Oye tú, ¿y si repartimos el trabajo?
Díaz Ferrán, a quien, por cierto, el Presidente de Caja Madrid quiere echar del consejo por moroso, tiene una postura clara sobre cómo vamos a salir de la crisis:
El presidente de la patronal, como cabeza visible de los empresarios, quiere que el Gobierno dé luz verde a una reforma laboral que liberalice la jornada. Esto en el idioma de Cervantes quiere decir que la CEOE pretende mantener sus millonarios beneficios a costa de hacernos trabajar las horas que le parezca conveniente. Quieren evitar medidas de control y convenios que limitan la jornada laboral, para aprovecharse de la necesidad de las personas asalariadas y que, literalmente, vivamos en nuestros centros de trabajo. Eso sí, a cambio, pagarán las horas extras, al precio que ellos estimen, claro. Ante esto, la clase trabajadora, a ser posible a través de un sindicalismo con las ideas claras, tiene que plantarse.
Porque no se trata de que una minoría se harte a hacer horas extras para llegar a fin de mes mientras más de cuatro millones de personas están en el paro. Dejemos las cosas claras. Hay trabajo para todos y todas, que no nos engañen. A través de una regulación que defienda a la gente humilde, tenemos que apostar por la implantación de la jornada laboral de 35 horas, mediante contratos que se ciñan a los convenios colectivos, que para eso están consagrados por la Constitución.
Existe la falsa creencia de que en España se trabaja poco. Falso, la jornada laboral de nuestro país es de las más altas de Europa. El problema es que se trabaja a destajo, sin respeto por la productividad bien entendida. Los y las que vivimos de nuestra fuerza de trabajo somos los primeros interesados en la cultura de la productividad, de la optimización de los recursos y el tiempo. Con una organización del trabajo que tenga como meta la productividad, es posible instaurar la jornada de 35 horas. De esa forma, trabajaremos menos, pero mejor, para trabajar todos. Y de paso, viviremos en una sociedad en la que la conciliación de la vida laboral y familiar sea una realidad para ambos sexos, una sociedad en la que padres y madres puedan educar a sus hijos en unos valores tan necesarios como la humildad, la sensatez y la austeridad. Una sociedad, en definitiva, más alejada de los patrones de conducta y valores que nos han llevado a la crisis: competitividad en vez de solidaridad, xenofobia, individualismo y consumismo. Una vez repartido el trabajo, “sólo” quedaría repartir los beneficios que genera la actividad productiva. Pero de eso, si os parece, hablaremos en otro número de “El Insolente”.
Extraido de la revista El Insolente
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Díaz Ferrán, a quien, por cierto, el Presidente de Caja Madrid quiere echar del consejo por moroso, tiene una postura clara sobre cómo vamos a salir de la crisis:
El presidente de la patronal, como cabeza visible de los empresarios, quiere que el Gobierno dé luz verde a una reforma laboral que liberalice la jornada. Esto en el idioma de Cervantes quiere decir que la CEOE pretende mantener sus millonarios beneficios a costa de hacernos trabajar las horas que le parezca conveniente. Quieren evitar medidas de control y convenios que limitan la jornada laboral, para aprovecharse de la necesidad de las personas asalariadas y que, literalmente, vivamos en nuestros centros de trabajo. Eso sí, a cambio, pagarán las horas extras, al precio que ellos estimen, claro. Ante esto, la clase trabajadora, a ser posible a través de un sindicalismo con las ideas claras, tiene que plantarse.
Porque no se trata de que una minoría se harte a hacer horas extras para llegar a fin de mes mientras más de cuatro millones de personas están en el paro. Dejemos las cosas claras. Hay trabajo para todos y todas, que no nos engañen. A través de una regulación que defienda a la gente humilde, tenemos que apostar por la implantación de la jornada laboral de 35 horas, mediante contratos que se ciñan a los convenios colectivos, que para eso están consagrados por la Constitución.
Existe la falsa creencia de que en España se trabaja poco. Falso, la jornada laboral de nuestro país es de las más altas de Europa. El problema es que se trabaja a destajo, sin respeto por la productividad bien entendida. Los y las que vivimos de nuestra fuerza de trabajo somos los primeros interesados en la cultura de la productividad, de la optimización de los recursos y el tiempo. Con una organización del trabajo que tenga como meta la productividad, es posible instaurar la jornada de 35 horas. De esa forma, trabajaremos menos, pero mejor, para trabajar todos. Y de paso, viviremos en una sociedad en la que la conciliación de la vida laboral y familiar sea una realidad para ambos sexos, una sociedad en la que padres y madres puedan educar a sus hijos en unos valores tan necesarios como la humildad, la sensatez y la austeridad. Una sociedad, en definitiva, más alejada de los patrones de conducta y valores que nos han llevado a la crisis: competitividad en vez de solidaridad, xenofobia, individualismo y consumismo. Una vez repartido el trabajo, “sólo” quedaría repartir los beneficios que genera la actividad productiva. Pero de eso, si os parece, hablaremos en otro número de “El Insolente”.
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