Publico estas dos notas sobre posiciones de dos ateos (el filósofo español Gustavo Bueno y el cineasta italiano Pier Paolo Pasolini) contra el aborto:
Un ateo contra el aborto
El filósofo Gustavo Bueno, un conocido representante del materialismo filosófico, en un capítulo de su último libro El fundamentalismo democrático (Temas de Hoy, Madrid, 2010) mantiene al siguiente tesis: Legalizar una ley del aborto como la presentada por el gobierno español es un síntoma claro de la corrupción ideológica y práctica de una democracia.
No es habitual encontrar un análisis sobre la ley del aborto en un libro dedicado a la corrupción democrática. A menos que se entienda la corrupción, como hace Bueno, en un sentido más amplio de los definidos por el marco legal. A su juicio, hay toda una gama de “corrupciones no delictivas” que no por ello dejan de ser una “perversión” de la democracia. Para Bueno, la ley de plazos del aborto es uno de los casos más sonados de “degeneración democrática” al que hemos asistido en España en los últimos años. Y eso, principalmente, por tres razones.
El aborto no es progreso
En primer lugar, por la carga ideológica que lleva la reforma desde su concepción. Tal y como indica Bueno, la idea de una ley de plazos fue presentada por Zapatero recién obtenida su segunda victoria electoral (2008) dentro de un proyecto de “giro a la izquierda”. Bueno cree que entender el aborto como un contenido propio de un programa de izquierdas es una consideración “totalmente gratuita y temeraria”. Como también lo es la identificación entre progresismo y aborto. Más bien, habría que ver el aborto “como un regreso o ‘retroceso reaccionario’ a la época de la barbarie”.
Para justificar esta afirmación, Bueno recuerda que el aborto provocado solo puede considerarse un progreso como técnica del control de la población alternativa al infanticidio, pero aun así es algo propio de una época bárbara. Incluso si se consideran las cosas sólo desde este punto de vista limitado, parece bastante claro que el recurso al aborto en las civilizaciones avanzadas representa “un arcaísmo inadmisible”.
La segunda razón que invoca Bueno para considerar la nueva ley del aborto como un caso de corrupción democrática es la estrategia seguida por el gobierno para “zanjar la cuestión reduciéndola a un enfrentamiento entre los ‘defensores racionalistas’ del aborto y los antiabortistas ‘que se apoyan en la Conferencia Episcopal’”. Según este planteamiento, quienes se oponen al aborto lo hacen por motivos estrictamente religiosos. El gobierno respeta la posición de los fieles, pero éstos no pueden aspirar a imponer a la mujer embarazada sus convicciones religiosas. En último término, la cuestión del aborto sería un asunto privado. Con esta sencilla argumentación, el gobierno aspira a silenciar a los discrepantes. La ausencia de un debate filosófico serio sobre el aborto se compensa con el puro voluntarismo político, “aduciendo que el único criterio práctico de resolución habría que buscarlo en lo que el pueblo decida a través de las Cámaras”.
“Lo que importaba es tramitar la ley cuanto antes y conseguir su aprobación en el Parlamento democrático. La ley de plazos del aborto quedaría justificada en el momento en el cual hubiera recibido su condición de ley democrática. Por ello la postura antiabortista debería considerarse como un simple residuo propio de las concepciones más reaccionarias de la época medieval”.
Una vida independiente del deseo
El tercer argumento de Bueno se dirige contra el supuesto “derecho al aborto” que tendría la mujer embarazada. La identidad individual del nasciturus, presente en cada fase del proceso ontogenético, hace que el argumento del “hijo no deseado” salte por los aires: “La vida de ese hijo que tiene ya una identidad singularizada no tiene nada que ver con que otra persona, aunque sea su madre, lo desee o lo deje de desear”. “(...) ¿Y qué le importa al germen, al embrión, al feto o al infante, que tienen una vida individual propia y autónoma respecto de la madre, el no haber sido deseado por ella? ¿Acaso puede un hijo asesinar a sus padres porque no desea tenerlos?”
Unido a lo anterior está la crítica a la idea misma de una de ley de plazos para el aborto provocado: “Tan justificada (a efectos de control de la población o de la defensa de la madre ante los hijos no deseados) como la legalización del aborto en la semana catorce estaría la justificación del aborto en la semana treinta y cinco o incluso la legalización del infanticidio”.
La conclusión de Bueno es clara: “El proyecto de ley de plazos del aborto, con los fundamentos que para ella nos ofrecen sus defensores, manifiesta un gravísimo estado de corrupción ideológica de los dirigentes de la democracia realmente existente”. Si la ley vigente es éticamente inadmisible, “por lo menos no trata al aborto como un derecho de la mujer”.
Bueno reserva un certero dardo final para quienes se agarran a la polémica en torno al aborto de las menores sin el conocimiento de los padres, en lugar de abordar la cuestión más radical: “Quienes concentran sus protestas en este detalle del proyecto y se escandalizan ante él, al mismo tiempo que mantienen silencio ante lo principal, demuestran un grado de corrupción o de mala fe aún mayor que el de quienes apoyan explícitamente la ley del aborto en todas sus líneas”.
Fuente.
Orgullo Provida: comunista, ateo, homosexual y antiabortista
A diferencia de la vulgaridad primitiva o chabacana que nos rodea, Pier Paolo Pasolini fue un testigo exquisito e incómodo del siglo XX. No hace mucho lo citamos aquí mismo, y dos lectores cualificados me han recordado que, entre otras herejías, Pasolini fue enemigo del aborto cuando la extrema izquierda –su área de referencia, aunque con todos los ricos matices de semejante personalidad- lo planteó en Italia. Sus argumentos valen hoy ciertamente para la parte intelectualmente viva de la izquierda española, y también para la parte de la derecha que no se rinda a los mismos complejos que –en vida de Pasolini- ahogaron al tibio centro, valga la reiteración.
Hace unos meses Jon Juaristi mencionó el asunto en ABC de manera brillante: "[Pasolini] se opuso en su día a la legalización del aborto, no por motivos religiosos, sino por su intuición, muy acertada, de que dicha medida relativizaría el carácter sagrado de la vida humana, sometiendo la definición de lo humano a convenciones culturales, cuando, precisamente, el gran logro de la civilización europea —según Pasolini, una civilización paradójicamente campesina— había consistido en liberar a lo humano de las constricciones de la cultura, situándolo en el origen de ésta".
En sus Escritos corsarios Pasolini es contundente a la vez que sorprendente: "Estoy traumatizado con la legalización del aborto porque, como muchos, la considero como una legalización del homicidio. En sueños, y en el comportamiento de todos los días -como les pasa a todos los hombres- vivo mi feliz inmersión en las aguas maternas: sé que existía allí...". Para él –no un reaccionario, no un pío devoto, pero sí un hombre capaz de pensar con su cabeza para incomodidad de los partidos de ambos lados- el aborto legalizado se convierte automáticamente en método anticonceptivo y, por consiguiente, en anclaje de la vida sexual a la sociedad de consumo. También en eso, "la falsa liberación del bienestar ha creado una situación igual y quizá más insana que en tiempos de la pobreza" .
"El contexto en que hay que considerar el problema del aborto es mucho más amplio y va mucho más allá de la ideología de los partidos... El contexto en el que hay que integrar el aborto es precisamente el ecológico: la tragedia demográfica es la que, en un horizonte ecológico, se presenta como la más grave amenaza para la supervivencia de la humanidad... Los convencionalismos y los periodistas imbéciles siguen enterneciéndose con la ´parejita´ -como abominablemente la llaman-, sin darse cuenta de que se trata de un pequeño pacto criminal… antes todo hijo que nacía era bendito por ser garantía de vida; por el contrario, todo hijo que nace hoy es una contribución a la autodestrucción de la humanidad y por lo tanto es maldito... un nuevo poder falsamente tolerante... ha relanzado a gran escala a la pareja, otorgándole todos los privilegios y derechos por su conformismo. Pero a dicho poder no le interesa una pareja creadora de prole (proletaria) sino una pareja consumidora (pequeñoburguesa)... No me consta que los abortistas, en relación con el problema del aborto, hayan puesto en discusión todo esto (…) Los extremistas a ultranza del aborto... hablan del aborto como refiriéndose a una tragedia femenina, en la que la mujer está sola con su terrible problema, como si en ese momento el mundo la hubiera abandonado. Comprendo. Pero podría añadirse que cuando la mujer estaba en la cama no estaba sola..."
"Para el varón [progre] el aborto ha adquirido un significado simbólico de liberación... Viene a ser un bellísimo y gratificante regalo... De ahí todo ese odio contra el que recuerde que un embarazo no deseado puede ser, si no culpable, al menos culposo… ¿Qué permite la sociedad ´tolerante´? Permite la proliferación de la pareja heterosexual... [sólo] en función del hedonismo consumista... lo que acentúa hasta el límite extremo el momento social del coito. Imponiendo además su obligación: el que no está emparejado no es un hombre moderno... Impone también una precocidad neurotizante. Niños y niñas apenas en la pubertad... tienen una experiencia del sexo que les quita toda tensión en el mismo campo sexual y toda capacidad, en el resto de los campos, de sublimación... Como pollitos de criadero…han absorbido en seguida la nueva ideología irreligiosa y antisentimental del poder: tal es la fuerza de atracción y de convicción de la nueva calidad de vida que promete el poder... Como pollitos de criadero, … han aceptado por ende el nuevo carácter sagrado de la mercancía y de su consumo... (…). Decir que la vida no es sagrada, y que el sentimiento es estúpido, es hacerles un inmenso favor a los productores".
¿Cuál era su propuesta? "El fondo de mi enseñanza consistirá en convencerte de no temer lo sagrado y los sentimientos, de los que el laicismo consumista ha privado a los hombres, transformándolos en feos y estúpidos robots, adoradores de fetiches".
Una lección para todos
"Debido a mi sentimiento profundo de hierofanía, del carácter sagrado de todas las cosas –una cierta visión gnóstica que tengo del mundo- me repugna ver destruido el orden principal de la vida". No hay en Pasolini cálculo electoral, ni el de los votos progres que se ganarán ni el de los que se pueden conservar nadando entre dos aguas: el aborto es un mal en sí mismo, de consecuencias lucrativas a corto plazo para una casta privilegiada –la que lo promueve o la que después lo tolera- y espantosas para todos a largo plazo. Lo que necesitamos es una generación de políticos que no piense en 2011 y 2012, sino en 2050, cuando los niños no nacidos hoy tendrían que dirigir el país, si es que éste existe entonces. Alguien debe explicárselo tanto a Celia Villalobos como a José Bono, a quien los nombra para sus cargos y a quien los adula cuando los tienen.
¿Esclavitud? La vida humana vuelve a ser un bien de mercado
La clave no es que haya o no "demanda social". Lo importante no es el debate entre papagayos leguleyos sobre si liquidar un feto es o no "derecho" y cómo. Lo grave no es que Zapatero haya usado esto para encubrir una crisis que negó y de cuya gravedad es culpable. De hecho, por terrible que sea la crisis y por rentable que pueda ser en las urnas para la oposición, la razón la tiene el ateo, marxista y libertino Pasolini: el aborto en nuestro siglo es una consecuencia de la deshumanización individualista y consumista del hombre, niega nuestra humanidad, convierte ésta en algo relativo o en un bien de mercado. Su gravedad no es inferior a nada y no es matizable. Permitir un solo aborto hoy puede colocarnos a cualquiera, mañana, en la lista de vidas despreciables, no humanas y por tanto suprimibles. No dudemos que el placer miope, la riqueza, los beneficios empresariales, las nuevas y viejas libertades burguesas y las victorias electorales son infinitamente menos importantes que una sola vida humana triturada.
Los mezquinos que dudan o matizan son simple basura moral. Como también lo es negar el sentido religioso –mejor dicho, sagrado- de la defensa de la vida del indefenso. Incluso para un comunista como Pasolini no se trataba de una cuestión de ideas, de conveniencia política o de moda, sino de algo sacro que se rompe y se sacrifica en el altar de un sistema corrupto, que llama democracia a lo que podría no ser más que el negocio de unos pocos, el privilegio de una casta y la compra –llamando libertad al consumismo y originalidad al adoctrinamiento- de la mayoría. Incluyendo, ay, también a los que se oponen con altas palabras pero bajos cálculos.
Señores políticos, hagan ustedes que les creamos, no sean así. Comprométanse ustedes no sólo a votar contra esta ley homicida, sino a derogarla cuando puedan –lo que precisamente jamás hicieron los muy píos centristas italianos, como había previsto Pasolini- y a hacer lo mismo con la de 1985. Una España sin aborto será una España más libre. Una España con aborto es una España que forja sus propias cadenas.
Fuente.