XI. Irresponsable, el hombre no puede ser ni castigado ni recompensado
¿Qué somos nosotros? ¿Hemos deseado las condiciones de nuestro nacimiento? ¿Hemos sido consultados, para saber si queríamos nacer? ¿Hemos sido prevenidos para trazar cuál habría de ser nuestro destino? ¿Hemos tenido sobre algunas de estas cuestiones voz o voto?
Si cada uno de nosotros hubiese tenido voz y voto para escoger, desde su nacimiento, salud, fuerza belleza, inteligencia, energía, voluntad, etcétera, seguramente se hubiera otorgado todos estos beneficios. Cada uno hubiera sido un resumen de todas las perfecciones, una especie de Dios en miniatura.
¿Qué somos nosotros? ¿Somos lo que hemos querido ser? ¡Indiscutiblemente, no! Dentro de la hipótesis Dios, somos lo que Él ha querido que fuéramos. Dios, al ser libre, hubiera podido no crearnos. Hubiera podido crearnos más perfectos, puesto que él es bueno. Colmarnos de todos los dones físicos, intelectuales y morales; crearnos más virtuosos, sanos y excelentes, puesto que es todopoderoso.
Por tercera vez: ¿Qué somos nosotros? Nosotros somos lo que Dios ha querido que fuéramos. Nos ha creado según su capricho y su gusto. No puede darse otra respuesta a la interrogación, si se admite que Dios existe y que Él nos ha creado, Él ha previsto, querido, determinado nuestras condiciones de vida; ha coordinado nuestros deseos, nuestras necesidades, nuestras pasiones, nuestros temores, nuestras esperanzas, nuestros odios, nuestras ternuras, nuestras aspiraciones. Él ha concebido, preparado el medio en el cual vivimos, determinando las circunstancias que a cada instante darán el asalto a nuestra voluntad, y determinaran nuestras acciones. Ante este Dios formidablemente armado, el hombre es irresponsable.
El que no está bajo la dependencia de nadie es eternamente libre; el que se halla un “poco” bajo la dependencia de otro es un poco esclavo, y libre sólo por la diferencia; el que esta “mucho” bajo la dependencia de otro, es en el mismo grado esclavo, y no es libre mas que el resto, y, en fin, el que se halla “por completo” bajo la dependencia de otro es “totalmente” esclavo, no gozando de ninguna libertad.
El hombre existe como esclavo de la voluntad divina y su dependencia es tanto mayor cuanto más alejado esta de su Maestro. Si Dios existe, él solo sabe, puede y quiere; el solo es libre; el hombre no sabe nada, no puede nada, no vale nada; su dependencia es completa.
El hombre sometido a esa esclavitud, aniquilado bajo la dependencia plena y entera de Dios, no puede aceptar responsabilidad alguna. Y si es irresponsable no puede ser juzgado. Todo juicio implica castigo o recompensa; pero los actos de un irresponsable, no poseyendo ningún valor moral, están exentos de toda responsabilidad.
Los actos de un irresponsable pueden ser útiles o perjudiciales; moralmente no son ni buenos ni malos, ni meritorios ni responsables; juzgando equitativamente no pueden ser recompensados ni castigados. Por tanto, al erigirse en Justiciero, recompensado o castigando al hombre irresponsable, Dios es un usurpador que se arroga un derecho arbitrario y usa de él contra toda justicia.
De lo dicho concluyo:
a) Que la responsabilidad del mal moral es imputable a Dios, tanto como la del mal físico.
b) Que Dios es un juez indigno, puesto que siendo irresponsable el hombre, no puede ser ni castigado ni recompensado.
XII. Dios viola las reglas fundamentales de la equidad
Admitamos por un instante que el hombre será responsable y veremos como, dentro de esta misma hipótesis, la divina justicia viola las reglas más elementales de la equidad. Si se admite que la practica de la justicia no puede ejercerse sin sanción y sin que el magistrado la establezca, ha méritos o culpabilidad y debe haber otra de castigo y recompensa.
El magistrado que mejor practique la justicia será aquél que proporciones lo más exactamente posible la recompensa al merito o el castigo a la culpabilidad, y el magistrado ideal, el impecable, el perfecto, será el que establezca una relación rigurosamente matemática entre el acto y la sanción. Yo pienso que esta regla elemental de justicia será aceptada por todos.
Cualquiera que sea el merito de un hombre, es limitado (como lo es el hombre) y, sin embargo, la sanción de recompensa no lo es. El cielo es sin limites, aunque no lo sea nada mas que por su carácter de perpetuidad. Cualquiera que sea la culpabilidad del hombre es limitada (como lo es hombre), pero no lo es su castigo. El infierno no tiene limites, juzgado por su carácter de perpetuidad.
Luego, no existe relación entre el merito y la recompensa; hay desproporción entre el castigo y la falta, puesto que el merito y la falta son limitados, e ilimitados la recompensa y el castigo. Desproporción siempre.
Dios viola las reglas más fundamentales de la equidad.