En La Plata, mi ciudad de residencia, se aplicará plan de alfabetización cubano.
Hurra.
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Hurra.
Se embarcan en un plan cubano por el gran sueño: leer y escribir
Usan un método pedagógico que avanza en los barrios
Mirta Rivas, una de las voluntarias que enseña a leer y escribir, frente al pizarrón. En La Plata, más de 6 mil personas no terminaron la escuela primaria
Ramón Rudas, changarín, 52 años, no reconoce las letras, y firma valiéndose del pulgar. “Las veces que me han estafado con trabajos…”, se lamenta este chaqueño que nació en el medio del monte y creció sin recursos de ningún tipo para acceder a la educación básica. Radicado junto a su familia en Altos de San Lorenzo hace doce años, integra la población de vecinos que no completó la escuela primaria (6.094 personas en esta ciudad según los datos relevados en el último censo) y ahora se propone aprender a leer y escribir. Lo hace a través de un programa en el que conjugan esfuerzos la Comuna y organizaciones sociales que persiguen un sólo propósito: analfabetismo 0 en La Plata.
El plan pedagógico, “Yo sí puedo”, llegó desde Cuba, donde se aplicó hace ya muchos años consiguiendo erradicar el analfabetismo. Exportado del país caribeño a una treintena de naciones, entre 2002 y 2009 se alfabetizaron cerca de tres millones y medio de personas. Se trata de un riguroso protocolo de 65 video-clases, desarrollado por la educadora Leonela Relys, que se basa en los números, una herramienta conocida aun para los analfabetos, que la utilizan a diario, por la mera experiencia, sin haberla aprendido formalmente. A cada dígito le corresponde una letra y así, los alumnos, van articulando las palabras hasta llegar a la escritura y la lectura.
voluntarios
Para Mirta Rivas (30), la voluntaria que se presta como facilitadora del método de alfabetización, es un “desafío enorme” conseguir que Ramón finalice con éxito este curso de tres meses y medio que le permitirá compartir con su familia, su entorno y la comunidad en general un código para él hasta ahora vedado. La joven, que es ama de casa, está casada, tiene un hijo de 8 años y otro en camino, presta de lunes a viernes una hora de su vida cotidiana a esta misión para la que fue convocada, en su sede de 93 entre 13 y 14, el Ejército de Salvación. Imagina, y ya se emociona al hacerlo, el momento en que, como una suerte de “examen final”, su alumno escriba una carta de agradecimiento a quien considere un destinatario válido con la que acreditará su condición de persona alfabetizada.
“Me gusta ayudar y ser útil en algo. Como no trabajo fuera de mi casa y me queda algo de tiempo, puedo colaborar para que algunas personas aprendan la lecto-escritura, algo que parece elemental para la mayoría de la gente pero que significa una falta muy grande para quienes no la conocen”, dice Mirta, a quien sólo se le pidió como requisitos saber leer y escribir, tener capacidad para la comprensión de textos y la voluntad de enseñar.
Por ahora, a una semana de iniciada esta prueba que ya intentó otras veces pero que por distintas circunstancias no logró concluir, Ramón pone paciencia y esmero para incorporar las vocales escritas. Porque una vez que las identifique con el número que a cada una le corresponde según la correlación establecida en el programa, ya será capaz de dibujar las letras por sí mismo. “Ahora es mi esposa la que me lee cuando necesito saber algo, pero espero llegar a aprender y arreglarme solo”, confía este padre que se preocupó muy especialmente en que sus hijos terminaran la escuela primaria. “No les podía pasar lo mismo que a mí”, concluye.
Banda Vakevich -64- cuenta una historia parecida. De la provincia de Misiones, hija de un matrimonio de campesinos “la escuela no era obligatoria allá cuando yo era chica”, explica. Además, era todavía una niña cuando tuvo que salir a trabajar. Ella aprendió a firmar, pero a eso sólo se limita su escritura y cuando se le pregunta si su raro nombre se escribe con “B” o con “V”, indica rápidamente que no sabe. Las letras le cuestan. Siempre le han costado, y es por eso que abandonó cada vez que, en distintas etapas de su vida, inició las clases para aprender a leer y a escribir. Ahora asegura que no va a “aflojar”. Muy creyente, asiste a los oficios protestantes del Ejército de Salvación de su barrio. y hacía allí está encaminado su objetivo: “Quiero llegar a leer la Biblia”, se entusiasma.
tres meses y medio
Según afirma Ana Larcamón, la coordinadora municipal de “Yo sí puedo”, el resultado del plan de alfabetización está garantizado. “En tres meses y medio un adulto analfabeto aprende a leer y a escribir -precisa-. Por eso estamos encarando este programa, que vamos a ampliar el año que vive en las zonas donde vive una gran cantidad de horticultores, un sector en el que sabemos que hay personas iletradas. Muchos conocen las letras, pero no las pueden organizar para la lecto-escritura, y es increíble cómo les cambia la vida cuando adquieren esa herramienta tan fundamental para la comunicación”.
Para avanzar en el cometido, y acercarse por lo menos en una primera instancia a la meta que plantea la Unesco, que es reducir el analfabetismo en un 50 por ciento en dos años, los organizadores del “Yo sí puedo” platense están contactándose con distintas ONGs. “Por ahora, entre Altos de San Lorenzo y la sede de Villa Elvira, en 609 entre 6 y 7, hay unos diez adultos incorporados al programa. Queremos explicarles a las organizaciones sociales que se interesen cómo es el método para que lo difundan”, anticipa Larcamón.
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