China fomentará el ahorro y velará por los campesinos
Dmitri Kósirev, RIA Novosti
El Año Nuevo Chino, ruidoso y pintoresco
El nuevo año, que empezó según el horóscopo chino el pasado 10 de febrero, trajo al país algunos cambios políticos.
En estos días festivos los chinos tuvieron que acordarse de sus compatriotas más desfavorecidos. Aunque no quisieran, el nuevo dirigente del país no les dejó otra opción.
Visitando la provincia
¿Qué estaba ocurriendo en China en vísperas de esta fiesta, un momento en el que ya casi nadie trabaja y todo el mundo se dirige a su pueblo? Los aeropuertos y estaciones de trenes estaban colapsados, pero no es ninguna novedad. También se suspendió durante las celebraciones el peaje en las carreteras de pago, toda una alegría para los 260 millones de conductores de coches oficialmente registrados.
La gran noticia fue la siguiente: el nuevo dirigente del Partido Comunista de China y futuro jefe de Estado, Xi Jinping, emprendió un viaje a la provincia más pobre, Gansu, cuyas tierras yermas están situadas al lado de la Mongolia interior. Visitó un pueblo dejado de la mano de Dios y trajo regalos a sus habitantes: dos sacos de harina por familia, además de diez kilos de carne de cerdo, un edredón y algo para los niños. Cosas muy útiles dadas las condiciones de vida en la aldea.
En la capital de la región, Lanzhou, Jinping visitó uno de los 52 restaurantes, donde se suelen ofrecer comidas gratuitas a los jubilados por aproximadamente un dólar por persona. Al año son cerca de 220.000 comidas. Preguntó por si la ración llegaba a todos, luego tomó un plato y se lo sirvió con una inclinación a un anciano.
El nuevo líder ha captado bien los problemas que se discuten en el país desde hace mucho tiempo. Se trata de la pobreza en la que vive la provincia y la gente que se ve obligada a abandonar las aldeas e instalarse en las ciudades, pasando a formar parte de un grupo social marginado, por ser de diversas zonas del país y hablar dialectos diferentes.
Se produjo también la noticia sobre el milagro navideño, le pasó a un pobre inmigrante, Xin, que iba en bicicleta y a quien el viento le arrebató los ahorros de toda la vida, 17.600 yuanes, algo menos de 3.000 dólares. La historia se difundió por Internet y la gente llegó a recolectar para el hombre 22.000 yuanes. Xin pidió a sus compatriotas que dejaran de reunir dinero para él, porque ya lo había recuperado todo. Incluso le sobró algo para poder costearse un viaje a su pueblo natal en primavera…
La riqueza es más peligrosa que la miseria
Esta historia no es parte de ningún programa de televisión, sino de una línea política que se empezó a aplicar en China hace algunos meses. Su nombre oficial es Política de Distribución de Ingresos. La razón de su aplicación reside en que el contraste entre la riqueza y la pobreza ha llegado ya al límite.
Merecería la pena señalar al respecto que la prosperidad y la riqueza podrían entrañar un mayor peligro que la pobreza universal. El abismo que llega a separar a los ciudadanos acaudalados y a las capas más desfavorecidas se convierte en un foco de tensiones sociales. China figura en todos los libros de texto y en numerosas ediciones impresas como el experimento más grandioso de erradicación de la pobreza en el mundo. Entre 1981, año del inicio de las reformas, y 2004 el número de pobres en el país se ha reducido en unos 600 millones de personas.
En el Asia más oriental hace veinte años el 58% de la población vivía en la pobreza, mientras que en la actualidad este índice es de un 16%. Gracias a China la región se ha adelantado en este sentido al resto del mundo, cambiándolo también. En estos momentos tan sólo un 18% de la población mundial subsiste con un dólar diario. Es algo realmente impresionante.
Sin embargo, los pobres que quedan en China no dejan de ser un problema. Siendo la quinta parte de la población, su número equivale a unos 1.300 millones de personas que no tienen la vida nada fácil.
Al mismo tiempo, en el extranjero los chinos adinerados han llegado a ser mayores consumidores de artículos de lujo que los árabes y los rusos. Y el lujo es apreciado dentro del país, hecho conocido por la población. Los descontentos tienden a culpar de todo a los funcionarios corruptos, pero no son más que un blanco de críticas perfecto.
Los economistas chinos reconocen abiertamente -y son citados por los medios de comunicación- que desde 2001 se dejó de hacer público el Coeficiente de Gini, que mide la distribución de los ingresos. En aquellos momentos era de 0,412. De acuerdo con algunas evaluaciones, el índice podría haber alcanzado el nivel de 0,48.
Se considera que indicadores superiores a 0,4 conllevan la amenaza de un estallido social. Los datos del Banco Mundial evidencian que el 1%, la gente más acaudalada en China, goza del 41.4% de la riqueza nacional.
China se dispone a duplicar su PIB en 2020, partiendo del nivel del año 2010. Todo parece indicar que conseguirá su propósito. Pero dado el desequilibrio en los ingresos, los peligros políticos serán aún mayores.
Modestia con precedentes
El nuevo líder de China, Xi Jinping, tiene una personalidad muy distinta del carácter típico de los dirigentes del país, como por ejemplo el hermético Hu Jintao. El actual secretario general dice las cosas como son y exige lo mismo de la gente. A veces casos así ocurren incluso en China. Pese a que el líder -sea emperador, generalísimo o secretario general- suele percibirse por la civilización china y japonesa como hombre-símbolo y hasta cierto punto, como sumo sacerdote, a veces es bastante humano. Como ahora en China.
Habrá quienes piensen que, después de una pausa de treinta años de duración, China quiere volver al socialismo. En absoluto, Xi Jinping evoca unas tradiciones mucho más antiguas, insistiendo en que los altos cargos han de evitar actos de extravagancia y recordar la costumbre nacional de “respetar el ahorro”. Efectivamente existe la tradición de mostrarse ahorradores. Así, en cierta ocasión el generalísimo Jiang Jieshi armó un escándalo porque se le sirvió un pescado demasiado caro. Y no es el único precedente.
En realidad, la política de la distribución de ingresos no tiene nada que ver con el socialismo, ni siquiera con el modelo escandinavo y su esquema tributario. De momento sólo se sabe que se intentará elevar los ingresos de los campesinos, una tarea que correrá a cargo de las autoridades locales.
Los ciudadanos acaudalados, por su parte, han de tener presente que pueden seguir disfrutando de su patrimonio, pero por supuesto sin mostrarse ostentosos.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI
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Dmitri Kósirev, RIA Novosti
El Año Nuevo Chino, ruidoso y pintoresco
El nuevo año, que empezó según el horóscopo chino el pasado 10 de febrero, trajo al país algunos cambios políticos.
En estos días festivos los chinos tuvieron que acordarse de sus compatriotas más desfavorecidos. Aunque no quisieran, el nuevo dirigente del país no les dejó otra opción.
Visitando la provincia
¿Qué estaba ocurriendo en China en vísperas de esta fiesta, un momento en el que ya casi nadie trabaja y todo el mundo se dirige a su pueblo? Los aeropuertos y estaciones de trenes estaban colapsados, pero no es ninguna novedad. También se suspendió durante las celebraciones el peaje en las carreteras de pago, toda una alegría para los 260 millones de conductores de coches oficialmente registrados.
La gran noticia fue la siguiente: el nuevo dirigente del Partido Comunista de China y futuro jefe de Estado, Xi Jinping, emprendió un viaje a la provincia más pobre, Gansu, cuyas tierras yermas están situadas al lado de la Mongolia interior. Visitó un pueblo dejado de la mano de Dios y trajo regalos a sus habitantes: dos sacos de harina por familia, además de diez kilos de carne de cerdo, un edredón y algo para los niños. Cosas muy útiles dadas las condiciones de vida en la aldea.
En la capital de la región, Lanzhou, Jinping visitó uno de los 52 restaurantes, donde se suelen ofrecer comidas gratuitas a los jubilados por aproximadamente un dólar por persona. Al año son cerca de 220.000 comidas. Preguntó por si la ración llegaba a todos, luego tomó un plato y se lo sirvió con una inclinación a un anciano.
El nuevo líder ha captado bien los problemas que se discuten en el país desde hace mucho tiempo. Se trata de la pobreza en la que vive la provincia y la gente que se ve obligada a abandonar las aldeas e instalarse en las ciudades, pasando a formar parte de un grupo social marginado, por ser de diversas zonas del país y hablar dialectos diferentes.
Se produjo también la noticia sobre el milagro navideño, le pasó a un pobre inmigrante, Xin, que iba en bicicleta y a quien el viento le arrebató los ahorros de toda la vida, 17.600 yuanes, algo menos de 3.000 dólares. La historia se difundió por Internet y la gente llegó a recolectar para el hombre 22.000 yuanes. Xin pidió a sus compatriotas que dejaran de reunir dinero para él, porque ya lo había recuperado todo. Incluso le sobró algo para poder costearse un viaje a su pueblo natal en primavera…
La riqueza es más peligrosa que la miseria
Esta historia no es parte de ningún programa de televisión, sino de una línea política que se empezó a aplicar en China hace algunos meses. Su nombre oficial es Política de Distribución de Ingresos. La razón de su aplicación reside en que el contraste entre la riqueza y la pobreza ha llegado ya al límite.
Merecería la pena señalar al respecto que la prosperidad y la riqueza podrían entrañar un mayor peligro que la pobreza universal. El abismo que llega a separar a los ciudadanos acaudalados y a las capas más desfavorecidas se convierte en un foco de tensiones sociales. China figura en todos los libros de texto y en numerosas ediciones impresas como el experimento más grandioso de erradicación de la pobreza en el mundo. Entre 1981, año del inicio de las reformas, y 2004 el número de pobres en el país se ha reducido en unos 600 millones de personas.
En el Asia más oriental hace veinte años el 58% de la población vivía en la pobreza, mientras que en la actualidad este índice es de un 16%. Gracias a China la región se ha adelantado en este sentido al resto del mundo, cambiándolo también. En estos momentos tan sólo un 18% de la población mundial subsiste con un dólar diario. Es algo realmente impresionante.
Sin embargo, los pobres que quedan en China no dejan de ser un problema. Siendo la quinta parte de la población, su número equivale a unos 1.300 millones de personas que no tienen la vida nada fácil.
Al mismo tiempo, en el extranjero los chinos adinerados han llegado a ser mayores consumidores de artículos de lujo que los árabes y los rusos. Y el lujo es apreciado dentro del país, hecho conocido por la población. Los descontentos tienden a culpar de todo a los funcionarios corruptos, pero no son más que un blanco de críticas perfecto.
Los economistas chinos reconocen abiertamente -y son citados por los medios de comunicación- que desde 2001 se dejó de hacer público el Coeficiente de Gini, que mide la distribución de los ingresos. En aquellos momentos era de 0,412. De acuerdo con algunas evaluaciones, el índice podría haber alcanzado el nivel de 0,48.
Se considera que indicadores superiores a 0,4 conllevan la amenaza de un estallido social. Los datos del Banco Mundial evidencian que el 1%, la gente más acaudalada en China, goza del 41.4% de la riqueza nacional.
China se dispone a duplicar su PIB en 2020, partiendo del nivel del año 2010. Todo parece indicar que conseguirá su propósito. Pero dado el desequilibrio en los ingresos, los peligros políticos serán aún mayores.
Modestia con precedentes
El nuevo líder de China, Xi Jinping, tiene una personalidad muy distinta del carácter típico de los dirigentes del país, como por ejemplo el hermético Hu Jintao. El actual secretario general dice las cosas como son y exige lo mismo de la gente. A veces casos así ocurren incluso en China. Pese a que el líder -sea emperador, generalísimo o secretario general- suele percibirse por la civilización china y japonesa como hombre-símbolo y hasta cierto punto, como sumo sacerdote, a veces es bastante humano. Como ahora en China.
Habrá quienes piensen que, después de una pausa de treinta años de duración, China quiere volver al socialismo. En absoluto, Xi Jinping evoca unas tradiciones mucho más antiguas, insistiendo en que los altos cargos han de evitar actos de extravagancia y recordar la costumbre nacional de “respetar el ahorro”. Efectivamente existe la tradición de mostrarse ahorradores. Así, en cierta ocasión el generalísimo Jiang Jieshi armó un escándalo porque se le sirvió un pescado demasiado caro. Y no es el único precedente.
En realidad, la política de la distribución de ingresos no tiene nada que ver con el socialismo, ni siquiera con el modelo escandinavo y su esquema tributario. De momento sólo se sabe que se intentará elevar los ingresos de los campesinos, una tarea que correrá a cargo de las autoridades locales.
Los ciudadanos acaudalados, por su parte, han de tener presente que pueden seguir disfrutando de su patrimonio, pero por supuesto sin mostrarse ostentosos.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI
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