Segundo capítulo
“ELIJA A SU JEFE”
O un relato sobre una pequeña hoguera siberiana que casi se apaga por el viento de la polémica pero vuelve a cobrar fuerza en las costas del Báltico.
No hay tren directo de Kohtla-Järve a Riga y tuve que hacer el cambio de noche en el poblado de Tapa. Así sucedió en realidad. Mas si dejamos volar la imaginación, yo fui a Riga “pasando” por Krasnoyarsk.
Esta ciudad es mundialmente famosa por la mayor central hidroeléctrica situada en el río Yeniséi. Mis compatriotas bien conocen la vida airada y ladronesca que allí llevaban antaño los negociantes-acaparadores de oro y pieles; se sienten orgullosos de su gloria actual como potente centro industrial y cultural de Siberia Oriental; gustan de viajar por las preciosas zonas vedadas de sus alrededores. Pero el acontecimiento que llamo “pasando por Krasnoyarsk” camino de Riga fue de importancia local, no estremeció a la amplia opinión pública. Sin embargo se me grabó en la memoria. Y no sólo a mí, sino también a varios especialistas que se interesan por la dirección de la industria.
En esencia sucedió algo insignificante en comparación con los ruidosos acontecimientos de aquellos tiempos, que fueron objeto de discusiones en la prensa: unos obreros constructores eligieron por su propia cuenta y por voto secreto a sus dirigentes inmediatos: los jefes de brigada. Antes eran designados por el jefe de departamento, y no sólo en Krasnoyarsk, sino en todo el país. Ese fue el primer caso de elecciones de “mandos subalternos en la construcción”.
En nuestro país se eligen organismos de Poder estatal desde los Soviets locales hasta el Parlamento; el principio electivo es la base de la actividad de todas las organizaciones sociales, sin excepción; se eligen también las juntas directivas de las cooperativas agrícolas. Pero todos los cargos dirigentes en las fábricas y las obras en construcción, desde jefe de brigada hasta director general, no entran en el sistema electivo de la URSS.
Los cargos vacantes los ocupan personas designadas por el escalón superior. En Krasnoyarsk se decidió recurrir a las elecciones, atribuir a los obreros la prerrogativa de buscar por su cuenta a los jefes de escalón inferior. Fue una iniciativa de abajo que no tenía visto bueno ni fue aprobada por nadie, algo parecido a un desafío. . . Pero quienes tuvieron conocimiento del caso y lo reflexionaron, se interesaron no sólo y no tanto por el hecho de las elecciones “espontáneas”, sino por algo más importante: la esencia del problema de selección del personal dirigente en la industria y la construcción.
A primera vista podría parecer que no hay diferencia entre elegir y designar al jefe de brigada. Pero en realidad la hay y grande. Para comprenderlo mejor citemos un conflicto que se produjo en el poblado de Jimki, suburbio de Moscú, ya después del experimento de Krasnoyarsk y a su impacto. Hizo referencia del mismo el periódico central de la juventud “Komsomólskaya Pravda”.
La redacción recibió una carta de constructores indignados por el hecho de que en una obra en que Jimki se destituyera, sin explicación alguna, al jefe de brigada, poniéndose en su lugar a otro que no gozaba del prestigio requerido para el caso. El jefe del departamento de construcción y montaje aludió su derecho de designar y destituir. La administración decía que el ex jefe de brigada era una persona blanda, indicando que el nuevo era hombre experto y exigente. Ello estaba en contradicción con la opinión de los miembros de la brigada, y con la realidad misma: antes el trabajo andaba mejor y, por consiguiente, era más alto el salario; cuando se hizo el cambio, empezaron los desajustes. Es obvia la causa de éstos: surgió un conflicto con los obreros.
“¡Qué me importa que no les guste! —pensaba el jefe de departamento—. ¡No podemos dejarnos llevar de la rienda!”. Pero los obreros tampoco quisieron “dejarse llevar de la rienda” y escribieron al periódico juvenil. La redacción organizó una discusión en que los constructores expresaron abiertamente su opinión sobre el particular. El periódico describió en detalles el conflicto, citando los puntos de vista de los obreros que en su gran mayoría insistían en su derecho a elegir por su cuenta al jefe de brigada.
En relación con este caso, el conocido escritor publicista Vladímir Kantaróvich analizó en su libro “A través del prisma de literato” la experiencia de elecciones de los jefes de escalón inferior, realizadas en Krasnoyarsk. Hemos de agregar que Vladímir Kantaróvich desde hace mucho mostraba un vivo interés por la democratización de la administración, buscaba solución a los problemas que le preocupaban en las monografías de filósofos, sociólogos, juristas, en la prensa y directamente en la vida. Viajó mucho por el país. Las raíces del problema —consideraba él— penetran mucho más allá de la capa superior del “suelo de la administración”. “Crece la independencia del trabajador, su conciencia y autoafirmación” ─, escribía en su libro rescatando la aspiración de los hombres a superar la pasividad del simple ejecutor que se expresa en términos corrientes como “hago lo que me indican”, “procedo igual que todos”. Kantaróvich observaba detenidamente los procesos nuevos que reflejaban el desarrollo del individuo en medio de la colectividad laboral. Se fijaba en cada hecho, lo meditaba y trataba de situarlo en el torrente de información que proporcionaba la vida. Los problemas de desarrollo de las formas democráticas de administración en todas las esferas de la economía nacional fueron siempre objeto de su preocupación, hasta su muerte en 1977. Al hablar ahora de lo alcanzado en este aspecto no se puede menos que recordar su nombre y mencionar sus méritos de escritor y ciudadano.
Retornemos, sin embargo, a la experiencia de Krasnoyarsk. Lamentablemente se desperdició antes de que aparecieran sus partidarios, incluso en la construcción. De la industria no se trató en general. La opinión pública suficientemente preparada para asimilar la idea, permanecía en la espera fatigosa, disponiéndose para una nueva ronda de discusiones de algo más importante que aquella pequeña hoguera apagada de Siberia. La idea como si quedara en el aire, la aludían cada vez con mayor frecuencia los lectores que enviaban cartas a los periódicos buscando motivo para continuar la conversación.
¡Y el motivo se presentó!
“Literatúrnaya Gazeta” publicó un reportaje de I. Dizhbit, titulado “los obreros eligen al contramaestre”. En éste se decía que en la empresa “Kommutator” de Riga, los contramaestres no eran designados sino elegidos. Y uno de los candidatos fracasó en las elecciones “del modo más brillante” aunque la administración consideraba que era el más apto para ocupar el cargo y lo recomendó el jefe superior.
En el reportaje se informaba también que en la empresa se avisa por la radio local y los anuncios, con dos semanas de anticipación, de las futuras elecciones. En la sección de cuadros se discuten previamente todos los candidatos. Cada uno puede apoyar a cualquier candidato o adelantar argumentos de peso para fundamentar la desaprobación. Una semana se da para ver si el candidato satisface todos los requerimientos que supone su condición de contramaestre. Las elecciones se realizan por voto directo y secreto. Es obligatoria la participación de no menos del 80 por ciento del personal de la empresa. Se considera elegido el que acumula no menos de las tres cuartas partes de los votos de los electores.
“Literatúrnaya Gazeta” insertó su reportaje en la rúbrica “Club de discusiones”. El contramaestre no es un jefe de brigada, sino un representante inmediato de la administración. Resulta que en este caso los obreros realmente eligen a su jefe.
La publicación originó un torrente de cartas a la redacción:
“Al comentar con mis compañeros el artículo “los obreros eligen al contramaestre”, coincidimos en que esta medida contribuiría a elevar la producitividad del trabajo y a reducir la fluctuación de cuadros. Somos partidarios de introducir en las empresas normas democráticas como las elecciones de contramaestre y jefe de sector. Quisiéramos saber si hay el propósito de divulgar y aprovechar la experiencia de los obreros de Riga”(Briliántov, Petrov, Chúsov, Lijachiov, Málnev, Redbkin, afinadores de la empresa “Melodía” de fabricación de discos, de Tula).
“Se equivocan quienes confían en la elección. Sólo pueden generar falta de responsabilidad personal. En todo caso hay que pensarlo y probarlo bien antes de decidir. Si me preguntaran mi opinión, me pronunciaría en contra” (A.Nikíforov, de Moscú).
“Hay que sustituir la designación con la elección. Así y sólo así. . . Los hombres no eligen a un jefe déspota o incompetente. Esta sustitución tendría importancia política. Sería un paso en el sentido de ampliar nuestra democracia” (G. Korzhov, de Alma-Ata).
Es fácil notar que hay argumentos contrapuestos. Lo que para unos es blanco les parece negro a los otros, y viceversa. ¿A quién dar crédito? Veamos los resultados de las así llamadas encuestas representativas. El sociólogo Yákov Kapeliush, candidato a doctor en filosofía, viene estudiando desde hace mucho el problema de la elección, El sondeo de la opinión pública por él realizado, confirmó la existencia de un interés enorme —aunque heterogéneo— por el problema.
“Se observa una determinada regularidad: cuánto más alto es el escalafón tanto más son los adversarios de la elección—, escribía Kapeliush—. Entre los ingenieros y los obreros son casos aislados; entre los contramaestres son uno de cada cuatro; entre los jefes de taller, uno de cada tres y entre los directores, uno de cada dos.
No hay unidad de criterio en ningún grupo. No se puede afirmar que los representantes de una categoría socioprofesional se pronunciaran en pro y los de otra, en contra. De ninguna manera todos proponen variadas soluciones”.
Según Kapeliush, la diferencia de principio entre la elección y la designación consiste en el carácter y el sentido de las atribuciones. En un caso llegan al dirigente desde “arriba” y por consiguiente pueden retirársele solo por los superiores en otro caso el dirigente las recibe de los subalternos, es decir, desde “abajo” y es controlado y destituido por quienes manda.
La principal desventaja del principio de designación son las apreciaciones subjetivas de personas aisladas, con la peculiaridad de que es limitada la objetividad puesto que la administración no es sólo ciencia, sino también arte. No está exento de males el principio de elección: aunque son muchas las personas que valoran al candidato y es menos la eventualidad del error., se limita también el número de candidatos que generalmente son promovidos de una misma colectividad. “El mejor de los disponibles” no significa todavía “el mejor de los posibles”. Sin embargo, el método de designación cede en otro aspecto: son muchos los candidatos pero pocos los conocimientos que se tienen de cada uno. En cuanto a la elección es la colectividad la que toma decisiones referentes a los cuadros y por lo tanto se descarta un fenómeno tan peligroso como el proteccionismo. Es verdad que origina el miedo a la dirección colegial ilimitada y a perder el mando único. Muchos consideran que es poco menos que el vicio fundamental de la elección. Kapeliush no se conforma decididamente, lo estima ficticio: la dirección colegial no es sinónimo de elección, y son compatibles el principio de mando único y la elección. Pueden darse casos de dirección colegial y no electiva, así como al revés. La administración de la producción ha de basarse en el principio de mando único, pero ello no tiene nada que ver con el problema de la elección. Tampoco tiene fundamento la errónea tesis promovida por algunas personas de que el principio de elección no es compatible con el principio de administración profesional. Al administrador se le puede enseñar tanto antes como después de elegido.
El problema que mayores discusiones origina es el tocante a las perspectivas de elección en la esfera de administración de la economía, sus límites y la relación de los cargos. Tan pronto se llega allí, dice Kapeliush, el diálogo se frustra.
“Por elección comprenden sólo y nada más que comicios en su sentido directo. Y si los adversarios del principio los rechazan con toda razón en el caso del director, se equivocan al tratar de enterrar la idea como tal. ¿Acaso no se puede aplicar un sistema escalonado? Los obreros eligen al jefe de brigada, contramaestre, jefe de sector. Estos eligen al jefe de su taller. Los últimos eligen al personal dirigente de la fábrica. Las elecciones escalonadas en la esfera de la producción revisten sus ventajas. Bajo este sistema cada categoría de electores es relativamente pequeña en número y está en contacto permanente. Las personas de un mismo escalón de la estructura administrativa se conocen bien, intervienen como un todo único organizado en su nueva calidad de electores.”
“. . . Los electores, compañeros de trabajo, pueden apreciar inmediatamente la actividad del dirigente y tienen la posibilidad de formarse un juicio por medio de los contactos con él y sus compañeros. Crece en flecha la capacidad de los electores. . .”
Estas ideas no carecen de razón. ¿Acaso no hizo algo parecido a unas elecciones mi conocido Viacheslav Kébich, director general de la empresa de construcción de máquinas herramienta de Minsk, cuando realizó una encuesta entre los jefes de talleres y servicios, preguntando a quién querían ver en el cargo de ingeniero jefe de la empresa? Ellos propusieron varios candidatos e incluso colocaron una urna electoral. Y coincidieron las opiniones de los interpelados y de lso que realmente tomaron la decisión. El experimento local de kébich, nos parece, echa por tierra las afirmaciones de la falta de capacidad de los eventuales electores. . .
Con estos pensamientos llegué a la capital de la RSS de Letonia para conocer los detalles de la “variante de Riga”.
Citaré algunos fragmentos del preámbulo del documento programático que me entregaron en Riga y que, pienso yo, aceptan todos. La premisa no hace dudar a nadie. Cualquier director comparte sin titubeos la afirmación de que “cuando hay buenas relaciones mutuas, efectivas y camaraderiles, es más fácil solucionar los problemas del cumplimiento del plan, la elevación de la calidad de los artículos. . . Es mejor la disciplina laboral”. Los postulados son indiscutibles, casi triviales. Pero sigue una conclusión polémica tajante: “Como resultado de las búsquedas de métodos óptimos de administración de la producción, del deseo de crear relaciones comunicativas entre las entidades y dentro de las colectividades que respondieran más plenamente a los requerimientos que supone una empresa moderna socialista y altamente organizada, llegamos a la conclusión de la conveniencia de las elecciones de jefes brigada, contramaestres y jefes de sector, y próximamente también de jefes de taller”.
¡Llegamos y a los jefes de taller! El director queda a un solo paso. Enseguida tomé el lápiz, mas me tranquilizaron. En la “Kommutator” todavía no se eligen jefes de taller. El experimento aun no ha terminado pero tiene amplias perspectivas. Los fragmentos citados son testimonio de la orientación hacia el desarrollo de bases democráticas en una esfera clave como la administración y la selección de los dirigentes.
Las elecciones elevan la responsabilidad de los obreros y los administradores. Eso es evidente para los que llevan a cabo el experimento en Riga. Charlé con muchos en la fábrica, y me decían: “Es más interesante y uno empieza a respetarse más. . .
Son más visibles los lados positivos y las deficiencias del que queremos por jefe. . . Ahora e contramaestre tiene no sólo atribuciones administrativas. Le depositamos nuestra confianza, pero también podemos revocarlo. . .”
En la “Kommutator” no encontré adversarios del método, pero los llevé conmigo. Llevé también a partidarios tímidos, vacilantes, y para hacer más picante la cosa, igualmente a los partidarios enérgicos, descontentos con lo “limitado” del experimento de Riga, maximalistas militantes. Los llevé de Moscú, Minsk, Kaluga, de todas partes en una palabra: apunté las preguntas y los ataques al método contenidos en las cartas que llegaban a la redacción en el marco de la discusión. Le vertí todo sobre la mesa del director general Lev Luboski, candidato a doctor en ciencias técnicas, catedrático titulado, Premio Estatal, y le dije: “Refútelo, discuta”.
“El jugar a las elecciones no brinda ventajas prácticas. La empresa necesita administración y no votaciones”.
— ¡Vaya, qué meditaciones más interesantes! Nosotros vemos en las elecciones un medio para democratizar sucesivamente la actividad administrativa. En un mismo hombre queremos ver persona oficial y, al propio tiempo, extraoficial. ¡De eso no cabe duda! Lo hacemos para evitar situaciones como ésta: se designa a uno “desde arriba” pero los hombres confiesan sus penas y alegrías a otro que no tiene atribuciones pero es inteligente, comunicativo, hábil, etc.
“La ley es la ley. Solo la orden del jefe, que representa el mando único, puede servir de base. . .”
— Está claro. Parece ser especialista en derecho, se siente. Pero yo no veo contradicción con la ley puesto que somos nosotros los que dictamos la orden. Y así lo apuntamos: “En base a los resultados de la votación secreta”. Nos importa que el hombre, después de todo, se sienta responsable no solo antela administración, sino también ante sus electores, que se preocupe por los salarios y se desvele por que mejores las condiciones laborales. Al mismo tiempo debe subordinarse al escalón administrativo superior, al jefe inmediato ante él que también es responsable. El derecho y la democratización no entran en conflicto, ni mucho menos.
“Hay que designar al cargo a un hombre bien preparado y probado y no al que los subalternos consideren conveniente”.
— Le quiero decir que el autor de esta réplica no conoce, por lo visto, nuestro sistema. En un principio es la sección de cuadros la que selecciona a los candidatos. . .
“Lo sé”.
— . . .la sección social del taller que desarrolla su actividad bajo la dirección del sindicato. También tenemos un reglamento que rige las elecciones. . .
“Igualmente lo sé. . .”
— No es muestra de mucha gentileza interrumpir así al director general, pero lo hago exclusivamente en beneficio suyo: hay que economizar su tiempo puesto que dentro de una hora sale para Moscú. Además en la sala de recepción hay gente que desea solucionar sus problemas impostergables. Pero Lubotski, hombre sarcástico, no me perdona la forzosa falta de cortesía, gasta bromas hirientes con este motivo aunque hace alguna conclusión, no trata de exponerme los postulados que conozco, sino que comenta la esencia del sistema.
Decimos en broma que en nuestro sistema electoral, en la fábrica existen censos: sedentario, educativo. . . No aceptamos personas extrañas, no proponemos elegir enseguida al candidato. El pretendiente al cargo de contramaestre, por lo general, tiene educación especial o trabaja en la práctica a lo largo de muchos años, está probado. Ni hablar de que celebremos asambleas de ciudadanos al estilo de la Rusia antigua, donde tenían razón el que más gritaba. En una palabra, procedemos tal y como aconseja el escéptico: elegimos a los más preparados y probados.
Pero también tiene miedo a que elijan al “más conveniente”, más blando y menos exigente.
Hubo un caso. . . Uno solo en muchos años; por lo que recuerdo, rechazaron a un buen candidato, exigente. Y no más. Aunque en las próximas votaciones fue elegido en el mismo sector. Es un buen contramaestre, recientemente fue ascendido a jefe de taller. Ya en la etapa inicial de la selección discutimos detenidamente a los candidatos, y el proceso de discusión por si mismo incide en la boleta electoral. Así que en este aspecto no veo ningún problema.
“Las experiencias avanzadas de las mejores empresas indican que no hay necesidad de elecciones, sólo hace falta tener en todos los sectores organizadores hábiles”
— Según este autor resulta que las experiencias avanzadas son una carga muerta, algo dado de una vez y para siempre. Como si no hubiera perspectivas de desarrollo. No nos agrada esta posición. Nosotros siempre tratamos de optimar los procedimientos de nuestra actividad administrativa. En cuanto a nuestra empresa, la elección es útil y aceptable. Así lo considera la mayoría. Y no exportamos nuestra experiencia. Quien no la acepte, como quiera. Estamos seguros de que la cosa merece la pena. Pero no descarto la posibilidad de otro enfoque del asunto.
“Las elecciones pueden originar la falta de responsabilidad personal”.
— Bueno, para empezar es una afirmación absurda, incorrecta. ¿Y qué es lo que cambia? ¿Desde el punto de vista de la responsabilidad? Nada ¡absolutamente! Ya he dicho que la responsabilidad es mayor aún. Pero el problema puede verse desde otro lado. . . ¿Quiénes eran designados antes al cargo de contramaestre? Ora un egresado de escuela de peritaje que todavía no tenía experiencia, ora un obrero experto por de insuficiente salud para manejar la maquinaria. Usted sabrá que la gente aceptaba ocupar ese cargo por obligación, sin deseo, presionada por las circunstancias, sin experimentar alegría ni satisfacción. El salario del contramaestre era inferior: sería ridículo hablar de las elecciones dado que no había pretendientes, los hombres ya querían presentar su candidatura.
“¿Y qué opinión tiene de las observaciones del sociólogo Kapeliush, de Moscú? —preguntó mirando los ojos cansados del director. Me habían dicho que Lubotski se cansa tremendamente, trabaja hasta el agotamiento, no tiene piedad para consigo mismo. Sería interesante hablar sobre el tema, pero no me atrevo a hacerle muchas preguntas puesto que sé que lo espera el avión—. Kapeliush es partidario de la elección mas considera que son bastante limitadas las bases de su experimento.”
— Lo he leído. . . con asombro. Una réplica muy extraña. Se trata, en nuestra fábrica por lo menos, de la administración de un reducido grupo social. Y el sociólogo aduce la teoría de la estructuración estatal. Bueno, no sé. . . en nuestro país se eligen los órganos de Poder soviético y los organismos del Partido. Pero en cuanto a “Kommutator”. Aquí se trata de una colectividad productiva de base. ¡De base!
Al escucharlo me imaginé la posible escena: un hombre sumido en los estudios, supongamos un teórico en matemáticas, llega a la tienda de comestibles y no se forma en la cola, sino que aplica la teoría matemática de las colas y empieza, en base a sus postulados, a imponer allí su orden. ¡Las amas de casa con bolsas lo ilustrarían pronto! A todas luces. Lubotski tiene razón: no es muy correcto enjuiciar una experiencia local apelando a la teoría general del problema. En fin de cuentas, son cosas diferentes. Lo que observamos en “Kommutator” es el aspecto sicológico-organizativo de la elección. Pero existe otro: el teórico estatal.
— Que le parece el siguiente hecho —le pregunto a Lubotski—, los obreros y los contramaestres en su mayoría son partidarios de elegir a los dirigentes de la producción, y los directores, por regla general, son adversarios de este principio. . .
“Desconozco tales estadísticas. . .”
— Pero se han publicado resultados de los estudios realizados.
“Tal vez se me haya escapado la publicación. Como se dice, “no lo vimos en la escuela”. Pero le puedo decir lo siguiente: cuanto más alto es el cargo que ocupa uno, tanto más preocupaciones tiene. Y si en la empresa las cosas van bien ¿para qué descubrir el hilo negro? Nadie quiere en este caso buscarse dolores de cabeza. Pero si se empiezan los tropiezos. . . Ya usted sabe que “el ser social determina su conciencia”. Y ¿cuándo introducimos el sistema de elecciones? Pues cuando decidimos aumentar la producción a costa del crecimiento de la productividad laboral. Nos pusimos a buscar reservas no aprovechadas. En este contexto no perdemos la mínima oportunidad para mejorar el estado de cosas.”
“Se produce la confabulación sicológica: ustedes me eligen “bien” y yo les voy a dirigir ”bien”. Una confabulación, abierta o encubierta, pero confabulación al fin”.
— Usted como periodista tal vez sepa mejor que yo que el tonto no duda de nada y ve las cosas tal como le parecen, pero una persona normal, inteligente, siempre pone en tela de juicio. Y la pregunta que me hace, refleja, por lo visto, las dudas de una persona capaz de reflexionar. Pero sucede a veces que uno llega al extremo: absolutamente todo le parece dudoso. Entonces surge la “confabulación” y otras cosas por el estilo. Por lo menos nuestra práctica demuestra que esos temores son infundados.
“La idea es buena pero no es tan fácil de aplicar. El paso a la elección mal preparado sólo puede comprometerla”.
— ¡Palabras de oro! Realmente nadie reúne a la gente y decide de una vez pasar al sistema electivo. Se requiere una minuciosa preparación. Se puede discutir el problema cuando brota, siempre que se quiera recoger cosecha en ese campo. . . El paso al sistema electivo en las empresas ha de prepararse por todo el desarrollo de los acontecimientos, la vida misma de la colectividad. De lo contrario. . .
“Se afecta el mando único, se rebaja la exigencia y la disciplina”.
— ¿De veras?¿Qué motivos tiene el autor para afirmarlo? Me parece oír el “marcador de tiempo” y me apresuro a mover la pieza para hacer la jugada que los ajedrecistas llamarían “intermedia”.
“No tengo ni idea.”
— Y yo sí. Ya tenemos experiencia en “Kommutator”.
Elegimos al contramaestre por un término de dos años. Dentro de 24 meses el cargo se declara vacante. Ahora bien. No se ha dado caso de que el contramaestre no haya justificado la confianza aunque puede haber excepciones. Entre las elecciones no tuvimos que destituir a nadie. Y hasta cuando expira el plazo, los obreros votan generalmente por el mismo jefe. ¡Y hemos elegido a muchos contramaestres!¡En muchos talleres! En toda la empresa los contramaestres son elegidos. Así que son vanas las preocupaciones del autor de la “genialidad”.
“Lo seleccionan en un lugar, lo presentan, luego se celebran las elecciones. ¿No parece formalismo todo ello? Se necesitan años para conocer a la persona, para expresarle luego una sincera confianza o retirársela”.
— ¿Qué quiere decir con ese “lo seleccionan en un lugar”? ¿Dónde precisamente? Por lo general nuestros obreros conocen bien al que eligen, han estado en las buenas y en las malas. . . Pero usted no va a negar que es más fácil discutir que hacer. Me gustaría verlos. . .
También es cierto.
Al regresar de Riga a Moscú, visité a Borís Danílov, viejo conocido mío, tornero-moldeador, inventor, famoso en el país, de instrumentos para el labrado de metales. Además de todo es colega, autor de varios libros, miembro de la Unión de Periodistas de la URSS. Escribí detalladamente de él en mi libro “Busca a ti mismo hasta que te encuentres”, editado por la Agencia de Prensa Nóvosti.
¿Ha tenido algo que ver Danílov con las elecciones de los contramaestres?
— No, nada. Pero traté a muchos contramaestres —dice Borís Danílov—. Conozco bastante bien a esa gente. Pero en cuanto a las elecciones, no se me ha presentado el caso. Se considera que no es asunto del obrero. Y resulta que en Riga lo pueden valorar a uno y hasta expresar abiertamente su opinión. Y rechazarlo durante la votación si uno no quiere expresarse sin ambages. La votación es secreta. ¿Comprende? Me conviene.
Varias cartas que respiraban emoción las recibí, de otro protagonista del mismo libro: el ajustador leningradense Anatoli Solipátrov. Los obreros lo consideran sicólogo social y hasta los científicos y los literatos le reconocen este talento natural. Solipátrov es obrero, publica artículos en periódicos y revistas. Al responder una de sus cartas le hice varias preguntas concretas sobre el tema que me preocupa. Tras conversar con Lev Lubotski ya me imaginaba muy bien el punto de vista del director sobre el problema de la “elección”. ¿Y si se mira el mismo problema por el otro extremo? ¿Qué piensa de ello el obrero? ¿Cuáles son sus argumentos?
Pronto recibí contestación:
“Me alegro que haya hecho las preguntas dandome así la posibilidad de ayudarle en algo. Antes le escribía como al autor del libro y siempre me sentía molesto por el volumen de mis cartas y por haberle robado el tiempo. . . Así que la primera pregunta: ¿que necesidad tiene el obrero de elegir al contramaestre? La respuesta es: cuando el hombre elige, opta por lo que quisiera tener. Si necesita un martillo no escoge un violín aunque los dos son instrumentos. De esta manera elige al contramaestre que más le conviene y no a cualquiera. Pero ¿qué contramaestre necesita? Tomemos, a título de ejemplo, a un simple obrero que no sea muy diplomático. Necesita a un hombre capaz de organizar del mejor modo su trabajo, garantizarle y debido salario, representar sus intereses ante los superiores. No necesita en el taller a uno que es “líder” en la pesca o en el estadio. Tampoco le conviene un hombre que no sepa eliminar los obstáculos puesto que cualquier tropiezo en el trabajo irrita al obrero e incide en su salario.
La segunda pregunta: ¿qué contramaestre quiere la administración? En la mayoría de los casos —me parece— al ejecutor de su voluntad. Por lo común los obreros y la administración tienen criterios distintos de un mismo contramaestre. En una ocasión en que nosotros, los obreros, quisimos deshacernos de un hombre nefasto, canalla al cien por ciento, no pudimos lograr nada durante un año. Nuestros argumentos chocaban contra una misma respuesta: “Es un hombre de firmes principios, exigente y por ello no les gusta”. Pero luego el hombre rebasó todos los límites y su vileza daño hasta los jefes. Imagínese lo que hicieron. Convocaron pronto una reunión y, apoyándose en la opinión pública, le dijeron: “La colectividad no es un juguete en manos de déspota”. Le propusieron dejar nuestra fábrica.
La tercera pregunta: ¿qué considero fundamental en la elección? La elección contribuye a democratizar la dirección, a inculcar en los hombres el sentido de dueño de la empresa. Créame, en realidad eso es lo fundamental. Los hombres ya se han cansado del mismo modelo de plancha de hierro colado (perdone la comparación) que se empuña por la manilla de arriba, se calienta y luego se mueve alternativamente.
La cuarta pregunta: ¿quisiera yo presentar mi candidatura al cargo de contramaestre? Por nada en la vida aceptaría ser contramaestre (peón del administrador) si me designaran. Pero no puedo imaginarme otra mejor carrera personal que ser contramaestre, líder de mis compañeros que me eligieran por voto secreto apreciando mis cualidades profesionales y humanas. No acepto reconocimiento desde “arriba” (sirves bien, bravo), sino de mis compañeros que trabajan el metal al igual que yo, que me ven, me oyen y sienten cada día mi hombro.
La quinta pregunta: ¿le gustaría al trabajador participar en la administración? Me parece que sí. A medida de su capacidad. Si desea preguntarme algo más, por favor, estoy a sus órdenes. Lo único que quiero es que sea útil.”
— La confianza a los obreros y la confianza de los obreros son raíces de una misma mata —me convencía Anatoli Solipátrov—. No comparto los temores a la elección de los organizadores de la producción. Algunos dicen que empiezan por los jefes de brigada y contramaestres y luego la gente querrá presentar candidatos al cargo de director. No me atrevo a juzgar en cuanto al director, pero en lo que se refiere al jefe de brigada y contramaestre, sería bueno elegirlos en todas las empresas. Es uno de los índices de la madurez social de la colectividad. . .
Pero esta última conversación transcurría en mi casa —cuando el leningradense me visitó— tras mi regreso de la ciudad de Kaluga donde conocí otro aspecto, muy significativo e inesperado, del tema de la democracia y la madurez social de la colectividad laboral. Tan inesperado que el ajustador, con bastante experiencia de vida fabril, en un principio no me quería creer.
¡Vaya! —exclamó—. ¿Me dice que toda una fábrica pasó al nuevo sistema? Y los escépticos me afirmaban que sería imposible. . . Resulta que nosotros mismos frenamos la cosa con nuestra incredulidad y excesivo pesimismo. . .
No sólo Solipátrov me creía con dificultad. Los directores también me decían con marcada duda: “Bueno, en Kaluga lo aceleraron demasiado A ver si los paran. . .” No , nadie los ha parado. Al contrario, aumentan cada día sus seguidores.
De todas formas, ¿qué vi en la antigua Kaluga, centro regional que se encuentra a cuatro horas de viaje de Moscú, famoso por haber vivido allí el fundador de la cosmonáutica soviética Konstantín Tsiolkovski, cuya casa-museo de madera se cuida con esmero y atrae la atención de centenares de turistas soviéticos y visitantes de todos los países del mundo? Al lado de la casa de tsiolkovski se encuentra una exposición de cohetes modernos, satélites artificiales de la Tierra y naves cósmicas. Un mundo atractivo y enigmático.
Pero no fue éste el objeto de mi viaje a Kaluga.