Enver Hoxha
ESTUDIEMOS LA TEORÍA MARXISTA-LENINISTA EN ESTRECHO ENLACE CON LA PRACTICA REVOLUCIONARIA
Extractos del discurso pronunciado en la reunión conmemorativa con ocasión del XXV aniversario de la fundación de la Escuela del Partido «V. I. Lenin»
8 de noviembre de 1970
ESTUDIEMOS LA TEORÍA MARXISTA-LENINISTA EN ESTRECHO ENLACE CON LA PRACTICA REVOLUCIONARIA
Extractos del discurso pronunciado en la reunión conmemorativa con ocasión del XXV aniversario de la fundación de la Escuela del Partido «V. I. Lenin»
8 de noviembre de 1970
Es necesario que nosotros, los comunistas, y todos los trabajadores, estemos pertrechados con dos clases de armas; las armas de fuego y las ideas del marxismo-leninismo. El revolucionario necesita ambas para hacer la revolución y para llevarla hasta el fin. Desde los difíciles pero heroicos días de la Lucha de Liberación Nacional, cuando se decidían los destinos de nuestra patria y de nuestro pueblo el Partido instaba a los comunistas a que aprendiesen con perseverancia no sólo a manejar el fusil, sino también a dominar el arma ideológica, las ideas del marxismo-leninismo. También después de la liberación del país, manteniendo siempre dispuesto el fusil, los comunistas y nuestros trabajadores, sobre cuyas espaldas había recaído la inmensa tarea de destruir el viejo mundo y de edificar una sociedad completamente nueva, el socialismo, se entregaron sin reservas al estudio y la asimilación de las bases de nuestra infalible teoría: el marxismo-leninismo, como brújula y guía para la acción en las condiciones concretas de nuestro país. Esta ha sido y continúa siendo para todos una tarea permanente y de primer orden.
Nosotros, marxista-leninistas albaneses, llegamos a la filosofía de Marx a través de la práctica revolucionaria. Combatimos con todas nuestras fuerzas a los feudales y a la burguesía, a su régimen reaccionario que oprimía al pueblo, al régimen de la más profunda ignorancia, de la bárbara explotación de los hombres por un puñado de personas. Odiábamos la religión con todas nuestras fuerzas ya que la práctica revolucionaria de nuestro pueblo nos había mostrado claramente el papel profundamente reaccionario y antipopular de las doctrinas religiosas, que servían de sostén a los feudales y a la burguesía del país, así como a los extranjeros que nos oprimían. Las seculares e incesantes luchas de liberación, de nuestro pueblo, le habían transformado en un pueblo revolucionario. Incluso su propia existencia como mueblo, así como las transformaciones positivas de su verdad social, no podían ser concebidas por él más que en camino de la lucha y de la revolución. Sus levantamientos tuvieron siempre un acentuado carácter antiimperialista, antifeudal, antiburgués, anticlerical. Ciertamente, en este sentido todavía no se puede hablar de una inspiración u orientación de la filosofía de Marx, que en nuestro país sólo cristalizó debidamente con la fundación del Partido. Pero en el pueblo y en la clase obrera, pequeña en un comienzo, nuestro Partido encontró terreno abonado para llevar a cabo radicales transformaciones, una gran revolución social que derrocaría el viejo sistema social de los feudales y la burguesía y que instauraría el socialismo.
Con su actividad revolucionaria, transformando las condiciones sociales, los hombres se transforman también a sí mismos. Así, observamos una gran transformación en nuestra clase obrera y en nuestro campesinado, que ha abrazado la colectivización. Asimismo nuestra intelectualidad no es ya la de antaño, ni por su número ni por su extracción ni por su nivel cultural. No sólo se ha elevado y templado en el camino revolucionario del nivel político e ideológico de la clase obrera, sino que su conciencia de clase educa y orienta al campesinado y a las demás capas de la población de nuestro país. El nivel educativo y cultural de nuestro hombre nuevo se ha elevado y va en continuo ascenso con el fin de responder a las necesidades y a las nuevas condiciones creadas. Todas estas transformaciones revolucionarias de nuestra gente son el resultado de la transformación de las condiciones sociales que trajo consigo la revolución popular. Así pues, el desarrollo de nuestro país ha seguido este camino porque el Partido aplicó con fidelidad las enseñanzas de Marx, cuya filosofía ha iluminado siempre el camino a nuestra política.
Engels nos enseña que la historia, hasta nuestros días, se desarrolla como un proceso natural y, en general, sometida a las mismas leyes objetivas del movimiento a las que se somete también la naturaleza, pero con sus particularidades específicas, ya que se trata de la actividad de seres conscientes, los hombres. Los hombres están en constante movimiento y actividad, actúan para lograr objetivos y deseos determinados y la historia no es sino el conjunto de toda su actividad. Pero todos los hombres no tienen siempre cristalizados debidamente ni los objetivos ni los medios y formas de alcanzarlos. Además, los objetivos y deseos de los hombres no son idénticos; esto depende del lugar que ocupan en la sociedad en correspondencia con las relaciones sociales que existen en determinado período histórico. Es por ello que la historia, como recalca Engels, se desarrolla de forma tal que el resultado final surge siempre de los conflictos, de un gran número de conflictos individuales condicionado cada uno de ellos por muchas condiciones de existencia. Así pues en el proceso histórico existen innumerables fuerzas que se oponen entre sí, lo que da lugar a una resultante que es el acontecimiento histórico.
Naturalmente esto es típico de la sociedad explotadora, donde la propiedad privada divide a la gente y a las clases, enfrenta sus intereses y objetivos, y donde impera la espontaneidad ciega. Pero, también en el socialismo, a pesar de haber sido eliminada la propiedad privada y desarrollarse la sociedad de forma consciente como consecuencia de que los hombres viven y actúan en condiciones y circunstancias distintas a causa de la existencia de diferencias esenciales entre las clases amigas, entre la ciudad y el campo, entre el trabajo manual y el intelectual, etc., nos enfrentamos a intereses, aspiraciones y pensamientos diferentes, a una serie de contradicciones.
Hay comunistas que pueden haber aprendido estos pensamientos de Engels y del marxismo-leninismo en los libros y en la escuela, pero cuando llega la hora de analizarlos, de confrontarlos con las múltiples contingencias de la vida y de aplicarlos en la práctica, se atascan, no enfocan correctamente las cuestiones, no llagan a comprender que los hombres tienen pensamientos y deseos diferentes que a menudo chocan y se contraponen unos a otros. Estos camaradas piensan y pretenden que la «resultante» de la que habla Engels, se logre sin choque de los contrarios, sin un debate profundo de ideas, se logre de forma dogmática, con un golpe de bastón.
En diversas reuniones se observa que algunos dirigentes temen las discusiones «que no están a tono», que se salen del marco de las fórmulas estereotipadas. Piensan que todo debe discurrir como el aceite. Este método provoca que las ideas opuestas sé manifiesten fuera de la reunión. Y entonces se produce la alarma por algo que «teóricamente» se dice haber comprendido, pero en realidad ni se ha entendido ni se aplica correctamente. Pero seamos conscientes, es difícil acallar las oposiciones. El que, por ejemplo, ha recibido apartamento, deja de reclamar y su contradicción queda resuelta, en cambio él que durante años vive con poco espacio seguirá reclamando. Esta contradicción nos empuja a pensar en superarla lo antes posible, no acallando la voz del que no ha sido satisfecho en su demanda, sino buscando nuevas formas de trabajo y de movilización de las masas en acciones con fuerzas concentradas para construir en el más breve tiempo posible el mayor número de apartamentos. Así sucede con todos los problemas de la vida, problemas grandes o pequeños, que esperan solución y que componen las grandes «resultantes» históricas, el avance por el camino de la completa construcción de la sociedad socialista y posteriormente de la comunista. Escuchad, de qué manera tan bella y correcta ha expuesto esta ley dialéctica del choque de las ideas como una gran fuerza motriz de nuestra sociedad un obrero mecánico:
«A nosotros los mecánicos —dijo— nos agradan estas fricciones, ya que cuando se rozan dos metales hay desprendimiento de calor, calor que luego se transforma en energía mecánica. Lo mismo ocurre con las ideas: cuanto más se debaten, tanto más calor y energía crearán y de esta forma avanzará la producción y mejorará el bienestar de los trabajadores».
Si asimilamos bien nuestra teoría y sabemos ligarla a la vida, se aclararán más y más cosas. Basta incluso este ejemplo que he traído a colación para hacernos pensar en el porqué de nuestro temor a las discusiones, al debate de ideas, en el porqué del temor a la crítica, y la razón de que la autocrítica se circunscriba a algunas cuestiones personales en vez de desarrollarse en una escala más amplia. Procediendo así no se rebaja en lo más mínimo la autoridad de la institución o del departamento, sino que por el contrario se los pone en movimiento para que solucionen correcta y rápidamente las contradicciones que plantea la vida. Se trata de toda una educación que el Partido desarrolla y debe desarrollar en sus propias filas y entre el pueblo.
Nos corresponde, en primer lugar a nosotros los comunistas, comprender profundamente nuestra teoría para después enseñársela a las amplias masas del pueblo. Las cuestiones teóricas no son unilaterales, ni basta con que las conozcan, las comprendan y apliquen sólo algunos, sino que deben ser comprendidas y aplicadas correctamente por todos, porque todos tienen tareas y nadie, grande o pequeño, puede eludir la responsabilidad personal, ni la colectiva.
Cuando estudiamos la larga historia revolucionaria del pueblo albanés hasta nuestros días comprendemos cuán grande es la dialéctica materialista de Marx y cuán vanas son las críticas que se han intentado y se intentan hacer a su filosofía inmortal.
La dialéctica es la teoría del desarrollo. En su elaboración, Marx se apoyó en la dialéctica hegeliana, pero la transformó radicalmente, la convirtió en su opuesto, de una dialéctica basada enteramente en el desarrollo de la idea, en una dialéctica puesta de pie sobre las concepciones materialistas. En la dialéctica de Marx, el «factor activo» y determinante del desarrollo, no es el «dinamismo de la actividad espiritual», en otras palabras, la idea, sino la práctica humana, es decir la actividad práctica material de los hombres para la transformación de la naturaleza y la sociedad. Todos conocen esta gran formulación histórica de la filosofía marxista-leninista que caracteriza a la dialéctica materialista de Marx, a diferencia de la dialéctica idealista hegeliana. Nosotros, los marxista-leninistas, la aprendemos a conciencia porque es la base de nuestra filosofía. Para poder afirmar estos principios, nuestros grandes pensadores revolucionarios han tenido que desarrollar durante décadas enteras una gran lucha teórica y práctica contra los filósofos, idealistas, antimarxistas, contra la burguesía reaccionaria y sus diversas escuelas políticas e ideológicas. El desarrollo materialista de la historia mundial, las revoluciones en los diversos períodos históricos, hasta las revoluciones proletarias de nuestro siglo que han llevado al poder a la clase obrera e instaurado la dictadura del proletariado en numerosos países han corroborado las tesis fundamentales del marxismo-leninismo. Naturalmente, la lucha entre los revolucionarios y los contrarrevolucionarios, entre el proletariado y la burguesía, entre los marxista-leninistas y los antimarxista-leninistas, prosigue y proseguirá.
En nuestros días, los revisionistas modernos, acaudillados por los soviéticos, al combatir con saña al marxismo-leninismo, se esfuerzan por mantener la apariencia externa de las formulaciones teóricas de la doctrina marxista-leninista, naturalmente para enmascararse, pero por otro lado les dan la vuelta para deformarlas, para castrar su esencia revolucionaria, con el fin de combatir al comunismo y a la revolución. Por tanto, estos enemigos del marxismo, al interpretar de forma falsificada el desarrollo materialista de la historia, se esfuerzan en presentar al revés la dialéctica materialista de Marx y situarla en un nuevo pedestal, transformada, en la de los nuevos hegelianos.
A los marxista-leninistas nos incumbe la gran tarea de luchar en defensa de nuestra teoría marxista-leninista contra sus nuevos falsificadores y, con el fin de desarrollar correctamente esta lucha, no debemos tomar las formulaciones teóricas de nuestra doctrina que aprendemos en la escuela o en los libros tan sólo como justas consideraciones históricas que reflejan la lucha revolucionaria de nuestros grandes dirigentes en determinadas épocas. Por el contrario, cada pensamiento de Marx, Engels, Lenin y Stalin debe ser para nosotros objeto de una profunda reflexión, con el fin de desentrañar su esencia y adecuarla correctamente, de forma creadora y no dogmática, al período actual en que vivimos y luchamos, a las circunstancias históricas concretas del país, a nuestro desarrollo social, a los problemas que requieren solución.
Precisamente en esta lucha compleja por nuestra educación en la teoría marxista-leninista, por su aplicación creadora en nuestro país, no debemos encerrarnos en nosotros mismos, ni afirmar que hemos cumplido con nuestra tarea si no seguimos atentamente las falsificaciones que los revisionistas modernos y otros ideólogos del capital hacen de nuestra doctrina, y si no desarrollamos una aguda e incesante lucha ideológica y política contra ellos contraponiéndoles al mismo tiempo nuestros éxitos en la construcción del socialismo, logrados según las vivificantes enseñanzas del marxismo-leninismo.
El estudio de la ciencia marxista-leninista es el único camino para explicar correctamente los fenómenos y acontecimientos de la vida, es el único medio para esclarecer el presente e iluminar el futuro. Su estudio nos forma para que, en el análisis de los hechos y de los fenómenos, no nos conformemos con su aspecto externo, con lo que aparece a primera vista, sino que penetremos en ellos más profundamente para descubrir su contenido, su esencia, las leyes objetivas que rigen el desarrollo de la sociedad. Porque sucede no pocas veces que la forma externa de los procesos y los fenómenos sociales, refleja de manera errónea la esencia que en ellos se oculta, de modo que en su aspecto exterior se presenta como algo nuevo, normal, progresista, en tanto que su esencia es enteramente contraria.
Tomemos, por ejemplo, una de las cuestiones básicas de las relaciones sociales en el capitalismo. Tal como se presentan éstas en la superficie dan la impresión de que entre el obrero y el capitalista existen relaciones de igualdad: «tanto como me das te doy», como si el obrero fuera remunerado por todo el trabajo que realiza, como si el capitalista fuera el que crease el capital. En realidad no es así. Es sabido que el capitalista paga al obrero sólo una parte de su trabajo, apropiándose el resto. Es precisamente esta parte no remunerada del trabajo del obrero la que crea y hace crecer el capital. Aquí tiene su origen la explotación capitalista, aquí está el genial descubrimiento de esa «cosa misteriosa» en las relaciones principales entre el obrero y el capitalista que Carlos Marx llamó plusvalía.
Es pues la ciencia marxista la que argumentó que las leyes que regulan y rigen la producción capitalista, se presentan externamente de tal forma que no sólo ocultan su verdadera naturaleza, sino que dan la impresión a los hombres de ser todo lo contrario, es decir las formas más justas, más naturales e imperecederas. Y toda esta ilusión la crean los capitalistas para ocultar la explotación de los obreros y las inevitables contradicciones que corroen por dentro y conducen a la tumba al sistema capitalista.
También hoy, los apologistas del capitalismo y los revisionistas modernos, especulando con algunas nuevas manifestaciones externas como la difusión del capitalismo monopolista de Estado, la creación de los llamados «consejos obreros» que según ellos participan en la dirección de las empresas capitalistas, o la «autogestión obrera» en Yugoslavia, etc., pretenden crear la ilusión de que ha desaparecido la explotación capitalista y de que se borra la diferencia entre los obreros y los capitalistas. El análisis científico marxista-leninista de estos fenómenos desenmascara todo este nuevo fraude y muestra que la explotación capitalista, no sólo no ha desaparecido, sino que se ha intensificado aún más.
El sistema capitalista, cualquiera que sea la transformación externa que experimente, independientemente de las máscaras que se ponga, el número de «teorías» que cree -y las crea constantemente para adecuarlas a las circunstancias que surgen de la agudización de la lucha de clases—, seguirá siendo un régimen de opresión y explotación. Este sistema debe ser y será destruido mediante la revolución proletaria; las relaciones capitalistas serán inevitablemente reemplazadas por las nuevas relaciones socialistas; los medios de producción les serán arrebatados a los capitalistas y pasarán a manos de la clase obrera.
En vano se esfuerzan los adversarios del marxismo en atacar la teoría de Marx, con el pretexto de que se ocupa de razonamientos abstractos, de la «quintaesencia abstracta» de los procesos y fenómenos, apartándose, según dicen ellos, de los hechos, de los datos concretos, de la realidad histórica. Se trata de una burda falsificación. Nosotros, los marxista-leninistas, del método que Marx utilizó para analizar el capitalismo en su inmortal obra «El Capital» extraemos la gran enseñanza de que para profundizar en la realidad objetiva, no basta con reunir y presentar los hechos, sino que es preciso saber hacer síntesis, abstracciones científicas y sacar conclusiones, es necesario descubrir las leyes que rigen los fenómenos y el desarrollo social. De lo contrario te quedas en la superficie de las cosas, caes en el practicismo o también en diversos errores.
En el socialismo asimismo, a causa de que también aquí lo viejo lucha por la supervivencia presentándose muchas veces con el ropaje de lo nuevo puede ocurrir que las manifestaciones externas no reflejen la verdadera esencia de los fenómenos. Por eso es necesario que sepamos que, apoyándonos en la teoría científica marxista-leninista no debemos detenernos en la superficie, sino penetrar de las manifestaciones externas a su esencia y descubrir las causas profundas que se encuentran en el fundamento de las cosas y las leyes sociales que rigen su desarrollo. Solamente así estaremos en condiciones de distinguir lo nuevo de lo viejo, lo progresista de lo conservador y reaccionario.
Debemos educar a nuestras gentes para que sepan juzgar sobre bases científicas materialistas los fenómenos del desarrollo social, con el fin de erradicar de entre ellos los puntos de vista o los residuos idealistas, los pensamientos simplistas y superficiales. Según las enseñanzas de Marx, la clase obrera no es ni debe ser utopista. No debe idealizar los decretos ni pensar que todo se hace o se logra mediante decretos y disposiciones. Debe saber comprender lo que son los decretos, de dónde emanan y para qué sirven. Nuestra clase obrera debe tener clara —y esto es lo principal— la clave del problema, debe tener claro que su emancipación, su liberación de los grilletes del capital, el desarrollo de la sociedad que ella ha creado, y que se perfecciona continuamente no se ha conseguido en absoluto mediante decretos, sino que ha pasado y pasará constantemente a través de prolongadas luchas, de continuos esfuerzos y procesos históricos que tienen como resultado la transformación de la sociedad y de los hombres.
Por tanto, no se debe crear la impresión de que las victorias conquistadas y las radicales transformaciones que se han operado en nuestro país, en nuestra sociedad y en nuestra gente, son resultado de decretos y disposiciones; por el contrario, los decretos y las disposiciones son consecuencia de los problemas que han surgido de los procesos históricos objetivos, de la lucha y dé los esfuerzos por la transformación general de la sociedad y de los hombres. Así pues, el decreto en sí no puede aportar el desarrollo social, es un reflejo de ese desarrollo, es una norma que tiene como fin regular y contribuir a este desarrollo. El desarrollo objetivo de la sociedad, que dicta las transformaciones, crea contradicciones que requieren solución. Este desarrollo está por ejemplo en oposición a las leyes y costumbres escritas y no escritas de la vieja sociedad derrocada, a un modo de vida que no se corresponde con el nuevo desarrollo de las fuerzas productivas y las nuevas relaciones de producción socialistas. Aquí tienen su origen el decreto o las disposiciones, que son, dictados por la necesidad de superar las contradicciones creadas. No son por tanto producto de la arbitrariedad o de la fantasía subjetiva.
De aquí se desprende que nuestras leyes, decretos y disposiciones deben emanar siempre de un conocimiento y análisis profundo, materialista científico, de las condiciones de la vida real. De aquí desprende asimismo que, cuantas veces cambian las condiciones objetivas y siempre que el desarrollo crea nuevas contradicciones y problemas, ello debe ir acompañado la revisión y cambio de nuestros decretos y disposiciones. Toda idealización y fetichización de lo que fue establecido ayer en, determinadas condiciones, se convierte en obstáculo para el desarrollo y conduce al burocratismo cuando estas condiciones han cambiado.
El desarrollo objetivo de la naturaleza, así como el de la sociedad humana, es al mismo tiempo materialista y dialéctico. Por eso también nuestra ciencia marxista-leninista al reflejar fielmente los fenómenos del mundo real es materialista y dialéctica simultáneamente.
Hay quienes, a pesar de presentarse como materialistas ponen en primer plano las ideas y la conciencia, mientras que otro que se denominan también materialistas, consideran que sólo el desarrollo económico tiene importancia, ya que trae automáticamente consigo la transformación de toda la sociedad, y que por ello el factor subjetivo según su propia expresión es totalmente impotente y no desempeña en absoluto un papel activo en el desarrollo histórico. Naturalmente, estas dos categorías de personas están en un error y no tienen suficientemente claros los principios fundamentales de nuestra filosofía de la dialéctica materialista.
La vida social es en esencia un proceso material, porque su fundamento es el trabajo. El hombre debe estar estrechamente vinculado al trabajo, amarlo y comprender teóricamente su significado. Según Carlos Marx, el trabajo es un proceso que se desarrolla entre el hombre y la naturaleza. El hombre mismo actúa sobre los objetos de la naturaleza como una fuerza natural. Es por ello que el hombre no puede ser concebido al margen de la naturaleza, no se puede considerar que las fuerzas de la naturaleza actúen sobre él y que él permanezca indiferente ante ellas, que no reaccione como una criatura que tiene y debe desempeñar el papel de una fuerza natural. El hombre, para existir, necesita alimentarse, crear, poner en movimiento todas sus fuerzas físicas y mentales, las manos, los pies, los músculos, el cuerpo, el cerebro, en una palabra, trabajar para descubrir los diversos objetos de la naturaleza, elaborarlos, transformarlos y hacer que sirvan a su existencia.
¿Qué sucede en este proceso natural? El hombre al actuar sobre el mundo exterior lo transforma, pero en esta actividad al mismo tiempo se transforma a sí mismo, desarrolla sus facultades y capacidad. Así pues, el punto de partida, según Marx, es el trabajo, en la forma que le es exclusiva al hombre, ya que hay animales que también realizan una actividad parecida al trabajo pero que difiere de la que realiza el hombre. El resultado logrado por el hombre existe idealmente con anterioridad en la imaginación del que trabaja, hecho que no se da en la abeja que construye el panal, dice Marx. Es decir, el hombre no transforma únicamente la forma de los objetos de la naturaleza, sino que realiza al mismo tiempo un objetivo determinado, del que es consciente, y que determina como una ley su forma de actuar, ley a la que debe subordinar su voluntad.
Como proceso material de acción del hombre sobre la naturaleza con objeto de transformarla así como de transformarse a sí mismo y a toda la sociedad, el trabajo es, en primer lugar y principalmente, una actividad de las amplias masas trabajadoras, de los obreros y de los campesinos. Son estas fuerzas decisivas las que soportan todo el peso de la vida social e impulsan el desarrollo social. Por ello son completamente idealistas, anticientíficas y extrañas a nuestra ideología marxista-leninista las concepciones intelectualistas y burocráticas que sobrevaloran el papel de quienes desarrollan el trabajo intelectual y pretenden situar a éstos por encima de la clase obrera y las masas trabajadoras.
Engels nos aclara que, en último análisis, el factor más importante, el factor decisivo en la historia es la «producción y la reproducción» de la vida real. Esto debe ser bien entendido, nos enseña, es decir, la economía es la base, pero no el único factor determinante, ya que existen asimismo otros elementos, como son las formas políticas de la lucha de clases y sus resultados, las constituciones establecidas por las clases vencedoras, las formas jurídicas, las concepciones religiosas, las diversas teorías políticas, etc. Todo esto influencia con su acción y naturalmente deja huellas. Hay, pues —dice Engels—, acción y reacción de todos estos factores, pero entre ellos resalta, se destaca e influye el factor económico. Este es el factor más importante, el que a fin de cuentas se abre paso entre todos los demás factores.
Si se estudia el proceso objetivo del desarrollo de nuestra sociedad se verá con claridad también sobre qué base se ha operado la transformación de la conciencia de nuestras gentes y cómo se han manifestado impetuosamente nuevas ideas, creadas por las nuevas condiciones sociales. Para comprender debidamente este proceso y no permitir conclusiones vulgares, todas las transformaciones que trae consigo el desarrollo de nuestra sociedad deben ser estudiadas de acuerdo con el método dialéctico, desde el momento en que nacen, cuando se desarrollan y progresan, cuando llegan a su caducidad y finalmente se transforman y son reemplazadas por otras nuevas.
Pero, como nos enseñan los clásicos del marxismo-leninismo, no puede ser negado el papel de las ideas en el desarrollo social. Engels critica el «materialismo económico»-, que pretende que sólo el desarrollo de las fuerzas económicas tiene importancia. «Esto es materialismo vulgar», dice Engels.
Sin embargo, es necesario tener siempre presente que las ideas no desempeñan el papel decisivo y esto Marx lo explica de manera brillante. Las propias ideas son el producto y el reflejo del desarrollo material de la sociedad. Al transformar las condiciones materiales de la sociedad, el hombre crea una nueva conciencia, y en el proceso del desarrollo social produce asimismo nuevos principios e ideas de acuerdo con las situaciones materiales creadas. Son pues los cambios en el desarrollo material de la sociedad los que están en la base, a partir de los que nacen nuevas ideas y se crea una nueva conciencia. Así como el materialismo en general explica la conciencia por el ser y no al hombre por las ideas, también la conciencia social debe ser explicada por el ser social.
Nuestro Partido, al combatir el peligro del subjetivismo idealista que ignora el papel decisivo del factor
económico, valora al mismo tiempo de manera marxista- leninista el grande y activo papel de las ideas y de la superestructura en general, y desecha toda manifestación de fatalismo y de sumisión a la espontaneidad.
El gran proceso de revolucionarización de toda la vida de nuestro país para hacer avanzar de forma constante la revolución socialista y para cerrar el paso al peligro del revisionismo y de retroceso al capitalismo, está relacionado en primer lugar y ante todo con la revolucionarización de la superestructura socialista, del Partido y del Estado de dictadura del proletariado, de la enseñanza y de la cultura, y principalmente de la conciencia de los trabajadores. Esto es aplicación práctica, concretización y desarrollo de las enseñanzas del marxismo-leninismo sobre el grande y activo papel del factor subjetivo en la historia.
El desarrollo constante de nuestra sociedad socialista que se lleva a cabo a través del surgimiento y superación de las diversas contradicciones ha conducido a la revolucionarización de la producción y con ella también a la de la conciencia de nuestra gente. Estos cambios materiales en las fuerzas productivas y en las relaciones de producción crean condiciones tales, que las gentes que participan activamente en esta revolución ininterrumpida, crean nuevas ideas que corresponden a la nueva situación. En el desarrollo de la revolución se prueban asimismo las ideas, y las que no corresponden a la situación y se convierten en un freno, son combatidas, eliminadas y sustituidas. Pero no es la lucha de ideas la que impulsa el desarrollo objetivo de la sociedad, sino que éste es la base que conduce al surgimiento de nuevas contradicciones y, como consecuencia, al surgimiento de ideas nuevas y progresistas en pugna con las viejas o reaccionarias que acaban pereciendo.
Es por ello fundamental saber si las personas, las clases, actúan en correspondencia con la marcha objetiva de la historia o contra ella. La cuestión decisiva es que, haciendo un análisis objetivo, se logre educar a la clase obrera, la clase más revolucionaria, y a las otras clases y capas aliadas naturales de ella, y se las haga avanzar de acuerdo con la marcha objetiva y progresiva de la historia. De aquí el gran papel de la teoría revolucionaria que, como dice Marx, «se convierte en una fuerza material cuando se apodera de las masas».
Las personas y las clases, de acuerdo con las condiciones sociales objetivas en que viven, tienen sus propios intereses, sus deseos y objetivos. Los intereses objetivos se traducen en conciencia y en acción revolucionaria o reaccionaria.
Cuando analizamos el desarrollo social de nuestro país, vemos que las personas y las clases (los obreros y los campesinos) deseaban que cambiase su lamentable situación social, que cambiasen las viejas relaciones de producción. Este deseo era resultado del sufrimiento real, de la situación social material que sentían sobre sus espaldas, era resultado del conocimiento de esa situación, que trajo consigo una transformación en su conciencia y en sus ideas, que les abría la perspectiva de organizar sus fuerzas para realizar cambios materiales en nuestra sociedad, que se desarrollaba lentamente. Fue, pues, el desarrollo objetivo el que creó las condiciones para la difusión de las nuevas ideas que gradualmente se concretizaron y lanzaron a las amplias masas trabajadoras a la acción. Por tanto, la actuación de las masas que hicieron la historia en nuestro país, estuvo sometida a las leyes del desarrollo histórico, como nos enseña la filosofía materialista creada por Carlos Marx.
La comprensión profunda de nuestra doctrina marxista-leninista muestra la justeza con que nuestro Partido ha apreciado los problemas cardinales del desarrollo de nuestra sociedad y, en primer lugar la fuerza motriz del desarrollo social, la lucha de clases y la «producción y reproducción» de la vida real como factor determinante, sin olvidar naturalmente los otros factores. Si leemos con atención los importantes materiales del Partido de los diversos períodos del desarrollo histórico de nuestro país posteriores a la Liberación observaremos cómo el factor económico se abre paso creando las condiciones materiales para la solución de numerosos problemas de la superestructura. En ellos aparecen claramente los conflictos, las contiendas, «la acción y reacción de todos esos factores» sobre los que nos habla Engels.
Quien no comprende esta dialéctica materialista del desarrollo social, que este desarrollo es un proceso relativamente largó que se realiza mediante la lucha de los contrarios, quien lo extrae todo de las ideas, no está en condiciones de comprender las etapas de desarrollo ni las tareas y problemas que corresponden a cada una de ellas. Una persona así puede fácilmente encontrarse ante un dilema y decir: ¿por qué nuestro Partido, que es ateo, no mantuvo desde un comienzo hacia la religión, las iglesias y mezquitas, la actitud que mantiene hoy? Esa persona no llega a comprender que el Partido se ha atenido en todo momento y consecuentemente a su concepción atea del mundo, antiidealista y materialista. Pero sólo en la etapa actual de desarrollo, cuando se crearon las condiciones materiales imprescindibles para ello, las amplias masas de nuestro pueblo se transformaron en combatientes conscientes contra la concepción religiosa del mundo y rechazaron las iglesias, las mezquitas y sus dogmas.
Las mismas ideas confusas tiene una persona así respecto a la pequeña propiedad privada y a su eliminación, sobre todo en el campo. No puede comprender por qué el Partido, en los primeros pasos de nuestra revolución, cuando la reforma agraria arrebató las tierras mediante la lucha a los terratenientes y beyes, a los usureros y a los campesinos ricos y las entregó en propiedad a los campesinos sin tierra o con poca tierra, decía que no debía ser tocada la propiedad privada del campesino trabajador. Pero con esta cuestión vital para el futuro del socialismo el Partido no podía obrar sin cautela y quemar las etapas. Procedió de acuerdo con las enseñanzas de Marx y de Engels, quienes han dicho que el proletariado no debe plantear de inmediato la «liquidación de la propiedad», se trata de que el campesino llegue a la colectivización siguiendo el camino económico. Y así ocurrió en nuestro país. Como consecuencia, la pequeña propiedad privada sobre la tierra se transformó en propiedad colectiva cuando se dieron las condiciones económicas, ideológicas y políticas necesarias para ello.
O tomemos el problema de la nacionalización de la tierra, como primer medio de producción agrícola. Como se sabe, esta acción no la hemos llevado a cabo expresamente [1] y, teniendo en cuenta las condiciones y razones objetivas de la Albania de entonces, el Partido ha actuado correctamente. Pero en nuestro país se adoptaron todas las medidas legales para que la tierra no pudiera seguir siendo utilizada como la propiedad individual privada de otro tiempo. Actualmente sólo la parcela personal se utiliza como propiedad individual pero sin que pueda ser vendida, arrendada o heredada. Ese pedazo de tierra se les ha dejado a las familias cooperativistas exclusivamente para su servicio personal.
Nuestra revolución popular promulgó leyes que de hecho nacionalizaron la tierra, puso en práctica la reforma agraria y suprimió la propiedad que era utilizada para explotar el trabajo de los demás. Gradualmente, mediante la persuasión y avanzando por el «camino económico», como aconsejan Marx y Engels, nuestro campesino llegó a la colectivización de la tierra y del resto de los medios de producción. Conserva únicamente la pequeña parcela individual que trabaja personalmente. Por ese mismo «camino económico», el campesino va reduciendo también esa parcela hasta liquidarla por completo como propiedad de uso personal e integrarla en la colectiva, a la que, después de un proceso todavía prolongado, transformará, así mismo, de propiedad colectiva de grupo en propiedad de todo el pueblo. Precisamente es lo no se hará mediante decretos, sino que será la «resultante» histórica de un proceso de constante desarrollo económico, social, ideológico y político de todo el país, y principalmente del campo y de las masas cooperativistas.
Como sabéis, estos días se anunció la conclusión con éxito de la electrificación de todas las aldeas de nuestro país, lograda con un año de antelación. Esta es otra gran victoria de nuestro Partido en nuestro pueblo en la lucha por la completa construcción de la sociedad socialista. Que la energía eléctrica haya llegado al campo constituye el primer paso importante hacia su electrificación profunda, hacia la gran transformación de los medios y de la tecnología agrícola de producción que proyecta el Partido, que introducirá plenamente a nuestra agricultura en el camino de su desarrollo intensivo y moderno. La electrificación del campo representará, al mismo tiempo, un nuevo y poderoso impulso en la revolucionarización de la conciencia de nuestro campesino cooperativista, en la difusión y el arraigo de las ideas y de la cultura socialistas, de una nueva forma de vida. Esta nueva y brillante victoria se ha logrado gracias al ímpetu revolucionario de las masas, que no ha estallado espontáneamente, sino como consecuencia directa de las transformaciones objetivas y subjetivas de su vida. La realización con éxito y antes del plazo de esta gran acción no sólo económica sino también política, ideológica y cultural, demostró que la decisión del Partido era justa y que fue adoptada en el momento debido, porque su aplicación había sido preparada por todo el desarrollo de nuestro país. Así pues, también en esta ocasión el Partido ha actuado de acuerdo con la concepción marxista del mundo, que nos enseña que cualquier paso en la vida debe darse después de que se hayan creado todas las premisas materiales y espirituales.
Camaradas:
Nosotros estudiamos el marxismo-leninismo en la escuela no para satisfacer nuestra curiosidad o únicamente para enriquecer y desarrollar el intelecto, sino para ser más útiles en la vida, para realizar con mayor éxito las tareas del Partido, para ser revolucionarios conscientes y capaces de llevar adelante la causa del socialismo y del comunismo en nuestro país. Esto se logra cuando la teoría marxista-leninista se aprende no de forma abstracta, académica, libresca, sino estrechamente ligada con la realidad, con la práctica revolucionaria de las masas.
Asimilar el marxismo-leninismo significa dominar sus principios y leyes fundamentales, su concepción del mundo y metodología, la forma marxista-leninista de interpretar las cosas y de solucionar los problemas. Tiene importancia conocer las definiciones marxista-leninistas sobre estas o aquellas cuestiones, sobre estas o aquellas leyes de la filosofía marxista o de la economía política. Pero lo más importante es aprender a orientarnos en la vida por estas leyes, a solucionar en base a ellas los problemas concretos que se nos plantean. Tiene importancia conocer la historia del Partido, su glorioso camino, pero tiene mayor importancia comprender profundamente de dónde ha partido y qué método ha utilizado éste para solucionar los problemas en las diversas circunstancias, para de ello aprender a solucionarlos hoy en las nuevas condiciones históricas. Precisamente la tarea de la escuela del Partido no es dar sencillamente a los cuadros algunos conocimientos marxistas, sino formarlos de tal modo que ellos mismos puedan orientarse en la vida, inculcarles la manera marxista de pensar y de actuar. En este sentido decimos nosotros que el marxismo-leninismo nos debe servir de brújula.
La vida está en continuo movimiento y desarrollo, plantea constantemente nuevos problemas, las condiciones sociales cambian sin cesar. Tomemos como ejemplo la vida en nuestro país. Hemos entrado en una nueva etapa de desarrollo de la revolución y de la construcción socialista. Esta etapa ha planteado una serie de nuevos problemas, como son la completa construcción de la base material y técnica del socialismo, el perfeccionamiento de todo el sistema de relaciones de producción, el fortalecimiento de la dictadura del proletariado y la lucha contra el peligro del burocratismo, el desarrollo de la revolución técnico- científica, el control obrero, y muchos otros. Las soluciones a estos problemas no nos vienen de dadas, ni podemos esperar que otros nos los resuelvan. Por eso, la asimilación del marxismo-leninismo no debe ser dogmática, sino creadora.
Esto significa que en el trabajo de la escuela debe ocupar un lugar preeminente el estudio amplio y profundo de la realidad de nuestros días, de los grandes problemas que plantea la vida y que establece el Partido, analizándolos e interpretándolos a la luz de la teoría marxista-leninista.
Desde este punto de vista, la práctica de que los estudiantes y profesores se dirijan a la base para estudiar los diversos temas, así como el que participen en el trabajo productivo, en la preparación militar, en los movimientos y en las acciones masivas, es algo positivo que debe ser desarrollado y perfeccionado aún más. Naturalmente, todo esto no debe hacerse en detrimento de la asimilación de la teoría, que ocupa y debe ocupar el lugar principal en el trabajo de la escuela. Por el contrario, ello debe contribuir a una más profunda, más viva y más concreta asimilación de la teoría.
Nuestro Partido, hombro a hombro con todas las fuerzas marxista-leninistas del mundo, ha llevado y lleva a cabo una lucha resuelta y de principios contra la traición revisionista. En esta lucha, el marxismo-leninismo ha logrado y está logrando un nuevo desarrollo. En el proceso de esa lucha hemos asimilado más profundamente las enseñanzas del marxismo-leninismo, hemos aprendido a conocer mejor a los amigos y a los enemigos, lo bueno y lo malo, lo revolucionario y lo contrarrevolucionario. Así pues, la ley de la lucha de los contrarios, como fuente de todo movimiento y desarrollo, encuentra plena aplicación también en el desarrollo mismo del marxismo-leninismo, así como en el proceso de su conocimiento y asimilación. De aquí surge una importante tarea para la escuela del Partido, la de dar a conocer a los cuadros y a los comunistas la historia de esta lucha, y enseñarles el marxismo-leninismo no en forma simple, exponiendo de manera «pasiva» las tesis, los principios y las conclusiones marxistas, sino en lucha con los puntos de vista y los argumentos de sus adversarios ideológicos, entre los que destacan los revisionistas modernos. Sólo así son posibles la asimilación profunda y viva de las ideas del marxismo-leninismo y la formación de convicciones ideológicas marxistas duraderas.
La concepción revolucionaria sobre el estudio que la escuela debe arraigar en todo cuadro, es que no lea por leer sino que se confronte con lo que lee, reflexione sobre ello, encuentre sus lados buenos, cuál es la experiencia positiva, dónde están los puntos débiles y qué tareas se plantean.
La misión de nuestra escuela no es simplemente la de impartir conocimientos a la gente, sino la de hacerla revolucionaria, no darle solamente una correcta concepción teórica del mundo, sino también cultivar en ella elevadas cualidades morales y políticas.
Los camaradas que terminan sus estudios, así como los cursos del Partido, deben tener siempre presente que no todo se soluciona con ello. Todo comunista debe estudiar constantemente con voluntad y con ahínco. No se puede caminar sin estudiar y sin estudiar con seriedad. Con el practicismo no es posible dirigir. Por eso el Partido nos recomienda:
«¡No os canséis nunca de estudiar, no interrumpáis nunca el estudio! Continuar estudiando después de salir de la escuela, unifica profundizar y ampliar aún más lo que se ha estudiado en ella».
Enver Hoxha - Obras escogidas
Tomo IV
Tomo IV
Notas:
[1] En Albania, la tierra no fue nacionalizada directamente; se llevó a cabo la reforma agraria, que hizo desaparecer la gran propiedad sobre la tierra y redujo considerablemente la base de desarrollo del capitalismo en el campo. A cada familia se les entregaron 5 hectáreas de tierra. El Estado prohibió la venta, la compra y el arrendamiento de la tierra. Una parte de las tierras expropiadas se convirtió en propiedad estatal, creándose así las empresas agrícolas estatales, que marcaron el nacimiento del sector estatal socialista en la agricultura.
Última edición por NG el Dom Jun 23, 2013 9:34 am, editado 1 vez