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    "Yugoeslavia" - texto del economista chileno Alberto Baltra - capítulos del libro del mismo autor titulado "Tres países del mundo socialista" - año 1962

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    pedrocasca
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    Mensaje por pedrocasca Mar Ene 15, 2013 9:55 pm

    YUGOESLAVIA

    texto de Alberto Baltra - texto correspondiente al libro "Tres Países del Mundo Socialista", de 1962

    tomado del blog Disidente del capitalismo

    publicado en dos mensajes en el Foro

    Capítulo I

    EL PAÍS Y SU CAPITAL, BELGRADO.

    1.

    En opinión de algunos, Yugoeslavia es el país más com­plejo de Europa. En su territorio, que cubre una superficie de 255 mil kilómetros cuadrados, viven 18 millones de habi­tantes. Pero, en Yugoeslavia, se emplean dos alfabetos: el la­tino y el cirílico. Se hablan tres lenguas: esloveno, serbocroata y macedonio. Hay tres religiones: la ortodoxa, la católica y la musulmana. La Federación comprende seis Repúblicas: Ser­bia, Eslovenia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Macedonia y Mon­tenegro. Hay, además, dos territorios autónomos —Vojvodina y Kosmet— y numerosas minorías nacionales —albaneses, tur­cos, húngaros, rumanos, eslovacos, etc. —. Es el mosaico racial de que hablan ciertos autores. El país tiene casi dos mil ki­lómetros de costa, y a lo largo de su extenso litoral se des­pliegan no menos de 900 islas.
    Yugoeslavia se constituyó en Estado sólo después de la primera guerra mundial. Durante siglos, las naciones yugoes­lavas estuvieron desvinculadas y sometidas a diversos imperios. De ahí, que entre ellas existan notables desniveles en cuanto al desarrollo general y económico. La vida en común duran­te el período que medió entre las dos grandes guerras no pu­do ni siquiera atenuar tales diferencias. Este es un hecho que debe considerarse en la apreciación del progreso de la econo­mía yugoeslava bajo el régimen socialista.
    El dominante geográfico de Yugoeslavia es la montaña. El relieve de su territorio es violento y atormentado. En los Alpes eslovenos y en las cordilleras de Montenegro se encuen­tran las mayores alturas, pero, sin duda, la cadena dinárica, paralela a la costa adriática, es la de mayor importancia e in­fluencia. La pesada masa montañosa aplasta dos tercios del te­rritorio y sólo un tercera parte de éste queda disponible pa­ra el trabajo agrícola.
    Durante cinco siglos la patria yugoeslava no existe sino en el corazón heroico de algunos rebeldes. En este tiempo des­garran su territorio todos los imperios, poderosos y pequeños. Ayer fue el imperio turco. Más tarde el austríaco y el ale­mán, y también el húngaro, el búlgaro y el italiano.
    Sobre el territorio de Yugoeslavia se tropieza con las hue­llas de pueblos perdidos en los más lejanos capítulos de la historia humana. Cuando llegan los eslavos, ya están allí los ilirios autóctonos, los tracios venidos del Asia, los celtas y los itálicos. Es la encrucijada en que chocan los pueblos y las ci­vilizaciones, pero es, también, el campo de batalla de los gran­des conquistadores. La tierra yugoeslava se ha empapado en la sangre de muchos orígenes. Gran parte de sus ciudades, pue­blos y aldeas fueron, más de una vez, arrasados hasta los ci­mientos. Belgrado, la capital, ha sido destruida once veces. Se cree que fue fundada hace 1.500 años, pero tal vez viene des­de antes. Sin embargo, no hay en ella edificios antiguos. Ca­da destrucción barrió con todo. Del pasado sólo resta la im­ponente mole de la fortaleza turca Kalémegdan, que antes fue romana, y que, soberbia, domina el punto en que conflu­yen el Sava y el Danubio. Ahora es un hermoso parque y museo militar.
    La devastación periódica ha impreso su huella en el es­píritu yugoeslavo. Un matrimonio amigo nos invitó a pasar el domingo en Divčibare. Fue un paseo inolvidable. En las montañas de la Serbia occidental hay una atmósfera pura y diáfana. La dueña de casa, mujer cultísima, nos explicó có­mo la pérdida continua de los bienes materiales ha hecho que el yugoeslavo coloque en los tramos más altos de su escala de valores aquellos atributos, sin significación pecuniaria, que no obstante son los que ennoblecen al hombre y determinan sus reales méritos intrínsecos y sociales. Se refería, en especial, a la amistad, la lealtad, la honradez de propósitos, la solidari­dad, el cultivo de la inteligencia y de los sentimientos supe­riores. En la primera guerra mundial ella, muy niña, había huido al extranjero con las mujeres de su familia. En la se­gunda guerra una bomba redujo a escombros su casa de Bel­grado. Dos guerras en una vida configuran una manera muy singular de ver las cosas.
    Antes de llegar a Belgrado habíamos leído que era una ciudad de un modernismo impersonal, sin estilo característi­co, desprovista del sello propio y específico que distingue a las capitales, ya que éstas, en cierta medida, son y deben ser la imagen sintética del país. La sorpresa fue grande. Belgrado tiene, más o menos, 800 mil habitantes. Es una ciudad am­plia, limpia y simpática.
    Dos grandes y anchas arterias constituyen la espina dor­sal del Belgrado moderno. Son la Avenida de la Revolución y la Avenida Tito. En la Avenida de la Revolución se en­cuentran el hotel "Metropole", uno de los mejores de Euro­pa; el sobrio y hermoso edificio del Parlamento, los dos Pa­lacios reales y la Facultad de Derecho. Termina la Avenida en la sede monumental de los Sindicatos.
    En el Parlamento funciona el órgano supremo de la or­ganización política yugoeslava, la Asamblea Federal, que se elige cada cuatro años y consta de dos Cámaras: la Cámara de Diputados y la Cámara de Productores. Vladimir Simić, Vicepresidente de la Asamblea y una de las figuras más res­petables de Yugoeslavia, nos recibe en su sobria oficina del Parlamento, explicándonos en detalle el papel que la Asam­blea juega en la vida institucional del país. También lo ha­ce Punio Perović, Secretario de la Comisión de Relaciones Exteriores, viejo revolucionario montenegrino, que impresio­na por la serenidad de sus palabras y la firmeza de sus ideas.
    Casi frente al Parlamento se encuentra la sede del Comi­té Popular de Belgrado. Funciona en uno de los Palacios del tiempo de la monarquía serbia. Durante más de una hora conversamos con Milijan Neoričić, Presidente del Comité Popular, que en la estructura administrativa yugoeslava equiva­le a nuestra Municipalidad, pero con poderes y atribuciones mucho mayores, pues tiene bajo su dependencia a todos los servicios públicos de la capital. Cuando recorremos el Pala­cio, no podemos dejar de recordar que fue aquí donde, en 1903, los oficiales de la guardia mataron al último rey de la dinastía Obrenovitch, exaltando al trono a Pedro I, de la ca­sa Karageorgevitch, cuyos descendientes gobernaron hasta la segunda guerra mundial.
    En una esquina de la Avenida está la Facultad de De­recho. Es su decano, Jovan Djordjevich, presidente del Con­sejo Jurídico Yugoeslavo y autor de una obra, que, traduci­da al español, ha logrado amplia difusión, "Yugoeslavia, De­mocracia Socialista". La conversación con el profesor Djord­jevich me fue de suma utilidad para la comprensión de la estructura legal del régimen yugoeslavo.
    La Avenida Tito es la arteria del comercio. Allí están las tiendas, almacenes y librerías. En las tardes, después de las seis, pareciera que todo Belgrado se vacía en las calles, y prin­cipalmente en esta Avenida. Son compactas masas humanas que transitan, miran vitrinas, se reúnen en grupos y conver­san. Para el extranjero es un interesante espectáculo humano.
    En Belgrado hay gran número de personas que habla fran­cés. No sólo en los medios profesionales o universitarios. En verdad, es un idioma de uso corriente. Corresponde al senti­miento de amistad entre Serbia y Francia, que encuentra su origen en la primera guerra mundial, y que se materializa en el hermoso monumento esculpido por Mestrovitch, donde se lee aquella frase que expresa el sentir de todo un pueblo: "Amamos la Francia como ella nos ha amado".

    Capítulo II

    LA GUERRA.

    2.

    La última guerra fue una dura prueba para el pueblo yugoeslavo. Fue un azote cruel y terrible. De cada nueve yu­goeslavos, murió uno. Las pérdidas ascendieron, más o menos, a un millón 700 mil vidas. Nosotros estuvimos en un pueblo situado en el corazón de Serbia, Kraguyevats, donde los inva­sores en una mañana fusilaron 7 mil rehenes. Toda la pobla­ción masculina, con más de 15 años, fue condenada a muerte. En filas cerradas, tras sus profesores, marcharon al cadalso 300 estudiantes. De uno a otro extremo, Yugoeslavia se bañó en sangre. Pero no fue eso lo peor. La guerra despertó, agudizó y exacerbó los nacionalismos y los odios religiosos. El enemigo estimuló, en su provecho, esta locura colectiva. Más de la mi­tad de los muertos en la guerra no cayó bajo el golpe del enemigo extranjero. Fue la atroz matanza fratricida.
    En estas tristes circunstancias aparece un hombre, Tito, que domina el caos y recuerda al pueblo que Yugoeslavia es una e indivisible. Al día siguiente del desastre y de la inva­sión enemiga, Tito organiza sus cuadros de resistencia. Sus fa­mosas brigadas proletarias acogen al yugoeslavo sea cual sea su origen, por encima de los conflictos de nacionalidades y de credos religiosos. Se alistan en sus filas el joven y el viejo, las mujeres y los hombres, el obrero y el profesor, los artistas y los sacerdotes. De esta suerte, con extraordinaria perspicacia política, Tito, desde el comienzo transforma al Partido Comu­nista en el elemento aglutinante de las razas y las nacionali­dades, en el instrumento de la unidad yugoeslava, en la úni­ca fuerza nacional. Su lucha es patriótica, nacionalista y re­volucionaria. A la vez que combate al enemigo, lanza las bases de la nueva sociedad en aquellas secciones del territorio que logra conquistar y retener. La derrota del invasor significa, si­multáneamente, el establecimiento del socialismo.
    Derrotado el enemigo, la tarea reconstructora revistió pro­porciones gigantescas atendida la magnitud de los daños su­fridos. Sólo Polonia fue más destruida que Yugoeslavia. El conjunto de los estragos materiales —directos e indirectos— se avalúa en más de 50 años de lo que era el ingreso nacional de Yugoeslavia antes de la guerra. La agricultura vio desapa­recer el 56% de su activo. En la práctica, fue arrasada. En cuanto a la industria, en 1945, al fin de las hostilidades, só­lo producía, por ejemplo, el 15% de la energía eléctrica que en 1939; el 20% del cemento, el 30% del azúcar, el 29% del acero, etc. La escasa y pobre red de transportes fue asolada. La economía yugoeslava era un montón de ruinas. Los resul­tados obtenidos hasta hoy deben juzgarse considerando, por una parte, el subdesarrollo económico que el nuevo régimen heredó de la monarquía y, por la otra, el agravamiento que experimentó tal subdesarrollo con motivo de los atroces per­juicios causados por la guerra.

    Capítulo III

    YUGOESLAVIA, DEMOCRACIA POPULAR.

    3.

    Yugoeslavia puede clasificarse como una democracia po­pular, pues representa una etapa de transición entre el capi­talismo y el socialismo. En su economía, hay grandes e impor­tantes sectores socializados y otros en que aún subsisten for­mas capitalistas.
    La propiedad socializada de los medios de producción cons­tituye la regla general. En Yugoeslavia se la prefiere llamar "propiedad popular". Esta propiedad comprende no sólo la in­dustria fabril, sino que también el transporte, el comercio, los bancos, las minas, la producción de energía y, en parte, la agricultura y el artesanado.
    En la agricultura, el sector socializado abarca sólo el 10% de la tierra cultivable. Comprende las granjas del Estado y las cooperativas de producción. Pero, este 10% de la agricul­tura socializada proporciona el 36% del producto total agrí­cola y el 56% del abastecimiento de trigo. Como puede apre­ciarse, entonces, aun cuando el porcentaje de suelo socializado es bajo, reviste bastante importancia atendida la cuantía re­lativa de su aporte a la producción agrícola del país. El 90% de la superficie agrícola es, pues, de propiedad privada. De acuerdo con la ley, esta propiedad no puede tener más de diez hectáreas de tierra apta para el cultivo. El límite se ba­sa en que, con los medios técnicos de uso actual en Yugoeslavia, tal superficie puede explotarse por la propia familia del campesino, sin recurrir a mano de obra asalariada. El pro­pietario tampoco puede tomar en arriendo o aparcería otras tierras cuando éstas, sumadas a las de su dominio, excedan del máximo legal de diez hectáreas. Si se trata de cooperativas familiares o de predios ubicados en zonas de tierra pobre, la ley acepta que el máximo se eleve a quince o treinta hectá­reas, según los casos.
    La industria fabril está casi íntegramente socializada. El artesanado lo está sólo en un 50%. En ambas actividades hay, en consecuencia, formas capitalistas o privadas de producción. En la industria fabril, la empresa particular tiene que ser de dimensiones pequeñas. La ley sólo acepta unidades que ocu­pen menos de cinco obreros y la misma limitación rije para los artesanos. En todo caso, la producción de bienes capitales —maquinarias, equipos, etc.— y de materias primas se lleva a cabo, exclusivamente, en industrias de propiedad popular.
    Como en otras democracias populares, el Estado vigila y controla el crecimiento de las empresas que integran el sec­tor capitalista, a fin de impedir su crecimiento exagerado. Es­te control se practica a través de los bancos y del aprovisionamiento de medios de producción.
    El comercio interno se encuentra socializado en más de un 90% y el comercio exterior lo está totalmente. En lo que atañe a la propiedad sobre inmuebles, en virtud de una ley dictada en 1958, sólo las casas-habitación pueden ser objeto de apropiación privada. Cuando se trata de departamentos, la propiedad particular puede constituirse hasta sobre edificios, pero siempre que éstos consten, a lo sumo, de tres unidades pequeñas, con las cabidas que el texto legal indica.

    Capítulo IV

    RESULTADOS DE LA ECONOMÍA SOCIALIZADA.

    4.

    Como ya se dijo, el régimen socialista tuvo que hacer frente a una doble y pesada tarea. Primero, reconstruir los enormes daños ocasionados por la guerra y, segundo, promo­ver el crecimiento económico nacional, ya que hasta antes del conflicto Yugoeslavia era un país acentuada y agudamente sub-desarrollado, tanto en lo económico como en lo cultural. Se­gún observa Bobrovski, el capitalismo del siglo XIX no dejó huella sino en una parte mínima de la economía yugoeslava, y por esta causa no puede comprenderse el camino recorrido hasta ahora sin referirse al pasado, que todavía sigue influ­yendo sobre los problemas presentes (1).
    En cuanto a la reconstrucción, ya hacia fines de 1946 la producción casi había recuperado los niveles de antes de la guerra. Fue un éxito de largas proyecciones sobre el avance económico posterior y un buen presagio del dinamismo re­sultante de los cambios de estructura impuestos por la revo­lución.
    La política económica yugoeslava descansa, principalmen­te, en la industrialización. Este es el factor estratégico clave. El esfuerzo se ha orientado, sobre todo, hacia la industria pesada, aun cuando ahora empieza a acentuarse la necesidad del desarrollo de la industria ligera, abastecedora de bienes de consumo. El plan general para el desarrollo económico de Yugoeslavia durante el período 1961-65 dice, a este respecto, que es preciso asegurar una más gran variedad y una mejor cali­dad de los productos, como también apresurar la producción de bienes durables de consumo y de otros artículos cuya de­manda está creciendo como consecuencia de las modificacio­nes ocurridas en la estructura de los consumos personales.
    ¿Cuál es, concretamente, lo conseguido por Yugoeslavia en materia de industrialización? ¿Hasta qué punto el régimen socialista ha sido capaz de transformar la vieja estructura feu­dal y agraria, heredada de la monarquía, en una estructura económica moderna e industrializada? Para no perdernos en marejadas de cifras, mediremos el progreso fabril yugoeslavo a través de dos índices. En primer término, la parte propor­cional de su población activa ocupada en la agricultura y en otras actividades no agrícolas. En segundo lugar, el aporte de la agricultura y de la industria al producto nacional yugoes­lavo. Mediante el uso de ambos criterios podremos, de inme­diato, darnos cuenta si la economía yugoeslava continúa sien­do predominantemente agrícola y ganadera, o si, por el con­trario, ahora es fabril e industrializada.
    En 1939, año inmediatamente anterior a la guerra, la agri­cultura absorbía el 76% de la población activa. Dicho de otra manera, el 76% de las personas en edad de trabajar lo ha­cía en el campo. En 1959 la población activa agrícola repre­senta el 51%. Ha habido, en consecuencia, un fuerte descen­so de la mano de obra ocupada en la tierra. Ello significa que la economía yugoeslava se está haciendo menos agraria. Para el sólo efecto de hacer comparaciones y situarse en el problema, advirtamos que el porcentaje de población activa que trabaja en el campo es inferior al 30% en Argentina, Chi­le y Uruguay. Aun cuando Yugoeslavia sigue exhibiendo un porcentaje muy alto de empleo agrícola, es evidente el inten­so desplazamiento de población activa hacia trabajos no agrí­colas que, principalmente, son de carácter industrial y artesanal. En 1939 ese porcentaje era del 24%, mientras que en 1959 alcanza al 49%. Es un progreso innegable, que obedece a una tendencia clara, firme y definida. Yugoeslavia está en trance de industrialización.
    Veamos ahora la composición del producto nacional bru­to en cuanto al aporte que recibe de la agricultura y la in­dustria. En la Yugoeslavia de 1938, la agricultura, ganadería y silvicultura generaban un 52,6% de ese producto, en tanto que la industria y el artesanado sólo tenían un aporte del 25,7%. En 1960 la situación es diametralmente distinta. Los aportes casi son los inversos. La agricultura, ganadería y sil­vicultura entregan al producto nacional bruto un 25,2%, mien­tras que la industria y el artesanado hacen un aporte del 51,2%. Más de la mitad del producto yugoeslavo proviene, ahora, del sector industrial y artesano. El avance es extraor­dinario y destaca un cambio fundamental en la estructura eco­nómica. Este cambio ha modificado profundamente el carác­ter de la economía y del nivel general de vida.
    Para terminar, recurramos a un índice sintético: el ingre­so nacional per cápita o por habitante. Para este efecto, se to­ma el ingreso nacional y se divide por el número de los ha­bitantes del país respectivo. En Yugoeslavia, en 1938, el in­greso nacional per cápita era de 115 dólares anuales. Duran­te la guerra bajó a 80 dólares. En 1960 fue de 360 dólares al año. Es decir, hubo un aumento del 220% con relación a 1938 y de 350% con respecto a los años de guerra. Es casi el in­greso nacional per cápita de Chile. Pero, con una diferencia sustancial y decisiva. Mientras que entre nosotros esta mag­nitud viene descendiendo desde 1959 adelante, en Yugoeslavia va aumentando de uno a otro año, lo que indica un mejo­ramiento en las posibilidades de vida y bienestar.

    Capítulo V

    ALTA CAPITALIZACIÓN.

    5.

    El factor determinante del rápido desarrollo económico yugoeslavo ha sido la alta tasa de su capitalización. Para ha­blar en términos comprensibles para todos, explicaremos en dos palabras el mecanismo del proceso de formación de capi­tales. La capitalización es el efecto del ahorro seguido de la inversión. Para que el capital se forme tienen que concurrir dos actos sucesivos: el acto de ahorrar y el acto de invertir. El ahorro es la parte del ingreso nacional que no se consu­me. La inversión consiste en producir o adquirir nuevos bie­nes de capital, como, por ejemplo, máquinas, plantas o equi­pos, herramientas, etc. La inversión es la afectación positiva del ahorro bajo la forma de nuevos medios para producir. Dicho aún de otra manera, la capitalización está constituida por los nuevos bienes de capital, que mediante la inversión el país agrega a su economía. La inversión es la clave del des­arrollo económico, pues de ella depende que un país acrecien­te o no su capacidad para producir. La inversión puede ex­presarse en una tasa, un tanto por ciento, del producto na­cional. Si por ejemplo el producto nacional de un país es 100 mil y la inversión es 10 mil, ello significa que la tasa de capitalización es del 10%. Hay que distinguir entre inver­sión bruta e inversión neta. La inversión bruta incluye los bie­nes de capital destinados a la reposición de los que se desgastaron o perecieron durante el proceso productor. La inversión neta los excluye. Esta última, en consecuencia, mide el au­mento de la capacidad productiva nacional. Si un país no tie­ne inversión neta, tal hecho es muy grave y está indicando que esa economía se limita a conservar su capacidad produc­tora, sin acrecentarla. Si la inversión neta es elevada, ello se­ñala que ese país está aumentando intensamente su capacidad productiva y que, por tanto, se encuentra en vías de un rá­pido desarrollo económico.
    Con todo lo incierto que tienen las generalizaciones diga­mos, sólo a guisa de orientación, que en los países económi­camente avanzados la tasa de inversión bruta es en promedio del 20%, mientras que la tasa de inversión neta es por lo me­nos del 10%. En los países de insuficiente desarrollo, la tasa de inversión bruta oscila alrededor del 12% y la de inversión neta es de más o menos el 5%, comprendiendo el aporte de recursos foráneos.
    ¿Cuál ha sido en Yugoeslavia socialista la tasa de capita­lización? Desde 1947 adelante, la tasa de inversión bruta ha oscilado entre el 25 y el 31% del producto nacional. La tasa de inversión neta ha estado entre el 14 y el 23%. Antes de la guerra, en el período 1923-1939, la tasa de inversión neta yugoeslava fue del 4%. Aun el más lego puede apreciar que la diferencia es simplemente notable. El esfuerzo capitalizador ha sido gigantesco. La tasa de inversión neta supera, en mu­cho, las tasas histórica e internacional. Este gran esfuerzo fue posible debido, sobre todo, a dos circunstancias principales que conviene destacar debidamente. En primer lugar, la socializa­ción de las industrias más importantes permitió capitalizar ín­tegramente recursos que antes ingresaban al patrimonio de al­gunos particulares, que en parte apreciable los destinaban al consumo superfluo o los remitían al exterior. En segundo tér­mino, la socialización de las empresas mineras, muchas de las cuales eran de propiedad de capitalistas extranjeros, puso fin a la exportación de cuantiosos recursos, que en vez de inver­tirse dentro de Yugoeslavia, salían al exterior para fortalecer e impulsar economías foráneas, substrayéndose así al proceso interno de inversión y desarrollo. El socialismo puso al servició del crecimiento económico nacional todas las capacidades potenciales de ahorro que ya existían dentro de la economía yugoeslava, pero que los grupos privilegiados no empleaban en capitalizar Yugoeslavia.
    Del examen de las series estadísticas sobre la inversión, aparece que en los últimos años, de 1954 hasta ahora, la tasa de inversión neta ha disminuido, llegando a ser, en 1958, de un 16%. Pero, lo que es muy importante, el monto absoluto de esa inversión ha crecido, lo que está indicando entonces que el aumento del producto nacional es de tal magnitud que la inversión neta necesaria se alcanza dedicándole un porcen­taje menor de ese producto. En otras palabras, la baja en la tasa de la inversión neta no indica, de modo alguno, que es­ta inversión haya disminuido, y en el hecho ahora es mayor que antes.

    ---fin del primer mensaje---
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    Mensaje por pedrocasca Mar Ene 15, 2013 9:57 pm

    YUGOESLAVIA

    texto de Alberto Baltra - texto correspondiente al libro "Tres Países del Mundo Socialista", de 1962

    tomado del blog Disidente del capitalismo

    publicado en dos mensajes en el Foro

    Capítulo VI

    LA EMPRESA SOCIALIZADA: SVETOZAREVO.

    6.

    ¿Cómo opera la empresa socializada yugoeslava? Para res­ponder a esta pregunta nos referiremos al caso concreto de una de las fábricas que visitamos: La fábrica de cables de co­bre ubicada en Svetozarevo. Esta fábrica es una empresa socia­lizada. Es de propiedad popular. Se terminó de construir en 1955 y a su edificación contribuyeron 13 mil estudiantes que, en sus días y horas libres, trabajaron gratuitamente. La fábri­ca proporciona empleo a tres mil obreros y empleados. Al lle­gar a la ciudad fuimos recibidos, en la sede municipal, por el presidente del Distrito, Vitomir Petkovich, quien nos explicó la influencia que el establecimiento del centro industrial de Svetozarevo había tenido sobre la actividad y la vida de la re­gión. En seguida, nos trasladamos a la empresa misma, donde nos atendió su Director, un joven ingeniero, quien, en su ofi­cina, nos proporcionó todas las informaciones que le solicita­mos y que, en seguida, con el Ingeniero-Jefe, nos acompañó a recorrer la empresa.
    El Director de las empresas socializadas se nombra por el comité popular de la comuna a propuesta de una comisión en que están representados el Gobierno, la autoridad comunal y el consejo obrero. Su nombramiento es por tiempo indefini­do; pero, actualmente, se propicia una reforma que tiende a establecer un período determinado. El Director organiza y di­rige el proceso de la producción. Es el responsable directo de que la actividad de la empresa se sujete a las leyes en vigen­cia. En consecuencia, tiene el derecho y la obligación de ve­tar todo acuerdo del consejo obrero que infrinja esas dispo­siciones. En caso de diferendo, somete el asunto ante el comi­té popular de la comuna.
    En las empresas con más de treinta obreros hay un con­sejo, que puede tener de 15 a 120 miembros, y que se elige anualmente por sufragio directo de los trabajadores. Es el consejo obrero que, en principio, es el más alto organismo en la gestión de la empresa. El consejo resuelve sobre muchas materias. Entre otras, en lo que se refiere a las siguientes: El plan anual de producción; el balance de la empresa; las in­versiones; los créditos; la distribución del ingreso neto entre salarios y fondos de reserva o acumulación, etc.
    El consejo obrero elige lo que, en cierto sentido, es su órgano ejecutivo: El comité de gestión de la empresa, com­puesto de tres a once personas y del cual forma parte, por derecho propio, el Director de la empresa quien, cada tres me­ses, debe informar acerca de la marcha del plan anual de pro­ducción. Hay algunos asuntos que son de la competencia pri­vativa del Comité. Es lo que sucede, por ejemplo, con el nom­bramiento de obreros para cargos superiores dentro de la em­presa.
    ¿Cómo distribuye sus ingresos una empresa socializada?
    El ingreso bruto de una empresa es el que obtiene con la venta de los productos. Con cargo al ingreso bruto se dedu­cen el costo de los materiales empleados en la producción y el fondo de amortización, que se calcula atendiendo a la du­ración de los bienes de capital y de acuerdo con las normas que rigen sobre la materia. En la fábrica de Svetozarevo, estas deducciones constituyen, más o menos, el 60% del ingreso bruto. El saldo —40%— es el ingreso neto. Como la sociedad es dueña de los medios de producción, la empresa le paga una suma por su uso. En seguida, el consejo obrero resuelve lo que se hace con el resto, es decir, acerca de la parte que debe des­tinarse al pago de salarios, a la inversión y al llamado consu­mo colectivo, o sea, la construcción de viviendas, escuelas, hos­pitales, casas de cultura, etc. El consejo obrero es, en principió, libre para resolver. Tal derecho se encuentra establecido expresamente en una ley de 1957, pero, como lo reconoce el doctor León Gersković, "debido a las contradicciones que sub­sisten en el mecanismo económico y a las serias dificultades que entorpecen la economía, la sociedad todavía limita este derecho de tal suerte que aún no alcanza su pleno desarrollo" (2).
    ¿Cuáles son las dificultades que, a veces, recomiendan no entregar por completo esta decisión a los consejos obreros? Es un hecho de la experiencia yugoeslava. Hay casos en que el trabajador aún no tiene formada clara conciencia de su responsibilidad en la decisión de distribuir el ingreso neto entre sa­larios e inversión. Ha ocurrido que, dejándose llevar por con­sideraciones de orden netamente personal, el obrero se incli­ne a sacrificar la inversión en favor del salario. Es un proble­ma de cultura y de responsabilidad. Así lo reconocen las pro­pias autoridades yugoeslavas. Por ejemplo, el profesor Mijalko Todorović, Vicepresidente del Consejo Ejecutivo Federal, en un informe rendido en 1959, denunció esta actitud irres­ponsable de ciertos obreros (3). En la empresa de Svetozarevo, el saldo —40% del ingreso bruto— se distribuía 35% en sala­rios, 25% para inversiones, 15% para el consumo colectivo y 25% para el pago de impuestos y otras obligaciones con la Fe­deración, la República y la comuna.
    En esta empresa, el salario medio es de 28 mil dinares al mes, es decir, más o menos 50 dólares, o sea, aproximadamen­te 100 mil pesos chilenos. De esta suma, el alquiler significa un 15% y la alimentación, 50%. La distribución del ingreso personal es muy igualitario. No hay grandes diferencias. De ahí que el consumo superfluo sea casi desconocido y que las vitrinas de Belgrado o Zagreb no ofrezcan artículos de lujo.
    El énfasis en la capitalización significó reducir los con­sumos. Hasta 1956, puede advertirse una disminución en las cantidades disponibles de bienes para el consumidor. La ten­dencia cambia a partir de 1957, en que el consumo por habi­tante crece a razón de un 10% al año. No cabe duda, sin em­bargo, que la masa campesina y el obrero industrial no cali­ficado o semi-calificado elevaron considerablemente sus condi­ciones de existencia con relación a las que soportaban hasta antes de la guerra. Desde 1957, el mejoramiento es, sobre to­do, de los empleados y obreros industriales de cierta califica­ción. Sin embargo, es mucho lo que aún resta por hacer. "En el último quinquenio —1957 a 1961— la tasa media anual de incremento de la producción industrial en Yugoeslavia fue de 12,8%. El standard de vida creció a un ritmo superior aún al mismo crecimiento de la producción material. En el pe­ríodo en cuestión, los ingresos personales aumentaron en más de un 50%. Hay pocos países en el mundo en que el consu­mo individual haya aumentado a un ritmo tan rápido como en Yugoeslavia" (4).
    No olvidemos que, en Yugoeslavia, el ingreso nacional per cápita es de 360 dólares por año, o sea, más o menos el de países como Chile, por ejemplo. Claro está que ese ingre­so es apreciablemente superior al de 115 dólares que Yugoes­lavia tenía antes de la guerra o al de 80 dólares que tuvo in­mediatamente después del conflicto. Por otra parte, no signi­fica lo mismo, en términos de bienestar colectivo, un ingreso nacional per cápita de 360 dólares al año, en un país donde la distribución del ingreso es falta de equidad y justicia, que en otro donde esa distribución es muchísimo más igualitaria y justa. Además, debe reconocerse que, en Yugoeslavia socialis­ta, el ingreso nacional per cápita aumenta a razón de 5% al año. Es decir, allá se trata de una sociedad que progresa; de una economía en crecimiento, que abre a sus componentes la posibilidad cierta de mejorar los niveles de consumo y al­canzar condiciones de vida cada vez más altas.

    Capítulo VII

    LA ECONOMÍA YUGOESLAVA Y LAS FUERZAS DEL MERCADO

    7.

    A menudo se afirma que la economía yugoeslava asigna un papel importante a las fuerzas del mercado. Este es un punto que conviene analizar con algún detenimiento. En las economías capitalistas, el mercado desempeña un rol prepon­derante. En un capítulo anterior, ya se dijo que en esas eco­nomías el mercado determina el empleo de los recursos pro­ductivos, o sea, indica los bienes a cuya producción deben des­tinarse. La acción del mercado se cumple a través del precio, guía y regulador de la actividad económica. En las economías socialistas, el plan determina el uso de los recursos y fija los objetivos de la actividad económica. El plan reemplaza al mercado. La economía socialista, centralizada y planificada, está en oposición esencial con una economía orientada y dirigida por el libre juego de las fuerzas del mercado. La oposi­ción surge con toda claridad si pensamos que resulta perfec­tamente posible que los objetivos fijados por el plan no coin­cidan con aquellos que el mercado, por su parte, determina. Puede, por ejemplo, que el plan asigne la prioridad a la in­versión destinada a crear la industria productora de bienes capitales, pero que el mercado, a través del mecanismo de los precios, promueva el establecimiento de industrias ligeras, productoras de bienes para el consumo. Si una economía socialista deja actuar libremente las fuerzas del mercado en los dos papeles que desempeña en la economía capitalista, ello estaría significando, lisa y llanamente, que no sería centralizada ni pla­nificada. En una palabra, que no sería socialismo.
    No es esto lo que ocurre en la economía yugoeslava. El problema es sustancialmente distinto. El mercado juega cierto papel en cuanto a la orientación de lo que produce cada em­presa. Pero, no tiene influencia alguna en la determinación de las inversiones, o sea, en el establecimiento de nuevas empresas. y en la ampliación de la capacidad productora de las que ya existen. Por ejemplo, el plan asigna a la fábrica de alambres de cobre de Svetozarevo ciertas tareas, es decir, la producción de tantas o cuantas toneladas de alambre de cobre en cada una de las dimensiones, etc. Pero, la Dirección de la fábrica, previas las autorizaciones correspondientes, puede variar los tipos produci­dos, según cual sea la demanda de ellos en el mercado. Otro ejemplo. Una fábrica de calzado también tiene su plan anual de producción que le fija obligaciones en cuanto al número de unidades, calidad, tamaño, etc. Pero, el Director de la em­presa, en vista de los requerimientos de la demanda, puede resolver producir más unidades de un tipo y menos de otro, y así sucesivamente. Como, por regla general, los equipos de producción son específicos, es decir, sirven para la produc­ción de un bien o de una cierta categoría de bienes, este pa­pel que se asigna al mercado no altera ni puede alterar los objetivos del plan en cuanto a la prioridad en la producción de bienes de capital sobre bienes de consumo o a establecer cierta determinada relación entre las producciones relativas de ambas clases de artículos. La fábrica de textiles seguirá produciendo tejidos. Lo único que puede hacer es elaborar más cantidad de un tipo o menos de otra, según las exigen­cias o preferencias del mercado. Pero, no podrá variar el gi­ro de su producción. Tampoco puede hacerlo la fábrica de alambres de cobre, ni la siderúrgica, ni la planta de ácido sul­fúrico, etc.
    Pero, el mercado no desempeña ningún papel en la deter­minación de las inversiones. Es la autoridad planificadora yu­goeslava la que resuelve sobre este aspecto tan importante del proceso de desarrollo económico. Ello es muy explicable. No puede ser de otra manera. Es de la esencia del sistema socialista. La sociedad es la que establece los objetivos que, dentro del pe­ríodo comprendido por el plan, debe alcanzar el crecimiento económico. En Yugoeslavia, la dirección centralizada de la eco­nomía tiene como finalidades últimas el pleno uso de todos los recursos materiales y sociales con el objeto de lograr un desarrollo económico constante; la coordinación entre el rá­pido aumento de la producción y la mejoría en los niveles de vida; y el mejor empleo posible de las oportunidades para el desarrollo uniforme de las diversas regiones y zonas del país. Sobre la base de estos grandes fines, el plan señala sus objetivos y propósitos. En lo que concierne a la creación de nuevas empresas o medios de producción, el plan prevé las inversiones necesarias para ello. El plan es, en consecuencia, el que determina el empleo de los recursos productivos en cuan­to a las nuevas actividades que van a emprenderse. Aquí nada tiene que ver el mercado. Así es como Yugoeslavia ha conse­guido desarrollar notablemente su industria pesada. Del to­tal de las inversiones hechas hasta ahora, más o menos un 80% lo ha sido en la producción de energía y en las actividades industriales básicas. La orientación y composición de las in­versiones habría sido muy distinta si hubiera quedado entre­gada al libre juego de las fuerzas del mercado.
    ¿Cuáles son los organismos que, en Yugoeslavia, propor­cionan los recursos para las inversiones? Estos organismos ac­túan en tres niveles. Está, en primer lugar, un organismo fe­deral. Es el Fondo Central de Inversiones. En seguida, tene­mos los organismos de las Repúblicas y de las comunas. Por último, están las empresas mismas.
    El organismo federal dispone de un tercio del total de los recursos destinados a la inversión. Pero, sin duda, su im­portancia es predominante, dada, además, la influencia que ejerce sobre el sistema bancario. Las Repúblicas y comunas, por su lado, disponen de otro tercio, pero, por regla general, éste se compone de recursos con destino fijo o pre-establecido como lo son, por ejemplo, los fondos para la construcción de escuelas, viviendas, centros culturales, etc. Las empresas, finalmente, disponen del tercio restante. Este tercio proviene de los fondos acumulados por la empresa para la amortización y ampliación de la capacidad productora. En cierta medida, son, también, recursos para inversiones ya determinadas.
    En apariencia, hay una pluralidad de organismos que resuelven sobre la inversión. En el hecho, todas las inversio­nes se hacen respetando los objetivos prescritos por el plan. En un estudio publicado, no hace mucho, en Belgrado, se di­ce textualmente: "Aunque los órganos centrales disponen del tercio de los fondos de inversión, la estructura planificada de las inversiones se ha realizado casi completamente, tal como lo preveían los planes generales, debido especialmente al he­cho de que, en la mayoría de los casos, la asignación de los recursos se hace con la obligatoria estipulación de su desti­no" (5).
    Este es el verdadero alcance del "socialismo de merca­do", según se complacen en llamarlo ciertos autores que qui­sieran que el socialismo yugoeslavo no fuera un socialismo.

    Capítulo VIII

    YUGOESLAVIA Y EL MERCADO COMÚN EUROPEO.

    8.

    Yugoeslavia atraviesa una situación económica delicada en lo que se refiere al comercio internacional. Extraña al mercado común europeo, también se encuentra al margen del mercado común que constituyen las otras naciones del mun­do socialista. El primero puede afectarla seriamente como que el 50% de sus exportaciones se coloca en Europa occidental. Yugoeslavia necesita encontrar una solución para este gra­ve problema. De lo contrario, el déficit que ya soporta su balanza de pagos, puede multiplicarse apreciablemente y oca­sionar trastornos serios al desarrollo de su economía y a la edificación de la nueva sociedad.
    En Yugoeslavia interesa y preocupa el mercado común latinoamericano. El Instituto Internacional de Economía y Política, que dirige el talentoso parlamentario y economista, Janez Stanovnik, me invitó a dictar una conferencia sobre el tema. En el largo debate que vino a continuación, tanto los profesores como los funcionarios y los técnicos, estuvieron acordes en considerar que Yugoeslavia debe dirigir sus esfuer­zos hacia una intensificación del intercambio con los países que, como los de América Latina y África, se encuentran en vías de desarrollo. El diputado Stanovnik observó, con agu­deza, que, para Yugoeslavia, el mercado común latinoameri­cano revestía un aspecto muy distinto al del mercado común europeo. En efecto, dijo, el mercado común latinoamericano se establece para satisfacer una demanda de importaciones que, de otro modo, no se manifestaría en el mercado inter­nacional a causa de la falta de medios de pago. En consecuen­cia —agregó— el mercado común latinoamericano no perju­dica a Yugoeslavia. En un estudio reciente, el diputado Stanovnik reitera sus puntos de vista: "Dentro de las tendencias de las asociaciones regionales hay, indudablemente, una raíz progresista, porque estas asociaciones son, de una u otra manera, consecuencia del progreso tecnológico contemporáneo. Es por lo que nosotros sentimos simpatía por los esfuerzos integracionistas de numerosos países insuficientemente desarrollados. Pero, los integracionismos regionales que tratan de conseguir, mediante asociación de las fuerzas económicas, suficientes fuer­zas como para poder realizar intereses políticos más elevados, aparecen como algo perjudicial para el desarrollo mundial en el orden económico y político. Lo que quiere decir que estos integracionismos se están llevando a cabo no solamente con el fin de conseguir algo, sino que, además, están orienta­dos en contra de alguien" (6).
    No hay duda que en el comercio exterior que América Latina sostiene actualmente con el resto del mundo, y en el que Yugoeslavia apenas participa, hay un amplio margen que la economía yugoeslava debe intentar atraer sobre la base de un intercambio recíprocamente provechoso. Pero, obvia­mente, esta es una solución hipotética, incierta y a largo pla­zo. La delicada situación de Yugoeslavia ante los problemas —muy serios— que crea a su economía el mercado común eu­ropeo, sugiere, como más probable, la posibilidad de que Yu­goeslavia, cuidando los intereses y el futuro de su sistema po­lítico y económico, busque la solución a través del campo so­cialista. Hay más de un indicio de que algo de ello ya está ocurriendo.

    Capítulo IX

    LA ESTABILIDAD DEL RÉGIMEN SOCIALISTA.

    9.

    ¿Cuál es la estabilidad y raigambre del socialismo yugo­eslavo? Esta es una pregunta que, a menudo, se formula a quien regresa de Yugoeslavia.
    En mi concepto, se trata de un sistema definitivamente establecido. Es cierto que, tanto el Mariscal Tito como su gobierno son objeto de algunas críticas. El pueblo yugoes­lavo, socarrón como buen campesino, de ordinario las plan­tea con fino ironismo. Pero, el pueblo se da cuenta que el régimen socialista ha significado progreso y aún están fres­cos en su memoria los errores e injusticias del régimen mo­nárquico y del régimen capitalista. Además y como ya lo dijimos, Tito encarna el sentimiento de unidad nacional y re­presenta la liberación del enemigo extranjero y de un régi­men incapaz y reaccionario. Para el yugoeslavo aparecen in­disolublemente unidos la revolución socialista y el desarrollo económico e industrial del país. Ambos hechos se confunden e identifican y así como el yugoeslavo no desea retroceder sino seguir avanzando, de la misma manera tampoco ni siquiera concibe la posibilidad de abandonar el socialismo para vol­ver al sistema capitalista. En Yugoeslavia tuvimos oportuni­dad de conocer elementos de la antigua burguesía y ellos nos manifestaron que, hoy en día, todos los yugoeslavos, sin dis­tinción alguna, están ciertos que la mejor de todas las alter­nativas se las proporciona el socialismo.

    NOTAS:

    (1) C. Bobrowski. "La Yougoslavie Socialiste", pág. 20.
    (2) León Gersković. "Social and economic system in Yugoslavia", Belgrado, pág. 24.
    (3) Mijalko Todorović. "Problemas actuales de la economía yugoes­lava", Belgrado, pág. 27.
    (4) M. Milošević. "Las nuevas medidas económicas y las viejas tesis" "Política Internacional", 1962, pág. 15.
    (5) "Las inversiones en Yugoeslavia después de la segunda guerra mundial", Belgrado, 1960, pág. 7.
    (6) Janez Stanovnik. "Las materias primas en la economía y política mundiales", "Política Internacional", junio, 1962, pág. 5.

    Como dato curioso, aún existe la Fábrica de Cables Svetozarevo, ahora bajo el nombre de Industrija Kabloba - Jagodina.

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    Mensaje por pedrocasca Mar Ene 15, 2013 10:04 pm

    Alberto Baltra fue un político chileno, políticamente socialdemócrata reformista y en la economía era keynesiano.

    Nacido el 6 de enero de 1912 en Traiguén, Chile, estudió en su ciudad natal y luego en el Instituto Nacional de Santiago. Ingresó a la carrera de Derecho en la Universidad de Chile donde se tituló el año 1934. Se especializó en Economía, en tiempos donde no existía una Facultad de Economía en la Universidad de Chile. En 1935 se convirtió en fundador y en el primer director de la Escuela de Comercio y Economía de la Universidad de Chile junto a Pedro Aguirre Cerda, siendo profesor de la misma desde 1935 a 1968. En 1937 ingresa al Partido Radical. Ejerció diversos cargos en el gobierno durante los gobiernos radicales hasta ser designado ministro de economía en 1947 en el gobierno del proyanqui y anticomunista Gabriel González Videla (autor de la ley maldita que declaró ilegal al PC y a sus militantes), hasta 1950. A su vez en 1948 se convierte en el primer presidente de la CEPAL. Luego de su trabajo en la CEPAL viaja en 1951 a la ONU para incorporarse al grupo de cinco expertos mundiales en desarrollo económico.
    En 1963, el Mariscal Tito de Yugoslavia lo condecoró con la Orden de la Bandera Yugoslava con Estrella de Oro, en reconocimiento a su labor en pro del fomento de las relaciones entre Chile y la Yugoslavia socialista.
    Ejercería distintos cargos en el Estado y en las empresas del Estado hasta que resultó elegido como senador en 1968 en las elecciones complementarias a raíz de la muerte de José Gracía González (que era del Partido Demócrata Cristiano). Fue precandidato a la presidencia de la República por la Unidad Popular siendo el precandidato del Partido Radical, junto a Pablo Neruda del PC y Salvador Allende del PS, resultando elegido Salvador Allende.
    En 1971 deja el Partido Radical por el rumbo que estaba llevando y funda el Partido de Izquierda Radical, partido que apoyo a la Unidad Popular y luego se volvió crítico con ella. El PIR se unió junto a la DC y otros partidos de derecha, pero fue un desastre electoral para el PIR y Baltra perdió estrepitósamente su puesto parlamentario al sacar sólo un 1,92%. Falleció el 20 de septiembre de 1981.

    Con respecto al libro en donde figura el texto YUGOESLAVIA que aquí ha sido publicado, dice el autor en las Palabras Preliminares "Al término de un viaje de estudio por algunos países so-cialistas, creí que era deber ciudadano transmitir las impresiones recogidas" y "El profesor universitario tiene la obligación de analizar esa realidad con espíritu abierto, para extraer de la experiencia de otros pueblos cuanto pueda ser útil al nuestro. Sólo así, cuando llegue la impostergable hora de las grandes decisiones, el cambio social no será el producto improvisado e imperfecto de las meras rebeldías populares, acuñadas por la miseria moral y física, sino que las nuevas estructuras surgirán, entonces, como el fruto maduro de la reflexión en torno de los problemas nacionales y de la observación crítica de las soluciones que países extranjeros han puesto en práctica para acelerar el desarrollo de la economía, la cultura y el bienestar.
    No podemos ignorar hoy el mundo socialista. ¿Cómo pueden cerrarse los ojos ante un sistema que rige la vida de más de mil millones de seres humanos? El socialismo no es una utopía ni un pensamiento abstracto. Es una experiencia humana. La actitud que cabe es el análisis de sus logros (...)"

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