"Crítica al marxismo subjetivista de Néstor Kohan y John Holloway"
texto de Rolando Astarita
publicado en el blog Euskal Herria Sozialista en noviembre de 2012
se publica en el Foro en dos mensajes
---mensaje nº 1---
Por estos días un lector me envió un mail preguntándome por mi posición frente a la crítica del profesor Néstor Kohan al marxismo “objetivista” y “determinista”. El tema está vinculado a la cuestión de si existen leyes objetivas, sociales, en el modo de producción capitalista. Kohan es un exponente de los marxistas que sostienen que no existen tales leyes objetivas. Ha escrito un libro sobre El Capital, de mucha influencia en Argentina y en América Latina, en el que defiende esta postura. John Holloway, a quien Kohan cita extensamente, tiene un enfoque similar. Mi punto de vista es muy distinto. En esta nota reproduzco un artículo que escribí en 2007, de crítica al libro de Kohan. Ahora he modificado el título y varios pasajes. El determinismo en el marxismo lo trataré más específicamente en otra nota, aunque la cuestión ya está contenida en la discusión sobre las leyes objetivas. Aquí va entonces el escrito.
En los últimos años se ha difundido una crítica a lo que se llama la lectura “tradicional” de El Capital. La misma afirma que la lectura tradicional conduce a interpretaciones “funcionalistas”, “objetivistas”, “mecanicistas” e incluso “burguesas” del capitalismo. Esta idea ha sido desarrollada por el profesor Kohan en El Capital, historia y método – una introducción (La Habana, 2004; las citas corresponden a este texto). El libro incluye un trabajo de John Holloway, en el que sostiene que “[l]a lectura tradicional [de El Capital] es una lectura funcionalista” (p. 435), que anula la fuerza crítica de la obra de Marx. Kohan, por su parte, advierte que El Capital no hay que leerlo “sin advertir todo lo que la exposición lógica presupone”. Con esto quiere decir que no hay que empezar por la primera línea del primer capítulo, y seguir por el capítulo dos, por el tres, etcétera, porque si hace esto el lector “se desbarranca inmediatamente y sin remedio” (p. 292; énfasis agregado), y está condenado a no ver las diferencias entre la “mano invisible” de Adam Smith y la posición de Marx. Según Kohan, hay que comenzar a leer el texto de Marx por el capítulo 24, y hay que estar prevenido contra las tentaciones de interpretación “mecanicista” y “objetivista”. En definitiva, Kohan y Holloway abogan por un marxismo “no objetivista”, que subraya lo subjetivo. Holloway resume la tesis de la siguiente forma: de acuerdo a la lectura tradicional, El Capital presenta un análisis de cómo funciona el capitalismo, según ciertas leyes de desarrollo. Pero sólo puede haber leyes, continúa Holloway, “en la medida en que el fetichismo está completo, en la medida en que las relaciones sociales están totalmente reemplazadas por relaciones entre cosas” (p. 435). Pero si es así, “si el fetichismo está completo, entonces no existe ninguna posibilidad de auto-emancipación de los negados, de los oprimidos” (ídem). En cambio, la lectura “no tradicional” de El Capital, que Holloway considera indispensable, muestra que detrás de las máscaras del fetichismo existe la fuerza del trabajo alienado, y el capital depende totalmente de “nuestro hacer” y de “su conversión en trabajo abstracto”. Kohan, de la misma manera, arremete una y otra vez contra los marxistas “objetivistas”. Por ejemplo, refiriéndose a las interpretaciones de la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, afirma que “la ortodoxia del marxismo” piensa que el capitalismo iría a un “necesario y fatal... juicio final”, lo que llevaría al paso automático a la sociedad comunista (p. 333).
En resumen, el tema es criticar toda lectura que quiera ver en El Capital un estudio de leyes objetivas de funcionamiento del capitalismo. Por ejemplo, y según el enfoque de Kohan y Holloway, el propósito de la ley del valor de Marx es explicar la posibilidad de las crisis, y “no comprender esto constituye una equivocación fundamental del marxismo funcionalista que termina incorporando a la teoría del valor de Marx en El Capital una visión infundadamente armonicista del orden social...” (Kohan, p. 361). Pensamos que este abordaje de la obra de Marx sólo se puede mantener a costa de a) una tergiversación de las categorías fundamentales; y b) una caricaturización de las posturas de lo que Kohan llama “marxismo objetivista”. Sostenemos también que esta lectura no ayuda a avanzar en la lucha teórica contra la ideología burguesa; y tiene consecuencias políticas graves.
Leyes objetivas, base de la política revolucionaria
A pesar de lo que digan los críticos de las lecturas “tradicionales” de El Capital, es un hecho que Marx sostuvo, una y otra vez, que existen leyes de funcionamiento del capitalismo. Por ejemplo, habló de la ley del valor, a la cual consideraba la “ley fundamental de la economía política moderna”, en tanto que “conexión interna y necesaria” entre el valor de las mercancías y los tiempos de trabajo socialmente necesarios. También habló de la ley general de la acumulación, de las leyes de la apropiación capitalista, o de la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. Siempre se refirió a estas leyes como leyes “objetivas”. Por “objetiva” Marx entendía que son leyes que derivan de las relaciones sociales y del accionar de los seres humanos, pero que éstos no dominan. Por eso la cosificación de las relaciones sociales implica que se trata de un mundo social, pero que domina al ser humano.
Se trata entonces de leyes que gobiernan el funcionamiento del sistema, su reproducción, y que a través de su dialéctica interna encierran la dinámica de las crisis, del estallido de las contradicciones. Proporcionan por eso el campo para la acción revolucionaria, para la intervención de los explotados en la resolución definitiva de las contradicciones. De ahí que sea necesario conocer este aspecto sistémico del capitalismo, a fin de que la crítica llegue “al hueso” y se entienda que los males de la clase obrera no se van a acabar cambiando personajes o gobiernos, sino acabando con la propiedad privada del capital. Insistimos, para sacar esta conclusión hay que entender el aspecto sistémico, objetivo, reproductivo de estas leyes del capital. Pero precisamente esto es lo que niega la lectura de El Capital que propone Kohan, siguiendo a Holloway.
Por ejemplo, la ley del valor regula, como tendencia, las partes del trabajo total social que deben destinarse a la producción de diversos valores de uso. Este concepto es explicado en el capítulo 12 del tomo I de El Capital, donde se sostiene que las diversas esferas de la producción procuran mantenerse constantemente en equilibrio, en el sentido que cada productor debe producir un valor de uso que satisfaga alguna necesidad social. Por esta razón debe establecerse un nexo interno que articule estas diversas masas de necesidades, y este nexo interno es la “ley del valor”. Esta tendencia de las diversas esferas de la producción a mantenerse en equilibrio sólo se manifiesta, a su vez, como reacción contra el desequilibrio constante. O sea, la ley del valor actúa como una reguladora anárquica de la producción, con independencia de lo que los seres humanos puedan desear. Es una ley que se impone de forma objetiva social.
Cualquiera que tenga un mínimo de cultura en economía y lea esto en El Capital, se dará cuenta de que esta concepción está muy alejada de la teoría burguesa del equilibrio general. Pero también entenderá que la ley del valor de Marx no tiene como único objetivo explicar la posibilidad de las crisis, sino mostrar cómo en el capitalismo se comparan, distribuyen y regulan los tiempos de trabajo. Esto no quiere decir que Marx tuviera una concepción “armonicista” del sistema capitalista. Por el contrario, la ley del valor se fundamenta en una contradicción que es insalvable del sistema, la que existe entre el carácter social y privado del trabajo. Por lo tanto, lo que está mostrando Marx es cómo el sistema puede reproducir en escala ampliada esta contradicción a través de la acción de la ley del valor. Para lo cual debe establecerse cierta regulación, cierta ley interna del mercado. Constituye un planteo no dialéctico pensar que la existencia de la contradicción o del desequilibrio niega el momento de la identidad, de lo sistémico, de lo que se reproduce en escala ampliada. Es no entender el ABC del asunto.
De la misma manera, la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia trata de demostrar cómo, a pesar de la acción consciente de los capitalistas por elevar la tasa de ganancia, se produce una caída tendencial de la tasa de ganancia. Se trata de nuevo de una ley de funcionamiento, que revela el carácter contradictorio del proceso de producción capitalista. La caída de la tasa de ganancia precisamente se da porque existe una ley de la acumulación capitalista, que se manifiesta en ciertas regularidades tendenciales; por ejemplo, la tendencia al crecimiento de C/V. Lo importante es que estas tendencias operan en la realidad y en la historia del capitalismo. No se trata solo de especulaciones abstractas. En particular, las crisis se descargan como fenómenos objetivos, por encima de la voluntad de los participantes. Es absurdo que la quiebra de Lehman o de Bears, de Enron o World.com, las desvalorizaciones masivas de capital que se pre cipitan con las crisis, sean manejadas o preparadas por los mismos capitalistas. Son fenómenos objetivos-sociales.
En otros pasajes Marx todavía es más explícito, si se quiere, acerca del carácter objetivo de estas leyes, al tiempo que señala las contradicciones implicadas. Por ejemplo, en el capítulo 22 del tomo I de El Capitalsostiene que el desarrollo de la producción capitalista convierte “en ley de necesidad” el incremento constante del capital invertido, y que la competencia impone a todo capitalista individual “las leyes inmanentes del régimen de producción capitalista de producción como leyes coactivas” (énfasis añadido). Lo cual encierra una crítica al capitalismo “humano” y “bondadoso”, con el que sueñan muchos utópicos. Incluso en ese mismo capítulo habla de una dialéctica “interna e inexorable” que hace que la ley de la apropiación, o ley de la propiedad privada, se transforme en su contrario, en la ley de la apropiación del producto del trabajo ajeno sin equivalente. Existe una dialéctica, esto es, una dinámica objetiva, que conduce al ahondamiento de la contradicción entre el capital y el trabajo, pero a través de un funcionamiento que es sistemático.
Ahora bien, ¿qué tiene que ver esto con el “armonicismo”, con la “mano invisible” de Adam Smith? Respuesta: nada, no tiene nada que ver. En Marx se trata de leyes objetivas, que operan a partir de contradicciones sociales fundamentales. En Smith no hay ni rastros de esto. Además, ¿por qué tiene que deducirse de este enfoque de Marx que el trabajo no tendría potencialidad revolucionaria, o que estamos ante un “fetichismo completo”, si precisamente siempre está presente en el planteo la contradicción y el conflicto? Contra lo que afirma Kohan, es evidente que las “lecturas tradicionales”, que advirtieron que El Capital plantea la existencia de leyes objetivas, no se equivocaron. Pero además, las consecuencias políticas que se derivan de esto, nunca estuvieron, ni están, mecánicamente determinadas. Es que al demostrar Marx que existen estas leyes, está diciendo que, en tanto subsistan las relaciones sociales de producción, habrá explotación, desocupación, y crisis económicas. Por lo tanto, este planteo constituye un poderoso llamado a la clase obrera para encarar políticas revolucionarias y para poner un tope a las ilusiones reformistas sobre lo que puede conseguir dentro del sistema capitalista. A la inversa, el planteo de que no existen leyes objetivas puede alentar proyectos utópicos y reformistas, esto es, la idea de que todo se puede cambiar con luchas y presiones dentro del sistema, porque ninguna posibilidad está descartada. Como veremos, más que en la existencia de leyes objetivas del sistema, este último fue el argumento central en que basaron sus orientaciones políticas la mayoría de las corrientes reformistas y reaccionarias dentro del movimiento obrero y socialista.
Tergiversan lo elemental
Los planteos de Kohan y Holloway solo se mantienen a costa de desconocer, de forma grosera, cuestiones elementales de la crítica marxiana de la economía política. Por supuesto, todo el mundo tiene el derecho a discrepar con tal o cual aspecto de la teoría de Marx; además, es claro que hay interpretaciones diversas sobre muchos pasajes, y también cuestiones que deben reexaminarse, a la luz de nuevos desarrollos teóricos, o de la evolución del capitalismo. Por caso, personalmente he planteado que con los supuestos que plantea Marx no se puede demostrar la caída tendencial de la tasa de ganancia, como lo demostró el teorema de Okishio. La lectura de Marx, o de cualquier otro autor, debe servir para interpretar la historia y el presente. La crítica y el espíritu moderadamente escéptico son esenciales. Sin embargo, esto no autoriza a decir cualquier cosa para que los textos encajen en lo que queremos que quieran decir. Pero esto es lo que hacen Holloway y Kohan, mediante el sencillo procedimiento de ocultar todo lo que no les conviene, e inventar libremente lo que se les ocurre. La cosa llega al extremo que ni siquiera aciertan en el concepto de capital. Y lo grave es que esto pasa por “alta teoría”, que supuestamente abriría el camino al estudio de Marx.
texto de Rolando Astarita
publicado en el blog Euskal Herria Sozialista en noviembre de 2012
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---mensaje nº 1---
Por estos días un lector me envió un mail preguntándome por mi posición frente a la crítica del profesor Néstor Kohan al marxismo “objetivista” y “determinista”. El tema está vinculado a la cuestión de si existen leyes objetivas, sociales, en el modo de producción capitalista. Kohan es un exponente de los marxistas que sostienen que no existen tales leyes objetivas. Ha escrito un libro sobre El Capital, de mucha influencia en Argentina y en América Latina, en el que defiende esta postura. John Holloway, a quien Kohan cita extensamente, tiene un enfoque similar. Mi punto de vista es muy distinto. En esta nota reproduzco un artículo que escribí en 2007, de crítica al libro de Kohan. Ahora he modificado el título y varios pasajes. El determinismo en el marxismo lo trataré más específicamente en otra nota, aunque la cuestión ya está contenida en la discusión sobre las leyes objetivas. Aquí va entonces el escrito.
En los últimos años se ha difundido una crítica a lo que se llama la lectura “tradicional” de El Capital. La misma afirma que la lectura tradicional conduce a interpretaciones “funcionalistas”, “objetivistas”, “mecanicistas” e incluso “burguesas” del capitalismo. Esta idea ha sido desarrollada por el profesor Kohan en El Capital, historia y método – una introducción (La Habana, 2004; las citas corresponden a este texto). El libro incluye un trabajo de John Holloway, en el que sostiene que “[l]a lectura tradicional [de El Capital] es una lectura funcionalista” (p. 435), que anula la fuerza crítica de la obra de Marx. Kohan, por su parte, advierte que El Capital no hay que leerlo “sin advertir todo lo que la exposición lógica presupone”. Con esto quiere decir que no hay que empezar por la primera línea del primer capítulo, y seguir por el capítulo dos, por el tres, etcétera, porque si hace esto el lector “se desbarranca inmediatamente y sin remedio” (p. 292; énfasis agregado), y está condenado a no ver las diferencias entre la “mano invisible” de Adam Smith y la posición de Marx. Según Kohan, hay que comenzar a leer el texto de Marx por el capítulo 24, y hay que estar prevenido contra las tentaciones de interpretación “mecanicista” y “objetivista”. En definitiva, Kohan y Holloway abogan por un marxismo “no objetivista”, que subraya lo subjetivo. Holloway resume la tesis de la siguiente forma: de acuerdo a la lectura tradicional, El Capital presenta un análisis de cómo funciona el capitalismo, según ciertas leyes de desarrollo. Pero sólo puede haber leyes, continúa Holloway, “en la medida en que el fetichismo está completo, en la medida en que las relaciones sociales están totalmente reemplazadas por relaciones entre cosas” (p. 435). Pero si es así, “si el fetichismo está completo, entonces no existe ninguna posibilidad de auto-emancipación de los negados, de los oprimidos” (ídem). En cambio, la lectura “no tradicional” de El Capital, que Holloway considera indispensable, muestra que detrás de las máscaras del fetichismo existe la fuerza del trabajo alienado, y el capital depende totalmente de “nuestro hacer” y de “su conversión en trabajo abstracto”. Kohan, de la misma manera, arremete una y otra vez contra los marxistas “objetivistas”. Por ejemplo, refiriéndose a las interpretaciones de la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, afirma que “la ortodoxia del marxismo” piensa que el capitalismo iría a un “necesario y fatal... juicio final”, lo que llevaría al paso automático a la sociedad comunista (p. 333).
En resumen, el tema es criticar toda lectura que quiera ver en El Capital un estudio de leyes objetivas de funcionamiento del capitalismo. Por ejemplo, y según el enfoque de Kohan y Holloway, el propósito de la ley del valor de Marx es explicar la posibilidad de las crisis, y “no comprender esto constituye una equivocación fundamental del marxismo funcionalista que termina incorporando a la teoría del valor de Marx en El Capital una visión infundadamente armonicista del orden social...” (Kohan, p. 361). Pensamos que este abordaje de la obra de Marx sólo se puede mantener a costa de a) una tergiversación de las categorías fundamentales; y b) una caricaturización de las posturas de lo que Kohan llama “marxismo objetivista”. Sostenemos también que esta lectura no ayuda a avanzar en la lucha teórica contra la ideología burguesa; y tiene consecuencias políticas graves.
Leyes objetivas, base de la política revolucionaria
A pesar de lo que digan los críticos de las lecturas “tradicionales” de El Capital, es un hecho que Marx sostuvo, una y otra vez, que existen leyes de funcionamiento del capitalismo. Por ejemplo, habló de la ley del valor, a la cual consideraba la “ley fundamental de la economía política moderna”, en tanto que “conexión interna y necesaria” entre el valor de las mercancías y los tiempos de trabajo socialmente necesarios. También habló de la ley general de la acumulación, de las leyes de la apropiación capitalista, o de la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. Siempre se refirió a estas leyes como leyes “objetivas”. Por “objetiva” Marx entendía que son leyes que derivan de las relaciones sociales y del accionar de los seres humanos, pero que éstos no dominan. Por eso la cosificación de las relaciones sociales implica que se trata de un mundo social, pero que domina al ser humano.
Se trata entonces de leyes que gobiernan el funcionamiento del sistema, su reproducción, y que a través de su dialéctica interna encierran la dinámica de las crisis, del estallido de las contradicciones. Proporcionan por eso el campo para la acción revolucionaria, para la intervención de los explotados en la resolución definitiva de las contradicciones. De ahí que sea necesario conocer este aspecto sistémico del capitalismo, a fin de que la crítica llegue “al hueso” y se entienda que los males de la clase obrera no se van a acabar cambiando personajes o gobiernos, sino acabando con la propiedad privada del capital. Insistimos, para sacar esta conclusión hay que entender el aspecto sistémico, objetivo, reproductivo de estas leyes del capital. Pero precisamente esto es lo que niega la lectura de El Capital que propone Kohan, siguiendo a Holloway.
Por ejemplo, la ley del valor regula, como tendencia, las partes del trabajo total social que deben destinarse a la producción de diversos valores de uso. Este concepto es explicado en el capítulo 12 del tomo I de El Capital, donde se sostiene que las diversas esferas de la producción procuran mantenerse constantemente en equilibrio, en el sentido que cada productor debe producir un valor de uso que satisfaga alguna necesidad social. Por esta razón debe establecerse un nexo interno que articule estas diversas masas de necesidades, y este nexo interno es la “ley del valor”. Esta tendencia de las diversas esferas de la producción a mantenerse en equilibrio sólo se manifiesta, a su vez, como reacción contra el desequilibrio constante. O sea, la ley del valor actúa como una reguladora anárquica de la producción, con independencia de lo que los seres humanos puedan desear. Es una ley que se impone de forma objetiva social.
Cualquiera que tenga un mínimo de cultura en economía y lea esto en El Capital, se dará cuenta de que esta concepción está muy alejada de la teoría burguesa del equilibrio general. Pero también entenderá que la ley del valor de Marx no tiene como único objetivo explicar la posibilidad de las crisis, sino mostrar cómo en el capitalismo se comparan, distribuyen y regulan los tiempos de trabajo. Esto no quiere decir que Marx tuviera una concepción “armonicista” del sistema capitalista. Por el contrario, la ley del valor se fundamenta en una contradicción que es insalvable del sistema, la que existe entre el carácter social y privado del trabajo. Por lo tanto, lo que está mostrando Marx es cómo el sistema puede reproducir en escala ampliada esta contradicción a través de la acción de la ley del valor. Para lo cual debe establecerse cierta regulación, cierta ley interna del mercado. Constituye un planteo no dialéctico pensar que la existencia de la contradicción o del desequilibrio niega el momento de la identidad, de lo sistémico, de lo que se reproduce en escala ampliada. Es no entender el ABC del asunto.
De la misma manera, la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia trata de demostrar cómo, a pesar de la acción consciente de los capitalistas por elevar la tasa de ganancia, se produce una caída tendencial de la tasa de ganancia. Se trata de nuevo de una ley de funcionamiento, que revela el carácter contradictorio del proceso de producción capitalista. La caída de la tasa de ganancia precisamente se da porque existe una ley de la acumulación capitalista, que se manifiesta en ciertas regularidades tendenciales; por ejemplo, la tendencia al crecimiento de C/V. Lo importante es que estas tendencias operan en la realidad y en la historia del capitalismo. No se trata solo de especulaciones abstractas. En particular, las crisis se descargan como fenómenos objetivos, por encima de la voluntad de los participantes. Es absurdo que la quiebra de Lehman o de Bears, de Enron o World.com, las desvalorizaciones masivas de capital que se pre cipitan con las crisis, sean manejadas o preparadas por los mismos capitalistas. Son fenómenos objetivos-sociales.
En otros pasajes Marx todavía es más explícito, si se quiere, acerca del carácter objetivo de estas leyes, al tiempo que señala las contradicciones implicadas. Por ejemplo, en el capítulo 22 del tomo I de El Capitalsostiene que el desarrollo de la producción capitalista convierte “en ley de necesidad” el incremento constante del capital invertido, y que la competencia impone a todo capitalista individual “las leyes inmanentes del régimen de producción capitalista de producción como leyes coactivas” (énfasis añadido). Lo cual encierra una crítica al capitalismo “humano” y “bondadoso”, con el que sueñan muchos utópicos. Incluso en ese mismo capítulo habla de una dialéctica “interna e inexorable” que hace que la ley de la apropiación, o ley de la propiedad privada, se transforme en su contrario, en la ley de la apropiación del producto del trabajo ajeno sin equivalente. Existe una dialéctica, esto es, una dinámica objetiva, que conduce al ahondamiento de la contradicción entre el capital y el trabajo, pero a través de un funcionamiento que es sistemático.
Ahora bien, ¿qué tiene que ver esto con el “armonicismo”, con la “mano invisible” de Adam Smith? Respuesta: nada, no tiene nada que ver. En Marx se trata de leyes objetivas, que operan a partir de contradicciones sociales fundamentales. En Smith no hay ni rastros de esto. Además, ¿por qué tiene que deducirse de este enfoque de Marx que el trabajo no tendría potencialidad revolucionaria, o que estamos ante un “fetichismo completo”, si precisamente siempre está presente en el planteo la contradicción y el conflicto? Contra lo que afirma Kohan, es evidente que las “lecturas tradicionales”, que advirtieron que El Capital plantea la existencia de leyes objetivas, no se equivocaron. Pero además, las consecuencias políticas que se derivan de esto, nunca estuvieron, ni están, mecánicamente determinadas. Es que al demostrar Marx que existen estas leyes, está diciendo que, en tanto subsistan las relaciones sociales de producción, habrá explotación, desocupación, y crisis económicas. Por lo tanto, este planteo constituye un poderoso llamado a la clase obrera para encarar políticas revolucionarias y para poner un tope a las ilusiones reformistas sobre lo que puede conseguir dentro del sistema capitalista. A la inversa, el planteo de que no existen leyes objetivas puede alentar proyectos utópicos y reformistas, esto es, la idea de que todo se puede cambiar con luchas y presiones dentro del sistema, porque ninguna posibilidad está descartada. Como veremos, más que en la existencia de leyes objetivas del sistema, este último fue el argumento central en que basaron sus orientaciones políticas la mayoría de las corrientes reformistas y reaccionarias dentro del movimiento obrero y socialista.
Tergiversan lo elemental
Los planteos de Kohan y Holloway solo se mantienen a costa de desconocer, de forma grosera, cuestiones elementales de la crítica marxiana de la economía política. Por supuesto, todo el mundo tiene el derecho a discrepar con tal o cual aspecto de la teoría de Marx; además, es claro que hay interpretaciones diversas sobre muchos pasajes, y también cuestiones que deben reexaminarse, a la luz de nuevos desarrollos teóricos, o de la evolución del capitalismo. Por caso, personalmente he planteado que con los supuestos que plantea Marx no se puede demostrar la caída tendencial de la tasa de ganancia, como lo demostró el teorema de Okishio. La lectura de Marx, o de cualquier otro autor, debe servir para interpretar la historia y el presente. La crítica y el espíritu moderadamente escéptico son esenciales. Sin embargo, esto no autoriza a decir cualquier cosa para que los textos encajen en lo que queremos que quieran decir. Pero esto es lo que hacen Holloway y Kohan, mediante el sencillo procedimiento de ocultar todo lo que no les conviene, e inventar libremente lo que se les ocurre. La cosa llega al extremo que ni siquiera aciertan en el concepto de capital. Y lo grave es que esto pasa por “alta teoría”, que supuestamente abriría el camino al estudio de Marx.
---fin del mensaje nº 1---
Última edición por pedrocasca el Miér Nov 21, 2012 11:03 am, editado 1 vez