El país de Gagarin
Yuri Alexéievich Gagarin nació en la localidad de Klúshino de la región de Smolensko (República Socialista Federativa Soviética de Rusia, RSFSR, URSS) en 1934. El país de Gagarin, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, nació en 1922 y su origen se remonta a la Revolución Socialista de Octubre de 1917 en Rusia…
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Estudiantes universitarias soviéticas en un parque de Moscú (c. 1960)
Tras la victoria final en 1945 de los países aliados (encabezados por Gran Bretaña, EEUU y la URSS) sobre las potencias nazi-fascistas en la Segunda Guerra Mundial (Alemania, Italia y Japón) surge un nuevo orden internacional basado en la división del mundo en dos bloques rivales, protagonizados por las dos superpotencias globales que emergieron del conflicto: Estados Unidos y la propia Unión Soviética.
No obstante, la aparición en la escena internacional de la República Popular China de Mao a partir del triunfo de su revolución socialista en 1949, la política exterior “autónoma” de determinados países en principio alineados ideológicamente en alguno de los dos bloques (como fue el caso de Francia, Yugoslavia o Rumanía) y la constitución del Movimiento de Países No Alineados tras la descolonización de los antiguos dominios europeos en Asia y en África, difuminaron de algún modo las fronteras de esos dos bloques irreconciliables, si bien es verdad que la URSS gozaba de un mayor prestigio que EEUU en los nuevos países descolonizados.
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El líder soviético Nikita Jruschov, secretario general del PCUS, y John F. Kennedy, presidente de Estados Unidos, durante una cumbre soviético-americana celebrada en 1961.
El mundo vivió a partir de ahí en una especie de equilibrio inestable basado en la paridad estratégica entre las dos superpotencias debido, entre otros factores, a una destrucción mutua asegurada en caso de enfrentamiento nuclear. Así, los momentos de tensión (en ocasiones alta tensión como en el caso de la Crisis de los misiles de Cuba en 1962) no llegaron a degenerar en un enfrentamiento directo, aunque sí en la implicación de EEUU y la URSS en los llamados “conflictos regionales”. Fue la llamada Guerra Fría.
La superpotencia soviética en la ‘década prodigiosa’
Del país de Gagarin se ha reflejado en Occidente durante décadas una imagen muy distorsionada debido a la propaganda de una Guerra Fría que se encontraba en su punto más encarnizado en esa época; del mismo modo que en el bloque encabezado por la URSS se destacaban los aspectos más negativos de la otra mitad del mundo que lideraba Estados Unidos. Intentaremos abordar una descripción de la URSS de los años 60 del siglo XX plasmando datos constatados y contrastados.
Apenas quince años después del final de la Segunda Guerra Mundial y la victoria aliada, un altar en el que los pueblos de la Unión Soviética ofrecieron el más alto sacrificio de todos cuantos participaron en este conflicto bélico global —más de 20 millones de ciudadanos soviéticos muertos, mayoritariamente varones civiles rusos, ucranianos y bielorrusos— se puede afirmar que la URSS se había vuelto a levantar sobre las ruinas y las cenizas tras la “Gran Guerra Patriótica”, dicho en la terminología soviética y según se denomina aún oficialmente en países como Rusia, Bielorrusia y Ucrania para diferenciarla de la Guerra Patriótica frente a la invasión napoleónica de principios del siglo XIX. La URSS estaba ya prácticamente reconstruída cuando comenzaron los años 60 a pesar de que una gran extensión del territorio europeo del país (el más importante desde el punto de vista demográfico y económico) acabó prácticamente devastada tras la agresión nazi.
A falta de un Plan Marshall de inyección de fondos procedentes de EEUU en la posguerra (como fue el caso de Europa Occidental), la URSS y demás países del área socialista euroasiática hicieron frente a la reconstrucción casi exclusivamente con medios propios. Los daños en la infraestructura industrial soviética fueron minimizados durante la guerra gracias a un colosal programa de desplazamiento de factorías hacia el Oriente, algo que sin duda posibilitó una reanimación acelerada de la economía en la posguerra.
La demografía del país, a pesar de un espectacular baby boom iniciado en la década de 1950, se resintió por las enormes bajas en la guerra durante décadas a pesar de su ascenso posterior y de un crecimiento económico sostenido. Debido a la guerra, la URSS era un país con un gran desequilibrio de sexos en el que siempre hubo bastantes más mujeres que hombres. No era fácil para todas ellas disponer de una pareja masculina estable. Algo que posiblemente hizo que se incrementara exponencialmente el número de conflictos e infidelidades matrimoniales que acababan en divorcio.
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Símbolos de la Unión Soviética. Los motivos gráficos principales y que se repiten tanto en el escudo (izquierda) como en la bandera (derecha) son: El color rojo de la bandera de la Comuna de París de 1871; la hoz y el martillo entrelazados como símbolo de la unidad entre los obreros y los campesinos y la estrella roja de cinco puntas, que representa la unión de los trabajadores de los cinco continentes. De hecho, hasta su cambio en tiempos de Stalin, el primer himno oficial de la URSS fue ‘La Internacional’.
El problema, desde luego, no era el espacio vital en el caso de un país con más de 20 millones de kilómetros cuadrados que ocupaba por sí mismo una sexta parte de toda la superficie emergida del planeta y una gran parte de sus recursos naturales. La URSS de Gagarin estaba conformada por quince repúblicas socialistas soviéticas: RSS de Armenia, RSS de Azerbaiyán, RSS de Bielorrusia, RSS de Estonia, RSS de Georgia, RSS de Kazajistán, RSS de Kirguistán, RSS de Letonia, RSS de Lituania, RSS de Moldavia, RSFS de Rusia, RSS de Tayikistán, RSS de Turkmenistán, RSS de Ucrania y la RSS de Uzbekistán. Rusia, la mayor y la más poblada con diferencia, era a su vez una Federación compuesta por multitud de etnias que hablaban diversas lenguas además del ruso.
El proceso de industrialización y modernización del país en los años 30, interrumpido por la guerra, recuperó —como decíamos antes— un gran impulso tras la victoria soviética. La industria y la explotación de los nuevos recursos naturales que ofrecían millones de kilómetros cuadrados de tierras vírgenes (como el gran Norte siberiano, nunca antes explotado) y una clase obrera y unos ingenieros y técnicos altamente cualificados, eran la base de la economía del país. Al mismo tiempo, una agricultura eficiente seguía siendo la gran asignatura pendiente del país en los años 60, debido a los vaivenes provocados por las políticas erráticas en este campo por parte de los sucesivos gobiernos tras la muerte de Lenin y también a que gran parte de las tierras de la URSS (europeas o asiáticas) estaban situadas en una latitud de clima continental extremo, con inviernos extremadamente fríos y veranos calurosos. Nada que ver con las condiciones óptimas de millones de hectáreas para una gran diversidad de cultivos de sus rivales norteamericanos.
Aparte de su potencial industrial y de tratarse de una economía de escala, si en algo destacaba la URSS en los años 60 con respecto al resto del mundo, era en el gran nivel educativo, cultural, científico y tecnológico del país (su incontestable hegemonía en la exploración del espacio durante muchos años fue buena prueba de ello)… sin olvidar el sistema sanitario universal más avanzado de la época. El contrapunto fue el problema de la vivienda. Todos los soviéticos tenían trabajo, servicios sociales de calidad, una dieta de proteínas adecuada y techo asegurados, pero no todos en los años 60 disponían de vivienda familiar sin servicios comunes compartidos a pesar de los esfuezos inversores del Estado en la construcción, siempre insuficientes para hacer frente a la demanda de la población de un país en permanente explosión demográfica. (En la misma zona del mundo, unos de los grandes problemas actuales, además de persistir el de la vivienda, es el decrecimiento y el envejecimiento de la población así como el abandono infantil).
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‘Lenin en el Smolni de Petrogrado en Octubre de 1917′ (Isaac Brodski, óleo sobre lienzo, 1930).
En el aspecto político, ciñiéndonos a lo que dice su Constitución de 1936 (la que estaba en vigor en la época de Jruschev y de Gagarin), la Unión Soviética se definía como “un Estado socialista de obreros y campesinos” (Art. 1) cuya base política (poder legislativo) eran “los Soviets [asambleas] de diputados de los trabajadores” (Art. 2) “de la ciudad y del campo” (Art. 3). En cuanto a los medios de producción la Constitución establecía dos formas de propiedad socialista (todo aquello que no era propiedad individual o bienes y enseres de los ciudadanos) “propiedad del Estado (patrimonio de todo el pueblo) y propiedad cooperativo-koljosiana (propiedad de cada koljós, propiedad de las asociaciones cooperativas [agrarias y ganaderas])” (Art. 5). En el primer caso estaban todas las empresas industriales, recursos naturales, infraestructuras y medios de producción o servicios, que no podían ser propiedad de individuos y eran considerados de todo el pueblo. El poder ejecutivo lo representaba el Consejo de Ministros de la URSS.
La estructura del Estado era asimilable al concepto de federal y se reservaba a los órganos centrales de la Unión aspectos como la política exterior o la aplicación de los planes económicos generales en una economía basada en la planificación pública (planes quinquenales), la Defensa y un Tribunal Supremo de Justicia, “instituído por el Soviet Supremo” (Art. 102).
Otro de los factores que diferenciaban a la URSS de muchos países del mundo (de antes y de ahora) era la inexistencia de los llamados “poderes fácticos” o gobiernos en la sombra de estamentos como el financiero, el religioso o el militar. Jamás nadie puso en cuestión en la URSS, mucho menos los militares de una de las dos más poderosas fuerzas armadas de la historia, la absoluta hegemonía del poder civil constitucional en la estructura del Estado, ni desde dentro ni desde fuera de él. Por otra parte, la igualdad de la mujer estaba implementada de forma real y efectiva. El sexo no era motivo de discriminación salarial ni para acceder a un cargo público o de alta dirección en una empresa soviética. En estos aspectos, ya en los años 60, la URSS era un país muy adelantado a su tiempo incluso visto desde el prisma actual, cuando problemas como los descritos —que entre los soviéticos habían desaparecido hasta del debate social— siguen siendo un amargo pan de cada día en muchos países.
La letra de la Constitución también reconocía una serie de derechos individuales y colectivos. En primer lugar, el derecho al trabajo y también al descanso, a la seguridad social, a la instrucción, la igualdad entre hombres y mujeres en todos los aspectos de la vida del país, la libertad de culto y a la vez de propaganda antirreligiosa, de reunión, de palabra e imprenta, etc… Es destacable el hecho de que la Constitución citaba explícitamente una frase tan contundente como “el que no trabaja, no come”; estableciendo el trabajo como una obligación del ciudadano para con la sociedad además de un derecho; aunque bien es verdad que asegurado de forma efectiva.
El derecho de asociación de diversa índole estaba reconocido en el Artículo 126 de la Constitución, el mismo que citaba al Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) como “núcleo dirigente de todas las organizaciones de los trabajadores”. En el texto constitucional sólo es citado un par de veces y de forma poco destacada, pero este partido fundado por Lenin, cuyo máximo órgano entre congresos era el Comité Central (CC), era el centro de debate de las grandes decisiones políticas del país y su Politburó (secretariado político) el que aseguraba su aplicación de forma cotidiana. En cualquier caso, era el Soviet Supremo de la URSS el que tenía la última palabra a la hora de adoptar o aprobar decisiones o leyes. Aunque en la época de Jruschov los cargos de primer ministro y primer secretario del Comité Central del PCUS (secretario general) no tenían porqué coincidir en la misma persona, el secretario general ha sido considerado tradicionalmente tanto en el interior como en el exterior la principal responsabilidad política en la Unión Soviética.
El órgano oficial del CC del PCUS, Pravda, era el medio de comunicación más influyente de un país en el que, aunque la televisión ya empezaba a ser un fenómeno social masivo, la lectura era una de las principales aficiones. De hecho, la URSS era el país del mundo donde más libros o publicaciones periódicas se editaban y más se leía. La tasa de analfabetismo equivalía en la práctica al 0% y la escolarización de los niños al 100% desde los años anteriores a la guerra.
Contradictoriamente con lo anterior, el alcoholismo seguía siendo desde hacía décadas un vicio social extendido a pesar de las intensas campañas estatales para su erradicación; por el contrario, no existían problemas de drogadicción reseñables entre los jóvenes. Por otra parte, los índices de delitos contra la propiedad o las personas eran muy bajos.
El deporte nacional y de masas por excelencia en la URSS era el fútbol: equipos como el Dinamo de Kiev, el Spartak, el Dinamo y el CSKA de Moscú o el Zenit de Leningrado levantaban pasiones los fines de semana, pero también había mucha afición al hockey sobre hielo o al baloncesto… y al ajedrez, en el país de los grandes maestros internacionales. Además, los deportistas soviéticos eran ya en los años 60 la gran superpotencia olímpica internacional en gran parte de las disciplinas deportivas y atléticas.
Además de los sindicatos, la principal organización de masas de la URSS era el Komsomol (acrónimo de Unión de Jóvenes Comunistas), con varios millones de afiliados y el diario de mayor tirada, el Komsomólskaya Pravda. Además, miles de asociaciones culturales, recreativas y deportivas estaban inscritas y funcionaban bien dotadas de infraestructuras y fondos públicos a lo largo y ancho del país.
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Jruschov y Gagarin
Nikita Serguéievich Jruschov (1894-1971), el líder soviético en la época de Gagarin, fue elegido para el cargo de secretario general en 1953 tras la muerte de Stalin (sucesor de Lenin y uno de los llamados en Occidente tres grandes de las potencias aliadas en la Segunda Guerra Mundial junto con el premier británico Churchill y el presidente de EEUU Roosevelt). Jruschov fue el primer líder soviético que no formaba parte de la “vieja guardia” bolchevique de los años de la Revolución de Octubre de 1917 y su mandato supuso, si no una ruptura, sí una golpe de timón en la política soviética que se inició en 1956 con un demoledor informe ante los delegados al XX Congreso del Partido en el que criticaba duramente a su predecesor Stalin por sus métodos autoritarios y “los crímenes de Estado” amparados por el “culto a la personalidad” durante su liderazgo, calificándolos como contrarios a las buenas prácticas comunistas. El informe de Jruschov venía a decir que en los años de Stalin se fomentó un clima de terror y paranoia política autodestructiva que sufrieron fundamentalmente los militantes y dirigentes comunistas (hasta los máximos niveles del organigrama del Partido) en varias purgas o procesos, y también oficiales del Ejército Rojo y miembros de otros sectores de la sociedad soviética. Víctimas de detenciones e interrogatorios policiales, procesos judiciales, encarcelamientos o deportaciones y en algunos casos ejecuciones bajo acusaciones falsas de ser “enemigos del pueblo” o “espías traidores al servicio de una potencia extranjera” y delaciones a veces motivadas por mezquinos intereses, venganzas o ambiciones particulares… Dicho sea de forma muy resumida, y siempre según lo que Jruschov afirmaba y denunciaba en ese informe al máximo órgano del Partido.
Un personaje tan importante para el Estado soviético como Serguéi Koroliov, el que luego fuera ingeniero jefe del programa espacial soviético y de los primeros cohetes estratégicos intercontinentales, fue víctima de una falsa acusación de un camarada y amigo suyo. A resultas de ello, Koroliov fue deportado a Siberia y liberado sin cargos tiempo después tras demostrarse su inocencia; todo ello en tiempos de Stalin.
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Nikita Jruschov, tres veces Héroe de la Unión Soviética (las tres estrellas fijadas del lado izquierdo de su chaqueta), protagonizó varias portadas de la revista norteamericana ‘Time’ durante su mandato como secretario general del PCUS entre 1953 y 1964.
Nikita Jruschov, que venía de formar parte del Politburó del CC cuando fue elegido secretario general, era un obrero metalúrgico ruso de carácter poco dado a los refinamientos e impulsivo aunque no exento de sentido del humor y de locuacidad, quizá demasiada a veces según testimonios de quienes lo trataron, actas del Comité Central y sorprendentemente sinceras y a veces nada diplomáticas declaraciones a medios, desafíos dialécticos a dirigentes occidentales en sus visitas al extranjero o sonadas intervenciones en la neoyorkina sede de Naciones Unidas. Valga como anécdota que durante una visita oficial a Estados Unidos Jruschov fue invitado a inspeccionar una fábrica de embutidos, donde afirmó sonriente ante sus directivos, los periodistas y su séquito acompañante local: “Ustedes hacen las mejores salchichas del mundo; nosotros, las mejores naves espaciales”. Nikita Serguéievich reunía en su personalidad todos los ingredientes para convertirse en un personaje que atraía a los medios y “daba titulares” en una época en la que líderes internacionales carismáticos no faltaban (nada que ver con tiempos más recientes o con la propia actualidad): De Gaulle, Ho Chi Minh, Che Guevara, Fidel, Mao, Kennedy, Luther King, Tito, Nasser, Lumumba, Nehru, etc…
Además, en la “hoja de servicios” de Jruschov es destacable su carrera política en Ucrania, país al que siempre estuvo muy ligado desde joven (por eso a veces en Occidente se le etiquetaba erróneamente como “campesino ucraniano”) y, sobre todo, su papel como comisario jefe del Ejército Rojo nada menos que en la Batalla de Stalingrado, la más importante y decisiva de la Segunda Guerra Mundial.
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uri Gagarin, con su habitual sonrisa en los labios, se dirige al plenario del Soviet Supremo de la URSS, máximo órgano legislativo del país para el que fue elegido en 1962.
Por su parte, Yuri Gagarin recibió en vida y con todo merecimiento los más altos honores a los que un ciudadano soviético podía aspirar: la condecoración de Héroe de la Unión Soviética y la Orden de Lenin. Militante comunista desde sus tiempos de obrero metalúrgico (en este aspecto sus inicios son paralelos a los de Jruschov), Gagarin fue elegido miembro del Soviet Supremo de la URSS, el máximo órgano legislativo del país, en 1962; un año después de su pionera hazaña espacial.
Epílogo: otra época y otro país
Como toda entidad política u organización social humana el de la Unión Soviética era un sistema mejorable y no exento de errores de sus dirigentes y convulsiones sociales en una dilatada trayectoria de más de siete décadas que situaron a este gran país justo en el ojo del huracán de la Historia mundial durante gran parte del tempestuoso siglo XX. La URSS fue además la principal representación (tan diabólica para unos como idealizada por otros) del comunismo, el movimiento político con más irreconciliables y poderosos adversarios pero a la vez el más masivo e influyente a escala global.
El país de Gagarin, la URSS de Jruschov, según los escritos oficiales de la época, pretendía ser una sociedad dinámica que aspiraba a cumplir el objetivo de alcanzar “una sociedad socialista desarrollada para proseguir en el camino hacia la construcción del comunismo”. La historia juzgará los aciertos y errores de este afán o de su propia definición. Mientras tanto, muchos seguirán manifestando su más profundo desacuerdo o su adhesión a estas aspiraciones, una especie de pulso secular de la historia desde los tiempos de la antigüedad clásica que tomó forma en aquel Octubre rojo de 1917 dando paso a un cambio histórico que —como la Revolución Francesa— tuvo consecuencias a escala mundial.
Dejando a un lado dogmatismos ideológicos cegadores —en el caso hipotético que esto fuera posible en una especie como la nuestra y en el mundo en que vivimos—, nadie con sentido común debería rasgarse las vestiduras por reconocer realidades como los brillantes logros y aportes del “país de Gagarin” para el conjunto de la Humanidad en la investigación científica aplicada a la mejora de la vida humana en campos como la física, la biología, la medicina o la química (la Academia de Ciencias de la URSS quizá haya sido la factoría que más premios Nobel ha fabricado), tecnologías de vanguardia como la aeroespacial (cuyos sistemas aún hoy siguen siendo la base de la presencia humana en nuestra última frontera), un sistema educativo que en la década de 1980 ya disponía de equipos informáticos en las aulas (ciencia ficción en los países occidentales) y avances sociales como una sanidad, una jubilación o un pleno empleo universalmente asegurados; una realidad en otra época y otro país.
[Para conocer o comprender más en profundidad “el país de Gagarin”, la Unión Soviética de la década de 1960, recomendamos leer el texto que sigue sobre sus antecedentes históricos]
Antecedentes históricos (1917-1945)
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La bandera roja de la victoria ondea sobre el Reichstag de Berlín; de fondo, la ruinas humeantes de la capital alemana en la primavera de 1945. Es el final del Reich “de los mil años” que anunciara Hitler poco tiempo atrás.
1917: La Gran Guerra y la caída de un gran imperio. El germen del país de Gagarin fue la Revolución Socialista de Octubre de 1917 en el país de los zares. A raíz de toda una serie de derrotas infligidas a Rusia por parte de los imperios centrales europeos (Austria-Hungría y Alemania) en el frente oriental de la Primera Guerra Mundial y de una situación interna explosiva provocada por la miseria y agravada por los desastres de la guerra y sangrientas derrotas en sus frentes de batalla, el centenario imperio de los zares, el más extenso que haya conocido la historia llegando a abarcar tres continentes, estaba dando sus últimas bocanadas. Y con él los últimos vestigios en Europa de una sociedad semifeudal basada en la servidumbre en la Rusia profunda y rural.
1917: Octubre rojo. Bajo el lema “Paz, pan y libertad”, en las principales ciudades y centros mineros e industriales del Imperio zarista así como en los frentes de guerra se constituyen los soviets (asambleas revolucionarias) de obreros, campesinos y soldados. En febrero de 1917 es derrocado el gobierno imperial, recluído el zar y se constituye una república parlamentaria en la que eran hegemónicas las fuerzas de una burguesía muy minoritaria y de escaso poder real en un país tan poco industrializado como Rusia. Los bolcheviques (ala izquierda y sector mayoritario del POSDR, el partido socialdemócrata ruso), liderados por Lenin, quien ve la posibilidad de una revolución socialista, demandarán e impondrán “todo el poder para los soviets” durante el llamado Octubre rojo (noviembre según el calendario actual). Lenin vuelve del exilio a la capital, Petrogrado (antes San Petesburgo, luego Leningrado), y en 1917 se constituye la república soviética de Rusia, el primer Estado socialista de la historia si exceptuamos la breve Commune de Paris de 1871.
1918: La paz con Alemania. Uno de los primeros actos del nuevo Estado obrero, además del fusilamiento del emperador y sus allegados, fue la firma de un acuerdo de paz con Alemania y la retirada de Rusia de la Gran Guerra europea, algo que sin duda salvó cientos de miles de vidas a cambio de importantes pérdidas territoriales. En 1918 el partido socialdemócrata ruso se constituye en Partido Comunista y el nuevo gobierno decide trasladar la capital del país a Moscú (la antigua capital histórica de Rusia).
1918-1921: Comunismo de guerra. Al igual que la Revolución Francesa más de un siglo antes, el nuevo Estado surgido de la revolución tuvo que enfrentarse a una conjunción armada y en rebeldía de fuerzas internas (clases y estamentos sociales partidarios del antiguo régimen o del capitalismo) y externas (fuerzas expedicionarias extrajeras británicas, turcas o checas) que pretendieron derribarlo desde su fundación. Se inicia así una etapa de guerra civil e intervención extranjera denominada “comunismo de guerra” en el lenguaje oficial de la época.
1922: Victoria y construcción del socialismo en Rusia: Tras la victoria definitiva del recién creado Ejército Rojo se consolida el Estado soviético en Rusia, que da paso a una nueva etapa basada en la transformación radical de las fuerzas tecnológicas y productivas así como del sistema económico. Las claves de esta transformación eran la construcción del socialismo (con fases sucesivas de economía mixta y colectivizaciones forzosas), la electrificación, la erradicación del analfabetismo y la creación de un sistema educativo eficiente. Todo ello para industrializar un país hasta entonces de economía eminentemente agraria y ciertamente retrasada en relación con su entorno europeo.
1922: Creación de la Unión. La URSS de Lenin. Paralelamente a la consolidación del nuevo Estado socialista en Rusia, la Unión Soviética se constituye en 1922 a partir de un tratado de unión firmado por las repúblicas socialistas soviéticas de Rusia, Ucrania, Bielorrusia, y Transcaucasia (una confederación de Georgia, Azerbaiyán y Armenia). A ellas se añadirán después una serie de países más hasta conformar una unión de 15 repúblicas. Esta época revolucionaria de los primeros años 20 —la URSS de Lenin— coincide con un florecimiento de las bellas artes, el cine, la literatura o la arquitectura y un auténtico estallido creativo revolucionario de las vanguardias artísticas rusas que sitúa al joven país de los soviets como principal referencia cultural europea de la época.
1941: Agresión nazi. De nuevo la guerra. Iniciado en vida de Lenin (muerto en 1924) este proceso histórico de apenas dos décadas culminó en los años 30 con un país dotado de una infrestructura industrial que ya era la base de la economía y que había resurgido como una potencia militar global. Pero de nuevo llegó la guerra. Ya iniciadas las hostilidades en 1939 en el resto de una Europa prácticamente copada por Alemania y sus aliados fascistas (a excepción de una resistente Gran Bretaña), en el verano de 1941 Hitler ordena invadir la Unión Soviética sin previa declaración de guerra y rompiendo el pacto de no agresión bilateral firmado dos años antes.
1941-1942: Enemigo a las puertas. Tras un rápido avance de las tropas nazis en el mayor frente de guerra que haya conocido la historia, el III Reich alemán sitúó a sus ejércitos a las puertas de los tres bastiones estratégicos de la URSS europea: Leningrado al norte (el símbolo de la Revolución), Stalingrado al sur (la llave de los recursos industriales y energéticos) y Moscú en el centro (la capital y nodo administrativo, político y comercial del país).
1941-1945: La guerra total. Con la agresión de Alemania a la URSS y el ataque (también sin previo aviso) del Imperio de Japón a Estados Unidos, lo que era una guerra limitada a Europa se convierte en la Segunda Guerra Mundial; la madre de todas la batallas que azotará a cuatro continentes, arrasará cientos de ciudades y truncará millones de vidas humanas.
1945: Victoria de la URSS y nuevo orden internacional. Como es bien sabido, no sin grandes sacrificios, la guerra se saldó con la victoria de la URSS y aliados angloamericanos y dio paso a un nuevo orden internacional que protagonizó las relaciones entre los países a partir de 1945: La política de bloques y la carrera armamentística en lo que se definió como Guerra Fría entre los dos antiguos aliados a lo largo de varias décadas. Una tensa y poco cordial entente que llegó a extremos peligrosos que situaron la paz mundial al borde del abismo en episidios como la llamada Crisis de los misiles de Cuba de 1962, en la época de Jruschov y de Gagarin.
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Yuri Alexéievich Gagarin nació en la localidad de Klúshino de la región de Smolensko (República Socialista Federativa Soviética de Rusia, RSFSR, URSS) en 1934. El país de Gagarin, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, nació en 1922 y su origen se remonta a la Revolución Socialista de Octubre de 1917 en Rusia…
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Tras la victoria final en 1945 de los países aliados (encabezados por Gran Bretaña, EEUU y la URSS) sobre las potencias nazi-fascistas en la Segunda Guerra Mundial (Alemania, Italia y Japón) surge un nuevo orden internacional basado en la división del mundo en dos bloques rivales, protagonizados por las dos superpotencias globales que emergieron del conflicto: Estados Unidos y la propia Unión Soviética.
No obstante, la aparición en la escena internacional de la República Popular China de Mao a partir del triunfo de su revolución socialista en 1949, la política exterior “autónoma” de determinados países en principio alineados ideológicamente en alguno de los dos bloques (como fue el caso de Francia, Yugoslavia o Rumanía) y la constitución del Movimiento de Países No Alineados tras la descolonización de los antiguos dominios europeos en Asia y en África, difuminaron de algún modo las fronteras de esos dos bloques irreconciliables, si bien es verdad que la URSS gozaba de un mayor prestigio que EEUU en los nuevos países descolonizados.
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El líder soviético Nikita Jruschov, secretario general del PCUS, y John F. Kennedy, presidente de Estados Unidos, durante una cumbre soviético-americana celebrada en 1961.
El mundo vivió a partir de ahí en una especie de equilibrio inestable basado en la paridad estratégica entre las dos superpotencias debido, entre otros factores, a una destrucción mutua asegurada en caso de enfrentamiento nuclear. Así, los momentos de tensión (en ocasiones alta tensión como en el caso de la Crisis de los misiles de Cuba en 1962) no llegaron a degenerar en un enfrentamiento directo, aunque sí en la implicación de EEUU y la URSS en los llamados “conflictos regionales”. Fue la llamada Guerra Fría.
La superpotencia soviética en la ‘década prodigiosa’
Del país de Gagarin se ha reflejado en Occidente durante décadas una imagen muy distorsionada debido a la propaganda de una Guerra Fría que se encontraba en su punto más encarnizado en esa época; del mismo modo que en el bloque encabezado por la URSS se destacaban los aspectos más negativos de la otra mitad del mundo que lideraba Estados Unidos. Intentaremos abordar una descripción de la URSS de los años 60 del siglo XX plasmando datos constatados y contrastados.
Apenas quince años después del final de la Segunda Guerra Mundial y la victoria aliada, un altar en el que los pueblos de la Unión Soviética ofrecieron el más alto sacrificio de todos cuantos participaron en este conflicto bélico global —más de 20 millones de ciudadanos soviéticos muertos, mayoritariamente varones civiles rusos, ucranianos y bielorrusos— se puede afirmar que la URSS se había vuelto a levantar sobre las ruinas y las cenizas tras la “Gran Guerra Patriótica”, dicho en la terminología soviética y según se denomina aún oficialmente en países como Rusia, Bielorrusia y Ucrania para diferenciarla de la Guerra Patriótica frente a la invasión napoleónica de principios del siglo XIX. La URSS estaba ya prácticamente reconstruída cuando comenzaron los años 60 a pesar de que una gran extensión del territorio europeo del país (el más importante desde el punto de vista demográfico y económico) acabó prácticamente devastada tras la agresión nazi.
A falta de un Plan Marshall de inyección de fondos procedentes de EEUU en la posguerra (como fue el caso de Europa Occidental), la URSS y demás países del área socialista euroasiática hicieron frente a la reconstrucción casi exclusivamente con medios propios. Los daños en la infraestructura industrial soviética fueron minimizados durante la guerra gracias a un colosal programa de desplazamiento de factorías hacia el Oriente, algo que sin duda posibilitó una reanimación acelerada de la economía en la posguerra.
La demografía del país, a pesar de un espectacular baby boom iniciado en la década de 1950, se resintió por las enormes bajas en la guerra durante décadas a pesar de su ascenso posterior y de un crecimiento económico sostenido. Debido a la guerra, la URSS era un país con un gran desequilibrio de sexos en el que siempre hubo bastantes más mujeres que hombres. No era fácil para todas ellas disponer de una pareja masculina estable. Algo que posiblemente hizo que se incrementara exponencialmente el número de conflictos e infidelidades matrimoniales que acababan en divorcio.
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Símbolos de la Unión Soviética. Los motivos gráficos principales y que se repiten tanto en el escudo (izquierda) como en la bandera (derecha) son: El color rojo de la bandera de la Comuna de París de 1871; la hoz y el martillo entrelazados como símbolo de la unidad entre los obreros y los campesinos y la estrella roja de cinco puntas, que representa la unión de los trabajadores de los cinco continentes. De hecho, hasta su cambio en tiempos de Stalin, el primer himno oficial de la URSS fue ‘La Internacional’.
El problema, desde luego, no era el espacio vital en el caso de un país con más de 20 millones de kilómetros cuadrados que ocupaba por sí mismo una sexta parte de toda la superficie emergida del planeta y una gran parte de sus recursos naturales. La URSS de Gagarin estaba conformada por quince repúblicas socialistas soviéticas: RSS de Armenia, RSS de Azerbaiyán, RSS de Bielorrusia, RSS de Estonia, RSS de Georgia, RSS de Kazajistán, RSS de Kirguistán, RSS de Letonia, RSS de Lituania, RSS de Moldavia, RSFS de Rusia, RSS de Tayikistán, RSS de Turkmenistán, RSS de Ucrania y la RSS de Uzbekistán. Rusia, la mayor y la más poblada con diferencia, era a su vez una Federación compuesta por multitud de etnias que hablaban diversas lenguas además del ruso.
El proceso de industrialización y modernización del país en los años 30, interrumpido por la guerra, recuperó —como decíamos antes— un gran impulso tras la victoria soviética. La industria y la explotación de los nuevos recursos naturales que ofrecían millones de kilómetros cuadrados de tierras vírgenes (como el gran Norte siberiano, nunca antes explotado) y una clase obrera y unos ingenieros y técnicos altamente cualificados, eran la base de la economía del país. Al mismo tiempo, una agricultura eficiente seguía siendo la gran asignatura pendiente del país en los años 60, debido a los vaivenes provocados por las políticas erráticas en este campo por parte de los sucesivos gobiernos tras la muerte de Lenin y también a que gran parte de las tierras de la URSS (europeas o asiáticas) estaban situadas en una latitud de clima continental extremo, con inviernos extremadamente fríos y veranos calurosos. Nada que ver con las condiciones óptimas de millones de hectáreas para una gran diversidad de cultivos de sus rivales norteamericanos.
Aparte de su potencial industrial y de tratarse de una economía de escala, si en algo destacaba la URSS en los años 60 con respecto al resto del mundo, era en el gran nivel educativo, cultural, científico y tecnológico del país (su incontestable hegemonía en la exploración del espacio durante muchos años fue buena prueba de ello)… sin olvidar el sistema sanitario universal más avanzado de la época. El contrapunto fue el problema de la vivienda. Todos los soviéticos tenían trabajo, servicios sociales de calidad, una dieta de proteínas adecuada y techo asegurados, pero no todos en los años 60 disponían de vivienda familiar sin servicios comunes compartidos a pesar de los esfuezos inversores del Estado en la construcción, siempre insuficientes para hacer frente a la demanda de la población de un país en permanente explosión demográfica. (En la misma zona del mundo, unos de los grandes problemas actuales, además de persistir el de la vivienda, es el decrecimiento y el envejecimiento de la población así como el abandono infantil).
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‘Lenin en el Smolni de Petrogrado en Octubre de 1917′ (Isaac Brodski, óleo sobre lienzo, 1930).
En el aspecto político, ciñiéndonos a lo que dice su Constitución de 1936 (la que estaba en vigor en la época de Jruschev y de Gagarin), la Unión Soviética se definía como “un Estado socialista de obreros y campesinos” (Art. 1) cuya base política (poder legislativo) eran “los Soviets [asambleas] de diputados de los trabajadores” (Art. 2) “de la ciudad y del campo” (Art. 3). En cuanto a los medios de producción la Constitución establecía dos formas de propiedad socialista (todo aquello que no era propiedad individual o bienes y enseres de los ciudadanos) “propiedad del Estado (patrimonio de todo el pueblo) y propiedad cooperativo-koljosiana (propiedad de cada koljós, propiedad de las asociaciones cooperativas [agrarias y ganaderas])” (Art. 5). En el primer caso estaban todas las empresas industriales, recursos naturales, infraestructuras y medios de producción o servicios, que no podían ser propiedad de individuos y eran considerados de todo el pueblo. El poder ejecutivo lo representaba el Consejo de Ministros de la URSS.
La estructura del Estado era asimilable al concepto de federal y se reservaba a los órganos centrales de la Unión aspectos como la política exterior o la aplicación de los planes económicos generales en una economía basada en la planificación pública (planes quinquenales), la Defensa y un Tribunal Supremo de Justicia, “instituído por el Soviet Supremo” (Art. 102).
Otro de los factores que diferenciaban a la URSS de muchos países del mundo (de antes y de ahora) era la inexistencia de los llamados “poderes fácticos” o gobiernos en la sombra de estamentos como el financiero, el religioso o el militar. Jamás nadie puso en cuestión en la URSS, mucho menos los militares de una de las dos más poderosas fuerzas armadas de la historia, la absoluta hegemonía del poder civil constitucional en la estructura del Estado, ni desde dentro ni desde fuera de él. Por otra parte, la igualdad de la mujer estaba implementada de forma real y efectiva. El sexo no era motivo de discriminación salarial ni para acceder a un cargo público o de alta dirección en una empresa soviética. En estos aspectos, ya en los años 60, la URSS era un país muy adelantado a su tiempo incluso visto desde el prisma actual, cuando problemas como los descritos —que entre los soviéticos habían desaparecido hasta del debate social— siguen siendo un amargo pan de cada día en muchos países.
La letra de la Constitución también reconocía una serie de derechos individuales y colectivos. En primer lugar, el derecho al trabajo y también al descanso, a la seguridad social, a la instrucción, la igualdad entre hombres y mujeres en todos los aspectos de la vida del país, la libertad de culto y a la vez de propaganda antirreligiosa, de reunión, de palabra e imprenta, etc… Es destacable el hecho de que la Constitución citaba explícitamente una frase tan contundente como “el que no trabaja, no come”; estableciendo el trabajo como una obligación del ciudadano para con la sociedad además de un derecho; aunque bien es verdad que asegurado de forma efectiva.
El derecho de asociación de diversa índole estaba reconocido en el Artículo 126 de la Constitución, el mismo que citaba al Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) como “núcleo dirigente de todas las organizaciones de los trabajadores”. En el texto constitucional sólo es citado un par de veces y de forma poco destacada, pero este partido fundado por Lenin, cuyo máximo órgano entre congresos era el Comité Central (CC), era el centro de debate de las grandes decisiones políticas del país y su Politburó (secretariado político) el que aseguraba su aplicación de forma cotidiana. En cualquier caso, era el Soviet Supremo de la URSS el que tenía la última palabra a la hora de adoptar o aprobar decisiones o leyes. Aunque en la época de Jruschov los cargos de primer ministro y primer secretario del Comité Central del PCUS (secretario general) no tenían porqué coincidir en la misma persona, el secretario general ha sido considerado tradicionalmente tanto en el interior como en el exterior la principal responsabilidad política en la Unión Soviética.
El órgano oficial del CC del PCUS, Pravda, era el medio de comunicación más influyente de un país en el que, aunque la televisión ya empezaba a ser un fenómeno social masivo, la lectura era una de las principales aficiones. De hecho, la URSS era el país del mundo donde más libros o publicaciones periódicas se editaban y más se leía. La tasa de analfabetismo equivalía en la práctica al 0% y la escolarización de los niños al 100% desde los años anteriores a la guerra.
Contradictoriamente con lo anterior, el alcoholismo seguía siendo desde hacía décadas un vicio social extendido a pesar de las intensas campañas estatales para su erradicación; por el contrario, no existían problemas de drogadicción reseñables entre los jóvenes. Por otra parte, los índices de delitos contra la propiedad o las personas eran muy bajos.
El deporte nacional y de masas por excelencia en la URSS era el fútbol: equipos como el Dinamo de Kiev, el Spartak, el Dinamo y el CSKA de Moscú o el Zenit de Leningrado levantaban pasiones los fines de semana, pero también había mucha afición al hockey sobre hielo o al baloncesto… y al ajedrez, en el país de los grandes maestros internacionales. Además, los deportistas soviéticos eran ya en los años 60 la gran superpotencia olímpica internacional en gran parte de las disciplinas deportivas y atléticas.
Además de los sindicatos, la principal organización de masas de la URSS era el Komsomol (acrónimo de Unión de Jóvenes Comunistas), con varios millones de afiliados y el diario de mayor tirada, el Komsomólskaya Pravda. Además, miles de asociaciones culturales, recreativas y deportivas estaban inscritas y funcionaban bien dotadas de infraestructuras y fondos públicos a lo largo y ancho del país.
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Jruschov y Gagarin
Nikita Serguéievich Jruschov (1894-1971), el líder soviético en la época de Gagarin, fue elegido para el cargo de secretario general en 1953 tras la muerte de Stalin (sucesor de Lenin y uno de los llamados en Occidente tres grandes de las potencias aliadas en la Segunda Guerra Mundial junto con el premier británico Churchill y el presidente de EEUU Roosevelt). Jruschov fue el primer líder soviético que no formaba parte de la “vieja guardia” bolchevique de los años de la Revolución de Octubre de 1917 y su mandato supuso, si no una ruptura, sí una golpe de timón en la política soviética que se inició en 1956 con un demoledor informe ante los delegados al XX Congreso del Partido en el que criticaba duramente a su predecesor Stalin por sus métodos autoritarios y “los crímenes de Estado” amparados por el “culto a la personalidad” durante su liderazgo, calificándolos como contrarios a las buenas prácticas comunistas. El informe de Jruschov venía a decir que en los años de Stalin se fomentó un clima de terror y paranoia política autodestructiva que sufrieron fundamentalmente los militantes y dirigentes comunistas (hasta los máximos niveles del organigrama del Partido) en varias purgas o procesos, y también oficiales del Ejército Rojo y miembros de otros sectores de la sociedad soviética. Víctimas de detenciones e interrogatorios policiales, procesos judiciales, encarcelamientos o deportaciones y en algunos casos ejecuciones bajo acusaciones falsas de ser “enemigos del pueblo” o “espías traidores al servicio de una potencia extranjera” y delaciones a veces motivadas por mezquinos intereses, venganzas o ambiciones particulares… Dicho sea de forma muy resumida, y siempre según lo que Jruschov afirmaba y denunciaba en ese informe al máximo órgano del Partido.
Un personaje tan importante para el Estado soviético como Serguéi Koroliov, el que luego fuera ingeniero jefe del programa espacial soviético y de los primeros cohetes estratégicos intercontinentales, fue víctima de una falsa acusación de un camarada y amigo suyo. A resultas de ello, Koroliov fue deportado a Siberia y liberado sin cargos tiempo después tras demostrarse su inocencia; todo ello en tiempos de Stalin.
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Nikita Jruschov, tres veces Héroe de la Unión Soviética (las tres estrellas fijadas del lado izquierdo de su chaqueta), protagonizó varias portadas de la revista norteamericana ‘Time’ durante su mandato como secretario general del PCUS entre 1953 y 1964.
Nikita Jruschov, que venía de formar parte del Politburó del CC cuando fue elegido secretario general, era un obrero metalúrgico ruso de carácter poco dado a los refinamientos e impulsivo aunque no exento de sentido del humor y de locuacidad, quizá demasiada a veces según testimonios de quienes lo trataron, actas del Comité Central y sorprendentemente sinceras y a veces nada diplomáticas declaraciones a medios, desafíos dialécticos a dirigentes occidentales en sus visitas al extranjero o sonadas intervenciones en la neoyorkina sede de Naciones Unidas. Valga como anécdota que durante una visita oficial a Estados Unidos Jruschov fue invitado a inspeccionar una fábrica de embutidos, donde afirmó sonriente ante sus directivos, los periodistas y su séquito acompañante local: “Ustedes hacen las mejores salchichas del mundo; nosotros, las mejores naves espaciales”. Nikita Serguéievich reunía en su personalidad todos los ingredientes para convertirse en un personaje que atraía a los medios y “daba titulares” en una época en la que líderes internacionales carismáticos no faltaban (nada que ver con tiempos más recientes o con la propia actualidad): De Gaulle, Ho Chi Minh, Che Guevara, Fidel, Mao, Kennedy, Luther King, Tito, Nasser, Lumumba, Nehru, etc…
Además, en la “hoja de servicios” de Jruschov es destacable su carrera política en Ucrania, país al que siempre estuvo muy ligado desde joven (por eso a veces en Occidente se le etiquetaba erróneamente como “campesino ucraniano”) y, sobre todo, su papel como comisario jefe del Ejército Rojo nada menos que en la Batalla de Stalingrado, la más importante y decisiva de la Segunda Guerra Mundial.
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uri Gagarin, con su habitual sonrisa en los labios, se dirige al plenario del Soviet Supremo de la URSS, máximo órgano legislativo del país para el que fue elegido en 1962.
Por su parte, Yuri Gagarin recibió en vida y con todo merecimiento los más altos honores a los que un ciudadano soviético podía aspirar: la condecoración de Héroe de la Unión Soviética y la Orden de Lenin. Militante comunista desde sus tiempos de obrero metalúrgico (en este aspecto sus inicios son paralelos a los de Jruschov), Gagarin fue elegido miembro del Soviet Supremo de la URSS, el máximo órgano legislativo del país, en 1962; un año después de su pionera hazaña espacial.
Epílogo: otra época y otro país
Como toda entidad política u organización social humana el de la Unión Soviética era un sistema mejorable y no exento de errores de sus dirigentes y convulsiones sociales en una dilatada trayectoria de más de siete décadas que situaron a este gran país justo en el ojo del huracán de la Historia mundial durante gran parte del tempestuoso siglo XX. La URSS fue además la principal representación (tan diabólica para unos como idealizada por otros) del comunismo, el movimiento político con más irreconciliables y poderosos adversarios pero a la vez el más masivo e influyente a escala global.
El país de Gagarin, la URSS de Jruschov, según los escritos oficiales de la época, pretendía ser una sociedad dinámica que aspiraba a cumplir el objetivo de alcanzar “una sociedad socialista desarrollada para proseguir en el camino hacia la construcción del comunismo”. La historia juzgará los aciertos y errores de este afán o de su propia definición. Mientras tanto, muchos seguirán manifestando su más profundo desacuerdo o su adhesión a estas aspiraciones, una especie de pulso secular de la historia desde los tiempos de la antigüedad clásica que tomó forma en aquel Octubre rojo de 1917 dando paso a un cambio histórico que —como la Revolución Francesa— tuvo consecuencias a escala mundial.
Dejando a un lado dogmatismos ideológicos cegadores —en el caso hipotético que esto fuera posible en una especie como la nuestra y en el mundo en que vivimos—, nadie con sentido común debería rasgarse las vestiduras por reconocer realidades como los brillantes logros y aportes del “país de Gagarin” para el conjunto de la Humanidad en la investigación científica aplicada a la mejora de la vida humana en campos como la física, la biología, la medicina o la química (la Academia de Ciencias de la URSS quizá haya sido la factoría que más premios Nobel ha fabricado), tecnologías de vanguardia como la aeroespacial (cuyos sistemas aún hoy siguen siendo la base de la presencia humana en nuestra última frontera), un sistema educativo que en la década de 1980 ya disponía de equipos informáticos en las aulas (ciencia ficción en los países occidentales) y avances sociales como una sanidad, una jubilación o un pleno empleo universalmente asegurados; una realidad en otra época y otro país.
[Para conocer o comprender más en profundidad “el país de Gagarin”, la Unión Soviética de la década de 1960, recomendamos leer el texto que sigue sobre sus antecedentes históricos]
Antecedentes históricos (1917-1945)
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La bandera roja de la victoria ondea sobre el Reichstag de Berlín; de fondo, la ruinas humeantes de la capital alemana en la primavera de 1945. Es el final del Reich “de los mil años” que anunciara Hitler poco tiempo atrás.
1917: La Gran Guerra y la caída de un gran imperio. El germen del país de Gagarin fue la Revolución Socialista de Octubre de 1917 en el país de los zares. A raíz de toda una serie de derrotas infligidas a Rusia por parte de los imperios centrales europeos (Austria-Hungría y Alemania) en el frente oriental de la Primera Guerra Mundial y de una situación interna explosiva provocada por la miseria y agravada por los desastres de la guerra y sangrientas derrotas en sus frentes de batalla, el centenario imperio de los zares, el más extenso que haya conocido la historia llegando a abarcar tres continentes, estaba dando sus últimas bocanadas. Y con él los últimos vestigios en Europa de una sociedad semifeudal basada en la servidumbre en la Rusia profunda y rural.
1917: Octubre rojo. Bajo el lema “Paz, pan y libertad”, en las principales ciudades y centros mineros e industriales del Imperio zarista así como en los frentes de guerra se constituyen los soviets (asambleas revolucionarias) de obreros, campesinos y soldados. En febrero de 1917 es derrocado el gobierno imperial, recluído el zar y se constituye una república parlamentaria en la que eran hegemónicas las fuerzas de una burguesía muy minoritaria y de escaso poder real en un país tan poco industrializado como Rusia. Los bolcheviques (ala izquierda y sector mayoritario del POSDR, el partido socialdemócrata ruso), liderados por Lenin, quien ve la posibilidad de una revolución socialista, demandarán e impondrán “todo el poder para los soviets” durante el llamado Octubre rojo (noviembre según el calendario actual). Lenin vuelve del exilio a la capital, Petrogrado (antes San Petesburgo, luego Leningrado), y en 1917 se constituye la república soviética de Rusia, el primer Estado socialista de la historia si exceptuamos la breve Commune de Paris de 1871.
1918: La paz con Alemania. Uno de los primeros actos del nuevo Estado obrero, además del fusilamiento del emperador y sus allegados, fue la firma de un acuerdo de paz con Alemania y la retirada de Rusia de la Gran Guerra europea, algo que sin duda salvó cientos de miles de vidas a cambio de importantes pérdidas territoriales. En 1918 el partido socialdemócrata ruso se constituye en Partido Comunista y el nuevo gobierno decide trasladar la capital del país a Moscú (la antigua capital histórica de Rusia).
1918-1921: Comunismo de guerra. Al igual que la Revolución Francesa más de un siglo antes, el nuevo Estado surgido de la revolución tuvo que enfrentarse a una conjunción armada y en rebeldía de fuerzas internas (clases y estamentos sociales partidarios del antiguo régimen o del capitalismo) y externas (fuerzas expedicionarias extrajeras británicas, turcas o checas) que pretendieron derribarlo desde su fundación. Se inicia así una etapa de guerra civil e intervención extranjera denominada “comunismo de guerra” en el lenguaje oficial de la época.
1922: Victoria y construcción del socialismo en Rusia: Tras la victoria definitiva del recién creado Ejército Rojo se consolida el Estado soviético en Rusia, que da paso a una nueva etapa basada en la transformación radical de las fuerzas tecnológicas y productivas así como del sistema económico. Las claves de esta transformación eran la construcción del socialismo (con fases sucesivas de economía mixta y colectivizaciones forzosas), la electrificación, la erradicación del analfabetismo y la creación de un sistema educativo eficiente. Todo ello para industrializar un país hasta entonces de economía eminentemente agraria y ciertamente retrasada en relación con su entorno europeo.
1922: Creación de la Unión. La URSS de Lenin. Paralelamente a la consolidación del nuevo Estado socialista en Rusia, la Unión Soviética se constituye en 1922 a partir de un tratado de unión firmado por las repúblicas socialistas soviéticas de Rusia, Ucrania, Bielorrusia, y Transcaucasia (una confederación de Georgia, Azerbaiyán y Armenia). A ellas se añadirán después una serie de países más hasta conformar una unión de 15 repúblicas. Esta época revolucionaria de los primeros años 20 —la URSS de Lenin— coincide con un florecimiento de las bellas artes, el cine, la literatura o la arquitectura y un auténtico estallido creativo revolucionario de las vanguardias artísticas rusas que sitúa al joven país de los soviets como principal referencia cultural europea de la época.
1941: Agresión nazi. De nuevo la guerra. Iniciado en vida de Lenin (muerto en 1924) este proceso histórico de apenas dos décadas culminó en los años 30 con un país dotado de una infrestructura industrial que ya era la base de la economía y que había resurgido como una potencia militar global. Pero de nuevo llegó la guerra. Ya iniciadas las hostilidades en 1939 en el resto de una Europa prácticamente copada por Alemania y sus aliados fascistas (a excepción de una resistente Gran Bretaña), en el verano de 1941 Hitler ordena invadir la Unión Soviética sin previa declaración de guerra y rompiendo el pacto de no agresión bilateral firmado dos años antes.
1941-1942: Enemigo a las puertas. Tras un rápido avance de las tropas nazis en el mayor frente de guerra que haya conocido la historia, el III Reich alemán sitúó a sus ejércitos a las puertas de los tres bastiones estratégicos de la URSS europea: Leningrado al norte (el símbolo de la Revolución), Stalingrado al sur (la llave de los recursos industriales y energéticos) y Moscú en el centro (la capital y nodo administrativo, político y comercial del país).
1941-1945: La guerra total. Con la agresión de Alemania a la URSS y el ataque (también sin previo aviso) del Imperio de Japón a Estados Unidos, lo que era una guerra limitada a Europa se convierte en la Segunda Guerra Mundial; la madre de todas la batallas que azotará a cuatro continentes, arrasará cientos de ciudades y truncará millones de vidas humanas.
1945: Victoria de la URSS y nuevo orden internacional. Como es bien sabido, no sin grandes sacrificios, la guerra se saldó con la victoria de la URSS y aliados angloamericanos y dio paso a un nuevo orden internacional que protagonizó las relaciones entre los países a partir de 1945: La política de bloques y la carrera armamentística en lo que se definió como Guerra Fría entre los dos antiguos aliados a lo largo de varias décadas. Una tensa y poco cordial entente que llegó a extremos peligrosos que situaron la paz mundial al borde del abismo en episidios como la llamada Crisis de los misiles de Cuba de 1962, en la época de Jruschov y de Gagarin.
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