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    "Cartas desde la Tierra" - breve novela de Mark Twain, considerada su testamento antirreligioso - publicada en 1962 (más de 50 años despúes de su muerte) - en los mensajes interesante biografía y cuatro textos más más del autor, alguno en varios formatos

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    Mensaje por pedrocasca Mar Nov 13, 2012 2:11 pm

    "Cartas desde la Tierra"

    breve novela de Mark Twain - publicada en 1962

    Cartas desde la Tierra o Cartas de la Tierra es el testamento antirreligioso de Mark Twain. Fueron publicadas más de 50 años después de su muerte, debido a la férrea oposición de su hija Clara. Es un libro divertido, dinámico e irónico. Contiene las cartas que Satanás, desde su exilio en la tierra donde fue desterrado por Dios, escribe a sus amigos en el cielo Miguel y Gabriel. El libro plantea, en tono irónico, la cuestión de cómo puede el hombre creer en un dios absolutamente bondadoso y al mismo tiempo creerse hecho a su imagen y semejanza, mientras en la tierra se matan una y otra vez sin aprender de sus errores.

    El hombre es una rareza maravillosa. En las condiciones más favorables, es una especie de ángel del grado más bajo enchapado en níquel; en las peores, es indescriptible, inimaginable; y siempre, el hombre constituye un sarcasmo. Y sin embargo, con toda sinceridad, y halagándose, se llama a sí mismo “la obra más noble de Dios”.

    Twain en este libro no niega la existencia de Dios, sin embargo, por deducción le atribuye características tan distintas a las que nos tienen acostumbrados a otorgarle, que resulta muy difícil llegar a imaginar al dios, no tan solo del cristianismo, sino también al dios en el que creen las religiones en general.

    Son 65 páginas de muy buen formato pdf que se pueden descargar desde:

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    Mark Twain



    Última edición por pedrocasca el Sáb Mar 23, 2013 10:22 am, editado 9 veces
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    Mensaje por ndk Miér Nov 14, 2012 3:23 am

    Mark Twain (1835-1910):
    antimperialistas, patriotas y traidores


    Mark Twain es conocido por ser el autor de Tom Sawyer, Las aventuras de Huckelberry Finn y otras novelas pero, sobre todo, fue un activo militante antimperialista. Fue uno de los primeros opositores a las guerras de agresión de Estados Unidos y era militante de la Liga Antimperialista. En los últimos años de su vida (cuando muchos intelectuales de izquierdas se acomodan y abandonan toda protesta) fue un continuo opositor a la guerra de Filipinas. Editó unos incendiarios ensayos anticapitalistas que tras su muerte fueron borrados de todas sus referencias bibliograficas oficiales. Se salvó sólo algún libro, como El misterioso extranjero, en el que llegó a escribir: Los hombres de Estado inventarán mentiras baratas, haciendo recaer las culpas en las naciones atacadas por el imperialismo, en un grotesco proceso de engaño a las gentes.

    Recientemente, hace diez años, se editó un libro en inglés con recopilaciones de sus escritos antimperialistas. El libro se titula Mark Twain's Weapons of Satire. Y por fin en España se edita una recopilación de sus mejores textos y escritos políticos.

    Samuel Langhorne Clemens, el escritor que alcanzaría reconocimiento internacional con el seudónimo de Mark Twain, nació en 1835 en Florida, estado de Missouri, en el medio oeste de Estados Unidos. Su infancia transcurrió en Hannibal, una ciudad del mismo estado a orillas del Mississippi. La temprana muerte de su padre le obligó a ganarse la vida desde muy joven. Su primer trabajo remunerado fue como aprendiz en un taller gráfico y a mediados de la década de 1850 se trasladó a la costa este, donde durante cuatro años trabajó en imprentas de varias ciudades, siempre en horribles condiciones y por salarios miserables. Fue en esa época que comenzó a frecuentar las bibliotecas públicas donde, según sus propias palabras, halló un mundo que jamás habría descubierto en la escuela pública de Hannibal.

    A fines de esa década, regresó al medio oeste y se empleó como aprendiz de práctico de navegación en los barcos de vapor que recorrían el río Mississippi. Rápidamente dominó el oficio y mejoró su situación económica, pero el estallido de la Guerra Civil interrumpió su carrera, Twain se incorporó a una milicia confederada que habían formado sus antiguos amigos de Hannibal, pero tres semanas después desertó y marchó a Nevada a reunirse con su hermano, que era allí uno de los principales representantes del partido antiesclavista. Corría el año 1861.

    Durante un tiempo se dedicó infructuosamente a buscar filones de plata hasta que, primero en Nevada y luego en California, comenzó su carrera periodística. Desde un comienzo, Twain se destacó por su aguda crítica social, que ridiculizaba a los poderosos y se solidarizaba con los oprimidos. Tanto en sus artículos periodísticos como en sus ensayos, su habitual ironía podía desembocar en el más corrosivo de los sarcasmos si el tema lo permitía.

    Paulatinamente fue logrando notoriedad como orador y es entonces cuando adopta el seudónimo de Mark Twain en sus escritos y conferencias. Ese nombre provenía de la expresión utilizada por quienes sondeaban la profundidad del río en los barcos que navegaban por el Mississippi: By the mark, twain; tal cosa confirmaba que había una profundidad mínima de 3,60 metros y que el barco podía navegar sin riesgos de encallar.

    En 1866, trabajando como periodista autónomo para la revista literaria Golden Era de San Francisco, Twain realiza su primer viaje al extranjero, visita las islas Sandwich y paga su viaje enviando colaboraciones, en forma de cartas, al Sacramento Chronicle. Durante los años siguientes, su fama como periodista y conferenciante alcanza reconocimiento en toda la nación, hecho que le permite realizar viajes a Europa y el Cercano Oriente como corresponsal de importantes periódicos estadounidenses. La buena recepción de su libro La celebrada rana sa1tadora del condado de Calaveras, publicado en 1867, consolida aún más su creciente fama de humorista y conferenciante.

    En 1870 se casa con Olivia Langdon, hija de un rico industrial neoyorquino y, después de una breve estadía en Buffalo, se establecen en Hartford, Connecticut, donde residirían durante dos décadas y nacerían las tres hijas del matrimonio. Es para Twain el comienzo de una etapa económicamente estable y creativamente fructífera. Continúa viajando y escribiendo y, en 1874, comienza una exploración literaria de sus recuerdos infantiles a orillas del Mississippi, que dará como resultado una trilogía de obras maestras: Las aventuras de Tom Sawyer (1876), Mi vida en el Mississippi (1883) y finalmente Las aventuras de Huck1eberry Finn (1886), libro en el que trabajó durante casi una década.

    En el ínterin, aparecen otros títulos que también contribuyen a acrecentar su fama, como El príncipe y el mendigo (1882) y la satírica Un yanqui de Connecticut en la corte del rey Arturo (1889). Es en esa época que la estabilidad económica de Twain sufre un duro golpe.

    En 1892, la familia se traslada a Europa, donde fijan su residencia. Twain no deja de viajar y dar conferencias. Entre 1895 y 1897, a veces con su esposa y alguna de sus hijas, Twain recorre Canadá, las islas Fiji, Australia, Nueva Zelanda, la India, Sudáfrica y diversos países de Europa. Muchas de las experiencias vividas en esos desplazamientos aparecerían en su libro Siguiendo el ecuador, de 1897.

    En 1896, la felicidad familiar de Twain sufre un duro golpe, fallece su hija mayor, Susan, a los veintitrés años. Este acontecimiento, sumado al delicado estado de salud de otra de sus hijas y de su mujer, no afectan cuantitativamente la producción literaria del autor, pero sí lo van llevando a escribir de un modo más amargo y enigmático. De esa época se pueden citar sus libros Cabezahueca Wilson (1894) y El hombre que corrompió a Hadleyburg (1900). Aun así, es en esta etapa en la que Twain con más énfasis denuncia los efectos corruptores que, tanto en el ámbito interior como en el de las relaciones internacionales, provocaba el ascendente modelo de capitalismo financiero, con unas pocas grandes corporaciones amasando inmensas fortunas y que situaba al poder económico como fin último de la existencia humana. Ante sus ojos se imponía el abierto imperialismo de una potencia emergente.

    En octubre de 1900, después de casi una década residiendo en Suiza, Austria e Inglaterra, Twain regresa con su familia a Estados Unidos, donde es recibido como una celebridad nacional. Establece su residencia en Riverdale y se incorpora a la Liga Antiimperialista, para la que redacta lúcidos alegatos contra la política exterior de su país. Pero en agosto de 1902, al agravarse el estado de salud de su esposa, Twain decide regresar a Europa, donde permanecerá hasta la muerte de Livy, acaecida en Florencia en 1904. Al año siguiente, de regreso en Nueva York, Twain celebra sus 70 años publicando Los diarios de Adán y Eva y su famoso Soliloquio del rey Leopoldo, en el que denuncia los estragos del colonialismo belga en el Congo. Su situación económica mejora y se establece en Connecticut, con su hija Jeanne como secretaria y compañera. Entre sus escritos de esta floreciente última etapa cabe mencionar su Autobiografía y El forastero misterioso, una novela corta en la que, con hilarante y sabia ironía, señala lo absurdo de la condición humana.

    Mark Twain falleció el 21 de abril de 1910.

    Dentro de la literatura universal, Mark Twain ocupa un lugar destacado entre los grandes novelistas estadounidenses del siglo XIX. En su país, especialmente a partir de la década de 1940, el establishment literario se ocupó de resaltar intencionadamente la imagen de Twain como símbolo del sueño americano y del espíritu aventurero que caracterizó a la conquista del oeste. Pero esa imagen de héroe nacionalista se desdibuja notablemente cuando se tiene la ocasión de leer textos suyos como los que este libro reúne.

    Si bien es cierto que es en los últimos 20 años de su vida cuando Twain asume una postura claramente antiimperialista y anticapitalista, también en sus escritos anteriores es posible detectar su rechazo al naciente capitalismo monopolista que comenzó a fraguarse después de la Guerra de Secesión y que desembocaría en el abierto afán imperialista demostrado a partir de 1898, con la guerra contra España por Cuba, Puerto Rico y Filipinas.

    Como tantos otros revolucionarios radicales de su época, Twain vio en el fin de la esclavitud la posibilidad de que se completase el sueño de los padres fundadores de Estados Unidos: una república caracterizada por la igualdad y la democracia para todos. Pero en lugar de esto, comenzó a tomar forma un capitalismo hambriento de nuevos mercados y territorios, un racismo despiadado y una brecha cada vez mayor entre ricos y pobres. Frente a estas tendencias se alza la critica social de Twain, e1 Twain que anticipa la anexión de Hawai (Islas Sandwich), que denuncia el racismo contra los inmigrantes chinos en San Francisco y que se solidariza con los sindicatos que comienzan a organizar a los trabajadores de su país. Ya en 1886, en un discurso ante los miembros de un sindicato, Twain preguntaba: ¿Quiénes son los opresores? Los pocos: el rey, el capitalista y un puñado de supervisores y superintendentes. ¿Quiénes son los oprimidos? Los muchos: las naciones de la tierra, las personas valiosas, los trabajadores, los que hacen el pan que los holgazanes e. inútiles comen.

    Pero es con la guerra hispano-estadounidense cuando Twain confirma que ya Estados Unidos en nada se diferencia de las potencias coloniales europeas. Su país, una república surgida de una revolución contra un imperio, negaba a otros pueblos el derecho a la independencia y la autodeterminación, es decir, ignoraba los valores que tanto la Declaración de Independencia como la Constitución de Estados Unidos habían proclamado esenciales.

    Cuando en 1900 regresa de Europa, Twain se incorpora a la Liga Antiimperialista de Estados Unidos y escribe numerosos panfletos que, por centenares de miles, son difundidos por todo el país mediante las filiales locales de la organización, además de ser reproducidos en numerosos periódicos y revistas de izquierda. Tal vez uno de sus textos más vigorosos contra las guerras imperialistas sea la Oración de la guerra, que sólo parcialmente se difundió en vida de Twain, pero que sería rescatada en su totalidad y publicada en innumerables ocasiones, en la década de 1960, por los opositores a la guerra de Vietnam. En esa misma época, el movimiento por los derechos civiles también recuperó textos de Twain para sus campañas de sensibilización, como el titulado Los Estados Unidos del linchamiento, incluido en este volumen.

    Debe aclararse que pese a oponerse a toda guerra imperialista, Twain no fue un pacifista; siempre admitió el uso de la violencia revolucionaria en la lucha por la libertad. Sin duda, el referente principal para tal posicionamiento fue la revolución por la independencia de Estados Unidos y es así que, al estallar la revolución en Rusia en 1905, alienta a los sublevados a derrocar al régimen zarista mediante todos los métodos disponibles.

    Destacable también es el carácter profético de algunos textos de Twain, como el que prevé, en 1901, lo que sería la política exterior estadounidense durante todo el siglo xx y hasta hoy en día: A partir de ese momento, el gobierno ha convertido la taimada y alevosa traición a las repúblicas débiles en su entretenimiento, y el robo de sus tierras y el asesinato de sus libertades en su negocio.

    El Mark Twain que esta recopilación de textos intenta rescatar no es el héroe chauvinista que algunos pretenden resaltar, sino el patriota (que a veces prefiere ser traidor), antiimperialista y revolucionario. El libro rescata los siguientes escritos: 1.Antimperialismo 2.Hawai 3.Rusia (muy muy interesante) 4.Sudáfrica y Australia 5.Guerra Hispano-Estadounidense y Filipinas 6.China 7.El Congo.

    Es un volumen de 206 páginas, editado en diciembre de 2006 por la Editorial Icaria e Intermon y vale 14 euros.

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    Mensaje por pedrocasca Lun Nov 19, 2012 11:51 am

    Para interesados/as en libros de Mark Twain:

    ---Príncipe y mendigo (El Príncipe y el mendigo)

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    El príncipe y el mendigo, también traducida como Príncipe y mendigo, es una novela escrita por Mark Twain. Fue publicada por primera vez en Canadá en 1881 antes de ser publicada en los Estados Unidos un año después. Es la primera novela histórica del autor. Ambientada a mediados del siglo XVI, cuenta la historia de dos niños de apariencia física idéntica: Tom Canty, un mendigo que vive con su cruel padre en Londres y el príncipe Eduardo, hijo de Enrique VIII de Inglaterra.

    ---La célebre rana saltarina del distrito de Calaveras

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    La célebre rana saltarina del distrito de Calaveras es una pequeña historia humorística que oyó contar Mark Twain en un campamento minero y era utilizada por el autor en sus conferencias y charlas para crear un clima de confianza con el público. Se convirtió en su primera publicación en un diario (en realidad en varios, lo que supuso que empezara a ser conocido por el gran público norteamericano).
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    Mensaje por pedrocasca Sáb Mar 23, 2013 10:05 am

    También se puede descargar el libro Cartas desde la Tierra desde el link:

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    Nuestra Biblia nos revela el carácter de nuestro dios con una exactitud minuciosa y sin remordimiento… Es quizá la biografía más difamatoria que haya sido impresa nunca. Hace de Nerón un ángel de luz por contraste” - Mark Twain


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    Mensaje por pedrocasca Sáb Mar 23, 2013 10:14 am

    Para interesados/as en libros de Mark Twain:

    ---Diario de Adán y Eva

    se puede descargar desde el link: (formato pdf)

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    El Diario de Adán y Eva es una pequeña obra escrita en clave de humor en la que recrea la vida de la primera pareja de seres humanos. Aunque el autor no hubiera señalado a quién corresponde cada parte, podríamos reconocerlo perfectamente; ambos personajes son absolutamente diferentes entre sí, y también lo son sus monólogos o confesiones. Un tema con un marcado contenido religioso y teológico sirve a Twain para imaginar esta crónica del primer amor humano.

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    Mensaje por pedrocasca Sáb Mar 23, 2013 10:27 am

    La oración de guerra

    Yo no pregunto de qué raza es un hombre, basta que sea un ser humano, nadie puede ser nada peor - Mark Twain

    Mark Twain, escribió “La oración de guerra” durante el conflicto bélico entre Estados Unidos y Filipinas. Su amigo Dan Beard, al leer la obra comentó «No creo que la oración sea publicada en mi época. Nadie excepto los muertos tienen permiso para decir la verdad. En América, como en otros lugares, la libertad de expresión está confinada a los muertos».

    Harper’s Bazaar lo rechazó «por no ser adecuado para una revista femenina». Twain tenía un contrato en exclusiva con Harper & Brothers, por lo que no pudo publicar La oración de guerra en ninguna otra editorial. El texto se mantuvo inédito hasta 1923, cuando su representante literario, Albert Bigelow Paine, lo incluyó en el libro Europa y otros lugares. Una década antes, Paine publicó largos extractos de esta historia en Mark Twain: una biografía. Twain había muerto en 1910. El texto invita a reflexionar sobre el contenido no verbalizado, pero que va inevitablemente asociado al contenido expresado en una oración. En lo que se omite y calla por aberrante. En lo absurdo de solicitar ayuda divina en algunas situaciones.


    La oración de guerra

    Fue una época de gran exaltación y emoción. El país se había levantado en armas, había empezado la guerra y en cada pecho ardía el fuego sagrado del patriotismo; se oía el redoble de los tambores y tocaban las bandas de música; tiraban cohetes y un montón de fuegos artificiales zumbaban y chisporroteaban. Allí abajo, a lo lejos, de las manos, tejados y balcones, ondeaba al sol una espesura de banderas brillantes. De día, por la ancha avenida, los jóvenes voluntarios desfilaban alegres y hermosos con sus uniformes; a su paso los orgullosos padres, madres, hermanas y enamoradas los vitoreaban con voces ahogadas por la emoción. De noche, en las concurridas reuniones se escuchaba con admiración la oratoria patriótica que agitaba lo más hondo de sus corazones, y que solía interrumpirse con una tempestad de aplausos, al tiempo que las lágrimas corrían por sus mejillas. En las iglesias los pastores predicaban devoción a la bandera y al país, y en favor de nuestra noble causa imploraban ayuda al dios de las batallas con una elocuencia tan efusiva y fervorosa que conmovía a todos los oyentes.

    De hecho, era una época próspera y alegre, y los pocos espíritus temerarios que se aventuraban a desaprobar la guerra y a albergar alguna duda sobre su rectitud, enseguida recibían un castigo tan duro y severo que, para su propia seguridad, inmediatamente retrocedían espantados y no volvían a ofender en ese sentido.

    Llegó el domingo por la mañana. Al día siguiente los batallones partirían hacia el frente; la iglesia estaba a rebosar. Y allí estaban los voluntarios, con sus rostros iluminados por visiones y sueños milicianos. ¡El austero avance de tropas, el ímpetu incontenible, el ataque desenfrenado, los sables relucientes, la huida del enemigo, el tumulto, el humo envolvente, la búsqueda feroz y la rendición! ¡Y luego, de regreso al hogar, los héroes condecorados, bienvenidos, venerados, inmersos en un mar de oro de gloria! Al lado de los voluntarios se sentaban sus seres queridos, orgullosos, contentos y envidiados por los vecinos y amigos que no tenían hijos o hermanos a quienes enviar al campo de honor, para vencer por la bandera o, caso contrario, sucumbir a la más noble de las muertes nobles. El servicio religioso continuó. Se leyó un capítulo del Antiguo Testamento sobre la guerra y se rezó la primera plegaria, seguida de un estallido del órgano que sacudió el edificio. Y de un impulso la congregación se levantó con brillo en los ojos y latidos en el corazón: «¡Dios Todopoderoso! ¡Tú que ordenas, el trueno es tu trompeta y el rayo tu espada!».

    Después vino la oración larga. Nadie recordaba algo semejante por lo apasionado de la súplica y lo conmovedor y bello de su lenguaje. En esencia, la oración pedía al Padre de todos nosotros, benigno y siempre misericordioso, que velara por nuestros nobles y jóvenes soldados y les proporcionara auxilio, consuelo y ánimo en el afán de su patriótica tarea; que los bendijera y protegiera con Su poderosa mano en la batalla; que los fortaleciera y les diera confianza para que fueran invencibles en el ataque sangriento; que les ayudara a aplastar al enemigo y les concediera, tanto a ellos como a su patria y su bandera, la gloria y el honor imperecederos.

    Un anciano extraño entró y con paso lento y callado avanzó por el pasillo, con los ojos clavados en el clérigo. Tenía un cuerpo alto e iba vestido con una túnica que le llegaba a los pies, llevaba la cabeza descubierta, una vaporosa cascada de cabello cano le caía sobre los hombros y tenía la cara arrugada y exageradamente pálida, casi fantasmal. Llenos de asombro, todos le seguían con la mirada mientras se encaminaba al altar en silencio y sin pausa, hasta que se detuvo a la par del clérigo y se quedó allí esperando de pie.

    El clérigo, con los ojos cerrados, no se había percatado de la presencia del extraño y prosiguió con su oración conmovedora hasta terminar con las siguientes palabras, pronunciadas con gran fervor: «¡Bendice nuestras almas, concédenos la victoria, Oh Señor Nuestro, Dios, Padre y Protector de nuestra tierra y nuestra bandera!».

    El extraño le tocó el brazo y le hizo señas para que se apartara -a lo que accedió el desconcertado clérigo- y ocupó su lugar. Durante unos momentos, con ojos solemnes que emanaban una luz extraordinaria, contempló detenidamente a la audiencia embelesada. Entonces con una voz profunda dijo: «Vengo del Trono. Soy portador de un mensaje de Dios Todopoderoso». Las palabras golpearon a la congregación como en un seísmo; si el extraño lo percibió no hizo ningún caso. «El ha escuchado la oración de Su siervo, vuestro pastor, y se concederán sus peticiones si ése es vuestro deseo después que yo, Su mensajero, os haya explicado su significado, es decir, todo su significado. Pues sucede lo que en la mayoría de las oraciones de los hombres; el que las pronuncia pide mucho más de lo que es consciente, salvo que se detenga y se ponga a meditar».

    «Vuestro Siervo de Dios ha rezado su plegaria. ¿Ha reflexionado sobre lo que ha dicho? ¿Es acaso una sola oración? No; son dos -una pronunciada y la otra no-. Ambas han llegado a los oídos de Aquel que escucha todas las súplicas, tanto las anunciadas como las guardadas en silencio. Ponderad esto y guardadlo en la memoria. Si rezas una plegaria en tu beneficio ¡ten cuidado! no sea que sin querer invoques al mismo tiempo una maldición sobre el vecino. Si rezas una oración para que llueva sobre tu cosecha, mediante ese acto quizá estés implorando que caiga una maldición sobre la cosecha de alguno de tus vecinos que probablemente no necesite agua y resulte así dañada».

    «Han escuchado la oración de vuestro siervo -la parte enunciada-.Yo he sido encargado por Dios para poner en palabras la otra parte, aquélla que el pastor -al igual que ustedes en sus corazones- rezaron en silencio. ¿Con ignorancia y sin reflexionar? ¡Dios asegura que así fue! Oísteis estas palabras: ‘Concédenos la victoria, Oh Señor Nuestro Dios’. Eso es suficiente. La oración pronunciada está íntimamente ligada a esas palabras fecundas. No han sido necesarias las explicaciones. Cuando habéis rezado por la victoria, habéis rezado por las muchas consecuencias no mencionadas que resultan de la victoria -debe ser así y no se puede evitar-.El espíritu atento de Dios Padre acogió también la parte no pronunciada de la oración. Me encargó que la expresara con palabras. ¡Escuchad!».

    «Oh Señor, nuestro Padre, nuestros jóvenes patriotas, ídolos de nuestros corazones, salen a batallar. ¡Mantente cerca de ellos! Con ellos partimos también nosotros -en espíritu- dejando atrás la dulce paz de nuestros hogares para aniquilar al enemigo. ¡Oh Señor nuestro Dios, ayúdanos a destrozar a sus soldados y convertirlos en despojos sangrientos con nuestros disparos; ayúdanos a cubrir sus campos resplandecientes con la palidez de sus patriotas muertos; ayúdanos a ahogar el trueno de sus cañones con los quejidos de sus heridos que se retuercen de dolor, ayúdanos a destruir sus humildes viviendas con un huracán de fuego; ayúdanos a acongojar los corazones de sus viudas inofensivas con aflicción inconsolable; ayúdanos a echarlas de sus casas con sus niñitos para que deambulen desvalidos por la devastación de su tierra desolada, vestidos con harapos, hambrientos y sedientos, a merced de las llamas del sol de verano y los vientos helados del invierno, quebrados en espíritu, agotados por las penurias, te imploramos que tengan por refugio la tumba que se les niega -por el bien de nosotros que te adoramos, Señor-, acaba con sus esperanzas, arruina sus vidas, prolonga su amargo peregrinaje, haz que su andar sea una carga, inunda su camino con sus lágrimas, tiñe la nieve blanca con la sangre de las heridas de sus pies! Se lo pedimos, animados por el amor, a Aquel quien es Fuente de Amor, sempiterno y seguro refugio y amigo de todos aquellos que padecen. A El, humildes y contritos, pedimos Su ayuda. Amén».

    (Después de una pausa)

    «Así es como lo habéis rezado. ¡Si todavía lo deseáis, hablad! El mensajero del Altísimo aguarda».

    Más tarde se creyó que el hombre era un lunático porque no tenía sentido nada de lo que había dicho.

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    "Cartas desde la Tierra" - breve novela de Mark Twain, considerada su testamento antirreligioso - publicada en 1962 (más de 50 años despúes de su muerte) - en los mensajes interesante biografía y cuatro textos más más del autor, alguno en varios formatos Empty Re: "Cartas desde la Tierra" - breve novela de Mark Twain, considerada su testamento antirreligioso - publicada en 1962 (más de 50 años despúes de su muerte) - en los mensajes interesante biografía y cuatro textos más más del autor, alguno en varios formatos

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