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    Historia en Argentina

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    Mensaje por Razion Mar Dic 06, 2011 10:50 pm

    Planteo este tema para abordar las diferentes posiciones que se tienen respecto al origen de la Argentina como Nación y a su caracterización. Además, visto y considerando que se está debatiendo en los medios masivos acerca de la creación del Instituto del Revisionismo Histórico, es un buen momento para debatir sobre el mismo.

    Comparto dos artículos que saque de Razón y Revolución (una fuente que consulto bastante respecto a los temas historiográficos, si bien concuerdo sólo la mitad de las veces).

    Con respecto al primer artículo, Revolución de Mayo, considero que la Revolución de Mayo, si bien fue una revolución burguesa (con cuadros jacobinos revolucionarios, como Mariano Moreno, Hipólito Vieytes, Manuel Belgrano, los cuales reivindico), no creo que eso haya implicado que no hayamos sido hasta la década del 40 y el advenimiento del peronismo una semicolonia británica, dado a que el poder como en toda revolución burguesa, quedó en manos de la naciente burguesía conservadora (en este caso pro británica), además se mantuvieron relaciones precapitalistas en muchos sectores del país.
    Datos sobre Argentina como semicolonia se pueden encontrar en el libro Política Británica en el Río de la Plata, de Scalabrini Ortiz.
    Luego desde el 30 en adelante, con los sucesivos intentos de industrialización, y con la ruptura con el imperio británico, fuimos perdiendo el carácter de semicolonia de Gran Bretaña para pasar a ser una de EEUU, y un capitalismo dependiente.


    Sobre las características de la Revolución de Mayo, es interesante también un debate mantenido entre el historiador de r&r Fabián Harari, y Gabriel Di Meglio.

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    ¿Qué es una Colonia? Origen, naturaleza y muerte del sistema colonial español en América

    ¿Somos una colonia? “Hay que luchar por la liberación nacional”, afirman los kirchneristas y alguna izquierda. Lea esta nota y entienda por qué pelean contra un fantasma inexistente.


    Mariano Schlez
    GIRM-CEICS


    “Inglaterra sigue siendo una burda potencia colonial”, dijo Cristina Fernández de Kirchner hace algunos meses, en alusión al dominio que ejerce el país del norte sobre “nuestras” Islas Malvinas. No se trata de una voz en el desierto: expresa el pensamiento (programa político, en términos técnicos) de buena parte de la población que piensa que la Argentina es un país “oprimido” por las grandes potencias mundiales. Asimismo, y a pesar de ubicarse en las antípodas del gobierno, la izquierda revolucionaria argentina coincide en esta caracterización, asegurando que nuestro país es una “semi-colonia”. En sentido estricto, ambas fuerzas visualizan un enemigo común: el imperialismo, es decir, aquellas naciones (o burguesías extranjeras) que con su accionar impiden el desarrollo nacional.

    Para comprender los problemas que tiene esta forma de entender la historia (y la actualidad) nacional, les propongo una viaje al pasado, hasta los tiempos en que el actual territorio argentino era parte del enorme Imperio Español.

    El Imperio colonial español en América

    El concepto colonia es utilizado por historiadores y políticos para múltiples casos: se ha definido de esta manera a la América del 1500, a la India del siglo XIX y, como ya dijimos, a la Argentina contemporánea. Sin embargo, no son muchos los que aclaran cuál es su significado concreto. Vayamos, primero, por esa definición.

    El primer elemento que implica todo sistema colonial es la transferencia de recursos, de una sociedad a otra, por una vía política, lo que supone una cierta dosis de violencia. Básicamente, es lo que hicieron los españoles en América desde 1492. Gracias a eso, impulsaron el desarrollo europeo a través del traspaso de grandes masas de oro y plata. Es decir, el colonialismo se basaba en la explotación de un espacio sobre otro (u otros), y suponía, por lo tanto, la existencia de dos (o más) naciones enfrentadas.

    La conquista y la creación del sistema colonial en los siglos XV y XVI ofrecieron a las burguesías europeas nuevas rutas mercantiles y mercados, lo que aceleró el proceso de descomposición del feudalismo y el surgimiento de relaciones sociales capitalistas. De esta manera, en diferentes momentos y grados, España, Portugal, Holanda, Francia e Inglaterra aportaron al denominado proceso de acumulación originaria, es decir, a la centralización de las riquezas y los medios de producción y de vida en manos de una sola clase social: la burguesía.

    Sin embargo, no se trató de un proceso unilateral. La relación que se estableció entre el corazón del Imperio y sus colonias transformó a ambas sociedades: mientras en Europa se acumularon las riquezas que posibilitaron el desarrollo capitalista, las colonias fueron preñadas por las mismas contradicciones que ya habitaban el viejo mundo, y que iban a estallar tres siglos más tarde. ¿Entonces benefició a América una conquista que saqueó sus riquezas y aniquiló a una enorme porción de su población? Mal que nos pese a quienes nos gustaría que las cosas fuesen de otra manera, la lucha de clases es así: violenta y contradictoria. Lo cierto es que a través de este proceso histórico maduraron el comercio y la navegación, se transformaron radicalmente las formas de producir y se construyeron ciudades que le ofrecieron a las manufacturas europeas un mercado donde ser vendidas. Al mismo tiempo que potenció la producción de plusvalor, fomentó el surgimiento de los sistemas modernos de crédito y deuda pública, fundamentales para la futura transformación de las riquezas americanas en capital.

    España e Inglaterra: dos colonialismos antagónicos

    El imperialismo español pasó del saqueo a la explotación productiva y comercial de sus “Indias”, transformando a los pueblos de sus colonias en consumidores de “efectos” europeos. Este movimiento profundizó los enfrentamientos entre las naciones del viejo mundo por imponer su hegemonía sobre América. Y si, como decíamos, los europeos se llevaban riquezas en forma coactiva (impuestos, saqueos) para llevarse la plata, entre ellos dejó de predominar el que llegó primero (España) y comenzó a cobrar protagonismo el que ofrecía mejores transportes, la mayor capacidad de protegerlos y una variedad de mercancías a menor precio (Inglaterra). Es decir que la supremacía militar tenía un peso importante a la hora del predominio comercial, a pesar de lo que sentenciaban las leyes y monopolios que los Estados dictaminaban para legalizar su dominación.[1] El destino del mundo no se decidió en la letra muerta de la legislación, sino en el combate real entre las naciones y clases sociales: las guerras que asolaron Europa a fines del siglo XVIII expresaban tanto la competencia entre las diferentes fracciones nacionales de esta clase en ascenso llamada burguesía (Inglaterra contra Francia), como en el combate que ellas mismas libraban contra los restos de la vieja nobleza (Francia o Inglaterra contra España). Este combate encubría el enfrentamiento entre dos modos de producción antagónicos, el feudalismo y el capitalismo. De un lado y del otro de la trinchera, las clases en lucha se apoyaron en los sistemas coloniales que habían construido, lo que nos lleva a diferenciar la evolución antagónica de dos tipos de “colonialismo”: el español y el inglés.

    A diferencia del caso español, el colonialismo inglés se expandió al calor del desarrollo capitalista. Gracias a su dominio de los mares a nivel mundial (fruto de su desarrollo tecnológico) logró imponer sus intereses a través de los métodos “piqueteros”, es decir, bloqueando los puertos para impedir que sus enemigos lleguen a América. Éste colonialismo impulsado por relaciones capitalistas se diferenció del español, una nación feudal que basaba su existencia en su papel de mediador comercial. Es decir, subsistía, fundamental aunque no únicamente, por ganancias provenientes de un comercio de mercancías que no producía, fruto del monopolio que había impuesto sobre sus colonias americanas, y obligaba a todo aquel que quisiese comerciar con América a pasar por España y pagar los impuestos correspondientes. Sin embargo, dijimos que las leyes sin un poder económico, político y militar que las sustente no tenían ningún valor, por lo que el monopolio fue desapareciendo a medida que se hicieron más fuertes los dos polos que unía: los burgueses europeos (ingleses, franceses y holandeses) y los americanos (porteños, caraqueños y norteamericanos). Esta clase burguesa, otrora oprimida, sustentada por un mayor desarrollo material y consciente de la opresión que ejercía sobre ellas el Estado feudal español, se organizó política y militarmente para aniquilarlo.

    Argentina: Nación (burguesa) libre y soberana

    Recapitulando, hemos visto que podemos llamar colonia a un espacio que transfiere riqueza a otro por medio de mecanismos coercitivos. Es una caracterización amplia, aunque no ahistórica, debido a que implica la existencia de la explotación y el desarrollo estatal para habilitar su utilización. Sin embargo, no se aplica para casos en que la extracción de riquezas se realiza a través de procesos puramente económicos: aquí, se trata de la lógica normal del sistema capitalista, que transfiere plusvalía de los capitalismos menos eficientes (pequeños, débiles y jóvenes) a los más eficientes (grandes, poderosos y con mayor tiempo de vida).

    Podemos afirmar entonces que, en nuestro país, la Revolución de Mayo destruyó completamente al viejo sistema colonial español. Luego de 1810, no sólo finalizan las remesas de oro, plata y mercancías a España, sino que comienzan a ser expropiados, en América, los bienes de los españoles realistas.[2] Asimismo, la revolución llevó al poder a la burguesía agraria rioplatense (en alianza con fracciones burguesas del interior), que construyeron un Estado “libre y soberano”, por lo menos de las intromisiones de burguesías extranjeras. Ningún “viejo amo”, como decía Belgrano, volvió a incidir en la política nacional. Aún así, hay quienes dicen que hacíamos todo lo que nos decían los ingleses. Bien, esa es otra historia, que dejaremos para más adelante. Lo cierto es que la “Argentina” (que por entonces no existía) dejó de ser Colonia (o semi-colonia, o neo-colonia) hace más de 200 años. En todo caso, habría que empezar por preguntarse si lo que ocurrió después, no tuvo más que ver con los intereses, límites y necesidades de la burguesía nacional, antes que con una imposición arbitraria y violenta de malvados imperialistas.


    Notas
    [1] Para un análisis del monopolio comercial español, véase nuestro artículo: “¿Qué fue realmente el monopolio?”, en El Aromo, n° 62, 2011.
    [2]Para una descripción más detallada de este proceso, véase Harari, Fabián: Hacendados en armas, Ediciones ryr, Bs. As., 2009 y Schlez, Mariano: Dios, Rey y monopolio, Ediciones ryr, Bs. As., 2010.

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    Contra la Revolución. Los historiadores académicos y el Bicentenario



    Mariano Schlez
    Grupo de Investigación de la Revolución de Mayo - CEICS

    Una vez más, los académicos están ofendidos. Otra vez, les han quitado protagonismo. El bicentenario del 25 de Mayo de 1810 volvió a instalar, en el ámbito universitario, un hecho que brillaba por su ausencia: la revolución. Reapareció luego de casi tres décadas en las que predominó, en las facultades argentinas y latinoamericanas, una furiosa contrarrevolución cultural que, como resultado de la derrota de las luchas de la década de 1970, intentó borrar a la revolución de la historia. Sin embargo, una simple efeméride les mostró a los historiadores académicos que, a pesar de sus notables esfuerzos, entre la “clase media” y los trabajadores argentinos la idea de la revolución aún permanece viva. No lo notaron gracias a las luchas obreras que recorren el país desde hace más de una década. Lo hicieron, más bien, gracias a un dato que expresa cierta mezquindad: a pesar de contar con un apoyo de las grandes editoriales y de los grandes medios, sus trabajos no han tenido una repercusión acorde a tamaño esfuerzo. Han editado, a lo largo de estos años, dos colecciones de divulgación sobre los más variados temas. La primera, dirigida por Jorge Gelman, editada por Sudamericana. La segunda, por Siglo XXI. A todo ello, debe sumarse la colección de historia de Siglo XXI, dirigida por Luis Alberto Romero, las publicaciones en Sudamericana y una editorial dedicada a difundir sus trabajos, casi exclusivamente (Prometeo). Sin embargo, como ellos mismos reconocen, la población prefiere una versión “revisionista” y hasta “mitrista” de la historia que, naturalmente, saluda los orígenes revolucionarios de la Argentina.
    Aparentemente ofendidos porque simples divulgadores les han robado la conciencia de las masas, organizaron un blog, con el objetivo de redactar un documento que resuma la posición de los profesionales de la historia.(1) Sin embargo, los documentos previos a su redacción han dejado en claro que, lejos de un debate circunscripto a los hechos de Mayo de 1810, los historiadores académicos preparan una intervención política contra la fracción del Partido del orden que intenta alargar la experiencia bonapartista y, fundamentalmente, contra la clase obrera y los sectores que impulsan una salida revolucionaria.

    ¿Quiénes son los “académicos”?

    Quienes dominan los claustros académicos llegaron a la Universidad a partir de la derrota de la oleada revolucionaria, en la década de 1980. De revolucionarios se convirtieron en socialdemócratas y de allí, muy rápidamente, al liberalismo más ramplón. De Hobsbawm pasaron, sin escalas, a François Furet. El eje de los análisis pasó, entonces, de los problemas de la democracia a los del lenguaje y los conceptos. Incapacitados para explicar la realidad, prefirieron “interpretarla”, argumentando que todo es relativo y depende del discurso con el que se lo encare. En última instancia, “la verdad no está totalmente en ningún lado”, como afirmó, consultado sobre 1810, el mismo Romero.(2)
    Actualmente, los académicos intentan dilucidar las ideas y concepciones que tenían los protagonistas de 1810, es decir, qué significaba para ellos decir “independencia” o “revolución”. Concluyen, entonces, que lo que caracterizó a la Revolución de Mayo fue una transformación en la legitimidad de sus representantes, reduciendo un violento y traumático proceso de enfrentamientos sociales a un “problema de legitimidad: ¿cómo y cuándo fundar una nueva autoridad legítima supletoria de la soberanía del monarca cautivo?”, como afirma Noemí Goldman. El hecho central en el estallido revolucionario habría sido la caída del Rey español, en 1808, producto de la invasión francesa a la Península. En su interpretación, ella habría producido una crisis de poder en el conjunto de las colonias, que motorizó la formación de Juntas que se arrogaron la representación de los pueblos americanos, gracias al concepto de “reversión de la soberanía en el pueblo”. Los estudios modernos concluyen que las ideas que acompañaron el proceso fueron una combinación de “concepciones que derivaban […] de la tradición hispánica, de las teorías del derecho natural y de gentes y de la ‘Ilustración’, donde predominaron las ideas pactistas”. Por ello, la Revolución no fue más que un acto en el que la autoridad del Rey volvió al sujeto que se la había otorgado en un principio, en el pacto inicial, es decir, al pueblo. El cambio fundamental habría sido que el poder ya no se asentaba en el soberano, sino en el concepto republicano de “soberanía popular”, que ejerce su voluntad en un incipiente “espacio público”. Por lo tanto, la Revolución se subsumiría a un golpe de mano, a la ocupación de un “vacío de poder”, lo que implica, colateralmente, que los revolucionarios no sabían lo que hacían o, en otras palabras, reaccionaban a circunstancias imprevistas, adaptándose como podían a los cambios que se sucedían por fuera de su voluntad.
    El gran “descubrimiento” con el que la nueva historia política intenta destruir al marxismo es afirmar que las cosas podrían haber sucedido de otra manera, destacando las diferentes “opciones” posibles que tuvieron los actores, en detrimento de los conceptos de necesidad y determinación. Concepción que impulsó el crecimiento de los estudios regionales, aunque sin desconocer que la “microhistoria” y los análisis de casos los están llevando a un callejón sin salida. El empirismo más vulgar les impide construir una visión de más largo plazo. Lo que no quiere decir que no esconda un programa político concreto: la contrarrevolución. Para ellos, sólo es válido cambiar fórmulas institucionales (dentro del marco burgués) por consenso del personal gobernante (los políticos burgueses) y producir nuevas formas de legitimidad al interior de la “elite” (burguesía más concentrada y sus partidos). Ese es el único cambio posible y deseable. Otra cosa, es la barbarie. No es otro que el programa de Lilita Carrió o el Pro, frente a los primeros años del kirchnerismo, que intentaba trazar alianzas con la clase obrera por la vía de presentarse como el representante de una insurrección.

    Llantos

    La primera ofendida fue Marcela Ternavasio, quien intentó doblar la apuesta señalando que “muchos historiadores estamos empeñados en no dejar pasar la ocasión y salir del más reducido espacio de los eventos académicos para hacer escuchar nuestras voces en el espacio público”. Con una honestidad brutal, en su balance afirmó que “si bien […] hemos criticado y denunciado en intervenciones públicas –e incluso en los medios- el predominio de esta suerte de presentismo permanente, es cierto también que no hemos logrado siquiera erosionar ese sentido común que a la gente le encanta escuchar (aún cuando, paradójicamente, nunca fuimos tan convocados por parte de los medios de comunicación como lo somos actualmente)”.
    Toda una confesión de partes. Confesión ingenua: Ternavasio no comprende (o no quiere comprender) que la población no entiende la Historia como papelitos que ayudan a conseguir mejores lugares en disputas facciosas por becas y cargos. Para la gran mayoría, la Historia sólo vale como conocimiento. Si no permite a la población comprender el mundo en el que vive, entonces la historia no sirve para nada.
    Para Alejandro Eujanian se trata de una visión de la historia divulgada por referentes del campo cultural, que “no necesariamente se mantienen actualizados con respecto a los avances que ha tenido la disciplina histórica en los últimos años”. Denuncian que el revisionismo peronista ve en 1810 el viejo planteo mitrista: un camino predeterminado de antemano hacia la constitución de la Argentina moderna. Es decir, una nación preexistente y no, como ellos afirman, el resultado aleatorio de una serie de hechos más o menos casuales. Según Alejandro Eujanian, “aquel relato que sostenía que en mayo nacía la nación argentina conserva no ya su antiguo vigor pero sí, al menos, su influjo en la esfera pública”. “La memoria pública”, entonces, continúa haciendo caso omiso de los esfuerzos de los historiadores por mostrar que “aquel relato es una construcción retrospectiva, anacrónica y mitológica del pasado”.
    Alejandro Eujanián y Nora Pagano han aportado algo que los pinta de cuerpo entero. Para ambos, el problema no son ellos, sino las masas. El primero advierte, resignado que “la crítica ejercida por la historia académica a estas versiones […] es esperable que encuentre acotado su espacio de intervención en un bicentenario atravesado por disputas políticas y sociales, que no van a hallar en la renovada historia política y social sobre la revolución recursos de los que puedan apropiarse”. Similar es la posición de Nora Pagano, que parece descargar “culpas” en el pueblo, asegurando que “la capacidad de la historiografía de influir en el ámbito social, no descansa en sus virtudes intrínsecas sino en la disponibilidad de la sociedad hacia la recepción del conocimiento histórico”.
    Esta buena dosis de miserabilismo no hace sino echar sobre los trabajadores argentinos las propias dificultades. Nadie tomó nota de que, para gente que no tiene ninguna obligación académica ni debe rendir ninguna pleitesía, ideas como que la realidad no existe, que todo es lenguaje y que la historia es el devenir de los conceptos, son francamente ridículas.
    Peor aún es lo que proponen. Su queja es que, como estamos en un ambiente politizado, “su” historia no tiene nada que hacer. Preferirían un escenario más calmo, unos tiempos más “tranquilos”, en los cuales la población estuviera menos movilizada y más desinteresada de los destinos de su sociedad. Estarán esperando una vuelta a sus adorados años menemistas, que le auguran Macri o Duhalde o la misma Cristina. El caso es que se pide un retroceso de la conciencia. Sólo una buena dosis de represión estatal y avance sobre sus conquistas podría volver a llevar a las masas al estado ideal para la prédica de Eujalián y Pagano.
    Fabio Wasserman, por su parte, intenta poner algo de paños fríos ante semejante crudeza. Advierte a sus compañeros que no deberían despreciar las “creencias, valores e identidades arraigadas en vastos sectores de la sociedad”. Más bien, deberían trabajar sobre ellas para cambiarlas. Lo que Wasserman tampoco advierte es que esto es lo que se ha tratado de hacer en los últimos diez años, con el resultado ya conocido.

    El revisionismo K

    Lo que atrae, fundamentalmente, de la historia revisionista actual es su reivindicación de la Revolución. Sus divulgadores no tienen pruritos en mostrar que los hechos que conmovieron estas latitudes a principios del siglo XIX constituyeron, no sólo una transformación sustantiva y violenta de la sociedad, sino el origen de la Argentina contemporánea. Frente al liberalismo, y atentos al avance de la izquierda revolucionaria, algunos intelectuales entendieron que era el momento para reflotar el viejo proyecto antiimperialista, nacional y popular, que une su genealogía política con los revolucionarios de Mayo de 1810.
    Claro que, al igual que el personal político con el que se referencian, poseen un límite que los aleja de los Moreno, los Castelli y los San Martín, y los asemeja a sus enemigos “conservadores”: ambos defienden el actual orden social y no pretenden transformarlo. El revisionismo, aunque saluda la revolución burguesa, plantea que ella ha sido traicionada, por lo que sólo nos resta luchar por completar su tarea, es decir, construir un verdadero capitalismo. Tampoco se diferencian del kirchnerismo en que su “radicalización”, es decir, su consolidación como personal bonapartista, no obedeció tanto a una decisión política autónoma, como a la radicalización de la lucha de clases en la Argentina de principios del siglo XXI.
    Felipe Pigna representa una versión devaluada de esta corriente. De los problemas de la opresión nacional, pasó a la disputa puramente individual en términos morales: los “corruptos” contra los “patriotas” y “abnegados”. En la década de 1990, su colección de videos de Historia Argentina, realizado en el Carlos Pellegrini, repetía, a pie juntillas, el discurso de los historiadores académicos. Aunque no negó la palabra a revisionistas como Norberto Galasso, lo hizo en igualdad de condiciones con la plana mayor de la Academia (como Luis Alberto Romero e Hilda Sábato), ofreciendo sus testimonios a manera de citas de autoridad. De hecho, la versión de la Revolución de Mayo que aparece en el manual escolar que Pigna coordinó antes del Argentinazo, tampoco difiere demasiado de la “nueva historia política”.(3) Su divergencia y la de los revisionistas como Galasso con los académicos universitarios actuales radica en que, luego de la conmoción del 2001-2002, entendieron que el sistema capitalista, para sobrevivir como tal, requería de algunas concesiones a las masas. En todo caso, comprendieron que era mejor reivindicar una revolución pasada, antes que padecer una nueva.

    Dos barricadas conservadoras

    Los académicos tuvieron su cuarto de hora entre 1983 y 2001, cuando su programa era la expresión intelectual de un proyecto político que intentó mostrar a la democracia burguesa como la solución a todos los problemas de la Argentina. Con su versión de la historia buscaron convencer a los trabajadores argentinos de que delegaran sus problemas en sus “representantes” y que la única solución posible frente a la crisis debía limitarse a mejorar esta “democracia” imperfecta, es decir, persuadirlos de que no intentaran tomar en sus manos sus problemas y, mucho menos, llevar adelante revolución alguna. El proceso iniciado el 19 y 20 de diciembre de 2001 inició una disputa por la conciencia de las masas. Los historiadores revisionistas dedicaron sus esfuerzos a construir un dique de contención para la lucha: luchar está bien, pero por la “nación”, no contra ella, por la unión nacional y no por la independencia de la clase obrera.
    En un sentido profundo, academia y revisionismo no son otra cosa que dos caras de una misma moneda: dos barricadas del conservadurismo burgués que, acompañando al personal político, intentan sostener el orden vigente. Así como los defensores de la “nueva historia política” luego de la dictadura, el revisionismo K se puso en marcha cuando las brasas del Argentinazo aún quemaban, con el objetivo de canalizar el movimiento en el interior del sistema político republicano. Ambos pretenden, con su versión de la historia, desterrar a la Revolución al pasado. En este bicentenario, les corresponde a los obreros reconocer a los intelectuales que defienden sus mismos intereses de clase, reivindicando para sí, los métodos de los héroes de 1810.

    NOTAS
    1 Salvo especificación, todas las citas han sido tomadas de www.historiadoresyelbicentenario.org/.
    2 Programa Foro 21, Canal 7, lunes 24 de mayo de 2004.
    3 Pigna, Felipe (Coord.): Historia. La Argentina contemporánea, A-Z, Bs. As., 2000.
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    Mensaje por Razion Sáb Dic 10, 2011 3:10 pm

    Comparto una nota de Norberto Galasso respecto a un ataque que recibió de parte de Hernan Brienza con motivo de sus posicionamiento frente al Instituto Nacional del Revisionismo Histórico. El acriticismo de la linea del Gobierno nacional da para todo, incluso para la persecución (leve, o disimulada, pero que termina con "un paso al costado") de los que han sido incondicionales, por lo menos en los últimos años.

    Lo remarcable, es que desde el Gobierno se prefirió a una figura como Pacho O'Donnell (oportunista, conservador, populista), para conducir el instituto naciente enmarcándolo en un revisionismo de derecha (o bien oscilante según las circunstancias), antes que poner en ese mismo lugar a historiadores con trayectoria, y que representan una línea más crítica o de izquierda respecto al Revisionismo Nacionalista, con los cuales se puede estar de acuerdo o no, pero dan espacio para discusiones más profundas, que permitan la entrada en el plano de discusión de la historia del análisis materialista histórico, o bien desde la misma perspectiva nacionalista, pero incluyendo elementos de la lucha de clases. Incluso desde la misma óptica burguesa del Estado y del Gobierno, estos elementos pueden enriquecer y profundizar las discusiones.




    Asunto: Instituto Nacional de Revisionismo Histórico - Aclaración de

    Norberto Galasso

    Buenos Aires, 30 de noviembre de 2011

    ACLARACION

    Dado que se ha producido un cruce de opiniones entre el compañero
    Facundo Moyano y el periodista Hernán Brienza, donde este último
    señala que no acepté incorporarme al Instituto Dorrego y que va a
    publicar mi carta para demostrar que utilizo “los mismos argumentos
    que Sarlo y Lanata”, que los he acusado de “fachos retardatarios” y
    que me hago “la víctima discriminada”, le solicito la publicación de
    las 2 únicas cartas que envié a ese Instituto (previas a la aparición
    del decreto) y que permiten dejar todo aclarado.

    Cabe solamente agregar que tiempo atrás, Pacho O’Donnell me hizo
    llegar la información de que se había constituído dicho Instituto, así
    como los integrantes y los puestos que ocuparían junto a un proyecto
    de decreto y una diplomatura designada “La Otra Historia Argentina”, a
    darse en la Universidad de las Ciencias Empresariales, por la módica
    suma de $ 2.500 por un ciclo de 12 clases, y me ofrecía participara
    como miembro honorario del Instituto.

    A ello contesté:


    Buenos Aires, 9 de septiembre de 2011

    Al Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e
    Iberoamericano "Manuel Dorrego”

    He recibido una comunicación del Instituto, por el cual se me
    propone como “Miembro de Honor”. Sin embargo, como en estos momentos
    estamos constituyendo un Instituto de Estudios históricos, políticos,
    económicos y sociales, con un grupo de compañeros, que seguramente
    mantendrá posiciones distintas a las que sustenta éste, debo agradecer
    a ustedes la gentileza pero declinar dicho ofrecimiento para evitar
    confusiones e incompatibilidades en momentos en que la Argentina
    necesita la mayor claridad posible y no avanzar en equívocos.

    Atentamente,

    Norberto Galasso

    Luego intervino Víctor Ramos y le contesté:


    4 de octubre de 2011

    Al Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e
    Iberoamericano “Manuel Dorrego”

    Respuesta al envío de Víctor Ramos

    He recibido un correo electrónico en el cual Víctor Ramos lamenta mi
    rechazo para integrarme como Miembro de Honor en ese Instituto y
    manifiesta que ello provoca “confusión” y que mis argumentos son
    “enigmáticos”.

    Para aclarar la decisión tomada, reseño lo siguiente:

    -Desde 1997, en el Centro Discépolo, hemos venido formulando la
    crítica a la Historia Oficial y asimismo hemos tomado distancia del
    revisionismo nacionalista de derecha desde nuestra línea de los
    Cuadernos de Indoamérica publicados por “Frente Obrero” y de
    Revolución y Contrarrevolución en la Argentina, de Jorge A. Ramos.

    -Así publicamos 30 cuadernillos bajo el rótulo “Cuadernos para la Otra
    Historia”. En base a ellos dimos conferencias, armamos talleres y el
    2005 los convertimos en 10 DVD que ha difundido últimamente el
    periódico “Miradas al Sur”. Alrededor de esta tarea se fueron
    nucleando jóvenes que hoy integran el grupo que redacta –desde 2010-
    “El Cronista del Bicentenario”.

    -Asimismo, desde el 2005 publicamos en la editorial de Madres de Plaza
    de Mayo, 4 tomos de Los Malditos, personajes silenciados o
    tergiversados por la Historia Oficial.

    -De la misma manera, hemos dado cursos en Cancillería, Sindicatos y
    Agrupaciones populares especialmente en el conurbano.

    De todas estas experiencias surge mi compromiso personal, militante,
    con el grupo de compañeros que ha llevado adelante esta tarea.
    Carecería, pues, de sentido, sumarme a otro grupo donde es fácil
    advertir que no coincidimos en interpretaciones sobre asuntos
    importantes, como por ejemplo, la Revolución de Mayo, la
    caracterización de Rosas, Urquiza, Mitre y Sarmiento hasta diferencias
    políticas respecto al Golpe del 30 o al menemismo que derivan de la
    influencia liberal-conservadora que pesa sobre algunos integrantes de
    ese Instituto así como la influencia nacionalista clerical que pesa
    sobre otros.

    Trabajemos, pues, cada uno por nuestro lado. Por esta razón, señalé en
    mi declinación al nombramiento, que deberíamos evitar equívocos para
    dar la polémica a la Historia Social con posibilidades de éxito. Para
    esa polémica es necesario, a nuestro juicio, tener en claro que hay
    enorme distancia entre saavedrismo y morenismo, entre rosismo y
    “chachismo-varelismo”, entre uriburismo e irigoyeinismo, entre
    menemismo y peronismo histórico, entre nacionalismo e izquierda
    nacional.

    Saludo a ustedes atentamente,

    Norberto Galasso

    De este modo le evito al Instituto la preocupación por publicar estas
    cartas, las cuales demuestran que no afirmé lo que sostiene Brienza,
    sino una posición clara y consecuente con las ideas que vengo
    sosteniendo desde hace largos años.

    Escribo estas líneas porque “es lindo informarse”, como sostiene Brienza.

    Norberto Galasso
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    Mensaje por magoya Sáb Dic 10, 2011 4:37 pm

    Razion escribió:Comparto una nota de Norberto Galasso...

    Ay¡¡¡Norberto ahora resulta que entre bueyes, sí, hay cornadas.

    La Crisis Capitalista, a diferencia del fútbol siempre tiene abierto el Libro de Pases.

    Bueno, si me permitís Cro.Razion, entre tanto nazionalismo y tanto nacionalismo; quisiera acercar un artículo desde la visión historiográfica Materialista Histórica e Internacionalista, sobre esta nueva intriga entre cortesanos del palacio kirchnerista.


    PO 1206 7/12/2011 Debates

    ¿Rosas fue Lincoln?


    El revisionismo histórico de CFK (y de Menem)

    ¿Puede un gobierno que prepara un aumento colosal de tarifas sobre el conjunto de los trabajadores -en beneficio de un puñado de pulpos imperialistas de la electricidad, el gas y el petróleo, porque se le agotan los recursos con los que pagó rigurosamente la usuraria deuda externa y subsidió al gran capital- pretender una historia que rescate la "lucha de las masas" y el "ideario nacional y popular ante el embate liberal y extranjerizante"?

    Suena a impostura y lo es. Es decir: estamos ante un (nuevo) operativo de confusión. No hay que volver la mirada muy atrás para recordar a otro presidente que se engalanó con la divisa punzó, repatrió los restos del "Restaurador de las Leyes" y fundó un Instituto Rosas como dependencia estatal, en el ámbito de la Secretaría de Cultura. Para más señas, era riojano.

    Perón en el gobierno fue sumamente cauteloso en mover las aguas de la historiografía, como lo revelan los nombres que impuso a los ferrocarriles nacionalizados -Mitre, Sarmiento, Roca, Urquiza. Una provocación para los revisionistas de la época.

    "Pacho" O'Donnell, un menemista hasta el final, designado ahora presidente del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico, declaró que "la historia oficial nace de ese personaje maravilloso que es Mitre" (La Nación, 28/11). El arte de la ambigüedad.

    ¿Rosas fue un Lincoln fracasado?

    Luego de ensalzar a Juan Manuel de Rosas y Encarnación Ezcurra en el aniversario de la Vuelta de Obligado,(1) CFK volvió a reivindicarlos frente a la plana mayor de la UIA: "Nosotros perdimos en Caseros, ellos ganaron la Guerra de Secesión y por eso fueron la potencia industrial más fuerte del mundo" (Clarín, 27/11).

    Es un exabrupto de proporciones. "Ellos" son la Unión de Estados del norte industrializado de Estados Unidos, que fueron a la guerra obligados por la secesión de los estados agrarios del sur. No lo hicieron para acabar con la esclavitud que sustentaba el monocultivo algodonero del sur sino para defender la unión del mercado interno. Avanzaron por el camino de la abolición por la necesidad de volcar a la población negra al campo revolucionario. Cualquier comparación con Rosas está fuera de lugar, porque éste representaba a los hacendados bonaerenses que fueron a la guerra del desierto para aniquilar a la población aborigen y confiscarle las tierras. Una de las contradicciones insuperables del ‘revisionismo' es la oposición que han establecido entre el mazorquero y Julio Roca, quien culminó la labor del primero. Lincoln quebró el poder de los plantadores del sur, en tanto Rosas fortaleció el latifundio ganadero.

    Hacia 1860, antes de la Guerra de Secesión, la región nordeste de los Estados Unidos se había convertido en el centro manufacturero del país en un proceso vertiginoso para la época. El valor de las mercaderías manufacturadas había pasado de 198 millones de dólares en 1810 a 1.886 millones en 1860 -casi diez veces más- y las dos terceras partes se elaboraban en los estados del norte.(2) Los dos grandes debates que precedieron a la guerra son ilustrativos: uno, enfrentó al sur, partidario del librecambio, con el norte empeñado en la defensa de las tarifas para el desarrollo de la producción industrial; otro, al norte, interesado en armar un régimen impositivo para que el gobierno se hiciese cargo de la construcción de vías de comunicación y traslado de mercancías hacia el Oeste -precedido por la entrega de tierras-, con el sur acérrimamente opuesto porque defendía la ruta que descendía hacia el Mississipi y salía hacia el mar con las exportaciones de algodón. El equivalente, para las Provincias Unidas del Plata, fue el control de la Aduana de Buenos Aires por parte de sus hacendados, en perjuicio de las provincias.

    La emancipación de las colonias del Río de La Plata significó una apertura al mercado mundial que potenció a la clase de ganaderos y el acaparamiento de tierras. En la larga "época de Rosas" (1829-1852) crecieron la exportación ganadera y la apropiación de tierras fiscales, vía venta de las tierras reservadas por la Ley de Enfiteusis de Rivadavia.

    ¿Unión nacional?

    Lincoln tuvo detrás un proceso de industrialización que fue uno de los factores animadores de la Guerra de Secesión y defendió con firmeza un planteo de unión nacional de las colonias (Lincoln se opuso a la anexión de México). Rosas consolidó el dominio de la clase terrateniente bonaerense en torno a la Aduana y, aunque aseguró la unión nacional ‘argentina', fue un factor de disgregación nacional en relación con las Provincias Unidas del Río de la Plata. Rosas firmó, cuatro años después de Obligado (1845), la secesión de la Banda Oriental, y forzó a Paraguay a pagar tributos al puerto de Buenos Aires para su comercio exterior. Solamente Bolívar podría sostener una comparación con el republicano Lincoln. Mientras el norte industrial libraba una guerra contra la secesión nacional en la Unión Americana, por la misma fecha se desencadenaba en América del sur una guerra de naturaleza por completo diferente: la de la Triple Alianza contra Paraguay. El imperialismo inglés, privado del algodón del sur de Estados Unidos, se aseguraba el abastecimiento del mismo en la otra punta del continente con el concurso del Imperio del Brasil, el mitrismo y el coloradismo de la Banda Oriental. En el mismo período, dos guerras sellaron el destino desigual de América del norte y de América del sur.

    CFK reivindica el planteo de la corriente más reaccionaria del revisionismo, la que reivindica a Rosas en contraste con Urquiza, caracterizado como representante de las oligarquías del litoral contra la oligarquía bonaerense, o a aquella izquierda del nacionalismo burgués que considera al rosismo y al mitrismo como "dos alas de un mismo partido". Por esta razón, la iniciativa revisionista de CFK, lejos de aglutinar, ha abierto una crisis en sus propias filas.

    En el sur de América no hubo un Lincoln porque la estructura social agraria primitiva no habilitaba un proyecto nacional fundado en el capital industrial. Mucho antes de CFK, el fracaso de Perón demostró que la burguesía nacional no puede liderar una lucha contra la condición de dependencia financiera de Argentina, ni industrializar al país, ni unificar políticamente a América Latina.

    Christian Rath

    1. Ver PO Nº 1.155, noviembre 2010. 2. Tryon, R., "Household Maufacturers in USA 1640-1860", Universidad de Chicago, 1917.

    http://po.org.ar/articulo/po1206031/%C2%BFrosas-fue-lincoln


    Saludos.






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    Mensaje por Aelito Sáb Dic 10, 2011 6:18 pm

    ¿Comó era el título del libro de Milcíades Peña sobre Rosas? ¿La patria del cuero? Ese libro tendrían leer más seguido Galasso y Pachito.
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    Mensaje por Razion Sáb Dic 10, 2011 6:49 pm

    magoya escribió:
    Bueno, si me permitís Cro.Razion, entre tanto nazionalismo y tanto nacionalismo; quisiera acercar un artículo desde la visión historiográfica Materialista Histórica e Internacionalista, sobre esta nueva intriga entre cortesanos del palacio kirchnerista.


    PO 1206 7/12/2011 Debates

    ¿Rosas fue Lincoln?


    El revisionismo histórico de CFK (y de Menem)

    ....
    1. Ver PO Nº 1.155, noviembre 2010. 2. Tryon, R., "Household Maufacturers in USA 1640-1860", Universidad de Chicago, 1917.

    http://po.org.ar/articulo/po1206031/%C2%BFrosas-fue-lincoln


    Saludos.



    Muy buen artículo. Incluso desde las mismas filas del revisionismo de izquierda se plantea una crítica hacia esa visión reaccionaria de la historia Nacional, Rosas como el Restaurador.
    Con respecto a la frase de Cristina Fernandez "Nosotros perdimos en Caseros, ellos ganaron la Guerra de Secesión y por eso fueron la potencia industrial más fuerte del mundo", es incluso atacada (no directamente) por las posturas del filósofo Kirchnerista J.P Feinmann, quien compara a la Unión con el Paraguay, y a los Confederados con Argentina.
    Esto demuestra lo necesario que se hace el análisis de nuestra historia desde el Materialismo Histórico, para no caer en el chauvinismo más barato, o en los análisis desde los "líderes" (desde arriba).

    Saludos

    PD: Si tienen más bibliografía o análisis de nuestra historia desde esta visión, compartanlos, yo trataré de buscar y cada tanto subir algo.
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    Mensaje por Aelito Dom Dic 11, 2011 8:24 am

    http://adf.ly/246619/http://rapidshare.com/files/236773543/Milpe_a.rar, este es el link para bajarte en pdf la serie de Milcíades Peña, que se sale de la visión nac& pop y también por supuesto de la liberal-oligárquica. El título del libro al que me refería arriba es: El paraíso terrateniente, con subtítulo, Unitarios y federales forjan la civilización del cuero, ahí hay una buena visión del entreguista Rivadavia y del estanciero ultramontano Rosas. Saludos.
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    Mensaje por Razion Dom Dic 11, 2011 10:35 am

    Gracias, por el aporte. Los libros de Milcíades Peña, se que se están reeditando, pero salen un ojo de la cara.
    Saludos
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    Mensaje por Aelito Dom Dic 11, 2011 3:24 pm

    Mirá Razion el link que puse antes me fijé y está caído, acá está otro link para bajar el libro que es el 2º de la serie y el que trata de Rosas, http://www.mediafire.com/?50s354lqc8yu8ul
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    Mensaje por Razion Dom Dic 11, 2011 3:31 pm

    Gracias nuevamente, pensé que no me estaba funcionando a mí el link. Este anduvo bien.
    Saludos
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    Mensaje por magoya Dom Dic 11, 2011 4:07 pm

    Aelito escribió:http://adf.ly/246619/http://rapidshare.com/files/236773543/Milpe_a.rar

    Aelito,vos sos un "capito"; pero los servidores famosos cada día están más botones.

    Yo pude bajar el archivo, pero luego de un par de intentos. pirat

    Así que lo subí a otro:

    http://hotfile.com/dl/137250021/fa19112/Milpe_a.rar.html

    Esperen en la primer pantalla, salteén la publicidad, una vez dentro de Hotfile se mueven con la opción Regul (como en todos), esperen, escriban el código que les piden y listo.

    Si el link se cae en algún momento, avisen.

    Saludos.
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    Mensaje por Razion Dom Dic 11, 2011 10:18 pm

    Ahora si, lo pude bajar. Muy buen material.
    Saludos
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    Mensaje por IonaYakir Miér Dic 14, 2011 4:52 am

    Razion escribió:Comparto una nota de Norberto Galasso respecto a un ataque que recibió de parte de Hernan Brienza con motivo de sus posicionamiento frente al Instituto Nacional del Revisionismo Histórico.

    Puede ser que en el tan promocionado “Instituto Nacional del Revisionismo Histórico” no haya un solo historiador de peso real? Pacho Odonell, Felipe Pigna, Anibal Fernandez, etc, no son historiadores de verdad, con mucha suerte, y solo los dos primeros, son simples divulgadores. Es como muy berreta.

    Saludos.
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    Mensaje por Razion Vie Ago 17, 2012 2:56 am

    Que vuelva el Rey…
    El Instituto Histórico Dorrego y el revisionismo kirchnerista

    Mariano Schlez
    Grupo de Investigación de la Revolución de Mayo-CEICS

    El Instituto Manuel Dorrego nació con el objetivo de difundir la “verdadera” historia argentina. Mezcla de ignorancia y citas a ensayistas (que repetían a la vieja academia), el resultado es una historia de muy baja calidad, que defiende la contrarrevolución feudal.

    Hace unas semanas salió al mercado el primer trabajo conjunto del instituto de historia revisionista Manuel Dorrego: La Otra Historia. El revisionismo Nacional, popular y federalista [1]. Pese a que se presenta su trabajo como una gran novedad, los divulgadores oficialistas no son originales ni siquiera en la elección del título, ya utilizado por Howard Zinn, Eduardo Azcuy Ameghino y Norberto Galasso [2]. Lo más triste del asunto es que se construye un relato completamente ficticio, sin fundamento y que, bajo ropajes izquierdistas, tiene por objetivo justificar una política capitalista.


    Oficialistas y pro-yanquis

    Aunque en sus trabajos abunden todo tipo de adjetivos hacia el imperialismo, los divulgadores de la “doctrina de la historiografía nacional, popular y federalista” esconden una profunda admiración por el desarrollo capitalista norteamericano. Así es como uno de los autores del libro, el Dr. en Ciencia Política de la Universidad del Salvador y docente de la Escuela de Guerra, Marcelo Gullo, señala que el “el punto de arranque de la superioridad anglosajona en el Nuevo Mundo” proviene de la unidad de las trece colonias, a diferencia de la fragmentación latinoamericana en múltiples Estados nacionales. En la misma lógica, Gullo considera que los latinoamericanos desperdiciamos la chance de construir un capitalismo de primer nivel durante el siglo XIX, por no desarrollar una política “proteccionista”, como lo hizo Estados Unidos.
    Esta perspectiva resume el corazón del planteo revisionista: la generación de Mayo entregó el país al imperialismo inglés, provocando la histórica “dependencia” económica argentina. Que habría comenzado con el triunfo de Mariano Moreno y su “librecambista” Representación de los Hacendados, frente a la “proteccionista” Representación de los comerciantes gaditanos de Miguel Fernández de Agüero. Desde 1809, entonces, el comercio inglés se habría devorado la posibilidad de un desarrollo industrial sustantivo.
    ¿Cómo fundamentan sus ideas? Con una cita de autoridad: así lo dijo José María Rosa en Defensa y pérdida de nuestra Independencia económica (1941) [3]. Y cuando digo cita (en singular) no exagero: en diferentes artículos, O’Donell y Gullo apelan al mismo párrafo de quien se habría encargado de “revisar (y refutar documentos en mano) el montaje mitrista, ajeno a la verdad”.

    El maestro se copió

    El problema es que no es del todo cierto esto de los “documentos en mano”, por lo menos en lo que refiere al debate de 1809. En el trabajo citado por los “historiadores” del Dorrego, José María Rosa apela al trabajo de los historiadores de la Academia, a quienes supuestamente viene a criticar, como Levene, Callet Bois, Torre Revelo y Juan Agustín García. De hecho, todo su estudio no hace más que repetir las ideas que Diego Luis Molinari expuso en La representación de los hacendados de Mariano Moreno; su ninguna influencia en la vida económica del país y en los sucesos de Mayo de 1810, escrito en 1939.
    Pese a que Rosa no haya pasado del ensayismo, el Instituto Dorrego elige su nombre para otorgar un premio a la “investigación” en historia argentina. Paradoja que no es la única, dado que quien es reivindicado como un historiador que buscó “quebrar el coloniaje” y “denunciar sus mecanismos”, fue en realidad un ferviente admirador del imperialismo español. Al igual que los nacionalistas católicos, Rosa afirma que el dominio de la corona permitió “un alto grado de progreso industrial” en América, e incluso su “autonomía” en términos productivos, gracias al monopolio comercial. Incluso aseguraba, en consonancia con el posmodernismo más reaccionario y liberal, que América no fue colonia española hasta principios del siglo XVIII.
    Para el revisionismo original, el origen de todos nuestros males se encontraría en la dinastía borbónica y sus sucesores, los revolucionarios de Mayo: los primeros habrían convertido a los territorios americanos en colonias y los segundos los habrían “entregado” a los ingleses. Recordemos que los Borbones (sucesores de los Austria) ocuparon el trono español en el siglo XVIII y se destacaron por su innovador reformismo (Carlos III fue llamado el Rey Sol, por su vinculación con el iluminismo). Al igual que sus discípulos, Rosa defiende a los buenos capitalistas, proteccionistas e industriales, como Estados Unidos y Francia. En cambio, la dinastía borbónica y los revolucionarios de Mayo habrían hipotecado el futuro para salvar su presente, es decir, salvaguardaron sus revoluciones concediendo la “libertad de comercio” a los servidores de Su Majestad. Los únicos progresistas en esta historia son los Austrias...
    Claro que lo revisionistas también tienen sus héroes “antiimperialistas”. En este caso, los comerciantes monopolistas Martín de Yáñiz, Síndico de Consulado, y Miguel Fernández de Agüero, apoderado de los comerciantes gaditanos. Desde su perspectiva, ambos defendieron el “antiguo sistema protector […] con razones de experiencia y de sana lógica a la economía vernácula”. Le hicieron frente al “abogado de los ingleses” Mariano Moreno, e intentaron resguardar a la “industria americana”: los ponchos cordobeses y santiagueños, los tejidos de Cochabamba y a la “multitud innumerable de hombres y mujeres que se mantienen con sus hilados”. Tanto admira Rosa a los partidarios del Rey que les otorga cualidades premonitorias, señalando que Agüero poseía una “visión profética”, que desnudó los intereses del “imperialismo económico inglés” y el “capitalismo invasor”, denunciando el origen de un “cartel de compradores” para imponer un precio a los productores americanos, luego de fundir toda la industria nativa. Su derrota habría transformado al Río de la Plata en una “virtual colonia económica inglesa”.

    La verdadera Historia

    Los divulgadores del oficialismo saben poco de historia. Poco de historia general y del comercio colonial en particular. Dicen barbaridades como que, frente a las invasiones inglesas, “los comerciantes se ilusionaron con los negocios que se acercaban”, a diferencia del “pueblo” que “se levantó en armas y expulsó a los invasores”. La pregunta que surge es si su grado de desconocimiento es tan grande o han ocultado información deliberadamente. Los comerciantes monopolistas se opusieron a las invasiones y combatieron contra el ejército británico. No fue otro que Martín de Álzaga el héroe de la Defensa.
    En segundo, carecen de todo método de investigación, eligiendo hacer lo que reprochamos a diario en los colegios: copiar y pegar ideas ajenas. Para colmo, repiten a historiadores que tampoco analizaron las fuentes, con lo que el resultado es bizarro: los principales dirigentes contrarrevolucionarios del período son, para los kirchneristas, los primeros luchadores antiimperialistas.
    El conocimiento no es fruto de la improvisación. Para conocer la vida de los Agüero, hemos revisado toda su correspondencia privada y comercial, el cargamento de todos los buques que entraron y salieron del Río de la Plata en el período 1770-1820 y la totalidad de los protocolos notariales que firmaron en Buenos Aires. Se trata de la revisión y sistematización de cientos de miles de documentos viejos, sucios y difíciles de leer. Trabajo arduo pero necesario, para realmente conocer la verdadera historia.
    El análisis de estos documentos prueba que los monopolistas, lejos de defender los intereses de la “industria” americana, sólo buscaban mantener los privilegios que le permitían tener el monopolio de ingresar ellos mismos las mercancías inglesas (españolas, holandesas y francesas) que traían desde Cádiz. Es decir que no temían el surgimiento de un “cartel de compradores” ingleses, como interpretan los revisionistas: cuando Fernández de Agüero plantea que “los ingleses nos han de poner la ley, aun en el precio de nuestros frutos”, está advirtiendo a los funcionarios españoles de que el fin del monopolio iba a anular el sobreprecio del que se apoderaban los monopolistas y el Estado colonial español y anunciando el advenimiento de la ley del valor, que beneficiaría a la naciente burguesía agraria.
    Lo que efectivamente defendieron Yáñiz y Agüero fue a la nobleza española, que sostenía su imperio gracias a los impuestos que percibía en sus colonias y a las “regalías” que le dejaba la circulación mercantil a través de los puertos españoles, fundamentalmente Cádiz. En septiembre de 1809 no se enfrentaron “proteccionistas” y “librecambistas”, sino la naciente burguesía rioplatense y la nobleza española. Su resultado no arrojó al Río de la Plata a las garras inglesas, sino que fue uno de los primeros pasos que dieron los hacendados pampeanos en la construcción de un mundo a su medida. No existe “otra historia”. Existe el conocimiento científico y la ideología. En este caso, esto que hemos reseñado no califica siquiera para esta última. Un grupo de funcionarios y periodistas (llamarlos historiadores sería insultar a quienes nos curtimos el lomo trabajando en la profesión), que defiende a una de las dinastías más reaccionarias de la historia europea, es todo lo que el kirchnerismo supo traernos como novedad.

    NOTAS
    [1] Compilación de trabajos de Pacho O’Donell, Felipe Pigna, Hugo Chumbita, Eduardo Anguita, Araceli Bellota, Hernán Brienza, Ana Jaramillo, Marcelo Gullo, Osvaldo Vergara Bertiche, Pablo Vázquez, Víctor Ramos, Fernando Del Corro, Fabián D’Antonio, Pablo Hernández, Enrique Manson y Enzo Regali, Ariel, 2012.
    [2] En 1980, Howard Zinn publicó La otra historia de los Estados Unidos; en 2002, Eduardo Azcuy Ameghino escribió La otra historia. Economía, Estado y sociedad en el Río de la Plata colonial; y en 2011, Norberto Galasso produjo el documental La otra Historia, Corrientes Historiográficas.
    [3] Aquí utilizamos la edición digital, preparada por el hijo de José María, Eduardo Rosa, octubre de 2001.
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    Mensaje por Razion Vie Ago 17, 2012 3:09 am

    Estoy publicando en el foro artículos que se encuentran en la página de Razón y Revolución, no porque comparta completamente lo que dicen, sino porque son interesantes para plantear el debate historiográfico y/o para la formación.

    Confianza ciega
    La Revolución de Mayo y otra respuesta al Nuevo MAS
    Santiago Rossi Delaney
    GIRM-CEICS



    El Nuevo MAS ha respondido a nuestras críticas. Eso es bueno, teniendo en cuenta que otros partidos tiraron la toalla tan prematuramente (PO y PTS). No obstante, la insistencia de los compañeros en repetir a Milcíades Peña y la negativa a contrastar sus planteos con la realidad, impide avanzar significativamente en la discusión.


    La última respuesta del Nuevo MAS hacia nuestra interpretación de la Revolución de Mayo no permite avanzar hacia un debate serio, ya que no se han contestado ninguna de nuestras críticas [1]. En vez de promover una discusión histórica que contraste datos, fuentes e interpretación de hechos, se apela a la descalificación, pretendiendo resolver el debate utilizando, nuevamente, a Milcíades Peña como máxima cita de autoridad.
    En primer lugar, se nos acusa de repetir lo que dice Abelardo Ramos, por lo que nos ubicaríamos en el arco intelectual del nacionalismo. Por el contrario, hemos criticado la obra de este autor por lo mismo que a Peña, el uso del método “copiar-pegar” en lugar del estudio sistemático de la realidad [2]. Así todo, ni siquiera compartimos su conclusión general: para Ramos, el “ala jacobina” de las revoluciones de independencia fue derrotada por la oligarquía, por lo que estamos ante una revolución fracasada. Hemos escrito un artículo este mismo año criticando a dicho intelectual. Se hubieran tomado el trabajo de leerlo. En este sentido, las interpretaciones del trotskismo se encuentran más ligadas al nacionalismo que nuestras hipótesis, ya que para todas las corrientes ideológicas nuestro país, y toda América Latina, se caracteriza por la ausencia de una revolución burguesa.
    Por otro lado, no renegamos de Peña porque haya escrito hace 50 años, sino por su ensayismo: lee algunos libros y opina. Lo que pase en la realidad, lo tiene sin cuidado. Ahora bien, esos escritos eran notas que escribió para él, para lograr incorporarse al conocimiento existente, no para crear uno nuevo. La izquierda, en cambio, 50 años después no puede presentar un conocimiento certero sobre el problema y se dedica a repetir los apuntes de un iniciado. Ese es el problema. Si creen que Peña tiene razón, deben demostrarlo a partir de la contrastación con fuentes y datos, cosa que no han hecho. Justamente, porque los hechos desmienten esas opiniones.

    La revolución incomprendida

    Una muestra de cómo no se toman el debate seriamente, es el silencio en torno a nuestra impugnación a la fuente que utilizaron de Posadas para demostrar la escasa participación popular en la Revolución de Mayo. Este hombre, veinte años después, aseguraba no haberse enterado de los hechos de Mayo. Esta fuente la contrastamos con otra afirmación del mismo sujeto, en donde se evidenciaba claramente que sí estuvo al tanto de la crisis que se estaba viviendo, y por lo que sus posteriores dichos eran producto del orden que las autoridades porteñas deseaban instaurar una vez hecha la revolución. También dimos cuenta del armamento generalizado de la población a través de los cuerpos milicianos. Sin embargo, los compañeros deciden pasar por alto aquello sobre lo que no pueden responder.
    Dicho esto, es necesario hacer otra aclaración: en Mayo no se produjo simplemente una “revolución social”, sino una burguesa. Toda revolución es social. El asunto es revelar el contenido de clase. La conquista del poder y las guerras de independencia no pretendían consolidar la igualdad social generalizada, sino solamente ubicar a la burguesía como clase dominante y desarrollar las relaciones sociales capitalistas, acelerando así el motor del desarrollo en este momento histórico. Otro concepto muy poco preciso es el de “revolución política”, ya que hace referencia a un cambio de régimen y personal político. Siguiendo esta línea, en la Argentina se han producido decenas de revoluciones, ya que ha habido constantes transformaciones en el personal político de la burguesía. Un cambio de este tipo no puede llamarse revolución, ya que no trastoca las bases de la sociedad, las relaciones sociales de producción.
    No obstante los compañeros afirman atender a las relaciones de producción para comprender la sociedad rioplatense, dando como ejemplo una cita totalmente contradictoria. En su planteo, afirman que las relaciones asalariadas eran las únicas existentes antes de la Revolución de Mayo, mientras que en la siguiente frase en la que dicen esto, sostienen que el mercado de trabajo, y por lo tanto el predominio de relaciones capitalistas, tardó más de medio siglo en consolidarse. Esta contradicción la resuelven apelando al “mercado internacional capitalista”, el cual es presentado como un ente omnipresente que dicta lo que debe hacerse y producirse. Su lógica es la siguiente: como mucho antes de 1810 en América ya había comercio con Europa, entonces ya había capitalismo. Siguiendo su planteo, toda producción realizada en América, incluida la minería en Potosí (basada en el trabajo forzoso) y las plantaciones en Brasil (esclavistas) habrían sido capitalistas, solo porque estaban destinadas al “mercado internacional”. Esto ejemplifica el hecho de que son circulacionistas, ya que priorizan el análisis de las relaciones mercantiles a las de producción para definir un sistema.
    Su mirada provincialista les impide ver el conjunto del sistema social: la variedad de relaciones sociales (feudales, esclavistas y capitalistas) en el Río de la Plata, se encuentra subsumida al dominio del modo de producción feudal sostenido por la nobleza española. Allí en España es donde está el núcleo de las relaciones sociales feudales (las cuales también se reproducen en América), y ponen bajo su órbita al resto de las formaciones económicas. Esta es la forma en que se entiende un sistema, viéndolo como un conjunto, atendiendo a las particularidades pero relacionándolas, estableciendo a su vez una jerarquía que permite discernir quiénes son los que efectivamente ostentan el poder. Visto de este modo, la burguesía rioplatense era una clase subalterna, explotadora de fuerza de trabajo, pero ajena al control del Estado y con dificultades para expandirse significativamente, debido a las trabas aduaneras y comerciales que les imponía el gobierno colonial, y sus principales beneficiarios, los comerciantes monopolistas. Como se ve, atendemos a las relaciones de producción: el comerciante monopolista obtenía sus privilegios del poder que le otorgaba la nobleza feudal, a diferencia del hacendado que explotaba fuerza de trabajo asalariada y no del “comercio internacional”, como plantea el NMAS.
    La diferencia entre un monopolista y un comerciante capitalista es que este último se apropia de parte de la plusvalía al hacerse cargo de la realización del valor de las mercancías que vende. Su negocio está en vender mercancías a bajos precios, para competir de forma favorable en el mercado. Un monopolista en cambio vive de comprar barato y vender caro, esa diferencia recaía sobre el productor, ya sea directo o explotador de fuerza de trabajo, el cual era “estafado” ya que el grueso de las ganancias era apropiado por aquellos que tenían el privilegio de poseer licencias para comerciar con Cádiz, éste no pretende que las actividades productivas se desarrollen, sino que por el contrario, atenta contra éstas. No obstante, el conflicto de clases que dio lugar a la Revolución de Mayo fue entre la burguesía y la nobleza (española), un conflicto entre clases que se ha desatado a nivel mundial. Los comerciantes monopolistas defendían su privilegio, por lo que se enfrentaban a la burguesía agraria en defensa de la nobleza, esta es la forma que tomó la lucha de clases en este territorio.

    Un país hecho a medias

    El NMAS opina acerca del desarrollo capitalista sin más recursos que sus impresiones. Esto se observa claramente cuando hablan del latifundio. Los compañeros reproducen una idea que no se han dedicado a comprobar: toda gran propiedad es regresiva y toda pequeña es progresiva. No sabemos cuánta cantidad de tierra es para los compañeros un latifundio. Difícilmente podamos hablar de “latifundio” para 1810. Así todo, para un capitalista, invertir poco y ganar mucho es una virtud, no un defecto. De hecho, no es cierto que los hacendados hayan vivido siempre del ganado cimarrón. Para 1750 la apropiación generalizada de animales sin marca se encontraba prácticamente en desuso, por lo que las estancias producían sus propios animales, abasteciendo no solo la demanda local, sino también exportando. Difícilmente se pueda hablar de la inexistencia de la inversión frente a este panorama [3]. Al caracterizar a la gran propiedad como parte del “atraso”, podemos inferir una opinión que desconoce el hecho de que toda unidad productiva, para despegar e insertarse favorablemente en el mercado, requiere de una mayor escala. La idea de que la pequeña propiedad es progresiva no es más que un prejuicio sin fundamento.
    El NMAS tampoco ha contestado seriamente respecto al endeudamiento externo. Para el NMAS, y para el nacionalismo revisionista, los préstamos financieros son una forma en que el capital imperialista oprime al capital nacional. Sin embargo, dejando de lado el hecho de que las principales potencias imperialistas han utilizado el mecanismo de endeudamiento para financiar sus negocios, una deuda es una transferencia de recursos del país acreedor al deudor. La Argentina ha utilizado esos mecanismos para compensar su falta de competitividad. Este país ha sido, además, un muy mal pagador, algo muy poco digno de una colonia.
    Si los compañeros creen que nuestro país es una colonia y que la burguesía no siquiera crear un Estado soberano, deberían intentar demostrarlo a través de los hechos mismos y dejar de repetir ciegamente lo que han dicho otros. Ya lo dijeron los iluministas en el siglo XVIII: no aceptamos otro conocimiento que no sea el que podamos probar empíricamente. Nada puede estar por encima de la razón. Si a partir de ahora se dedicaran a intentar probar lo que dicen, este debate habrá cumplido uno de sus objetivos.

    NOTAS
    [1] Massacane, Martiniano: “Otra vez discutiendo con Abelardo Ramos. Contra la revisión nacionalista de la Revolución de Mayo”, en Socialismo o Barbarie, 18/5/2012.
    [2] Flores, Juan y Rossi, Santiago: “El camino del maestro. Un análisis de la obra de Abelardo Ramos” en El Aromo N°64, Enero/Febrero de 2012.
    [3] Giberti, Horacio: Historia económica de la ganadería argentina, Editorial Raigal, 1954, Bs. As., p. 33-35.
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    Mensaje por Razion Jue Sep 13, 2012 7:15 pm

    Obtenido en la página de Razón y Revolución. Justó me regalaron el libro de Milciades Peña (Historia del Pueblo Argentino), así que en un tiempo estaré en mejores condiciones de compararlo con el trabajo del CEICS (la Contra y Hacendados en Armas de Harari, por lo menos).
    Saludos

    San Milcíades, sus apóstoles y la cruzada contra el conocimiento

    EL AROMO - El Aromo n° 68 - "Sumate a la militancia"

    San Milcíades, sus apóstoles y la cruzada contra el conocimiento
    A propósito de la edición de Historia del pueblo argentino, de Milcíades Peña

    Santiago Rossi Delaney
    Grupo de Investigación de la Revolución de Mayo

    Editorial Planeta acaba de publicar una compilación de los escritos de Milcíades Peña sobre historia argentina. Ni “trágico”, ni “maldito”, su trabajo fue presentado y elogiado por todo el espectro intelectual. Este autor trotskista fallecido en los ’60 parece haberse convertido en una autoridad para toda la izquierda. A continuación, le explicamos por qué lo que dijo sobre la formación de la Argentina no pasa de opiniones sin fundamento, que mal pueden servir de guía para la revolución.

    Este año fue publicado Historia del pueblo argentino, de Milcíades Peña. Naturalmente, no se trata de un libro inédito, sino de la compilación de los cuadernos editados por Fichas en la década de 1960, en los que el historiador trotskista recorrió nuestra historia desde la Colonia hasta mediados del siglo XX [1]. La reedición de la obra de Peña estuvo a cargo de Horacio Tarcus y Fernando de Leonardis y fue difundida como una de las actividades culturales del año, promovida por los grandes medios de comunicación (como la revista Ñ) y presentada en medios académicos con la participación de intelectuales ligados al kirchnerismo (José Pablo Feinmann y Felipe Pigna), al progresismo opositor (Maristella Svampa, de Plataforma 2012) y a la izquierda (Eduardo Grüner, integrante de la Asamblea de Intelectuales en apoyo al Frente de Izquierda) [2]. Por eso, por tener toda esa pléyade de festejantes, es que lo hemos de llamar, merecidamente, San Milcíades.

    Hasta aquí, difícilmente podamos considerar a Peña un autor “prohibido” o “desmitificador”, al decir de Forster [3]. La reedición de sus obras por la multinacional más poderosa de la industria editorial, la amplia difusión que tuvo y las pleitesías que le rinden propios y extraños, dentro y fuera de la academia, expresan que el autor “trágico” tiene más acuerdos con la historiografía académica socialdemócrata que con el materialismo histórico. Revisemos (una vez más) sus principales argumentos en lo que hace al tema que nos dedicamos: el período de la formación de la Argentina.
    San Capitalismo

    Para San Milcíades, el capitalismo no es cosa de relaciones humanas, sino que es prácticamente eterno. Cuando explica la colonización de América sostiene que “el objetivo […] fue eminentemente capitalista: producir a gran escala y vender en el mercado para obtener una ganancia” [4]. Es decir, América es capitalista desde el siglo XV. Lo cual, aunque disparatado, no es del todo original, ya que nuestro santo repite las palabras de Sergio Bagú: no se desarrolló en nuestro continente un “capitalismo industrial” (entiéndase, un “buen” capitalismo) como el europeo o el norteamericano, sino un “capitalismo colonial”, donde el predominio de “la esclavitud en forma de salario bastardeado” [5] y de una burguesía débil y servil a los intereses extranjeros, reacia al fomento del mercado interno y activa en la producción a gran escala para el mercado mundial, habría detenido el desarrollo de las fuerzas productivas y la conformación de una nación plenamente burguesa.
    La interpretación de San Milcíades (“interpretación” en un sentido literal, dado que no aporta pruebas nuevas para sostener sus ideas) tiene varios problemas. En primer lugar, caracteriza a un modo de producción por las formas de la circulación comercial y no por las relaciones sociales de producción. Se insiste con la vieja idea (ya vieja en la década de 1960, dado que el circulacionismo tiene a sus primeros defensores en Henri Perenne) de que la producción en gran escala para el mercado mundial implica capitalismo. Su error se acentúa con cada nuevo trabajo que, desde la década de 1970, aporta datos para profundizar nuestro conocimiento de las sociedades precapitalistas americanas de los siglos XV a XVIII [6]. La existencia de capital (todavía reducido a las grandes fortunas comerciales) no implica capitalismo (una relación social entre una clase propietaria de medios de producción y una desposeída de ellos, obligada a vender su mano de obra para sobrevivir). El santo de la izquierda no comprende la necesidad de un análisis histórico del capital mercantil o comercial, sobre todo en un período de transición: el comercio, al mismo tiempo que expande las relaciones feudales, las socava, al crear las premisas históricas para el surgimiento del sistema capitalista. Es cierto que, en un primer momento la conquista y el monopolio dinamizaron y desarrollaron el comercio y las fuerzas productivas, pero Peña debería explicar por qué la encomienda, la mita, el yanaconazgo y la esclavitud constituyen formas capitalistas. Si abandonamos la definición de capitalismo acotada a la existencia de relaciones sociales particulares y la extendemos a toda producción que esté destinada al mercado y a “obtener ganancias”, entonces podemos encontrar capitalismo hasta en la Roma Antigua. Si en cambio, solo nos concentramos en “obtener ganancia” entonces nos remontamos a períodos más antiguos aún. Nuestro Santo, al igual que Pirenne, se basa en una definición neoclásica de capitalismo, que excluye a la historia y se remonta a la noche de los tiempos.

    San Sarmiento

    A pesar de que muchos izquierdistas lo reivindican por suscribir un marxismo “latinoamericano” y no “eurocentrista”, la interpretación del autor de Antes de Mayo, en vez de comprender las particularidades del desarrollo capitalista (agrario) americano, celebra al europeo y norteamericano (industrial y pujante), y subestima al de aquí, signado por “maldición de la abundancia fácil” [7]. Esa idea de que, “no trabajan porque la tienen fácil”, más cercana a Carrió que a un marxista, estructura toda su explicación del “atraso” argentino. En términos académicos: la productividad de la pampa, que multiplicaba los ganados sin necesidad de inversión y trabajo, impidió la formación de unidades de producción intensivas y obturó la aparición de una burguesía industrial interesada en el progreso. Esa “abundancia” redundó en la proliferación del latifundio e impidió la conformación de una “democracia igualitaria” al estilo europeo. Por lo tanto, en vez de tener actualmente a los progresistas industriales de la General Motors, debimos conformarnos con la “oligarquía” de la Sociedad Rural. Esta no es más que la hipótesis que esgrimió Sarmiento cien años antes que Peña. Y con mayor maestría, la verdad sea dicha.
    En realidad, la campaña bonaerense, como se probó, no era un paraíso donde las vacas se reproducían ilimitadamente. Ya hacia 1720, el Cabildo de Buenos Aires temía por su extinción. El stock vacuno rioplatense no era, no podía ser, superior al de cualquier país europeo. Buenos Aires, hasta 1770, fue una región marginal de la economía, con ganado y todo. La ventaja no estaba en la “abundancia”, ni en las condiciones climáticas (la pampa se inundaba o se incendiaba, y los ganados huían), sino en la capacidad de la región de producir en escala. Esa potencia se basaba en la inexistencia de trabas sociales a la gran producción. Un estanciero podía acumular ganado vacuno porque no había comunidad campesina que se lo impidiera. Aunque tuviera otros límites, estos eran menores que los que se podían sufrir en otros lados. Por lo tanto, no es una atribución de la naturaleza, sino de la sociedad.
    En vez de explicar las particularidades del capitalismo argentino (inserción tardía en el mercado mundial en ramas donde no es necesaria una alta inversión), Peña le echa la culpa a la “falta de vocación nacional de la burguesía”. Los hechos muestran que, después de la revolución, las fuerzas productivas crecieron: triplicación de los índices de población, duplicación de tierras cultivables, expansión de la producción e ingreso a posiciones en el mercado mundial [8]. Es más, el crecimiento no fue solo extensivo, ya que de la caza del ganado cimarrón se derivó a manufacturas como el saladero, los cual llegó a ocupar importantes posiciones en el mercado mundial, apoyándose en la explotación del trabajo asalariado. La orientación al mercado interno, externo, nacional o local no define las características estructurales de un sistema social. En todo caso, es una expresión de la escala de esa economía.
    San Milcíades, al no ver la conformación de un mercado nacional inmediato, condena a la Revolución de Mayo y a la “Independencia” nacional”. No obstante, si uno observa el proceso, este mercado se crea en tan solo 40 años (entre 1810 y 1850), por lo que difícilmente podamos hablar de atraso estructural. El autor no hace más que reproducir una concepción apologética del pequeño capital, al plantear que solo el desarrollo “farmer” de agricultores puede desembocar en un verdadero “capitalismo industrial”. Sin embargo, el capital necesita de cierta escala para desenvolverse. El hecho de que en otras regiones las vías al capitalismo implicaron un fuerte componente de pequeños productores, oculta el desenlace de dicho proceso. En Inglaterra y en EE.UU. el desarrollo del capitalismo agrario solo fue posible cuando la diferenciación dio paso a la formación de grandes unidades productivas [9].

    San Alberdi

    Repitiendo los dichos de Alberdi, Peña plantea que la Revolución de Mayo no fue más que un cambio de régimen político, una “revolución política”, ya que no habría tenido como objetivo la creación de una nación, sino tan solo “establecer un trato directo con Europa sin la molesta interposición de la Corona española” [10]. Es más, la Revolución de Mayo no habría sido más que un mero efecto de la invasión napoleónica en España (como plantea la academia) [11]. Por lo tanto, la burguesía no portaría en sus orígenes una potencialidad revolucionaria. Las guerras de independencia no se interpretan entonces como algo buscado (Halperín dixit).
    El proceso revolucionario, entonces, habría sido impulsado por una “burguesía intermediaria” del comercio extranjero, anti-nacional y subordinada al desarrollo europeo. La “tragedia”, para utilizar el concepto de Tarcus, es que el desarrollo burgués argentino no era posible de ninguna forma, dado que ni los burócratas españoles ni la “oligarquía criolla” permitiría el despegue nacional. Tan sólo eran diferentes formas de colonialismo: el Río de la Plata dejó de ser colonia de España y se transformó en una semi-colonia de Inglaterra. Sí, Halperín Donghi y el trotskismo argentino coinciden en las características del “pacto neocolonial” [12].
    El concepto de “revolución política” es, francamente, descabellado. Una revolución es una transformación en las relaciones sociales. Si no hubo tal cosa, no hay revolución alguna, ni política ni social. ¿O el cambio de un personal político o de un régimen de gobierno implica una revolución? Lo cierto es que el trotskismo, tan dispuesto a encontrar revoluciones por todos lados y en todo momento, niega a la única revolución triunfante en la Argentina.
    La investigación ha comprobado que la burguesía agraria integró los principales puestos en la lucha de la revolución contra el régimen, lo cual se observa en la composición social de la dirección del Cuerpo de Patricios (el partido que llevó a cabo la preparación política de la Revolución de Mayo), mientras que los comerciantes monopolistas fueron los más férreos defensores del orden colonial. Nuestro trabajo muestra que la burguesía criolla barrió con el régimen feudal y reorganizó la economía bajo nuevas relaciones sociales. Claro que la generación de Mayo no pretendía la socialización de los medios de producción. En ese contexto es completamente entendible (y hasta necesario) que haya tejido lazos con las potencias capitalistas del período. Pero que la principal producción del país sea vendida en Inglaterra no equivale a “semicolonialismo”. Tampoco la “unidad” de intereses de la burguesía nativa y la “imperialista”. Análisis de ese tipo deberían considerar la posibilidad de que actualmente seamos una colonia China…

    Los divulgadores de la Palabra

    El capitalismo es eterno, Argentina no tiene una verdadera burguesía y los grandes procesos sociales no tienen contenido alguno. Tal es la visión pesimista de San Milcíades. Resultado: hace falta crear cierta burguesía, hay que repartir la tierra y difícilmente podemos aspirar al socialismo. Sus apóstoles (NMAS, PTS, PO, IS) creen ver en este santo un ejemplo revolucionario y terminan enredándose con sus conclusiones. Algunos, plácidamente, otros sin darse cuenta. Ninguno se pregunta por qué el nacionalismo y la academia le rinden pleitesía. Todos acompañan esa procesión sin chistar. Se niegan sistemáticamente a llevar a cabo un estudio exhaustivo para comprender las tendencias que operan en la realidad social. Una visión pesimista, una lectura religiosa de Alberdi y Sarmiento y la falta de una investigación seria llevan a Peña y al trotskismo vernáculo detrás de la ideología burguesa. La realidad, no obstante, muestra otras cosas. Es cuestión de abandonar esa verdadera Armada Brancaleone que se gestó en torno a un militante con un trabajo intelectual poco riguroso y salir al encuentro con el verde árbol de la vida. Tal vez sea el momento de dejar de repetir la Palabra y convertirse en Verbo.

    NOTAS:
    [1] Peña, Milcíades: Historia del pueblo argentino, Emecé, Bs. As., 2012.
    [2] Revista Ñ, 06/07/12.
    [3] Tiempo Argentino, 08/06/2012.
    [4] Peña, Milcíades, op.cit., p. 65.
    [5] Ibídem, p. 67.
    [6] AA.VV.: Modos de producción en América Latina, Siglo XXI, México, 1989.
    [7] Peña, Milcíades, op.cit., p. 77.
    [8] Harari, Fabián: La Contra. Los enemigos de la Revolución de Mayo, ayer y hoy, Ediciones ryr, Buenos Aires, 2006.
    [9] Kullikoff, Allan: “Transition to Capitalism in Rural America”, en The William and Mary Quarterly, Tercera serie, Vol. 46, nº 1, enero, 1989.
    [10] Peña, Milcíades, op. cit., p. 84.
    [11] Ibídem, p. 89.
    [12] Tulio, Halperín Donghi: Historia contemporánea de América Latina, Alianza Editorial, Bs. As., 2011, p. 215.
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    Mensaje por Razion Mar Dic 18, 2012 2:09 pm

    De las resoluciones políticas del XI congreso del PRml. Concuerdo bastante con este análisis.

    Raíces históricas de la formación económica-social del país

    Sin proyecto revolucionaria no hay revolución posible.
    El practicismo, el economicismo y el espontaneísmo, son enfermedades que al subestimar o negar la importancia de la elaboración teórica, además de impedir la independencia política de la clase trabajadora terminan por colocar al movimiento de masas por detrás de la burguesía.
    En ese sentido el marxismo leninismo no es sólo una herramienta científica para interpretar la realidad, sino un instrumento imprescindible para su transformación revolucionaria.
    No fue casual que a pedido de la Liga de los Comunistas alemanes, Marx y Engels debieron elaborar el "Manifiesto Comunista" (1848) para sentar las bases del primer programa revolucionario destinado a unir al naciente proletariado europeo.
    Por otra parte y mucho antes de octubre de 1917, Lenin, dedicó un gran esfuerzo por desentrañar las leyes particulares del desarrollo capitalista en Rusia, para formular las propuestas y el programa de los bolcheviques. Ese esfuerzo quedó plasmado en su trabajo editado bajo el título de “El desarrollo del capitalismo en Rusia”.
    Tampoco fue menor la tarea realizada por Mao con anterioridad a la revolución de 1949, destinada a estudiar el carácter colonial, semicolonial y semifeudal de la sociedad china para trazar el programa, la táctica y la estrategia de los comunistas chinos.
    El desafío principal que tenemos por delante es perfeccionar y consolidar nuestra base programática, apoyados en el marxismo leninismo como guía para la acción, y así alcanzar el objetivo de construir un proyecto revolucionario que oriente a la vanguardia y gane a las fuerzas motrices de la revolución.
    Si algo distinguió a la generación de los "Cordobazos" es que supo elevar su mirada en dirección a un proyecto de poder revolucionario y que luchó por llevarlo a la práctica para que el movimiento de masas se apropiara del mismo.
    Por esa misma razón, al encarar este tema debemos recoger los aportes teórico-prácticos dejados por aquellos revolucionarios, tanto en sus aciertos como en los errores cometidos, sin temor a la crítica y la autocrítica.
    Elías Semán, en 1964, realizó uno de aquellos aportes. Cuestionando la experiencia foquista instalada por el EGP en Salta, y poniendo como centro la crítica al populismo, al revisionismo y el trotskismo, trazó los lineamiento básicos para la elaboración de un proyecto insurreccionalista en las condiciones concretas de nuestro país, que unificó a los cuadros de aquel entonces e impulsó la construcción de un Partido marxista leninista. (2)

    Desde las épocas del Virreinato del Río de la Plata la estructura económica y social de nuestra región presentó caracteres propios.
    A diferencia de los modos de producción basados en la servidumbre, que los colonialistas españoles establecieron en el Alto Perú y los portugueses en Brasil - cuyo objetivo principal era la extracción de oro y plata - en el Virreinato del Río de la Plata se fue desarrollando una economía mercantil, no exenta de reminiscencias serviles. (3)
    Si bien nosotros calificamos como formaciones económicas precapitalistas las imperantes en el Río de la Plata, somos concientes que se trata de una definición de carácter general, y que sólo nos informa que temporalmente precede al desarrollo del capitalismo argentino.
    El propio Marx, al estudiar los orígenes de sociedades fuera de los países más desarrollados, introdujo definiciones sobre estadios de desarrollo previos al capitalismo pero distintos del feudalismo. (4)
    Sin embargo, en nuestro caso, no nos habilita a entender que estas formaciones precapitalistas evolucionaron necesariamente hacia relaciones sociales feudales. Evolución que sí es analizada y advertida por Marx en el escenario europeo mediterráneo.
    A nuestro parecer, el proceso de génesis y desarrollo de las formaciones económico sociales durante la colonización se define a partir de las contradicciones internas, del estímulo externo deformante de la dependencia colonial, de su interiorización y del momento histórico en que tienen lugar.
    A modo de primera conclusión, podríamos decir que el período de dominación colonial no estableció un modo de producción feudal ni, mucho menos, uno capitalista, de cuya evolución surgiera el capitalismo dependiente actual.

    En el Río de la Plata, se dieron dos procesos productivos que se desarrollaron históricamente de manera contradictoria.
    Durante los primeros trescientos años de colonización, el desarrollo se concentró en la región del N.O y parte de lo que hoy es el centro del país, por un lado, más el que abarcaba el N.E., por el otro. En ambos casos, la producción era destinada principalmente al abastecimiento del enclave colonial español del Alto Perú y los territorios del imperio portugués en Brasil. La producción se centró en el ganado mular, manufacturas artesanales y las propias de una economía de subsistencia. En el caso del noreste se centró en la yerba mate y el tabaco, productos para la población esclava de las explotaciones del Brasil.
    Sobre las postrimerías del Virreinato del Río de la Plata, al decrecer el rendimiento de las explotaciones de oro y plata en el Alto Perú, más el debilitamiento del monopolio español sobre el puerto de Buenos Aires y la ingerencia comercial de la piratería anglo francesa, dio lugar al desarrollo de las zonas portuarias, de la pampa húmeda y el litoral.
    Así adquieren importancia principalmente las exportaciones pecuarias, cueros y tasajo, al mismo tiempo que la importación de manufacturas de origen europeo. Este es el período de valorización de la propiedad de la tierra, del inicio de su reparto entre funcionarios, oficiales y familias provenientes del propio régimen colonial. Secundariamente se desarrolla una producción agrícola y una incipiente manufactura destinada al consumo interno de la región portuaria y sus aledaños.
    La dominación reprodujo interiormente el esquema metrópoli-colonia, determinando la existencia de zonas periféricas dependientes. Las ventajas comerciales para la metrópoli dominadora - como incluso también para aquellas que ejercían el contrabando con colonias ajenas -, se obtuvieron en detrimento de las propias colonias. Después de más de tres siglos de dominación colonial, este fenómeno no es ajeno a la emergencia de una burguesía comercial y una burguesía terrateniente alrededor del puerto, quienes hegemonizarían el desarrollo de un capitalismo desde arriba y dependiente del imperialismo.

    La interpretación sobre los modos de producción que predominaron en el período previo a la Revolución de Mayo, dieron lugar a un debate que todavía conserva plena vigencia. Los modos de producción de cada período histórico, están determinados por el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción.
    Dejando de lado las interpretaciones nacionales populistas que, en confrontación contra la ‘extranjería’, asumen la defensa de los modos de producción heredados del régimen colonial, nos limitamos al debate en el campo de los marxistas.
    Por un lado están aquellos que al definir aquel período como feudal o semifeudal, cayeron inevitablemente en el apoyo a sectores de la gran burguesía comercial entreguista. Tal fue una desviación desde su origen del Partido Comunista Argentino que, a pesar de su inicial conducta revolucionaria, no se despegó de la interpretación liberal heredada del Partido Socialista (5).
    Otro debate similar pero con otras connotaciones, es el que tenemos con aquellos que, como el Partido Comunista Revolucionario, colocan como enemigo principal a la oligarquía terrateniente y a una burguesía compradora, que se corresponden con una evolución típica desde una sociedad feudal o semifeudal y que determina la estructura de clases de un capitalismo atrasado semicolonial.(6)
    Por otro lado, está la interpretación trotskista que considera la existencia de un modo capitalista introducido por el propio régimen colonial. Una de sus bases de apoyo es que la España feudal y atrasada dependía de los países en plena expansión capitalista como Inglaterra, Alemania y Francia, de donde provenían las manufacturas que se importaban. Este punto de vista elude la cuestión que los modos de producción no se definen por la circulación de las mercancías sino por el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción establecidas. Estas visiones conducen casi inevitablemente a negar la existencia de sectores jacobinos, revolucionarios, en la Revolución de Mayo tanto como la influencia de sectores progresistas en la lucha entre federales y unitarios, reduciendo todo a una pugna entre sectores reaccionarios de las clases dominantes. (7)
    El gran mérito de la Revolución de Mayo de 1810 y la posterior victoria de la Guerra de la Independencia, fue el de terminar con el dominio colonial español e introducir una serie de importantes reformas democráticas y anticolonialistas.
    Los esfuerzos del ala jacobina encabezada por Moreno, Castelli, Vieytes y otros, por profundizar este proceso en dirección a una revolución democrática burguesa, encontraron un obstáculo en las herencias del viejo régimen colonial y la debilidad de una fuerza motriz revolucionaria, lo que permitió la posterior usurpación del poder por parte de los sectores oligárquicos partidarios de la independencia de España pero no de "toda otra dominación extranjera"
    .
    A partir de 1819, las Provincias Unidas del Río de la Plata ingresaron a un largo proceso de confrontaciones y guerras civiles - entre unitarios y federales - que recién culminaría hacia 1880, pactándose un acuerdo entre quienes acaudillaban ambos bandos. Encabezando esta confrontación se expresaban fundamentalmente los intereses de la burguesía comercial porteña y la burguesía terrateniente, aunque al mismo tiempo y de forma minoritaria, también se manifestó al interior del movimiento federal un sector de la burguesía que luchaba por un desarrollo independiente y progresista. De características similares a lo sucedido en Paraguay.

    La llamada “Generación del 80” certificó el triunfo de la alianza reaccionaria entre la gran burguesía terrateniente y la gran burguesía comercial portuaria, acordada sobre la base de la definitiva derrota de las fuerzas progresistas que pugnaron por un país de desarrollo independiente.
    Acerca del tema, el propio Lenin señala que: “Puestos a hablar de la política colonial en la época del capitalismo imperialista, es necesario hacer notar que el capital financiero y la política internacional correspondiente, la cual se traduce en la lucha de las grandes potencias por el reparto económico y político del mundo, originan diversas formas transitorias de dependencia estatal (…) Una de estas formas, la semicolonia la hemos indicado ya antes. Modelo de otra forma es, por ejemplo, la Argentina. (…) que se halla en dependencia financiera con respecto a Londres. (…) no es difícil imaginarse los fuertes vínculos que se establecen entre el capital financiero –y su fiel amiga la diplomacia- de Inglaterra y la burguesía argentina, los círculos dirigentes de toda su vida económica y política” (
    De la unificación del mercado productivo y la unidad de las clases dominantes en torno a un proyecto de desarrollo capitalista dependiente, bajo hegemonía de la gran burguesía terrateniente y comercial portuaria - asociadas al imperialismo inglés - surgieron los cimientos del Estado y de sus instituciones de poder.
    El parlamento, el poder judicial y en particular las fuerzas armadas, surgieron en esta etapa histórica.
    El proceso de desarrollo capitalista impulsado por las mismas clases opresoras se inició así bajo el signo del monopolio y sujeto a la dependencia de Inglaterra, que para entonces había alcanzado su fase imperialista.
    El pasaje del proyecto agro exportador de 1880 a otro de carácter agro industrial en 1930, así como el salto hacia un país industrial que llegó a su máximo nivel de desarrollo hacia 1960 - en medio de la sustitución de la dependencia de Inglaterra por la de los Estados Unidos- fueron cambios significativos, pero que no alteraron el carácter capitalista dependiente de nuestro país.
    Durante este proceso, la Argentina alcanza un cierto nivel de avance tecnológico y la relativa consolidación de un mercado interno, colocándose como una nación con un elevado grado de desarrollo capitalista relativo, si se la compara con otros países dependientes aunque, por supuesto, muy por detrás de las economías de las naciones desarrolladas.
    El surgimiento de dos procesos de corte nacionalista burgués - como los que lideraron Yrigoyen en 1916 y Perón en 1945- le dieron un nuevo empuje al desarrollo de las fuerzas productivas, sin romper con el esquema impuesto por las clases dominantes.
    Por esto, sostener que nuestro país es semicolonial o semifeudal es igualmente erróneo que suponer que es una nación similar a otras de desarrollo capitalista independiente. Si lo primero lleva a una desviación nacional populista y a jugar de furgón de cola de la burguesía, lo segundo conduce al aislamiento y la derrota de la clase trabajadora al impedirle levantar un programa de liberación nacional y social como paso necesario hacia la construcción del socialismo.
    Combinando estas teorías erróneas hay quienes plantean la existencia de dos países distintos, uno el de los centros urbanos industriales con un desarrollo capitalista, y, el otro, de rasgos semifeudales y atrasados en zonas del interior del país. Sin embargo este desarrollo desigual es propio del capitalismo, máxime si está atado a la dependencia.
    Tal como lo plantea Lenin en su obra sobre el imperialismo, nuestro país es parte de esas naciones del mundo dependiente que constituyen el eslabón más débil de la dominación capitalista. Sucede que su mayor grado de desarrollo comparado con otros países dependientes de Asia, África y América Latina, introdujeron particularidades específicas a nuestra formación histórica, al desarrollo de la lucha de clases y el tipo de revolución.
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    Mensaje por Platon Mar Dic 18, 2012 10:58 pm

    Che Razion, ¿pudiste leer el libro de O. Vargas "Sobre el modo de producción dominante"? He visto que se lo critica desde diferentes sectores (trostkismo, los universitarios de RyR, y ahora el PRml) y me da curiosidad.
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    Mensaje por Razion Mar Dic 18, 2012 11:22 pm

    Platon escribió:Che Razion, ¿pudiste leer el libro de O. Vargas "Sobre el modo de producción dominante"? He visto que se lo critica desde diferentes sectores (trostkismo, los universitarios de RyR, y ahora el PRml) y me da curiosidad.

    No, la verdad que no, solamente leí algunos de los cruces entre PCR y R&R por el tema de la Revolución de Mayo. No encuentro el libro en pdf o formato digital.

    Adjunto lo que pude encontrar:


    http://www.pcr.org.ar/nota/libros-recomendados/sobre-el-modo-de-producci%C3%B3n-dominante-en-el-virreinato-del-r%C3%ADo-de-la-plata

    http://www.pcr.org.ar/nota/marxismo-leninismo-mao%C3%ADsmo/las-colonias-espa%C3%B1olas-en-am%C3%A9rica

    Saludos

    Las colonias españolas en América


    Fecha: 02/03/2011 - 17:07
    En la parte de América conquistada por los españoles fueron éstos los que impusieron a los conquistados su propio modo de producción: el feudalismo se impuso en esta parte de América de la mano de la conquista. La clase dominante en España, los sectores feudales, se transformaron en la clase dominante en los territorios americanos que colonizaron. La corona española fue un instrumento para explotar y someter a las masas originarias conquistadas.
    El descubrimiento de América, sus minas de oro y plata y el exterminio y la esclavización de su población indígena, están iluminados por lo que Marx llamó “los albores de la era de producción capitalista”, que sería seguida por “la guerra comercial de las naciones europeas, con el planeta entero como escenario”.
    El descubrimiento de América fue parte de la prehistoria del capital y del régimen capitalista de producción; uno de los puntos de partida de este régimen de producción, pero no un fruto del mismo.
    España y Portugal, pioneros de los descubrimientos, eran estados feudales en lucha encarnizada contra los piratas de Túnez, Argel y Marruecos. Las continuas guerras exigían dinero a esos estados crecientemente centralizados, y los obligó a buscar nuevas rutas hacia oriente, libres del monopolio árabe-turco-veneciano…
    Mercaderes y usureros financiarán la empresa. Pero es preciso no olvidar que los mismos no estaban vinculados directamente a la manufactura, y recordar, muy especialmente, el carácter feudal de la monarquía española que impulsa la conquista de América…
    El imperio español dirigió su accionar en el Nuevo Mundo según los intereses de su política europea, orientada ésta también por las ideas medioevales y las necesidades del Estado feudal absolutista español. Las posesiones de ultramar fueron consideradas propiedad hereditaria de la Corona, “reinos patrimoniales”, teniendo el monarca la soberanía plena y exclusiva sobre el país, la gente y la tierra…
    Es imprescindible subrayar el carácter colonial de las posesiones españolas de América [con lo que] queremos remarcar, en primer lugar, la cruzada de saqueo, robo, destrucción y violencia que caracterizó el desembarco español en estas tierras. Desembarco de un ejército de asesinos, pillos y truhanes de todo tipo, como Hernán Cortés o Pizarro, que aprovechando el desarrollo económico y cultural superior de los españoles, y el atraso, las discordias y la desorganización de las tribus indígenas, las sometieron a sangre y fuego para luego explotarlas ferozmente, llegando, en algunos lugares, prácticamente a su exterminio…
    Hubo, entonces, una etapa inicial de saqueo, robo y esclavización, y posteriormente una etapa en la que se impusieron, como veremos más adelante, relaciones feudales de producción, servidumbre y prestación de servicios, como resultado del triunfo de los conquistadores. Ninguna forma económica puede basarse por mucho tiempo en el saqueo. Pero tampoco hay que creer que fue un episodio breve. Los españoles pillaron aquí tesoros enormes, e Inglaterra, mediante la piratería, tuvo su parte en el botín.
    Si bien en los grandes imperios precolombinos existía ya una división en clases pronunciada, la servidumbre impuesta a los indios fue un producto de la conquista y del carácter colonial del Nuevo Mundo. Fue impuesta mediante un aparato estatal colonial, instrumento de los colonialistas para la opresión de los pueblos conquistados. Esto implica que a la pregunta: ¿cuál era la principal clase dominante en las colonias españolas? Debamos responder: era la clase dominante en España, la clase de los feudales españoles.
    La corona española no fue un Estado “mediador” (a través de una legislación “humanitaria”) entre conquistadores y conquistados. Fue un instrumento para la explotación y la represión de los conquistados por los conquistadores.
    En el Nuevo Mundo legisla, gobierna y juzga, en definitiva, la Corona española. Se basaron para ello en distintos argumentos jurídicos y bulas papales, pero, en definitiva, ella es quien manda en Hispanoamérica. Es la gran propietaria, el gran mercader, la principal beneficiaria por los tributos y por las rentas de la explotación minera, por los remates y la trata de negros, las aduanas, las ventas, las donaciones, los estancos, etcétera.
    Los territorios americanos se convirtieron en propiedad del rey (tierra de realengo). Pertenecían al rey –como supremo señor– sembrados, praderas, bosques y aguas del Nuevo Mundo. La propiedad privada o pública del suelo, en la América española, sólo podía adquirirse por merced o gracia real.
    Los conquistadores edificaron una sociedad estratificada, e impusieron un feroz racismo. Los indios eran legalmente inferiores (el papa Pablo III luego de largos debates proclamó –en una bula en 1537– que los indios eran “hombres” verdaderos). Se los consideró (salvo alguna diferencia con caciques y curacas) como un menor. Pero un menor apto para ser sometido a una feroz explotación. No podían ser sacerdotes ni monjes, ni maestros en los gremios artesanos.
    La base económica y legal de la explotación de los indígenas está en la conquista. Esta fundamenta los tributos, legales o no, que deben entregar las masas indígenas, y la coacción para imponerlos. Los aborígenes son forzados a trabajar para los conquistadores y se los despoja de sus tierras, aguas, etc. Unos cuantos centenares de de españoles, en cada una de las regiones de lo que habría de ser el Virreinato del Río de la Plata, vivían servidos por miles de indios que eran tratados brutalmente. Esto también es válido para las misiones establecidas por la corporación feudal de los jesuitas, las misiones jesuíticas, verdaderas prisiones de indios.
    Textos extractados de Otto Vargas:
    Sobre el modo de producción dominante en el Río de la Plata.
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    Mensaje por surfas Jue Dic 20, 2012 2:57 am

    La verdad que si se adhiere al leninismo y porlo tanto a que vivimos en la epoca del imperialismo, los escritos del CEICS y Sartelli o del universitario a-graduado R.A. son aburridazos.
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    Mensaje por Aelito Jue Ene 10, 2013 11:19 am

    Yo introduciría un matiz entre la visión de Milcíades Peña y la crítica que le hace el PRml, si bien es cierto que los formens se clasifican en torno al desarrollo de la fuerzas productivas y las relaciones de producción, esta situación no es lineal, dentro de cada MP, coexisten diferentes relaciones de producción, no se puede trazar una intersección y decir desde acá hacia atrás feudal (Virreinato) y desde acá hacia adelante capitalista (Revolución) si bien todas las instituciones de producción y comercio tenían un carácter feudal, en España todo el comercio extranjero estaba manejado por extranjeros (burgueses judíos que luego de su expulsión fueron reemplazados por flamencos e italianos) este circuito de capital dinerario y comercial formaba parte de la segunda fase acumulación primitiva. Por eso aunque sean parte de este proceso instituciones de carácter feudal ya forman parte de la lógica capitalista de acumulación al servir al desarrollo de la industria manufacturera en la Europa del Norte sobretodo. Además hay que tener siempre en cuenta que ni el MP esclavista clásico ni en el feudal la producción estaba destinada hacia un mercado, lo cual no quiere decir que no existieran mercados de productos, pero sus caraterístcas y sus objetivos eran otros muy diferentes a los del mercado capitalista. Un cambio de objetivos en relación al desarrollo o no de determinada fuerza productiva dentro de una determinada relación de producción pueden hacer que esta devenga en otra relación de producción diferente a la primera.

    Se podrá determinar o no si durante la colonia hubo un desarrollo burgués incipiente que habría que centrarlo más que nada en el puerto y en lo que era en ese momento la provincia de Bs As, pero, más allá del interregno jacobino de los primeros años de la revolución de Mayo, los dos sectores burgueses que se prefiguran en el gobierno de Rivadavia serán los dos sectores más reaccionarios y entreguistas que por supuesto no podía ser de otra manera debido a la propia estructuración territorial y operativa del virreinato del Río de la Plata. Es entorno a estos dos sectores burgueses que se irá consolidando lo que luego será Argentina y sus carateríticas de país capitalista dependiente y que tiene su punto culminante en la generación del 80.

    Además para marcar otra cosa, muchas veces se cae en prejuicios burgueses al decir que el capitalismo vino a terminar con la explotación de fuerzas de trabajo pretéritas, esto es una mentira. Esto lo digo por la crítica que la hace Rossi Delaney a Peña. Me parece que este muchacho Delaney debería leer a Moses Finley sobretodo su libro "Esclavitud antigua e ideología moderna".
    Critica a Peña por seguir lineamientos burgueses, pero es él el que cae en una idealización de la burguesía al hacernos creer que la fuerza de trabajo esclava no es demostrativa de capitalismo, por favor, los MP se definen por relaciones de producción predominantes pero no excluyentes, que la fuerza de trabajo asalariada sea predominante en el capitalismo esto no quiere decir que la esclavitud no se haya utilizado siempre dentro de este sistema. Otro tema en lo que se equivoca Rossi Delaney es al hacer una disociación falsa entre naturaleza (entorno geográfico) y sociedad, siempre lo social lleva implícito dentro de los factores que caracterizan lo social al medio ambiente o características geográficas en donde se desarrolla una sociedad o país en particular, si fuera como dice él entonces hubiera habido plantaciones de algodón con esclavos en Maine en lugar de Virgina. De hecho, cuando EEUU coloniza los territorios del Centro y Medio Oeste con grandes praderas parecidas a las pampas nuestras, los burgueses hacen lo mismo que los estancieros de acá, grandes latifundios para la cría extensiva de ganado. Hay una película que se las recomiendo y que muestra bastante bien este tema, se llama Heaven's gate (La puerta del cielo) de Michael Cimino.

    Saludos.
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    Mensaje por Razion Lun Dic 02, 2013 4:06 am

    Estoy leyendo el debate entre Christian Rath y Andrés Roldán (PO) y la gente de Razón y Revolución. Comencé desde el último artículo, y no leí los primeros (algo que estoy haciendo), pero aprovecho el momento para publicarlos.

    Mito, plagio y desprecio. Acerca del libro "La revolución clausurada", de Cristian Rath y Andrés Roldán:


    Respuesta a los "señores" de Razón y Revolución:
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    Mensaje por Razion Lun Dic 02, 2013 4:06 am

    Continúa:

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    Mensaje por cpablo Lun Dic 02, 2013 8:05 pm

    ¿Tanto hilar para decir que la argentina no es colonia? Un poco de vision de la realidad les hace falta a los de R&R
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    Mensaje por Razion Lun Dic 02, 2013 8:46 pm

    cpablo escribió:¿Tanto hilar para decir que la argentina no es colonia? Un poco de vision de la realidad les hace falta a los de R&R
    Si bien son tipos que tienen muy buen manejo de datos, es notable que desprecien aquellos que muestran la gran dependencia de Argentina con Inglaterra, -muchos recopilados por Scalabrini Ortíz y el FORJA, fuentes que condenarán imagino-. Hay una clara manipulación de lo que dicen Rath y Roldán en función de ridiculizarlo, pero no apuntan a la crítica más política. También se considera que toda guerra nacional, necesariamente es burguesa, y no cabe en esa visión las guerras de liberación, que pueden desencadenar procesos revolucionarios por el socialismo (algo mencionado por Rath y Roldán). No me queda muy clara tampoco la crítica hacia la figura de Artigas (ya había leído un texto más extenso que le dedicaron), me parece una lectura tendenciosa de los documentos de la época (vi lo mismo en un texto de crítica hacia Walsh, en función de una sola oración, sacan una conclusión respecto al pensamiento político del individuo y se desprecian muchos otros aspectos, escritos, etc), pero, no es tan fácil para quienes no investigamos en historia ir a consultar las fuentes. Ahora lo que me parece notable, es que haya acuerdo en partidos de izquierda diversos entre sí en lo que refiere a la interpretación a la condición e historia de nuestro país, y no sea así con este grupo. Dudo que los diferentes cuadros de los partidos no hayan leído las fuentes, parece una chicana sin más.
    Habiendo leído un par de sus libros, no llego a las mismas conclusiones que ellos, me parecen forzadas (tomando como válido lo que exponen).
    En general con éste grupo el debate que siempre se termina dando es el mismo, y orbita en su posición respecto a la cuestión nacional.
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    Mensaje por surfas Mar Dic 03, 2013 2:57 am

    ¿Habia otro hilo sobre la Revolucion de mayo, la caracterizacion del periodo anterior a 1810 y posterior al mismo no? ¿O me perdi de algo?

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