"Los lejanos orígenes de las luchas de clase"
texto de Hebe Levene
publicado en el blog "Progresismo y reacción; historia y presente"
“Para aliviarnos de nuestra pobreza bastaría con las sobras de nuestros tiranos. Si quisieran cedernos lo superfluo mientras es tiempo, podríamos aun agradecérselo y atribuirlo a la humanidad. Pero incluso lo que les sobra les parece demasiado para nosotros. La escasez que nos aflige, la realidad de nuestra miseria no hace más que lisonjearlos, mostrándole todo el precio de su opulencia. Venguémonos con nuestras lanzas mientras nos queden fuerzas para ello. Los Dioses son testigos de que hablo así por hambre de pan y no por sed de venganza.”
(Coriolano, Acto I; exhortación de un ciudadano, en medio de un tumulto popular) - William Shakespeare
Hector P. Agosti cita en la página 61 de su libro: “Mito Liberal”, en todo sentido ¡tan recomendable!, esta reflexión de Lenin:
“Si la táctica de la burguesía fuese siempre igual, o por lo menos homogénea, la clase obrera aprendería rápidamente a responder a ella con una táctica también igual y homogénea. Pero, de hecho, la burguesía en todos los países adopta, invariablemente dos sistemas de gobierno, dos métodos de lucha por sus intereses y en defensa de su dominio, métodos que van alternándose o que se entrelazan en las más distintas combinaciones. Es, en primer término, el método de la violencia, el método que no admite concesión alguna al movimiento obrero, el método que apoya a todas las instituciones viejas y ya caducas, el método que rechaza rotundamente las reformas. (…) El segundo método es el del “liberalismo”, el de dar pasos en el sentido del desarrollo de los derechos políticos, en el sentido de las reformas, de concesiones, etc.”
Pero esas tácticas que tan bien analiza el líder soviético, refiriéndose en este caso al dominio de la burguesía capitalista sobre la clase obrera, seguramente fueron usadas, aunque no por burgueses ni sobre obreros en el sentido moderno, pero sí, por las clases dominantes sobre la plebe y todos aquellos que habían sometido, para que las mantuvieran en situación de privilegio desde cientos de años antes de Cristo.
De la Roma antigua han quedado fehacientes documentos que demuestran la existencia de luchas sociales en el siglo II a.C.; por ejemplo, las protagonizadas por Tiberio y su hermano Cayo Graco.
Tenemos de Tiberio Graco este discurso al pueblo de Etruria:
“Los animales del campo en Italia tienen al menos sus guaridas, pero los hombres que por Italia vierten su sangre, no tienen más que la luz que los alumbra y el aire que respiran. Vagan sin casa, sin morada, con sus mujeres y sus hijos. Mienten los generales cuando los exhortan a combatir por sus tumbas y sus hogares. ¿Hay uno sólo entre todos los romanos que tenga todavía el hogar de su casa y la tumba de sus antecesores? No luchan y mueren sino para sostener el lujo de los demás. Se los titula los dueños del mundo y no tienen nada de su propiedad, ni siquiera un pedazo de tierra.”
Tiberio Graco en el año -133 fue nombrado Tribuno por el bando popular. Nieto de Escipión el Africano, aunque pertenecía a una noble familia había simpatizado siempre con la causa de los más oprimidos. De vida virtuosa, inteligente y valiente, el pueblo lo admiraba y más lo admiró cuando, recién nombrado Tribuno, quiso mejorar la pésima situación a la que había sido reducido el campesinado romano y mandó al Senado un proyecto de ley de Reforma Agraria: nadie podía poseer más de 200 hectáreas de tierras públicas y el sobrante debía ser devuelto al Estado, que lo distribuiría entre los pobres a razón de 12 hectáreas por familia. La mayoría del Senado no lo recibió bien y cuando se estaban haciendo planes para la distribución de 70.000 hectáreas,el bando oligarca acumuló cargos contra él, lo acusó de demagogo y lo mató a palos, arrastrando después su cuerpo por la calle, hasta el Tíber, para arrojarlo al río, dejándolo sin sepultura, como se hacía con los delincuentes más perversos.
Diez años después de la muerte de Tiberio, el partido popular eligió como Tribuno a su hermano menor: Cayo. Fogoso orador, tan indignado contra la injusticia reinante como su hermano, se propuso, con la intención de mejorarla, aún superar los proyectos de Tiberio. Comenzó obrando con cautela, sin oponerse abiertamente a los ricos. Primero tomó algunas medidas que favorecía a los caballeros y senatoriales. Después repartió gratuitamente trigo a los pobres; construyó obras públicas para darles trabajo; y estableció colonias agrícolas en las provincias conquistadas. Sin embargo, cuando quiso conceder la ciudadanía a todos los italianos, los romanos pobres temieron perder sus privilegios si los compartían, y dejaron de apoyarlo. Abandonado por sus propios partidarios, amenazado de muerte por los poderosos, al verse perdido, le pidió a un esclavo fiel que le quitara la vida, el esclavo lo hizo y seguidamente se mató.
Discurso de Cayo Graco a los Censores que lo acusaban:
“Diez campañas me obliga a hacer la ley, he hecho doce. Después de un año puedo dejar mi cargo y hace tres que soy cuestor. No hay festines en mi casa; no he gastado los dineros públicos ni he recibido un as de regalo. Los cinturones que he llevado con dinero los he traído de vuelta vacios. Otros hay que llevaron alforjas plenas de vino y las retornaron repletas de oro.”
Pero hay testimonios anteriores. Del siglo IV a.C., nos llegan huellas de lucha de clases: la llamada “Reforma de Servio Tulio” fue una; sobre ella han escrito historiadores y comentaristas como Tito Livio entre otros. Servio Tulio, hijo de una esclava, criado por la importante familia de los Tarquinos se casó con una hija de Tarquino el Antiguo.
Al rey Servio Tulio, se le atribuyen obras muy importantes, como el muro de Roma (muralla servia) del cual quedan algunos restos, pero la más trascendente fue la Reforma institucional que provocó el censo que pretendió ordenar la población según la fortuna, sin tener en cuenta el origen, algo que antes se había hecho en Atenas, impulsada por Solón y Clístenes, pero que a Sergio Tulio le costó la vida, porque su yerno Tarquino el Soberbio, defensor de la aristocracia, lo asesinó.
Según palabras de Tito Livio, los “padres” quedaron descontentos con el reparto de las tierras conquistadas entre los plebeyos, algo que estimulado por Tarquino el Soberbio permitió rechazar la Reforma y asesinar a su autor.
Si bien Servio Tulio fue tan querido por los plebeyos, que todos los meses celebraban una fiesta en su honor, también es muy posible que esa Reforma que lo comprometía tanto a él, no los hubiera beneficiado tanto a ellos, pero sí a los que tenían riqueza, con lo que los plebeyos hubieran quedado igualmente frustrados.
Sobre este tema escribe Engels: “Antes de suprimirse en Roma el cargo de rex, quedó suprimido el antiguo orden social, fundado en los vínculos de la sangre y lo sustituyó una verdadera Constitución de Estado, basada en la división territorial y en las diferencias de fortuna (Timocracia). La fuerza pública consistía aquí en el conjunto de los ciudadanos sujetos al servicio militar, no sólo contrapuesto a los esclavos, sino también a la clase proletaria, excluida del servicio militar y de llevar armas.” Las tierras conquistadas se repartían sólo entre los que pertenecían a la clase dominante, los que hacían el servicio militar.
Sin esclavitud y sin feudalismo, subyace en las diferencias de clases de nuestra sociedad capitalista un núcleo inalterado de primitivismo conceptual:
Citaba Tito Livio (59 A.C.) un discurso de Tarquino el Soberbio (534 A.C.), último de los reyes etruscos de Roma, a los Senadores refiriéndose a Servio Tulio: “Protegió a la clase inferior, a la cual pertenecía él mismo y, envidiando la posición honorable de los otros, ha dividido entre las personas más despreciables las tierras tomadas a los primeros hombres del Estado. Le ha impuesto a los nobles las obligaciones que siempre habían sido comunes a todos. Ha ordenado el censo para que se conozca la situación de los ricos y suscite la envidia y para tener a mano la fuente a la cual recurrir en caso de necesidad, para satisfacer a los ávidos.”(Livio.1.47)
En nuestro tiempo, Héctor Agosti cita del discurso del senador Villafañe en el Congreso argentino en 1926: “…Llámense radicales o lo que sea, si caemos con un gobierno débil, la chusma se ha de levantar como un solo hombre para atropellar y asesinar a los que tienen algo.” Agosti, “Nación y Cultura”, pag. 215.
¿Veinticinco siglos no han sido suficientes para cambiar demasiado al hombre y a la sociedad?
¿O es que hay algo ya exasperadamente vetusto en nuestra actual organización social que choca con el conjunto de la evolución?
En la mitad del II milenio A.C. –hace 3500 años- los babilónicos, contemporáneamente con los egipcios, ponen los cimientos del álgebra y crean ciudades.
Aunque sólo las mencione la tradición, se da por segura la existencia en estas civilizaciones de revueltas campesinas; por lo tanto, desde entonces debió haber grupos de privilegiados que, para cuidar sus privilegios, ya usarían los mismos métodos de los que nos habla Lenin.
Como en todo par dialéctico, la lucha de clases acompaña como sombra al cuerpo la existencia de clases dominantes y dominadas. En las sociedades de clase siempre hay lucha de clases. La “paz social”, que ciertamente predomina en ellas mientras se conservan estables, también es producto de su esencia contradictoria. En estos casos, la armonía de las clases es un logro de las clases dominantes, un triunfo de su hegemonía, que no suprime ni pretende suprimir la existencia de intereses que las oponen, antagónicamente, a las dominadas.
El corolario ya fue pensado por Marx: la lucha de clases cesará con el advenimiento de la sociedad sin clases. Es la resolución lógica del conflicto; por lo tanto, será su resolución histórica.
Bibliografía
Reflexión de Lenín sobre los métodos de la clase dominante para mantener el poder.
Agosti. “Mito Liberal” pag: 61.
Las luchas sociales en la Roma del siglo II. Los Gracos. Consecuencias de su fracaso.
Drago: Historia Antigua y Medieval
Las luchas sociales en la Roma del siglo IV. Su triunfo: Tribunos de la plebe.
Kovaliof: Historia de Roma. Pag. 75 y 76.
texto de Hebe Levene
publicado en el blog "Progresismo y reacción; historia y presente"
“Para aliviarnos de nuestra pobreza bastaría con las sobras de nuestros tiranos. Si quisieran cedernos lo superfluo mientras es tiempo, podríamos aun agradecérselo y atribuirlo a la humanidad. Pero incluso lo que les sobra les parece demasiado para nosotros. La escasez que nos aflige, la realidad de nuestra miseria no hace más que lisonjearlos, mostrándole todo el precio de su opulencia. Venguémonos con nuestras lanzas mientras nos queden fuerzas para ello. Los Dioses son testigos de que hablo así por hambre de pan y no por sed de venganza.”
(Coriolano, Acto I; exhortación de un ciudadano, en medio de un tumulto popular) - William Shakespeare
Hector P. Agosti cita en la página 61 de su libro: “Mito Liberal”, en todo sentido ¡tan recomendable!, esta reflexión de Lenin:
“Si la táctica de la burguesía fuese siempre igual, o por lo menos homogénea, la clase obrera aprendería rápidamente a responder a ella con una táctica también igual y homogénea. Pero, de hecho, la burguesía en todos los países adopta, invariablemente dos sistemas de gobierno, dos métodos de lucha por sus intereses y en defensa de su dominio, métodos que van alternándose o que se entrelazan en las más distintas combinaciones. Es, en primer término, el método de la violencia, el método que no admite concesión alguna al movimiento obrero, el método que apoya a todas las instituciones viejas y ya caducas, el método que rechaza rotundamente las reformas. (…) El segundo método es el del “liberalismo”, el de dar pasos en el sentido del desarrollo de los derechos políticos, en el sentido de las reformas, de concesiones, etc.”
Pero esas tácticas que tan bien analiza el líder soviético, refiriéndose en este caso al dominio de la burguesía capitalista sobre la clase obrera, seguramente fueron usadas, aunque no por burgueses ni sobre obreros en el sentido moderno, pero sí, por las clases dominantes sobre la plebe y todos aquellos que habían sometido, para que las mantuvieran en situación de privilegio desde cientos de años antes de Cristo.
De la Roma antigua han quedado fehacientes documentos que demuestran la existencia de luchas sociales en el siglo II a.C.; por ejemplo, las protagonizadas por Tiberio y su hermano Cayo Graco.
Tenemos de Tiberio Graco este discurso al pueblo de Etruria:
“Los animales del campo en Italia tienen al menos sus guaridas, pero los hombres que por Italia vierten su sangre, no tienen más que la luz que los alumbra y el aire que respiran. Vagan sin casa, sin morada, con sus mujeres y sus hijos. Mienten los generales cuando los exhortan a combatir por sus tumbas y sus hogares. ¿Hay uno sólo entre todos los romanos que tenga todavía el hogar de su casa y la tumba de sus antecesores? No luchan y mueren sino para sostener el lujo de los demás. Se los titula los dueños del mundo y no tienen nada de su propiedad, ni siquiera un pedazo de tierra.”
Tiberio Graco en el año -133 fue nombrado Tribuno por el bando popular. Nieto de Escipión el Africano, aunque pertenecía a una noble familia había simpatizado siempre con la causa de los más oprimidos. De vida virtuosa, inteligente y valiente, el pueblo lo admiraba y más lo admiró cuando, recién nombrado Tribuno, quiso mejorar la pésima situación a la que había sido reducido el campesinado romano y mandó al Senado un proyecto de ley de Reforma Agraria: nadie podía poseer más de 200 hectáreas de tierras públicas y el sobrante debía ser devuelto al Estado, que lo distribuiría entre los pobres a razón de 12 hectáreas por familia. La mayoría del Senado no lo recibió bien y cuando se estaban haciendo planes para la distribución de 70.000 hectáreas,el bando oligarca acumuló cargos contra él, lo acusó de demagogo y lo mató a palos, arrastrando después su cuerpo por la calle, hasta el Tíber, para arrojarlo al río, dejándolo sin sepultura, como se hacía con los delincuentes más perversos.
Diez años después de la muerte de Tiberio, el partido popular eligió como Tribuno a su hermano menor: Cayo. Fogoso orador, tan indignado contra la injusticia reinante como su hermano, se propuso, con la intención de mejorarla, aún superar los proyectos de Tiberio. Comenzó obrando con cautela, sin oponerse abiertamente a los ricos. Primero tomó algunas medidas que favorecía a los caballeros y senatoriales. Después repartió gratuitamente trigo a los pobres; construyó obras públicas para darles trabajo; y estableció colonias agrícolas en las provincias conquistadas. Sin embargo, cuando quiso conceder la ciudadanía a todos los italianos, los romanos pobres temieron perder sus privilegios si los compartían, y dejaron de apoyarlo. Abandonado por sus propios partidarios, amenazado de muerte por los poderosos, al verse perdido, le pidió a un esclavo fiel que le quitara la vida, el esclavo lo hizo y seguidamente se mató.
Discurso de Cayo Graco a los Censores que lo acusaban:
“Diez campañas me obliga a hacer la ley, he hecho doce. Después de un año puedo dejar mi cargo y hace tres que soy cuestor. No hay festines en mi casa; no he gastado los dineros públicos ni he recibido un as de regalo. Los cinturones que he llevado con dinero los he traído de vuelta vacios. Otros hay que llevaron alforjas plenas de vino y las retornaron repletas de oro.”
Pero hay testimonios anteriores. Del siglo IV a.C., nos llegan huellas de lucha de clases: la llamada “Reforma de Servio Tulio” fue una; sobre ella han escrito historiadores y comentaristas como Tito Livio entre otros. Servio Tulio, hijo de una esclava, criado por la importante familia de los Tarquinos se casó con una hija de Tarquino el Antiguo.
Al rey Servio Tulio, se le atribuyen obras muy importantes, como el muro de Roma (muralla servia) del cual quedan algunos restos, pero la más trascendente fue la Reforma institucional que provocó el censo que pretendió ordenar la población según la fortuna, sin tener en cuenta el origen, algo que antes se había hecho en Atenas, impulsada por Solón y Clístenes, pero que a Sergio Tulio le costó la vida, porque su yerno Tarquino el Soberbio, defensor de la aristocracia, lo asesinó.
Según palabras de Tito Livio, los “padres” quedaron descontentos con el reparto de las tierras conquistadas entre los plebeyos, algo que estimulado por Tarquino el Soberbio permitió rechazar la Reforma y asesinar a su autor.
Si bien Servio Tulio fue tan querido por los plebeyos, que todos los meses celebraban una fiesta en su honor, también es muy posible que esa Reforma que lo comprometía tanto a él, no los hubiera beneficiado tanto a ellos, pero sí a los que tenían riqueza, con lo que los plebeyos hubieran quedado igualmente frustrados.
Sobre este tema escribe Engels: “Antes de suprimirse en Roma el cargo de rex, quedó suprimido el antiguo orden social, fundado en los vínculos de la sangre y lo sustituyó una verdadera Constitución de Estado, basada en la división territorial y en las diferencias de fortuna (Timocracia). La fuerza pública consistía aquí en el conjunto de los ciudadanos sujetos al servicio militar, no sólo contrapuesto a los esclavos, sino también a la clase proletaria, excluida del servicio militar y de llevar armas.” Las tierras conquistadas se repartían sólo entre los que pertenecían a la clase dominante, los que hacían el servicio militar.
Sin esclavitud y sin feudalismo, subyace en las diferencias de clases de nuestra sociedad capitalista un núcleo inalterado de primitivismo conceptual:
Citaba Tito Livio (59 A.C.) un discurso de Tarquino el Soberbio (534 A.C.), último de los reyes etruscos de Roma, a los Senadores refiriéndose a Servio Tulio: “Protegió a la clase inferior, a la cual pertenecía él mismo y, envidiando la posición honorable de los otros, ha dividido entre las personas más despreciables las tierras tomadas a los primeros hombres del Estado. Le ha impuesto a los nobles las obligaciones que siempre habían sido comunes a todos. Ha ordenado el censo para que se conozca la situación de los ricos y suscite la envidia y para tener a mano la fuente a la cual recurrir en caso de necesidad, para satisfacer a los ávidos.”(Livio.1.47)
En nuestro tiempo, Héctor Agosti cita del discurso del senador Villafañe en el Congreso argentino en 1926: “…Llámense radicales o lo que sea, si caemos con un gobierno débil, la chusma se ha de levantar como un solo hombre para atropellar y asesinar a los que tienen algo.” Agosti, “Nación y Cultura”, pag. 215.
¿Veinticinco siglos no han sido suficientes para cambiar demasiado al hombre y a la sociedad?
¿O es que hay algo ya exasperadamente vetusto en nuestra actual organización social que choca con el conjunto de la evolución?
En la mitad del II milenio A.C. –hace 3500 años- los babilónicos, contemporáneamente con los egipcios, ponen los cimientos del álgebra y crean ciudades.
Aunque sólo las mencione la tradición, se da por segura la existencia en estas civilizaciones de revueltas campesinas; por lo tanto, desde entonces debió haber grupos de privilegiados que, para cuidar sus privilegios, ya usarían los mismos métodos de los que nos habla Lenin.
Como en todo par dialéctico, la lucha de clases acompaña como sombra al cuerpo la existencia de clases dominantes y dominadas. En las sociedades de clase siempre hay lucha de clases. La “paz social”, que ciertamente predomina en ellas mientras se conservan estables, también es producto de su esencia contradictoria. En estos casos, la armonía de las clases es un logro de las clases dominantes, un triunfo de su hegemonía, que no suprime ni pretende suprimir la existencia de intereses que las oponen, antagónicamente, a las dominadas.
El corolario ya fue pensado por Marx: la lucha de clases cesará con el advenimiento de la sociedad sin clases. Es la resolución lógica del conflicto; por lo tanto, será su resolución histórica.
Bibliografía
Reflexión de Lenín sobre los métodos de la clase dominante para mantener el poder.
Agosti. “Mito Liberal” pag: 61.
Las luchas sociales en la Roma del siglo II. Los Gracos. Consecuencias de su fracaso.
Drago: Historia Antigua y Medieval
Las luchas sociales en la Roma del siglo IV. Su triunfo: Tribunos de la plebe.
Kovaliof: Historia de Roma. Pag. 75 y 76.
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