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    Artículo del blog România prin perdea: Hacia el poder absoluto: el Partido Comunista de Rumania entre 1945 y 1948

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    Mensaje por NG Dom Abr 07, 2013 12:53 pm

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    Hacia el poder absoluto: el Partido Comunista de Rumania entre 1945 y 1948

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    Tribuna oficial en el desfile de celebración del 1º de Mayo en Bucarest, 1948

    En el momento de la derrota de la Alemania nazi en la II Guerra Mundial, en mayo de 1945, Rumania se encontraba en una etapa intermedia de su evolución histórica. Bajo el mando del abogado transilvano Petru Groza, líder del Frente de Labradores y muy cercano a los comunistas y a los intereses de la URSS, el país estaba dirigido por un gobierno de coalición en el que el PCdR tenía una influencia importante aunque no absoluta. Entre ese momento y diciembre de 1947, sin embargo, el Partido Comunista conseguiría elevarse como la formación política más grande del país, vencer con autoridad en las primeras elecciones posbélicas, poner fuera de la ley a los partidos de raíz burguesa e instaurar una República Popular que obligaría a la familia Hohenzollern-Sigmaringen a poner pies en polvorosa tras 66 años de monarquía y 81 de dominio en la jefatura del Estado rumano. Esta entrada -que es continuación de una anterior- tiene como objeto explicar sucintamente las etapas de esa ruta recorrida por el PCdR hacia el poder absoluto en Rumania.


    Durante sus primeros meses, mientras la guerra en Europa exhalaba sus últimos estertores, el gobierno Groza ordenó la reinstauración de la administración rumana en los territorios transilvanos cedidos por Antonescu a Hungría cinco años antes, consiguió la liberación de 40.000 prisioneros rumanos que estaban en manos soviéticas y negoció con éxito la llegada al país de 15.000 vagones de grano para conjurar el riesgo de hambruna. Todo ello sucedió con el beneplácito necesario de la Comisión Aliada de Control, dominada de hecho por los generales del Ejército Rojo Vladislav P. Vinogradov e Ivan Z. Susaikov, la cual supervisaba toda la acción del gobierno, en comandita con la embajada soviética en Bucarest. El PCdR se encontraba cómodo con esta situación y tras más de una década de clandestinidad se convirtió en el más ruidoso partidario del llamado “primer gobierno democrático”, tal y como era conocido en su prensa el gabinete de Groza. Los comunistas encabezaban las manifestaciones que exigían la expropiación a los antiguos fascistas, el reparto de tierras a los campesinos o el aumento de los salarios a los ferroviarios. También se reivindicaban como los principales sostenedores de los tribunales populares dedicados a desfascistizar al país. En poco tiempo el partido alcanzó los 55.000 militantes, mientras la Unión de la Juventud Comunista (Uniunea Tineretului Comunist, UTC, bajo el mando de Nicolae Ceauşescu) llegaba a los 62.000 miembros. Como se verá más adelante, este crecimiento espectacular fue utilizado años después por Gheorghiu-Dej y sus acólitos para deshacerse políticamente de Ana Pauker, encargada de la secretaría de cuadros y como tal responsable de las nuevas afiliaciones: a Pauker se la acusó en 1952 de liquidacionismo, al haber dejado entrar en el partido a elementos “sospechosos” sin ningún miramiento. En cualquier caso, en 1945 el PCdR tenía una necesidad imperiosa de crecer numéricamente y mostrar así un poderío en las calles, las fábricas y las zonas rurales que hiciera visible su intención de convertirse en la fuerza hegemónica del país, algo impensable un año y medio antes por parte del que había sido uno de los partidos comunistas más minúsculos de Europa.

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    Ana Pauker tomando la palabra en la Conferencia Nacional del PCdR en octubre de 1945. Fotografía extraída de "Fototeca online a comunismului românesc" Cota: 1/1945

    Como ha demostrado la documentación extraída de archivos de la antigua Unión Soviética, tras la desaparición de la Komintern en 1943 el Departamento de Información Internacional del Comité Central del PCUS fue el encargado de manejar con cautela la aplicación escalonada de una estrategia soviética, en ocasiones improvisada, para fortalecer los partidos comunistas en los países ocupados y sentar las bases para un futuro asalto al poder en caso que las relaciones con los aliados occidentales se tornaran turbias. Fue precisamente el contexto internacional el que hizo posible la acelerada quema de etapas en la toma del poder por parte de los comunistas. La luna de miel entre los soviéticos y los aliados occidentales estaba finalizando y, pese a que en diciembre de 1945 los enviados americano y británico acordaron con la parte soviética declarar que Rumania estaba preparada para celebrar elecciones, los partidos burgueses (Nacional Liberal y Nacional Campesino, PNL y PNŢ) comenzaban a sentir que Occidente se estaba alejando de esta zona de Europa y orientaba sus preocupaciones hacia Grecia, cuya contienda civil entre monárquicos y comunistas era el primer escenario de lo que acabaría denominándose como Guerra Fría. Los miembros de la delegación rumana en la Conferencia de Paz de París del verano-otoño de 1946 pudieron apreciarlo en toda su intensidad: entre sorpresa y alborozo Lucreţiu Pătrăşcanu, delegado comunista en París, escribió que “los americanos están locos, les están dando a los rusos más de lo que piden y de lo que esperan recibir.” Es importante recordar que pese a que el PCdR se sentía cómodo en su condición de herramienta fundamental para los intereses de la URSS en el país balcánico, los comunistas rumanos consideraban al vecino soviético como la patria de los trabajadores, no como una potencia extranjera. En el caso de muchas de sus personalidades, asimismo, había sido durante años su refugio contra las persecuciones de que habían sido objeto en su país natal. La URSS era, pues, una nación hermana. Además representaba para ellos la realidad práctica de la utopía que perseguían, por lo que su predisposición a tomar el poder a todo coste y sin ningún tipo de pudor democrático se inscribía en su irrefrenable voluntad de construir el socialismo en Rumania cuanto antes. A partir de 1945 las ruedas de la Historia estaban girando a su favor, por lo que, en la lógica estalinista que imperaba en ellos, la moralidad de los métodos utilizados para acelerar esta tendencia carecía de importancia. Como se ha señalado en una entrada anterior, el partido se encontraba comandado por una dirección colegiada en la que estaban representadas las tres antiguas facciones predominantes. En octubre de 1945 celebró una primera conferencia nacional, en la que Gheorghiu-Dej salió elegido Secretario General, mientras Ana Pauker, Vasile Luca y Teohari Georgescu le acompañaban como principales secretarios del Comité Central. Desde entonces la propaganda partidaria promovería incesantemente un culto a esta dirección colectiva a través, por ejemplo, de lemas que aún son recordados en la actualidad, caso de "Ana, Luca, Teo, Dej bagă spaima în burgheji” (Ana, Luca, Teo, Dej asustan a los burgueses). El equilibrio entre ellos era no obstante precario, y las hostilidades entre las diferentes facciones se encontraban en estado de latencia hasta que el partido se hiciese con el control absoluto del Estado. Con todo, algunas diferencias comenzaban a aparecer. A ojos soviéticos la más grave de todas la representaba el efervescente nacionalismo rumano expresado por Lucreţiu Pătrăşcanu. En diversos mítines celebrados en Transilvania en 1945 y 1946, el intelectual comunista pronunció inflamados discursos que rompían con la cautela oficial del partido en materia nacional y que podían poner en riesgo el débil equilibrio interétnico entre rumanos y húngaros en esta región del país. De hecho el PCdR había defendido la apertura de una universidad y una ópera húngaras en Cluj, además de varias editoriales, diarios y emisoras radiofónicas en lengua magiar. Los discursos de Pătrăşcanu hacían peligrar la imagen del partido como garante de los derechos de las minorías, y esta fue una de las razones por las cuales este dirigente se convertiría en 1948 en protagonista de la primera purga de importancia en el seno del PCdR después de la II Guerra Mundial.

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    Lucreţiu Pătrăşcanu en 1946

    Las primeras elecciones de la postguerra debían celebrarse en mayo de 1946, a tenor del pacto al que habían llegado los aliados tras los Acuerdos de Yalta. Sin embargo, el gobierno de Groza decidió posponer la convocatoria para poder preparar con garantías una candidatura de izquierdas capaz de derrotar a los tradicionales partidos de derecha, aún muy populares en las mayoritarias zonas rurales. El 17 de junio de 1946 el gobierno aprobó la convocatoria de elecciones a celebrar el 19 de noviembre siguiente, día que coincidía simbólicamente con el aniversario de la Operación Urano, que había iniciado la derrota de las tropas nazis y rumanas en Stalingrado cuatro años atrás. En el mismo decreto de convocatoria se incluía la abolición del Senado, por lo que el parlamento sería unicameral, a la vez que se aprobaba por primera vez en la historia rumana el voto femenino. Simultáneamente se formalizó la alianza electoral llamada Bloque de Partidos Democráticos (Blocul Partidelor Democratice, BPD), conformado por el Partido Comunista, el Frente de Labradores de Groza, el Partido Socialdemócrata -que se encontraba escindido en la práctica entre su ala más izquierdista y su tradicional núcleo reformista-, la Unión de Patriotas (Uniunea Patrioţilor, cercana a los comunistas y formada por clases medias), el Comité Democrático Judío y dos escisiones izquierdistas de los partidos burgueses: la facción del PNL liderada por el viceprimer ministro Gheorghe Tătărăscu y la del PNŢ encabezada por Anton Alexandrescu. La Unión Popular Magiar (Magyar Népi Szövetség, MNSz) pretendía aglutinar al voto étnico de los húngaros y se presentaba fuera del BPD, pese a que era un estrecho colaborador del PCdR. Lo mismo ocurría con el recién nacido Partido Campesino Democrático (Partidul Ţaranesc Democrat, PŢD) y con pequeñas candidaturas independientes destinadas a robar votos a los partidos tradicionales. Tanto el BPD como sus aliados externos contaban con amplios presupuestos cedidos por el gobierno de Groza para realizar una campaña masiva, mientras los mítines del PNL y el PNŢ eran habitualmente saboteados por militantes de izquierda o directamente por la policía en manos del ministro del Interior, el comunista Teohari Georgescu. La extensa capa de la población que había sido integrada en las fuerzas armadas durante la guerra mundial estaba obligada a votar en los cuarteles, donde los comisarios cercanos al BPD hacían imposible una campaña a favor de los partidos burgueses. En las zonas rurales, los activistas de izquierda prometían comida y nuevos aperos a los campesinos a cambio de su voto. Con todo, estas dinámicas no eran ajenas en un país como Rumania, que había celebrado elecciones con escasa legitimidad democrática en el periodo interbélico. En todo caso, el ambiente general era totalmente hostil a PNL y PNŢ y sus posibilidades de vencer en los comicios eran nulas, más teniendo en cuenta que se planearon desde el gobierno importantes irregularidades para el día de votación –presiones diversas a los votantes, expulsión de miembros de los partidos de derecha en los centros de votación, proliferación de grupos de gente cercana al BPD que emitían su voto en múltiples lugares-, así como en el posterior conteo, lo cual incluyó, por ejemplo, la quema de las papeletas una vez contadas para evitar futuros recuentos. En un contexto internacional en el que las potencias occidentales habían dado por bueno que Rumania iba a formar parte de la zona de influencia de la URSS -aceptación envuelta en la retórica virulenta churchilliana del “Telón de Acero”- los partidos de derecha no podían esperar ningún tipo de ayuda de británicos, franceses o estadounidenses.

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    Un mítin electoral del BPD. De izquierda a derecha: Lucreţiu Pătrăşcanu, Teohari Georgescu, Gheorghe Gheorghiu-Dej y Petru Groza. Nótese el gran retrato del rey Mihai I presidiendo la escena. Fotografía extraída de "Fototeca online a comunismului românesc" Cota: 138/1946

    Los resultados oficiales de las elecciones arrojaron una victoria arrolladora del BPD, que consiguió un 68,7% de los votos. Junto a sus aliados externos, las fuerzas de izquierda consiguieron un 79,8% de los sufragios y 379 de los 414 diputados. El PNŢ alcanzó un 12,7% y 32 escaños, mientras el PNL apenas conseguía reunir un 3,7% de los votos y 3 diputados. Algunos historiadores han tratado de demostrar, tras la caída del socialismo en Rumania, que de no haberse producido fraude en el conteo de los votos las elecciones habrían arrojado un resultado prácticamente inverso, esto es que los partidos burgueses hubieran conseguido un 80% de los votos contra apenas un 15% de los comunistas y sus aliados. El actual gobierno rumano declaró en base a estos datos que el régimen socialista instaurado a partir de las elecciones de 1946 fue, por tanto, ilegítimo. Investigaciones más recientes, empero, muestran que el BPD pudo obtener entre un 45 y un 47% de los sufragios, en un empate técnico con la combinación PNŢ-PNL, la cual habría tenido oportunidad de formar gobierno. En cualquier caso, es impensable que en el contexto de escalada de tensión entre las potencias occidentales y la URSS ésta hubiese aceptado en Rumania un gabinete que no fuera exclusivamente surgido de las filas del BPD. Solamente era posible un escenario, que se repetía además en los países de su entorno, por lo que el gobierno de Groza tenía las manos libres para acelerar el proceso de cambio en Rumania. Pocas semanas después de los comicios se nacionalizó el Banco Nacional, y a comienzos de 1947 el pleno del Comité Central del PCdR decidió iniciar una campaña para “fortalecer los vínculos del partido con las masas.” En la práctica esto supuso la creación de asociaciones sectoriales controladas por él, ya fuera la Unión Nacional de Estudiantes de Rumania, la Unión de Sindicatos o un relanzamiento de la UTC. En la misma línea se aceleró la entrega de parcelas a los campesinos sin tierras.

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    El primer ministro Petru Groza entregando un título de propiedad a una campesina vestida de forma tradicional.

    Simultáneamente al proceso de construir hegemonía en las organizaciones sociales y en el ámbito rural, el PCdR orquestó la eliminación de todos sus rivales políticos a lo largo de 1947, siempre con la connivencia de la embajada soviética y con la ayuda del gobierno de Petru Groza. Fue en julio de dicho año en que, aprovechando un torpe intento por parte de algunos dirigentes del PNŢ de abandonar el país, los tradicionales partidos burgueses fueron puestos fuera de la ley. El famoso episodio de Tămădău consistió en una astuta trampa urdida por los servicios de inteligencia en manos del miembro del PCdR Emil Bodnăraş. Mediante la acción de diversos agentes, los principales líderes del PNŢ fueron convencidos de que podían salir del país en avión desde el aeródromo de Tămădău sin riesgo para su seguridad. Fuera de Rumania pensaban formar un gobierno alternativo que fuese reconocido por Occidente. La policía les detuvo en el mismo aeropuerto y unas semanas después tanto el PNŢ como el PNL fueron disueltos por decreto. Gheorghe Tătărăscu, ex-miembro del PNL y aliado del PCdR en las elecciones de 1946, criticó la medida y fue asimismo detenido. Por otra parte, dos meses después de Tămădău la facción izquierdista del Partido Socialdemócrata, representada en Ştefan Voitec y Lothar Rădăceanu, consiguió hacerse con el control del partido en su octavo congreso e imponer una resolución que le encaminaría hacia la fusión con el PCdR. Los dirigentes opuestos a esta estrategia fueron expulsados de la formación y no tardaron en ser detenidos y acusados de “sabotaje a la unidad de la clase obrera.” El proceso de unión culminó finalmente entre el 21 y el 23 de febrero de 1948, cuando se celebró en Bucarest el I Congreso del Partido Obrero Rumano (Partidul Muncitoresc Român, PMR), como se denominó la fusión del PCdR con el Partido Socialdemócrata. Gheorghiu-Dej fue elegido Secretario General, mientras Rădăceanu se sumaba a la dirección colegiada de Pauker, Luca, Georgescu y el mismo Dej.

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    Stalin "bendice" a los líderes del nuevo Partido Obrero Rumano. De izquierda a derecha: Lothar Rădăceanu, Petru Groza, Constantin Ion Parhon, Gheorghe Gheorghiu-Dej, Ana Pauker y Vasile Luca. Fotografía extraída de "Fototeca online a comunismului românesc" Cota:31/1950

    En este contexto, poco antes de la unificación, el liderazgo comunista había impuesto a través del gobierno una decisión fundamental para el país: la abolición de la monarquía. Pese a que algunos historiadores han tratado desde 1990 de mostrar a Mihai I como una figura fuerte que trató de oponerse los embates del PCdR y de la Unión Soviética dirigidos a instaurar en Rumania un régimen socialista, lo cierto es que el rey apenas mostró voluntad de resistencia, en el caso que hubiera tenido oportunidad de demostrarla. Tras las elecciones de noviembre de 1946 y la disolución de los partidos de oposición, solamente era cuestión de tiempo que la monarquía fuese abolida. En este marco, el rey pareció únicamente preocupado por garantizarse para él y su familia una pacífica salida del país con la mayor seguridad posible. Ya en noviembre de 1947 Mihai viajó a Londres para asistir a la boda de su prima, la futura reina de Inglaterra Isabel II, y al parecer intentó negarse a regresar a Rumania. Las presiones de Churchill le hicieron cambiar de parecer, pese a que la pérdida del trono ocurrió pocas semanas después. Hay diversas versiones sobre su abdicación, acaecida el 30 de diciembre de 1947. La más pintoresca es que tropas pertenecientes a la División Tudor Vladimirescu rodearon el Palacio Real de Bucarest mientras Groza y Dej entraban en su despacho para forzar al rey a firmar su abdicación a punta de pistola y bajo la amenaza de ejecutar a mil estudiantes que habían sido detenidos en las semanas anteriores. Esta línea interpretativa está muy extendida. No obstante, existe una versión quizá más plausible, al estar sostenida por las memorias del general soviético Sudoplatov, las de Nikita Jrushchov y las del líder albanés Enver Hoxha –en ellas recuerdan conversaciones con Dej al respecto de este asunto-, así como por la historiografía reciente y numerosos artículos de prensa. Dicha versión afirma que se produjeron largas negociaciones entre Mihai I y el gobierno rumano, las cuales contaron con la participación de la embajada soviética y de las princesas Elisabeta e Ileana, aparentemente cercanas a los intereses comunistas. El resultado de las negociaciones fue una abdicación pacífica a cambio de la seguridad de toda la familia real y de un pago de 500.000 francos suizos que el rey se llevó al exilio junto a numerosas joyas y cuadros de gran valor. En cualquier caso, el resultado fue que el 30 de diciembre de 1947 fue proclamada con gran solemnidad la República Popular Rumana, formándose un Presidium provisional de la Asamblea de Diputados cuyo presidente, el médico y veterano socialista Constantin Ion Parhon, devino nuevo Jefe de Estado. Al año siguiente, con el PMR dominando de forma absoluta la arena política rumana, se creó la Gran Asamblea Nacional, la cual comenzó los trabajos para una Constitución de la República Popular. A ojos de los comunistas había llegado el momento de resolver una contradicción fundamental: la clase obrera a la cual representaba había conseguido tomar el poder; ahora debía tratar de hacerse con el control de los medios de producción. Con ello comenzaban cuatro décadas de instauración progresiva, imparable y en toda su extensión de un sistema socialista en Rumania.

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    El Presidium provisional de la Asamblea de Diputados de la República Popular Rumana. El segundo por la derecha es Constantin Ion Parhon, nuevo Jefe de Estado.


    Última edición por NG el Lun Abr 15, 2013 12:31 am, editado 1 vez
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    Artículo del blog România prin perdea: Hacia el poder absoluto: el Partido Comunista de Rumania entre 1945 y 1948 Empty Re: Artículo del blog România prin perdea: Hacia el poder absoluto: el Partido Comunista de Rumania entre 1945 y 1948

    Mensaje por NG Dom Abr 07, 2013 4:03 pm

    Para completar un poco la información sobre los primeros años de la República Popular de Rumanía, dejaré las memorias de Enver Hoxha: Los Titistas, apuntes históricos (1982) y también Los Jruschovistas, memorias (1984) donde deja constancia sobre sus encuentros e impresiones a cerca de la figura de Gheorghiu-Dej y de la situación en la propia Rumanía tras su liberación, también se toca el tema de la abdicación del Rey Miguel como afirmaba correctamente el artículo del blog România prin perdea (es una recopilación así que dejare constancia de que libro es la cita y de su correspondiente capítulo), también dejaremos la posición del conocido marxista-leninista Nikos Zachariadis sobre el cambio de camisa (politicamente hablando) de Gheorghiu-Dej y como ayudó a los jruschovistas en virar el rumbo ideológico del KKE hacía nuevas espectativas más revisionistas y acordes con Jruschov, y por último dejaré constancia de nuevo de la lucha de fracciones revisionistas en el PCR tras el XX Congreso del PCUS de mano de una fuente burguesa más una recpilación de las O.E. de E. Hoxha sobre Rumanía:

    Enver Hoxha
    Los Titistas, apuntes históricos

    INSTITUTO DE ESTUDIOS MARXISTA-LENINISTA ADJUNTO AL CC DEL PTA, EDITORA «8 NENTOR TIRANA, 1982
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    Viaje de incógnito a Rumania en relación con la traición de Tito
    Encuentro con Vishinski y Gheorghiu Dej

    En el verano de 1948 se dio a conocer a todo el movimiento comunista y obrero y a la opinión pública mundial que Tito y sus compañeros habían traicionado al marxismo-leninismo y al campo socialista. En este período las contradicciones entre nosotros y los titistas yugoslavos eran tan grandes que podían llegar a transformarse en peligrosos conflictos. Los soviéticos, conociendo mejor a Tito y desde hacía tiempo, pensando que nosotros nos encontrábamos geográficamente aislados por ellos y rodeados por estados enemigos, desearon conversar con nosotros de la forma más próxima y directa posible sobre las medidas que debíamos adoptar en esta situación. Asimismo consideraron necesario escuchar directa y detalladamente nuestras opiniones e ideas sobre el prolongado conflicto que habíamos sostenido con la dirección yugoslava. Esto serviría a los posteriores análisis del Kominfonm sobre las posiciones y la línea antimarxista de los cabecillas de Belgrado.

    Precisamente por estas razones, en el verano de 1948 se organizó una reunión en Bucarest en la que tomábamos parte Vishinski, Ghéorghe Gheorghiu Dej y yo. [...]

    Partimos una mañana hacia Bucarest con un avión soviético. Atravesaríamos el espacio aéreo dé Yugoslavia, a pesar de que nos habíamos enemistado con ellos. Pilotaba el avión un héroe de la Unión Soviética. Los soviéticos habían enviado a este piloto a que me recogiera, ya que conocía la ruta que seguiría el avión y ésto era más seguro para mí en el caso de que la agencia yugoslava de espionaje se enterara de mi viaje. Viajábamos Chuvakin y yo solos. No estábamos obligados a detenemos en Belgrado, incluso en aquel tiempo no se permitía que el avión pasara por esta ciudad, sino que la dejaba al norte. Y no sólo eso sino que más tarde, durante muchos años (hasta que Jruschov llegó al poder), cuando las relaciones entre los titistas y la Unión Soviética y nuestros estados socialistas se agravaron mucho, los yugoslavos no permitían en absoluto que los aviones regulareis soviéticos volaran sobre sus tierras, de modo que a nosotros nos parecía poco hacer ocho días de camino hasta Odesa, en buques soviéticos de mercancías y no de grandes dimensiones, que te sacudían bien, y otros dos días de tren y raramente dé avión desde Odesa a Moscú.

    El tiempo era bueno, con sol y sin nubes, y veíamos desde el avión las tierras de Yugoslavia, campos que no se colectivizaron nunca, tierras no reglamentadas, tal como estaban en la primera época tras la Liberación tanto las nuestras como las de Rumanía que sobrevolamos en avión.

    En el aeropuerto de Bucarest nos esperaba Dej, Anna Pauker, el embajador soviético y algunos otros camaradas. Por lo qué recuerdo nosotros todavía no teníamos embajada en Bucarest, ni tampoco los rumanos en Tirana. No se habían cumplido las formalidades y las relaciones entre nuestros países de democracia popular én la primera época después de la Liberación no habían sido plenamente sometidas aún a las reglas diplomáticas, continuaban desabollándose al estilo guerrillero; En nuestro país todo estaba en regla, el poder popular se había establecido sobre solieras bases constitucionales pero en Rumania no. A ésta le hizo falta cierto tiempo para acabar con la monarquía y con el rey Miguel, las potentes relaciones capitalistas que aún existían, los residuos fascistas de la «Guardia dé Hierro» de Antonesku, que todavía se movían cuando yo viajé a Bucarest, etc. El factor decisivo en la liberación de Rumania y en la liquidación de estos peligrosos residuos era el Ejército Soviético. Todo lo demás eran fanfarronadas y jactancias de Gheorghiu Dej, como mostraré más adelante, en las conversaciones que mantuve con él durante mi estancia allí.

    Abrazamos a Dej, Anna Pauker y otros camaradas. Mi primera impresión al encontrar a Gheorghiu Dej en el aeropuerto fue buena, no sólo porque había oído a los soviéticos hablar bien de él, sino también porque tenía fama de viejo comunista que había «padecido» en la cárcel «Doftana». Más tarde conocimos un suceso de su vida. Durante el tiempo que permaneció encarcelado en la «Doftana», se produjo un terremoto en Bucarest [1] y guardianes y detenidos, comunes y políticos, salieron huyendo presas dél miedo. Sólo Gheorghiu Dej no sé movió de la cárcel y cuando volvieron los guardianes y le encontraron dentro le preguntaron asombrados: «¿Tú no te largaste?». «No, -les respondió Dej-, yo respeto la ley».

    Dej era un hombre de elevada estatura, ojos; cejas y pelo negros, bien vestido, sonriente y que daba la impresión de ser un «perijan» cómo llamamos en Gjirokastra a la gente que es enérgica en los gestos y en las palabras, con una cierta presunción y orgullo por su persona, satisfecha de sí misma por lo que dice y lo que hace. Anna Pauker por su parte era una persona de naturaleza más tranquila que la de Dej, aunque parecía enérgica. Era una mujer corpulenta, de facciones gruesas, y parecía haber sufrido en la cárcel más que Dej, tenía los cabellos encanecidos y cortados, como dicen, a la gargonne*.

    Subí junto con Dej a un gran automóvil soviético ZIS. También los demás subieron a los coches. Cuando lo hice yo el chófer me abrió la puerta y no me di cuenta de que el automóvil era blindado. Lo vi al salir y abrir la puerta desde dentro. No había tenido ocasión de ver nunca una cosa así, sólo había leído en revistas y libros que estos automóviles eran utilizados por los reyes y dictadores para defenderse de los atentados, así como por los gangsters para protegerse de los ataques de la policía. Cuando penetré en él, no me pareció encontrarme en un coche, sino en un verdadero arsenal: tanto a mi lado como al de Dej teníamos sendas automáticas alemanas con dos cargadores de reserva cada una, a mis pies y a los de Dej otras dos automáticas alemanas con sus respectivos cargadores y, con toda seguridad, el guardia y el chófer llevaban lo mismo.

    Le dije a Dej bromeando:

    Podemos combatir veinte días con estas armas, es como si estuviéramos en la torre de Oso Kuka [1] y le expliqué en un momento quién era Oso Kuka. Pero me dije a mí mismo: «Ya quisieran ser como Oso Kuka, que combatió como los hombres y no se entregó». Mi impresión no era buena, no porque Dej hubiese pensado en tomar medidas defensivas sino porque eran excesivas. Mostraban o que los camaradas rumanos eran tan cobardes que no les llegaba la camisa al cuerpo, o que la situación en su país no era ni mucho menos tranquila, como querían aparentar.

    Cuando le hice a Dej la observación «sobre el arsenal», me respondió:

    ¡Debemos ser vigilantes!
    «De acuerdo que debemos ser vigilantes, me dije, pero no temer al enemigo. Somos nosotros quienes debemos atemorizarle a él y hacerle temblar.» Según parecía, en Rumania el enemigo no había recibido leña como en nuestro país. En él trayecto del aeropuerto a Bucarést, Dej me dijo:

    No entraremos en la ciudad, iremos a una casa en el campo, fuera de Bucarest, donde hemos tomado medidas para establecerles ya que están de incógnito y Vishinski no ha llegado aún. Le esperamos mañana o a lo sumo pasado mañana. Donde nos dirigimos -prosiguió Dej— es una familia muy segura, una antigua base en la que yo he estado antes de la liberación. El hijo es comunista y la abuela una vieja muy cariñosa y callada. Estará allí muy bien.

    Para mí no tiene ninguna importancia —le dije—. Donde hayan decidido que me quede, estaré muy bien.

    A pesar de ello el asunto me sorprendió y me pregunté a mí mismo: «¿Tan mal están éstos en la ciudad que no me llevan allí a algún apartamento? ¿Tan inseguros están que no me pueden proteger a mí que no me conoce nadie, o acaso quieren mantener riguroso secreto sobre la reunión?» Pero tampoco estos últimos interrogantes me resultaban convincentes.

    Llegamos a la casa. Se trataba en efecto de una casa de campo, en medio del llano, pequeña pero agradable tanto por fuera como por dentro y rodeada de árboles y flores. En la puerta nos esperaban el hijo y la madre, ambos muy simpáticos, ella de alrededor de 60 años y él hijo en torno a los cuarenta. Entramos, dentro todo estaba limpio, las paredes encaladas, todo amueblado con gusto, a la rumana. Dej les dijo a los dueños de la casa que yo era un camarada suyo muy próximo, que sería su huésped por un tiempo muy breve, etc. Ellos, contentos, le respondieron en su lengua que yo -comprendía algo por el italiano y el francés. Al marcharse Dej, Chuvakin se dispensó diciendo que debía ir a la embajada soviética a tratar con el embajador sobre lo que debía hacer y que regresaría a ponerme al corriente.

    De modo que me quedé solo con los dueños de la casa y con un traductor de francés que me dejó Dej.

    Después de comer junto con mis anfitriones me fui a des-cansar. Todo en aquella casa de campo era limpio, tranquilo, simpático. Esto me quitaba el mal humor por haberme quedado solo, pero además me permitiría que en la tranquilidad de la noche clasificara los materiales y las ideas que presentaría en la reunión con Vishinski y Dej. Durante la comida y después de la siesta aproveché la conversación de los dueños dé la casa para enterarme de la situación en el país, en la medida en que ellos la conocían y pudieran responder a mis preguntas.

    La situación no está todavía completamente clara —dijo la mujer—, pero la dominamos nosotros. Expulsamos al rey y liberamos el país gracias al Ejército Rojo de Stalin. Ganamos además otra cosa, que no se nos quemó ni se nos asoló el país, a excepción de unas cuantas cosas; nuestra industria está en pie. Nuestro país es fértil, y de ahora en adelante será, aún más fértil y floreciente. A decir verdad -continuó la anciana—, la economía no está aún en manos de. nuestro estado, los capitalistas continúan estando en pie, los grandes y medianos comerciantes poseen y explotan libremente sus riquezas y se mantienen bien, independientemente de que nuestro estado les ha establecido impuestos.

    «Vamos, le digo a Dej —prosiguió la anciana— cuando tengo ocasión de verle, ¿qué estáis haciendo? ¿Todavía dejáis actuar a éstos y a los propietarios de las tierras que nos han chupado la sangre, que eran el sostén de los alemanes y de Joheranu [1] y el conducátor* (Antonescu) [2], que mandaron a nuestros muchachos a Rusia, asesinaron a los rusos e incendiaron ese país?» «Ten paciencia, -me responde Dej-, todo llegará a su tiempo.»

    Así transcurrió una parte del tiempo hasta el día siguiente al anochecer cuando Uegó Dej y me recogió para marchar a Bucarest. Los dueños de la casa y yo nos separamos como buenos amigos. La anciana me besó, me regaló un pequeño jarrón de madera labrada por ella misma durante el invierno y me dijo:

    ¡Vuelve alguna vez, no nos olvides!

    Aún hoy, después de tantos años, no he olvidado a esta buena y sencilla gente del campo rumano, sólo que desconozco sus nombres, ellos no me los dijeron y yo no pregunté, respeté las «reglas» del incógnito qué había establecido Dej.

    En el automóvil, éste me dij o que Vishinski llegaría al día siguiente y que yo junto con Chuvakin me alojaría en el que había sido palacio del rey.

    Me há sucedido como a los personajes de los cuentos dé los hermanos Grimm, ¡de la choza del campesino al palacio del rey! -le dije a Dej—. Por favor no me lleve allí, no me gusta, no es para mí ese lugar, deseo establecerme en un apartamento en medio de la ciudad, en medio del pueblo, nadie me conoce y no existe ningún peligro para mí.

    No —dijo Dej—, te quedarás allí, ayer fue una vergüenza para nosotros dejarte fuera de la ciudad, además la reunión se celebrará allí, tiene todas las comodidades.

    Protesté nuevamente y le dije:

    Para mí fue un gran honor alojarme con aquella sencilla y simpática familia y rio tienen ustedes por qué avergonzarse.

    A pesar de todo, quisiera o no, debía ir.

    Llegamos a uno de los famosos» palacios de los reyes rumanos. Este no era uno de los grandes. Se trataba de una construcción de considerables dimensiones, con grandes galerías con columnas, rodeada de muros, con algunos pequeños parterres de césped entre los cuales, aquí y allá, asomaban algunas flores, como si hubieran sido sembradas por una mano que. no se había ocupado nunca de ese trabajo. Nos condujeron a algunas habitaciones desnudas a las que no se podía calificar ni de grandes ni de pequeñas; para ir al baño había que salir al corredor. Resultaba evidente que se trataba de. un palacio abandonado, sobre todo las habitaciones altas. A la construcción no sólo no le daba apenas el sol, sino que además faltaba la luz eléctrica y el agua. En la planta baja había salones algo mejor arreglados, al parecer habían cuidado mejor de ellos porque allí se alojaría Vishinski y se celebraría la reunión.

    No tuvimos nada que hacer durante todo el día. Le planteamos a Dej salir a ver la ciudad de Bucarest. El estuvo de acuerdo y nos propuso dar un paseo por la ciudad e ir a la sede del Comité Central.

    Allí le presentaré a un camarada del Buró Político —dijo Dej—, uno de nuestros mejores camaradas, Kishinievski. Es un soviético de Bucovina, combatió en Rumania y nos ayudó, y después de la liberación yo le pedí a Stalin que permitiera que Kishinievski abandonara la ciudadanía soviética, adquiriera la rumana y le retuviéramos aquí. Stalin aceptó y así se hizo.

    Según atravesábamos las calles de Bucarest, en parte a causa de la velocidad del automóvil, y obligado por otro lado a escuchar lo que decía el traductor de Dej, no pude ver muchas cosas, aunque por lo que pude observar las calles parecían limpias, con verdor, ninguna ruina, ninguna destrucción de la guerra, las tiendas llenas, los escaparates repletos.

    Y tal como me sucedía siempre que estaba lejos de la patria, también esta vez pensé en mi país incendiado y asolado por la guerra; según veía los comercios repletos de Bucarest, pensaba en las tiendas vacías de nuestras ciudades, pero nunca caí en la desesperación. «También nosotros tendremos de todo, lo crearemos nosotros mismos, nuevo, hermoso, nosotros y estamos orgullosos de haber luchado con heroísmo contra los enemigos, de conquistar la libertad derramando sangre sin esperar a que nadie nos la regalara.»

    Cuando llegamos a la sede del Comité Central Dej abrió una puerta sin llamar y nos introdujo en una habitación. En un ángulo había una pequeña mesa en la que escribía sentada una persona, que se levantó, se dirigió a nosotros, nos dio la mano y se presentó. Era Kishinievski. Se trataba de un hombre de pequeña estatura, de cuerpo y rostro enjutos, con, unas gafas negras que, al quitárselas, dejaron al descubierta dos ojos brillantes, inteligentes. Apenas encontró espacio en la habitación para disponer algunas banquetas para nosotros, no porque la habitación fuera pequeña sino porque estaba llena de paquetes apilados en grandes montones, tirados por el suelo como los ladrillos que descargan los camiones ante los edificios en construcción. Eran billetes de banco. Bromeando le dije a Dej:

    Continuo viviendo entre maravillas de cuento. Al parecer nos encontramos ahora en la cueva de Alí Babá y no en la sedé del Comité Central.

    Dej nos explicó que los billetes habían sido retirados; del Banco porque allí no estaban seguros, podían ser robados por los funcionarios, quienes, según dijo, eran de los viejos y no ofrecían ninguna garantía. Por tanto, a pesar de su vanagloria, en él país proseguía la inseguridad aunque Kishinievski no dejara de hablamos sobre el «heroísmo» de los comunistas rumanos, y nos dijera que el partido lo tenían bien organizado y «fuerte». Respecto a las «grandes hazañas» de Dej, después, de la cena nos las relataría él -mismo.

    Tras cenar con Dej en nuestra nueva «residencia», nos contó entre otras cosas como obligaron a abdicar al rey Miguel. Sabía que el rey en cuestión era uno de los más infames y fracasados de Europa. Era hijo de Carlos II, que no fue más que el rey de los escándalos, opresor dél pueblo; proitaliano y proalemán. Esta especie de rey no tenía nada de rumano, ni en la sangre, ni en las vestiduras. No tenía más que el respaldo de los fascistas y de los grandes latifundistas rumanos y una de sus principales mantenidas era Lupescu.

    Su hijo Miguel era exactamente igual que el padre, se le ajustaba perfectamente la expresión «de tal palo tal astilla». A pesar de ello esta especie de rey de carnaval hizo lo que hizo y recibió la más alta condecoración soviética de guerra, la Orden de la Victoria, que sólo Eisenhower y Tito tenían entonces entre los extranjeros. Tito al menos había combatido en aquel tiempo y los guerrilleros yugoslavos se habían distinguido en la lucha. Pero los rumanos ¿qué hicieron? Quemaron Ucrania, Odesa y otras ciudades soviéticas junto con los hitlerianos. Y Miguel ¿qué hacía entonces? Se divertía en sus palacios.

    Se trataba de un oportunismo inadmisible por parte de los soviéticos. A este despojo no sólo no se le debía dar la Orden! de la Victoria, sino que no se debía pensar en darle medalla alguna, incluso la más insignificante. ¿Se le concedió la medalla por no resistir el ataque del Ejército Rojo? Pero ¿qué podía hacer este canalla? Levantar las manos, como lo hizo. ¿Por eso debía dársele la Orden de la Victoria? ¿Porque levantó las manos? Esto no se podía tragar.

    Le expresé a Vishinski estas ideas que me golpeaban en la cabeza como martillazos tras la reunión, en conversación libre con él, cuando nos contó cómo había sido recibido en audiencia por Miguel, cómo Vishinski fue vestido de frac con «faldones», y cómo el rey le condecoró y él (Vishinski) había cogido la medalla y se la había puesto... por detrás, en los faldones del frac.

    Por la tarde, en el pequeño jardín del palacio del ex rey Miguel, hablando sobre su «lucha» contra este rey, Dej nos contó la historia de cómo él y Petru Groza, entonces primer ministro, prepararon la abdicación de aquél y el derrocamiento de la monarquía rumana.

    Nos dijo que el rey disponía de una parte del ejército mandado aún por generales adictos a él. Vivía en su palacio real en Bucarest junto con la reina madre y una serie de mantenidas. El palacio era guardado por soldados y altos oficiales, fieles a él.

    Aunque no tenía nada en sus manos -dijo Dej—, continuaba siendo un gran obstáculo para nosotros, ya que de-bíamos atenernos a los preceptos de la Constitución en relación con él, así como a los artículos del acuerdo que se firmó con los soviéticos. Pero finalmente lo asumimos todo y decidimos imponerle la abdicación. Hablé antes con Groza, quien lo aceptó, sólo que se inclinaba hacia la idea de que no debíamos agravar la situación, sino hacerlo «por las buenas». Yo elaboré el texto de abdicación —relataba Dej— Groza introdujo algunos cambios formales, y él como primer ministro y yo como secretario del Partido Comunista Rumano, solicitamos audiencia al rey, que nos la concedió.

    Me dirigí con Groza al palacio en automóvil. Estaba rodeado por oficiales flamantemente uniformados. Penetramos en el interior y subimos las escaleras, a ambos lados de ellas se habían alineado altos oficiales vestidos con correajes, adornados con filigranas, condecoraciones, el cabello lleno de brillantina, que resplandecía a causa de los candelabros y las lámparas del palacio: Se mostraban arrogantes y nos miraban sombríos, pero estaban obligados a respetarnos porqué sabían que teníamos. el poder. Nosotros ascendimos las escaleras con aire grave, Groza llevaba en la mano la cartera con el documento en cuestión.

    El general ayudante del rey —continuaba Dej- nos introdujo en un salón y nos pidió que esperáramos, después, tras cierto tiempo, nos condujo a la sala del trono, según la llamaban. No estaba el rey, sino la reina madre que se puso en pié y nos saludó. Groza le besó la mano, yo no —dijo Dej—. Comenzamos hablando de la lluvia y del sol hasta que se dignara a venir el rey, cuyo sillón estaba a mayor altura que el de la madre, que a su vez era más alto que el nuestro. La madre del rey era una vieja puta -dijo Dej—, pero también astuta como una zorra, sabía maniobrar.

    Entró Miguel y nos dio la mano. Era como una ternera perfumada que cuando hablaba resoplaba como un toro. Groza comenzó la conversación con preámbulos. Yo —contaba Dej— apenas me podía contener, pero qué le iba a hacer. Al fin y al postre Groza entró en el tema y le soltó la «bomba». Miguel escuchaba y cuando Groza acabó, dijo con brutalidad: «No pienso abdicar de ninguna manera, yo soy rey por la voluntad del pueblo y sólo el pueblo tiene derecho a deponerme», etc., etc. La reina escuchaba y movía la cabeza, en dirección a su hijo, aprobando su decisión.

    Groza comenzó nuevamente con su «política», pero el «toro» resoplaba y no aceptaba. La madre propuso que descansáramos un rato y que ambas partes, reflexionáramos. Así lo hicimos, nos reunimos de nuevo y de nuevo los mismos argumentos. La madre, de Miguel, con su zorrería, intentó imponemos algunas concesiones para posponer aún durante algún tiempo este hecho inesperado. Nosotros no aceptamos, pero tampoco ellos lo hicieron y el rey, después de pedimos excusas, salió. Le dábamos vueltas a la sesera: pensando por qué había salido y teníamos razón al hacerlo, porque había telefoneado a la guardia para que nos arrestara cuando saliéramos y con el fin de que las fuerzas situadas en torno al palacio y en la ciudad dieran un golpe de mano. Pero nosotros
    —continuó Dej— habíamos previsto esto y habíamos establecido un cerco al cerco.

    Cuando el rey volvió al salón le indiqué con una seña a Groza que le alargase el documento y se lo presentase para firmar. Entonces tomé la palabra yo y en tono grave le dije que debía firmar porque de lo contrario le derrocaríamos por la fuerza.

    No debes tener ninguna ilusión
    —relataba Dej—, no debes dar ninguna orden, le subrayé al rey, todo será inútil para ti porque hemos tomado todas las medidas necesarias en torno al palacio y a tus adeptos.

    Se retorció un rato y finalmente sé sentó y firmó la abdicación. Así terminó la monarquía. El rey, como un toro herido volvió a salir, seguramente para anular la orden que había dado, y cuándo nosotros salimos del palacio, por las escaleras vimos nuevamente a los mismos oficiales, sólo que ahora no arrogantes sino desesperados, algunos estaban sentados en los escalones, otros se habían quitado los uniformes, otros aún, sostenían la cabeza entre las manos. Nosotros
    -dijo Dej— íbamos a través de ellos con la cabeza alta y el documento en la cartera.

    «Brillante victoria sobre un rey fracasado», me dije cuando Dej pronunció estas palabras lleno de orgullo. Pero aún no había acabado con la historia del rey de la reacción.

    Acordamos con él el día de su marcha de Rumanía —continuó relatando Dej— y, según su deseo, le permitimos que se llevara consigo su riqueza personal y algunas personas que le servían, entre ellas dos o tres de sus queridas. Antes de marcharse solicitó ir al palacio de Sinaya a recoger algunos objetos personales. Se lo permitimos. Había acumulado allí un gran número de relojes de los que se llevó las cajas de oro y los rubíes. Les hicimos partir en tren hasta fuera de nuestras fronteras, escoltados por nuestros guardias. En territorio rumano ni él ni su séquito hablaban, pero cuando el tren salió a territorio extranjero, él comenzó, en presencia de nuestros guardias, a insultarnos a nosotros, a nuestro régimen, a los guardias, etc. Pero allí —dijo Dej— ya no podíamos hacerle nada.

    Habérselo hecho cuando estaba dentro —le dije yo—, pero dejasteis que el «pájaro» se os escapara de -las manos.

    Pero también nosotros —dijo Dej con presunción— le hicimos de todo, a él y a la reacción. A él le obligamos a abdicar y a que se marchara vencido y avergonzado. También a la reacción le hemos dado lo suyo. Era arrogante, pero también nosotros hemos sido arrogantes con ella. Incluso cuando todavía era poderosa la desafiábamos. Yo iba solo,- junto con un guardia —se envaneció Dej—, a todos los locales (cafés) donde tenían su centro y me sentaba con la pistola al cinto para decirles: «Los dueños del país somos nosotros, los comunistas, y no vosotros».

    Escuchando a Dej comparaba entre ellos y nosotros. ¡Qué lejos estábamos de ellos! Allí la lucha de clases aún no había comenzado. La historia del rey Miguel, que tan largamente nos contó Dej, mostraba con claridad esta situación. Pero lo observaríamos nosotros mismos aún mejor y más concretamente cuando visitáramos a pie algunas calles de Bucarest.

    Le di las buenas noches a Dej y junto con Chuvakin subí a dormir a las habitaciones que nos habían asignado, ya que al día siguiente vendría Vishinski y comenzaría la reunión.

    La habitación donde dormía comunicaba con otra a través de una puerta. La abrí para averiguar qué había al otro lado. Era una gran habitación vacía, completamente desnuda, sólo en un rincón había una mesa, encima de la cual un libro grande y lujoso. Me acerqué y hojeé el libro con cubiertas doradas. ¡Era un álbum real! Toda la dinastía de los reyes, reinas y príncipes rumanos estaba allí. Tomé el álbum bajo el brazo y llamé a la puerta de Chuvakin.

    Te he traído un libro —le dije— por si no tienes qué leer para conciliar el sueño. El rey de Dej se llevó los relojes, pero olvidó esto, míralo y dáselo mañana a Dej para que se lo envíe por correo a Miguel que es a quien le hace falta, a nosotros no nos vale ni como papel higiénico, no es adecuado.

    Reí a carcajadas con Chuvakin. Junto con el álbum se cerró la historia del rey Miguel de Rumania. Un día después comenzaría la historia de otro rey, nuevo, que se estaba erigiendo, el rey Tito de Yugoslavia.

    Al día siguiente llegaría Vishinski desde Moscú. Para todos nosotros el nombre y la personalidad de Vishinski eran grandes y conocidos por el importante papel que había jugado como procurador general en los procesos de Moscú contra los trotskistas, bujarinistas, derechistas y otros traidores a la Unión Soviética. Durante la guerra había caído en mis manos una traducción francesa del desarrollo de los procesos de Moscú y había tenido la posibilidad de estudiar la actividad criminal y la traición de estos enemigos jurados del comunismo. Allí se reflejaba cabalmente y se desenmascaraba por completo su culpabilidad y su colaboración secreta con los enemigos exteriores de la Unión Soviética. Todo era convincente y las afirmaciones de los enemigos externos acerca de que las declaraciones de los criminales habían sido supuestamente extraídas por la fuerza y mediante torturas, son calumnias. Nuestra lucha contra los enemigos internos, los procesos judiciales que se desarrollaron en nuestro país después la guerra contra los enemigos del pueblo, la lucha que iba desarrollado nuestro Partido contra los elementos trotskistas, todo ello fortalecía aún más nuestra confianza en la lucha justa e implacable que había emprendido el poder en la Unión Soviética contra estos criminales.

    Los enemigos externos e internos de nuestros pueblos, han utilizado las formas y métodos más inhumanos cuando detentaban el poder. Naturalmente los enemigos externos defenderían a sus amigos en el interior de nuestros países, y nuestra tarea ha sido y continúa siendo aplastar a los enemigos del pueblo y privarles de toda posibilidad de acción contra la obra constructora del pueblo.

    Esto es lo que hizo el poder soviético por medio de los procesos de Moscú. En ellos Andrei Vishinski, jurista y marxista-leninista destacado, jugó un importante papel. Demostró capacidad, agudeza, inteligencia, valor y firmeza en esta importante tarea. Con su perspicacia y su lógica vigorosa, sobre la base de un profundo análisis dialéctico marxista-leninista, desentrañó todos los aspectos oscuros de los problemas, las intrigas, los planes de los enemigos que se sentaban en el banquillo de los acusados, pero también de los que desde el exterior manipulaban los hilos dé esta terrible y peligrosa red de agentes. Era precisamente este método infalible de desentrañar las cuestiones el que asombraba a los enemigos externos y a sus agencias de espionaje al ver descubiertos sus planes secretos y les obligaba a calumniar, y a afirmar en su propaganda que todo, cada afirmación, cada declaración de los acusados, había sido arrancada «por medio de las torturas, de las drogas», etc. [...]

    A continuación Vishinski nos demostró cómo los renegados dirigentes yugoslavos atacaron, tergiversaron los principios básicos, universales, del marxismo-leninismo y cómo enmascararon estas desviaciones con el pretexto de estar aplicando los principios marxista-leninistas «a las condiciones concretas de la postguerra» en Yugoslavia. [...]

    En su intervención, Dej puso de manifiesto entre otras la gran peligrosidad dé esta agencia de criminales y asesinos, hizo una interpretación de las decisiones conjuntas que habían adoptado en la Oficina de Información, mostró la arrogancia de los «camaradas» yugoslavos en esta reunión contra el PC de Francia y el de Italia, etc. Además de otras cosas mencionó algunos episodios de su primer viaje oficial a Yugoslavia y su primera entrevista con Tito.

    Tito —dijo Dej— se comportó con nosotros de forma despreciativa y evidenciando esto desde los primeros encuentros. Pretendía menospreciar nuestra lucha de liberación nacional, nos recibió adoptando una gran pomposidad para imponerse a nosotros con sus trajes, sus condecoraciones, sus anillos en los dedos y sus palacios. Al ver esta situación —dijo Dej— yo «me armé de coraje» y en una conversación le dije a Tito: «Tanto tú como yo somos obreros y comunistas, hablemos sencilla y directamente sobre los problemas que nos preocupan», etc., y él -continuó Dej— aparentó estar dé acuerdo, pero su vida lujosa de antimarxista megalómano y burgués era ya una realidad viva y él no podía separarse de esta forma de vivir. A tal punto llegaron las cosas, qué Tito nos llevó a mí y al ministro de Asuntos Exteriores de Rumanía (que era un burgués, y más tarde fue destituido y condenado), a qué visitáramos los establos de los caballos; Nos condujo él mismo Tito vestido con uniforme negro y botas y el pecho lleno de condecoraciones. Cuando nos acercamos a las cuadras —señaló Dej—: le gritó a uno de sus oficiales «secér secer»* y el Oficial le trajo un gran cuenco con azúcar donde Tito metía la mano, dando seguidamente de comer a los caballos.

    Cuando nos separamos de Tito y nos marchamos de su país, tras subir al automóvil, mi ministro del Exterior -prosiguió Dej— me dijo confidencialménte: «Camarada Dej, Dimitrov es un comunista y un buen hombre, pero con Tito se puede ir al comunismo hasta el fin». Tasó a Tito el burgués -finalizó Dej-. [...]

    Yo quedé muy satisfecho, primero porque esclarecimos las cosas, pero también por la positiva valoración que hizo Vishinski del trabajo de nuestro Partido.

    Al día siguiente de finalizada la reunión, Chuvakin y yo le pedimos permiso a Dej para visitar en automóvil y a pie la ciudad de Bucarest. Dej aceptó con satisfacción nuestra solicitud. Al parecer se había levantado la «clandestinidad» de mi visita. Subimos a los automóviles después de desayunar y emprendimos la excursión. Cruzamos de punta a punta Bucarest, nos detuvimos junto a algunos lagos de gran belleza, llenos de árboles y flores en sus orillas, que la ciudad poseía en gran número. En los alrededores de uno de ellos había bonitas villas, palacios y entre ellos otro palacio real. La burguesía rumana oprimía al pueblo y se divertía llevando una vida opulenta a costa de la sangre de éste. Rumanía era un país rico, exportaba cereales mientras el pueblo no tenía pan, para comer. Poseía yacimientos petrolíferos y se distinguía por la famosa zona petrolífera de Ploesti, pero esta riqueza pertenecía a la burguesía rumana y a los consorcios extranjeros del petróleo.

    Rumanía poseía en el pasado un comercio bastante desarrollado con diversos países capitalistas y amplias relaciones con ellos, la influencia del capitalismo, del modo de vida capitalista, había introducido en el país la degeneración política y moral. Reinaba en él la corrupción, el soborno, los cabarets; las componendas. Los comerciantes albaneses de antaño, sobre todo korgarés, habían encontrado también sus rincones en Rumanía. Lograron hasta cierto punto enriquecerse. Familias procedentes de Korça habían emigrado en busca de trabajo o perseguidos por los griegos. Esta pequeña colonia de albaneses, muy activa y con sentimientos patrióticos y combativos en pro de la causa de la liberación de Albania, se transformó en uno de los centros más ardientes de la causa nacional y de allí surgieron destacadas personalidades, progresistas y de excepcional talento como Victor Eftimiu y otros.

    Los rumanos llamaban a Bucarest el «pequeño París»; Yo había leído el libro de Paul Morand [1] sobre la capital rumana. Como ya dije antes, cuando se veía esta ciudad daba la impresión de que no supiera lo que era la guerra, de que ni la más pequeña bomba la hubiera golpeado durante la Segunda Guerra Mundial. No se veía ninguna ruina, ningún escombro, ningún daño. ¡Qué diferencia con nuestras pobres ciudades! Estas habían sido bombardeadas e incendiadas por los italianos, los alemanes e incluso por los «aliados» ingleses.

    Parecía que aquí, en Bucarest, no se había dado un solo tiro, que sólo se habían puesto las manos en alto.

    Cuando salimos a la calle más bonita y con más movimiento de Bucarest, donde hervía el comercio, dejamos los automóviles y caminamos a pie. Nos acompañaba un miembro del Comité Central y unos cinco o seis camaradas del servicio de seguridad.

    ¡Qué es lo que no había allí! Las tiendas estaban llenas de mercancías que saltaban inmediatamente a la vista, tan lujosas eran; cada una contenía productos de una especialidad concreta como pieles de marta, de zorro y toda clase de pieles de lujo; había suntuosas tiendas de zapatos, de maravillosas porcelanas, de telas, de ropa confeccionada, librerías. Todos los escaparates resplandecían a causa del lujo y los anuncios llamativos. Parecía que estuvieras no en una ciudad que hubiera salido de la guerra, sino en los Campos Elíseos parisinos antes de ella. Y todo aquello era todavía propiedad de la burguesía rumana, estaba en sus manos, era ella quien hacía la ley en el comercio. Chuvakin y yo mirábamos los escaparates con curiosidad y asombro. Yo, como siempre, pensaba en las tiendas vacías de Tirana, pero también Chuvakin pensaba en las de Moscú que, con seguridad, no estaban repletas como aquí. Preguntamos al camarada rumano que nos acompañaba:

    ¿Son del estado estos comercios?

    No, éstos aún no están nacionalizados —nos respondió—. Pero por favor entren en alguno de ellos y veámoslos por dentro.

    Nos rogaba que entráramos cuando nos deteníamos ante algún escaparate, pero nosotros no cumplíamos su deseo. Más tarde comprendimos la causa de la preocupación del camarada rumano. Había recibido la orden de Dej de que eligiéramos lo que quisiéramos en las tiendas en que entráramos y de que no nos dejara pagar. Serían regalos del CC del PC Rumano. Finalmente entramos en una tienda que, según nos dijo nuestro acompañante, estaba asociada con el estado. Se trataba de un establecimiento grande y lujoso. Nosotros entramos, naturalmente para ver, para complacer al camarada rumano que se había cansado pidiéndonoslo, y no para comprar. Observamos que hablaba aparte con el director del almacén y con seguridad le encargó que nos sirviera. Entonces él y el vendedor se desvivieron por darnos gran cantidad de cosas, pero nosotros no aceptamos todo lo que nos ofrecían. Yo elegí un cuchillo y unas tijeras para abrir libros y una carpeta de piel para el escritorio. Chuvakin eligió también algo parecido. ¡Cumplimos el deseo dél camarada rumano!

    Al salir de la tienda nos sentamos a descansar en una gran cafetería. Había allí mucha gente que se hacía notar por el lujo de su indumentaria. Nos miraban con curiosidad, con el rabillo del ojo; a nosotros no nos conocían, pero conocían sin duda a la gente del servicio de seguridad que nos acompañaba. Se trataba de una de aquellas cafeterías sobre las que Dej nos dijo que eran frecuentadas por los burgueses y donde él «con la pistola al cinto y rodeado de agentes de seguridad, entraba y les provocaba dentro de sus propias guaridas».
    ¡Iba a «provocarles» al café?! ¿Pero qué les importaba a ellos esto cuando tenían en sus manos la economía, el mercado, la riqueza? Esto me escandalizaba y me hacía pensar: ¿Qué clase de comunistas son éstos? ¿Qué clase de socialismo es éste?

    Pocos años después mostrarían plenamente lo que eran: Dej, este «riguroso combatiente» contra Tito, en cuanto Jruschov cambió de camisa, fue el primero en hacerse defensor y sostenedor del primero.

    Cuando regresamos al palacio, en la cena de despedida con los camaradas rumanos (al día siguiente regresaríamos a la patria), les hablé de las muy buenas impresiones que teníamos sobre Rumanía, él pueblo, la gente. Pero hablé también sobre nuestra experiencia y puse de manifiesto mi asombro en forma de preguntas:

    ¿Por qué no expropian a los burgueses, sino que permiten que exploten al pueblo? Dej me explicó que «todo se hará en su momento, porque la situación aquí es distinta de la de ustedes» y otras teorías.

    Al día siguiente nos separamos de Dej, Anna Pauker y otros camaradas rumanos que nos despidieron en el aeropuerto.

    Notas:

    [1] El 10 dé' ñóviémbre- de 1940

    * Francés en el original

    [1] Comandante de un destacamento de voluntarios albaneses en los años 60 del siglo XIX. Luchando en defensa de las tierras albanesas en una torre cerca del lago de Shkodra, cercado por bandas montenegrinas, voló la torré para no caer en sus manos, sacrificándose junto con sus 23 compañeros y causando graves pérdidas a los enemigos montenegrinos.

    [1] Codreanu Corneliu — Zelea, político fascista rumano.

    * Rumano en el original.

    [2] General, dictador fascista de Rumania de 1940 a 1944.

    * En serviocroata — azúcar, azúcar.

    [1] Escritor francés

    La lucha contra el titismo, una necesidad histórica

    [...] Pero, como en todos los campos, tampoco en la actitud hacia la camarilla de Belgrado limitó Jruschov su negra obra a dar «ejemplo personal». Pronto llegó el momento en que mediante órdenes y dictados cortantes Moscú Nos exigió qué interrumpiéramos nuestra lucha de principios, nos sometiéramos y nos abrazáramos con Tito. Rechazamos esto con indignación y no aceptamos ni por un solo instante actuar al margen de la verdad. Incluso, tal como he aclarado detalladamente en el libro de memorias Los Jruschovistas, la actitud ante los renegados de Belgrado se transformó para nosotros en una de las piedras de. toque para distinguir quiénes eran los nuevos dirigentes que habían tomado el poder en la Unión Soviética después de la muerte de Stalin, quiénes eran también los dirigentes de los demás, partidos que cambiaron, de camino inmediatamente después de que el revisionismo jruschovista saliera a la luz*.

    Los acontecimientos rodaron velozmente y las dos partes, los jruschovistas y los titistas, en colaboración y unidad, tramaron planes y comenzaron su actividad para transformar la situación en el movimiento comunista y obrero internacional y sobre todo en los países de democracia popular, en favor de los objetivos revisionistas de Jruschov y del agente del imperialismo, Tito. Desgraciadamente esta febril actividad antimarxista dio sus amargos frutos en los partidos de los demás países. Se confirmó que no habíamos sido nosotros, sino los demás partidos quienes se habían dejado llevar por la corriente en 1948 cuando también ellos «desataron» el ataque contra Tito y su gente, junto al PC Bolchevique.

    El mismo Dej que tiempo atrás se ufanaba dé su «valentía» con la pistola al cinto con un rey caído de la higuera, el mismo Dej que presentaba informes en el Kominform para desenmascarar a la dirección revisionista yugoslava, fue uno de los primeros que corrió a pedir disculpas a Tito. Lo mismo hicieron los polacos, quienes, entre otras cosas, sacaron de la cárcel al viejo titista, al tristemente célebre Vladislav Gomulka y le colocaron directamente en el puesto de secretario general del POU Polaco, para introducir a toda prisa a Polonia en el camino del caos completo y dramático; lo mismo hicieron los húngaros, por supuesto los búlgaros, y por turno todos los demás. Se confirmó así muy pronto la conclusión de nuestro Partido de que, si no se combatía al revisionismo con todas las fuerzas y de modo constante, la plaga yugoslava se abatiría también sobre los demás, como en efecto sucedió.

    Notas:

    * Véase: Enver Hoxha. Los jruschovistas (Memorias). Ed. en. español, pág. 107. Tirana, 1980.


    Última edición por NG el Mar Abr 16, 2013 12:38 am, editado 5 veces
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    Mensaje por NG Dom Abr 07, 2013 11:42 pm

    Enver Hoxha
    Los Jruschovistas, memorias

    INSTITUTO DE ESTUDIOS MARXISTA-LENINISTA ADJUNTO AL CC DEL PTA, EDITORA «8 NENTOR TIRANA, 1984
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    La piedra de toque

    Los oscuros partidos se sometieron a la decisión de Jruschov y al deseo de Tito de que, detrás de Jruschov, los dirigentes de los partidos del campo socialista fueran a Belgrado a besar la mano y pedir perdón a Tito. Allí fueron los Dej y compañia, nosotros no. Nosotros continuamos la lucha contra los revisionistas. Fue vana la visita de Levichkin, embajador soviético en Tirana, para convencernos de que debíamos renunciar a nuestra oposición. [...]


    Respecto a la cuestión yugoslavan fue tomada la decisión de condenar la actividad antimarxista de la dirección yugoslava, nosotros no éramos miembros del Kominform. Pero Stalin, el Partido Comunista de la Unión Soviética y los demás partidos, miembros del Kominform, nos consultaron repetidas veces en aquel período y también escucharon con mucha atención nuestra opinión acerca de nuestras relaciones con la dirección yugoslava. Stalin y los otros camaradas hicieron esto no sólo porque éramos partidos hermanos y según las normas leninistas había que proceder a un amplio intercambio de opiniones, sino también por el importante hecho de que nosotros, dados los particulares lazos que manteníamos desde los años de la guerra con la dirección yugoslava, teníamos mucho que decir en tomo a ésta.

    Entre los numerosos encuentros y consultas sobre este problema, recuerdo aquel encuentro incógnito que tuve con Vishinsky en Bucarest, al que también asistía Dej, y donde intercambiamos nuestras opiniones acerca de la actitud común que debíamos mantener frente a la actividad traidora de la dirección yugoslava. Los numerosos hechos y argumentos incontestables que expuse en el curso de este encuentro fueron muy apreciados por Vishinsky y Dej, calificándolos de una valiosa contribución que aportaba nuestro Partido para el mejor conocimiento de la actividad hostil y antimarxista de los dirigentes de Belgrado.

    No es éste el lugar para extenderme acerca de este encuentro, del que guardo muchos recuerdos, mas si lo he mencionado es para indicar solamente con qué cuidado y sensatez procedía Stalin y el Kominform en sus análisis y en las decisiones que adoptaban.

    Era, de hecho, todo lo contrario a lo que estaba ocurriendo ahora con Jruschov y los otros dirigentes soviéticos. Los mismos que condenaban ahora al Kominform y a Stalin de haber actuado y juzgado en una vía incorrecta, violaban ostensiblemente las reglas más elementales que rigen las relaciones entre partidos, se hacían pasar por dueños indiscutibles que desoían totalmente las opiniones de los demás. Esto no podía dejar de desilusionamos e inquietarnos.

    Levichkin vino durante aquellos días a hacernos algunas otras visitas. Su centro, parece ser, le pedía con urgencia que nos persuadiera a renunciar a nuestras opiniones y a conciliarnos con las actitudes de Jruschov. Eran momentos delicados y difíciles. [...]

    El partido «padre» pretende dirigir

    Durante la guerra, a diferencia de lo que había ocurrido con los yugoslavos, o incluso con los búlgaros, que habían enviado en una ocasión a nuestro país a Belgaranov que nos puso en conocimiento de su trabajo en Macedonia y solicitó que contribuyésemos a organizar la lucha de los albaneses en el territorio «macedonio» ocupado por los nazifascistas, con los rumanos no habíamos tenido ningún contacto. Después de la guerra habíamos escuchado, de parte de los soviéticos, buenas palabras del partido rumano y de Dej, considerado un viejo revolucionario que había sufrido mucho en las cárceles de Doftana. Pero a decir verdad, cuando le conocí por primera vez en un encuentro que tuvimos para discutir el problema de los revisionistas yugoslavos, el cual he mencionado más arriba, sufrí una desilusión.

    No es el momento de hablar de mis recuerdos de este encuentro, pero sí quiero acentuar que por lo que vi y escuché en Rumanía y por las conversaciones informales que sostuve con Dej, la impresión que me produjeron el partido rumano y el propio Dej no fue nada positiva.

    Independientemente de lo que los dirigentes rumanos pretendían, en Rumanía no se veía la dictadura del proletariado y las posiciones del Partido Obrero Rumano no eran nada sólidas. Declaraban que estaban en el Poder, pero se veía claramente que quién de facto lo ocupaba era la burguesía. Esta tenía en sus manos la industria, la agricultura, el comercio, continuaba expoliando al pueblo rumano, viviendo en villas y palacios suntuosos. El propio Dej viajaba en automóvil blindado seguido de sus guardaespaldas, cosa que da una idea de lo «seguras» que estaban sus posiciones. La reacción en Rumanía era poderosa y de no ser por el Ejército Rojo quién sabe cuál hubiera sido el destino de este país.

    Durante las conversaciones que mantuve en aquellos pocos días en Bucarest, Dej me bombardeó con sus bravuconadas acerca de la «valentía» que habían demostrado obligando a abdicar al corrompido rey Mihael, al que no sólo no lo habían condenado por sus crímenes contra el pueblo, sino que lo habían dejado marchar al exterior, a Occidente, llevándose consigo sus riquezas y sus cortesanas.

    Eran sorprendentes las vanaglorias que el propio Dej se dedicaba a sí mismo, sobre todo cuando me mostraba cómo «desafiaba» a los reaccionarios, yendo a las cafeterías, que éstos frecuentaban, con la pistola al cinto.

    Desde este primer encuentro, pues, saqué una impresión desfavorable no sólo de Dej, sino también del partido rumano, de su línea, que no era sino una línea oportunista. Por eso, lo que más tarde ocurrió con Dej y su partido no me sorprendieron. Los cabecillas revisionistas de este partido han sido de lo más vanidosos que pueda concebirse, eran los fanfarrones que se jactaban en grandes dosis de una guerra que ellos no había hecho.

    Cuando emprendimos la lucha contra el grupo renegado de Tito, Dej se convirtió en «luchador ardiente» contra este grupo. En las reuniones históricas del Kominform, fue el encargado de presentar el informe principal contra el grupo Tito-Rankovich [1].

    Mientras la resolución del Kominform estuvo en vigor y Stalin vivió, Dej se mostraba un furibundo antititista. Pero cuando los traidores revisionistas con Jruschov a la cabeza usurparon el Poder en sus propios países y cometieron todas las traiciones que ya conocemos, entre otras hacer la corte a Tito, Dej fue uno de los primeros que cambió de casaca, que cambió de color como el camaleón. Todo lo que antes había sostenido lo borró de un plumazo, se autocrítico públicamente y al final marchó a Brioni para pedir públicamente perdón a Tito. Así, Dej recobró su verdadero molde, tal era en realidad, el de un oportunista con muchas banderas.

    Naturalmente después de la Liberación nosotros establecimos relaciones amistosas con Rumanía, igual que con los otros países de democracia popular. Por nuestra parte, deseábamos desarrollar lo más posible las relaciones con este país, especialmente con el pueblo rumano, y no solamente porque éramos dos países socialistas, sino también porque conservábamos un sentimiento particular de amistad y de simpatía suscitado por la ayuda que les había sido prestada a los patriotas albaneses del Renacimiento que vivían en Rumanía. Pero nuestros deseos y esfuerzos en este sentido no se concretaron en la medida que anhelábamos a causa del indiferentismo de la dirección rumana. Y esto tenía sus razones, que nada tenían que ver con nuestras posturas y deseos.

    Sea como fuera, las relaciones entre nuestros dos países evolucionaron de manera correcta, mas fueron relaciones totalmente formales. Los dirigentes rumanos no mostraron el menor signo de afecto y de amistad por un pequeño país socialista, como el nuestro, que tanto había luchado y se había sacrificado en el combate contra los ocupantes fascistas. Rumanía fue el país socialista que se mostró más indiferente hacia el desarrollo de Albania y el menos preocupado por vitalizar las relaciones entre nuestros partidos y Estados.

    Cuando fui más tarde a Rumanía con una delegación, vi en el curso de nuestras visitas muchas cosas interesantes; me mostraron los múltiples progresos registrados en la economía del país. Entre otros lugares visité Ploesti, que comparado con nuestra Kugova era un centro colosal de la industria petrolera. El proceso de la explotación del petróleo se atenía a los procedimientos más modernos, y recuerdo que Dej, en el último encuentro que mantuvimos, me dijo todo orgulloso que habían comprado a los norteamericanos una refinería de petróleo muy grande, de las más modernas. (Me dijo que la habían comprado con dólares en mano, pero como se pudo ver más tarde, aquélla había sido adquirida a crédito. Ya en aquel tiempo Rumanía «socialista» venía entablando sus tejemanejes con el imperialismo norteamericano.) Me hicieron visitar igualmente un centro siderúrgico que producía numerosos aceros, así como una serie de fábricas de todo tipo, granjas agrícolas modelo, un gran combinado de confecciones, etc.

    Me mostraron después, el «campo rumano», gran museo al aire libre, donde había un conjunto de construcciones rurales, con los enseres y los trajes característicos del campo rumano, algo muy original y muy bonito.

    Todo lo que vimos en el curso de nuestras vivistas fue de nuestro agrado, había muchas construcciones nuevas, pero la herencia del pasado era igualmente muy considerable. Los rumanos habían creado, cierto es, cooperativas agrícolas, mas el trabajo en este medio no marchaba muy bien; faltaba la dirección, la organización y el trabajo político. Como quiera que fuese, el país en su conjunto había hecho progresos y era obvio, como ellos mismos nos decían, que la ayuda soviética había sido muy grande en todos los sentidos, y esto hasta para la construcción del gran palacio donde, en la época de nuestra visita, era editado el periódico Scánteia y tenían lugar diversas actividades culturales.

    En cuanto a la ayuda a Albania, debo decir que hasta la ruptura de nuestras relaciones con los yugoslavos, ninguno de los países de democracia popular nos concedía el más pequeño crédito. Más tarde, también estos países, en diversos grados, nos prestaron una cierta ayuda. Hay quien, en un principio, lo hacía desinteresadamente, otro con fines premeditados y malicia y hay quien únicamente para cubrir el expediente, queriendo hacer ver su «solidaridad socialista» o incluso para decir a la Unión Soviética, de quien recibía grandes ayudas y créditos, «vea, también nosotros damos algo a Albania socialista. Cuando tengamos más le daremos más».

    Más de una vez hemos pedido créditos también a los rumanos, pero ellos o bien nos los han denegado o bien nos han dado algo irrisorio. En lo que se refiere a la experiencia, por ejemplo en el dominio del petróleo, de la industria y de la agricultura, la cosa quedaba en promesas, todo eran palabras, pues no nos dieron nada substancial. En materia de experiencia de partido o de construcción del Estado ni les hemos pedido ni hemos recibido de ellos ninguna ayuda.

    Pero, ¿por qué en los rumanos se hacía más acentuada esta actitud, independientemente de que también con los otros chocábamos con muchas dificultades a la hora de conseguir ayudas?

    En los otros partidos existía en un comienzo un espíritu más o menos sensible de unidad y de ayuda intemacionalista entre nuestros partidos y esto se reflejaba respecto a nosotros también en la práctica, mientras que en el partido rumano este espíritu de unidad y de ayuda era muy débil.

    De un modo general, los dirigentes rumanos se distinguían tanto por su megalomanía hacia los «pequeños» como por su servilismo hacia los «grandes». En sus conversaciones con nosotros eran muy breves, se limitaban, puede decirse, a mover la cabeza o a darnos la mano. En reuniones y congresos se mostraban tan «preocupados» que daban la impresión de llevar sobre sus hombros toda la carga. En estos casos se les podía ver siempre junto con los principales dirigentes de la Unión Soviética. Ciertamente eran unos serviles, unos oportunistas, cosa que se hizo evidente cuando llegó el momento de luchar por la defensa de los principios. [...]

    Notas:

    [1]
    Informe titulado «El partido comunista yugoslavo en manos de asesinos y espías», publicado en el órgano de la Oficina de Información de los partidos comunistas y obreros, Por una paz duradera, por una democracia popular, 2 de diciembre 1949, Nr. 56.

    El proyecto del imperio

    Jruschov recurrió a todos los medios; Gottwald murió, Bierut murió, Gomulka y Kadar volvieron a asumir el poder. Dej cambió de camisa, Rakosi y Chervenkov fueron liquidados. Nosotros fuimos los únicos que Jruschov no consiguió liquidar. [...]

    Como lo muestran los hechos históricos también Dej y consortes eran y siguen siendo satélites de Jruschov. Son elementos que han girado con el viento. La íntima amistad Tito-Jruschov, por ejemplo, tuvo también sus querellas, provocadas entre otras cosas, por la cuestión húngara, polaca, etc., es decir que había querellas y rencores aunque después viniesen las reconciliaciones y los abrazos de amigos. Dej, sin el menor escrúpulo político, se había dejado arrastrar totalmente por el torbellino de la actividad traidora antimarxista de Jruschov, que lo zarandeaba y lo estrellaba como y donde se le antojaba.

    Más adelante hablaré de los acontecimientos de Bucarest y Moscú en 1960, mas quiero señalar aquí que Dej, en el curso de estos acontecimientos, demostró una vez más su esencia permanente de hombre que no repugnaba enarbolar o pisotear cualquier bandera. Son algunos momentos, los momentos clave en la vida y en la actividad de un hombre que, tomados en conexión, te dan su retrato. He ahí, pues, el de Dej: en 1948 y 1949 antirrevisionista, antititista resuelto y celoso; después de 1954 prorrevisionista y protitista activo y entusiasta; en 1960 projruschovista de primera línea, más tarde pareció que también enarbolaba esta bandera con actitud vacilante u tendía a maniobrar con dos o tres banderas a la vez. En pocas palabras, era el político de las piruetas coyunturales, de la línea de «estar a bien con todos», con Tito, con Jruschov, con Mao Tse-tung; y sus sucesores llegarían a entenderse incluso con el imperialismo norteamericano. Dej y sus sucesores podían estar, y lo estuvieron de hecho, con no importa quién, mas no estuvieron ni podían estar con el marxismo-leninismo consecuente.

    Hemos acabado de ver tanto el período de florecimiento de la amistad Dej-Jruschov como el período de fisuras en esta amistad.

    Jruschov pensaba que tenía a Dej en el bolsillo de su chaleco, igual que el cortaplumas de marfil que sacaba para jugar en el curso de las reuniones. Es como su cortaplumas que pensaba manejar a Dej. Después de 1960, juzgando la situación madura, Jruschov planteó su plan anexionista, según el cual el territorio comprendido entre la región de Bucarest y la frontera con la Unión Soviética sería económicamente unida a la Ucrania soviética en un «complejo agro-industrial». Mas esta idea era demasiado torpe. Dej había aguantado muchas otras, pero esta vez lanzaba coces.

    Sólo cuando Jruschov hirió en lo vivo a Rumanía, Dej puso sordina a sus ataques contra nosotros. Pero, jamás, ni siquiera después de esto, Dej tuvo el coraje civil, y mucho menos marxista-leninista, para hacerse la menor autocrítica ante nuestro Partido por todo lo que había dicho y había hecho. Este revisionista, que no reparó en besar la mano a Tito, no se excusó ante nuestro Partido.

    Se dijo que Dej había muerto de cáncer. Enviamos una delegación a su entierro en señal de amistad por el pueblo rumano. Allí, Ceaucescu, que sustituyó a Dej, se limitó a dar la mano a nuestra delegación. Y nosotros respondimos con la misma moneda a este nuevo revisionista, que desde que se hizo con el Poder adoptó como lema permanente la política de componendas con todos los cabecillas revisionistas e imperialistas: con Brezhnev, Tito, Mao, Nixon y toda la reacción mundial.

    Este individuo, que había sido un pequeño lacayo de Dej, a la toma del Poder desenmascaró totalmente a éste y, reforzando sus propias posiciones, lucha por convertirse en una «personalidad mundial» como Tito, para ocupar el lugar de éste, gracias a una cierta resistencia frente a las supuestas presiones bajo cuerda de los soviéticos.

    Incluso después de las contradicciones que surgieron entre los rumanos y los soviéticos, las relaciones estatales con nosotros permanecieron inalterables, frías e inconsistentes, insulsas. Nosostros no tenemos ni tendremos relaciones con el partido rumano mientras éste no reconozca públicamente los errores que ha cometido hacía nuestro Partido.

    Naturalmente lamentamos que Rumanía se haya convertido en un país capitalista como Yugoslavia, la Unión Soviética, etc. un país que de socialista no tiene más que el nombre.

    Todos los Dej, Yivkov, Ceucescu, etc. son engendros del revisionismo, a los que Jruschov y los jruschovistas han utilizado y utilizan para sus objetivos. [...]

    Mi primera y última visita a China

    El kominformista Dej, que algunos años antes había presentado el informe del Kominform condenando la actividad de los revisionistas de Belgrado, se había reconciliado ahora con Tito en Bucarest y se aprestaba a saborear también sus besos en Belgrado.

    Me voy a Belgrado a ver a Tito —nos dijo apenas nos encontramos en Pekín donde también había venido invitado al Congreso—. Tito —continuó— es un buen camarada, positivo, no es como Kardelj y Popovich. (¡Teníamos que escuchar ahora en rumano estas consideraciones, que hace tres meses habíamos escuchado en ruso!). —Cuando Tito partió en junio hacia Moscú —prosiguió Dej—, lo invitamos a que se detuviese en Bucarest para conversar con nosotros, pero no aceptó. ¿Qué hicimos entonces? Nos hemos reunido toda la dirección del partido y del Estado y hemos salido a esperarle a la estación de ferrocarril. ¡Que iba a hacer Tito, no tenía por donde salir! ¡Y lo hemos obligado a descansar no sólo 45 minutos como era su plan, sino dos buenas horas! (Bonita «obligación» que le han impuesto a Tito me dije.) Cuando estaba por regresar a la Unión Soviética -continuó Dej- el camarada Tito nos avisó que quería hacer escala en Bucarest para tener conversaciones con nosotros. Aceptamos con placer su petición, tuvimos un encuentro, conversamos... y, Dej nos fue narrando de manera detallada cómo, Tito y él, se habían llegado a encandilar.

    Ahora que voy a Belgrado ¿quieren que le hable de ustedes? —me preguntó-.

    Si tiene el deseo de hablarle de nosotros —le dije a Gheorghiu Dej—, dígale que hagan cesar sus actividades subversivas y sus complots contra la República Popular de Albania y el Partido del Trabajo de Albania. Dígale también que antes, durante y después de la Conferencia de Tirana, los diplomáticos yugoslavos han desplegado una actividad infame... —y en pocas palabras le puse al corriente de lo que había pasado en nuestro país después del XX Congreso-.

    ¡Sí, sí! —decía-, y pude ver su gesto de desagrado. No le gustaba verme desenmascararle a Tito. Este mismo sentimiento manifestó también más tarde, cuando me entrevisté con él después de que había realizado su deseado viaje de reconciliación a Belgrado y se había avenido con Tito. Unos meses después de esta visita, de paso por Bucarest encontré a Dej y Bodnaras y me entrevisté con ellos.

    En el curso de la conversación, Bodnaras (el mayor, Emilio), sacó a colación a Tito y me dijo que en la conversación que tuvieron con él se había hablado también de Albania. «Tito —dijo Bodnaras— habló bien y con simpatía de su país, de su pueblo heroico, expresó el deseo de tener buenas relaciones con ustedes», etc. En otras palabras, este «portavoz» titista se hacía intermediario para propiciar nuestra reconciliación con Tito, tratando de triunfar en lo que Jruschov había fracasado.

    Puse en su sitio a Bodnaras, diciéndole que con Tito y el titismo estaremos en lucha hasta el fin, porque Tito es un renegado del marxismo- leninismo.

    Por nuestra parte no habrá reconciliación con Tito -dije tajantemente a Bodnaras-.

    Al tiempo que lanzaba a Bodnaras estas flechas, que iban dirigidas a Tito, observaba que Dej, evidentemente nervioso, garabateaba con su lápiz sobre una hoja de papel blanco, pero no dijo ni una palabra; mis palabras debían saberle a vinagre. [...]

    Retirada temporal con fines de revancha

    Cuando Gomulka hizo su propuesta en la Conferencia, los representantes soviéticos montaron en cólera y, sin ser ellos mismos los primeros en salir a escena, azuzaron a los demás a lanzarse sobre Gomulka.

    Un largo debate estalló en torno a este problema. Por nuestra parte, aunque cada día cristalizaba más en nosotros la idea de que la dirección de la Unión Soviética se iba desviando del camino del socialismo, contunuábamos defendiendo la tesis «con la Unión Soviética a la cabeza» por razones de principio y de tácticas. Sabíamos perfectamente que Gomulka y sus sostnedores, al pronunciarse contra esta fórmula, buscaban de hecho echar por tierra de manera abierta y sin vacilar todo lo que había de bueno y valioso en la experiencia de decenas de años de la Unión Soviética dirigida por Lenin y Stalin, echar por tierra la experiencia de la Revolución de Octubre y de la edificación socialista en la Unión Soviética del tiempo de Stalin, negar el papel que le correspondía jugar a la Unión Soviética por el triunfo y al avance del socialismo en muchos países.

    De esta manera los revisionistas Gomulka, Togliatti y otros, unían su voz al rabioso ataque que habían desatado en aquellos años el imperialismo y la reacción contra la Unión Soviética y el movimiento comunista internacional.

    La defensa de estos importantes logros marxista-leninistas era para nosotros un deber internacionalista, y es por eso que nos opusimos enérgicamente a Gomulka y a los demás. Esto era una cuestión de principios. Por otra parte, defendiendo la Unión Soviética y la tesis «con la Unión Soviética a la cabeza» tanto en 1957 como dos o tres años después, nuestro Partido aplicaba una táctica que tendía a golpear al propio revisionismo moderno jruschovista. [...]

    Con unos objetivos y por razones totalmente diferentes, ajenos al marxismo-leninismo, algunos otros, como Ulbrieht, Novotny, Yivkov evidentemente, Dej, etc., se lanzaron también contra Gomulka. Estos hicieron la corte a la Unión Soviética y a Jruschov, y respecto a este problema dejaron a su hermano ideológico en minoría.
    Mao Tse-tung, desde su asiento, iba soltando «argumentos».

    De Bucarest a Moscú

    Pero a la par de esta febril actividad antialbanesa y antimarxista, Jruschov y los jruschovistas nos atacaron abiertamente en el documento que le enviaron a los chinos, en el que también a estos últimos les iban sus ataques. Este documento fue distribuido a todas las delegaciones, incluida la nuestra. En este material, como se sabe, los jruschovistas no incluían a Albania entre los países socialistas. Por otro lado, Jruschov le había dicho en el curso de una conversación a Liu Shao-chi: «Nosotros hemos perdido a Albania, pero no hemos perdido una gran cosa. El Partido del Trabajo de Albania ha sido y es un eslabón débil en el movimiento comunista internacional».

    La táctica de los jruschovistas, para nosotros estaba clara. Ellos pretendían en primer lugar amenazarnos, diciéndonos: «Depende de nosotros que sean o no un país socialista y por tanto en el documento que les entregamos, Albania ya no figura entre los países socialistas», y en segundo lugar, amenazar a los demás señalándoles que «el Partido del Trabajo de Albania no es un partido marxista-leninista y quien lo defienda como tal cometerá un error y será condenado de igual modo». En otras palabras, esto quería decir: «Ustedes, partidos comunistas y obreros que asistirán a la Conferencia, deben tener claro desde ahora, que lo que en ella va a decir Enver Hoxha son calumnias, palabras de un antisoviético».

    En la Conferencia se vio claramente cómo Ibarruri, Gomulka, Dej, etc., habían sido preparados desde hace tiempo. [...]

    No voy a extenderme acerca del contenido del discurso que pronuncié en nombre de nuestro Comité Central en Moscú, pues está publicado y los puntos de vista de nuestro Partido acerca de los problemas que planteamos ya son notoriamente conocidos [1]. Sólo quiero subrayar la manera cómo reaccionaron los seguidores de Jruschov al escuchar nuestros ataques contra su patrón. Gomulka, Dej, Ibarruri, Ali Yata, Bagdash y no sé cuántos otros subían a la tribuna y rivalizaban en su afán por vengarse de los que «habían levantado la mano contra el partido padre». Era trágico y a la vez cómico ver a esta gente, que pasaban como políticos y dirigentes «sesudos», actuar de esta manera, como mercenarios, como hommes de paille*, como títeres montados y manejados desde los bastidores.


    Notas:

    [1] Véase: Enver Hoxha. Obras Escogidas III, Casa Editora, «8 Nénton», Tirana, 1980, ed. en español, págs. 98-173.

    * Francés en el original - testaferros.







    Última edición por NG el Vie Abr 12, 2013 4:22 pm, editado 1 vez
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    Mensaje por NG Vie Abr 12, 2013 4:18 pm

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    La lucha de los comunistas griegos contra el revisionismo - Movimiento por la Reorganización del Partido Comunista de Grecia (1918-1955)
    -publicado por el colectivo comunista griego Anasintaxi, vinculado a la CIPOML - año 2012-

    [...]

    Poco después de la muerte de Stalin en 1953, la fracción revisionista de Jruschov, Mikoyan y Brezhnev que se impuso en el PCUS empezó a aproximarse a los secretarios [generales] de los Partidos Comunistas para evaluar su buena disposición a adoptar su línea contrarrevolucionaria. Ellos descubrieron que la dirección del KKE encabezada por Nikos Zachariades no quería abandonar el revolucionario camino marxista-leninista-estalinista y seguir el rumbo revisionista antiestalinista. En particular, ellos pidieron que revisara su actitud en tres cuestiones fundamentales del movimiento comunista internacional:

    1) Considerar la Yugoslavia capitalista como un país “socialista”.
    2) Volverse contra Stalin escribiendo artículos en Pravda sobre el “culto a la personalidad” – este infame mito jruscheviano de origen idealista.
    3) Consentir la liquidación de la Kominform.

    La respuesta dada por el gran e inquebrantable líder comunista sobre todas las cuestiones de arriba fue negativa. [...]

    En febrero de 1956, durante el contrarrevolucionario XX Congreso del PCUS, comenzaron las farsas judiciales contra los comunistas griegos, refugiados políticos, en Taskent. En esta farsa, los veteranos del DSE curtidos en la lucha, como Giorgos Kalianesis (general), Dimitris Vyssios (lugarteniente-coronel) y otros, fueron procesados por vandalismo y vagabundeo. Cumpliendo sus condenas, fueron deportados a Siberia y enviados a campos de concentración “que estaban intencionadamente contiguos a los campos de concentración de criminales de guerra alemanes condenados a 25 años de prisión, la pena máxima según el derecho penal soviético. Los alemanes no trabajaban por su status de “prisioneros de guerra” y, aparte de que se les daba la comida de un soldado soviético, recibían paquetes de medicina y comestibles de la Cruz Roja de la Alemania del Oeste cada diez días. Los refugiados condenados se alimentaban con patatas podridas y cereales molidos y mohosos. Esta “dieta” la seguían bajo condiciones de trabajo pesado y agotador (D. Vyssios: “Carta abierta a M. N. Ponomarov”, antiguo Director del Departamento de Relaciones Internacionales del CC del PCUS, enero de 1991).

    La oposición de los comunistas griegos al revisionismo jruscheviano fue expresada en masa. La abrumadora mayoría (95%) de los miembros de la Organización del Partido en Taskent se declaró en contra de la intervención jruscheviana en el KKE y defendió la línea revolucionaria del partido y del CC liderado por Nikos Zachariades mostrando una contundente firmeza y un valor sin precedentes. La actitud de los comunistas cautivos en la cárcel y en los campos de concentración en Grecia fue similar.

    Fue precisamente esta abrumadora oposición de los comunistas griegos (que oscila desde el 85 al 95% en Taskent y en las Repúblicas Populares) la que impidió que el KKE fuese transformado en un partido burgués de tipo socialdemócrata. El KKE revolucionario es el único partido comunista de un país capitalista no había sido transformado aún en un partido contrarrevolucionario, burgués, socialdemócrata. Este hecho forzó a los revisionistas jruschevianos a crear un partido completamente nuevo en lugar del viejo.

    En el momento del XX Congreso del PCUS, los jruschevianos formaron el infame “Comité Internacional”, el cual supuestamente tenía como objetivo examinar la situación en el KKE. Comprendía cuadros de seis partidos comunistas:

    1) Yugov, del Partido Comunista de Bulgaria
    2) Kovac, del Partido de los Trabajadores Húngaros
    3) Mazur, del Partido Obrero Unificado Polaco
    4) Dej, del Partido de los Trabajadores de Rumanía
    5) Kuusinen, del Partido Comunista de la Unión Soviética
    6) Barak, del Partido Comunista de Checoslovaquia

    El presidente del Comité Internacional era, formalmente, Gergiou Dej – el títere de Jruschov – pero de hecho era Otto V. Kuusinen, miembro del Politburó del PCUS. Nikos Zachariades, dirigiéndose a Dej durante uno de las sesiones del comité, dijo lo siguiente en relación a su intromisión en los asuntos internos del KKE: “¿Quién le otorgó el derecho de examinar los problemas del heroico KKE a usted, que dormió en agosto de 1944 bajo fascismo y se despertó un día bajo una República Popular, fundada por los tanquistas rojos que marcharon desde Stalingrado cuando destruyeron la fascista División Rumana y te la ofrecieron a ti como regalo? ¿Qué experiencia tiene usted para criticar la lucha de los comunistas griegos, quienes, dicho sea en su honor, por medio de la lucha, no permitieron ni siquiera a un solo ciudadano griego luchar en el Frente Oriental contra la URSS? (K. Karanikola, pp. 70-71).

    El Comité Internacional intervino abiertamente y sin pretextos en el KKE convocando arbitrariamente el infame “VI Pleno” en marzo de 1956. En este encuentro ilícito el informe no fue leído por un griego, sino por el presidente del “Comité Internacional”, Dej. Los antiguos cuadros y los miembros expulsados participaron, pero no el Secretario General, elegido legalmente, del Partido, Nikos Zachariades. La brutal intervención de los revisionistas jruschevianos a través del “VI Pleno” dio como resultado la liquidación actual del KKE (1918-1955). Esto fue llevado a cabo por:

    a) La ilegal y forzosa eliminación de la dirección revolucionaria elegida del KKE, incluyendo al Secretario General del Partido, que fue arrestado y aislado, y designada una dirección títere, oportunista de derecha.
    b) Las expulsiones masivas de miles de comunistas.
    c) La liquidación de las restantes organizaciones del Partido en 1958.

    El nuevo partido que fue creado en 1956, el “K”KE [nótese que es una traducción del griego y que las comillas recaen en la sigla “comunista”] no tenía ni tiene ninguna relación en absoluto – ideológica, política y orgánicamente – con el antiguo KKE revolucionario (1918-1955). Fue una escandalosa creación de los revisionistas jruschevianos que adoptaron la línea contrarrevolucionaria y socialdemócrata promulgada en el XX Congreso del PCUS, concretamente la transición pacífica al socialismo. Por esta razón, el nuevo partido ha sido, desde el mismo comienzo, un partido burgués socialdemócrata ya no guiado por el marxismo-leninismo-estalinismo, sino por la tendencia contrarrevolucionaria del revisionismo jruscheviano, una variante de la ideología burguesa.

    [...]

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    Última edición por NG el Lun Abr 15, 2013 11:37 pm, editado 1 vez
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    Mensaje por NG Lun Abr 15, 2013 1:53 am

    Gheorghiu-Dej y el PCR: De la des-sovietización al emergimiento del comunismo nacional
    por Vladimir Tismăneanu


    Los comunistas rumanos y el XX congreso del PCUS

    [...]

    La delegación rumana en el XX Congreso estuvo encabezada por GheorghiuDej, e incluyó, miembros del Buró Político como Mirón Constantinescu, Chişinevschi Iosif y Petre Borilă. Obviamente, la delegación no tenía idea de que se iba a lanzar en ese congreso la bomba anti-Stalin que estaba preparando Jruschov. No es difícil imaginar que Gheorghiu-Dej, sin duda, un verdadero adorador de Stalin estuviera muy entusiasmado con las severas críticas que recibiria el fallecido líder soviético. Según Miron Constantinescu, Gheorghiu-Dej se molestó profundamente por las revelaciones de discurso secreto de Jruschov. A ojos de Gheorghiu-Dej, denunciar al ídolo del comunismo mundial, Jruschov estaba cometiendo un error histórico. En este sentido, el líder rumano compartió la inicial opinión de dirigentes comunistas como Mao Zedong o Maurice Thorez al expresar desprecio por el sentimentalismo que tomaba Jruschov respecto al tocar el tema.

    En realidad esta frustración inicial anti-Stalin de Gheorghiu-Dej sobre del líder soviético Jruschov, puede ser considerado como el primer paso en el desarrollo de la controversia rumano-soviética que vino tiempo después. Por ello, Gheorghiu-Dej comenzó a cortejar a los chinos, de hecho, después de 1956, los comunistas rumanos tenian más en común en el tratamiento de la cuestión de Stalin y el tema de la desestalinización con la China de Mao y la Albania de Enver Hoxha que con la Polonia de Gomulka. Sin embargo, Gheorghiu-Dej también utilizó sus habilidades de maniobra para mejorar las relaciones de su país con Yugoslavia, cuyos dirigentes había estigmatizado en la reunión de la Cominforn de noviembre de 1949 Cominform de "una pandilla de asesinos y espías". En base a las declaraciones posteriores y confesiones improvisadas, sobre todo en lo que fue revelado durante el diciembre-noviembre de 1961 en el Pleno del CC, los miembros de la delegación rumana al XX Congreso del PCUS gastaban sus tardes jugando al domino, tratando de entender que pasaba en esos instantes en lo alto del partido soviético.

    En resumidas cuentas durante el XX congreso del PCUS los líderes comunistas rumanos estaban desorientados, confusos, y traumatizados; su mundo entero se deshacía una vez que su antiguo ídolo había sido atacado como un criminal, un monstruo paranoide y un inútil militarmente hablando. Independemente de sus sentimientos hacia Jruschov antes de febrero de 1956, es obvio que a partir de aquel momento Gheorghiu-Dej profundamente desconfió al Primer Secretario soviético. Para él, como para Thorez, Novotny, o Ulbricht, la disolución del mito de Stalin era una equivocación principal estratégica e ideológica, algo caído del cielo para la propaganda de imperialista y una concesión al revisionismo titista.

    Finalmente, en marzo-abril de 1956, una serie de reuniones del Comité se convococaron con el fin de informar al aparato superior sobre el XX Congreso del PCUS. Estas sesiones estaban bien orquestadas y destinadas a ser una especie de ritual de purificación en el que se le pidió a cada miembro de la cúpula comunista suprema que se dedicara a la notoria práctica leninista de la crítica y la autocrítica. En el Pleno de 23 hasta 25 marzo, Gheorghiu-Dej, presentó un informe del Buró Político (Dare de Seama) en el que criticaba a Stalin y especialmente la práctica del culto a la personalidad. Sin embargo, el discurso secreto no se mencionó explícitamente. En cuanto a las manifestaciones del estalinismo en su propio partido, Gheorghiu-Dej habló sobre estalinistas rumanos sin mencionar nombres, pero insistió que en el PCR se les había expulsado en 1952, y, por lo tanto, implicaba que los estalinistas sólo en Rumanía ya habian sido degradados en su día: Pauker, Luca y Georgescu, y daba a entender que él, Gheorghiu-Dej, merecía todo el crédito por haber iniciado valientemente la desestalinización mucho antes del propio XX Congreso del PCUS. Asimismo, destacó que que el II Congreso del PCR marcó una nueva fase en el hecho de que el liderazgo colectivo se volvió a establecer y donde presuntamente el centralismo democrático fue verdaderamente ergido en la vida interna del partido. En pocas palabras, el juego de Gheorghiu-Dej era invocar la lucha contra la facción moscovita expulsada en 1952 como un argumento para una "proféticamente correcta" política de su grupo en cuanto a comportamiento político. A diferencia con otras partes de Europa del Este, Gheorghiu-Dej mantuvo el liderazgo en el PCR, y además logró evitar los peores excesos asociados con el culto de Stalin. Él expresaba que cualquier cosa que hubiera de ser rectificada en su día se llego a solventar básicamente como resultado de la purga anti-Pauker. No hay palabra alguna sobre el destino de Foris, Koffler y Patrascanu (todos liquidados por orden del propio Gheorghiu-Dej), o sobre el tratamiento ilegal dado a Luca, Ana Pauker, Teohari Georgescu y otra gran parte de militantes purgados entonces.

    En este Pleno, Iosif Chisinevschi y Miron Constantinescu, ambos miembros de la delegación al XX Congreso del PCUS, y cada uno por motivos muy diferentes, desafiaron a Gheorghiu-Dej y a su autoridad, de modo que la reunión fue transformada en un verdadero debate, hasta el punto que no había llegado a existir ninguna reunión de ese tipo tan álgida desde la purga de los "derechistas". Esta es la razón por qué de los documentos de este Pleno Gheorghiu-Dej sólo publicó el Informe sobre XX Congreso del PCUS a medias (y aún así en una versión esterilizada). Miron Constantinescu, apoyado por Chisinevschi, abogó por "la regeneración" del partido en el espíritu de la línea antistalinista línea promovida por Jruschov. Ellos invocaron el lema del XX Congreso del PCUS sobre "la restauración de las normas leninistas en la vida interna del partido" para debilitar así la posición de Gheorghiu-Dej y reestructurar el liderazgo del partido a sus intereses. También, Miron Constantinescu criticó a la Securitate, incluyendo el hecho que la policía secreta funcionó sin consultar a los ministerios y sin consultar con altos funcionarios, incluso si aquellos, como era su caso, servían al Politburó.

    En el lenguaje leninista, esto era un ataque total, y Gheorghiu-Dej no omitió el punto. A la crítica de Constantinescu y Chisinevschi, Gheorghiu-Dej, quien fue capaz de combinar una afabilidad seductora personal con la lógica stalinista, oponiendo a la teoría de que el culto de personalidad de verdad había existido dentro del PCR, creyendo que ni había exitido ni había contado con consecuencias abominables y trágicas, ya que todo esto se había vencido al final con la eliminación de los "bandidos fraccionalistas", los "oportunistas" como para él eran: Pauker, Luca, Teohari. Después de 1952, Gheorghiu-Dej y sus partidarios reclamaron que "el liderazgo colectivo fue instalado de nuevo".

    Vale la pena acentuar que los dos opositores principales de Gheorghiu-Dej lo atacaron por motivos muy diferentes. En el caso de Chisinevschi, era por su oportunismo duradero en el tiempo, era un tipo de camaleón sin igual en cuanto a conducta política materializada en su voluntad para asociarse con el grupo que fuera el más probable de ganar la batalla. Un seguidor verdadero de la línea de Moscú, independemente de su torcedura o vuelta, él agarró una oportunidad de minar Gheorghiu-Dej y recomponer para él la imagen de un luchador para la democracia de interior de partido. Como Jruschov pareció llevar la voz cantante en Moscú, Chisinevschi pensó, que no sólo era probable una revaluación crítica de las purgas en Rumanía sino que era inevitable. De hecho, en la próxima reunión del Politburó, atacó a Gheorghiu-Dej irectamente diciendo que, aunque él reconociera las ventajas del Primer Secretario, él quería subrayar sus defectos, considerando que la actitud hasta ahora completamente incrítica de Gheorghiu-Dej era una posición equivocada, no leninista, Miron Constantinescu por otro lado creyó que él también podría contarse sobre el apoyo de intelectuales dentro del partido, así como entre algunas figuras principales culturales que habían sido lanzadas al ostracismo de después de la entrada en funciones del comunismo.

    Los confidentes principales y partidarios de Gheorghiu-Dej en aquel momento eran Gheorghe Apostol, Emil Bodnaras, Alexandru Moghioros, y Petre Borila. En realidad, la tentativa de Miron Constantinescu de atraer a Alexandru Moghioros a su lado fracasó, le salió el tiro por la culata completamente: Alexandru Moghioros a quien antes había traicionado a Vasile Luca y a Ana Pauker, fue inmediatamente a Gheorghiu-Dej a informarlo sobre la formación "de una plataforma antipartido". Iosif Chisinevschi fue menos astuto con Pîrvulescu, que de todos modos despreció Gheorghiu-Dej, por ello trató de atraer su ayuda en este esfuerzo para culpar al Primer Secretario sobre los abusos, pero parece que Pîrvulescu no entendió que la acción sugerida de Chisinevschi ascendía de hecho a la sustitución total de Gheorghiu-Dej, no entendió o quizás fingió no entender el mensaje claramente. Su falta de información sobre la invitación de Chisinevschi a "hablar del pasado a la luz del XX Congreso leninista" le paso factura. Este coste se tradujo en que en junio de 1957 en el Pleno del CC, Pîrvulescu fue criticado con severidad, y después en el tercer Congreso del PCR en 1960 él perdió su asiento en el Politburó, y en el Pleno de diciembre-noviembre de 1961 él fue criticado por su "miopía política" y "oportunismo".

    Las acaloradas discusiones del Buró Político en los meses de marzo-abril de 1956 dio lugar a la decisión de mantener bajo estricto control los debates de masas del partido de masas en la desestalinización jruschovista. Las explicaciones oficiales ponían de relieve la justicia de la línea del partido y cualquier intento de cuestionar lo dado daba lugar a sanciones inmediatas. Todos los miembros del Politburó fueron instruidos para oponerse al revisionismo y a tendencias "liberales" anárquicas. Leonte Răutu fue el encargado de dirigir los esfuerzos de propaganda destinados a ocultar las implicaciones reales de Jruschov en la campaña de desestalinización. Las llamadas a la democratización dentro del partido no se escucharon y en cambio se puso énfasis en la teoría del temprano abandono rumano a los peores excesos, presuntamente impuestos antiguamente por la fracción moscovitade Pauker-Luca-Georgescu. Uno así puede ver los orígenes del llamado "comununismo nacional" sobre la reacción al XX Congreso del PCUS.

    Los efectos de la revolución húngara


    En octubre de 1956, desesperadamente Gheorghiu-Dej trató de consolidar su prestigio y normalizarlo mediante acciones como la mejora de relaciones con la Yugoslavia de Tito. Justo como el stalinista húngaro Ernö Gerö, el sucesor de Mátyás Rákosi, Gheorghiu-Dej pensó que él podría convencer el liderazgo yugoslavo de sus buenas intenciones. Gheorghiu-Dej el mismo hombre que, en la reunión del Cominform en 1949, había entregado el informe infame titulado "El Partido Comunista de Yugoslavia en las Manos de Asesinos y Espías" no tuvo reparo en ir a Canossa e implorar con fervor el perdón a la dirección yugoslava.

    La revolución húngara comenzó con la gran manifestación en Budapest, en el 23 de octubre 1956. En ese momento, la dirección del partido rumano, incluyendo a Gheorghiu-Dej, estaba en Yugoslavia y viajaría a Bucarest el 28 de octubre. Hasta su retorno, las reuniones del Politburó eran presididas por Gheorghe Apostol, que impuso importantes medidas adoptadas que consistieron en el fortalecimiento de las fronteras con Hungría y el envío de algunos líderes importantes de Transilvania, en los condados que tenían una importante minoría húngara, como Cluj, cuidad natal de era Miron Constantinescu. Inmediatamente después del regreso de Gheorghiu-Dej de Yugoslavia, los líderes comunistas rumanos tomaron rápidamente medidas para evitar cualquier peligro de contagio respecto al espíritu del levantamiento húngaro, incluido el establecimiento de una comandancia general bajo la liderazgo del Vice Primer Ministro Emil Bodnăraş, que incluyó también al Secretario del CC Nicolae Ceauşescu, el ministro del Interior Alexandru Draghici, y el Ministro de Fuerzas Armadas Leontin Salajan. Esta comandancia tenía derecho a tomar cualquier medida,
    incluyendo las medidas más drásticas en caso de emergencia. Al mismo tiempo, las tropas soviéticas se acumularon en la frontera rumano-húngara, listo para un agigante acción. El temor de los dirigentes rumanos no era irredentismo territorial, sino el potencial del revisionismo marxista del nuevo liderazgo húngaro, el principal peligro para Gheorghiu-Dej no fue un intento húngaro muy poco probable que redibujar la frontera con Rumanía mediante el uso de la fuerza militar, sino más bien el efecto contagioso del experimento pluralista llevado a cabo por los reformadores de Budapest. Con un espíritu balcánico de orientación, Gheorghiu-Dej inicialmente estableció contactos con el gobierno legal de Imre Nagy, y sólo entonces, cuando los soviéticos organizaron la segunda intervención en Budapest a principios de noviembre, el grupo hegemónico en Bucarest declaró su solidaridad con el pseudo-gobierno de János Kadar.

    Como se mencionó en varias ocasiones, Gheorghiu-Dej secretamente visitó Budapest inmediatamente después de la segunda intervención soviética, acompañado del poeta de lengua húngara Mihai Beniuc y el Director de la casa editorial del partido, el veterano comunista de la Comintern Valter Roman. Este último, una especie de experto en los temas húngaros dentro del PCR había sido enviado a Budapest el 25 de octubre y pasó varios días allí con el fin de evaluar el curso de eventos. Sus informes, entre los que se encontraban los linchamientos por parte de los revolucionarios de los funcionarios del partido y de los agentes de la policía secreta fueron representados con detalles gráficos, lo que acabó con las dudas y convenció al Politburó rumano de que un levantamiento popular similar debía prevenirse a cualquier costa en Rumanía. [...]


    Es significativo que el propio Jruschov reconoció el 8 de noviembre de 1956 que lo que él llamó "estados no saludables de espíritu" manifestados entre los estudiantes rumanos. Sin embargo, el líder soviético elogió el gran afán de los dirigentes del PCR para eliminar cualquier intento de liberalizacion. Por lo tanto, es legítimo suponer que la perspicacia táctica y tenaz oposición a las tendencias revisionistas durante los sucesos en el otoño de 1956 permitió Gheorghiu-Dej consolidar su posición, y parar su disminución de prestigio dentro del bloque soviético después del XX Congreso. Después de que el aplastamiento de la revolución húngara sucediera, Dej parecía el más conservador para el Kremlin, pero a la vez se presentaba ante ellos ante todo como un camarada de confianza ante el imprevisto recién acabado. [...]

    Una nueva ola de represión afectó otra vez a las filas de partido más altas. Como mencionó Miron Constantinescu, el jefe de Comité de Planificación del estado, fue designado el Ministro de educación el 18 de noviembre de 1956, una decisión que cubrió una degradación de su estado. Como más adelante aclararemos mejor, en junio de 1957, Constantinescu fue acusado de muchos pecados de la época stalinista y, por un golpe de bastón Gheorghiu-Dej lo asoció con uno de los más comprometidos y odiados dentro del partido por las personalidades stalinistas: Iosif Chisinevschi, a ambos los relevó de sus puestos.

    Oposición a Jruschov: El surgimiento del comunismo nacional


    Preocupado por el segundo deshielo de Nikita Jruschov, los seguidores de Dej idearon una estrategia nacionalista que pretendía atraer a los intelectuales y cerrar la brecha entre la elite del partido y la población. De hecho, la dirección rumana comunista demostró lograr un gran éxito en la construcción de una plataforma para frenar ciertas "exigencias" de la desestalinización en cuanto a las demandas y conceptos de la industrialización, la autonomía, la soberanía y orgullo nacional. El objetivo de Gheorghiu-Dej era mantener estrechas relaciones con los soviéticos sin emular sus esfuerzos para demoler el mito de Stalin. La lucha contra el "culto a la personalidad" ascendió a los rumanos a subrayar sus credenciales de internacionalistas impecables al tiempo que fomentaban la imagen de de su líder principal como un bastión de la ortodoxia leninista. Los dos eventos principales que tuvieron lugar a principios de la década de 1960, el Tercer Congreso del PCR (20-28 junio de 1960), y el Pleno del Comité Central (noviembre 30 a diciembre 5, 1961) hizo hincapié en una rápida industrialización, lo que crearía la base del apoyo de las masas para
    la política del partido y, respectivamente, reforzaría las afirmaciones patrióticas "anti-hegemónicas" del exterior del grupo de Dej. Este énfasis en el compromiso de los líderes para los intereses nacionales se convirtió en una clave elemental de la estrategia del partido para atraer tanto a los intelectuales como a demás masas.

    Al principio, Gheorghiu-Dej se aseguró que su posición interior no irritaría al Kremlin. En las principales conferencias internacionales comunistas y simposios del exterior los delegados rumanos aparecían más a favor de los soviéticos que sus propios vecinos húngaros y polacos.

    Cuando en el verano de 1958, bajo la presión de China, los soviéticos criticaron el nuevo programa de la Liga Comunista Yugoslava como "revisionista", los rumanos aceptaron en ese momento y respaldaron la postura del Kremlin. Al menos oficialmente, las relaciones entre el PCR y el PCUS así como de sus máximos dirigentes jamás habían estado más calientes. Basadonos en documentos de los archivos PCR, aparece que esto estaba lejos de ser una verdad completa: en varias ocasiones, en las discusiones en privado, Gheorghiu-Dej insistió en que su partido había madurado y que las relaciones entre países socialistas debían regirse por los principios de igualdad nacional total e independencia. Al mismo tiempo, en el conflicto entre Moscú y los comunistas albaneses que se había deteriorado, Dej prestó su pleno apoyo a Moscú. Implícitamente, y él lo sabía muy bien, esto significaba que Bucarest está dispuesto a respaldar el Kremlin en el choque inminente con los comunistas chinos, que eran el aliado y protector más cercano de la Albania de Enver Hoxha. Moscú considerando el partido rumano como el más leal decidió utilizar un evento con sede en Bucarest en junio ​​1960 como un ensayo general para el ataque contra Albania (e indirectamente contra su aliado, la China de Mao Zedong) preparándose así para el inminente ataque de la conferencia comunista mundial que se celebraría en noviembre poco después. [...]

    La importancia del III Congreso del PCR (celebrado en 1960) reside sin embargo, en el lanzamiento del programa económico a largo plazo (que se extiende hasta el año 1965), que se centaba en la expsansión de la industrialización del país, con especial énfasis en la metalúrgica y en las industrias de construcción de maquinaria. El congreso discutió los resultados de los planes de los últimos cinco años y aprobó el borrador del nuevo Plan Sexenal, con la prioridad clave que quedó en su núcleo: el proyecto de la enorme planta de acero que se erigiría en Galaţi. Con respecto a la agricultura, Gheorghiu-Dej en su informe al Congreso comentó que 680.000 familias de campesinos que poseían 1,8 millones de hectáreas, todavía no estaban incluidos en el sector socialista;
    Sin embargo, el líder comunista rumano afirmó que la colectivización rumana la agricultura se completaría en 1965. (En realidad, el gobierno rumano ha anunciado la finalización del proceso de colectivización en abril de 1962.) Al mismo tiempo, el Congreso aprobó la estrategia de una masiva movilización sin precedentes para el cumplimiento de los objetivos económicos de partido. De hecho, la política económica de la Rumanía comunista constituye un punto de partida violento entre la polémica de Bucarest y Moscú, lo llegó a alcanzar su punto culminante en abril de 1964, cuando los rumanos publicaron una negra "Declaración" sobre la crisis en el comunismo mundial y con orgullo desafiando la autoridad soviética en cuanto a la supremacía dentro del bloque. Para los rumanos, el desarrollo de su propio potencial industrial, además del sector agrícola era una cuestión de dignidad. Todos estas semillas del conflicto era todavía ignorado tanto por los delegados al III Congreso como por los observadores extranjeros, que estaban convencidos de que las relaciones entre Moscú y Bucarest no podían ir mejor.

    El acontecimiento más importante durante el Congreso fue el inesperado ataque lanzado por Jruschov contra la delegación del Partido de los Trabajadores albanés encabezado por el miembro del Politburó Hysni Kapo. Como se ha mencionado, el congreso Rumanía proporcionó a Jruschov la posibilidad de un ataque en toda regla a los nostálgicos stalinistas albaneses y sus aliados chinos. Durante el choque de Bucarest entre Jruschov y los albaneses, el delegado de China, Peng Chen, jefe de la organización del partido de Beijing y miembro del Presidium Permanente del Partido Comunista Chino (PCCh) del Buró Político, expresó fuertes reservas sobre el intento soviético de excomulgar a Albania en el marco de la acusación de "dogmatismo estalinista", la "supresión de la democracia dentro del partido", y la negativa a unirse junto a los demás partidos leninistas hacía la reconciliación con la Yugoslavia de Tito. Preguntado previamente por Jruschov para presidir una reunión cerrada de delegaciones extranjeras, Gheorghiu-Dej calurosamente apoyó el ataque soviético sobre los albaneses. Más tarde, después de las relaciones entre Bucarest y Moscú y su gradual deterioracióng durante los eventos de 1964 Gheorghiu-Dej confesó a sus compañeros que había sido prácticamente obligado por Jruschov a tomar esa postura anti-albanesa (e implícitamente un soporte anti-chino en la cuestión). Esto puede haber sido otro motivo más para el empeoramiento de las relaciones rumano-soviéticos de 1960.

    Pero en los hechos lo cierto es que en la Conferencia Mundial de Moscú delos 81 partidos comunistas y obreros celebrada en noviembre de 1960, los delegados rumanos fueron los más entusiastas a la hora de apoyar a los soviéticos contra los albaneses y los chinos. para Gheorghiu-Dej, Hoxha y Mao intentaban romper la unidad no sólo del mundo comunista, sino también de los partidos comunistas individuales ya que sus ataques ascendieron a un peligroso ataque a los principios sacrosantos de internacionalismo socialista. Mientras que él estaba personalmente inclinado a rechazar la crítica acérrima de Jruschov de Stalin, era sin embargo favorable a la línea del XX Congreso del PCUS sobre la coexistencia pacífica entre diferentes sistemas socio-políticos. No menos importante, a Gheorghiu-Dej no le gustaba los feroces ataques de los albanese contra la Yugoslavia de Tito. Después de haber sido uno de los hombres clave para Stalin en las campañas anti-Tito del Cominform de 1948 a 1949, Gheorghiu-Dej hizo todo lo posible a partir de 1956 para mejorar las relaciones con la vecina Yugoslavia. Es cierto que desaprobó la retórica de Tito sobre la autogestión y otras innovaciones teóricas en el campo de la construcción del socialismo, pero esto no quiere decir que él viera como los yugoslavos como "renegados" "o traidores". Si exceptuamos el empeoramiento de las relaciones personales entre Gheorghiu-Dej y Jruschov, algo directamente vinculado a la nueva ola de desestalinización de 1961 así como los proyectos para transformar el Consejo de Ayuda Mutua Económica (COMECON) en un organismo supranacional de la URSS, era difícil de creer que la actitud rumana hacia China o Albania se hubiera podido diferenciar de la de otros países de bloque soviético.

    Por todos los medios, hasta principios de 1962, y claramente durante 1960-1961, Gheorghiu-Dej siguió actuando como un partidario fiel de la condición hegemónica de Moscú dentro del bloque y el movimiento comunista internacional. El PCR continuó siendo enviado a Moscú para asistir a cursos en las escuelas del partido del PCUS, el idioma ruso fues obligatorio en las escuelas de secundarias y universidades rumanas, y de las referencias rituales a la Unión Soviética y a su papel decisivo como el país de "la liberación del yugo fascista" se hicieron a cada ocasión importante. En otras palabras, el III Congreso del PCR simboliza la continuidad de una posición pro-soviética tradicional dentro comunismo mundial y la propia consagración de la voluntad de los líderes del PCR a adecuar su propia visión ortodoxa de la construcción socialista. Las tendencias heréticas, especialmente aquellos relacionados con la negativa a aceptar los planes soviéticos para la integración económica supranacional de Europa del Este, todavía estaban cuidadosamente camuflada bajo la retórica de la unidad del bloque y el internacionalismo proletario.

    En octubre de 1961, el comunismo mundial experimentó un acontecimiento importante: el XXII Congreso del PCUS donde Jruschov participa en una nueva campaña contra Stalin y donde públicamente vuelve a atacar a los albaneses de sus presuntos objetivos cismáticos, actividades sediciosas, fraccionalistas y demás, dentro del movimiento comunista mundial. En esa ocasión, Zhou Enlai, jefe de la delegación china enunció el descontento con las políticas soviéticas, incluyendo algunos de los puntos teóricos incluidos en el nuevo programa del PCUS. Los estalinistas empedernidos dentro comunismo mundial les sentó como un jarro de agua fria la renuncia de Jruschov al concepto de la "dictadura del proletariado" y al anuncio de la transformación del PCUS en un "partido de todo el pueblo" y a la propia Unión Soviética en un "Estado de todo el pueblo". El mundo comunista había entrado en una etapa de convulsiones intensas, y la ruptura definitiva entre los dos centros de competencia (Moscú y Pekín) aparecía en el horizonte como algo cada vez más inminente.


    Última edición por NG el Sáb Abr 20, 2013 2:40 am, editado 5 veces
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    Mensaje por NG Mar Abr 16, 2013 12:29 am

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    Enver Hoxha sobre Rumanía - Obras escogidas de 1958-1968

    Tomo II:

    «La segunda cuestión que planteé a Krilov era: “En la carta se dice que el CC del PCUS ha favorecido la elección de Janos Kadar como primer secretario del Partido de los Trabajadores Húngaros, pero no sabemos claramente dónde se ha formado el Comité Central del Partido de los Trabajadores Húngaros, ¿en Crimea?” Y ¿qué me respondió Krilov? Contestó con lo siguiente: “No. Las cosas han debido desarrollarse así: Los camaradas húngaros han ido a Crimea y han discutido sobre la elección de un secretario para ocupar la dirección de su partido; el CC del PCUS ha mostrado sus preferencias por Kadar”. Dije entonces a Krilov que esto significaba que el CC del PCUS no era partidario de Gero, sino de Kadar. Me respondió; “Sí, así deja entrever la carta”. Después de esto yo le planteé otra pregunta: “¿Cómo puede explicarse entonces que Gero apareciera como primer secretario?” La respuesta de Krilov fue: “Ha sido el Pleno del Partido de los Trabajadores Húngaros quien lo ha elegido”. Para dar por terminada la cuestión le pregunté al embajador soviético que si el gobierno de Janos Kadar había sido formado en estrechamente en colaboración entre el CC del PCUS y Tito, y el admitió esto afirmando: “Sí, así parece ser”.

    A continuación le puse al corriente de nuestra preocupación, diciéndole que el Buró Político del Comité Central del Partido del Trabajo de Albania ha considerado esta cuestión como muy importante, por eso es tema de discusión de casi todas las noches., Le dije que mi opinión personal, al mismo tiempo punto de vista unánime del Buró Político del Comité Central de nuestro Partido, no concuerda con la actuación de la dirección del PCUS y de Tito, que, entre otras cosas, discuten incluso sobre la composición del Gobierno húngaro. Luego Krilov me preguntó qué pensábamos de la partida de Imre Nagy a Rumania [2] y si estábamos de acuerdo.

    A esta pregunta le respondí: “Hemos declarado y repetimos que Imre Nagy es un traidor que ha abierto las puertas al fascismo. Tito ha dicho que ‘Imre Nagy está con nosotros’, en tanto que los albaneses decimos que Imre Nagy y sus compinches son decididamente antisoviéticos. ¿Cómo es posible que un traidor que ha hecho matar a soldados soviéticos, que ha hecho un llamamiento a los imperialistas para que le ayudasen en la contrarrevolución, pueda ir hoy a Rumanía, a un país amigo? Los camaradas soviéticos muestran una gran debilidad en este asunto. Primero le habían dicho a Tito que ‘Imre Nagy habría hecho mejor en ir a la embajada norteamericana’, mientras que ahora dicen ‘entréguenoslo para enviarle a Rumanía’. Esto no nos parece nada justo. En nuestra opinión, que Nagy vaya a Rumanía significa lo mismo que si hubiese ido a la Unión Soviética. Y no podemos, camarada Krilov, —proseguí— oponernos a nuestro pueblo y a nuestro Partido que no están de acuerdo con el respaldo que se le da a Imre Nagy. Estimamos haber expuesto correctamente a nuestro pueblo y a nuestro Partido los hechos y la situación actual. Planteamos esta cuestión de manera camaraderil y declaramos a la Unión Soviética nuestro desacuerdo con ella al respecto. Mañana tal vez podríamos precisar aún más nuestro juicio sobre los acontecimientos de Hungría, manteniéndonos siempre consecuentes con nuestra justa línea, pero por el momento nos pronunciamos sobre la base de los datos de que disponemos y de las conclusiones que se desprenden de las cartas intercambiadas entre el CC del PCUS y el CC de la LCY. En su carta Tito nos califica de ‘personas malignas’ y declara que nosotros estamos contra el socialismo. Esto no lo admitimos de ninguna manera. Muy por el contrario somos gente buena, somos marxista-leninistas decididos a luchar hasta el fin por la causa del socialismo. Es Tito el que está contra el socialismo, muchas pruebas lo testimonian.” [...]

    Ahora, camaradas del Buró, juzguemos estos asuntos porque son muy serios. Soy de la opinión de que no debemos suavizar nuestra actitud de principios, aceptando la partida de Imre Nagy a Rumanía, como dice en su carta el CC del PCUS. ¿Cómo es posible defender a un individuo que ha abierto las puertas a la contrarrevolución en Hungría? ¿Y cómo es posible al mismo tiempo esforzarse por ocultar los graves errores que Tito ha cometido y sigue cometiendo? Esto no me parece admisible, ésta no es una línea consecuente, correcta ni revolucionaria. Vuelvo a subrayar que yo le comuniqué a Krilov que nosotros no estamos de acuerdo con estas cuestiones. Las cosas que están pasando no nos gustan, porque nos preguntamos a dónde pueden conducir. Y en relación a lo que estamos discutiendo nada se nos ha dicho para que nos convenzamos de las ventajas de seguir este camino. [...]

    Si por el momento las circunstancias exigen que no digamos abiertamente que Tito y compañía están destruyendo nuestro campo, vendrá el día en que lo diremos abiertamente. Dado que nos apoyamos firmemente en el marxismo-leninismo, nuestro Partido y nuestro pueblo comprenden claramente por qué, por ejemplo, estamos contra el hecho de que Imre Nagy encuentre asilo en Rumanía. Al respecto propongo agregar al discurso de Mehmet [6] una parte relativa a Imre Nagy, en la cual se diga que nuestro Partido y nuestro pueblo están convencidos de que aquellos que dan asilo o apoyan a este traidor no contribuyen a la construcción del socialismo. Estamos diciendo abiertamente al pueblo que es un enemigo, un traidor. Si se nos pregunta por qué Dej acepta darle asilo en Rumanía, diremos que es un problema suyo, pero que nosotros no estamos de acuerdo con esa actitud». (Enver Hoxha, De ninguna manera debemos transigir con los principios -Intervención en la reunión del Buró Político del CC del PTA, 13 de noviembre de 1958-)

    «Con el fin de ofrecer una vez más la posibilidad de cambiar de postura a la dirección yugoslava, en 1957 fue organizado en Rumanía un encuentro entre las delegaciones del PCUS y de la LCY. Pero después de este encuentro, los yugoslavos incluso empeoraron aún más las cosas. Rehusaron firmar la Declaración de Moscú de los partidos comunistas y obreros de noviembre de 1957 y, en abril de 1958, en el VII Congreso de la LCY, sistematizando aún más sus puntos de vista revisionistas y antimarxistas, aprobaron un programa para el futuro que persigue el objetivo de dividir al movimiento comunista y obrero internacional, minar a los partidos comunistas y obreros, paralizar el ímpetu revolucionario de la clase obrera y, en definitiva, allanar el camino al imperialismo norteamericano para esclavizar a los diversos pueblos. En ese congreso, los dirigentes de la LCY aparecieron ante los ojos de su propio pueblo y de los pueblos del mundo entero, ante los ojos de todos los comunistas, como renegados del socialismo, como agentes encargados de defender al imperialismo, en particular al imperialismo norteamericano, como enemigos jurados del socialismo, de la Unión Soviética y del campo socialista. Los esfuerzos de los partidos comunistas y obreros para encauzar a Yugoslavia por el justo camino no dieron resultados, pero gracias a estos esfuerzos el titismo fue desenmascarado ante la opinión pública mundial». (Enver Hoxha, Sobre los punto de vista antimarxistas y antisocialistas expresados una vez más en el VII Congreso de la LCY y en su programa, así como la lucha intransigente que debe desarrollarse para desenmascarar y destruir política y teóricamente al revisionismo contemporáneo -Informe presentado ante el X Pleno del CC del PTA 20 de junio de 1958-)

    «En esta carta de la que hablamos se decía al respecto: “En cuanto a la fecha de la convocatoria de la reunión, podemos realizar conversaciones preliminares con los representantes de su Partido con ocasión del III Congreso del Partido Obrero Rumano el 20 de junio, después de las cuales, de común acuerdo con los comités centrales de los partidos hermanos, decidiremos definitivamente la fecha de la reunión. Naturalmente esto no excluye el intercambio de puntos de vista si así se desea entre los representantes de los partidos hermanos en Bucarest, pero sin que se tome decisión alguna”. El Comité Central de nuestro Partido, en la respuesta enviada al Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética notificaba su total acuerdo con la idea de postergar la reunión y de discutir en Bucarest la fecha de su convocatoria. Para ello, el Buró Político del Comité Central autorizó al camarada Hysni Kapo, que encabezaba la delegación de nuestro Partido al III Congreso del Partido Obrero Rumano, a intercambiar puntos de vista con los representantes de los partidos hermanos que asistían a dicho congreso, para determinar la fecha de la reunión propuesta en las cartas del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética.

    Pero en la práctica nuestra delegación encargada de asistir al Congreso del Partido Obrero Rumano y de ponerse de acuerdo sobre la fecha de la reunión de los representantes de los partidos comunistas y obreros del campo socialista, se encontró en Bucarest ante una reunión internacional preparada de antemano. Esta reunión era lo contrario a lo que se había decidido, lo contrarío incluso al contenido mismo de las cartas del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética mencionadas más arriba. También el orden del día era enteramente diferente: en lugar de proceder a un intercambio de puntos de vista para fijar la fecha de la reunión de los representantes de los partidos comunistas y obreros, como se decía en la carta del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, se acusaba al Partido Comunista de China. A tal efecto, solamente 10 horas antes de la reunión, se distribuyó a todos los delegados extranjeros (la mayoría de los cuales eran sólo simples miembros de los comités centrales) un texto de 65 páginas, redactado por los camaradas soviéticos, en el que se exponían los puntos de vista del Partido Comunista de la Unión Soviética sobre los desacuerdos que habían surgido entre ellos y los camaradas chinos. Y sobre una cuestión tan importante y delicada, se exigía a los representantes de más de 50 partidos comunistas y obreros de diferentes países que habían ido a Bucarest para otra cosa, definir en diez horas, su posición y acusar al Partido Comunista de China». (Enver Hoxha, Carta del CC del PTA dirigida a todas las organizaciones de base del partido, concerniente al desarrollo de la reunión de Bucarest de junio de 1960 y los desacuerdos surgidos entre el PCUS y el PCC, 9 de agosto de 1960)

    «En 1945, cuando el pueblo albanés estaba en peligro de pasar hambre, el camarada Stalin ordenó que cambiaran el rumbo los buques cargados de cereales destinados al pueblo soviético que, en aquel entonces, también sufría escasez de los mismos, enviando inmediatamente el cargamento al pueblo albanés. En cambio, la actual dirección soviética se ha permitido los innobles actos ya señalados. ¿Acaso son admisibles tales presiones económicas, y es admisible que se amenace al pueblo albanés, tal como lo hizo la dirección soviética después de la Reunión de Bucarest? ¡De ninguna manera! Sabemos que la ayuda dada a nuestro pequeño pueblo, que antes de la guerra estaba sumido en una gran miseria, que vio su país calcinado y devastado por la Segunda Guerra Mundial y que, lejos de doblegarse, luchó bajo la gloriosa dirección del Partido Comunista de Albania dando muestras de gran heroísmo y se liberó, es una ayuda internacionalista.

    Mas, ¿por qué razón, después de lo de Bucarest, la actitud de la dirección soviética respecto a nosotros cambió, llegando al punto de dejar que el pueblo albanés padeciera hambre? Así procedió también la dirección rumana que no accedió a dar ni un grano de trigo a nuestro pueblo en el marco del acuerdo de “clearing”, en un momento en que Rumanía comerciaba con cereales con los países capitalistas, y así nos vimos obligados a comprar maíz con divisas a los agricultores franceses. Meses antes de la Reunión de Bucarest, el camarada Dej invitó expresamente a una delegación de nuestro Partido para sostener conversaciones acerca de las perspectivas de desarrollo de Albania. He aquí una preocupación loable y marxista. El camarada Dej dijo a nuestro Partido: “Nosotros, los otros países de democracia popular, no debemos discutir más sobre la cantidad de créditos que se han de conceder a Albania, sino que en Albania se ha de decidir la construcción de estas o aquellas fábricas, la elevación del nivel de los medios de producción, y, en cuanto a los millones de rublos que estas realizaciones puedan costar, poco importa”, y el camarada Dej añadió incluso: “Hemos hablado al respecto también con el camarada Jruschov y él está de acuerdo con nosotros”.

    Pero llegó la Reunión de Bucarest y nuestro Partido adoptó la actitud que se conoce. Los camaradas rumanos olvidaron lo que habían dicho anteriormente y escogieron el camino de dejar que el pueblo albanés sufriera hambre». (Enver Hoxha, Discurso pronunciado en la conferencia de los 81 partidos comunistas y obreros celebrada en Moscú el 16 de noviembre de 1960)

    Notas:

    [2] Después del fracaso de la contrarrevolución en Hungría, los revisionistas yugoslavos dieron asilo al traidor Imre Nagy, quien encontró refugio en la embajada yugoslava de Budapest. Más tarde, por intervención de la dirección jruschovista soviética fue enviado a Rumanía.

    [6] Se trata del informe que habría de presentar el Presidente del Consejo de Ministros de la RP de Albania por el camarada Mehmet Shehu, en la reunión de la Asamblea Popular el 14 de noviembre de 1956 acerca de la visita de la delegación gubernamental de la RP de Albania a la RP de Mongolia y a la RPD de Corea. En este informe se habla asimismo de la acogida que fue reservada en la RP de China a la delegación del Partido del Trabajo de Albania que asistió al VIII Congreso del Partido Comunista de China, encabezada por el camarada Enver Hoxha.

    Tomo III:

    «Los puntos de vista que Chou En-lai expresó al embajador rumano en Pekín son bastante alarmantes. Chou En-lai cae en un grave error al empujar a los rumanos al camino de plantear sus reivindicaciones territoriales a la Unión Soviética, Este no es el camino correcto para atraer a los rumanos a nuestra línea. Ahora no es el momento ni la ocasión para plantear estos problemas, que proporcionan armas a Jruschov para acusarnos de chovinistas. La lucha ideológica y política contra Jruschov no debe perderse en delicadas cuestiones de reivindicaciones territoriales. Por su parte, los dirigentes rumanos, tanto por sus posiciones ideológicas y políticas como por consideraciones militares, no sólo no han planteado, sino que es más, no plantearán reivindicaciones territoriales a la Unión Soviética. Si lo hicieran, saldrían perdiendo en todos los sentidos, porque los otros les plantearían muchas más reivindicaciones. Por lo tanto, la cuestión de las reivindicaciones y la manera como Chou En-lai la ha expuesto, no es justa desde el punto de vista de los principios y tampoco responde a la táctica del momento.

    Es seguro que los rumanos, no sólo no estarán de acuerdo con el problema planteado por Chou, sino que lo considerarán como un pensamiento ingenuo de los dirigentes chinos, e incluso los juzgarán mal. Pero lo más importante es que Chou En-lai no plantea la cuestión de las reivindicaciones territoriales, como algo puramente táctico, sino como una cuestión de principios. Las reivindicaciones de los chinos parten de posiciones peligrosas y nacionalistas dado que ellos mismos tienen pretensiones sobre Mongolia exterior. La base en que se apoyan no tiene nada en común con la lucha contra el jruschovismo y Jruschov. Los chinos quieren que todos los Estados revisen el problema de sus fronteras con la Unión Soviética. Plantear este problema en estos momentos no es correcto, por el contrario es un gran error de principios. En estos momentos, las reivindicaciones territoriales, aún suponiendo que sean justas, no pueden ser solucionadas, ellas refuerzan en cambio las posiciones chovinistas de Jruschov y simultáneamente le ayudan en la traicionera lucha sin principios que ha desarrollado y desarrolla contra Stalin. Esto es escandaloso. Para nosotros esto es totalmente inaceptable.

    La integridad territorial de la Unión Soviética no debe ser tocada en estos momentos, independientemente de que la historia haya podido dejar una serie de problemas sin resolver. Hoy toda la lucha debe estar dirigida contra los renegados jruschovistas, pero no con los argumentos y los métodos que utilizan los chinos. [...]

    El camarada Stalin fue muy justo y prudente, y se atenía a los principios en estos problemas tan delicados y complejos. Cuando las relaciones con la Yugoslavia titista habían entrado en el período de más grave crisis, cuando la enemistad entre nosotros y los titistas había llegado al punto culminante, cuando todos luchábamos contra los revisionistas de Belgrado, que se oponían al socialismo y al movimiento comunista, en una conversación que tuve con Stalin, entre otras cosas me dijo que la Federación yugoslava, en tanto que unión de diversas repúblicas, en su aspecto formal, es progresista. Considerándola desde este punto de vista, no hay razón alguna para que ella se disgregue, pero el titismo y los titistas, en tanto que traidores al marxismo-leninismo, deben ser combatidos ideológica y políticamente. La lucha contra ellos no debe ser desarrollada desde las posiciones chovinistas y partiendo de las reivindicaciones territoriales, y tampoco debe llevarse a cabo contra los pueblos de Yugoslavia, sino que es preciso ayudar a las naciones que la integran, para que gocen del derecho a la autodeterminación e incluso a la misma secesión de la Federación. A Yugoslavia y al pueblo yugoslavo no debemos tocarlos ni atacarlos, sino convencerlos de que a su cabeza se encuentra una dirección traidora que los lleva hacia el precipicio. Que sea el propio pueblo yugoslavo quien pronuncie su palabra, que sean los propios comunistas yugoslavos quienes pronuncien la suya. Esta era la actitud de principios de Stalin y nosotros siempre hemos estado completamente de acuerdo con ella. La cuestión de las reivindicaciones territoriales para todos los países que mencionan los camaradas chinos, sólo puede ser planteada cuando se haya aplastado el revisionismo y cuando los partidos bolcheviques, marxista-leninistas, se hayan colocado a la cabeza de esos países». (Enver Hoxha, La lucha contra el jruschovismo no debe perderse en reivindicaciones territoriales, 22 de agosto de 1964)

    «Hemos contestado a los chinos en relación con la cuestión de las invitaciones para la fiesta del 15.° aniversario de la proclamación de la República. En la respuesta los criticábamos enérgica, pero justamente, debido a que están cometiendo errores de bulto e inadmisibles.

    Primero, les dijimos que era totalmente inconcebible e intolerable que en la fiesta participara la delegación del Partido Obrero Rumano y del Gobierno rumano y que los representantes de los partidos y de los países amigos no asistieran a ella. Opinamos que por una cuestión táctica o por una cuestión de reciprocidad diplomática, no es conveniente oscurecer o poner trabas innecesarias a una cuestión grande y clara. No podemos concebir cómo el Partido Obrero Rumano y el Gobierno rumano, que hasta ayer nos han atacado públicamente a todos, que han sido plenamente solidarios con todos los revisionistas modernos y que actualmente mantienen (y es muy posible que en el futuro sigan igual) posturas ideológicas y políticas revisionistas, sean el único partido y el único Estado que estén representados en la gran fiesta del pueblo chino. No consideramos justo que a su gran fiesta, sólo asistan ese partido y ese gobierno que ayer, en las conmemoraciones del 20.° aniversario de su propia liberación, presentaron un informe centrista-revisionista; que con el máximo cuidado evitaron golpear incluso con una sola palabra al imperialismo norteamericano y a los revisionistas modernos; que tienen relaciones muy amistosas con el gran renegado Tito; que establecen lazos amistosos con el imperialismo norteamericano y con los otros imperialistas, y reciben créditos de ellos.

    ¿Qué pensarán los comunistas del mundo cuando vean que en la fiesta de China los rumanos ocupan la cabecera y que los partidos marxista-leninistas no figuran por ningún lado? Es bueno no dar lugar a que se piense, incluso partiendo del aspecto superficial de las cosas, que el Partido Comunista de China aprueba la línea centrista de los rumanos y que se ha enfriado con los aliados marxista-leninistas fieles a él. Los rumanos no basan la lucha contra el renegado grupo de Jruschov en el marxismo-leninismo, sino únicamente en antagonismos económicos o en algunas consideraciones nacionalchovinistas. Es preciso mostrarnos muy prudentes en los pasos que demos con ellos. Esta es nuestra opinión, que sólo podrá cambiar si cambia positivamente la de los rumanos y en la misma medida que ésta lo haga. Es justo que con motivo del aniversario hayan invitado a muchas delegaciones de amigos que no son comunistas. Pero convocar únicamente a ellos y al partido y al gobierno rumanos, y no a nuestros partidos marxista-leninistas y a nuestros gobiernos; es inadmisible para estos partidos y la opinión mundial. [...]

    Por nuestra parte jamás abandonaremos nuestra sagrada lucha ideológica y política contra los revisionistas modernos, encabezados por Tito y Jruschov. Para nosotros, actuar de manera distinta, sería cometer un error colosal. En el curso de la conversación que nuestro camarada Manush Myftiu desarrolló con Georghiu-Dej en Rumanía, hemos explicado claramente nuestra actitud táctica a los rumanos y estamos seguros de que él y sus camaradas no se forjarán ninguna ilusión; saben que no nos hemos movido ni nos moveremos jamás de los principios. Así está muy bien y puede beneficiar a los rumanos, si es que todavía les queda algo de bueno. En relación con los rumanos, partimos del principio de que decirles la verdad puede serles amargo, pero la verdad es siempre la verdad y es preciso echarla de la boca.

    Les hemos dicho a los chinos que estamos convencidos de que las opiniones que les manifestamos son sinceras. De manera franca y camaraderil les decimos lo que pensamos, porque para nosotros y para ustedes, por encima de todo está la amistad grande, sincera y marxista-leninista entre nuestros partidos, entre nuestros pueblos. Cuidamos y cuidaremos esta amistad como a las niñas de nuestros ojos y el verdadero afecto está cimentado en la gran sinceridad que existe entre los amigos. Puede ser que a los dirigentes chinos no les guste en absoluto nuestra crítica, pero nos da lo mismo, porque lo vuelvo a repetir, es un error que a su fiesta inviten únicamente a Rumanía. Esto significa adoptar públicamente una posición centrista». (Enver Hoxha, Los chinos están cometiendo errores de bulto e inadmisibles, 4 de septiembre de 1964)

    «En suma, para ellos la caída de Jruschov lo es todo. Lo más esencia!, según ellos se ha alcanzado y es cuestión de tiempo que todo se arregle. Nosotros, dicen los camaradas chinos, debemos dar la mano a los «camaradas soviéticos» a los camaradas de Jruschov, olvidar lo pasado, hacer borrón y cuenta nueva, debemos comprender a los «camaradas soviéticos». Así, según ellos, debemos ayudar a estos bonitos camaradas soviéticos. Muerto Jruschov, se murió el jruschovismo. Ya no queda nadie para reconocer los errores cometidos, para autocriticarse; por lo demás los «queridos camaradas soviéticos», con la caída de Jruschov, se han hecho la autocrítica que debían hacerse. Ahora —siguen diciendo los camaradas chinos por boca de Chou En-lai e incluso ante todos los embajadores—, no nos queda otra cosa que preparar rápidamente las maletas puesto que el tiempo apremia, y marchar a Moscú, para abrazarnos el día de la fiesta de la Gran Revolución Socialista de Octubre. El gesto es solemne y teatral (porque Chou En-lai también habla de la puesta en escena que hicieron con motivo de su fiesta nacional del 1º de Octubre), pues también la fiesta es solemne. Por lo tanto, vayamos a Moscú como revolucionarios que somos y con los «grandes revolucionarios» que encontremos allí forjemos la unidad. ¡Qué comedia!

    Chou En-lai, no contento con esto, se puso de pie y en presencia de los otros embajadores le dijo al nuestro: «Sé que ustedes no tienen ni siquiera relaciones diplomáticas, porque los soviéticos las han cortado, pero ahora no hay nadie que se autocritique, dado que Jruschov ha sido destituido; que Mehmet Shehu haga rápido sus maletas y vaya a la fiesta de Moscú». Y luego agregó: «¡Inmediatamente después de ustedes, vendrá a verme Chervoneko a quién pediré que el Soviet Supremo invite a la fiesta a los 12 países socialistas!» ¡Qué bajeza! Tampoco se olvidó de decir a los embajadores, y esto seguramente refiriéndose al rumano (y según me han dicho se habían entendido previamente con los rumanos) que, «si alguien entre ustedes tiene una propuesta particular, puede hacérsela directamente a los soviéticos». En otras palabras, «pueden proponer que también los yugoslavos sean invitados a la fiesta, nosotros no tenemos nada en contra e incluso, en el fondo, esto nos alegra»* ¡Qué traición! Esta decisión, esta manera de pensar, este modo de plantear esta cuestión tan importante para los destinos del comunismo, todo esto no tiene nada de marxista, todo esto es antimarxista, oportunista, revisionista, es la traición. Esto es completamente idéntico a la actitud de Jruschov cuando fue por primera vez a Belgrado para abrazarse con Tito, excusarse de los «crímenes de Stalin» contra él y rehabilitar a ese traidor.

    Tal cosa confirma todo lo que expuse más arriba, a saber, cómo los chinos han desarrollado la polémica, coma comprendían la lucha contra el revisionismo, pero esto, al mismo tiempo, demuestra que son unos idealistas y unos fatalistas, que reducen la lucha contra el revisionismo moderno a una «cuestión de personas», que la consideran bajo un ángulo individualista, desconociendo los principios, que la ven desde posiciones chovinistas, dominantes, estando movidos por consideraciones de prestigio, etc. ¡Qué faltos de dignidad se muestran frente al enemigo de clase, a los enemigos de la revolución, a los enemigos de nuestra ideología! Por otra parte, además de lo indicado antes, de esta escenificación escandalosa de Chou En-lai debemos sacar otras conclusiones lógicas, que, desgraciadamente, confirman su traición. ¿Cuáles son estas conclusiones?

    1 - Reunir junto con nosotros al embajador de Rumanía, e incluso al de Cuba, significa: «ustedes, camaradas rumanos (que hasta ayer han estado en el camino de la traición), y ustedes, camaradas cubanos, (a pesar de haber loado a Jruschov), merecen plenamente el honor de alinearse entre los que han derrocado a Jruschov.¡Nosotros, los papas de Pekín, así lo consideramos, Amén!»

    2 — «En cuanto a ustedes, albaneses, no nos importa en absoluto lo que piensen de estas situaciones, lo que piensen de nuestras propuestas. Ustedes deben hacer sin más ni más lo que nosotros decimos. Dejen de lado todo reproche hacia los «camaradas soviéticos», incluso poco importa que los «camaradas soviéticos», durante cinco años, hayan hecho tantas cosas contra ustedes, y que hayan llegado al punto de calificarles de agentes del imperialismo y de romper las relaciones con su Estado; ¡bajen la cabeza y rápido a Canossa!». ¡Qué mentalidad de feudal y de fascista inmundo! Ningún burgués podría hablar de esta manera. Es más la dignidad y las reglas burguesas no permiten una arrogancia tan descarada. Pero nosotros, como es sabido, les hemos echado inmediatamente nuestra respuesta, como un hierro candente a la cara.

    3 — Todo esto era una provocación que se nos hacía y por otra parte, era una escena montada para dar a entender a los soviéticos, rumanos y cubanos y a otros de su misma calaña que «de ahora en adelante me separo de los albaneses, ya no me solidarizo con ellos ni en las cuestiones políticas ni en las ideológicas, ¡De ahora en adelante los albaneses actuarán por su cuenta y ellos son los responsables de lo que hagan!». Esto es evidente, porque los camaradas chinos sabían de sobra que no seguiríamos este camino de la traición como ellos, que les responderíamos, por eso han anticipado su respuesta a los soviéticos y a los otros acerca de esta cuestión. [...]». (Enver Hoxha, Los chinos están cometiendo errores de bulto e inadmisibles, 4 de septiembre de 1964)

    «Cabe preguntarse: ¿Es que ayudando con tanto celo a los revisionistas, se ayuda a los revolucionarios soviéticos? Comportarse así, significa no ser revolucionario, ¿Acaso es un gesto revolucionario, en un momento en que los enemigos de la revolución sufren una grave derrota, en un momento pues favorable para la revolución, darse prisa en ir a tender la mano a los contrarrevolucionarios para ayudarles cuando no dan ninguna señal de corregirse, sino que, por el contrario, declaran alto y claro que seguirán la línea de traición de los XX y XXII Congresos?! No, es contrarrevolucionario, antimarxista, revisionista.

    A fin de cuentas, no se les exige, camaradas chinos, que se lancen a «grandes ataques», porque hace tiempo que ustedes han cesado estos ataques polémicos, pero ¿no podían haber aguardado por lo menos algunos meses a ver qué es lo que harían estos «camaradas soviéticos»? Lo justo, lo legítimo, lo digno para su partido y su Estado ¿no hubiera sido que los enemigos derrotados pidieran ir a su encuentro, que se vieran obligados a ir a su encuentro? Todo esto es el abecé. ¿Por qué precisamente ahora, en estos momentos, se muestran tan magnánimos, llegando al mismo oportunismo- hacía los enemigos, cuando hasta ayer ustedes exigían a la Unión Soviética incluso los «territorios que les había arrebatado», incluso «Mongolia que habían arrancado a China», daban razón a los rumanos en sus «reivindicaciones sobre Bucovina», etc., y decían que «Stalin ha cometido errores en la cuestión de las fronteras»- y que hacían todo esto, llegando incluso a reconciliarse con los rumanos, los polacos, los alemanes y otros revisionistas de la misma especie, para presionar a la Unión Soviética y aislarla? ¿Qué son estas actitudes? ¿Cómo las cambian tan rápidamente en pocos meses? ¿Por qué la tomaron con nosotros, cuando de manera camaraderil les criticamos por estas actitudes erróneas? Su animosidad contra nosotros, porque les dijimos la verdad, sigue mientras que sus injustificadas actitudes «izquierdistas», sus posiciones sectarias, inclusive hostiles hacia la Unión Soviética, han virado completamente hacia la derecha y las califican de marxistas, al mismo tiempo que nos guardan rencor porque les decimos: «Discutamos y no se den prisa». Evidentemente los camaradas chinos están en un error no tienen una línea estable; en su línea se notan oscilaciones tanto a la derecha como a la izquierda, y su política asimismo no puede tener una estabilidad de principios», marxista-leninista». (Enver Hoxha, Los chinos buscan imponernos sus opiniones, 3 de noviembre de 1964)

    «Las acusaciones según las cuales el Partido del Trabajo de Albania y sus dirigentes están supuestamente escindiendo con sus actos la unidad de los países del Tratado de Varsovia y del campo socialista, no son más que mentiras y se formulan con negros designios, para encubrir la actividad inamistosa que desde hace algún tiempo los dirigentes de ciertos partidos comunistas y obreros de los países socialistas de Europa vienen desarrollando contra nuestro partido y nuestro pueblo. Es precisamente esa actividad, y no las actitudes del Partido del Trabajo de Albania, la que mina la unidad y la cohesión de los países miembros del Tratado de Varsovia y del campo socialista. A pesar de los actos injustos de que son objeto, no obstante las calumnias, las múltiples presiones y las dificultades que se les crean, el Partido del Trabajo de Albania y sus dirigentes jamás han dado motivo para que se debilite nuestra unidad, sino por el contrario han luchado y lucha por su robustecimiento, jamás han proporcionado ni proporciona armas a los enemigos para que golpeen nuestra unidad. Son precisamente algunos dirigentes del Partido Comunista de la Unión Soviética, con N. S. Jruschov a la cabeza, y de los otros partidos comunistas y obreros de los países socialistas de Europa, acaudillados por A. Novotny, W. Ulbricht, V. Gomulka, T. Yivkov, J. Kadar y G. Gheorgiu-Dej que con sus actos cada vez más flagrantes contra el Partido del Trabajo de Albania y contra el pueblo albanés, suministran armas a nuestros enemigos comunes para atacar tanto nuestra unidad en general como la República Popular de Albania. Son ellos que, con plena conciencia, han trasladado las divergencias ideológicas entre nuestros partidos al terreno de las relaciones entre nuestros Estados socialistas, imponiendo el bloqueo económico, político y militar contra la República Popular de Albania. Son ellos que, de laVdiscusión de estos problemas por vía de partido, han pasado a su discusión pública, como actuó W. Ulbricht en la conocida declaración que hizo después de la Conferencia de los 81 partidos comunistas y obreros de Moscú, o como hizo en su partido la dirección del Partido Comunista de Bulgaria. Son ellos que, en lugar de trabajar, según la Declaración de Moscú, para eliminar gradualmente las divergencias existentes y los fenómenos negativos que se venían observando en las relaciones entre nuestros partidos, prefirieron seguir otro camino: el de la creciente agudización de dichas divergencias, de las presiones cada vez más brutales, de los ataques sin principio y de las innumerables provocaciones contra el Partido del Trabajo de Albania y la República Popular de Albania. Son precisamente ellos los que debilitan y minan la unidad y la cohesión del campo socialista y del Tratado de Varsovia, con la decisión sin precedentes que adoptaron en la reunión del 3 de agosto de negar a la delegación plenipotenciaria del Comité Central del Partido del Trabajo de Albania el legítimo derecho de participar en la mencionada reunión y de exponer la opinión de nuestro Partido sobre un problema tan importante, como es el problema alemán, y precisamente en un momento sumamente delicado de la situación internacional, cuando más que nunca se exige que estemos unidos como un solo hombre frente a los imperialistas norteamericanos y a los otros que nos amenazan con la guerra». (Enver Hoxha, Los chinos buscan imponernos sus opiniones, 3 de noviembre de 1964)

    Tomo IV:

    «La lucha heroica y consecuente de los marxista-leninistas arrancará muchas máscaras. Si no es hoy, en un futuro próximo serán indudablemente desenmascaradas las maquinaciones de quienes quieren jugar el papel de centristas [1], de quienes de palabra defienden los principios,» pero de hecho los deforman al socaire de la «independencia», de las «condiciones específicas», y todo para disimular su alejamiento progresivo del marxismo-leninismo y de la unidad Internacionalista de los marxista-leninistas en el mundo. Es necesario que los marxista-leninistas refuercen su unidad sin prestar atención a las calumnias y las consideraciones de los revisionistas. Respecto a las formas de organización que debe tomar esta unidad, es preciso meditarlas y concretarlas». (Enver Hoxha, El golpe fascista en Indonesia y las enseñanzas que extraen de los comunistas, Artículo publicado en «Zéri i popullit», 11 de mayo de 1966)

    «Pensamos que Kim Il Sung y sus compañeros se equivocan en algunas de sus posiciones sobre el revisionismo moderno soviético y, en caso de que no cambien de camino, para desgracia del Partido del Trabajo de Corea y del pueblo coreano, se transformarán en revisionistas modernos como los demás. La verdad es amarga pero hay que decirla antes de que sea tarde. Las teorías de Kim Il Sung y de los japoneses de que «Jruschov que es malo fue destituido, y existen esperanzas de que se corrijan los que están en el poder y uno de los caminos para corregirles es unirnos con ellos» [6] supuestamente contra el imperialismo, demuestran que no enfocan bien la cuestión, que no están ya en condiciones de hacer verdaderos análisis de clase, están entrando en caminos sospechosos. Y para qué hablar ya de los dirigentes rumanos, que no son sino revisionistas descarados; el camino medio que intentan sostener y que pregonan como una política «inteligente y elástica», no es sino la política del pavor que llevan en la sangre. Los rumanos temen a los soviéticos, a los búlgaros, a los húngaros, por eso se han unido con Tito, se unen con los imperialistas, nos sonríen a nosotros por oportunidad. Los rumanos llaman a esto un camino particular ««marxista-leninista especial y auténtico». Según ellos, todas son vías «marxista-leninistas auténticas», la de los soviéticos, la de los titistas, la de los búlgaros, la de Kim II la de los japoneses y las de los demás.

    Los rumanos arman escándalo sobre el Tratado de Varsovia y posan de «valientes». Esta es la línea de Tito y de los imperialistas. Si Rumanía abandona el Tratado de Varsovia, está bien. Pero ¿dónde irá? De la cama de un enemigo, iría a parar a la del otro. En la OTAN, o en el Tratado de Varsovia, para nosotros es igual. Para nosotros es lo mismo si estos dos tratados permanecen como están, porque los dos nos combaten. Sí se transforman en uno solo, para nosotros continúan siendo enemigos y enemigos unidos contra nosotros. Incluso si los dos se desintegran y se rompen, no lo harán en interés de la revolución. Entonces, ¿cuál es el objetivo de la propaganda de la dirección rumana? Intentar demostrar a la Unión. Soviética que son «fuertes» porque están con Tito y los imperialistas. Hacen ruido para mantener en píe las reivindicaciones territoriales [7], para recibir dinero de los imperialistas, como recompensa por actuar en pro del debilitamiento de la fuerza de la Unión Soviética, y también para operar la transformación capitalista de Rumanía, antes de que los soviéticos emprendan un ataque contra ella, utilizan la carta china, sólo para esta oportunidad y en la medida en que no daña la política y la estrategia general del imperialismo.

    Los rumanos nos sonríen también a nosotros, me han invitado a mí, a ministros, a trabajadores del Partido a pasar las vacaciones, nos invitan de forma privada a la reunión del Tratado de Varsovia y otras pamplinas. Nosotros no tragamos esto. Les responderemos abiertamente para que comprendan que sus maniobras no surten efecto. Los revisionistas modernos de todo color, recurren a todo tipo de maniobras no sólo para evitar los golpes y su desenmascaramiento cada vez mayor sino también para dar la impresión de que «algo está sucediendo, algo se siente en el aire», una sonrisa allá, otra acá, un acto: «democrático», un acto diplomático. Son métodos de una diplomacia burguesa trasnochada ya, pero a los que ellos vuelven, por no disponer de otros, disfrazándolos, y utilizándolos en las nuevas coyunturas. Estos lacayos están dispuestos a besarte la mano hoy, para mordértela mañana. ¡Pero no aceptamos ni que nos la besen, y menos aún que nos la muerdan! Tiemblan ante nuestras posiciones porque, estas posiciones correctas, decididas, les han demolido y desbaratado. La práctica perseverante, decidida y revolucionaria de esta política marxista-leninista es la prolongación de la lucha de clases en la arena internacional, es el desbaratamiento de las alianzas imperialista-revisionistas establecidas contra los países socialistas y destinadas a que el capitalismo revestido con todo tipo de ropajes y de máscaras domine el mundo.

    La reunión del Tratado de Varsovia no reviste para nosotros ningún interés, aparte de que la vamos a convertir en un objeto de desenmascaramiento de los revisionistas. Las contradicciones cada vez más agudas entre las camarillas revisionistas forman parte del juego de ajedrez imperialista, del juego de destruir y construir nuevos puentes o de parchear los existentes entre los diversos imperialistas y revisionistas. Junto a su proceso de desintegración se desarrolla también el de una nueva integración entre ellos. En Europa, la Francia capitalista por sus intereses, actúa contra la hegemonía americana y presiona a Inglaterra y particularmente a Bonn, a los que intenta separar de los Estados Unidos de América y atarles a ella misma. Su táctica es: acercamiento con la Unión Soviética, en la medida posible, no sólo para utilizarla como medio de chantaje contra los Estados Unidos de América y Bonn, sino también para, introducir su influencia en los países revisionistas de Europa del Este. [...]

    La creación de los partidos comunistas marxista-leninistas en los países donde los revisionistas están en el poder jugará un papel decisivo, por eso debemos ayudar a toda costa a los jóvenes partidos hermanos marxista-leninistas como nuestro primer deber internacionalista, como algo que exige nuestro deber revolucionario.

    Opinamos que la nueva burguesía que ha alcanzado el poder mediante la contrarrevolución, enmascarada con fraseología marxista como en la Unión Soviética, en Polonia, en Checoslovaquia, en la República Democrática Alemana., en Hungría, en Yugoslavia, en Bulgaria, en Rumanía, en Mongolia, etc., no puede ser derrocada sino con la revolución. Los revisionistas modernos están decididos a aplastar la revolución por la fuerza de las armas» por eso, particularmente en estos países, deben crearse verdaderos partidos revolucionarios marxista-leninistas que preparen y dirijan la revolución. Juzgamos que sin la creación de estos partidos que hayan hecho suya la doctrina de la revolución proletaria, la pasada experiencia de la lucha revolucionaria así como la actual, que tengan clara y desarrollen correctamente la lucha contra el imperialismo y el revisionismo moderno, la revolución no se puede llevar a cabo con éxito. La revolución precisa una dirección experimentada» templada y decidida a conducirla hasta el fin.

    Naturalmente, nosotros no exportaremos revoluciones ni seremos quienes ordenemos a los demás que hagan esto o aquello. Tampoco ayudaremos a la revolución en estos países con intervenciones armadas. Esto es muy claro para nosotros. Pero consideramos como nuestro primer deber ayudar a la revolución proletaria en todos los países y particularmente en los países revisionistas. Nuestra ayuda multilateral y de todo tipo debe tener corno base y objetivo la lucha aguda y sin compromisos contra el imperialismo con el norteamericano al frente y contra los revisionistas modernos con los soviéticos a la cabeza [9]. [...]

    Los revisionistas modernos trabajan intensamente, inventan numerosas «teorías» y hacen todo lo posible por combatir la unidad marxista-leninista proletaria internacional, que les resulta mortal. Los jruschovistas, incluyendo a los rumanos, desacreditaron la gran idea de la unidad marxista-leninista internacional, para sustituirla por su hegemonía revisionista. Por eso, nosotros debemos levantar en alto la gran bandera de Marx, Engels, Lenin y Stalin, la bandera de la férrea unidad proletaria internacional, y desbaratar toda hegemonía revisionista». (Enver Hoxha, Nuestro partido desarrollará como siempre en consecuencia, audacia y madurez la lucha de clases, De una conversación con Chou En-lai 24 de junio de 1966)

    «Según nuestro punto de vista, la dirección rumana es revisionista-nacionalista. Debe haber en su seno tanto tendencias prosoviéticas como antisoviéticas, pero en ningún caso discurren por la vía marxista-leninista. En la situación creada a partir de la invasión de Checoslovaquia y cuando los soviéticos han manifestado abiertamente sus inclinaciones a invadir Rumanía. La dirección rumana ha mantenido, por así decirlo, cierta actitud de oposición. En un principio cuando Dubchek que había asumido la tarea de restaurar el capitalismo en Checoslovaquia, resistió, los rumanos hablaban con más arrojo contra los revisionistas soviéticos pensando que iban a contar con una cierta protección de los Estados Unidos de América y de los demás Estados capitalistas occidentales. Pero cuando vieron que, después de la ocupación de Checoslovaquia, los imperialistas norteamericanos no movían un dedo contra los revisionistas soviéticos, bajaron el tono. [...]

    En aquellos momentos en que la dirección yugoslava se amedrentó, nuestro Partido consideró necesario publicar una declaración [2] contra la concentración de fuerzas militares soviéticas en Bulgaria y contra la amenaza que esto representaba para Yugoslavia y Rumanía. Según nuestra declaración, en caso de ser atacados estos países, nosotros los defenderíamos, nos mantendríamos a su lado, pero al igual que siempre poniendo los puntos sobre las «íes», sin ocultar nuestros puntos de vista incompatibles con los de los titistas; incluso hicimos públicas una vez más nuestras divergencias ideológicas con la dirección rumana. Hemos juzgado que esta actitud resuelta por parte nuestra iba en interés del socialismo y de la defensa de nuestra patria, ya que si Yugoslavia era atacada es de imaginar que lo sería también Albania. Estamos preparados en todo momento para defender nuestra patria si el enemigo nos declara la guerra. Nuestro pueblo no teme la guerra. Esto lo saben muy bien nuestros amigos, los partidos marxista-leninistas hermanos, y también nuestros enemigos. Nuestra declaración de respaldo a los pueblos de Yugoslavia, de Rumanía, de Bulgaria, etc., en caso de una agresión de los socialimperialistas soviéticos, fue acogida por dichos pueblos con entusiasmo. La heroica actitud del pueblo albanés y esta declaración han influido enormemente en la actitud de los pueblos de los Balcanes». (Enver Hoxha, Comprender y organizar correctamente el trabajo clandestino y legal del partido, cuestión fundamental de la revolución -Extractos de una conversación mantenida con un amigo cingalés 17 de mayo de 1969-)

    «La visita de Nixon a China y las conversaciones con él, no pueden sino crear en la gente sencilla, en los pueblos, en los revolucionarios, ilusiones dañinas respecto al imperialismo norteamericano, a su estrategia y su política. Ejercerá una influencia negativa en la resistencia, y en la lucha del propio pueblo norteamericano contra la política y los actos agresivos del gobierno de Nixon, quien aprovechará la ocasión para ser reelegido como presidente. La visita de Nixon a China debilitará la oleada de indignación contra el imperialismo norteamericano en todo el mundo. Así, pensamos nosotros, se le da al imperialismo norteamericano la posibilidad de obtener un período de tranquilidad relativa, que intentará aprovechar para consolidar sus posiciones, para acumular fuerzas y prepararse para nuevas aventuras militares.

    Puede imaginarse qué pensarán los obreros italianos que se enfrentaron con la policía y manifestaron su odio contra la última visita de Nixon a Italia, los trabajadores japoneses que no permitieron a Eisenhower ni pisar su tierra, los pueblos de América Latina que protestan, y se levantan contra los Rockefeller y todos los demás emisarios del gobierno de Washington. Tan sólo los titistas yugoslavos y los revisionistas rumanos recibieron con flores al presidente Nixon en sus capitales. [...]

    La visita de Nixon a China alentará también la corriente centrista y ofrece argumentos a sus adeptos para probar la «justeza» de su línea oportunista. Los togliattistas italianos y los rumanos declaran abiertamente que ahora se abren nuevas perspectivas, entre otras cosas para el restablecimiento de la unidad en el movimiento comunista, que por este camino se pueden solucionar también las divergencias entre China y la Unión Soviética. Se trata de deseos de revisionistas y oportunistas curtidos que aprovechan la ocasión para presentar las divergencias entre el Partido Comunista de China y la dirección revisionista de la Unión Soviética, no como profundas divergencias ideológicas en torno a cuestiones cardinales y de principio, como son en realidad, sino como desacuerdos en el plano simplemente estatal, que pueden solucionarse por medio de encuentros y conversaciones directas entre las altas personalidades estatales.

    La visita del presidente americano a China no puede sino suscitar interrogantes, incluso malentendidos entre la gente sencilla, en la que pueden surgir dudas acerca de si China está cambiando de actitud frente al imperialismo norteamericano y está entrando en el juego de las superpotencias. No es casual que el mundo capitalista y revisionista haya recibido con tanto entusiasmo la iniciativa de Nixon de viajar a China. Toda la propaganda de los imperialistas, los revisionistas, los titistas, los rumanos, etc., haciendo coro, elogia a China y a América por esta nueva apertura en sus relaciones. Los revisionistas modernos soviéticos, titistas, rumanos, y otros como ellos. .., dicen que China ha entrado en un nuevo camino, en los rieles de la política de los compromisos sin principios. Piensan sacar de ello importantes provechos políticos, ideológicos y económicos». (Enver Hoxha, El recibimiento de Nixon en Pekín no es correcto, no lo apoyamos -Carta dirigida al CC del PC de China 6 de agosto de 1971-)

    Notas:

    [1] Alusión al Partido Comunista de Rumanía, al Partido Comunista del Japón y al Partido del Trabajo de Corea.

    [6] Este punto de vista mantenían también los dirigentes chinos. Esto había sido manifestado por Chou En-lai a nuestro Partido durante la visita que realizó a Albania del 31 de diciembre de 1963 al 9 de enero de 1964, así como por Liu Shao-chi a una delegación albanesa en Pekín, (Véase: «Reflexiones sobre China», t. I, págs. 121-130, Tirana, 1979, ed. en español).

    [7] Dos años antes de esta conversación, el camarada Enver Hoxha escribía al respecto: «Chou En-lai cae en un grave error al empujar a los rumanos al camino de plantear sus reivindicaciones territoriales a la Unión Soviética. Ahora no es el momento ni la ocasión para plantear estos problemas, que proporcionan armas a Jruschov para acusarnos de chovinistas. La lucha ideológica y política contra Jruschov no debe perderse en delicadas cuestiones de reivindicaciones territoriales» («Reflexiones sobre China», t. I, pág. 78, Tirana, 1979, ed. en español).

    [9] El Partido Comunista de China no se declaró abiertamente y de inmediato en contra de los revisionistas. Ya en abril de 1962, el camarada Enver Hoxha subrayaba: «Los comunistas revolucionarios esperan que el Partido Comunista de China asuma una posición abierta contra el revisionismo jruschovista». Incluso cuando se pronunció de manera declarada, tanto contra los revisionistas soviéticos, como contra los revisionistas yugoslavos, la línea del Partido Comunista de China continuó teniendo acentuadas vacilaciones oportunistas que llegaban hasta la conciliación con ellos (Véase: «Reflexiones sobre China», tomo I, pág. 7, Tirana, 1979, ed. en español).

    [2] «Las presiones militares, base del diktat y del chantaje político de los dirigentes revisionistas soviéticos». Artículo publicado en «Zéri i populliit», 11 de abril de 1969.

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