siglo X-XI no quedan restos.
En ésta época todos los habitantes riojanos eran vascoparlantes como hoy pueden serlo los de Lesaka o los de Bermeo, tierras vascas reconquistadas a los hispano-musulmanes. Los topónimos de la zona son vascos en un gran porcentaje y se habló euskara en la zona pese a la ocupación musulmana (dominadora pero que no supuso un gran cambio de gente) hastaque fue desapareciendo tras la conquista castellana en el siglo XIII.
Sin embargo, parece más probable, que esas palabras de las glosas emilianenses se encuentren en romance navarro, idioma presente en esta época en la rivera del reino de Navarra y predecesor del castellano, en el que se escribían la mayoría de los pocos textos de entonces. Hay quienes hablan de romance navarro-aragonés, pero la precisión es innecesaria pues Aragón todavía no existe como ente independiente y todos son navarros.
En el norte de la provincia de Huesca 13.000 personas hablan todavía este romance.
Por tanto el aragonés y el romance navarro son dialectos de un mismo idioma donde “Aran + goi” significa valle alto, pues origen del condado navarro, después reino independiente (siglo XII), es la comarca hoy conocida precisamente como “Alto Aragón”.
Son menos conocidos los escritos encontrados en Valpuesta, aunque Esteban de Garibai, historiador de Arrasate del siglo XVI, ya hablara de ellos.
Valpuesta está a 96 Km de Burgos, pero a 45 de Vitoria-Gasteiz y a 66 de Bilbao, fue fundada por el obispo de Oca llamado Juan en el 804, con la ayuda del rey Alfonso II el Casto de Asturias, cuando la ocupación temporal asturiana de ese territorio de Baskonia, pero la diócesis de Valpuesta tiene un matiz netamente alabés (según el historiador español Pérez de Urbel).
Valpuesta se encuentra en Burgos frontera con Alaba, rodeada por pueblos alabeses (pertenece al Valle de Valdegovía, Gobiaran o Gaubea), y pertenecía al reino de Pamplona, después llamado de Navarra, hasta que fue conquistada por Fernando I rey de León y conde de Castilla e hijo de Sancho III el Mayor de Navarra, sobre 1060, para desaparecer como diócesis a favor de Burgos, con su último obispo, Munio, fallecido en 1084.
Valpuesta abarcaba La Bureba y lo que se conocía como Castilla Vetula o Vieja, parte occidental de las Enkartaciones, valle de Manzanedo y el litoral hasta el Cadagua, el oeste del bilbaino Nervión, la margen izquierda del río Bayas, incluida la tierra de Aiala, Valdegobia (Gobiaran) y Orduña con su arciprestazgo: es decir, el territorio de la tribu vasca prerrománica de los autrigones.
Estos textos de Valpuesta adelantarían la aparición del castellano al siglo IX-X. El cartulario o becerro gótico de Valpuesta (llamado así por su tipo de letra visigótica) consta de 184 documentos, los más antiguos se remontan a los años 804 (cuando se funda la actual iglesia sobre una ermita anterior), 864 y 875, que son además los más antiguos de toda la península. Estos cartularios hacían las veces de acta contractual de donaciones o compraventas para ganar un trocito de cielo. En los mismos aparecen nombres propios en euskara (Amatu, Anaia etc.) junto con vocablos que serían los primeros en castellano como:
“novillo”, “cuero”, “plumazo” o “andadura”, “cabeciles”, “calçada”, “casa”, “corro”, “cuencas,
“orreo”, “ovelia”....
Valpuesta conoció sus años de esplendor en los siglos IX, X y XI, convirtiéndose en el primer obispado del País Vasco abarcando hasta el mismo Bilbao, para luego caer en el olvido en los siglos posteriores, lo que explica la poca importancia que se le ha dado.
Valpuesta es otro de los grandes cenobios del reino navarro, hoy reconstruido con dinero de “Eusko Ikaskuntza”, a pesar de pertenecer en la actualidad a Burgos.
En el acta fundacional de San Martín de Ferrán (localidad tobalinesa de Herrán, en la comarca de las Merindades, enclavada al pie de la sierra de Arcena, zona fronteriza con Alaba), conservado en el monasterio de San Millán de la Cogolla, y fechado en el año 852 -aunque hay quien sostiene, entre ellos Ríbero-Meneses, que el original es del 772-, aparece escrito por primera vez el nombre de “Castilla”, entre unas cuantas palabras en lo que ya era castellano antiguo, entremezclado con vasquismos. Pero con cualquiera de las posibles fechas, este manuscrito sería dos o tres siglos anteriores a las Glosas Emilianenses, que se escribieron en torno al 1070.
El itinerario que el filólogo Ríbero-Meneses considera más ajustado al verdadero germen del castellano, comienza en Santoña, la población más antigua de Cantabria donde estaría el origen de Castilla (fundada por el rey navarro Sancho III el Mayor de Navarra, comienzos del siglo XI, con el nombre de Santa María del Mar). La imaginaria ruta del idioma castellano proseguiría hasta Frías, capital medieval de la Castilla del norte (La Bureba), y desde allí hace partir un ramal hasta Herrán y Valpuesta. La ruta alternativa sigue por Oña hacia Burgos (topónimo en euskara que sería “al pie”) donde está enterrado precisamente rey navarro Sancho III el Mayor, y que era la frontera de su reino, euskaldun por lengua, con Castilla (aún condado Leonés).
Sólo el clero, unos pocos escribanos y parte de la clase dirigente, sabía escribir en la Alta Edad Media y lo hacían en latín y en romance navarro después, gracias a su parecido con el primero. En el siglo VI Benito de Nurgia (población a 140 kilómetros al norte de Roma) instauró en los monasterios la obediencia, pobreza y castidad, además del trabajo para el automantenimiento de la comunidad religiosa y la enseñanza, lo cual supuso que el 90% de los que aprendieron a escribir hasta el siglo XII lo hicieron en los monasterios.
El latín era un idioma con grafía conocida, fue el empleado en toda Europa para toda escritura solemne durante siglos y con el que se mezcló el euskara para formar el romance navarro, como era lógico, pues casi todos los habitantes del reino de Navarra en el siglo X hablaban euskara y, por otro lado, tierras del reino navarro como el Sur de la hoy provincia de Navarra (Alta Navarra), La Rioja, Castilla Vetula, Bureba o el sur Alaba, sí se romanizaron plenamente en sus ciudades (no en el campo donde se hablaría sólo euskara), lo cual no significa que perdieran su idioma natural.
Los nombres vascos de muchos frailes de San Millán o de otros monasterios como Albelda (también La Rioja) son vascos.
Por todo ello, no es extraño que el primer poeta castellano, Gonzalo de Berceo (siglos XIII- XIV), sea un clérigo secular del mismo monasterio de San Millán da la Cogolla y en sus textos (Mester de Clerecía) aparezcan palabras en euskara, como su personaje Don Bildur (Don Miedo): “Yo Gonzalo por nomne, clamado de Berceo, de San Millán criado, en la su merced seo..."
Resurrección María Azkue anotó unos cuantos elementos léxicos del vasco que se incorporan a las obras de Berceo, pero su lista es insegura: de una parte, hay que eliminar voces como “bren”, “entecada” y “jeme” y, por otra, hay que añadir alguna que falta. Así pues, son vasquismos del viejo poeta las “azconas” (usado como duelo y del euskara “lanza”), los “zaticos” (zati 'pedazo' + -ko), “gabe” (privado) y algunos que se pueden añadir a los escasos de Azkue: el mencionado “don Bildur” (bildur 'miedo'), “socarrar” (su 'fuego' + karr (a) 'llama') y, tal vez, “amodorrido” y “cazurro”, si es que tiene algo que ver con “zakur” (perro).
Udió una voz domne, flaquiella e cansada,
Disso: «Fraire Ubert», non sola una vegada;
Connocióla Uberte e non dubdó en nada
Que la del prior era; priso grand espantada.
Salió de la eglesia, fo a la fermería,
Non levava de miedo la voluntad vazía,
Non irie tan apriesa iendo en romería:
Don Bildur lo levava, par la cabeza mía.
Gonzalo de Berceo, Milagros de nuestra señora.
K. Mitxelena, Textos Arcaicos Vascos, Madrid, 1960,pág. 57.
Sánchez Albornoz (Madrid 1893-Ávila 1983), catedrático de historia en las universidades de Madrid, Barcelona y Buenos Aires y presidente en el exilio de la Segunda República española, creía que:: "el Reino de Navarra desde sus comienzos en el siglo X usó promiscuamente dos lenguas habladas: el vasco y el romance navarro, afín al castellano".
Tiene una parte de verdad pero el texto es exagerado, en las zonas menos romanizadas sería el euskara el único idioma (la mayoría de Baskonia fuera de las ciudades y el Sur), como bien dice el artajonés Jimeno Jurio: el romance navarro no parece popularizado durante la Edad Media, salvo en la Ribera navarra y en algunas zonas periféricas, a los que habría que añadir los territorios del reino navarro que no son País Vasco: Castilla Vetula, Bureba, La Rioja y norte de Soria.
En poblaciones de burgos francos en tierras vascas, alternó el romance navarro con idiomas norpirenaicos de vascos romanzados (gascones-aquitanos), hasta que uno y otros acabaron sustituidos por el castellano y a veces por el euskara como en el San Cernín de Pamplona.
Finalmente, Menéndez Pidal, filólogo e historiador español más prestigioso del siglo XX (A Coruña 1869-Madrid 1968), presidente de la Real Academia de la Historia y estudioso del origen del castellano, sostiene "el incuestionable substrato vasco del idioma castellano".
El castellano nació en el perímetro Bilbao-Santander-Ebro, en la Castilla Vetula o Vieja y Bureba del reino de Navarra de ahí el nombre "castellano", pero que nadie se lleve a engaño, la zona era Navarra hasta el siglo XII y con vasco parlantes hasta el siglo XIV
Es el territorio de la antigua tribu vasca de los autrigones de la que hablan los romanos, que entre los siglos IX-X nace un nuevo idioma derivado o dialecto del romance navarro y del euskara que hablaban: el castellano.
En un mapa se observa claramente como coincide la desaparición contrastada del euskara con los siglos de aparición del castellano en la zona donde habitaban la tribu vasca de los autrigones.
Por consiguiente, el castellano nació en tierras vascas y mantiene un substrato vasco, claro en algunos elementos considerados específicos del castellano, como algunas consonantes, presentes también en el euskara, la confusión de la “v/b”, o el uso de sólo cinco vocales (frente a las siete del catalán, por ejemplo, 8 del francés y hasta 10 de otros idiomas) o la desaparición de la “f” inicial del latín.
Así lo corrobora el Padre Fita en el “Boletín de la Real Academia de la Historia” española de 1881: “...El idioma vasco ha transmitido al habla de Castilla la claridad y limpieza de sus vocales; y es radical importante de la española...”.
Este tipo de préstamos son los llamados por los lingüistas como “préstamos areal”, es el que se produce por la concurrencia de diferentes idiomas en un mismo espacio (no significa que el castellano venga del euskara, sino que el haber nacido sobre gente vasca dejó su impronta en él, aunque no tan importante como en el gascón, donde el euskara es determinante).
A modo de anécdota, podemos añadir que los reyes navarros utilizaron el romance castellano como lengua para sus escrituras oficiales 60 años antes que lo hicieran los propios reyes castellanos que usaban el latín; ambos romances, el navarro y el castellano, lo son del reino de Navarra su zona periférica o rivera.
Palabras tomadas por el castellano del euskara son: pizarra, ascua, zurrón, izquierda, zulo, chiquito, chaparro, chaparrón, chabola, boina, aquelarre, cencerro, cachorro, zamarra, cazurro, chatarra, soca-tira, aquelarre o ama (de casa, de cría, de llaves). Además de otras de origen probable vasco como ciénaga y más.
Tal y como señala Juan Carlos Moreno Cabrera en su libro “La dignidad e igualdad de las lenguas”, el castellano, además del latín o del griego, cuenta con numerosos préstamos de otros idiomas, tanto peninsulares como de otros lares:
Del gallego: morriña, macho, chubasco, achantarse, vigía, arisco, payo, alguien etc. o Catalanismos como: paella, nao, anguila, anís, armatoste, bandolero, barraca, butifarra, capicúa, cartel, entremés, faena, forastero, grúa etc.
Se conservan en el castellano incluso unas cuantas palabras procedentes de las lenguas desplazadas por el latín. Son voces prerromanas como: vega, barro, carrasca, páramo, balsa, losa, arroyo. Pero también del visigodo (goticismos germánicos), como: guardia, espía, ataviar, brotar, parra, ganso, gavilán etc. Otros germanismos que siguen usándose hoy como: adrede, agasajar, aspa, escarnecer, escatimar, espía, espuela, esquila, estaca, galardón, gana, ganar, guardar, guerra, guiar, parra, rico, rapar, ropa, rueca, sala, tapa, triscar, ufano, yelmo.
Abundan también los nombres propios de persona (antropónimos) de procedencia germánica, como Álvaro, Fernando, Rodrigo, Rosendo, Argimiro, Elvira, Gonzalo, Alfonso, etc. Qué decir de procedencia judía (aunque a través primero del griego, latín u otros idiomas en algunos casos): José, Juan, Pedro, Jesús Ruth, Raquel, Ana, María, Magdalena etc.
Palabras del árabe: alcahofa, algarroba, alubia, zanahoria, berenjena, alfalfa, alcalde, almoahada arroz, alfalfa, azúcar, azafrán, berenjena, zanahoria, sandía, algarroba, alcachofa, alubia, aceituna, algodón, albérchigo, acequia, zanja, noria, álgebra, algoritmo, cero, cifra, guarismo, tarima, taracea, alhaja, abalorio, ajorca, taza, jarra, alfombra, almohada, albornoz, zaragüelles, albañil, alcoba, azotea, tabique, alféizar, azulejo, alcantarilla, calle (de alhama o qahala) etc.
Del italiano: escopeta, escolta, centinela, bisoño, fragata, banca, esbozo, diseño, modelo, balcón, cornisa, cuarteto, estancia, pedante, capricho etc.
Lusismos: biombo, virar, buzo, mermelada, caramelo, catre, carambola, bandeja, brincar, banda, pleamar, mejillón, ostra, etc
Palabras del francés: palabras introducidas masivamente en el siglo XVIII como: chaqueta, pantalón, corsé, sofá, secreter, neceser, engranaje, avalancha, revancha, bayoneta, báscula, brillar, bufanda, brigada, chocar, gabinete, espectro, catastro, cadete, metralla, lingote, fantasear, funcionario, detalle, espectador, plegarse a las circunstancias, poner en ridículo etc.
Galicismos medievales, como consecuencia de la inmigración de monjes, juristas, juglares, etc., los siguientes: adobo, afán, alemán, Alemania, barón, bastón, batalla, ciprés, coraje, cobarde, percha, doncel, hereje, tacha, pincel, escote, estaca, galope, jamón, salvaje, joya, ligero, manjar, mantel, jamás.
El castellano cuenta también con numerosos anglicismos como: vagón, tranvía, túnel, yate, confort, mitin, líder, revólver, turista, fútbol, tenis, suéter, jersey, esmoquin, alta fidelidad (traducción literal), aire acondicionado, desempleo, autoservicio etc.
Indigenismos americanos: patata, chocolate, jícara, tiburón, huracán, jauja, etc. o propios de los muchos dialectos del castellano (casi innumerables: dialedctos argentinos, andaluz, diferentes dialectos chilenos etc. etc.)
Cultismos del siglo XVII como: horrísono, flamígeo, hercúleo, hórrido o sublimar.
En castellano aún se declinan los pronombres personales (él-su-le-lo), lo que sería resto del latín que ha quedado así fosilizado.
Conviene recordar lo que decía J. Garrido Medina: “El castellano efectivamente, no es el romance del pueblo koinético (...), sino la variedad románica que se impone principalmente por conquista: recuérdese el Cid castellano enfrentado a su rey leonés. (...) No se trata, entonces, de una lengua del pueblo elevada a lengua de Estado, sino de un Estado que impone su lengua. En ese sentido transcurre la historia: primero se diferencia el castellano como variedad románica, luego se difunde hasta llegar a ser el idioma general de la nación.”.
Por lo tanto y como conclusión: el gascón y bearnés, así como el romance navarro y el posterior castellano, son romances vascos, creados por los vascos tras la invasión y contacto con otros pueblos: los romanos, musulmanes y los celtas durante el reino de Pamplona después llamado de Navarra.
El texto completo de este artículo, 8 páginas con alguna ilustración de mapas, está disponible en formato pdf de buena calidad en:
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LOS VASCOS FUIMOS LOS PRIMEROS EN HABLAR EN CASTELLANO
"(...) Si uero, quod Deus non patiatur [non quieti] et mala opera exercimus [nos sificieremus]et plus pro carnis luxuria quam pro salute anime laboramus, timeo ne quando boni christianicum angelis acceperint uitam eternam nos, quod absit, precipitemur [guec ajutuezdugu]* [nos non kaigamus] jngeenna (...)"
Las primera palabras en castellano se consideran las halladas en las glosas emilianenses allá por el siglo XI. En las mismas glosas, a sus márgenes y a modo de aclaración, el mismo fraile habría escrito las primeras frases en euskara: "güec ajutu ez dugu" y "izioqui dugu"(“nosotros no hemos ayudado” y “hemos merecido” o quizás “hemos encendido”, no está claro), X siglos después de las primeras palabras escritas en euskara de las estelas de época romana.
Estas glosas fueron escritas en San Millán de la Cogolla sobre el año 942 en La Rioja, monasterio fundado por el rey navarro Sancho I Garcés, 905-925 (“Donemiliaga Kukulakoa” en euskara), reincorporada al territorio navarro por esos años (sobre el 931) reinando doña Toda (la enviudada mujer de Sancho I), cuando en esas tierras se conservaba también el euskara y pertenecía a la corona de Navarra, no al condado leonés de Castilla, recuperadas las mismas al reino astur-leonés que las ocupó con Alfonso I en el siglo VIII, tiempo insuficiente para hacer desaparecer el euskara.
Emiliano de Berceo vivió 101 años (473-574). A los 20 años fue en busca de sabiduría a los riscos de Bilibio a aprender del anacoreta famoso en la zona llamado Felices. Emiliano siguió el ejemplo del ermitaño y vivió durante muchos años aislado de la gente, atribuyéndosele efectividad milagrera en su lucha contra los infieles (se le pinta junto a Santiago matando moros con espada en mano en la batalla de Simancas), se edifica en su honor el monasterio de Suso o “el de arriba” entre los siglos VI al XI (donde están enterradas tres reinas navarras y el infante de Lara), pasando a ser incluso patrono de Navarra; después se construye un poco más a bajo el actual monasterio de Yuso por orden de Sancho III el Mayor, que introduce la norma benedictina en el monasterio; monasterio de cuya primera edificación sobre el siglo X-XI no quedan restos.
En ésta época todos los habitantes riojanos eran vascoparlantes como hoy pueden serlo los de Lesaka o los de Bermeo, tierras vascas reconquistadas a los hispano-musulmanes. Los topónimos de la zona son vascos en un gran porcentaje y se habló euskara en la zona pese a la ocupación musulmana (dominadora pero que no supuso un gran cambio de gente) hastaque fue desapareciendo tras la conquista castellana en el siglo XIII.
Sin embargo, parece más probable, que esas palabras de las glosas emilianenses se encuentren en romance navarro, idioma presente en esta época en la rivera del reino de Navarra y predecesor del castellano, en el que se escribían la mayoría de los pocos textos de entonces. Hay quienes hablan de romance navarro-aragonés, pero la precisión es innecesaria pues Aragón todavía no existe como ente independiente y todos son navarros.
En el norte de la provincia de Huesca 13.000 personas hablan todavía este romance.
Por tanto el aragonés y el romance navarro son dialectos de un mismo idioma donde “Aran + goi” significa valle alto, pues origen del condado navarro, después reino independiente (siglo XII), es la comarca hoy conocida precisamente como “Alto Aragón”.
Son menos conocidos los escritos encontrados en Valpuesta, aunque Esteban de Garibai, historiador de Arrasate del siglo XVI, ya hablara de ellos.
Valpuesta está a 96 Km de Burgos, pero a 45 de Vitoria-Gasteiz y a 66 de Bilbao, fue fundada por el obispo de Oca llamado Juan en el 804, con la ayuda del rey Alfonso II el Casto de Asturias, cuando la ocupación temporal asturiana de ese territorio de Baskonia, pero la diócesis de Valpuesta tiene un matiz netamente alabés (según el historiador español Pérez de Urbel).
Valpuesta se encuentra en Burgos frontera con Alaba, rodeada por pueblos alabeses (pertenece al Valle de Valdegovía, Gobiaran o Gaubea), y pertenecía al reino de Pamplona, después llamado de Navarra, hasta que fue conquistada por Fernando I rey de León y conde de Castilla e hijo de Sancho III el Mayor de Navarra, sobre 1060, para desaparecer como diócesis a favor de Burgos, con su último obispo, Munio, fallecido en 1084.
Valpuesta abarcaba La Bureba y lo que se conocía como Castilla Vetula o Vieja, parte occidental de las Enkartaciones, valle de Manzanedo y el litoral hasta el Cadagua, el oeste del bilbaino Nervión, la margen izquierda del río Bayas, incluida la tierra de Aiala, Valdegobia (Gobiaran) y Orduña con su arciprestazgo: es decir, el territorio de la tribu vasca prerrománica de los autrigones.
Estos textos de Valpuesta adelantarían la aparición del castellano al siglo IX-X. El cartulario o becerro gótico de Valpuesta (llamado así por su tipo de letra visigótica) consta de 184 documentos, los más antiguos se remontan a los años 804 (cuando se funda la actual iglesia sobre una ermita anterior), 864 y 875, que son además los más antiguos de toda la península. Estos cartularios hacían las veces de acta contractual de donaciones o compraventas para ganar un trocito de cielo. En los mismos aparecen nombres propios en euskara (Amatu, Anaia etc.) junto con vocablos que serían los primeros en castellano como:
“novillo”, “cuero”, “plumazo” o “andadura”, “cabeciles”, “calçada”, “casa”, “corro”, “cuencas,
“orreo”, “ovelia”....
Valpuesta conoció sus años de esplendor en los siglos IX, X y XI, convirtiéndose en el primer obispado del País Vasco abarcando hasta el mismo Bilbao, para luego caer en el olvido en los siglos posteriores, lo que explica la poca importancia que se le ha dado.
Valpuesta es otro de los grandes cenobios del reino navarro, hoy reconstruido con dinero de “Eusko Ikaskuntza”, a pesar de pertenecer en la actualidad a Burgos.
En el acta fundacional de San Martín de Ferrán (localidad tobalinesa de Herrán, en la comarca de las Merindades, enclavada al pie de la sierra de Arcena, zona fronteriza con Alaba), conservado en el monasterio de San Millán de la Cogolla, y fechado en el año 852 -aunque hay quien sostiene, entre ellos Ríbero-Meneses, que el original es del 772-, aparece escrito por primera vez el nombre de “Castilla”, entre unas cuantas palabras en lo que ya era castellano antiguo, entremezclado con vasquismos. Pero con cualquiera de las posibles fechas, este manuscrito sería dos o tres siglos anteriores a las Glosas Emilianenses, que se escribieron en torno al 1070.
El itinerario que el filólogo Ríbero-Meneses considera más ajustado al verdadero germen del castellano, comienza en Santoña, la población más antigua de Cantabria donde estaría el origen de Castilla (fundada por el rey navarro Sancho III el Mayor de Navarra, comienzos del siglo XI, con el nombre de Santa María del Mar). La imaginaria ruta del idioma castellano proseguiría hasta Frías, capital medieval de la Castilla del norte (La Bureba), y desde allí hace partir un ramal hasta Herrán y Valpuesta. La ruta alternativa sigue por Oña hacia Burgos (topónimo en euskara que sería “al pie”) donde está enterrado precisamente rey navarro Sancho III el Mayor, y que era la frontera de su reino, euskaldun por lengua, con Castilla (aún condado Leonés).
Sólo el clero, unos pocos escribanos y parte de la clase dirigente, sabía escribir en la Alta Edad Media y lo hacían en latín y en romance navarro después, gracias a su parecido con el primero. En el siglo VI Benito de Nurgia (población a 140 kilómetros al norte de Roma) instauró en los monasterios la obediencia, pobreza y castidad, además del trabajo para el automantenimiento de la comunidad religiosa y la enseñanza, lo cual supuso que el 90% de los que aprendieron a escribir hasta el siglo XII lo hicieron en los monasterios.
El latín era un idioma con grafía conocida, fue el empleado en toda Europa para toda escritura solemne durante siglos y con el que se mezcló el euskara para formar el romance navarro, como era lógico, pues casi todos los habitantes del reino de Navarra en el siglo X hablaban euskara y, por otro lado, tierras del reino navarro como el Sur de la hoy provincia de Navarra (Alta Navarra), La Rioja, Castilla Vetula, Bureba o el sur Alaba, sí se romanizaron plenamente en sus ciudades (no en el campo donde se hablaría sólo euskara), lo cual no significa que perdieran su idioma natural.
Los nombres vascos de muchos frailes de San Millán o de otros monasterios como Albelda (también La Rioja) son vascos.
Por todo ello, no es extraño que el primer poeta castellano, Gonzalo de Berceo (siglos XIII- XIV), sea un clérigo secular del mismo monasterio de San Millán da la Cogolla y en sus textos (Mester de Clerecía) aparezcan palabras en euskara, como su personaje Don Bildur (Don Miedo): “Yo Gonzalo por nomne, clamado de Berceo, de San Millán criado, en la su merced seo..."
Resurrección María Azkue anotó unos cuantos elementos léxicos del vasco que se incorporan a las obras de Berceo, pero su lista es insegura: de una parte, hay que eliminar voces como “bren”, “entecada” y “jeme” y, por otra, hay que añadir alguna que falta. Así pues, son vasquismos del viejo poeta las “azconas” (usado como duelo y del euskara “lanza”), los “zaticos” (zati 'pedazo' + -ko), “gabe” (privado) y algunos que se pueden añadir a los escasos de Azkue: el mencionado “don Bildur” (bildur 'miedo'), “socarrar” (su 'fuego' + karr (a) 'llama') y, tal vez, “amodorrido” y “cazurro”, si es que tiene algo que ver con “zakur” (perro).
Udió una voz domne, flaquiella e cansada,
Disso: «Fraire Ubert», non sola una vegada;
Connocióla Uberte e non dubdó en nada
Que la del prior era; priso grand espantada.
Salió de la eglesia, fo a la fermería,
Non levava de miedo la voluntad vazía,
Non irie tan apriesa iendo en romería:
Don Bildur lo levava, par la cabeza mía.
Gonzalo de Berceo, Milagros de nuestra señora.
K. Mitxelena, Textos Arcaicos Vascos, Madrid, 1960,pág. 57.
Sánchez Albornoz (Madrid 1893-Ávila 1983), catedrático de historia en las universidades de Madrid, Barcelona y Buenos Aires y presidente en el exilio de la Segunda República española, creía que:: "el Reino de Navarra desde sus comienzos en el siglo X usó promiscuamente dos lenguas habladas: el vasco y el romance navarro, afín al castellano".
Tiene una parte de verdad pero el texto es exagerado, en las zonas menos romanizadas sería el euskara el único idioma (la mayoría de Baskonia fuera de las ciudades y el Sur), como bien dice el artajonés Jimeno Jurio: el romance navarro no parece popularizado durante la Edad Media, salvo en la Ribera navarra y en algunas zonas periféricas, a los que habría que añadir los territorios del reino navarro que no son País Vasco: Castilla Vetula, Bureba, La Rioja y norte de Soria.
En poblaciones de burgos francos en tierras vascas, alternó el romance navarro con idiomas norpirenaicos de vascos romanzados (gascones-aquitanos), hasta que uno y otros acabaron sustituidos por el castellano y a veces por el euskara como en el San Cernín de Pamplona.
Finalmente, Menéndez Pidal, filólogo e historiador español más prestigioso del siglo XX (A Coruña 1869-Madrid 1968), presidente de la Real Academia de la Historia y estudioso del origen del castellano, sostiene "el incuestionable substrato vasco del idioma castellano".
El castellano nació en el perímetro Bilbao-Santander-Ebro, en la Castilla Vetula o Vieja y Bureba del reino de Navarra de ahí el nombre "castellano", pero que nadie se lleve a engaño, la zona era Navarra hasta el siglo XII y con vasco parlantes hasta el siglo XIV
Es el territorio de la antigua tribu vasca de los autrigones de la que hablan los romanos, que entre los siglos IX-X nace un nuevo idioma derivado o dialecto del romance navarro y del euskara que hablaban: el castellano.
En un mapa se observa claramente como coincide la desaparición contrastada del euskara con los siglos de aparición del castellano en la zona donde habitaban la tribu vasca de los autrigones.
Por consiguiente, el castellano nació en tierras vascas y mantiene un substrato vasco, claro en algunos elementos considerados específicos del castellano, como algunas consonantes, presentes también en el euskara, la confusión de la “v/b”, o el uso de sólo cinco vocales (frente a las siete del catalán, por ejemplo, 8 del francés y hasta 10 de otros idiomas) o la desaparición de la “f” inicial del latín.
Así lo corrobora el Padre Fita en el “Boletín de la Real Academia de la Historia” española de 1881: “...El idioma vasco ha transmitido al habla de Castilla la claridad y limpieza de sus vocales; y es radical importante de la española...”.
Este tipo de préstamos son los llamados por los lingüistas como “préstamos areal”, es el que se produce por la concurrencia de diferentes idiomas en un mismo espacio (no significa que el castellano venga del euskara, sino que el haber nacido sobre gente vasca dejó su impronta en él, aunque no tan importante como en el gascón, donde el euskara es determinante).
A modo de anécdota, podemos añadir que los reyes navarros utilizaron el romance castellano como lengua para sus escrituras oficiales 60 años antes que lo hicieran los propios reyes castellanos que usaban el latín; ambos romances, el navarro y el castellano, lo son del reino de Navarra su zona periférica o rivera.
Palabras tomadas por el castellano del euskara son: pizarra, ascua, zurrón, izquierda, zulo, chiquito, chaparro, chaparrón, chabola, boina, aquelarre, cencerro, cachorro, zamarra, cazurro, chatarra, soca-tira, aquelarre o ama (de casa, de cría, de llaves). Además de otras de origen probable vasco como ciénaga y más.
Tal y como señala Juan Carlos Moreno Cabrera en su libro “La dignidad e igualdad de las lenguas”, el castellano, además del latín o del griego, cuenta con numerosos préstamos de otros idiomas, tanto peninsulares como de otros lares:
Del gallego: morriña, macho, chubasco, achantarse, vigía, arisco, payo, alguien etc. o Catalanismos como: paella, nao, anguila, anís, armatoste, bandolero, barraca, butifarra, capicúa, cartel, entremés, faena, forastero, grúa etc.
Se conservan en el castellano incluso unas cuantas palabras procedentes de las lenguas desplazadas por el latín. Son voces prerromanas como: vega, barro, carrasca, páramo, balsa, losa, arroyo. Pero también del visigodo (goticismos germánicos), como: guardia, espía, ataviar, brotar, parra, ganso, gavilán etc. Otros germanismos que siguen usándose hoy como: adrede, agasajar, aspa, escarnecer, escatimar, espía, espuela, esquila, estaca, galardón, gana, ganar, guardar, guerra, guiar, parra, rico, rapar, ropa, rueca, sala, tapa, triscar, ufano, yelmo.
Abundan también los nombres propios de persona (antropónimos) de procedencia germánica, como Álvaro, Fernando, Rodrigo, Rosendo, Argimiro, Elvira, Gonzalo, Alfonso, etc. Qué decir de procedencia judía (aunque a través primero del griego, latín u otros idiomas en algunos casos): José, Juan, Pedro, Jesús Ruth, Raquel, Ana, María, Magdalena etc.
Palabras del árabe: alcahofa, algarroba, alubia, zanahoria, berenjena, alfalfa, alcalde, almoahada arroz, alfalfa, azúcar, azafrán, berenjena, zanahoria, sandía, algarroba, alcachofa, alubia, aceituna, algodón, albérchigo, acequia, zanja, noria, álgebra, algoritmo, cero, cifra, guarismo, tarima, taracea, alhaja, abalorio, ajorca, taza, jarra, alfombra, almohada, albornoz, zaragüelles, albañil, alcoba, azotea, tabique, alféizar, azulejo, alcantarilla, calle (de alhama o qahala) etc.
Del italiano: escopeta, escolta, centinela, bisoño, fragata, banca, esbozo, diseño, modelo, balcón, cornisa, cuarteto, estancia, pedante, capricho etc.
Lusismos: biombo, virar, buzo, mermelada, caramelo, catre, carambola, bandeja, brincar, banda, pleamar, mejillón, ostra, etc
Palabras del francés: palabras introducidas masivamente en el siglo XVIII como: chaqueta, pantalón, corsé, sofá, secreter, neceser, engranaje, avalancha, revancha, bayoneta, báscula, brillar, bufanda, brigada, chocar, gabinete, espectro, catastro, cadete, metralla, lingote, fantasear, funcionario, detalle, espectador, plegarse a las circunstancias, poner en ridículo etc.
Galicismos medievales, como consecuencia de la inmigración de monjes, juristas, juglares, etc., los siguientes: adobo, afán, alemán, Alemania, barón, bastón, batalla, ciprés, coraje, cobarde, percha, doncel, hereje, tacha, pincel, escote, estaca, galope, jamón, salvaje, joya, ligero, manjar, mantel, jamás.
El castellano cuenta también con numerosos anglicismos como: vagón, tranvía, túnel, yate, confort, mitin, líder, revólver, turista, fútbol, tenis, suéter, jersey, esmoquin, alta fidelidad (traducción literal), aire acondicionado, desempleo, autoservicio etc.
Indigenismos americanos: patata, chocolate, jícara, tiburón, huracán, jauja, etc. o propios de los muchos dialectos del castellano (casi innumerables: dialedctos argentinos, andaluz, diferentes dialectos chilenos etc. etc.)
Cultismos del siglo XVII como: horrísono, flamígeo, hercúleo, hórrido o sublimar.
En castellano aún se declinan los pronombres personales (él-su-le-lo), lo que sería resto del latín que ha quedado así fosilizado.
Conviene recordar lo que decía J. Garrido Medina: “El castellano efectivamente, no es el romance del pueblo koinético (...), sino la variedad románica que se impone principalmente por conquista: recuérdese el Cid castellano enfrentado a su rey leonés. (...) No se trata, entonces, de una lengua del pueblo elevada a lengua de Estado, sino de un Estado que impone su lengua. En ese sentido transcurre la historia: primero se diferencia el castellano como variedad románica, luego se difunde hasta llegar a ser el idioma general de la nación.”.
Por lo tanto y como conclusión: el gascón y bearnés, así como el romance navarro y el posterior castellano, son romances vascos, creados por los vascos tras la invasión y contacto con otros pueblos: los romanos, musulmanes y los celtas durante el reino de Pamplona después llamado de Navarra.
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