Queda clarito en los hilos donde se expone toda la información de la caida de la NASA al vacío. Una superpotencia que depende de motores de hace 70 años de la URSS, que incierte mas que todas las potencias juntas en la expolración espacial, y registra mas gracasos y menos lanzamientos que Rusia, por ejemplo.
Hace ahora algo más de un año, escribí una despedida prematura para el Atlantis. En aquellos momentos se daba por sentado que la misión STS-135 actualmente en curso no saldría adelante. Me alegro de haberme equivocado y de que mi transbordador espacial favorito, al final, haya cerrado esta extraordinaria aventura. :-) Pero ahora ya está: se acabó. No habrá más transbordadores. Y, con ellos, desaparece toda posibilidad para los Estados Unidos de lanzar naves espaciales tripuladas durante los próximos años. No había un reemplazo claro, el tiempo se ha echado encima y todas las alternativas siguen en el tablero de diseño o en etapas tempranas de desarrollo. A partir del próximo día 21, toda la humanidad pasa a depender de las naves Soyuz para viajar a las estrellas, más lo que puedan hacer los chinos (que tardarán algún tiempo).
Aquí tienes otro post que escribí sobre el estado actual de la exploración espacial, cuya lectura te recomiendo para hacerte una idea general de la situación. Las tendencias que comentaba en él, si algo, no han hecho más que profundizarse a lo largo de estos últimos catorce meses. Cincuenta años después de Gagarin, 42 años después del primer viaje a la Luna y 25 años después de la estación espacial Mir… sólo nos queda aferrarnos a diseños de aquellos tiempos para ser capaces aún de hacer algo por ahí fuera (la Soyuz voló por primera vez en 1967 y la Estación Espacial Internacional es básicamente lo que iba a ser la Mir-2). Pero es más: comienza a asomar la patita por el horizonte el día en que habrá que retirar la E.E.I. (ya hubo un amago que hablaba de 2016, aunque seguirá hasta por lo menos 2020) y la idea de plantear un proyecto nuevo con un alcance sólo remotamente parecido para reemplazarla provoca sudores fríos y taquicardias a todos los pusilánimes. Indudablemente, la humanidad ha menguado e involucionado mucho durante las dos últimas décadas (excepto en volumen: dentro de unas semanas seremos ya 7.000 millones), y el estado de nuestros programas espaciales lo refleja perfectamente.
Las palabras del director de lanzamientos del transbordador, dirigiéndose a su gente antes de esta última misión, fueron bastante sinceras y expresivas de la sensación que corre por el programa espacial norteamericano:
“El final del programa del transbordador es duro de tragar, y todos somos víctimas de unas malas políticas en Washington DC, tanto al nivel de la NASA como de la rama ejecutiva del gobierno, y esto nos afecta a todos nosotros -os afecta a la mayoría de vosotros- severamente.
Me da vergüenza que no haya salido un liderazgo mejor de Washington DC. A lo largo de la historia del programa espacial tripulado, siempre tuvimos otro programa al que hacer transición: del Mercury al Gemini, y al Apolo, y al programa de pruebas Apolo-Soyuz, al Skylab y luego al transbordador. Siempre tuvimos algo a lo que hacer transición.
Y lo teníamos, y fue cancelado y ahora no tenemos nada, y me avergüenzo de que no lo tengamos. Francamente, como alto directivo de la NASA, me gustaría pediros disculpas porque no lo tenemos. Así que ahí estáis. Os quiero a todos. Os deseo lo mejor.”
El martes pasado, algunos de los principales responsables de esta situación, los mismos que se han pasado décadas dejando sin dinero y sin recursos a la NASA, entraron en pánico y se permitieron el lujazo de pasar por la tostadora al director de la NASA Charlie Bolden, que me supongo yo que tuvo que recurrir a todas sus conchas como ex-general de los Marines para no mandarlos a pastar por ahí. Al parecer, han descubierto de sopetón que queda fatal en la tele eso de que los astronautas estadounidenses tengan que comprar billetes a Roskosmos si quieren acceder al espacio. En su estulticia, tuvieron un instante de lucidez y vislumbraron también que, si una potencia espacial abandona segmentos mayores de sus investigaciones espaciales… pues es muy posible que deje de ser potencia espacial. Y, después de años negándole a la NASA el pan y la sal, estos prohombres y promujeres acosaron a Bolden con la pregunta secundaria que les resultaba más cómoda: “¿por qué la NASA no tiene aún el plan de futuro para el lanzador pesado que nos llevará a Marte y a los asteroides próximos a la Tierra, al que se comprometió (la comprometimos) para el pasado mes de enero?”
El astronauta norteamericano Scott Kelly en la Soyuz TMA-01M rusa, camino de la Estación Espacial Internacional, el 9 de octubre de 2010. Estados Unidos pagó 56 millones de dólares por ese asiento y en 2014 pagará 63. Foto: NASA. (Clic para ampliar)
Charlie, en vez de contestar “porque lleváis veinte años dejándonos bajo mínimos y delirando a golpe de pensamiento ilusorio, porque no hacéis otra cosa que estrangularnos un poco más con cada presupuesto, porque no escucháis a los especialistas técnicos sino sólo a los gurús que os dicen lo que queréis escuchar y porque sois alérgicos a mojaros con un proyecto a largo plazo así os ahorquen”, hizo de tripas corazón con un despliegue de buenos modales, mano izquierda y diplomacia cortesana. Nobleza obliga. Tuvo buenas palabras para todo el mundo y definió cuatro líneas de trabajo sobre las que la NASA se plantea el futuro para los próximos tiempos. De todo el lamentable espectáculo, estos cuatro puntos fueron lo único que merece la pena rescatar. Veámoslos.
“¿Roskosmos? Sí, hola, buenos días, quisiera comprar unos billetes para la estación espacial…”
En primer lugar, lo dejó claro: al menos hasta 2015, todos los lanzamientos tripulados de los Estados Unidos se realizarán a través de la Agencia Espacial Rusa “y otros partners” (como no sean los chinos…). El asiento en una Soyuz con destino a la Estación Espacial sale a 56 millones de dólares por unidad, billete de ida y vuelta, que sube a 63 millones en 2014. Ya han firmado 18 pasajes por esos importes. Eso es lo que hay, punto pelota. Mientras tanto, seguirán apoyando el desarrollo de cohetes y naves espaciales construidos por empresas privadas, en la esperanza de que alguno de ellos pueda llegar a competir con las Soyuz. El más conocido y probablemente más adelantado de estos proyectos es el de SpaceX, con sus cohetes Falcon y sus naves espaciales Dragon.
Esta es una apuesta francamente arriesgada y un tanto confusa. Se trataría, básicamente, de subvencionar con dinero público el desarrollo y operación privados de una tecnología de lanzamiento análoga a la de la Soyuz, para luego comprarle misiones (otra vez) con dinero público. Más o menos. Gene Cernan, el último hombre que estuvo en la Luna, lo describió así recientemente:
Lanzamiento con éxito de un prototipo de nave espacial Dragon con el cohete Falcon-9, ambos de desarrollo privado, el 8 de diciembre de 2010. Foto: NASA.
Fue la industria espacial comercial, bajo el liderazgo y la guía de la NASA, la que nos permitió ir a la Luna y construir el transbordador y hacer todo lo que ha pasado en los últimos 50 años. [Pero] transferírselo todo sin ninguna supervisión al sector comercial, una expresión que cuestiono, va a necesitar mucho tiempo. Algunas de esas personas están muy cualificadas, pero otros [sólo] son emprendedores jóvenes con mucho dinero, y para ellos es una especie de hobby. No para todos ellos. Pero algunos dicen que pueden ir al espacio en cinco años por 10.000 millones de dólares, y hasta los rusos dicen que tardaremos por lo menos el doble si ponemos nuestros huevos en esa cesta.
No tengo mucha confianza en que ese extremo del espectro espacial comercial nos devuelva a órbita en ningún momento de los próximos tiempos. Me gustaría que toda esa gente que se autodenominan [operadores espaciales privados] me dijeran quiénes son sus inversores. Que me dijeran dónde está su mercado. Se supone que una empresa comercial debe usar capital privado. ¿Y quiénes son sus usuarios? Imagínese que nosotros, la NASA, no tuviéramos necesidad de sus servicios. No existe ningún otro mercado para ellos. Entonces, ¿esto es realmente una empresa privada, o no? ¿Es un grupo de muchachos con estrellas en los ojos, que quieren convertirse en un gran desarrollador espacial? No lo sé.
No creo que lleguen ni cerca de conseguir lo que han dicho que pueden hacer. Se lo dije al Congreso y sigue siendo cierto hoy: aún no saben lo que no saben. Nosotros [...] hemos estado haciendo esto durante medio siglo. Hemos cometido errores. Hemos perdido colegas. ¿No crees que hemos aprendido algo de esos errores? Puedes apostar tu vida a que sí. Ellos tienen que aprender aún de sus errores. Y, como contribuyente, no tengo el deseo de sentarme ahí y pagarles para que cometan esos errores antes de que puedan siquiera llegar adonde creen que son capaces de ir. La buena noticia es que ahora algunas de las grandes compañías aeroespaciales están tratando de entrar en ese sector. Los Boeing, Lockheed Martin, ATK, están tratando de competir en el lado comercial del negocio. Eso es un poco más alentador. Esas son las personas que han estado trabajando en todo lo que hemos hecho durante los últimos 50 años. Ellos saben cómo se puede hacer.
Cernan no es el único que no ve claro el asunto. Algunos otros astronautas notables opinan que esta aproximación puede condenar a los Estados Unidos a convertirse en un operador espacial de “segunda o tercera clase”. Ojo: es posible que esta transferencia al sector privado funcione, siempre que la lleven a cabo los especialistas adecuados y se mantenga con dinero público. En principio, no hay nada que lo impida. Pero tiene muchos números para ser un proceso largo, caro y no exento de problemas. Y Estados Unidos no está solo en el mundo: hay competidores. Están los rusos, con sus Angara, sus Rus-M y el PPTS en distintos estados de desarrollo. Detrás, vienen empujando los chinos. En 2015, que es cuando está prevista la entrada en servicio de estas naves y cohetes estadounidenses de construcción privada, podrían encontrarse con una durísima competencia. Si se producen retrasos, todos los nichos podrían estar ya ocupados para cuando quieran llegar.
Lo único que está claro es que, por el momento, el vuelo espacial tripulado de la humanidad queda en manos exclusivamente rusas, más lo que China pueda ir haciendo. No existe ninguna alternativa ni la habrá durante al menos los próximos cuatro años. Y en cuanto a lo de enviar cargueros no tripulados del tipo de las Progress, ya se verá cuándo consiguen poner en órbita el primero. Sin duda, nos hallamos ante una situación de lo más incómoda para los Estados Unidos.
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