Hola, últimamente ando practicando mi redacción con historias bélicas, así que aquí les dejo una. Decidme que opinan
Si conocéis la película 'enemigo a las puertas' os sonara mucho.
Stalingrado, Julio de 1942
A las orillas del río volga, una pequeña ciudad, no muy productiva pero con una carga ideológica y moral muy grande estaba siendo disputaba entre las fuerzas invasoras del eje, quienes han luchado imbatibles por todo el oeste de la URSS, y el ejército rojo quienes con su esfuerzo por contener al invasor debían evitar que este llegara a los campos petrolíferos, los cuales si caían en manos alemanas sellaría la victoria nazi sobre Europa.
En esta ciudad cuyo nombre honra al gran camarada de la unión soviética, presencio no sólo como cada centímetro de la ciudad era ganado o perdido con el derramamiento de un río de sangre sino también como la crueldad y el desprecio a la vida humana llego a su limite. Esto debido a la estrategia soviética que se adoptó en esta batalla tras la orden de Stalin de ‘Ni un paso atrás’
Para el recién nombrado sargento, Vasili Martov, esto no hubiera significado más que una muerte segura sino fuera que él era uno de los muchos comisarios encargados de hacerse cargo de que la orden se cumpliera.
Este rezaba en su diario personal:
17 de julio de 1942
Hoy, en esta mañana fría, se respiraba esperanza y aires de victoria probablemente debido a que por fin estaban atravesando el Volga, lentos pero seguros, los refuerzos con los que empujaríamos al invasor a las afueras de la ciudad para luego hacerlos retroceder hasta las puertas de Berlín. Otra cosa que daba un toque más alegre al dia era que por fin, por sugerencia del Teniente Sokolov, fui ascendido a Sargento.
Para lamentos de muchos estos refuerzos que no tenían otra opción que cruzar el río con pequeños barcos semejantes a chatarra flotante, que apenas podían resistir unos cuantos tiros pero iban cargados con montones de soldados, apilados como animales, fueron atacados.
Cuando apenas se lograba distinguir las banderas rojas entre la pesada neblina. Las frágiles fragatas sufrieron oleada tras oleada de ataques de aeroplanos alemanes y la artillería que sacudió no sólo la moral de todos los presentes sino también la orilla este del Volga y las pobres barcazas. Mientras que en unos casos los barcos estallaron por los aires, en otros se podía ver como las fragatas perecieron bajo las ametralladoras de los aviones alemanes y también como los soldados huían solo para ahogarse, perecer bajo el fuego enemigo o, algo que en ese momento no entendí su razón de ser, bajo el fuego de los oficiales en las barcazas. Todo cada vez se veía cada vez más tétrico, las armas que nos suministraba el ejército no eran suficientes para los pocos refuerzos, que por alguna razón no venían ya armados y que posiblemente no habían sido entrenados. En más de una ocasión tocó dar un solo rifle para 2 personas, en otras ocasiones, en las que el Teniente parecía estar a punto de caer muerto a causa del estrés y la preocupación, teníamos que mandar a cinco o incluso seis soldados armados con un solo rifle para todos con apenas 15 balas repartidas entre los soldados del grupo.
Todos los soldados se posicionaron por las calles de la ciudad y esperaron órdenes, mientras el teniente me ordenó posicionarse en mi puesto. Recorrí la calle hasta mi puesto, a mi lado corrían de un lado a otro soldados que parecían haber sido traídos de todas partes de Rusia y Europa Oriental, todos guiados por algún Comisario con una radio y una bandera. Mi indumentaria era totalmente igual que la de estos portabanderas, solo que mi radio resultaba mucho más rudimentaria y mi bandera era inexistente, también me diferenciaba el hecho de que los soldados a mi cargo ya estaban en posición con un tal teniente Skalinsky. Mientras me aproximaba a mi posición note como se habían formado dos filas de soldados, una conformado por estos soldados mal equipados y con un entrenamiento muy cuestionable, y la otra línea, que era más bien una pequeña posición en la esquina de un edificio casi destruido, conformada por tres hombres con ametralladoras pesadas, y cinco oficiales entre los que estaba Skalinsky quien me llamaba con el brazo para que me apresurara.
Apenas me dio tiempo de posicionarse entre los otros oficiales antes de que un comunicado comenzará a sonar en la radio, la cual se la acerque al teniente. No lograba distinguir muy bien las palabras que salían de la radio pero note como skalinsky frunció el ceño y con voz no muy temblorosa pero increíblemente fuerte y espesa dio la orden de avanzar. Hubo un momento de silencio y seguido por un grito al unisono. La primera fila avanzó dentro de la neblina en la que sólo se lograba ver los destellos de los tiros. Todo iba bien de momento ya que a pesar de no ver nada, el grito unísono de nuestras tropas continuaba.
Pero este grito de guerra, que erizaba los pelos y lo motivaban a uno a saltar al combate, fue acallado por las rafagas de las ametralladoras alemana que luego fueron reemplazadas por los gritos desconsolados de moribundos soldados. A la distancia se dibujaban siluetas de soldados que se acercaban mientras se apagaban los gritos y el sonido de los fusiles. Los operadores de las ametralladoras y oficiales, incluyéndome, preparamos nuestras armas para defendernos, pero al ver que se trataba de nuestros soldados, por lo menos los que huyeron y ahora regresaban, baje mi pistola e inocentemente llame a un médico para que los atendiera. Estúpido que fui, que no conocía el verdadero significado de la orden de Stalin. Antes de que localizara a un médico con la vista y lo pudiera llamar, Skalinsky grito, a todo pulmón:
-Ni un paso atrás, victoria o muerte, traidores-
E inmediatamente los oficiales y operarios de las ametralladoras abrieron fuego contra los llamados traidores. Esto me tomó por sorpresa y caí al suelo y no me atreví a levantarme hasta que el estruendo de las armas acallo. en ese momento me digne a retirar las manos de mi cabeza y gire la mirada y vi como los ojos casi negros de Skalinsky se clavaban en mi con su ceño fruncido, mientras esta mole de casi dos metros sin inmutarse dejaba al resto de oficiales y se dirigía en dirección al centro de comando. Uno de los oficiales, mucho más joven que yo, no pudo aguantar más y rompió en llanto mientras el resto miraba indiferentemente los cuerpos soviéticos, que tuvieron la desgracia de probar el plomo soviético.
no creo que pueda aguantar esto mucho más.
Si conocéis la película 'enemigo a las puertas' os sonara mucho.
Stalingrado, Julio de 1942
A las orillas del río volga, una pequeña ciudad, no muy productiva pero con una carga ideológica y moral muy grande estaba siendo disputaba entre las fuerzas invasoras del eje, quienes han luchado imbatibles por todo el oeste de la URSS, y el ejército rojo quienes con su esfuerzo por contener al invasor debían evitar que este llegara a los campos petrolíferos, los cuales si caían en manos alemanas sellaría la victoria nazi sobre Europa.
En esta ciudad cuyo nombre honra al gran camarada de la unión soviética, presencio no sólo como cada centímetro de la ciudad era ganado o perdido con el derramamiento de un río de sangre sino también como la crueldad y el desprecio a la vida humana llego a su limite. Esto debido a la estrategia soviética que se adoptó en esta batalla tras la orden de Stalin de ‘Ni un paso atrás’
Para el recién nombrado sargento, Vasili Martov, esto no hubiera significado más que una muerte segura sino fuera que él era uno de los muchos comisarios encargados de hacerse cargo de que la orden se cumpliera.
Este rezaba en su diario personal:
17 de julio de 1942
Hoy, en esta mañana fría, se respiraba esperanza y aires de victoria probablemente debido a que por fin estaban atravesando el Volga, lentos pero seguros, los refuerzos con los que empujaríamos al invasor a las afueras de la ciudad para luego hacerlos retroceder hasta las puertas de Berlín. Otra cosa que daba un toque más alegre al dia era que por fin, por sugerencia del Teniente Sokolov, fui ascendido a Sargento.
Para lamentos de muchos estos refuerzos que no tenían otra opción que cruzar el río con pequeños barcos semejantes a chatarra flotante, que apenas podían resistir unos cuantos tiros pero iban cargados con montones de soldados, apilados como animales, fueron atacados.
Cuando apenas se lograba distinguir las banderas rojas entre la pesada neblina. Las frágiles fragatas sufrieron oleada tras oleada de ataques de aeroplanos alemanes y la artillería que sacudió no sólo la moral de todos los presentes sino también la orilla este del Volga y las pobres barcazas. Mientras que en unos casos los barcos estallaron por los aires, en otros se podía ver como las fragatas perecieron bajo las ametralladoras de los aviones alemanes y también como los soldados huían solo para ahogarse, perecer bajo el fuego enemigo o, algo que en ese momento no entendí su razón de ser, bajo el fuego de los oficiales en las barcazas. Todo cada vez se veía cada vez más tétrico, las armas que nos suministraba el ejército no eran suficientes para los pocos refuerzos, que por alguna razón no venían ya armados y que posiblemente no habían sido entrenados. En más de una ocasión tocó dar un solo rifle para 2 personas, en otras ocasiones, en las que el Teniente parecía estar a punto de caer muerto a causa del estrés y la preocupación, teníamos que mandar a cinco o incluso seis soldados armados con un solo rifle para todos con apenas 15 balas repartidas entre los soldados del grupo.
Todos los soldados se posicionaron por las calles de la ciudad y esperaron órdenes, mientras el teniente me ordenó posicionarse en mi puesto. Recorrí la calle hasta mi puesto, a mi lado corrían de un lado a otro soldados que parecían haber sido traídos de todas partes de Rusia y Europa Oriental, todos guiados por algún Comisario con una radio y una bandera. Mi indumentaria era totalmente igual que la de estos portabanderas, solo que mi radio resultaba mucho más rudimentaria y mi bandera era inexistente, también me diferenciaba el hecho de que los soldados a mi cargo ya estaban en posición con un tal teniente Skalinsky. Mientras me aproximaba a mi posición note como se habían formado dos filas de soldados, una conformado por estos soldados mal equipados y con un entrenamiento muy cuestionable, y la otra línea, que era más bien una pequeña posición en la esquina de un edificio casi destruido, conformada por tres hombres con ametralladoras pesadas, y cinco oficiales entre los que estaba Skalinsky quien me llamaba con el brazo para que me apresurara.
Apenas me dio tiempo de posicionarse entre los otros oficiales antes de que un comunicado comenzará a sonar en la radio, la cual se la acerque al teniente. No lograba distinguir muy bien las palabras que salían de la radio pero note como skalinsky frunció el ceño y con voz no muy temblorosa pero increíblemente fuerte y espesa dio la orden de avanzar. Hubo un momento de silencio y seguido por un grito al unisono. La primera fila avanzó dentro de la neblina en la que sólo se lograba ver los destellos de los tiros. Todo iba bien de momento ya que a pesar de no ver nada, el grito unísono de nuestras tropas continuaba.
Pero este grito de guerra, que erizaba los pelos y lo motivaban a uno a saltar al combate, fue acallado por las rafagas de las ametralladoras alemana que luego fueron reemplazadas por los gritos desconsolados de moribundos soldados. A la distancia se dibujaban siluetas de soldados que se acercaban mientras se apagaban los gritos y el sonido de los fusiles. Los operadores de las ametralladoras y oficiales, incluyéndome, preparamos nuestras armas para defendernos, pero al ver que se trataba de nuestros soldados, por lo menos los que huyeron y ahora regresaban, baje mi pistola e inocentemente llame a un médico para que los atendiera. Estúpido que fui, que no conocía el verdadero significado de la orden de Stalin. Antes de que localizara a un médico con la vista y lo pudiera llamar, Skalinsky grito, a todo pulmón:
-Ni un paso atrás, victoria o muerte, traidores-
E inmediatamente los oficiales y operarios de las ametralladoras abrieron fuego contra los llamados traidores. Esto me tomó por sorpresa y caí al suelo y no me atreví a levantarme hasta que el estruendo de las armas acallo. en ese momento me digne a retirar las manos de mi cabeza y gire la mirada y vi como los ojos casi negros de Skalinsky se clavaban en mi con su ceño fruncido, mientras esta mole de casi dos metros sin inmutarse dejaba al resto de oficiales y se dirigía en dirección al centro de comando. Uno de los oficiales, mucho más joven que yo, no pudo aguantar más y rompió en llanto mientras el resto miraba indiferentemente los cuerpos soviéticos, que tuvieron la desgracia de probar el plomo soviético.
no creo que pueda aguantar esto mucho más.