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    El Manifiesto de los Dieciséis- la traición de Kropotkin y un sector del anarquismo al internacionalismo proletario

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    Mensaje por NSV Liit Dom Dic 02, 2012 5:45 pm

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    Manifiesto de los Dieciséis


    El Manifiesto de los Dieciséis, fue un documento redactado en 1916 por los destacados anarquistas Piotr Kropotkin y Jean Grave, que abogaron por una victoria aliada sobre Alemania y las Potencias Centrales durante la Primera Guerra Mundial
    . Con el estallido de la guerra, el anarquista Kropotkin y otros partidarios de la causa aliada defendieron su posición en las páginas del periódico Freedom, provocando respuestas fuertemente críticas. Mientras la guerra continuaba, los anarquistas en toda Europa participaron en los movimientos antibélicos y denunciaron el crimen de la guerra mediante panfletos y declaraciones, incluyendo una declaración de febrero de 1916 firmada por destacados anarquistas como Emma Goldman y Rudolf Rocker.

    En ese momento, Kropotkin mantenía correspondencia frecuente con los que compartían su posición, y fue convencido por uno de sus miembros, Jean Grave, para redactar un documento para fomentar el apoyo anarquista para los aliados. El manifiesto fue publicado en las páginas del periódico socialista pro-guerra La Bataille el 14 de marzo de 1916, y reeditado en otros periódicos anarquistas europeos poco después. El manifiesto declaraba que el apoyo a la guerra era un acto de resistencia contra la agresión del Imperio alemán, y que la guerra tenía que proseguirse hasta su derrota. En este punto, los autores suponían que los partidos políticos que gobernaban Alemania serían derrocados y que podría avanzarse hacia el objetivo anarquista de la emancipación de Europa y del pueblo alemán.

    Contrariamente a su título engañoso, el Manifiesto de los dieciséis había sido firmado originalmente por quince personas -entre ellos algunos de los anarquistas más eminentes de Europa- y más tarde fue refrendado por otros cien. La posición del Manifiesto fue en marcado contraste con la de la mayoría de los anarquistas de la época, muchos de los cuales denunciaron a sus signatarios y sus simpatizantes, y los acusaron de traicionar los principios anarquistas. Sobre el final de la guerra, Kropotkin se fue quedando cada vez más aislado, ya que muchos antiguos antiguos amigos cortaron sus vínculos con él. El movimiento anarquista ruso se dividió en dos, con una parte apoyando a la posición de Kropotkin frente a las fuertes críticas de los bolcheviques. En otras partes de Europa, incluso en los movimientos anarquistas españoles y suizos, la impugnación del Manifiesto fue abrumadora, y sus partidarios fueron airadamente denunciados y marginados.
    Contenido

    1 Contexto histórico
    1.1 La posición anti-germánica de Kropotkin
    1.2 Las respuestas anarquistas a la guerra y Kropotkin
    2 El Manifiesto
    2.1 Concepción y publicación
    2.2 Contenido
    2.3 Firmantes y partidarios
    3 Impacto y legado
    3.1 Rusia
    3.2 Suiza y España
    4 Referencias
    5 Bibliografía
    6 Enlaces externos

    Contexto histórico
    La posición anti-germánica de Kropotkin

    El sentimiento anti-alemán era una fuerte corriente en los movimientos progresistas y revolucionarios en Rusia desde sus inicios, debido a la influencia alemana en la aristocracia de la dinastía Romanov. El historiador George Woodcock afirmaba que, como la mayoría de los rusos, Kropotkin fue influido por opiniones similares durante toda su vida, culminando en un acérrimo y perjudicial sentimiento anti-alemán al inicio de la Primera Guerra Mundial. Kropotkin también fue influenciado por su compatriota ruso, el anarquista Mikhail Bakunin, por su rivalidad con Karl Marx, por los éxitos del Partido Social Demócrata de Alemania, que traicionaba a los movimientos revolucionarios en Alemania, y por el surgimiento del Imperio Alemán bajo el gobierno de Otto von Bismarck.1
    P. Kropotkin, coautor del Manifiesto.

    Tras el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria, Kropotkin fue arrestado bajo sospecha de haber motivado a los asesinos. Mientras estaba en la cárcel, Kropotkin fue entrevistado para un artículo que aparecerá en la edición del 27 de agosto del The New York Times. El artículo, que se refiere a Kropotkin como un "veterano agitador de Rusia y demócrata", lo cita como un partidario optimista de la guerra recientemente iniciada, creyendo que en última instancia, tendría un efecto sobre la liberalización de la sociedad rusa. En una carta a Jean Grave, escrita en septiembre de ese año, Kropotkin criticó a Grave por desear una resolución pacífica del conflicto, e insistió en que la guerra debía ser continuada hasta el final, ya que "las condiciones de paz que serán impuestas por el vencedor".2

    Meses más tarde, Kropotkin permitió que una carta por él escrita fuese incluida en la edición de octubre de 1914 del periódico Freedom. Titulada "Una carta a Steffen", en que hizo su argumentación a favor de la guerra, dijo que la presencia del Imperio alemán había impedido el progreso de los movimientos anarquistas de toda Europa, y que el pueblo alemán también era culpable de la guerra tanto como lo era el estado alemán. También afirmó que la población de Rusia se radicalizaría y uniría tras una victoria en la guerra, impidiendo a la aristocracia rusa beneficiarse del conflicto. En este sentido, afirmó que las tácticas destinadas a poner fin a la guerra, como el pacifismo y las huelgas generales, eran innecesarias, y que en cambio, la guerra debía ser proseguida hasta que fuera derrotada Alemania.3

    Los bolcheviques respondieron rápidamente al militarismo de Kropotkin, en un intento de beneficiarse políticamente. Vladimir Lenin publicó en 1915 un artículo, en el que atacó a Kropotkin y a los anarquistas rusos en general por su postura a favor de la guerra, y denunció a Kropotkin y otro enemigo político, Georgi Plejánov, como "chauvinistas por oportunismo o abulia ". En otros discursos y ensayos, Lenin se refirió a Kropotkin en los primeros años de la guerra como un "burgués", y luego en los meses siguientes como un "pequeño bugués".

    A lo largo de 1915 y 1916, Kropotkin mantuvo una correspondencia constante con los anarquistas, entre ellos su compatriota rusa anarquista María Goldsmith. Goldsmith y Kropotkin se enfrentaron a menudo en sus opiniones acerca de la I Guerra Mundial, el papel del internacionalismo durante el conflicto, y si era posible promover el antimilitarismo durante ese período (principios de 1916). Como se explicó anteriormente, Kropotkin tomó firmemente posición a favor de la guerra durante estos comunicados, ya que estaba predispuesto a criticar con frecuencia el Imperio alemán.4
    Las respuestas anarquistas a la guerra y Kropotkin

    Desprevenidos para lo que el historiador Max Nettlau llamó "inminencia explosiva" de la Primera Guerra Mundial, en su estallido en agosto de 1914, los anarquistas se resignaron a la realidad de la situación y, después de un tiempo, comenzaron a tomar posición.5 Al igual que todos ciudadanos nacionales, los anarquistas habían sido condicionados para reaccionar a los intereses políticos de sus naciones, y cuya influencia dejó a pocos sin afectar.6 Acerca del clima de la época, Nettlau comentó: "El aire estaba saturado con las nociones aceptadas, las opiniones convencionales y las peculiares ilusiones de la gente preocupada sobre las pequeñas nacionalidades y las virtudes y defectos de ciertas razas. Había todo tipo de justificaciones plausibles para el imperialismo, para los controles financieros, etc. Y, dado que Tolstoi había muerto en 1910, ninguna voz libertaria y con autoridad moral se oyó en el mundo: ninguna organización, grande o pequeña, tomó la palabra."7 La actividad anarquista Europea estuvo limitada por las divisiones internas dentro del movimiento anarquista debido a las diferentes actitudes hacia la guerra.8

    La edición de noviembre de 1914 de Freedom incluía destacados artículos en apoyo a la causa de los Aliados de anarquistas como Kropotkin, Jean Grave, Varlaam Cherkesov y Verleben, así como una refutación a Kropotkin, titulada Los anarquistas han olvidado sus principios, por el anarquista italiano Errico Malatesta.8 En las semanas siguientes, numerosas cartas críticas hacia Kropotkin fueron enviadas a Freedom, y también publicadas, debido a la imparcialidad del editor del periódico, Thomas Keell.9 En respuesta a las críticas, Kropotkin se enfureció con Keell por no rechazar esas cartas, denunciándolo como un cobarde indigno de su papel como editor. Más tarde se convocó a una reunión de los miembros de Freedom que tenían una posición a favor de guerra al igual que Kropotkin, pidiendo que se suspendiera la salida del periódico. Keell, el único anarquista contrario a la guerra invitado a asistir, rechazó la exigencia, finalizando la reunión en un hostil desacuerdo. Como resultado, finalizó la viculación de Kropotkin con Freedom y el periódico continuó publicándose como el órgano de los miembros de Freedom, en su mayoría contrarios a la guerra.10

    Alrededor de 1916, la Gran Guerra ya se había prolongado durante casi dos años, durante los cuales los anarquistas habían tomado parte en movimientos contra la guerra a lo largo de Europa, editando numerosas declaraciones contra la guerra en diversas publicaciones anarquistas y de izquierda. En febrero de 1916, se emitió una declaración de una asamblea de anarquistas de diversas regiones, que incluían Inglaterra, Suiza, Italia, Estados Unidos, Rusia, Francia y los Países Bajos. El documento fue firmado por figuras como Domela Nieuwenhuis, Emma Goldman, Alexander Berkman, Luigi Bertoni, Saúl Yanovsky, Harry Kelly, Thomas Keell, Lilian Wolfe, Rudolf Rocker, y George Barrett. También fue aprobado por Errico Malatesta y Alexander Shapiro, dos de los tres secretarios elegidos para el Congreso Internacional Anarquista de Amsterdam de 1907]]. Se establecieron algunos puntos de vista, incluidas el de que todas las guerras son el resultado del sistema actual de la sociedad, y por lo tanto no es la culpa de ningún gobierno en particular; no consideraron a una "guerra defensiva" y a una "guerra ofensiva" como fundamentalmente diferentes; y alentaron a todos los anarquistas a a poyar sólo la lucha de clases y la liberación de los pueblos oprimidos como un medio para resolver las guerras entre los Estados-nación.11

    Como resultado de su creciente aislamiento de la mayoría de los anarquistas contrarios a la guerra, George Woodcock señala que Kropotkin y los anarquistas que apoyaron su postura se acercaron más entre sí durante los meses que precedieron a la redacción del Manifiesto. Varios de estos mismos hombres serán los que después firmarán el Manifiesto, incluyendo entre ellos a Jean Grave, Charles Malato, Paul Reclus y Christiaan Cornelissen.10 12
    El Manifiesto
    Jean Grave, coautor del Manifiesto.
    Concepción y publicación

    Como Kropotkin no pudo viajar en 1916, tuvo una correspondencia frecuente con los otros miembros, Jean Grave entre ellos, que viajó con su esposa desde Francia para visitar a Kropotkin. Juntos, discutieron sobre la guerra y el firme apoyo de Kropotkin a los Aliados. Cuando Kropotkin comentó que le gustaría haber sido más joven para poder ser un combatiente, Grave sugirió la publicación de un documento instando a los anarquistas a apoyar el esfuerzo de guerra de las Potencias Aliadas. Inicialmente vacilante, debido a su imposibilidad personal para registrarse en el servicio militar activo por razones de edad y salud, Kropotkin fue finalmente convencido por Grave.12

    Se desconoce exactamente qué parte en la autoría le correspondió a cada uno. En ese momento, Grave afirmó que había escrito el manifiesto y que Kropotkin lo había revisado. En cambio, Gregori Maximov informó que Kropotkin había escrito el documento y que Grave sólo había aconsejado algunas alteraciones menores. George Woodcock señaló que el trabajo parecía estar muy influenciado por las típicas preocupaciones de Kropotkin y sus argumentos en contra del Imperio alemán, por lo que consideró que la exacta autoría no era algo importante.12

    El Manifiesto estaba fechado el 28 de febrero de 1916 y fue publicado por primera vez en La Bataille del 14 de marzo.13 La Bataille era un controversial periódico socialista conocido por su apoyo a la causa bélica, y por esa razón había sido acusado de ser un frente de propaganda del gobierno por los grupos marxistas.12 El manifiesto fue reeditado en el priódico londinense Freedom el 14 de abril y en el Libre Fédération de Lausanne (Suiza) en mayo. La versión publicada en el Libre Fédération incluía firmantes adicionales de individualidades que apoyaban el documento después de su publicación inicial.[cita requerida]
    Contenido

    La declaración original, de diez párrafos de largo, incluía premisas filosóficas e ideológicas basadas en las opiniones de Piotr Kropotkin.12

    El ensayo comenzaba declarando que los correctamente anarquistas se habían opuesto a la guerra desde sus inicios, y que los autores preferirían una paz generada por una conferencia internacional de trabajadores europeos. A continuación, sostenían que los trabajadores alemanes muy probablemente estarían también a favor de una finalización del conflicto, y presentaban varias razones por las que sería en su mejor interés el llamar a un armisticio. Estas razones eran que los ciudadanos, después de veinte meses de guerra, habrían comprendido que habían sido engañados, haciéndoles creer que estaban participando en una guerra defensiva; que se habrían dado cuenta que el Estado alemán había preparado durante mucho tiempo este conflicto, y como tal sería el culpable; que el Imperio alemán no podría sostener logísticamente una ocupación del territorio que había capturado; y que las personas que vivían en los territorios ocupados eran libres de elegir si deseaban ser anexados o no.

    En nuestra profunda conciencia, el ataque de Alemania fue una amenaza no solo contra nuestras esperanzas de emancipación, sino contra toda la evolución de la humanidad. Por eso es que nosotros los anarquistas, nosotros, antimilitaristas, nosotros, enemigos de la guerra, nosotros, apasionados partidarios de la paz y la fraternidad de los pueblos, tomamos parte por la resistencia y creemos que no tenemos que separar nuestro destino del destino del resto de la población.
    Manifiesto de los dieciséis, 28 de febrero de 1916.

    Varios párrafos resumían las condiciones potenciales de un armisticio, rechazando cualquier idea de que el Imperio alemán llegase a tener lugar en el dictado de los términos de paz. Los autores también insistían en que el pueblo alemán debería aceptar parte de la culpa por no haber resistido a la marcha hacia la guerra por parte del gobierno alemán. Los autores sostenían que un llamado inmediato a negociar no habría sido beneficioso, ya que el estado alemán podría dictar el proceso de paz desde una posición de poder diplomático y militar. En cambio, el manifiesto proclamaba que la guerra debía continuar para que el Estado alemán perdiese su fuerza militar, y por extensión, su capacidad para negociar.

    Los autores proclamaban que, debido a su filosofía anti-gubernativa, antimilitarista, e internacionalista, el apoyo a la guerra era un acto de "resistencia" al imperio alemán.
    El manifiesto concluía entonces que, la victoria sobre Alemania y la caída del Partido Socialdemócrata de Alemania y los otros partidos gobernantes del Imperio Alemán acercarían al objetivo anarquista de emancipar a Europa y al pueblo alemán, y que los autores estaban dispuestos a colaborar con los alemanes para avanzar en este objetivo.12
    El anarcosindicalista holandés Christiaan Cornelissen, firmante del Manifiesto
    Firmantes y partidarios

    El manifiesto fue firmado por algunos de los más eminentes anarquistas de Europa.14 Los firmantes eran originalmente 15, pero fue conocido como Manifiesto de los Dieciséis debido a que se tomó erróneamente el nombre de la localidad en que vivía el argelino Antoine Orfila, es decir la ciudad de Hussein Dey, como si fuese el apellido de un signatario.15 Entre los principales signatarios del grupo se encontraban Jean Grave y Piotr Kropotkin.12

    En Francia, fueron signatarios los anarcosindicalistas Christiaan Cornelissen y François Le Levé; Cornelissen era partidario de la Unión sacrée , una tregua entre el gobierno francés y los sindicatos durante la Primera Guerra Mundial, y escribió varios folletos contra Alemania, mientras que Le Levé -de treinta y dos años de edad- más tarde se uniría a la Resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial. Otro firmante de renombre fue Paul Reclus, hijo de Élisée Reclus,16 cuya adhesión a la guerra y al manifiesto convenció de firmar a su amigo anarquista japonés Sanshirō Ishikawa (que firmó el documento como "Tchikawa").17

    El anarquista ruso/georgiano Varlaam Cherkesov, crítico del marxismo, periodista y amigo de Kropotkin, fue otro notable que firmó el manifiesto. Las otras firmas que apoyaron al documento fueron Henri Fuss, Jacques Guérin, Charles-Ange Laisant, Carlos Malato, Jules Moineau, Antoine Orfila, Marc Pierrot y Ph. Richard.18 James Guillaume, aunque apoyó la guerra, no firmó inicialmente el documento.12 El manifiesto fue apoyado posteriormente por un centenar de anarquistas, la mitad de los cuales eran italianos.15
    Impacto y legado

    La publicación del Manifiesto fue recibida con gran desaprobación por el movimiento anarquista internacional, y en consideración de su impacto, George Woodcock señaló que "tan solo confirmó la división que existía dentro del movimiento anarquista."12 11 Los firmantes del Manifiesto vieron la Primera Guerra Mundial como una batalla entre el imperialismo alemán y la clase obrera internacional. En contraste, la mayoría de los anarquistas de la época, incluyendo a Errico Malatesta, Emma Goldman y Alexander Berkman, vieron la guerra como entre capitalistas de diferentes estados imperialistas a expensas de la clase obrera.14 El número de partidarios de la posición de Kropotkin alcanzó un máximo de tal vez 100 o menos, mientras que la abrumadora mayoría de los anarquistas abrazaron el punto de vista de Goldman y Berkman.11

    Junto con el manifiesto reimpreso en las columnas de cartas de lectores del periódico Freedom en abril de 1916, se publicó una respuesta de Malatesta.19 Esta se tituló Governmental Anarchists (Anarquistas gubernamentalistas), y reconocía "la buena fe y las buenas intenciones" de los signatarios del Manifiesto, aunque los acusó de haber traicionado los principios anarquistas.8 20 A Malatesta pronto se le unieron otros anaqruistas de fama, entre los cuales se encontraban Luigi Fabbri, Sébastien Faure,21 Emma Goldman, Émile Armand, Rudolf Rocker, Alexander Shapiro, Thomas Keell, Domela Nieuwenhuis, Gustav Landauer, Erich Mühsam, Fritz Oerter y Fritz Kater.22
    Emma Goldman fotografiada alrededor de 1911. Goldman se opuso a la guerra y tuvo que purgar prisión en los Estados Unidos durante dos años por su activismo.23

    Como resultado de este firme apoyo a la guerra de Kropotkin, muchas de sus viejas amistades cortaron relaciones con él, mientras que su popularidad declinó. Dos excepciones fueron Rudolf Rocker y A. Shapiro, que por esa época estaban en prisión. En consecuencia, Kropotin fue quedadndo cada vez más aislado durantes sus últimos años en Londres, antes de retornar a Rusia luego de la revolución.24

    En Piotr Kropotkin: Sus ideas federalistas(1922), una visión general de los escritos de Kropotkin escrita por Camillo Berneri, el autor expuso una crítica a su actitud militarista. Berneri escribió, "con su actitud pro-guerra Kropotkin se separó del anarquismo", y afirmó que el Manifiesto de los dieciséis "marca la culminación de la incoherencia entre los anarquistas a favor de la guerra; [Kropotkin] también apoyó a Kerensky en Rusia sobre la cuestión de la prosecución de la guerra".25 El escritor anarquista Vernon Richards especula que si no fuera por la voluntad de Thomas Keell, el editor de Freedom (firmemente contrario a la guerra), de otorgar a los partidarios de la guerra la oportunidad de expresar su opinión y defender sus puntos de vista desde el principio, podrían haberse visto aislados políticamente desde mucho antes.8
    Rusia

    El historiador Paul Avrich, describe las consecuencias del apoyo a la guerra, como una "casi fatal" división en el anarquismo movimiento anarquista ruso.14 Los anarquistas de Moscú se dividieron en dos grupos, la facción mayoritaria apoyando a Kropotkin y a los "defensistas"; la fracción menor de tendencia antibélica, respondió abandonando el anarcocomunismo de Kropotkin y abrazando el anarcosindicalismo. A pesar de ello, el movimiento anarquista en Rusia continuó ganando fuerza.14 En un artículo publicado en la edición de diciembre de 1916 de El Estado y la revolución , el líder bolchevique Lenin acusó a la gran mayoría de los anarquistas rusos de seguir Kropotkin y Grave, y denunciándolos como "anarco-chauvinistas". Similares acusaciones fueron hechas por otros bolcheviques como José Stalin, que escribía en una carta al líder bolchevique, "He leído recientemente artículos de Kropotkin -el viejo tonto parece haber perdido completamente la razón"26

    El historiador George Woodcock caracteriza a estas críticas como aceptables en la medida en que se enfocaron en el militarismo de Kropotkin. Sin embargo, encontró las críticas de los anarquistas rusos como "injustificadas", y respecto de las acusaciones de que los anarquistas rusos abrazaron el mensaje de Kropotkin y Grave, Woodcock afirmó que, "nada de eso sucedió; sólo alrededor de un centenar de anarquistas firmaron las diferentes declaraciones en apoyo de la guerra;
    (Nota de NSV Liit: pues en el párrafo anterior Paul Avrich dice la mayoría de los anarquistas de Moscú apoyaron a Kropotkin) la mayoría en todos los países mantuvieron una posición anti-militarista tan coherente como la de los bolcheviques."26
    Suiza y España

    En Ginebra, un grupo airado de "internacionalistas" -Grossman-Roštšin, Alexander Ghe y discípulo de Kropotkin K. Orgeiani entre otros- bautizaron a los anarquistas que apoyaban a la guerra como "anarco-patriotas".14 27 Sostenían que la única forma de guerra aceptable para los anarquistas era la verdadera revolución social que derrocaría a la burguesía y a sus instituciones opresivas.14 Jean Wintsch, fundador de la Escuela Ferrer de Lausana y editor de La libre fédération, fue aislado del movimiento anarquista suizo cuando se alineó con el Manifiesto y sus signatarios.28

    Los anarcosindicalistas españoles, que se opusieron a la guerra aduciendo que ninguna de las facciones estaba del lado de los trabajadores, repudió airadamente a sus antiguos ídolos (incluidos Kropotkin, Malato y Grave) tras descubrir que habían escrito el manifiesto. Un pequeño número de anarquistas en Galicia y Asturias no estuvo de acuerdo y fueron acaloradamente denunciado por la mayoría de los anarcosindicalistas de Cataluña (quienes prevalecían en el sindicato anarquista Confederación Nacional del Trabajo).29
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    El Manifiesto de los Dieciséis- la traición de Kropotkin y un sector  del anarquismo al internacionalismo proletario Empty Re: El Manifiesto de los Dieciséis- la traición de Kropotkin y un sector del anarquismo al internacionalismo proletario

    Mensaje por NSV Liit Dom Dic 02, 2012 6:06 pm

    Bueno, el artículo es de la wikipedia, así que hay que tratarlo de manera prudente. Pero como introducción al tema, creo que vale.
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    Mensaje por Platon Dom Dic 02, 2012 6:21 pm

    La traición al internacionalismo en 1914 por parte de la Socialdemocracia y los anarquistas

    En el actual medio anarquista, y sobre todo en Francia y en Rusia, se está produciendo un debate entre dos concepciones opuestas: la de quienes tratan de desmarcarse y la de los que asumen la postura nacionalista que subyace en la defensa de los regionalismos, de la "identidad étnica", o de las luchas de liberación nacional, cuestiones estas que, muy frecuentemente, resultan características de este medio y que en muchos casos representan una de sus principales debilidades. Hay que decir que el curso catastrófico en el que cada vez más se adentra la sociedad capitalista empuja a quienes desean de todo corazón ser partícipes de la revolución social a examinar, con todo rigor, las perspectivas que se abren ante el proletariado. Estas pueden ser favorables al desarrollo de las luchas obreras pero también han de verse en la oposición al desarrollo de la barbarie de la guerra imperialista, un fenómeno que dada la evolución que toma la situación del capitalismo decadente, está cada vez más presente, y con efectos también más destructivos, alcanzando, prácticamente, a todos los continentes.

    La única actitud que, de acuerdo a sus intereses, puede adoptar el proletariado ante la guerra imperialista es, en primer lugar, la de rechazar completamente cualquier participación al lado de ninguno de los contendientes, y, en segundo lugar, la denuncia de toda fuerza de la burguesía que, con la excusa que sea, llame a los trabajadores a dar su vida por uno u otro de los bandos imperialistas. Ante una situación de guerra imperialista, la clase obrera debe anteponer la única salida posible: el desarrollo de la lucha más consciente y más intransigente para poder derribar el capitalismo. Por ello, la cuestión del internacionalismo constituye el criterio decisivo para afirmar o negar la pertenencia de una organización, o de una corriente política, al terreno del proletariado.

    La base de este internacionalismo es el carácter universal de las condiciones de brutal explotación de su fuerza de trabajo que se imponen a los trabajadores sea en el país o en el continente que sea, Fue precisamente ese internacionalismo lo que hizo surgir en el movimiento obrero la Primera Internacional. La justificación del internacionalismo reside en el hecho de que las condiciones de emancipación del proletariado son, asimismo, internacionales: por encima de fronteras y los frentes militares; más allá de los distintos orígenes y las diferentes culturas de los trabajadores, la clase obrera forja su unidad en la lucha común contra las condiciones de explotación y en el interés, también común, en la abolición del asalariado y la construcción del comunismo. Este terreno común es el fundamento de su naturaleza como clase.

    Sin embargo, para el anarquismo, el internacionalismo se desprende más bien de "principios" abstractos tales como el antiautoritarismo y el rechazo del poder, venga de donde venga, del anti-estatismo, de la libertad, etc., y no de una comprensión clara de que el internacionalismo constituye una frontera, intangible pero fehaciente, que delimita el terreno de clase del proletariado del campo del capital. Esto es lo que explica que, como iremos viendo, la historia del anarquismo se ha visto atravesada por continuas oscilaciones entre tomas de posición claramente internacionalistas, pero también posiciones pacifistas y humanistas estériles, cuando no abiertamente belicistas.

    En la serie de artículos que ahora iniciamos, vamos a tratar de entender por qué ante las principales confrontaciones imperialistas - por ejemplo las dos Guerras Mundiales - la gran mayoría del medio anarquista no ha llegado a defender el interés de la clase obrera y sí, en cambio, se ha dejado ganar por el nacionalismo burgués, mientras que, por el contrario, una pequeña minoría sí se mantenía firme en la defensa del internacionalismo proletario.

    La traición al internacionalismo por parte de la Social Democracia y el anarquismo en 1914.

    Con el estallido de la Primera Guerra mundial, asistimos a la vergonzosa quiebra de la Internacional Socialista, con el sometimiento de la gran mayoría de sus partidos al capitalismo, declarando sin tapujos una Unión Sagrada con las respectivas burguesías nacionales de cada país, y fomentando la movilización del proletariado para la guerra imperialista. También vimos a las componentes más importantes del movimiento anarquista trocarse en pro-belicista en provecho del Estado burgués. Así, los Kropotkin, Tcherkesoff, o Jean Grave se convirtieron en los defensores más encarnizados de Francia: «No permitáis que esos atroces conquistadores aplasten otra vez la civilización latina y el pueblo francés... No les dejéis que impongan a Europa un siglo de militarismo» [1] . E, invocando precisamente esa defensa de la democracia contra el militarismo prusiano, se volcaron en defensa de la Unión Sagrada: «La agresión alemana constituía una amenaza - ya consumada - no sólo contra nuestros anhelos de emancipación sino contra toda la evolución humana. Y por eso, nosotros los anarquistas, nosotros los antimilitaristas, nosotros enemigos de la guerra, nosotros defensores fervientes de la paz y la fraternidad entre los pueblos, nosotros hoy nos sumamos a las filas de la resistencia y creemos que nuestro deber es no distinguir nuestra suerte de la del resto de la población»[2]. En Francia la CGT anarco-sindicalista echó por tierra sus propias resoluciones que le imponían que en caso de guerra debía desencadenar una huelga general, y en cambio se convirtió en propagandista histérico del acarreo de la carne de cañón a la matanza imperialista. «Contra el derecho basado en los puños, contra el militarismo germánico, ¡salvemos la tradición democrática y revolucionaria de Francia!», «partid sin vacilar, camaradas obreros a los que se os llama para defender, en las fronteras, la tierra francesa.»[3]. En Italia, por su parte, grupos anarquistas y anarcosindicalistas, crearon los "fasci" «contra la barbarie, el militarismo germánico, y la pérfida Austria católica y romana».

    Y, sin embargo esta convergencia de la mayoría de la Socialdemocracia y del anarquismo en pro del apoyo a la guerra imperialista y el Estado burgués, obedecía a dinámicas fundamentalmente diferentes.

    En el caso de la Socialdemocracia, su posición en 1914 ante la guerra constituye una traición al marxismo, la teoría del proletariado internacional y revolucionario cuyo principio básico es que los proletarios no tienen patria. En cambio, la adhesión a la guerra imperialista y a la burguesía, por parte de la gran mayoría de los dirigentes anarquistas del mundo ante la Primera Guerra Mundial no constituye un paso en falso, sino la consecuencia lógica de su anarquismo, es decir de sus posiciones políticas esenciales.

    Así en 1914, la invocación del antiautoritarismo, es decir de lo intolerable que resultaba «que un país sea violentado por otro»[4], fue lo que sirvió a Koprotkin para justificar su posición chauvinista pro-francesa. De igual forma, al basar el internacionalismo en la "autodeterminación", es decir en «el derecho absoluto de todo individuo, toda agrupación, toda municipalidad, toda provincia, toda región, toda nación, a decidir por ellos mismos, de asociarse o no asociarse, de aliarse con quien ellos quieran o de romper tales alianzas»[5]; los anarquistas no hacen más que hacer suyas las divisiones que el capitalismo impone al proletariado. En última instancia la posición chauvinista se enraíza en el federalismo que constituye la base misma de toda la concepción anarquista. Al contemplar la nación como un "fenómeno natural", y por tanto también "el derecho de toda nación a su existencia y a su libre desarrollo", el anarquismo no advierte "más peligro en la existencia de las naciones que la propensión a ceder al ‘nacionalismo' inculcado por la clase dirigente para enfrentar a unos pueblos con otros". Por ello, ante la guerra imperialista, el anarquismo se ve impelido a distinguir entre "agresores" y "agredidos", o entre "opresores" y "oprimidos", etc., lo que le conduce a ponerse del lado del "más débil" o del que ve "sus derechos pisoteados",... Pero esa tentativa de basar el rechazo de la guerra en algo que no sean las posiciones de clase del proletariado deja el campo libre a las justificaciones de apoyo a uno u otro beligerante, es decir, en la práctica, a tomar partido por uno u otro bando imperialista.

    La fidelidad a los principios internacionalistas afirmada por el movimiento de Zimmerwald y el desarrollo de la lucha de clases.

    Y sin embargo algunos anarquistas sí consiguieron defender una posición netamente internacionalista. De hecho una minoría de 35 libertarios (entre los que figuraban A. Berkman, E. Goldmann. E. Malatesta, y D. Nieuwenhuis), publicaron en febrero de 1915, un manifiesto contra la guerra que señalaba: «Así pues resulta ingenuo y pueril que, tras haberse multiplicado las causas y las ocasiones de conflicto, se busque establecer las responsabilidades de tal o cual gobierno. No hay distinción posible entre guerras ofensivas y defensivas (...) Ninguno de los contendientes tiene el menor derecho a reivindicar para sí la civilización, como tampoco ninguno puede invocar el derecho a actuar en legítima defensa. (...) Sea cual sea la forma que revista el Estado, éste no es más que la opresión organizada en provecho de la minoría de privilegiados. Y el conflicto actual pone esto de manifiesto de manera tajante: todas las formas del Estado aparecen implicadas en esta guerra: el absolutismo de Rusia, el absolutismo mitigado con parlamentarismo de Alemania, el Estado que reina sobre pueblos de distintas razas como es el caso de Austria, el régimen democrático constitucional de Inglaterra, y el régimen democrático republicano francés. (...) El papel de los anarquistas ante la tragedia actual, sea cual sea su situación o su emplazamiento, es el de continuar proclamando que no existe más que una única guerra de liberación: aquellas que, en todos los países, libran los oprimidos contra los opresores, los explotados contra los explotadores» (6) . Esta capacidad para mantenerse fiel a las posiciones de clase fue aún más clara en las organizaciones proletarias de masas que reaccionaron contra el abandono progresivo de toda perspectiva revolucionaria por parte de la Socialdemocracia ya antes de la guerra, y que se orientaron hacia el sindicalismo revolucionario. En España, A Lorenzo, que ya militara en la Primera Internacional y que fundase la CNT, denunció inmediatamente la traición de la socialdemocracia alemana, de la CGT francesa y de los sindicatos ingleses, acusándolos de «haber sacrificado sus ideales en los altares de sus respectivas patrias, negando el carácter fundamentalmente internacional del problema social». En Noviembre de 1914 ya había aparecido otro Manifiesto firmado por grupos anarquistas, sindicatos y sociedades obreras de toda España y que insistía en esas mismas ideas: denuncia de la guerra, denuncia de todos los bandos beligerantes, reivindicación de la necesidad de una paz que «sólo podrá estar garantizada por la revolución social» (7). La reacción fue, en cambio, más débil, en el caso de los anarcosindicalistas que sufrían un peso mayor de la ideología anarquista. Pero aún así surgió, tras la traición de la CGT, una minoría opuesta a la guerra y que se reagrupó en el pequeño grupo La Vida Obrera de Monatte y Rosmer. ( 8 )

    Tras estallar, la nebulosa anarquista se escindió pues entre anarco-patriotas e internacionalistas. A partir de 1915, la reanudación de las luchas por parte del proletariado, y la creciente resonancia de la consigna. "transformar la guerra imperialista en guerra civil" lanzada por las Conferencias celebradas en Zimmerwald y Kienthal (9) , permitió a los anarquistas anclar su oposición a la guerra en la lucha de clases.

    En Hungría, tras 1914, fueron militantes anarquistas los que se pusieron a la cabeza del movimiento contra la guerra imperialista. Entre ellos hay que destacar a Ilona Duczynska y Tivadar Lukacs que introdujeron y dieron a conocer en Hungría el Manifiesto de Zimmerwald. Con el impulso de esta conferencia internacionalista, el Círculo Galileo que se había fundado en 1908, y que se componía de una amalgama de anarquistas, socialistas excluidos de la socialdemocracia, pacifistas,... fue progresivamente decantándose y radicalizándose, pasando del antimilitarismo y el anticlericalismo al socialismo, y de una actividad propia de un círculo de discusión, a una actividad de propaganda más decidida contra la guerra y una presencia más activa en las luchas obreras que iban desarrollándose. Sus hojas contra la guerra aparecían firmadas por el «Grupo de Socialistas húngaros afiliados a Zimmerwald».

    En España, la lucha contra la guerra íntimamente relacionada con el apoyo vehemente a las luchas reivindicativas que se multiplicaban desde 1915, constituyó la actividad fundamental de la CNT. Esta organización mostró una clara voluntad de debate y estar sumamente interesado en las posiciones de las Conferencias de Zimmerwald y Kienthal a las que saludó con todo entusiasmo. De hecho discutió y colaboró con los grupos socialistas minoritarios que, en España, se oponían a la guerra. Se implicó además en un enorme esfuerzo de reflexión para tratar de comprender las verdaderas causas de la guerra y de los medios para luchar contra ella. Digamos, por último, que se alineó con las posiciones de la Izquierda de Zimmerwald, defendiendo que «como todos los trabajadores, deseamos que el final de la guerra sea el resultado del levantamiento del proletariado de los países en guerra» (10) .

    Octubre de 1917, faro de la Revolución Proletaria.

    El estallido de la Revolución en Rusia suscita un entusiasmo enorme. El movimiento revolucionario de la clase obrera y la insurrección victoriosa de Octubre de 1917 impulsan a las corrientes proletarias en el seno del anarquismo a situarse en su verdadero lugar. La aportación más fructífera de los anarquistas al proceso revolucionario se concretizó en su colaboración con los bolcheviques. La proximidad política y la convergencia de puntos de vista de los medios anarquistas internacionalistas con el comunismo y los bolcheviques se reforzaron más aún a escala internacional.

    Así, por ejemplo, en la CNT, Octubre de 1917 se percibe como una verdadera victoria para el proletariado. La publicación Tierra y Libertad considera que «las ideas anarquistas han triunfado»(11) , y que el régimen bolchevique «está guiado por el espíritu anarquista y el maximalismo»(12) . Por su parte Solidaridad Obrera señala que «los rusos nos muestran el camino a seguir». El Manifiesto de la CNT proclama: «miremos a Rusia, miremos a Alemania, imitemos a esos campeones de la Revolución proletaria».

    En cuanto a los militantes anarquistas húngaros, Octubre de 1917 determinó que su acción contra la guerra se orientara cada vez más nítidamente hacia la revolución. Por ello, y con objeto de apoyar el movimiento obrero que se encontraba en plena ebullición, se fundó en Octubre de 1918, y a partir del Círculo Galileo, la llamada Unión Socialista Revolucionaria, que en su gran mayoría estaba compuesta por libertarios, pero donde se agrupaban corrientes que se reivindicaban tanto del marxismo como del anarquismo.

    En ese momento cabe señalar como ejemplo de la contribución a la revolución por parte de una parte del medio anarquista, la más comprometida con la causa del proletariado, la trayectoria de Tibor Szamuely, que se declaró anarquista durante toda su vida. Fue movilizado para combatir en el frente ruso, donde cayó prisionero en 1915. Tras Febrero de 1917 tomó contacto con los bolcheviques, y contribuyó a la organización de un grupo comunista de prisioneros proletarios. Posteriormente se destacó por su participación en los combates que, durante el verano de 1918, tuvieron lugar en los Urales entre el Ejército Rojo y los Blancos. Cuando, en Hungría, se gestó una situación prerrevolucionaria, decidió regresar en Noviembre de 1918, para llamar con todas sus fuerzas a la creación de un partido comunista que fuera capaz de dar una dirección a las acciones de masas, y en el que pudieran agruparse todos los elementos revolucionarios. El reconocimiento de las imperiosas necesidades de la lucha de clases y de la revolución, llevó a muchos militantes anarquistas a superar su aversión por cualquier tipo de organización política, y sus prejuicios en contra de que el proletariado ejerza el poder político. Finalmente, a últimos de Noviembre de 1918, tuvo lugar la constitución del Partido Comunista, en el que participaron anarquistas tales como O. Korvin, o K. Krausz que editaba el diario anarquista Tarsadalmi Forrdalom. Este Congreso adoptó un programa en el que se defendía la validez de la dictadura del proletariado.

    Este PC de Hungría «se dedicará, desde sus orígenes, a poner en práctica el poder de los Consejos Obreros» (13) . En el movimiento revolucionario que finalmente se desencadenó en Marzo de 1919, Szamuely asumió numerosas responsabilidades en las que destaca el Comisariado de Asuntos Militares que organizaba la lucha contra las actividades contrarrevolucionarias. Muchos anarquistas, entre los que abundaban quienes habían participado en los motines de la flota en Cattaro en febrero de 1918, formaron, bajo la dirección de Cserny, las tropas de choque del Ejército rojo, que se destacaron especialmente en la defensa de Budapest que hizo fracasar la intentona franco-serbia de arrasar esa capital, así como en el apoyo a la efímera República de los Consejos que se declaró en Eslovaquia en mayo de 1919. A estas resueltas tropas se les conocía, dada su inquebrantable fidelidad a la revolución proletaria, como «los muchachos de Lenin».

    En Rusia, durante la ofensiva blanca contra Petrogrado (octubre de 1919), también se puso de manifiesto la lealtad de los anarquistas a la revolución, cuando a pesar de sus muchos desacuerdos con los bolcheviques, declararon que: «La Federación Anarquista de Petrogrado, a pesar del escaso número de sus militantes por haber dado lo mejor de sus fuerzas en muchos frentes y al Partido Comunista bolchevique, se mantiene, en estos momentos de gravedad (...) enteramente del lado del Partido.» (14)

    La puesta en cuestión de los dogmas anarquistas

    La experiencia primero de la guerra mundial, y luego de la revolución, impuso a todos los revolucionarios un completo re-examen de las ideas y de los modos de actuación que mantenían antes de la guerra. Pero esta necesidad de adaptación no se planteaba en los mismos términos para todos. Ante la guerra, el ala izquierda de la Socialdemocracia, los comunistas (liderados por los bolcheviques y los espartaquistas), mantuvieron intransigentemente el internacionalismo. También pudieron - al comprender que el derrocamiento del sistema capitalista por parte del proletariado constituía la única vía para erradicar la barbarie guerrera de la faz de la tierra, y que eso ya era históricamente posible - jugar un papel decisivo estimulando y encarnando la voluntad de las masas obreras. Supieron pues asumir lo que correspondía hacer en aquel momento, situándose, esencialmente, en continuidad con su programa y analizando que dicha guerra inauguraba la fase de decadencia del capitalismo, y que, por tanto, el objetivo final del movimiento proletario, el comunismo, es decir el "programa máximo" de la social-democracia, constituía ya el objetivo inmediato por el que luchar.

    No puede decirse lo mismo de los anarquistas, que no viendo más que "pueblos", debieron primeramente establecer su rechazo a la guerra y su internacionalismo, sobre unas bases diferentes a la retórica idealista del anarquismo y adoptar las posiciones de clase del proletariado para poder mantenerse fieles a la causa de la revolución social. Fue, precisamente, su apertura frente a las posiciones desarrolladas por los comunistas (sobre todo a través de los debates comunes que tuvieron lugar en las conferencias internacionales contra la guerra), lo que les permitió fortalecer su combate contra el capitalismo, superando, sobre todo, el peso del apoliticismo y del rechazo de toda lucha política, tan característicos de las concepciones inspiradas en el anarquismo. Así, por ejemplo, en el seno de la CNT, el libro de Lenin, "El Estado y la Revolución", fue recibido con mucho interés, y tras leerlo con toda atención se concluyó que ese folleto «establecía un punto de integración entre el marxismo y el anarquismo».

    Deshaciéndose de los fardos del desprecio por la política o del antiautoritarismo, y basándose en su capacidad de aprender de la práctica de la clase obrera misma en su oposición a la guerra y en el proceso revolucionario en Rusia y Alemania, pudieron adoptar finalmente una actitud internacionalista consecuente. Así, en su Congreso de 1919, la CNT expresó su respaldo a la revolución rusa y reconoció la necesidad de la dictadura del proletariado. Subrayó, además, la identidad existente entre los principios y los ideales defendidos por la CNT, y los que encarnaba dicha revolución. Llegó incluso a plantearse y debatir sobre la adhesión a la Internacional Comunista. Por otro lado, el anarquista alemán E. Mühsam, tras haber participado en la República de los Consejos de Munich (en 1919), concluía que: «las tesis teóricas y prácticas de Lenin sobre la realización de la revolución y de las tareas comunistas del proletariado, dieron a nuestra acción una nueva base (...) Ya no hay obstáculos insuperables para una unificación de todo el proletariado revolucionario. Es verdad que los anarquistas comunistas han debido ceder sobre el punto más importante de desacuerdo entre las dos principales tendencias del socialismo: han debido reconocer la actitud negativa de Bakunin sobre la cuestión de la dictadura del proletariado, y hacer, en cambio, suyas, las tesis de Marx. La unidad del proletariado revolucionario es necesaria y no admite más demora. La única organización capaz de llevarla a cabo es el Partido Comunista alemán.» (15)

    En el seno del medio anarquista existen, efectivamente, elementos sinceramente comprometidos con la revolución social y que, sin lugar a dudas, se muestran dispuestos a sumarse al combate de la clase obrera. La experiencia histórica deja claro que cada vez que han sido capaces de adoptar posiciones revolucionarias válidas, ha sido partiendo de las posiciones proletarias nacidas de la experiencia del movimiento real de la clase obrera, y acercándose a los comunistas para, precisamente, poder fructificarlas y hacerlas vivir en la práctica.

    Scott.

    [1] Carta de Koprotkin a Jean Grave, del 2 de Septiembre de 1914.

    [2] Manifiesto de los Dieciséis (llamado así por ser ese el número de quienes lo firmaron) del 28 de Febrero de 1916

    [3] La Batalla Sindicalista, órgano de la CGT, de Agosto de 1914.

    [4] Carta a J. Grave.

    [5] D. Guérin, El Anarquismo, publicado en francés en Idées Gallimard, p. 80. Hay edición en español en ED. Proyección, 1968, Buenos Aires.

    (6) La Internacional Anarquista y la guerra, febrero de 1915

    (7) Véase nuestros artículos La CNT ante la guerra y la revolución (1914 - 1919) en nuestra Revista Internacional nº 129, (http://es.internationalism.org/rint129cnt ) y en general toda la serie que hemos dedicado a la historia de la CNT desde la Revista Internacional nº 128 a la 133.

    ( 8 ) Ver El anarcosindicalismo frente a un cambio de época: la CGT francesa hasta 1914 en Revista Internacional nº 120. ( [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

    (9) Ver sobre todo La Conferencia de Zimmerwald en Septiembre de 1915: el combate de los revolucionarios contra la guerra, en francés en Revolution Internationale -órgano de la CCI en Francia - nº 361, octubre de 2005.( [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

    (10) Artículo "Sobre la paz, dos criterios", aparecido en Solidaridad Obrera en junio de 1917.

    (11) del 7 de Noviembre de 1917.

    (12) del 21 de Noviembre de 1917.

    (13) R Bardy. 1919, la Commune de Budapest, en francés Ed. La Tête de Feuilles, 1972, p. 60.

    (14) Víctor Serge, L'an I de la révolution russe, Ed la Découverte, p. 509. Hay edición en español en ED Siglo XXI, Madrid, 1972.

    (15) Carta de E. Mühsam a la Internacional Comunista, en septiembre de 1919 publicada en Bulletin Communiste nº 22, de julio de 1920.
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    Mensaje por Durruti_36 Dom Dic 02, 2012 6:59 pm

    En el primer texto se dice que los libertarios en su mayoría tomaron una posción internacionalista y antibelicista. En el segundo se dice que esa posición la mantuvieron una minoría. ¿En qué quedamos?
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    Mensaje por AliveRC Dom Dic 02, 2012 9:19 pm

    Kropotkin tuvo cierto abandono de los ideales anarquistas, abandono que le llevó a la posición aberrante que mantuvo ante la 1ª Guerra Mundial y a tener ciertas relaciones con el gobierno de Kerenski. Luego, con la revolución obrera y campesina bolchevique, recuperó sus ideales anarquistas (esto se ve claramente en su apoyo a la revolución bolchevique y en sus duras críticas a Lenin y los bolcheviques).
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    Mensaje por NSV Liit Dom Dic 02, 2012 10:21 pm

    AliveRC escribió:Kropotkin tuvo cierto abandono de los ideales anarquistas, abandono que le llevó a la posición aberrante que mantuvo ante la 1ª Guerra Mundial y a tener ciertas relaciones con el gobierno de Kerenski. Luego, con la revolución obrera y campesina bolchevique, recuperó sus ideales anarquistas (esto se ve claramente en su apoyo a la revolución bolchevique y en sus duras críticas a Lenin y los bolcheviques).

    Pues no me parece una buena explicación, camarada. Kropotkin nunca abandonó los ideales anarquistas, otra cosa es que su análisis de la guerra imperialista y de la situación en general fuera erroneo (y efectivamente aberrante, como bien dices).

    En cualquier caso el problema sobrepasa la situación personal de Kropotkin porque sus opiniones influyeron en diversos grupos anarquistas, por ejemplo Avrich menciona a la mayoría de las organizaciones anarquistas de Moscú.

    Yo creo que el problema es más profundo que decir eso de que "Kropotkin tuvo cierto abandono de los ideales anarquistas" (a fin de cuentas no solo fue Kropotkin el único anarquista que se posicionó a favor de un bando, el manifiesto lo firmaron quince destacados anarquistas e independientemente de si la discusión afectó a la mayoría del movimiento o no, el caso es que es indudable que esa opinión era compartida por parte del movimiento anarquista).

    Salud, camarada.
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    Mensaje por NSV Liit Dom Dic 02, 2012 10:24 pm

    Durruti_36 escribió:En el primer texto se dice que los libertarios en su mayoría tomaron una posción internacionalista y antibelicista. En el segundo se dice que esa posición la mantuvieron una minoría. ¿En qué quedamos?


    Por lo que a mí respecta no lo sé. Pero si puedes aportar algo para clarificar la cosa se agradece. De todas formas es posible que no haya una respuesta determinante sobre esa cuestión, ya que puede depender del lugar. Por ejemplo en el primer texto se cita a Avrich, que afirma que las organizaciones moscovitas de anarquistas en su mayoría siguieron a Kropotkin. En cualquier caso también es cierto que el texto que he puesto yo es de la wikipedia, con lo cual hay que tener cierto cuidado con él.

    Salud, compañero.
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    Mensaje por Durruti_36 Lun Dic 03, 2012 2:55 pm

    Por lo que recuerdo de España todas las organizaciones libertarias firmaron un manifiesto en contra de la guerra y en desaprobación hacia la postura de Kropotkin y compañía. Incluso celebraron un congreso internacional anarquista en condena a la guerra. En revistas y periodicos ibericos los comentarios mas suaves hacia Kropotkin iban en el sentido de no hacerle mucho caso porque estaba ya viejete; los mas duros llegaban incluso a dejar de considerarle un compañero, acusandole de abandono de los ideales. En CNT hubo algun sindicato -la wiki apunta a sindicatos en Galicia y Asturias. Es posible- que apoyó a Kropotkin, y también entre la intelectualidad personajes de la talla de Tárrida del Mármol, Mella y Urales creo que también. De hecho con el primero le pasó al viejo internacionalista Anselmo Lorenzo lo mismo que a Malatesta con Kropotkin, rompieron su fuerte amistad. A nivel internacional tengo constancia de que numerosas organizaciones hicieron fuertes y continuadas campañas antibelicistas. No conozco caso de alguna organización libertaria que apoyara la guerra en ningún pais.

    El manifiesto fue firmado por algunos intelectuales anarquistas sin representar a ninguna organización, por lo tanto fue algo a título individual. Pero es curioso como Kropotkin logró arrastrar junto a él a una, aunque minúscula, parte de la intectualidad libertaria.

    El caso ruso es curioso por lo aislado, intentaré informarme mejor, pero si hacemos caso de la wiki también Woodcock lo desmiente y afirma que solo fue un centenar de libertarios moscovitas los partidarios de la confrontación.

    Salud, compa.
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    Mensaje por Platon Mar Feb 05, 2013 7:31 pm

    En el capitulo V, apartado 4 del libro de Lenin "La enfermedad infantil", se menciona la "conversion "plejanovista" de los Kropotkin, los Grave, los Cornelissen y demás "estrellas" del anarquismo en socialchovinistas o en anarquistas de trincheras" y se hace un mención especial al anarquista Gue quien, según Lenin, fue "uno de los pocos anarquistas que no han perdido el honor y la conciencia".
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    Mensaje por LaMalatesta Lun Mar 18, 2013 8:12 pm

    Efectivamente, fue así camaradas.

    El "Príncipe Ruso" del anarquismo hizo un fallo muy erróneo sobre la posición del anarquismo en la I guerra mundial.

    Obviamente yo discrepo de las opiniones de Kropotkin sobre este asunto más alla que sus obras me parecen de suma importancia para el movimiento obrero mundial.

    Errico Malatesta publicó una carta en el periódico libertario Ingles "Freedom" en el cual traba una discusión enorme con Kropotkin sobre la posición del movimiento anarquista sobre la I guerra mundial.

    El titulo del escrito se llama "Anarchist have forgoten their principles" (los anarquistas han olvidado sus principios).

    Por Errico Malatesta (FREEDOM, noviembre de 1914)

    Bajo el riesgo de pasar por simplón, confieso que nunca habría creído posible que los socialistas—incluso los socialdemocratas—vayan a apaudir y hacerse participes voluntarios, ya sea del lado de los alemanos o de los aliados, en una guerra como la que en la actualidad está devastando Europa. ¿Pero qué se puede decir cuando lo mismo es hecho por anarquistas, no en gran cantidad, es verdad, pero entre ellos muchos camaradas a quién ame y respete?

    Se dice que la situación presente muestra la bancarrota de “nuestras formulas”—es decir,de nuestro principios—y que será necesario revisarles.

    Hablando en términos generales, cada fórmula debe ser revisada siempre que ella se muestra insuficiente al ponerse en contacto con el hecho; pero no es el caso de estos días, cuando la bancarrota no es derivada de la deficiencia de nuestras fórmulas, sino del hecho de que éstas han sido olvidadas y son traicionadas.

    Retornemos a nuestros principios.

    No soy un “pacifista”. Yo lucho, como todos lo hacemos, por el triunfo de la paz y de la fraternidad entre todos los seres humanos; pero sé que el deseo de detener la batalla puede ser cumplido sólo cuando ambos lados lo quieran, y que mientras se encuentren hombres que quieran violar las libertades de los demas, corresponde a estos otros defenderse si no desean ser eternamente golpeados; y sé también que atacar es a menudo el mejor, o el unico, medio efectivo de defenderse. Además, pienso que el oprimido está en un estado de defensa propia legítima, y tiene siempre el derecho de atacar los opresores. Yo admito, por lo tanto, que existen guerras que son necesarias, las guerras santas: y éstas son las guerras de liberación -tal como es generalmente la “guerra civil”-es decir, las revoluciones.

    Pero, ¿qué tiene la actual guerra en común con la emancipación humana, que es nuestra causa?

    Hoy en dia es comun ver a los socialistas en la cuspide, al igual que cualquier burgués, de Francia o Alemania, y que algun político u aglomeración nacional—resultado de las luchas historicas—como una unidad etnográfica homógena, cada uno con sus intereses, aspiraciones, y misiones, en oposición a los intereses, aspiraciones y misiónes de las unidades rivales. Esto puede ser relativamente cierto, mientras el oprimido, y principalmente los trabajadores, no tengan ninguna conciencia, no logren reconocer la injusticia de sus opresores. Allí está, entonces, la clase dominante que es la unica que cuenta; y que, debido a su deseo de conservar y ampliar su poder, y en víspera de sus perjuicios y sus propias ideas, puede encontrar conveniente excitar las ambiciones raciales y el odio, y enviar a su nación, su rebaño, contra los “extranjeros” , con el propósito de soltarles de sus opresores presentes, y sometiendoles a su propia dominación económica y política.

    Pero la misión de aquellos que, nosotros creemos, desean el fin de toda opresión y de toda explotación del hombre por el hombre, deberia ser la de despertar el conocimiento del antagonismo de intereses entre dominadores y dominados, entre explotadores y trabajadores, y desarrollar la lucha de clases adentro de cada país, y la solidaridad entre todos los trabajadores a través de las fronteras, en contraste con cada perjuicio y cada pasión que tenga que ver con la raza o la nacionalidad.

    Y esto es lo que siempre hemos hecho. Siempre hemos predicado que los trabajadores de todos los paises sean hermanos, y que el enemigo—el “extranjero”—es el explotador, ya sea nacido cerca nuestro o en algun otro pais lejano, ya sea que hable nuestro mismo idioma o cualquier otro. Siempre hemos escogido nuestros amigos, nuestros compañeros de armas, así como nuestros enemigos, debido a las ideas que profesan y de la posición que ocupan en la lucha social, y nunca por razones de raza o nacionalidad. Nosotros siempre hemos luchado contra el patriotismo, que es una supervivencia del pasado, y sirve a los interéses de los opresores; y nos enorgullezemos de ser internacionalistas, no solo de palabra, sino por los sentimientos profundos de nuestras almas.

    Y ahora las más atroces consecuencias de la dominacion capitalista y de estado deben indicar, aún a los ciegos, que nosotros tuvimos razón, la mayor parte de los socialistas y muchos anarquistas en los paises beligerantes se asocian con los gobiernos y la burguesía de sus respectivos paises, olvidando el socialismo, la lucha de clases, la fraternidad internacional, y el resto.

    Vaya ruina!

    Es posible que los acontecimientos presentes pueden estar mostrando que los sentimientos nacionales estan más vivos, mientras que los sentimientos del hermanazgo internacional estan menos arraigados de lo que pensabamos; pero esta deberia ser una razon mas para intensificar, no abandonar, nuestra propaganda antipatriótica. Estos acontecimientos también muestran que en Francia, por ejemplo, el sentimiento religioso es más fuerte, y los sacerdotes tienen una mayor influencia de la que imaginamos. ¿Esta es una razón para nuestra conversión a la religión catolica?

    Entiendo que existen circunstancias que pueden levantarse a causa de que la ayuda de todos es necesaria para el bienestar general: tales como una epidemia, un terremoto, una invasión de los bárbaros, que maten y destruyan todo lo que este bajo sus manos. En tal caso la lucha de clases y las diferencias en la posición social deben ser olvidadas, y se debe hacer causa común contra el peligro común; pero a condición de que estas diferencias se olviden de ambas partes. Si alguna persona está en la prisión durante un terremoto, y existe el peligro de ser aplastado por la muerte, es nuestro deber el salvar a todos, incluso a los carceleros—a causa de que estos comenzaran por abrir las puertas de la prision. Pero siendo el deber de los carceleros tomar todas las precauciones para la custodia segura de los presos durante y después de la catástrofe, es entonces el deber de los presos hacia si mismo tanto como hacia sus camaradas en cautiverio el dejar a los carceleros a sus contratiempos encontrando la ocasion para beneficiarse a si mismo.

    Si, cuando los soldados extranjeros invaden el suelo sagrado de la patria, la clase privilegiada renuncia a sus privilegios, y actúa de modo que la “Patria” realmente se convierta en propiedad común de todos los habitantes, seria justo entonces que todos luchemos contra los invasores. Pero si los reyes deseen seguir siendo reyes, los propietarios continuan cuidando de sus tierras y de sus casas, y los comerciantes desean hacerse cargo de sus mercancías, e incuso los venden a un precio más alto, entonces los trabajadores, los socialistas y anarquistas, deban dejarlos a su suerte, sin dejar de buscar una oportunidad para librarse de los opresores dentro del país, así como de aquellos que vienen del exterior.

    En todas las circunstancias, es el deber de los socialistas, y especialmente de los anarquistas, el hacer todo lo posible para debilitar a el estado y a la clase capitalista, y el tomar como la única guía para su conducta los intereses del socialismo; o bien, si son materialmente impotentes para actuar eficazmente para su causa propia, al menos deben intentar rehusar cualquiera ayuda voluntaria a la causa del enemigo, y hacerse a un lado para salvar al menos sus principios—lo que significa salvar el futuro.

    * * *

    Todo lo que acabo de decir cuenta unicamente como teoría, y tal vez es aceptado, como tal, por la mayor parte quienes, en la práctica, hacen lo contrario. ¿Cómo, entonces, podria ser aplicado en la situación actual? ¿Qué debemos hacer, que debemos desear, en los intereses de nuestra causa?

    Se dice, en este lado del Rin, que la victoria de los aliados sería el fin del militarismo, el triunfo de la civilización, la justicia internacional, etc. Lo mismo se dice del otro lado de la frontera sobre una posible victoria alemana.

    Personalmente, juzgando en su justo valor al “perro demente” de Berlin y al “viejo verdugo” de Viena, no tengo mayor confianza en el sangriento zar, ni en los diplomáticos ingleses que oprimen a la India, que traicionaron Persia, que aplasto a las repúblicas de los bóers; ni en la burguesía francésa, que asesino a los nativos de Marruecos; ni en Bélgica, que ha permitido las atrocidades del Congo y se ha beneficiado en gran medida con ellas- y yo solo recuerdo algunas de sus fechorías, tomadas al azar, por no mencionar lo que todos los gobiernos y toda clase capitalista hacen contra los trabajadores y los rebeldes en sus propios paises.

    En mi opinión, la victoria de Alemania desde luego significaría el triunfo de militarismo y de la reacción; pero el triunfo de los aliados significaría la dominacion Ruso- inglésa (es decir, knouto[1]-capitalista) de Europa y Asia, el reclutamiento y el desarrollo del espíritu militarista en Inglaterra, y una reacción clerical y tal vez monárquica en Francia.

    Además, en mi opinión, es más probable que no exista victoria alguna definida en uno u otro lado. Después de una larga guerra, una pérdida enorme de vidas y de riqueza, ambos lados quedaran agotados y cierta paz será arreglada, dejando abiertas todas las cuestiones, preparando asi una nueva guerra más asesina que la del presente.

    La única esperanza es la revolución; y como pienso que es la derrota de Alemania la que muy probablemente hara, por causa del estado presente de cosas, que la revolución estalle, es por esta razon—y solo por ella—que deseo la derrota de Alemania.

    Se me permitira, por supuesto, el estar equivocado al apreciar la situación verdadera. Pero lo que parece ser elemental y fundamental para todos los socialistas (anarquistas, u otros) es que es necesario mantenerse fuera de cualquier tipo de compromiso con los gobiernos y las clases gobernantes, para ser capazes de beneficiarse con cada oportunidad que puede surgir, y, en todo caso, para ser capazes de reiniciar y continuar nuestras preparaciones y propaganda revolucionarias.


    E. MALATESTA

    Vernon Richards, el compilador de los trabajos de Malatesta en los años 60, lo explico muy bien: Malatesta tuvo una gran confrontación con Kropotkin sobre esto. La gran mayoría (por no decir casi todo) del movimiento anarquista mundial se enemistó con P. Kropotkin, fue aislado del movimiento Internacional.

    Obviamente los errores de Kropotkin sirven para hacer un revaluó de las ideas anarquistas y tomar experiencia sobre los principios y deberes anarquistas en la luchas actuales entre el Capital y el Trabajo.

    Saludos!
    Cheito
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    Comunista
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    Mensaje por Cheito Lun Abr 01, 2013 9:21 pm

    Cuando Emma Goldman va a Rusia y conoce a Kropotkin, lo describió como a alguien disminuído físicamente, autosensurado, y muy empobrecido. Algo no cuadra muy bien, parecía describir a alguien en el ocaso de su vida, no a un líder.

    De Kropotkin hay que tomar principalmente su iniciativa de hacer del anarquismo algo posible mas allá del común fundamentalismo inoperante del mismo. Lo cual es loable y digno de estudiarse.

    ¿Que si traicionó al anarquismo?
    Se habrá equivocado mas de una vez, pero traicionar no me parece, hasta el final se mantuvo firme en sus convicciones, sus últimos intentos por influir a Lenin así lo evidencian.

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