"Gramsci y la cuestión del Estado"
texto publicado en enero de 2013 en el blog Marx desde cero con aportaciones de Mabel Thwaites Rey y de Daniel Campione
publicado en dos mensajes en el Foro
---mensaje nº 1---
La ampliación del concepto de Estado y la consiguiente reformulación del concepto de hegemonía producida por Gramsci es uno de los aportes más significativos a la teoría del Estado contemporánea. Más allá de contradicciones y debilidades ya muy bien señaladas por diversos autores, es preciso destacar como, al indagar sobre el aspecto consensual de la dominación, Gramsci realiza un invalorable aporte para desentrañar la complejidad de la dominación burguesa en las sociedades de capitalismo desarrollado. La relación entre coerción y consenso, entre dirección intelectual y moral y dominio, entre hegemonía y dominación, indisolublemente ligadas a las bases materiales de producción y reproducción de la vida social, constituyen los términos nodales de la reflexión gramsciana de mayor relevancia para entender nuestras sociedades.
El presente trabajo se propone, a partir de analizar el itinerario teórico de Gramsci sobre la cuestión del Estado desde la época de L’Ordine Nuovo hasta sus reflexiones carcelarias.
En una de sus obras más conocidas, Notas sobre Maquiavelo, Gramsci plantea: “Estado = sociedad política + sociedad civil, es decir, hegemonía acorazada de coerción”. En esa presentación el Estado va mas allá de lo que se considera jurídicamente como tal, e incorpora lo que Marx llamaba “los medios de producción ideológica”, como la Iglesia, los partidos políticos, los sindicatos, que expanden una visión del mundo y organizan a las masas.
Gramsci introduce así una noción ampliada del Estado, que lleva como consecuencia a la idea de que el Estado en sentido jurídico-político puede (y debería) ser absorbido por la sociedad civil, en cuanto es expresión de dominio de clase:
[...] es preciso hacer constar que en la noción general del Estado entran elementos que deben ser referidos a la noción de sociedad civil (se podría señalar al respecto que Estado = sociedad política + sociedad civil, vale decir hegemonía revestida de coerción.) En una doctrina del Estado que conciba a éste como pasible de agotamiento parcial y de disolución en la sociedad regulada, el argumento es fundamental. El elemento Estado-coerción se puede considerar agotado a medida que se afirman elementos cada vez más conspicuos de sociedad regulada (o Estado ético o sociedad civil).
¿Por qué amplía la noción de Estado incluyendo a la sociedad civil? Más allá de las contradicciones que aparecen a lo largo de todo el trabajo carcelario de Gramsci -como muy bien advierte Perry Anderson (1)- en torno a los conceptos de Estado, sociedad civil y hegemonía, es importante destacar que Gramsci, ahondando en esta problemática, pretende advertir que el fenómeno de la dominación en las sociedades capitalistas modernas es un proceso complejo en el que además de los aparatos de coerción, que representan una especie de “límite último” que garantiza la pervivencia del orden burgués, interviene toda una serie de mecanismos de transmisión ideológica tendentes a lograr un consenso que le otorga bases más sólidas a la dominación. Así, hace un análisis profundo de las formas mediante las cuales las clases dominantes conservan su supremacía en las sociedades de capitalismo desarrollado, que resultan resistentes a la “irrupción inmediata del elemento económico”, a las contradicciones estructurales. Es decir que, lejos de producirse acomodamientos político-ideológicos (superestructurales) automáticos ante crisis o transformaciones económicas, como creían las interpretaciones economicistas y mecanicistas, las posibilidades de transformación radical de la sociedad que estos movimientos económicos parecían brindar se encontraban limitadas por la existencia de todo un entramado ideológico que afirmaba el orden existente, más allá de los cimbronazos en la “base”. La “relativa autonomía” de los fenómenos ideológico-culturales respecto a los vaivenes de la economía, que ya había sido analizada por Marx, es abordada por Gramsci en profundidad para entender cuáles son los mecanismos que determinan el “atraso” de la dimensión política respecto a la economía, y especificar por qué los dos momentos no se corresponden de manera directa sino que tienen una articulación compleja. En esta indagación, justamente adquiere relevancia el análisis no sólo del papel de la ideología en las sociedades modernas, sino de las formas específicas que adopta.
A- LAS REFLEXIONES SOBRE EL ESTADO ANTES DE LA CÁRCEL
1- El Estado como lugar de constitución de la clase dominante
Tempranamente Gramsci concibe al Estado no como mero “instrumento” de la clase dominante, que lo toma y usa como tal, sino como el lugar donde la clase dominante se unifica y constituye para materializar su dominación no solamente mediante la fuerza, sino por una complejidad de mecanismos que garantizan el consentimiento de las clases subalternas.
“Las leyes de la historia estaban dictadas por la clase propietaria organizada en el Estado. El Estado fue siempre el protagonista de la historia, porque en sus organismos se concentra la potencia de la clase propietaria; en el estado la clase propietaria se disciplina y se unifica, por sobre las disidencias y los choques de la competencia, para mantener intacta la condición de privilegio en la faz suprema de la competencia misma: la lucha de clases por el poder, por la preeminencia en la dirección y ordenamiento de la sociedad” (2)
Gramsci advierte que, dado que la clase burguesa se divide en una infinidad de capas con intereses eventualmente contradictorios, signadas por la competencia que impone el capitalismo, necesita de un Estado unificador que recomponga jurídica y políticamente su propia unidad. El Estado, lejos de poder ser manipulado a voluntad por la clase dominante como una maquinaria exterior a ella, juega un papel central en su unificación-constitución (3). Los rasgos de una concepción más “estructural” del Estado están presentes en este escrito, en el que más adelante dice:
“Las instituciones del estado capitalista están organizadas para los fines de la libre competencia: no basta cambiar el personal para orientar en otro sentido su actividad”.
De ahí que la cuestión central no esté sólo en identificar la pertenencia de clase del personal del Estado, ni puedan cifrarse esperanzas en su remoción para cambiar el carácter capitalista del mismo. Para Gramsci se trata, entonces, de la destrucción del aparato de Estado y de las relaciones sociales que le dan sustento.
[...] un sistema de principios que afirmen como fin del estado su propio fin, [...] su propio desaparecer, o sea, la reabsorción de la sociedad política en la sociedad civil.
[...] los hechos más importantes de la historia francesa desde 1870 hasta nuestros días no se han debido a iniciativas de organismos políticos derivados del sufragio universal sino a iniciativas de organismos privados [...] o de grandes funcionarios desconocidos por la gente del país, etc. Pero ¿qué significa esto sino que por “Estado” debe entenderse no sólo el aparato gubernamental sino también el aparato “privado” de hegemonía o sociedad civil? (4)
2- La Construcción de un estado de “nuevo tipo“
El triunfo de la Revolución de Octubre y el ascenso de las luchas revolucionarias y populares en Europa, con posterioridad a la 1ª Guerra Mundial, hicieron pensar a los dirigentes de la III Internacional en el derrumbe del capitalismo, y que se sucederían las revoluciones que afianzarían el poder de la clase obrera internacional. La estrategia de Lenin para el naciente estado socialista se basaba en esta convicción.
En este contexto, las reflexiones de Gramsci acerca del Estado aparecen ligadas a la necesidad de crear las premisas para la construcción de un estado de nuevo tipo, con instituciones esencialmente distintas a las burguesas, que arraiguen en la clase obrera a la manera de los “soviets”, pero con la particularidad italiana.
Gramsci está convencido de que sólo la destrucción del viejo Estado burgués puede hacer nacer el nuevo Estado proletario, cuyas características, por naturaleza incompatibles con las del precedente, se definen así:
“el Estado proletario no es la seudodemocracia burguesa, forma hipócrita de la dominación oligárquica financiera, sino la democracia proletaria que emancipará a las masas trabajadoras; no el parlamentarismo sino el autogobierno de las masas a través de su propio sistema de representación (…) La forma concreta del Estado es el poder de los Consejos y de las organizaciones del mismo tipo” (6)
Por eso, en “La conquista del Estado” Gramsci dirá que “el estado socialista no puede encarnarse en las instituciones del estado capitalista, sino que es una creación fundamentalmente nueva con respecto a éstas y con respecto a la historia del proletariado”. De ahí que “la fórmula «conquista del Estado» debe ser entendida en este sentido creación de un nuevo tipo de estado, originado en la experiencia asociativa de la clase proletaria, y sustitución por éste del estado democrático-parlamentario” (7)
El germen del nuevo Estado se encuentra, en Italia, en la experiencia de los Consejos de fábrica apuntalados por la revista L’Ordine Nuovo, de la que Gramsci forma parte. Así, en “Sindicatos y Consejos” dirá que, a diferencia de los sindicatos, donde florecen las tendencias burocráticas funcionales al mantenimiento del sistema capitalista: “el Consejo de fábrica es el modelo del estado proletario. Todos los problemas que son inherentes a la organización del estado proletario, son inherentes a la organización del Consejo”. (8.)
El Estado socialista deberá resultar, entonces, de la articulación de los diversos Consejos de fábrica en un Consejo Ejecutivo Central, al cual deberán sumarse los Consejos de Campesinos. Y esta tarea debe ser efectuada desde el presente, desde la realidad concreta en la que se actúa. Porque:
“el Estado socialista existe ya potencialmente en las instituciones de la vida social características de la clase obrera explotada. Relacionar esos institutos entre ellos, coordinarlos y subordinarlos en una jerarquía de competencias y de poderes, concentrarlos intensamente, aún respetando las necesarias autonomías y articulaciones, significa crear ya desde ahora una verdadera y propia democracia obrera en contraposición eficiente y activa con el Estado burgués, preparada ya desde ahora para sustituir al Estado burgués en todas sus funciones esenciales de gestión y de dominio del patrimonio nacional”. (9)
Es importante destacar como esta idea de crear “ya desde ahora” una democracia obrera, de disputar en el seno mismo del orden burgués la dirección de la sociedad, construyendo instituciones más aptas para el desarrollo pleno de las fuerzas productivas, es retomado después, en la cárcel, en la idea de que la clase obrera debe conquistar la hegemonía aún antes de la toma del poder.
Por otra parte, la idea de encontrar y desarrollar en el propio seno de la sociedad burguesa las instituciones que reemplazarán el orden estatal dominante, refuerza la visión anti-instrumental del Estado y pone de manifiesto la complejidad de relaciones que se expresan en todo fenómeno estatal, y los límites materiales para la construcción de un nuevo orden.
En tal sentido, y siguiendo los conceptos fundamentales de “La ideología alemana”, Gramsci sostiene que
“La historia es un continuo hacerse, por consiguiente es esencialmente imprevisible. Pero esto no significa que «todo» sea imprevisible en el hacerse de la historia, que la historia sea el campo del arbitrio y del capricho irresponsable. La historia es al mismo tiempo libertad y necesidad. Las instituciones, en cuyo desarrollo y actividad se encarna la historia, nacieron y perduran porque tienen un deber y una misión para realizar. Surgieron y se desarrollaron determinadas condiciones objetivas de producción de los bienes materiales y de conciencia espiritual de los hombres”. (10)
B- EL ANALISIS DEL ESTADO EN LOS CUADERNOS DE LA CÁRCEL
1- Una nueva realidad
Gramsci, como Marx, Engels y Lenin, aborda la cuestión del Estado partiendo de dos premisas fundamentales: su carácter de clase y la necesidad de su destrucción/extinción, pero desde una perspectiva histórica que ilumina otros aspectos que no fueron destacados anteriormente por los clásicos.
En “El Estado y la revolución” Lenin dice que “…en 1852 Marx no plantea todavía el problema concreto de CON QUE se sustituirá la máquina del Estado que ha de ser destruida. La experiencia no había suministrado todavía materiales para esta cuestión, que la historia puso al orden del día más tarde, en 1871″. (11)
Del mismo modo, la experiencia histórica del fracaso de la revolución en Occidente y el ascenso al poder del fascismo, pusieron a Gramsci ante la evidencia de elementos que no habían sido aprehendidos con anterioridad y cuya comprensión se le aparecía imprescindible para encarar una transformación revolucionaria. Así, decía que “es necesario llamar violentamente la atención sobre el presente si lo queremos transformar. Pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad” (12)
Conocer la realidad presente para transformarla supone conocer, además, sus orígenes lejanos, su génesis. Con esta perspectiva abordó Gramsci el estudio del Estado italiano, desde su unificación hasta el régimen fascista. En esta indagación, produce una relación de conservación/superación con las aportaciones teóricas de los clásicos. Como señala Coutinho (13), Gramsci produce una “concretización” con respecto a los conceptos generales sobre el Estado formulados por los clásicos marxistas. Se eleva de la idea de que todo Estado es un Estado de clase, a la determinación de las formas que adquiere el carácter clasista en las sociedades capitalistas de Occidente del Siglo XX. Este paso de una formulación abstracta a otra concreta no es un movimiento tan sólo gnoseológico que profundiza el conocimiento, sino que se trata de un movimiento histórico-ontológico, ya que es al explicar la propia realidad que se realiza tal paso.
Gramsci tiene ante sí una experiencia históricamente nueva y sobre ella reflexiona a partir de los elementos de la teoría marxista y del leninismo, produciendo nuevas aportaciones teóricas que permiten, además de comprender la realidad -y por ello mismo- actuar sobre ella creadoramente para transformarla.
En este proceso, Buci-Glucksmann y Macciocchi coinciden en destacar que Gramsci retiene del leninismo tres componentes estratégicos: una teoría de la revolución como creación de un Estado nuevo partiendo de las masas, que ejerce la dictadura en vinculación con su poder hegemónico; una teoría del imperialismo, como etapa superior del capitalismo, que crea otras condiciones nacionales/ internacionales; y una teoría del partido como fuerza dirigente (vanguardia) de la revolución (14).
2- La ampliación del concepto de estado
El fracaso de la revolución en Occidente hace reflexionar a Gramsci sobre las causas profundas de la derrota y sobre la estrategia revolucionaria encaminada a la destrucción de un poder capitalista enormemente fuerte, resistente al colapso económico y a los períodos de crisis, que lograba recuperarse y alcanzaba una estabilización consensual (15).
La confianza y el optimismo de los fundadores del materialismo histórico y de sus sucesores en la inminencia del “derrumbe” capitalista, dieron paso a una reflexión más aguda e intensa sobre las nuevas condiciones en que se desarrollaría la lucha del proletariado para construir el socialismo.
La cuestión del Estado aparece, entonces, ligada a la necesidad de desentrañar la forma concreta que adquiere la supremacía burguesa, pero no con un afán teórico-cognoscitivo abstracto, sino como requisito para implementar una lucha exitosa, una praxis política verdadera y eficazmente revolucionaria, en un contexto en el cual el desarrollo capitalista de las fuerzas productivas está acompañado por un desarrollo complejo de las superestructuras, que deviene en la conformación de un sólido “bloque histórico”, que torna más compleja la lucha revolucionaria.
Precisamente las transformaciones operadas en el capitalismo occidental, y la consecuente reformulación de la relación sociedad/ Estado, llevan a Gramsci a realizar una serie de reflexiones que constituyen búsquedas incesantes por encontrar las raíces de aquellas transformaciones, su sentido último, y la definición de una estrategia revolucionaria acertada. En esa búsqueda aparecen cambios, oscilaciones y no pocas contradicciones (16), que pueden ser atribuidos tanto a las condiciones en que fueron producidas las notas -bajo la censura del carcelero fascista-, como al hecho mismo de que el proceso de reflexión de Gramsci fue dado a conocer “en bruto”, sin que el autor haya podido seleccionar y ordenar su producción en el sentido en que hubiera deseado su publicación. No obstante, aún en la forma en que son conocidas proveen un riquísimo material teórico para el análisis de la dominación en las sociedades contemporáneas.
En las “Notas de Maquiavelo” Gramsci, utilizando el lenguaje de la estrategia militar y produciendo un cambio en la concepción marxista clásica sobre la sociedad civil, advierte que en los estados más avanzados ésta “se ha convertido en una superestructura muy compleja y resistente a las «irrupciones catastróficas» del elemento económico inmediato (crisis, depresiones, etc.); las superestructuras de la sociedad civil son como el sistema de trincheras de la guerra moderna” (17)
En esta nota Gramsci modifica el concepto de sociedad civil concebido como el lugar de las relaciones económicas. La ubicación de la sociedad civil (18) en el plano de las superestructuras constituye una singularidad de su pensamiento, encaminada a elucidar otras cuestiones que el presente le plantea. Gramsci formula estas reflexiones frente a las concepciones economicistas que esperaban tranquilamente que las contradicciones de la estructura desenvocaran en la revolución, ya que serían “entendidas” en forma inmediata por las masas, en un proceso unidireccional y directo.
Por otra parte, también se planteó Gramsci, como ya lo hiciera tempranamente, la necesidad de salir al cruce de la concepción del Estado como simple instrumento en manos de una clase dotada de voluntad preconstituida, concepción ligada a toda una tradición maximalista del movimiento obrero italiano, “que hablaba siempre de la lucha de clases” -como él decía- sin proceder a un análisis concreto de las relaciones de fuerzas que se dan en el Estado, que simplificaba la cuestión del Estado en enunciados generales, sin profundizar en su real dimensión y significado en la realidad italiana concreta, ovnubilada por el rasgo represivo de los “aparatos de dominación” como elemento excluyente y simplificado de la complejidad conceptual y fáctica del Estado.
texto publicado en enero de 2013 en el blog Marx desde cero con aportaciones de Mabel Thwaites Rey y de Daniel Campione
publicado en dos mensajes en el Foro
---mensaje nº 1---
La ampliación del concepto de Estado y la consiguiente reformulación del concepto de hegemonía producida por Gramsci es uno de los aportes más significativos a la teoría del Estado contemporánea. Más allá de contradicciones y debilidades ya muy bien señaladas por diversos autores, es preciso destacar como, al indagar sobre el aspecto consensual de la dominación, Gramsci realiza un invalorable aporte para desentrañar la complejidad de la dominación burguesa en las sociedades de capitalismo desarrollado. La relación entre coerción y consenso, entre dirección intelectual y moral y dominio, entre hegemonía y dominación, indisolublemente ligadas a las bases materiales de producción y reproducción de la vida social, constituyen los términos nodales de la reflexión gramsciana de mayor relevancia para entender nuestras sociedades.
El presente trabajo se propone, a partir de analizar el itinerario teórico de Gramsci sobre la cuestión del Estado desde la época de L’Ordine Nuovo hasta sus reflexiones carcelarias.
En una de sus obras más conocidas, Notas sobre Maquiavelo, Gramsci plantea: “Estado = sociedad política + sociedad civil, es decir, hegemonía acorazada de coerción”. En esa presentación el Estado va mas allá de lo que se considera jurídicamente como tal, e incorpora lo que Marx llamaba “los medios de producción ideológica”, como la Iglesia, los partidos políticos, los sindicatos, que expanden una visión del mundo y organizan a las masas.
Gramsci introduce así una noción ampliada del Estado, que lleva como consecuencia a la idea de que el Estado en sentido jurídico-político puede (y debería) ser absorbido por la sociedad civil, en cuanto es expresión de dominio de clase:
[...] es preciso hacer constar que en la noción general del Estado entran elementos que deben ser referidos a la noción de sociedad civil (se podría señalar al respecto que Estado = sociedad política + sociedad civil, vale decir hegemonía revestida de coerción.) En una doctrina del Estado que conciba a éste como pasible de agotamiento parcial y de disolución en la sociedad regulada, el argumento es fundamental. El elemento Estado-coerción se puede considerar agotado a medida que se afirman elementos cada vez más conspicuos de sociedad regulada (o Estado ético o sociedad civil).
¿Por qué amplía la noción de Estado incluyendo a la sociedad civil? Más allá de las contradicciones que aparecen a lo largo de todo el trabajo carcelario de Gramsci -como muy bien advierte Perry Anderson (1)- en torno a los conceptos de Estado, sociedad civil y hegemonía, es importante destacar que Gramsci, ahondando en esta problemática, pretende advertir que el fenómeno de la dominación en las sociedades capitalistas modernas es un proceso complejo en el que además de los aparatos de coerción, que representan una especie de “límite último” que garantiza la pervivencia del orden burgués, interviene toda una serie de mecanismos de transmisión ideológica tendentes a lograr un consenso que le otorga bases más sólidas a la dominación. Así, hace un análisis profundo de las formas mediante las cuales las clases dominantes conservan su supremacía en las sociedades de capitalismo desarrollado, que resultan resistentes a la “irrupción inmediata del elemento económico”, a las contradicciones estructurales. Es decir que, lejos de producirse acomodamientos político-ideológicos (superestructurales) automáticos ante crisis o transformaciones económicas, como creían las interpretaciones economicistas y mecanicistas, las posibilidades de transformación radical de la sociedad que estos movimientos económicos parecían brindar se encontraban limitadas por la existencia de todo un entramado ideológico que afirmaba el orden existente, más allá de los cimbronazos en la “base”. La “relativa autonomía” de los fenómenos ideológico-culturales respecto a los vaivenes de la economía, que ya había sido analizada por Marx, es abordada por Gramsci en profundidad para entender cuáles son los mecanismos que determinan el “atraso” de la dimensión política respecto a la economía, y especificar por qué los dos momentos no se corresponden de manera directa sino que tienen una articulación compleja. En esta indagación, justamente adquiere relevancia el análisis no sólo del papel de la ideología en las sociedades modernas, sino de las formas específicas que adopta.
A- LAS REFLEXIONES SOBRE EL ESTADO ANTES DE LA CÁRCEL
1- El Estado como lugar de constitución de la clase dominante
Tempranamente Gramsci concibe al Estado no como mero “instrumento” de la clase dominante, que lo toma y usa como tal, sino como el lugar donde la clase dominante se unifica y constituye para materializar su dominación no solamente mediante la fuerza, sino por una complejidad de mecanismos que garantizan el consentimiento de las clases subalternas.
“Las leyes de la historia estaban dictadas por la clase propietaria organizada en el Estado. El Estado fue siempre el protagonista de la historia, porque en sus organismos se concentra la potencia de la clase propietaria; en el estado la clase propietaria se disciplina y se unifica, por sobre las disidencias y los choques de la competencia, para mantener intacta la condición de privilegio en la faz suprema de la competencia misma: la lucha de clases por el poder, por la preeminencia en la dirección y ordenamiento de la sociedad” (2)
Gramsci advierte que, dado que la clase burguesa se divide en una infinidad de capas con intereses eventualmente contradictorios, signadas por la competencia que impone el capitalismo, necesita de un Estado unificador que recomponga jurídica y políticamente su propia unidad. El Estado, lejos de poder ser manipulado a voluntad por la clase dominante como una maquinaria exterior a ella, juega un papel central en su unificación-constitución (3). Los rasgos de una concepción más “estructural” del Estado están presentes en este escrito, en el que más adelante dice:
“Las instituciones del estado capitalista están organizadas para los fines de la libre competencia: no basta cambiar el personal para orientar en otro sentido su actividad”.
De ahí que la cuestión central no esté sólo en identificar la pertenencia de clase del personal del Estado, ni puedan cifrarse esperanzas en su remoción para cambiar el carácter capitalista del mismo. Para Gramsci se trata, entonces, de la destrucción del aparato de Estado y de las relaciones sociales que le dan sustento.
[...] un sistema de principios que afirmen como fin del estado su propio fin, [...] su propio desaparecer, o sea, la reabsorción de la sociedad política en la sociedad civil.
[...] los hechos más importantes de la historia francesa desde 1870 hasta nuestros días no se han debido a iniciativas de organismos políticos derivados del sufragio universal sino a iniciativas de organismos privados [...] o de grandes funcionarios desconocidos por la gente del país, etc. Pero ¿qué significa esto sino que por “Estado” debe entenderse no sólo el aparato gubernamental sino también el aparato “privado” de hegemonía o sociedad civil? (4)
2- La Construcción de un estado de “nuevo tipo“
El triunfo de la Revolución de Octubre y el ascenso de las luchas revolucionarias y populares en Europa, con posterioridad a la 1ª Guerra Mundial, hicieron pensar a los dirigentes de la III Internacional en el derrumbe del capitalismo, y que se sucederían las revoluciones que afianzarían el poder de la clase obrera internacional. La estrategia de Lenin para el naciente estado socialista se basaba en esta convicción.
En este contexto, las reflexiones de Gramsci acerca del Estado aparecen ligadas a la necesidad de crear las premisas para la construcción de un estado de nuevo tipo, con instituciones esencialmente distintas a las burguesas, que arraiguen en la clase obrera a la manera de los “soviets”, pero con la particularidad italiana.
Gramsci está convencido de que sólo la destrucción del viejo Estado burgués puede hacer nacer el nuevo Estado proletario, cuyas características, por naturaleza incompatibles con las del precedente, se definen así:
“el Estado proletario no es la seudodemocracia burguesa, forma hipócrita de la dominación oligárquica financiera, sino la democracia proletaria que emancipará a las masas trabajadoras; no el parlamentarismo sino el autogobierno de las masas a través de su propio sistema de representación (…) La forma concreta del Estado es el poder de los Consejos y de las organizaciones del mismo tipo” (6)
Por eso, en “La conquista del Estado” Gramsci dirá que “el estado socialista no puede encarnarse en las instituciones del estado capitalista, sino que es una creación fundamentalmente nueva con respecto a éstas y con respecto a la historia del proletariado”. De ahí que “la fórmula «conquista del Estado» debe ser entendida en este sentido creación de un nuevo tipo de estado, originado en la experiencia asociativa de la clase proletaria, y sustitución por éste del estado democrático-parlamentario” (7)
El germen del nuevo Estado se encuentra, en Italia, en la experiencia de los Consejos de fábrica apuntalados por la revista L’Ordine Nuovo, de la que Gramsci forma parte. Así, en “Sindicatos y Consejos” dirá que, a diferencia de los sindicatos, donde florecen las tendencias burocráticas funcionales al mantenimiento del sistema capitalista: “el Consejo de fábrica es el modelo del estado proletario. Todos los problemas que son inherentes a la organización del estado proletario, son inherentes a la organización del Consejo”. (8.)
El Estado socialista deberá resultar, entonces, de la articulación de los diversos Consejos de fábrica en un Consejo Ejecutivo Central, al cual deberán sumarse los Consejos de Campesinos. Y esta tarea debe ser efectuada desde el presente, desde la realidad concreta en la que se actúa. Porque:
“el Estado socialista existe ya potencialmente en las instituciones de la vida social características de la clase obrera explotada. Relacionar esos institutos entre ellos, coordinarlos y subordinarlos en una jerarquía de competencias y de poderes, concentrarlos intensamente, aún respetando las necesarias autonomías y articulaciones, significa crear ya desde ahora una verdadera y propia democracia obrera en contraposición eficiente y activa con el Estado burgués, preparada ya desde ahora para sustituir al Estado burgués en todas sus funciones esenciales de gestión y de dominio del patrimonio nacional”. (9)
Es importante destacar como esta idea de crear “ya desde ahora” una democracia obrera, de disputar en el seno mismo del orden burgués la dirección de la sociedad, construyendo instituciones más aptas para el desarrollo pleno de las fuerzas productivas, es retomado después, en la cárcel, en la idea de que la clase obrera debe conquistar la hegemonía aún antes de la toma del poder.
Por otra parte, la idea de encontrar y desarrollar en el propio seno de la sociedad burguesa las instituciones que reemplazarán el orden estatal dominante, refuerza la visión anti-instrumental del Estado y pone de manifiesto la complejidad de relaciones que se expresan en todo fenómeno estatal, y los límites materiales para la construcción de un nuevo orden.
En tal sentido, y siguiendo los conceptos fundamentales de “La ideología alemana”, Gramsci sostiene que
“La historia es un continuo hacerse, por consiguiente es esencialmente imprevisible. Pero esto no significa que «todo» sea imprevisible en el hacerse de la historia, que la historia sea el campo del arbitrio y del capricho irresponsable. La historia es al mismo tiempo libertad y necesidad. Las instituciones, en cuyo desarrollo y actividad se encarna la historia, nacieron y perduran porque tienen un deber y una misión para realizar. Surgieron y se desarrollaron determinadas condiciones objetivas de producción de los bienes materiales y de conciencia espiritual de los hombres”. (10)
B- EL ANALISIS DEL ESTADO EN LOS CUADERNOS DE LA CÁRCEL
1- Una nueva realidad
Gramsci, como Marx, Engels y Lenin, aborda la cuestión del Estado partiendo de dos premisas fundamentales: su carácter de clase y la necesidad de su destrucción/extinción, pero desde una perspectiva histórica que ilumina otros aspectos que no fueron destacados anteriormente por los clásicos.
En “El Estado y la revolución” Lenin dice que “…en 1852 Marx no plantea todavía el problema concreto de CON QUE se sustituirá la máquina del Estado que ha de ser destruida. La experiencia no había suministrado todavía materiales para esta cuestión, que la historia puso al orden del día más tarde, en 1871″. (11)
Del mismo modo, la experiencia histórica del fracaso de la revolución en Occidente y el ascenso al poder del fascismo, pusieron a Gramsci ante la evidencia de elementos que no habían sido aprehendidos con anterioridad y cuya comprensión se le aparecía imprescindible para encarar una transformación revolucionaria. Así, decía que “es necesario llamar violentamente la atención sobre el presente si lo queremos transformar. Pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad” (12)
Conocer la realidad presente para transformarla supone conocer, además, sus orígenes lejanos, su génesis. Con esta perspectiva abordó Gramsci el estudio del Estado italiano, desde su unificación hasta el régimen fascista. En esta indagación, produce una relación de conservación/superación con las aportaciones teóricas de los clásicos. Como señala Coutinho (13), Gramsci produce una “concretización” con respecto a los conceptos generales sobre el Estado formulados por los clásicos marxistas. Se eleva de la idea de que todo Estado es un Estado de clase, a la determinación de las formas que adquiere el carácter clasista en las sociedades capitalistas de Occidente del Siglo XX. Este paso de una formulación abstracta a otra concreta no es un movimiento tan sólo gnoseológico que profundiza el conocimiento, sino que se trata de un movimiento histórico-ontológico, ya que es al explicar la propia realidad que se realiza tal paso.
Gramsci tiene ante sí una experiencia históricamente nueva y sobre ella reflexiona a partir de los elementos de la teoría marxista y del leninismo, produciendo nuevas aportaciones teóricas que permiten, además de comprender la realidad -y por ello mismo- actuar sobre ella creadoramente para transformarla.
En este proceso, Buci-Glucksmann y Macciocchi coinciden en destacar que Gramsci retiene del leninismo tres componentes estratégicos: una teoría de la revolución como creación de un Estado nuevo partiendo de las masas, que ejerce la dictadura en vinculación con su poder hegemónico; una teoría del imperialismo, como etapa superior del capitalismo, que crea otras condiciones nacionales/ internacionales; y una teoría del partido como fuerza dirigente (vanguardia) de la revolución (14).
2- La ampliación del concepto de estado
El fracaso de la revolución en Occidente hace reflexionar a Gramsci sobre las causas profundas de la derrota y sobre la estrategia revolucionaria encaminada a la destrucción de un poder capitalista enormemente fuerte, resistente al colapso económico y a los períodos de crisis, que lograba recuperarse y alcanzaba una estabilización consensual (15).
La confianza y el optimismo de los fundadores del materialismo histórico y de sus sucesores en la inminencia del “derrumbe” capitalista, dieron paso a una reflexión más aguda e intensa sobre las nuevas condiciones en que se desarrollaría la lucha del proletariado para construir el socialismo.
La cuestión del Estado aparece, entonces, ligada a la necesidad de desentrañar la forma concreta que adquiere la supremacía burguesa, pero no con un afán teórico-cognoscitivo abstracto, sino como requisito para implementar una lucha exitosa, una praxis política verdadera y eficazmente revolucionaria, en un contexto en el cual el desarrollo capitalista de las fuerzas productivas está acompañado por un desarrollo complejo de las superestructuras, que deviene en la conformación de un sólido “bloque histórico”, que torna más compleja la lucha revolucionaria.
Precisamente las transformaciones operadas en el capitalismo occidental, y la consecuente reformulación de la relación sociedad/ Estado, llevan a Gramsci a realizar una serie de reflexiones que constituyen búsquedas incesantes por encontrar las raíces de aquellas transformaciones, su sentido último, y la definición de una estrategia revolucionaria acertada. En esa búsqueda aparecen cambios, oscilaciones y no pocas contradicciones (16), que pueden ser atribuidos tanto a las condiciones en que fueron producidas las notas -bajo la censura del carcelero fascista-, como al hecho mismo de que el proceso de reflexión de Gramsci fue dado a conocer “en bruto”, sin que el autor haya podido seleccionar y ordenar su producción en el sentido en que hubiera deseado su publicación. No obstante, aún en la forma en que son conocidas proveen un riquísimo material teórico para el análisis de la dominación en las sociedades contemporáneas.
En las “Notas de Maquiavelo” Gramsci, utilizando el lenguaje de la estrategia militar y produciendo un cambio en la concepción marxista clásica sobre la sociedad civil, advierte que en los estados más avanzados ésta “se ha convertido en una superestructura muy compleja y resistente a las «irrupciones catastróficas» del elemento económico inmediato (crisis, depresiones, etc.); las superestructuras de la sociedad civil son como el sistema de trincheras de la guerra moderna” (17)
En esta nota Gramsci modifica el concepto de sociedad civil concebido como el lugar de las relaciones económicas. La ubicación de la sociedad civil (18) en el plano de las superestructuras constituye una singularidad de su pensamiento, encaminada a elucidar otras cuestiones que el presente le plantea. Gramsci formula estas reflexiones frente a las concepciones economicistas que esperaban tranquilamente que las contradicciones de la estructura desenvocaran en la revolución, ya que serían “entendidas” en forma inmediata por las masas, en un proceso unidireccional y directo.
Por otra parte, también se planteó Gramsci, como ya lo hiciera tempranamente, la necesidad de salir al cruce de la concepción del Estado como simple instrumento en manos de una clase dotada de voluntad preconstituida, concepción ligada a toda una tradición maximalista del movimiento obrero italiano, “que hablaba siempre de la lucha de clases” -como él decía- sin proceder a un análisis concreto de las relaciones de fuerzas que se dan en el Estado, que simplificaba la cuestión del Estado en enunciados generales, sin profundizar en su real dimensión y significado en la realidad italiana concreta, ovnubilada por el rasgo represivo de los “aparatos de dominación” como elemento excluyente y simplificado de la complejidad conceptual y fáctica del Estado.
Última edición por pedrocasca el Sáb Ene 12, 2013 12:18 pm, editado 1 vez