Aprendamos de los procesos históricos, antes que juzgarlos
texto publicado en el blog Marxismo Irreverente en enero de 2013
“Salvo que concibamos las revoluciones como simples secuencias de sueños y epopeyas, el tiempo de los análisis debe suceder al de los recuerdos heroicos.” Eric Hobsbawn
No podía tener más razón el viejo Eric, uno de los mejores historiadores marxistas del siglo XX y que por desgracia ya no se encuentra entre nosotros y nosotras. Este marxista británico, a diferencia de otros muchos autores, mantiene una gran coherencia entre el planteamiento anteriormente citado y su praxis como historiador.
Los y las comunistas nos movemos entre dos ámbitos que muchas veces resultan difíciles de diferenciar, los análisis y la propaganda.
Los análisis son aquellos estudios que realizamos sobre la realidad concreta, a través de los cuales pretendemos tener una perspectiva sobre la situación en la que nos movemos, y gracias a los cuales podemos plantear tácticas y estrategias de cara a lograr nuestros objetivos revolucionarios. Los análisis pretenden dar una visión global de la situación, describiendo las fortalezas y debilidades del enemigo así como las nuestras, es decir, las de las fuerzas populares.
En cambio, la propaganda es aquella acción comunicativa enfocada hacia la expansión de una serie de planteamientos. Se trata de un trabajo comunicativo enmarcado dentro de una lucha ideológica, que pretende poner en valor las flaquezas y contradicciones del enemigo, así como nuestras fortalezas. Podríamos decir que mientras los análisis tienen un uso fundamentalmente interno (gracias a ellos establecemos nuestra linea política a seguir en cada momento), la propaganda se centra más en un uso externo (pretendemos atacar los planteamientos de los dominadores y poner en valor los nuestros).
Si bien ambos son absolutamente necesarios, debemos saber diferenciarlos bien para no caer en errores; algo que por desgracia es demasiado común dentro de las filas de la izquierda. Es tradicional que dentro de la cultura de izquierdas tendamos más a representar mentalmente los procesos históricos (especialmente las revoluciones y levantamientos populares) en base a la propaganda de la época (discursos de los revolucionarios inmersos en esa realidad concreta) antes que sobre análisis exhaustivos sobre esa realidad histórica. Es así como los relatos heroicos sobre, por ejemplo, la revolución soviética o la guerra civil española tienden a invisibilizar las contradicciones y errores cometidos por parte de las fuerzas revolucionarias, evitando así que podamos aprender de ellos y reforzarnos en nuestra lucha.
El hecho de imaginar las revoluciones como épicas batallas de una clase obrera organizada y concienciada en su voluntad de construir el socialismo, hace que tendamos a idealizar y simplificar acontecimientos históricos de una complejidad infinita; y esto a su vez conlleva la aparición de fuertes grados de dogmatismo dentro de las organizaciones de la izquierda.
Esta visión idealizada de la historia, tiende a representarla como una especie de lucha del bien contra el mal. Todos los debates de la izquierda a lo largo de su existencia se presentan como la diferencia entre “traidores” y “héroes del proletariado”, entre “burócratas” y “libertarios”; cuando en realidad lo que deberíamos estar viendo es tácticas y estrategias equivocadas y acertadas antes que hacer un juicio moral entre “puros” y “malvados”. Cada estrategia planteada desde la izquierda a lo largo de la historia ha respondido a una situación concreta (condiciones materiales e ideológicas), y su éxito debe medirse en función de la importancia que tuvo en torno a la lucha de clases en la que se desarrollaba.
Debemos acercarnos al estudio de los procesos históricos sin toda esa distorsión moralista, debemos estudiarlos como marxistas, buscando aprender de ellos antes que juzgarlos.
¿Y eso cómo se hace?
El marxismo es una herramienta teórica muy rica y que, dado su carácter dialéctico, está en constante transformación y mejora. No podemos por tanto dar aquí un “manual completo” de cómo analizar la historia desde un punto de vista marxista, pero sí vamos a dar algunas ideas básicas que nos pueden servir de ayuda.
1) Somos materialistas, no idealistas:
A la hora de acercarnos a un proceso histórico, por ejemplo una revolución, tenemos que empezar analizando el contexto en el que se desarrolla. Es fundamental tener una visión clara de cuales son las condiciones materiales e ideológicas de las que parte, para poder comprender el futuro desarrollo de dicho proceso revolucionario. Debemos comprender por tanto lo acertado o erróneo de las diferentes tácticas planteadas por los actores sociales, en función de su “contenido revolucionario” (es decir, sus ganas de derribar el capitalismo) y por su adecuación a la realidad existente.
Por el contrario, desde posturas pseudo-marxistas suele plantearse que existe un modelo de revolución ideal, y que ya se ha dado en el tiempo. Por ejemplo, la revolución soviética o la revolución cubana. Entendiendo este acontecimiento (desde una visión simplista y adornada) como el modelo a seguir, se tiende a juzgar al resto de procesos políticos en función de su “desviación” o cumplimiento del modelo ideal. Los y las marxistas entendemos que los procesos sociales son fruto de una serie de situaciones previas que lo condicionan, por lo que no podemos medir igual un proceso dado en la China de mediados de siglo XX, que en la Bolivia de principios del siglo XXI; dado que las condiciones de partida son diferentes. Por tanto, en nuestros análisis partiremos siempre desde la realidad concreta material, y no desde modelos ideales de revolución.
2) Las clases sociales y las relaciones de producción:
Como marxistas, entendemos que la historia avanza gracias al desarrollo de las fuerzas productivas por un lado, y al desarrollo de la lucha de clases por el otro. El capitalismo no es ni mucho menos homogéneo en cada país, sino que se trata de un sistema planetario que adquiere formas diferentes en cada zona del mundo, aunque se trate de un único sistema global. La forma que tome el capitalismo en cada región, algo que se concreta en cómo son las relaciones de producción (economía fundamentalmente industrial, agraria, basada en los servicios…etc), determinará la relación que existe entre las clases sociales. Mientras los obreros industriales en Europa del este pueden ser la clase social con mayor interés en hacer la revolución, en América Latina pueden representar a sectores reaccionarios. No podemos tener un esquema de clases mental e intentar buscarlo dentro de cada contexto, sino que debemos analizar cada sistema productivo para poder dibujar un mapa de clases que sea realista y desde el que diseñar estrategias políticas basadas en una realidad concreta. Los comunistas trabajaremos con los sectores oprimidos, y para localizarlos debemos hacer un análisis sobre el terreno antes que venir con un esquema de casa.
3) Atender a los conflictos sociales
Partimos de la idea de que la sociedad es fundamentalmente de naturaleza conflictiva; y que son estos conflictos los que hacen avanzar la historia y le dan a la sociedad un carácter dinámica y de cambio constante. Decimos por tanto que, la realidad social está atravesada por multitud de conflictos que, dependiendo del contexto, alcanzan mayor o menor importancia. Entendemos que el principal conflicto en la sociedad capitalista es la contradicción que existen entre capital y trabajo, es decir, entre poseedores de medios de producción (empresarios) y los que sólo poseen su fuerza de trabajo (clases trabajadoras). Sin embargo, este no es el único conflicto social que existe y, en muchas ocasiones, ni siquiera es el principal. La cuestión política (participación democrática), racial, de género o ecológica pueden llegar a representar el conflicto principal que desate el proceso revolucionario, dado que aunque a un nivel general el conflicto fundamental se base en torno a la propiedad privada, las consecuencias de la dominación capitalista en cada región toman también formas diferentes, y generan problemáticas sociales diferentes.
4) Tener una visión histórica y dinámica
No podemos analizar un proceso social como si se tratara de algo en abstracto flotando en el tiempo. Para comprender cualquier cambio social debemos enmarcarlo dentro de un contexto histórico concreto; conocer el pasado reciente y remoto de una sociedad nos permite comprender el presente de la misma, así como dibujar las tendencias hacia el futuro. Debemos entender cualquier acontecimiento histórico como parte de un proceso, como una etapa enmarcada dentro de una lógica histórica que va más allá de él.
Conclusión, un ejemplo práctico:
Para terminar de comprender esto, vamos a poner un ejemplo práctico de dos formas diferentes de analizar una realidad concreta, en este caso el proceso boliviano encabezado por el MAS y Evo Morales.
- La forma pseudo-marxista: Si partimos de la idea de que la revolución ideal fue la que hizo Lenin (la soviética), entendemos que el proceso boliviano es una “desviación”. El motor de cambio no es el proletariado industrial, el partido comunista no dirige el proceso, no se han creado soviets y se centran mucho en la cuestión indígena cuando deberían hacerlo en el proletariado. Siguen existiendo muchas empresas privadas, luego no es una revolución socialista sino “democrático-popular”.
- La forma marxista: Partiendo de la realidad boliviana, observamos que el conflicto social (tanto político como económico) parte fundamentalmente de las divisiones raciales, lo que ha hecho que esto suponga un pilar central del proceso revolucionario. El proletariado industrial, al ser minoritario y gozar de privilegios laborales con respecto al resto de clases trabajadoras, se convierte en un sector contra-revolucionario. El empoderamiento de las clases populares junto con la política de expropiaciones del gobierno, así como el discurso del propio movimiento, nos hacen pensar en que se trata de una revolución que tiene como meta la construcción del socialismo.
Como veis, las conclusiones son muy diferentes si usamos planteamientos diferentes. Y frente a los que establecen una especie de política de comparaciones descontextualizadas, planteamos un análisis basado en la realidad concreta y el estudio exhaustivo del contexto histórico y social. Buscamos comprender, y no juzgar purezas y desviaciones.
texto publicado en el blog Marxismo Irreverente en enero de 2013
“Salvo que concibamos las revoluciones como simples secuencias de sueños y epopeyas, el tiempo de los análisis debe suceder al de los recuerdos heroicos.” Eric Hobsbawn
No podía tener más razón el viejo Eric, uno de los mejores historiadores marxistas del siglo XX y que por desgracia ya no se encuentra entre nosotros y nosotras. Este marxista británico, a diferencia de otros muchos autores, mantiene una gran coherencia entre el planteamiento anteriormente citado y su praxis como historiador.
Los y las comunistas nos movemos entre dos ámbitos que muchas veces resultan difíciles de diferenciar, los análisis y la propaganda.
Los análisis son aquellos estudios que realizamos sobre la realidad concreta, a través de los cuales pretendemos tener una perspectiva sobre la situación en la que nos movemos, y gracias a los cuales podemos plantear tácticas y estrategias de cara a lograr nuestros objetivos revolucionarios. Los análisis pretenden dar una visión global de la situación, describiendo las fortalezas y debilidades del enemigo así como las nuestras, es decir, las de las fuerzas populares.
En cambio, la propaganda es aquella acción comunicativa enfocada hacia la expansión de una serie de planteamientos. Se trata de un trabajo comunicativo enmarcado dentro de una lucha ideológica, que pretende poner en valor las flaquezas y contradicciones del enemigo, así como nuestras fortalezas. Podríamos decir que mientras los análisis tienen un uso fundamentalmente interno (gracias a ellos establecemos nuestra linea política a seguir en cada momento), la propaganda se centra más en un uso externo (pretendemos atacar los planteamientos de los dominadores y poner en valor los nuestros).
Si bien ambos son absolutamente necesarios, debemos saber diferenciarlos bien para no caer en errores; algo que por desgracia es demasiado común dentro de las filas de la izquierda. Es tradicional que dentro de la cultura de izquierdas tendamos más a representar mentalmente los procesos históricos (especialmente las revoluciones y levantamientos populares) en base a la propaganda de la época (discursos de los revolucionarios inmersos en esa realidad concreta) antes que sobre análisis exhaustivos sobre esa realidad histórica. Es así como los relatos heroicos sobre, por ejemplo, la revolución soviética o la guerra civil española tienden a invisibilizar las contradicciones y errores cometidos por parte de las fuerzas revolucionarias, evitando así que podamos aprender de ellos y reforzarnos en nuestra lucha.
El hecho de imaginar las revoluciones como épicas batallas de una clase obrera organizada y concienciada en su voluntad de construir el socialismo, hace que tendamos a idealizar y simplificar acontecimientos históricos de una complejidad infinita; y esto a su vez conlleva la aparición de fuertes grados de dogmatismo dentro de las organizaciones de la izquierda.
Esta visión idealizada de la historia, tiende a representarla como una especie de lucha del bien contra el mal. Todos los debates de la izquierda a lo largo de su existencia se presentan como la diferencia entre “traidores” y “héroes del proletariado”, entre “burócratas” y “libertarios”; cuando en realidad lo que deberíamos estar viendo es tácticas y estrategias equivocadas y acertadas antes que hacer un juicio moral entre “puros” y “malvados”. Cada estrategia planteada desde la izquierda a lo largo de la historia ha respondido a una situación concreta (condiciones materiales e ideológicas), y su éxito debe medirse en función de la importancia que tuvo en torno a la lucha de clases en la que se desarrollaba.
Debemos acercarnos al estudio de los procesos históricos sin toda esa distorsión moralista, debemos estudiarlos como marxistas, buscando aprender de ellos antes que juzgarlos.
¿Y eso cómo se hace?
El marxismo es una herramienta teórica muy rica y que, dado su carácter dialéctico, está en constante transformación y mejora. No podemos por tanto dar aquí un “manual completo” de cómo analizar la historia desde un punto de vista marxista, pero sí vamos a dar algunas ideas básicas que nos pueden servir de ayuda.
1) Somos materialistas, no idealistas:
A la hora de acercarnos a un proceso histórico, por ejemplo una revolución, tenemos que empezar analizando el contexto en el que se desarrolla. Es fundamental tener una visión clara de cuales son las condiciones materiales e ideológicas de las que parte, para poder comprender el futuro desarrollo de dicho proceso revolucionario. Debemos comprender por tanto lo acertado o erróneo de las diferentes tácticas planteadas por los actores sociales, en función de su “contenido revolucionario” (es decir, sus ganas de derribar el capitalismo) y por su adecuación a la realidad existente.
Por el contrario, desde posturas pseudo-marxistas suele plantearse que existe un modelo de revolución ideal, y que ya se ha dado en el tiempo. Por ejemplo, la revolución soviética o la revolución cubana. Entendiendo este acontecimiento (desde una visión simplista y adornada) como el modelo a seguir, se tiende a juzgar al resto de procesos políticos en función de su “desviación” o cumplimiento del modelo ideal. Los y las marxistas entendemos que los procesos sociales son fruto de una serie de situaciones previas que lo condicionan, por lo que no podemos medir igual un proceso dado en la China de mediados de siglo XX, que en la Bolivia de principios del siglo XXI; dado que las condiciones de partida son diferentes. Por tanto, en nuestros análisis partiremos siempre desde la realidad concreta material, y no desde modelos ideales de revolución.
2) Las clases sociales y las relaciones de producción:
Como marxistas, entendemos que la historia avanza gracias al desarrollo de las fuerzas productivas por un lado, y al desarrollo de la lucha de clases por el otro. El capitalismo no es ni mucho menos homogéneo en cada país, sino que se trata de un sistema planetario que adquiere formas diferentes en cada zona del mundo, aunque se trate de un único sistema global. La forma que tome el capitalismo en cada región, algo que se concreta en cómo son las relaciones de producción (economía fundamentalmente industrial, agraria, basada en los servicios…etc), determinará la relación que existe entre las clases sociales. Mientras los obreros industriales en Europa del este pueden ser la clase social con mayor interés en hacer la revolución, en América Latina pueden representar a sectores reaccionarios. No podemos tener un esquema de clases mental e intentar buscarlo dentro de cada contexto, sino que debemos analizar cada sistema productivo para poder dibujar un mapa de clases que sea realista y desde el que diseñar estrategias políticas basadas en una realidad concreta. Los comunistas trabajaremos con los sectores oprimidos, y para localizarlos debemos hacer un análisis sobre el terreno antes que venir con un esquema de casa.
3) Atender a los conflictos sociales
Partimos de la idea de que la sociedad es fundamentalmente de naturaleza conflictiva; y que son estos conflictos los que hacen avanzar la historia y le dan a la sociedad un carácter dinámica y de cambio constante. Decimos por tanto que, la realidad social está atravesada por multitud de conflictos que, dependiendo del contexto, alcanzan mayor o menor importancia. Entendemos que el principal conflicto en la sociedad capitalista es la contradicción que existen entre capital y trabajo, es decir, entre poseedores de medios de producción (empresarios) y los que sólo poseen su fuerza de trabajo (clases trabajadoras). Sin embargo, este no es el único conflicto social que existe y, en muchas ocasiones, ni siquiera es el principal. La cuestión política (participación democrática), racial, de género o ecológica pueden llegar a representar el conflicto principal que desate el proceso revolucionario, dado que aunque a un nivel general el conflicto fundamental se base en torno a la propiedad privada, las consecuencias de la dominación capitalista en cada región toman también formas diferentes, y generan problemáticas sociales diferentes.
4) Tener una visión histórica y dinámica
No podemos analizar un proceso social como si se tratara de algo en abstracto flotando en el tiempo. Para comprender cualquier cambio social debemos enmarcarlo dentro de un contexto histórico concreto; conocer el pasado reciente y remoto de una sociedad nos permite comprender el presente de la misma, así como dibujar las tendencias hacia el futuro. Debemos entender cualquier acontecimiento histórico como parte de un proceso, como una etapa enmarcada dentro de una lógica histórica que va más allá de él.
Conclusión, un ejemplo práctico:
Para terminar de comprender esto, vamos a poner un ejemplo práctico de dos formas diferentes de analizar una realidad concreta, en este caso el proceso boliviano encabezado por el MAS y Evo Morales.
- La forma pseudo-marxista: Si partimos de la idea de que la revolución ideal fue la que hizo Lenin (la soviética), entendemos que el proceso boliviano es una “desviación”. El motor de cambio no es el proletariado industrial, el partido comunista no dirige el proceso, no se han creado soviets y se centran mucho en la cuestión indígena cuando deberían hacerlo en el proletariado. Siguen existiendo muchas empresas privadas, luego no es una revolución socialista sino “democrático-popular”.
- La forma marxista: Partiendo de la realidad boliviana, observamos que el conflicto social (tanto político como económico) parte fundamentalmente de las divisiones raciales, lo que ha hecho que esto suponga un pilar central del proceso revolucionario. El proletariado industrial, al ser minoritario y gozar de privilegios laborales con respecto al resto de clases trabajadoras, se convierte en un sector contra-revolucionario. El empoderamiento de las clases populares junto con la política de expropiaciones del gobierno, así como el discurso del propio movimiento, nos hacen pensar en que se trata de una revolución que tiene como meta la construcción del socialismo.
Como veis, las conclusiones son muy diferentes si usamos planteamientos diferentes. Y frente a los que establecen una especie de política de comparaciones descontextualizadas, planteamos un análisis basado en la realidad concreta y el estudio exhaustivo del contexto histórico y social. Buscamos comprender, y no juzgar purezas y desviaciones.