Discurso final de Enver Hoxha ante el VIII Congreso del Partido del Trabajo de Albania del 1ro. de noviembre de 1981.
Digitalice solo el discurso final donde resume brevemente las características del revisionismo de post guerra.
Saludos.
En el período que nos separa del VII Congreso, nuestro Partido, manteniéndose como siempre fiel al marxismo-leninismo y al internacionalismo proletario, ha continuado sin interrupción la lucha contra el revisionismo moderno. Se ha profundizado la crítica ideológica y política contra el revisionismo jruschovista, chino, yugoslavo y europeooccidental, se han evidenciado de manera más acabada las condiciones históricas y socio-económicas del nacimiento y proliferación de estas corrientes, se ha analizado más ampliamente el proceso de degeneración de los partidos comunistas que se introdujeron en la vía del revisionismo, sus errores y sus concesiones estratégicas y tácticas. A la luz de los hechos, del pasado y del presente, se ha argumentado la relación del revisionismo moderno con la estrategia adoptada por el imperialismo después de la Segunda Guerra Mundial para destruir el socialismo y para aplastar la revolución y el movimiento de liberación de los pueblos.
Estos análisis y conclusiones le han servido al Partido para conocer mejor los peligros que amenazan al socialismo y a la dictadura del proletariado en nuestro país, procedentes del revisionismo, y para tomar las medidas más eficaces y adecuadas para evitarlos. Han servido asimismo a la educación de los comunistas y las masas, a la elevación de su nivel teórico y al temple de su conciencia revolucionaria. El conocimiento más profundo de la estrategia y las tácticas del imperialismo y del revisionismo ha contribuido a aumentar la efectividad de nuestra lucha en defensa de la causa del proletariado y de los pueblos.
La justeza de la vía que nuestro Partido escogió desde el comienzo para enfrentarse al revisionismo y combatirlo hasta el fin, ha sido y es corroborada cada vez más por la degeneración política y la profunda crisis ideológica del revisionismo moderno, por la grave situación económica que atraviesan y el callejón sin salida en que se han metido los partidos revisionistas y los países donde éstos detentan el Poder.
Cuando nuestro 'Partido emprendió la lucha contra el revisionismo jruschovista, los partidos comunistas que se unieron a Jruschov, se presentaban poco más o menos como un bloque, con una línea única, la del XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética. Pero hoy, al cabo de 20 años, se encuentran escindidos y divididos en un sinfín de corrientes y fracciones, pugnan y riñen los unos con los otros, los ha inundado el nacionalismo burgués y el oportunismo socialdemócrata. Estos partidos ex comunistas se han convertido en auténticos partidos de la nueva burguesía dominante en los países donde los revisionistas se encuentran en el Poder o en parte integrante de las estructuras del Estado burgués, como ha ocurrido en los viejos países capitalistas. La crisis del revisionismo moderno es la expresión directa de la crisis del capitalismo y de la ideología burguesa en general.
La traición revisionista, la restauración del capitalismo en una serie de países antaño socialistas han suscitado una gran confusión en torno al problema del socialismo, que se encuentra en el centro de la lucha ideológica que actualmente se desarrolla en el mundo. La cuestión es que la sociedad capitalista restaurada en sus países, es presentada por los revisionistas como una sociedad socialista pura, como un «socialismo real», «desarrollado» e incluso «muy desarrollado». Esta confusión se ve acrecentada por el hecho de que numerosos partidos y diferentes fuerzas políticas, que están lejos del socialismo científico, hablan también acerca de él, así como por los esfuerzos que despliega la burguesía y su propaganda para deformar 108 verdaderos ideales socialistas, para desviar a las masas de la lucha por el triunfo de esos ideales.
La claridad en esta cuestión y el establecimiento de una neta línea de demarcación entre el socialismo auténtico y el seudo socialismo, revisten una importancia capital para el desarrollo con éxito de la lucha de la clase obrera y de las masas trabajadoras. Sin tener una clara imagen de la sociedad socialista y sin atenerse a sus principios y leyes generales, la revolución se queda a mitad de camino. Es posible llevar a cabo la revolución, pero cuando falta la verdadera perspectiva socialista, puede desviarse y resultar inútiles la lucha y los sacrificios realizados por su triunfo.
EL REVISIONISMO YUGOSLAVO
La primera corriente del revisionismo en el Poder que se propuso minar el socialismo, fue el revisionismo yugoslavo, que nació en un momento clave de la lucha entre el socialismo y el imperialismo.
El revisionismo yugoslavo tiene profundas raíces. No surgió en 1948 y no apareció como reacción al «stalinismo» ni como consecuencia de la actuación del Kominform. Es el resultado de las concepciones burguesas que existían también anteriormente en el Partido Comunista de Yugoslavia y que no desaparecieron durante la lucha de liberación nacional.
La nueva Yugoslavia no podía ser construida sin una orientación clara y sin una madurez política basadas en la teoría científica del socialismo. Esta gran obra únicamente podía llevarla a cabo un partido comunista fuerte y con sólidos principios marxista-leninistas. Es verdad que existía un partido comunista en Yugoslavia, pero no tenía plenamente estos rasgos, ni los adquirió durante el período de la guerra. Por el contrario, incluso los que tenía los perdió después de ella, cuando estaba llamado por las circunstancias a construir una Yugoslavia nueva en el camino socialista.
Si se da fe a las auto alabanzas de los titistas y de la burguesía yugoslava podría creerse que ha existido y existe un partido así. Al igual que los demás, los comunistas albaneses caímos en este juicio eufórico, particularmente durante la guerra y en los primeros años tras la Liberación. Este juicio tenía su lógica, estaba relacionado con la heroica lucha de los pueblos de Yugoslavia, dirigida por el Partido Comunista.
Después de la liberación de Yugoslavia, tanto en la teoría como en las posiciones políticas, como en la edificación del socialismo se observaron graves desviaciones de los principios básicos del marxismo leninismo. También en sus relaciones con los países socialistas, particularmente con Albania, se registraron por parte del Partido Comunista de Yugoslavia graves desviaciones y una arrogancia y altanería ajenas a un partido comunista.
Era claro que este camino conduciría a la ruptura, como de hecho ocurrió no por culpa del Kominform, ni de Stalin, ni del «stalinismo», según quieren denominar al marxismo-leninismo los revisionistas yugoslavos y sus amigos. El conflicto con el Kominform fue resultado de las contradicciones entre los puntos de vista liberal-oportunistas de la dirección yugoslava y los puntos de vista marxista leninistas sobre la construcción del Estado y de la sociedad socialista. Tito y compañía le dieron a su oposición a la teoría marxista-leninista, el tinte de oposición a Stalin en un comienzo y al sistema socialista soviético posteriormente.
El viraje de los titistas debía producirse y se produjo. Emprendieron el camino hacia el capitalismo adoptando y emprendiendo una «nueva» edificación económico-social y una nueva forma de gobierno estatal, adecuadas al curso antisocialista, tal como era el sistema de la «autogestión obrera». De hecho no era un sistema nuevo. No era ni socialista ni creación yugoslava. Tenía su origen en el proudhonismo, en el anarquismo de Bakunin y de Kropotkin, que fueron tan desenmascarados en su tiempo por Marx, más tarde por Lenin y posteriormente también por Stalin.
El viraje yugoslavo hacia el capitalismo fue objeto de una desenfrenada propaganda, se le cantaron hosannas indescriptibles y se glorificó al «Barrabás». La desviación yugoslava fue anunciada como un «período nuevo», un «nuevo surco», abierto por Tito para la construcción de un «socialismo específico», «humano». Este viraje fue sostenido y financiado por el imperialismo y el capitalismo mundial. Fue inflada la megalomanía panyugoslava y Yugoslavia presentada como «campeona y ejemplo para los pueblos del mundo en su lucha libertadora».
Todo el «sistema autogestionario», tanto en la forma como en las denominaciones de la estructura y superestructura, debía ser presentado como «marxista». Pero en la realidad estaba en completa oposición a Marx y a la teoría y la práctica del leninismo.
El primer golpe se dirigió contra el poder de democracia popular, que era una forma de dictadura del proletariado y que en Yugoslavia jamás fue calificado como tal. Esto fue justificado por los revisionistas yugoslavos pretendiendo que el poder de los consejos populares, que fue establecido durante la guerra y sobrevivió hasta el año 1948, ya no podía ser mantenido como tal con todas sus prerrogativas. Este poder debía ser reemplazado por los «consejos obreros», ya que, según ellos, el primero era estatista-burocrático, que engendra a la «burocracia y a la capa de la nueva burguesía», mientras que los «consejos obreros» constituían un poder más próximo a la teoría de Marx. A través de ellos son pretendidamente «los mismos obreros quienes dirigen y gobiernan directamente» sin la mediación del Estado que, según la lógica de la dirección yugoslava, debe resultar que no es algo suyo. Por tanto, el Estado yugoslavo actual no es más que un «garante» para que este «sistema nuevo» no sea dañado, no se disgregue, para lo que la Federación tiene en sus manos el ejército, la UDB, la política exterior y nada más.
Por consiguiente, el «sistema de autogestión» descentralizó, liberalizó y minó el poder de dictadura del proletariado. El Estado era de los «proletarios» y pasó a ser de los «obreros», había «surgido de la lucha, de la base», mientras que el «nuevo sistema», que supuestamente era exigido por el desarrollo «dialéctico», fue establecido desde arriba por Tito y Kardelj.
El papel dirigente del partido en este sistema debía ser liquidado y en efecto se desvaneció. Al partido se le dejó sólo un cierto papel educativo desleído, sin ninguna autoridad. En apariencia el partido no desapareció, pero en realidad se volatilizó. Lo llamaron «Liga de los Comunistas», de forma que con su nombre se aproximara lo más posible al apelativo de Marx, para apartarlo de hecho lo más posible del papel que Marx y Lenin determinan al partido comunista.
Los titistas presentan la cuestión como si, con la «autogestión», Yugoslavia hubiera ingresado en una nueva etapa de desarrollo que la aproxima a la sociedad comunista. Partiendo de ello, pretenden que el Estado marcha hacia su extinción y el partido ya no puede ejercer el papel y las funciones que tenía en el período de transición del capitalismo al socialismo.
Y esto no es todo, ya que según ellos la «autogestión» ha suprimido también la lucha de clases en el interior del partido, en Yugoslavia y fuera de ella. En realidad, Tito, Kardelj y los que les seguían los pasos cambiaron la dirección de la lucha de clases. La desarrollaron y la desarrollan para defender su sistema «autogestionario» contra los «kominformistas», los «stalinístas», los «dogmáticos», etc. Aquí, realmente, se trata de la lucha de los elementos capitalistas contra los revolucionarios, del sistema capitalista contra el sistema socialista, de la ideología burguesa contra el marxismo leninismo.
Los teóricos yugoslavos hacen grandes especulaciones acerca de la propiedad sobre los medios de producción. Según ellos, la propiedad socializada sobre los medios de producción existente en el sistema «autogestionario», constituye la forma más elevada de propiedad socialista, mientras que la estatal su forma más baja. Esta última, pretenden ellos, puede ser definida como una especie de capitalismo estatal del cual nace una nueva casta burocrática, que en realidad dispone colectivamente del derecho a la propiedad. Por consiguiente, concluyen, la propiedad estatal tampoco en el socialismo suprime la enajenación del obrero producida por el capital. La relación capitalista beneficio-salario del obrero es substituida por la relación acumulación estatal-salario del obrero. En otras palabras, según ellos, en los dos sistemas sociales el obrero continúa siendo siempre un asalariado.
Se trata de una conocida tesis trotskista, desenmascarada y refutada hace tiempo. En la auténtica sociedad socialista, en la que la propiedad común es administrada por el Estado de dictadura del proletariado con la amplia participación organizada y efectiva de la clase obrera y del resto de las masas trabajadoras, según el principio del centralismo democrático, y en la que no se permiten grandes diferencias en la distribución del producto social que conduzcan a la creación de capas privilegiadas, el obrero no es un asalariado, no está explotado. Prueba de ello es la realidad de Albania socialista, donde la clase obrera es una clase en el Poder, que, bajo la dirección de su Partido marxista leninista, dirige la economía y toda la vida del país en su propio interés y en el de todo el pueblo.
La «autogestión» yugoslava, que supuestamente coloca al obrero en el centro, tiene de obrera sólo el nombre, en la práctica es antiobrera, antisocialista. Este sistema, independientemente del alboroto que hacen los titistas, no le permite a la clase obrera dirigir ni administrar.
En Yugoslavia cualquier empresa «autogestionaría» es una organización encerrada en su propia actividad económica, mientras que la política de administración se encuentra en manos de su grupo dirigente que, igual que en cualquier otro país capitalista, manipula los fondos de acumulación, decide respecto a las inversiones, los salarios, los precios y la distribución de la producción. Se pretende que toda esta actividad económico-política es aprobada por los obreros a través de sus delegados. Pero esto no pasa de ser un fraude y un gran bluff. Estos supuestos delegados de los obreros hacen causa común con la casta de burócratas y tecnócratas en el Poder en detrimento de la clase obrera y del resto de las masas trabajadoras. Son los administradores profesionales los que hacen la ley y definen la política en la organización «autogestionaria» desde la base hasta la cúspide de la república. El papel dirigente, gestor, económico-social y político de los obreros, de su clase, se ha reducido al mínimo, por no decir que ha desaparecido por completo.
Estimulando el particularismo y el localismo, desde el republicano al regional y hasta el nivel de la comuna, el sistema autogestionario ha liquidado la unidad de la clase obrera, ha colocado a los obreros en lucha los unos contra los otros, alimentando, como individuos, el egoísmo y estimulando, como colectivo, la competencia entre las empresas. Sobre esta base ha sido minada la alianza de la clase obrera con el campesinado, quien asimismo está disgregado en pequeñas haciendas privadas y es explotado por la nueva burguesía en el Poder. Todo esto ha dado lugar a la autarquía en la economía, la anarquía en la producción, en la distribución de los beneficios y de las inversiones, en el mercado y en los precios, y ha conducido a la inflación y a un gran desempleo.
El que la clase obrera se encuentra en la dirección del sistema «autogestionario obrero» en Yugoslavia, no es más que una falsa ilusión, una utopía. En dicho sistema la clase obrera no está en la dirección, no es hegemónica. La dictadura del proletariado ha sido liquidada, el dirigente de la clase obrera, el partido comunista o, como se le llama en este país, la Liga de los Comunistas, no dirige ni el Poder, ni la economía, ni la cultura, ni la vida social.
En este sistema de confusión general, es otro quien detenta las posiciones políticas dominantes y dirigentes. Ese otro es la nueva casta de burócratas políticos y de tecnócratas, surgida de la capa de intelectuales aburguesados y de la aristocracia obrera. Esta casta está lejos de toda moral proletaria y no se ejerce sobre ella ningún control político.
Esta nueva capa burocrática se autoproclama enemiga de la burocracia estatista, cuando es una burocracia aún más peligrosa, que florece y se refuerza en un sistema económico descentralizado, el cual mantiene y desarrolla la propiedad privada.
La «autogestión obrera», cuyos fundamentos están en la ideología anarcosindicalista, ha engendrado el nacionalismo republicano, que ha elaborado hasta leyes y reglamentos concretos para defender sus mezquinos intereses. El monopolio económico de las repúblicas, constituido sobre la base del monopolio de sus empresas y de sus trusts, se ha transformado de hecho en una potencia política y en un nacionalismo republicano, que se manifiesta no sólo en cada república, sino también en cada región, en cada comuna y en cada empresa. Cada uno como individuo, como grupo o como república, se esfuerza por enriquecerse más y más rápidamente a costa de los demás.
El nacionalismo burgués está instalado a sus anchas en Yugoslavia y el lema «unidad y fraternidad», que era justo durante la lucha de liberación nacional cuando se combatía contra los ocupantes y la reacción interna por una sociedad nueva basada en el marxismo leninismo, ha pasado a ser en el actuad sistema yugoslavo, que lo escinde y lo disuelve todo, un lema huero y sin ningún efecto. La «unidad y fraternidad» de los pueblos, de las naciones y las nacionalidades, de las repúblicas y las regiones, sólo puede realizarse en un verdadero sistema socialista guiado por la ideología marxista leninista.
La unión federativa yugoslava no fue creada sobre bases marxista leninistas, por ello, inevitablemente, debían surgir, como de hecho surgieron, los antagonismos nacionales. El propio sistema lleva consigo estas contradicciones, alimenta el separatismo de las naciones y las nacionalidades, de las repúblicas y las regiones.
Los numerosos créditos concedidos por el capitalismo mundial actuaron también en este sentido. Su empleo para la satisfacción de los gustos y los caprichos burgueses y megalómanos de la casta en el Poder, su distribución desigual y sin sanos criterios entre las diversas repúblicas, creó desniveles económicos y sociales en las repúblicas y regiones, lo que profundiza aún más los antagonismos nacionales.
El sistema de «autogestión» no habría podido sobrevivir por mucho tiempo si no le hubiesen ayudado dos factores: el antisovietismo de la dirección yugoslava, que no era otra cosa sino su antimarxismo y su antileninismo, con el que se granjeó el respaldo político de toda la reacción mundial, y el apoyo económico prestado por los países capitalistas a través de grandes y múltiples créditos. No obstante, estos dos factores no lograron salvar este sistema antisocialista. Por el contrario, lo debilitaron en mayor grado y lo empujaron hacia la bancarrota económica y política.
Kardelj y Tito le echaron la culpa del fracaso del sistema y de todos los males que se derivaron de él, al insuficiente «perfeccionamiento» del propio sistema, a la conciencia de los trabajadores «que no había alcanzado todavía el nivel necesario», a la existencia de la burocracia, etc. Vieron la bancarrota de su sistema antisocialista, más no podían volverse atrás. Por eso las medidas adoptadas por Tito, cuando aún estaba en vida, relativas a la dirección de la Federación y de las repúblicas después de su muerte, no pasan de ser paliativos. Junto con Tito y Kardelj desapareció la euforia en torno al sistema «autogestionario», Los sucesores de Tito se encuentran en una gran confusión y desorientación y no saben a qué aferrarse para dar salida a las difíciles situaciones en que se encuentra el país. Ahora la Yugoslavia titista ha entrado en una crisis profunda y general de sus estructuras y superestructuras, en una crisis económica y político-moral.
EL REVISIONISMO SOVIÉTICO
El revisionismo soviético ha sido y continúa siendo la corriente más peligrosa del revisionismo moderno. Conserva más que ninguna otra variante revisionista las máscaras socialistas y la fraseología leninista a fin de encubrir la actual realidad capitalista en la Unión Soviética y su política exterior imperialista y agresiva. Es un revisionismo que ha usurpado el Poder en un Estado que representa una gran potencia y que cuenta con grandes medios y posibilidades de ejercer su influencia en el mundo, de actuar en numerosas direcciones y en grandes proporciones.
Al igual que las demás corrientes revisionistas, el revisionismo jruschovista tiene su propio proceso de nacimiento y desarrollo, hasta llegar a la forma actual de un completo revisionismo, que deforma todas las cuestiones de la teoría marxista y de la práctica socialista. En tanto que fenómeno social, el revisionismo jruschovista tiene también sus raíces y causas ideológicas, sociales e históricas.
El Partido del Trabajo de Albania ha hecho un profundo análisis marxista de estas causas. Sobre la base de este análisis ha extraído conclusiones y ha adoptado una serie de medidas para cerrar el paso al surgimiento de tal fenómeno regresivo en nuestro país. Pero debemos profundizar continuamente en este problema a fin de que el revisionismo no pase jamás en Albania.
Desde el comienzo el grupo de Jruschov se planteó como objetivo principal liquidar la dictadura del proletariado, minar las bases de la sociedad socialista, introducir a la Unión Soviética en el camino capitalista y transformarla en una superpotencia imperialista. Ahora todos somos testigos de esta profunda transformación contrarrevolucionaria que se ha producido en la Unión Soviética. Sólo la burguesía y el imperialismo la presentan como un país comunista. Al presentar a la Unión Soviética capitalista de hoy como un país socialista, pretenden desacreditar al marxismo leninismo y al verdadero socialismo.
El revisionismo jruschovista es la ideología y la política del capitalismo de Estado que domina toda la vida del país. El retroceso de la Unión Soviética al capitalismo no podía sino tener sus propias peculiaridades y el régimen capitalista no podía sino asumir allí formas específicas. Estas peculiaridades y formas son determinadas por el hecho de que el capitalismo fue restaurado allí como consecuencia del derrocamiento del socialismo, como un proceso regresivo, diferente al del capitalismo de tipo clásico que llega tras el derrocamiento del régimen feudal, como un proceso progresivo.
La peculiaridad fundamental de esta clase de capitalismo es que se mantienen en él numerosas formas socialistas de propiedad, de organización y dirección, pero su contenido ha cambiado radicalmente. Los medios de producción en la Unión Soviética son hoy en realidad propiedad capitalista estatal o colectiva, porque son utilizados en interés de la nueva clase burguesa que detenta el Poder, por ser precisamente esta clase la que se apropia del trabajo de los obreros y los campesinos.
Las antiguas leyes, tradiciones y prácticas fueron sustituidas por otras nuevas, que dejan las manos libres a la burocracia del Estado y del partido para expresar e imponer sin trabas su propia voluntad. Las nuevas competencias que ella adquirió sobre la base de las reformas económicas, fueron aprovechadas para garantizar y ampliar los ingresos y los privilegios de las diversas castas dirigentes, para conservar el Poder y defenderse del descontento y las revueltas de da clase obrera y del resto de las masas trabajadoras.
Es cierto que se mantuvo la propiedad estatal y las fábricas no fueron distribuidas a propietarios privados; los koljoses continuaron siendo explotaciones colectivas comunes y los bancos no fueron entregados a los accionistas, pero lo que cambió fue la distribución del producto social, su destinación.
A pesar de que se dice que se aplica el principio de la remuneración según el trabajo, los diferentes grupos de la nueva burguesía se apoderan en realidad de la plusvalía creada por los obreros y los campesinos. Toda esta rapiña es presentada como una especie de estímulo material para alentar la actividad productiva, el trabajo científico y la creatividad artística, etc. En realidad es una explotación típicamente capitalista.
Para abrir el camino a la restauración del capitalismo, los revisionistas jruschovistas golpearon las tesis fundamentales de la teoría marxista leninista sobre la producción de mercancías y la acción de la ley del valor en el socialismo. Identificaron en la teoría y en la práctica la producción socialista de mercancías con la producción capitalista. Sobre esta base reformaron todo el mecanismo económico. Gradualmente las empresas económicas y también un considerable número de instituciones alcanzaron una mayor independencia respecto a los planes del Estado. A los dirigentes de las empresas y de las diversas instituciones se les concedieron grandes derechos y poder para dirigir y manipular la producción y la distribución, para contratar y despedir obreros, repartir los beneficios, etc. Se limitó la financiación estatal centralizada a las empresas existentes y se fue ampliando gradualmente la práctica de la autofinanciación y la utilización de créditos.
Los revisionistas soviéticos pretenden que su economía está dirigida y se desarrolla sobre la base de planes elaborados según el principio del centralismo democrático. Pero, el plan del Estado, como lo conciben en teoría y lo aplican en la práctica, no es ni puede ser de ningún modo el plan de una economía verdaderamente socialista. En la Unión Soviética conviven el centralismo burocrático de tipo monopolista y el amplio liberalismo económico en la base. Se ofrece la imagen de una dirección planificada de la economía, mientras en la práctica tienen campo libre de acción las leyes y las categorías económicas del modo capitalista de producción.
El consumo parasitario ha adquirido proporciones sin precedentes. La proporción entre la remuneración de los obreros y los administradores burócratas y tecnócratas de la producción, sobre la base del sueldo nominal, es de 1 a 10, pero con los ingresos a título de distribución de los beneficios, las múltiples recompensas, los innumerables privilegios, etc., esta proporción se agranda mucho más. Resulta difícil distinguir estas diferencias salariales y del modo de vida de las que existen entre los administradores burgueses y los obreros de los países de Occidente.
En unas condiciones en las que el salario por el valor de la fuerza de trabajo está formado en un 35-40 por ciento por la distribución de los beneficios y de manera descentralizada, en que las normas de trabajo no son únicas y se aplican igualmente de manera descentralizada, en que el estímulo material en beneficio de la nueva burguesía tiene prioridad absoluta y en que la inflación, particularmente como resultado de la militarización de la economía, que absorbe 1/3 de los ingresos nacionales, crece constantemente, la sociedad en esencia ha perdido el verdadero control sobre la medida del trabajo y del consumo, que constituyen dos llaves fundamentales para una economía socialista.
Todo esto y una serie de medidas de carácter capitalista, que fueron pregonadas como desarrollo creador de la teoría y la práctica económica marxista leninista, tenían por objetivo desmantelar las bases de la economía socialista y lo consiguieron.
Las consecuencias de esta línea se observan en la vida diaria del pueblo soviético. En el mercado existe carencia de artículos de primera necesidad, han aumentado la inflación, el desempleo, la fluctuación de la fuerza de trabajo, se registran alzas declaradas y no declaradas de los precios de los diversos productos. Se ha ampliado el sector privado de la economía, se ha abierto las puertas al capital monopolista extranjero, florecen el mercado negro, la especulación, los abusos, el soborno y los fraudes.
La realidad soviética de hoy confirma que el progreso no avanza hacia la «desaparición de las diferencias de clase» ni hacia la «creación de una nueva unidad social», como propagan los revisionistas jruschovista-brezhnevistas, sino hacia una profunda diferenciación social entre la nueva clase burguesa, integrada por la capa de burócratas y tecnócratas, y las amplias masas trabajadoras, que están en la situación de una fuerza simplemente productiva. El foso que los separa se profundiza continuamente a medida que aumenta el grado de explotación de los trabajadores y crecen los beneficios de la burguesía. Esta situación ha creado toda una ideología y una política que justifican y defienden este nuevo sistema de explotación capitalista.
El Poder de los soviets ha dejado de ser de los soviets, de los obreros y los campesinos. Se ha desprendido de ellos y ha llegado a ser como una fuerza independiente y extraña a ellos. Incluso desde el punto de vista formal los revisionistas jruschovístas han proclamado la liquidación de la dictadura del proletariado, Le han puesto al Estado el nombre de todo el pueblo para ocultar el hecho de que ya no es del pueblo, sino una dictadura de la nueva burguesía soviética. Su carácter capitalista se percibe claramente en toda la política interior y exterior que practica, al servicio de los intereses de la clase burguesa en el Poder. El Estado soviético, que tiene en sus manos los principales medios de producción y dirige toda la economía, se ha transformado en representante y defensor de los intereses de la clase dominante.
Los revisionistas soviéticos, a fin de conservar su máscara socialista y «demostrar» que la Unión Soviética es un país socialista, dicen que allí existe un solo partido, que es un partido comunista y que su función dirigente ha sido sancionada en la Constitución. El hecho de que exista un único partido dirigente y de que sea reconocido por la ley su poder exclusivo, no le hace comunista. Son muchos los países burgueses en los que existe un solo partido dominante. El carácter de un partido político no lo determina su posición en el Estado. El carácter de un partido lo determina ante todo la clase a que pertenece y a quien sirve, la ideología por la que se orienta y la política que practica.
El Partido Comunista de la Unión Soviética es actualmente el representante directo de la clase burguesa en el Poder, ejerce el poder en su nombre, sirve al desarrollo y fortalecimiento del régimen capitalista restaurado. No tiene de comunista más que el nombre. El que mantenga el nombre de comunista y utilice unas cuantas frases marxistas y consignas socialistas es algo hipócrita y puramente demagógico. Esto forma parte de esa propaganda fraudulenta que pretende mantener a las masas en la oscuridad y hacerles creer que viven en el socialismo y no en una sociedad capitalista, opresora y explotadora. Por tradición, para enmascararse o simplemente por inercia, a muchos partidos les ha quedado el apelativo de «demócrata», «popular», «socialista», etc., mientras que de hecho son típicamente burgueses y reaccionarios.
La política revisionista y capitalista que se aplica en la Unión Soviética ha resucitado los viejos demonios del imperio zarista, como la opresión nacional, el antisemitismo, el racismo eslavo, el misticismo religioso ortodoxo, el culto a las castas militares, el aristocratismo de la intelectualidad, el chinovnismo (Del ruso chinovnik – funcionario) burocrático, etc. Las teorías de los revisionistas soviéticos sobre la supuesta creación de una «nueva comunidad histórica», del «pueblo soviético único», han sido inventadas precisamente para ocultar esta realidad llena de profundas contradicciones sociales, nacionales y de clase.
Quien domina hoy en la Unión Soviética es la fuerza del ejército soviético. La militarización forzada de la vida del país, el agobiante peso de los gastos militares, que han alcanzado cifras astronómicas y estremecen cada vez más la economía soviética, deforman su desarrollo y empobrecen al pueblo.
La restauración del capitalismo en el interior del país no podía sino conducir también a un cambio radical en la esfera de las relaciones internacionales y en la política exterior del partido comunista y del Estado soviéticos. El revisionismo jruschovista se fue transformando gradualmente en la ideología y la política de una nueva superpotencia imperialista que justifica y defiende el expansionismo, la agresión y las guerras para establecer la dominación mundial. Son engendro de esta ideología y esta política las nefastas teorías de la «soberanía limitada», la «división internacional del trabajo», la «integración económica, política y militar» de los países de la llamada comunidad socialista, a los que han atado de pies y manos y transformado en países vasallos. En el XXVI Congreso del PCUS, Brezhnev calificó estas relaciones de «relaciones entre los pueblos», para borrar así toda identidad nacional y estatal,
Con el fin de alcanzar sus objetivos expansionistas y neocolonialistas, el social imperialismo soviético ha inventado una teoría, según la cual ningún país puede liberarse y defenderse del imperialismo ni desarrollarse de manera independiente sin la ayuda y la tutela soviética. Especula con la consigna de la «ayuda internacionalista» para desatar agresiones y saquear las riquezas de los demás países.
Toda la política exterior expansionista, hegemonista y agresiva de la Unión Soviética social imperialista constituye otra prueba, otro testimonio de que el régimen soviético es un régimen capitalista, porque sólo un régimen así puede practicar tal política en la arena internacional. Como afirmaba Lenin, la política exterior es la prolongación de la política interior y las dos juntas la expresión concentrada de las relaciones económicas existentes en un país. Las máscaras socialistas y comunistas que aún pretenden conservar los revisionistas soviéticos, se van cayendo ante su realidad capitalista y ante la política social imperialista que aplican.
Cuánto tiempo continuará haciendo efecto el gran engaño del pueblo soviético que cree vivir en el socialismo, hasta cuándo la clase obrera soviética continuará viviendo de ilusiones, eso depende de muchos factores, internos y externos. Los acontecimientos de Polonia son significativos respecto a las situaciones que esperan a los países dominados por el revisionismo jruschovista. El hecho es que en ese país ha estallado el conflicto de clase entre los trabajadores y la clase burguesa en el Poder, representada por el partido revisionista. Independientemente de cómo fue manipulada por las fuerzas de derecha, la revuelta de la clase obrera polaca pone de manifiesto en esencia que ésta tomó conciencia de su situación como clase oprimida y explotada, que el Poder existente en Polonia está en manos de una clase antagónica respecto a ella, que el socialismo ha sido traicionado. ¿A quién le llegará el turno después de Polonia? Los procesos de diferenciación de clase hierven en todos los países revisionistas. Los conflictos de clase aumentan con rapidez. Ni siquiera la Unión Soviética es aquí una excepción, a pesar de que en la imagen externa parezca el más estable de ellos. Las llagas que ha abierto la restauración del capitalismo, sólo podrán curarse con el derrocamiento del revisionismo y la restauración del socialismo.
Digitalice solo el discurso final donde resume brevemente las características del revisionismo de post guerra.
Saludos.
Enver Hoxha
LA LUCHA CONTRA EL REVISIONISMO, Y EL MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO Y DE LIBERACIÓN EN LA ETAPA ACTUAL
Informe ante el VIII Congreso del Partido del Trabajo de Albania
1ro. de noviembre de 1981
Casa editora «8 Nëntori»
Tirana 1981
Capitulo V
Páginas: 234 - 287
LA LUCHA CONTRA EL REVISIONISMO, Y EL MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO Y DE LIBERACIÓN EN LA ETAPA ACTUAL
Informe ante el VIII Congreso del Partido del Trabajo de Albania
1ro. de noviembre de 1981
Casa editora «8 Nëntori»
Tirana 1981
Capitulo V
Páginas: 234 - 287
En el período que nos separa del VII Congreso, nuestro Partido, manteniéndose como siempre fiel al marxismo-leninismo y al internacionalismo proletario, ha continuado sin interrupción la lucha contra el revisionismo moderno. Se ha profundizado la crítica ideológica y política contra el revisionismo jruschovista, chino, yugoslavo y europeooccidental, se han evidenciado de manera más acabada las condiciones históricas y socio-económicas del nacimiento y proliferación de estas corrientes, se ha analizado más ampliamente el proceso de degeneración de los partidos comunistas que se introdujeron en la vía del revisionismo, sus errores y sus concesiones estratégicas y tácticas. A la luz de los hechos, del pasado y del presente, se ha argumentado la relación del revisionismo moderno con la estrategia adoptada por el imperialismo después de la Segunda Guerra Mundial para destruir el socialismo y para aplastar la revolución y el movimiento de liberación de los pueblos.
Estos análisis y conclusiones le han servido al Partido para conocer mejor los peligros que amenazan al socialismo y a la dictadura del proletariado en nuestro país, procedentes del revisionismo, y para tomar las medidas más eficaces y adecuadas para evitarlos. Han servido asimismo a la educación de los comunistas y las masas, a la elevación de su nivel teórico y al temple de su conciencia revolucionaria. El conocimiento más profundo de la estrategia y las tácticas del imperialismo y del revisionismo ha contribuido a aumentar la efectividad de nuestra lucha en defensa de la causa del proletariado y de los pueblos.
La justeza de la vía que nuestro Partido escogió desde el comienzo para enfrentarse al revisionismo y combatirlo hasta el fin, ha sido y es corroborada cada vez más por la degeneración política y la profunda crisis ideológica del revisionismo moderno, por la grave situación económica que atraviesan y el callejón sin salida en que se han metido los partidos revisionistas y los países donde éstos detentan el Poder.
Cuando nuestro 'Partido emprendió la lucha contra el revisionismo jruschovista, los partidos comunistas que se unieron a Jruschov, se presentaban poco más o menos como un bloque, con una línea única, la del XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética. Pero hoy, al cabo de 20 años, se encuentran escindidos y divididos en un sinfín de corrientes y fracciones, pugnan y riñen los unos con los otros, los ha inundado el nacionalismo burgués y el oportunismo socialdemócrata. Estos partidos ex comunistas se han convertido en auténticos partidos de la nueva burguesía dominante en los países donde los revisionistas se encuentran en el Poder o en parte integrante de las estructuras del Estado burgués, como ha ocurrido en los viejos países capitalistas. La crisis del revisionismo moderno es la expresión directa de la crisis del capitalismo y de la ideología burguesa en general.
La traición revisionista, la restauración del capitalismo en una serie de países antaño socialistas han suscitado una gran confusión en torno al problema del socialismo, que se encuentra en el centro de la lucha ideológica que actualmente se desarrolla en el mundo. La cuestión es que la sociedad capitalista restaurada en sus países, es presentada por los revisionistas como una sociedad socialista pura, como un «socialismo real», «desarrollado» e incluso «muy desarrollado». Esta confusión se ve acrecentada por el hecho de que numerosos partidos y diferentes fuerzas políticas, que están lejos del socialismo científico, hablan también acerca de él, así como por los esfuerzos que despliega la burguesía y su propaganda para deformar 108 verdaderos ideales socialistas, para desviar a las masas de la lucha por el triunfo de esos ideales.
La claridad en esta cuestión y el establecimiento de una neta línea de demarcación entre el socialismo auténtico y el seudo socialismo, revisten una importancia capital para el desarrollo con éxito de la lucha de la clase obrera y de las masas trabajadoras. Sin tener una clara imagen de la sociedad socialista y sin atenerse a sus principios y leyes generales, la revolución se queda a mitad de camino. Es posible llevar a cabo la revolución, pero cuando falta la verdadera perspectiva socialista, puede desviarse y resultar inútiles la lucha y los sacrificios realizados por su triunfo.
EL REVISIONISMO YUGOSLAVO
La primera corriente del revisionismo en el Poder que se propuso minar el socialismo, fue el revisionismo yugoslavo, que nació en un momento clave de la lucha entre el socialismo y el imperialismo.
El revisionismo yugoslavo tiene profundas raíces. No surgió en 1948 y no apareció como reacción al «stalinismo» ni como consecuencia de la actuación del Kominform. Es el resultado de las concepciones burguesas que existían también anteriormente en el Partido Comunista de Yugoslavia y que no desaparecieron durante la lucha de liberación nacional.
La nueva Yugoslavia no podía ser construida sin una orientación clara y sin una madurez política basadas en la teoría científica del socialismo. Esta gran obra únicamente podía llevarla a cabo un partido comunista fuerte y con sólidos principios marxista-leninistas. Es verdad que existía un partido comunista en Yugoslavia, pero no tenía plenamente estos rasgos, ni los adquirió durante el período de la guerra. Por el contrario, incluso los que tenía los perdió después de ella, cuando estaba llamado por las circunstancias a construir una Yugoslavia nueva en el camino socialista.
Si se da fe a las auto alabanzas de los titistas y de la burguesía yugoslava podría creerse que ha existido y existe un partido así. Al igual que los demás, los comunistas albaneses caímos en este juicio eufórico, particularmente durante la guerra y en los primeros años tras la Liberación. Este juicio tenía su lógica, estaba relacionado con la heroica lucha de los pueblos de Yugoslavia, dirigida por el Partido Comunista.
Después de la liberación de Yugoslavia, tanto en la teoría como en las posiciones políticas, como en la edificación del socialismo se observaron graves desviaciones de los principios básicos del marxismo leninismo. También en sus relaciones con los países socialistas, particularmente con Albania, se registraron por parte del Partido Comunista de Yugoslavia graves desviaciones y una arrogancia y altanería ajenas a un partido comunista.
Era claro que este camino conduciría a la ruptura, como de hecho ocurrió no por culpa del Kominform, ni de Stalin, ni del «stalinismo», según quieren denominar al marxismo-leninismo los revisionistas yugoslavos y sus amigos. El conflicto con el Kominform fue resultado de las contradicciones entre los puntos de vista liberal-oportunistas de la dirección yugoslava y los puntos de vista marxista leninistas sobre la construcción del Estado y de la sociedad socialista. Tito y compañía le dieron a su oposición a la teoría marxista-leninista, el tinte de oposición a Stalin en un comienzo y al sistema socialista soviético posteriormente.
El viraje de los titistas debía producirse y se produjo. Emprendieron el camino hacia el capitalismo adoptando y emprendiendo una «nueva» edificación económico-social y una nueva forma de gobierno estatal, adecuadas al curso antisocialista, tal como era el sistema de la «autogestión obrera». De hecho no era un sistema nuevo. No era ni socialista ni creación yugoslava. Tenía su origen en el proudhonismo, en el anarquismo de Bakunin y de Kropotkin, que fueron tan desenmascarados en su tiempo por Marx, más tarde por Lenin y posteriormente también por Stalin.
El viraje yugoslavo hacia el capitalismo fue objeto de una desenfrenada propaganda, se le cantaron hosannas indescriptibles y se glorificó al «Barrabás». La desviación yugoslava fue anunciada como un «período nuevo», un «nuevo surco», abierto por Tito para la construcción de un «socialismo específico», «humano». Este viraje fue sostenido y financiado por el imperialismo y el capitalismo mundial. Fue inflada la megalomanía panyugoslava y Yugoslavia presentada como «campeona y ejemplo para los pueblos del mundo en su lucha libertadora».
Todo el «sistema autogestionario», tanto en la forma como en las denominaciones de la estructura y superestructura, debía ser presentado como «marxista». Pero en la realidad estaba en completa oposición a Marx y a la teoría y la práctica del leninismo.
El primer golpe se dirigió contra el poder de democracia popular, que era una forma de dictadura del proletariado y que en Yugoslavia jamás fue calificado como tal. Esto fue justificado por los revisionistas yugoslavos pretendiendo que el poder de los consejos populares, que fue establecido durante la guerra y sobrevivió hasta el año 1948, ya no podía ser mantenido como tal con todas sus prerrogativas. Este poder debía ser reemplazado por los «consejos obreros», ya que, según ellos, el primero era estatista-burocrático, que engendra a la «burocracia y a la capa de la nueva burguesía», mientras que los «consejos obreros» constituían un poder más próximo a la teoría de Marx. A través de ellos son pretendidamente «los mismos obreros quienes dirigen y gobiernan directamente» sin la mediación del Estado que, según la lógica de la dirección yugoslava, debe resultar que no es algo suyo. Por tanto, el Estado yugoslavo actual no es más que un «garante» para que este «sistema nuevo» no sea dañado, no se disgregue, para lo que la Federación tiene en sus manos el ejército, la UDB, la política exterior y nada más.
Por consiguiente, el «sistema de autogestión» descentralizó, liberalizó y minó el poder de dictadura del proletariado. El Estado era de los «proletarios» y pasó a ser de los «obreros», había «surgido de la lucha, de la base», mientras que el «nuevo sistema», que supuestamente era exigido por el desarrollo «dialéctico», fue establecido desde arriba por Tito y Kardelj.
El papel dirigente del partido en este sistema debía ser liquidado y en efecto se desvaneció. Al partido se le dejó sólo un cierto papel educativo desleído, sin ninguna autoridad. En apariencia el partido no desapareció, pero en realidad se volatilizó. Lo llamaron «Liga de los Comunistas», de forma que con su nombre se aproximara lo más posible al apelativo de Marx, para apartarlo de hecho lo más posible del papel que Marx y Lenin determinan al partido comunista.
Los titistas presentan la cuestión como si, con la «autogestión», Yugoslavia hubiera ingresado en una nueva etapa de desarrollo que la aproxima a la sociedad comunista. Partiendo de ello, pretenden que el Estado marcha hacia su extinción y el partido ya no puede ejercer el papel y las funciones que tenía en el período de transición del capitalismo al socialismo.
Y esto no es todo, ya que según ellos la «autogestión» ha suprimido también la lucha de clases en el interior del partido, en Yugoslavia y fuera de ella. En realidad, Tito, Kardelj y los que les seguían los pasos cambiaron la dirección de la lucha de clases. La desarrollaron y la desarrollan para defender su sistema «autogestionario» contra los «kominformistas», los «stalinístas», los «dogmáticos», etc. Aquí, realmente, se trata de la lucha de los elementos capitalistas contra los revolucionarios, del sistema capitalista contra el sistema socialista, de la ideología burguesa contra el marxismo leninismo.
Los teóricos yugoslavos hacen grandes especulaciones acerca de la propiedad sobre los medios de producción. Según ellos, la propiedad socializada sobre los medios de producción existente en el sistema «autogestionario», constituye la forma más elevada de propiedad socialista, mientras que la estatal su forma más baja. Esta última, pretenden ellos, puede ser definida como una especie de capitalismo estatal del cual nace una nueva casta burocrática, que en realidad dispone colectivamente del derecho a la propiedad. Por consiguiente, concluyen, la propiedad estatal tampoco en el socialismo suprime la enajenación del obrero producida por el capital. La relación capitalista beneficio-salario del obrero es substituida por la relación acumulación estatal-salario del obrero. En otras palabras, según ellos, en los dos sistemas sociales el obrero continúa siendo siempre un asalariado.
Se trata de una conocida tesis trotskista, desenmascarada y refutada hace tiempo. En la auténtica sociedad socialista, en la que la propiedad común es administrada por el Estado de dictadura del proletariado con la amplia participación organizada y efectiva de la clase obrera y del resto de las masas trabajadoras, según el principio del centralismo democrático, y en la que no se permiten grandes diferencias en la distribución del producto social que conduzcan a la creación de capas privilegiadas, el obrero no es un asalariado, no está explotado. Prueba de ello es la realidad de Albania socialista, donde la clase obrera es una clase en el Poder, que, bajo la dirección de su Partido marxista leninista, dirige la economía y toda la vida del país en su propio interés y en el de todo el pueblo.
La «autogestión» yugoslava, que supuestamente coloca al obrero en el centro, tiene de obrera sólo el nombre, en la práctica es antiobrera, antisocialista. Este sistema, independientemente del alboroto que hacen los titistas, no le permite a la clase obrera dirigir ni administrar.
En Yugoslavia cualquier empresa «autogestionaría» es una organización encerrada en su propia actividad económica, mientras que la política de administración se encuentra en manos de su grupo dirigente que, igual que en cualquier otro país capitalista, manipula los fondos de acumulación, decide respecto a las inversiones, los salarios, los precios y la distribución de la producción. Se pretende que toda esta actividad económico-política es aprobada por los obreros a través de sus delegados. Pero esto no pasa de ser un fraude y un gran bluff. Estos supuestos delegados de los obreros hacen causa común con la casta de burócratas y tecnócratas en el Poder en detrimento de la clase obrera y del resto de las masas trabajadoras. Son los administradores profesionales los que hacen la ley y definen la política en la organización «autogestionaria» desde la base hasta la cúspide de la república. El papel dirigente, gestor, económico-social y político de los obreros, de su clase, se ha reducido al mínimo, por no decir que ha desaparecido por completo.
Estimulando el particularismo y el localismo, desde el republicano al regional y hasta el nivel de la comuna, el sistema autogestionario ha liquidado la unidad de la clase obrera, ha colocado a los obreros en lucha los unos contra los otros, alimentando, como individuos, el egoísmo y estimulando, como colectivo, la competencia entre las empresas. Sobre esta base ha sido minada la alianza de la clase obrera con el campesinado, quien asimismo está disgregado en pequeñas haciendas privadas y es explotado por la nueva burguesía en el Poder. Todo esto ha dado lugar a la autarquía en la economía, la anarquía en la producción, en la distribución de los beneficios y de las inversiones, en el mercado y en los precios, y ha conducido a la inflación y a un gran desempleo.
El que la clase obrera se encuentra en la dirección del sistema «autogestionario obrero» en Yugoslavia, no es más que una falsa ilusión, una utopía. En dicho sistema la clase obrera no está en la dirección, no es hegemónica. La dictadura del proletariado ha sido liquidada, el dirigente de la clase obrera, el partido comunista o, como se le llama en este país, la Liga de los Comunistas, no dirige ni el Poder, ni la economía, ni la cultura, ni la vida social.
En este sistema de confusión general, es otro quien detenta las posiciones políticas dominantes y dirigentes. Ese otro es la nueva casta de burócratas políticos y de tecnócratas, surgida de la capa de intelectuales aburguesados y de la aristocracia obrera. Esta casta está lejos de toda moral proletaria y no se ejerce sobre ella ningún control político.
Esta nueva capa burocrática se autoproclama enemiga de la burocracia estatista, cuando es una burocracia aún más peligrosa, que florece y se refuerza en un sistema económico descentralizado, el cual mantiene y desarrolla la propiedad privada.
La «autogestión obrera», cuyos fundamentos están en la ideología anarcosindicalista, ha engendrado el nacionalismo republicano, que ha elaborado hasta leyes y reglamentos concretos para defender sus mezquinos intereses. El monopolio económico de las repúblicas, constituido sobre la base del monopolio de sus empresas y de sus trusts, se ha transformado de hecho en una potencia política y en un nacionalismo republicano, que se manifiesta no sólo en cada república, sino también en cada región, en cada comuna y en cada empresa. Cada uno como individuo, como grupo o como república, se esfuerza por enriquecerse más y más rápidamente a costa de los demás.
El nacionalismo burgués está instalado a sus anchas en Yugoslavia y el lema «unidad y fraternidad», que era justo durante la lucha de liberación nacional cuando se combatía contra los ocupantes y la reacción interna por una sociedad nueva basada en el marxismo leninismo, ha pasado a ser en el actuad sistema yugoslavo, que lo escinde y lo disuelve todo, un lema huero y sin ningún efecto. La «unidad y fraternidad» de los pueblos, de las naciones y las nacionalidades, de las repúblicas y las regiones, sólo puede realizarse en un verdadero sistema socialista guiado por la ideología marxista leninista.
La unión federativa yugoslava no fue creada sobre bases marxista leninistas, por ello, inevitablemente, debían surgir, como de hecho surgieron, los antagonismos nacionales. El propio sistema lleva consigo estas contradicciones, alimenta el separatismo de las naciones y las nacionalidades, de las repúblicas y las regiones.
Los numerosos créditos concedidos por el capitalismo mundial actuaron también en este sentido. Su empleo para la satisfacción de los gustos y los caprichos burgueses y megalómanos de la casta en el Poder, su distribución desigual y sin sanos criterios entre las diversas repúblicas, creó desniveles económicos y sociales en las repúblicas y regiones, lo que profundiza aún más los antagonismos nacionales.
El sistema de «autogestión» no habría podido sobrevivir por mucho tiempo si no le hubiesen ayudado dos factores: el antisovietismo de la dirección yugoslava, que no era otra cosa sino su antimarxismo y su antileninismo, con el que se granjeó el respaldo político de toda la reacción mundial, y el apoyo económico prestado por los países capitalistas a través de grandes y múltiples créditos. No obstante, estos dos factores no lograron salvar este sistema antisocialista. Por el contrario, lo debilitaron en mayor grado y lo empujaron hacia la bancarrota económica y política.
Kardelj y Tito le echaron la culpa del fracaso del sistema y de todos los males que se derivaron de él, al insuficiente «perfeccionamiento» del propio sistema, a la conciencia de los trabajadores «que no había alcanzado todavía el nivel necesario», a la existencia de la burocracia, etc. Vieron la bancarrota de su sistema antisocialista, más no podían volverse atrás. Por eso las medidas adoptadas por Tito, cuando aún estaba en vida, relativas a la dirección de la Federación y de las repúblicas después de su muerte, no pasan de ser paliativos. Junto con Tito y Kardelj desapareció la euforia en torno al sistema «autogestionario», Los sucesores de Tito se encuentran en una gran confusión y desorientación y no saben a qué aferrarse para dar salida a las difíciles situaciones en que se encuentra el país. Ahora la Yugoslavia titista ha entrado en una crisis profunda y general de sus estructuras y superestructuras, en una crisis económica y político-moral.
EL REVISIONISMO SOVIÉTICO
El revisionismo soviético ha sido y continúa siendo la corriente más peligrosa del revisionismo moderno. Conserva más que ninguna otra variante revisionista las máscaras socialistas y la fraseología leninista a fin de encubrir la actual realidad capitalista en la Unión Soviética y su política exterior imperialista y agresiva. Es un revisionismo que ha usurpado el Poder en un Estado que representa una gran potencia y que cuenta con grandes medios y posibilidades de ejercer su influencia en el mundo, de actuar en numerosas direcciones y en grandes proporciones.
Al igual que las demás corrientes revisionistas, el revisionismo jruschovista tiene su propio proceso de nacimiento y desarrollo, hasta llegar a la forma actual de un completo revisionismo, que deforma todas las cuestiones de la teoría marxista y de la práctica socialista. En tanto que fenómeno social, el revisionismo jruschovista tiene también sus raíces y causas ideológicas, sociales e históricas.
El Partido del Trabajo de Albania ha hecho un profundo análisis marxista de estas causas. Sobre la base de este análisis ha extraído conclusiones y ha adoptado una serie de medidas para cerrar el paso al surgimiento de tal fenómeno regresivo en nuestro país. Pero debemos profundizar continuamente en este problema a fin de que el revisionismo no pase jamás en Albania.
Desde el comienzo el grupo de Jruschov se planteó como objetivo principal liquidar la dictadura del proletariado, minar las bases de la sociedad socialista, introducir a la Unión Soviética en el camino capitalista y transformarla en una superpotencia imperialista. Ahora todos somos testigos de esta profunda transformación contrarrevolucionaria que se ha producido en la Unión Soviética. Sólo la burguesía y el imperialismo la presentan como un país comunista. Al presentar a la Unión Soviética capitalista de hoy como un país socialista, pretenden desacreditar al marxismo leninismo y al verdadero socialismo.
El revisionismo jruschovista es la ideología y la política del capitalismo de Estado que domina toda la vida del país. El retroceso de la Unión Soviética al capitalismo no podía sino tener sus propias peculiaridades y el régimen capitalista no podía sino asumir allí formas específicas. Estas peculiaridades y formas son determinadas por el hecho de que el capitalismo fue restaurado allí como consecuencia del derrocamiento del socialismo, como un proceso regresivo, diferente al del capitalismo de tipo clásico que llega tras el derrocamiento del régimen feudal, como un proceso progresivo.
La peculiaridad fundamental de esta clase de capitalismo es que se mantienen en él numerosas formas socialistas de propiedad, de organización y dirección, pero su contenido ha cambiado radicalmente. Los medios de producción en la Unión Soviética son hoy en realidad propiedad capitalista estatal o colectiva, porque son utilizados en interés de la nueva clase burguesa que detenta el Poder, por ser precisamente esta clase la que se apropia del trabajo de los obreros y los campesinos.
Las antiguas leyes, tradiciones y prácticas fueron sustituidas por otras nuevas, que dejan las manos libres a la burocracia del Estado y del partido para expresar e imponer sin trabas su propia voluntad. Las nuevas competencias que ella adquirió sobre la base de las reformas económicas, fueron aprovechadas para garantizar y ampliar los ingresos y los privilegios de las diversas castas dirigentes, para conservar el Poder y defenderse del descontento y las revueltas de da clase obrera y del resto de las masas trabajadoras.
Es cierto que se mantuvo la propiedad estatal y las fábricas no fueron distribuidas a propietarios privados; los koljoses continuaron siendo explotaciones colectivas comunes y los bancos no fueron entregados a los accionistas, pero lo que cambió fue la distribución del producto social, su destinación.
A pesar de que se dice que se aplica el principio de la remuneración según el trabajo, los diferentes grupos de la nueva burguesía se apoderan en realidad de la plusvalía creada por los obreros y los campesinos. Toda esta rapiña es presentada como una especie de estímulo material para alentar la actividad productiva, el trabajo científico y la creatividad artística, etc. En realidad es una explotación típicamente capitalista.
Para abrir el camino a la restauración del capitalismo, los revisionistas jruschovistas golpearon las tesis fundamentales de la teoría marxista leninista sobre la producción de mercancías y la acción de la ley del valor en el socialismo. Identificaron en la teoría y en la práctica la producción socialista de mercancías con la producción capitalista. Sobre esta base reformaron todo el mecanismo económico. Gradualmente las empresas económicas y también un considerable número de instituciones alcanzaron una mayor independencia respecto a los planes del Estado. A los dirigentes de las empresas y de las diversas instituciones se les concedieron grandes derechos y poder para dirigir y manipular la producción y la distribución, para contratar y despedir obreros, repartir los beneficios, etc. Se limitó la financiación estatal centralizada a las empresas existentes y se fue ampliando gradualmente la práctica de la autofinanciación y la utilización de créditos.
Los revisionistas soviéticos pretenden que su economía está dirigida y se desarrolla sobre la base de planes elaborados según el principio del centralismo democrático. Pero, el plan del Estado, como lo conciben en teoría y lo aplican en la práctica, no es ni puede ser de ningún modo el plan de una economía verdaderamente socialista. En la Unión Soviética conviven el centralismo burocrático de tipo monopolista y el amplio liberalismo económico en la base. Se ofrece la imagen de una dirección planificada de la economía, mientras en la práctica tienen campo libre de acción las leyes y las categorías económicas del modo capitalista de producción.
El consumo parasitario ha adquirido proporciones sin precedentes. La proporción entre la remuneración de los obreros y los administradores burócratas y tecnócratas de la producción, sobre la base del sueldo nominal, es de 1 a 10, pero con los ingresos a título de distribución de los beneficios, las múltiples recompensas, los innumerables privilegios, etc., esta proporción se agranda mucho más. Resulta difícil distinguir estas diferencias salariales y del modo de vida de las que existen entre los administradores burgueses y los obreros de los países de Occidente.
En unas condiciones en las que el salario por el valor de la fuerza de trabajo está formado en un 35-40 por ciento por la distribución de los beneficios y de manera descentralizada, en que las normas de trabajo no son únicas y se aplican igualmente de manera descentralizada, en que el estímulo material en beneficio de la nueva burguesía tiene prioridad absoluta y en que la inflación, particularmente como resultado de la militarización de la economía, que absorbe 1/3 de los ingresos nacionales, crece constantemente, la sociedad en esencia ha perdido el verdadero control sobre la medida del trabajo y del consumo, que constituyen dos llaves fundamentales para una economía socialista.
Todo esto y una serie de medidas de carácter capitalista, que fueron pregonadas como desarrollo creador de la teoría y la práctica económica marxista leninista, tenían por objetivo desmantelar las bases de la economía socialista y lo consiguieron.
Las consecuencias de esta línea se observan en la vida diaria del pueblo soviético. En el mercado existe carencia de artículos de primera necesidad, han aumentado la inflación, el desempleo, la fluctuación de la fuerza de trabajo, se registran alzas declaradas y no declaradas de los precios de los diversos productos. Se ha ampliado el sector privado de la economía, se ha abierto las puertas al capital monopolista extranjero, florecen el mercado negro, la especulación, los abusos, el soborno y los fraudes.
La realidad soviética de hoy confirma que el progreso no avanza hacia la «desaparición de las diferencias de clase» ni hacia la «creación de una nueva unidad social», como propagan los revisionistas jruschovista-brezhnevistas, sino hacia una profunda diferenciación social entre la nueva clase burguesa, integrada por la capa de burócratas y tecnócratas, y las amplias masas trabajadoras, que están en la situación de una fuerza simplemente productiva. El foso que los separa se profundiza continuamente a medida que aumenta el grado de explotación de los trabajadores y crecen los beneficios de la burguesía. Esta situación ha creado toda una ideología y una política que justifican y defienden este nuevo sistema de explotación capitalista.
El Poder de los soviets ha dejado de ser de los soviets, de los obreros y los campesinos. Se ha desprendido de ellos y ha llegado a ser como una fuerza independiente y extraña a ellos. Incluso desde el punto de vista formal los revisionistas jruschovístas han proclamado la liquidación de la dictadura del proletariado, Le han puesto al Estado el nombre de todo el pueblo para ocultar el hecho de que ya no es del pueblo, sino una dictadura de la nueva burguesía soviética. Su carácter capitalista se percibe claramente en toda la política interior y exterior que practica, al servicio de los intereses de la clase burguesa en el Poder. El Estado soviético, que tiene en sus manos los principales medios de producción y dirige toda la economía, se ha transformado en representante y defensor de los intereses de la clase dominante.
Los revisionistas soviéticos, a fin de conservar su máscara socialista y «demostrar» que la Unión Soviética es un país socialista, dicen que allí existe un solo partido, que es un partido comunista y que su función dirigente ha sido sancionada en la Constitución. El hecho de que exista un único partido dirigente y de que sea reconocido por la ley su poder exclusivo, no le hace comunista. Son muchos los países burgueses en los que existe un solo partido dominante. El carácter de un partido político no lo determina su posición en el Estado. El carácter de un partido lo determina ante todo la clase a que pertenece y a quien sirve, la ideología por la que se orienta y la política que practica.
El Partido Comunista de la Unión Soviética es actualmente el representante directo de la clase burguesa en el Poder, ejerce el poder en su nombre, sirve al desarrollo y fortalecimiento del régimen capitalista restaurado. No tiene de comunista más que el nombre. El que mantenga el nombre de comunista y utilice unas cuantas frases marxistas y consignas socialistas es algo hipócrita y puramente demagógico. Esto forma parte de esa propaganda fraudulenta que pretende mantener a las masas en la oscuridad y hacerles creer que viven en el socialismo y no en una sociedad capitalista, opresora y explotadora. Por tradición, para enmascararse o simplemente por inercia, a muchos partidos les ha quedado el apelativo de «demócrata», «popular», «socialista», etc., mientras que de hecho son típicamente burgueses y reaccionarios.
La política revisionista y capitalista que se aplica en la Unión Soviética ha resucitado los viejos demonios del imperio zarista, como la opresión nacional, el antisemitismo, el racismo eslavo, el misticismo religioso ortodoxo, el culto a las castas militares, el aristocratismo de la intelectualidad, el chinovnismo (Del ruso chinovnik – funcionario) burocrático, etc. Las teorías de los revisionistas soviéticos sobre la supuesta creación de una «nueva comunidad histórica», del «pueblo soviético único», han sido inventadas precisamente para ocultar esta realidad llena de profundas contradicciones sociales, nacionales y de clase.
Quien domina hoy en la Unión Soviética es la fuerza del ejército soviético. La militarización forzada de la vida del país, el agobiante peso de los gastos militares, que han alcanzado cifras astronómicas y estremecen cada vez más la economía soviética, deforman su desarrollo y empobrecen al pueblo.
La restauración del capitalismo en el interior del país no podía sino conducir también a un cambio radical en la esfera de las relaciones internacionales y en la política exterior del partido comunista y del Estado soviéticos. El revisionismo jruschovista se fue transformando gradualmente en la ideología y la política de una nueva superpotencia imperialista que justifica y defiende el expansionismo, la agresión y las guerras para establecer la dominación mundial. Son engendro de esta ideología y esta política las nefastas teorías de la «soberanía limitada», la «división internacional del trabajo», la «integración económica, política y militar» de los países de la llamada comunidad socialista, a los que han atado de pies y manos y transformado en países vasallos. En el XXVI Congreso del PCUS, Brezhnev calificó estas relaciones de «relaciones entre los pueblos», para borrar así toda identidad nacional y estatal,
Con el fin de alcanzar sus objetivos expansionistas y neocolonialistas, el social imperialismo soviético ha inventado una teoría, según la cual ningún país puede liberarse y defenderse del imperialismo ni desarrollarse de manera independiente sin la ayuda y la tutela soviética. Especula con la consigna de la «ayuda internacionalista» para desatar agresiones y saquear las riquezas de los demás países.
Toda la política exterior expansionista, hegemonista y agresiva de la Unión Soviética social imperialista constituye otra prueba, otro testimonio de que el régimen soviético es un régimen capitalista, porque sólo un régimen así puede practicar tal política en la arena internacional. Como afirmaba Lenin, la política exterior es la prolongación de la política interior y las dos juntas la expresión concentrada de las relaciones económicas existentes en un país. Las máscaras socialistas y comunistas que aún pretenden conservar los revisionistas soviéticos, se van cayendo ante su realidad capitalista y ante la política social imperialista que aplican.
Cuánto tiempo continuará haciendo efecto el gran engaño del pueblo soviético que cree vivir en el socialismo, hasta cuándo la clase obrera soviética continuará viviendo de ilusiones, eso depende de muchos factores, internos y externos. Los acontecimientos de Polonia son significativos respecto a las situaciones que esperan a los países dominados por el revisionismo jruschovista. El hecho es que en ese país ha estallado el conflicto de clase entre los trabajadores y la clase burguesa en el Poder, representada por el partido revisionista. Independientemente de cómo fue manipulada por las fuerzas de derecha, la revuelta de la clase obrera polaca pone de manifiesto en esencia que ésta tomó conciencia de su situación como clase oprimida y explotada, que el Poder existente en Polonia está en manos de una clase antagónica respecto a ella, que el socialismo ha sido traicionado. ¿A quién le llegará el turno después de Polonia? Los procesos de diferenciación de clase hierven en todos los países revisionistas. Los conflictos de clase aumentan con rapidez. Ni siquiera la Unión Soviética es aquí una excepción, a pesar de que en la imagen externa parezca el más estable de ellos. Las llagas que ha abierto la restauración del capitalismo, sólo podrán curarse con el derrocamiento del revisionismo y la restauración del socialismo.