El desempleo explota en Francia
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[2] “la productividad por hora francesa no aumenta al ritmo deseado”, Lois Gallois expatrón de EADS
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Hemos elegido el titular del diario Le Monde de hoy en su edición en papel, para demostrar que los comunistas no exageramos la realidad. La mostramos como tal, con cifras precisas, para describir la fase de la historia en la que nos encontramos: el capitalismo en su fase más avanzada y corrompida; la de los monopolios, la del imperialismo.
Según los datos oficiales, 3.103.000 son los franceses inscritos en las Pòle d'emploi (oficinas de empleo), una cifra que no se alcanzaba desde 1996. Pero es suficiente con trabajar una hora o un día en todo el mes para no entrar en esa estadística. Así, si sumamos el desempleo con los trabajos de corta duración el desempleo real llega a los 4,58 millones de parados.
El proceso de cierre de empresas y despidos colectivos continua. AcelorMittal ha parado dos altos hornos en Francia (5 en Europa), y el Estado se está planteando nacionalizar uno de ellos ante la ausencia de comprador. PSA-Peugeot-Citroen eliminará 8000 empleos mientras su dueño dice que el patriotismo de su empresa la ha llevado a la falta de competitividad[1]. La guerra por el mercado entre las operadoras de telecomunicaciones (SFR, Free, Bouygues Telecom, Phone House) augura la pérdida de miles de puestos de trabajo en los próximos meses.
Y eso después de 120.000 contratos subvencionados que promovió el gobierno francés a la llegada estelar de Hollande, con el objetivo de limitar el impacto de la subida vertiginosa del desempleo.
Las recetas para acabar con la crisis, propuestas por la patronal francesa y asumidas por el Estado francés, es ser más competitivos. ¿Cómo? Bajando el “coste de trabajo”, es decir, los salarios. E invirtiendo en tecnología, con ayudas del Estado, lo cual permitirá producir más con menos mano de obra[2].
Estas recetas no vienen impuestas por el Estado de un país o de otro, son las directrices marcadas por los monopolios internacionales a sus títeres políticos de los países imperialistas. Esas directrices vienen determinadas por la competencia feroz entre unos monopolios y otros, sean del país que sean. Es la esencia del sistema capitalista, la propiedad privada de los medios de producción, la que impone esa eterna competitividad por conquistar mercados entre unos propietarios y otros. Es el interés privado y egoísta de esos propietarios y la lucha entre ellos lo que determina el rumbo del mundo entero. Apelando al patriotismo más barato nos obligan competir con nuestras condiciones de vida entre los trabajadores del mundo entero.
Cuando los monopolios no pueden repartirse el mundo “pacíficamente”, recurren a las guerras imperialistas de rapiña. Bien apropiándose de recursos (minerales, petróleo, gas), o bien de vías de transporte de esos recursos (a través de gaseoductos, oleoductos, buques petroleros). El ejemplo del primer caso lo encontramos en Libia, y el ejemplo de lo segundo en Siria.
Siria tiene un gran pedazo de Mar Mediterráneo, lo cual facilitaría la salida por tierra de gas proveniente de oriente, ante el riesgo de que Irán bloquee el estrecho de Ormuz en caso de un conflicto en la zona. Siria e Irán, son así mismo, los últimos obstáculos que encuentra el imperialismo americano y europeo, cuyos intereses representa el Estado de Israel en la región, para controlar el Próximo y Medio Oriente, disputados también por los aspirantes a imperios Rusia y China.
Todo lo cual nos muestra el panorama que nos ofrece este régimen criminal: las clases obreras de los países imperialistas, donde se genera más bienes materiales que nunca, a pesar de ser los autores materiales de tal riqueza, además de competir entre nosotros en peores condiciones de vida, no decidimos si se fabrican armas o aviones de guerra que servirán para imponer los intereses de nuestros explotadores a otros pueblos hermanos.
La paz y la prosperidad, sólo puede llegar echando del poder político y económico a la clase propietaria de los monopolios internacionales, y para eso, no queda otra que tomarlo nosotros, la clase obrera hermanada de los países imperialistas, que día a día tiene en sus manos los hilos del mundo: en las fábricas y las empresas. Es hora de dejar a un lado ilusiones falsas de posibles soluciones venidas de arriba.
Según los datos oficiales, 3.103.000 son los franceses inscritos en las Pòle d'emploi (oficinas de empleo), una cifra que no se alcanzaba desde 1996. Pero es suficiente con trabajar una hora o un día en todo el mes para no entrar en esa estadística. Así, si sumamos el desempleo con los trabajos de corta duración el desempleo real llega a los 4,58 millones de parados.
El proceso de cierre de empresas y despidos colectivos continua. AcelorMittal ha parado dos altos hornos en Francia (5 en Europa), y el Estado se está planteando nacionalizar uno de ellos ante la ausencia de comprador. PSA-Peugeot-Citroen eliminará 8000 empleos mientras su dueño dice que el patriotismo de su empresa la ha llevado a la falta de competitividad[1]. La guerra por el mercado entre las operadoras de telecomunicaciones (SFR, Free, Bouygues Telecom, Phone House) augura la pérdida de miles de puestos de trabajo en los próximos meses.
Y eso después de 120.000 contratos subvencionados que promovió el gobierno francés a la llegada estelar de Hollande, con el objetivo de limitar el impacto de la subida vertiginosa del desempleo.
Las recetas para acabar con la crisis, propuestas por la patronal francesa y asumidas por el Estado francés, es ser más competitivos. ¿Cómo? Bajando el “coste de trabajo”, es decir, los salarios. E invirtiendo en tecnología, con ayudas del Estado, lo cual permitirá producir más con menos mano de obra[2].
Estas recetas no vienen impuestas por el Estado de un país o de otro, son las directrices marcadas por los monopolios internacionales a sus títeres políticos de los países imperialistas. Esas directrices vienen determinadas por la competencia feroz entre unos monopolios y otros, sean del país que sean. Es la esencia del sistema capitalista, la propiedad privada de los medios de producción, la que impone esa eterna competitividad por conquistar mercados entre unos propietarios y otros. Es el interés privado y egoísta de esos propietarios y la lucha entre ellos lo que determina el rumbo del mundo entero. Apelando al patriotismo más barato nos obligan competir con nuestras condiciones de vida entre los trabajadores del mundo entero.
Cuando los monopolios no pueden repartirse el mundo “pacíficamente”, recurren a las guerras imperialistas de rapiña. Bien apropiándose de recursos (minerales, petróleo, gas), o bien de vías de transporte de esos recursos (a través de gaseoductos, oleoductos, buques petroleros). El ejemplo del primer caso lo encontramos en Libia, y el ejemplo de lo segundo en Siria.
Siria tiene un gran pedazo de Mar Mediterráneo, lo cual facilitaría la salida por tierra de gas proveniente de oriente, ante el riesgo de que Irán bloquee el estrecho de Ormuz en caso de un conflicto en la zona. Siria e Irán, son así mismo, los últimos obstáculos que encuentra el imperialismo americano y europeo, cuyos intereses representa el Estado de Israel en la región, para controlar el Próximo y Medio Oriente, disputados también por los aspirantes a imperios Rusia y China.
Todo lo cual nos muestra el panorama que nos ofrece este régimen criminal: las clases obreras de los países imperialistas, donde se genera más bienes materiales que nunca, a pesar de ser los autores materiales de tal riqueza, además de competir entre nosotros en peores condiciones de vida, no decidimos si se fabrican armas o aviones de guerra que servirán para imponer los intereses de nuestros explotadores a otros pueblos hermanos.
La paz y la prosperidad, sólo puede llegar echando del poder político y económico a la clase propietaria de los monopolios internacionales, y para eso, no queda otra que tomarlo nosotros, la clase obrera hermanada de los países imperialistas, que día a día tiene en sus manos los hilos del mundo: en las fábricas y las empresas. Es hora de dejar a un lado ilusiones falsas de posibles soluciones venidas de arriba.
[1] [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
[2] “la productividad por hora francesa no aumenta al ritmo deseado”, Lois Gallois expatrón de EADS
Comisión de Relaciones Internacionales del PCOE
29 de noviembre de 2012
29 de noviembre de 2012
Fuente